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HIPÓTESIS: SOBRE LA FALTA DE UNIDAD ENTRE LOS GRUPOS SOCIALES Y LA ELITE PERUANA:

LA CUESTIÓN NACIONAL DURANTE LA RESISTENCIA


Luis Durand, La era del guano y la guerra del pacifico, 2005.

Uno de los temas más debatidos por la historiografía con ocasión del centenario de la guerra del salitre, fue el de la
participación de los sectores populares en ello. Hubo quienes consideraron que la derrota militar provoco la descomposición de
la sociedad peruana, manifestada en los saqueos y hasta masacres en los que participaron grupos de trabajadores asiáticos y
negros, que tomaron venganza de décadas de explotación, o sacaron a relucir sus propias rencillas internas, apoyándose en el
ejército invasor (como, por ejemplo, en los sucesos de Cañete relatados con dramática elocuencia por Juan de Arona; véase
recuadro de p.175).
Los campesinos indígenas, por su parte habían optado por situarse al margen de lo que entendían como una contienda “entre
mistis”. Según esta postura, sesenta años de vida independiente no había servido para soldar vínculos nacionales en el Perú,
manteniéndose al país como un conglomerado disperso de grupos étnicos enfrentados tal como lo describiera Monteagudo en
1823. No éramos una nación sino, “un territorio habitado”, apostrofo ácidamente Manuel Gonzales Prada. Este planteamiento
se vería corroborado por el hecho de que los oficiales chilenos recibieron órdenes de su comando de no molestar a los grupos
indígenas, haciéndoles entender que la guerra no era con ellos.
Este enfoque fue replicado por quienes, estudiando la campaña de “La Breña” de Cáceres advirtieron un firme compromiso
campesino, aunque aparecido recién en el curso de la ocupación enemiga, con la defensa del territorio patrio. Para estos
autores, la guerra “abrió los ojos “a los campesinos quienes participaron decididamente en la Resistencia contra los chilenos
bajo el método de las guerrillas. Tras la desocupación, los antiguos guerrilleros tomaron posición de las haciendas de los
terratenientes colaboracionistas, entendiendo que ellos y no estos tenían ahora el derecho a detentar tales fundos. Dicho de
otro modo, habían ganado un derecho de ciudadanía con su entrega militar y exigían el castigo a los terratenientes “traidores”.
Hubo colaboracionismo en el sector “alto”, pero es diferente la generalización (gruesa) de piel, (“la oligarquía criolla
de Lima”) en que no se puede saber a qué se denomina criollo (¿al “blanco”, al mestizo “blanqueado” …) de la
referencia de Macera. Así mismo está suficientemente demostrada una actitud de acercamiento o entendimiento de
chilenos y hacendados. Escribe Fernando Silva Santisteban:
“El apremio de los grandes hacendados por concertar la paz con Chile no era únicamente por defender sus
propiedades y riquezas que estaban siendo destruidas por ejército invasor, sino también por el estado de rebelión
popular que amenazaba peligrosamente al sistema. Los campesinos y montoneros comenzaron a calificar de
“enemigo” no solamente a los chilenos sino también a aquellos terratenientes colaboracionistas, algunas de cuyas
propiedades fueron invadidas en la sierra central, y contra quienes dirigieron también sus armas”.
Cáceres reconoce el colaboracionismo con Chile originado por “personales ambiciones”. Falta rigurosidad histórica al
juzgarse a la oligarquía la aristocracia o la plutocracia o los criollos colaboracionistas Piel, Cotler y Efraín Kristal, entre
otros sociólogos o historiadores dan la impresión de un prejuicio anterior. La realidad de que hubo peruanos que
colaboraron con el invasor no debe generalizarse, ni ignorar testimonios importantes como el que cita Percy Cayo; el
oficial chileno Alberto del Solar afirma en su Diario de Campaña; ”sea dicho en su honor ( de los peruanos) ni uno
solo de los salones de la sociedad nos fue abierto…”; dato que puede parecer exagerado pero coincide con Bulnes: “
La sociedad limeña pasaba su tiempo encerrada…

Heraclio Bonilla, El problema nacional y colonial del Perú en el contexto de la Guerra del Pacifico”, 1979.

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