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Presentado por:
Saulo nació en Tarso, en el seno de una familia judía. Esta ciudad era
la capital de Cilicia, gran centro comercial y cultural. Esto hace de él un
hombre de doble lengua y doble cultura, en casa habla el arameo y en
las escuelas de la culta Tarso aprende el griego y se inicia en la cultura
helénica. Sus dos nombres, Saulo y Pablo, reflejan esta doble faceta de
su personalidad.
De las epístolas paulinas nos han llegado copias tan antiguas como el datado
de los años 175-225.2 Las epístolas paulinas fueron aceptadas unánimemente
por todas las Iglesias y son para el cristianismo, ya desde sus primeros
tiempos, una fuente ineludible de pensamiento y de espiritualidad.
Los esfuerzos de San Pablo para llevar a buen fin su visión de una iglesia
mundial fueron decisivos en la rápida difusión del cristianismo y en su posterior
consolidación como una religión universal. Ninguno de los seguidores de
Jesucristo contribuyó tanto como él a establecer los fundamentos de la doctrina
y la práctica cristianas.
Desarrollo
Biografía
El apóstol Pablo o Saulo, que era su nombre hebreo, nació en Tarso en o después del
año 5 d. C., dentro de una familia fiel a la ley judaica. Su padre era fariseo y Saulo fue
criado guardando celosamente la ley judía.
Saulo (tal era su nombre hebreo) nació en el seno de una familia acomodada
de artesanos, judíos fariseos de cultura helenística que poseían el estatuto
jurídico de ciudadanos romanos. Después de los estudios habituales en la
comunidad hebraica del lugar, Saulo fue enviado a Jerusalén para continuarlos
en la escuela de los mejores doctores de la Ley, en especial en la del famoso
rabino Gamaliel. Adquirió así una sólida formación teológica, filosófica, jurídica,
mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo).
La conversión
Entre el primer y el segundo viaje, San Pablo residió algún tiempo en Antioquía
(49-50 d. C.), desde donde marchó a Jerusalén para asistir al llamado "Concilio
de los Apóstoles". Las cuestiones que iban a tratarse en el concilio eran de una
gravedad difícilmente concebible en nuestros días. Había que dilucidar la licitud
de bautizar a los paganos (algunos judeo-cristianos se oponían aún a tal
iniciativa), y, sobre todo, establecer o rechazar la obligatoriedad de los
preceptos judíos para los conversos que procedían del paganismo. El éxito de
su labor evangelizadora permitió a San Pablo imponer la tesis de que los
cristianos gentiles debían tener la misma consideración que los judíos;
profundo expositor del valor de la Ley mosaica y de su importancia histórica,
San Pablo defendió que la redención operada por Cristo marcaba el definitivo
ocaso de dicha ley y rechazó la obligatoriedad de numerosas prácticas
judaicas.
El tercer viaje (53-54-58) se inició con la visita a las comunidades del Asia
Menor y continuó también por Macedonia y Acaya, donde San Pablo Apóstol
estuvo tres meses. Pero como centro principal fue escogida la gran ciudad de
Éfeso. Allí permaneció durante casi tres años, trabajando con un grupo de
colaboradores en la ciudad y su región, especialmente en las localidades del
valle del Lico. Fue un apostolado muy provechoso, pero también lleno de
fatigas para San Pablo: culminaron éstas con el tumulto de Éfeso, provocado
por Demetrio, representante de los numerosos comerciantes que explotaban la
venta de las estatuillas-recuerdo de Artemisa. San Pablo, refiriéndose a un
episodio anterior, habla de una lucha con las fieras; es casi seguro que la
expresión es metafórica, pero convergen muchos indicios en favor de la
hipótesis de una auténtica prisión.
Últimos años
De los años 61 a 63 vivió San Pablo en Roma, parte en prisión y parte en una
especie de libertad condicional y vigilada, en una casa particular. En el
transcurso de este primer cautiverio romano escribió por lo menos tres de sus
cartas: la Epístola a los efesios, la Epístola a los colosenses y la Epístola a
Filemón.
El pensamiento paulino
A San Pablo se debe, más que a los otros apóstoles, la oportuna y neta
separación entre el cristianismo y el judaísmo; y es falso que tal separación se
alcanzara mediante la creación de un sistema religioso especial, que habría
sido elaborado bajo la influencia de la filosofía griega, del sincretismo cultural o
de las numerosas religiones de misterios. En el curso de sus viajes
evangelizadores, San Pablo propagó su concepción teológica del cristianismo,
cuyo punto central era la universalidad de la redención y la nueva alianza
establecida por Cristo, que superaba y abolía la vieja legislación mosaica. La
Iglesia, formada por todos los cristianos, constituye la imagen del cuerpo de
Cristo y debe permanecer unida y extender la palabra de Dios por todo el
mundo.
Conclusión