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La relevancia histórica de la libertad de expresión para el desarrollo de los medios de

comunicación masiva en México

“Mujeres Instruidas, Medios Redefinidos: Un análisis de la educación femenina a través de los


tiempos y su impacto en los medios de comunicación”

Odalys Melissa Galicia Gómez

Procesos y Medios de comunicación en la Historia de México 1320-1876

Semestre: 2024-1

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A lo largo del tiempo, las mujeres se han visto reprimidas y sus aportaciones han sido borradas
de la historia de la humanidad, en el pasado muchos académicos atribuían la poca contribución
que tuvieron en el campo de la literatura y las ciencias a una inferioridad intelectual, pero ¿es
este realmente el caso? si consideramos que hubo mujeres ilustres como Hipatia de Alejandría,
Cleopatra y la propia Jane Austen, cuyas obras y aportaciones respectivamente siguen vigentes.
En 1928, Virginia Woolf se preguntó ¿qué necesita una mujer para poder escribir? En este
ensayo tomamos como punto de partida las reflexiones que Woolf plasmó en Una habitación
propia y las llevamos más allá. A través del análisis del personaje de la propia Virginia, la
Malinche y Sor Juana Inés de la Cruz nos cuestionamos qué es lo que tienen en común estas
mujeres, cuál es el papel que tuvo la educación en sus trayectorias y cómo estás fueron
precursoras de las que más adelante tomarían papeles importantes en la imprenta.
En este contexto, centraremos nuestra atención inicial en la figura histórica de la Malinche, cuya
vida y legado ofrecen una ventana única para comprender la intersección entre la educación de la
mujer, el privilegio que implicaba tener acceso a esta.
Los primeros registros que tenemos de la Malinche se dan con la primera expedición que llevo a
cabo Hernán Cortés en 1517, donde es ofrecida como un presente “para que les cociesen pan y
guisasen de comer al ejército” (Glantz, 1989). Después de este suceso, Marina (nombre que le
dieron los españoles al bautizarla) funge como traductora de Cortés con los pueblos indígenas.
Tuvo un hijo con Cortés, Martín, hecho fundamental que dio inicio al mestizaje. Historiadores
concuerdan en que su papel fue vital durante la conquista, no solo actuó como traductora,
también facilitó las alianzas entre españoles y los pueblos mesoamericanos que hicieron posible
la conquista de Tenochtitlán y el imperio Azteca.
A pesar de que numerosos cronistas han escrito sobre ella, la historia sobre sus orígenes continúa
siendo un misterio, historiadores como Bernal Díaz intentaron hacer un relato novelesco de ella,
convirtiéndola en hija de un cacique y heredera a un trono, quien sería traicionada por su familia
y despojada de sus riquezas. Como Bernal, muchos añadieron al misticismo que había detrás de
la Malinche.
Entre las pocas certezas que tenemos sobre su origen es que era proveniente de la región sur de
Veracruz, cerca de Coatzacoalcos. La historia de cómo llegó a ser esclava continúa siendo un
misterio, más se da por hecho su origen noble debido al conocimiento que mostró sobre la Triple
Alianza y el cómo se llevaba la vida política de los distintos pueblos mesoamericanos. Manejaba

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de manera extraordinaria los protocolos de las élites indígenas y supo hacer que la reconocieran
con interlocutora legítima de los señores y nobles militares. Estos actos no eran manifestaciones
de su nobleza, sino también la afirmación de una identidad que desafiaba las convenciones de su
tiempo. Una mujer que víctima de la misoginia de la época, supo sacar provecho a la situación y
utilizo sus habilidades para sobrevivir en el entorno hostil que experimentaban las mujeres.
En este contexto, la transición hacia la figura de Sor Juana Inés de la Cruz se revela como un
estudio fascinante, ya que ambas mujeres, separadas por el tiempo y la cultura, compartieron la
valentía y audacia de desafiar las normas impuestas por su género, destacando en entornos donde
la educación femenina era un privilegio limitado. Es así como la vida de la Malinche se convierte
en un puente hacia el análisis de Sor Juana Inés de la Cruz y su propio desafío a las normas
establecidas.
Sor Juana Inés de la Cruz nació el 12 de diciembre de 1951 como Juana Ramírez Asbaje, hija
ilegitima del vasco Pedro Manuel de Asbaje e Isabel Ramírez. Pasó parte de su niñez bajo la
tutela de su abuelo, Pedro Ramírez en la hacienda de Panoayan, hasta la muerte de este en 1656.
Derivado de estos acontecimientos su madre decide enviarla a la capital a vivir con su tía, María
Ramírez. En 1664 ingresó a la corte como dama de compañía de la virreina, Leonor María
Carreto. En la corte, todos estaban encantados con ella y fue examinada por estudiosos y
eruditos, quienes quedaron impresionados ante su inteligencia y razón.
Durante esta época, el acceso a la educación era complicado para las mujeres, a quienes se le
había prohibido estudiar en las universidades. Muchas mujeres como Sor Juana, recurrieron a
diferentes estrategias para acercarse a estas actividades que estaban restringidas a las de su sexo.
Una de estas posibilidades eran los conventos, los cuales daban la posibilidad de estudiar y evitar
matrimonios no deseados para las mujeres de clase alta o quienes eran protegidas por mujeres
nobles, como era el caso de Sor Juana.
Inicialmente, ingresó al convento de San José de las Carmelitas Descalzas en 1667, pero su
estancia aquí fue breve debido a la severidad y el rigor de la orden. Después ingresó a la orden de
las Jerónimas en el convento de Santa Paula.
A lo largo de su obra podemos observar su constante búsqueda por reivindicar a la mujer y la
constante lucha contra la injusticia con la que fueron tratadas, estos escritos no se limitan al tan
conocido “hombres necios que acusáis”, a continuación, otro ejemplo de esto:

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En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando solo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
[…]
Aunque toda su obra está repleta de trabajos excepcionales, uno de sus escritos más importantes
en cuanto a la defensa de la mujer es la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, la cual surgió como
contestación a la Carta de Sor Filotea de la Cruz, la que crítica la audacia de Sor Juana al
escribir sobre teología; redactada por el obispo de Puebla, Manuel Hernández de Santa Cruz,
quien se hacía pasar por una discípula de Sor Juana bajo el seudónimo de “Sor Filotea de la
Cruz”.
En su respuesta a Sor Filotea, Sor Juana defiende su derecho a la educación, su derecho a pensar,
a leer, a escribir, a enseñar, defendía la educación, el pensamiento y la escritura de todas las
mujeres del mundo. Esta respuesta es considerada por algunos “La carta Magna de la libertad
intelectual de las mujeres de América”, sin saberlo, Sor Juana se convirtió en un referente del
feminismo actual y trazó el camino de muchas mujeres hacía el derecho a la educación.
Así como Sor Juana, mujeres alrededor del mundo denunciaron la injusticia de la que eran
víctimas como resultado de un sistema hecho para beneficiar a los hombres. Entre estas mujeres
podemos mencionar a Anne Finch, Condesa de Winchelsea, quien escribió en 1713:
¡Como nos hemos perdido! Perdidas por reglas falsas,
Necias por educación más que por naturaleza;
Privadas de todos los progresos de la mente,
Se espera de nosotras que seamos insulsas
Y a ello se nos destina.
A pesar de que hay siglos de diferencia entre cada una de las mujeres antes mencionadas, cada
una logró destacar y hasta el día de hoy se reconoce su intelecto, pero ¿cuál es el factor común
que comparten y como influyó en su trayectoria?
Después de que Virginia Woolf fuera invitada por la Universidad de Cambridge a dar una plática
sobre las mujeres y la literatura, la escritora empezó a cuestionarse, ¿qué es lo que necesita una
mujer para escribir? La respuesta es sencilla y a la vez compleja. Woolf llegó a la conclusión de
que el primer paso para poder escribir es el contar con una habitación propia, concluye que las

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mujeres pocas veces cuentan con un espacio propio para escribir, la mayoría del tiempo su
tiempo libre se veía relegado a las salas de estar, espacios comunes y la cocina, además de que el
acceso a las bibliotecas estaba limitado a que fueran acompañadas. Aunado a esto, las mujeres de
la época no podían ganar su propio dinero, y en el caso de que lo tuvieran, al momento de
casarse sus fortunas pasaban a ser propiedad del marido.
Woolf empieza a indagar más en las condiciones que las mujeres que tomó como referencia
atravesaron y la mayoría tenía algo en común, eran nobles y contaban con holgura económica.
Virginia reconoce que ella tiene la posibilidad de dedicarse a la academia y a la escritura eran las
500 libras anuales que su tía le había heredado. Aunque reconoce que esto es solo un inicio, pues
muchas mujeres al encargarse de sus hogares y sus familias apenas tienen tiempo para si mismas.
Woolf llega a estas conclusiones después de estudiar a sus contemporáneas y mujeres que la
antecedieron, como Jane Austen y Charlotte Brontë, quienes a pesar de ser ilustres, los ejemplos
eran muy contados; lo cual lleva a Virginia a su siguiente cuestionamiento, ¿por qué las mujeres
en la antigüedad no han brillado como los poetas de otros tiempos? Desde un inicio, Woolf niega
que sea debido a una inferioridad intelectual o una falta de carácter, menciona que desde tiempos
inmemoriales las mujeres han servido como inspiración para los poetas y escribe:
“[…] si la mujer no existiera más que en las obras de ficción escritas por los hombres, una la
imaginaria como una persona de la máxima importancia, de registros muy variados: grande como
un hombre y según algunos, incluso más” INSERTAR CITA
Es con esto que Woolf llega a una nueva conclusión, no sabemos las condiciones de vida de las
mujeres de otra época, mucho menos de la educación que recibían, si sabían leer y escribir, si
contaban con una habitación propia.
Académicos en Cambridge aseguraban que habría sido absolutamente imposible que una mujer
escribiera las obras de Shakespeare en la época de Shakespeare y Woolf concuerda con esto,
pero no por las mismas razones que estos académicos.
Para explicar esto, la autora imagina que Shakespeare hubiera tenido una hermana menor a la
que nombra Judith, y esta niña cuenta con el mismo ingenio y ansias de aprender que su hermano
mayor, quien para entonces se habría aventurado a Londres y gozaba ya de una celebre
reputación, en su ambición Judith intenta seguir los mismos pasos y en todos lados en los que
intenta es rechazada, al final un director de teatro se apiada de ella y Judith termina embarazada
del director para luego morir sola. Aunque la situación ficticia pueda parecer un tanto exagerada,

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es a través de esta narración que Woolf explica la desventaja no solo a nivel económico sino
también social que las mujeres han enfrentado a través de los años y ha frenado las
oportunidades de las mujeres y explica la poca participación que estas han tenido en los campos
de las ciencias y literatura en el pasado.
Tomando en cuenta los casos analizados anteriormente y lo escrito por Virginia Woolf podemos
observar que estas mujeres tenían algo fundamental en común, algunas venían de la nobleza y
contaba con los medios para sostenerse económicamente, además de que a excepción de
Malintzin, ninguna tuvo hijos.
A pesar de que hay numerosos estudios monográficos sobre las aportaciones de los impresores
en Europa y la Nueva España, son muy contados aquellos que toman a la mujer como punto de
referencia, aunque muchos estudiosos actuales señalan la importancia que estas tuvieron en el
desarrollo de la imprenta y como se hicieron cargo del negocio mayormente familiar, teniendo
carreras incluso más largas que sus padres y maridos.
La conexión inicial de la mujer con la imprenta puede ser trazada hasta París en el año de 1610,
con el libro En el Olimpo de Jacques Grevin, donde introduce a la figura de Typosine, la musa de
la tipografía. Aunque no se han encontrado más indicios de esta musa, la influencia del poeta
francés es visible en la forma como sería retomada la ilustración del estudio tipográfico, tomando
la figura femenina como interpretación simbólica.
El interés por los orígenes de la imprenta se dio entre los eruditos europeos, como consecuencia
de esto fueron apareciendo numerosas obras dedicadas al arte tipográfico. Uno de los elementos
característicos de estas obras eran sus ilustraciones, en las que la imprenta era personificada por
una mujer que trae su arte a las naciones como solución para contrarrestar la ignorancia y en
favor de la verdad.
Otra diosa que fue relacionada con el arte de la imprenta es Minerva, diosa de la sabiduría y las
artes y patrona de los artesanos. Algunos estudiosos atribuyen a la relación de estas figuras con
la imprenta, el interés que despertó en la alta sociedad francesa. Fue entre los miembros de la
corte y las casas señoriales que se erigieron pequeñas imprentas las cuales eran sinónimo de
prestigio.
Entre los personajes que son ejemplo de esto se encuentran la madre de Luis XVI, la cual tuvo su
propia oficina tipográfica en Versalles y Madame Pompadour, quien llegó a imprimir algunas
obras de su amigo Voltaire.

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A pesar de la concepción femenina como interpretación simbólica de la imprenta, por muchos
años el papel de la mujer en los talleres tipográficos fue ignorado por los historiadores de esta
disciplina pese a las numerosas evidencias de la participación de estas en las tareas que se
llevaban a cabo en los talleres.
Desde sus inicios a mediados del siglo XV, la imprenta fue una industria de carácter familiar, por
lo que se da por hecho que en muchos casos, la participación de todos los miembros de la familia
era necesaria para que el negocio siguiera a flote.
En muchos casos, la casa y el taller estaban en el mismo lugar, por lo que las mujeres cumplían
no solo con las labores domésticas, sino que también toman parte en la empresa familiar. Por lo
consiguiente, damos por hecho que las hijas y las esposas de los impresores estaban
familiarizadas con las labores del oficio, además de que en ese tiempo había la tendencia de crear
alianzas a través de los matrimonios, por lo que se casaban con miembros del mismo oficio; esto
facilitó a que las mujeres se hicieran cargo de los establecimientos.
Es cuestionable la poca atención que la historia ha tenido con el trabajo de las impresoras si
consideramos que hay un alto número de trabajos hechos por estas mujeres, especialmente
viudas de tipógrafos.
Aunado a esto, hubo tendencia a que las mujeres no firmara con sus propios nombres los libros
que producían y utilizaran los nombres de sus difuntos maridos, sus padres, o en su defecto de
sus hijos varones. Es debido a esto que es complicado calcular el número exacto de mujeres que
había en el rubro bibliográfico.
Uno de los trabajos más reconocidos en cuanto a la investigación de mujeres impresoras es el
libro Women in the Book Trade in Italy, 1475-1620, en el cual la autora Deborah Parker no solo
analiza la participación de las mujeres en el oficio, sino que estudia las particularidades y las
condiciones bajo las cuales llegaron a dirigir imprentas.
En su libro menciona como muchas mujeres tomaban parte en la fuerza laboral para ayudar a sus
familias en lugar de llevar a cabo labores domésticas; estas mujeres trabajaban en tavernas,
panaderías y producción de velas, por nombrar algunos oficios, pero a diferencia de estos, la
imprenta requería que sus impresores fueran literatos, además de llevar a cabo un
apprenticeship, el cual generalmente duraba de tres a cuatro años y solo podían ser llevados a
cabo por hombres.

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Los gremios de artesanos permitian que las mujeres se hicieran cargo del negocio después de la
muerte de sus maridos, pero para que una mujer pudiera convertirse en impresora, debía tener a
alguien que estuviera dispuesto a enseñarle el oficio, ya sea un padre o un marido, además de ser
viuda y no tener hijos, o en caso de que los tuviera, que estos fueran menores y no puderan
hacerse cargo de la imprenta.
En el caso de las mujeres impresoras de América, hay una gran falta de documentos y escasez de
fuentes, las cuales pueden ser atribuidas a que el estudio de este campo es visto desde un sesgo
patriarcal. Debido a esto, por mucho tiempo los historiadores limitaron las labores de la mujer
impresora a la composición tipográfico, pues consideraban que esta era mucho más adecuada
para ellas, no como otras labores que requerían mayor exigencia física.
Contrario a esto, en las represantaciones iconográficas que existen sobre los talleres y las labores
de imprenta, podemos observar mujeres llevando a cabo varias tareas del oficio como componer,
ya sea de forma manual o con máquinas primitivas de impresión, recogiendo pliegos, plegando
papel, cociendo cuadernillos y participando en la elaboración de tipos de imprenta.
Entre los escazos documentos que podemos encontrar para comprobar la labor de las mujeres en
el campo editorial, se encuentra el contrato celebrado ente Cromberger y Pablos en 1539, en el
que se estipula que Pablos vendría a México con su esposa, esto resulta relevante pues se
especula que fue mencionada para que ella pudiera colaborar en las labores de la imprenta. Esto
se confirma cuando a la muerte de Pablos, es su mujer Jerónima Gutiérrez quien asume el mando
del taller y los continua trabajando. Antes de la muerte de Pablos, falleció el dueño del taller
Juan Cromberger, y fue su viuda y algunos herederos quienes pretendieron continuar con el
monopolio de imprimier y vender libros en la Nueva España, privilegio que había sido concedido
por Carlos V.
A través de documentos y el estudio de personajes directamente relacionados con Pablos y
Cromberger, podemos comprobar la participación de las mujeres en la imprenta Colonial, esto no
solo en México sino también en Guatemala y Perú.
Este ensayo tiene como propóstio aportar al entendimiento de como la educación femenina ha
aportado no solo en la imprenta, también en el desarrollo de los medios. Al analizar las vidas y
aportaciones de personajes como la Malinche, Sor Juana Inés de la Cruz y Virginia Woolf,
resaltamos la importancia de la instrucción educativa en su capacidad de desafiar las
restricciones de género.

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La historia no se limita a registrar y analizar las transformaciones de las sociedades en el pasado,
también da pistas para entender como se organizaron distintos grupos y traves de estos nos da
parámetros en la construcción de ideas e imaginarios del presente. Con esto podemos decir que
en el contexto actual, la inclusión y la diversidad son fundamentales para el desarrollo de las
actividades comunicativas y académicas, además de que al ser testigos de las lagunas
documentales que hay en el estudio de la historia como resultado de solo ser estudiado desde una
mirada masculina, somos más objetivos y aplicamos un enfoque de género, lo cual nos ayuda a
modificar y complementar relatos en la producción de la narrativa histórica.

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