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La rebelión de Cisteil o de

Jacinto Canek
El 19 de noviembre de 1761 estalló en el pueblo de Cisteil un
levantamiento de indios mayas encabezado por Jacinto Canek.
Esta sublevación fue la respuesta a las deplorables condiciones
en que vivían los indígenas en la época colonial. Aunque al
principio la suerte pareció sonreír a los sublevados, pronto la
superioridad de las armas y las tácticas de guerra de los blancos
se impusieron sobre aquellos hombres desorganizados que sólo
contaban con sus flechas y algunas viejas escopetas para
defenderse. Canek fue hecho prisionero y condenado a muerte
junto con varios de sus seguidores. La ejecución se llevó a efecto
en la Plaza Mayor de Mérida, justamente en frente de la Casa
Montejo, el 14 de diciembre de 1761, a las ocho de la mañana. El
sanguinario acto fue presenciado por el gobernador, los más
distinguidos capitanes y los encomenderos más ricos de la
provincia. Canek fue descuartizado con barretas y tenazas al rojo
vivo; luego quemaron su cuerpo y arrojaron sus cenizas al viento.
[Gobierno del Estado de Yucatán]. Registro de obra realizado por
el fotógrafo Alejandro López Rumayor.

Jacinto Canek escogió un nombre con alto significado histórico


para los mayas, se proclamó rey y encabezó una rebelión que
tuvo por meta el dominio político y religioso de los mayas en
Yucatán. Miles de indígenas creyeron que era el rey anunciado
por la profecía y que los días de los españoles estaban contados.

EL ACONTECIMIENTO:

Los colonos españoles fueron atacados y Cisteil cayó en manos


de los rebeldes mayas. El fraile Miguel Ruela, cura de la iglesia,
escapó y pidió ayuda en Sotuta al capitán Tiburcio Cosgaya,
quien de inmediato organizó una expedición punitiva para
sofocar la rebelión. Sin embargo, al llegar a Cisteil, las fuerzas
españolas fueron emboscadas y como resultado de la refriega
que siguió, fue muerto el comandante y otros militares que
intentaron inútilmente aplacar a los rebeldes.[1]

La victoria de los mayas fue efímera. Reforzadas las tropas


gubernamentales por instrucciones del gobernador, un nuevo
destacamento bajo las órdenes de Cristóbal Calderón sostuvo
una segunda batalla. Esta vez murieron seiscientos indígenas y
cuarenta españoles. Aproximadamente, trescientos rebeldes,
inclui
do Canek, lograron escapar.[3]

investigación
equipo 8.

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