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HECHICERÍA Y CURANDERISMO

EN LA COSTA DE MICHOACÁN.

3
El proceso inquisitorial contra Hernán Sánchez Ordiales,
cura beneficiado de Coalcomán, 1623-1625
UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO

DIRECTORIO

Dra. Silvia Figueroa Zamudio


Rectora

Dr. Raúl Cárdenas Navarro


Secretario General

Dr. Benjamín Revuelta Vaquero


Secretario Académico

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Secretario Administrativo

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Coordinador de la Investigación Científica

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Coordinador General de Estudios de Posgrado

C.P. Horacio Guillermo Díaz Mora


Tesorero General

Dra. María del Rosario Ortiz Marín


Secretaria de Difusión Cultural y Extensión Universitaria

Dr. Gerardo Sánchez Díaz


Director del Instituto de Investigaciones Históricas
CURANDERISMO Y HECHICERÍA
EN LA COSTA DE MICHOACÁN:
EL PROCESO INQUISITORIAL CONTRA
HERNÁN SÁNCHEZ ORDIALES,
CURA BENEFICIADO DE COALCOMÁN, 1623-1625

Estudios introductorios:
Gerardo Sánchez Díaz
y
J. Benedict Warren

Paleografía y preparación del texto:


J. Benedict Warren

Colección Nuestras Raíces 9

Instituto de Investigaciones Históricas


Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Morelia, Michoacán, México.
2010
BF1584
.M53
H44
2010 Hechicería y curanderismo en la Costa de
Michoacán: El proceso inquisitorial contra Hernán
Sánchez Ordiales, cura beneficiado de Coalcomán,
1623-1625 / Estudio introductorio de Gerardo Sánchez
Díaz y Benedict Warren. Morelia, Mich., México.
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
Instituto de Investigaciones Históricas, c2010.

p. 150 ; 22 cm.

Incluye bibliografía.

ISBN: 978-607-424-169-3

1. Inquisición – Historia.
2. Curanderos – Historia – Siglo XVII.
3. Brujería – Michoacán – México.

Diseño de portada: Itzel Álvarez Contreras


Diseño de interiores: Hugo Silva Bedolla

Hechicería y curanderismo en la costa de Michoacán.


El proceso inquisitorial contra Hernán Sánchez Ordiales,
cura beneficiado de Coalcomán, 1623-1625,

Primera edición, 2010


Morelia, Michoacán, México
Derechos reservados conforme a la ley
© Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Instituto de Investigaciones Históricas
Ciudad Universitaria, Morelia, Mich.
Correspondencia: Apartado postal 46-A
Email:iihist@jupiter.ccu.umich.mx
Tel y Fax 326 57 65

ISBN: 978-607-424-169-3

Impreso en México/Printed in Mexico


ÍNDICE

Introducción ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 9

El proceso de evangelización y colonización entre los


nahuas de la costa-sierra de Michoacán en el siglo XVI
Gerardo Sánchez Díaz ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 11

Hernán Sánchez Ordiales.


Su enfermedad y las curaciones
J. Benedict Warren ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 57

Materia de Hechizos 1624 ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 71


INTRODUCCIÓN

La historia y cultura de los pueblos nahuas de la costa-sierra


de Michoacán son fascinantes. Sin embargo, poco sabemos
con profundidad de su pasado y presente. Fueron dos geó-
grafos de instituciones académicas de Estados Unidos quie-
nes aportaron las primeras aproximaciones a estos pueblos.
Primero, Carl Sauer en su magnífico libro Colima of New Spain
in the Sixteenth Century, publicado por la Universidad de
California y la Universidad de Cambridge en 1948 y después
Donald D. Brand y sus colaboradores en Coalcomán and Mo-
tines del Oro, que editó Martinus Nijhoff en La Haya Holan-
da en 1960, con el patrocinio del Instituto de Estudios
Latinoamericanos de la Universidad de Texas. Ambas obras,
pioneras en la historia de la región costera de los estados de
Michoacán y Colima, dieron pistas para fundamentar nuevas
investigaciones. Sin embargo, ni Sauer ni Brand, y tampoco
los investigadores que les siguieron, hicieron referencia al pro-
ceso inquisitorial del padre Hernán Sánchez Ordiales, que
ahora publicamos.
La primera referencia al proceso, la debemos al médico
y antropólogo veracruzano Gonzalo Aguirre Beltrán, que usó
algunos pasajes para documentar un capítulo relativo a la te-
rapéutica ilusoria en su libro Medicina y magia. El proceso de
aculturación en la estructura colonial, publicado por primera vez
por el Instituto Nacional Indigenista en 1963. Más adelante,
de Aguirre Beltrán, Ruy Pérez Tamayo tomó referencias para
ejemplificar las formas de diagnóstico en los sistemas médi-
cos primitivos en su libro El concepto de enfermedad, publicado
en 1988, pero en su conjunto, el proceso de Sánchez Ordiales

9
permanecía desconocido. Ese fue el motivo que nos alentó
para preparar su publicación completa.
El conjunto de documentos que integran el expediente
del proceso inquisitorial en materia de hechizos seguido al
padre Hernán Sánchez Ordiales, cura y juez eclesiástico de
Coalcomán, 1623-1625, se compone además de la
autodelación y cartas del beneficiado, por las indagatorias ju-
diciales derivadas de la querella que interpuso ante el Alcalde
Mayor de la Provincia de Motines en contra del indio Miguel
Lázaro, gobernador de la república de indios de Coalcomán,
por haberle causado una enfermedad, mediante un supuesto
hechizo. También contiene la relación y testimonios de las
curaciones que le hizo en Maquilí la curandera María Ana,
conocida como la “india Mariche”, vecina del pueblo de Mo-
tín y los testimonios levantados sobre el caso por indicacio-
nes de fray Diego Muñoz, Comisario de la Inquisición y que
tuvieron como finalidad averiguar si dichas curaciones esta-
ban basadas en creencias y prácticas supersticiosas.
La publicación del proceso va precedida por dos estu-
dios, el primero sobre el contexto espacial, social y religioso
de las jurisdicciones eclesiásticas de Maquilí y Coalcomán,
escenario de los acontecimientos y el segundo, introduce al
lector en la figura y dolencias del padre Sánchez Ordiales.
Los documentos que se publican enseguida, ofrecen posibili-
dades amplias de investigación para quien se interese en
adentrarse en la compleja mentalidad de la época, en los
saberes e imaginarios que se tenían entre los nahuas de
Michoacán sobre las enfermedades y sistemas curativos en la
época colonial.

Jesús del Monte-Morelia, verano de 2010.

10
EL PROCESO DE EVANGELIZACIÓN Y
COLONIZACIÓN ENTRE LOS NAHUAS DE LA
COSTA-SIERRA DE MICHOACÁN EN EL SIGLO XVI*

Gerardo Sánchez Díaz

Son escasas y a veces confusas las referencias acerca de cómo


los españoles se enteraron de la existencia del Océano Pacífi-
co, al que llamaron La Mar del Sur y a qué lugares de la costa
llegaron primero. En algunos estudios sobre la historia colo-
nial temprana, se menciona que Hernán Cortés envió a varios
españoles al sur con guías indígenas a buscar los lugares de
procedencia del oro y la plata que en años anteriores algunos
pueblos de la Provincia de Zacatula solían pagar como tribu-
to a los monarcas aztecas.
En esas búsquedas, según informó Cortés a la Corona
el 15 de mayo de 1522, sus enviados hicieron contacto con la
orilla del mar en tres puntos distintos, sin que se pueda deter-
minar a qué lugares pudo corresponder. Más tarde, se sabría
que uno de ellos fue Tehuantepec, en la costa de Oaxaca. En
fecha posterior, los exploradores enviados por Cortés en bus-
ca de las minas, lograron llegar hasta la desembocadura del
río Balsas, en donde encontraron las condiciones propicias
para un futuro asentamiento.1
*
Expreso mi agradecimiento a los doctores Hans Roskamp y Juan Carlos Cortés
Máximo, por sus comentarios y sugerencias derivadas de la lectura de una primera ver-
sión de este trabajo y a Alma Delia Lázaro García la captura y correcciones del texto.
1
Carl Sauer, Colima of New Spain in the sixteenth Century, Berkeley and Los Ange-
les, University of California Press, 1948, pp. 1-4; J. Benedict Warren, La conquista de

11
A partir de los últimos meses de 1522, las costumbres y
formas de vida ancestral de los primitivos habitantes de la
costa michoacana fueron trastocadas por la llegada de los pri-
meros contingentes de españoles, en su afán de exploración
del litoral de la Mar del Sur. El 8 de diciembre de ese año, el
capitán Juan Rodríguez de Villafuerte y Simón de Cuenca, con
122 vecinos procedieron a la fundación de la Villa de Nuestra
Señora de la Concepción de Zacatula, en el margen izquierdo
del río de las Balsas, llamado también de Zacatula, a poca
distancia de su desembocadura en el mar. Esta primera fun-
dación española fue dotada desde el principio de ayuntamiento
y una capilla para los servicios religiosos.2 Poco después, por
mandato de Hernán Cortés, sus hombres procedieron al es-
tablecimiento de un astillero para construir embarcaciones con
las que se pretendía llevar a cabo la exploración marítima,
tanto del litoral como de mar adentro.3
Sin embargo, los trabajos para la instalación del astille-
ro demoraron, ya que a pesar de contar con la mano de obra y
disponer de la madera apropiada, faltaban diversos elemen-

Michoacán, 1521-1530. Traducción de Agustín García Alcaraz, Morelia, Fímax-


Publicistas, 1977, pp. 26-27; Elinore M. Barrett, La Cuenca del Tepalcatepec. Su coloniza-
ción y tenencia de la tierra. Traducción de Roberto Gómez Ciriza, México, Secretaría de
Educación Pública, 1975, pp. 38-39.
2
Fray Antonio Vázquez de Espinosa, Descripción de la Nueva España en el siglo XVII.
Prólogo de Mariano Cuevas, México, Editorial Patria, 1944, p. 145; Fray Francisco Frejes,
Historia breve de la conquista de los estados independientes del imperio mexicano,
Guadalajara, Tipografía de S. Banda, 1878, pp. 54-55; Rafael Heliodoro Valle, Cristóbal
de Olid. Conquistador de México y Honduras, México, Editorial Jus, 1950, pp. 120-125.
3
Rolf Widmer, Conquista y despertar de las costas de La Mar del Sur, 1527-1680,
(Regiones), México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990, p. 86; José
Miguel Romero de Solís, Colima marinera en el siglo XVI, (Pretextos 9), Colima, Archivo
Histórico del Municipio de Colima, 1994, pp. 5-9; Donald D. Brand,“The development
of Pacific coast ports during the Spanish colonial period in Mexico”, Estudios
Antropológicos publicados en homenaje al Dr. Manuel Gamio, México, Universidad Na-
cional Autónoma de México, Sociedad Mexicana de Antropología, 1956, p. 579; Docu-
mentos Cortesianos. 1526-1545. Sección IV. Juicio de Residencia. Edición de José Luis
Martínez, México, Fondo de Cultura Económica, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1991, tomo II , p. 295.

12
tos que eran necesarios, mismos que el conquistador tuvo que
solicitar directamente a España y eso ocasionó atrasos en la
construcción de las embarcaciones. Acerca de esto, en la cuarta
Carta de Relación, enviada por Hernán Cortés al emperador
Carlos V en octubre de 1524, le informaba acerca de esos con-
tratiempos: “Así, por la Relación pasada, como por esta he
hecho a Vuestra Alteza mención de cuatro navíos, que tengo
comenzados en la Mar del Sur, y por haber mucho tiempo
que se comenzaron le parecerá a Vuestra Real Alteza que yo
he tenido algún descuido en no haber acabado hasta ahora;
doy a Vuestra Sacra Majestad cuenta de esta causa: y en que
como la Mar del Sur, a lo menos aquella parte donde aquellos
navíos hago, está de los puertos de la Mar del Norte donde
todas las cosas, que a esta Nueva España vienen, se descar-
gan doscientas leguas, y aún más, y en parte muy fragosos
puertos y sierras y en otros muy grandes y caudalosos ríos, y
con todas las cosas que para los dichos navíos son necesarias
se hayan de llevar de allí por no haber de otra parte donde se
provean, hace llevado y llevase con mucha dificultad. Y aún
sobrevino para esto, que ya tenía una casa en el Puerto donde
los dichos navíos se hacen, todo el aderezo, que para ellos era
menester de velas, cables, xarcia, clavazón, áncoras, pez, sebo,
estopa, betúmen, aceite y otras cosas”.4
Cuando el conquistador tuvo a mano los enseres
faltantes, envió una nueva expedición a Zacatula. Muchos in-
dígenas tanto de la Ciudad de México como de Tzintzuntzan
y Pátzcuaro, fueron utilizados para trasladar las áncoras y de-
más materiales al naciente puerto de la Mar del Sur. Por lo
que se refiere al traslado de las anclas de metal para los bar-
cos que se fabricaban en Zacatula, el Cazonci comisionó a

4
Antonio de Lorenzana, Historia de la Nueva España escrita por el esclarecido con-
quistador Hernán Cortés, aumentada con otros documentos por..., México, Secretaría de
Hacienda y Crédito Público 1981, tomo IV, p. 333. Para mejor comprensión se ha mo-
dernizado la ortografía conservando el sentido de las palabras.

13
don Pedro para que cuidara de su conducción hasta la costa.
Para ello se puso al frente de mil seiscientos hombres el 4 de
noviembre de 1522 en compañía de dos españoles.5 Por el
camino, los españoles animaron a don Pedro“para que se arre-
glara de tal forma que impresionara a los señores de Zacatula
y el se puso muchos collares de turquesa con ese fin. En
Zacatula, los tarascos vieron por primera vez los primitivos
astilleros españoles, donde Cortés estaba haciendo construir
cuatro barcos para explorar el Pacífico”.6
Sin embargo, pronto sobrevinieron nuevas dificultades
que impidieron el progreso de los astilleros, “una noche se
pasó fuego y se quemó todo, sin aprovechar más que de las
áncoras que no pudieron quemarse y ahora de nuevo lo he
formado a proveer, porque habrá como cuatro meses que me
llegó una nao de Castilla en que me trajeron todas las cosas
necesarias para dichos navíos”.7
Al año siguiente, el 25 de julio de 1523, el capitán Gon-
zalo de Sandoval después de una intensa campaña en contra
de los indios de varios pueblos de la costa fundó, en el valle
de Caxitlán, al noroeste de la desembocadura del Río
Coahuayana, la primitiva villa de españoles, misma que en
1527 fue reubicada por el Alcalde Mayor Francisco Cortés de
Buenaventura, quien le impuso el nombre de villa de San
Sebastián de Colima. A partir de ese momento, tanto Zacatula
como la villa de Colima se convirtieron en puntos estratégi-
cos y formaron el eje del proceso de colonización de una
amplia zona geográfica, que más tarde fue dividida en tres

5
Relación de las ceremonias y ritos y población y gobierno de los indios de la Provincia
de Michoacán. Estudio preliminar de José Corona Núñez, Morelia, Balsal Editores, 1977,
p. 262; Manuel Orozco y Berra, Historia de la dominación española en México. Con una
advertencia de Genaro Estrada, México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e
Hijos, 1938, tomo I, pp. 30 y 35; Fr. Pablo Beaumont, Crónica de Michoacán, México,
Talleres Gráficos de la Nación, 1932, tomo II, pp. 81-83.
6
J. Benedict Warren, La conquista… p. 69.
7
Antonio de Lorenzana, op. cit., p. 333.

14
jurisdicciones políticas; conocidas en adelante como provin-
cias de Zacatula, de Motines y de Colima.8

El mundo indígena y la presencia española

Antes de la llegada de los conquistadores europeos a la costa


de Michoacán, a lo largo y ancho de la franja costera se en-
contraban asentados diversos grupos humanos, casi todos de
ascendencia nahua. Se llamaban a sí mismos cuitlatecos,
serames, cuires, cuahucomecas y eplatecos, y se comunicaban en
dialectos derivados de la lengua náhuatl o mexicana.9 En su
mayoría, estos grupos indígenas vivían en asentamientos dis-
persos o en pequeñas comunidades aldeanas y se mantenían
de la práctica de una agricultura incipiente que combinaban
con actividades de caza, pesca y recolección. Estos
asentamientos, casi siempre estuvieron ubicados a las orillas
de ríos, arroyos, manantiales y esteros, ubicados en las plani-
cies costeras.
En la Relación de la Provincia de Motines de 1580, se dice
que: “la manera que tenían de gobernar es que vivían en fa-
milias, cada cual con su mujer y sus hijos por sí apartados en
algún arroyo o fuente, o sobre algún lado de este río o del

8
Felipe Sevilla del Río, Breve historia de la conquista y fundación de Colima, Colima,
Gobierno del Estado 1979, pp. 28-29; Ernesto Terríquez Sámano, Historia mínima de
Colima, Colima, Editorial Idear, 1989, p. 24; José Miguel Romero de Solís, El conquista-
dor Francisco Cortés. Reivindicación de un cobarde, Colima, Archivo Histórico Municipal
de Colima, 1996, pp. 13-15; Documentos Cortesianos. 1518-1528. Sección I y II. Edición de
José Luis Martínez, México, Fondo de Cultura Económica, Universidad Nacional Au-
tónoma de México, 1991, tomo I, p. 314; Gerardo Sánchez Díaz,“La costa de Michoacán,
espacio y tiempo”, Gerardo Sánchez Díaz y Adalberto Ríos Szalay, La costa michoacana.
Perfil de un paraíso, Morelia, Gobierno del Estado, Universidad Michoacana, Editorial
Lunwerg, 2010, pp. 27-31.
9
Al respecto véase Donald D. Brand,“Bosquejo histórico de la geografía y la an-
tropología en la región Tarasca”. Traducción del inglés por José Corona Núñez, Anales
del Museo Michoacano, Segunda época, Nº 5, Morelia, 1952, pp. 80-87.

15
otro; allí hacían sus sementeras y estaban quietos si no era
cuando traían guerra con los tarascos, que algunas veces les
entraban, cautivaban, mataban y comían, lo mismo les daban
guerra a los eplatecos que están al poniente, que era gente
advenediza de la provincia de los tarascos que se apoderaron
de esta tierra y costa del Mar del Sur, los cuales eran muy
grandes comedores de carne humana como los mismos
tarascos y con los unos y con los otros, traían guerras y para
obviarlas, teniendo noticia que venían enemigos juntábanse
en torno a la casa del mayoral de ellos y ordenaban sus con-
sejos como mejor podían, convocando a sus vecinos que sa-
liesen a la ayuda y así se defendían de sus enemigos hasta
echarles de sus casas y sus tierras”.10
Aunque aún no tenían una tradición ampliamente gue-
rrera, los pueblos ubicados en el tramo costero entre el río
Oztula y el valle de Coahuayana, habían desarrollado diver-
sos sistemas defensivos para repeler las invasiones de otros
pueblos vecinos a sus territorios. Todavía en el último tercio
del siglo XVI, los informantes indígenas a los que Juan Alcalde
de Rueda entrevistó para redactar la Relación de la Provincia de
Motines, guardaban en su memoria lo que les habían contan-
do los más viejos acerca de que sus antepasados, quienes a su
decir, no habían sido gente belicosa pero tampoco cobarde,
menos que huyera cuando se acercaban sus enemigos.
Sobre las armas que los pueblos nahuas de la costa
empleaban en su defensa, dijeron que: “los géneros de sus
armas que tenían para defenderse y ofender, eran arcos y fle-
chas y sus cancajes y unas rodelas redondas de cuatro o cinco
palmos de ancho, hechas de caña que llaman otlates, con he-
ridas delgadas y juntando una vara de estas con otra y otra
ívanlas tejiendo con mucha sutileza que quedaba de vara un

10
Álvaro Ochoa Serrano y Gerardo Sánchez Díaz, Relaciones y memorias de la Pro-
vincia de Michoacán, 1579-1581, Morelia, Universidad Michoacana, Ayuntamiento de
Morelia, 1985, p. 103.

16
lienzo tejido y después otras del mismo tamaño y manera y
acabadas de tejer estas dos telas de vara, juntaban esta tela
con otra, cruzándolas y despuntándolas con mucho primor;
cercenaban esta rodela redonda y poniéndole sus manijas
quedaba hecha una arma para defenderse de las piedras y las
flechas de sus contrarios. Quedaba tan tiesa la rodela que
apenas entraba la flecha, por la mucha dureza que tenía y
para defender sus cuerpos y personas usaban de otra arma
llamada yhcaxicoli, que era como una manera de colcha hecha
de mucha cantidad de algodón lo que daba un grosor de un
dedo, poco más o menos, y tejida esta dicha colcha hacían lo
que querían de ella, morriones, sayos y escarcelas y otras for-
mas de armaduras, como querían y si estaba bien hecha no le
podía entrar la flecha”.11
Por su parte, los informantes indígenas de Maquilí, en-
trevistados en 1580 por Sebastián Soriano, aportaron más datos
acerca de cómo los antiguos habitantes de los pueblos de
Epatlán y Cuzcaquauhtla, guerreaban con sus vecinos de Aquila,
Maquilí y Tlactitla. Los indígenas señalaron que sus antepa-
sados “peleaban con arcos y flechas y con unas varas tostadas
arrojadizas, y para su guarda y reparo traían unos chimales12
a manera de adargas hechas de cañas y con ciertos betúmenes
que los junta y los abraza, que en efecto detienen una flecha y
en estos llenos donde yo tengo mi habitación y vivienda hay
en mucha cantidad montones de piedra y habiendo pregun-
tado al dicho don Juan de lo que sirviera aquella piedra, dijo
que en tiempo de estas guazávaras y guerra se aprovechaban
en faltándoles la munición de sus flechas y varas, se apedrea-
ban y mataban en cantidad”.13

11
Ibid., p. 103.
12
Se trata de escudos, al parecer semejantes en su hechura, a los descritos en la
Relación de la Provincia de Motines, con la diferencia que les agregaban pegamentos
para hacerlos más compactos y resistentes.
13
Ibid., Relación de Maquilí, p. 92.

17
La organización política, al parecer era incipiente. Por
los datos etnográficos recogidos por Juan Alcalde de Rueda
en 1580, sabemos que en la mayoría de las aldeas de agricul-
tores-pescadores-recolectores, de la franja costera “no había
caciques ni señores y al que respetaban por cacique y mayor
era el que mejor maña se daba para sembrar una gran semen-
tera y como cogía mucho maíz allegábansele convidados y así
le respetaban por más principal que a los demás”.14 Sin em-
bargo, en otros pueblos situados al noreste de Maquilí la si-
tuación era distinta. En el caso de Cuzcaquauhtla, los testimo-
nios indican la existencia de un cacicazgo más definido, ya
que los naturales pagaban tributo en productos agrícolas, ani-
males domésticos y metales preciosos a un principal que los
gobernaba. En el caso del pueblo de Epatlán, situado entre
Maquilí y el valle de Coahuayana, se dice de que el cacique
era llevado a las fiestas y a las ceremonias religiosas sentado
en un equipal, puesto en una especie de andas y que era car-
gado en compañía de otros 24 indios principales.15
Para el caso de los pueblos nahuas y cuitlatecos, que
vivían en la franja costera ubicada en ambos lados de la des-
embocadura del río Balsas, en la Relación de Zacatula se men-
ciona que: “cada pueblo tenía su señor, porque no había entre
ellos señor general; traían guerras unos con otros; adoraban
ídolos como los mexicanos; no daban otro tributo a sus capi-
tanes, que así los llamaban, sino comida y ropa para vestir
porque eran muy pobres”.16
Por lo que respecta a los pueblos ubicados fuera del
territorio costero, principalmente en los valles y cañadas de la
Sierra Madre del Sur, la situación era distinta. Algunos ya ha-

14
Ibid., Relación de Motines, p. 102.
15
Ibid., Relación de Maquilí, p. 90. En el manuscrito se incluye el dibujo de cómo
trasladaban al cacique.
16
Ibid., Relación de Zacatula, p. 212.

18
bían sido sometidos al dominio de los tarascos, a quienes obe-
decían y tributaban. Al respecto, Baltazar Dávila Quiñones
Alcalde Mayor de la Provincia de Motines en 1580, anotó lo
siguiente sobre los pueblos de la jurisdicción de Quacoman:
“andaban estos naturales antiguamente, antes de que la tierra
se ganase, desnudados y andaban todos divididos de diez en
diez o de veinte en veinte, y más, por cerros y quebradas; y
dicen que este dicho pueblo y naturales de él no conocieron a
señor ninguno que les gobernase, sino era al Cazonzin cuando
enviaba por su tributo”.17
Las viviendas de los pueblos costeros, por lo general
consistían en rústicas construcciones de palos, con techos de
paja o palma, como se describen en la Relación de Maquilí: “la
forma y edificios de las casas de estos pueblos son unos
horcones de madera sobre los que edifican una tijera y otros
artificios, que sierran con varas y les echan barro y en los te-
chos les ponen paja”.18 De manera semejante eran las vivien-
das de los naturales en los pueblos de la Provincia de Zacatula,
en donde:“las casas que hay en esta provincia son todas casas
bajas, armadas sobre unos horcones de madera con unas va-
ras atravesadas y embarradas que hacen pared y son cubier-
tas todas de paja, la tierra no sufre otras cosas a causa de los
grandes temblores de la tierra”.19
Sobre la forma de vestir, parece que a la mayoría de los
habitantes de la costa les eran suficientes los llamados tapa-
rrabos. Algunos usaban camisa y calzones cortos de algodón,
decorados con tintes vegetales. La Relación de Motines nos dice
al respecto que: “usaban los indios traer el cabello crecido y
trenzado como las mujeres en estos tiempos y todo lo demás
de sus personas descubierto, los hombres con un hilito en la

17
Ibid., p. 122.
18
Ibid., Relación de Maquilí, pp. 94-95.
19
Ibid., Relación de Zacatula, p. 215.

19
cintura en el cual ataban el miembro genital por el pico o
capullo, de manera que la cinta y este hilo eran las mejores
ropas que traían en sus personas y las mujeres traían unos
trapos de algodón en la cintura que les llegaban hasta las ro-
dillas y los pechos de fuera”.20 Para el caso de los pueblos de
la Provincia de Zacatula, se nos dice que sus habitantes acos-
tumbraban traer atuendos semejantes a los antes descritos,
así “el hábito que traían eran unas mantillas de algodón; pe-
leaban con arco, flecha y macana... en su gentilidad solían
vivir más por los pueblos, porque había en esta provincia gran-
des pueblos y mucha gente...”.21
Los indígenas que poblaron la parte central de la costa,
se alimentaban con diferentes productos derivados del maíz
como tortillas, tamales, pinole, diversas clases de atoles pre-
parados con masa de maíz mezclada con frutas, semillas de
parota y de cacao. También consumían carne de varios ani-
males que cazaban en los montes como venados, conejos,
armadillos, tlacuaches, ardillas, mapaches y jabalís; algunas
aves como el guajolote que ya habían domesticado y que tam-
bién podía encontrarse en forma silvestre, en parvadas en las
cañadas de los ríos que bajaban de la zona montañosa; repti-
les, como iguanas y lagartos; además de peces y mariscos que
obtenían en el mar y en los ríos.22
Sobre las mencionadas formas de alimentación, en la
Relación de Motines, se nos dice que los naturales “tenían anti-

20
Ibid., Relación de Motines, p. 102. Para una reconstrucción hipotética de estos
datos véase el dibujo que aparece en Javier Hirose López, Ecología humana de la comu-
nidad indígena de Maruata. Costa de Michoacán. Tesis para obtener el título de licencia-
do en Biología, Facultad de Ciencias de la UNAM, 1987, figura 9.
21
Álvaro Ochoa Serrano y Gerardo Sánchez Díaz, Relaciones y memorias...., Rela-
ción de Zacatula. p. 213; Carl Sauer, op. cit., p. 69.
22
Gerardo Sánchez Díaz, La costa de Michoacán. Economía y sociedad en el siglo XVI,
Morelia, Universidad Michoacana, Morevallado editores, 2001, pp. 33-34; David
Oseguera Parra, Sebastián Lemus, Noé Méndez Ávila y Nicodemos Macías Mata, Co-
cina nahua de la costa michoacana. Usos tradicionales de la flora silvestre nativa, Morelia,
Universidad Autónoma de Chapingo, Comunidad Indígena El Coire, 2009, pp. 14-16.

20
guamente siendo gentiles, por principal comida tamales y por
principal bebida pinoles, que son unos polvos de maíz tosta-
do y batido en agua; esto bebían por cosa muy singular que
aún en día de hoy lo usan aunque no están mal con el uso
sino muy bien porque es bebida más suave y que más harta y
que da mejor contento... criaban aves de las naturales de esta
tierra, que son más grandes que los pavos y comían carnes
azadas como venados y puercos monteses; comían tigres y
leones, tejones en hornados, cuyas carnes les sabían muy bien
con su chile y pipián y criaban una casta de perros para comer
que tenían el pelo muy corto y con poco mantenimiento en-
gordaban y criaban enjundias y estando así de gordos los
mataban y hacían banquetes y esta casta de perros ha pereci-
do que no hay ninguna ahora”. 23 De los naturales de
Quacoman y sus alrededores se dice que “se sustentaban de
venados que mataban por los montes y otras aves y de algún
maíz que sembraban, que era muy poca cosa”.24
Durante la época prehispánica, los indígenas que po-
blaron la costa michoacana también aprovechaban para su
alimentación una gran variedad de frutas estacionales que
abundaban en estado silvestre como el zapote negro,
chicozapote y los frutos de los cuirindos que crecían en las
barrancas y cañadas de los ríos; guamúchiles, anonas, cirianes,
cabezas de negro, bonetes, ciruelas, uicumos, camichines,
uvalanes, mingueles y uvas silvestres que recolectaban en las
laderas de los cerros y al borde de las planicies costeras. Ade-
más, fueron elementos de sobrevivencia los frutos de algunas
palmeras como el coyul y el cayaco al igual que los de las
cactáceas como el de nopal, pitayas y pitajaya. También apro-
vechaban los frutos de algunas bromelias como timbiriches y
guámaras. Por otro lado, existen referencias sobre el consumo

23
Ibid., Relación de Motines, pp. 103-104.
24
Ibid., Relación de Quacoman, p. 122.

21
de semillas de mojo y parota. En tiempo de lluvias, recolecta-
ban para su alimentación algunos vegetales menores como
verdolagas y quelites, y algunos tubérculos como el camote
del cerro.
Durante sus fiestas y celebraciones religiosas, los nati-
vos acostumbraban ingerir bebidas fermentadas que prepa-
raban con frutas, especialmente uvas y ciruelas silvestres,
además de pulque. En la Relación de la Provincia de Motines, se
describen de la siguiente forma las festividades religiosas que
en la época prehispánica se efectuaban en las aldeas ubicadas
en las márgenes del río Oztula: “Hacían a este ídolo de Oztula
en cada año ciertas fiestas, en las cuales concurrían las gentes
de todo este río y contribuían a llevar caza y montería para los
banquetes y el pueblo hacía gran cantidad de vino y comidas
para todos, y hechos sus sacrificios de matar a un cautivo y
ofrecerle la sangre y el corazón al ídolo, con perfumes de copal,
bailaban, comían y bebían hasta que caían en puros beodos y
esto mismo hacían en Motín y Pómaro”.25
En algunos casos, los nombres de los asentamientos se
derivaron de los cultos que tenían lugar en ellos. Al respecto,
en la Relación de Quacoman, se asienta que: “Teguantepec, tenía
este nombre antiguamente por un ídolo que tenían y que ado-
raban, hecho de piedra a manera de león, así por esta causa se
le puso Teguantepeque que quiere decir en nuestra lengua cas-
tellana animal que espanta, otro sujeto que se dice Uitotlán,
se le puso aquel nombre porque está metido en una quebra-

25
Ibid., p. 103. Acerca de la forma de hacer esta clase de bebidas fermentadas y su
uso en las ceremonias religiosas, el religioso franciscano fray Diego Muñoz, que resi-
dió durante varios años en el monasterio de Acahuato, recogió el siguiente testimonio
en la segunda mitad del siglo XVI:“hacen de fruta, desecha en agua, vino de mal sabor,
color y olor, con que comúnmente se emborrachan, que mixturándole ciertas raíces,
cobra grandísimo vigor y fortaleza y estando borrachos, dan infernales aullidos y vo-
ces”.Véase: Fray Diego Muñoz, OFM,“Descripción de la Provincia de los Santos Após-
toles San Pedro y San Pablo de Michoacán en las Indias de la Nueva España”, en J.
Benedict Warren, Michoacán en la década de 1580, (Col. Nuestras Raíces N° 6) Morelia,
Universidad Michoacana, 2000, p. 75.

22
da y en un cerro que está allí, estaba antiguamente un rostro
de una creatura que adoraban los naturales e por esta causa
se llama Uitotlán”.26
Otro pueblo, que según los indígenas nativos del lugar
debía su nombre a un acontecimiento religioso era Pómaro,
“que en lengua de los naturales quiere decir coloquio de dioses,
dicen que sus antepasados ancianos, dijeron a sus hijos, los
que ahora son viejos, que antiguamente, en días de su gentili-
dad, hicieron allí una junta los diablos y aclararon grandes y mu-
chas cosas y de allí se recibió el nombre de este pueblo”.27
Aunque los documentos hasta aquí consultados, no
hacen referencia a sistemas religiosos más complejos, algu-
nos cronistas franciscanos, al hablar del proceso de evangeli-
zación reportan la existencia de prácticas de sacrificios huma-
nos en varios pueblos ubicados en los alrededores de la des-
embocadura del río Balsas, mismas que fueron combatidas
por el religioso fray Pedro de Algarrovillas. Al respecto, el cro-
nista Isidro Félix Espinosa anota:“fue en la costa de la Mar del
Sur, tierra en extremo áspera y muy caliente que sólo podían
habitarla los que se habían criado en ella, y allí encontró la
tierra que llaman los Motines, que en su mismo nombre trae
lo amotinado de sus habitantes, y la Provincia de Zacatula,
donde usaban horrendos y abominables sacrificios de los más
espantosos que usaban los bárbaros en toda esta parte occi-
dental... le costó inmenso trabajo reducirlos a que no sacrifi-
casen sangre humana al demonio que estaba sediento de ella
porque en esta Tierra Caliente de los Motines y Zacatula, con-
cuerdan las historias en que eran tan frecuentes y tan horren-
dos los sacrificios de gente humana que en ninguna otra par-
te...”.28

26
Álvaro Ochoa Serrano y Gerardo Sánchez Díaz, Relaciones y memorias... p. 121.
27
Ibid., p. 108.
28
Isidro Félix de Espinosa, OFM. Crónica de la Provincia Franciscana de los Santos
Apóstoles San Pedro y San Pablo de Michoacán. Apuntamiento bio-bibliográficos por el

23
Otra referencia documental acerca de la práctica de sa-
crificios humanos, con fines rituales en los pueblos de la cos-
ta, la encontramos en la Relación de la Provincia de Motines,
cuando se informa de las prácticas religiosas que antes de su
conversión a la fe cristiana, observaban los naturales del pue-
blo de Coahuayutla, dice que “debajo de una peña grande,
[donde] se hace un estanque hondable, o como dicen, ojo de
agua, los naturales de este dicho río y sus moradores, dicen
que muy ordinariamente oyeron decir a sus padres y abuelos
que en tiempos de su jentilidad había allí una gran sierpe o
dragón que salía del ojo de aquel agua cuyo cuerpo tenía muy
grande y las alas de plumas ricas que tenía, y doradas y las
partes del cuerpo de escamas grandes de conchas y que le
sacrificaban y daban de comer algunas veces indios jiotes
porque de estos comía y demandaba mejor que de los de los
otros que no eran jiotes y que esto hacían con ayunos y absti-
nencias para que el dragón les diese de las plumas ricas que
tenía y que en reconocimiento de este su sacrificio que se le
hacía o consentía volviendo las espaldas y cola a que le quita-
sen algunas plumas que después vestían los naturales de plu-
majes para sus fiestas y areitos y que este dragón murió o
desapareció un poco antes de que los españoles llegaran a
esta tierra. La narración y cuento de este suceso es muy gene-
ral en toda la Provincia y aún fuera de ella, como cosa que
pasó en sucesos de verdad lo cual oí contar muchas veces a
muchos indios y aún desde mi niñez y ahora de nuevo para
escribirlo aquí preguntándolo se afirman de ello”.29

Dr. Nicolás León. Prólogo y notas de José Ignacio Dávila Garibi, México, Editorial
Santiago, 1945, pp. 181-182. Sobre el mismo asunto, hacia 1583 el religioso francisca-
no Diego Muñoz dice que:“en estas partes, especialmente en los Motiles de Zacatula,
donde usaban horrendos y abominables sacrificios”, J. Benedict Warren, Michoacán en
la década de 1580…, p. 89.
29
Álvaro Ochoa Serrano y Gerardo Sánchez Díaz, Relaciones y memorias... p. 109.

24
Jurisdicción y autoridades españolas

Aunque se tienen referencias acerca del establecimiento de


un ayuntamiento en la recién fundada villa de Zacatula, casi
nada se sabe de su funcionamiento y hasta cuando se mantu-
vo como órgano de autoridad civil en la región. Peter Gerhard
supone que en fecha tan temprana como 1524, la jurisdicción
de Zacatula fue puesta bajo la autoridad de un alcalde mayor.
“Los pueblos de la Corona estaban agrupados en
corregimientos cuyos componentes cambiaban constantemen-
te; los corregidores eran vecinos de la villa, en general espa-
ñoles sin encomiendas que tenían su cargo como medio de
subsistencia. Estos magistrados recaudaban el tributo, del cual
sacaban su salario, pero las funciones de gobierno de la pro-
vincia quedaban generalmente en manos del alcalde mayor”.30
Los datos referentes a los corregimientos de la Alcaldía
Mayor de Zacatula registrados para 1534, eran totalmente dis-
tintos para 1545. Lo anterior nos indica la variedad de cam-
bios que se suscitaron en las primeras dos décadas y media
del periodo colonial en la región y que tuvieron su base en los
reacomodos espaciales de la población indígena. En 1534, en
la Provincia de Zacatula había seis corregimientos. Ese nú-
mero se incrementó a once para 1545. Al finalizar el siglo XVI,
se mantenían los mismos corregimientos, aunque se habían
movido las sedes de las cabeceras, tal vez con motivo de la
reubicación de la población indígena, en los momentos en
que se requería mano de obra en aquellos lugares en los que
los españoles comenzaban a establecer nuevas unidades
agropecuarias, como huertas de cacao y criaderos de ganado.
Por ejemplo, se sabe que algunos españoles se asociaron para
introducir cabezas de ganado vacuno, caballar y para estable-
cer criaderos de puercos a la Provincia de Zacatula. Los casos
30
Peter Gerhard, A guide to the historical geography of New Spain, Cambridge, At
the University Press, 1972, p. 395.

25
referentes a puercos son más abundantes, debido a su utiliza-
ción como alimento para las cuadrillas de esclavos que tenían
en varios puntos de la costa los españoles que se empeñaban
en la búsqueda de metales preciosos en las arenas de los ríos.31
En otras ocasiones, la congregación de los naturales se
debió al interés de las autoridades civiles y eclesiásticas de
tener un mejor control sobre ellos. Un ejemplo de ello, es la
instrucción que el virrey Luis de Velasco remitió al Alcalde
Mayor de Zacatula el 18 de mayo de 1595, en la que ordena-
ba: “por cuanto su magestad ha mandado congregar los pue-
blos de esta Nueva España, los indios que están y viven re-
motos de ellos, para que puedan ser doctrinados y adminis-
trados y vivan en policía cristiana y se libren del peligro en
que están, donde no se les puede comunicar ni aplicar los
sacramentos, y porque los indios del partido de Zacatula, se
congreguen en esta conformidad, y acordando demandar,
como por el presente mando al alcalde mayor del dicho parti-
do y al beneficiado de los pueblos del dicho partido y los que
tienen necesidad de congregarse y reducirse a las cabeceras, y
dando a entender a los indios que lo que se pretende es su
utilidad y aumento y buena administración los persuadan a
que se vengan a la congregación fácilmente, pues no les han
de quitar sus tierras ni aprovechamientos, antes se les han de
dar a los que no tuvieren para que puedan sembrar y benefi-
ciar sementeras y ampararles en lo que fuere suyo y ayudán-
dose para ello de los principales y oficiales de la república de
cada uno de sus pueblos”.32
Durante algunas décadas, el Alcalde Mayor residió en
la villa de Zacatula pero al producirse su despoblamiento,

31
A. Millares Carlo y J. I. Mantecón, Índice y extractos de los protocolos del Archivo de
Notarías de México, 1524-1528, México, El Colegio de México, 1945, tomo I, pp. 237 y 243.
32
Carlos Paredes Martínez, editor, Y por mí visto... Mandamientos, ordenanzas, licen-
cias y otras disposiciones virreinales sobre Michoacán en el siglo XVI, México, Universidad
Michoacana-Centro Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1994,
p. 438.

26
el funcionario real trasladó la sede de la jurisdicción al pueblo
de Técpan, que reunía mejores condiciones y en algunos mo-
mentos la sede del gobierno civil también estuvo en el pueblo
de Petatlán.33
Por lo que se refiere a la franja de la costa, comprendida
en la Provincia de Motines, durante el primer medio siglo del
periodo colonial, la autoridad civil fue compartida por los al-
caldes mayores de Colima y Zacatula hasta que quedó cons-
tituida la Alcaldía Mayor de la Provincia de Motines, con sede
en el pueblo de Quacoman. Esta alcaldía mayor estuvo consti-
tuida por cinco corregimientos que tuvieron su cabecera en
los pueblos de Nexpa, Arimao, Borona y Tizupa, más tarde se
agregó otro que tuvo su sede en el pueblo de Cuatlán. Poco
después, las cabeceras de corregimientos fueron cambiadas a
otros pueblos de la jurisdicción. El primer Alcalde Mayor de
la Provincia de Motines fue el español Baltazar Dávila
Quiñones, hijo del conquistador, quien se mantuvo en el pues-
to durante varios años y tuvo a su cargo la redacción de las
respuestas al cuestionario enviado por la Corona que dio for-
ma a la llamada Relación de Quacoman, documento de gran
valor etnográfico al igual que las correspondientes a Maquilí
y Motines, que fueron hechas por sus subalternos Sebastián
Soriano y Juan Alcalde de Rueda, éste último era encomendero
de Ostula y se desempeñaba para ese tiempo como corregi-
dor de Maquilí.
Acerca de los principales pueblos indígenas incluidos
como cabecera o sujetos en el área costera de la Provincia de
Motines, en su clásico estudio Carl Sauer pudo ubicar los si-
guientes: “Epatlán y Alimancin se sitúan dentro del primer
promotorio, camino hacia el mar y al oeste del Valle de Alima.
Tlactitla era un pueblo pequeño en la boca del próximo río,
costa abajo. Gualoxa se sitúa en las colinas y por encima de
este valle, a dos o tres leguas de Tlactitla. Maquilí se sitúa

33
Peter Gerhard, op. cit., p. 395.

27
sobre la misma dirección que Epatlán. Aquila era un impor-
tante pueblo situado en los manantiales del arroyo, más al
norte del camino a Motín. Su jurisdicción se extendía al oeste
y al sur, a lo largo de los flancos de las montañas por una
docena de leguas; incluida Tizuacán Yhuitlán y Uztupila
(Estopila). Uztutla y Coxumatlán incluyó el territorio del res-
tante río de Motín (río Tlactitla), como fue descrito en la Suma.
El pueblo de Motín, estaba situado en los bancos del tercer
río, debajo de Alima. Perteneció a la Corona, con otros cinco
pueblos listados en la Suma, situados en las barrancas o so-
bre los flancos de la montaña, en la sierra principal de Motín.
Tres pueblos de esta área pertenecieron a encomenderos:
Uiztlán, sobre la costa; Amatlán y Montenpacoya, arriba en la
sierra y Giroma, en el lejano lado de la sierra”.34
La administración de Baltasar Dávila Quiñones se de-
sarrolló al parecer en un ambiente de tranquilidad y de buena
convivencia entre los españoles residentes en las cabeceras y
los pueblos indígenas. Años después, Dávila Quiñones fue
sustituido en el cargo por Juan Velásquez de la Cueva, quien
pronto se vio involucrado en diversos conflictos con los natu-
rales de los pueblos de Maquilí, Quacoman, Pómaro, Alima y
Zinacamitlán, quienes lo acusaron entre 1603 y 1604, de nu-
merosos abusos, vejaciones y agravios en su contra.
En un extenso memorial redactado en lengua náhuatl,
cada uno de los pueblos quejosos expuso el inventario de
agravios que les había hecho el alcalde mayor. Lo acusaron de
obligarlos a entregarle periódicamente determinadas canti-
dades de maíz, gallinas, cacao, manteca, huevos, sal, cargas
de leña y mantas de algodón. Los naturales también señala-
ron que el alcalde mayor también los obligaba a prestarle ca-
ballos, sin gratificación alguna para enviar diversos productos
a la Ciudad de México. Además, lo acusaron de forzarlos a

34
Carl Sauer, op. cit., p. 55.

28
trabajar tierras en las que sembraba maíz; de obligarlos a com-
prarle mercancías de China y Castilla y a consumir el vino de
cocos que su mujer vendía en una taberna de su propiedad
ubicada en Coalcomán, causando con ello grandes borrache-
ras y alborotos. En su memorial, los indígenas se quejaron de
las presiones de que eran objeto para que no obedecieran al
cura párroco, aún cuando los convocaba a asistir a oficios re-
ligiosos en domingos, en cuaresma y los días de Pascua.
Entre las ofensas y malos tratos a los indígenas de
Coalcomán, cabecera de la Alcaldía, en el documento se re-
gistra que el alcalde mayor tenía “ordenado en el dicho pue-
blo de Guacoman, donde reside, que los indios del dicho pue-
blo le den cada mes una hanega de maíz y veinte gallinas de
Castilla y un tecomate de manteca que vale un peso y esto sin
paga, valiendo cada hanega de maíz un peso y cada gallina
un real... el dicho alcalde mayor ha compelido a los naturales
del dicho pueblo de Guacoman y sus sujetos que le siembren
un gran pedazo de tierra, y en efecto lo hicieron, y en ella
sembraron tres hanegas de maíz, y en el beneficio de sembrar
y limpiar y coger el fruto, que fue mucho, estuvieron ocupa-
dos todos los indios del dicho pueblo y sus sujetos en las
dichas veces, catorce días y esto sin que por ello les diese
paga ni premio merecido a cada indio por un día dos tomines
y fueron los que se ocuparon más de doscientos indios, con
gran trabajo que en ello tuvieron”. 35
En otra parte del documento, los indígenas denuncia-
ron que “el dicho alcalde mayor ha oprimido a los naturales
del pueblo de Alima y sus sujetos, a que le hagan pesquerías
en el río Tzahuacán Xolotlán, que está [a] un día de camino y
le cogen mucha cantidad del dicho género sin paga ninguna,

35
Archivo General de la Nación, Ramo de Tierras, vol. 2811, exp. 5. El resumen en
castellano fue publicado por Ernesto Lemoine Villicaña en el Boletín del Archivo Gene-
ral de la Nación, Segunda serie, tomo I, N° 2, México, 1960, pp. 201-212. También puede
verse en Gerardo Sánchez Díaz, La costa de Michoacán..., pp. 211-217.

29
teniéndolo por trato y granjería, haciéndolos trabajar en ello
algunos domingos, sin oír misa, dándoles [con ello] mal ejem-
plo. Haciéndoles asimismo, que sirvan a los españoles en sus
huertas de cacao y sementeras de maíz y otras cosas contra su
voluntad y para ello les da a los dichos españoles manda-
mientos para que en esta razón compelan a los dichos in-
dios...”.36
Ante esta situación de abusos y enriquecimiento ilícito,
tanto el Alcalde Mayor como otros funcionarios reales, fueron
requeridos para declarar acerca del patrimonio acumulado
mientras hubieran ocupado cargos en las provincias de Moti-
nes y Colima en las dos últimas décadas del siglo XVI; inclu-
yendo los que se encontraban en funciones en ese momento.
Gracias a los informes y a los inventarios que se levantaron,
hoy sabemos cómo la mayoría de quienes ocuparon cargos
reales en la región, labraron fortunas a costa de negocios tur-
bios y a las formas en que hicieron que los indígenas les tra-
bajaran sin pago de salarios y para que les entregaran parte
de los bienes que producían.37

Franciscanos y agustinos en el proceso de evangelización

A pesar de que se sabe que desde su fundación en 1522, la


villa de Zacatula contó con un clérigo para atender las necesi-
dades espirituales de sus habitantes, españoles e indígenas,
son pocas y fragmentarias las referencias que se tienen acerca
del proceso de conversión de los naturales de la costa
michoacana a la religión cristiana. Las tareas de evangeliza-
ción debieron ser dificultosas debido a la gran dispersión de

36
Idem.
37
Por mandato de su majestad. Inventarios de los bienes de las autoridades de Colima,
1622. Introducción, paleografía y notas de Juan Carlos Reyes Garza, Colima, Gobierno
del Estado de Colima, 2000, pp. 45-47, 74-75 y 117-119.

30
la población y a la diversidad de lenguas que se hablaban en
la región. Las versiones más difundidas en la historiografía
colonial michoacana, indican que tanto los franciscanos como
los agustinos, en diversos momentos enviaron misioneros a
determinados puntos de la costa. Sin embargo, la conducción
eclesiástica siempre se mantuvo bajo el control de parroquias
administradas por ministros diocesanos.38
Por otro lado, los cronistas franciscanos aseguran que
fue fray Pedro de Algarrovillas, quien más se distinguió por su
celo apostólico en la tarea de evangelizar a los naturales y
apartarlos de sus antiguas creencias y cultos religiosos. Según
el cronista fray Diego Muñoz, el mencionado fraile “pasó a
estas partes, en especial en los Motines de Zacatula, donde
usaban horrendos y abominables sacrificios, costa del Mar
del Sur, tierra en extremo calurosa y de increíble aspereza, a la
cual iba el apostólico varón a pie, discurriendo de pueblo en
pueblo y de sierra en sierra. Mostró nuestro Señor la largueza
de su divina mano para con él en el mucho fruto que hizo
porque de todo punto destruyó la idolatría, poniéndose mu-
chas veces en peligro de perder la vida y plantó la santa fe
católica en la cual permanecen hoy día, libertados de la dia-
bólica sugesión. Aconteciole quemar más de mil ídolos jun-
tos y hacer que los mismos que los adoraban, los ayudasen a
quemar”.39
Poco se sabe de los lugares concretos en los que fray
Pedro de Algarrovillas desarrolló su actividad misionera. Los
cronistas sólo refieren que “misionó en los pueblos de la cos-

38
José Bravo Ugarte, Historia sucinta de Michoacán. Provincia Mayor e Intendencia,
México, Editorial Jus, 1963, tomo II, pp. 45-82; Juan B. Buitrón, Apuntes para servir a la
historia del Arzobispado de Morelia. Prólogo de Luis M. Martínez, México, Imprenta
Aldina, 1948, pp. 85-86; Donald D. Brand et al, Coalcomán and Motines del Oro and ex-
distrito of Michoacán, The Hague, Martinus Nijhoff, 1960, pp. 131-133; Peter Gerhard,
Op. Cit., pp. 193-194 y 396; Ricardo León Alanís, Los orígenes del clero y la Iglesia en
Michoacán, 1525-1640, Morelia, Universidad Michoacana, 1997, pp. 78 y 82.
39
J. Benedict Warren, Michoacán en la década de 1580…, p. 89.

31
ta”, destacando que en ellos “destruyó gran número de ído-
los”.40 En la Relación de la Provincia de Motines, redactada por
Juan Alcalde de Rueda en 1580, encontramos el siguiente tes-
timonio relativo a la presencia del religioso franciscano en el
pueblo de Motín o Montitlán: “Motín, quiere decir lugar de
cenizas, porque en aquel pueblo hacían grandes fuegos al ídolo
que tenían, de noche y de día, que resultó que éstos quedar
mucha ceniza y por esto se le llamó Montitlán, que en lengua de
éstos quiere decir lugar de cenizas en cantidad, otros dicen que el
ídolo que tenían se llamaba así y era de piedra labrada con
humanas facciones, la cual piedra e ídolo hizo pedazos un
religioso de la Orden de Santo Francisco, el primero que en
esta provincia entró el nombre era fray Pedro de las
Algarrovillas”.41
Por su parte, el cronista Isidro Félix Espinosa asegura
que la labor misionera de fray Pedro Algarrovillas se prolongó
entre los pueblos de la costa por espacio de cuarenta años.
Dice que: “le costó inmenso trabajo reducirlos a que no sacri-
ficasen sangre humana al demonio que estaba sediento de
ella, porque en esta tierra caliente de los Motines y Zacatula,
concuerdan las historias en que eran tan frecuentes, y tan
horrendos los sacrificios de gente humana que en ninguna
otra parte de este reino eran más execrables por el mucho
dominio que en ellos, por ser tan crueles y bárbaros, había
adquirido el demonio. En estas cosas el acrecentamiento de
la Santa Fe de Jesucristo Nuestro Señor, se ocupaba en tierras
de Zacatula este varón de Dios por algún tiempo bautizando
muchos infieles... para desterrar de la sierra de Zacatula al
infernal espíritu puso en lo más fragoso de la montaña una

40
Ibid., p. 89.
41
Álvaro Ochoa Serrano y Gerardo Sánchez Díaz, Relaciones y memorias…, p. 108.
Las cursivas son nuestras.

32
Cruz de piedra”.42 En términos semejantes escribe el cronista
Alonso de la Rea, “a esta tierra entró este nuestro apóstol a
pie, desnudo, descalzo y hambriento, sin más alivio que un
poco de maíz tostado, y discurriendo de gruta en gruta, de
monte en monte, de sierra en sierra, convirtió a todos los in-
dios que habitaban su fragosidad. Desarraigó la idolatría, a
vista de todos aquellos que querían quitarle la vida, que eran
muchos, y quemó en un día más de mil ídolos juntos en pre-
sencia de sus idólatras sin que hubiese entre tantos quien le
fuera a la mano, suspendiera y parara sino que como heridos
de la luz, después de las tinieblas, quedaron alucinados y sus-
pensos. Antes más bien muchos de ellos, se levantaron a so-
plar el fuego porque ya el de la divina palabra soplaba en sus
corazones y los rendía”.43
Por su parte, fray Juan de Torquemada, al referirse a la
labor evangelizadora de fray Pedro de Algarrovillas en la cos-
ta-sierra de Michoacán dice que “se metió entre muchos bár-
baros gentiles (que los había cuando pasó a estas partes) y los
convirtió a la santa fe de Jesucristo, en especial en la tierra de
los Motines y Zacatula, a la costa de la Mar del Sur, tierra en
extremo áspera y muy caliente donde usaban horrendos y
abominables sacrificios… En estos casos del acrecentamiento
de la santa fe de Jesucristo señor nuestro se ocupaba, en tie-
rras de Zacatula este varón de Dios, por algún tiempo; pero
como los ministros eran pocos en aquellos principios y no
dejaba compañero en el monasterio de Cintzuntzan, donde
tenía su asistencia, volvíase el a doctrinar a los nuevos con-
vertidos, que por aquella laguna había dejado, porque no le
sucediese que por ir adelante a evangelizar a otros, dejase
otras gentes dudosas y flacas en la fe que habían recibido.

42
Isidro Félix Espinosa, OFM, Crónica de la Provincia Franciscana…, pp. 182-183.
43
Alonso de la Rea, Crónica de la Orden de N. Seráfico P. S. Francisco Provincia de S.
Pedro y S. Pablo de Michoacán, en esta Nueva España, México, Imprenta de la viuda de
Bernardo Calderón, 1643, pp. 55-56.

33
Y en esta jornada dispendía algunos días, por más de cien
leguas de camino, del un extremo al otro, andaba todo esto a
pie, sin subir a caballo”.44
A pesar de la labor evangelizadora efectuada por los
religiosos franciscanos, cuando éstos se retiraban, algunos
naturales volvían a la práctica de sus antiguos cultos. Un caso
se registró en el pueblo de Ostula, en donde“había dos indios
hermanos, que presumían de descender de linaje de caciques,
y como tales, o ellos que se tomaron el cargo de guardar aquel
ídolo, o que los antiguos pasados lo dieron a estos hermanos,
que con la guarda y tenencia vivían, tan soberbios que los
demás maceguales no se podían averiguar con ellos de hin-
chados, y algunas veces decían que ellos eran señores sola-
mente, y que otros, ninguno, porque los otros no tenían ni
darían insignias, de como lo eran como ellos la podían dar, no
entrando a esta los demás indios y como lo decían tantas ve-
ces, plujo a nuestro Señor que el gobernador y cacique de allí,
que es el día de hoy vivo, un indio antiguo y bueno, estando
los dos hermanos fuera de la casa donde vivían, entró dentro
de ella, y no solamente les miró los escondrijos, también les
cateó la tierra. Y topó con el ídolo enterrado, metido en una
olla, envuelto en unos pañuelos de algodones y sacole de allí
y lo mostró al pueblo, reprendiéndoles si por ventura eran
todos de aquella voluntad y todos dijeron que no, sino sólo
de los dos hermanos. De este hecho se dio noticia al vicario
de aquel partido que entonces los tenía, el cual lo remitió al
santo y reverendísimo señor Obispo don Vasco de Quiroga,
que nuestro Señor tiene en su reino, quien hizo sobre ello
castigo a los culpados, haciéndoles ir a Pátzcuaro, a donde

44
Fray Juan de Torquemada, Monarquía indiana. De los veinte y un libros rituales y
monarquía indiana, con el origen y guerras de los indios occidentales, de sus poblaziones,
descubrimientos, conquista, conversión y otras cosas maravillosas de la mesma tierra, Méxi-
co, Universidad Nacional Autónoma de México, 1979, vol. VI, pp. 291-292.

34
35

La Provincia de Motines en los siglos XVI y XVII


hicieron pública penitencia y hecha se volvieron a su tierra
de Ostula”.45
Acerca de la participación de los frailes agustinos en el
proceso de evangelización de los pueblos de la costa-sierra
michoacana, sólo se dispone de escuetas referencias relativas
a las misiones que en forma temporal se establecieron en
Coalcomán, Maquilí, Pómaro y Zacatula. Destaca en ello el
trabajo apostólico desarrollado en esos lugares por el religio-
so Francisco de Villafuerte, de quien el cronista fray Diego
Basalenque nos dice que: “El P. fray Francisco de Villafuerte
vino a esta Provincia de México y aprendió la lengua tarasca y
fue muy ministro en ella, enseñando no solamente con la pre-
dicación, sino con la obra, porque no fue un religioso muy
frayle de aquellos primitivos, porque su vestido era de una
jerga muy gruesa en lo exterior y en lo interior un cilicio muy
áspero, sus ayunos eran muy continuos, que eran casi todo el
año por las grandes mortificaciones que le daba a su cuer-
po… dejó la administración de Michoacán donde había mi-
nistros suficientes para las pocas casas que había y pidió ir a
la tierra caliente, en que se echa de ver el amor que tenía a las
almas de sus prójimos… Este amor le hizo correr la costa de
los Apuzahualcos, los Motines y Zacatula… con licencia del
ordinario, se entraba este varón apostólico por aquellas tie-
rras ásperas, llenas de mil sabandijas, al cuerpo molesto, por
echar de las almas otras peores, como son los demonios y los
pecados como lo hacía con conocido aprovechamiento de las
almas”.46
Por su parte, fray Matías de Escobar, en su Americana
Thebaida, sostiene que “Fue el venerable padre fray Francisco

45
Álvaro Ochoa Serrano y Gerardo Sánchez Díaz, Relaciones y memorias...,
pp. 100-101.
46
Diego Basalenque, Historia de la Provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán
de la Orden de N.P.S. Agustín. Introducción y notas de José Bravo Ugarte, México, Edito-
rial Jus, 1963, p. 47 y 218.

36
de Villafuerte, excelente ministro tarasco, quien aprendió la
lengua junto con las letras en Tiripetío… Fue el venerable padre
Villafuerte quien en propiedad administró casi toda la [tierra
caliente] y costa del sur, faldas de la gran sierra, él sólo tenía y
gobernaba lo que hoy administran con gran trabajo por sus
grandes distancias más de veinte curas clérigos, doscientas
leguas puede decirse que son, según lo fragoso de los cami-
nos. Lo que más admira del venerable padre es que estando
en continuo movimiento, hiciese y obrase tanto en esta tierra,
más de quinientos pueblos fundó y en todos levantó iglesias
y edificó casas para sus ministros, hoy perseveran muchas, y
al haberse destruido los pueblos y visitas, es causa de que no
permanezcan sus obras”.47
Al avanzar el proceso de colonización española empe-
zó a consolidarse en la región la presencia de clérigos
diocesanos que se hizo más estable, a partir de mediados del
siglo XVI cuando el obispo Vasco de Quiroga ordenó la erec-
ción de varias parroquias y vicarías en el extenso territorio
que abarcaba la costa y la Sierra Madre del Sur. Así fue como
quedaron conformadas las primitivas jurisdicciones eclesiás-
ticas de Zacatula y Maquilí.48

La presencia de ministros del clero secular

Por los datos documentales que aportan Millares Carlo y


Mantecón, sabemos que desde 1525 residía en Zacatula un
clérigo de nombre Francisco Martínez, quien además de las
actividades propias de su ministerio, se desempeñaba como
apoderado de algunos españoles residentes en la ciudad de
México, que tenían negocios en diversos lugares de la costa-

47
Matías de Escobar, Americana Thebaida. Vitas patrum de los religiosos hermitaños
de N. P. San Agustín de la Provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán. Prólogo de Fr.
Nicolás P. Navarrete, Morelia, Balsal Editores, 1970, p. 101.
48
Peter Gerhard, op. cit., pp. 193 y 395.

37
sierra michoacana. Según la misma fuente, el padre Martínez
en varias ocasiones llegó a otorgar préstamos a quienes nece-
sitaban dinero para iniciar actividades económicas.49 En las
décadas siguientes, la parroquia de Zacatula, cuya cabecera
fue movida en varias ocasiones, estuvo administrada por los
siguientes clérigos: Juan Venegas, 1546-1550; Juan Rubio, 1551-
1553 y Francisco Hernández, 1553-1567.50 Por documentos
que forman parte de la Colección Kraus, depositada en la Bi-
blioteca del Congreso en Washington, publicados por Carlos
Paredes, se sabe que durante unos meses del año 1550, el
presbítero Francisco González también fungió como capellán
de algunos pueblos de la Provincia de Zacatula y luego se
retiró de la región.51
El 29 de noviembre de 1558, el obispo Vasco de Quiroga,
que se encontraba en ese momento en la ciudad de México,
nombró al presbítero Diego de Soria, como cura y vicario de
Zacatula y demás pueblos de la costa. Además, le otorgó la
facultad de Provisor, para “absolver a todos vuestros feligre-
ses de todos sus pecados, crímenes y excesos que a vos
confesaren, excepto herejes y excomulgados y los que se ca-
san clandestinamente y por su propia voluntad dejan a sus
mujeres vivas y se casan con otras a sabiendas y de malicia,
que estos tales porque entiendan la gravedad del pecado y se
enmienden y no lo frecuenten, como lo frecuentan y lo fre-
cuentaban [en tiempo] de su infidelidad y se evite el gran
peligro y confusión que de ello resulta, lo reservamos para
ante nos y nuestro vicario general...”.52
49
A. Millares Carlo y J. I. Mantecón, op. cit., tomo I, pp. 74 y 374.
50
Ricardo León Alanís, op. cit., p. 316. La lista de párrocos y vicarios que aporta el
autor, fue elaborada con base en la información que proporciona John Frederick
Schwaller en su libro, Partidos y párrocos bajo la Real Corona en la Nueva España, siglo XVI,
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1981.
51
Carlos Paredes Martínez, editor, Y por mí visto..., p. 48.
52
Archivo General de Indias, Sevilla. Audiencia de México, leg. 281, Provisión del
señor obispo Vasco de Quiroga a favor del padre Diego de Soria, como cura y vicario de
Zacatula, 29 de noviembre de 1558.

38
La provisión del obispo fue presentada por el padre Soria
el 23 de diciembre de ese año ante el escribano Blas Mejía de
la Cerda y al alcalde y regidores de la villa de Zacatula, para
sus efectos legales de notificación y obediencia. Más tarde, el
10 de marzo de 1561, el bachiller Jerónimo Rodríguez, canó-
nigo y provisor del Obispado de Michoacán, a nombre del
obispo Vasco de Quiroga, ratificó el nombramiento y faculta-
des al padre Soria, como vicario y cura de una jurisdicción
mayor a la de Zacatula. En esta ocasión, se incluyeron las
licencias para administrar los sacramentos y ejercer el minis-
terio eclesiástico en las capillas que se habían levantado en
los pueblos de Camutla, Hihuitlán, Axalo, Zapotitlán, Pantla,
Ixtapa, Tecomatlán, Zihuatanejo, Apan, Caleca, Asuchitlán,
Petatlán, Ximalcota, Solochuca, Patlanusco, Cacalutla y Cayucu,
que se encontraban bajo la protección de la Corona. La auto-
ridad eclesiástica también facultó al padre Soria para ejercer
el ministerio en pueblos que eran cabeceras de encomiendas
como Técpan, Coyuca, Ciutlán y Mexcaltepec.53
Para 1571, según un informe elaborado por el obispo
Antonio Morales de Medina, se sabe que el curato de Zacatula
se componía por una amplia jurisdicción conformada por vein-
tiún pueblos. Para entonces, la cabecera ya estaba casi despo-
blada. Sobre esa situación el obispo anotó:“tiene hasta siete u
ocho vecinos españoles, dicen que solía ser mucha más gente
cuando tenían indios esclavos que sacaban oro, tiene el vica-
rio de aquí como ocho leguas en la costa del Mar del Sur y
diez o doce en la parte de la tierra, toda muy áspera y caliente,
ela yo andado; están repartidos quinientos treinta y tres
tributantes en quinze poblezuelos, es vicario Francisco de
Grijalva, gran lengua mexicana, que hablan los naturales, aun-
que tienen otras propias, buen latino, vino de Castilla”.54

53
Idem.
54
Francisco Miranda Godínez, Don Vasco de Quiroga y su Colegio de San Nicolás,
Morelia, Fímax-Publicistas, 1972, p. 310.

39
Una década después, otro obispo, el agustino fray Juan
de Medina Rincón, también dejó testimonio acerca de la de-
cadencia de la cabecera parroquial de Zacatula cuando dice
que: “en la costa adelante hacia el oriente hay otra villa cua-
renta leguas o poco más... que se llama Zacatula, tierra muy
caliente y ruin sitio y mal fundada y muy ruinas casas y pocos
vecinos. Habrá como veinticinco o treinta vecinos... tienen su
beneficiado e iglesia, el cual lleva lo que le cabe de los nove-
nos, que se arrienda aquello de por sí... tiene este clérigo otros
cien pesos de tres capellanías que dicen ciertas misas. Llámase
este beneficiado Diego de Ortega”.55
Después de la administración del padre Grijalva, aten-
dieron la jurisdicción parroquial de Zacatula, como curas y
vicarios, los siguientes clérigos: Francisco de Vargas, 1580-1581;
Cristóbal Morales, 1581-1584; Melchor o Diego de Ortega,
1585-1586; Juan de Briones, 1586-1593; Marcos de Zayas
Osorio, 1593-1595 y Juan Velásquez Rangel, 1597-1599.56
Por lo que corresponde a la presencia del clero diocesano
en la Provincia de Motines, se tienen pocas referencias. Sólo
se sabe que antes de que se formalizaran las primeras parro-
quias, algunos clérigos subvencionados por encomenderos
atendían en forma rudimentaria las necesidades espirituales
de los habitantes de un amplio territorio comprendido entre
el río Nexpa y el río Coahuayana. Al no tener una responsabi-
lidad parroquial, sino solamente administrar algunos sacra-
mentos, los clérigos que dependían económicamente de los
encomenderos, llevaban una vida despreocupada. Buena parte
de ellos se dedicaba a los negocios y a las diversiones, más
que a inculcar la vida religiosa a los naturales. Por lo general,
se trataba de clérigos poco ilustrados que no se preocupaban
por aprender las lenguas nativas, para una mejor comunica-

55
J. Benedict Warren, Michoacán en la década... p. 38.
56
Ricardo León Alanís, op. cit., p. 316.

40
ción con sus feligreses y no pocos fueron acusados de maltra-
tos y vejaciones a los naturales.57
Durante la inspección realizada en 1554 por el visitador
Lorenzo Lebrón de Quiñones, a los pueblos bajo encomien-
da, situados entre el río Ostula y el valle de Alima, encontró
que los clérigos tenían en gran descuido los espacios destina-
dos al culto. Sobre ello anotó en el informe que envió al rey:
“he hallado iglesias, que es vergüenza a V. A; que para caba-
ñas de pastores no eran buenas; con una manta rota por altar
y cubierta de paja, a que por muchas partes se llovía y la cerca
de cañas; y entre otros pueblos hallé otra iglesia de otra ma-
nera, en un pueblo de un encomendero (llámase Francisco
Preciado) que a tiro de arcabuz tiene ochenta mil matas de
cacao que había hecho con aquellos indios y otros muchos
sin paga alguna le daban al año más de cinco mil pesos y de
esta manera estaban las iglesias en aquella provincia, en nin-

57
Francisco Preciado era originario de Molina de Aragón. Fue hijo de Juan Precia-
do y Catalina Ruiz. Sirvió a la corona en las guerras de Granada, Navarra y Fuenterrabia.
Por instrucciones de Hernán Cortés, Francisco Preciado participó en la exploración de
las costas de Michoacán y Colima. Contrajo matrimonio con Elvira de Arévalo, her-
mana del encomendero Alonso de Arévalo. Dentro de las encomiendas que recibió
Francisco Preciado por su participación en la conquista, figura el pueblo de Epatlán,
situado al sureste del Valle de Alima. Preciado fue dueño de varias huertas de cacao en
tierras del pueblo de Epatlán. En 1555, vendió una de esas huertas a favor de Francisco
Cepeda y Alonso Sánchez de Toledo en 3,000 pesos en oro de minas. Poco después de
esa operación, Francisco Preciado falleció. Dejó al encomendero Diego de Almodóvar
como albacea y tutor de sus hijas menores. Poco tiempo después, Diego de Almodóvar
promovió un juicio en contra de Francisco Zepeda y Alonso Sánchez, alegando que la
venta de la huerta de cacao que les había hecho Francisco Preciado, sólo comprendía
la mitad, ya que la otra pertenecía a Elvira de Arévalo, quien para entonces ya había
fallecido. El caso se ventiló un tiempo en los tribunales de Colima y durante el desa-
rrollo del juicio Almodóvar movió cuantas influencias pudo para que los jueces falla-
ran a su favor, pero al parecer no tuvo el éxito esperado. Francisco A. Icaza, Conquista-
dores y pobladores de la Nueva España. Diccionario autobiográfico sacado de los textos ori-
ginales por…, Madrid, Imprenta del Adelantado de Segovia, 1923, tomo I, p. 78; José
Miguel Romero de Solís, La Alcaldía Mayor de Colima en el siglo XVI, Colima, Universi-
dad de Colima, El Colegio de Michoacán, 1985, pp. 13-14; Gerardo Sánchez Díaz, Los
cultivos tropicales en Michoacán. Época colonial y siglo XIX, Morelia, Universidad
Michoacana, Fundación Produce, Centro de Investigación y Desarrollo del Estado de
Michoacán, 2008, p. 41.

41
guna se usaba tener puertas, ni cementerios cercados, sino la
mayor perdición del mundo, ni cancel. Aunque en muchas
había chirimías y zacabuches para recibir a los clérigos y por-
que los naturales son amigos de la música y de no haber puer-
tas; en las iglesias sucedía que se iban a dormir a ellas perros
y puercos y otros ganados y se cometían allí otros delitos feos
y nefandos y era el lugar que más aparejados tenían de come-
terlos, so color si lo sintiesen habían ido a rezar”.58
Tal descuido, lo atribuyó el visitador a los efectos nega-
tivos que había producido la prolongada ausencia del obispo
Quiroga de su diócesis, ya que el provisor que había dejado
en su lugar, José García Cornero, se portaba muy compla-
ciente con sus clérigos subordinados. Esta situación trató de
ser remediada por el prelado a su regreso a la diócesis. Para
contrarrestar ese desorden, “en 1553, el Obispo Vasco de
Quiroga erigió el Curato de Motines de Zacatula, con cabece-
ra en Tizupa y en 1560 el Curato de Motines de Colima, con
sede en Maquilí.59 Entre 1569 y 1582, ese curato tuvo 2 cabe-
ceras, Maquilí y Coalcomán. En 1569, el obispo Morales tras-
ladó la cabecera del Curato de Motines de Zacatula de Tizupa
al pueblo de Guagua. Además, ese año se creó el Partido de
Coalcomán y se nombró como beneficiado, en calidad de vi-
cario al padre Francisco Arias Girón”.
En 1560, el obispo Quiroga procedió al nombramiento
de un nuevo vicario para Maquilí, con amplias facultades para
enderezar la relajada vida religiosa de los pobladores de una
extensa porción de la costa y la sierra. En el nombramiento, el
obispo expresó al padre Francisco Ruiz: “por el presente os
damos licencia y facultad para que en las iglesias de los pue-

58
Lorenzo Lebrón de Quiñones, Relación sumaria de la visita que hizo el licenciado...
a doscientos pueblos. Trae las descripciones de ellos, sus usos y costumbres, Introducción y
estudio crítico de Ernesto Terríquez Sámano, Colima, Gobierno del Estado, 1988, p. 78.
59
Alberto Carrillo Cázares, Partidos y padrones del Obispado de Michoacán, 1580-
1685, Zamora, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado, 1996, pp. 328 y 329.

42
blos de Maquilí y Quacoman, que están en cabeza de su
magestad; con todos sus subjectos y en los pueblos de
Coxumatlán y Oztutlan que están encomendados por Juan
Alcalde, vecino de la villa de Colima y el pueblo de Alima y su
partido en la costa de la Mar del Sur, en la Provincia de los
Motines, que es en el dicho nuestro Obispado de Mechoacán,
donde otro cura o vicario por Nos a nuestro Provisor e Vicario
General no hubiere puesto y lo mismo hagáis de su comarca
donde no haya quien administre los santos sacramentos y haya
necesidad de la administración de ellos, podáis exercer el ofi-
cio de cura y vicario y absolver a todos nuestros feligreses y
parrochianos de todos sus pecados, crímenes y excesos que
vos confesaren, excepto aquellos que según Derecho y uso
son reservados y los reservamos para ante Nos y ante nuestro
Vicario General”.60
El presbítero Francisco Ruiz, era de origen peninsular y
por lo menos desde 1552 ya residía en la villa de Colima.
Durante su desempeño como vicario de Maquilí, hizo gestio-
nes para que el valor de los tributos que pagaban los indios
de su jurisdicción se aplicara al pago de las velas del altar y
para costear un retablo para la iglesia de Maquilí.61 Más tarde
pasó al pueblo de Tecolapa, en donde ya se encontraba en
1571. Era considerado por el obispo Morales de Medina como
“muy buen sacerdote, gran lengua mexicana, muy curioso en
su oficio”. 62 El padre Ruiz, se mantuvo como párroco de
Maquilí y Coalcomán hasta 1566, cuando fue reemplazado

60
Relación de los Obispados de Tlaxcala, Michoacán, Oaxaca y otros lugares en el siglo
XVI, México, en Casa del Editor, 1904, pp. 57-59.
61
José Miguel Romero de Solís, Andariegos y pobladores. Nueva España y Nueva
Galicia, siglo XVI, Zamora, El Colegio de Michoacán, Archivo Municipal de Colima,
Universidad de Colima, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2001, pp. 473-
474.
62
Francisco Miranda Godínez, op. cit., p. 311; La jurisdicción civil y eclesiástica de
Coalcomán en el siglo XVI. Tres documentos. Introducción y selección de Gerardo Sánchez
Díaz, Morelia, Morevallado Editores, 2003, pp. 10-12.

43
por Juan de Hervallejo, 1568-1569 y luego siguieron como
beneficiados Rodrigo Farina, 1569-1570 y Francisco Arias
Girón en 1571. Éste último fue descrito por el obispo Morales
Medina como “gran lengua mexicana, competente sacerdote,
nacido en esta tierra, [quien] visita a sus pueblos con cuida-
do”.63 Al vicario Francisco Arias Girón, le siguieron en la ad-
ministración parroquial de Maquilí y Coalcomán el padre
Álvaro de Grijalva, en 1572; el bachiller Francisco Román,
1576-1581; el vicario Manuel Mendoza, 1581-1582; el bachi-
ller Hernando Alfaro, 1582-1590 y el bachiller Salvador Cuen-
ca, 1590-1597. En este último año, el padre Cuenca pasó a
desempeñarse como vicario de la villa de Colima, en donde
se vio envuelto en varios pleitos y adquirió algunas propieda-
des.64
En 1597, el Curato de Maquilí-Coalcomán quedó va-
cante debido a que el padre Salvador de Cuenca renunció al
beneficio. El 6 de noviembre, después de haber analizado va-
rias propuestas para ocuparlo, el deán del cabildo de la Cate-
dral de Valladolid envió al virrey la candidatura del bachiller
Cristóbal Franco para ocuparlo. En el informe se dice que el
padre Franco tenía 44 años de edad y que era “teólogo, sacer-
dote virtuoso, de buena vida, fama y letras. Confiesa en len-
gua mexicana que es la que se habla en ese partido, ha predi-
cado en esta catedral muchas veces y servido en el oficio de
cura en ella y así mismo en los Llanos de Silao, siendo allí
cura y vicario, lo cual aceptó con mucha aceptación, por su
habilidad, cuidado y recogimiento. Se espera que acabará de
aprender la lengua en poco tiempo”.65
Más adelante, el padre Cristóbal Franco fue sustituido
por el vicario Francisco Pacho, que se desempeñó en el cargo
63
Ibid., p. 310.
64
José Miguel Romero de Solís, Andariegos y pobladores…, p. 129.
65
AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5979, exp. 71, f. 1 y 2v. Propuesta del Br. Cristóbal
Franco para ocupar el beneficio de Maquilí-Quacomán,Valladolid, 6 de noviembre de
1597.

44
hasta 1602.66 Aún cuando no se menciona en la relación de
curas y vicarios que atendieron la parroquia de Maquilí-
Coalcomán, se sabe que antes de 1570, atendió en forma tem-
poral esa feligresía el presbítero Francisco Javalera o Xallalera,
nativo del Reino de Castilla, quien para 1571 ya se encontraba
al frente del curato de Xilotlán y era considerado por el obis-
po como “muy buen sacerdote y trabajador, habla lengua
mexicana y tarasca”.67 Durante su estancia en Coalcomán, el
padre Javalera fundó un hospital de indios dedicado a la Con-
cepción de la Virgen María en “donde se curan los enfermos
[y] es hospital de mucha devoción y se tiene muy buen recau-
do en él, así para los naturales de este pueblo como para otros
viandantes forasteros que caen enfermos”.68
Por otro lado, algunas fuentes documentales del último
tercio del siglo XVI, indican que por 1571 en el pueblo de Gua-
gua, ubicado en la zona limítrofe de las provincias de Zacatula
y Motines, funcionaba una vicaría secular formada por treinta
y dos poblados indígenas integrados por 1,424 tributantes.
Esta jurisdicción eclesiástica era atendida por el vicario Fran-
cisco Hernández Plaza, clérigo español, “muy virtuoso, buen
latino, lengua mexicana, que entienden comúnmente estos
naturales, visita con cuidado toda esta tierra que llaman los
Motines de Zacatula”.69 En las últimas décadas del siglo XVI,
atendieron la parroquia de Zacatula los presbíteros Juan de
Mora y Alonso del Valle después, debido a los agudos cam-
bios demográficos que sobrevinieron en los años siguientes
motivados por varias epidemias, ya no se nombraron a otros
clérigos y la administración de los sacramentos a los nativos
de la región corrió a cargo del vicario y cura de Maquilí.70

66
Ricardo León Alanís, op. cit., p. 305.
67
Francisco Miranda Godínez, op. cit., p. 312.
68
Álvaro Ochoa Serrano y Gerardo Sánchez Díaz, Relaciones y memorias…, p. 124.
69
Francisco Miranda Godínez, op. cit., p. 310.
70
Ricardo León Alanís, op. cit., p. 309.

45
En 1582, el obispo fray Juan de Medina Rincón, OSA, al
hacer un balance de la administración diocesana de los pue-
blos de la costa michoacana, en una extensa carta enviada al
rey, le comentaba: “Digo que en toda esta costa no hay más
gente de esta que digo en muchos pueblecillos para cuya doc-
trina hay cinco clérigos repartidos en comarcas que puedan
acudir a administrar los santos sacramentos y doctrinas a es-
tos indios y negros y gente de servicio que hay en las huertas
de cacao y en algunas estancias de ganado que por allí hay,
aunque muy pocas. Estos sacerdotes no tienen más del sala-
rio que de la real caja se les da, que es cada uno ciento y
cincuenta pesos en oro de minas y alguna ayuda de casta que
les dan los dueños de aquellas haciendas que visitan y algu-
nos provechos que tienen de los indios que les dan algo, aun-
que en estos y los demás pueblos se tiene mucho cuidado y
les está muy prohibido llevarles ni pedirles nada, pero ellos
les quieren dar algunas veces y les encomiendan misas, de
manera que ellos siempre tienen provecho. También ayudan
los indios a su provisión cotidiana y les dan una especie de
comida muy moderada que les está tasada, y ésta se ha tole-
rado con buenos respetos conforme al modo de la tierra y
traza de los indios y esto y la doctrina y el modo que han de
haber con ellos les tengo yo todos mis curas y vicarios dado
de molde una muy breve suma que yo hice imprimir, la cual
envío a su magestad para que se fuere servido y le diere gus-
to, vea y entienda el modo y cuidado que acá tenemos”.71
Sin embargo, para el tiempo en que el obispo Medina
Rincón redactó su informe, no todos los clérigos que residían
en pueblos de la costa estaban bajo su autoridad diocesana.
Todavía existían algunos que económicamente dependían de
los encomenderos y eran señalados por maltratar y tener en
descuido espiritual a los naturales. Por ejemplo, en el verano

71
J. Benedict Warren, Michoacán en la década... p. 39.

46
de 1582, el presbítero Francisco de Vargas, hermano del
encomendero de Tecpan, fue acusado por las vejaciones que
había hecho a un indio principal de nombre Francisco de Luna.
En atención a las quejas presentadas por los indígenas, las
autoridades ordenaron al alcalde mayor de Zacatula que im-
pidiera esa conducta del clérigo, diciéndole que: “hago saber
a vos, el acalde mayor de Zacatula, que Francisco de Luna,
indio principal que dijo ser del dicho pueblo de Tecpa, me ha
hecho relación que es vejado y molestado de Francisco de
Vargas, clérigo, hermano del encomendero del dicho pueblo,
porque por y enemistad que con él tiene y trata, de que ha
resultado que ha inquietado su casa y asiento y le conviene, si
no se remedia, hacer ausencia de ella a que no se debe dar
lugar y pidió que para su quietud y conservación le mandase
dar y diese mandamiento para que el susodicho que no es
vicario ni beneficiado, proveído en el dicho pueblo, no le in-
quiete ni haga molestia.Y por mí visto por la presente os mando
que no consintáis ni deis lugar a que el dicho Francisco de
Luna sea agraviado del dicho Francisco de Vargas, ni le haga
vejación por ninguna vía y si algo tuviere que pedir, lo sea
ante vos y no ante sí mismo”.72
Para 1590, se tiene noticia de que en el pueblo de Tupitina
residía un clérigo de nombre Juan de Briones, mismo que fue
acusado de maltratos a los indios de esa demarcación. Al exa-
minar el caso, el 8 de marzo de ese año, el virrey Luis de Velasco
instruyó al alcalde mayor de Zacatula para que no se permi-
tiera tal conducta del cura beneficiado, ordenándole: “hago
saber a vos que el alcalde de la villa de Zacatula, que don
Miguel Melchor, indio alcalde del pueblo de Topetina, por sí y
por los demás naturales del dicho pueblo, me ha hecho rela-
ción que en esa provincia está por beneficiado un Juan de
Briones, clérigo, el cual ha hecho y hace muchos agravios y

72
Carlos Paredes Martínez, editor, Y por mí visto…, p. 186.

47
malos tratos a los naturales de su pueblo ocupándolos en sus
granjerías y especialmente a él lo ha puesto preso en la cárcel
donde le ha dado muchos bofetones y coces públicamente en
presencia de todo el pueblo y lo mismo hace con los demás. Y
para redimir vejación se soltó de la dicha cárcel y se vino ante
mí pidiéndome lo mandase amparar para que dicho benefi-
ciado no procediere contra de el a castigo ninguno. Y por mi
visto el presente os mando que no habiendo otra causa más
de la suso referida, no consintáis que el dicho clérigo moleste
ni maltrate al dicho indio, ni tampoco haya agravio a los de-
más y que se halle moderadamente con sus feligreses, a los
cuales amparéis como vasallos de su magestad”.73
Por lo que hasta aquí hemos expuesto, no es de extra-
ñar el conflicto que surgió entre el indio principal de
Coalcomán, Miguel Lázaro y el cura beneficiado Hernán
Sánchez Ordiales, motivado por una bofetada que le dio el
cura y que le ocasionó la enfermedad por un supuesto hechi-
zo practicado por el indio.

Hechicería y curanderismo

La práctica de la hechicería como origen de determinadas


enfermedades, ha sido uno de los aspectos más recurrentes
en las formas de entender la salud y la enfermedad entre los
pueblos indígenas. Por otro lado, como causal de enfermeda-
des, la hechicería casi siempre ha estado asociada a la acción
de mala voluntad de una persona sobre otra. Esa aversión,
tiene su fundamento en sentimientos emocionales asociados
a la frustración o insatisfacción, que se expresan a través de la
envidia, el rencor, el odio o los deseos de venganza. En otras
ocasiones, las patologías también están relacionadas con los

73
Archivo General de la Nación, Indios, exp. 319, f. 96. Al Alcalde Mayor de Zacatula
para que ampare al cacique de Topetina contra los malos tratos del cura beneficiado, 8
de marzo de 1590.

48
sentimientos de dominación de una persona sobre otra. Otra
fuente de esos “malos sentimientos” está en los celos, que son
la expresión de una mezcla de inseguridad y a su vez, deseos
enfermizos de poseer algo que no se tiene.74
De esa forma, las enfermedades ocasionadas por algún
hechizo se deben a la proyección de la mala voluntad de la
persona que lo hace o lo manda hacer, sobre elementos sim-
bólicos de la persona a la que se quiere dañar, mediante el
uso de plantas o productos de origen mineral o animal, acom-
pañados de rituales mágicos. En ese contexto, “en sentido
amplio, la hechicería es el conjunto de prácticas que preten-
den la manipulación de la naturaleza por medios no natura-
les. Para ello, se vale de recursos materiales y fórmulas orales.
Entre los primeros, ocupan un lugar destacado las propieda-
des ocultas de las plantas, minerales y fluidos animales utili-
zados por el hechicero para la preparación de remedios tera-
péuticos, filtros amorosos o venenos, que podían ser usados
para provocar enfermedades e incluso la muerte. Las fórmu-
las orales o conjuros eran complemento indispensable de esta
práctica, pues recitados durante la ceremonia o ritual mágico,
cargaban o aumentaban el poder de su preparación”.75
Asimismo, en la terapéutica usada en la curación de
enfermedades producidas por hechizos, además de las sus-
tancias materiales empleadas también estaban presentes las
palabras de poder expresadas en conjuros, ensalmos y ora-
ciones, que ejercían la función simbólica contraria a la que
han ocasionado las enfermedades.76 En otro trabajo, ya he-
mos mostrado la diversidad de conocimientos que entre los

74
Al respecto puede consultarse el documentado estudio de Guillermo Mendoza
Castelán y Roque Lugo Pérez, Medicina tradicional. Magia, religión y ciencia, Chapingo,
Universidad Autónoma de Chapingo, 2008, p. 342.
75
Mar Rey Bueno, Los libros malditos. Textos mágicos, prohibidos, secretos, condenados
y perseguidos, Madrid, Editorial EDAF, 2005, p. 135.
76
Araceli Campos Moreno, Oraciones, ensalmos y conjuros mágicos del Archivo
Inquisitorial de la Nueva España, México, El Colegio de México, 1999, pp. 25-132.

49
indígenas del siglo XVI se tenían acerca de cómo curar las en-
fermedades provocadas por las prácticas hechiceriles.77 Mu-
chos de esos saberes, de cómo provocar o curar enfermeda-
des, se transmitieron de una generación a otra a través de
enseñanzas en círculos cerrados.
El caso que nos ocupa, la enfermedad y las curaciones
del padre Hernán Sánchez Ordiales se fundamenta en un pro-
ceso inquisitorial depositado en el Archivo General de la Na-
ción. Fue analizado primeramente por Gonzalo Aguirre Beltrán
en su libro Medicina y magia,78 y comentado más adelante por
Ruy Pérez Tamayo en su obra El concepto de enfermedad.79 El
primero, utilizó algunos extractos para ejemplificar la tera-
péutica ilusoria, es decir la forma de extraer una enfermedad
de manera simbólica. En tanto que Pérez Tamayo lo citó para
ejemplificar las formas de diagnóstico y curación en lo que
llama prácticas médicas primitivas.
El caso que nos ocupa es complejo y merece un análisis
detenido. La enfermedad que padecía el padre Sánchez
Ordiales por 1623, se expresaba en fuertes dolores produci-

77
Gerardo Sánchez Díaz,“Los siquame y las enfermedades provocadas en el siglo
XVI”, en proceso de publicación;“Los saberes sobre enfermedades y sistemas curativos
entre los tarascos. Cambios y continuidades en el siglo XVI”, Francisco Javier Dosil
Mancilla y Gerardo Sánchez Díaz. coordinadores, Continuidades y rupturas. Una histo-
ria tensa de la ciencia en México, Morelia, Universidad Michoacana, 2010, pp. 38-50.
78
Gonzalo Aguirre Beltrán, Medicina y magia. El proceso de aculturación en la estruc-
tura colonial, México, Instituto Nacional Indigenista, 1987, pp. 241-244. Acerca de la
terapéutica ilusoria, Aguirre Beltrán sostiene que,“Los métodos usados por los curan-
deros coloniales para lograr la expulsión de la enfermedad son muy diversos: unos
aplican el soplido, otros el rociado, el estrujamiento, el escobillado, el limpiado o la
simple introducción de la mano cuando la dolencia se halla localizada en una parte
interna accesible. No son esos, desde luego, los únicos métodos usados; la práctica
común difundida en toda la colonia, en la totalidad del mundo primitivo, es la succión
que se verifica aplicándola boca sobre la piel del enfermo, o bien por intermedio de un
carrizo. La succión tiene lugar, al parecer, en el punto reflejo de la dolencia, no importa
donde esté localizado y el curandero acompaña la práctica con el uso de polvos y em-
plastos, yerbas que aplica externamente, o las suministra al interior aprovechando sus
propiedades farmacológicas”, Ibid., p. 240.
79
Ruy Pérez Tamayo, El concepto de enfermedad. Su evolución a través de la historia,
México, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Fondo de Cultura Económica, Uni-
versidad Nacional Autónoma de México, 1988, tomo I, pp. 44-45.

50
dos por una inflamación tumorosa en la pierna izquierda, a
la altura de la espinilla. Llevaba padeciéndola alrededor de
cinco años. En varias ocasiones, el padre Sánchez Ordiales
había recurrido a los médicos de Pátzcuaro y Valladolid, y a
pesar de sus tratamientos no lograba mejorar. Por insistencia
de algunos de sus feligreses indios, entre ellos su criado, em-
pezó a creer que la enfermedad se debía a un hechizo que le
habían provocado. Los indios le recomendaban que se cura-
ra, a la manera que ellos lo hacían. Pronto, la creencia en el
hechizo se hizo obsesiva y el beneficiado trató de centrar la
atención por la vía que le recomendaban.
Primero trató de curarse con un indio de Huizontla lla-
mado Ambrosio. Para entonces, ya sospechaba que el hechi-
zo se lo había hecho un indio principal de Coalcomán llama-
do Miguel Lázaro, quien en ese tiempo fungía como gober-
nador de la república de indios. Temiendo que Miguel Lázaro
se enterara e impidiera la curación, desistió de tratarse en
Huizontla y se trasladó a Maquilí en donde le comentó de su
enfermedad al padre Diego Novela, cura beneficiado del lu-
gar, quien le informó que en el pueblo de Motín vivía una
india llamada María Ana, experta en curar hechizos, a manera
de los indios y la mandó traer.
María Ana, llamada también la“india Mariche”, era una
mujer como de 30 años, casada con un indio llamado Baltasar,
que hablaba la lengua mexicana. Durante las sesiones tera-
péuticas salió a relucir que efectivamente, el supuesto hechi-
zo lo había hecho Miguel Lázaro, indio principal, como de 75
años de edad, de quien corría fama por toda la provincia de
ser indio hechicero. El diagnóstico de la enfermedad y su ori-
gen se hizo a través del uso de una jícara con agua, en la que
la curandera mediante la aplicación de rezos, conjuros, plan-
tas y sahumerios de copal, había logrado ver la figura de Mi-
guel Lázaro, que estuvo presente en una de las curaciones.80
80
El diagnóstico de enfermedades producidas por hechizos, a través de signos en
el agua, también fue practicado por curanderos de otras regiones de la Provincia de

51
Al principio, ante las reiteradas acusaciones de la cu-
randera de haber provocado la enfermedad del beneficiado
mediante un hechizo, Miguel Lázaro lo negó, pero ante la
insistencia y al no poderlo curar como le reclamaba María
Ana, pidió a la india que ella lo hiciera y que por eso le paga-
ría. La curandera aplicó masajes sobre la parte enferma de la
pierna, en donde sentía más dolor el beneficiado y luego chupó
y a su decir, sacó unos pedazos de huesos que arrojó a la
jícara con agua, mismos que representaban la materialización
del hechizo. Esa noche, ante el alivio de los dolores, Sánchez
Ordiales descansó y durmió bien. Al día siguiente, al sentirse
recuperado se querelló ante el Alcalde Mayor y pidió que se
detuviera y castigara a Miguel Lázaro, quien fue detenido y
después puesto en libertad, mediante el pago de una fianza.
Unas semanas más tarde, contrariado por la liberación
de Miguel Lázaro, el padre Sánchez Ordiales logró detenerlo
en Huizontla y por su cuenta mandó darle 50 azotes, median-
te los cuales consiguió arrancarle la confesión de ser el autor
del hechizo. Su salud seguía mejorando, pero a poco más de
un mes recayó nuevamente y de nuevo cayó en la obsesión de
que había sido nuevamente enhechizado. Los indios de
Coalcomán le insistían que Miguel Lázaro lo había vuelto a
hechizar, esta vez en venganza por haberlo mandado azotar
públicamente en Huizontla, ya que habían oído reiteradamente
decir a Miguel Lázaro “que por más que se curara el padre no
había de sanar”.81

Michoacán. Al respecto, en la Relación de Chilchota, redactada por Francisco Toscano


Gorjón, el 15 de octubre de 1579, podemos leer:“hay entre los naturales algunas indias
e indios que se hacen médicos de curar sin ser sabedores de nada, antes entiendo que
son hechiceros, porque la cura que hacen es henchir una jícara de agua, y allí soplan y
miran al cielo y andan soplando por la casa y dicen algunas palabras que no se entien-
den, y aprietan las carnes del enfermo y dicen que les sacan gusanos y hacen otras
apariencias de curar… esta gente es tan supersticiosa que cree que estos hechiceros les
curan”, Relaciones y memorias…, p. 65.
81
AGN, Inquisición, vol. 348, exp. 4, f. 111.

52
En esas circunstancias, el beneficiado Sánchez Ordiales
pidió que lo curaran dos indios, uno llamado Ambrosio y otro
Esteban, quienes lo hicieron mediante la aplicación de yerbas
y sudores. Sin embargo, al no conseguir mejoría, entre abril y
mayo de 1624, recurrió a los servicios de otro curandero lla-
mado Francisco Lorenzo, indio como de sesenta años, natu-
ral del pueblo de Alima y vecino de Santa Ana Tetlama, en la
jurisdicción de Tepalcatepec. Francisco Lorenzo, atendió a
Sánchez Ordiales por sugerencia del padre Pedro del Campo,
cura beneficiado de Tepalcatepec. Las primeras sesiones tera-
péuticas que se efectuaron en Coalcomán, consistieron en ma-
sajes y la aplicación de bebedizos de raíces, ungüentos pre-
parados con yerbas y sahumerios con copal de la tierra. El
curandero consideró entonces que la enfermedad que tenía
el beneficiado era lo que en ese tiempo se conocía como en-
fermedad de bubas, y como tal lo curó en esa ocasión.82
La segunda curación tuvo lugar en Tepalcatepec, en el
tiempo de aguas, y según la declaración de uno de los testi-
gos en el proceso, consistió en los siguiente: “que oyó decir

82
En la época colonial, especialmente en los siglos XVI y XVII, los médicos y tratadistas
de enfermedades consideraban que el padecimiento de bubas o póstulas en algunas
partes del cuerpo estaba asociado al mal gálico, como se denominaba entonces a la
sífilis. En un tratado de medicina, publicado en México en el último tercio del siglo XVI,
podemos leer que: “Tiene esta enfermedad tanta diversidad de nombres que no hay
mucho que decir más… Es tal la malicia de estas póstulas que pocas veces se pueden
quitar con beneficio puestas por fuera; antes la malicia se extiende por todo el cuerpo
y la úlcera se extiende por las partes genitales que son muy dificultosas de curar… en
las piernas se hacen unos sobrehuesos que crecen algunos tanto que se les paran tuer-
tas a manera de arco con grande monstruosidad. Luego vienen terribles dolores, no
duermen de noche, aunque de día descansen y al fin se vienen a ablandar los
tolondrones de la cabeza y a terminarse con la corrupción de huesos, por haberse
tardado mucho en curar. Otras veces quedan los miembros tullidos o encogidos”. Al-
fonso López de Hinojosos, Suma y recopilación de cirugía, con un arte de sangrar muy útil
y provechosa. Presentación de Fernando Martínez Cortés y Estudio introductorio de
Germán Somolinos D’Ardois, México, Academia Nacional de Medicina, 1977, pp. 183-
184. Para mayor información acerca de la diversidad de bubas y los remedios que se
empleaban en su curación, véase Gerardo Sánchez Díaz,“Los saberes sobre enferme-
dades y sistemas curativos…”.

53
que el modo con que le cura es encerrarse con él a solas en la
sala o aposento donde está, y puestas brasas con sahumerios
en todos los rincones del aposento, le hace poner en pie en
medio de él, desnudo todo el cuerpo y en cruz, y puesto así
llega al uno de los fuegos, y quema unos algodones y trayén-
dolos en las manos, se los sopla, echándole el humo de ellos,
una vez hacia los ojos, otra en los oídos y otras en las partes
del rostro y cuerpo, quemando los algodones en cada cual de
los dichos fuegos para el dicho efecto”.83
Sin embargo, en una carta enviada de Tepalcatepec al
Comisario de la Inquisición, el 11 de agosto de 1624, el padre
Pedro del Campo trató de deslindarse de la forma en que los
indios, entre ellos Francisco Lázaro, le practicaban las cura-
ciones al beneficiado Sánchez Ordiales. Para entonces, pare-
ce que el beneficiado vivía cerca de él en Tepalcatepec y dio
testimonio de su deteriorada salud. En su carta, el padre del
Campo comentaba lo siguiente al Comisario: “El padre
Sánchez Ordiales, aunque se levanta y no hace cama, está tan
flaco que no se puede tener, y todo el día o lo más está echa-
do y para levantarse es menester le ayuden y hace muchos
días que no dice misa y creo que no está para poder caminar.
El beneficiado me ha dicho [que] le sacó la india unos
huesos de una pierna y que el indio Ambrosio le dijo que la
otra estaba llena de fuego; que Miguel Lázaro, indio de
Coalcomán, le tenía enhechizado y que se saliese de la casa y
así dice lo hizo. Y que queriendo ir a Maquilí que era menester
fuese prevenido porque Miguel Lázaro no le hiciese más mal.
Y que el dicho Ambrosio vino a verle y le dijo que bien podía
ir a Maquilí, que le enviaba armado. Yo le dije que tenía obli-
gación de dar aviso a vuestra paternidad y me ha dicho [que]
lo ha hecho y que escribió a vuestra paternidad dando aviso
de todo con mi padre Fray Ambrosio Carrillo y que hallándo-

83
AGN, Inquisición, vol. 348, exp. 4, f. 105.

54
se con más fuerzas iría a besar a vuestra paternidad las ma-
nos y hasta ahora no lo ha hecho por su mucha flaqueza.
Al indio que le cura en este pueblo llamado Francisco
Lorenzo, [lo] llamé los días pasados y me dijo que le curaba
con unos ungüentos, para ponerlos metía brasa para calen-
tarlos y calentarle las manos cuando le ponía los ungüentos y
le daba unos bebedizos. Y el dicho beneficiado me dijo que lo
curaba de esta manera. Lo que [me] ha parecido mal ha sido
mandar a este indio, cuando le cura no lo vea nadie y los días
que está en cama no permitía que entre otra persona, que al
parecer puede tener ayunta con otra, sea hombre o mujer, y
riñéndoselo yo al beneficiado, me dijo que no entendía había
en esto cosa mala y que si la hubiese pediría misericordia y
que el indio decía que estas personas podían causar algún
mal y mal enfermar y que puesto [que] se vería con vuestra
Paternidad e informaría de todo”.84
En su propia declaración ante el comisario de la inqui-
sición, el padre Sánchez Ordiales expresó lo siguiente acerca
de tales curaciones: “De este hechizo me he curado con algu-
nas indias e indios; por recuperar mi salud me puse en sus
manos. Me he curado con algunas bebidas y unturas de yer-
bas, sahumerios y tactos con las manos, y con el vaho de la
boca y algunos tlatoles que ellos decían; lo que era o no, yo no
lo sé”.85
Por los documentos que se conocen, y que por primera
vez se publican en este libro, el asunto sólo quedó en las
indagatorias que forman el expediente que envió desde
Acahuato fray Diego Muñoz a los inquisidores de la ciudad

84
La insistencia de algunos indios al padre Sánchez Ordiales, de que Miguel Lázaro
era el causante de su enfermedad y que era prácticamente de hechicerías, nos muestra
cierta aversión a su gobernador. Es posible que las acusaciones estuvieran fundamen-
tadas en algunas divergencias políticas o de tipo personal y que vieran en él, probable
proceso judicial a Miguel Lázaro como forma de deshacerse de él como autoridad de
la comunidad.
85
AGN, Inquisición, vol. 348, exp. 4, f. 119.

55
de México en enero de 1625. Al parecer, el padre Sánchez
Ordiales entre alivios y recaídas, continuó durante casi una
década en el desempeño de sus funciones ministeriales como
cura beneficiado y juez eclesiástico de la jurisdicción parroquial
de Coalcomán, hasta su muerte ocurrida el 17 de junio de
1638, cuando contaba con 54 años de edad.
Llama la atención el convencimiento, casi obsesivo, con
que el beneficiado Sánchez Ordiales asumió que sus dolen-
cias se debían al supuesto hechizo que le había hecho el indio
Miguel Lázaro. El comisario no lo reprendió por su creencia
en el hechizo, sino por haberse curado mediante prácticas que
podían ser ubicadas como supersticiosas. Sea como fuere, lo
cierto es que el conjunto de documentos que se generaron
con las indagatorias judiciales y eclesiásticas, nos muestra la
complejidad de mentalidades y prácticas culturales que esta-
ban presentes en los pueblos nahuas de la costa, sierra y tie-
rra caliente de Michoacán, en los siglos XVI y XVII, y que apenas
empezamos a conocer. También, nos presenta un muestrario
de los conocimientos que tenían los indígenas sobre las en-
fermedades y los sistemas curativos que habían heredado de
sus antepasados, y que en buena medida, se fundamentaban
en sus saberes sobre el manejo de la naturaleza.

56
HERNÁN SÁNCHEZ ORDIALES.
SU ENFERMEDAD Y LAS CURACIONES

J. Benedict Warren

El proceso inquisitorial que aquí publicamos1 es notable por-


que nos deja ver las prácticas curativas de los indígenas nahuas
en la parte occidental de la Provincia de Michoacán, a princi-
pios del siglo XVII. Incluye declaraciones de varios testigos pre-
senciales de las curas, y aún “entrevistas” con dos de los
practicantes. Nos deja ver una historia de la vida entre Iglesia
y superstición en algunas de las regiones más lejanas y apar-
tadas de los centros políticos y culturales de Michoacán en
esa época. Nos muestra el chamanismo, herbalismo, y la fir-
me creencia en la hechicería, confrontando la autoridad de la
Iglesia y del Estado español representado por el Santo Oficio
de la Inquisición.
La figura central es un sacerdote seglar, el beneficiado
Hernán Sánchez Ordiales, cura de Coalcomán, quien se acu-
só a sí mismo ante la Inquisición de participar en posibles
prácticas supersticiosas.2 No sabemos mucho de su vida an-
terior. En 1575, 1577 y 1581 un Hernán Sánchez Ordiales (o
Urdiales), que no puede ser el sacerdote, funcionó como es-

1
Se conserva en el Archivo General de la Nación, Ramo Inquisición, vol. 348, exp.
4, ff. 101-146v, 150-166v. Los documentos que se citan en este estudio forman parte
del proceso.
2
Carta y delación del beneficiado Hernán Sánchez Ordiales, 17 de junio de 1524,
ff. 118-119.

57
cribano público y del cabildo de Guayangareo, el pueblo que
en la última fecha ya había cambiado su nombre a Valladolid
(hoy Morelia).3 En 1590, apareció ante el ayuntamiento de
Valladolid para proseguir una demanda en nombre de su hijo
el bachiller Marcos Ortiz. Por la identidad de los nombres,
juzgamos que podía haber sido el padre del beneficiado.4 Por
ese tiempo, también encontramos a un Hernán Sánchez
Urdiales, escribano de Valladolid como vecino de Colima re-
cibiendo las instrucciones para elaborar el testamento de un
Juan Domínguez. Más adelante aparece llevando un pleito
ante el alcalde ordinario de la villa de Colima por el pago de
un dinero que le debía un español nombrado Gonzalo López.
Después, este Sánchez Urdiales aparece recibiendo 30 potros
que le había vendido Diego Monroy por el año de 1591.5
A este encontramos por primera vez en 1606 como jo-
ven sacerdote de veintiuno o veintidós años,6 quien funcio-
naba como sacristán de la catedral de Valladolid. Durante ese
año originó tres documentos que todavía se conservan en el
Archivo de la Catedral de Morelia. El 22 de abril, pidió remu-
neración para gastos que había tenido en preparar la catedral
para Semana Santa “en colgar7 la iglesia y hacer renovar el
monumento y pintarlo, buscando carpinteros y pintores y
poniendo toda solicitud y curiosidad que de mi parte pude”.

3
Rodrigo Martínez Baracs y Lydia Espinosa Morales, La vida michoacana en el siglo
XVI. Catálogo de los documentos del siglo XVI del Archivo Histórico de la Ciudad de Pátzcuaro,
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1999, números 247, 260 y 307,
pp. 214-220.
4
Archivo Histórico Municipal de Morelia, Libro Manuscrito N° 6, años 1555-1779,
Libro de superiores despachos sobre distintos puntos y reales provisiones.
5
José Miguel Romero de Solís, Andariegos y pobladores. Nueva España y Nueva
Galicia, siglo XVI, Zamora, El Colegio de Michoacán, Archivo Municipal de Colima,
Universidad de Colima, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2001, p. 507.
6
El 20 de octubre de 1624 declaró que tenía cuarenta años. Véase N° 10.
7
Usanza del los “siglos XVI-XVII: adornar con tapices telas o colgaduras”, Martín
Alonso, Enciclopedia del idioma: Diccionario histórico y moderno de la lengua española
(siglos XII al XX), etimológico, tecnológico, regional e hispanoamericano, Madrid, Aguilar,
1968, tomo I, p. 1126.

58
El deán y cabildo le remuneraron con diez pesos.8 El 20 de
junio del mismo año, les pidió otra remuneración porque “yo
me ocupé veinte días en ensayar y hacer una danza para la
fiesta de Corpus Christi, buscando el ornato para ello y a otras
cosas que fueron necesarias para servicio de la fiesta”. El obispo
Juan Fernández de Rosillo, aprobó personalmente el pago de
doce pesos por esos servicios. El sacristán pidió al mismo tiem-
po que “se me den dos tercios de mi salario de este presente
año que lo restare por servir daré fianza, y por la mucha nece-
sidad que al presente tengo se sirva Vuestra Señoría de man-
dar se me pague”. A esta petición no se encuentra respuesta.9
Parece que terminó su servicio como sacristán el 24 de
noviembre, porque el 28 de ese mes informó al deán y cabildo
que “yo he servido a esta iglesia de sacristán mayor desde
principio del año nuevo hasta veinticuatro de este mes” y pi-
dió que “se me dé libramiento de la paga del dicho mi servi-
cio”.10 El obispo Juan Fernández de Rosillo, que había sido el
sexto obispo posterior a Vasco de Quiroga, había muerto el 29
de octubre de ese año11 y es posible que el puesto del joven
sacerdote dependiera de alguna relación favorable con el obis-
po Fernández. Después durante algunos años se le perdería
de vista hasta el 17 de mayo de 1623 cuando presentó el pri-
mero de los documentos que publicamos aquí, y que en ese
momento ya era beneficiado de Coalcomán.
El origen de este proceso se encuentra en que algunos
amigos le habían convencido de acusarse a sí mismo ante la
Inquisición de haber recurrido a curanderos nativos para cu-

8
Documento 14.0.01.158, Archivo Capitular de Administración Diocesana,Valla-
dolid-Morelia.
9
Documento 14.0.01.155, Archivo Capitular de Administración Diocesana,Valla-
dolid-Morelia.
10
Documento 14.0.01.98, Archivo Capitular de Administración Diocesana, Valla-
dolid-Morelia.
11
The Hierarchy of the Catholic Church. Current and historical information about
its bishops and dioceses, http://www.catholic-hierarchy.org/bishop/ brosillo.html

59
rarse de una enfermedad muy seria y dolorosa, y en el trans-
curso de las curaciones de haber posiblemente participado en
algunas prácticas supersticiosas.12 Al tiempo en que Sánchez
Ordiales hizo su declaración más completa, el 20 de octubre
de 1524, tenía cuarenta años y había sufrido de su enferme-
dad por cinco años.13 En el curso de tratar de encontrar una
solución a sus problemas, nos dejó un registro de prácticas
chamanísticas y de otras curaciones tradicionales muy valio-
so para el etnohistoriador y el antropólogo, así como del ejer-
cicio de la autoridad eclesiástica del momento.14
Los testigos refieren a la enfermedad de Sánchez
Ordiales como “las bubas”,15 que en esa época podía desig-
nar varias enfermedades que produjeran tumores. El texto in-
dica síntomas que nos dejan con la posibilidad de que sufría
de alguna enfermedad como tuberculosis, lepra, sífilis,
frambesía tropical, cáncer o alguna infección de hongos o
parásitos.16 Cuando le encontramos, su condición había lle-
gado a tal nivel que los huesos mismos le estuvieron deterio-
rando. Le habían sacado las quijadas bajas dañadas, como

12
Carta y delación del beneficiado Hernán Sánchez Ordiales, 17 de junio de 1624,
ff. 118-119.
13
Declaración y delación de Sánchez Ordiales, 20 de octubre de 1624, f. 120.
14
Idem.
15
Varios de los testigos indican que las bubas fueron el problema del beneficiado
Sánchez Ordiales: Francisco Lorenzo, curandero herbolario dijo “conociendo que la
enfermedad era de bubas, le dio un bebidizo de raizes con que suele curarlas”(f. 134, p.
76) y “le estuvo curando tiempo de mes y medio, y conociendo ser la enfermedad de
bubas, le dio un bebedizo de raizes con que suele curarla”(f. 136, p. 71). Catalina Ana,
esposa de Francisco Lorenzo, testificó que él “comenzando la cura, advirtió ser la en-
fermedad de bubas, y por tal la curó su marido”(f. 132, p. 65) y más adelante“y la cura
fue correspondiente sin discrepar a la de Quacoman, aplicándole el medicamento de
bubas, teniendo por cierto que lo eran, porque se echaban de ver”(f. 132v, p. 66). Juan
Bautista Marín dijo:“que su mal es de bubas, y se ve en los sobrehuesos y hinchazones
que le salen, y en haberse sacado las quijadas bajas dañadas”, (f. 139, p. 63).Y por fin el
comisario de la inquisición fray Diego Muñoz escribió:“El Ordiales asiste en su bene-
ficio de Quacoman con mejoría (a lo que dicen) y está tan consumido y apurado de
bubas, que anda con bordón y tiene corrupción de huesos”(f. 128, pp. 81-82).
16
Correspondencia del Dr. Danny Sam, Santa Clara, Calif. EE UU, 25 de febrero
de 2005.

60
notaba el testigo Juan Bautista Marín,17 una operación que le
debía haber producido un dolor extremo, en esos días en que
no había anestesia. Esta descripción de los síntomas nos deja
con la impresión de que sufrió de frambesía tropical, que tam-
bién se llama pian, buba o, en inglés, yaws.18 La bacteria que
lo causa está estrechamente relacionada con el organismo que
causa la sífilis, pero que no se transmite sexualmente. Entre
sus síntomas, además de los tumores, se encuentra que causa
dolor en los huesos o destrucción ósea, como en el caso de
Sánchez Ordiales.
El beneficiado había buscado curarse en todas partes.
Primero fue con los médicos, se supone que de estilo euro-
peo, en Pátzcuaro, y después con chamanes y curanderos in-
dígenas.19 Varios indios de su beneficio habían convencido al
beneficiado que el alcalde indígena de su propio curato, Mi-
guel Lázaro, un hombre de setenta y cinco años, le había
enhechizado. En tal situación, en 1623 determinó recurrir a
una mujer en Maquilí, natural de Motín, afamada por su ca-
pacidad de quitar hechizos, que los testigos llaman María o
Mariche, pero ella misma indicó que se llamaba María Ana.20
No hablaba tarasco ni mexicano (náhuatl). Anteriormente a la
sesión detallada en el documento, ella había chupado la pier-
na del paciente varias veces y “sacado” gusanos.21

17
Testimonio de Juan Bautista Marín, 17 de diciembre de 1624, f. 143r-v.
18
Es una infección crónica causada por la bacteria Treponema pertenue que afecta
los huesos, la piel y las articulaciones, de manera que en su etapa avanzada provoca
lesiones destructivas e incapacidad severa, por lo que causa deformidades en las pier-
nas, nariz, paladar y el maxilar superior. Cfr. http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/
spanish/ency/article/001341.htm# Nombres%20alternativos. La bacteria que causa
sífilis es Treponema pallidum.
19
Testimonio de Bartolo, 14 de junio de 1623, f. 164.
20
Declaración de María Ana, 22 de mayo de 1623, f. 153.
21
Demanda del beneficiado Sánchez Ordiales, 17 de mayo de 1623, f. 151r-v.

61
La curandera demandó que Lázaro estuviera presente
para dar su permiso para la curación.22 Usando una jícara de
agua, pidió a varias personas si se vieron en la jícara, pero
nadie se vio menos que el viejo Lázaro. Juan Bautista Marín,
un criollo, Teniente del alcalde mayor de Maquilí y testigo
oficial en ausencia de su superior, muestra mucha duda en su
descripción del episodio: “llamó a un indio de los presentes
(que le parece fue de los criados del beneficiado) y le hizo
llegar y inclinar el rostro sobre la jícara, y preguntó si se veía
en ella. Y respondió que no. Y éste advirtió que no se podía ver
en la jícara por estar desviada la luz del ocote, que si estuviera
cerca, se viera. E hizo llegar a ella al Miguel Lázaro; y pasado
el ocote a la mano derecha, y acercándolo a la jícara (en mu-
cha menos distancia que la primera vez) le preguntó si se veía,
y respondió que sí”.23
La versión de Sánchez Ordiales del mismo episodio
muestra fe completa en la mujer: “en prueba de ello puso en
el suelo una jícara con agua y apagó la vela que estaba encen-
dida en el aposento, quedándose ella con un ocote encendi-
do en la mano; y mirando de la una parte a la agua de la
jícara, llegando a ella el ocote, llamó al Miguel Lázaro, y puesto
de la otra (quedando la jícara en medio) le preguntó: ‘¿Qué
ves ay?’Y él respondió: ‘Yo me veo.’Y la india le dijo: ‘Pues, ¿no
ves que has enhechizado al padre y a otras muchas personas,
y te ves envuelto en sangre de muchas que has muerto?’ Y
entonces demudado dijo a la india: ‘Esto no lo ve sino tu y yo.’
Y la india le dijo con mucha cólera riñéndole públicamente
(que lo oyeron todos los circunstantes): ‘¿Por qué enhechizaste
al padre, siendo sacerdote? Cúrale y quítale el hechizo donde
le tiene.’Y el indio se turbó de manera que ni acertaba a ha-

22
Raquel Martín Sánchez nota que “sólo la hechicera causante del mal era capaz
de curar a la enferma”. Hechiceras en la Colima novohispana. En busca de una genealogía
femenina, Colima, Universidad de Colima, 2005, p. 18.
23
Testimonio de Juan Bautista Marín, 17 de diciembre de 1624, ff. 141v-142.

62
Escenario de las curaciones y el proceso inquisitorial del Br. Hernán Sánchez Ordiales.
blar ni andar. Y dijo a la india que él no sabía curar, que le
curase ella, y le pagaría, o buscaría otra india que le curase”.24
La curandera chupó la pierna del paciente dos veces.
La primera vez sacó un hueso del largor del dedo medio de la
mano, la segunda vez sacó dos huesos más pequeños. La des-
cripción que dio Juan Bautista Marín, es muy dramática: “tor-
ciéndose las manos, se llegó a la cama del beneficiado, y le
descubrió la pierna derecha que tenía enferma y con dolor
agudo en la espinilla, de que se quejaba, y el cabello suelto y
tendido echado sobre la frente y las manos dentro del huipil,
se bajó y puso sobre ella, y quedó cubierta con él la espinilla y
chupó aquella parte diversas veces, de manera que se perci-
bía; y levantada la cabeza, sacó de la boca un hueso del tama-
ño de un dedo, y lo echó en la jícara, dando a entenderse lo
había sacado de la espinilla”.25
La descripción de la cura que María, o Mariche hizo
muestra muchos aspectos de chamanismo. Mircea Eliade, en
su libro El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, cita el
ejemplo de los paviotso de América del Norte, donde escribe
“... vuelve a chupar hasta que consigue extraer el objeto má-
gico: una piedrecita, un lagarto, un insecto o un gusano. Lo
muestra a todos, uno por uno y lo arroja en seguida en el
pequeño agujero”.26 Y de la curación chamanística en Améri-
ca del Sur escribe: “La morfología de la cura chamanística
suramericana es la misma en casi todas partes. Exige
sahumerios con tabaco, cántico, masajes en la parte enferma

24
Testimonio de Sánchez Ordiales, 20 de octubre de 1624, f. 121.
25
Testimonio de Marín, 17 de diciembre de 1624, f. 142.
26
Mircea Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, México, Fondo de
Cultura Económica, 2001, publicada por primera vez en francés en París en 1951, p.
245. Para otros estudios regionales se puede consultar a Raquel Martín Sánchez, He-
chiceras en la Colima novohispana, citado anteriormente; Judith Farberman, Las
Salamancas de Lorenzo. Magia, hechicería y curanderismo en Tucumán Colonial, Buenos
Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2005; Diana Luz Ceballos Gómez, Hechicería, bruje-
ría e inquisición en el Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios, Medellín, Co-
lombia, Editorial Universidad Nacional, 1995.

64
del cuerpo, la identificación de la causa de la enfermedad... y,
por último, la extracción del objeto patógeno por medio de la
succión”.27
El beneficiado Sánchez Ordiales demandó al alcalde
mayor de la jurisdicción de Maquilí, el capitán Alonso Muñoz,
que tomara testimonios de testigos sobre la sesión con María
Ana y sus acusaciones contra Miguel Lázaro y consiguió que
el viejo fuera aprisionado en Maquilí. Lázaro no aceptó con-
fesar ser hechicero, ni al alcalde mayor, ni al sacerdote.28 Pero
cuando el Alcalde le dejó ir bajo fianza a su pueblo por las
pascuas, de regreso el sacerdote le agarró de su propia auto-
ridad en el pueblo de Huitzontla y después de mandarle dar
cincuenta azotes, consiguió que confesara todo lo que le pe-
día.29 El comentario del padre comisario de la Inquisición,
fray Diego Muñoz, no muy impresionado por tal confesión,
fue “y más confesara un indio viejo de 75 años con el dolor de
los azotes”.30 Como el padre Muñoz en ese entonces tenía
unos setenta años,31 sin duda sentía algo de simpatía con el
viejo indio.
Aunque Sánchez Ordiales se sentía aliviado después
de las sesiones con María o Mariche, sus sufrimientos regre-
saron y recurrió a curanderos indígenas, indios llamados
Ambrosio y Esteban, de Coalcomán, quienes le curaban, en
palabras del beneficiado,“con yerbas y sudores, sin mezcla de
palabras, con que rebajaron y se secaron las hinchazones, y
no mejoró en la salud, y siempre fue empeorando”.32 Enton-

27
Ibid., p. 264.
28
Demanda de Sánchez Ordiales, y testimonio de testigos, ff. 151-159.
29
Testimonio del Sánchez Ordiales, 20 de octubre de 1624, f. 116.
30
Resumen del proceso por el comisario fray Diego Muñoz, 2 de febrero de 1625,
f. 129.
31
J. Benedict Warren, ed., Michoacán en la década de 1580. Relaciones del obispo fray
Juan de Medina Rincón, O.S.A. (1582) y de fray Diego Muñoz, O.F.M. (1585), (Colección
Nuestras Raíces) Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad
Michoacana, 2000, p. 16.
32
Declaración y delación de Sánchez Ordiales, 21 de octubre de 1624, f. 122.

65
ces fue con otro llamado Francisco Lorenzo, de Tepalcatepec
quien hizo, según lo relató el padre Sánchez Ordiales,“la cura
con bebedizos de raíces y yerbas y con otras diferentes moli-
das le untaba y estregaba el cuerpo estando éste a la cura, en
la cama, y en cueros, y dejándole hacer (como dicho tiene) lo
que quisiese; el cual usaba de sahumerios de copal, donde
calentaba las manos y con el vaho le exhalaba, y calentaba el
cuerpo; y a veces tomaba un chile y desmenuzando parte de
él con los dientes, se lo esparcía por el cuerpo con la boca; y
siempre cerraba la puerta del aposento (quedándose los dos
solos cuando hacía la cura) y era porque le trataba todo el
cuerpo, y las veces que le curó de la manera dicha serían diez
o doce; y en todas (cuando le aplicaba alguna yerba bebida o
estregada y esparcía chile; que lo del chile fueron pocas ve-
ces) mezclaba palabras en el lenguaje que no entendía, ni
percibía más de que algunas veces le oía decir el nombre de
Jesús y de Joseph y hacía cruces”. Pero “no le aprovechó la
cura”.33 De Ambrosio y Esteban no tenemos ningún testimo-
nio, pero Francisco Lorenzo34 y su esposa35 sí dieron testimo-
nio ante el comisario.
Cuando el padre Sánchez Ordiales fue a visitar a algu-
nos amigos en Apatzingán, lo convencieron de que probable-
mente las curaciones tenían elementos de superstición y que
debía acusarse ante la Inquisición.36 El comisario de esa ins-
titución más cercano, fue el fraile franciscano Diego Muñoz,
quien en ese entonces vivía en el retiro de Santiago Acahuato,
arriba de Apatzingán. Unos cuarenta años antes este fraile
había escrito la primera pequeña crónica de los franciscanos
en Michoacán.37 Fue él quien citó a los testigos y recolectó la

33
Ibid., f. 122v.
34
Testimonio de Francisco Lorenzo, 23 de diciembre de 1624, ff. 136-137.
35
Testimonio de Catalina Ana, 23 de diciembre de 1624, ff. 132-133.
36
Relación de Fray Ambrosio Carrillo, 20 de junio de 1624, ff. 110r-v, 115.
37
Warren, ed., Michoacán en la década de 1580, pp.15-18, 69-125.

66
documentación anterior que forma este expediente, que des-
pués mandó a las oficinas centrales de la Inquisición en la
Ciudad de México de donde, siglos después, pasaron, con la
demás documentación de la Inquisición, al Archivo General
de la Nación en la misma ciudad.
Es interesante notar que el padre Sánchez Ordiales nun-
ca expresó ninguna duda en que el indio Miguel Lázaro le
pudo enhechizar, y ni los frailes ni el comisario le criticaron
por esa creencia. La crítica de superstición estuvo en contra
del modo en que trató de probar el hechizo o recuperarse de
ello. La creencia en hechicería estaba aceptada en muchas
partes del mundo europeo en esa época. En ese contexto, uno
puede recordar que fue al fin del mismo siglo entre marzo y
septiembre de 1692, que en la colonia inglesa de Massachusetts
en el pueblo de Salem y sus alrededores, las autoridades ma-
taron a veinte personas a quienes juzgaron ser hechiceros.38
Pero es obvio que el padre Muñoz no aceptó las pruebas que
Sánchez Ordiales ofreció acerca de la hechicería de Lázaro.
También es interesante que ninguno de los curanderos
hablara la lengua principal de Michoacán, que en ese enton-
ces se llamaba tarasco, ni el náhuatl, o mejicano, de la costa.
En su declaración Sánchez Ordiales dijo que “llamó la india
Marichi al Miguel Lázaro y le dijo allí públicamente (en su
lengua bárbara, que el marido que se halló presente declara-
ba en mexicana, de modo que todos los presentes y el dicho
Miguel Lázaro lo entendían)”.39 Ella había dicho que era ori-
ginaria del pueblo de Motín.40

38
Anne Lewellyn Barstow, La caza de brujas: historia de un holocausto, Girona, Tikal
Ediciones, s/f., pp. 107-108; Massimo Centini, Las brujas en el mundo: creencias popula-
res, ritos y simbología. Los grandes procesos, Barcelona, Editorial de Vecchi, 2002, pp. 93-
95; Marion L. Starkey,“Witchcraft”Collier’s Encyclopedia, 1963, vol. 23, p. 552.
39
Declaración y delación de Sánchez Ordiales, 21 de octubre de 1624, f. 121.
40
Declaración de María Ana, 22 de mayo de 1623, f. 153v.

67
Comentando de Francisco Lorenzo, que había dicho que
era natural de Alima,41 el padre Muñoz escribió: “Los indios
de la nación de este de la cordillera que llamamos de Motines
son tenidos por bárbaros, por hablar lengua natural tan cerra-
da y dificultosa, que solos ellos la entienden, y en la razón son
como los demás indios, y se explican bien en mexicana aun-
que no les es natural, que la necesidad de comunicarse les
obliga de aprenderlo”.42 Además, hizo una comparación de
la capacidad de Lorenzo y su esposa en hablar náhuatl: “Dio
la india buena razón de sí en lo que declaró, satisfaciendo a lo
que se le preguntaba y alcanza de la lengua mexicana, más
que el marido”.43 En otro lugar, hablando del testimonio de
este matrimonio, apuntó: “en que debían venir concordes y
advertidos marido y mujer, con recelo de ser castigados y el
ocultarlo, la presunción de la malicia, que debe haber en se-
mejante modo de curar, y más en estos indios bárbaros, que
se aplican a ser curanderos, lo cual no hacen los tarascos”.44
De eso parece que la gente tarasca, por lo menos la de esa
región, estaba importando curanderos de ese grupo lingüísti-
co que no se ha identificado.45
El beneficiado Sánchez Ordiales, a pesar del mal esta-
do de su salud indicado en el proceso inquisitorial, vivió otros
catorce años en su cargo de beneficiado de Coalcomán. Mu-
rió el 17 de junio de 1638.46 En el Cabildo eclesiástico de Va-

41
Declaración de Francisco Lorenzo, f. 136.
42
Resumen del testimonio de Francisco Lorenzo, f. 134r-v.
43
Resumen del testimonio de Catalina Ana, 23 de diciembre de 1624, f. 130.
44
Idem.
45
La Relación geográfica de Motines (1580) indica que“Hablan tres o cuatro ma-
neras de lenguajes, que es su natural, y entienden casi todos la lengua mexicana y
generalmente y muchos de ellos la hablan aunque corrupta”, Álvaro Ochoa y Gerardo
Sánchez, editores, Relaciones y memorias de la Provincia de Michoacán, 1579-1581,
Morelia, Universidad Michoacana, Ayuntamiento de Morelia, 1985, p. 99.
46
Libro de certificaciones de servicios de curas. Archivo Histórico de la Casa de
Morelos, Morelia, Michoacán, México, Diocesanos/Gobierno/Sacerdotes/Nombramien-
tos, 1621-1669.

68
lladolid se recibió notificación de su muerte, el 3 de agosto
del mismo año.47
De varios documentos de 1639 y 1641 conocemos que
el licenciado Sánchez Ordiales dejó como su única heredera a
su hermana Juana de Ortega, vecina de Pátzcuaro, viuda del
capitán Andrés López de Molina. Asimismo se sabe que le
debía mil setecientos pesos de oro común un fulano de ape-
llido Solís, vecino de la jurisdicción de Pinzándaro, para lo
cual sirvió como su albacea el licenciado Pedro de Loaysa,
cura beneficiado de Tepalcatepec. Al beneficiado Loaysa la
heredera le demandó también siete cueros de cacao y ocho-
cientos pesos. Para otros mil y cuatrocientos y cuarenta y cua-
tro pesos, se responsabilizó Juan de Contreras, vecino del
pueblo de Maquilí, como albacea en compañía del bachiller
Mateo de Monrroy.48
En cuanto a la edición del texto, hemos modernizado la
ortografía excepto en casos de nombres propios, que hemos
dejado como están en la versión paleográfica. En esto se debe
reconocer que utilizaban la letra V inicial para indicar el soni-
do de la U inicial, por ejemplo, Vacoman por Uacoman, o
Coalcomán, y Vitontla por Uitontla, o Huitzontla.
En el expediente original los documentos no están en
orden cronológico, y la verdad es que los más tempranos vie-
nen al final, presentados como un apoyo al proceso principal.
Aquí los ponemos en orden cronológico, aunque también in-
cluimos los números originales de los folios, tal como apare-
cen en el expediente.

47
Actas del Cabildo Catedral, libro 5, 5/41/8, 3 de agosto de 1638, sede vacante.
48
Peticiones contra el beneficiado Pedro de Loaysa, Actas del Cabildo Catedral,
libro 5. 5/127/5, 5 de julio de 1639; y Juan de Contreras en las causas que se sigue
contra el beneficiado Loaysa, ibid, 5/163/4, 8 de noviembre de 1639. Diligencias a pe-
dido de Juan de Contreras sobre bienes que fueron del P. Hernán Sánchez Ordiales en
Maquilí, 1691 [sic-1641], Archivo Histórico Municipal de Pátzcuaro, caja 18, carpeta 2,
exp. 12.

69
En varias páginas, la tinta ha pasado de un lado a otro
del papel, de tal manera que partes del texto resultan ilegibles
y así lo hemos indicado. Además, algunas letras de muchas
palabras al lado derecho del verso de los folios se han perdi-
do en la encuadernación del manuscrito. Cuando ha sido
posible las hemos repuesto entre corchetes.
Quiero agradecer al R. P. Dr. Alberto Carrillo, por su
ayuda con la traducción al español de los latines en el texto y
con algunas líneas de paleografía difícil. También agradezco
al Dr. Danny Sam de Santa Clara, California, al Dr. Javier Ortiz
y a la Dra. Ofelia Medrano de la Ciudad de México, por la
ayuda que me brindaron en este esfuerzo por identificar la
enfermedad que sufrió el beneficiado Sánchez Ordiales.

70
Materia de Hechizos 1624

Hernán Sánchez Ordiales, Beneficiado de


Quacomán, obispado de Mechoacán,
declaración y delación judicial, y otra delación
y cartas reconocidas y la relación
sustancial de todo lo contenido.1

1
Archivo General de la Nación, México, Ramo Inquisición, vol. 348, exp. 4, ff. 101-
146v y 150-166v.

71
[f. 150]
Causa criminal contra Miguel Lázaro indio
del pueblo de Quacomán a pedimento
del licenciado Hernán Sánchez Urdiales.

Juez don Alonso Muñoz

Primera y segunda causa Juan de Contreras [rúbrica]


junta contra Miguel Lázaro
del pueblo de Quacomán

[f. 151]
En el pueblo de Maquilí en diez y siete días del mes de
mayo de mil y seiscientos y veinte y tres años ante el capitán
don Alonso Muñoz alcalde mayor de este dicho pueblo y pro-
vincia por su majestad lo presentó el contenido.

Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado del partido de


Vuacoman2 y juez eclesiástico en él, digo que me querello
criminalmente de Miguel Lázaro, indio del dicho pueblo de
Quacomán, protestando como protesto ante todas cosas que
de esta mi querella no se le siga muerte ni mutilación de miem-
bros ni otra cosa que a mi derecho perjudique y, contando el
caso, digo que había poco más de cinco años que el dicho
Miguel Gázaro [sic—Lázaro] me hechizó de que he padecido
muchas y graves enfermedades y lastimosos dolores de cabe-
za, coyunturas, las piernas y otras cosas con gran detrimento
de mi vida como sin duda dentro de muy breve tiempo mu-

2
Coalcomán.

73
riera del dicho hechizo, por tener en todo el cuerpo muy do-
lorido y la naturaleza vencida, de que fue Nuestro Señor ser-
vido se descubriese por una india llamada María curandera,
la cual me ha curado y sacado mucha cantidad de gusanos y
huesos y así juntamente me ha declarado en presencia de
muchos como el dicho Miguel Lázaro me hechizó, para lo
cual y prueba de lo que ella decía dijo que lo trajesen en su
presencia y así fue traído, a lo cual se hallaron Juan Marín y
Jacinto de Novela y Juan López, españoles, sin otras muchas
personas [f. 151v] que se hallaron presentes, la cual india María
curandera le dijo haberme hechizado y me sacó tres huesos
de una pierna, de que todos los vieron, y [ ]3 público y noto-
rio es y ha sido el dicho Miguel Lázaro grandísimo hechicero.
A Vuestra Merced pido y suplico de llamar ante sí a la
dicha india María curandera y que debajo de juramento de-
clare la verdad del caso y ni más ni menos a el dicho Juan
Marín y Jacinto de Nove[la] y Juan López para que debajo de
juramento dig[an] lo que vieron y en esta razón supieren y así
decir, y si fuere menester más testigos estoy presto de darlos,
y pido justicia.
Otrosí digo que pongo demanda al dicho Mi[guel]
Lázaro de más de dos mil pesos que de gastos y [ ]nos se me
han seguido en persecución de mi sas[ ] y curas que se me
han hecho que juro in verbo sace[r]dotis no ser esta mi querella
maliciosa sino ve[rdad] para la cual pongo por alcanzar justi-
cia y pido y costas.
Hernán Sánchez
Ordiales [rúbrica]

3
Aquí y en las hojas que siguen se pierden algunas letras en la encuadernación
del manuscrito en los lados versos. Se han repuesto cuando ha sido posible.

74
E vista por el dicho capitán y alcalde mayor [dijo] que
dé la información que ofrece y dada provea [la] justicia y así
lo proveyó y firmó.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Juan de Contreras [rúbrica]

[f. 152]
En el pueblo de Maquilí en veinte días del mes de mayo
de mil y seiscientos y veinte y tres años ante el capitán don
Alonso Muñoz, alcalde mayor del dicho pueblo y provincia
por su majestad, [tachado: Her] el licenciado Hernán Sánchez
Ordiales, beneficiado por su majestad del pueblo de
Quoacoman y su partido para la información que ofrece pre-
sentó por testigo a Juan Marín, español, del cual fue recibido
juramento por Dios Nuestro Señor y por la señal de la cruz en
que puso su mano, so cargo del cual prometió decir verdad
de la que supiere y le fuere preguntado, y siéndole [pregunta-
do] si conoce a Miguel Lázaro indio del pueblo de Quoacoman
y de qué tiempo a esta parte, dijo que conoce al dicho Miguel
Lázaro de mucho tiempo a esta parte.
Preguntado por el tenor de la petición atrás contenida,
dijo que habrá diez o doce días poco más o menos que ha-
biéndole dejado el dicho capitán y alcalde mayor mandamiento
para si alguna cosa se ofreciese administrar justicia en el inter
que el dicho capitán y alcalde mayor bajaba al valle, que el
licenciado Hurdiales le envió a llamar a casa del licenciado
Diego de Nouela, beneficiado de este dicho pueblo, donde
está enfermo y le pidió se hallase presente a una cura que le
quería hacer una india del pueblo de Pómaro porque le había
enhechizado Miguel Lázaro, indio, alcalde del pueblo de
Quoacoman, y este testigo fue do vió que llegó la india a cu-
rarle, y le anduvo apretando una pierna adonde dice estaba el
hechizo y que no lo podía sacar sin que el dicho Miguel Lázaro

75
se hallare presente, el cual venido que fue, le dijo la india que
para [f. 152v] qué había enhechizado a padre y que lo
desenhechizase pues que él le había enhechizad[o] o que le
diese permiso para que ella le sacase el hechizo, y llegó luego
la dicha india y chupand[o] en la pierna, adonde había anda-
do apretand[o] con las manos, arrojó un hueso dentro en la
jícara de agua que estaba allá, que era del tamañ[o] de un
dedo; y luego le volvió a decir al dicho M[i]guel Lázaro le
acábele de sacar el hechizo que tenía allí el padre, el cual le
respondió que ni lo habí[a] enhechizado ni sabía lo que le
había de sacar; y repitiéndole la india que lo curare, envíese
pasión de él si quiera, porque era sacerdote, le dijo el dicho
Miguel Lázaro por segunda vez q[ue] no sabía de tal hechizo
y que le rogaba de cap[ ] y se lo pagaría porque curase al
dicho beneficiad[o] y que le sacase el hechizo que decía tenía
dentr[o]; y le respondió ella le pusiese él las manos so[bre] la
pierna para que ablándese el hechizo y lo pudo él echar fuera
por estar muy fuerte porque de [esa] manera no la podía sacar
ella; y llegó el Miguel Lázaro y tentando la pierna dijo n[o]
hallaba nada y qué había de sacar sino a u[ ]; y luego llegó la
india y, chupando con la boca y [ ] firmando las manos en la
misma pierna, chu[pó] y volviendo las manos cerradas a la
boca escup[ió] otros dos huesos menores que el primero; y no
dejo se[ñal] ninguna en la pierna ni los huesos mostrab[an]
ser recién sacados de la dicha pierna porque [f. 153] estaban
secos; y no sabe este testigo si los sacó de la dicha pierna o los
llevaba escondidos; y que enviando a arrojar los huesos a la
calle llego el muchacho que los llevaba y dijo se los había
quitado un indio llamado Andrés; y la india se puso muy tris-
te por lo que dijo el dicho muchacho, diciendo que si no pa-
recían los huesos se había de morir el dicho beneficiado [entre
lineas: aquella noche] y haciendo parecer al indio que había
llevado los huesos, dijo que él no los había tomado y alzó uno
del suelo y apurándole sacó otros dos del seno; y diciéndole

76
este testigo que para qué los había tomado para ver si eran
huesos de venado o recién sacados de la pierna, porque en-
tendía que era mentira, y no podía creer hubiesen sacado
huesos tan secos de pierna, sino que era embuste; y así la
dicha india guardó los huesos y no sabe este testigo lo que
hizo de ellos. Y esta es la verdad de todo lo que tiene dicho,
como persona que sabe y entiende la lengua mexicana, en
que se afirmó e ratificó siéndole leído, y dijo ser de edad de
treinta y tres años poco más o menos, y lo firmó con el dicho
capitán y alcalde mayor.
Entre renglones “aquella noche” vala.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Juan Marin [rúbrica]


Ante mí
Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

[f. 153v] [En el margen: Declaración de la india curandera]


En el pueblo de Maquilí en veinte y dos días del mes de
mayo de mil y seiscient[os] y veinte y tres años ante el capitán
don Alonso Mu[ñoz], alcalde mayor del dicho pueblo y pro-
vincia por su m[ajestad] pareció una india llamada María Ana,
testigo presentado por parte del dicho Hernán Sánch[ez]
Ordiales, de la cual, mediante y por lengua d[e] Juan Barnabé,
persona que habla y entiend[e] la lengua que la susodicha
habla, y por lengu[a] del intérprete de esta causa en la lengua
mexic[ana] fue recibido juramento por Dios Nuestro Señor y
po[r] la señal de la cruz, so cargo del cual prometi[ó] decir
verdad de lo que supiera y le fuere preguntado y siéndole
[preguntado] cómo se llama y d[e] dónde es natural y si es
casada o solter[a], dijo llamarse María Ana y ser natural d[el]
pueblo de Motín de esta jurisdicción y casada co[n] un indio
del dicho pueblo llamado Baltas[ar].

77
Preguntado en qué se entretiene y si es curand[era] y si
sabe y conoce yerbas y entiende de qué ef[ecto] son las dichas
yerbas y conoce de hechizos, [dijo] que sí porque Dios le ha-
bía dado gracia par[a] ello.
Preguntado si conoce al licenciado Urdiales que la
p[resenta] por testigo y sabe que esté enfermo de hechizo [ ]
que le hayan dado quién y cómo lo sabe, d[ijo] que sabe que
el dicho licenciado está enhechiza[do] porque en una jícara
de agua que hizo traer [en] presencia de muchas personas
echó un[ ] y en [ ] que él la conoce y dentro de ella [ ] [f. 154]
vio a Miguel Lázaro, indio alcalde del pueblo de Quaocomán,
y luego esta testigo fue a ver al dicho licenciado y le sacó unos
gusanos de una pierna chupando con la boca como ha hecho
otros cinco días que le ha curado, sacándole cada vez cuatro o
cinco gusanos con la boca, poniendo en la dicha pierna unas
yerbas con que torna a cerrar y no se parece la parte do ha
sacado los dichos gusanos.
Preguntado qué huesos le sacó aquella noche de la pier-
na, cómo y de qué manera, dijo haberle sacado tres huesos
tan grandes como el dedo de en medio de la mano, los cuales
sacó poniéndole las manos las manos [sic] y chupando con la
boca, los cuales huesos eran de difuntos y ella los echó al aire
para que los llevase.
Preguntado qué palabras son las que dice cuando hace
las dichas curas, dijo que las dichas palabras no las quiere
decir, pues es gracia que Dios le dio y que las dice en presen-
cia de la persona que va a curar y que saltan los dichos hechi-
zos de la parte donde están y entonces llega ella y chupando
los saca, y que los huesos que sacó que los había echado en la
plaza y los tomó un indio, no parecieran, se había de morir
aquella noche el dicho licenciado Ordiales por tener ya daña-
do el corazón, que con yerbas que ella conoce sabe lo susodi-
cho, y que la causa de haber echado los huesos al aire fue
porque no volvieran a entrar donde los había sacado sino que

78
se volviesen a Miguel Lázaro que era [f. 154v] él que había
puesto los dichos hechizos como nunca más han vuelto.
Preguntado si conoce a Miguel Lázaro por indio hechi-
cero, dijo que conoce al dicho Miguel Lázaro de mucho tiem-
po a esta parte y sabe que es hechicero porque con la gracia
que Dios l[e] dio lo alcanza a saber y lo ve revuelto en sangre
de muchos indios que ha muerto porque en una jícara de agua
echando una[s] yerbas lo ve todo.
Preguntado si sabe qué tanto tiempo ha que el dicho
licenciado este enhechizado y qui[én] y por qué le enchizó
[sic], dijo que sí sabe que [ha] cinco años que está enhechizado
porque trataba el dicho [Migel: tachado] licenciado con una
hija del dicho Miguel Lázaro, y él se la quitó, por lo cual le
quería mal el dicho licenciado y para vengars[e] el dicho Mi-
guel Lázaro del dicho licenciado lo enhechizó, de que si no
fuera p[or] ella por haberle curado ya estuviera m[uerto].
Preguntado si sabe que el dicho licenci[ado] ha gastado
muchos dineros en curarse, dijo que a ella sabe que le ha d[ado]
cuatro pesos y que no sabe más.
Preguntado si sabe que el dich[o] Miguel Lázaro haya
estado [f. 155] otra vez preso por hechicero, dijo que no sabe
tal, y esto es lo que sabe para el juramento que fecho tiene, en
que se afirmó y ratificó siendo le leído y dado a entender por
el dicho intérprete, y dijo ser de edad de treinta años poco
más o menos. No firmó por no saber. Firmolo el dicho capi-
tán.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

En el pueblo de Maquilí en veinte y tres días del mes de


mayo de mil y seiscientos y veinte y tres años ante el capitán
don Alonso Muñoz, alcalde mayor del dicho pueblo y provin-

79
cia por su majestad, por parte del licenciado Hurdiales, que-
rellante en esta causa, se presentó por testigo a Juan López,
mulato, del cual fue recibido juramento por Dios Nuestro
Señor y por la señal de la cruz, so cargo del cual prometió
decir verdad de lo que supiere y le fuere preguntado y sién-
dole por la querella dada por el dicho licenciado Hernán
Sánchez Ordiales, dijo que conoce al dicho licenciado de
muchos años a esta parte y que sabe que está enfermo pero
no sabe que sea de hechizos.
Preguntado si conoce a Miguel Lázaro, alcalde del pue-
blo de Quoacomán y le tiene por indio revoltoso y escandalo-
so, dijo que no sabe [f. 155v] que el dicho Miguel Lázaro sea
indio reboltos[o] pero no sabe que sea hechicero mas de que
l[o] ha oído decir a los indios.
Preguntado si la noche que el dicho licenciado Hurdiales
refiere en su petición se halló pres[ente] y vio que una india
llamada María, curander[a], estando en presencia del dicho
Miguel Lázar[o], la dicha india le dijo que para qué había v[ ]
hechizado al dicho licenciado y le pidió licencia par[a] sacarle
los hechizos, dijo que aquella noche [que] la querella dice hizo
la india poner un[a] jícara de agua grande y llamó a muchas
p[er]sonas que se viesen en ella y llegaron mucha[s] perso-
nas y ninguna se vio en la dicha jícar[a], y luego la dicha india
llamó al dicho Miguel Lázar[o] y le preguntó que quién esta-
ba dentro en l[a] jícara, y le respondió el dicho Miguel Lázaro
[que] él se veía dentro.
Preguntado qué palabras dijo la india al dicho Migu[el]
Lázaro, dijo que le dijo cúrase al Padre y le [pidió] permiso
para curarle y respondió el dicho Migue[l] Lázaro que él no
sabía nada.
Preguntado que si la india hizo algún emplasto [para]
sacar los huesos y qué huesos vio que le sacó, dijo [que] no le
puso nada sino que puso las manos en la pie[rna] y luego
chupando con la boca le sacó un hues[o] del tamaño del dedo

80
de en medio de la ma[no], y luego sucesivamente de la propia
suerte le vo[lvió] a chupar con la boca y le sacó otros dos
hueso[s] algo menores que el primero y se los di[o] a un
[m]uchacho, el cual se llama Estev[an] [f. 156] y los fue a arro-
jar en la calle, los cuales dichos huesos sacó sin dejar señal de
sangre, y le oí decir a la dicha india, porque le dijeron que se
habían perdido los huesos, que si no parecían se había de
morir el dicho licenciado aquella noche, de lo cual se afligió
mucho el dicho licenciado, y los hizo buscar y los trajeron que
los había llevado un indio llamado Andrés, y los tomó la india
y no sabe que hizo de ellos; y ésta es la verdad para el jura-
mento que fecho tiene, en que se afirmó y ratificó siéndole
leído; y dijo ser de edad de treinta años poco más o menos.
No firmó por no saber. Firmolo el dicho capitán y alcalde
mayor.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

Y luego incontinente este dicho día, mes y año, para la


dicha información ante el dicho capitán y alcalde mayor, la
parte del licenciado Hurdiales presentó por testigo a Jacinto
de Novela español, del cual fue recibido juramento por Dios
Nuestro Señor y por la señal de la cruz, so cargo del cual
prometió decir verdad, y siéndole preguntado por la querella
dada por el dicho licenciado Hurdiales, dijo que lo que sabe
del caso es que la noche que la querella dice la dicha india
curandera llamó al dicho Miguel Lázaro que para qué había
enhechizado al dicho licenciado y le r[es]pondió que él [f. 156v]
no lo había enhechizado ni sabía tal cosa, y le dijo la india que
mentía, que él le había enhechizado por quitarle que no an-
duviese el dicho licenciado con una indi[a] hija del dicho Mi-

81
guel Lázaro por andar el dicho su padre con ella, y que le
diese licencia para qu[i]tarle el hechizo. Entonces apremián-
dole al dich[o] Miguel Lázaro que lo quitase, dijo que no lo
sabí[a] él quitar, que lo quitase ella, que él se lo pagarí[a], y
entonces la dicha india chupó de la pierna izq[quier]da, pues-
tas las manos y tapándose la bo[ca], escupió de la boca un
hueso del tamaño de un dedo y lo echó en una jícara de agua;
y la segunda vez le volvió a persuadir que quita[se] los otros
dos que quedaban y entonces el dic[ho] Miguel Lázaro, hin-
cado de rodillas, dijo q[ue] por amor de Dios los quitase ella,
que él n[o] sabía, y entonces la dicha india volvió a chup[ar]
de la dicha pierna y sacó otros dos huesos a[lgo] menores que
el primero, sin dejar señal ni[n]guna de donde había sacado
los dichos hueso[s]. Y luego dijo el dicho licenciado que que-
daba descansa[do] de los muchos dolores que tenía, y que los
huesos los dio a un muchacho para que l[os] echara en el
monte, y el muchacho los ech[ó] luego allá donde supo los
había tomad[o] otro y ella con cuidado mandó se busca[sen]
los dichos huesos porque si no parec[ían] [f. 157] se habían
[sic] de morir aquella noche el dicho licenciado, y después
que parecieron los tomó la dicha india y no sabe este testigo
qué hizo de ellos, que a lo que le pareció a este testigo eran de
difuntos.
Fuele preguntado si conoce al dicho Miguel Lázaro por
indio hechicero, dijo que le conoce de cuatro meses a esta
parte y que ha oído decir de pública voz y fama que es hechi-
cero pero no porque este testigo lo sepa.
Fuele preguntado si sabe que ha gastado el dicho licen-
ciado muchos dineros en la cura de estos hechizos, sabe que
ha gastado mucho tiempo enfermo y ha gastado mucho di-
nero en curarse, y esto es lo que sabe para el juramento que
fecho tiene, en que se afirmó y ratificó siéndole leído; y dijo
ser de edad de veinte años poco más o menos. Y lo firmó de
su nombre con el dicho capitán y alcalde mayor.

82
Don Alonso Muñoz [rúbrica] Jacinto de Novela [rúbrica]
Ante mí
Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

[f. 160]
En el pueblo de Maquilí, en veinte y nueve días del mes
de mayo de mil y seiscientos y veinte y tres años ante el capi-
tán don Alonso Muñoz, alcalde mayor del dicho pueblo y pro-
vincia por su majestad, la presento el contenido.

Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado del partido de


Quacomán y juez eclesiástico de él, dijo que por vuestra mer-
ced fue mandado se me notificase pusiese la acusación a Mi-
guel Lázaro, indio, de la probanza que contra él he dado por
haberme enhechizado, de que sin duda muriera del hechizo
muy en breve por el mucho tiempo que ha que padezco de él
gravísimos dolores y enfermedades, de que con la cura que la
dicha María curandera me ha hecho y va haciendo, me siento
cada día mejor; y por ser esta causa tan criminosa y abomina-
ble de que de seguirla según derecho le podría sobrevenir
muerte, no embargante la protestación que en mi querella
hecho tengo, digo que por no pertenecer a mi estado y por
evitar escrúpulos de mi conciencia la dejo a que la justicia a
quien pertenece la hace o la la [sic] haga y provea lo que más
viere convenir. Por lo cual a Vuestra Merced pido y suplico la
justifique según los términos del derecho y en ella haga lo
que pareciere convenir, de que desde luego me eximo y apar-
to de seguirlo.

Hernán Sánchez
Ordiales [rúbrica]

83
Y por el capitán y alcalde mayor vista dijo que se ponga
en los demás autos del [f. 160v] proceso y se prosiga en la
dicha causa según y como hasta aquí se ha hecho y así lo
proveyó y mandó.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

[f. 161]
En el pueblo de Maquilí, en veinte y nueve días del mes
de mayo de mil y seiscientos y veinte y tres años ante el capi-
tán don Alonso Muñoz, alcalde mayor del dicho pueblo y pro-
vincia por su magestad, se presentó esta petición por parte
del contenido.
Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado del partido de
Vacomán [Cualcomán] y juez eclesiástico en él, digo que yo
tengo dado suficiente información contra Miguel Lázaro, in-
dio del dicho pueblo de Vacomán, de como me hechizó y pe-
ligró de mi vida, y siendo como es ser público y notorio ser y
haber sido grandísimo hechicero, por cuyo delito debe ser
gravemente castigado y aprisionado, y que le prosiaga [sic] en
la causa hasta la definitiva de que se me haga citación de los
autos conforme a derecho para de nuevo si necesario fuere
presentar testigos tomándole al susodicho Miguel Lázaro su
confesión y haciéndole cargo y, si necesario fuere, se le dé
tormento y tormentos según el derecho lo dispone y manda.
Por todo lo cual a vuestra merced pido y suplico mande hacer
y cumplir lo por mi pedido puesto que es justicia y en lo ne-
cesario etc. y costas.

Hernán Sánchez
Ordiales [rúbrica]

84
E por su merced vista dijo que se ponga con los demás
autos de esta causa, y así lo proveyó.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

En el pueblo de Maquilí en treinta días del mes de mayo


de mil y seiscientos y veinte y tres años el capitán don Alonso
Muñoz, alcalde mayor del dicho pueblo y provincia por su
majestad, mandó parecer ante sí [f. 157v] ante sí [sic] a Miguel
Lázaro preso en la cárcel pública de este pueblo por querella
que de él tiene dado [Entre líneas: Hernán Sánchez Ordiales]
y testigos por su parte presentados para le tomar la confesión,
del cual mediante el intérprete de esta causa fue recibido ju-
ramento por Dios Nuestro Señor y por la señal de la cruz, so
cargo del cual prometi[ó] decir verdad de lo que supiere en lo
que le [fue]re preguntado, [En el margen: Primera pregunta] y
siéndole [preguntado] cómo se llama [y] de adónde es natural,
dijo ser llamado Miguel Lázaro y ser alcalde y principal del
pueblo de Quoac[oman].
[En el margen:2] Preguntado si conoce al licenciado
Hurdiales, benefici[ado] del dicho pueblo de Quoacoman y si
le tiene por amig[o] o enemigo, dijo que conoce al dicho
beneficia[do] de seis o siete años a esta parte y que siempre ha
sid[o] amigo, y que en señal de esto le dio una hija que le
sirv[iese] en su casa y tuviese cuenta con su ropa y cosas de la
cas[a.]
[En el margen:3] Preguntado si es verdad que hechizó al
dich[o licenciado] Hurdiales y que en razón del dicho hechizo
ha esta[do] cinco años con grandes enfermedades, dijo que
[no] le ha enhechizado ni sabe hacer hechizos.
[En el margen:4] Preguntado si es verdad que había quin-
ce días poco [más] o menos que una india llamada María,

85
curande[ra], hizo llamar al dicho Miguel Lázaro delante de[l
dicho] beneficiado y le dijo por qué había enhechi[zado], sien-
do su cura, y que lo desenhichace o le diese [li]cencia para
que ella le sacase los hechizos y en [ ] de esto hizo traer
la dicha una jícara [de] agua y hizo que se mirase el dicho
Miguel L[ázaro] y otras personas dentro de donde pesu[ ][roto]
que él respondió ir y sacarl[e] [f. 158] al dicho licenciado tres
huesos chupándole de una pierna tan largos como el dedo de
la mano, dijo que es verdad que la noche que refiere la pre-
gunta la dicha india le dijo delante del beneficiado lo que la
pregunta dice y que él le dijo a la dicha india que él no sabía
nada y que ella lo curase, que él le pagaría, y que entonces le
hizo mirar en una jícara de agua, y de allí se fue la dicha María
al dicho licenciado y le sacó tres huesos del largo de un dedo
cada uno, y los arrojó diciendo que ya quedaba sano, sin dejar
señal ninguna de sangre, y esto es la verdad para el juramento
que fecho tiene, en que se afirmó y ratificó siéndole leído y dado
a entender por el dicho intérprete; y dijo ser de edad de setenta
y cinco años poco más o menos. Firmolo el dicho capitán.
Entre renglones “Hernán Sánchez Ordiales” vala.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

Y luego incontinente el dicho capitán y alcalde mayor


mandó que se le dé traslado al licenciado Hernán Sánchez
Ordiales, querellante en esta causa así de la sumaria informa-
ción como de la confesión que se le ha tomado al dicho Mi-
guel Lázaro para que se le ponga la acusación, y así lo prove-
yó y firmó.

Don Alonso [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]

86
[f. 162]
En el pueblo de Maquilí, en dos días del mes de junio
de mil y seiscientos y veinte y tres años ante el señor alcalde
mayor la presentó el contenido.

Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado del partido de


Vacomán [Uacomán=Cualcomán] y juez eclesiástico en él, digo
que a mi noticia ha venenido [sic] de que vuestra merced ha
dado enfiado a Miguel Lázaro, indio hechicero, de quien me
tengo querellado y dado información, y siendo como es causa
criminal y tan grave, se me ha hecho injusticia y agravio por
ser como es contra derecho y por irse fulminando la causa y
haberla yo dejado a que la justicia de oficio la haga y fenezca
por causas justas que me han movido, y así requiero a vuestra
merced una y dos veces y todas las que de derecho puedo y
debo, mande poner en prisiones y en la cárcel al dicho Miguel
Lázaro y que se ratifiquen los testigos dando conclusión has-
ta la definitiva, de que de no hacerlo protesto pedir mi justicia
ante quien con derecho deba.
A vuestra merced pido y suplico que en esto mi pedi-
mento haga y provea lo que fueero [sic] justicia, la cual pido y
testimonio de lo que se proveyese y mandase.

Hernán Sánchez
Ordiales [rúbrica]

Y vista por su merced mandó se ponga con los demás


autos y se prosiga en la causa y así lo proveyó y mandó.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

87
[f. 158v][En el margen: Ratificación de testigo]
En el pueblo de Maquilí en diez y seis días del mes de
junio de mil y seiscientos y veinte y tres años ante el capitán
don Alons[o] Muñoz alcalde mayor de este dicho pueblo y
pro[vincia] por su majestad mandó aparecer ante [sí] a Jua[n]
López, testigo presentado por licenciado Hern[án] Sánchez
Ordiales, del cual fue recibi[do] juramento por Dios Nuestro
Señor y por la señal d[e la] cruz, so cargo del cual prometió
decir verdad de lo que supiere y le fuere pregun[tado], y sién-
dole si es verdad que un dicho qu[e] tiene dicho en esta causa
en veinte y t[res] días del mes de mayo de este presente año,
[dijo] siéndole leído que todo lo que tiene dich[o] es verdad
para el juramento que hech[o] tiene en que se afirmó y ratifi[có]
y [si] necesario es lo vuelve a decir de [f. 159] nuevo. No firmó
por no saber. Firmolo el dicho capitán y alcalde mayor.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

[En el margen: Ratificación de testigo]


En el pueblo de Maquilí dicho día, mes y año susodi-
cho el dicho capitán do [sic] y alcalde mayor mandó parecer
ante sí a Jacinto de Novela, testigo presentado por el licencia-
do Hernán Sánchez Ordiales, del cual fue recibido juramento
por Dios Nuestro Señor y por la señal de la cruz, so cargo del
cual prometió decir verdad de lo que supiere y le fuere pre-
guntado, y siéndole si un dicho que tiene dicho en esta causa
en veinte y tres días del mes de mayo de este presente año,
que le fue leído, es la verdad, dijo que todo lo que dicho tiene
es la verdad para el juramento que fecho tiene en que se afir-
mó y ratificó; y lo firmó de su nombre con el dicho capitán y
alcalde mayor.

88
Don Alonso [rúbrica] Jacinto de Novela [rúbrica]
Ante mí
Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

[f. 166v]
Al capitán don Alonso Muñoz, salud y vida, alcalde mayor en
esta provincia en Maquilí.

[En otra letra:]Es de julio [ ]

[f. 165]
Yo fuera el mensajero si mis mozos estuvieron aquí, de que
quedo admirado cuan a pechos favorece vuestra merced a un
hechicero, pues si vuestra merced hiciera justicia, se hubiera
escusado todas estas cosas, que si el no hacerla como es justo
no puede engendrar sino grandes disgustos como se van si-
guiendo. El indio hechicero confesó aquí haberme hechizado
y otras cosas, que vuestra merced sabía que todo el pueblo
estuvo presente y él sin expresión confesó cosas bien lastimo-
sas de que vuestra merced está obligado a castigarle. Mis in-
dios no tienen culpa de lo que yo hago. Si vuestra merced
tiene algo que enmendarme, lo podía hacer porque yo estoy
prestado a todo por defender mi vida que ese mal indio con
sus hechizos me quiere quitar. Vuestra merced se sirva de ha-
cerme merced se excusen agravios en [?] los probes [sic]; bas-
tan sus trabajos sin duplicárselas, y advierta vuestra merced
que le soy muy servidor y de que es importancia que un vil
indio hechicero. Reciba yo merced se suelte a los indios que

89
vuestra merced tiene presos y prenda a quien probado es;
que de esto se sirve Dios, que guarde a vuestra merced.
Vitontla4 , junio 9 año 1623

De vuestra merced servidor,


Hernán Sánchez
Ordiales [rúbrica]

[f. 162v] [En el margen: Testigo indio]


En el pueblo de Maquilí, en catorce días del mes de
junio de mil y seiscientos y [veinte] y tres años el capitán don
Alonso Muñoz, alcalde mayor del dicho pueblo y provincia
por su majestad hizo parecer ante sí a un indio que media[nte]
y por la lengua del intérprete dijo ser natura[l] del pueblo de
Motín y llamarse Balthasar, del cual, mediante el dicho intér-
prete, fue recibi[do] juramento por Dios Nuestro Señor y por
la señal de la cr[uz,] so cargo del cual prometió decir verdad
de lo que supiere y le fuere preguntado, y siéndole si conoce
al licenciado Hernán Sánch[ez] Ordiales y de qué tiempo a
esta parte, dijo que l[e] conoce de poco tiempo a esta parte.
Preguntado si conoce a Miguel Lázar[o], indio, alcalde
del pueblo de Quoacomán, contra quien se ha fulminado causa
dij[o] que ha poco tiempo que le conoce.
Preguntado si sabe que el dicho licenciado Hurdiales
se ha enhechizado, dijo qu[e] no sabe más de que su mujer de
este testig[o] vino a curarle pero que no sabe si es hechiz[ado]
o no.
Preguntado qué enfermedad le dice su m[ujer] que tie-
ne el dicho licenciado, dijo que su mujer ha dicho que no es
hechizo sino frialdad y que de eso le ha curado y que con las
cu[ras] que le ha hecho está ya bueno.

4
Huitzontla.

90
[f. 163] Preguntado si es verdad que la mujer del suso-
dicho sacó la noche que la querella dice al dicho licenciado
tres huesos de una pierna, cada uno de largor de un dedo de
la mano, sin dejar muestra ni sangre en la dicha pierna, dijo
que con unas palabras que la dicha su mujer sabe le sacó los
dichos tres huesos sin dejar señal ninguna de sangre ni muestra
por do pareciese haber sacado los dichos huesos, y que las
dichas palabras no se las acuerda enseñar.
Preguntado si sabe que Miguel Lázaro ha enhechizado
al dicho licenciado, dijo que no sabe que le haya enhechizado
y que oyó decir a la dicha su mujer que andaba mal con el
dicho licenciado.
Preguntado si sabe que la dicha su mujer ha sacado al
dicho licenciado muchos gusanos de todo el cuerpo, dijo que
no sabe tal ni los ha visto ni se lo ha dicho su mujer.
Preguntado si es verdad que habiendo sacado los di-
chos huesos que la pregunta dice dijo la india que se los tra-
jesen para enterrarlos porque si no parecían se había de morir
el dicho licenciado aquella noche, dijo que es verdad y que
trajeron los dichos huesos y ella los enterró de su mano; y que
no sabe otra cosa para el juramento que [f. 163v] fecho tiene
en que se afirmó y ratificó. Y dijo ser de edad de treinta años
poco más o menos. No firmó por no saber. Firmolo el dicho
capitán.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]

[En el margen: Testigo indio]


Y luego incontinente dicho día [sic], mes y años el dich[o]
capitán y alcalde mayor hizo parec[er] ante sí [tachado:que le
ma] a un indio que mediante y por la lengua del dicho
intérpre[te] dijo llamarse Bartolo y ser natural de La Guaua y

91
estar al presente en servicio d[el] licenciado Hurdiales donde
se ha criado, no embargante lo cual dirá verdad so cargo del
juramento que le fue tomado por Dios Nuestro S[eñor] y por
la señal de la cruz, y siéndole preg[untado] si sabe que el di-
cho licenciado está enhechizado [y] le ha enhechizado Mi-
guel Lázaro, dij[o] que no sabe ninguna cosa más de qu[e] ha
oído decir a los indios de su pueblo qu[e] el dicho Miguel
Lázaro es hechicero.
Preguntado si el dicho Miguel Lázaro ha hechizado a
algunas personas, di[jo] que ha oído decir que el dicho Migu[el]
Lázaro mató con hechizos a d[os] [f. 164] mujeres que ha te-
nido el dicho Miguel Lázaro.
Preguntado si vio sacar al dicho licenciado tres huesos
del largor del dedo de la mano, dijo que vio sacar los dichos
huesos a una india curandera al dicho licenciado de la pierna
izquierda, chupando con la boca, sin dejar señal de sangre.
Preguntado si sabe que el dicho licenciado haya gasta-
do muchos reales por haber estado muchos años enhechizado,
dijo que se acuerda que el dicho licenciado se curó en Pásquaro
y gastó muchos dineros, y que ahora sabe que ha gastado
diez pesos con la curandera que le cura.
Preguntado si el dicho Miguel Lázaro es enemigo del
dicho su amo y por qué razón, dijo que no sabe que sea su
enemigo ni se haya enojado el dicho licenciado con él sino
fue una vez que le dio un bofetón siendo alcalde porque se
había emborrachado.
Y ésta es la verdad para el juramento que fecho tiene en
que se afirmó y ratificó siéndole leído. Y dijo ser de edad de
veinte años poco más o menos. No firmó por no saber. Firmolo
el dicho capitán.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]

92
[f. 159v]
En el pueblo de Maquilí, jurisdicción de los Motines, en
diez y siete días del mes de junio de mil y seiscientos y veinte
y tres años ante el capitán don Alonso Muñoz, alcalde mayor
del dicho pueblo y provincia por su majestad, pareció una
india llamada María, curandera, y mediante y por lengua de
los intérpretes de esta causa le fue tomado juramento por Dios
Nuestro Señor y por la señal de la cruz, so cargo del cual
prometió decir verdad de lo que supiere y le fuere pregunta-
do y siéndole si un dicho que dijo contra Miguel Lázaro en
veinte y dos días del mes de mayo que le fue leído es la ver-
dad, dijo que todo lo que dicho tiene es la verdad para el
juramento que fecho tiene en que se afirmó y ratificó. No fir-
mó por no saber. Firmolo el dicho capitán.

Don Alonso Muñoz [rúbrica] Ante mí


Juan de Contreras [rúbrica]
escribano

[f. 165v]
En el pueblo de Maquilí, en nueve días del mes de julio
de mil y seiscientos y veinte y tres años, habiendo yo el capi-
tán don Alonso Muñoz, alcalde mayor de este pueblo y pro-
vincia por su majestad recibida esta carta del licenciado Hernán
Sánchez de Ordiales por mano de un indio llamado Juan en
presencia de Juan Morín y de Juan de Santiago, por no haber
pers[ona] en el dicho pueblo que pueda usar el oficio de es-
cribano, habiendo v[isto] lo que contiene y que para la breve-
dad de esta causa con[viene] el usar yo el presente capitán y el
alcalde mayor dicho oficio, por ten[er] noticia que viniéndose
a presentar Miguel Lázaro, in[dio], alcalde del pueblo de

93
Huecomán5 , por haberse cumplido el ti[empo de] las pascuas
porque fue suelto, y que el dicho Hernán Sánch[ez] de Ordiales
le había detenido en el camino y pues[to] en prisión y hecho
otros malos tratamientos, como parecen por los autos que se
van fulminando, ordeno que [se] ponga en el proceso esta
dicha carta para que conste lo [que] el dicho Hernán Sánchez
confiesa haber hecho y el [dicho] Miguel Låzaro de la culpa
que se le imputa sea castiga[do] y se le dé aviso al dicho Hernán
Sánchez traiga ante [mí las] personas que dice se hallaron pre-
sentes a lo que di[jo] el dicho Miguel Lázaro; y así lo ordenó y
mandó en pr[esen]cia de Manuel Díaz y Juan de Santiago [ta-
chadura]

Don Alonso Muñoz [rúbrica]

[Tachado: Este dicho]


En el dicho pueblo de Maquilí, en diez días del mes de
julio d[el] [f. 166] presente año ordeno que se traigan los tes-
tigos que han jurado en contra del dicho Miguel Lázaro para
que se ratifiquen, como a Francisco Ximón querellante y a
María india y Isabel para que se les notifiquen los autos en
esta causa, y los presentados asimismo por la querella dada
por el beneficiado Hernán Sánchez Ordiales, las cuales cau-
sas se junten y en esta razón se vayan fulminando los demás
autos hasta la conclusión y así lo proveo y mando en presen-
cia del capitán Pedro Gómez de Olvera y Manuel Díaz, testi-
gos que se hallaron a lo que dicho es.

Don Alonso Muñoz [rúbrica]


[f. 118]
De Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado de Quacomán,
obispado de Mechoacán.

5
Coalcomán.

94
Recibida a 18 de junio 1624 con la delación de sí mismo en
papel distinto.

Reconociolas en Acahuato en 21 de otubre 1624.

Según la relación que con esta va, verá Vuestra Paterni-


dad lo que más convenga al servicio de Nuestro Señor, mi
corta salud no me ha dado ocasión a hacer esto, y por haber
del caso dado noticia así al provisor con información del caso
y que la justicia seglar había dado principio a hacer la causa,
me ha excusado a dar de ello noticia a Vuestra Paternidad de
que suplico sea yo avisado de lo que más bien me esté. Yo me
he curado como refiero. Si en la cura ha habido culpa contra
mí y que en ella haya incurrido por los modos con que me
han curado de ello, me pesa y pido misericordia, acusándome
de ello al Santo Oficio, y pido aviso si puedo ser absuelto in
foro sacramentali, y si en algo soy del servicio de Vuestra Pater-
nidad, siempre me mande. Guarde Dios a Vuestra Paternidad.
De esta Hacienda, de junio 17 año 1624. Muy servidor de Vues-
tra Paternidad, Hernán Sánchez Ordiales

[f. 119]
Padre Nuestro. Deseando salvar mi conciencia, comu-
niqué con el padre fray Ambrosio el caso que en ésta refiero, y
es que un indio llamado Miguel Lázaro, natural de mi benefi-
cio de Quacoman, de que es público hechicero, y todos los
naturales de los dichos pueblos lo saben y declaran por las
supersticiones que en él han visto y haber hechizado muchos
indios, y así me hechizó por haberle castigado cierto amance-
bamiento con una hija suya. Fue declarado mi hechizo por
una india, cuya verificación hizo la justicia, a quien di noticia,
para que fuese castigado, y habiendo hecho información de

95
ello, la dejó sin sentenciarla, y dio enfiado al dicho indio. Y
visto yo esto, y que no se castigaba como era justo, le cogí y
azoté, y mediante este castigo confesó en presencia mía, y de
todo un pueblo, ser hechicero y que me había hechizado, así
a mi como a otros cuatro indios que se querellaron de él, y
que había muerto a cuatro mujeres, con quien fue casado, de
celos, y seis indias, en quien tenía sospecha y malicia, y que
había enseñado a un hijo suyo los hechizos, para que fuera
también hechicero, como él lo era. Oída esta confesión, lo
remití a la justicia seglar, y por su particular interés, que de él
tuvo, y oí, lo dio enfiado. De este hechizo me he curado con
algunas indias y indios; por recuperar mi salud me puse en
sus manos. Hanme curado con algunas bebidas y unturas de
yerbas, sahumerios, y tactos con las manos, y con el vaho de
la boca, y algunos tlatoles que ellos decían; lo que era o no, yo
no lo se. Según esta relación, Vuestra Paternidad vea lo que
más convenga al servicio de Nuestro Señor. Y el alcalde ma-
yor lo ha hecho gobernador con los fines y intereses que él se
sabe. De junio 17, año 1624. Hernán Sánchez Ordiales.

Concuerda con el original.


Fray Diego Muñoz [rúbrica] Fray Ambrosio Carrillo,
notario [Rúbrica]

[f. 104]Secreto †

La de Vuestra Merced de 17 de éste de junio recibí en


esta hermita de Santiago Acahuato de mi asistencia a los 18, y
tocante al caso contenido, siendo en orden de delatar de sí
mismo al Santo Oficio pidiendo misericordia6 , requiere ex-

6
En f. 107:“delatar de si mismo, pidiendo misericordia al Santo Oficio”.

96
presión clara y entera, y satisfacer a lo siguiente: el tiempo
que ha que sucedió, el nombre del indio hechicero, donde es
natural, él de la justicia que no le castigó, si fue éste el que
hizo la cura, o solas las indias, cuántas son, sus nombres, na-
turaleza y asistencia, quien la aconsejó, si son tenidas por he-
chiceras, si el fin de la cura fue entender que desharían los
hechizos, las veces que la hicieron, si se entendió algo de lo
que decían haciéndola, si Vuestra Merced creyó o presumió
entonces o antes o después había intervención de pacto su-
persticioso y si las dichas indias estaban notadas de ello, y no
obstante las llamó y admitió por alcanzar salud, el efecto que
de ello se siguió, y si como está dicho7 lo aconsejó alguna
persona, su nombre, calidad y asistencia, de manera que de
todo lo concerniente, venga entera declaración8 , que así con-
viene para acusarse, con relación verdadera y explicada, y pe-
dir misericordia al tribunal santo. Recibida la respuesta de ésta,
con satisfacción de lo dicho, responderé a lo que se me pre-
gunta, y con ella volverá esta carta original sin quedar allá
traslado alguno, guardando secreto so pena de excomunión.
Guarde Nuestro Señor a V.M. Acahuato, 18 de junio 1624.

Fray Diego Muñoz [rúbrica]


Comisario del Santo Oficio.

[f. 107. Copia de f. 104, con las variantes allí indicadas.]

[f. 108. Copia exacta de f. 107, sin firma.]

7
Falta en f. 107:“como está dicho”.
8
En f. 107: “venga bien declarado y expresado”.

97
[f. 110]
Fray Ambrosio Carrillo de la Orden de Señor San Fran-
cisco, conventual en este pueblo de Santiago Acahuato, dis-
trito de Tancítaro, provincia y obispado de Michoacán de la
Nueva España, por mandado del padre fray Diego Muñoz de
la misma orden, comisario del Santo Oficio de la Inquisición,
en veinte días del mes de junio de mil y seiscientos y veinte y
cuatro años, certifico y con entera verdad,
Declaro que hallándome a los diez y siete de este dicho
mes de junio en el molino de azúcar de Don Rodrigo López
de Ribera, vecino de este dicho distrito, y presentes su mujer,
doña Leonor de Chávez, y Mattheo de Chávez (y presumo lo
estuvieron también el capitán Marcos Farfán y su hija doña
María, viuda, que de ordinario están y comen juntos con el
don Rodrigo y su mujer) con otros que entraban y salían don-
de esto pasó (que fue en la sala de la casa del dicho don
Rodrigo), tratando allí Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado
de Quacoman (en este dicho obispado), como un indio de su
partido le había hechizado, contó y dijo que comunicando el
este hechizo con el beneficiado de los Motines, fulano Nove-
la, le dijo el Novela que si era hechizo le curaría de él una
india que tenía en su partido. Y enviada para el efecto a casa
del dicho Hernán Sánchez, dijo la india que hiciesen venir allí
al indio que le había hechizado. Y venido que fue, tomó la
india en su presencia y del dicho beneficiado una jícara con
agua (sería esto como a la oración, poco antes o después) y
teniéndola en las manos, preguntaba una y más veces al in-
dio, qué era lo que en ella veía, y que convencido el indio con
esta diligencia y demostración, que en la jícara se le hizo, con-
fesó de plano ser verdad que él había [110v] hechizado al
dicho beneficiado y luego inmediatamente, tratando la india
de curarle, le hizo desnudar todo el cuerpo, mirándosele y
palpándole con las manos, sin hacerle por aquella noche otro
beneficio alguno, y que después durante los días de la cura, le

98
chupó una pierna en que padecía terrible dolor y que con
solo chupársela, le sacó de ella tres huesos de largo de un
dedo de la mano, y mostrándose al dicho beneficiado le dijo
que eran de difunto, y que aquel dicho indio se los había puesto
allí, con que al punto dijo habérsele quitado el gran dolor que
tenía en la pierna. Y asimismo contó que le habían curado
otros indios, y que mientras le curaban decían algunas pala-
bras o tlatoles suyos y le exhalaban con vahos por sobre el
cuerpo, y se le tocaban todo él con algodones, y usaban tam-
bién de sahumerios.Y amonestándole yo lo conveniente y que
eran aquellas cosas supersticiosas y culpable en él el haberlas
permitido, y la obligación que tenía de dar noticia y acusarse
de ello al Santo Oficio pidiendo misericordia, la dio lueg[o] al
punto, el mismo día sobredicho en presen[cia] mía y de las
personas expresadas, por letra de un diezmero de Valladolid
(que no sé su nombre) el cual se halló también presente a la
narración sobredicha, que por estar el dicho beneficiado, muy
enfermo y flaco, no pudo escribirla de su mano, y así se la
escribió el dicho diezmero yéndosela él notando, y solo escri-
bió de su letra, en papel distinto, un[a] carta que con ella re-
mitió, en pliego cerra[do] al dicho padre fray Diego Muñoz, y
me remi[to] a lo que él tiene declarado o declarare, y también
a lo que cerca de estas curas supersti[cio]sas dijeren el dicho
don Rodrigo López y Ger[ó]nimo del Río, español soltero,
vecino del distrito de Apacingán, a los cuales (y a otros de [f.
115] quien no me acuerdo) ha oído tratar de los dichos mo-
dos con que el dicho beneficiado se hacía curar y que ponía el
que curaba sahumerios en todos los rincones de la casa, y de
la dicha cura (creo) hay pública voz y fama por haber yo oído
la tratar en diversas partes, y enterado ahora de boca del mis-
mo beneficiado le hice hacer la diligencia dicha, por descargo
de su conciencia y bien de su alma, y advertí también que
acabándosela yo de encargar (en razón de la obligación que
tenía, y tengo declarada) volvió a decir que quería volverse a

99
Tapalcatepec, donde le curaba un indio: a lo cual le declaré,
que pues por mi advertencia acababa de hacer actualmente el
dicho día la dicha diligencia y declaración por escrito, de sí
mismo, al Santo Oficio, no volviese a curarse por tales modos
pues eran supersticiosos y se acababa de acusar de ellos, como
tengo dicho; a lo cual calló, sin responder palabra, y con esto
me despedí de la dicha casa; y en testimonio de ser verdad
todo lo que tengo dicho, lo firmé de mi nombre en este dicho
pueblo de Acahuato, hoy dicho día veinte de junio de mil y
seiscientos y veinte y cuatro años.

Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

Item, me acuerdo haber dicho también el dicho benefi-


ciado (en la ocasión, lugar y día sobre dichos) que cuando la
dicha india hizo lo de la jícara en presencia suya y del dicho
indio que le había hechizado, y habiéndolo él así confesado,
le pidió ella su beneplácito y consentimiento, diciéndole si
quería que el dicho Hernán Sánchez fuese curado por ella; y
el respondió concediéndoselo y diciendo que sí quería; con
que ella dio principio a la cura por el modo y forma sobredi-
cho. Y por verdad lo volví a firmar hoy, día, mes y año sobre-
dicho.

Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

[f. 102]
Secreto †

La de V. M. de 17 de este de junio me remitió el padre


fray Ambrosio Carrillo de Apacingán y la recibí a los 18 en
este pueblo de Santiago Acahuato de mi asistencia con el pa-

100
pel incluso, y para la buena expedición de lo contenido es
necesario y forzoso nos veamos, que el ser el camino andable
desde ese pueblo de Tapalcatepec9 , lo facilita, y en conclu-
yendo, se volverá Vuestra Merced con la bendición de Nues-
tro Señor, que le guarde y dé entera salud, y traerá Vuestra
Merced consigo esta carta original sin mostrarla a nadie, que
ha de constar la diligencia. Acahuato 27 de junio de 1624.

Fray Diego Muñoz [rúbrica]


Comisario del Santo Oficio.

[f. 106. Copia exacta de f. 102.]

[f. 103]
Secreto †

Los preceptos del Santo Oficio son siempre obedeci-


dos con puntualidad y prontitud y solo puede diferir su cum-
plimiento caso de imposibilidad, cual Vuestra Merced le sig-
nifica de falta notable de salud en la de 30 de junio de este
año recibida en esta ermita de Acahuato hoy dos de julio, y
acudiendo a la caridad prorrogo el término de la venida a mi
presencia hasta que Vuestra Merced se halle en disposición
de poder caminar sin riesgos, y entonces traerá consigo esta
carta para entregármela de su mano. Guarde Nuestro Señor a
V.M. Acahuato, dicho día 2 de julio 1624.

Fray Diego Muñoz [rubrica]


Comisario del Santo Oficio.

9
Tepalcatepec.

101
[f. 111] †

Fray Ambrosio Carrillo de la orden de Señor San Francisco,


morador del convento de Santiago Acahuato, distrito de
Tancítaro, provincia y obispado de Mechoacán, de la Nueva
España, en ocho dias del mes de julio, de mil y seiscientos y
veinte y cuatro años, por descargo de mi conciencia, doy no-
ticia al Santo Oficio de la Inquisición que,

Estando en conversación en el convento de Apaçingán del


dicho distrito de Tancítaro, ayer , siete de este presente mes de
julio y año sobredicho, yo y fray Antonio del Río, de la misma
orden, morador del dicho convento, y su hermano Juan del
Río y don Rodrigo López de Ribera, españoles, casados, resi-
dentes en el dicho distrito, (y no me acuerdo si se hallaron
presentes otras personas) tratando el don Rodrigo de cuan
persuadido estaba Hernán Sánchez Urdiales, beneficiado de
Quacomán (en el dicho obispado) de que un indio le ha dado
hechizo; y de los modos (al parecer supersticiosos) con que
se ha permitido curar de él por medio de indios,

Dijo haberle contado el mismo beneficiado que el indio que


le cura no permite que se barra el aposento donde le cura,
diciendo que convenía así, porque el hechizo se fuese incor-
porando y envolviendo entre la tierra y basura de él.

Y que asimismo le contó que ahora habrá cosa de un mes


poco más o menos (cuando el dicho beneficiado vino y estu-
vo en el molino de azúcar del dicho don Rodrigo) estando de
partida para él en el pueblo de Tapalcatepec (de este dicho
obispado) donde estaba curándose con un indio, trató el in-
dio de venirse con él por ahuyentar y venir apartando del ca-
mino las cosas malas que en él estaban y le podrían hacer
mal, y queriéndole persuadir a que las había, le dijo (llegados

102
a un río o arroyo) que pasase él delante y echaría de ver [f.
111v] que era verdad lo que le decía, y con esto pasó solo el
beneficiado; y que luego a punto comenzó a sentirse malo de
la cabeza y demás achaques que solía. Y pasando luego el
indio y comenzando de ir delante (haciendo algunas accio-
nes, con que decía iba apartando y ahuyentando las cosas
malas) al punto dijo el beneficiado que se había sentido bue-
no y caminado cuatro leguas aquel día sin dolor alguno, y
diciéndole10 el indio acompañado los dos y díchole que ya
estaba seguro el camino y que bien podía ir solo, se volvió de
allí, y el beneficiado prosiguió su viaje para el dicho molino
de don Rodrigo.

Item, contó el dicho don Rodrigo haberle referido su hijo don


Rodrigo, español soltero (en ocasión que acababa de llegar
de su estancia de Aguililla y pasado por el dicho pueblo de
Tapalcatepec, habrá cuatro o cinco días, donde a la sazón es-
taba el dicho beneficiado) que allí le estaba curando un indio
(actualmente ahora) y que oyó decir que el modo con que le
cura es encerrarse con él a solas en la sala o aposento donde
esta, y puestas brasas con sahumerios en todos los cuatro rin-
cones del aposento, le hace poner en pie en medio de él, des-
nudo todo el cuerpo y en cruz, y puesto así llega al uno de los
dichos fuegos, y quema unos algodones, y trayéndolos entre
las manos, se los sopla, echándole el humo de ellos, una vez
hacia los ojos, otra en los oídos, y otras en otras partes del
rostro y cuerpo, quemando los algodones en cada cual de los
dichos cuatro fuegos para el dicho efecto. Y que como [ha]
sabido todo esto en confuso y solo de oídas, no sabía declarar
con distinción.

Cerca de todo lo cual me remito a lo que dijeren los dichos


don Rodrigos, padre e hijo.
10
112v: habiéndole

103
Y acabado de relatar el dicho don Rodrigo todo lo que dicho
tengo, luego inmediatamente ayer dicho día, me encargaron
él y los dichos fray Antonio del Río y Juan del Río (que se lo
oyeron y asistieron a la plática como dicho tengo) que pues
venía yo el día siguiente a la presencia del padre fray Diego
Muñoz [f. 114] de la misma orden de señor San Francisco,
comisario del Santo Oficio, en nombre de todos tres y de cada
uno de ellos de por sí, le diese noticia de ello por fin de des-
cargar sus conciencias, a lo cual acudí puntualmente. Y pocos
días antes se la dí también en nombre de Gerónimo del Río,
hermano de los dichos Ríos, español soltero, residente en el
mismo distrito de Apacingan11 de otras cosas que él había
oído decir (y son algunas de las expresadas), tocantes al mis-
mo caso y persona (que por estar divulgada en las comarcas
de los dichos pueblos de Tancítaro y Tapalcatepec, son mu-
chos que tratan de ellas) y por descargar su conciencia, me
rogó lo avisase yo de su parte (habiéndomelas comunicado)
al dicho padre comisario, a que también acudí entonces, dán-
dole noticia de ellas, y solo verbalmente, por no saberlas el
contenido de cierta ciencia, sino solo de oídas. Y me remito a
lo que él dijere.

Advertencia

Y cuando el dicho beneficiado estuvo en el dicho molino del


don Rodrigo (habrá cosa de un mes, poco mas o menos), me
comunicó algunas cosas tocante al hechizo (las cuales declaré
entonces por escrito al dicho padre comisario del Santo Ofi-
cio) y yo le advertí de que eran supersticiosas los modos con
que se había permitido curar de las indias, y que este caso y
su absolución pertenecía al santo tribunal, de manera que sin

11
Apatzingán.

104
licencia suya expresa no le podía absolver de él ningún confe-
sor. Y aconsejándole yo que se delatase de él, lo hizo al punto
por dos cartas que delante de mi escribió y remitió de allí al
padre comisario. Y asimismo le amonesté que no volviese a
usar de tales curas, pues eran supersticiosas, y acababa en-
tonces de acusarse de ellas al Santo Oficio. Y visto ahora que
prosigue en ellas (conforme a la relación moderna que el don
Rodrigo, el mozo, trajo de Tapalcatepec de que [f. 114v] esta-
ba actualmente curándose allí por los modos malos que que-
dan declarados, en caso que esto sea cierto). Parece haber re-
incidido el dicho beneficiado en la misma culpa sin haber re-
parado en la dicha amonestación y advertencia que le hice en
el dicho molino cuando se delató, como dicho tengo, y cerca
de ella me remito al papel, firmado de mi nombre, que por
entonces entregué al dicho padre comisario, su fecha en este
pueblo de Acahuato por el mes de junio próximo pasado de
este presente año. Y en fe de ser verdad lo que en este tengo
declarado, lo firmé, en este dicho pueblo, hoy dicho día ocho
de julio de mil y seiscientos y veinte y cuatro años.
Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

[112rv, 113rv – Copia exacta de 111rv, 114rv, con la excepción


indicada.]

[f. 105]
Secreto †

El padre Hernán Sánchez Ordiales, presbítero benefi-


ciado de Quacomán, en este obispado de Mechoacán, tengo
noticia ha días que se está curando en ese pueblo de

105
Tapalcatepec. Pido a Vuestra Merced aviso del estado de su
salud, si se levanta y celebra o está todavía en cama, y si tiene
disposición de poder caminar, qué personas españolas o in-
dias le han curado o curan, por qué modo, y sus nombres, y
dónde son naturales, y a lo dicho satisfará Vuestra Merced en
esta carta con día, mes y año remitiéndome ella original sin
quedar allá traslado alguno con cubierta cerrada y sellada,
guardando secreto so pena de excomunión. Guarde Nuestro
Señor a Vuestra Merced. Acahuato, 8 de agosto 1624.

Fray Diego Muñoz [rubrica]


Comisario del Santo Oficio.

En el aviso que Vuestra Paternidad me manda por ésta


acerca de la persona del padre Hernán Sánchez Ordiales, aun-
que se levanta y no hace cama, está tan flaco que no se puede
tener, y todo el día o lo más está echado y para levantarse es
menester le ayuden, y ha muchos días no dice misa, y creo no
está para poder caminar. Las personas que me han dicho le
han curado fue una india llamada Mariche del partido de
Maquilí, y un indio llamado Ambrosio que está en Quacomán.
El modo de estas curas no lo sé con certidumbre y así no doy
aviso a Vuestra Paternidad. El beneficiado me ha dicho le sacó
la india unos huesos de una pierna y que el indio Ambrosio le
dijo estaba la otra llena de fuego; que Miguel Lázaro, indio de
Cuacomán, le tenía enhechizado, y que se saliese de la casa y
así dice lo hizo. Y que queriendo ir a Maquilí le dijo era me-
nester fuese prevenido porque Miguel Lázaro no le hiciese
más mal. Y que el dicho Ambrosio vino a verle y le dijo que
bien [f. 105v] podía ya ir a Maquilí, que le enviaba armado. Yo
le dije tenía obligación de dar aviso a Vuestra Paternidad y me
ha dicho lo ha hecho y que escribió a Vuestra Paternidad dan-
do aviso de todo con mi padre fray Ambrosio Carrillo, y que
en hallándose con fuerzas iría a besar a Vuestra Paternidad las

106
manos y hasta ahora no lo ha hecho por su mucha flaqueza.
Al indio que le cura en este pueblo llamado Francisco Loren-
zo llamé los días pasados y me dijo le curaba con unos
ungüen[to—roto]s, para ponerlos metía brasa para calentarlos
y calentarle las manos cuando le ponía los ungüentos y que le
daba unos bebedizos. Y el dicho beneficiado me dijo le curaba
de esta manera. Lo que ha parecido mal ha sido el mandar
este indio, cuando le cura, no lo vea nadie, y los días que está
en la cama no permitía que entre persona, que al parecer puede
tener ayunta con otra, sea hombre o mujer, y riñéndoselo yo
al beneficiado, me dijo no entendía había en esto cosa mala y
que si la hubiese pediría misericordia, y que el indio decía
que estas personas podían causar algún mal y mal enfermar,
y que presto se vería con Vuestra Paternidad y informaría de
todo. De esto solo pueda dar aviso a Vuestra Paternidad, cuya
persona guarde Nuestro Señor felices años. De Tapalcatepec
y de agosto 11 de 1624 años.

Bachiller Pedro del Campo

[f. 109]
Copia literal de carta escrita a Pedro del Campo, bene-
ficiado de Tapalcatepec tocante a que dé aviso del estado de la
salud de Hernán Sánchez de Ordiales y la cura que se le hizo,
y su respuesta.
[Sigue una copia exacta de f. 105 r-v. firmado por:]
Fray Diego Muñoz [rúbrica]

[f. 120] Declaración y delación de Hernán Sánchez Ordiales


beneficiado de Quacoman, obispado de Mechoacán.

107
En el pueblo de Santiago de Acahuato, distrito de
Tancítaro, provincia y obispado de Mechoacán de la Nueva
España, en veinte y un días del mes de octubre, por la tarde,
de mil y seiscientos y veinte y cuatro años, ante el padre fray
Diego Muñoz de la orden de señor San Francisco, comisario
del Santo Oficio de la Inquisición, y por su mandado, y ante
mí, fray Ambrosio Carrillo, de la misma orden, notario (que
juré el secreto), pareció (siendo llamado) [En el margen: Jura-
mento] y juró en forma debida de derecho de decir verdad,
un sacerdote clérigo conocido que dijo llamarse:
Hernán Sánchez Ordiales y ser natural de la ciudad de
Valladolid en este obispado, beneficiado del partido de
Quacoman, que ha estudiado latinidad, y de edad de cuaren-
ta años.
[En el margen: 1ª] Preguntado si sabe o presume la cau-
sa porque ha sido llamado,
Respondió que presume ser un caso de que dio noticia
en una carta misiva y delación que hizo de sí mismo, por se-
guridad de su conciencia en diez y siete de junio, de este pre-
sente año de mil y seiscientos y veinte y cuatro, y explicando
el cargo dijo que habrá como cinco años que en su beneficio
de Quacoman se comenzó a sentir muy mal de la pierna iz-
quierda, atormentándole arriba del tobillo dos extremos con-
trarios de frío y calor, enfermedad que no entendía, y padecía
de ella dolores agudos. Y como tres años después comenzó a
sentir en la pierna derecha, casi el mismo mal, teniéndolo siem-
pre por incógnito y no alcanzó toda la causa [?] y habiéndose
hecho muchas curas ninguna le ayudó.
[En el margen: El principio del caso] Y habrá año y me-
dio que se comenzó a divulgar entre los indios de su partido
que su mal era hechizo, y que sin duda estaba hechizado, y el
que primero le dio noticia fue un indio, criado suyo, llamado
Bartholomé, a quien se lo [f. 120v] [ilegible] ———————
——————————————— que no hizo caso apare-

108
ciéndole no tomen [roto] en demen [roto] y como cuatro me-
ses después le certificaron San[tia—roto]go Vicente, Juan
Gerónimo, Miguel Lázaro y otros indios de su partido, que
estaba hechizado, y le persuadían se curase por el modo que
ellos se curaban de semejante daño; y asimismo le certifica-
ron por público y notorio en todo el partido ser hechicero
conocido (y tenido por tal, y que con hechizos había muerto a
muchas personas) un indio viejo casado, natural de
Quacomán, llamado Miguel Lázaro (que al presente es go-
bernador) y otros lo afirmaban tantos, en general y en parti-
cular reparó [?] y hizo reflexión [En el margen: Creencia y cau-
sa] creyendo podía ser y que acordó de haber dado de bofeto-
nes al dicho indio en cierta ocasión, que estaba medio borra-
cho, y determinó ponerse en cura, por el modo que de seme-
jante daño acostumbraban los indios, viéndosele y [roto—
con]sumiendo y acabando la vida, y que los dolores que pa-
decía eran [?] vehementes, tanto que ni podía decir misa, ni
hacer acción de provecho, y el dicho indio Ambrosio (de quien
su criado Bartolomé dijo lo de los hechizos) se ofreció a curar-
le con yerbas, [en el margen: Determina curarse de los hechi-
zos] y determinó ponerse en cura, y porque no lo supiese el
hechicero Miguel Lázaro se [salió (?)—roto] de Quacomán al
pueblo de Vuitontla, su sujeto, y no teniéndose tampoco por
seguro de él (y por estar donde hubiese sacerdote por lo que
pudiese suceder en la cura) se fue al pueblo de Maquilí (don-
de es beneficiado Diego de Novela). Le comunicó su enfer-
medad, y lo que había sabido de los indios; y él le dijo había
una india en el pueblo de [roto—Motín] (de su distrito) [en el
margen: Primera cura de Mariche india y el modo.] llamada
Mariche; que curaba de hechiz[os] y a instancia de éste, envió
por ella; y venida se obligó a curarse por el modo que ella
sabía y acostumbraba, y declaró ser necesario hallarse pre-
sente el indio hechicero Miguel Lázaro porque el hechizo es-
taba muy arraigado; y para que la cura[ción?] hiciese [?] efec-

109
to, era necesario su licencia y beneplácito y se mande la Justi-
cia rea[l que—roto] em[víe] por el dicho indio [roto] y viendo
[roto] una [roto] [En el margen: Anochecido] como a hora de
las animas, en casa del dicho b[ene—roto]ficiado (donde esta-
ba aposentado) presen[tes] [En el margen: Don Cesteo] Cesteo
y el teniente de Maquilí Juan Bautista Mar[ín] [f. 121] y Jacinto
de Novela, español soltero (que se fue a España en la flota
pasada) y Juan López, morisco soltero, y indios y indias del
dicho pueblo, llamó la india Mariche al Miguel Lázaro y le
dijo allí públicamente (en su lengua bárbara, que el marido
que se halló presente declaraba en mexicana, de modo que
todos los presentes y el dicho Miguel Lázaro lo entendían)
“¿Por qué hechizaste al Padre? Cúrale”. Y respondió demuda-
do: “Yo no lo he hechizado”. Y la india afirmó, era cierto ha-
berle hechizado; [En el margen: Jícara de agua y ocote encen-
dido] y en prueba de ello puso en el suelo una jícara con agua
y apagó la vela que estaba encendida en el aposento, que-
dándose ella con un ocote encendido en la mano; y mirando
de la una parte a la agua de la jícara, llegando a ella el ocote,
llamó al Miguel Lázaro, y puesto de la otra (quedando la jíca-
ra en medio) [En el margen: Muestra en la jícara al indio Mi-
guel Lázaro que es hechicero y hechizó al beneficiado y a otros]
le preguntó: “¿Qué ves ay?”Y él respondió: “Yo me veo”. Y la
india le dijo: “Pues, ¿no ves que has enhechizado al padre y a
otras muchas personas, y te ves envuelto en sangre de mu-
chas que has muerto?”Y entonces demudado dijo a la india:
“Esto no lo ve sino tu y yo”. Y la india le dijo con mucha cólera
riñéndole públicamente (que lo oyeron todos los circunstan-
tes): “¿Por qué enhechizaste al padre, siendo sacerdote? Cú-
rale y quítale el hechizo donde le tiene”. Y el indio se turbó de
manera que ni acertaba a hablar ni andar. Y dijo a la india que
él no sabía curar, que le curase ella, y le pagaría, o buscaría
otra india que le curase.

110
[En el margen: Pide consentimiento al hechicero la india
para la cura.] Y entonces le dijo ella preguntándole: “¿Das tu
consentimiento para que le cure y le saque el hechizo que
tiene?”Y respondió “Que sí”. (Y el pedirle consentimiento fue
por la opinión que tienen de que los hechiceros pueden hacer
mal con los hechizos, mas no curar de ellos.) Y luego tomó la
india la pierna desnuda a éste, y en la parte que sentía el do-
lor agudo comenzó a chupar hacia afuera, y en presencia de
todos los circunstantes, [En el margen: Sacole un hueso con
los dientes] sacó, asido con los dientes, un hueso largo (como
dos dedos y de ancho como otros dos atravesados) blanco,
sin corrupción, y lo echó en la jícara de agua que tenía [?] en
el aposento, y dijo al indio (mostrándole el hueso): “Mira lo
que has puesto al Padre; sácale los demás que tiene”. Y éste le
llamó, para que se [f. 121v] los sacase y llegó a la cama (casi
por fuerza, temblando y turbado) y visto que no se daba maña,
ni hacía nada, lo echó de sí, con enojo. Y el indio sacó dinero
de su bolsa (que le parece serían dos o tres pesos) y los daba
a la india, porque hiciese la cura; [En el margen: Vuelve a pedir
la india consentimiento al hechicero para proseguir la cura] y
ella le pidió su beneplácito y voluntad, sin género de fraude,
para proseguirla y acabarla (dando a entender que en aquello
consistía poder hacerla, y no de otra manera) [En el margen:
Sácale otros dos huesos de la pierna.] y volviendo a chupar
hacia fuera la misma pierna otras dos veces en el mismo lu-
gar, sacó con los dientes otros dos huesos pequeñuelos, como
de una pulgada de largo, y angostos, que parecían de costillas
de persona, parejos, muy limados y sin corrupción, y los tomó
con la mano y echó en la dicha jícara públicamente, que los
vieron este, el hechicero y los demás circunstantes.
Y visto el caso, por orden de la justicia real fue preso el
indio. [En el margen: Siente mejoría.] Y este (sacados los hue-
sos) comenzó a sentir al punto mejoría y alivio (teniendo an-
tes la pierna tan impedida y pesada que no la podía mover ni

111
estribar en ella, y los dolores eran intolerables) y descansó y
durmió aquella noche; y otro día fue por su pie a las casas
reales (donde estuvo doña Beatriz de Valencia, mujer del al-
calde mayor don Alonso Muñoz y otras personas de su casa)
y allí dio patadas con la pierna que le estuvo tan impedida, y
se vio el efecto de la cura y salud que había cobrado, dando
por ello gracias a Dios, y estuvo más de treinta días sin sentir
pesadumbre en ella; y comía y dormía y iba engordando con
declarada sanidad.
[En el margen: Querellose del indio ante la justicia.] Y se
querelló criminalmente del dicho indio Miguel Lázaro ante la
justicia de haberle hechizado; y por haber procedido
remisamente sin castigarle (aunque también se querellaron
de él otros indios de hechizos y muertes) [En el margen: Cas-
tigó el beneficiado al indio.] le castigó éste, mandándole azo-
tar (presente éste al castigo) en la picota, públicamente, en
Vuitontla, y le dieron cincuenta azotes recios, y azotado cono-
ció su culpa y confesó públicamente en su presencia (y del
alcalde que era entonces, Pedro Siseca [?] y de Agustín Flores,
regidor, y de Francisco Vicente, con los demás indios del pue-
blo) [En el margen: Confiesa lo hechizó y otros delitos] como
le había hechizado, y muerto de celos a cuatro mujeres suyas,
y cinco indios (que sospechó andaban con ellas) y que a su
hijo, Juan Flores, casado, natural de [f. 122] Quacomán, había
enseñado a ser hechicero; y que él estaba amancebado con su
misma hija Ana, casada, lo cual es público y notorio en todo
el partido.
[En el margen: Remítelo a la justicia real para que lo cas-
tigue y no lo castigó] De todo lo cual dio noticia al dicho al-
calde mayor don Alonso Muñoz para que le castigase confor-
me sus delitos; y se le remitió preso, por no tener notario ante
quien hacer la causa como juez eclesiástico, y pareciéndole
mejor medio él de la justicia real. Y tampoco acudió el dicho
alcalde mayor, esta segunda vez, por particulares respetos,

112
favoreciendo al delincuente, y echando en la cárcel a los que
se lo llevaron preso.
[En el margen: Procede el beneficiado en contra del in-
dio y probados los delitos remitió la causa al provisor.] Y visto
que el alcalde mayor no acudía al castigo, procedió éste judi-
cialmente contra el dicho indio, y probados los hechizos y
muertes, con cuatro o cinco testigos, remitió la causa al
provisor, y dio mandamiento de prisión; y no se efectuó por
estorbarlo el alcalde mayor, con color de que él conocía de
ello, y le dio mandamientos de amparo para no ser preso.Y en
la dicha información ecetó [exceptuó] éste el haberle hechiza-
do por no mostrarse juez y parte.
[En el margen: Prosigue la india la cura con yerbas y
raíces, y mezcla de palabras.] Y la dicha india Marichi, des-
pués que sacó los tres huesos, prosiguió en la cura con yerbas
y raíces, bebidas unas y otras estregadas por todo el cuerpo
para purificarlo de los hechizos, y decía juntamente algunas
palabras que no percibió; ni ella se recelaba de que las oyesen
las personas que se hallaban presentes a curarlo.
Y quince días después de azotado el indio, se volvió a
sentir muy impedido de la dicha pierna, y con los mismos
dolores que antes, acrecentadas dos hinchazones, como una
nuez de Castilla, muy penosas; y los indios de Quacomán y
otros del partido, viéndole tan enfermo, [En el margen: Cree el
beneficiado que le volvió a hechizar el indio por haberle cas-
tigado] le certificaron le había vuelto a hechizar el dicho Mi-
guel Lázaro, por haberle azotado, y por lo visto lo creyó y se
persuadió a ello, y por particularizarle que el mismo lo había
dicho, [En el margen: Segunda cura de indios sin mezcla de
palabras] y le curaron en casa de don Pero Afán de Ribera, en
este distrito de Tancítaro, Ambrosio y otro indio llamado Es-
teban, con yerbas y sudores, sin mezcla de palabras, con que
rebajaron y se secaron las hinchazones, y no mejoró en la sa-
lud, y siempre fue empeorando. Y el indio Miguel Lázaro de-

113
cía (según [f. 122v] le informaron los indios de su partido)
que no había de sanar por más que le curasen. Y últimamente
con deseo de sanar (arrestándose de todo lo que sucediese)
se puso en cura habrá cuatro meses y medio (hasta pocos días
ha que se vino a la presencia del padre comisario) [En el mar-
gen: Tercera cura hizo Francisco Lorenzo indio con bebedizos
de raíces y yerbas dejándose a su voluntad.] y le curó en el
pueblo de Tapalcatepec un indio natural de él, llamado Lo-
renzo Francisco, casado (con noticia que le dieron de que ha-
bía curado y sanado muchos españoles e indios), y dejándole
en el modo de curar a su voluntad y albedrío que hiciese lo
que quisiese, con deseo de sanar, [En el margen: Modo de la
cura.] hizo el dicho indio la cura con bebedizos de raíces y
yerbas y con otras diferentes molidas le untaba y estregaba el
cuerpo estando éste a la cura, en la cama, y en cueros, y de-
jándole hacer (como dicho tiene) lo que quisiese; el cual usa-
ba de sahumerios de copal, donde calentaba las manos y con
el vaho le exhalaba, y calentaba el cuerpo; y a veces tomaba
un chile y desmenuzando parte de él con los dientes, se lo
esparcía por el cuerpo con la boca; y siempre cerraba la puer-
ta del aposento (quedándose los dos solos cuando hacía la
cura) y era porque le trataba todo el cuerpo, y las veces que le
curó de la manera dicha serían diez o doce; [En el margen:
Mezcla de palabras.] y en todas (cuando le aplicaba alguna
yerba bebida o estregada y esparcía chile; que lo del chile fue-
ron pocas veces) mezclaba palabras en lenguaje que no en-
tendía, ni percibía más de que algunas veces le oía decir el
nombre de Jesús y de Joseph y hacía cruces. [En el margen:
Satisfazose eran embustes.] Y como no le aprovechó la cura,
quedó satisfecho de todo punto que eran embustes de indios y
su modo de curar el expresado especial en los de aquella nación
de Tapalcatepec, y cordillera de Quacomán y Maquilí, que son
bárbaros, y de común opinión hechiceros. Y le dejó proseguir a
ventura de que quizá acertaría de curarle, con deseo de sanar.

114
[En el margen: Delata de si mismo y pide misericordia.]
Y que en lo que ha declarado (que es meramente la verdad), si
hay culpa de su parte, delata de sí mismo y pide misericordia
al Santo Oficio, y que de todo punto ha dado de mano a las
dichas curas de embustes para no volver más a ellas con pro-
pósito de admitir solamente las que fueren [f. 123] seguras y
sin sospecha. Y también se acusa de haber proseguido la cura
por el modo dicho después de haberse delatado por escrito a
diez y siete de junio de este presente año de mil y seiscientos
y veinte y cuatro ante el padre comisario, [En el margen: No
presumió en las curas pacto con el demonio,] y aunque en-
tendió que eran embustes de indios (los que usaron en las
curas) jamás presumió ni sospechó hubiese pacto tácito ni
expreso con el demonio; y si viera alguna señal de ello, se
dejara luego de curar, aunque por no curarse, se muriera con
sentimiento de católico christiano y sacerdote.
[En el margen: 2ª] Preguntado si ha oído el edicto gene-
ral de la fe, y los edictos impresos que tratan del peyote, y de
las absoluciones de casos reservadas al Santo Oficio.
[En el margen: Ha oído el edicto general de la fe] Res-
pondió que en la catedral de Valladolid (siendo comisario del
Santo Oficio el maestrescuela Don Diego de Orduña habrá
como trece o catorce años) oyó dos o tres veces leer el edicto
general de la fe en los tiempos que se acostumbra, y no ha
oído ni visto los modernos que prohiben el peyote; ni ha teni-
do mas noticia de haber oído decir una vez en Maquilí, en
plática común, habrá más de cuatro años, mandaban no se
tomase el peyote, para esos embustes que dicen. Y no ha oído
ni sabido lo más que contenían los dichos edictos impresos.
[En el margen: 3ª] Preguntado a qué confesores ha con-
fesado los casos que ha declarado; si le han absuelto de ellos,
y lo que le dijeron tocante a dar o no noticia al Santo Oficio.
[En el margen: No ha confesado lo declarado.] Respon-
dió que no los ha confesado con confesor alguno porque ja-

115
más ha hecho escrúpulo de ellos por parecerle embustes de
indios, y que en ello no había ofensa de Nuestro Señor, y que
si entendiera haberla o obligación de ocurrir al Santo Oficio,
lo hubiera hecho desde el principio que comenzó a curarse.
[En el margen: Ratifícase.] Leyósele lo que ha declarado
desde el principio hasta el fin. Dijo estar bien escrito y ser la
verdad so cargo del juramento, en que se afirmó y ratificó, y
que no tiene que quitar, añadir ni enmendar, y lo firmó, y el
comisario
[En el margen: Secreto.] Encargósele el secreto so pena
de excomunión mayor, y prometiolo.

Fray Diego Muñoz [rúbrica] Hernán Sánchez


Ordiales [rúbrica]

Ante mí
Fray Ambrosio Carrillo [Rúbrica]

[f. 116. En letra de fray Diego Muñoz]


Tocante a Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado de
Quacomán.

Relación Substancial

Lo que en sustancia contiene su declaración y delación


recibida judicialmente en 21 de octubre de 1624, es lo siguiente:
Que sintiéndose mal de una pierna con dolores agudos
le dijeron los indios de su beneficio de Quacomán era hechi-
zo. Creyolo por haberlo certificado era hechicero conocido
por tal en todo el distrito Miguel Lázaro indio y advirtió pudo
emanar hechizarle de haberle dado un bofetón. Apretado de
la enfermedad y a persuasión de los indios, determinó curar-

116
se de los hechizos en el modo que ellos acostumbran. Había
de hacer la cura en el pueblo de Vitontla de su distrito Ambrosio
indio, y mudó [al] parecer porque no lo supiese el hechicero,
fuese a Maquilí donde la hizo Mariche india, por noticia que
le dio el beneficiado Diego de Novela, que sabía curar de he-
chizos. Poniendo ya anochecido, apagada la vela del aposen-
to, en presencia de las personas que señala, y una jícara con
agua en el suelo del aposento, alumbrándola con un ocote y
llegando a ella al hechicero, que se halló presente, y pedídole
beneplácito para hacer la cura, le sacó de la pierna enferma,
chupando donde le dolía, tres huesos, que echó en la jícara de
agua, con que se sintió luego bueno, y el día siguiente se le-
vantó y pudo andar. Y la india prosiguió la cura para acabarle
de quitar los hechizos algunos días, con mezcla de palabras
que él no entendió y le aplicó yerbas y raíces, con que sintió
mejoría
Querellose del indio criminalmente ante la justicia de
Maquilí y visto no le castigaba, le castigó él públicamente en
la picota en pueblo de Vitontla, mandándole dar 50 azotes
recios, y confesó haberle hechizado, y muerto a muchos in-
dios con hechizos. Remitiole preso a la justicia, para que lo
castigase, y por haber tenido remisión procedió él en la causa,
y probada la remitió al provisor, dio mandamiento de prisión.
Impidió la justicia real la ejecución, diciendo haber conocido
de la causa antes que la eclesiástica.
Que por haberle azotado le volvió a hechizar y se lo
certificaron los indios, y se determinó [f. 116v] apretado de la
enfermedad y de lo que padeció a curarse en Tapalcatepec,
con un indio llamado Francisco Lorenzo. Duró la cura días, y
a puerta cerrada desnudo en cueros, acostado en la cama, se
la dejó hacer, a su voluntad, con deseo de sanar, expresa el
modo, con mezcla de palabras, que no entendió, y algunas
veces le oyó decir Jesús, Joseph, y le vio hacer cruces.

117
La evasión que da es haberlo tenido (visto no le apro-
vechaba) por embustes de indios, y dice que los de aquella
cordillera son bárbaros y de comunión12 opinión hechiceros y
que nunca entendió hubiese en las curas pacto con el demo-
nio, que si la entendiera no se curara.
Delátase condicionalmente, si hay culpa en lo declara-
do, y pide misericordia. y de la reincidencia de la segunda
cura de Tapalcatepec después de delación que me remitió, la
cual reconoció, finalmente confiesa el consentimiento de las
curas y expresa el modo, que no es saneado.
Dice ha oído diversas veces el edicto de la fe en Valla-
dolid, y no los modernos del peyotl y casos reservados al San-
to Oficio, y que no se ha confesado de lo declarado por no
haber formado escrúpulo de ello.
Dice también que antes de la cura de Tapalcatepec le
curaron dos indios con raíces y sudores sin mezcla de pala-
bras.
[Sin firma]

[f. 117r-v. Copia de f. 116r-v con la excepción indicada, también en


letra de Diego Muñoz.]

[F. 118]
Reconocimiento

En el Pueblo de Santiago Acahuato, distrito de Tancítaro,


Provincia y obispado de Mechoacán de la Nueva España, en
veinte y un días del mes de octubre de mil y seiscientos y

12
En la otra copia en f. 117v se corrige a “común”.

118
veinte y cuatro años, ante fray Diego Muñoz, comisario del
Santo Oficio de la Inquisición, y por su mandado, y ante mí
fray Ambrosio Carrillo, notario, pareció (siendo llamado) y
juró en forma debida de derecho de decir verdad Hernán
Sánchez Ordiales, presbítero beneficiado de Quacomán, en
este obispado. Y le fue preguntado si se acuerda haber escrito
carta u otro papel o ambas cosas juntas al padre comisario, en
qué materia, de qué lugar, y cuándo, y el intento y fin que en
ello tuvo.
Respondió que desde la Hacienda de Aparéquaro, de
don Rodrigo López de Ribera, en este distrito de Tancítaro,
escribió en dos pliegos de papel distintos una carta y una di-
lación de sí mismo, en diez y siete de junio de este [f. 118v]
presente año de mil y seiscientos y veinte y cuatro y lo remitió
al padre comisario con cubierta cerrada y sellada, y la materia
y motivo fue descargar su conciencia y pedir misericordia al
Santo Oficio, y está pronto a reconocerlas.
Y luego le fueron mostradas y puestas en sus manos la
carta recio escrita y delación distinta, y habiendo las vista y
leídassele de verbo ad verbum, y oídolas a su satisfacción,
Dijo que son suyas, y que escribió la carta de su mano y
por estar a la sazón descaecido se ayudó en la delación de un
español diezmero que no sabe su nombre, y él se la dijo y
firmó de su nombre al pie de ella, y ambas y las firmas reco-
noce por suyas en la forma espre[sa] y certifica haber proce-
dido lo en ellas contenido de su voluntad y dictamen, so car-
go del juramento, y lo firmo. Fray Diego Muñoz. Hernán
Sánchez Ordiales. Ante mí, y doy fe de ello, Fray Ambrosio
Carrillo.

Concuerda literalmente con el original.


Fray Diego Muñoz [rúbrica]
Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

119
[f. 127]
Secreto

En ese distrito de Maquilí asiste Juan Bautista Marín


español (que dicen ejerce en el oficio de teniente) y para la
buena expedición de negocio del Santo Oficio de la Inquisi-
ción, es necesario parezca ante mí en este pueblo de Santiago
de Acahuato de mi asistencia. Recibida ésta le llamará Vuestra
Merced, y en secreto sin testigos se la leerá. Por la cual le
mando, en nombre del Santo Oficio y pena que será castiga-
do si tuviere rebeldía, se venga a mi presencia, advertido guarde
secreto so pena de excomunión, sin decir a persona alguna
que le llamo, sino que viene a negocio, que Vuestra Merced él
envía, o que a él le importa, que con brevedad será despacha-
do y se volverá; y le entregará Vuestra Merced, esta carta con
cubierta cerrada y sellada para que me la dé en mi mano, sin
quedar allá traslado alguno, asentado al pie el recibo con día,
mes y año, y su obediencia y cumplimiento, guardando el secre-
to acostumbrado en causas del Santo Oficio. Guarde Nuestro
Señor a Vuestra Merced. Acahuato 25 de noviembre 1624.

Fray Diego Muñoz [rúbrica]


Comisario del Santo Oficio

En el pueblo de Maquilí en diez días del mes de di-


ciembre de mil y seiscientos y veinte y cuatro años yo el capi-
tán don Xpoual [Cristóbal] Téllez de Almazán, alcalde mayor y
capitán a guerra de los Motines y su jurisdicción por su Ma-
jestad, en cumplimiento de esta carta llamé a Juan Bautista
Marín, español, en ella contenido y habiéndosela leído con
todo secreto se la entregué para su obediencia y cumplimien-
to, de cuyo recibo se dio por entregado y lo firmó.

Juan Baptista Marín [rúbrica]

120
[f. 141]
Juan Bautista Marín, tocante a Hernán Sánchez Ordiales, be-
neficiado de Quacoman.

En el pueblo de Santiago Acahuato, distrito de Tancítaro,


provincia y obispado de Mechoacán de la Nueva España en
diez y siete días del mes de diciembre de mil y seiscientos y
veinte y cuatro años, ante fray Diego Muñoz de la orden de
señor San Francisco, comisario del Santo Oficio de la Inquisi-
ción, y por su mandado, y ante mí fray Ambrosio Carrillo,
predicador de la misma orden, notario (que juré el secreto)
pareció (siendo llamado) [En el margen: Juramento] y juró en
forma debida de derecho de decir verdad un hombre español
que dijo llamarse:
Juan Bautista Marín, y ser natural de México, soltero, y
que ha ejercido oficio de teniente en los Motines en este obis-
pado de Mechoacán, [En el margen: Edad] y de edad de treinta
y cinco años.
Preguntado si sabe o presume la causa por que la sido
llamado,
Dijo que recorriendo su memoria, cuando venía cami-
nando le ocurrió debía ser llamado en razón de cierta cura a
que se halló presente, hecha a Hernán Sánchez Ordiales, be-
neficiado de Quacomán.
Mandósele exprese el caso, con toda verdad y puntua-
lidad y prometídolo,
Dijo que no se acuerda puntualmente el tiempo, mas
que fue entre Pascuas de Resurrección y Espíritu Santo del
año próximo pasado de mil y seiscientos y veinte y tres, sien-
do éste teniente de alcalde mayor del distrito de [f. 141v]
Maquilí, fue a aquel pueblo Hernán Sánchez Ordiales, pres-
bítero beneficiado de Quacomán (en el dicho distrito) [en el
margen: Caso] y le dijo quería curarse, que estaba hechizado,
y que Mariche, india natural del pueblo de Motín, sabía curar

121
de hechizos, y le rogó enviase por ella. Y venida con su mari-
do (que habla mexicano, y no le sabe el nombre) acudió tres
o cuatro días a la casa, donde estaba enfermo el dicho Ordiales
(que es la de los beneficiados) el cual llamó a éste y le comen-
tó haberle dicho, le había hechizado Miguel Lázaro, indio,
actual gobernador de Quacomán (que entonces era alcalde),
por el cual envió éste asimismo, que dijo la india era necesa-
rio hallárase presente a la cura. Y venido, una noche como
entre ocho y nueve, estando en el aposento del beneficiado,
rogó a éste asistiese a ella, [en el margen: Conteste] y también
asistieron el marido de la india, un español llamado Jacinto
de Novela (que es ido a España), un morisco llamado Juan
López, que está en Valladolid en casa del maestrescuela, y dos
indios criados del beneficiado, que no sabe sus nombres, y el
dicho Miguel Lázaro. Comenzó la india la cura por el modo
siguiente, permitiéndola y consintiéndola el dicho beneficiado.
Tomó una jícara de agua y la [En el margen: Jícara de
agua y ocote] asentó en el suelo del aposento cerca de la cama
del beneficiado, y pidió un ocote (que es raja de tea) encendi-
do y dádoselo, hizo desviar y ocultar la vela encendida que
había en el aposento tras la cama; y tomó en la mano izquier-
da el ocote, desviado de la jícara, y [En el margen: Mezcla de
palabras] estuvo hablando un rato en lenguaje que no se en-
tendía, y debía ser el suyo natural, y sudando (como afligida y
angustiada) llamó [En el margen: Modo de descubrir el hechi-
cero] a un indio de los presentes (que le parece fue [f. 142] de
los criados del beneficiado) y le hizo llegar y inclinar el rostro
sobre la jícara, y preguntó si se veía en ella. Y respondió que
no. Y éste advirtió que no se podía ver en la jícara por estar
desviada la luz del ocote, que si estuviera cerca, se viera. Y
hizo llegar a ella al Miguel Lázaro; y pasado el ocote a la mano
derecha, y acercándolo a la jícara (en mucha menos distancia
que la primera vez) le preguntó si se veía, y respondió que sí.
Y ella le dijo en su lengua bárbara (que interpretaba el marido
en mexicano) afirmativamente que [En el margen: Afirma ha-

122
ber Miguel Lázaro hechizado al beneficiado] había hechizado
al beneficiado; y el indio lo negó diversas veces, certificando
no haber hecho tal; y volviéndolo ella a afirmar le pidió bene-
plácito y con sentimiento para curarle y sacarle los hechizos;
y el indio dijo que si estaba hechizado, él lo ignoraba, y si era
menester para curarle, daba su consentimiento. Y la india,
apagado el ocote y dejando la jícara en el lugar que le puso
(habiendo sobre el pie de la cama vela encendida que alum-
braba el aposento, y hablando primero en lengua que no se
entendía, [En el margen: Mezcla de palabras] y parecía corres-
ponder al primero, cuando asentó la jícara) [En el margen: Modo
de la cura] y torciéndose las manos, se llegó a la cama del
beneficiado, y le descubrió la pierna derecha que tenía enfer-
ma y con dolor agudo en la espinilla, de que se quejaba, y el
cabello suelto y tendido echado sobre la frente y las manos
dentro del hueipil, se bajó y puso sobre ella, y quedó cubierta
con él la espinilla y chupó aquella parte diversas veces, de
manera que se percibía; y levantada la cabeza, sacó [En el
margen: Hueso] de la boca un hueso del tamaño de un dedo,
y lo echó en la jícara, dando a entenderse lo había sacado de
la espinilla. Y volvió a [En el margen: Vuelve a afirmar que el
Miguel Lázaro hechizó al beneficiado] afirmar la india que el
Miguel Lázaro [f. 142v] le había hechizado; y le dijo,“Ven acá.
Acábale de sacar el hechizo al Padre, que aun no está todo
fuera, y chupa la pierna”; y el indio llegó, sin recelo, y donde
le señaló (que fue la espinilla) chupó diversas veces, y no sacó
cosa alguna, diciendo que ni había hueso ni cosa que sacar. Y
la india le volvió a pedir beneplácito y consentimiento para
acabarle de curar; y él se puso de rodillas, y puestas las manos
y con lágrimas la rogó le curase por amor de Dios y de su
Santísima Madre; que él se lo pagaría. Y esto dijo (a lo que
éste presume) por mostrar que no tenía culpa en lo que le
imputaba. [En el margen: Prosigue la cura] Y la india se bajó
segunda vez sobre la pierna enferma (por el modo que la
primera sin discrepar, cubierta la espinilla con el cabello, de

123
manera que no se divisaba ni veía lo que decía que sacaba de
ella) volvió a chupar diversas veces, [En el margen: Otro hue-
so] y levantada la cabeza, sacó de la boca otro hueso, algo
mas pequeño que el primero, y también lo echó en la jícara de
agua, afirmando siempre ser hechizo que había sacado, y que
el Miguel Lázaro había hechizado al padre. Y éste miró con
advertencia los huesos que sacó la india, y estaban secos, y si
los sacara de la pierna entonces, tuvieran señal de sangre, o
humor, o le hubiera en la pierna. Y jamás se persuadió a que se
los había sacado, teniendo por cierto era embuste y embeleco.
[En el margen: Da el beneficiado crédito en la india y
pide se castigue el Miguel Lázaro] Y el beneficiado, creyendo
lo dicho por la india, pidió a éste que, como justicia, castigase
al Miguel Lázaro, y aunque por condescender lo prendió, no
lo castigó, constándole por lo visto, no ser causa bastante, y
persuadido que la india solo pretendía engañarle por llevarle
su dinero, ni se levantó de la cama con la cura, ni vio que
tuviese mejoría.
[f. 143] [En el margen: Querellose criminalmente el be-
neficiado del indio y recibiose información] Y de ay a quince o
veinte días volvió al pueblo de Maquilí el alcalde mayor don
Alonso Muñoz (que había estado ausente) ante el cual se
querelló el beneficiado criminalmente del dicho Miguel Lázaro
y se recibió información en que testificó éste (lo que tiene
declarado), y los demás que se hallaron presentes presentó el
beneficiado, y también se examinó la india. Y el alcalde mayor
dijo entonces a éste que no había querido declarar en el exa-
men las palabras que mezcló en la cura, ni con quien hablaba,
y que apretada dijo que con el aire. Y el proceso (a que se
remite) está en el archivo de Maquilí.
[En el margen: Entérase en que era embuste lo que hizo
la india] Y el día siguiente de la cura, por enterarse más éste
en que era embuste de la india, le mostró una pierna que
tiene llagada y fistulada de ocasión de una caída; y ella le dijo
y afirmó que era hechizo, y que estaba hechizado, con que se

124
acabó de confirmar en su opinión y en el disparate. Y la india
dio a éste y al beneficiado juntamente un bebedizo de coci-
miento de yerbas, y antes de beberlo, tomó un chile seco en la
boca, y mordiéndolo, lo esparció en los vasos del brebaje, y
éste la bebió, y trocó con él cólera y flema, sin sentir cosa de
pesadumbre, y cuando se lo dio, no mezcló palabras, como
en la cura del beneficiado. Y lo del chile tuvo también por
embuste. Y el beneficiado también bebió su vaso.
Y a sólo el dicho beneficiado ha oído que el Miguel
Lázaro es hechicero. Y ha muchos años que le conoce, y no se
tiene de él tal opinión. Y entiende que es aprehensión del be-
neficiado, dando con facilidad crédito a chismes de indios; y
que su enfermedad es meramente de bubas, y se ve en los
sobrehuesos, y hinchazones que le salen, y en haberle [f. 143v]
sacado las quijadas bajas dañadas. Y el Miguel Lázaro alegó
(cuando le culpaba la india) haber sido necesario abrirle para
sacárselas, que cómo había sacado los huesos chupando la
parte enferma.
Si sabe alguna persona haya hecho o dicho alguna cosa
que sea o parezca ser contra la santa fe católica, ley evangélica
que predica y enseña la Santa Iglesia de Roma,
Respondió que no.
Leyósele su dicho. Dijo estar bien escrito, y ser la ver-
dad, so cargo del juramento en que se afirmó, y lo firmó.
Advirtiósele se ha de ratificar en lo que ha declarado,
que recorra su memoria, por si tuviera que quitar, añadir o
enmendar.
[En el margen: Secreto] Encargósele el secreto so pena
de excomunión mayor, y prometió guardarlo.

Fray Diego Muñoz [rúbrica] Juan Baptista Marín [rúbrica]


Ante mi
Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

125
[f. 146] Secreto

Juan Bautista Marín cumplió lo que se le intimó. Vuelve


despachado, y en nombre del Santo Oficio doy a Vuestra Mer-
ced las gracias de la puntualidad con que se acudió al cum-
plimiento de su precepto y espero la restante.
En el archivo de ese juzgado de Maquilí está un proce-
so que el año próximo pasado de 1623 fulminó don Alonso
Muñoz, antecesor de vuestra merced contra Miguel Lázaro,
indio, gobernador actual de Quacomán, por querella criminal
que el padre beneficiado Hernán Sánchez Ordiales dio de que
era hechicero y le había hechizado, y para entender la sustan-
cia y calidad de él me le despachara vuestra merced original
con cubierta cerrada y sellada, que es importante a negocio
del Santo Oficio, y visto lo volveré a remitir, y así lo aseguro, y
con él veina [sic] esta carta original, asentado al pie el recibo
con día, mes y año y su cumplimiento, guardando el secreto
acostumbrado en causas del tribunal. Guarde Nuestro Señor
a vuestra merced. Acahuato 18 de diciembre 1624.

Fray Diego Muñoz [rúbrica]


Comisario del Santo Oficio

[f. 126]
Secreto

A Francisco Lorenzo, indio natural de ese pueblo de


Tapalcatepec, he menester para negocio tocante al Santo Ofi-
cio, y ordené al padre beneficiado Pedro del Campo me le
remitiese, sin darle a entender le llamaba, porque no se rece-
lase, que los indios son tímidos y de poco discurso, y que-
riéndolo efectuar, se le escondió. Es necesario que Vuestra

126
Merced le haga buscar, y con color que ha de curar un enfer-
mo (que dicen es médico) se me remita con dos indios de
confianza, sin varas por que no tenga apariencia de prisión,
que no lo es, sino solo llamamiento, y se volverá con breve-
dad, y los que le trajeren traerán también esta carta original
con cubierta, cerrada y sellada, y asentada al pie de ella el
recibo y su cumplimiento, sin quedar allá traslado alguno,
guardando el secreto acostumbrado en causas del Santo Ofi-
cio. Guarde Nuestro Señor a Vuestra Merced. Acahuato 18 de
diciembre 1624.

Fray Diego Muñoz [rúbrica]


Comisario del Santo Oficio

[f. 145. Copia de f. 126.]

[f. 126]
Anoche, jueves, a las ocho de la noche diez y ocho de
diciembre de mil y seiscientos y diez y ocho [sic] años recibí
esta carta de Vuestra Paternidad en cuyo cumplimiento luego
el 19 del mismo mes y año hice apretada diligencia en que
pareciera Francisco Lorenzo indio, al cual remito a Vuestra
Paternidad con dos indios de este pueblo de Tapalcatepeque,
y vuelvo esta carta como Vuestra Paternidad lo manda, guar-
dando en todo su secreto en ————— guardarlo.
Tapalcatepeque, 19 de diciembre 1624 años.

Don Fancisco Lucero


y Solís [rúbrica]

127
[f. 140]
Testigo 1º13 Ratificose literalmente

Ratificación ad perpetuam rei memoriam del dicho Juan


Bautista Marín

En el dicho pueblo de Santiago Acahuato diez y nueve


días del mes de diciembre de mil y seiscientos y veinte y cua-
tro años ante el dicho comisario fray Diego Muñoz, y por su
mandado, y ante mi el dicho fray Ambrosio Carrillo, notario,
pareció (siendo llamado) el dicho Juan Bautista Marín exami-
nado en diez y siete de este mes de diciembre y asi[ste]ntes
por honestas personas Fray Gaspar Garcés, guardián de la
doctrina de Apacingan14 y fray Antonio del Río, presbítero, de
la orden de señor San Francisco [En el margen; Juramento15 ]
(que juraron el secreto). Fue de él recibido juramento en for-
ma debida de derecho y prometido decir verdad.
Dijo que en conformidad de lo que se le advirtió en su
examen, ha recorrido su memoria, y está dispuesto a ratificar-
se en lo que ha declarado. Mandósele lo refiera en sustancia,
y lo refirió verbalmente, expresando lo contenido en su dicho.
Y luego le fue declarado que el señor fiscal del Santo
Oficio de la Inquisición de esta Nueva España le presenta por
testigo en cierta causa que pretende tratar, y se ha de ratificar
ad perpetuam rei memoriam en lo que en su dicho ha declara-
do, que esté atento y advertido para que se le lea y lo oiga y
perciba, y vea si está bien escrito y es la verdad, y se ratifique
en ella con entera libertad de quitar, añadir o enmendar lo
que le pareciere y viere que conviene porque lo que ahora

13
Está duplicado en ff. 144 r-v
14
“guardián de la doctrina de Apacingan” falta en f. 144.
15
Falta en f. 144.

128
dijere y aquello en que se ratificare16 ha de parar entero per-
juicio.
Y siéndole leído desde el principio hasta el fin, el dicho
y testificación que dijo en este pueblo de Santiago Acahuato
ante el dicho comisario fray Diego Muñoz, y ante mí el dicho
fray Ambrosio Carrillo, notario, en diez y siete días de este
mes de diciembre, y habiendo dicho lo ha oído y entendido a
su satisfacción.
Dijo que está bien escrito y es la verdad de lo [f. 140v]
que sabe como él la declaró, en que se afirmaba y afirm[ó],
[En el margen: Ratificose17 ] ratificaba y ratificó ad perpetuam
rei memoriam, y si es necesario lo dice ahora de nuevo, como
testigo contra el dicho Hernán Sánchez Ordiales, so cargo del
juramento y descargo de su conciencia, y no por odio, ene-
mistad ni más fin18 que decir verdad; y que no tiene que qui-
tar, añadir ni enmendar.
Leyósele esta ratificación, aprobola, y se le volvió a en-
cargar el secreto so la pena expresada, prometiolo y la firma-
ron comisario, testigo y honestas personas.

Fray Diego Muñoz [rúbrica] Juan Baptista Marín [rúbrica]

Fr. Antonio del Río [rúbrica] Fr. Gaspar Garcés [rúbrica]

Ante mi
Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

[f. 144r-v. Copia de 140r-v con las variantes indicadas allá.]

16
“y aquello en que se ratifficare” falta en f. 144.
17
Falta en f. 144v.
18
“ni otro fin mas” en f. 144v.

129
[f. 139]
Testigo 1º

Juan Bautista Marín, español, examinado en 17 y ratificado


en 19 de diciembre 1624, contra Hernán Sánchez Ordiales,
beneficiado de Quacoman.

Testificó que el año próximo pasado de 1623 entre las


dos pascuas de Resurrección y Espíritu Santo, siendo tenien-
te de alcalde mayor en Maquilí, fue a curarse a este pueblo
Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado de Quacomán, diciendo
que su mal eran hechizos, y a su instancia envió por una india
curandera llamada Mariche y por Miguel Lázaro indio, alcal-
de a la sazón del pueblo de Quacomán, que se había de hallar
a la cura, a la cual se hallaron éste y otros que nombra (exami-
nados por la justicia) a ruego del beneficiado, y en presencia
de todos la hizo la india, anochecido, con una jícara de agua,
asentada en el suelo, y un ocote encendido en la mano, mez-
clando palabras que no se entendían, y sudando como an-
gustiada y afligida, y hizo se mirase en la jícara un indio cria-
do del beneficiado, y después el Miguel Lázaro, que dijo se
veía en ella, y la india afirmó diversas veces que era él el que
le hechizó, y le pidió su beneplácito para hacer la cura, y chu-
pándole la espinilla de la pierna derecha, donde decía el be-
neficiado tenía dolor agudo, dio a entender haber sacado de
ella un hueso del tamaño de un dedo de la mano, que mostró
y echó en la jícara, y prosiguió segunda vez la cura del mismo
modo, volviendo a pedir el beneplácito y consentimiento a
Miguel Lázaro y sacó otro hueso menor que el primero, y
también lo echó en la jícara, diciendo lo había sacado de la
espinilla, y ambos vio éste que estaban secos y sin humor, y el
beneficiado creyó el dicho de la india que le había hechizado
el Miguel Lázaro, del cual se querelló criminalmente ante el

130
alcalde mayor don Alonso Muñoz, pidiendo fuese castigado,
y recibió información de los testigos que dio, a la cual se re-
mite. Y éste entendió siempre era embuste de la india, en que
se confirmó mostrándole una llaga antigua en una pierna cau-
sada de una caída, y le certificó era hechizo, y le dio después
de la cura dicha, y al beneficiado juntamente, un bebedizo de
cocimiento de yerbas, y antes de beberlo mordió un chile seco
y lo esparció desmenuzado sobre el brebaje y trozó con él
cólera y flema, sin sentir pesadumbre.
Que no se tiene de Miguel Lázaro opinión de hechice-
ro, y entiende esa prehensión del beneficiado que da crédito
a chismes de indios, y que su mal es de bubas, y se ve en los
sobrehuesos y hinchazones que le salen, y en haberse sacado
las quijadas bajas dañadas.
Contestan en la cura que hizo la india Mariche al bene-
ficiado la misma curandera, Juan López, mulato, Jacinto de
Novela, español, Baltasar, indio, marido de la india, Bartolomé,
indio, criado del beneficiado, todos [f. 139v] examinados por
el alcalde mayor don Alonso Muñoz y los tres ratificados, y el
Miguel Lázaro también a[c]lara el c[a]so en su confesión.
Francisco Lorenzo y Catalina Ana su mu[je]r aluden a
la creencia del beneficiado de haberle hechi[zado] el Miguel
Lázaro y la instancia que hizo con él par[a] que lo descubriese
diciendo que ot[r]os curanderos lo habían descubierto, que
debió de ser la india Marich[e].

[f. 132]
Catalina Ana india contra Hernán Sánchez Ordiales, benefi-
ciado de Quacoman.

En el pueblo de Santiago Acahuato, distrito de Tancítaro,


provincia y obispado de Mechoacán de la Nueva España en
veinte y tres días del mes de diciembre de mil y seiscientos y

131
veinte y cuatro años ante Fray Diego Muñoz de la orden de
señor San Francisco, comisa[ario de— borrón]l Santo Oficio
de la Inquisición, y por mandado, y ante mi fray [A]mbrosio
Carrillo, predicador de la misma orden, notario (que [ju]ré el
secreto) pareció (siendo llamada) [En el margen: Juramento] y
juró en forma debida de derecho de decir verdad [medi]ante
don Pablo Xangungua alcalde y principal del pueblo de
Apacingán, intérprete de la lengua mexicana en tarasca que
entendemos comisario y notario, y él entiende la castellana
(que asimismo juró el secreto y fiel interpretación) una india
de nación tenida por bárbara que dijo llamarse :
Catalina y Ana y ser natural del pueblo de Alima, sujeto
de Tapalcatepec en este distrito, vecina de Santa Ana Tetlaman,
su sujeto, casada con Francisco Lorenzo indio. [En el margen:
Edad] No supo decir su edad; parece por el aspecto de más
de cincuenta y cinco años.
Preguntada si sabe o presume la causa porque ha sido
llamado,
Respondió que no.
Preguntada qué oficio tiene el dicho Francisco Lorenzo
su marido,
Respondió que en su modo indiano le usa de médico
he[r]bol[a]rio.
Preguntado a qué personas eclesiásticas o seglares ha
curado especial este presente año,
Dijo que a instancia del beneficiado de Quacomán
Hernán Sánchez Ordiales envió él de Tapalcatepec, Pedro del
Campo, a Francisco Lorenzo, marido de ésta, a que le curase,
que estaba muy enfermo, y ella le acompañó, y comenzando
la cura, advirtió ser la enfermedad de bubas, y por tal le curó
su marido y le dio un bebedizo de raíces contra ellas, que le
hizo provecho, y le tomó sola una vez, y fue prosiguiendo en
curarle tiempo de mes y medio, sobándole y apretándole el
estómago y vientre con las manos sahumadas, con copal de la

132
tierra, echado en unas brasas traídas para el efecto, sin otra
mezcla alguna, y el dicho beneficiado estaba persuadido que
su mal eran hechizos, y que le hechizó un indio principal,
gobernador [f. 132v] actual de Quacomán, llamado Miguel
Lázaro, y en presencia de ésta (que siempre se halló presente
cuando le curó su marido), vio que le trató [En el margen: Per-
suasión] y procuró persuadir diversas veces en lengua mexi-
cana (que entienden ambos y más ésta) descubriese si era el
sobredicho el que lo había hechizado, y siempre le respondió
que cómo podía saberlo, que si era Dios para saberlo, que se
encomendase a él y le daría salud, y el beneficiado se enoja-
ba, pareciéndole que por amistad que le tenía no le descubría,
diciéndole que otros indios médicos le habían descubierto, y
se lo habían certificado. Y no hubo en la cura más modo que el
expresado, a que se halló siempre presente como dicho tiene.
Y en lo de las aguas de este [En el margen: Tiempo] año
de mil y seiscientos y veinte y cuatro, fue el dicho Hernán
Sánchez Ordiales a Tapalcatepec a que el dicho Francisco Lo-
renzo su marido [En el margen: Segunda cura] le volviese a
curar estándole en ello, y le curó hallándose ella siempre pre-
sente, y la cura fue correspondiente sin discrepar a la de
Quacomán, aplicándole el medicamento de bubas, teniendo
por cierto que lo eran, porque se echaban de ver, que fue el
bebedizo de raíces desleídas en agua sola una vez con que
sintió alivio y mejoría, y sobándole y apretándole a menudo
estómago y vientre con las manos sahumadas con copal de la
tierra echado en unas brasas que para el efecto estaban en el
aposento sin intervención en la cura de mezcla alguna, y instó
diversas veces el beneficiado al dicho su marido, [En el mar-
gen: Persuasión] procurando persuadirle que descubriese si el
dicho Miguel Lázaro le había hechizado, [qu]e otros indios
médicos lo habían descubierto y se lo certif[i]caron. Y siempre
le respondió que no sabía, que si era Dios para saberlo, que
confíase en su divina Maje[stad] que le sanaría, y él se enoja-

133
ba y le reñía, diciendo que por no quererle bien, no lo descu-
bría y declaraba.
Preguntada, pues se halló presente a la dicha cura, si
hubo en ella mezcla de palabras, que la declare o exsuflaciones
cálidas con el vaho de la boca, desnudo el beneficiado, estre-
gándole el cuerpo con yerbas y raíces, esparciendo también
chile seco, si en las palabras se mezclaba el nombre de Jesús y
Joseph, y si se cerraría la puerta porque nadie lo viese, lo que
significaba la cosa, y el fin y efecto para que se aplicaba,
Respondió que no pasó ni intervino en la cura cosa
alg[una] de lo contenido en la pregunta, ni más de lo que ha
declarado y expresado.
Leyósele su dicho, y se le dio a entender por el intér-
prete. Dijo estar bien escrito y ser la verdad so cargo del jura-
mento, en que se afirmó, y no firmó. Firmaron comisario e
intérprete.
[f. 133] [En el margen:Secreto] Encargósele el secreto, so
pena de ser castigada, y prometiolo.
Advirtiósele se ha de ratificar en lo declarado, que reco-
rra su memoria por si tuviere que quitar, añadir o enmendar.

Fray Diego Muñoz [rúbrica] Don Pablo


Xangunqua [rúbrica]

Ante mí
Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

El tiempo que declaró la dicha Catalina Ana de haber


ido a Quacomán con su marido Francisco Lorenzo, y no se
puso en su lugar, fue por cuaresma de este presente año de
mil y seiscientos y veinte y cuatro.

Fray Diego Muñoz


Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

134
[f. 131]
Ratificose literalmente

Ratificación ad perpetuam rei memoriam [roto—de] la dicha


Catalina Ana india.

En el dicho pueblo de Santiago Acahuato dicho día vein-


te y tres de diciembre de mil y seiscientos y veinte y cuatro
años ante el dicho comisario fray Diego Muñoz, y por su man-
dado, y ante mí el dicho fray Ambrosio Carrillo notario, pare-
ció (siendo llamada) la dicha Catalina Ana examinada hoy
dicho día, y asistentes por honestas personas (por no haberlas
al presente en este pueblo sacerdotes ni españoles) don Mar-
tín Quechol, alcalde, y don Martín Suchitonal, prioste del
hospital, principales, que entienden la lengua del testigo [En
el margen: Juramento] y juraron el secreto. Fue de ella recibido
juramento en forma debida de derecho mediante el dicho don
Pablo Xangungua intérprete, y prometido decir verdad. 19
Dijo que en conformidad de lo que se le advirtió en su
examen, ha recorrido su memoria, y está dispuesta a ratificar-
se en lo que ha declarado. Mandósele lo refiera en sustancia,
y lo refirió verbalmente, expresando lo contenido en su dicho.
Y luego le fue declarado y dado a entender por el intér-
prete que el señor fiscal del Santo Oficio de la Inquisición de
esta Nueva España la presenta por testigo en cierta causa que
pretende tratar, y se ha de ratificar ad perpetuam rei memoriam
en lo que en su dicho ha declarado, que esté atenta y adverti-
da para que se le lea y dé a entender, y lo oiga y perciba, y vea
si está bien escrito y es la verdad, y se ratifique en ella con
entera libertad de quitar, añadir o enmendar lo que le pareciere

19
La copia en f. 138 tiene “Fue de ella recibido juramento en forma debida de
derecho y prometido decir verdad, mediante el dicho don Pablo Xangungua intérpre-
te”.

135
y viere que conviene porque lo que ahora dijere y aquello en
que se ratificare ha de parar entero perjuicio.
Y siéndole leído desde el principio hasta el fin, y dado a
entender por el intérprete el dicho y testificación que dijo en
este pueblo de Santiago Acahuato ante el dicho comisario
fray Diego Muñoz, y ante mí el dicho fray Ambrosio Carrillo,
notario, mediante el dicho don Pablo Xangungua intérprete,
hoy dicho día veinte y tres de diciembre, y auien20 dicho lo ha
oído y entendido a su satisfacción.
[f. 131v] Dijo que esta bien escrito y es la verdad de lo
que sabe como ella la declaró en que se afimaba y afirmó, [En
el margen: ratifica(se)] ratificaba y ratificó ad perpetuam rei
memoriam, y si es necesario lo dice ahora de nuevo, como
testigo contra el dicho Hernán Sánchez Ordiales, so cargo del
juramento y el descargo de su conciencia, y no por odio, ene-
mistad ni más fin que decir verdad; y que no tiene que quitar,
añadir ni enmendar.
Leyósele esta ratificación y se le dio a entender por el
intérprete, aprobola, y se le volvió a encargar el secreto so la
pena expresada, prometiolo y firmaron comisario, intérprete
y una honesta persona.

Fray Diego Muñoz [rúbrica] Don Pablo


Xangunqua [rúbrica]

Don Martín
Xochitonal

Ante mí
Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

20
Sic. La copia en f. 138 tiene: “habiendo”.

136
[f. 138r-v; Copia de f. 131r-v con las variantes indicadas.]

[f. 130]
Catalina Ana, india, mujer de Francisco Lorenzo, exa-
minada y ratificada en 23 de diciembre 1624 contra Hernán
Sánchez Ordiales, beneficiado de Quacomán,
Contesta con el marido en las dos curas de Quacoman
y Tepalcatepec, a que siempre se halló presente y a las per-
suasiones con que el beneficiado procuró e instó muchas y
diversas veces en que descubriese si el Miguel Lázaro le ha-
bía hechizado, y también contesta en todo lo demás que el
marido expresa en su dicho, excepto haberle arado de la oreja
enojado, que no lo declaró.
Preguntósele (sin nombrar persona) si intervino en las
curas, la mezcla de palabras y lo demás que el beneficiado
expresa en su delación de la de Tapalcatepec, y se afirmó y
estuvo constante en que no hubo más, el bebedizo de raíces,
y sobarle y apretarle el estómago y vientre con las manos
sahumadas con copal de la tierra en que debían venir
concordes y advertidos marido y mujer, con recelo de ser cas-
tigados y el ocultarlo, la presunción de la malicia, que debe
haber en semejante modo de curar, y más en estos indios bár-
baros, que se aplican a ser curanderos, lo cual no hacen los
tarascos, y solo declararon marido y mujer lo que no les per-
judica, no obstante que se procuró asegurarlos de temor lo
posible.
Dio la india buena razón de sí en lo que declaró, satis-
faciendo a lo que se le preguntaba y alcanza de la lengua
mexicana, más que el marido.

137
[f. 136]
Francisco Lorenzo indio contra Hernán Sánchez Ordiales
beneficiado de Quacoman.

En el pueblo de Santiago Acahuato, distrito de Tancítaro,


provincia y obispado de Mechoacán de la Nueva España, en
veinte y tres días del mes de diciembre de mil y seiscientos y
veinte y cuatro años ante fray Diego Muñoz de la orden de
señor San Francisco, comisario del Santo Oficio de la Inquisi-
ción, y por su mandado, y ante mí fray Ambrosio Carrillo,
predicador de la misma orden, notario (que juré el secreto)
pareció (siendo llamado) [En el margen: Juramento] y juró en
forma debida de derecho de decir verdad mediante don Pablo
Xangungua, alcalde y principal del pueblo de Apacingán, in-
térprete de la lengua mexicana en tarasca que entendemos
comisario y notario, y él entiende la castellana (que asimismo
juró el secreto y fiel interpretación) un indio de nación tenida
por bárbara que dijo llamarse:
Francisco Lorenzo y ser natural del pueblo de Alima,
sujeto de Tapalcatepec en este distrito, vecino de Santa Ana
Tetlaman, su sujeto, casado. [En el margen: Edad] No supo
decir su edad; parece por el aspecto de más de setenta años.
Preguntado si sabe o presume la causa por que ha sido
llamado,
Respondió que no.
Preguntado qué oficio tiene,
Respondió que en su modo indiano le usa de médico
he[r]bolario.
Preguntado a qué personas eclesiásticas o seglares ha
curado especial este presente año,
Dijo que la cuaresma próxima pasada de este presente
año de mil y seiscientos y veinte y cuatro envió el padre Pedro
del Campo, su beneficiado, a éste al pueblo de Quacoman,
donde lo es Hernán Sánchez Ordiales, y a su instancia a que

138
le curase, que estaba muy enfermo, y llevó consigo a su mujer
Catalina Ana, y le estuvo curando tiempo de mes y medio, y
conociendo ser la enfermedad de bubas, le dio un bebedizo
de raíces con que suele curarla, y le tomó sólo una vez, y se
halló aliviado. Y la más cura que le hizo fue sobarle y apretarle
el estómago y vientre, echando en unas brasas sahumerio de
copal de la tierra, y recibiéndolo éste en las manos, las aplica-
ba sahumadas, como dicho tiene. Y el dicho [f. 136v] benefi-
ciado estaba persuadido que su mal era hechizo y que le ha-
bía hechiza[do] un indio principal del pueblo de Quacoman
llamado Miguel Lázaro, que es gobernador actual. [En el mar-
gen: Persuasión] Trató muchas veces a éste, en lengua mexica-
na (presente su mujer Catalina, que lo estuvo siempre cuan-
do le curaba) que ambos entienden y ha[blan] y más ella, y le
respondió que cómo lo podía saber, que si e[ra] Dios, que
[t]uviese confianza en Él, y le sanaría, y se enojaba y le reñ[ía
por]que no lo descubría, diciéndole que por ser su amigo el
dicho Miguel Lázaro lo ocultaba, y que otros indios le habían
descubierto que lo había hechizado. Y en el modo de la cura
que le hizo, no hubo mezcla alguna ni más de la declara[do].
Después de lo cual [En el margen: Tiempo] por tiempo
de aguas de este presente año de mil y seiscientos y veinte y
cuatro, [En el margen: Segunda cura] le volvió a curar a su
instancia y persuasión en el pueblo de Tapalcatepec, por el
mismo modo que en Quacoman, con la certidumbre que su
mal era de bubas, dándole a beber la dicha raíz, desleída en
agua, con que se sintió aliviado, y le sobaba y apretaba a me-
nudo el estómago y vientre, sahumadas las manos con el
sahumerio de copal de la tierra, y esta segunda cura duró como
dos meses, [En el margen: Persuasión] en el cual tiempo le
volvió a persuadir diversas veces (presente siempre la dicha
su mujer Catalina Ana) descubriese y declarase si el dicho
Miguel Lázaro le había hechizado, que otros indios médicos
se lo habían certificado, y éste le respondió siempre que cómo

139
lo podía saber, que si era Dios, de que se encolerizaba y eno-
jaba, y con el enojo le tiró una vez de la oreja, y le decía que
por querer bien al dicho Miguel Lázaro y ser su amigo no lo
descubría, y la cura fue por el modo declarado, sin mezclar ni
intervenir otro alguno.
Preguntado si en la dicha cura mezcló algunas palabras
las declare, o exsuflaciones cálidas con el vaho de la boca,
desnudo el beneficiado, estregándole el cuerpo con yerbas y
raíces, esparciendo también chile seco, si en l[as] palabras mez-
claba los nombres de Jesús y Joseph, y si cerraba la puerta
porque nadie lo viese, lo que significaría cada cosa, y el fin y
efecto para que se aplicaba,
Respondió que no pasó ni intervino en la cura cosa al-
guna de lo contenido en la pregunta, ni más de lo que ha
declarado y expresado.
Leyósele su dicho, y se le dio a entender por el intér-
prete. Dijo estar bien escrito y ser la verdad so cargo del jura-
mento, en que se afirmó, y no firmó. Firmaron comisario e
intérprete.
[En el margen:Secreto] Encargósele el secreto, so pena
de ser castigado, y prometiolo.
[f. 137] Advirtiósele se ha de ratificar en lo declarado,
que recorra su memoria por si tuviere que quitar, añadir o
enmendar.

Fray Diego Muñoz [rúbrica] Don Pablo


Xangunqua [rúbrica]

Ante mí
Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

140
[f. 135]
Ratificose literalmente

Ratificación ad perpetuam rei memoriam del dicho


Francisco Lorenzo indio.

En el dicho pueblo de Santiago Acahuato dicho día vein-


te y tres de diciembre de mil y seiscientos y veinte y cuatro
años ante el dicho comisario fray Diego Muñoz, y por su man-
dado, y ante mí el dicho fray Ambrosio Carrillo notario, pare-
ció (siendo llamado) el dicho Francisco Lorenzo examinado
hoy dicho día, y asistentes por honestas personas (por no
haberlas al presente en este pueblo sacerdotes ni españoles)
don Martín Quechol, alcalde, y don Martín Suchitonal, prioste
del hospital, principales, que entienden la lengua del testigo
[En el margen: Juramento] y juraron el secreto. Fue de él reci-
bido juramento en forma debida de derecho mediante el di-
cho don Pablo Xangungua, intérprete, y prometido decir ver-
dad.
Dijo que en conformidad de lo que se le advirtió en su
examen, ha recorrido su memoria, y está dispuesto a ratificar-
se en lo que ha declarado. Mandósele lo refiera en sustancia,
y lo refirió verbalmente, expresando lo contenido en su dicho.
Y luego le fue declarado y dado a entender por el intér-
prete que el señor fiscal del Santo Oficio de la Inquisición de
esta Nueva España le presenta por testigo en cierta causa que
pretende tratar, y se ha de ratificar ad perpetuam rei memoriam
en lo que en su dicho ha declarado, que esté atento y adverti-
do para que se le lea y dé a entender, y lo oiga y perciba, y vea
si está bien escrito y es la verdad, y se ratifique en ella con
entera libertad de quitar, añadir o enmendar lo que le pareciere
y viere que conviene porque lo que ahora dijere y aquello en
que se ratificare ha de parar entero perjuicio.

141
Y siéndole leído desde el principio hasta el fin, y dado a
entender por el intérprete el dicho y testificación que dijo en
este pueblo de Santiago Acahuato ante el dicho comisario
fray Diego Muñoz, y ante mí el dicho fray Ambrosio Carrillo,
notario, mediante el dicho don Pablo Xangungua, intérprete,
hoy dicho día veinte y tres de [f. 135v] diciembre, y habiendo
dicho lo ha oído y entendido a su satisfacción.
Dijo que está bien escrito y es la verdad de lo que sabe
como él lo declaró, en que se afirmaba y afirmó, [En el margen:
Ratifícase] ratificaba y ratificó ad perpetuam rei memoriam, y si
es necesario lo dice ahora de nuevo, como testigo contra el
dicho Hernán Sánch[ez Or]diales, so cargo del juramento y el
descargo de su conciencia, y no por odio, enemistad ni más
fin que decir verdad; y que no tiene que quitar, añadir ni en-
mendar.
Leyósele esta ratificación y se le dio a entender por el
intérprete, aprobola, y se le volvió a encargar el secreto so la
pe[na, ex]presada; prometiolo. Lo firmaron comisario, intér-
prete y una honesta persona.

Fray Diego Muñoz [rúbrica] Don Pablo


Xangunqua [rúbrica]

Don Martín
Xochitonal

Ante mí
Fray Ambrosio Carrillo [rúbrica]

142
[f. 134]
Francisco Lorenzo indio examinado y ratificado en 23 de di-
ciembre 1624 contra Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado
de Quacomán.

Testifica dos curas que hizo al dicho beneficiado, uno


en su beneficio de Quacomán por cuaresma de este año 1624,
y otra por tiempo de aguas del mismo año en Tapalcatepec, y
conociendo que la enfermedad era de bubas, le dio un bebe-
dizo de raíces con que suele curarlas, y le sobó y apretó el
vientre y estómago con las manos sahumadas con copal de la
tierra, echado en unas brasas, y el beneficiado estaba persua-
dido que Miguel Lázaro, indio principal, gobernador actual
del pueblo de Quacomán, le había hechizado, y persuadía a
éste lo descubriese, y le respondió que cómo lo podía saber,
que si era Dios, que confiase en Él y le sanaría, y el dicho
beneficiado, se enojaba y le reñía porque no lo descubría, di-
ciéndole que por ser amigo de Miguel Lázaro lo ocultaba, y
que otros indios lo habían descubierto que le había hechiza-
do, y en el modo de la cura que le hizo, dice que no hubo más
de lo declarado.
Y la segunda, de Tapacatepec, duró dos meses, y fue
por el modo que la primera sin discrepar, dándole el bebedi-
zo de raíces que le había en Quacomán aplicado a mal de
bubas, y sobándole el estómago y vientre con las manos
sahumadas con copal de la tierra, y también le persuadió di-
versas veces descubriese si el dicho Miguel Lázaro le había
hechizado, que otros indios curanderos se lo habían certifica-
do y siempre le respondió que cómo lo podía saber, que si era
Dios, de que se enojaba y encolerizaba, y con el enojo le tiró
una vez de la oreja, y le decía que por querer bien al Miguel
Lázaro y ser su amigo no lo descubría, a todo lo cual se halló
siempre presente en Quacomán y Tapalcatepec su mujer Ca-

143
talina Ana, y la da por conteste, y en su examen concuerda
con el marido.
Preguntósele a este indio en particular si mezcló pala-
bras en las curas y lo demás que declara el beneficiado en la
de Tapalcatepec (sin nombrarle persona) y siempre respondió
afirmando que solo intervino lo declarado, del bebedizo y
sahumerio de copal, y debió intervenir, y de temor y recelo de
ser castigado lo ocultaría, aunque se procuró asegurarle lo
posible, y es el modo con que usan curar estos indios bárba-
ros, y solo expresó lo que no le podía perjudicar, y de decirle
el beneficiado que otros indios curanderos habían descubier-
to al Miguel Lázaro, alude a lo de la india de Maquilí.
Los indios de la nación de este [134v] de la cordillera
que llamamos de Motines son tenidos por bárbaros, por ha-
blar lengua natural tan cerrada y dificultosa, que solos ellos la
entienden, y en la razón son como los demás indios, y se ex-
plican bien en mexicana aunque no les es natural, que la ne-
cesidad de comunicarse les obliga daprenderlo.
Con el dicho de éste y su mujer Catalina Ana, de Juan
Bautista Marín, y los demás que [r]ecib[ió] y examinó el alcal-
de mayor para verificar la querella criminal del beneficiado
contra Miguel Lázaro, consta haberse dejado y consentido
curar por el modo que los curanderos quisieren, y en la dili-
gencia en saber si Miguel Lázaro le hechizó mediante la cual
lo certificó la india Mariche, y dándole crédito se querelló cri-
minalmente ante la justicia.

144
[124]
Mi señor y padre nuestro

A dos de Vuestra Paternidad debo respuesta y así mu-


cha merced que con ellas recibí –que prometo servir ubicunque
me ansilus fuero.21
Yo, señor mío, pasé a esta tierra en busca de mi padre
que vino con mi tío el licenciado Alonso Núñez cuando él
revivía dejando de usar el oficio de alguacil mayor de la Santa
Inquisición de Cuba que hoy por mi ausencia tiene un sobri-
no mío y otro es secretario de ella. Certifico que como salí de
tan poca edad no sé más de mis progenitores aunque los que
he dicho han escrito a los señores inquisidores de México para
que me hagan merced. De lo demás cuando me vuelva a
México (que será luego que concluya con mi residencia que
estoy dando) procuraré ver a Vuestra Paternidad y besar sus
manos y dar más cuenta y doña Beatriz dice [borrón] tendrá a
dicha como yo el merecer ser del servicio y casa de Vuestra
Paternidad que nuestro Señor guarde muchos años y vuestras
manos beso. Maquilí 29 de diciembre 1624 años.
Señor y Padre nuestro,
Muy Servidor de Vuestra Paternidad

Don Alonso Muñoz

[f. 125]
Muy mi señor y Padre:

Por muy feliz suerte he tenido la memoria y merced


que sin merecerla Vuestra Paternidad en la suya me hace, y

21
Latinismo que puede traducirse por: prometo servir en cualquier parte donde
estuviera.

145
quisiera mucho que mis fuerzas igualaran a la voluntad y áni-
mo para con él rendirlo todo al orden de Vuestra Paternidad a
quien suplico admita este pequeño ofrecimiento de un pobre
soldado que por haberlo profesado desde que nací y ser ór-
denes de Vuestra Paternidad se me podrá fiar su fiel ejecución
en todas ocasiones las que se ofrecieren de avisarme Vuestra
Paternidad de su gusto y salud las tendré por de singular es-
timación. Y yo no perderé ninguna de ser molesto. Y espero en
Dios me la ha de conceder de ir en persona a besar a Vuestra
Paternidad las manos. Desde aquí lo hago y pido a Dios guar-
de la de Vuestra Paternidad con el acrecentamiento que desea.
Maquilí, y diciembre 29 de 1624 años.

Su más aficionado servidor de Vuestra Paternidad.

Don Christóbal Téllez [rúbrica]

[f. 129]
Relación de fray Diego Muñoz tocante a la causa de Hernán
Sánchez Ordiales, beneficiado de Quacoman en este obispa-
do de Mechoacán.

Remití al tribunal su delación judicial, y después de ella


examiné a Juan Bautista Marín (que vino de más de 40 leguas)
con éste que se halló al caso de Maquilí, cuando la india cu-
randera usó de noche de la jícara de agua y ocote para saber si
Miguel Lázaro había hechizado al beneficiado y le sacó (a lo
que dijo) los huesos de la pierna. Halláronse presentes con él
Juan Marín, Baltasar, marido de la curandera, Bartolomé, cria-
do del beneficiado, Jacinto de Novela, español, y Juan López,
mulato.

146
Jacinto Novela es ido a España.
Juan López está en Valladolid, distante de este puesto
de Acahuato, en servicio del maesescuela de la catedral.
Le dí al alcalde mayor actual de Maquilí la información
que acá Juan Bautista Marín en su dicho, y me la envió origi-
nal. Consta por ella que el beneficiado (dando el edicto al
dicho de la india de haberle hechizado el Miguel Lázaro) dio
querella criminal contra él ante el alcalde mayor que entonces
era don Alonso Muñoz. Admitiola y proveyó diese informa-
ción, presentó por testigos a la india curandera, a Juan Bautis-
ta Marín, Jacinto de Novela, y Juan López, examinado judi-
cialmente. Remito los dichos de los tres auténticos, copiados
literalmente (que el Marín fue examinado por mí) y la confe-
sión de Miguel Lázaro, y tomada se ratificaron los testigos, y
por petición desistió el beneficiado de la causa con motivo de
no ser el seguirla conforme su estado, y por asegurar su con-
ciencia, que la justicia la concluyese y determinase según de-
recho. Púsose en el proceso, y después de ella presentó otra,
mostrándose de nuevo parte y volviendo a pedir justicia con-
tra el Miguel Lázaro y que le diesen tormento si necesario
fuese, y se siguiese y sentenciase la causa. Admitiola el alcal-
de mayor (que lo debiera excusar, estando el beneficiado de-
sistido, declarándole por no parte y prosiguiéndola de oficio).
Mandola poner con los autos y examinó judicialmente a
Baltasar, marido de la curandera, y a Bartolo, criado del bene-
ficiado, que asistieron al caso de la jícara y huesos, y no se
ratificaron.
Y habiendo el alcalde mayor dado enfiado a Miguel
Lázaro por las pascuas (aunque no consta de la fianza) se
agravió el beneficiado, y cuando volvía a la prisión, le hizo
azotar en el pueblo de Vitontla, y dice en su delación que en-
tonces confesó haberle hechizado, y otros delitos (y más con-
fesara un indio viejo de 75 años con el dolor de los azotes) y
lo remitió al alcalde mayor para que le castigase, el cual pren-

147
dió a los que lo llevaron preso (debió de ser por haberle azo-
tado) y sobre ello le escribió el beneficiado una carta sentida,
por la cual y lo que a ella se proveyó consta lo sobredicho, que
va copiada y auténtica, y aquí paró el negocio
[f. 129v]Lo que se refiere en este caso, así de la delación
que de sí mismo hizo el beneficiado, como de los dichos de
los testigos, es probarse que consintió y permitió lo que la
india hizo en su presencia sin demostración de estorbarlo ni
contradecirlo, y dándole crédito haberle hechizado el Miguel
Lázaro, se querelló de él criminalmente sin otro fundamento
(que no le hay en lo escrito), y los testigos que presentó con-
tra él en prueba de su querella vienen a ser contra sí.
Alude a lo dicho la persuasión que en las curas de
Quacomán y Tapalcatepec hizo a Francisco Lorenzo curande-
ro para que descubriese si lo había hechizado el Miguel Lázaro.
Testifican este segundo caso el dicho Francisco Lorenzo y su
mujer Catalina, examinados, y remito sus dichos. Fecho en
Santiago Acahuato en 20 de enero 1625.

Fray Diego Muñoz [rúbrica]

[f. 128]
Lo que contienen los papeles que remito tocantes a
Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado de Quacomán, va re-
sumido en la relación sustancial que sirve de prólogo, y faci-
lita su inteligencia, con que viene a ser menos el gasto de
tiempo y ocupación. Van también sacados en sustancia las tres
testificaciones que recibí con las anotaciones necesarias. El
Ordiales asiste en su beneficio de Quacomán con mejoría (a
lo que dicen) y está tan consumido y apurado de bubas, que
anda con bordón y tiene corrupción de huesos, y con todo
este impedimento es ambulativo, si le incitó su aprovecha-

148
miento. Guarde Nuestro Señor a Vuestra Merced con aumen-
to de su divina gracia. Acahuato 2 de febrero 1625.

Fray Diego Muñoz

[Ff. 147-149 no pertenecen al proceso contra Hernán Sánchez


Ordiales.]

149
Hechicería y curanderismo enla costa de Michoacán.
El proceso inquisitorial contra Hernán Sánchez Ordiales,
cura beneficiado de Coalcomán, 1623-1625,
se terminó de imprimir en octubre de 2010,
en los talleres gráficos de
Fondo Editorial Morevallado S. de R. L. de C.V.,
con un tiraje de 500 ejemplares.
La edición estuvo al cuidado de
Gerardo Sánchez Díaz y Juana Martínez Villa.

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