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XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

30 de octubre de 2011

Bienvenidos hermanos y hermanas y ¡qué la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre
grabada en nuestros corazones!
Como todos los domingos, el Señor nos congrega como familia, alrededor de su mesa, para
alimentar nuestra fe; para que demos testimonio de ser verdaderos discípulos suyos, siguiendo
su ejemplo, con humilde servicialidad. Sintiéndonos hermanos en Cristo, los invito a ponerse de
pie para comenzar, cantando, esta Eucaristía.

Mesa de la Palabra: (Guía: Tengan la bondad de sentarse)

Lectura del Libro del Profeta Malaquías (Mal 1, 14—2, 2. 8-10) En su profecía, Malaquías nos
recuerda que Dios es nuestro Padre y que estamos llamados a escucharlo, a glorificar Su Nombre
y a servir a nuestros hermanos. Escuchemos.

Salmo: (Sal 130, 1-3): “Señor, guarda mi alma en la paz junto a ti”

Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Cristianos de Tesalónica (1, 5; 2, 7-9. 13) En
su carta, San Pablo nos señala que la comunidad cristiana es una familia, en la que debe reinar
el amor y nos muestra su alegría por haber gastado su vida al servicio del evangelio. Pongamos
atención.

Evangelio (Mt. 23, 1-12): En el Evangelio de hoy, Jesús nos recuerda que el verdadero cristiano
debe ser humilde y estar siempre atento a servir a su prójimo, siguiendo el ejemplo del único
Maestro. Como hermanos, nos ponemos de pie para recibir esta Buena Noticia.

Mesa de las Ofrendas: Preparemos la mesa del Señor, presentando, junto a las ofrendas de pan
y vino, nuestro deseo de servir a Dios, a su Iglesia y a cada uno de nuestros hermanos. Cantemos
con alegría junto al coro.

Comunión: Cristo, ejemplo sublime de amor, humildad, entrega y servicio, se nos da hoy como
verdadero alimento para nuestras almas. Si estamos preparados, acerquémonos al altar a
recibirle.

Despedida: Hermanas y hermanos, luego de habernos alimentado con la Palabra y el Cuerpo de


Cristo, vayamos a nuestros hogares a compartir y a hacer vida lo que el Señor nos pide,
poniéndonos con humildad al servicio de los demás. A nuestro Señor sea el honor y la gloria por
los siglos de los siglos. Amén.

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