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Hora santa por los migrantes

“Libres de elegir si migrar o quedarse”

Exposición del Santísimo

Celebrante: A Jesús sacramentado adorémosle con espíritu de fe como los primeros


discípulos que, dejando las redes y todo cuanto tenían, le siguieron.
Celebrante: Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Canto
Celebrante: Señor, te pedimos que nunca perdamos la esperanza, que día a día se acreciente
y podamos estar dándote gracias por todas las bendiciones que nos das y en especial por
haberte quedado en el Santísimo Sacramento.
Celebrante: Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Canto
Celebrante: Señor, te amamos, te bendecimos y por eso estamos hoy aquí. Danos tu gracia
para que nunca perdamos el valor de amar, que seamos capaces de ayudarnos unos a otros
y de vivir siempre en el amor.
Celebrante: Padre nuestro… Ave María… Gloria al Padre…
Canto

Introducción

Del mensaje del Papa para la jornada:

Los flujos migratorios de nuestros días son expresión de un fenómeno complejo y articulado,
cuya comprensión exige el análisis atento de todos los aspectos que caracterizan las diversas
etapas de la experiencia migratoria, desde la partida hasta la llegada, incluyendo un eventual
regreso. Con la intención de contribuir a ese esfuerzo de lectura de la realidad, he decidido
dedicar el Mensaje para la 109ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado a la libertad
que debería caracterizar siempre la decisión de dejar la propia tierra.

“Libres de partir, libres de quedarse”, recitaba el título de una iniciativa de solidaridad


promovida hace algunos años por la Conferencia Episcopal Italiana como respuesta concreta
a los desafíos de las migraciones contemporáneas. Y de mi escucha constante a las Iglesias
particulares he podido comprobar que la garantía de esa libertad constituye una preocupación
pastoral extendida y compartida.

CÁNTICO DE LA SABIDURÍA (Sb 9, 1-11)

Coro 1: Dios de los padres y Señor de misericordia,


que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus criaturas,
y para regir el mundo con santidad y justicia,
y para administrar justicia con rectitud de corazón.
Coro 2: Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.

Coro 1: Pues, aunque uno sea perfecto


entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.

Coro 2: Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras,


que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.

Coro 1: Mándala desde tus santos cielos,


y de tu trono de gloria envíala,
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.

Coro 2: Porque ella conoce y entiende todas las cosas,


y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.
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Canto

«El Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su
madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al
niño para matarlo”» (Mt 2,13).

Para meditar:

1. La huida de la Sagrada Familia a Egipto no fue fruto de una decisión libre, como
tampoco lo fueron muchas de las migraciones que marcaron la historia del pueblo de
Israel.
2. El ángel del Señor es la presencia protectora de Dios a quien emprende un camino,
además en su oración le inspira valor, cuidado de los otros, fe en el aviso del Señor.
3. Migrar debería ser siempre una decisión libre; pero, de hecho, en muchísimos casos,
hoy tampoco lo es. Conflictos, desastres naturales, o más sencillamente la
imposibilidad de vivir una vida digna y próspera en la propia tierra de origen obligan a
millones de personas a partir.
4. San Juan Pablo II afirmaba que «crear condiciones concretas de paz, por lo que atañe
a los emigrantes y refugiados, significa comprometerse seriamente a defender ante
todo el derecho a no emigrar, es decir, a vivir en paz y dignidad en la propia patria»
(90a Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado)
5. Entre las causas más visibles de las migraciones forzadas contemporáneas se
encuentran las persecuciones, las guerras, los fenómenos atmosféricos y la miseria.
Los migrantes escapan debido a la pobreza, al miedo, a la desesperación. Para eliminar
estas causas y acabar finalmente con las migraciones forzadas es necesario el trabajo
común de todos, cada uno de acuerdo a sus propias responsabilidades
6. Es un esfuerzo que comienza por preguntarnos qué podemos hacer, pero también qué
debemos dejar de hacer. Debemos esforzarnos por detener la carrera de armamentos,
el colonialismo económico, la usurpación de los recursos ajenos, la devastación de
nuestra casa común
7. Dondequiera que decidamos construir nuestro futuro, en el país donde hemos nacido o
en otro lugar, lo importante es que haya siempre allí una comunidad dispuesta a acoger,
proteger, promover e integrar a todos, sin distinción y sin dejar a nadie fuera.
8. Sólo caminando juntos podremos ir lejos y alcanzar la meta común de nuestro viaje.

Canto

María, consuelo de migrantes

Mater solacium migrantium, Madre, consuelo de migrantes, es una de las tres


letanías lauretanas que el papa Francisco regaló a la Iglesia en 2020, rezada justo después
de María como refugio de los pecadores. Siguiendo la línea de su pontificado, marcado por
reflexiones y compromisos eclesiales desde la misericordia, Francisco no se olvida de
actualizar a María como camino hacia Jesús; ante la realidad y la llamada urgente hacia la
humanización de todo lo que nos rodea, María como consuelo de migrantes es un toque de
atención hacia aquello que forma parte de la esencia del cristiano: el ponerse en marcha.

La palabra latina “migrare”, de la cual deriva el latinismo “migrar” significa “moverse”,


“trasladarse desde el lugar en el que se habita a otro diferente”. María sabe bien lo que implica
ese movimiento. Ella es la que se mueve en su vida para poner su realidad de joven
embarazada en las manos de Dios, diciendo sí a lo que Él disponga; corre para ayudar a su
prima Isabel, también embarazada; se desplaza y da a luz a su hijo en los márgenes de la
sociedad; las palabras que dicen sobre Jesús se agolpan en su corazón; huye a Egipto, junto
con José, para salvar al hijo que es perseguido por Herodes; marcha a Nazaret para vivir con
su familia en la realidad cotidiana.

María se mueve en la fiesta y la alegría de la vida y se da cuenta de la necesidad de los


invitados a una boda, y la Iglesia quiere ver a la madre dolorosa que acompaña a Jesús en su
camino hacia la cruz y espera, con el corazón movido por la esperanza del Sábado Santo, la
visita silenciosa del Resucitado a su madre.

María sabe mucho de movimiento interno, el de la mujer que pone su vida en manos de Dios
sin saber qué va a ocurrir con ella y el de la madre que escucha sorprendida los elogios sobre
su recién nacido, y de movimiento externo, el de la que está atenta en el servicio a los demás
desde lo cotidiano y el de la madre que quiere lo mejor para su hijo y no duda en dejarlo todo
para empezar de nuevo en otra región.
Canto

«Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba
de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron
a ver» (Mt 25,35-36). Estas palabras resuenan como una exhortación constante a reconocer
en el migrante no sólo un hermano o una hermana en dificultad, sino a Cristo mismo que llama
a nuestra puerta. Por eso, mientras trabajamos para que toda migración pueda ser fruto de
una decisión libre, estamos llamados a tener el máximo respeto por la dignidad de cada
migrante; y esto significa acompañar y gobernar los flujos del mejor modo posible,
construyendo puentes y no muros, ampliando los canales para una migración segura y regular.
Dondequiera que decidamos construir nuestro futuro, en el país donde hemos nacido o en otro
lugar, lo importante es que haya siempre allí una comunidad dispuesta a acoger, proteger,
promover e integrar a todos, sin distinción y sin dejar a nadie fuera.

El camino sinodal que, como Iglesia, hemos emprendido, nos lleva a ver a las personas más
vulnerables —y entre ellas a muchos migrantes y refugiados— como unos compañeros de
viaje especiales, que hemos de amar y cuidar como hermanos y hermanas. Sólo caminando
juntos podremos ir lejos y alcanzar la meta común de nuestro viaje.

Oración

Oh Dios, Padre todopoderoso,


concédenos la gracia de comprometernos activamente
en favor de la justicia, la solidaridad y la paz,
para que a todos tus hijos se les asegure
la libertad de elegir si migrar o quedarse.

Concédenos la valentía de denunciar


todos los horrores de nuestro mundo,
de luchar contra toda injusticia
que desfigura la belleza de tus criaturas
y la armonía de nuestra casa común.

Sostennos con la fuerza de tu Espíritu,


para que podamos manifestar tu ternura
a cada migrante que pones en nuestro camino
y difundir en los corazones y en cada ambiente
la cultura del encuentro y del cuidado.
Preces

En esta jornada dedicada a las personas migrantes y refugiadas, oremos a Dios nuestro Padre
por todos nosotros, peregrinos hacia el Reino de los cielos. Después de cada petición diremos:

Jesús compañero del camino, escúchanos.

Por el Papa y por nuestros pastores, para que sepan guiarnos como Iglesia y nos
enseñen a acoger, proteger, acompañar e integrar a los hermanos y hermanas migrantes que
llegan a nuestras comunidades. Oremos.

Por nuestras autoridades civiles, para que promuevan políticas públicas que defiendan
la dignidad humana, generen oportunidades de trabajo digno para todos y respeten la decisión
de quienes eligen migrar. Oremos.

Por todas las organizaciones de la sociedad civil, en especial por las que trabajan a
favor de las personas migrantes y refugiadas, para que su trabajo por la promoción de la
justicia y la solidaridad, tengan frutos abundantes en la construcción de la paz en medio de
nuestras sociedades. Oremos.

Por todos los que migran, por los niños no acompañados, las mujeres, los enfermos,
las familias y por todos aquellos que pasan necesidades en su camino, para que encuentren
en la comunidad cristiana un signo de la presencia de Dios que nos protege y acompaña en
la vida diaria. Oremos.

Por cada uno de nosotros, para que abiertos al Espíritu Santo, sepamos identificar el
papel que tenemos en la vida de nuestros hermanos migrantes y seamos para cada uno de
ellos la imagen de Cristo, compañero de camino. Oremos.

Padre Nuestro…

Dios nuestro, escucha nuestras oraciones y concédenos que, aceptando en nuestra vida el
misterio de la cruz, podamos alcanzar la gloria de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición con el Santísimo

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