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DIA TERCERO CONCUPISCENCIA DE LA CARNE

Es otra característica del mundo y de la vida de los mundanos.

El hombre se define filosóficamente: animal racional y se ha llegado a decir


que el hombre es ángel y bestia.

La parte inferior del hombre debe estar sometida a la superior y colocarla a su


servicio, es decir el cuerpo al alma, la bestia al ángel. Pero en este campo el pecado
todo lo ha trastornado, los papeles se invirtieron.

El cuerpo no se somete al alma, por el contrario, él quiere dominar y prevalecer,


rechaza el control de las facultades superiores, no se sujeta a la dirección de éstas,
quiebra todo freno y se lanza desmesuradamente en consecución de placeres
dando rienda suelta a los insultos más soeces. Es claro entonces que el Espíritu de
las tinieblas aprovecha esta actitud y aviva las pasiones sensuales, sus maravillosos
aliados, en la implantación de su reino entre los hombres.

El cuerpo no es, como para los santos, el animal que es preciso sujetar y
castigar; el cuerpo es el ídolo, el rey.

A este cuerpo no se le rehúsa nada, antes bien se le prodigan todas las


satisfacciones más refinadas; cada sentido es abajado, los vestidos más sedosos,
el lecho más muelle, los perfumes más delicados, porque para los mundanos el
cuerpo es el elemento predominante en su existencia.

En la mujer predomina la belleza corporal. La norma para valorar a una mujer


no son sus cualidades morales sino la belleza física; a los ojos del mundo la mujer
vale casi exclusivamente por su belleza física material.

El cuerpo debe exhibirse, atraer las miradas aunque sea a expensas de las
exigencias más elementales del pudor y la moral. Todos los medios posibles son
empleados para realizar esta malhadada belleza.

En el hombre es la destreza y la fuerza física lo que debe predominar. Es la


pasión y frenesí por el deporte lo que se alaba hoy; los héroes cuyos nombres están
en los labios de todos son los jugadores de fútbol, los boxeadores, los corredores y
sus actividades enloquece a millones de espectadores y llenan las páginas de los
diarios y revistas.

Pero el predomino del cuerpo sobre el alma de hace sentir sobre todo en la
preponderancia de la pasión sexual que Dios instituyó para la propagación del
género humano. Este desbordamiento de la pasión más avasalladora ha conducido
a desórdenes espantosos. Las satisfacciones carnales son buscadas con una
violencia, con una vehemencia tal, que se asemeja al torrente de los peñascos que
atropellan y devastan todo a su paso: honor, dignidad, dicha, fortuna, salud, paz del
alma, caridad, religión y felicidad eterna.
La impureza causa aterradores estragos en todas las clases sociales, es todos
los estados de la vida, en todas las edades y en todos los medios.

¿Quién podrá calcular las faltas de impureza que se cometen en pensamientos,


palabras, deseos, actos, cada día, cada semana, en cada pueblo, ciudad, país y en
el mundo entero? Son millones las faltas que en esta materia claman venganza y
castigo ante el trono de Dios.

Si no fuese por las 400.000 misas que diariamente se celebran en el mundo, si


no fuere por la intervención misericordiosa de María, Refugio de pecadores, nuestro
mundo estaría tan corrompido y carcomido por la pobre moral que no podría
subsistir ni una hora más por los castigos merecidos ante el Señor de toda justicia.

La esclavitud mariana que es una consagración de nuestro cuerpo con todos


sus sentidos a la Reina de las vírgenes, conducirá a sus esclavos a la intimidad
incesante con María; será el medio admirable para perseverar en la virtud y elevarse
cada vez más a las exigencias humillantes de la carne. Ella debilita las inclinaciones
sensuales y abre al alma ideales sublimes, al paso que comunica a la voluntad
fuerza indomable para vencer los instintos carnales y reportar victorias admirables
en las luchas sostenidas por la fidelidad a los compromisos con la Reina y Señora.

PRACTICA

Varias veces miraré con amor a la Santísima Virgen diciéndole: “renuncio a mí


mismo, me entrego todo a Vos Madre Mía”. Rezar el VENI SANCTE SPIRITUS
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VENI SANCTE SPIRITUS

Ven, oh Espíritu Santo, trayendo desde el cielo, un rayo de tu luz.


Ven, Padre de los pobres, ven dador de los bienes, ven, lumbre de los corazones.
Consolador sin igual, del alma dulce huésped, suavísimo dulzor.
Descanso en la fatiga, en el ardor templanza, consuelo en la aflicción.
¡Oh antorcha venturosa!, alumbra de tus fieles, el pobre corazón.
Nada, sin tu asistencia, de puro y de inocente nada, en el hombre hay.
Lava lo que está impuro, riega lo que está seco, cura la enfermedad.
Endereza lo torcido, calienta el alma fría, humilla la altivez.
Al fiel que en ti confía, concédele benigno tu septiforme don.
Da de la virtud el mérito, de la victoria el éxito y el eterno galardón. Amén.

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