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La calidad de vida deja de ser un tema exclusivamente civil y político, tal como la seguridad y
defensa dejan de estar en un terreno exclusivamente militar. El lineamiento ofrecido tanto por el
constituyente como por el legislador en la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación, establecen las
bases de un modelo de calidad de vida que inicia en el desarrollo humano, activa la participación
de la sociedad y desemboca en un bienestar, que es la piedra angular de la seguridad y la defensa
integral.
Por lo que la calidad de vida forma parte esencial, y es inseparable, de la defensa integral de la
nación. La conjunción de ambas variables viene dada por el hecho de que si se incrementa el buen
vivir en la población, la nación resultará más defendida, es por esto que se asume a la
corresponsabilidad como elemento vinculante y dinámico entre ambos conceptos.
La defensa es integral porque esgrime una acción por cada amenaza y emplea un enfoque holístico
en tanto se potencian las capacidades de respuesta de todos los agentes, dispositivos y grupos
humanos que incrementan el poder defensivo de la nación en la totalidad de sus ámbitos, y sin
limitar se al paliativo, la disminución del daño o la reparación de los efectos colaterales de esas
amenazas.
Igualmente, la defensa integral deja de lado el simple concepto de la confrontación internacional y
la defensa contra el enemigo interno, pudiendo abordar otros frentes como la inequidad, la
pobreza crítica, la destrucción del ambiente, la proliferación nuclear, entre otras.
La concepción de una defensa con corresponsabilidad y conciencia abarca los siete ámbitos
establecidos por la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación (2002): el ámbito geográfico, económico,
político, social, cultural, ambiental y militar; esto fomenta el compromiso de todos los actores
(Estado-FANB-Pueblo) para la defensa de la soberanía y el desarrollo humano sustentable, que se
materializa en el: 1) fortalecimiento del poder militar de la nación; 2) profundización de la unión
cívico militar (pueblo -fuerza armada) y 3) fortalecimiento de la participación del poder popular.
Para Sánchez (2013) no es solo la Fuerza Armada Nacional Bolivariana desde el ámbito militar, quien
debe responder ante una amenaza a la integridad territorial, sino también los poderes del Estado
desde el ámbito político, los educadores y científicos desde el ámbito cultural, los medios de
producción y tecnológicos desde el ámbito económico y por supuesto la sociedad, familia e
individuos desde el ámbito social.
Todos ellos permiten hablar de una defensa integral, democrática, participativa y protagónica que dé
lugar a la preservación de la independencia, la democracia, la igualdad, la paz, la libertad, la justicia y
la solidaridad que son, todos, factores para un desarrollo integral y sustentable.
En tal sentido, como aporte a la ciencia se buscó responder a las siguientes preguntas:
• ¿Cuál debe ser la definición de calidad de vida que garantice, realmente, una efectiva seguridad,
defensa, y por ende, desarrollo integral de la nación venezolana?
• ¿Puede construirse un modelo conceptual de calidad de vida venezolana, que permita instrumentar
acciones dentro del ámbito de la defensa integral de la nación? Y, si es así,
• ¿Cuáles son los elementos que deben conformar este modelo conceptual para la República
Bolivariana de Venezuela?
La calidad de vida elude a las teorías del bienestar; y no cualquier “bienestar” sino aquel que es
fundamento de la seguridad y defensa integral de la nación, según el Artículo 17 de la LOSN. La razón
es que este bienestar tiene sus raíces en la acción política colectiva, es decir en la participación, cuya
garantía es el protagonismo de un pueblo consciente y desarrollado. El supuesto fundamental de
este bienestar es que no se agota en la satisfacción de las necesidades, como lo propondría el
utilitarismo, ni tampoco en la objetiva igualdad de distribución del liberalismo.
Desarrollo
Aristóteles hablaba de la “felicidad suma” como la finalidad del transcurrir humano, ya que es el
único valor final y suficiente en sí mismo (García, 2002). Habría sido así esta propiedad motivacional,
lo que dio paso a que un término tan difuso encontrara su lugar en la psicología (Fierro, 2000),
cuando apareció en el Psychological Abstract en 1973. Su alta connotación filosófica se habría abierto
paso progresivamente al más operativo concepto de “bienestar- personal”
La tradición positivista moderna hace foco en los aspectos externos de ese bienestar (Fuentes y
Rojas, 2001, p.289), analizándose las condiciones de vida o “welfare”, cuyo marco de referencia es el
Estado de Bienestar en conjunto con las políticas que este último suponía (Pardo, 1997). Tal
orientación dio lugar al término calidad de vida, que es de carácter inicialmente cuantitativo y generó
gran cantidad de estudios.
Ahora bien, si en la mayor parte del Siglo XX la calidad de vida estuvo fuertemente ligada a las
condiciones o welfare, hoy día pasa a atribuírsele más importancia al bienestar, o wellbeing, como la
obtención de satisfacción disfrutando de recursos disponibles más allá de su simple posesión.
La emergencia del constructo calidad de vida está asociada al bienestar, refiriéndose menos a la
provisión de al menos un mínimo nivel de condiciones y respaldo social (welfare), y más a una
condición percibida de libertad individual y colectiva en los aspectos sociales, económicos,
psicológicos, espirituales o médicos (wellbeing); por lo cual, se considera que el Artículo 17 de la
LOSN hace referencia al término wellbeing y no al de welfare, pese a que ambos se pueden traducir
como “bienestar”.
Según Espinosa (1999), las tendencias actuales en las acepciones de calidad de vida, se resumen en
los siguientes postulados:
• La calidad de vida se resiste a las interpretaciones parceladas, siendo necesario índices integrales
que reúnan visiones de múltiples criterios.
El buen vivir, o vivir bien, es una visión ética de una vida digna; significa respeto por la vida y por la
naturaleza. Bajo esta concepción se concibe a la naturaleza como sujeto, y a los seres vivos como
miembros de la comunidad. Esto es una reacción contra la materialización, en defensa de los
derechos de las comunidades a vivir según su modo tradicional.
El buen vivir no debe ser entendido como una revisión occidental de un pensamiento “indígena”, ni
un intento de regresar a la cosmovisión de la sociedad primaria para sustituir en todas sus partes el
desarrollo convencional.
Antes que eso, el buen vivir es una mirada a la esencia del desarrollo humano integral y sostenible
como fin último del Estado, tal como lo señala el Artículo 3 de la Carta Magna de la República
Bolivariana de Venezuela y la Ley de Orgánica de Seguridad Nacional, cuyo análisis nos proporciona
los siguientes fundamentos:
La base de este paradigma es que la calidad de vida es un bienestar con sus especificidades, tiene
ámbitos definidos, es producto de la participación social y del fomento del goce, ejercicio y desarrollo
de derechos. Tal comprensión de la calidad de vida, en su sentido de elemento primordial de la
seguridad y defensa integral de la nación está consagrada en el artículo 17, del capítulo II, el cual
expresa: