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Luis Flores Cornejo

Regresiones
La respuesta está en el pasado

A tres mujeres:

mis hijas Francisca y Alejandra, y mi madre Alicia

Índice
Prólogo

Introducción

Marco conceptual

La posesión espiritual

El aborto

Desposesión a distancia

Síndrome de abducción extraterrestre

Bibliografía

Prólogo
La Terapia de Vidas Pasadas (TVP) es una técnica psicoterapéutica
transpersonal que básicamente consiste en hacer consciente lo
inconsciente. Cuando ocurre esto espontáneamente surgen a la
conciencia experiencias que no pertenecen al marco existencial de la
vida presente. En estas vivencias que surgen del inconsciente las
personas suelen experimentar la muerte en otro cuerpo y en otro
tiempo. Por esta razón se denominó a la técnica Terapia de Vidas
Pasadas.

Es necesario dejar claro que la TVP no se basa en creencias


religiosas ni en la creencia en la reencarnación. Las vidas pasadas
surgen simplemente como consecuencia del trabajo terapéutico
independientemente de la creencia del consultante.

Si bien la TVP comenzó a difundirse en forma universal y masiva a


partir de la década de 1970-1980 la realidad es que ya tiene más de
un siglo de desarrollo. Fue en 1904 cuando el coronel de ingenieros
Albert de Rochas, administrador de la Escuela Politécnica de París,
tras largos años de investigar los estados profundos de la hipnosis se
encontró con el fenómeno de las vidas pasadas en sus sujetos de
experimentación. Rochas denominó a este proceso regresión de
memoria, término que aún hoy sigue siendo empleado para referirse
a esta técnica.

A lo largo de varias décadas distintos autores fueron publicando sus


experiencias clínicas con la regresión.

En 1978, Morris Netherton, Ph.D., publica su primer libro acuñando


en su título la expresión Terapia de Vidas Pasadas (Past Life
Therapy, en el original). Cabe señalar aquí que el título de esta obra
surgió de una consulta realizada entre trescientos estudiantes de una
universidad de California a quienes se les dio a leer el libro. Fueron
esos estudiantes universitarios quienes en su mayoría eligieron el
título que identificaría a la terapia de allí en adelante.

En 1988 el Dr. Brian Weiss publicó su libro Muchas vidas, muchos


sabios. Ese libro se convirtió en un best seller que le dio el impulso
definitivo a nivel mundial a la terapia de vidas pasadas.

Durante la sesión terapéutica con la TVP el consultante revive la


experiencia traumática original que está provocando el síntoma o el
conflicto que trae para resolver como si estuviese sucediendo aquí y
ahora. Es esta revivencia del hecho original lo que permite la
extinción de todas las sensaciones a nivel físico, emocional y mental
que están perturbando la vida de la persona que consulta. No se
trata de recordar, sino de revivir el trauma original que quedó sin
resolver a nivel inconsciente para poder terminar definitivamente con
él.

Ahora bien, la TVP no se circunscribe solo a lo que denominamos


vidas anteriores. En las sesiones de regresión se trabajan también la
vida intrauterina, la experiencia del nacimiento y los eventos de la
infancia ya que con frecuencia el evento traumático que está
perturbando la vida del consultante se encuentra en estas instancias
de la vida actual.

Y aún hay más, porque la TVP nos permite resolver el accionar de


energías intrusas que conocemos como almas perdidas y el
síndrome de abducción extraterrestre. Por extraño que parezca
frecuentemente el síntoma por el cual consulta una persona es
provocado o bien por la presencia de almas perdidas que se han
adherido al campo vibratorio de la persona en cuestión o bien por
una experiencia de abducción que ha quedado sepultada a nivel
inconsciente, pero que se manifiesta clínicamente con síntomas muy
particulares.

Aquí, Luis Flores Cornejo, quien se entrenó conmigo en Argentina,


nos muestra con precisión el alcance de la TVP.

Con gran acierto Luis comienza por presentar el marco conceptual


en el que se desenvuelve la terapia y desarrolla la comprensión
terapéutica del karma.

A continuación, Luis explicita claramente el trabajo terapéutico con


las experiencias de vidas pasadas, pero además dedica buena parte
de este libro a las manifestaciones de las almas perdidas y con gran
valentía nos expone el tema de la abducción extraterrestre y su
influencia en la génesis de algunas perturbaciones físicas y
emocionales.

Un aspecto que a mi criterio es digno de resaltar es el hecho de que


Luis comparte aquí abiertamente algunas experiencias personales de
su vida íntima que lo marcaron duramente y que experimentó y
resolvió como paciente en el trabajo con la TVP. Luis nos muestra sin
ocultar nada de qué manera vivenció en sí mismo el accionar
terapéutico con la terapia de vidas pasadas en los distintos aspectos
que hemos señalado anteriormente.

Este compartir de Luis es un valor agregado al contenido de este


libro ya que podemos comprobar sin lugar a dudas que cuando habla
de la terapia de vidas pasadas no se trata de una teorización, sino
que lo hace con conocimiento de causa por haberlo experimentado
en sí mismo.

Este libro es una muestra de la evolución que ha experimentado la


Terapia de vidas pasadas en los últimos años. Por mi propia
experiencia, después de treinta y dos años de dedicación exclusiva a
la TVP no me queda ninguna duda de que todavía podemos ir más
allá.

José Luis Cabouli, Buenos Aires, 27 de marzo de 2019

Introducción

Hace poco más de veinte años comencé a recorrer este camino,


impulsado por un instinto particular indescifrable, dejando atrás un
convulsionado pasado de largos y poco amados estudios
universitarios formales y práctica profesional plagada de altibajos. Un
buen día decidí partir de nuevo, pero sin saber cuál era la ruta,
dónde me llevaría mi inquietud, y sin sospechar quienes podrían ser
mis profesores. Y partí. Poco a poco comencé a andar, haciendo el
camino, siempre inquieto, y entonces fueron apareciendo profesoras
y profesores. Aprendí que cuando está listo el alumno aparecen los
maestros.

El Dr. Ronald Shulz, el Dr. Wilson Araya, John Roger y la gente del
MSIA, Elvira Durán, la Dra. Viviana Zenteno, mi maestro Dr. José
Luis Cabouli, Marcela Lobos, el Dr. Alberto Villoldo y la Escuela de
los Cuatro Caminos, mi querido amigo Juan Carlos Sánchez, con su
generosidad sin parangón y su sabiduría profunda y hermosa, todos
ellos maestros que me han llevado de la mano en este magnífico
camino que ha ido apareciendo en mi vida terapéutica profesional.
Ellos han sembrado la semilla que ha ido germinando en mí, y les
agradezco profundamente.

Don Juan Núñez del Prado, investigador y profesor de Cusco, Perú,


experto en la sabiduría ancestral andina, dice que estar en ayni para
él es enseñar lo que ha aprendido. Creo que es una magnífica forma
de practicar la reciprocidad. Y este libro que usted tiene en sus
manos es mi forma de estar en ayni.

Terapia de Vidas Pasadas, TVP

En el mundo de las regresiones normalmente asistimos a ver cómo


muchas personas acuden a ellas con un afán de distracción, como
una forma de sanadora entretención, buscando encontrar ahí alguna
solución a sus conflictos cotidianos que los agobian, y que otros
medios no los logran remediar, como por ejemplo la medicina
alópata. La curiosidad atrae mucha gente a ellas, y continuamente
vemos en los canales de televisión, sobre todo en matinales, a
terapeutas que son invitados a realizar alguna regresión a algún
exponente de la farándula, ese mundo de oropel que envuelve la
actividad. Y una vez que la persona que es paciente en la regresión
va a una vida pasada, los comentarios son fundamentalmente de la
anécdota y características materiales de aquella vida y no del
conflicto que se quiere sanar porque, generalmente, no hay ninguno
que se explicite. Las explicaciones de los terapeutas son
superficiales y livianas, carentes de un sustento filosófico aceptable,
y cuando lo tienen, temen herir susceptibilidades e ir contra las
creencias de los panelistas que, presos de sus dogmas o siguiendo
una línea editorial, no están en condiciones de reflexionar sobre lo
que están siendo testigos. La regresión pasa a ser un objeto de
entretención masivo, y aumenta su audiencia en la misma medida
que disminuye la comprensión terapéutica. El desconocimiento,
desprestigio y banalización afectan la verdadera dimensión en la que
se desenvuelve, y se esgrimen comentarios sobre la peligrosidad de
la terapia por distintas razones como, por ejemplo, que el paciente
puede tener descontroles emocionales, exabruptos, que no tiene
contención, que puede quedar pegado en algún punto del pasado y
no volver al aquí y el ahora, que seguramente relata asuntos que vio
en una película y los asimila como propios, que la mente es capaz de
crear esa supuesta realidad, o que el terapeuta es capaz de
implantar en el cerebro esas realidades.

La medicina occidental nos tiene acostumbrados a pensar que la


enfermedad del hombre siempre se produce por alguna causa que
está fuera de él, quitándole toda responsabilidad a la persona en ella.
Por eso, basa su accionar en el combate del síntoma -el combatir es
propio de la mentalidad patriarcal-, buscando derrotarlo con
medicamentos. Siempre hay algo a qué echarle la culpa: gérmenes,
hongos, virus, bacterias, la sal, la grasa, el azúcar, el ocio, la comida,
el exceso de actividad o el sedentarismo, la humedad o la falta de
ella, el sol o la falta de éste, y ahora el estrés. La medicina sí tiene
razón en que cuando aparece alguna dolencia puede desatarse
producto de algún agente externo, pero eso no explica la razón de
por qué nos enfermamos, por qué nos contagiamos y llegó a
nosotros ese agente externo. Y pocos tienen tiempo para analizar lo
que significa la enfermedad, el mensaje que ella trae, lo que nos
impone hacer o dejar de hacer, o ir o dejar de ir, o lo que nos impide
hacer. Solamente es algo a combatir. Patriarcal completo, ya que la
mentalidad patriarcal valora como medio de logro de fines la lucha. Y
la medicina desconoce, por la imposibilidad científica de mensurarla,
al alma, y no la considera como un elemento de aprendizaje.

«El cuerpo humano no es más que apariencia,

y esconde nuestra realidad. La realidad es el alma»

Victor Hugo
El Alma

El Alma es lo que somos y hemos sido. No muere nunca, y siempre


es. Cuando el cuerpo muere el Alma sigue su camino espiritual, y va
a un espacio donde no hay ningún juicio y es recibida con amor y
compasión, los que goza permanentemente.

Todos hablan del Alma, las religiones, los soñadores, los poetas, los
escritores. Pero cotidianamente ella es negada. Y he ahí uno de los
grandes olvidos, que nos dejan cojeando en los análisis de la
realidad, en sus explicaciones y en la búsqueda de respuestas a lo
que es la vida y su significado, e impide acceder a sanar. Los
pueblos ancestrales tienen un acabado conocimiento de ello, y saben
que muchas veces para sanar en este plano hay que ir a sanar el
Alma.

En el plano espiritual el tiempo no existe. No hay tiempo. Todo es


presente, está todo siempre ahí, sucediendo al mismo tiempo. No
hay un antes ni un después, ni un pasado ni un futuro. Todo
simplemente está, es. Y ese plano es el plano en que las almas
están. Es el plano de la unidad, el plano del espacio-tiempo como
uno sólo, sin distinción de uno u otro.

No existe el tiempo, por eso para el Alma todo está sucediendo al


mismo tiempo, en un continuo ahora.

Sin embargo, la encarnación pone al Alma en una nueva dimensión,


la dimensión física, y ella la encadena a la polaridad, y eso cambia
todo.
Una vida, una experiencia.

¿Para qué encarnamos? El alma nuestra, lo que somos de verdad -


nuestro verdadero Yo-, viene a la vida a tener experiencias
terrenales, para aprender, para conocer el todo. Ese es el objetivo de
la vida, aprenderlo todo. Y como ello no es posible en una vida,
venimos reiteradamente. El objetivo de nuestra Alma es conocer la
Unidad, conocer a Dios en todos y todas las cosas, conocer el Amor.
Por eso venimos reiteradamente a tener experiencias que nos van
ayudando en el proceso. Nosotros no somos el cuerpo. No, el cuerpo
es perecedero. Nosotros somos inmortales. Y somos inmortales y
poderosos, por el simple hecho que somos un Soplo Divino, una
chispa de energía del Creador, de Dios, del Gran Espíritu, Jehovah,
Yhaveh, Vishnú, Pacha Mama, Ñuke Mapu, o como prefiera
llamarlo.

El Dr. Edward Bach, en su libro «Cúrese Ud. mismo» plantea lo


siguiente acerca del Alma: «Para entender la naturaleza de la
enfermedad hay que conocer ciertas verdades fundamentales. La
primera de ellas es que el hombre tiene un Alma que es su ser real;
un Ser Divino, Poderoso, Hijo del Creador de todas las cosas, del
alma el cuerpo, aunque templo terrenal de esa Alma, no es más que
un diminuto reflejo: que nuestra Alma, nuestro Ser Divino que reside
en y en torno a nosotros, nos da nuestras vidas como quiere Él que
se ordenen y, siempre que nosotros lo permitamos, nos guía, protege
y anima, vigilante y bondadoso, para llevarnos siempre a lo mejor;
que Él, nuestro Ser Superior, al ser una chispa del Todopoderoso, es
por tanto invencible e inmortal. El segundo principio es que nosotros,
tal y como nos conocemos en el mundo, somos personalidades que
estamos aquí para obtener todo el conocimiento y la experiencia que
pueda lograrse a lo largo de la existencia terrena, para desarrollar las
virtudes que nos falten y para borrar de nosotros todo lo malo que
haya, avanzando de ese modo hacia el perfeccionamiento de
nuestras naturalezas. El Alma sabe que entorno y que circunstancias
nos permitirán lograrlo mejor, y por tanto nos sitúa en esa rama de la
vida más apropiada para nuestra meta. En tercer lugar, tenemos que
darnos cuenta de que nuestro breve paso por la tierra, que
conocemos como vida, no es más que un momento en el curso de
nuestra evolución, como un día en el colegio lo es para toda una
vida... Sigue entonces un cuarto principio, que mientras nuestra Alma
y nuestra personalidad estén en buena armonía, todo es paz y
alegría, felicidad y salud... El siguiente gran principio es la
comprensión de la Unidad de las cosas: el Creador de todas las
cosas es Amor...»

Esta declaración, que es la base de su trabajo y experiencia de


sanación de su sistema floral que nos dejó como legado, es de una
profundidad que transporta a esas preguntas fundamentales del ser
humano: ¿Qué somos?, ¿Para qué?, ¿Por qué? Estas interrogantes
nos plantean nuestra inmortalidad, el camino a recorrer, el amor
como el principio de unidad, y también del karma, como aquella
búsqueda del desarrollo de virtudes, y borrar lo malo que haya. Sin
duda alguna estas líneas son de importancia capital en la
comprensión de la terapia de vidas pasadas.

La polaridad

La Tierra es un planeta polar. Al encarnar quedamos atrapados en la


polaridad, porque en este plano es imposible comprender la realidad
en su conjunto, lo que es la Unidad, y para poder entonces hacerlo
debemos definirla como pares de opuestos. La mente y las
emociones, inherentes a nosotros en este plano, igual que el cuerpo
y el alma, se encargan de dividir esta unidad en parejas de
contrarios, para poder entonces explicarnos el mundo circundante.
No podemos en este plano apreciar las características completas de
algo, y debemos hacerlo por partes. Por ello, si observamos el dibujo
podemos ver o una cara de una mujer vieja, o una joven mirando
hacia su derecha. Pero no podemos ver ambas imágenes al mismo
tiempo.
Así, podemos ver una imagen primero y luego la otra. Y esto nos
pasa con todo lo que nos rodea en este planeta Tierra. Y lo que
sucede cuando vemos sucesivamente una u otra es que aparece el
tiempo. Por eso el concepto del tiempo está en este planeta. A nivel
del alma no existe el tiempo, porque no está atrapada en la ilusión de
él, y no existe ahí el paso del tiempo, que hace que en este plano el
cuerpo envejezca. Entonces, para el Alma todo está sucediendo al
mismo tiempo, porque para ella el tiempo no existe.
«Yo cantaba una canción

A la luz de una mañana

Era la que le gustaba hace tiempo a mi amada.

Cuando yo la vi partir en aquella tarde gris,

Se me rompió el corazón

en mil,

En mil pedazos mi amor,

Se me rompió el corazón

en mil,

En mil pedazos mi amor...»

«Recuerdos» de Edhisson Andres

Atrapamiento y fragmentación del alma

Y aquí nace el concepto de atrapamiento del alma, que es básico en


la comprensión de lo que es la TVP. Cuando sucede algún hecho
traumático que nos marca es probable que se produzca un
atrapamiento del alma. Este atrapamiento conlleva una
fragmentación del alma, y un trozo de ella se desprende junto con el
trauma, y queda atrapado en ese instante, llevándose todas las
sensaciones y emociones que se viven en ese momento.
La TVP consiste entonces básicamente en traer a la conciencia
presente las experiencias traumáticas del pasado, de esta vida o de
vidas anteriores, que pueden estar ocasionando ciertos síntomas
físicos, fobias, emociones o conflictos que atravesamos en el
presente. Una experiencia traumática del pasado que fue
insoportable y que culmina con la muerte del cuerpo no permite que
la vivencia sea procesada completamente por el alma. El cuerpo se
muere, pero la experiencia no termina en ese momento. El Alma no
ha podido procesar completamente la experiencia, y ahí queda
atrapada, en el momento del clímax del sufrimiento.

Este concepto de la fragmentación del alma es absolutamente


chamánico. Las culturas ancestrales han sabido esto desde siempre,
y en base a ello fundan su sistema de sanación. Las culturas
milenarias saben y dominan el fenómeno y sus sanadores trabajan
en base a ello para llevar salud a sus gentes. Mas, no pensemos en
el alma como en un concepto físico de algo granítico o sólido, porque
es energía pura, y el Alma, aventúrome aquí a decirlo, tiene la forma
del cuerpo humano, y está tanto dentro como por fuera de él, y es
esa energía la que se fractura y desprende para producir el
atrapamiento. Entonces, el alma puede estar atrapada en muchas
experiencias, al mismo tiempo, que, para nosotros, en esta
dimensión polar, podemos identificar cuando trabajamos con una
cierta fecha. Nuestra alma puede haberse fracturado y un trozo
haber quedado atrapado en lo que puede haber sucedido en la
prehistoria, cuando se nos quebró una pierna en una jornada de caza
de nuestra comunidad, luchando contra un mamut, o cuando
sufrimos en esta vida aquella primera desilusión amorosa juvenil y
que vivimos como una tragedia, y para el alma ambos sucesos son
simultáneos. Cuando trabajamos con la TVP, al igual que hacen los
chamanes, accedemos a ese instante, revivimos la situación,
agotamos las emociones y sensaciones, traemos e incorporamos a
nosotros el trozo del alma y recuperamos la energía. Estamos más
completos. Podemos ser más nosotros mismos, aquel individuo que
vino a esta experiencia física a aprender lo que se propuso.
En la Terapia de Vidas Pasadas no hacemos hipnosis. El concepto
fundamental de la terapia es que nuestra alma está atrapada en
eventos traumáticos del pasado, ya sea de esta vida o de otras, que
actúan como detonante de ciertas reacciones en situaciones que nos
recuerdan aquella en la cual se produjo el trauma, y para revivir ese
acontecimiento recurrimos a la regresión. La regresión es nada más
que el vehículo que nos conduce en esa búsqueda de respuestas
para sanar. Y es recomendable comprender que el paciente es quien
hace el trabajo, ya que las experiencias son de él, y el terapeuta es
nada más que el acompañador en este proceso.

¿Cómo trabajamos la regresión en la TVP?

El paciente que llega a la consulta, y que no lo hace por curiosidad,


trae siempre algún conflicto consciente que desea solucionar. Son
muchos los problemas por los que atravesamos continuamente que
necesitan ser sanados. Un paciente no siempre es consciente de los
conflictos que lo aquejan, y que están alojados en la profundidad de
la consciencia, en aquella parte sombría, pero que producen las
alteraciones de salud, de personalidad y de conducta.

La regresión se trabaja con el paciente en un estado expandido de


conciencia, en que es plenamente consciente de este espacio y
lugar, pero también de aquel otro donde su alma decidió ir para
trabajar para sanar. Y, reitero, el paciente está plenamente
consciente, nada se hace en contra de su voluntad, y la única función
que tiene el terapeuta es acompañarlo en el proceso, para trabajar
profesionalmente aquellos episodios de su vida pasada en los cuales
su alma está atrapada, y que hacen que se afecte su vida presente.
También, se debe dejar en claro que el paciente no está consciente
que vive continuamente en ese estado alterado de conciencia,
porque el conflicto de esa otra época está claramente presente en
esta: su alma está atrapada allí.

La regresión, que es la herramienta terapéutica de la TVP, se


produce en forma natural, y no es una capacidad sobrenatural sino
que cualquier persona, sin ninguna preparación específica puede ser
paciente de una, porque vivimos en regresión, como dice mi profesor
José Luis Cabouli.

Esta frase abre la conciencia a la comprensión de la TVP: vivimos en


regresión. Como nuestra alma -o conciencia, como también la llama
el profesor José Luis Cabouli- está atrapada en algún episodio
traumático del pasado, provoca en esta vida un cierto síntoma.

Así, es común encontrarse con pacientes que sufren asma en esta


vida fueron en otra vida quemados en la hoguera, por ejemplo, por
bruja. Entonces, en ese episodio terrible, que se vive con la máxima
intensidad y están presentes tantas emociones, el cuerpo muere por
asfixia, y no quemado, como se cree comúnmente. Era una vida o
época oscura, no había desarrollo de la química, de la biología, de la
medicina, ni de nada de ciencia, la lejana baja Edad Media. La
sanación corría por cuenta de religiosos o personas que tenían
ciertos conocimientos de las propiedades de plantas, flores, raíces,
cortezas, o algunos pocos minerales, en forma de barro, que
actuaban como medicinas. El conocimiento era transmitido
oralmente. Lo más cercano a artes médicas era el oficio de partera,
que era ejercido por mujeres con experiencia, quienes formaban a
otras. Una mujer asiste al parto de la mujer de un señor poderoso. El
parto se complica. Muere la mujer y el hijo. El hombre, ciego de pena
y rabia, acusa a la partera de bruja. La encarcelan, en un remedo de
juicio la condenan a morir en la hoguera. Nada más injusto para la
mujer partera que solamente buscaba servir asistiendo a la
parturienta. Entonces, esta mujer muere, y cuando lo hace, asfixiada,
está procesando todo un huracán de sensaciones físicas, emociones
y pensamientos, entonces un trozo de su alma se desprende, se
fragmenta, y queda atrapado en esa situación. Ese trozo de alma
contiene toda la información, todas las sensaciones, emociones y
pensamientos, que no alcanza a procesar. Y el alma pasa por todo el
proceso. Eso se refleja en la paciente, ya que cada vez que siente
algo similar, alguna situación que se parezca a todo lo vivido, cuando
siente la injusticia, la pena, la rabia, comienza a responder
inconscientemente, desatándose su asma.

Este atrapamiento del alma en esa experiencia traumática trae


aparejada, además una pérdida de la energía vital, del poder
personal. El hombre que la acusó, y que creyó vengarse de la muerte
de su mujer e hijo haciendo que la condenaran y la quemaran, le
quitó una porción de su energía. Esa energía, ese poder personal
hace que la persona en la actualidad, además, no disponga de todo
su potencial. Algo le falta, y es esa energía.

T: ¿Qué está pasando?

P: Encendieron todo. Se está llenando de humo, y hace calor.


Quema. ¡No puedo respirar!

T: ¿Qué pasa con tu cuerpo?

P: ¡No puedo respirar, hay mucho humo, caliente, me quema por


dentro, me falta aíre!

T: ¿Qué sucede con tus piernas?

P: Arden, me arden, siento que explotan con el fuego.

T: ¿Qué sucede con tus brazos?


P: No los puedo mover, estoy inmovilizada, trato de zafarme, pero no
puedo, ¡qué desesperante!

T: ¿Qué sucede con tu corazón?

P: Está latiendo acelerado, muy rápido, ¡va a estallar en cualquier


momento!

T: ¿Qué sucede con tu garganta?

P: Duele, duele mucho, está cerrada casi, no pasa aire.

T: ¿Cómo están tus ojos?

P: No veo nada, ya no puedo abrirlos, me duelen por el humo, y por


el fuego.

T: ¿Y cómo están tus oídos?

P: No escuchan nada. Ya casi no hay ruido.

T: ¿Y qué es lo último que alcanzas a pensar en ese cerebro?

P: Nunca más me dedicaré a ayudar, nunca más.

Esta situación se ha evidenciado en algunas pacientes,


particularmente en las que se dedican a las terapias alternativas. Y
tomaron el camino de acompañar a la gente después de un largo
camino por otras actividades, por otras profesiones, dándose vueltas
siempre sin estar convencidas de lo que hacían, sin poner toda su
alma en ello.

Es necesario también dejar establecido que una regresión no es


producto de las artes sobrenaturales del terapeuta, y es importante
reiterar que este es sólo un acompañador profesional y, para la
sanación de los conflictos no es suficiente recordar lo pasado -o verlo
como en una pantalla de un televisor como plantean algunos- sino
que es necesario saber trabajar la experiencia del paciente para
lograr sanar esas heridas que provocan los conflictos del presente.

El siguiente es un caso de una mujer con un problema físico


acuciante. Es interesante observar que la paciente va a una vida en
que es un hombre, y esto es debido a que hemos vivido muchas
vidas como hombre y muchas vidas como mujer. También hemos
vivido vidas en que hemos sido homosexuales, bisexuales, o
transexuales, con el aprendizaje que trae esa vida.

La paciente es de mediana edad, y manifiesta que no puede salir sin


una caja de analgésicos para su migraña crónica que la ha hecho
sufrir desde hace años, sin que los estudios médicos puedan
encontrar una causa. Ella se desempeña como ejecutiva
independiente en bienes raíces, que ha empezado una interesante
incursión como reikista, convirtiéndose en maestra, e instalando en
su oficina una sala donde atiende a sus pacientes. Ha empezado
además a estudiar biomagnetismo con el creador de la terapia, y
manifiesta sus dones de sanadora con gran naturalidad. Sin
embargo, ha recibido la visita de un grupo de mujeres que
pertenecen a una organización de la iglesia católica de la ciudad,
quienes le han pedido que deje de atender pacientes porque esas
técnicas son diabólicas, son artes del demonio, una herejía completa.
Ella, criada en la religión católica, en una familia tradicional, de
colegio de monjas, fiel observante y respetuosa de todos los ritos,
relata que está muy decepcionada de ese grupo por su fanatismo e
ignorancia.

T: ¿Dónde estás?

P: Estoy amarrado, no me puedo mover. Me duele el cuerpo, tengo


mucha sed. ¡No me puedo mover!
T: ¿Quién te tiene amarrado?

P: Son otras gentes, de otra parte, no los conozco, nunca los había
visto. Me tomaron preso por sorpresa, me sorprendieron. Yo estaba
cazando y me rodearon y me apresaron, no me di cuenta que
estaban ellos, no los vi. Me golpearon y ahora me tienen amarrado a
un poste en medio de unas casas. Nadie me da nada y no me puedo
mover.

T: ¿Nadie te da nada?

P: No, nadie. Y nadie me dice nada. Estoy amarrado sin poder


moverme. ¡Tengo amarradas las manos por detrás y también tengo
una correa muy firme en la frente que me aprieta la cabeza contra el
palo, no la puedo mover! Me duele (gime de dolor)

T: Cuando cuente tres irás al principio de esta situación, uno, dos,


tres..., ¿cómo comienza todo esto?

P: Estoy cazando. Soy cazador, y tengo que llevar comida a mi


gente, es mi responsabilidad en la tribu. Yo soy el más
experimentado y tengo que llevar algo para comer. Está difícil hoy,
hay pocos animales, no sé por qué no hay. Sigo adelante por la
selva, camino mucho. Veo unos monos pequeños en unos árboles
muy altos... me acerco muy cuidadoso, pero parece que me vieron, y
escapan rápido. Sigo caminando. Tengo que llevar comida a mi
gente, yo soy el responsable. Camino y camino, sigilosamente,
mirando hacia arriba y a todos lados. Camino mucho. Mucho.

T: Muy bien, ahora anda a un hecho importante en esta cacería.

P: ¡Me han tomado, me han apresado! Iba caminando mirando para


arriba, buscando los monos, y de repente aparecen de todos lados y
me tienen prisionero. Me pegan y me gritan. Y me llevan con ellos.
Parece que caminé mucho, sin saber y me metí en tierras que no
conozco. No me di cuenta, no me fijé y ahora me tienen amarrado y
me llevan. Me pegan.

T: Sigue, ¿qué más sucede?


P: Me amarran a un poste. Me duele mucho. Me amarran la cabeza,
me duele. (Gime de dolor). No me hablan, y no puedo explicar nada.
Nada. Es inútil todo.

T: Y cuando estás ahí amarrado, ¿cuál es tu reacción física?

P: Me siento indefenso.

T: ¿Y cuál es tu reacción emocional?

P: Tengo mucha pena.

T: ¿Y cuál es tu reacción mental?

P: Fui demasiado lejos, debí haberme fijado.

T: ¿Y todo esto cómo está afectando tu vida actual?

P: Me hace sentir solitaria, como haciendo un camino solitario, y no


me agrada la incomprensión y las críticas. Me da pena, porque no
saben lo que hago, no conocen mi intención. Por eso soy cuidadosa
también, y no hablo mucho. No quiero que sepan nada, pero todos
en mi familia me apoyan y alientan. Pero hay que ser cuidadosa.

T: Muy bien, avanza, avanza entonces hasta un hecho importante...

P: Estoy muy débil. Me duele la cabeza. Pero ya casi no siento nada.

T: Eso, sigue. Sigue.

P: Estoy viendo el cuerpo desde arriba.

T: ¿Cómo quedó ese cuerpo?

P: Ahí tirado, flaco, amarrado. Era un buen cuerpo, fue un buen


cuerpo.
El resultado de esta sesión fue inmediato. La paciente dejó de tomar
medicamentos para la migraña, para siempre. Y sigue trabajando
con mucha confianza acompañando personas en sus procesos de
sanación utilizando la técnica del biomagnetismo, y no tiene temor
alguno en su exitosa práctica, lo que le trae gratificación y paz

«Y algo más os diré,

aunque las palabras yazgan pesadamente sobre vuestro corazón.

El asesinado no es irresponsable de su propio asesinato.

Y el robado es también responsable de serlo.

El justo no es inocente de los actos del malvado.

Y el puro no está limpio de los actos del canalla.

Es más, el delincuente es a menudo la víctima del agredido.

Y el condenado es, con frecuencia,

quien carga la cadena del inocente.

No podéis separar al justo del injusto ni al bueno del malvado,

pues juntos se yerguen de cara al sol,

como juncos se entretejen el hilo negro y el hilo blanco.

Y cuando el hilo negro se rompe,

el tejedor revisa toda la tela y examina el telar entero»

Khalil Gibrán
El karma

El karma se puede conocer como la ley de causa y efecto. Esto


quiere decir, simplemente que cosechamos lo que sembramos. La
dificultad de su comprensión estriba en el tiempo. Pero, como ya
hemos visto, para el Alma el tiempo no existe. Todo es simultáneo. El
alma es atemporal.

La palabra karma es de origen sánscrito y significa acción. En la


actualidad la palabra karma está firmemente asociada a destino,
pero su significado denota profundamente su constitución,
sencillamente es la acción de equilibrar las actuaciones pasadas.

Si la tomamos en el sentido occidental, vale decir como una vida


finita que va desde que nacemos hasta que morimos, la vida nos
parece injusta, y no nos queda más que vivir en esa condición de
injusticia. Observe sus circunstancias, sexo, raza, color, situación
familiar, situación social, educación, situación económica, destrezas,
entre otras, en fin, cualquier cosa que lo pueda distinguir de otro
semejante, y compárela con otro ser humano que tiene condiciones
más precarias que la suya, y después compárela con otro ser
humano que tiene, también a su juicio, condiciones mucho más
ventajosas que la suya. ¿A priori entonces, es justa la diferencia?
Evidentemente que la respuesta es negativa. Sin embargo, cuando
comprendemos que somos eternos, que lo que somos en verdad no
muere nunca, que somos seres espirituales puros, y que vivimos
experiencias terrenales de cuando en cuando, la vida se hace
comprensiblemente justa, equilibrada. Comprendemos que si
estamos en el planeta es para equilibrar acciones pasadas, para
adquirir experiencia y conocer a Dios en todas las cosas, y que las
circunstancias de nuestra vida no son más que las necesarias para
poder hacer ese aprendizaje.
La comprensión occidental de finitud, entonces, no es más que una
comprensión pobre, débil, y de fácil conveniencia, como que a un
cuerpo le ha llegado un alma, inexistente hasta ese momento, y que
una vez terminada la vida se irá a algún lugar para siempre, hasta el
final de los tiempos, o se extinguirá. Y lo que vivió, experimentó,
aprendió, ahí quedará. Entonces, a quién le toca una vida precaria
evidentemente dirá que la vida es injusta y seguramente enjuiciará a
Dios por ella y, es más, seguramente tendrá la necesidad de negar
su existencia, argumentando que si existiera no podría permitir
sufrimiento, enfermedad, maldad y cuánto hay de oscuro en la
personalidad humana.

El karma es, por lo tanto, el concepto que habla del equilibrio de


nuestras acciones anteriores. Lo normal es que no seamos capaces
de recordar vidas anteriores donde se originó aquello que estamos
viviendo o experimentando. Sin embargo, es necesario que
tengamos presente que apenas recordamos aspectos relevantes de
nuestra actual vida, y que con seguridad hemos relegado a lo más
profundo de nuestra conciencia episodios tortuosos o traumáticos
que hemos vivido en este paso por la Tierra, por lo que recordar
episodios de otras vidas es una tarea aún más difícil.

Así también, tengo la más profunda convicción de que además de


vidas karmáticas en las cuales estamos equilibrando aquellos
aspectos negativos que mostramos, o pagando por las acciones
deleznables en que incurrimos, hay vidas de aprendizaje voluntarias,
y ellas tienen relación con futuras donaciones que hará esa alma a la
humanidad ya preparada para demostrar y expresar profundo amor,
entrega y devoción por los demás seres humanos, en vidas de
entrega absoluta. Me viene a la cabeza de inmediato un alma como
la de Teresa de Calcuta, por ejemplo. Siempre he pensado que tuvo
dos o tres vidas anteriores en las peores condiciones de
marginalidad y sufrimiento físico antes de vivir la vida que hace poco
terminó, en las cuales aprendió lo necesario para servir de gran
ejemplo a la humanidad.

A veces no hace falta conocer lo que hicimos en el pasado. Basta la


comprensión de que, si estamos atravesando alguna experiencia en
esta vida, en alguna situación, con alguna o algunas personas, es
que estamos en el lugar preciso para aprender lo que debemos
aprender, y necesitamos amarnos intensamente para seguir adelante
con la vida. Debemos honrar el compromiso y seguir respirando,
teniendo la certeza que ocurrirá todo lo que sea correcto para cada
cual.

Nada más equivocado que pensar en el karma como algo pasivo y


que no puede ser cambiado, vale decir, que viene como el destino
impreso en nuestra vida. Eso causa temor en todos, pero no es así.
Estamos en la vida para trabajar el karma precisamente, y se trabaja
en forma activa. En todo momento podemos elegir hacer lo mejor, las
buenas acciones, las que traen paz y felicidad a nosotros mismos y a
nuestros semejantes. Eso es trabajar el karma. Y cuando hacemos
cosas desinteresadamente por los otros, cuando hacemos servicio,
limpiamos aún más karma. Eso es darnos a los otros, a nuestros
semejantes.

Cuando me suceden cosas desagradables, dolorosas o que las


siento injustas, tiendo a pensar que la persona que me hace los
«agravios» está acumulando un karma que deberá en alguna
oportunidad futura, tarde o temprano, equilibrar. Sin embargo, a poco
andar vuelvo sobre el pensamiento y al recapacitar concluyo que es
posible que haya acumulado antes el karma que ahora se está
pagando, ya que todo debe equilibrarse, y por eso pasa lo que me
pasa. Esa experiencia personal ayuda a comprender algunos
aspectos de la vida.
Uno de ellos es que no existe la inocencia: nadie llega impoluto a la
vida. Se habla con mucha liviandad en los medios de comunicación
cuando sucede algún hecho trágico o traumático de que están
pagando «inocentes». Esta calificación se utiliza generalmente para
los recién nacidos o niños en general, para transeúntes en lugares
de los accidentes, para espectadores en acontecimientos masivos,
pasajeros en accidentes de tránsito o en un sinfín de situaciones.
Pues bien, los inocentes no existen, y con su experiencia están
solamente equilibrando acciones pasadas o asistiendo a un proceso
de aprendizaje propio o de lecciones para un tercero o un colectivo
de personas. Y los niños son almas grandes en envases pequeños,
aunque sean recién nacidos o nonatos.

El segundo aspecto importante es adquirir la responsabilidad por lo


que sucede: nada es casual y todo tiene una causalidad. Ser
responsable es simplemente responder con habilidad, y una de ellas
puede ser que cuando nos suceden eventos desagradables
debemos ser humildes para aceptar lo que sucede, ya que eso
puede estar equilibrando alguna acción anterior nuestra, aunque no
tengamos conciencia de ello. Eso es el aprendizaje. Y a veces es
duro, algo así como que «al que no quiere caldo, taza y media».

Nadie es inocente y todo está puesto para nuestro aprendizaje. Y a


lo mejor lo que está sucediendo con nosotros es solamente el
accionar de la justicia, que equilibra todo. Y cuando somos
responsables nuestra actitud cambia, nuestro comportamiento
entonces es diferente y los resultados son definitivamente distintos.

Por eso, cuando nos pasan cosas desagradables, o aparecen


personas que tienen una cierta autoridad jerárquica poco feliz sobre
nosotros, o suceden acontecimientos duros, o te segregan por las
creencias filosóficas, religiosas, políticas, el color de piel, la posición
social o el monto de la cuenta corriente, es necesario pensar que a lo
mejor se está equilibrando lo desafortunado que antes fui con mis
actuaciones, y se me está enseñando con firmeza, es decir, se está
equilibrando mi karma, que es algo de lo cual no se puede escapar.
Y el karma no hace sino equilibrar perfectamente las cosas. El karma
es imparcial. La vida entonces no tiene nada de injusta.

El relato de la siguiente regresión nos da luces sobre cómo puede


actuar el karma.

Óscar, es un exitoso ingeniero de 34 años que llega a la consulta por


no poder comprender la mala relación que tiene con el padre de su
esposa. A pesar de tener una buena vida, ser un marido cariñoso,
siempre entregándose a su familia, su mujer y un hijo de dos años,
las reuniones con su suegro normalmente terminan en situaciones
desagradables, sin saber ambos el motivo. Esta situación trae
inestabilidad en ella, y su relación tiende a quebrarse cada vez que
suceden estos altercados, por lo que se ha alejado de ellos poco a
poco, lo que su esposa Gaby, le recrimina.

Comenzamos la sesión y va a una vida en que es un joven aprendiz


de zapatero en un pueblo medieval en Francia. Es una profesión
familiar, llevada por generaciones, y se precian de hacer los mejores
calzados para la gente adinerada, entre ellos finos zapatos para
mujeres, y firmes botas para los caballeros. Hay mucha actividad en
la familia alrededor de esta profesión, y ciertamente faltan manos y
tiempo para todas las actividades. Comprar los mejores materiales
es una de las tareas más complicadas, porque debe tenerse mucha
habilidad en la selección de los materiales e insumos, de los cueros,
suelas, y velar por su recepción a tiempo, y luego la confección
artesanal de los zapatos es una tarea que lleva mucha dedicación y
entrega, porque hay una calidad de producto como tradición familiar
que hay que cuidar. Como aprendiz está a las órdenes de un familiar
mayor, un tío, quien le instruye en el arte, pero se llevan muy mal.

T: ¿Cómo es la relación con tu tío?

P: Mala, muy mala. No le gusta lo que hago.

T: ¿Qué es lo que dice?

P: Que no sé hacer bien las terminaciones, que me quedan mal, que


me demoro, que se ven feas, que no sirven.

T: ¿Y es malo el trabajo que haces?

P: No, pero él lo encuentra malo. Y él es quien manda. No puedo


decirle nada.

T: ¿No puedes cambiar de trabajo?

P: No, no puedo. Hay mucho trabajo y debo estar ahí. Parece que
hay que entregar muchos zapatos a un hombre con mucho dinero.
Pagó mucho adelanto y está muy apurado.

T: ¿Y tú haces bien lo tuyo?

P: Sí, pero él me encuentra mal. Me grita y me tira las cosas por la


cabeza, y me insulta. Dice que no tengo fuerza para trabajar y soy
lento.

T: ¿Y eres fuerte?

P: No. No tengo mucha fuerza. Soy lisiado, no me puedo mover bien.


Arrastro un pie para caminar. De pequeño. Y no puedo ir a ninguna
parte.

T: Muy bien. Ahora vas a avanzar a un hecho importante en esta


vida, cuando cuente tres. Uno... dos... tres.
P: Me está castigando, mucho.

T: ¿A qué se debe el castigo?

P: Me está pegando con algo, me está golpeando, porque dice que


por mi culpa no vamos a poder terminar a tiempo, y nos castigarán o
perderemos trabajo futuro. Y me grita, y me golpea en la espalda, en
los brazos, en la cabeza.

T: ¿Con qué te golpea?

P: Con una huasca de suela que usa para asentar los cuchillos.
Duele mucho. Me trato de escapar, pero me sigue.

T: ¿Qué más sucede?

P: Ya no me duele nada. Ya pasó todo.

T: ¿Cómo ya pasó todo?

P: Parece que me morí.

T: ¿Cómo te moriste?

P: Sí. me caí, arrancando, y me golpeé la cabeza contra algo duro. Y


se terminó todo.

El joven aprendiz tullido, encontró la muerte en un arrebato de furia


de su tío, con el cual tenía siempre problemas y no le quería. Una
muerte instantánea accidental provocada por una caída sobre un
canto de piedra en la estructura de la casa.

T: Muy bien, cuando cuente tres irás al momento cuando empieza


esta situación en la que mueres en esta vida como aprendiz, uno...
dos... tres.
P: Está muy enojado. Me está culpando que dejo todo mal terminado
y él debe perder mucho tiempo puliendo y recortando. Y eso no es
verdad. Él no me quiere, me odia.

T: Escucha, cuando cuente tres vas a ver esos ojos, vas a ver los
ojos de tu tío cuando te mira..., uno... dos... tres... ¿reconoces esos
ojos en tu vida actual como Óscar?, ¿de quién son esos ojos?

P: Del papá de Gaby, de José. Son los mismos ojos.

Este descubrimiento hace que el paciente se tape la cara con las


manos, en señal de comprensión del desagrado que siente por José.
Pero, eso no aclara los problemas. Esta sola situación puede
provocar en Óscar mayor resentimiento y ahondar su mala relación,
por lo que lo llevo a hacer la pregunta de rigor.

T: Muy bien, pero algo le habrás hecho antes.

P: No lo sé.

T: Cuando cuente tres irás al comienzo de esta mala relación con él.
Irás a aquella vida donde nacen estos problemas. Uno ... dos ... tres
... ¿cómo comienza todo esto?

P: Es como que estamos en un barco. Vamos a alguna parte, a


combatir. No, venimos de combatir. Estamos con mucha sangre, y
tenemos heridas. Yo tengo un corte en la cabeza, pero ya no me
sangra. Tengo como una venda. Llevamos cosas de botín. Parece
que hicimos una masacre en un pueblo, y robamos todo. Llevamos
hasta gallinas. Y unas mujeres jóvenes. Van amarradas y tienen
mucho miedo. No hablan. Tenemos alcohol, y bebemos mucho.

T: ¿Tienes alguna autoridad en ese barco?

P: No, soy uno más. Y estamos contentos. Matamos a muchos y


llevamos cosas de vuelta, a nuestro pueblo. Y llevamos mujeres. Nos
las robamos también.
T: Muy bien, ahora cuando cuente tres irás a un hecho importante
con este hombre, con el que fue tu tío en aquella vida, y me contarás
qué sucede. Uno... dos... tres, ¿qué está pasando?

P: Hay algo que trae y que yo quiero. Lo mato. Y lo tiro al agua.

T: ¿Lo matas para robarle?

P: Sí, lo maté.

T: ¿Es una pelea?

P: No, lo mato por la espalda. Y no se da cuenta casi. Yo soy fuerte.


Le pego con un hacha en la cabeza y lo lanzo al agua. Nadie dice
nada, nadie se atreve. Y me quedo con sus cosas.

Ahí estaba entonces la situación original de dónde venía esta mala


relación. Posiblemente en una vida como bárbaros conquistadores,
violentos, sin Dios ni ley.

Fue un trabajo muy rápido y claro. Hicimos una sesión de sanación


de los seres superiores, y acordaron terminar con continuar
pasándose la cuenta, creando reiteradamente más karma, y que en
vez de ser reparado se agrava, para empezar a vivir una vida de
encuentro. La decisión de ambos, conforme a su libre albedrío,
puede haberles liberado de quizás cuantas encarnaciones
cometiendo los mismos errores, que no solamente los involucran a
ellos, sino a todo el círculo familiar, que vida tras vida viene a seguir
aprendiendo. La terapia de vidas pasadas es una terapia
transpersonal, ya lo sabemos de sobra.

Muchos meses después de la sesión supe de Óscar. Me llamó para


pedir una hora. Había mejorado considerablemente su relación con
su suegro, lo habían ascendido en su trabajo, su mujer estaba
trabajando en su profesión, y muy contenta, y él se sentía mucho
mejor. Volvimos a trabajar en otra sesión en asuntos relacionados
con su profesión, porque necesitaba saber de dónde venían sus
dudas al tomar decisiones, porque sentía que eso lo frenaba. Temía
equivocarse y hacer fracasar sus empeños y los de su equipo de
ventas. Su alma lo llevó a una vida en la antigüedad donde tenía que
tomar decisiones para cuidar su pueblo, y una duda que tuvo lo hizo
tomar una alternativa errada, que costó la vida a varios de los suyos,
y había expuesto gravemente la seguridad de su pueblo. Luego de
esa sesión no he tenido más noticias de él.

«Me llamas tu vida, llámame tu alma;

porque el alma es inmortal, y la vida es un día»

Paul Charles Bourget

Oposición a la TVP

Es común encontrar oposición a la terapia de vidas pasadas, y en


específico a la técnica de la regresión. Sus detractores utilizan como
argumentos aquellos que producen miedo en el auditorio:

«Puede quedarse pegado en algún momento del pasado y no poder


volver»
Esto no tiene ningún asidero ya que el paciente no va a ningún lado,
está siempre en el presente, plenamente consciente de sí mismo y
del entorno, por lo tanto, mal podría quedarse en otro lugar.

Hay algunos que incluso argumentan que el paciente puede no sólo


quedarse pegado en el pasado, sino que por ello quedar con un
síntoma de personalidad múltiple. Pero, como el paciente está
siempre en el presente no hay ninguna posibilidad de ello.

«El paciente no tiene contención, porque pueden producirse


desbordes emocionales de insospechadas consecuencias»

El paciente lo que menos necesita es contención para sanar. El


trauma que sufrió y de lo cual dan cuenta los síntomas que presenta
siempre provienen del pasado, y hay que liberar todas las
sensaciones y agotar las emociones de ese momento en el cual su
conciencia -o alma- está atrapada para liberarla, y por lo tanto tiene
que vivirlas, o revivirlas, para traerlas al presente y así sanar. La
única manera de sanar que tiene el paciente es darse cuenta de qué
es lo que le produce el síntoma, qué es lo que lo hace hacer, o le
impide hacer, para de ese modo tomar conciencia. Por lo tanto, la
contención lo único que hace es perpetuar el conflicto sin llegar al
momento en que se produjo. Es como en una batalla recoger los
muertos y los heridos, pero no atacar la ametralladora que causa
esos muertos y heridos, evitándola. Así, cada vez que se acerquen
las tropas a ese lugar se producirá nuevamente la balacera, con sus
consecuencias, que no es nada más que el síntoma.

El temor a los desbordes emocionales proviene de la poca o nula


capacidad de los tratantes de enfrentar dicho escenario, o del miedo
físico a enfrentar al paciente en ese momento. Se ha creado el mito
que el paciente no puede volver a revivir aquello que le causa el
dolor, y que le hace llorar, gritar, patalear, contornearse, sudar, tiritar
u otro síntoma, porque lo perpetúa, sin llegar a la causa de lo que lo
produce. La terapia de vidas pasadas va a la causa, para sanar
desde ahí, y no volver a vivir algún desborde emocional nuevamente.

«El terapeuta puede no estar preparado para ayudar a resolver los


conflictos»

La terapia de vidas pasadas es un técnica amplia y segura para la


resolución de los conflictos. No se requiere ser súperdotado para
emplear los recursos que provee la terapia. Por lo tanto, un terapeuta
entrenado, con conocimientos, siempre estará preparado para
ayudar a resolver los conflictos. Y si bien nada asegura resultados
exitosos, la eficacia de la técnica y los conocimientos y capacidades
del terapeuta son una certeza en el tratamiento. Y, como bien
sabemos y como dice mi maestro, «el paciente llega hasta donde
llega el terapeuta».

«El paciente puede imaginarse situaciones que nunca han existido»

Esta crítica siempre es la más ácida y recurrente. Los que la


esgrimen aducen que el paciente puede crear «mentalmente» las
situaciones. Y aquí llegamos a lo de siempre: para ellos no existe
otra cosa más que «la mente». Ese es su argumento, siempre.
Desconocen que el ser humano es un conjunto indivisible de cuerpo,
mente, emociones, Alma y Espíritu, y que donde trabaja la terapia es
en el nivel de Alma, y es ahí donde va a sanar.

La oposición a la TVP es amplia y profunda. Mucha de ella viene del


arraigado concepto de que las cosas que pasan están en la mente, y
es ahí donde hay que trabajar. Para eso están los profesionales de la
sicología y sus ramas, que no dan cabida a otros planos más que el
mental. La acompaña siempre el dinero. En la TVP a veces basta
una sesión para terminar para siempre con un síntoma, con una
obsesión, con una fobia, con un miedo, con una crisis de pánico, con
una angustia recurrente, con una mala relación con alguien o con un
temor a viajar. Una sesión y todo se aclara, sin cansadoras sesiones
semanales que a veces los bolsillos no pueden soportar, o los
seguros no quieren cubrir.

Los psicólogos, en general, argumentan que la terapia de


regresiones no es recomendable, porque dicen que el paciente en la
regresión se puede quedar pegado en acontecimientos pasados y
tenga imposibilidad de volver al presente, por ejemplo, o, dicen
también, que el paciente puede que tenga exabruptos emocionales
tan complicados que no se puedan manejar y abogan en su práctica
profesional por la llamada contención del paciente. Contener al
paciente es lisa y llanamente no permitir que tenga estallidos
emocionales, como por ejemplo que lloren, salten, griten, se tiren de
los pelos, sufran, porque simplemente no saben cómo manejarlo, o,
argumentan, que eso de revivir los traumas no soluciona nada y
solamente les hace retroceder en las ya largas terapias. Y solicitan
ayuda a los siquiatras, quienes pueden recetar medicamentos, para
que por medio de químicos que actúan a nivel físico, estas
emociones no se puedan manifestar. Eso, dicen, es sanación.

El problema es justamente ese, la contención. El paciente está


atrapado en un hecho del pasado, su Alma quedó atrapada en un
acontecimiento traumático, que hizo que posiblemente, además, que
una parte de su Alma se fracture y escape, y que haya perdido
energía, la que le falta hoy para estar completo y vivir su vida como
debe hacerlo. El estar atrapada en ese hecho hace que cualquier
estímulo que se asimile a lo vivido actúe como gatillante para que
reaccione física, emocional y mentalmente como si el acontecimiento
traumático estuviera sucediendo ahora mismo. Ya hemos explicado
que para el Alma el tiempo no existe, y está todo sucediendo
simultáneamente, y esa situación traumática la vive como si pasara
ahora. Imaginad que a una persona la han condenado injustamente a
morir ahorcado por algún hecho que no cometió. La sensación de
injusticia, impotencia, desamparo, tristeza, abatimiento, rabia y
abandono que vive en esos momentos le siguen acompañando
después de la muerte. Todas estas emociones no se terminan con el
deceso. Permanecen. Por eso, es necesario revivir el momento
traumático, rescatando todas las sensaciones físicas, emocionales y
mentales que son las que siguen presente y que, cuando se vive una
situación similar, supongamos de injusticia, o abandono, hacen que
se gatille el estallido emocional, pero lo que se está reviviendo es
aquel momento, no el actual. Por eso es necesario rescatar todas las
sensaciones. ¿Qué pasa con el cuerpo cuando sucede ese momento
de la horca? El cuerpo tiene múltiples sensaciones, casi tantas como
órganos o miembros. Las piernas, los esfínteres, el estómago, los
pulmones, el corazón, el sistema circulatorio, los brazos, los
músculos, la garganta, la nariz, la boca, la lengua, los oídos, los
párpados, los ojos, la cabeza, todo reacciona de una forma, y en ese
momento de la muerte es imposible darse cuenta de todo lo que
sucede, pero todo queda en el alma, que queda atrapada. Y cada
una de esas sensaciones son las que están presentes cuando se
revive en una situación parecida en esta vida. Y en ese momento
están viniendo pensamientos a raudales, uno tras otro. Así, hay que
rescatar las reacciones mentales tales como «nunca los voy a
perdonar», «me las van a pagar», «nunca volveré a hacer lo mismo»,
«nunca ayudaré a la gente con problemas», «tengo que andar sólo»,
o muchos otros mandatos, que actúan justamente así en la vida
presente.

«No tienes un alma. Tú eres un alma. Tú tienes un cuerpo»

C.S. Lewis

Rolf, el soldado niño alemán


A mediados de los 90 sufría un problema bastante complicado en
mis manos, especialmente en los dedos índice y cordial de la mano
derecha, y consistía en que se me ampollaban, se producían
múltiples ampollas, y luego pérdida de la piel. Mis manos quedaban
literalmente peladas y en carne viva. Los médicos especialistas en
dermatología me diagnosticaron dishidrosis, y me dieron
sucesivamente cremas y pomadas, generalmente con corticoides
(betametasona), lo que solía paliar por ratos el síntoma y me permitía
seguir con mis actividades casi normalmente. Este problema lo había
presentado un par de veces con anterioridad en diferentes años y
condiciones. Por la época relatada ocupaba una posición de cierta
responsabilidad en una empresa familiar mediana en que una de las
actividades a mi cargo era la importación y comercialización de
equipos y maquinarias, entre otras responsabilidades. Mis ingresos
eran exiguos para la responsabilidad de la posición y para el trato
que recibía. La sede del cargo era lejana del centro del país donde
crecí y viví siempre y la sensación de desconexión ante la
imposibilidad de salir y entrar con entera libertad del lugar me
producía mucha preocupación. Mis hijitas eran pequeñas y el futuro
no se veía agradable sino más bien amenazante y con muy poca
proyección. Los esfuerzos y éxitos en mi quehacer profesional no
solamente no eran reconocidos por el socio principal y gerente de la
empresa, sino que además se encargaba de resaltar aquellas áreas
supuestamente bajo mi tutela que no funcionaban al cien por ciento,
y las cuales no se me permitía manejar completamente, ni menos
inyectarle recursos para su crecimiento y ordenamiento, por lo tanto,
las gratificaciones personales, laborales y económicas eran escasas.
Mis manos se resentían fuertemente cada vez con mayor
profundidad. Además de lo anterior, las decisiones estratégicas que
se tomaban aseguraban en mi concepto profesional un fracaso de
las políticas de expansión, especialmente en la capital del país,
mercado en el cual no competíamos en buenas condiciones por
definiciones en las cuales no tuve responsabilidad, y a las que me
oponía completamente, porque el mercado no había sido cabalmente
estudiado, con lo cual no veía proyección futura, sino que preveía la
debacle. Pero lo más ingrato era que nadie me hacía caso, a pesar
de mis argumentaciones repetidas y demostraciones prácticas. Mis
manos sangraban.

Años después asistí a un curso de terapia de vidas pasadas con una


especialista en el tema, alumna graduada del doctor José Luis
Cabouli, quién me guió en una regresión cuyo objetivo era investigar
el origen de la dolencia relatada.

Eso es la experiencia personal que les transmitiré, que, además de


haber tenido un gran valor terapéutico en mi vida considero que es
un gran trabajo para comprender los alcances de la TVP.

La primera etapa del trabajo es lo que se llama seguir el síntoma,


vale decir, llegar a través de él a la emoción subyacente y por ese
camino a la experiencia que da origen a la situación actual:

P: ...a ver, hay un tema, yo creo que hay un tema de trabajo, de... de
continuidad de trabajo, hay un tema de que cuando hago trabajos
relacionados con mi profesión, (carraspea) me empiezan a pasar
cosas, me rebelo en contra de la autoridad, me empiezan a molestar
las decisiones, me molesta la ignorancia cuando hay mando con
ignorancia me..., se me empiezan a pelar las manos, me empieza a
dar una famosa...lo que llaman los doctores la dishidrosis...

T: Y todo eso tiene que ver con los temas de trabajo

P: Yo siento que sí.

T: ¿Cuándo estás con alguna autoridad o cuándo estás encasillado


en algún sistema de trabajo, o en qué circunstancia de trabajo?

P: ...Cuando... claro cuando estoy...encasillado en alguna cuestión,


cuando no es un trabajo que dependa de mí, que el horario lo
maneje yo, por ejemplo (carraspea) ahora estoy inventando un
negocio con mi hermano que se yo, que el anda tan preocupado de
mí y la cuestión entonces,...a mí me carga que me anden
controlando y presionando y poniendo tiempos y cosas, cuando no
cachan que el tema tiene un...

T: Ya, entonces cuando empiezas a perder libertad por el trabajo,


¿una cosa así?, y ahí empiezas con las reacciones emocionales y
físicas

P: Si, o sea se me pelan las manos y me quedan en carne viva los


dedos aquí se me pelan aquí esta parte de aquí, me carga. Me saco
una verruga que tengo aquí también, me la como y me vuelve a salir.

T: ¿Ya, todo eso cuándo lo experimentaste fuertemente?

P: El año 96, 97.

T: Muy bien. Voy a contar hasta 3 y vamos a ir a lo que


experimentaste ese año. Uno, dos...y tres... ¿Cómo es?, ¿cómo son
esas sensaciones?

P: Es como una sensación de (carraspea) de no poder volar, de no


poder salir de ahí, es como que siento que me estoy ahogando ya.

T: Te estás ahogando, ¿y dónde sientes el ahogo?

P: Creo que en las manos.

T: En las manos. ¿Qué pasa en las manos?

P: Se pelan. Están todas peladas, me echo crema, y nada...se


siguen pelando... y betametasona y dale que te pego.

T: ¿Qué, qué emoción estás sintiendo tu?, ¿cómo lo podemos llamar


a la emoción que estás sintiendo en las manos?

P: Es como frustración, es como rabia, es como... me rebelo. Y me


da rabia y peleo con los míos, ...ya me aburrí, ya me aburrí ya, ya,
ya, ya

T: ¿Y qué decisión tomas en ese momento?

P: (Bajando la voz) Que tengo que ver como salgo de ahí, hay que
ver como salgo de ahí, como salgo con todos de ahí.

T: Salir. Bien, voy a contar hasta tres y vamos a ir a una situación


más antigua en que sentiste lo mismo. Uno..., dos..., tres, ...
¿Cuándo?

P: Cuando estaba chico. Hay que ser, hay que estudiar, hay que ser
algo, ser profesional.

T: ¿Quién está diciendo eso?

P: Mi papá, mi papá. Y mi mamá también.

T: ¿Eso están diciendo?

P: Hay que ser alguien en la vida, algo en la vida, si no se van a


morir de hambre, no van a poder comer...

T: Eso, eso, ¿y qué sientes tú cuando escuchas eso?

P: Puras leseras no más...siento rabia también, no entienden nada.

T: ¿Dónde sientes la rabia?

P: En las manos. Me da rabia.

T: Eso, eso, aprieta las manos... eso así.

P: Me da rabia, claro...

La sensación en ambas situaciones es la misma, la misma emoción,


a diferentes edades, y llegamos a ella siguiendo el síntoma. Lo que
viene a continuación va en la misma línea de trabajo, buscando
llegar al origen de todo.

T: Con las manos apretadas te voy a pedir que vayas al verdadero


origen de todo eso, al origen más antiguo. Uno... dos... tres. ¿Dónde
estás?

P: Alemania.

T: ¿Qué pasa, ¿qué pasa?

P: Estoy confundido, si estoy súper confundido, no sé adónde estoy,


no sé adónde estoy, que estoy haciendo. Estoy con rabia, pero no sé
qué pasa, está todo oscuro.

T: ¿Cómo está tu cuerpo, ¿cómo está tu cuerpo ahí?

P: Estoy como en unas, estoy como así en cuclillas en unas ruinas y


está, está todo destruido, está todo así como, está toda
bombardeado.

T: Ya, ¿y tú cómo estás?

P: ¡Estoy muy mal!

T: ¿Cómo eres?

P: Parece que soy un soldado alemán ahora.

T: ¿Eres joven?

P: Si, jovencito, chiquitito

T: ¿Qué estás sintiendo ahí?

P: Rabia, rabia.

T: Eso, ¿hay alguien más contigo ahí?


P: No, estoy solito.

T: ¿Entre medio de las ruinas?

P: Claro acuclillado. Está lleno de escombros y ladrillos uno arriba


del otro y estoy como un imbécil ahí, yo no sé qué mierda hago ahí.
Estoy perdido, perdido, perdido. (Suspira hondo y largo)

T: Bien, ahora... irás antes de que estuvieras en esa terrible


situación. Tres, dos, uno.

P: Estoy jugando, estoy chico

T: ¿Dónde estás?

P: Yo creo que estoy en Alemania también. Estoy joven, tengo como


13-14 años.

T: ¿Estás jugando solo?

P: Es como el año 43-45, no sé.

T: Ya, sigue.

P: Estoy como andando por ahí no más, pero estoy preocupado a


cagarse. Estoy preocupado, preocupado.

T: ¿Qué es lo que te preocupa?

P: Que tengo que ir a pelear parece. Parece que tengo que ir a


pelear. Me carga esa cosa, me carga, me carga tener que ir a pelear,
¿y para qué? No tengo nada que hacer ahí. Me mandan no más, y
soy chico todavía, ¿y qué sabe uno? No estoy ni andado. No tenía ni
mujer ni nada. Ando de verde así.

T: ¿Y estás listo para ir a pelear?

P: Parecer que sí. Estoy enrabiado. (Susurra). Voy a tener que tomar
un fusil... miren... ay, que lesera... que cagada...
T: ¿Y tienes que hacerlo?

P: (Subiendo la voz y poniéndola áspera) Si, si hay que obedecer


ahí, si no lo cagan a uno, ...si uno no obedece lo matan. ¿Qué para
adonde me voy a ir además? No hay para adonde salir, no hay para
adonde arrancar, no hay nada, nada... .¿Adónde me voy a ir si
estamos cagados?, no puedo irme a ninguna parte... tengo que ir a
pelear no más, a lo que pase no más...(suspiro hondo) ...como leso
no más, ¿y qué voy a hacer?...es como que estoy solo...es como una
derrota la cuestión..., todos saben que vamos a joder no más...y yo
también sé que no hay vuelta ya... y tenemos que ir no más...me
pasan un fusil, que lesera, y no quiero tomar la lesera de fusil, me
carga... negra la tontería más encima...nos enseñaron ahí no sé qué,
en el verano ahí nos enseñaron, éramos estudiantes, nos enseñaron,
había unos que gritaban ahí... ya, listo, ya, aprendimos...

T: Así como súper rápido.

P: Había que ir rapidito si quedamos pocos ya...

T: ¿Te despides de alguien antes de ir a pelear?

P: No.

T: Vas no más.

P: Si... está la cagada si...está todo destruido...putas que lesera... te


regalo la guerra... tener que hacerle caso a esos idiotas todavía...

T: ¿Los que mandan?

P: Son una tropa de pelotudos...

T: ¿Qué te dicen?

P: ¿Que hay que ir no más... que vamos a ganar... esos hue... que
vamos a ganar, qué imbecilidad vamos a ganar? Vamos a ganar qué
vamos a ganar?... son tan vacas, vacas, ciegos... vamos a ganar,
qué vamos a ganar?, este otro tonto dijo que íbamos a ganar... y soy
tan chico yo para decirles las cosas, ...no sé decirles las cosas, no sé
decirles las cosas...cómo le voy a decir yo que na que ver la guerra,
que hay que tener, hay que el amor y la cooperación...no sé, si soy
chico no sé hablar...además le sacan la mierda a uno si habla...no
tiene...tiene que pedir permiso para hablar...mira que estupidez
(suspiro hondo)... qué lesera...

T: Y, ¿a tus compañeros tampoco les puedes hablar?

P: Están más cagados de miedo que yo... son todos chicos...putas,


todos ruciecitos ahí, pelito cortito...pobres todos... flacos...hay por
allá en la esquina un par que creen que...se creen Atila...creen que
van a ganar...son aperrados si esos...buenos para pelear...

T: ¿Sí?

P: Sí, son buenos para pelear esos... parece que no hay ni casco...

T: ¿No te puedes proteger la cabeza?

P: No, no hay ni casco...parece que ya no quedan ni cascos, parece


que es la cagada ya...Colonia.

T: ¿Colonia?

P: Koln. Y es linda...Colonia era linda (solloza)...

T: ¿Ya no?

P: (Sigue sollozando) ¿Qué va a ser linda? ...está toda destruida...


tiran bombas y pasan los aviones, está la cagada todo el día, es todo
el día... es todo el día, todo el día...y tiran bombas...uuffff....no queda
nadie, no anda nadie por la calle ni por ninguna parte...que
cagada...no...

T: ¿Qué es lo peor de todo eso Luis? ¿Qué es lo peor, lo más


terrible?
P: (Sigue sollozando) Que yo era tan bueno, era tan bueno. En esa
vida tenía que hacer tantas cosas... tenían que haber jefes tan
pelotudos... tenía que hacer tantas cosas en esa vida...

T: ¿No podías?

P: (Sigue sollozando) No...no...

T: Sigue avanzando hasta la experiencia culminante

P: (Sigue sollozando) Tiran bombas, tiran bombas, tiran bombas y


estoy ahí...

T: ¿Qué estás haciendo tú?

P: Estoy aterrado, con miedo, estoy en cuclillas y tiran bombas...


(llora) y tan po..(Llora)...tan pelotudos y nos llevaron a eso...
(llora)...me da tanta rabia, tanta rabia que tengo... tanta rabia...

T: Sigue avanzando, sigue.

P: No se ya no tengo idea ya (suspira hondo)

T: ¿Dónde estás ahora?

P: Parece que ya cagué ya...si, ya estoy tirado ahí ya

T: ¿Estás viendo el cuerpo?

P: Si, ya estoy tirado ahí ya

T: ¿Cómo quedó tu cuerpo?

P: Parece que está entero

T: ¿Ahí entremedio de los escombros?

P: Si, botado ahí, así con una mano para el lado así, quedé, así
como quebrado así...el cielo azul arriba...
T: Cuando estabas sintiendo la rabia, cuando fue el momento más
terrible en que sentiste la rabia, la desesperación y el miedo, ¿dónde
se concentraba eso, en qué parte del cuerpo?

P: ... (Muestra las manos)

T: En las manos, en las manos... ¿y qué estabas pensando mientras


tu decías eso que tenías tanta rabia y que ya no había salvación?

P: Que los jefes pelotudos nos van a cagar siempre

T: Eso es. Ahora quiero que te fijes...eso de que los jefes pelotudos
nos van a cagar siempre, y siempre van a dar malas órdenes,
equivocadas, ¿cierto?

P: Claro, claro

T: Y que tu sientes el miedo, pero también la rabia, y eso en las


manos... ¿y de qué manera te influye en tu vida como Luis?

P: Se me pelan las manos, se me pelan, cuando hay huevones que


mandan se me pelan las manos...me salen verrugas, me corto los
dedos, me pasa con las uñas, una cagada con las uñas también.

T: Todo en las manos.

P: Si, las manos...

T: Muy bien, ahora quiero que vayas a ver porque tuviste que pasar
por esa vida en que te moriste tan joven, ¿qué tenías que aprender,
Luis, ¿ahí?

P: Que hay que saber mandar, no puede uno abusar, hay que
escuchar

T: Escuchar

P: Si, mira que...mira el tema (suspira hondo), iba a tener que


trabajar con, ¡fíjate!, iba a tener que trabajar con todo el tema de las
hierbas medicinales y todo lo de la sanación...y no...(solloza)...por
eso, por no por eso, que lesera...

T: ¿Y qué pasó?

P: Nada, que lo pude hacer pues hombre (suspira), que más voy a
hacer...

T: Porque te estabas diciendo que no podías, porque tenías que


estudiar algo así...

P: No, porque tenía que ir a la guerra poh...

T: Y no pudiste

P: Y ahora que hay que ser profesional y la cuestión y la lesera, que


hay que estudiar, que ir al colegio, que las notas, y que las reglas y
que toma bien el cuchillo y el tenedor y la macana...

T: Es la misma imposición...

P: Es lo mismo...

T: Y la misma reacción tuya...la rebeldía, las manos, la rabia...

P: Mmmmm (asiente)

T: Eso es, muy bien...ahora quiero que pases por última vez por esa
experiencia de muerte. Es necesario para que el cuerpo descanse.
Vas al momento en que estás ahí cubriéndote de las bombas
Luis...yo te voy a acompañar para que tú pases por última vez por
esa experiencia...ahora

P: Ay, cayó una bomba ahí al ladito y ya estamos listos ya...

T: Donde llegó la bomba, ¿en qué parte del cuerpo sentiste las
heridas, las heridas de muerte?

P: Es como todo el cuerpo.


T: Todo el cuerpo.

P: Si, es como que salté así para atrás, así paff, puumm...pero yo no
siento si, yo estoy viendo el cuerpo, pero no siento nada...

T: No sientes nada.

P: No, nada, nada. Parece que no sentí nada.

T: Ya. Solo sentiste...

P: La explosión, como un destello así. Saltan cosas para todos lados,


se caen cosas de arriba así, de los lados, de abajo así parece
que...no son bombas chicas...putas unas tremendas bombas (suspira
hondo)

T: ¿Dejaste el cuerpo?

P: Sí, se queda ahí el cuerpo... era lindo.

T: Tan chico...

P: Si poh, lindo... lindo, lindo.

T: Eso. Vas a dar una última mirada a ese cuerpo, sólo para tomar
una fuerte conciencia de que ese cuerpo se murió...era lindo, era
joven, era un niño, no alcanzó a vivir...

P: Si se le reventó la cabeza

T: Su cabeza, todo eso, pero ya se terminó.

P: Sí...

T: Y sigues. Era solo un cuerpo. Aprendiste sobre la autoridad, sobre


las órdenes mal dadas, equivocadas, pero ya se terminó. Ahora
tienes que seguir y te despides de ese cuerpo, con toda esa pena,
pero te despides de él, lo dejas tranquilo, porque sacaste toda tu
alma de ahí...también vas a dejar las manos, vas a sentir como las
manos se relajan, porque él merece descansar.... Siente como las
manos se estiran, se relajan, se suavizan...ya no necesitas tenerlas
así contraídas, apretadas, destruidas, déjalas, eso es, muy bien....

Debo decirles que nunca he vuelto a sufrir del síntoma de la


dishidrosis y mis manos hoy día están sanas. El ejercicio terapéutico
no concluyó aquí, es bastante más prolongado, pero quiero concluir
con una parte final del mismo, acerca del aprendizaje de la
experiencia de ser y morir como Rolf, el soldado niño, en Koln,
Colonia:

T: Pero ya te diste cuenta, que bueno. Ya te diste cuenta.

P: Sí...

T: Y ¿el darte cuenta a qué te llevó?

P: ...a entender...que las manos están para acariciar, están para


abrazar, están para tocar, están para sanar...

T: Eso es.... Y ahora vas a poder hacer lo que habías deseado tanto,
tanto antes, cuando no pudiste y tuviste que usarlas para la guerra

P: Sí.

Observen que las emociones que se desataron en esa guerra de


rabia e impotencia se trasladan a esta vida y hacen su aparición
cuando intuitivamente, o conscientemente, como desee el lector, se
comprende que las decisiones de los que mandan, de los que tienen
el poder de tomarlas, son equivocadas y auguran entonces los malos
resultados. Se reactivan las memorias, los miedos, las rabias y
aparece el síntoma que delata la situación. En la empresa para la
cual prestaba servicios sucedió exactamente lo que auguré. Me retiré
eso sí antes de ello, y comencé a andar otro camino, en el que me
ven ahora.

Esta es la segunda parte del trabajo terapéutico de la regresión a la


vida pasada como Rolf, el soldado niño alemán de la segunda guerra
mundial. Es un trabajo interesante, con asuntos novedosos para
quienes no están interiorizados en esta forma de sanación de la
terapia de vidas pasadas. Puede servir también de introducción al
proceso de cambios para quienes tienen un concepto rígido de la
finitud de nuestra vida, ya que muestra lo que hay más allá, después
de que dejamos el cuerpo físico en el que vivimos, sin juicios, sin
condenas, sino que con un amor inconmensurable. La sensación de
amor profundo y eterno que queda después de la experiencia, la
sensación de comprensión, aporta una paz y una felicidad
indescriptible. La experiencia traumática se comprende como una
parte del proceso del transitar del Alma.

He querido compartir esta experiencia personal por tener una alta


significación y además, abarca conceptos y realidades poco
conocidas en el mundo actual, prohibidas por las religiones y
desconocidas por ser temidas como algo sobrenatural. No hay nada
en todo esto que ofenda a Dios ni nada que sea sobrenatural.
Introduzco algunas acotaciones en el relato para explicar algunos
conceptos o situaciones.

El encuentro con el Maestro, con el Ser Interno, o Ser Superior que


se produce casi al final de la experiencia es de una belleza y amor
indescriptibles, y la sensación de felicidad después de ella es
enorme. Todos tenemos un Maestro, quien se encarga de ser
nuestro guía en el proceso de la evolución. No es el mismo ángel o
ángeles de la guarda, quienes están con nosotros además de él.
El relato comienza luego que el Alma se desprende luego que la
bomba cae y produce la muerte del cuerpo físico.

T: Fíjate si hay alguna parte de tu alma que esté atrapada ahí

P: ...como que se queda un pedazo con rabia ahí

T: Con rabia, eso es, ¿quieres rescatarlo de ahí?

P: Si y ya fui a buscarlo.

T: Ahora sigue, veamos hacia dónde vas...

P: (Suspira hondo, profundo y prolongado) Como que, es como que


hay colores...como que...como que hay estrellitas blancas así...Van
para arriba todas, si, van hartas, todas blancas...hay una verde por
ahí...allá atrás hay una morada...una roja por allá... son como fuegos
artificiales así...si...ven para arriba, para arriba...ufff, vamos lejos
ya...se ve la tierra allá abajo ya azulita, azulita, azulita...

T: ¿Y tú estás tranquilo?

P: Sí, pero la Tierra está triste. Sí...hay tristeza en la Tierra...hay


como una parte que tiene el aura amarilla...

T: ¿Qué parte será?

P: Chuta es como un buen pedazo, aunque no se nota mucho es un


buen pedazo...

T: ¿Por qué estará así esa parte de la Tierra?

P: Porque hay dolor y sufrimiento. Hay pena, amargura así... Sufre la


Tierra... y volví a ver el cuerpo.
T: ¿Cómo estaba?

P: La cabeza hecha tiras...tiene abierta la cabeza...si tiene abierta la


cabeza...tiene todo un lado hecho tiras...este lado de acá está hecho
tiras...

T: Tanto dolor, tanta destrucción, tanta desintegración

P: Bueno, ahí había que aprender no más (suspira hondo)

T: ¿Dónde vas ahora?

P: Hay una luz blanca, verde.... Todos llegamos arriba. Hay como
unos viejitos ahí..., pero no tienen..., es como que están esperando

T: ¿A ustedes?

P: Si, es como que están en una mesa contando. Están como con
unos cuadernos ahí con unos libros. Es todo morado.

T: ¿Bonito?

P: Sí. Son como unos viejitos que están de contadores. Si, están con
unos libros ahí anotan, vamos pasando, Rolf dicen, y me anotan y
paso para allá.

T: ¿Rolf?

P: Mmm (asiente) Si, paso. Rajo para el otro lado. Parece que así es.

T: Y parece que son muchos ustedes

P: Puuuuuutas...hay hartos

T: ¿Y el otro lado dónde es cuando pasan para el otro lado?

P: Ahí a la entrada, a la entrada

T: A la entrada, ¿a la entrada de dónde?


P: Del bardo, ahí en la entradita. Si, si ya estamos.... Parece que nos
llevan a descansar ah.... Si vamos a descansar un rato porque lo
pasamos mal.

Bardo es el nombre que los tibetanos dan al más allá, a nuestro


cielo, a la Luz, al «lugar» donde van las almas una vez que dejamos
la vida, y donde son recibidas con amor y compasión, sin juicios ni
condenas, y donde descansamos, recibimos reparación y consuelo, y
preparamos la siguiente encarnación conforme al trabajo que
necesitemos desarrollar en nuestro crecimiento espiritual.

T: Claro. Debe ser un descanso.

P: Si, por eso que esos que están ahí son como anotadores no
más...como que están anotando en los libros, para no perder los
registros, las cuentas. Pero que no nos preocupemos dicen porque
ya está todo bien y que ya pasó todo. Claro eso también, por lo
menos a mí me calma...son buena gente ellos, están para eso...si
parece que detrás de estos tres viejitos hay otro que está ahí que no
se ve muy bien...

T: ¿Quién será él?

P: Es como uno que es más grande

T: Y el no es un simple contador

P: No, no. El es jefe jefe. Pero está contento él porque nosotros ya


entendimos ya. Si él, el irradia pura energía no más, y nos va
traspasando con su energía.

T: ¿Y tú también te pones contento?

P: Si, ya terminamos.... Recuerdo el cuerpo también...harto amor,


cariño, si... (suspira quedamente)
T: ¿Cómo vas a pasar ese tiempo ahí de descanso, recuperación?

P: Sí, de descanso... (suspira)...claro...a descansar ahora...a


prepararnos ahora...

T: ¿Tan luego?

P: Sí... sí no alcanzamos a hacer nada. Aprendimos una pura


cuestión no más.

T: ¿Una?

P: A obedecer a pelotudos (ríe).... qué buena...

T: Así que ahora tienes que prepararte otra vez...

P: Sí.... ufff, desapego ahora...dale con el desapego...

T: ¿Desapego ahora?

P: Y dale con el desapego...ya vamos al desapego, no me gusta


mucho...

T: Pero, ahí tienes que acatar.

P: Otra vez, acatar otra vez...

T: ¿Puedes elegir circunstancias? ¿Algunas circunstancias de esta


vida?

P: Sí.

T: ¿Qué vas a elegir?

P: Ser hombre.

T: Bien, ¿Por qué?

P: Para ser más libre.


T: Para ser más libre, ya. ¿Qué otra cosa eliges?

P: Chile.

T: Ya, ¿qué te gustó de este país?

P: Voy a estar con una mujer con la que me tengo que encontrar.

T: Muy bien.

P: Va a llegar sí.

T: Y a tus padres ¿también los eliges?

P: ¿Qué más queda? Ahí están, ellos me los pusieron ya...

T: Ya te los pusieron.

P: Clarito.... Vamos aprendiendo cabrito.... Son buena gente si...

T: ¿Quiénes?

P: Mis papás... pero jodidos, pa’ que te cuento.... Pero ellos también
tienen que aprender lo de ellos si... y yo les voy a ayudar también....
Es como mutuo ¿ah?

T: Si.

P: Claro, es como mutuo así.... Claro, mira que interesante ah.


Puchas que es interesante la cuestión porque el viejo que me va a
tocar es, va a ser estructurado, planificado, uhh y el futuro, la
jubilación y el cuento y esto y lo demás y yo voy a ser desapegado y
no me va a importar nada...

T: Complicado

P: Ufff, y ¿para él?. No, él lo va a pasar mal conmigo. Él va a sufrir


harto conmigo.

T: ¿Y va a aprender también?
P: Bueno, eso es lo que tiene que aprender pues, si por algo me
están mandando a mí... por algo me están mandando a mí...si él
todavía no cacha el desapego, él todavía no cacha un montón de
cuestiones... claro me están mandando a mí para que mire, para que
observe... y a mi mamá también ah...

T: ¿Qué pasó con tu mamá?

P: Ella también tiene que aprender

T: ¿También desapego?

P: Noooo....ella es miedosa, calculadora, ella quiere plata, quiere


tener hijos potentados, potentes...

T: También es difícil ahí ¿ah?

P: Buuuu, ella también lo va a pasar mal...y yo vamos aprendiendo


desapego...

T: ¿Y cómo lo vas a hacer Luis? Frente a la autoridad de tu padre...

P: Chuuuuu...

En el espacio entre vidas se realiza la planificación de lo que será la


siguiente, y se hacen los acuerdos de los aprendizajes que habrán
de completarse. Quiero llamar la atención que es un asunto de
acuerdos entre todos los seres que interactuarán en la siguiente
existencia. Por ello, cuando se comprende esta situación y se
entiende que no existe el azar en nada de la vida comenzamos a ser
responsables, porque nosotros hemos elegido. Si, elegimos venir a la
vida, eligiendo nuestras circunstancias. Ya no se puede argumentar
«Yo no elegí vivir, no elegí mis padres, etc.», porque elegimos todo
en pos de un aprendizaje que tiene como finalidad el crecimiento. No
existe la inocencia.
T: ...y luego, luego la autoridad en los trabajos...

P: (Suspira hondo)

T: ...por haber cumplido con la carrera que ellos querían... ¿cómo lo


vas a hacer?

P: Uff, no sé, no tengo idea como voy a hacer, no sé

T: Avanza para que veas

P: Ouffff

T: Avanza para que veas el momento en que decides...

P: No tengo muchas ganas, es que me aburre esa cuestión, me


aburre...me cabrea esa cuestión

T: Te aburre, te cabrea, ¿te pone mal genio?

P: Puuuuutas...si, me pone mal genio

T: ¿Te desquitas?

P: Si

T: ¿Con quién?

P: Con las niñitas

T: ¿Por qué justamente con ellas?

P: Son chicas, que van a hacer... es malo eso también ¿ah?

T: Es malo pero al fin te das cuenta, ¿cuándo te das cuenta?

P: ...(susurra) no....

T: (susurra) ¿Qué pasó?


P: ...uuuuyy, si son más viejas que yo pues hombre

T: ¿Quiénes?

P: Las dos.

T: ¿Las niñas?

P: Si...

T: ¿Cómo te das cuenta, a ver?

P: Miércales, y yo que me creo tan capo.

T: Cuéntanos, ¿cómo te das cuenta?

P: Son maestras mías.

T: ¿Qué estás viendo?, cuéntanos

P: .......(suspira hondo) Ellas vinieron a enseñarme a mí también

T: Para eso te eligieron

P: Mmmm... Si

T: Hicieron cola para elegirte

P: (Ríe) Jooooo, si, las pobrecitas (ríe), si, (ríe), estaban esperando...

Ya lo decía el Dr. Bach hace casi cien años: «La paternidad es un


oficio de la vida que pasa de unos a otros, y es en esencia un
consejo temporal y una protección de duración breve que,
transcurrido un tiempo, debería cesar en sus esfuerzos y dejar al
objeto de su atención libre de avanzar solo. Recordemos que el niño,
de quien podemos tener la guardia temporal, quizás sea un Alma
mucho más grande y anterior que la nuestra y quizá sea
espiritualmente superior a nosotros, por lo que el control y la
protección deberían limitarse a las necesidades de la joven
personalidad».

Por eso, muchas veces los hijos son almas mucho más
evolucionadas que vienen a enseñar a los padres, vienen a ser sus
maestros.

T: Pero ya te diste cuenta, que bueno. Ya te diste cuenta.

P: Si pues...

T: Y ¿el darte cuenta a qué te llevó?

P: ...a entender... que las manos están para acariciar, están para
abrazar, están para tocar, están para sanar...

T: Eso es.... Y ahora vas a poder hacer lo que habías deseado tanto,
tanto antes, cuando no pudiste y tuviste que usarlas para la guerra

P: Sí.

T: Ahora vas a poder hacerlo, ¿cómo lo haces?

P: Chutas, ya llegué aquí ya...

T: ¿Dónde llegaste?

P: Aquí, aquí, aquí...me dicen que en la otra vida no era el tiempo


todavía.... Estaba anotado eso, pero todavía no era el tiempo...

T: ¿Y ahora sí?

P: Si. Siento como así. Si, es como que el que estaba detrás dice
que sí.

T: ¿El ser más importante?...


P: Si, el que estaba detrás de los anotadores. Esa era como un jefe,
era, es como un jefe, es como que tenía a cargo un grupo que
estábamos ahí...

T: Ya, de los que iban llegando ahí

P: Si, él estaba como a cargo del grupo...él, él es como chutas, tiene


como a 50, 60 a cargo de él, es como es el que nos cuida y nos va
protegiendo y nos va llevando conforme a lo que tenemos que hacer,
si, él se preocupa mucho.

T: ¿Lo conocías de antes?

P: Si claro, hacía montón de tiempo, pero no sabía dónde estaba, no


sabía quién era, ahora me dijo.

T: Siente lo que proviene de él hacia ti.

P: Puro amor no más.

T: Siente, siente el amor que te está enviando.

P: Puro amor no más.

T: Deja que te envuelva en amor

P: Me dice que todo está bien..., y yo, yo no quería nacer...

T: ¿Por qué no querías nacer?

P: Putas porque lo iba a pasar mal con mis viejos, con mi papá sobre
todo... Me tuvieron que sacar a la fuerza no más...

T: (Susurra) ¿No querías?

P: No. Me sacaron ahí...me tiraron ahí de la cabeza.

T: Hiciste lo posible para resistir.

P: Putas, del mismo lado del alemán, de Rolf.


T: ¿Cómo?

P: (Susurra) Del mismo lado de Rolf.

T: ¿De la cabeza?

P: (Susurra) De ahí me tiraron si...

T: ¿Igual?

P: (Susurra) Yo no quería venir. (Susurra) Pero no quería venir.


(Levantando la voz) Pero él está conmigo. (Susurra) Menos mal
¿ah?

T: Menos mal que está siempre contigo.

P: (Susurra) Si, menos mal. Y me costó verlo, me costó.

T: Además él te dice que está todo bien y tú sabes que es verdad....

P: Si claro pues....

T: ...además que él te da el amor. Muéstrale tus manos para que...

P: ...me costó tanto...

T: ...te entregue amor en las manos...

P: ...pero me costó tanto si ah...por eso que me da un poco de rabia


todavía, porque me costó tanto llegar...si, me da un poquito de
rabia...

T: ...si, a ver, ¿la rabia donde te mantiene?, ¿dónde te mantiene la


rabia?

P: ¿Dónde me mantiene la rabia?... (subiendo la voz) me mantiene


sin plata pues.

T: ¿Viste?
P: Putas, claro... me mantiene juzgado por los demás ...claro... ahí
me mantiene la rabia como....

T: ¿Qué podríamos hacer con la rabia para que ya no te mantenga


así, para que puedas asumir tu cambio sin rabia?

P: Envolvámosla... Podemos envolverla en una burbuja.

T: Ya perfecto, ¿de qué color?

P: Roja como es la rabia.

T: Bueno, ¿y para adonde la mandamos?

P: Pa’ rriba, pa’rriba, pa’rriba, pa’rriba, arriba, arriba.

T: Mándala pa’rriba ya, pero tienes que envolverla primero

P: Si ya la estamos envolviendo ya. Ya estamos envolviendo ya, pero


va cambiando de color el envoltorio sí. Verde... verde, ahora se puso
morado, violeta mira se puso...

T: ¡Qué bueno! La estás trasmutando

P: Sí, se va, se fue... si se va mira, se pierde pa’rriba.

T: Déjala ir, suéltala.... ¿Cómo estás ahora?

P: Bien, con el maestro... es alegre él...y es bueno él... es divertido

T: Te puede dar todo eso a ti

P: Si claro, y sabe, y sabe cualquier cantidad...ese sí que sabe....

T: ¿Sabe harto?

P: Buuuuuuuuuu.....(silencio prolongado)

T: Que bueno que está contigo


P: ...(Silencio).... (Susurra) El maestro ah...

T: ¿Lo abrazaste ya?

P: No lo estoy mirando no más ahora, se está riendo. No, él se ríe no


más así como diciendo «Puta gallito ah...las que tenís que pasar pa’
llegar hasta acá»

T: Pero está contento contigo, parece...

P: Si, y yo con él también...

T: ¿Viste?, muéstrale tus manos otra vez, dile que ya no necesitas la


rabia.

P: No, ya no necesito la rabia. Además, la rabia ya se fue ya. No si


estas manos son para hacer cariño, para sanar...

T: Para sanar.

P: Si, para poner las manos... son para sanar.

T: Muy bien.

P: Son para acoger, para abrazar, para tocar.... Él fue, él fue. Él fue.

T: ¿Qué fue?

P: El maestro.

T: ¿Qué es lo que hizo?

P: Uffff, es que ese gallo es muy choro, cuando teníamos que venir
para acá y los viejitos me dijeron desapego y la cuestión...

T: Sí.

P: Y que fuera yo y me llamara Lucho y que viviera en Chile...

T: ¿Él fue?
P: ... que naciera en Rengo, no, no él, él me regaló una cuestión

T: ¿Qué te regaló?

P: Me regaló inteligencia, cáchate...me dijo que eso me iba a servir


para poder pasarlas, si no podíamos cagar antes, dijo. Mira que es
vivo.

T: Tremendo regalo que te hizo

P: Si, cualquiera, cualquiera quisiera tener un maestro así...

T: ¡Claro!

P: ....mira que está bien ah... (susurra) y ahora le voy a dar las
gracias mejor.

T: Si, dale las gracias

P: (Susurra) Lo abrazo mejor, calladito...él entiende...me abraza


fuerte...

T: Sí...

P: Sí, es más grande, como maceteado así, y me abraza fuerte, tiene


rico olor... tiene rico olor así...tiene como un olor así de lavanda así
de...como que se estuvo revolcando en un jardín este...si se estuvo
revolcando en un jardín de hierbas medicinales y flores...

T: Entonces con razón te transmite eso a ti.

P: Sí.

T: ¿Y ahora qué vas a hacer cuando tengas algún encasillamiento,


falta de libertad en el trabajo o te encuentres con alguien que da
instrucciones equivocadas? ¿Cómo vas a reaccionar ahora?, porque
ya la rabia la mandaste lejos.

P: (Susurra) La mandamos lejos.


T: Si, cómo vas a reaccionar ahora cuando tengas a esas personas
frente a ti.

P: (Susurra) Me voy a hacer el huevón.

T: Ya no necesitas lo otro...

P: (Susurra) Las cagadas son de ellos, no mías.

T: Eso es, muy bien.

P: (Susurra) Ellos saben por qué tienen que hacerlo

T: Eso es, es su trabajo, ellos tienen que hacer lo que corresponda y


tú con lo tuyo, tú ya tienes lo tuyo, tienes tu maestro, tienes tu labor...

P: Si, él me dice que esté tranquilo no más

T: Tienes tranquilidad, tienes amor para entregar

P: De sobra...ese es el tema...el amor es el tema...

T: Perfecto, muy bien...ahora que ya te despediste, le diste las


gracias, vas a elegir un color para ti.

P: Violeta.

T: Violeta, muy bien. Entonces comienzas a absorber la energía del


color violeta. Permites que el color violeta circule por todo tu cuerpo,
como si el corazón bombeara el color violeta a través de tu cuerpo y
lo repartiera por todas las células y por todos los órganos...pero se
detiene especialmente en las manos...se detiene especialmente en
las manos y las baña, para trasmutar la rabia, la rebeldía, el dolor:
convertirlo en amor y sanación. Baña las manos con ese color violeta
y sigue circulando por el resto del cuerpo y se detiene también en la
cabeza...también en la cabeza, especialmente en esa zona donde el
estallido de la bomba produjo destrucción, para sanar, para
transmutar todo ese dolor por alegría e inteligencia, recuperando
todos tus dones, los regalos que te dio tu maestro, y continúa
circulando la luz violeta alrededor tuyo para protegerte en esta
experiencia como Luis, para que de ahora en adelante continúes
realizando tu misión, con tranquilidad, con paz y seguridad, sin
necesitar ni la rabia ni el temor, sin necesitar la rebeldía, dejando que
los otros trabajen con su cuento, y trabajando en tu misión. Y a la
cuenta de tres vas a regresar a tu conciencia física habitual, a este
día viernes 7 de octubre del año 2005, sintiéndote completamente
bien y recordándolo todo. Uno... dos... y tres.

«Mi vida es un erial,

flor que toco se deshoja;

que en mi camino fatal

alguien va sembrando el mal

para que yo lo recoja»

Gustavo Adolfo Bécquer


.

La posesión espiritual

La primera experiencia

Las primeras experiencias satisfactorias en el mundo de las


regresiones fueron mis encuentros con el Dr. Ronald Shulz Grangier,
quien fue una bien reconocida autoridad en el tema, dado su vasto
conocimiento de los mundos paralelos y una muy nutrida
experiencia. Sin lugar a dudas, él entendía muy bien el mundo
espiritual, aquel más allá de lo físico, en donde suceden las
situaciones que son responsables de la detonación de
enfermedades, de provocar alteraciones del ánimo o de producir
desórdenes del comportamiento. La primera experiencia con él fue
absolutamente transformadora y me abrió la conciencia a un nivel
insospechado y que no tuve la capacidad de internalizar en aquel
momento, lo que luego me llevó al camino que he seguido por veinte
años. Su libro «Desatando nudos» es una breve, concisa y muy
didáctica obra donde resume su gran trabajo terapéutico, su filosofía
y su profunda comprensión de la espiritualidad. He tratado de andar
detrás de él en el camino, y eso me llevó a estudiar con mi gran
maestro, el Dr. José Luis Cabouli, una autoridad mundial en el
mundo terapéutico, quien nos ha legado la Terapia de Vidas
Pasadas, que es indiscutiblemente una revolución en el mundo de
las regresiones, y graduarme después de más de un año de
estudios, práctica y aprendizaje como su discípulo.

El Dr. Shulz, era un médico especialista en ginecología, y experto


terapeuta de regresiones a vidas pasadas, y lo consulté debido a
múltiples problemas personales que mantenían mi vida en una
continua zozobra. No era mi primer ejercicio en regresiones, ya que
había tenido la experiencia con otras dos personas anteriormente,
con resultados bastante desalentadores, por cierto, debido que no
tenían calificación en el área, a pesar de publicitarse como expertos.
Luego de un ejercicio de relajación comenzó la sesión, que fue
bastante alejada de la idea que tenía acerca del sentido de la terapia.
Me encontré de pronto con alguien hablando a través de mi
garganta, órgano que transmitía vivencias que no habían sido las
mías, con total claridad y precisión, pero donde estaba yo
involucrado completamente. El Dr. Shulz conversaba con una
persona que, rotunda y definitivamente no era yo, y además no había
nada que yo pudiera hacer para intervenir o interferir en lo que
sucedía.

Esta es la transcripción de lo que sucedió aquella mañana en la


consulta con el Dr. Shulz:
T: A ver, Luis...

P: (Cambiando la voz) No soy el único.

T: ¿Sí?, yo sé que puede haber varios, pero tú me vas a dar algo de


información. Dime primero, cómo te sientes dentro de Luis.

P: Apretado, apretado, apretado...

T: ¿Llevas mucho tiempo ahí dentro de Luis?

P: Mucho tiempo.

T: ¿Entraste cuándo él era niño?

P: Parece que sí.

T: ¿Entonces, ¿dónde te ubicas dentro de Luis, en qué parte de él


estás tú?

P: En el estómago.

T: Ahora quiero que me cuentes algo de tu vida. Antes de entrar acá,


donde Luis, cuando tú también vivías, ¿qué eras tú, hombre o mujer?

P: Hombre.

T: Y cómo eras cómo hombre, un hombre joven, de edad mediana.

P: Joven, joven.

T: Y qué hacías tú, ¿a qué te dedicabas?

P: Artesano.

T: ¿Y qué tipo de artesanías hacías?


P: Madera, figuras de madera. Figuras religiosas en madera, en
maderas nobles.

T: ¿Y te gustaba tu quehacer?

P: Sí, me entretenía.

T: Ahora, ¿cómo te llamabas tú?

P: Marcial.

T: Oye Marcial, vamos a ver ahora, qué fue lo que ocasionó tu


muerte, porque en algún momento te moriste, y quiero que me digas
qué fue lo que ocasionó tu muerte, ¿qué te pasó?

P: Me mataron, parece...

T: Te mataron. Ahora, vamos a ver esto que es importante, como yo


tengo que ayudar, es importante que recuerdes por qué te mataron,
cómo fue que te mataron, con qué te mataron a ti, ¿a ver?, ¿golpes?

P: Parece que me pegaron, pero parece que, pero parece que me


acuchillaron también, en el estómago. Parece que fue una golpiza o
algo así, pero por mujeres.

T: Ah, ¿fue un problema de mujeres?

P: De faldas. Es que yo le comía «la color» a alguien parece, parece,


no se poh... Sí, parece que era medio...

T: Ah, eras un poco...

P: Sí, me gustaba el merecumbé. Me pillaron parece. Era jovencito,


tenía 20, 21 años. Lo pasaba bien yo.

T: Marcial, cuéntame, en qué parte vivías tú, la calle, la ciudad, de


dónde eras tú.
P: Era de Santiago, de Santiago de Chile, de Ñuñoa, de Salvador
parece.

T: Y una vez que te acuchillaron, y que te golpearon, inmediatamente


después que ya moriste, ¿qué fue lo que viste? Quiero que
recuerdes, ¿viste tu cuerpo ahí?

P: Mmm, mmm...

T: ¿Recuerdas haberlo visto?

P: No recuerdo bien, pero es como que está tirado en una esquina, al


lado de un grifo.

T: Al lado de un grifo.

P: Sí, tirado de guata, como con sangre para los lados. En la


esquina, en la vereda eso sí, no en la calle.

(Suspira) ayyyy, estoy cansado...

P: Marcial, luego después de eso, ¿qué anduviste haciendo?, ¿viste


algunas cosas?

T: No tengo idea, nada, no, nada, no vi nada, no quise ver nada,


nada.

P: No quisiste ver nada más. Oye Marcial, y cómo fue que entraste
en Luis, tú lo conocías, te atrajo algo de él, quisiste entrar por alguna
razón, ¿por qué entraste en él?

T: No sé, porque tenía bonitos ojos, era bonito, tenía bonitos ojos,
era bien bonito.

P: Cuando tú entraste, ¿él era niño?

T: Sí, era chiquitito, era chiquitito. Estaba en el colegio recién, yendo


al colegio. Era chiquitito chiquitito, era buenito.
P: ¿Tendría unos 8 o 9 años entonces?

T: Noooo, cuatro años tenía. Era lindo. Era el amor de su madre. Era
el amor de su mamá. Entré porque él tenía pena, tenía pena y estaba
bien triste, estaba apenado. Parece, el papá era el problema... bueno
eso es problema de él.

P: A medida que él creció y todo eso, cuéntame, tú lo induces a él a


hacer ciertas cosas o no te metes mucho con su vida.

P: (Susurra) Yo lo hago hablar...

T: Tú lo haces hablar, ya, y qué te gusta a ti hacerlo hablar a él.

P: (Sigue susurrando) Que hable leseras, pero calladito.

T: Ah, ya.

P: (Sigue susurrando) el habla de más, lo hago hablar de más de la


gente.

T: Ah, que hable de más de la gente, eso haces tú, ya..., eso haces
tú, ya

P: (Susurro) Claro, sí, ahí la caga él siempre..., yo lo hago que hable


las cosas que no se tienen que hablar. Esas cosas que tú y todos
pensamos y que no hay que hablarlas él las habla, lo hago dar juicios
de valor.

T: Todas esas cosas ¿ah?

P: Claro. Lo hago que él... lo hago que él hable, que él critique a la


gente.

T: Ah... también.

P: Sí, el critica, lo hago que él critique a la gente, que critique a


todos... entonces como parece que él es bien inteligente hace qué,
esto contribuye a que piense que él es más vivo.
T: Jajajajaaaaaaaaa, ya, claro

P: Te gustó ¿ah?

T: Jajajaaaaa, si claro. Cuéntame Marcial, tú lo haces hacer o decir


algo más o te contestas con hacer eso.

P: Sí

T: Bueno ahora Marcial, mira, una cosa bien interesante que yo


tengo que decirte

P: Ya sé lo que me vai a decir...

T: Claro

P: Ya sé lo que me vai a decir

T: ¿Qué te voy a decir?

P: Que me vaya.

T: Sí claro, te voy a decir que te vayas a un lugar mucho mejor,


porque después que la gente muere debiera irse a un lugar donde
descansa, donde revisan lo que hicieron y todo eso...

P: Al bardo.

T: Eso, claro.

P: Sí poh, tú escribiste un libro, yo lo leí...

T: (risas) sí, claro.

P: Tú soi capo en esto... a lo mejor me vai a ayudar...

T: Sí, claro, tengo que ayudar

P: Ayúdame poh, yo me quiero ir, tengo que vivir de nuevo yo poh.


T: Exactamente.

P: Yo tengo otras cosas que hacer y que no las he hecho. Y por eso
que estoy medio preso aquí yo poh. Este no se ha matado nunca, no
he podido salir de aquí.

T: Entonces, mira Marcial, vamos a hacer lo siguiente, yo voy a


llamar ahora, voy a pedir que vengan los seres de luz que son los
encargados de guiarlos a ustedes, y yo te voy a pedir que una vez
que ellos estén aquí a ti que tú los captes, espérate un poquito.

Bueno Marcial, tenemos a los seres de luz acá, yo te voy a pedir a ti


que los captes, los veas, ¿los ves? Te voy a transmitir un poco de
energía para que tú agudices tu visión, y los logres captar. Ellos son
luminosos, son brillantes.

P: Ellos tienen batas blancas, tienen túnicas.

T: ¿Los viste entonces?

P: Sí, tienen una túnica blanca.

T: No te preocupes, Marcial, cuando yo te diga, tú, junto con los otros


que están aquí más adelante van a salir y tú sigue a este ser de luz
con la túnica blanca, ándate tranquilamente con él. Ahora, ¿tú
quieres decirle algo a Luis, quieres decirle alguna cosa?

P: Sí, que es bueno. Yo estoy con un poquito de pena porque me voy


a ir, pero (solloza), es bueno, y yo lo quiero, él es bueno y yo he
hecho que haga muchas cosas malas, pero él es bueno, bueno.,
igual que esté tranquilo. (Suspira profundamente varias veces).

T: Bueno, no te preocupes, entonces quédate tranquilo, cuando yo te


diga tú tranquilamente te vas a ir, así que no te preocupes.

No he querido ni cambiar el vocabulario ni adornarlo o purificarlo.


Marcial se expresaba así, como hombre del pueblo, callejero, sin
conflictos morales, sin ambigüedades, y ni mucho menos cuidado o
delicadeza.

Ese fue mi primer encuentro con las Almas perdidas. Un encuentro


personal, singular. Sin traumas ni miedos ni alarmas, pero
tremendamente sanador. Sanador no solamente en cuanto a la
liberación de un alma o trozo de alma ajeno, sino también en la
ayuda a esa alma a poder completar su paso al siguiente nivel
espiritual, a lo que don Ronald llamaba el bardo, y que yo llamo la
Luz. La liberación de esa alma produjo cambios graduales en mí, y
muchas de las creencias que yo tenía y que sencillamente eran de
Marcial y yo las había hecho mías, después de tantos años,
desaparecieron. Y era completamente cierto lo que él decía sobre
hablar de más, sobre los juicios de valor, sobre expresar opiniones.
Gradualmente, a medida que mis células se fueron renovando, a
medida que mi alma recuperaba su espacio, se atenuó ese mandato
de Marcial, y pude ser más reposado en mi hablar. Sin embargo,
fueron 46 años con él, y es posible que los efectos de su
personalidad sean visibles en toda mi existencia.

Pero volvamos a esa primera experiencia, que era la primera sesión


seria y profesional de regresión a la que me sometía. Estaba en
estado de trance, pero absolutamente consciente de dónde estaba y
qué estaba sucediendo, asombrado por lo que acontecía y
expectante de lo que pudiere venir a continuación. Yo, un hombre
racional, científico, ingeniero, por cuya garganta hablaba alguien
desconocido, era algo que estaba más allá de mi dominio, de mi
control. Y estaba sorprendido. Mi cabeza funcionaba a mil por hora,
procesando la información y me descubrí dándome cuenta de lo que
había influido esta «energía» en mi vida antes de esta experiencia. Y
recordé mi vida y sus detalles, y el sinnúmero de veces en que había
hablado de más, tal como describía esta alma del que en vida fue
llamado Marcial. Y dentro de esas experiencias me vino de inmediato
el recuerdo de una desagradable situación de mi adolescencia,
cuando estudiaba con los jesuitas en el colegio Seminario en Chillán,
ciudad situada a 400 km al sur de Santiago, en que como parte de
nuestra formación católica participábamos de diferentes actividades,
entre ellas retiros espirituales. Esto ocurrió en uno de ellos en una
casa de retiro del obispado de la ciudad, la casa de ejercicios Tabor.
Cuando llegamos nos ubicamos en nuestros lugares para dormir y
pronto se nos llamó porque nos venía a visitar el obispo, Monseñor
Eladio Vicuña, a darnos la bienvenida y a bendecirnos
personalmente antes de comenzar. Recuerdo que acudimos en
tropel, como quinceañeros que éramos, a ver al obispo, y en ese
momento muchos comenzaron a saludarlo y a besarle el anillo que
testimonia su investidura eclesiástica. Era un hermoso anillo de oro,
con una piedra preciosa, según recuerdo. Cuando él me estiró la
mano yo solté una frase que salió de lo más profundo de mi ser:
«muy bonita la pobreza que manifiesta». Nunca fue mi voluntad decir
algo así, y no supe por qué lo dije, y tengo el convencimiento que lo
escuchó. De todas formas, él bondadosamente me dio la mano, yo
agaché la cabeza y me bendijo. Luego, me di media vuelta y salí de
allí, confundido y avergonzado, e interiormente muy triste. Era un
buen alumno, buen católico, practicante, y además era cruzado e iba
los sábados con un sacerdote del colegio a los aledaños de la ciudad
a hacer catequesis. Me inundaba el amor a Jesús y a María, su
madre, y no podía comprender lo que me había pasado, lo que me
entristecía mucho. Ahora, treinta años después lo comprendía, al
igual que muchas otras situaciones que antes no me podía explicar,
pero que las vivía en una sesión de regresión que escapaba a todas
las reglas que rigurosamente había respetado.

En esta sesión hay muchos detalles sobre la terapia, su origen, su


desarrollo y el concepto que hay detrás de ella, el que iré
desarrollando poco a poco más adelante. El Dr. Shulz dominaba
muchos temas y tenía una compresión del mundo espiritual como
pocos, tal como dije antes, por lo que su trabajo resultaba fluido,
ameno y sencillo, amén de fácil de comprender. No era charlatán,
como cientos de otros regresionistas que pululan por ahí sin
comprender las realidades paralelas llenos de mitos y atenazados
por el miedo, poniendo etiquetas basados en su ignorancia y
arrogancia y que gracias a ello sumen a la gente en miedos
reverenciales, y con su mal actuar desprestigian una terapia que
tiene la particularidad de ser muy rápida y efectiva para sanar. Pero
la sesión no había finalizado.

T: Ahora yo me contacto con los otros, quiero contactarme con el


siguiente; el siguiente que esté ahí dispuesto ya para hablar conmigo
se ubica en la garganta de Luis igual como lo hizo Marcial, haga que
trague saliva, eso es... tú entonces eres el segundo. Cuando estés
listo y yo te haga la pregunta tú me dices Sí, y comenzamos a hablar.
¿Estamos listos?

P: Ya.

T: Ya, tú eres el segundo. Ahora cuéntame qué eras tú antes de


entrar en Luis.

P: Una mujer, una mujer gorda, muy gorda, vestida de café (marrón).
Vestida de café, con sandalias. Bien pechugona.

T: Pechugona... y dime tú ¿qué edad tendrías, eras una mujer joven,


mediana edad?

P: Treinta y tres, treinta y dos, sí, treinta y tres. Era gorda, soltera,
bien gorda, me gustaba comer harto, harto.

T: Dime ¿tú llevas mucho tiempo dentro de él, o poco, acá dentro de
Luis, entraste hace poco o mucho?

P: Yo entré cuando era chico también pues.

T: Entraste cuando era chico, y entraste por qué, ¿te atrajo alguna
característica de él?

P: Sí pues, era buenmozo, era buenmozo, (ríe), y en su casa había


mucha comida.
T: Ah, eso te gustaba a ti.

P: Sí pues, ¿y a ti no te gusta comer?

T: Jajajaja, sí.

P: Sí pues.

T: Bueno, y ahí entraste.

P: Sí, pero entre cuando le pegaron a él, el papá le pegó.

T: Ah, cuando el papá le pegó.

P: Si pues, el papá le pegaba.

T: ¿Por qué en ese momento precisamente?

P: Porque estaba solito.

T: Se sentía mal.

P: Sólo pues. Él quería compañía. A él no le gustaba su papá. Lo


quería, pero su papá no le gustaba, parece que tienen problemas de
antes, parece, no sé, no entiendo mucho, pero él estaba sólo.

T: ¿Y dónde te ubicas tú dentro de Luis?

P: En la guatita (estómago), en la guatita.

T: ¿Y cómo te llamabas tú?

P: Úrsula (poniendo la voz grave), rubia así, Úrsula, así alemana


pues.

T: Eras rubia.

P: Claro,y buena para comer, para tomar cerveza. Rica la cerveza.

T: ¿Eras efectivamente de Alemania o de alguna otra parte?


P: De Valdivia. Fue para el terremoto. Me morí para el terremoto de
1960. Se me cayó la casa encima, una casa de madera, pero se me
cayó encima. Ahí me morí.

T: Cuéntame una cosa, ¿tú eras soltera?

P: Sí pues, soltera. Bien soltera. Nunca pasó nada poh...

T: ¿Y después que tú moriste, que se te cayó la casa encima y


eso...?

P: No me quería morir yo...

T: No pues, eras joven todavía.

P: Sí, lo pasaba bien, cantaba.

T: ¿Eras buena para cantar?

P: Me gustaba cantar, y cantaba bonito. Mis canciones en alemán, mi


papá se ponía contento.

T: Ah, tú le cantabas a tu papá también.

P: Sí, y él se ponía contento, entonces no me quería morir y me morí


no más, se me cayó la casa encima y me morí y yo no me quería
morir porque yo lo pasaba bien, era feliz, cocinaba, hacía muchas
cosas, comía muchas cosas, hacía kuchenes, strudel de manzana...

T: Strudel de manzana.

P: Sí

T: Oye Úrsula, cuéntame una cosa, después que te moriste qué es lo


que viste, ¿qué anduviste haciendo?

P: Puchas, no vi ninguna cosa oh (voz de fastidio), nada, estaba


aburrida.
T: Anduviste vagando por la ciudad, fuiste a ver lo que había pasado,
¿no?

P: Sí, pero estaba... vi..., había agua, todas las casas en el suelo,
botadas, y el pavimento todo quebrado, los autos estaban todos
botados... una casa así... buuuu, está todo malo, todo malo... se está
poniendo hediondo además... hay que irse de ahí.

Úrsula había muerto en el terremoto del 22 de mayo de 1960,


cuando yo tenía solamente 7 años. Este terremoto tuvo en Valdivia
una intensidad de 9,5° en la escala de Richter -XII en la de Mercali- y
una duración de poco más de 10 minutos y medio. Ha sido el
terremoto de mayor intensidad registrado en la Tierra. Hubo
movimientos telúricos de intensidad 7° desde el mediodía del 21 de
mayo en toda la zona sur continental de Chile y terminó el día 22 con
un gran maremoto, en que el mar se recogió varios kilómetros y
volvió con enorme fuerza subiendo más de 15 metros de su nivel
habitual, en olas que alcanzaron una velocidad estimada de 150
kilómetros por hora, arrasando con los poblados costeros y
embarcaciones. Muchos ríos cambiaron su curso, las montañas se
movieron, nacieron lagos, y la geografía se alteró. Gran parte de
Valdivia quedó para siempre bajo las aguas. Fallecieron 3.000
personas y fueron damnificadas 2 millones. El eje de la tierra se
movió 3 cm., y la fuerza liberada en los sismos se calculó en 260
millones de toneladas de TNT. Los efectos del maremoto afectaron
costas tan lejanas como Hawai, Filipinas y Japón. En este último país
se informó hubo 138 muertos por esa causa, y daños por más de 50
millones de dólares de la época. La casa de Úrsula se había
derrumbado, como casi toda la ciudad, y la había aplastado hasta
morir.

T: Ya, ¿y después que tú te fuiste de ahí qué fue lo que hiciste?


P: No duré mucho ahí. Nooo..., no sé qué hice, no tengo idea que
hice, pero no...

T: Y de repente descubriste aquí a Luis.

P: Claro. Ahí está este niñito.

T: ¿Lo descubriste así no más?

P: (Susurra) Es que estaba triste. Él estaba triste, triste. Estaba


sentadito, estaba llorando. Él lloraba mucho. Su papá le pegaba, su
papá lo retaba mucho... Entonces yo vi un hoyito y yo...

T: ¿Por el hoyito entraste?

P: Sí, en la cabeza era el hoyito, porque él estaba llorando y con las


manos se agarraba la carita donde lloraba. Era un hoyito chiquitito, y
yo por ahí me metí.

T: Cuéntame, ¿qué cosa lo haces hacer a él que haga?

P: ¡Que coma!

T: Que coma.

P: Claro, tiene que comer.

T: Y de las cosas qué es lo que más te gusta a ti, por ejemplo, ¿qué
te gusta comer?

P: La fruta. (Habla muy bajito, como contando un secreto) La mamá


de Luis comía fruta. Ella siempre tenía fruta en la casa. Era buena
para la fruta. Come siempre fruta, y Luis igual. Y la hija de Luis
también es buena para comer fruta, la chica.

T: Ahhh, también es buena para comer...

P: Sí es buena para la fruta, para los duraznos. Se hacen «chupete»


los duraznos entre los dos. Se pueden comer una docena de
duraznos «de una sentá».

T: ¿Lo haces hacer algo más a Luis?

P: Comer, comer y comer. Tiene que comer.

T: Oye Úrsula yo ahora te voy a decir lo mismo que le dije a Marcial,


no sé si tú escuchaste.

P: Sí, pero se fue Marcial ya pues.

T: ¿Tan rápido se fue?

P: ¿Tú quieres que me vaya?

T: Es bueno para ti eso.

P: ¿Tú quieres que me vaya?

T: Te vas a ir a un lugar donde puedes descansar, te vas a encontrar


con otros.

P: Tú eres muy capo para la cuestión esta. Marcial te lo dijo, eres


harto capo.

T: Jajajajajaaaa, sí, eso dijo Marcial.

P: Eres harto capo para esto..., es que no cabemos todos adentro de


este hombre.

T: Claro, ¿son muchos ustedes?

P: No, el Marcial no más y yo.

T: Ah, ustedes dos no más.

P: Sí pues, qué más quieres, más gordo que él, no puede ser más
gordo..., es un buen «gallo» ah...

T: Ah, ¿él es buena persona?


P: Sí, él es buena persona. Lo hemos pasado bien con él.

T: Ya. Oye Úrsula, ¿tú quieres decirle algo a él?

P: Sí.

T: ¿Qué quieres decirle?

P: Que va a bajar de peso y se va a ver bien, se va a ver como él


quiere. Sí, si él quiere verse delgado y le hace siempre empeño,
pero...

T: Tú lo haces comer.

P: (Riendo) Lo hago comer huesillos con mote. Come huesillos con


mote en la noche, y él cree que va a bajar de peso, ¡y cómo va a
bajar de peso si come hasta dos veces, o tres!

T: Oye Úrsula, entonces, mira, quiero que veas el ser de luz, el


mismo que vio Marcial y te vas a ir con él.

P: Pero me falta fuerza para irme...

T: No te preocupes, yo te voy a mandar, ahora mismo te voy a


mandar fuerzas.

P: Sí, y lo voy a pasar bien...

T: Sí, lo vas a pasar bien.

P: ¿Tú quieres que me vaya?, ¿en serio?

T: Sí, lo vas a pasar bien, no te vas a arrepentir, en serio. Así que


ahora mismo estás recibiendo energía que te va a ayudar a que
puedas salir de aquí, tranquilamente. ¿Tú la sientes, Úrsula?

P: Blanca.

T: Entonces, ahora, yo me despido de ti.


Esta fue mi primera regresión seria, con un verdadero profesional, un
maestro. Y cuál sería mi sorpresa al encontrarme de lleno con una
experiencia de almas perdidas, almas de vidas pasadas de otros, en
mí mismo.

Mi encuentro con el Dr. Cabouli se produjo dos minutos después de


salir de la consulta del Dr. Shulz. En la esquina de las calles Huelén y
Providencia en Santiago vi en la vitrina de la Librería Hermética que
estaba en ese lugar, un libro llamado «Muerte y espacio entre vidas»,
escrito por el Dr. Cabouli. Comprarlo y leerlo fue casi simultáneo, y
su contenido me transportó a un mundo desconocido pero que
comprendía perfectamente. Se empezaba a cerrar el círculo
entonces. Hoy, lamento decirlo, esa librería no existe más.

La primera reflexión

Las almas perdidas no son más que almas de personas que luego de
la muerte física no han seguido su camino natural y se han quedado
apegadas a la tierra, no pudiendo o no queriendo ir a la Luz, el plano
adyacente al cual nos desenvolvemos, por alguna o algunas
razones. Estas almas, o trozos de alma, deambulan por la tierra,
haciendo gala de ciertas capacidades «anormales», y que más
temprano o más tarde terminan invadiendo el campo vibratorio de
alguna persona viva.

Esta regresión personal nos servirá ahora para obtener datos y


conclusiones interesantes en este tema de las almas perdidas, que
es de ocurrencia normal en todos los seres humanos.
Como todo proviene de Dios, al menos eso es lo que nos han
enseñado en el catecismo cuando niños, la intrusión por almas
perdidas, que en el lenguaje coloquial de esta terapia son llamadas
entidades, es algo natural y normal, y puede ser una de las tantas
formas de diseñar los caminos personales en el aprendizaje de la
vida. Esa comprensión me llevó a comprender que las almas
perdidas no son, como dicen los religiosos, diablos o demonios, sino
que solamente almas de personas muertas que no completaron su
camino, y son, en el fondo, los pacientes originales a los cuales
ayudar, guiar y liberar. ¿Cuáles son las causas fundamentales para
que estas Almas no se vayan a la Luz? Bueno, las hay y muchas.
Trataré de dar un barniz en el conocimiento en relación a esto. Lo
primero que hay que entender es que el Alma desencarnada asume
como propio todo lo que vivió en la última vida en ese cuerpo que
acaba de morir, y se queda con sus emociones, pensamientos,
creencias, gustos, hábitos, y preferencias, en todo aspecto. Así lo
hicieron Marcial y Úrsula.

A) Las creencias

¿Qué son las creencias? En general las defino como ideas que
pensamos -aseguramos, más bien- son verdades irrefutables, y que,
con el tiempo, o con alguna experiencia personal se ven reforzadas y
se hacen parte nuestra. Todos tenemos creencias. Pero, en este
caso, fundamentalmente las creencias importantes son las
religiosas.

La primera de ellas es que una vez que sobreviene la muerte física


ya no hay nada más. Ahí se acaba todo. Y en ese momento, el Alma
se va o al cielo, o al infierno, conforme haya sido el comportamiento
pecador en la tierra. Si se ha sido pecador entonces no habrá forma
de ir a ninguna parte, y se desconocerá todo camino o túnel o
sendero que se presente, así como a quienes vienen a buscarnos y a
acompañarnos en el proceso, como son generalmente aquellos que
partieron antes que nosotros.

La segunda es aquella que dice que al final de los tiempos habrá


resurrección de la carne. Esto origina que en los cementerios haya
muchas Almas en pena cuidando los cuerpos que fueron alguna vez
enterrados para que, llegado el momento prometido pueda resucitar
y asistir entonces al juicio en perfecta forma. El Credo, una de las
oraciones más importantes del catolicismo, que se reza en cada
misa, dice «creo en la resurrección de la carne». Esto es lapidario
para las creencias de la gente. Y el Alma no puede explicarse nada
más que seguir custodiando el cuerpo. Muchas almas perdidas
relatan que en la antigüedad se quedaban por si venían los ladrones
de cadáveres, ya fuera por llevarlos a escuelas de estudios de
anatomía, o para hacerlos desaparecer para que no les rindieran
culto, si es que eran figuras de renombre público, o para que no
hicieran daño a los deudos al esconderlos, ya fuera por venganza u
otro motivo. Y en el cementerio, se juntan entonces, almas
cuidadoras de lo que fue su cuerpo un día, hoy convertido en tierra, y
almas recién desencarnadas que están en la confusión de lo que
pasó con sus cuerpos recientemente enterrados.

B) El miedo

Una de las emociones más adversas una vez que sobreviene la


muerte es el miedo. Uno de los más especiales es el religioso.
Siempre se nos ha dicho que cuando se muere hay un juicio -«desde
allí va a venir a juzgar a los vivos y a los muertos»- y el resultado de
él es o ir al cielo, a gozar de todo lo bueno que en él hay, o ir al
infierno, a cocinarse a fuego intenso, sin nada de agrado por tanto ni
gratificación alguna, con el agregado que la condena es hasta el final
de los tiempos. Nada de venturoso el paseo al cual muchas almas
creen que es su destino por haber «pecado» en la tierra. La imagen
de un Dios castigador, con un discurso continuado de lo pecador del
hombre incluso antes de su concepción, la orfandad por haber sido
expulsado del paraíso, y las culpas atenazadoras, sin redención
posible, no hacen más que potenciar la emoción del miedo, y cegar
al alma, que queda atrapada sin destino ni consuelo.

C) La confusión

En la sociedad moderna es cada vez más frecuente perder la vida en


forma violenta. Accidentes de autos, u otros vehículos, son comunes
y frecuentes, por ejemplo. O muertes por violencia, homicidios ya sea
de género, por asaltos o robos, o suicidio. La muerte violenta
conlleva confusión. El alma no sabe lo que pasa. Antiguamente
moría mucha gente en guerras, en batallas francas. Esas almas no
pasaban por ese estado de confusión porque estaban preparadas
para ello. Conscientemente nadie quiere morir en una batalla, pero a
nivel subconsciente se sabe perfectamente que es una de las
probabilidades. Personalmente tuve la experiencia de atravesar por
el proceso de muerte en una vida anterior siendo soldado, en un
bombardeo aéreo masivo. Muchas almas subían a la Luz, guiadas
por espíritus compasivos quienes alentaban a seguir, diciendo «ya
terminó todo, está todo bien, ya terminó todo». Esta compañía era
suficiente para hacer el camino que el alma tenía que hacer y poder
entrar en la Luz. Muchos suicidas también pasan a la Luz después
de ocurrida la muerte, aun cuando no es lo normal.

D) Adicciones comunes

Muchas almas que en vida fueron adictas al sexo, al tabaco, a las


drogas recreativas, a las drogas duras, al alcohol, al juego, o a la
comida, se quedan en este plano paralelo, esperando poder seguir
con sus costumbres. Muchos pacientes han dejado de fumar, por
ejemplo, después de una sesión de desposesión. Durante algún
tiempo aparecieron en mi consulta pacientes que querían dejar la
adicción del cigarrillo. El trabajo es bastante sencillo, porque por lo
general hay un huésped que es el fumador y que refuerza el gusto
por el tabaco del o la paciente. La dificultad estriba en que el cuerpo
del o la paciente tiene necesidad de los químicos del tabaco, y en la
medida que la adicción es de larga data se produce el deseo y
necesidad de volver a consumir. Hace algunos años, trabajaba con
un grupo de profesionales especialistas en alimentación, que
acompañaban a pacientes con trastornos alimenticios y trataban
casos de obesidad o de simple sobrepeso. Ellas me explicaron que
el cuerpo tiene una memoria celular que hay que observar, y tratar a
los pacientes en el período de recambio de células, hasta que ya no
exista más ese fenómeno físico, que hace recaer a la gente en sus
adicciones. Pero, simplemente con la desposesión hay mucha gente
que logra superar la adicción. La entidad posesora normalmente
entró en un episodio conflictivo en la vida del paciente, y debe
tratarse como tal, haciendo la terapia completamente. A veces,
cuando se recae en el cigarrillo, por ejemplo, hacer una nueva sesión
completa el proceso.

Cuando alguien declara o asegura que se es adicto para toda la vida,


puede estar incurriendo en un error. Lo que puede suceder es que si
no se hace el tratamiento de terapia de vidas pasadas para ir al
momento en que se produce el trauma que lleva a la persona a la
adicción, y no se sana completamente, se puede estar vulnerable. Si
se hace completo el trabajo, a conciencia, puede haber muchas
probabilidades de sanar, y superar la adicción.

Es posible que las personas que dejan de fumar con la terapia


tengan otras entidades que afectan otras áreas de la vida, pero si un
paciente necesita dejar la adicción eso es lo que hay que trabajar,
porque es lo que su Alma necesita.
E) La pérdida de conciencia

Esta situación, u obnubilación, como la llama mi profesor Dr. Cabouli,


es el efecto de que la muerte se produce cuando se está bajo los
efectos de drogas o alcohol, anestesia, u otras sustancias, o en
situaciones que producen pérdida de conciencia, como el
congelamiento del cuerpo, o por intoxicación con gases, por ejemplo,
inhalación de monóxido de carbono, producto de la combustión de
combustibles fósiles. Esta última es la llamada «muerte dulce»,
porque se cree que no se siente nada. Cuando el Alma se da cuenta
de lo sucedido ya está fuera del cuerpo, sin entender lo que pasa. Su
confusión es total. No puede recordar lo que pasó en el proceso de la
muerte del cuerpo, pero sí recuerdan con detalles lo acontecido
antes del proceso de la pérdida de conciencia.

F) Las preocupaciones por lo que queda

Muchas personas terminan sus días con preocupaciones por los


seres queridos. Esposos que enfrentan sus últimos días muy
preocupados por su futura viuda, ya sea por su bienestar material o
por su situación afectiva, generalmente para impedir alguna relación
sentimental, o por sus posesiones materiales, por sus negocios, o
por algún hijo. También pueden enfrentar a la muerte llevando
consigo un secreto que los sume en preocupaciones que pueden
desembocar en la culpa. A lo mejor hay hijos pequeños a los que
cuidar, por ejemplo. Entonces, cuando sobreviene la muerte física,
esta alma preocupada puede adherirse al objeto de su preocupación,
con la ilusión de seguir con su tarea, o completarla.

G) Las falsas ilusiones

Sucede que a veces, especialmente cuando hay enfermedades


desafiantes que provocan la muerte en personas jóvenes, o en
personas que aún sienten que tienen algo que aportar a la
comunidad o simplemente por deseo personal, o en muertes
violentas o accidentales, las almas no quieren pasar al otro lado,
porque quieren continuar con la vida que llevaban. Una mujer joven
que ha sentido que le falta mucho por vivir puede al morir su cuerpo
adherirse a otra joven para «continuar su vida».

Los chamanes nos han enseñado que debemos salir enteros de esta
vida, vale decir, que cuando llegue el momento de la muerte, ir hacia
la Luz sin dejar ni un trozo de nuestra alma apegada a la tierra. Por
ello, es necesario prepararse espiritualmente para ese instante, para
que cuando nos sorprenda la muerte tomar el camino hacia donde
tenemos que ir. En mi caso, lo más cerca que he estado de entregar
las herramientas ha sido durante el terremoto de febrero de 2010. El
movimiento telúrico me encontró en mi cama, en mi casa, en un piso
17 de un edificio de 24. Ese terremoto tuvo una Intensidad IX en la
escala de Mercalli, lo que significa que se producen daños en las
estructuras, hay un pánico generalizado, y es imposible estar de pie,
y tuvo una duración de cerca de cuatro minutos. No pude ni quise
saltar de la cama, y esperé acostado los acontecimientos. El ruido
era ensordecedor. Las puertas se batían, las cajoneras abrían y
cerraban, las ventanas crujían, todo chocaba con todo, platos y tasas
y vasos chocaban entre sí, y las puertas de los anaqueles golpeaban
contra sí y contra el mueble. Eso era en mi casa, y eso se replicaba
en todos los departamentos, por lo que el ruido se amplificaba. El
refrigerador bailaba. La luz se cortó apenas comenzó el movimiento,
por lo que dominaban las tinieblas, a las cuales se trataban de
acostumbrar los ojos. Y ahí, acostado, al cabo de unos instantes,
cuando el movimiento alcanzó su máxima intensidad, me entregué, y
esperé paciente el encuentro con mi maestro o con quienes vinieran
a buscarme y a buscarnos para ir a la luz. Un edificio de 230
departamentos, con al menos 500 personas viviendo en él. Ahí supe
que estaba preparado para dejar la tierra, y que lo único que debía
hacer era confiar. Si moría en el acontecimiento sabía que iba a ser
bien recibido, con amor y compasión para seguir mi camino
espiritual. Ya lo había revivido varias veces como paciente, y lo había
visto varios cientos de veces con mis propios pacientes cada vez que
atravesaban un proceso de muerte. El sismo terminó, con grandes
destrucciones a lo largo de la zona centro sur de Chile. Y yo salvé
ileso. Pero, el aprendizaje ya está.

Algunos casos y reflexiones

Las almas perdidas son entidades desencarnadas, que no van a la


Luz, y se quedan en este espacio apegadas a la tierra en un plano
paralelo al nuestro, y los seres humanos no las podemos ver ni tocar.
Ellas, en cambio, sí nos pueden ver, y oír. Son comunes los relatos
en que el alma perdida expresa su extrañeza porque la gente no la
ve, ni la oye cuando incluso grita. Simplemente están en una
dimensión paralela, y los vivos -los encarnados- no podemos estar
en ese plano. No hay nada maligno ni diabólico en ello, sino que
solamente es otro plano.

He trabajado un par de años con un sacerdote católico con fama de


exorcista. Sus rituales de oración para ayudar a personas
atormentadas por almas mal intencionadas, que es la forma de la
iglesia católica, son efectivos para un cierto tipo de entidades, que
tienen características malignas. Estas posesiones, que han sido
relatadas con profusión, e incluso llevadas al cine, son dañinas en
forma máxima y buscan solamente destrucción. Su motor es el odio.
Y no descansan.

Sin embargo, ese tipo de posesiones no es la más común. La más


común son las almas perdidas. Y las almas perdidas no son
malignas. Normalmente no las mueve el odio, y eso las hace
diferentes. Son almas que perdieron su camino. Y ahí es donde la
iglesia católica comete sus mayores yerros. Y ello nace del dogma
de la muerte, porque no pueden pensar en la vida paralela de un
alma de una persona muerta, porque justamente, esa alma no puede
estar ahí. El aceptar eso implica comenzar a aceptar que no morimos
nunca, y eso resulta inaceptable. El dogma dice que una vez que
morimos nuestra alma va a un juicio severo. ¿Puede haber algo más
reductivo que eso? Nada. Y no deja ni un espacio a la investigación.
Es raro encontrarse con este tipo de posesiones llamadas diabólicas.
Pero de haberlas, las hay. Se requiere de valentía y sangre fría para
enfrentarse a ellas, por su nivel de odio, agresividad, vocabulario
soez e indignidad en el actuar. Un trabajo de valientes.

Las entidades permanecen exactamente igual que antes de morir. Y


muchas de mis alumnas se han sorprendido con lo que las
posesiones influyen en las personas.

Un caso que para mí fue conmovedor fue el de Elisa, que llegó a mi


consulta bastante triste y melancólica, y que sentía una culpa que no
podía definir, lo que no le permitía casi desenvolverse en su vida
diaria. Me contaba que, desde hacía un tiempo, luego de la muerte
de su abuelo, la atenazó la culpa. Y me decía que antes era alegre,
moderna y sociable. Pero que su abuelo había sido muy afectuoso
con ella, y siempre había sido su preferida de entre muchos nietos, y
que había sentido su muerte.

No había mucho que pensar en lo que le pasaba y en lo que debía


hacer, y a los pocos minutos estaba en comunicación con él.

T: ¿Cómo estás ahí?

P: Bien.

T: ¿Tienes nombre?

P: Eduardo, soy el abuelo de Elisa.


T: Eduardo, eres bienvenido aquí a conversar. Gracias por contarnos
lo que te pasa. ¿Cómo entraste donde Elisa, qué le pasaba a ella?

P: No recuerdo bien cómo entré, ella estaba muy triste.

T: ¿Cómo murió tu cuerpo?

P: Al parecer de un ataque al corazón. Sí, de un ataque al corazón.

T: Bueno, voy a contar hasta tres y al llegar a tres verás cómo murió
tu cuerpo, y me vas a contar qué pasó después. Uno ... dos ... tres.

P: De un ataque al corazón. Sentado en mi sillón y al tratar de


pararme me sobrevino eso. Doloroso. Mucho dolor. Pero rápido. Y
ahí está mi cuerpo. Tenía 72 años.

T: ¿Y qué pasó después?

P: Nada. Estaba ahí, viendo cómo hacían todo con mi cuerpo, cómo
me vestían. El cura, el ataúd. La misa. Ahí entré donde Elisa. Estaba
al lado del ataúd, muy triste, llorando. Para acompañarla.

T: Cuéntame, ¿no viste la Luz cuando murió tu cuerpo?, ¿nadie vino


a buscarte?

P: Si la vi. Pero no quise verla. Me di vuelta.

T: ¿Cómo te diste vuelta?

P: Sí, me di vuelta. No quise verla.

T: ¿Te dio miedo?

P: Sí.

T: Bueno, tú sabes que ir a la Luz es el siguiente paso en nuestro


camino espiritual, después de que se muere nuestro cuerpo, nuestra
alma va a la Luz.
P: No quise ir.

T: ¿No quisiste?

P: No, porque me van a juzgar. Y me van a mandar al infierno. Y yo


no quiero ir al infierno. Aquí estoy bien. Tranquilo. Y la cuido a ella.

T: ¿Cómo sabes que hay un juicio?

P: Bueno, eso lo aprendimos de chicos pues. Sabemos que cuando


morimos vamos a un juicio. Si nos aprueban entramos al cielo. Pero
para eso no tenemos que ser pecadores. Si tenemos pecados
mortales nos vamos al infierno. Siempre nos dijeron eso.

T: Y tu pertenecías a la iglesia.

P: Sí, desde chico. Y después entré al Opus Dei.

T: ¿Cómo al Opus Dei?

P: Sí. Entré. Y participé desde antes de casarme. Cooperé mucho.

T: ¿Y qué creíste que te iba a pasar en ese juicio?

P: Me iban a mandar al infierno. Si voy a allá me van a mandar al


infierno. Por eso no me quiero mover. Yo estoy bien aquí con mi
nieta. La cuido que no le pase nada.

T: Sí, pero a ella no le hace bien que tú estés ahí. Ya no sale, anda
triste, melancólica.

P: Sí, eso le hace bien. Así no se mete en problemas.

T: Sí, pero ella es joven, y todas las emociones que tiene son las
tuyas. Y estás influyendo hasta en que no tenga novio.

P: Sí, es mejor así.

T: Bueno. Te voy a contar lo que es la Luz.


Luego de explicarle latamente lo que sucede cuando los cuerpos se
mueren, y lo que se iba a encontrar en la Luz se quedó callado unos
largos minutos, y luego dijo:

P: Estás mintiendo.

T: No te miento, en la Luz no hay juicio alguno. ¿Cómo va a haber un


juicio que pueda llevar a un castigo si Dios es solamente amor? Y en
la Luz somos recibidos con amor y compasión, sin juicios.

P: No te creo. El juicio existe. Y no podemos escapar de él. Y si


hemos pecado contra Dios no podemos ir al Cielo. No tenemos
derecho a entrar en él.

T: ¿Y tienes mucho miedo de ese juicio?

P: Sí. No me porté bien.

T: ¿Qué hiciste?

P: Tenía amores con una empleada de la casa. Me acostaba con


ella. Engañaba a mi mujer. Entonces me van a condenar. Eso es un
pecado mortal. Eso no se debía hacer. No debía hacerlo.

T: Bueno, cálmate. No va a pasar nada. Ya te expliqué que no hay


juicio alguno. Mira, vamos a hacer algo. Le voy a pedir a un cura, de
los mismos tuyos, de pelo muy corto, con sotana negra de mangas
largas, con camisa blanca debajo, con colleras (gemelos) y su
alzacuello, que te explique, que te cuente la verdad. Mira, ahora
cuando cuente tres vendrá ese cura, uno... dos... tres. Eso, ahí está,
ahora te va a explicar.
Pasados unos instantes, la cara de la paciente va cambiando,
soltándose, quitando el rictus que presentaba hasta ese momento. Al
cabo, seguimos la sesión.

T: Y, ¿cómo te fue?

P: Ya, me explicó.

T: ¿Qué te dijo?

P: Lo que me estás explicando tú. Que no pasa nada, que no hay


juicio. Que es una confusión parece.

T: ¿O un invento?

P: Parece.

T: Bueno Eduardo, ¿qué te parece dejar a tu nieta e irte a la Luz?

P: Ya.

A los pocos instantes, el Alma de Eduardo estaba pasando al otro


plano, lleno de dicha y mucha paz. Se despidió de su nieta y le pidió
perdón en forma muy sentida. Le dijo que era su nieta preferida y le
deseó lo mejor para su vida futura. Incluso la bendijo.

Elisa estaba demudada. No podía creer lo que le había pasado.


Después de tomar un vaso de agua me contó lo que había cambiado
su vida desde la muerte de su abuelo. Se había puesto muy
depresiva, y siempre andaba con una sensación de culpa,
indescriptible, pero persistentemente culposa, por todo. Y lo peor, me
decía, por asuntos que no eran de ella, sino de otras personas,
incluso de quienes no conocía.
Terminada la sesión le pedí que fuera a mirar sus ojos en el espejo.
Era otra. Su semblante era muy diferente. Ya no tenía un velo en
ellos. Se fue radiante.

Las almas perdidas de familiares son muy comunes. Y ello tiene una
razón muy simple: se quedan para cuidar a las personas, para velar
por sus intereses económicos, por sus propiedades y fortunas en
vida, por afectos elevados a categoría de adoración, por ejemplo.

Ester, una mujer de 40 años, comerciante, que decidió consultarme


porque sentía que tenía muchas responsabilidades, que resultaban
mayores a sus fuerzas incluso. Y no sabía por qué sentía eso. La
relación con su marido era de mucha protección hacia él. Sentía una
necesidad de protegerlo continuamente, lo que llevaba a que se
preocupara en forma exagerada de él, llegando a ser casi
incontrolable la angustia cuando llegaba tarde, aun sabiendo ella
dónde, con quien andaba y qué estaba haciendo, y no era un asunto
de celos, sino de angustia por no saber de él. Y me contó que había
tenido una hermana gemela que había muerto de falla respiratoria a
los pocos días de nacer ambas. La intuición me decía que era
probable que hubiera algún problema con al alma de la hermana,
que la forzaba a dicho comportamiento. Pronto establecimos
comunicación:

T: ¿Cómo estás aquí con Ester?

P: Bien. Muy bien.

T: ¿Cómo te llamas?

P: No recuerdo. Yo soy su hermana, su gemela.


T: ¿Moriste pocos días después de nacer?

P: Sí. A los tres días.

T: ¿Y te quedaste con ella?

P: Sí. Me quedé con ella porque tenía muchas ganas de vivir.

T: ¿Y te ha gustado estar con ella?

P: Sí. He estado muy bien.

T: ¿Ella sabe que estás aquí, compartiendo su campo energético?

P: Ella lo siente. Pero no sabe.

T: Pero ahora sabe.

P: Sí, ahora sabe.

T: Y antes que muriera tu cuerpo, ¿qué nombre te dieron?

P: Gloria.

T: Bueno, te reitero, Gloria, eres bienvenida aquí. Y cuéntame, qué te


gusta que Ester haga, ¿qué la haces hacer?

P: Que cante, que esté feliz.

T: Claro, pero pocas veces logras eso, ¿no? Ella no anda muy
contenta.

P: Sí, es cierto, ella está muy triste. No ha podido ser mamá. Ha


tenido problemas en los embarazos. Está triste por las niñas.

Nadie podría haber sabido el sexo de los embarazos que perdió


Ester, porque estaban en los primeros estadios de la gestación, pero
esta Alma de su hermana gemela así lo indica.
T: ¿Y cómo han sido estos años con Ester, tu hermana?

P: Muy tristes, porque ella sufre.

T: Claro, pero yo pregunto cómo han sido para ti, ¿cómo han sido?

P: Felices, felices.

T: Y cómo murió tu cuerpo, ¿qué le pasó?

P: Era muy chiquita, muy chiquita.

T: ¿Cómo fue eso?

P: No resistió. Era muy chico. No podía respirar. Le dijeron que se


fuera.

T: ¿Quién te dijo?

P: Mi padre, él me estaba esperando. El todopoderoso. Me dijo que


fuera con él, que yo iba a hacer el trabajo de las dos.

T: ¿Y te fuiste?

P: Él me vino a buscar.

T: A ver, aclárame la confusión, si él te dijo que te fueras con él, por


qué te quedaste con tu hermana. A ver si me aclaras.

P: Es que ella necesita ayuda.

El convencimiento de que la hermana que queda viva necesita ayuda


para vivir es un argumento muy conveniente para dar cabida a sus
ganas de «seguir viviendo», más aún en el estado de confusión en
que se encontraba en ese momento. Cuando el cuerpo muere, la
invitaron a irse a la Luz. Esto dice:
T: Fíjate Gloria, en el momento de la muerte, ¿quién viene a buscarte
de la Luz?

P: Jesús.

Los pacientes muchas veces relatan que desde la Luz sale algún
maestro que los invita a ir con él, lleno de paz y amor, y muchos
dicen que es Jesús, con la imagen que conocemos, con su túnica
blanca. Eso les da paz y, por lo general, van y pasan al otro plano.
Pero otras almas, como esta de Gloria, se resiste por su deseo de
quedarse con su hermana gemela de tres días de nacida. Todo un
conflicto que traerá consecuencias en el carácter de Ester. Después
de explicarle su situación, la paciente final, Gloria, acepta irse a la
Luz, a descansar.

T: Despídete de Ester.

P: Chao, hermana, tienes mucho que hacer. Perdóname por hacerte


sufrir tanto. Yo te voy a estar cuidando de arriba, yo te voy a estar
mirando.

T: Gloria, no te preocupes de eso, ella va a saber estar bien, y ya


necesita estar liberada, para poder seguir con vida, sin que le
consumas la energía. Despídete tranquila.

P: Me voy, perdóname. Estoy muy cansada. Discúlpame.

Y Gloria pasó al otro plano confiada y tranquilamente. Al terminar la


sesión, Ester, la paciente original, no podía dar crédito a lo vivido, y
ponía la cabeza entre sus manos. Ahí contó que muchas veces
sentía la presencia de su hermana y pensaba que debía vivir por
ambas. Pero lo que entendió es que la desesperación que sentía
cuando su marido tardaba no era de ella, sino de su gemela que en
su inseguridad la hacía ponerse muy nerviosa, como si fuera a pasar
algo sin remedio, algo como el no poder respirar. Al tiempo supe de
ella, por su marido, que era mi paciente inicial, quien me contó que
ya no tenía esos ataques de ansiedad y nerviosismo incontrolables.

El suicidio

El suicidio es uno de los fenómenos que está siempre presente en la


terapia de vidas pasadas y especialmente en las posesiones
espirituales.

A nivel espiritual suicidarse es un hecho en extremo traumático,


porque corta de una vez el plan de vida que en uso de nuestro libre
albedrío acordamos venir a vivir. Sin embargo, he llegado a pensar, a
veces, que también es una forma de experimentar una situación, que
está dentro de las posibilidades del Alma. Por eso, es conveniente no
hacer juicios al respecto, porque no sabemos lo que debe cada uno
atravesar en esto que llamamos vida. Ni menos sabemos lo que
deben atravesar los que tienen relación con la vida del suicida,
llámese parientes, relaciones comerciales, laborales o lo que sea,
que sin duda será parte de su aprendizaje.

Hay diversas formas de cometer suicidio, y las más comunes son


con un disparo de un balazo en la cabeza, o en el corazón,
ahorcamiento, ingestión de barbitúricos, corte de muñecas,
ahogamiento por inmersión, inhalación de gases, o lanzarse al vacío.
En estos tiempos modernos se usa para el efecto de suicidarse el
lanzarse desde edificios altos.
¿Qué sucede con el alma en el suicidio?

Normalmente, el alma sale despedida hacia afuera, empujada, una


vez que el cuerpo queda sin vida. Este término abrupto de la vida
corporal y esta que llamaré expulsión del alma, aunque en el hecho
no es que salga expulsada desde adentro, porque el Alma es un
cuerpo sutil que inter penetra el cuerpo físico, como envolviéndolo,
hace que se produzca una confusión total y el Alma normalmente
cree que el intento falla, porque sigue con vida, y muchas veces
viendo un cuerpo que define como igual. Es común escuchar «hay
uno igual que yo allá abajo», refiriéndose al cuerpo físico sin vida que
está viendo el Alma desde algún lugar que podemos decir nosotros
como «arriba».

El hecho de que el alma siga «viviendo» hace pensar a muchas en


que el intento de suicidio falló, lo cual va a tener consecuencias en la
vida de algún otro más adelante, como ya hemos visto en numerosos
casos.

Lo más habitual es que el alma del suicida no está en condiciones de


ver la Luz, ya sea por el trauma, por la confusión o lo que sea. Por
ello, es que no hace el tránsito normal que las almas hacemos al
dejar el cuerpo, que es ir hacia la Luz, a ese espacio donde somos
recibidos con tanto amor, donde se restañan nuestras heridas, se
regenera nuestra energía y gozamos la plenitud del todo. He visto
que hay casos en que las almas de suicidas sí van a la Luz, y es el
caso de los suicidios que llamaré «con honor». Estos son suicidios
de personas que saben que su acto va a ser visto como de una
condición especial, como un acto de valentía suprema, o revisten un
alto honor. Así, por ejemplo, alguna persona que no se permite caer
prisionero de sus violentos acosadores por los sufrimientos a los que
será sometido, o a un acto de alto honor después de haber sido sus
fuerzas armadas derrotadas en una guerra. Pero, estos casos son
«honoríficos» y de ocurrencia poco habitual. Son muchos más los
casos de suicidas que no son capaces de continuar con sus
comunes y corrientes vidas. Distinto es el caso de aquellos
dignatarios o militares que se suicidan para escapar de la justicia,
especialmente los que han cometido crímenes de lesa humanidad,
en que han quebrantado la ley universal del libre albedrío usando la
fuerza y las armas contra gente indefensa.

Las almas suicidas pueden tardar muchos años terrenales en poder


ir a la Luz. A veces se encuentran con alguien preparado para
conducirlas a ese espacio amoroso, pero lo normal es que
deambulen por décadas, incluso olvidando la posibilidad de pasar.
Sí, es muy profundo el trauma para el alma de un suicida, que puede
seguir viviendo en ese limbo sin esperanzas. A lo mejor es el precio
que hay que pagar por segar la propia vida, contraviniendo el
acuerdo que hicimos antes de venir a la tierra.

En todo caso, es el accionar de los suicidas como almas perdidas


cuando adquiere más importancia para el trabajo en la terapia.

Las almas de las personas muertas en forma violenta, repentina, o


inesperada, salen despedidas del cuerpo. Mientras hay vida ambas
vibran a la misma velocidad. Una vez que el cuerpo deja de vibrar, el
alma no puede seguir ahí, porque no se puede acoplar a ese cuerpo
inerte. Por lo tanto, el alma, sin estar preparada, ve un cuerpo junto a
ella y no sabe lo que pasó. Está en estado de total confusión. Si la
situación es dramática, y el cuerpo no está entero, o está
desmembrado, el alma normalmente se retira rápidamente,
desconociendo lo acontecido, negándolo, no aceptándolo. En ningún
caso se van a la Luz, aunque ella esté ahí, al lado de ellas, e incluso,
viendo que algún ser querido está ahí saliendo de la Luz y
llamándole para que vayan. Las almas, en este caso, manifiestan
siempre que no se van a la Luz porque «quieren seguir viviendo» y,
como no tienen cuerpo, salen a deambular por ahí, o se meten en
algún cuerpo cercano.

Una experiencia personal con un suicida

Entre el primer y el segundo módulo de instrucción del curso que


hice con mi profesor José Luis Cabouli viví una situación muy
particular, que relato a continuación.

Era un domingo por la tarde, e iba manejando tranquilamente cuando


de pronto suena el celular. Como no tenía ni un apuro, estacioné y
contesté el llamado. A esa hora no circulaban vehículos casi, porque
es una calle residencial, de muchos edificios, y sin mucho tráfico y
menos a esa hora y ese día. Entonces, estaba tranquilamente
conversando cuando de pronto siento un estruendo, algo así como
que cae un saco de papas. Miro hacia el costado, y en el edificio de
enfrente veo un bulto en un costado del edificio. Era una persona que
había caído. Al instante aparece el conserje del edificio, quien
horrorizado se toma la cabeza a dos manos y sale corriendo hacia
adentro del mismo. Mientras, bajé del auto y vi desde el otro lado de
la calle a esta persona, que se había lanzado desde las alturas.
Muerto, sin duda alguna. Apareció el conserje con más personas y
me fui a mi vehículo. Mientras seguía hablando por teléfono,
relatándole a mi interlocutor lo que vivía. En ese momento, comencé
a sentirme muy nervioso, y a pensar a mil por hora. Pensamientos
iban y venían a velocidad del rayo. Mi interlocutor me enviaba Luz y
me hablaba para tranquilizarme y al cabo de unos minutos, y luego
de unas respiraciones ya estaba calmado. Mientras tanto, en el
edificio ya se había juntado más gente alrededor del suicida.
Después de unos minutos, seguí mi camino, y me fui a casa, que
está cerca de ese lugar. Pasados los días olvidé el incidente.

Luego, después de unas semanas, viajé de nuevo a San Luis,


Argentina, a seguir el curso con mi profesor. Era el segundo módulo,
en que se trata a fondo el tema de las posesiones espirituales. El Dr.
Cabouli acostumbra a enseñar haciendo, asunto que le he copiado, y
va efectuando regresiones a todos sus alumnos. En ese módulo,
pasaban los días y no salía sorteado para mi turno, y veía cómo mis
compañeras y compañero día a día tenían la experiencia. Al llegar el
último día de clases, no había tiempo más que para una regresión, y
éramos dos los que aún no habíamos tenido nuestro turno. Uno iba a
quedar pendiente para comenzar en el siguiente módulo, en varios
meses más. A medida que pasaban los minutos mi nerviosismo iba
en aumento. Me sentía muy inquieto. En ese momento decidí
conversar con mi compañera y pedirle que me diera el turno y evitar
el sorteo para ver a quien le tocaba, porque si perdía iba a tener que
esperar meses y ya tenía la certeza que necesitaba ser tratado. Mi
compañera bonaerense accedió con su gentileza característica, y me
cedió el turno. Así, cuando el Dr. Cabouli preguntó quiénes éramos
los que quedábamos pude explicarle y me convertí entonces en el
último en tener la experiencia ese día.

Demás está decir que a los pocos minutos él ya estaba conversando


con el suicida aquel. Era un hombre mayor, que agobiado por las
deudas y los malos negocios había decidido quitarse la vida. Y lo
hizo delante de mí. Y me convertí en su anfitrión a partir de ese
momento. Era la época en que se empezó a vivir la crisis mundial del
año 2008, detonada por las hipotecas subprime en EEUU.
Expresó esta Alma que su situación se había vuelto inmanejable
para él, que no era capaz de salir del hoyo financiero y que antes de
perderlo todo prefería quitarse la vida. Recuerdo que José Luis le
preguntó si había solucionado algo con el suicidio, y esta alma le
contestó que no, que sentía que todo estaba igual para él.

José Luis hizo todo el trabajo de desposesión, y a los pocos minutos


el alma de este suicida se había ido a la Luz. Desapareció en mí el
nerviosismo y la angustia. Y le volví a agradecer a mi compañera por
brindarme la oportunidad de poder trabajarlo, y sanarlo.

Puede ser que esta alma haya entrado en mi por afinidad. Pero
también lo más probable fue que mi campo vibratorio se haya abierto
impresionado por la tragedia imprevista de la cual fui testigo.
Posiblemente me asaltó el miedo, o la pena, emociones
suficientemente poderosas para el efecto.

Esto que viví no era desconocido para mí. Hace unos años, una
paciente llegó a la consulta cargando un alma perdida. Le causó
muchos inconvenientes en su vida, especialmente en el área
vocacional y de estudios. Relató que había cambiado su carrera por
otra por la cual no sentía ninguna atracción, y de ser una estupenda
alumna en la carrera original se transformó en una sufriente
estudiante que arrastraba las notas para aprobar los ramos en la
nueva. Pues bien, tenía el alma de un joven muerto en un accidente
de tránsito. Había chocado en su moto, pereciendo en el lugar. Ella
iba sentada junto a la ventana en un microbús que pasó por el lugar
del accidente, a velocidad reducida, y observó toda la escena con el
cuerpo del joven tirado en el asfalto. En ese instante fue poseída por
él. Ella nunca lo supo, hasta ese momento, pero ya había hecho
estragos por dos años en su vida. Él la había inducido a cambiarse a
una carrera, a la que le gustaba a él, y a la cual nunca pudo entrar
tampoco porque era un pésimo estudiante, y de vida bastante
desordenada, lo cual ella también había comenzado a experimentar.
Por ello, es conveniente no involucrarse en los accidentes. Y eso lo
aprendí no solamente de la práctica con mis pacientes, sino por
experiencia propia. Si no eres de las personas preparadas para estas
situaciones, como personal de ambulancias, primeros auxilios,
médicos, enfermeros, o bomberos es mejor abstenerse de detenerse
o acercarse a mirar. Distinto es si hay que socorrer a alguien en
algún accidente del cual somos testigos o participantes.

Situación general

En mi experiencia personal, nadie escapa a las posesiones


espirituales. Todos tenemos algún tipo de posesor, y en diferentes
cantidades y calidades. Cuando me refiero a calidad es solamente la
capacidad que tiene la entidad posesora de alterar la voluntad
personal, o influir en la vida de cada cual. A veces, el
comportamiento que presentamos es tan normal y natural para
nosotros, y para todos los que nos conocen, que no nos imaginamos
ni por un pequeño instante que se debe a la acción de un alma
perdida, por ejemplo. Y con esto me refiero a hábitos, costumbres,
reacciones que podamos tener ante algún estímulo exterior, o
simplemente actuamos bajo esa influencia.

Cuando hice mi primera regresión terapéutica formal, estudiando


responsablemente en un curso de formación, el caso fue una
desposesión. La paciente llevaba consigo el alma de una niña
pequeña que se había pegado a ella desde la primaria. Era una niña
que había muerto en el internado de la escuela de las monjas donde
estudiaba, en condiciones poco decorosas, por decirlo suavemente,
y que la acompañó por más de cuarenta años. Y esta niña la hacía
que tuviera gustos infantiles, como jugar con muñecas y hablar
impostando la voz, como cuando las niñas pequeñas juegan. La
paciente entendió perfectamente que no era su voluntad hacerlo,
pero lo hacía, lo que causaba que en su casa hasta sus hijos se
burlaran de ella. Después de la sesión ya no tuvo interés en
muñecas y dejó de hablar como niña.

Como anécdota puedo contar que ese día finalizada la sesión anoté
en mi cuaderno de apuntes: «Hoy hice mi primera regresión, todo
salió muy bien. Siento que he hecho esto toda mi vida». Cuando
analizo aún el «toda mi vida» me doy cuenta que no es primera vez
que hago lo que hago, porque todo lo que voy descubriendo me
parece familiar, y lo hago naturalmente. Recuerdos del pasado, dicen
algunos que son.

¿Cuándo podemos ser afectados por un alma perdida?

Las entidades posesoras entran cuando atravesamos un episodio


traumático que nos lleva a un estado emocional alterado, y que
predispone nuestra naturaleza a la posesión, esto es, debilitamos
nuestro campo luminoso, se abre nuestra aura. No ahondaremos en
la composición de este campo luminoso, sino solamente decir que es
nuestro escudo protector contra energías extrañas a nosotros, y que,
en determinadas ocasiones se debilita, o se rompe, y facilita así la
intrusión.

Los episodios emocionales traumáticos que facilitan la posesión


pueden ser:

• Miedos, pánicos

• Violencia
• Accidentes

• Enfermedades desafiantes

• Uso de tabla ouija, práctica de espiritismo con una mediumnidad no


educada

• Pérdida de un trozo del alma propia

La posesión puede causar distintos problemas, no solamente a nivel


emocional, o mental, sino también físico. Es común encontrarse con
sanaciones corporales posteriores a un trabajo de liberación. Por
ejemplo, una paciente que presentó inflamación en la zona de la
tiroides, que ha sido evaluada y que según los exámenes tiene
«bultos» sospechosos, a las pocas horas de la sesión comenzó a
desinflamarse notoriamente, hasta desaparecer después de dos o
tres días toda señal del síntoma.

Bárbara es una mujer de mediana edad, no manifiesta ningún


malestar evidente, pero sabe intuitivamente algo le pasa, y consulta
para ver si tiene alguna entidad que ejerza influencia en su vida.
Comenzamos la sesión, y entro en comunicación con el posesor:

T: Puedes comunicarte conmigo.

P: No quiero.

T: ¿Y a qué se debe que no quieres?

P: Estoy bien aquí.

T: ¿Y desde cuándo estás ahí con Bárbara?


P: Muchos años.

T: ¿Y cuándo entraste?

P: Estaba chica, entré como jugando.

T: ¿Y qué le pasaba a ella cuando entraste?

P: Estaba enferma. Operada. Ella tenía ocho años.

T: ¿Y dónde estabas tú?

P: En el hospital.

Esta situación es muy común que suceda. Hay lugares que son
reservorios de almas perdidas. Estos lugares son aquellos donde
comúnmente ocurren muertes, o están los cuerpos ya muertos: Los
hospitales, consultorios, cárceles, bares, moteles de parejas, centros
de acogida, centros de reclusión, clínicas, manicomios, morgues,
cementerios o lugares de antiguos sufrimientos, como centros de
tortura, o lugares donde ha habido alguna matanza, son lugares
propensos para la existencia y actuar de las almas perdidas.

T: ¿Y tú sabías que yo iba a venir hoy?

P: Tengo miedo.

T: No tengas miedo, no va a pasar nada.

P: No quiero salir de aquí, no quiero salir (con voz acongojada).

T: Sí, ya lo sé, pero está llegando la hora en que tienes que salir.
Y nuevamente, se le explica al alma posesora que está en un cuerpo
ajeno, para que comprenda su situación, y se calme, y deje de tener
el miedo que manifiesta.

Muchos terapeutas «entendidos» generalizan las entidades como


«entidades del bajo astral», a las que equiparan con energías
oscuras, densas, malas, a las cuales no hay que dar ni un metro de
ventaja, y prácticamente «expulsar» sin miramientos. Craso error.
Las almas de las personas muertas que ocupan ahora un cuerpo
ajeno son en el fondo nuestros pacientes finales, y necesitan y
merecen ser tratadas con compasión, con respeto. Ellas están donde
están por alguna buena razón, aunque no la podamos comprender, y
no podemos bajo ninguna circunstancia convertirnos en sus jueces.

T: ¿Y qué edad tenías tú cuando tu cuerpo murió?

P: 25 años. Estaba enfermo. Morí sólo en el hospital.

T: ¿Y cuál es tu nombre?

P: Javier.

Muchos se preguntarán porqué podemos ser poseídos por almas


que en vida tuvieron distinto sexo. La respuesta es simple, y es que
eso no tiene relevancia a nivel energético. Lo importante y que
genera la intrusión es la afinidad. Y esa afinidad viene dada por el
estado emocional del paciente. En una operación con anestesia
general hay una pérdida de conciencia, y el cuerpo puede quedar sin
protección alguna. He ahí una oportunidad de ser invadido. Otra cosa
es que, en ese estado de indefensión, incertidumbre e ignorancia,
porque los seres humanos comunes y corrientes no tienen idea lo
que sucederá en al pabellón quirúrgico, se desaten emociones como
el miedo, e incluso el terror. Un estado alterado produce entonces
predisposición a la invasión.
Lo que puede tener importancia es que el alma posesora comience a
influir en asuntos propios de su género, que estaban en los gustos y
preferencias antes de morir, y ahí pueden surgir complicaciones.

T: ¿Y en qué parte del cuerpo te gusta estar?

P: Como en el estómago y en la garganta.

T: ¿Y qué cosa le haces hacer a ella?

P: Yo la dejo hacer lo que quiera.

T: ¿Pero algo en particular a ti te gusta que haga?

La entidad guarda silencio.

T: ¿No me quieres decir?

P: No.

T: ¿No?

P: No.

T: ¿Pero ella sabe?

P: No.

T: ¿No sería bueno que le dijeras? Porque ella puede pensar que es
cosa de ella, y no lo es.

P: Yo quiero que ella sienta un dolor. En un dedo.

T: Te gusta que sienta dolor.

P: Sí.

T: Pero ella no sabe que eres tú el causante.


P: No.

T: Bueno, ¿y qué más la haces hacer?

P: Que tenga miedo.

T: ¿Y que tenga miedo de qué?

P: Del agua. Pero ella es más fuerte que yo. No me hace caso.

En muchas ocasiones la voluntad del anfitrión es mayor que la


voluntad del posesor, quien trata de influir. En este caso, la entidad
trataba que le tuviera miedo al agua, por alguna razón que no
investigué en esa oportunidad, pero que seguramente tuvo que ver
con algún asunto traumático en la vida de Javier.

T: Bien, ya está llegando la hora de irte...

P: Sí, pero no me quiero ir.

T: Pero tú ya sabes que tienes que irte a la Luz.

P: ¿Qué Luz?

T: A ese lugar donde van las almas cuando los cuerpos mueren

P: Pero yo estoy vivo con ella.

Por lo general las almas perdidas no tienen noción de la muerte.


Creen que están vivas, viviendo en otro cuerpo. Y esa afirmación
proviene de la confusión y el temor. La confusión por no saber dónde
están, y el temor a morir. Y es que, usualmente, no saben que está el
espacio más allá de la vida llamado la Luz.
Algunas veces, repito, estas almas perdidas no se van a la Luz por
temor, por desconocimiento o simplemente por la confusión. Cuando
no se van por temor algunas manifiestan que no quieren verse
enfrentadas al juicio que suponen se les hará ya que están seguros
que los mandarán al infierno para siempre (observe el significado
impresionante que adquiere la frase «para siempre» en esta
situación), ya que sus creencias religiosas han configurado el juicio
una vez muerto. Esta situación, en apariencia risible, causa entonces
que algunas almas se queden en un plano paralelo al nuestro,
debido a que han hecho en su vida alguna cosa que saben es
considerada indigna de perdón. Entonces, se castigan solos y
deambulan sin destino, hasta encontrar un anfitrión, al que parasitan.

T: Entonces Javier está llegando la hora que vayas a ese lugar


llamado la Luz, donde podrás tener paz, amor, cuidados, y podrás
hacer lo que quieras. ¿Qué te gustaba hacer?

P: Me gustaba leer. Me gustaba bailar también.

T: ¿Y tenías novia?

P: No, no tenía.

T: ¿Y de qué parte eras tú?

P: Yo venía del campo y me habían dejado sólo en el hospital.

T: Justo cuando estaban operando a Bárbara, ¿y cómo la


encontraste a ella?

P: La encontré y la encontré linda. Y me metí al tiro.

T: No entendiste en ese momento lo que te pasaba, ¿no? ¿Estás


entendiendo ahora?
P: Sí, un poco.

A los pocos segundos ya el alma de Javier se iba a la Luz


acompañado por su padre, que salió de la Luz a buscarlo, lo que le
causó una tremenda alegría. Pero, antes de irse se despidió
sentidamente de Bárbara, llorando, pidiéndole perdón por haberse
metido en su cuerpo sin permiso, y diciéndole que había pasado
buenos momentos con ella y había aprendido mucho.

Muchas almas perdidas

Valentina es una mujer de 40 años, de profesión psicóloga, derivada


por otra terapeuta, llega a consultar más por curiosidad que por tener
alguna certeza de lo que necesita. Cuando le pregunto cuál es el
motivo de su visita levanta los hombros y responde:

-No sé, dímelo tú. Me gustaría saber de los ET, y también de las
posesiones. Y por qué cambio tan seguido de parejas.

En la entrevista inicial me cuenta que sus padres se separaron


cuando era muy joven, y luego de vivir un tiempo con su padre, «y
cuando las cosas se pusieron turbias», se fue a vivir con su madre.
Era muy mala alumna, tanto que repitió varios cursos en la
enseñanza media, desordenada, rebelde, y hasta fue expulsada de
los colegios. A los 16 años se involucró en sesiones que ella llamó
eran espiritismo, a las cuales siguió asistiendo. Sus relaciones
afectivas fueron satisfactorias hasta los 17 años, en que empezó a ir
todo mal. Afirmó que «todas mis relaciones son disfuncionales».
Tuvo un aborto en condiciones precarias, y luego de las
complicaciones que sobrevinieron, y en que estuvo al borde de la
muerte, perdió su útero. Luego, como otra consecuencia de esto, fue
transplantada de riñones. Dijo tener una personalidad adictiva, y ser
incapaz de leer un libro, a pesar de tener la impresión que tenía
muchas cosas que aprender. Confesó también que se había vuelto
muy depresiva.

Antes de continuar el relato debo hacer una precisión, que me fue


sugerida por mi profesor el Dr. Cabouli, y que se refiere al llamado
espiritismo y a las diferencias que existen entre el concepto popular y
la práctica educada de él. Haré entonces una diferencia entre el
Espiritismo -que es la doctrina que nació guiada por Allan Kardec- y
el espiritismo popular. Las sesiones de espiritismo aquí relatadas son
sesiones caseras, sin cuidado, con médiums que al parecer no han
sido educados en la mediumnidad en forma responsable y
pedagógica por algún maestro o maestra con la capacidad de tal. Por
lo tanto, valga esta precisión para que sirva también para ver y hacer
ver la diferencia entra una práctica rigurosa y responsable de otra sin
seriedad que se apropia de los términos. Como información puedo
agregar que el común de la gente llama «espiritismo» a sesiones
donde se llaman espíritus desencarnados que se presentan y
mueven objetos como por ejemplo un vaso. Esta práctica no tiene
ninguna relación con el Espiritismo, y no pasa de ser solamente
curiosidad y que con la ignorancia que se hace puede dejar malas
experiencias.

Comenzamos la sesión, y antes de todo decidí buscar entidades. Ello


porque la paciente dice que a los 16 años todo empieza a ir mal, y
justo a esa edad hace el espiritismo. Este consiste en que una
energía que viene de otro plano, habla y actúa por medio de una
persona que dice oficiar de médium, que es una persona que tiene
cierta habilidad para ser poseído y actuar como canal para dicha
energía.

Esto mismo vale para las «canalizaciones». Por todos lados afloran
los y las canalizadoras que ofrecen sus servicios para entregar
mensajes personales a los que requieran de una guía. Muchas de
estas canalizaciones son de espíritus de «sanadores», quienes se
identifican con nombres rebuscados, siempre como maestros. Dicen
venir de planetas lejanos incluso, y hacen alarde de la calidad y
antigüedad de dichos lugares, como haciendo ver que son anteriores
al poblamiento de la tierra. Los mensajes de las canalizaciones son
generalmente vacíos. Las predicciones del futuro son las predilectas,
especialmente las relacionadas a los ámbitos amorosos, financieros
o laborales. Mi experiencia en este ámbito no ha sido positiva, y
siempre he dudado de los mensajes que entregan. Pero para mí la
pregunta nuevamente es la misma, a saber: ¿cómo podemos
confirmar el currículum del canalizado? ¿Cómo podemos tener la
certeza de que los poderes y capacidades que dicen tener son de
verdad? He conocido varios casos de este tipo, y a veces aparecen
pacientes que quieren entregar mensajes como canales. No les
permito, amablemente, que lo hagan. No me interesa en lo más
mínimo y se los hago saber, en forma cortés, para que no sigan.

Y en lo del espiritismo tengo una vivencia personal, que ahora relato.


Durante 1998 y 1999, asistí regularmente a sesiones de espiritismo a
casa de unos familiares, en reuniones que se realizaban una vez al
mes. Me llamaba mucho la atención el asunto, y leí algunos textos en
mi afán de explorar más allá de los límites de lo socialmente correcto
y aceptado, y obviamente más allá de la religión. Participaba en
estas reuniones con agrado, porque además era recibido con cariño
por mis parientes, a quienes les tengo en la más alta estima. En
estas reuniones, un «hermano», el médium, «incorporaba» estos
espíritus quienes se comunicaban por medio de él. El más esperado
siempre era uno que se hacía llamar Jesús, y el cual obviamente
todos aseguraban era el mismo Maestro, y algunos que decían ser
médicos, de varias especialidades, los que trataban a la gente que lo
solicitaba.
En esos meses, y conforme a los recursos económicos, iba como
paciente donde el Dr. Shulz, ya que estaba realmente impresionado
con la terapia de regresiones, en que cada vez aparecía algo nuevo
que iba reafirmando mi camino. Y, dentro de lo posible, aprovechaba
para conversar con don Ronald, obviamente haciéndole preguntas
sobre el tema. Es una de esas sesiones, fui porque sentía que algo
raro me pasaba, y lo asocié a que leí en uno de los tantos libros que
con ahínco buscaba, que en las sesiones de espiritismo se podían
pegar entidades. Y efectivamente, a los pocos minutos de comenzar
la sesión aparece una entidad, quien dijo llamarse Jerónimo. Este tal
Jerónimo ya se había presentado en varias ocasiones en las
sesiones grupales donde mis parientes, y no recuerdo bien cuál era
su mensaje, y si tenía alguna característica que lo hiciera especial,
solamente que era un visitante regular. Al inquirir detalles de lo que
había llegado a hacer en mí contestó:

P: Yo protejo a Luis, lo cuido. Soy su protector.

T: ¿Pero Luis te nombró su protector?

P: No, yo soy su protector.

T: Pero él no te pidió nada.

P: Sí, pero yo soy su protector. Me encargo de que no le pase nada.

El Dr. Shulz siguió en forma acostumbrada el protocolo para sacar la


entidad, y conversó largamente con ella, pero esta, a pesar de la
insistencia y los argumentos que se le esgrimieron, se negó a
marcharse. En vista de lo cual, don Ronald terminó la sesión y me
aconsejó que pidiera la asistencia del Dr. Wilson Araya, con quien en
esos tiempos me unía una buena relación. El Dr. Araya es un médico
chileno, que tiene reconocidas habilidades extrasensoriales que ha
puesto al servicio de muchos pacientes que sufren cáncer. Fui a la
consulta del Dr. Araya y en la sesión con él al cabo de unos minutos
logró que la entidad saliera y se fuera.

Esta experiencia me enseñó algunas cosas. Una de ellas, es que los


terapeutas no tenemos obligación de sacar una entidad, y no es una
derrota el no lograrlo, porque hay muchas cosas involucradas en la
posesión. Posiblemente, nuestras habilidades y conocimientos no
alcanzan para el cometido, y habrá que buscar alguien con más
destrezas y competencias, y ello no es motivo de indignidad ni
derrota. Como dicen en el sur de mi país, hay que buscar uno mejor
y con más pinta. Aprendí que el espiritismo practicado sin
conocimientos de los cuidados que debe tener un médium puede ser
una fuente de posesiones, y que su práctica puede acarrear
consecuencias. Puede haber pasado que esta entidad entró a mi
campo energético debido a que emocionalmente no estaba
suficientemente firme, y entregué además mi poder personal a estas
entidades que hablaban por medio del médium, como niño imberbe.
Aprendí además que hay personas que tienen habilidades más allá
de las habituales, poderes psíquicos podemos llamarles, que pueden
hacer estas desposesiones con naturalidad y mucha eficiencia.

Aquí quiero hacer una precisión. Cuando el Dr. Araya estaba en


comunicación con la entidad, me preguntó si yo quería que ella se
fuera, y le dije firmemente que sí. Esta pregunta es básica en esta
terapia de desposesión o liberación, y es el libre albedrío de todos
los involucrados. Mi deseo era que esta entidad que no me había
pedido permiso se marchara por donde vino. Y eso fue suficiente
para la liberación. En ocasiones, cuando el alma perdida no se
quiere ir, y se justifica diciendo que el anfitrión no quiere que se vaya,
o que no causa ningún daño o inconveniente con estar ahí quieto,
ocupo una fórmula que es preguntarle al paciente original si quiere
que la entidad se vaya o se quede. Normalmente la respuesta es que
se vaya. Sin embargo, en ocasiones, la respuesta ha sido negativa.
Eso indica que hasta ahí queda la terapia de desposesión. El libre
albedrío del paciente es fundamental, y no se puede actuar en contra
de él. Ese mismo libre albedrío es el que rompe la entidad que no ha
pedido permiso para estar donde está, y ese argumento es muy
poderoso para usar, para vencer la resistencia de la entidad.
Volvamos entonces a la sesión de Valentina.

T: ¿Estás bien ahí?

P: Sí, cómodo.

T: ¿Y estás hace tiempo ahí?

P: Sí, cuando ella tenía 16.

T: ¿Y qué le pasaba a Valentina cuando llegaste?

P: Ella llamó a los espíritus. Y yo vine.

T: ¿Y dónde estabas tú que pudiste venir?

P: Cerca, dando vueltas.

T: ¿Y qué le pasaba a ella que te dejó entrar?

P: Tenía miedo.

T: ¿Y por dónde entraste?

P: Por el pecho.

T: ¿Y te ha gustado estar con ella?

P: Sí.

T: ¿Y entiendes que este no es tu cuerpo?

P: Sí, lo tengo claro.


T: ¿Y qué le pasó al cuerpo que tenías cuando estaba con vida?

P: Se murió en un accidente en moto.

T: ¿Tú manejabas?

P: No. Era pasajero, y chocamos.

T: ¿Y qué edad tenías?

P: 19

T: ¿Y cómo te llamabas?

P: Tomás.

T: ¿Y tenías polola?

P: No, no.

T: ¿Y qué te gustaba hacer?

P: Salir, andar en moto, pasarla bien no más.

T: ¿Y qué pasó cuando chocaron?, ¿te acuerdas?

P: Sí, salí volando. Íbamos en una avenida, como a las seis de la


tarde, y mi amigo hace como algo raro en la moto.

T: ¿Qué cosa rara hace?

P: Sí, como que se mueve para un lado y para el otro en la moto,


jugando. Es que los dos éramos choros 1 . Y se cruzó un auto, y mi
amigo no lo vio, de frente, y ahí chocamos y yo salí volando. Mi
amigo llevaba casco, y yo no. Chocamos y me pegué en la cabeza.

T: ¿Desde dónde estás viendo el cuerpo?

P: Desde arriba. Tiene sangre en la cabeza.


T: ¿Y entonces estás...?

P: Muerto.

T: ¿Y era un buen cuerpo?

P: Sí, y me acompañaba.

T: Quiero que te fijes, ahora que ves ese cuerpo, tu cuerpo, muerto
ahí... ¿aparece alguien a buscarte?

P: Sí, un señor. Un señor como blanco, con sombrero, que me dice


que me tengo que ir con él. Que lo tengo que acompañar, que ya me
morí y me tengo que ir.

T: ¿Aparece la Luz por ahí?

P: Sí, está ahí cerca de él, y me dice que es por ahí que tenemos
que pasar. Que ya se acabó esta vida.

T: ¿Y qué haces?

P: Le digo que no, que no quiero, que soy muy joven. Él me insiste
en que tengo que irme y yo le digo que no. No quiero.

T: ¿Y en qué concluye todo?

P: Él se va. Y me dice que igual tengo que entrar, en cualquier


momento, pero tengo que irme.

T: A ver, qué te dice que hay en la Luz, que te explique.

P: Me dice que hay paz, tranquilidad, que todos los dolores se van a
terminar. Pero no me importa, porque yo no quiero ir.

T: Te explica que puedes tener un cuerpo nuevo, un cuerpo joven,


¿te dice?
P: No, me dice que voy a estar bien con él allá, pero yo no quiero.
Me dice que tengo que volver a vivir, que me tengo que reencarnar...
que tengo que volver todo el ciclo de nuevo. Tengo que volver a
nacer.

T: Claro, tienes que nacer de nuevo para que hagas lo que tienes
que hacer. Y cuéntame una cosa, en esta vida que terminaste con el
accidente en moto, ¿qué aprendiste?

P: Vivía sin control. Aprendí que tengo que ser más mesurado.

T: Un buen aprendizaje, ¿no? Y el que no quiere aprender por las


buenas aprende por...

P: ...las malas.

T: ¿Y cómo te tocó esta?

P: Dura.

T: Muy bien. Quiero ahora que te fijes bien y me digas lo que pasa
después que se va el señor blanco. ¿Para dónde vas?

P: No sé, me pongo como a vagar, porque es como nuevo.

T: Ah, claro, una sensación nueva. Puedes ir para cualquier lado,


puedes atravesar paredes...

P: Sí, y veo más gente.

T: ¿Y les hablas?

P: Es que veo gente como yo.

T: Ah, como tú... ¿y cómo son ellos?

P: Algunos son malos. Me quieren llevar para un lado oscuro. Dicen


que si no quiero irme a la Luz tengo que estar con ellos. Y les digo
que no.
T: ¿Y cómo es ese lado oscuro?

P: No sé. Me da miedo. Me dicen que tarde o temprano tengo que


estar con ellos.

T: ¿Y qué crees tú?

P: Que no.

T: Ah, bien. ¿Y dónde más vas?, ¿qué ves?

P: Como que viajo. Veo a otras personas, personas vivas, personas


muertas, gente que anda como yo, vagando.

T: Vagando por ahí, ¿medios tristes?

P: Sí, todo triste. Todo. Menos los malos. Los malos andan buscando
llevarse a más gente.

T: Claro, los malos, es como que tienen encargos, ¿no?

P: Sí, y como que uno entra y ya no puedes salir más de ahí.

T: Pero no te vas a ir con ellos, ¿o sí?

P: No. Sigo vagando.

T: ¿Y cuando andas vagando te da hambre?

P: No. Nada.

T: Claro, si no tienes cuerpo... ¿pero algo necesitas para seguir


subsistiendo? ¿Qué necesitas?

P: Energía. Y la saco de la gente que anda débil. Como que les


chupo la energía y me voy. Y no se dan cuenta.

T: Oye Tomás, ¿y cómo encontraste a esta niña?

P: Porque hacía espiritismo. Y llegó más gente. Esperando.


T: ¿También estaban los oscuros?

P: No. Andaba gente que estaba como jugando.

T: ¿Para contar mentiras en el espiritismo?

P: Sí, como jugando. Yo miraba no más. Nada más. Y ella era como
la que tenía más miedo.

T: ¿Y qué le pasa a la gente cuando tiene miedo?

P: Se pone más débil, y es fácil entrar.

T: ¿Por dónde entraste tú?

P: Por el pecho.

T: Ah, verdad que me habías dicho. Oye, ¿y te ha gustado estar con


ella?

P: Sí, pero siento que ya no...

T: Que se pasó el cuarto de hora...

P: Claro, ya pasó. Estoy medio aburrido.

T: Es que llevas mucho tiempo ahí, como treinta años.

P: Sí, más o menos.

T: ¿Estás aburrido?

P: Como que siento que he hecho daño.

T: Cuéntame, qué le haces hacer.

P: Como que le chupo la energía.

T: Ya sé, pero qué te gusta que haga, o que no haga.


P: Como que sea rebelde.

Y aquí recordé su historia en el período escolar después de empezar


con el espiritismo. Se puso rebelde, repitió dos veces, y la echaron
de los colegios. No terminó la educación media, lo hizo tiempo
después en un liceo nocturno, en otra ciudad.

P: Que sea como yo era. No tenía arreglo, arriesgado, me lanzaba a


la vida no más. Y no me importaba nada.

T: ¿Y qué les decía a los papás si decían algo?

P: Que no se metieran. Eso no más, que no se metieran.

T: Ah, bien. Entonces cuéntame, cómo empezó el cambio en ella,


cómo cambió luego que entraste.

P: Empezó a ser más rebelde, como yo. Pero no le hizo bien.

T: ¿Te gustaba a ti que fuera como tú eras?

P: Sólo al principio. Pero ya no. Siento que yo no le hago bien acá.

T: Claro, pero cuando estaba joven ella, ¿por qué sentiste que no le
hizo bien?

P: Hizo bien el papel de rebelde, pero estar conmigo le hizo daño.


Hice que no se cuidara, en todo sentido.

T: ¿Cuáles son todos los sentidos?

P: Como que fuera arriesgada con todas las personas. Que no se


fijara.

T: ¿En todo aspecto, incluso en el ámbito sexual?


P: Sí, incluso. Y yo la inducía a eso. Y me gustaba.

T: ¿Y qué hacías tú cuando ella tenía sexo?

P: Estaba dentro del cuerpo de ella. Me gustaba, sentía placer, el


mismo de ella. Y me gustaba que lo hiciera.

T: O sea que has influido en mucho...

P: Sí, mucho.

T: ¿Por eso sientes que le has hecho daño? ¿Estás arrepentido?

P: No, estoy aburrido.

Sin duda alguna que hubo cosas que se quedaron en el tintero y


faltaron preguntas. Pero la confesión que la inducía a ser arriesgada
en todo aspecto aclara algunos aspectos de la vida que comenzó a
llevar luego de la sesión de espiritismo. Sin control, rebelde y
empujada a vivir la vida arriesgadamente, en todos los planos, pero
especialmente en el sexual. Antes de esa experiencia había tenido
varios novios, que ella definió como «buenos pololos». Ya a los 17 su
realidad cambió radicalmente y reiteró que sus relaciones afectivas
«son malas, disfuncionales», agregando que «es mi punto débil», y
«mientras más mal los trato, mejor se portan». Claramente era la
parte de su vida que la atormentaba, y en la que este Tomás tanto
había influido.

Cada vez que veo este tipo de casos, que no son escasos, me hago
la pregunta de cuán poco se sabe sobre este plano paralelo, y lo
mucho que influyen estas almas en la vida de las personas. Y lo que
es más doloroso es el uso que hacen tantas personas
inescrupulosas que se venden como mentalistas, videntes u otros
títulos, para engañar a la gente que ingenuamente acude a ellos en
espera de contactos con familiares muertos, por ejemplo. Hace
pocos meses una alumna comentaba que a medida que avanzaba el
curso iba aumentando su sorpresa ante los descubrimientos que
hacía al darse cuenta de lo que se revelaba, y de lo que había visto
en ella y en su círculo en relación a los efectos de la posesión
espiritual, y no dejaba de sorprenderse. Y se maravillaba con los
cambios que ocurrían después de la terapia. Hace poco leía un
artículo de una sociedad científica que hablaba de una persona que
sentía y escuchaba voces dentro de ella, y las atribuían a conflictos
mentales y a su mala calidad de vida. Tenía una que la inducía a
suicidarse, otra que la criticaba a cada momento, y una pequeña que
vivía siempre triste, pero todas, según ella, estaban en su cabeza y
desde ahí conversaban entre sí. En ningún caso pueden pensar, o
darse el permiso de pensar que son almas atrapadas, sufrientes,
tristes, y que pueden convertirse en tiranos despiadados, que
consumen la energía de la anfitriona sumiéndola en una vida de
desgano continua, sin fuerzas ni poder alguno.

Cuando el alma de Tomás se estaba yendo a la Luz se despidió de


Valentina y le pidió perdón, pero manifestó que no tenía pena por lo
que había causado. Lo vino a buscar el mismo viejito de sombrero
que vio cuando murió su cuerpo, y dijo «en realidad debería haberme
ido», refiriéndose a la oportunidad que tuvo cuando vino esa vez,
pero tenía ganas de vivir como todas las almas que estaban por ahí,
y que además estaban tristes.

A los pocos instantes pasó a la Luz, con tranquilidad, sintiéndose


muy bien. Pero el asunto no acabó ahí. A los pocos instantes estaba
en comunicación con otra alma. Y fue, nuevamente, otra experiencia
sorprendente.

P: Soy una mujer.


T: ¿Cómo te llamas?

P: No quiero hablar.

Aquí hay un detalle importante. Uno de los hitos del trabajo de


desposesión es lograr que el Alma posesora diga su nombre. Al
hacerlo, entrega el poder, y es una señal de que el trabajo puede
llegar a un final feliz para todos. Cuando son almas oscuras, al
servicio de la oscuridad, o esclavizadas, es decir, producto de
brujería, muchas veces se ponen nombres para tratar de infundir
terror. Es común que digan nombres con los que se conoce al
maligno, pero lo hacen solamente con el fin de intimidar al terapeuta
para que no siga su trabajo. Es un truco viejo, y sucio. Entonces, que
esta alma no quiera hablar solamente denota su temor ante la
inminente partida, pues ya sabe lo que hago, y trata de evitarlo.

T: Bueno, está bien, pero te digo que aproveches la oportunidad de


comunicarte conmigo. Total, estás hace tiempo con ella y no te has
comunicado con nadie, y ahora ella ya sabe que estás ahí. Tú que
estabas media escondidita ya sabes que Valentina sabe que estás
ahí, ¿sí o no?

P: Sí.

Aquí hay dos trucos. El primero es suponer que hace tiempo está
poseyendo a la paciente. Si no fuera así diría de inmediato que llegó
hace poco. Como no lo hace, tengo la certeza que entró hace años.
Luego, le hago ver que la anfitriona ya sabe que está ahí, en su
campo energético, invadiendo, sin haber sido invitada, y al verse
descubierta le quita poder. Como me dijo una vez un maestro
ayahuasquero de la selva peruana «cuando la entidad se sabe
descubierta, se le acaba la fiesta».
T: ¿Tienes pena?

P: No, tengo rabia.

T: Ah bueno, ¿y quién eres tú?

P: Margarita.

T: ¿Y tienes parentesco con ella?

P: No.

T: ¿Y cómo llegaste ahí?

P: Me metí. Ella tenía como 24 años.

T: ¿Y dónde la encontraste?

P: En la casa de un amigo parece.

T: ¿Y qué andaba haciendo?

P: ¡Espiritismo!

En la entrevista inicial Valentina contó que estando en la universidad


tenían un compañero «medio raro» que hacía sesiones de este
«espiritismo». Y era justamente a él a quien se refería. Luego
veremos la sorpresa de la calidad de este amigo medio raro.

T: ¡O sea seguía con el asunto!, parece que le gustaba el espiritismo.

P: Sí.

T: Margarita, cuéntame, ¿te ha gustado estar con ella?


P: He estado tranquila.

T: Llevas como veinte años con ella.

P: Sí.

T: ¿Lo has pasado bien?

P: Mmm ... más o menos no más.

T: ¿Qué te gusta que ella haga?

P: Que tenga pena y rabia.

T: Pero esa pena y rabia es tuya, ¿verdad?

P: Sí (riendo). Y ella cree que es de ella.

T: ¿Y cuando ella tiene pena y rabia qué hace?

P: Nada, se siente triste, como yo estoy.

T: ¿Y pelea con alguien?

P: Con su mamá y con sus amigos. Pero prefiero que tenga más
pena, porque yo tengo pena.

T: ¿Y cuando ella tiene pena se queda sóla?

P: Sí.

T: ¿Por eso dicen que tiene depresión?

P: Sí.

T: Tú la entristeces y los otros dicen que tiene depresión.

P: Ajá.

T: Y va al sicólogo ¿y qué le dice el sicólogo?


P: Que tiene depresión.

T: Y va al siquiatra ¿y el siquiatra qué le dice que tiene?

P: Lo mismo poh.

T: ¿Y qué le dan?

P: Pastillas.

T: Eso, métale pastillas. ¿Y tú?

P: Me gusta. Yo feliz.

Sin lugar a dudas que el desconocimiento de la «ciencia» moderna


de esta realidad que es de conocimiento y dominio de todos los
pueblos ancestrales, de todos sus curanderos y sanadores, de todas
las machis y chamanes, atribuyendo las causas de todo a
desórdenes mentales que culminan en falta o superproducción
corporal de alguna sustancia en el cerebro, o en el «sistema
nervioso», hace que las pastillas sea el recurso más utilizado. La
medicina y la sicología han desprestigiado este conocimiento
tildándolo de hechicería, superchería o esoterismo, sin detenerse un
momento a observar y estudiar el conocimiento milenario que hay
detrás, ni menos a permitirse tener la experiencia, y cuando alguien
la tiene, la guarda muy en secreto. Se han ayudado en su campaña
de demolición por la religión, especialmente la católica, que
convenientemente para sus pretensiones, o convenientemente
poseída, tilda de brujos o hechiceros a quienes osan salir del redil.

Uno de los efectos más comunes de la posesión espiritual es lo que


se ha dado en llamar la depresión. Este concepto fue acuñado
médicamente como un síndrome, es decir un conjunto de síntomas,
que abarcan desde un simple abatimiento hasta la apatía total de un
ser humano, un trastorno del estado de ánimo. Hay muchos que
consideran que este síndrome es artificial y que lo que padecen las
personas pueden ser diferentes estados emocionales en que la
tristeza es una de las principales. Pero, para efectos del análisis
aceptemos la depresión como un síndrome de síntomas corporales,
que va acompañado de paralización de la actividad, apatía
generalizada, melancolía, sensación de infelicidad y culpabilidad. Los
síntomas corporales más conocidos son: irritabilidad, cambios de
humor repentinos, tristeza, ansiedad, pérdida del placer sexual,
taquicardia, inapetencia, estreñimiento, trastornos menstruales, baja
de tono muscular, trastornos del sueño, pérdida del ánimo,
cansancio, dolor de cabeza, llanto incontrolado, ideas de ruina
(económica, laboral, financiera, amorosa), dolor de espalda y pérdida
de interés general en todos los ámbitos. Hay que tener cuidado en
los síntomas porque no son copulativos, es decir, no aparecen todos
los descritos juntos en una persona. A lo largo de los años he sido
testigo de cómo las entidades pueden actuar produciendo uno -o
más- de los síntomas, con mucha profundidad. La depresión viene
siempre después de la posesión. En el caso de Valentina, su
posesora Margarita era presa de rabia y pena, y eso hacía que ella
estuviera con una profunda tristeza. ¿Y quién podría diagnosticar
que un alma perdida puede ocasionar la depresión?

Ahora bien, la posesión se puede producir por variadas razones,


pero siempre viene detrás de un hecho traumático, en que el campo
energético de la persona se debilita grandemente. Las entidades
mencionan que en el aura de las personas encuentran un hoyito, un
agujero, o una grieta.

T: Bueno Margarita, antes tú tenías tu propio cuerpo. ¿Cómo era ese


cuerpo?

P: Pelo negro, largo, blanca, flaca, alta. Como de 30 años.

T: ¿Y qué pasó?
P: Me maté porque tenía pena.

T: ¿Por un hombre?

P: Por todo, por mi familia, no me hacían caso, me sentía sóla.

T: ¿Y dónde vivías?

P: En Nueva York.

T: ¿Y qué hacías cuando tenías tu cuerpo?

P: Tenía novio, pero me sentía sóla igual.

T: Cuando tú tenías tu propio cuerpo tenías también entidades en ti.

P: Parece que sí.

T: Y te hacían ponerte triste, ¿igual como haces tú con Valentina?

P: Sí, parece.

T: ¿Aprendiste a estar triste?

P: Sí.

T: ¿Entiendes lo que pasa?

P: Sí, estoy haciendo lo mismo.

T: Estás repitiendo el asunto, ¿y crees que está bien?

P: Pero a mí me hicieron matarme.

T: ¿Y tú has querido hacer que ella se mate?

P: ¡No! Yo hago que esté sola.

T: Cuéntame, cómo murió tu cuerpo. Vas a permitirte revivir


completamente esa situación.
P: Me colgué. Estaba sóla en mi casa. Me subo a una silla cerca de
mi cama. Y amarro la cuerda arriba en una viga, le hago un nudo y
me lo pongo en el cuello. Y me tiro, boto la silla.

T: ¿Y qué sucede?

P: Se me empieza a apretar la garganta, y me voy quedando sin aire.


Como que me estoy arrepintiendo, ¡pero no puedo hacer nada!

T: ¿Qué pasa con tu cuerpo?

P: Va perdiendo fuerzas. Las piernas y los brazos cuelgan.

T: ¿Cómo están tus pulmones?

P: Están sin aire.

T: ¿Qué pasa con tus manos?

P: Se ponen moradas.

T: ¿Y tu lengua?

P: Se sale para afuera.

T: Y la garganta

P: Se hace pedazos.

T: ¿Y los oídos?

P: Se revientan

T: ¿Y qué es lo último que alcanzas a pensar en ese cerebro?

P: ¡No debería haberlo hecho!

T: ¿Por dónde sales del cuerpo?

P: Por la cabeza.
T: ¿Y cómo quedó ese cuerpo?

P: Feo, morado. Lo estoy viendo desde abajo.

T: ¿Puedes volver al cuerpo?

P: No.

T: Y si haces el intento de volver ¿qué pasa?

P: No puedo. Como que es una pared, no puedo.

T: Ya no vibra, ¿no?

P: No, ya no puedo entrar.

Esto es bien importante. Cuando el cuerpo tiene vida, ese soplo


espiritual, vibra a una cierta velocidad. Su alma, por otra parte, vibra
también con su energía propia, y se acoplan, e interpenetran y son
uno sólo, un solo cuerpo. En el momento entonces en que el cuerpo
muere, deja de vibrar, y se pone como una pared, como dice ella, y
entonces el Alma no puede acoplarse, y sale despedida. Cuando la
muerte es violenta, repentina, ante la cual el Alma no ha tenido
«tiempo» de prepararse, el Alma despedida entra en un estado de
confusión completo, porque no entiende lo que pasa, y no puede
volver a entrar. Muchas almas dicen que «rebotan» al tratar de entrar
al cuerpo inerte. En este estado de confusión es cuando muchos
deciden no ir a la Luz, muchos ni siquiera ven la Luz, y otros se
niegan derechamente a ir a la Luz, porque quieren seguir viviendo.
Cuando se le hace revivir la muerte a las entidades, se les brinda
una oportunidad para que vean la Luz que estaba allí, tomen
confianza, y entiendan lo que es el próximo paso a seguir en ese
plano espiritual. Este estado de confusión es el más peligroso en el
proceso de muerte, porque aparecen ahí las huestes oscuras, que
andan reclutando almas para sus también oscuros propósitos, y se
las llevan con engaños para ser usadas en brujerías. El argumento
más recurrente en esta situación es que al Alma recién
desencarnada se le engaña diciéndole que si la Luz les toca se van a
morir, y como lo que no quieren es precisamente eso, morir, se dejan
engañar. Y son esclavizadas, para luego atormentar a otros que
tienen vida.

T: Y ahora qué es lo que piensas cuando ves el cuerpo.

P: Me arrepiento. No solucioné nada.

T: ¿Y desde ese momento en que te colgaste hasta hoy, ¿cuántos


años terrestres han transcurrido?

P: Como cincuenta.

T: Y ahora fíjate bien, ahora que acaba de morir tu cuerpo, ¿aparece


alguien?

P: Sí, como alguien más oscuro. Como que no tiene forma. Me dice
como que tomé una mala decisión, que tengo que irme con ella
porque me morí antes.

T: ¿Y qué tienes que hacer entonces?

P: No, tengo que irme con ellos a lo oscuro.

T: ¿Te llevan?

P: No.

T: ¿No quieres ir?

P: No.

T: ¿Qué te dice ella de la Luz?

P: No veo la Luz.

T: Y qué te dice de la Luz.


P: Que no me vaya a la Luz, que me vaya a lo oscuro, con más
gente.

T: ¿Para hacer qué cosa en lo oscuro?

P: Para hacer daño poh.

T: ¿Y qué decides hacer tú?

P: No voy, no quiero. Me pongo a vagar.

T: Muy bien. Ahora quiero que me cuentes cómo ha sido tu vida con
Valentina desde que entraste. ¿Estabas haciendo espiritismo con
ese amigo medio raro?

P: Sí. Es como oscuro.

T: ¿Lo manda alguien?

P: Sí.

T: ¿Tiene a alguien metido adentro, de los oscuros?

P: Sí. Él necesita gente.

T: ¿Anda reclutando?

P: Sí, esa es su labor.

Un antecedente nuevo sobre el amigo raro. Ella sabía que su amigo


y compañero de universidad era un tipo raro, pero sin embargo
continuó yendo a las sesiones de espiritismo. Y el tipo raro tenía la
misión de reclutar gente para ser precisamente poseída, para quizás
qué oscuros fines, que estas entidades no dicen. Y me acordé del
adagio popular, «caras vemos, corazones no sabemos».
T: Entonces tú te metes dentro de ella y comienzas a hacerle sentir la
misma pena y rabia que sentías tú, ¿y te ha gustado hacer todo eso?

P: No, antes sí, pero ahora no. Me aburrí.

T: ¿Y cómo lo pasaste con ella?

P: No muy bien...

T: ¿Y ella contigo?

P: No muy bien tampoco.

T: O sea ha sido malo para todos.

P: Sí, pero no tenía opción.

T: Cuando uno se suicida no tiene opción parece, ¿no?

P: No. O vagas o te vas donde los oscuros.

T: Bueno, ¿quieres que te ayude?

P: Sí.

T: Bueno, entonces, cuando cuente tres vas a ir al momento en que


te cuelgas y sales del cuerpo, uno... dos... tres. ¿Tienes mucha
rabia?

P: Sí, no mejoró en nada todo esto.

T: Bien, mira quiero que mires bien hacia un lado. Ahora tienes la
oportunidad de girar para todos lados instantáneamente, y fíjate bien,
en alguna parte hay una lucecita. ¿La viste?

P: Sí. La vi.

T: ¿Y qué le pasa si la sigues mirando?

P: Se agranda.
T: ¿Y qué sensación tienes ahora?

P: Que puedo entrar, que puedo ir.

T: Exactamente. Eso es. Tienes la posibilidad de irte a la Luz.

P: No, pero el oscuro me dice que me van a castigar.

T: No, nadie te va a castigar. Quiero que sepas que tienes la


posibilidad de ir a la Luz. Te voy a ayudar, y ahora voy a rezar para
que te acepten en la Luz (comienzo una plegaria).

P: Ya.

T: Antes de ir a la Luz te pido que te despidas de Valentina.

P: Te quiero pedir perdón por toda la pena, por toda la rabia que te
hice sentir, que eran mías. Y que ahora seas feliz pues, como yo voy
a estar en paz tienes que ser feliz. Me voy a ir a la Luz, a descansar.
Vas a estar sola para que sigas tu camino.

Poco después el Alma de Margarita pasaba a la Luz, donde dice que


empieza a sentir mucha tranquilidad. Para cerciorarme que los
posesores pasan a la Luz utilizo la técnica de la puerta. Para ello
hago ver a la entidad una puerta que se abre arriba, sobre su
cabeza. Le digo que mire hacia arriba, bien arriba, y vea que cuando
se abre esa puerta se llena todo este espacio de Luz, y agrego que
esa es la puerta a la Luz. Y normalmente le digo que se fije bien,
porque sale alguien de la Luz a buscarla, alguien conocido. Algunas
almas no ven a nadie, pero la mayoría ven a sus parientes que
murieron antes, abuelos, padres, e incluso hijos, si es que ellos se
fueron antes. Muchas almas ven figuras religiosas importantes, como
Jesús, que les estira los brazos. En general estas figuras los llaman,
les dan la mano y les dicen que «ya es tiempo», o «ya pasó todo», o
«hace tiempo que te estaba esperando», y los llevan a pasar la
puerta. Cuando van en este camino les pregunto qué se siente ir a la
Luz, y todos, sin excepción responden «calma», «tranquilidad»,
«alegría». Pero hay una palabra que indica el paso efectivo a la Luz
y esa palabra es «paz». La sensación en la Luz es esa, paz. Para
terminar el trabajo le pregunto a mi paciente original si el alma
perdida pasó la puerta y cuando me contesta afirmativamente le pido
que él mismo la cierre.

Pero la sesión con Valentina aún no terminaba. Una tercera entidad


apareció, con más dificultad, porque estaba escondiéndose:

P: Soy una niñita. De cinco años. Me llamo Viviana.

Esta niñita comienza relatando que estaba muy asustada, y que


entró cuando Valentina tenía 23 años. Entró por la cabeza y dice que
esta estaba muy triste y su campo vibratorio estaba débil. Cuenta
que se la encontró por ahí.

T: ¿Te ha gustado estar con ella?

P: Sí, me siento protegida.

T: ¿Y en qué parte de ella te gusta estar?

P: Escondida abajo. En las piernas, abajo.

T: ¿Y por qué no querías que yo supiera que estabas aquí?, ¿por


qué te escondías?

P: Porque me siento tranquila.

T: Pero ¿por qué no querías conversar?


P: Porque me daba susto.

Esto es muy común. Muchas entidades se esconden, y se esconden


a veces moviéndose en el campo vibratorio como si las personas las
pudieran ver, y hacen esfuerzos para no ser descubiertas, y no
quieren conversar. Y esto generalmente tiene una razón de peso:
saben que se tendrán que ir.

En la conversación sobre su muerte física Viviana relata que era una


niña de cinco años que estaba con sus amigos jugando en la orilla de
una especie de laguna, con agua verde y con muchas algas, cuando
cayó al agua. No sabía nadar, y sus amigos no podían ayudarla por
lo que salieron disparados a buscar ayuda, pero la posible ayuda
estaba muy lejos del lugar donde estaban. El agua comenzó a entrar
a su estómago, a sus pulmones, empezó a hundirse y prontamente
murió.

T: ¿Qué es lo último que alcanzas a pensar en ese cerebro?

P: Que no quería morir.

Pero, aquí aparece un asunto que es muy característico de las


muertes imprevistas, la confusión:

T: Fíjate, ¿por dónde sales?

P: Por el estómago.

T: ¿Y dónde quedó el cuerpo?


P: Abajo

T: Y tú, ¿dónde estás?

P: En el agua mirando.

T: Ah, en el agua mirando. Pero fíjate qué raro, tú no te mojas.

P: No.

T: ¿Y qué te parece eso?

P: Es extraño.

T: Claro, ¡y tu cuerpo es igual al que está abajo!

P: Sí, pero no tengo frío.

T: ¿No te mojas?

P: No..., me puedo mover.

T: Entonces, ¿qué haces?

P: Salgo, me voy. Pero me voy al muelle, a mirar. Y llega más gente.

T: ¿Y puedes hablar con ellos?

P: No, no me ven.

T: ¿Y tratas de hablar?

P: No...

La situación es simple, un cuerpo muerto en el agua, un alma fuera


del cuerpo viendo todo lo que sucede. Muchas veces, cuando no
aceptan la situación, relatan que gritan a la gente diciéndoles «¡no
estoy muerto, estoy aquí, por qué no me hablan, no me ven...!».
Cuando ya aceptan lo que pasa observan, y muchas veces buscan
una persona donde entrar.

P: Se tiran al agua, me tratan de sacar.

T: ¿Tratan de sacar el cuerpo?

P: Sí, no saben ellos poh... están desesperados, me da pena.

T: Y cuando esto se termina, ¿qué haces tú?

P: Me da como miedo...

T: ¿Aparece algo o alguien?

P: Una luz.

T: ¿Y quién aparece ahí en la Luz?

P: Una señora. Me dice que me tengo que ir a la Luz.

T: ¿Y qué le dices tú?

P: Que no, porque quiero jugar. Pero me dice que me tengo que ir
porque llegó la hora, que tengo que descansar, que era el momento.
Que así había sido pactado, y que tengo que volver en otro cuerpo.
Le digo que no quiero todavía, que quiero jugar.

Esta es una hermosa revelación que muestra el eterno círculo de la


vida. Una vida pactada, finalizada y la invitación a descansar, para en
algún momento volver a encarnar con algún otro propósito. Sin
embargo, muchas veces sucede que esa alma, desorientada, quiere
seguir viviendo en la forma física, la que llevaba hasta hace algunos
instantes, negándose a seguir el camino de la vida como alma, que
es yéndose a la Luz, para seguir haciendo lo que siente como
inconcluso, o simplemente para seguir en sus hábitos, gustos,
preferencias o bien en sus adicciones. Olvidan que el placer de la
paz en la Luz es superior y permanente comparado al placer limitado
y efímero en la carne.

T: ¿Y qué hace ella?

P: Se va.

Y esta señora, respetando el libre albedrío de la niña, se va.

T: Viviana, quiero que me digas algo, ¿cuándo encuentras a


Valentina?

P: Cuando tenía como 27. Estaba en su casa. Estaba sola.

T: ¿Estaba triste?

P: Sí.

T: ¿Y se dio cuenta cuando entraste?

P: No. Tenía muchos problemas. Estaba casada y sentía mucho


dolor porque el marido la trataba mal. Estaba triste y sola. La vi y
entré. Ella es como cabra 2 chica.

T: ¿O tú la conviertes en cabra chica?

P: Parece (se ríe).

T: ¿Y qué te gusta que haga?

P: Que juegue.
T: O sea, la que juega eres tú.

P: Sí.

T: Pero en el cuerpo de ella.

P: Sí.

T: Ya, ¿y qué más le haces que haga?

P: Que sea como chistosa, y ella cree que es ella.

T: ¿Y quién es en el fondo?

P: Yo, pero ella la pasa bien. Y yo juego poh.

T: O sea todos ganan.

P: Sí.

T: ¿Tú crees?

P: Sí poh.

T: ¿Y de qué te alimentas?

P: De ella.

T: ¿Y todos ganan?

P: No, ella no tanto.

T: Oye, y te gusta estar ahí, ¿o habría que hacer algo?

P: Ahora estoy sola. Había más gente.

T: Pero ahora ya no están. ¿Sabes por qué?

P: Se fueron.
T: ¿Sabes para dónde?

P: Para la Luz, si los vi.

T: ¿Los viste cuando se fueron?

P: Sí.

Poco después el alma de Viviana, esa chica de pocos años, se


despidió de Valentina, y se fue tranquilamente a la Luz acompañada
por la misma señora que la fue a buscar cuando el accidente,
terminando así un capítulo en la historia de su búsqueda de
sanación. Se dio cuenta que con Viviana le era difícil tomar un libro,
como había dicho cuando comenzamos a trabajar. Sin duda alguna
que una niña que solamente quiere jugar y no poseía ninguna
aspiración intelectual, sumado a la tristeza profunda en que vivía
hacía imposible el cometido. Su vida había sido desde aquella
primera sesión de espiritismo un torbellino, y ahora se podía explicar
las causas de su comportamiento. Mas, ya estaba hecho y había que
seguir con la vida. Sin embargo, y como veremos más adelante, no
fue la única experiencia terapéutica de Valentina.

Un suicida recurrente

Corría febrero de 2007, y para los puristas de la TVP es digno de


observar los rudimentos de la técnica, que poco a poco y paso a
paso elaboraba por esos años, incorporando técnicas novedosas a
medida que atendía más y más gente. Lo que sí no he cambiado
desde la primera vez es la gentileza para tratar a las entidades, sea
cual sea su naturaleza o característica. Si la relación no se lleva en
buenos términos es probable que por el simple disgusto por el trato
la entidad se niegue a conversar, a presentarse incluso. Siempre
digo que el paciente verdadero es la entidad que está esperando ser
liberada, y una vez que se logra eso el paciente original, aquel que
llegó a consultarme, sana.

La paciente, es una mujer joven, que presenta sobrepeso, y acude a


la consulta por su dificultad para establecer y mantener relaciones
afectivas con los hombres. Vive sola. Es Francisca. En la sesión,
aparecen dos entidades.

T: ¿Cómo estás?

P: Está oscuro.

T: Está oscuro. Y cuéntame, ¿estás hace tiempo con ella?

P: Sí, la veo chica.

T: ¿Entraste cuando ella era chica?, ¿ella te dejó entrar?

P: Sí

T: ¿Y qué le pasaba a ella que te dejó entrar?

P: Estaba triste.

T: ¿Por qué estaba triste?

P: Estaba llorando. Y ella me dejó entrar.

T: ¿Y por dónde entraste?

P: Ella estaba en cuclillas llorando, y yo entré por el costado.

T: ¿Y cómo lo has pasado con ella?

P: Bien.
T: Pero hace mucho tiempo que estás ahí, ¿no?

P: Sí.

Nótese la comunicación forzada y con monosílabas, sin ninguna


confianza por parte de la entidad. Esto es frecuente, debido a que las
almas perdidas saben que están donde no las han invitado y que el
objetivo de la terapia es la liberación de ellas y del paciente original.

T: ¿Tú sabes que tu cuerpo anterior murió, y que este no es tu


cuerpo, ¿cierto?

P: Sí.

T: Y cuéntame, cuando estabas viva, ¿eras hombre o mujer?

P: Mujer.

T: ¿Y qué edad tenías cuando moriste?

P: Quince.

T: ¿Y cómo moriste, por qué moriste?

P: No sé.

T: ¿No te acuerdas?

P: No.

T: ¿Te quieres acordar?

P: Sí.

T: Entonces ahora cuando cuente hasta tres regresarás al momento


en que moriste, uno, dos, tres... ¿qué está pasando?
P: Estaba enferma.

T: ¿De qué?

P: No sé, transpiro mucho.

T: ¿Y dónde estás?

P: En una cama.

T: ¿Y en qué parte?

P: En mi casa.

T: ¿Y cómo te llamas?

P: Leonor.

T: ¿Y cuántos años tienes Leonor?

P: Catorce.

T: ¿Y qué te provoca esto de estar enferma, en cama?

P: Que quiero salir a jugar.

T: Quieres salir a jugar, y no puedes.

P: No.

T: ¿Y esta enfermedad qué te produce?

P: Fiebre, cansancio. No me puedo levantar.

Cabe observar que una niña de catorce años es probable que no


tenga las habilidades para sostener una conversación fluida, y sus
respuestas son concisas, monosilábicas, y es necesario estar muy
atento a lo que diga, para obtener la información relevante.
La información relevante no es más que aquella que nos indica cómo
esta energía actúa sobre la personalidad del paciente, induciéndole a
ciertos comportamientos que son los que le producen la alteración o
las alteraciones por las cuales consulta, y que causan los problemas
en su vida. Una niña de catorce años, en el mundo de principios del
siglo pasado, cien años ha, vivía una realidad social, cultural,
tecnológica y ambiental diametralmente diferente a la que vive hoy
una adolescente de esa edad, con un nivel de conocimiento que hoy
consideraríamos de mucha precariedad.

Las entidades conservan el estado emocional, los gustos, las


costumbres y los hábitos de la última vida, y por norma tratan de
influir en el huésped para que éste adopte su personalidad. Y esta
puede ser una de las consecuencias de mayor impacto en el
anfitrión, ya que se reproducen, o tratan de producir en él, lo que
más les gustaba en su vida.

T: Leonor, ¿te puedes acordar el año que es?

P: 1914.

T: ¿Y en qué país estás, qué nacionalidad tienes?

P: Es Chile.

Otra característica de las entidades es la atemporalidad. Es común


encontrarse con almas de personas que murieron hace décadas,
incluso siglos, y que por alguna razón quedaron apegados a la tierra
y han sido incapaces de tener la energía necesaria para pasar a la
Luz. Lo mismo puede decirse de las distancias físicas, ya que parece
que no conocen fronteras en el espacio.
T: Leonor, sabes qué es esa enfermedad, ¿cómo se llama?

P: No se sabe.

T: ¿Y esta enfermedad qué emoción te provoca?

P: Pena

T: Muy bien Leonor, avanza ahora el momento de la muerte de ese


cuerpo, y cuéntame qué está sucediendo. Cuando cuente tres
avanzarás a ese momento. Uno, dos, tres...

P: Me veo tendida en la cama. Lo veo desde afuera.

T: Fíjate bien, observa con detención, ¿hay algún trocito de tu Alma


Leonor que haya quedado atrapado en ese cuerpo?

P: Sí, porque yo quería seguir viviendo. En la garganta, de color rojo.

T: Antes de seguir trabajando te voy a pedir que vayas y recuperes


ese trocito, y lo incorpores a ti. Anda.

P: Ya.

T: ¿Lo hiciste?

P: Sí.

T: Ya, ¿entonces ahora lo que tú quieres es seguir viviendo?

P: Sí.

T: No viviste suficiente.

P: No.

T: Te quedaste con ganas.


P: Sí.

T: ¿Y con ganas de hacer qué?

P: De seguir viviendo.

T: Pero ahora que estás reviviendo este proceso de muerte podrás


ver que por ahí hay una luz, ¿cierto? ¿Viste la luz ahora?

P: No.

T: Fíjate bien que hay una luz por ahí, y alguien sale a buscarte de la
Luz. ¿Quién viene a buscarte?

P: Mi abuela.

T: ¿Y qué le dices tú?

P: Que yo quiero seguir viviendo.

T: ¿Y qué te dice tu abuela?

P: Que después voy a poder.

T: Ah, después vas a poder... y tú no te quieres ir a la luz ahora.

P: No.

Un alma perdida, y que por alguna razón no ha seguido el camino


que todas las almas deben seguir cuando los cuerpos mueren, que
es ir a ese espacio llamado la Luz, en el cual no hay ningún juicio,
ninguno, y donde somos recibidos con compasión y se nos llena de
amor. Ahí recuperamos nuestras energías gastadas en la
encarnación anterior, restañamos las heridas, descansamos, y
vivimos esa dicha, hasta que llega el momento en que es necesario
«bajar» para una próxima vida, a la cual iremos con un propósito de
aprendizaje definido, conforme nuestro nivel. El Dr. Richard Bach
dice que una vida es como un día en el colegio, en clara analogía al
proceso de aprendizaje de nuestra alma.
T: Leonor, fíjate bien, ya no tienes cuerpo. Tu cuerpo murió. (Ella dice
que lo mira desde afuera), ¿te das cuenta?

P: Sí.

T: ¿Y qué haces ahora?

P: Tengo que vivir mi vida.

T: Pero tu vida ya...

P: Por otra persona...

T: Ya, ¿y cómo vas a hacer eso entonces?

P: Estar más cerca de alguien. Y ella era una niña como yo...

T: Y estaba con pena, llorando...

P: Sí.

T: Y tú entraste...

P: Sí.

T: Y eso ya hace como veinticinco años, ¿no?

P: Era chica.

T: Y qué sensaciones has tenido estos veinticinco años que no has


podido conversar con nadie...

P: A veces me entretengo.

T: ¿Y otras veces?

P: Me siento sóla.
T: ¿Te aburres?

P: A veces.

T: Oye Leonor, cuéntame una cosa, y a ti, qué te gusta que Francisca
haga, ¿qué la haces hacer?

P: Que haga cosas para entretenerme. De repente la hago inventar


cosas... no me gusta que esté tranquila. Me gusta que tenga cosas
que contar...

T: Oye, y el pololo (novio) que tenía, ¿te gustaba?

P: No.

T: ¿Por qué?

P: Porque yo quería que estuviera sóla. Estaba muy tranquila con él.

Esta ya es una confesión sobre el actuar de esta alma perdida sobre


la personalidad de la paciente, de Leonor sobre Francisca. Y uno de
los conflictos de la vida de ésta es justamente estar sóla.

T: Y cuando se junta con él, ¿qué sientes tú?

P: Yo la dejo.

T: Y cuando ella está con él ¿qué haces?, ¿sales del cuerpo?

P: No, me quedo ahí. Pero no me gusta que esté con él.

T: ¿Y la mamá de él te gusta?

P: Ella no me quiere.

T: ¿Y tú la quieres a ella?
P: No.

T: ¿Y haces que pelee Francisca con la mamá de él?

P: Sí pues, si yo quiero que esté sóla.

T: ¿Y qué otra cosa más la haces hacer a Francisca?

P: Que esté lejos de la familia.

T: ¿Te gusta que esté sóla?

P: Sí, así yo me entretengo con ella.

T: Leonor, te diste cuenta que Francisca está confundida, cree que


tus emociones son las suyas, cree que tus pensamientos son los
suyos. Tú sabes que ella se confunde, ¿cierto?

P: Sí.

T: Y tu sabes que como este no es tu cuerpo sería recomendable


que tú la dejaras, ¿no es verdad?

P: Sí, ya me quiero ir.

T: Entonces, antes de irte, quiero que te dirijas a Francisca y le pidas


disculpas por todo lo que tú la hiciste hacer. No te estoy juzgando ni
nada de eso, porque yo sé que tú lo hiciste sin saber, ¿verdad?

P: Sí.

T: Entonces pídele disculpas, pídele perdón antes de irte.

P: Ok. Perdóname Francisca, yo no quería hacerte daño, y ahora te


voy a dejar.

T: Eso es. Muy bien. ¿Sentiste el perdón de Francisca?

P: Sí.
T: Muy bien. Ahora fíjate que ahí está la puerta a la Luz, la abres y se
empieza a agrandar la Luz. ¿La viste?

P: Sí, ya la vi.

T: Muy bien, y ahora de la Luz aparece alguien que te viene a buscar.


Fíjate bien, ¿hay algún ser querido por ti que te viene a buscar?

P: Mucha gente.

T: Fíjate Leonor, antes de ir, mira si hay alguien más que se quiere ir
a la Luz contigo, que aproveche.

P: Ella no quiere.

Este es un buen dato para los pasos siguientes en la terapia, porque


Leonor indica que hay otra entidad que no quiere irse. En ese
momento no sabemos si es un alma huésped en el campo vibratorio
de Francisca o un alma que está deambulando y que llegó en ese
momento -cosa que suele ocurrir con frecuencia-, o que está en la
habitación por alguna razón.

T: Muy bien, entonces ándate a la Luz tú tranquila. ¿Quién te viene a


buscar?

P: Mi mamá.

Nótese que ahora no es la abuela, con la cual no quiso irse a la Luz


anteriormente.

T: Tu mamá. ¿Está contenta tu mamá?


P: Sí. Está con un vestido muy bonito.

T: Ya, ¿y qué te dice?

P: Que nos vayamos juntas.

T: ¿Qué le dices tú?

P: Que sí, le doy la mano.

T: Entonces síguela a la Luz.

P: Ya.

T: Entonces ahora yo me despido de ti Leonor, que te vaya bien en la


Luz, que Dios te bendiga.

P: Ya, chao.

T: Francisca, ¿se fue Leonor a la Luz?

P: Sí.

La paciente, con su voz original responde claramente a la consulta.


Siempre, siempre el paciente sabe perfectamente lo que está
pasando, comprende todo y coopera con la liberación. La sesión
sigue, descubriéndose una nueva entidad alojada en el campo
energético de Francisca. Esta vez es diferente en su naturaleza y
actuación.

T: ¿Qué estás haciendo con Francisca?

P: Haciéndole presión en el pecho.

T: Antes de morir, ¿eras hombre o mujer?


P: Mujer.

T: ¿Y qué edad tenías cuando murió tu cuerpo?

P: Eso no importa.

T: Es que puede ser importante.

P: No quiero hablar contigo.

Esta frase «no quiero hablar contigo» la he escuchado cientos de


veces, y pone de manifiesto la incomodidad de la entidad al saberse
descubierta y entender que el colofón de todo será que tendrá que
dejar a su anfitrión. Muchas de ellas, especialmente las entidades
que han sido mandadas temen salir, porque han sido amenazadas
que si no cumplen la misión que les fue impuesta serán duramente
castigadas, y se sienten muy atemorizadas. Estas almas son las de
los conocidos trabajos de brujerías. Esto consiste simplemente en
enviar un alma perdida a una persona destinataria, para que a la
primera oportunidad se convierta en posesión y empiece a actuar
según le ordenaron. Estas órdenes siempre son destruir la vida del
anfitrión, causando daños a nivel físico, mental, emocional,
relacional, laboral, monetario, familiar o perturbaciones mentales. El
alma al ser descubierta siente el temor y de retrae fuertemente. Pero,
este no es el caso de lo que llamamos «trabajos» en la jerga. Es
solamente un alma perdida asustada.

T: Si ya sé que no quieres hablar conmigo, pero tú sabes que


Francisca me pidió, vino para acá...

P: Yo quiero estar aquí.

T: Sí, pero es que este no es tu cuerpo, es el cuerpo de Francisca, y


ella quiere que te vayas.
P: Yo no quiero irme.

T: Pero Francisca...

P: No la voy a dejar.

T: Ella es la dueña del cuerpo...

P: No.

T: Además que llevas tanto tiempo ahí, y en vez de seguir el camino


que siguen todas las almas cuando se mueren los cuerpos, que es ir
a descansar, ir a otra parte donde van a estar bien, donde van a
tener todo lo que quieran. Qué le haces hacer tú a Francisca, ¿qué te
gusta que ella haga?

P: Que esté triste, porque yo estoy triste. Yo perdí a mis hijos.

T: ¿Cómo los perdiste?, ¿fue un accidente?

P: Mmm, sí, pero fue en el río...

T: ¿Todos juntos?

P: Dos.

T: ¿Y tú, como moriste?

P: Yo me maté.

T: ¿Y estás hace tiempo con Francisca?

P: Cinco años... me refugio ahí. Me gusta que esté triste como yo.

T: ¿Y la induces a comer?

P: A comer, a que tenga ganas de morir, como yo, a que no la


quieran...

T: Y el novio que tenía, ¿te gustaba?


P: Me da lo mismo. Él no la quería. Eso no me importa, yo actuaba
de otra forma.

T: ¿De qué forma?

P: Haciéndola obsesiva, obsesiva con todo. Por ejemplo, en vez de


llamar una vez yo hacía que llamara diez veces, así yo lograba que
la gente no la quisiera. Cometer excesos como comer más... todo,
pero mucho.

T: ¿Y con qué más la obsesionabas?

P: La obsesiono.

T: Ah, la obsesionas, ¿con qué cosa?

P: Con que ella ande triste por la vida, que tenga ganas de morir.
Como yo.

T: ¿Y cómo te llamabas?

P: Claudia

T: Y cuando entraste, ¿dónde estaba Francisca?

P: En su casa, no estaba haciendo nada.

T: Y tu llegaste ahí y la viste...

P: Sí. Yo estaba ahí, y ella llegó. Yo estaba ahí desde antes.

T: ¿Y por dónde entraste tú?

P: Por el lado.

T: Por el mismo lado donde entró Leonor. ¿Te gustaba estar con
ella?

P: Sí, por el mismo lado... mmm, sí, ella era una niña.
T: Y tú Claudia, antes de morir tu cuerpo, ¿dónde vivías?

P: En el campo.

T: ¿En qué país?

P: No sé, era campo.

En esta etapa le pregunto si le gustaría ir a ese lugar tan hermoso, a


regenerar su energía, que es la Luz. Me escucha atentamente.

T: ¿No te gustaría irte ya para descansar?

P: ¿Y quién se va a quedar con ella?

Esta es una confusión típica de las almas perdidas, que creen que la
persona dueña del cuerpo necesita su compañía o protección. No
logran entender que entraron sin permiso al campo vibratorio,
alojándose de parte de él, y chupando energía, e influyendo en la
personalidad del poseso, y viviendo una realidad que no es,
causando un daño que no pueden darse cuenta. Entonces,
nuevamente explico la situación, con calma, y amistosamente.
Somos intrínsecamente buenos, todos, y al darnos cuenta que es
natural ser así, podemos cambiar la actitud y dar un giro a lo que
sucede. Como siempre digo, la entidad se convierte en nuestro
paciente, y una vez que se libera sana todo el entorno.

Como dice mi profesor y maestro José Luis, la terapia de vidas


pasadas es una terapia transpersonal, porque no solamente sana la
persona que acude, sino también su entorno directo.
T: No pues, si ella ya no tiene necesidad, ya va a cumplir 30 años, y
tiene necesidad de recuperar su poder y hacer las cosas que
necesita hacer. Tú sabes que no le ha ido muy bien este último
tiempo, entonces ella necesita estar libre, que nadie esté influyendo
en su mente, en sus emociones, para que ella pueda tomar el poder
de su vida, ya es la hora de que tome su vida en sus manos.
Además, tú sabes que hay tanta gente que la quiere, y luego ya va a
encontrar un trabajo bueno, y entonces ella va a necesitar estar
emocionalmente completa, y mentalmente limpia, sin interferencias.
¿Qué te parece?

P: Sí.

T: Entonces vas a descansar, vas a pasarlo bien...

P: Quiero ver a mis hijos.

T: ¿Tu no sabías esto?

P: Sí sabía.

T: Digo, tú no sabías lo que pasaba cuando alguien invadía el cuerpo


de otra persona...

P: Sí sabía.

T: ¿Lo habías hecho antes?

P: Sí.

T: ¿Estabas en el cuerpo de otra persona antes?

P: Sí, de un hombre.

T: ¿Y qué lo hacías hacer a él?

P: Él se mató. Él se suicidó, yo lo hice.


Claramente aquí había más información que recabar, y aprender. Sin
embargo, el objetivo de liberar pronto a la persona fue más
importante en ese momento, que obtener más información. Y
entonces, la sesión toma un ritmo diferente, da un giro.

T: Entonces, despídete de Francisca, y dile que te disculpe.

P: Yo me la quiero llevar conmigo.

T: Sí, pero no es su tiempo, ella tiene una vida por delante. Ya llegará
el momento en que le toque pasar al otro plano, pero ahora no le
corresponde.

P: Yo me la quiero llevar conmigo.

T: Sí, pero ella no quiere...

P: No, sí quiere.

T: Pero por algo ella está aquí y vino para acá a consultar conmigo,
justamente para que hiciéramos lo que hacemos. ¿Te quieres ir a la
Luz?

P: Quiero ver a mis hijos.

T: Bueno, tú sabes que te vas a ir. Y Francisca te perdona por todo.

Y, en ese momento, Claudia ve la Luz, desde donde salen sus hijos a


abrazarla, y se le indica irse con ellos. Francisca indica que pasa a la
Luz. Y sigo en la búsqueda de otra entidad, si es que la hay. A los
pocos instantes hay respuesta:

P: Soy yo misma.
T: ¿Pero no te habías ido?

P: Sí, pero tengo algo muy pesado en una pierna.

T: Bueno, podemos cortar eso pesado y dejarlo aquí, y tú pasas a la


Luz.

P: Sí, pero esto se va a quedar con ella.

T: Entonces llamemos a alguien que nos ayude. ¿Quién podrá ser?

P: Mi marido, que está en la Luz. Él viene a ayudar. Pero no puede,


es muy pesado.

T: Entonces vamos a llamar a alguien fuerte, a un ángel o mejor a un


arcángel, ¿te parece?

P: Sí, mejor.

En este punto, hago una plegaria para pedir la ayuda de un ángel


fuerte, que pueda llevarse este peso de la pierna, y pido también la
presencia de otros ángeles que guíen, que acompañen a Claudia y a
su marido a ir a la Luz. A los pocos instantes los ángeles hicieron su
trabajo, y efectivamente pasó a la Luz con su marido. Sus hijos
estaban esperándola.

Una vez que finalizó la sesión, conversando, la paciente mostró su


sorpresa por lo sucedido, y pudo explicarse lo de su soledad, sin
poder consolidar una relación afectiva duradera. Después de esta
sesión no volví a ver a Francisca.

Esto es muy común en la práctica de la terapia de vidas pasadas. A


veces basta una sesión para que ocurran cambios en la vida. Y
obviamente, si los cambios en el área que los pacientes esperan,
entonces no regresan. Puede ser también que no regresen porque la
terapia no fue efectiva, y no hubo cambio. Ello es posible, pero no lo
podemos saber quienes nos dedicamos a esto. A veces, de vez en
cuando, tengo noticias, por referencia de algún o alguna paciente, y
lo que ha sucedido con su vida, pero no es común.

Ahora bien, la máxima del Dr. Cabouli que siempre menciono,


«cuando el paciente no quiere, el terapeuta no puede», es muy
precisa, y es como ocurre siempre. Para sanar el paciente debe estar
dispuesto a hacer cambios. No basta que hayamos hecho una
regresión espectacular, de libro como las llamo, si el paciente al salir
de la consulta persiste en seguir haciendo lo mismo. Hay que hacer
la gran partida luego del trabajo. Las entidades entran por afinidad.
Es cierto que es necesario que se produzca un debilitamiento del
campo energético para que la entidad entre y parasite, y este puede
producirse por variadas razones, como expondré más adelante, pero
la entidad que llega tiene que tener una vibración parecida al campo
emocional del dueño de él, para poder entrar. Si es una entidad cuya
principal emoción es la pena, buscará a alguien parecido. Eso al
menos lo explica claramente la dísica cuántica. Quien lo quiera
comprender mejor, lo puede buscar en la película, ¿«What the bleep
do we know?», que circuló profusamente hace unos quince años,
donde está claramente explicado lo de los estímulos y las respuestas
a ellos. Si el estímulo es el correcto entonces la respuesta es
inmediata. Si no lo es, entonces no hay respuesta.

El Dr. Brian Weiss, en su libro «El mensaje de los sabios», hace un


parangón entre la terapia de regresiones, como él la ha llamado, y la
terapia psico-analítica tradicional, haciendo énfasis en la rapidez y
efectividad de la primera, y el «enfoque lento y gastado» de la
segunda, y él asegura que una sesión puede ser suficiente para
sanar lo que el paciente necesita. La experiencia me ha llevado a
concluir que sí, que muchas veces con una sesión sí hay sanación, y
no es necesario volver a hacer otra terapia. Es mi experiencia
personal, además.

Una confusión de vida

Sandra es una joven ingeniera de 35 años, que consulta por estar


confundida en la vida, «¿para qué estoy acá?, no hago nada, no he
hecho nada, me gustaría saber para qué vine, qué tengo que
trabajar». Confiesa que hace mucho tiempo va al siquiatra, quien le
ha diagnosticado una depresión, y no logra resultados que le hagan
cambiar. Sus relaciones afectivas andan muy mal, y vive sóla,
después de una relación de nueve años con un hombre con el cual
convivió los últimos cuatro. Pero, luego de un rato confiesa un
«secreto», algo que nunca le ha dicho a su siquiatra, y es que
practica el sexo indiscriminadamente, o sea padece desde hace unos
meses de adicción al sexo, y busca todos los días hombres por redes
sociales. Este dato al final es el más importante en la conversación
previa al trabajo, y es justamente el motivo de su desequilibrio. La
sospecha de la posesión por almas perdidas es inmediata, y procedo
entonces a buscarlas. Y lo que encuentro es sorprendente:

T: ¿Qué te sucede?

P: No entiendo.

T: ¿Estás hace tiempo con ella?

P: No lo sé.

T: ¿Te gusta estar ahí?

P: Tengo frío...

T: ¿Estás intranquilo?
P: Sí.

T: ¿Tenías temor de encontrarte en esta situación?

P: Tengo miedo (solloza)

T: No temas, no te va a pasar nada. Yo estoy aquí para ayudarte, no


para juzgarte ni condenarte.

Esta frase «yo no estoy aquí para juzgar ni condenar, sino que mi
papel es ayudar, a ti y a todos» es mágica en el tratamiento de
entidades, cualquiera sea la naturaleza, condición o característica de
ella, porque saca de inmediato a esa alma perdida de la culpa por su
actuación pasada o presente, aumentando la confianza de ella, tan
necesaria para el trabajo, y logrando que desaparezcan barreras que
puedan obstaculizar o dificultar la labor. Es notorio como mejora la
comunicación cuando pronuncio esta frase.

El alma perdida no es capaz de comprender que el cuerpo


energético en el que está alojada no es de ella, sino que pertenece a
su anfitrión o anfitriona. Pero, es tal el grado de compenetración, la
simbiosis existente entre ambos, especialmente por la cantidad de
tiempo que han pasado juntos, que ni el anfitrión ni el huésped
puedan diferenciar qué pensamiento o qué emoción pertenece a
cada quién. En ese caso, y para calmar a la entidad utilizo un truco, y
es decirle que le voy a hacer un cariño en un brazo, e insisto que el
cariño es para ella y no para el paciente original dueño del cuerpo, y
paso suavemente mi mano un par de veces por el brazo y la entidad
lo siente como propio. Esto tiene importancia como técnica, porque a
veces, y cuando la entidad es reacia a dejar el cuerpo del anfitrión, le
digo que voy a hacer un cariño en el brazo, pero ahora al dueño del
cuerpo, advirtiéndole que ese cariño no es para él como fue el
anterior, sino que será para el anfitrión. Una vez que toco
suavemente el brazo haciendo el cariño hago ver a la entidad lo que
realicé, y la sorpresa de esa situación hace que tome conciencia que
el cuerpo no le pertenece. Es un truco muy simple y que funciona de
maravillas.

T: ¿Estás hace mucho tiempo con Sandra?

P: Parece que sí. (Con voz muy baja, casi susurrando).

T: Parece. Y cuéntame, tú logras entender que este cuerpo no es el


tuyo, ¿verdad?

P: No. (Susurra)

T: Porque tú sabes que en alguna oportunidad tu cuerpo murió,


¿sabías?, y entraste al cuerpo de Sandra... ¿logras ver eso?

P: No. (susurra)

T: Observa bien, porque este cuerpo no es el tuyo, es de Sandra, y


ella es la que manda.

P: No.

T: ¿Tú mandas?, (asiente con la cabeza), y qué te gusta a ti que ella


haga, ¿qué la haces hacer tú?

P: (Después de un largo silencio) Que esté sola.

T: Que esté sola, ¿verdad?, y que sufra, que lo pase mal. (Asiente
con la cabeza). Y qué otra cosa más la haces hacer tú, ¿quién hace
que se busque hombres, tú?

P: Yo.

T: Ah, tú la haces que se busque hombres. ¿Te gusta eso a ti?


(Asiente con la cabeza). Y cuéntame algo, ahora que estás
entendiendo, ¿cuando tenías tu cuerpo eras hombre o mujer?
Largo silencio.

T: ¿Te acuerdas cómo te llamabas?

P: Laura.

T: Laura, ¿y cuando estabas viva te gustaba el sexo?

P: Sí.

T: ¿Y con quién lo hacías?

P: Me pagaban.

T: Te pagaban... ¿y te pagaban bien?

P: Más o menos no más.

T: Laura, y en qué parte vivías tú, en qué ciudad.

P: En el campo, cerca de Atlanta (USA).

T: Laura, iban a verte de todas partes a ti, ¿eras famosa?

P: Jejejeje, parece.

Estas preguntas que parecen irrelevantes y superficiales son básicas


para poder seguir entablando una relación cordial con la entidad. Ello
facilita la conversación y rompe barreras, lo que permite la fluidez
para obtener valiosa información de utilidad en el trabajo y para la
comprensión de su situación al paciente original. Y además se va
cumpliendo una norma básica en el tratamiento de la posesión
espiritual, nunca se debe ser agresivo, nunca discutir o pelear con la
entidad, ya que no se tiene ningún resultado positivo con ello. El
buen trato, la seducción por la argumentación calmada y serena
asegura grandes resultados.
T: ¿Eras bonita?

P: Sí.

T: ¿De qué color era tu piel?

P: Era blanca.

T: ¿Y tu pelo?

P: Colorín (pelirrojo).

T: ¿Los hombres se volvían locos por ti?

P: Sí.

T: ¿Y a ti te gustaba estar con los hombres?

P: Sí.

T: ¿Y a ti te gusta cuando Sandra está con los hombres?

P: Sí.

T: ¿Cómo lo pasas tú?

P: ¡Bien!

T: ¿Y tú permaneces en el cuerpo de Sandra o puedes salir a mirar


de afuera?

P: No, estoy ahí.

T: ¿Y tú sientes lo mismo que ella?, ¿te gusta?

P: Sí.

T: ¿Tú la llevas a que busque hombres?


P: Ajá...

T: ¿Y cómo lo haces?

P: No sé... que se caliente.

T: ¿Y hay algún hombre que te guste más que otro?

P: Me gustan todos.

T: ¿Mientras más es mejor?

P: Sí.

T ¿La llevas a que tenga dos en una noche?

P: O en el día.

T: ¿O en el día también?

P: (Asiente con la cabeza).

T: Laura, ¿tu cuándo entraste donde Sandra?

P: Hace tiempo, estaba chica, tenía cinco años.

T: ¿Y qué le pasaba a ella?

P: Estaba triste.

T: ¿Te dejó entrar?

P: Yo me metí no más. Es que ella era muy suave.

T: ¿Y por dónde entraste?

P: Me olió.

T: Quiero que me digas algo, ¿qué te pasó a ti que moriste?


P: Se quemó la casa.

T: Y qué viste cuando moriste, ¿viste la Luz?

P: No.

T: No quisiste verla. O la viste o te hiciste a un lado, ¿te dio miedo?

P: Mmm, no quiero hablar más.

T: ¿Pero tú sabes por qué estamos juntos hoy día?

P: (Asiente con la cabeza) No quiero hablar más.

T: ¿Qué me dices?

P: Que todo es mentira.

T: ¿Qué todo es mentira? Parece que viste la Luz... Laura, tu sabes


por qué estamos juntos nosotros.

P: (Asiente con la cabeza)

T: Laura, tú sabes además que Sandra quiere que te vayas, ¿no?

P: Ella soy yo...

T: Bueno, eso es lo que tú quieres hacerla creer a ella... Entonces


Laura yo estoy aquí para que tomes conciencia que tienes que salir
de este cuerpo porque Sandra es la dueña del cuerpo, y que tú
tienes que ir a descansar, tienes que ir a recuperar energías, volver a
tener un cuerpo joven, hermoso, y volver a vivir de nuevo, en mejor
forma que la que viviste, ¿qué te parece, te gustaría?

P: No, ya lo tengo.

T: Pero es que ese cuerpo no es tuyo, obsérvate bien, es el cuerpo


de Sandra.

P: Mmm...
T: Yo te invito a que tú tomes conciencia de que tienes que irte,
tienes que dejar a Sandra, tienes que dejarla libre... Tienes que ir a
un lugar donde vas a ser recibida con amor, con cariño, y lo vas a
pasar bien.

P: Mmm...

T: Para que Sandra pueda seguir con su vida, si no al final...

P: Mmm, no.

Este trabajo de convencimiento, con esta técnica, muchas veces se


hace largo, insistiendo en hacer ver el daño provocado, del cual la
entidad no tiene nunca conciencia. Entonces, para acortar el diálogo
que se hace cansador, se recurre a la técnica de preguntar al
paciente original, al dueño del cuerpo, acerca de si quiere que la
entidad se vaya. Esta respuesta es fundamental para seguir el
trabajo, ya que la entidad se da cuenta que su existencia energética
ha sido descubierta después de tantos años, y además su influencia
en la personalidad del paciente ha sido desnudada y por lo general,
su accionar no es beneficioso para el anfitrión. En muy contados
casos, de los miles de entidades que he ayudado a ir a la Luz, el
paciente ha manifestado que no quiere que la entidad se vaya. En
ese caso el trabajo concluye en ese momento, porque no se puede
quebrantar la voluntad del paciente, bajo ninguna circunstancia.

T: Ahora, le pregunto a Sandra si quiere que Laura se vaya. Sandra,


por favor contéstame con tu propia voz, ¿tú quieres que Laura se
vaya?

P: Sí. (El tono de su voz es el original de la paciente)

T: Muy bien Laura, ya escuchaste a Sandra, que quiere que te vayas.


En este punto la entidad se nota atemorizada, y se le explica lo que
va a encontrar en la Luz, donde tendrá un pasar lleno de amor y
compasión. Entonces, se le hace ver dicha Luz, y a pedir que vea
quién viene a buscarla.

T: ¿Quién viene de la Luz a buscarte?

P: Ohhh, es la madame, la madame.

T: ¿Y está contenta de verte?, ¿qué te dice?

P: Que la acompañe...

T: Muy bien, fíjate bien, ¿quién más aparece a buscarte?

P: Las compañeras, mis compañeras...

Aquí, dado que Laura manifiesta que necesita ayuda externa para ir
a la Luz, pido la asistencia de los ángeles para que ayuden en el
viaje al alma de Laura. De inmediato Laura dice que aparece uno
que tiene suficiente energía para llevarla a la Luz donde la esperan la
Madame y sus compañeras. Pero antes de ese paso, le pido al alma
de Laura que se despida de Sandra, y le pida perdón por todo lo que
influyó en la personalidad de Sandra, habiendo intervenido en el
quebrantamiento de su voluntad.

P: Sandra, perdóname por lo que te hice (se le quiebra la voz).

T: Laura, ¿sentiste el perdón de Sandra?

P: Sí.
En ese momento, el ángel que pidió Laura la acompaña a pasar a la
Luz. En la conversación posterior con la paciente contó algunos
aspectos que se tornaron muy importantes y que dan cuenta de la
toma de conciencia que tuvo con la terapia. Laura era una joven
prostituta estadounidense blanca y pelirroja, que murió, al igual que
la Madame y las compañeras, en un incendio. Un parroquiano
borracho y furioso por celos por alguna de las mujeres, cerró la casa
con todas adentro y le prendió fuego. Corría el año 1875. El alma de
Laura deambuló todos esos años hasta llegar a Sandra, cuando ella
tenía cinco años y estaba muy triste por castigos de sus padres. La
influencia de Laura comenzó a manifestarse prontamente, y Sandra
cuenta que comenzó a masturbarse a los seis años de edad. Desde
la mañana en la oficina comenzaba a actuar para concretar citas
inmediatamente después que saliera de la oficina, y normalmente
tenía una segunda cita unas tres horas después de la primera.
Odiaba su período menstrual, porque le impedía hacer lo
acostumbrado. Y muchas veces, una vez concluido el encuentro
sexual, se sentía tentada a cobrarle a sus ocasionales compañeros
sexuales. El colmo de la influencia de Laura para Sandra fue cuando
ella se tiñó el pelo pelirrojo. Como resultado de la terapia Sandra
dejó su adicción al sexo en forma inmediata. Pero, esta posesión por
Laura no explicaba su depresión, por la cual era tratada por su
siquiatra.

Seguimos el trabajo en la misma sesión, y encontramos una segunda


entidad, un alma suicida, que era la responsable de la depresión.
Esta entidad había entrado cuando Sandra tenía quince años y había
tenido un intento de suicidio consumiendo una sobredosis de
ansiolíticos. Este trabajo fue rápido y efectivo y pronto Sandra se
liberó completamente de dicha alma. Es conveniente revelar que
Sandra después de la sesión dejó de estar deprimida.

El paciente siempre dice lo que le pasa


Marcia, mujer de 40 años, llega a la consulta por una recomendación
de un amigo. Separada, con un hijo adolescente, su vida sentimental
no ha sido feliz. Manifiesta que «yo cargo con cosas que no son
mías. Es como una angustia que tengo desde siempre». Esta
declaración es muy importante, porque el paciente siempre dice lo
que le pasa. Por eso es que en este trabajo es fundamental escuchar
con atención, para poder trabajar después con certezas. Cuando no
sabemos escuchar debemos aprender a hacerlo, entrenarnos,
porque siempre, siempre el paciente dice lo que le pasa. Puede ser
una palabra, un monosílabo, una frase corta, o una expresión sutil,
como puede ser una declaración clara y simple como «yo cargo con
cosas que no son mías». Al decir esta frase, que carga con cosas
que no son de ella, claramente está diciendo que es anfitriona de
alguna alma perdida, cualquiera sea la naturaleza, característica o
condición de esta o estas, porque pueden ser varias.

Hay una forma diferente para rastrear las entidades, que no sea
solamente a través de respuestas físicas como dejar caer los brazos,
o mover los dedos de las manos, en que actúa el subconsciente de
la persona. O el inconsciente. Como quiera el lector. Esta forma es
novedosa y hace que el paciente participe plenamente en la terapia,
en un estado de conciencia expandida, una vez que su cuerpo está
relajado y en un estado confortable. Para ello es necesario que
visualice su campo energético, su campo vibratorio, su aura. Esto
puede hacerse directamente pidiéndole al paciente que lo vea -
muchos pacientes lo logran de inmediato-, o realizando un ejercicio
de visualización del mismo. Para ello le pido que vea que desde lo
más alto del universo viene un haz de luz muy blanco, el haz de luz
más blanco que ha visto nunca, y que perciba, vea o sienta cómo
penetra por su coronilla, empezando a llenar de luz el cuerpo. Luego,
cuando está lleno de luz le pido que observe cómo la luz sale por
todos los orificios del cuerpo y por los poros, creando un campo de
luz blanca de 40 cm de espesor alrededor de todo el cuerpo. Una vez
que el paciente ve este campo luminoso le explico que es su propio
campo vibratorio, su aura. Ahí, le pido que lo mire con calma y una
vez que lo recorre entero le pido me indique si hay en él alguna
sombra, o alguna parte en que la luz no sea brillante, o que esté
tenue, o si ve como manchas en él. Estas sombras, manchas o falta
de luz indican la presencia de entidades. Entonces, le pido al
paciente que mire bien y me diga cuántas de estas ve y en qué parte
del cuerpo -asociado al campo vibratorio- están alojadas, y cómo se
afirman en él, cómo se agarran. Le pido que me indique si ven raíces
hacia adentro, o garras, o especies de puntas de lanzas, o anzuelos,
o alguna otra forma que le llame la atención. Por lo general los
pacientes ven cómo estas penetran los campos sutiles hacia el
cuerpo, llegando incluso a la médula espinal. Esta visualización hace
que la persona tome confianza y participe en el trabajo, porque se
produce una comprensión del fenómeno, un darse cuenta.

T: Quiero que me digas ahora dónde hay una sombra en ese campo
luminoso. Fíjate dónde hay una zona que está más oscura, a qué
altura de tu cuerpo, una zona que no está suficientemente luminosa,
no está suficientemente blanca.

P: Desde el cuello hacia abajo, desde el cuello hacia los muslos.

T: ¿En el pecho?

P: Sí, ahí está más oscuro. Hacia abajo oscuro, pero no tanto.

T: Entonces son dos energías, una en el pecho, desde el cuello, que


es más oscura, ¿y otra más abajo sobre el estómago?

P: Sí. hacia abajo hasta los muslos. Una mancha desde el cuello
hasta el pecho que es más oscura, y otra que está desde el
estómago a los muslos que es más clara.

T: ¿O sea son dos?

P: Sí, son dos.


Una vez identificadas las sombras o manchas le pido al paciente que
establezca una jerarquía de ellas en base a la importancia, o a su
energía, o a cómo él la perciba. El paciente siempre sabe cuál es la
más importante, bien sea por las consecuencias que tiene su
accionar en su vida, o por su característica o condición o tamaño. Es
necesario confiar en la sabiduría del paciente. Luego le pido que
vaya a la primera en importancia y capte su emoción principal. Y aquí
comienza lo medular del trabajo. Por lo general las entidades
transmiten su emoción dominante, y ella siempre está en el rango de
lo que denominamos como emociones negativas, a saber, rabia,
pena, vergüenza, dolor, venganza, culpa, odio, rencor, molestia,
preocupación, obsesión, envidia, resentimiento, tristeza, frustración,
impotencia, angustia, miedo, o confusión.

T: ¿Qué emoción sientes tú que tiene la energía que está en el


estómago hacia abajo?

P: Es como más rígida, no se mueve, y tiene miedo, esa es su


emoción.

T: ¿Y la que está en el pecho?

P: Inquietud. Es como rabia y pelea lo que tiene. Rabia y pelea.

Hecho esto comienza el trabajo propiamente tal para lograr liberar la


entidad, y lograr la libertad del paciente original de la influencia de
esta. En esta parte, usualmente, explico al paciente, y a la entidad o
entidades que están a estas alturas atentamente escuchando,
expectantes, sospechando lo que se viene, que yo estoy ahí para
ayudar, para acompañar al paciente y a todos quienes están ahí, y
que no estoy ni para juzgar ni condenar, que no es ese mi papel,
sino, insisto, solamente ayudar.
T: Bueno, yo le quiero decir a estas energías que están ahí que yo
estoy aquí para ayudar, no para juzgar ni condenar, y entonces le voy
a pedir a la primera energía que se comunique conmigo usando la
garganta y la voz de Marcia. Y le pido a Marcia que nos preste su
garganta y su voz para que se comuniquen conmigo, y ahora le pido
a la primera energía que está ahí que se ubique en la garganta de
Marcia para que se comunique conmigo. Entonces, la primera
energía que se ubique en la garganta, ahora, cuando cuente tres,
uno, dos, tres...

T: Tú que estás ahí con Marcia, ¿estás hace tiempo con ella?

P: Sí.

T: ¿Y te gusta estar ahí?

P: No.

T: ¿Y estás contenta o contento?

P: No sé.

Ya está en tierra derecha el trabajo, porque se ha logrado el contacto


con la primera entidad. No está claro cuál de las dos es, si la del
pecho o la del estómago, pero eso no tiene mayor importancia,
porque lo relevante es comenzar la labor de limpieza o liberación. Y
ya se logró. A veces doy este discurso tranquilizador una vez que ya
estoy en contacto con la primera entidad. No tengo una regla definida
en este punto. Solamente lo hago. Sin rigidez. Y digo sin rigidez
porque este trabajo no es un trabajo con un protocolo específico y
riguroso, sino que es fundamentalmente intuitivo, en el cual la
conexión con el paciente y su entorno es básico para ir desarrollando
la terapia. La intuición, llamémosla así, juega un papel primordial en
este trabajo. Cuando confías, ves. Una vez, entonces, establecida la
comunicación con la entidad posesora por medio de la garganta y la
voz del anfitrión poseído, se comienza el trabajo de liberación
propiamente tal.

Establecer la conversación con la entidad

Hay que ganar la confianza de la entidad, para que esta hable


libremente. Aquí hay que dejar que se explaye en cómo está ahí,
cómo se siente y que diga lo que pueda o quiera. Lograr que la
entidad entienda su situación, que su cuerpo murió, y que las almas
no mueren nunca, es el mejor recurso. Para ello utilizo siempre la
técnica de llevar a la entidad al momento de la muerte de su cuerpo,
que vea el cuerpo en ese momento, el de la muerte, y que se de
cuenta desde dónde lo está mirando.

Esto es fundamental, porque el alma posesora entiende de inmediato


lo que le pasó, y comprende si fue una muerte provocada por un
suicidio; un asesinato; una muerte violenta por un accidente de
tráfico, aviación, naufragio u otro; un desastre natural como un
aluvión, terremoto, crecida de río, u otro; una larga enfermedad,
repentina como un ataque cardíaco u otra situación.

Junto a ello les hago ver la Luz, que siempre aparece en algún lado y
preguntar por qué decidió no seguir o ir a la Luz.

Cuando se ve el cuerpo que murió se hace más fácil preguntar por el


sexo que tenía, y su nombre de pila. Este dato, el del nombre, es
crucial para el trabajo. Cuando la entidad dice el nombre que tenía ya
podemos decir que el trabajo está en camino recto. La energía
asociada al nombre es vital, ya que en ese momento la entidad,
cualquiera que sea su naturaleza, condición o característica, entrega
gran parte de su poder.

Generalmente le pido que exprese su gratitud por ese cuerpo, y


aprovecho me indique qué es lo que le gustaba, cuáles eran sus
hábitos, gustos y preferencias. Esto, que parece ser un gusto por lo
anecdótico, tiene la finalidad de empezar a conocer qué era lo que le
gustaba, porque siempre el alma perdida conserva los gustos y
preferencias de la última vida en la carne, los que trata de hacer que
repita el dueño del cuerpo del cual es huésped.

T: ¿Estás confundida?

P: (Comienza a llorar) Sí (con voz temblorosa)

T: Tienes pena, ¿no?

P: Sí (solloza)

T: Bueno, quiero que sepas que estoy aquí para ayudar, te voy a
contar algo..., fíjate tú estás en un cuerpo que no es el tuyo..., tú
tenías un propio cuerpo antes..., y ese cuerpo que tú tenías adivina
qué le pasó. ¿Qué crees tú que le pasó a ese cuerpo?

P: (Solloza) No sé.

T: Tu cuerpo se murió. Entonces, ahora, cuando cuente tres vas a ir


al momento en que tu cuerpo se murió. Uno, dos, tres..., ¿qué le
pasó a tu cuerpo?

P: Parece que me caí de algo.

T: Parece que te caíste de algo, ¿o te tiraste de algo?

P: (Sigue sollozando) No lo sé.


T: ¿Y si supieras?

P: (Sollozando) Es que veo el cielo y es de noche...

T: ¿Te tiraste de algo?

P: Parece.

La experiencia indica que la entidad es un o una suicida, que se dejó


caer desde alguna altura, hacia una superficie no determinada. El
llanto, la tristeza manifestada por la entidad en esos minutos desde
el comienzo de la sesión dan cuenta del profundo conflicto que
estaba viviendo, y que después de consumar el probable suicidio
sigue experimentando. Y esto es porque el suicida se da cuenta que
no solucionó nada de lo que los problemas que tenía en vida, sino
que sumó un nuevo impedimento a su realidad, y es que está en un
mundo paralelo donde no puede hacer nada para solucionar lo
anterior, ni tampoco puede cambiar esta realidad, la de estar sin
cuerpo, impotente.

T: ¿Y qué edad tenías cuando murió tu cuerpo?

P: 24.

T: ¿Y era un cuerpo de hombre o de mujer?

P: Parece que de mujer.

T: ¿Y cómo te llamabas?

P: Era Ingrid. Ingrid.

T: Ingrid, eres bienvenida aquí a hablar conmigo. Te repito que estoy


aquí para ayudar, no estoy aquí para juzgar ni para condenarte, y lo
que hiciste no tiene ninguna condena. ¿De acuerdo?, por lo menos
yo no te condeno.

P: (Sigue sollozando) Bueno.

T: ¿Tenías penas de amor?

P: Ya no quería vivir.

T: Cuéntame, qué te pasaba,

P: Era pobre.

Determinar el punto de la vida del anfitrión en que la entidad


entró

Esto es de suma importancia en la consecuencia terapéutica del


paciente, ya que le permite darse cuenta del trauma, que hay que
tratar por medio de la técnica de la terapia de vidas pasadas, y
entender el estado emocional en el que se encontraba en ese
momento y que posibilitó la posesión por la entidad desencarnada.

T: Ingrid, y cuando entraste aquí donde Marcia, ¿qué edad tenía ella,
era chiquita?

P: Sí. Era chiquita.

T: ¿Y qué le había pasado?

P: Estaba llorando.

T: Ah, estaba llorando, ¿y por qué lloraba?

P: No lo sé.
T: ¿Qué le había pasado que lloraba?

P: Estaba sóla, tenía pena.

Motivos por los cuales el poseído debilitó su campo energético


que permitió la posesión

La entidad está esperando su oportunidad para entrar. Basta que se


produzca el debilitamiento del campo vibratorio para que pueda
pegarse a él. Si ese campo está vibrando con la emoción del amor,
de la compasión, de la felicidad, de la solidaridad, de la compañía, de
la seguridad en el fondo, no hay posibilidad alguna que se pueda
producir una fisura en él. En este caso aquella niña estaba llorando,
tenía pena. Algo le había pasado que estaba en esta emoción
negativa, y obviamente, sin defensa.

Por eso, a los niños no se les debe pegar nunca, jamás. Ni siquiera
llamar la atención en forma agresiva. Cuando se es pequeño no se
sabe, no se tienen habilidades manuales, destrezas, ni menos
fuerza. Por lo tanto, los niños pueden destruir lo que encuentran a su
alcance, y, a veces, ponen en peligro su integridad física por no
poder dimensionar los peligros a los que se someten. Por ello, el
castigar a los niños por asuntos como eso hace que inmediatamente
se destruyan sus defensas energéticas. Es más, para el niño el
castigo de los padres es considerado como una traición, porque
aquellos que tienen la tarea de cuidarlo, guiarlo y protegerlo en la
entrada al mundo hacen justamente lo contrario, lo que se suponía
que era de lo que lo cuidarían, del daño. Nada hay más doloroso
para un niño que el castigo paterno. Y, es frecuente, que un niño
golpeado pierda un trozo de su alma en ese instante, perdiendo con
ello su energía, y posibilitando la entrada de almas posesoras.
La pérdida de la energía puede llegar a ser tan importante que
después en la vida restante siempre le falte para acometer las
labores que la vida le tiene asignada, sobreviviendo las frustraciones,
desencantos, desencuentros y derrotas. Idealmente, hay que hacer
una regresión al paciente a ese punto, a aquel en que sufrió el
trauma. Es necesario recuperar la energía, recuperar el trozo de
Alma, y sanar el trauma.

T: ¿Y tú por dónde entraste?

P: Por el cuello

T: ¿Y le pediste permiso a ella para entrar?

P: (Solloza) No.

T: No. Entraste no más. ¿Qué te llamó la atención en ella?

P: Que es como yo.

Aquí hay un par de asuntos bien importantes. El primero es que el


alma perdida no tiene conciencia de la propiedad del cuerpo. Está en
un estado en que no entiende que ese no es suyo, y que está
invadiendo un cuerpo ajeno. Lo segundo, es que es común que haya
una afinidad entre el alma y la persona dueña del cuerpo. Puede ser
sutil, o evidente, y la entidad la explicite, como en este caso. Por esa
afinidad es que la posesión se hace más fácil. Energéticamente se
posibilita.

T: Ingrid, tú sabes lo que hiciste a tu cuerpo, ¿no?

P: Sí, lo sé.
T: ¿Y se solucionó algo de lo que te pasaba antes?

P: No, nada.

En el caso de los suicidas pasa algo muy particular. Habitualmente lo


primero es que creen que el intento de suicidio falló, porque a pesar
de ver el cuerpo ya sin vida, siguen con vida. La confusión es total. Y
la situación que provocó el suicidio no cambió en nada. Entonces,
hay una sensación de falla en el cometido que es muy dolorosa para
esa alma. Algunas almas se dan cuenta además que su obra, su
auto-destrucción, causa mucho dolor en los seres queridos que
quedan con vida, lo que muchas veces viene a aumentar su carga
emocional negativa. Entonces, es muy importante determinar lo que
vivía la entidad antes de la muerte de su cuerpo físico.

T: ¿Qué hacías antes, antes de hacer eso que hiciste con tu cuerpo,
a qué te dedicabas?

P: Atendía algo, un lugar con gente, un negocio, comida.

T: ¿Y era tuyo el negocio o de otra persona?

P: De otra persona.

T: ¿Y te gustaba trabajar ahí?

P: No (comienza a sollozar nuevamente).

T: Y qué pasaba ahí, ¿qué te tocaba hacer?

P: Tenía que barrer, limpiar. Parece que dormía ahí también.

T: ¿Y alguien dormía contigo?

P: Nadie.
T: Ahora Ingrid quiero que me digas algo que es importante, ¿qué
cosa haces tú que haga Marcia? ¿A qué la induces?

P: A que se mantenga igual, sin ganas de vivir. Pero ella no me hace


caso. (Solloza)

T: Ha sido dura ella, no te quiere hacer caso.

P: Sí.

Esto es bien transcendental, porque lo que está diciendo es que


Marcia no ha querido suicidarse, a pesar de los esfuerzos que ha
hecho para que lo haga.

T: ¿Qué más le haces hacer?

P: Que tenga recuerdos.

T: ¿Recuerdos tuyos?

P: No, de ella. De cuando era chica.

T: ¿Esos recuerdos de cuando sufría y lloraba?

P: Esos.

No logré en este trabajo dilucidar completamente la razón de la


tristeza de Marcia de niña. Ingrid no era muy locuaz y estaba muy
traumatizada con lo que le había pasado en vida que la llevó al
suicidio. E, insisto, a veces es muy importante que el paciente
entienda lo que le pasaba en el momento en que el alma perdida
entra en su campo energético, ya que con eso toma conciencia de lo
que le sucedió, y de lo que causó ese hecho y también si se repitió, o
la paciente lo repitió con otra persona. No solamente la desposesión
es la que sana, también lo hace el comprender las causas. Y eso
sana para siempre.

T: A ti te gusta que ella recuerde.

P: Sí.

T: ¿Y has estado a punto que ella se suicide?

P: No, porque ella sabe.

T: ¿Está intuyendo ella que tú estás ahí?

P: Sí.

T: ¿Por eso vino para acá?

P: Sí.

Muchas veces los pacientes saben que son poseídos. Intuitivamente


lo saben. Por eso hay que confiar en su sabiduría y escuchar
atentamente lo que dice en la conversación previa.

T: ¿Y qué otra cosa la haces hacer?

P: Enojarse. Y llorar.

T: ¿Ella sabe que esa pena es tuya?

P: Es pena de ella.

T: O sea doble pena, la tuya y la de ella.


P: Sí.

T: ¿Y tú te has metido en el tema de la relación con el papá de su


hijo? ¿Con sus novios?

P: (Llora) Sí. Es que no tiene que confiar.

Esto es un punto de inflexión en el trabajo. Cuando el posesor


declara lo que ha influido en la vida de su anfitrión, y que son
asuntos de mucha importancia en la vida, como es la relación con el
padre del hijo de la paciente, o con sus novios. El temor y el odio de
Ingrid hacia los hombres hicieron lo suyo en la vida amorosa de
Marcia. No voy a establecer un juicio sobre si ello está bien o no lo
está, o si debía ser o no así, o si estaba equilibrando algo anterior,
solamente quiero dejar establecido la influencia del alma perdida en
la vida de Marcia.

T: ¿Los hombres son malos? ¿Me quieres contar?

P: No, no quiero.

T: Y tú, por qué te suicidaste, ¿tenías novio?

P: No.

T: ¿Estabas embarazada?

P: No. Quería estar sola.

T: ¿Te habían hecho sufrir los hombres?

P: Sí. (Llora)

T: Son malos los hombres, ¿eso quieres decir?


P: Sí. (Llora)

T: ¿Abusaron contigo?

P: Sí. (Llora)

T: ¿Te tomaban cuando querían?

P: Sí (llora).

T: ¿Eras bonita?

P: Sí. (Llora)

Esta es la con seguridad la causa de su suicidio. Una mujer joven,


pobre, hermosa, quien es violentada sexualmente por los hombres,
en una casa donde seguramente la dueña del lugar recibía dinero
por ello. Entonces, la profunda pena de su vida, el maltrato, la
indignidad, y la desesperanza la deben haber inducido a hacer lo que
hizo. Estas emociones siguen presentes en Ingrid después de la
muerte de su cuerpo, y las lleva consigo hasta Marcia. Y he ahí el
asunto de la posesión, que es una lucha de personalidades, donde la
más fuerte, la de mayor voluntad termina ganando. En este caso,
aparentemente la energía de Ingrid es tan poca que no puede ejercer
toda la presión que quisiera, pero sí la suficiente para sumir a Marcia
en esa pena con la que llegó, y en la mala relación con los hombres,
como era su realidad, aún cuando es una mujer atractiva en todo
aspecto.

T: Ingrid, ¿sabes por qué estamos juntos hoy día?, ¿se te ocurre por
qué?

P: No (solloza)

T: Adivina, ¿qué crees?, ¿qué se te ocurre?


P: No sé.

T: Mira, este cuerpo en el que estás no es el tuyo, ¿verdad?, eso lo


tienes claro, ¿no?

P: Sí.

T: Porque sabes que cuando los cuerpos se mueren nosotros, lo que


somos de verdad, nos vamos a un lugar que se llama la Luz. Y ese
es un lugar donde hay solamente amor y compasión, y donde no hay
juicios. En ese lugar no hay nada más que amor. Somos recibidos
con gran alegría y nos cuidan, nos protegen, recuperamos nuestra
energía, se restañan nuestras heridas y... y lo pasamos bien. Es un
lugar luminoso, lleno de amor, cálido, donde no hay juicios, nada.
Entonces Ingrid la pregunta mía es ¿por qué no te fuiste a la Luz
cuando tu cuerpo murió?, ¿viste la Luz?

P: No, no la vi.

T: Y te gustaría ir a ese lugar.

P: Estoy cansada. Cansada de estar aquí. (Solloza)

T: Y pregúntale a Marcia si no está cansada ella de llevarte.

P: Sí, ya no quiere que yo esté.

T: Claro, ella se dio cuenta que esas penas, esos miedos, esas
ganas de suicidarse no eran de ella. ¿De quién son?

P: Son mías.

A los pocos minutos el Alma de Ingrid estaba pasando a la Luz, sin


inconvenientes. Y coincidentemente con ello se acabó el sollozo y su
cara adquirió una expresión más tranquila. Pero, la sesión aún no
concluía.
T: Yo le pido a la siguiente entidad que está ahí que se ubique en la
garganta de Marcia, y cuando esté ahí que ella trague saliva.

A los pocos segundos Marcia traga saliva, indicando la presencia de


una nueva Alma. En ese momento le digo lo de siempre, que estoy
para ayudar, sin juicios, y empiezo el trabajo de liberación.

T: ¿Estás hace tiempo con Marcia?

P: Sí.

T: ¿Estás contenta de estar ahí?

P: No.

T: Cuéntame, estaba chica ella cuando tu entraste.

P: Sí, tenía ocho años.

T: Oye, y cuéntame, qué le pasaba a ella cuando tu entraste.

P: Tenía pena, estaba sóla, se sentía sóla.

T: ¿Y qué le pasaba?

P: Estaba sóla, nadie le hacía caso.

T: ¿Y por dónde entraste?

P: Por el ombligo.

T: ¿Y le pediste permiso?

P: No.
T: ¿Y dónde la encontraste?

P: En su casa.

Esta entidad se expresa mejor, con más confianza. Aun cuando dice
que está confundida y no sabe qué pasa. Le explico que su cuerpo
murió, y que ahora comparte el campo vibratorio de Marcia. Al
llevarla al momento en que murió su cuerpo relata:

P: Caí al agua.

T: ¿Un accidente?

P: Sí.

T: ¿Y qué edad tenías cuando caíste al agua?

P: 10 años

T: ¿Y cuál era tu nombre?

P: Lolo.

T: Ah, bonito nombre.

P: Tengo la idea que era un gato, parece.

Y aquí fue grande mi sorpresa. Me costó aceptarlo, a pesar de haber


tenido antes algunas experiencias con almas de animales en
diversas circunstancias.

T: ¿Y qué la haces hacer tú?

P: Ser como niño, llorar, y estar sóla.

T: Oye, Lolo, ¿sabes por qué estamos juntos hoy día?


P: ¿Me tengo que ir?

T: Claro. ¿Quieres que la hagamos corta?

P: Bueno.

T: Entonces despídete de Marcia. Dile que te vas a ir a la Luz, y


pídele disculpas por haber entrado a su cuerpo.

P: Soy como un gato. Soy un gato.

T: ¿Eres un gato?

P: Sí. Soy un gato.

T: Los gatos también van a la Luz, Lolo.

P: Sí.

Y Lolo sollozando se despidió de Marcia, diciéndole que no sabía


que no había que meterse en otro cuerpo. Pero antes de irse a la Luz
le pregunté si quería ayudarme en un servicio para otras almas.

T: Mira, mira hacia arriba. Ahí se abre una gran puerta, y se llena
este espacio de Luz. Esa es la puerta a la Luz. Ahí tienes que irte,
pero antes de pasar la puerta vas a llamar, por todos los universos, a
todas las Almas de tu mismo origen o de distinto origen, de tu misma
naturaleza o de distinta naturaleza, de tus mismas características o
de diferentes características, luminosos y no luminosas, y les vas a
decir que aprovechen de pasar por este portal que hemos abierto, un
portal hacia la Luz. ¿Estás llamando?

P: Sí.

T: ¿Están viviendo?
P: Sí.

T: ¿Muchas?

P: Cien.

T: Ah, ¡cien! ¿Y hay alguna que no quiera pasar o que tenga miedo
de pasar? Explícales que no teman, que van a recibir solamente
amor y compasión, para que pasen todos por la puerta. Sigue
llamando ¿Están pasando?

P: Sí. Y hay otros gatos.

T: Diles que pasen, que pasen todos.

P: Hay uno que no quiere pasar.

T: Explícale que lo va a pasar bien. Dile que en la Luz hay sólo amor
y compasión.

P: Ya.

T: ¿Pasó?

P: Sí.

Inmediatamente Lolo, el alma del gato de Marcia, pasó a la Luz,


después de haber hecho un gran servicio. Siempre hay Almas
esperando ir a la Luz. Son Almas perdidas, que no saben qué hacer,
que no tienen energía para buscar o encontrar la Luz. Este trabajo lo
hago recurrentemente con los pacientes, que me ayudan con agrado.

Terminamos la sesión y conversamos con Marcia, y mientras lo


hacíamos me fijaba en sus ojos que estaban transparentes y
brillantes, a diferencia de cuando llegó a la consulta, que eran muy
opacos. Su semblante era otro, y el color de su cara había cambiado,
se veía llena de vida. Había entendido perfectamente lo que había
vivido, y expresó que ya no llevaba ningún peso sobre sí. Y me dijo
que nunca había tenido un gato, por lo que no era su mascota la que
vino a ella, sino un alma errante de un gato muerto en un accidente,
que no estaba preparado para morir en ese momento. Un relato
similar al de tantos humanos que he escuchado en las terapias.

Muchos «entendidos» en el mundo paralelo, que llenan de temor a


quienes tienen deseos de ayudar a hacer servicios como este
expresan que hacer eso es «muy peligroso». Lo que puedo decir es
que lo único peligroso es trabajar con miedo. Esa es una emoción
negativa que es desastrosa. Cuando se trabaja con amor no hay
ningún inconveniente. En mi trabajo parto siempre pidiendo la
asistencia y protección de Miguel Arcángel, a quien le pido que
mantenga el espacio en el que trabajo lleno de luz, y sellado por su
luz azul, donde nada puede penetrar. La presencia del Arcángel
Miguel es intimidante para las energías no luminosas, por lo cual el
trabajo se puede hacer con total seguridad y tranquilidad.

El alma perdida se convierte en nuestro paciente principal. Cuando lo


ayudamos a ir a la Luz esa alma descansa por fin, y encuentra paz.
Y, en ese momento, nuestro paciente original, el que vino con esa
alma a la consulta, sana. Esa es la doble belleza de este trabajo, que
siempre me llena de satisfacción.

Algunas guías sobre el fenómeno de la posesión

¿Cuándo podemos ser poseídos?


En términos generales podemos ser poseídos cuando debilitamos
nuestro campo vibratorio, cuando disminuimos la velocidad de
vibración de él. Esto sucede cuando atravesamos un acontecimiento
traumático tales como un accidente, una enfermedad desafiante, una
pelea, una agresión, incluidas las sexuales, o cuando somos presa
de emociones como la pena, la rabia o el miedo. Los niños son
especialmente vulnerables, por lo que hay que ser en extremo
cuidadosos con ellos, no solamente no sometiéndoles nunca a un
castigo físico, sino también en nuestro vocabulario o ciertas actitudes
hacia ellos. Por ejemplo, amenazar a un pequeño con irse y dejarlo
abandonado puede desatar un desastre emocional en el niño,
sumiéndolo en el temor, con lo que baja su nivel de vibración
quedando extremadamente vulnerable a la intrusión de un alma
perdida.

Estos acontecimientos traumáticos suelen ir acompañados con la


perdida de un trozo del alma, por lo que terapéuticamente una vez
concluida la desposesión debe llevarse al paciente a recuperarlo,
para que así pueda estar completo, y con ello elevar su vibración.

Otra ocasión es, desafortunadamente, cuando estamos bajo los


efectos de la anestesia general. Esta produce una pérdida de la
conciencia, y un debilitamiento del campo energético y, como las
anestesias se dan en los hospitales, lugar donde abundan las almas
perdidas, se puede ser invadido por alguna con mucha facilidad.

Y quiero llamar la atención aquí a un tema delicado, y que es el


alcohol y las drogas, ya que ambas situaciones son una situación de
riesgo extremo. A veces basta con consumir una vez para ser presa
de una posesión. Las personas que son presas del alcohol pareciera
que tienen su aura resquebrajado y con hoyos, al igual que los
drogadictos, cuyo campo luminoso normalmente parece un colador.
El drama sucede cuando un alcohólico o un drogadicto muere en
forma intempestiva o violenta ya que, como expliqué, su alma,
expulsada del cuerpo, conserva todos los gustos, hábitos y
preferencias que tenía antes de morir el cuerpo, y necesita consumir.
Y entonces se mete como huésped de alguna otra persona. En mi
experiencia, todas las adicciones -drogas, alcohol, ludopatía, sexo,
velocidad, deportes extremos- provienen del actuar de algún o
algunas almas perdidas alojadas en el aura del adicto. A veces, son
muchas las almas posesoras, las que van forzando la voluntad del
dueño del cuerpo, cuya alma se va retirando gradualmente o
perdiendo vitalidad, hasta hacer que el cuerpo muera. El peor drama
de este cuadro de vulnerabilidad es que en cualquier momento se
puede ser poseído por un alma suicida que induce entonces a
repetirlo. Así, pueden provocar accidentes de tránsito, atropellos,
choques o cualquier otro accidente que lleve a la muerte. Vaya
paradoja esta, igual que los suicidas, que de tanto inducirlo al vicio
llevan a morir al cuerpo donde están parasitando, para salir al final
despedidos de él.

Otro asunto importante que es causa de muchas posesiones es la


famosa tabla ouija. No me cansaré de repetir la peligrosidad que este
juego tiene consigo, porque la práctica deja indefensas a las
personas, con su campo energético completamente abierto, y
susceptible de ser invadido. También las famosas «canalizaciones»,
tan en boga por estos tiempos, causan el mismo efecto. A las
personas que son asiduas a estas prácticas siempre les pregunto
que cómo saben la calidad del espíritu que están canalizando. No
porque este les diga que es un «ser de luz», o que es un ángel o un
querubín que tiene por misión ayudar y guiar a la gente,
efectivamente va a serlo. Nunca es, porque un verdadero maestro,
un verdadero ser de luz jamás va a venir a dirigir la vida de las
personas, sobre todo cuando les piden sacar provecho sobre otros
seres humanos. Los casos que he visto resultado de estas prácticas
son numerosos.
Cómo podemos saber si nos afecta una posesión

Los síntomas son variados, y pueden presentarse uno o varios de


ellos. Edith Fiore ideó una escala en que va dando puntaje a cada
situación, para determinar una cantidad que asegura que es una
posesión. Yo prefiero no hacerlo, porque cada persona es diferente, y
las entidades pueden manifestarse fuertemente en un síntoma, lo
que es ya un claro indicio.

A) Cansancio

Las entidades consumen energía, lo que redunda en una falta de


ella. Si después de algún hecho significativo comienza a aparecer el
cansancio, que antes no estaba presente en la vida, se puede
sospechar de una posesión.

B) Sueño persistente

Al igual que en el caso anterior, si el nivel de energía habitual no se


recupera con las horas de sueño habituales, y de pronto se necesita
dormir, y mucho, es posible que sea por efecto de algún huésped no
deseado.

C) Cambios de humor repentinos

Si se observa cambios repentinos en la personalidad, pasar de un


estado de euforia a un estado depresivo en pocos instantes, o al
revés, o bien que de pronto aparezcan conductas violentas,
agresivas, de la nada, es probable que sea por efecto de algún alma
desencarnada que está compartiendo su campo vibratorio y
afectando seriamente el comportamiento. Un signo claro es la
persona que sufre un cambio cada vez que bebe alcohol, y que pasa
de un estado de paz sobria a uno violento cuando lo ingiere. Ese
cambio claramente indica una posesión, que ni bien no lleva al
alcoholismo manifiesta que hay un alma que fuerza por tomar el
control, forzando la voluntad del anfitrión.

D) Cambios de hábitos, gustos y preferencias

Estos suelen aparecer después de algún evento traumático, o


después de ser sometido a operaciones quirúrgicas. Por ejemplo, de
pronto comienzan a gustarle un tipo de comidas que antes
detestaba, o adquiere prácticas sexuales que antes nunca fueron
habituales, o empieza a asistir a ciertos eventos que antes no le
gustaban, o al revés, deja de ir a los acontecimientos que antes eran
sus preferidos. O cambia de deportes, dejando alguno y adquiriendo
otro, por el cual nunca tuvo afinidad.

E) Depresión

A lo largo de los años puedo asegurar que la depresión


generalmente va acompañada de algún huésped no invitado.
Algunos pueden llevar a producirse daño físico muy peligroso, y otros
solamente a sumir al anfitrión en un estado de tristeza, apatía y
melancolía que no lo dejan llevar su vida normal. Estas almas fueron
en vida, por ejemplo, de personas que murieron en malas
condiciones, llenas de tristeza, abandono, o con enfermedades
invalidantes de larga duración.

F) Hablar a solas

Cuando observe a alguien en la calle, especialmente si es indigente


o alcohólico, que va hablando sólo, tenga la seguridad que están
acompañados. Hay una o más almas perdidas con él, con las cuales
intercambia ideas y pensamientos, o mantiene una discusión. Esta
puede producirse porque la lucha de voluntades puede darse
fuertemente, entre el dueño del cuerpo y el invasor de él, y discuten.
Es algo a observar. Por lo tanto, si de pronto se descubre hablando
con alguien, dando explicaciones, o negándose a hacer algo, puede
ser que sea producto de algún posesor.

G) Problemas de memoria

Cuando hay más habitantes, que influyen en el acontecer, es


probable que haya lapsos olvidados, porque posiblemente las
entidades, o la entidad, hace distraerse al anfitrión, hasta el punto de
olvidarse de lo que estaba haciendo, lo que anda buscando, o lo que
pasó en un espacio de tiempo.

H) Aparición de enfermedades repentinas

Esto se presenta a veces en algunas personas que son poseídas por


al alma de alguna persona que murió enferma, o con dolencias
físicas. Así, aparecen dolores, otros síntomas diferentes a los que
fue a tratarse al hospital, por ejemplo.

I) Falta de concentración

Es bastante frecuente en personas que tienen entidades. Estas,


pueden actuar distrayendo, si eso les gusta, o bien haber más de
una que disputan por actividad, no dejando entonces al anfitrión la
necesaria calma para concentrarse en algo. A veces puede tratarse
de un alma que en vida fue incapaz de concentrarse, por alguna
enfermedad o condición.
J) Conflictos múltiples

He escuchado muchas veces decir a las posesiones «tengo que


provocar conflictos en su vida». Estos son variados, y los más
recurrentes son los conflictos de pareja. Un ente posesor no le gusta
el novio o la novia del anfitrión y simplemente hacen todo para que la
relación falle o termine. Muchos son exitosos. Lo mismo sucede con
conflictos laborales, financieros, o económicos.

K) Aparición de problemas «mentales»

Estos son los más comunes. La ciencia de las enfermedades


mentales pone etiquetas, y nombra síntomas para describir lo que le
pasa al paciente. Y, normalmente, el paciente es poseído. Cuando ve
seres, y habla con ellos se dice que es esquizofrénico. Cuando el
paciente tiene entidades que lo hacen ser eufórico y otra que lo sume
en la melancolía hablan de un bipolar. Y así con otras etiquetas. La
más común es la crisis de pánico, que, en términos simples, es una
entidad que está aterrada ante la muerte. Y ello se debe a que su
cuerpo se murió, y no es capaz de admitir la nueva situación y
busque desesperadamente «seguir viviendo», y posea a alguna
persona, a la cual influye en grado sumo. Por eso las personas que
sufren de crisis de pánico dicen regularmente que creen que ya se
van a morir. Y no son ellas, sino el alma que entró, que está
aterrada.

L) Abuso de drogas o alcohol o comida

Siempre que hay una adicción hay una posesión espiritual, al menos
esa es mi experiencia de 20 años. Para tratar una adicción hay que
sacar el alma posesora y trabajar a nivel físico lo que llamo la
memoria celular del cuerpo. Esto requiere cuidado, dedicación y
voluntad, y toma tiempo.
Las posesiones espirituales son muy comunes. Podrá el lector darse
cuenta en esta lista final de los síntomas que se pueden presentar y
con seguridad los podrá identificar en alguien conocido. La dificultad
radica en que es muy difícil identificarlos en uno mismo, porque eso
requiere de mucho autoconocimiento y de una dosis considerable de
valentía, amén de una férrea voluntad. Haga la prueba con la lista
anterior. Y vea qué sucede.

1. [Choro en el lenguaje popular chileno es una persona que se cree o dice ser valiente,
audaz, rompe esquemas, peleador, irreverente. Los delincuentes son choros.]↩

2. [Cabra, cabro, se usa en Chile para denotar a alguien joven o niño. Cabra chica indica
una doble condición de niñez e inocencia.]↩

«No existen preguntas sin respuesta,

sólo preguntas mal formuladas»

Laurence Fishburne como Morfeo en «Matrix»

El aborto

Desde hace mucho tiempo ha estado presente en mi país el tema del


aborto. Recientemente, y después de un pesado y complicado
trámite legislativo, cruzado por el lobby de organizaciones religiosas,
y por las desenfrenadas presiones de la iglesia católica a través de
sus dignatarios y de los partidos políticos afines, se aprobó con
muchas dificultades una ley de aborto para casos muy restringidos, a
saber: inviabilidad fetal, peligro de muerte para la madre y violación.
Esta ley fundamentalmente ha sido aprobada para dar seguridad
sanitaria a las mujeres, para evitar los abortos clandestinos, en
pésimas condiciones de salubridad y nada de responsabilidad, lo que
era causal de muerte de muchas mujeres. Las cifras no oficiales de
abortos clandestinos son muy altas.

No me corresponde pronunciarme acerca de la ley ni de sus


alcances, sino que lo que hago es analizar el asunto conforme a la
experiencia que tengo en acompañar a mujeres que se han hecho
abortos, y ni tampoco me corresponde hacer algún juicio a la mujer
que decide hacerse uno. Ese papel de juez no me va, porque en este
camino he aprendido que todo tiene una causa, y lo que sucede
siempre tiene una buena razón para que suceda. Si está o no
equilibrando algo, o está siendo parte de un proceso de aprendizaje,
son dos aspectos que hacen tomar conciencia para no juzgar.

Los siguientes casos tienen que ver con la experiencia del aborto. Es
necesario que tengamos siempre presente que el Alma, lo que
somos de verdad, siempre viene a tener experiencias terrenales, y
encarna en un cuerpo. Esta encarnación se produce al momento de
la concepción. A partir de ese momento, en esas células que serán
nueve meses después un ser humano, ya hay una conciencia. El
cuerpo humano se forma de la unión de un espermio proveniente del
hombre, con el óvulo receptor de la mujer, y ese producto adquiere
las características genéticas de sus progenitores, transmitidas en el
ADN. Sin embargo, quienes somos de verdad está definido por el
Alma, que no muere nunca. Por eso, las religiones cristianas no
logran comprender, ni menos aceptar, que Jesús llegó a la vida
producto de la unión carnal de sus padres, y nada tiene que ver con
una concepción virginal, porque son dos planos diferentes, el físico,
que requirió la cópula de José y María, y la del nivel del Alma, que ya
era Jesús.
Dicho esto, podemos entonces comprender que el ser en gestación
tiene plena conciencia. Pero, debo decir además que cada Alma
viene a encarnar con plena voluntad, en uso y goce de su libre
albedrío, y sus padres han aceptado también que sea su hijo,
también en uso y goce de su libre albedrío; la concepción es un
asunto entre tres. Y ha venido, además, con un objetivo. Porque
cuando venimos a la vida no es un asunto casual, venimos con un
propósito, el propósito del Alma. Y ese no es más que aprender,
utilizando las experiencias de esa vida que se viene a vivir.

Una de las primeras experiencias fue muy reveladora, por todos los
aspectos que comprende, y que fueron un fuerte aprendizaje al
respecto. La paciente acudió a mí debido a que su vida no andaba
bien, y quería saber de dónde venían todas las dificultades que tenía.
No lograba llevar a buen puerto sus iniciativas, tenía relaciones
amorosas insatisfactorias, por no decir malas, su ánimo y fuerza
estaban muy disminuidos, pero sobre todo estaba muy triste, y no
lograba superar ese estado. Era una mujer bastante atractiva, de
cerca de 30 años, profesional independiente, soltera.

Cuando conversamos dijo un par de frases que me llamaron la


atención, que podían denotar la presencia de una entidad. Lo
primero que dijo es que ella notaba que a veces no era ella,
especialmente cuando se ponía triste: «me invade una tristeza que
no sé de dónde sale». Luego, me dijo que le pasaba que tenía
«bruscos cambios de humor», y eso la hacía pelear con los posibles
candidatos a novios, por lo cual siempre terminaba sola. Decidí
entonces probar por ese lado, antes de buscar en vidas pasadas.

Comenzamos la sesión y a los pocos minutos estaba en contacto


con una entidad:
T: ¿Estás bien con Paula?

P: No, no estoy bien.

T: ¿Me quieres contar?

P: Sí. Tengo rabia y pena con ella.

T: ¿A ver?

P: Yo quería vivir, y ella no me dejó.

T: Cuenta

P: Sí, ella no me dejó vivir. Tenía muchas cosas que hacer en la vida,
me había preparado para muchas cosas, y no alcancé ni siquiera a
empezar. Por eso tengo rabia con ella, porque yo quería vivir.

T: ¿Y qué pasó?

P: Nada. Ella fue donde una mujer y se acabó todo, y yo quería vivir.
Tenía cosas que aprender.

T: ¿Y cuántos días tenías?

P: Un poco más de un mes o un mes y medio. No recuerdo bien.

T: ¿Y qué pasó?

P: Eso, ella fue donde una mujer, y se acabó.

T: Bueno, y qué nombre querías tener en esa vida que se acabó


pronto.

P: Héctor, me iba a llamar Héctor.

T: Pero ella no sabía eso.


P: Sí, si sabía. Yo le había sugerido ese nombre, pero ella no creía
mucho, porque no estaba muy presente en lo que yo le transmitía,
porque tenía problemas. No andaba contenta. Nunca.

T: ¿Le pasaba algo?

P: Sí, andaba mal. Y cuando se dio cuenta que yo estaba aquí


empeoró. Tenía problemas con mi padre. Ya no estaba con él. Él no
la quería. Y parece que tenía miedo de sus padres.

T: Y cuéntame algo, ¿no quisiste ir a la Luz cuando sucedió todo?

P: No, quería vivir, por eso me quedé.

T: Claro, ¿y te das cuenta lo que le provocas a ella?

P: Sí, que ande triste, y a veces con rabia. Y que no tenga energías,
ganas de hacer las cosas.

T: Sí, pero algo más haces, ¿no?

P: Sí, no me gusta que tenga ningún hombre. Se los corro todos. Ella
no se da cuenta, pero eso le pasa. Los hombres arrancan. Eso hago.

T: Pero eso le hace mal a ella.

P: Sí, pero ella no me dejó vivir. Por eso que quiero que no lo pase
bien.

T: Muy bien, ¿y tú sabes por qué estamos juntos hoy?

P: Sí, pero no me quiero ir.

Después de explicarle que debía seguir su camino espiritual, e ir a la


Luz a recibir amor y cariños, y que lo que le había pasado era parte
de su plan de vida, algo a lo que se había comprometido a pasar,
aun cuando no recordara, le pregunté a ambos, a Héctor y a Paula si
querían conversar un poco. Ambos dijeron de inmediato que sí. Esta
experiencia fue en extremo emotiva, llena de emociones,
estremecedoras. Ella le pidió perdón por haber hecho lo que hizo, y
le explicó que no estaba preparada para traerlo al mundo, que era
muy joven, que estaba estudiando, y que su padre no iba a estar con
ellos, porque había sido una aventura juvenil solamente, y que si lo
traía al mundo la vida se iba a convertir en un calvario para ambos, y
para la familia. Además, era posible que sufriera el repudio familiar y
así las cosas iban a ponerse más complicadas aún. Él le reprochó
fuertemente que quería vivir, que tenía muchas cosas que hacer, y
que, por su culpa, por su cobardía, no había podido seguir adelante.
Paula lloraba amargamente. Entonces, ella, le pidió perdón por
abortarlo, por no ser valiente, y no atreverse a traerlo al mundo, y le
dijo que más adelante, si él quería, y si se daban las cosas, podía
volver, y ahí lo iba a recibir y a traer a la vida. Héctor asintió, siempre
que se dieran las condiciones para que no le pasara de nuevo lo
mismo. Consulté entonces para invitar a Héctor a ir a la Luz, a lo cual
accedió. Antes de eso le hice una pregunta:

T: ¿Qué aprendiste con esta experiencia de ser abortado?

P: Que todo puede terminar de pronto.

T: ¿Has comprendido porqué pasó lo que pasó contigo?

P: Sí, había que pasar por esto. Un aprendizaje

Les di espacio entonces para que se despidieran silenciosamente, lo


que hicieron con mucho amor que se reflejaba en el semblante de
Paula. Hecho esto, acompañé a Héctor a pasar tranquilamente a la
Luz.
Pero, el trabajo no terminó ahí, ya que, ante este escenario
traumático, con toda seguridad debía haber habido una pérdida de
Alma, lo que le pregunté a Paula. Ella me dijo que sí, que se le había
roto el Alma durante el procedimiento del aborto, y que un trozo
importante de ella había quedado en esa pieza donde sucedió todo,
ahí botado en una esquina, en el piso. No hubo necesidad de llevarla
a ese momento. El Alma sabe. Hice que fuera a buscarlo, y le
preguntara si quería volver con ella, a lo que el trozo de Alma le dijo
que sí, pero con una condición: que no repitiera la experiencia de
nuevo, porque si lo hacía se iba y no volvía más, porque no estaba
dispuesta a pasar de nuevo por todo eso. Una vez de vuelta el trozo
de alma concluimos la sesión.

Cuando terminamos el trabajo Paula se sentó y metió su cabeza


entre sus rodillas, y sollozó. Una vez recuperada conversamos. Ahí
me contó que su embarazo fue producto de una aventura juvenil con
un amigo por el cual sentía cierta atracción, pero sabía que él no
estaba emocionalmente comprometido con ella, y que después de
estar fugazmente juntos, no se habían vuelto a ver, porque
claramente él no tenía ni un interés en hacerlo. Ella estaba
estudiando, y el embarazo y la maternidad iban a complicar en grado
sumo sus estudios y no podía permitirse no terminar la carrera,
porque no tenía recursos para ella ni menos para ambos, porque
dependía de sus padres, los cuales vivían dignamente, pero bastante
apretados económicamente. Además, ella temía a la reacción de sus
padres.

Me explicó que después de este acontecimiento su vida cambió, y


comenzaron sus períodos depresivos, en los cuales le costaba
mucho estudiar. Ni pensar en salir a fiestas o con amigas siquiera.
Pasó mucho tiempo sin considerar tener amistad con algún hombre,
y cuando hubo acercamiento con alguno no duraba nada, porque no
volvían a salir con ella, con variadas excusas. Tenía súbitos cambios
de humor, que contribuían a que los pretendientes huyeran
rápidamente. Terminó su carrera y comenzó a trabajar en su
profesión con no mucho éxito, debido a que sentía que no tenía
energía para sacar sus proyectos. Siempre pensó que su melancolía
y falta de fuerzas tenían su razón en vidas pasadas, por lo cual llegó
a mí.

Poco después de un año me llamó porque quería hacer una


regresión, y me contó que su vida había cambiado bastante. En su
profesión estaba muy bien, y exitosa, estaba muy alegre y le llamaba
la atención que su familia estaba muy alegre con ella. No tenía novio
ni tampoco salía con alguien, y quería trabajar ese aspecto. Se veía
muy bien, muy alegre, tenía muy buen aspecto.

En la sesión de regresión aclaró algunos aspectos de por qué estaba


sola, sin pareja, y detalles de su vida profesional, especialmente que
era la misión de su vida, lo que la llenó de felicidad por confirmar que
estaba haciendo lo que debía hacer. Lo que viniera en el futuro iba a
estar en concordancia con eso. Luego de eso no la he vuelto a ver.

Me iban a pasar cosas malas

Cecilia llegó a mi consulta. Vi a una mujer bien vestida, no


elegantemente, pero con gracia y calidad. Mujer de mediana edad,
empleada administrativa en una empresa de comercio. En la
conversación inicial me contó que era soltera, sin hijos, y que nunca
había tenido éxito con los hombres. Siempre se iban al cabo de
algún tiempo. A veces ella los dejaba por alguna razón,
especialmente cuando se daba cuenta que ellos no tenían interés en
mantener una relación duradera. No tenía dificultades económicas,
pero su pasar era restringido. Con mucho sacrificio había comprado
un pequeño lugar que aún estaba pagando en cuotas. Se había
hecho muy pesado el servicio de la hipoteca, y aún quedaban varios
años antes de completar los pagos. Lo principal en ella es que
identificaba que a menudo sentía pena, la cual no tenía una causa
precisa. Y luego se iba. No era una pena profunda, pero sí la
incomodaba, porque no le permitía disfrutar muchas veces de cosas
sencillas.

Comenzamos a trabajar en lo que era evidente. A los pocos minutos


establecí el contacto con una entidad, llamada Rosa.

T: Desde cuándo estás con Cecilia

P: Desde chiquitita. Antes de que naciera.

T: A qué se debe que entraste cuando ella estaba en gestación

P: Sufrimiento de ella.

Por alguna razón sospeché que era un trabajo, vale decir, alguien
había hecho algo para que Rosa llegara donde la paciente.

T: Cuéntame, ¿te mandó alguien?

P: Yo creo que sí.

T: ¿Quién te mandó?

P: Alguien fuerte, grande. Una persona mala.

T: ¿Y qué te dijo que tenías que hacer?

P: Enseñar. Enseñar a ser fuerte. A ayudar.


T: Y esta persona mala qué dijo que te iba a pasar si no le hacías
caso.

P: Que me iban a pasar cosas malas, que no iba a estar tranquila.

La entidad no sabe decir qué fue lo que le impusieron como tarea a


llevar a cabo para influir en Cecilia. Deberemos averiguar el porqué.

T: Rosa, te diste cuenta que el cuerpo en el que estás no es el tuyo,


¿verdad?

P: Sí, es de Cecilia

T: Muy bien, ahora regresarás al momento en que tu cuerpo muere, y


me vas a contar cómo murió.

P: Soy chiquitita. Como una guagüita.

T: ¿Y qué te pasa?

P: No nací, mi mamá no me quería, muero.

T: ¿Y cómo mueres?

P: Me aborta.

Rosa, un Alma abortada, fue tomada por alguna bruja o brujo por ahí,
y la esclavizó. No pudo ir a la Luz cuando fue el aborto, y fue tomada
cautiva, y amenazada para hacer lo que se le obligó. Cuando tomó
conciencia de lo que pasó pidió que la guiara a ir a la Luz, no sin
antes despedirse de Cecilia.

P: Yo no quería hacerte daño. No sabía que hacer esto era malo.


Pero ahora me tengo que ir y dejarte tranquila. Perdóname. Vas a
estar bien sin mí. Tienes que estar bien, tú sabes cómo estar bien.
Nunca comprendió cabalmente lo que le pasó. No comprendió que
fue enviada a provocar un cierto daño, no tuvo conciencia de ello. Su
pena por haber sido abortada la traspasó a Cecilia, lo que hizo de
esta una mujer poco alegre, aun cuando su voluntad era contraria a
esta emoción de pena. Concluí el trabajo, y envié a Rosa a la Luz.
Cecilia sintió gran alivio, que se reflejó en sus ojos.

Al conversar después de terminar la sesión, ella infirió que la pena


que sentía la llevaba a no ser entusiasta en las relaciones amorosas,
para no comprometerse, y de esa manera evitar la maternidad. Me
confesó que sentía mucha culpa de sólo pensar en ser madre. No he
vuelto a ver a Cecilia.

El relato de estas experiencias con pacientes, hace abrir los ojos


sobre esta realidad de que el Alma ya está presente en esas células
que serán un ser humano. Muchos terapeutas de vidas pasadas han
relatado la vida en el útero materno a través de las experiencias de
sus pacientes. Y coinciden todos en que es un espacio de gran
importancia en la vida futura.

En más de alguna oportunidad he trabajado con las Almas


abortadas, por ser un hecho traumático que afecta esta vida, aún
cuando el aborto se haya producido mucho tiempo antes, según
nuestra comprensión del tiempo, y todas han coincidido en que es
una experiencia de aprendizaje, como tantas otras en las vidas.

Cuando hay una muerte violenta, como técnica terapéutica, se le


pregunta al paciente qué vea qué fue lo que provocó ese hecho, y en
el caso del aborto hago exactamente lo mismo. Muchas veces ha
sido para equilibrar algún hecho en que él provocó muerte o muertes
o sufrimiento a otros, especialmente niños. Por ejemplo, y es
bastante común, que haya sido una persona que hacía abortos en
otra vida. O una persona que robaba y vendía niños. O alguna
persona que como soldado había participado en saqueos a pueblos,
matando a mujeres y niños, incluso de pecho. Entonces, la acción de
ser abortado es una oportunidad para experimentar esa situación,
para aprender, y para equilibrar lo hecho. Esta comprensión lleva a
que las Almas abortadas vayan pacíficamente a la Luz, porque han
tomado conciencia de lo que hicieron y de lo que les pasó. Sin juicio
alguno. Y así son recibidas y aceptadas en la Luz, sin juicios.

Un caso curioso

Alicia, consulta por ciertos episodios de melancolía, intermitentes,


que la aquejan. Al iniciar la sesión comencé buscando almas
perdidas, debido a los síntomas que relata la paciente. La sorpresa
es que había dos. Pero lo más sorprendente era lo que habían hecho
hacer a la paciente.

La primera de ellas era el Alma de una mujer que había muerto hacía
muchos años, en la pobreza, muy maltratada por los hombres, y con
varios niños a cuestas. Entonces, su sentimiento hacia los niños era
muy negativo. Estaba desde hacía muchos años con Alicia, desde
pequeña, sin que nadie, ni ella, se percatara. Hasta que, según
cuenta esta Alma perdida, Alicia, de juveniles 18 años, resulta
embarazada de su novio, de la misma edad. La verdad es que para
Alicia el embarazo y la futura maternidad se le venía como una gran
ola de un maremoto encima, ya que aún no terminaba el colegio,
tampoco el novio, y nada podía verse como muy promisorio para
ambos. Entonces, esta Alma, que llamaremos Elisa, comienza a
operar para que Alicia proceda a abortar a su guagua. Tanto que
Alicia recurre a su madre, y esta, plenamente de acuerdo, la lleva a
una clínica clandestina, donde realizan el procedimiento sin
dificultades. Al conversar con Elisa, ella cuenta las penurias de vivir
en la pobreza con un gran número de niños por alimentar, vestir,
calefaccionar, educar, y cuidar, por lo que obviamente comienza a
influir en el ánimo de Alicia apenas ella se da cuenta que está
embarazada.

Una vez que los hechos pasaron, y cuando Alicia recordaba el


hecho, ella la alentaba haciéndole ver que había actuado bien, que
no había pasado nada, y que además se había evitado una mala
vida, coronada con que a las pocas semanas había terminado para
siempre con el joven novio.

Fue un trabajo convencerla de ir a la Luz. Pero al final se fue, no sin


antes pedir sentidamente que Alicia la perdonara por haber influido
tanto en su vida.

La segunda entidad resultó aún más sorprendente, ya que era un


Alma de una mujer católica muerta también de anciana, hacía
muchos años, que decidió no irse a la Luz, por temor al juicio que
según ella le iban a hacer a las puertas del cielo, y que temía no ser
aceptada. Esta Alma, que llamaré Marta, provocaba en Alicia
episodios recurrentes de culpa por lo obrado por ella. Alicia no tenía
ningún remordimiento ni sentimiento de culpa por haber abortado a
su hijo, y no tenía inconvenientes morales con ello, pero esta alma
de Marta actuaba de tarde en tarde provocándole esta sensación de
culpa. Sin embargo, el actuar de Elisa, sobre la misma, hacía
desaparecer rápidamente este sentimiento, lo cual le permitía a Alicia
hacer su vida con normalidad. Después de explicarle lo que iba a
encontrar allá, se despidió de Alicia y se fue a la Luz.
Este caso que relato es un ejemplo de que no todas las Almas
abortadas se quedan en el cuerpo de la madre con sentimientos de
pena, rabia, odio o lo que sea. Esta Alma se había ido de inmediato,
sin mediar ninguna intervención, como comprendiendo que ese era
el camino a seguir. Lo que le sucediera a Alicia era otra historia que a
ella no le incumbía.

Terminada la sesión Alicia estaba muy impresionada, porque ella no


me había relatado el episodio del aborto, y tampoco nunca fue gran
tema en su vida. Andaba en búsqueda de solución para algo de su
vida, y de pronto nos encontramos con esto.

Esta experiencia grafica que no todas las almas abortadas se


quedan pegadas a la madre con sentimientos de dolor, pena, rabia u
odio. En general eso ocurre, y hay gran influencia en la voluntad de
la madre, pero en este caso no hubo nada de eso. Eso nos indica
que como terapeuta debemos observar y seguir el curso de lo que va
apareciendo, sin juicios, y que el paciente siempre sabe, el Alma
siempre sabe.

Jaqueline

Un día recibí un llamado de un hombre, Mario, que me relató que


había llegado a mí por consejo de un amigo en común. Me pedía
ayuda para su mujer, que desde hacía algunos meses estaba
bastante desanimada. Tenían un muy buen pasar económico. Él era
un comerciante bastante próspero, importador de productos escasos
para un mercado tecnológico muy específico. Le iba bastante bien.
Nos juntamos y conversamos un buen rato sobre lo que les pasaba,
pero lo que buscaba era ayuda para ella, no para él. Se despidió y
me dijo que iba a conversar con su mujer para ver si quería hacer
alguna regresión.

Mi maestro José Luis Cabouli siempre dice que «si el paciente no


quiere, el terapeuta no puede», y lo he probado decenas de veces.
Muchas personas llegan curiosas, debido a que alguien cercano les
dio el dato, pero sin estar comprometidas con la sanación, porque
para sanar hay que tener voluntad. El Alma sabe que para sanar
habrá que hacer cambios, y que esos cambios pueden ser fuertes.
Entonces, muchos prefieren permanecer como están en vez de
cambiar.

Y, pocos días después de la visita de su marido me llamó Jaqueline,


para concertar una sesión. Desde un principio ella tenía su voluntad
puesta en sanar, y quería un turno lo más pronto posible. Tal era su
urgencia. Su alma sabía.

Al comenzar la sesión me contó que estaba melancólica y las cosas


que hasta hace poco le entusiasmaban ya no le brindaban
satisfacción. Día a día aumentaba su tristeza. Estaba preocupada
porque cuidaba amorosamente de sus dos niños, escolares en
crecimiento, que le demandaban mucho tiempo, esfuerzos y
energías. Y sentía que se estaba distanciando de su marido, lo que
la sumía en mucha angustia. Su actividad sexual había comenzado a
ser muy escasa, y ella no manifestaba ningún deseo, habiendo sido
hasta ha no mucho tiempo una mujer muy activa sexualmente. En
esta entrevista previa ella contó todo lo que había sido su relación
con Mario. Habían sido novios desde adolescentes y él había sido el
único hombre en su vida. Lo habían pasado muy bien, habían
conocido muchos países viajando aventureramente en las
vacaciones que les permitían sus estudios. Eran muy cercanos, muy
felices. Una vez que terminaron sus estudios se casaron y se fueron
a vivir juntos. Pasados unos pocos años, ella tuvo a su primer hijo y
ella prefirió dedicarse a la familia y dejar su carrera, que nunca le
entusiasmó demasiado tampoco. Él había tenido bastante éxito y se
había independizado convirtiéndose en un especialista renombrado
en el mercado tecnológico donde se desempeñaba, y había
comenzado a tener buen éxito en el comercio de los bienes
asociados a su especialidad. Ella estaba muy orgullosa de la
habilidad que él había manifestado en los últimos años, lo que le
permitía ejercer su maternidad con placer y dedicación, además de
ser una esposa muy cercana. Pero, en medio de la conversación le
pregunté si alguna vez se había hecho algún aborto, a lo que me
contestó que sí. Me explicó que era muy joven y había quedado
embarazada, pero había decidido no tenerlo porque no estaba
preparada ni estaba en condiciones de traer una creatura al mundo,
y se hizo un aborto. Ninguno de los dos era católico ni estaban ni
estuvieron en ninguna religión. Su educación fue completamente
laica y en sus casas no eran religiosos tampoco, por lo cual no tenían
ningún reparo religioso. El asunto era netamente un tema de salud, y
sus padres les apoyaron en buscar un lugar serio y seguro, y los
financiaron. El procedimiento fue en una clínica, con un médico
confiable y no tuvo ninguna complicación. Seguimos conversando de
otros temas de su vida, y prontamente comenzamos la regresión.
Obviamente, ya sabía dónde tenía que ir y qué buscar. A los pocos
minutos ya estábamos de lleno en el trabajo.

T: ¿Estás bien ahí?

P: No. Tengo mucha rabia, y pena.

T: Pero ha pasado mucho tiempo ya de todo lo que pasó.

P: Sí, pero yo quería vivir. Tenía muchas ganas que ellos fueran mis
padres.
T: Ah, pero parece que ellos eran muy jóvenes y no estaban
preparados.

P: Sí, pero igual habríamos sido felices juntos.

T: ¿Y en qué influyes tú en ella?

P: La hago que tenga pena, y que ande confundida y desganada. Y


que no sepa porqué. Además, hago que ya no tenga ganas de estar
con mi papá. Que se le quiten las ganas.

T: ¿Y cómo influyes en eso?

P: Así pues, influyendo en su ánimo, poniéndola triste, melancólica,


sin energías. Gasta mucha energía conmigo, pensando en qué le
pasa. La hago pensar.

T: Pero eso a ella le está causando muchos problemas.

P: Sí. eso quiero. Yo quería vivir y ella no me dejó.

T: Pero a lo mejor eso estaba acordado de antes, porque era algo


que tenías que aprender, algo que tenías que experimentar.

P: Sí, pero yo quería vivir.

T: Bueno, mira vas a ir al momento en que haces el acuerdo para


venir a esta vida. Un, dos, tres... ¿qué sucede?

P: Estoy ahí con ellos. Acordamos que iba a venir, pero un ratito.
Solamente un poco. Era algo que ellos estaban haciendo por mí,
pero que a ellos no les iba a causar ningún problema. Yo tenía que
pasar por esa experiencia. Nunca los había visto antes a ellos, pero
ellos se prestaron para esto, para mi aprendizaje.

T: ¿Y cuál iba a ser ese aprendizaje?

P: Que iba a venir un poquitito nada más y luego me iba a tener que
ir. Tenía que pasar por la experiencia de morir pronto. Pero no me
dijeron cómo. Nunca me dijeron que así.

T: ¿Y qué ibas a equilibrar con ello?

P: No lo sé.

T: Cuando cuente tres irás a esa experiencia que debe ser


equilibrada... un, dos, tres... ¿dónde estás?

P: Soy una monja, en un convento. Soy la que dirijo todo. Hay otras
monjas. Y algunos niños, muy pequeños, en sus cunas.

T: ¿Y de dónde vienen esos niños?

P: Los compramos para venderlos a gente que no puede tener niños.

T: ¿Y las autoridades saben que hacen eso?

P: No, es que hay algunos huérfanos también. Ayudamos a las


mujeres que no pueden cuidar a sus guaguas.

T: ¿Y qué hacen con la plata que ganan?

P: La usamos para nuestras cosas del convento, para mantenernos,


algunas mandamos algo a nuestras familias, y otro poco al obispado.
Así están contentos y no nos dicen nada, porque siempre les
mandamos buenas sumas. Y no nos preguntan nada.

T: Muy bien, ahora cuando cuente tres regresarás al presente, uno,


dos, tres... ¿entendiste lo que tenías que equilibrar?

P: Sí, ahora sí. Ellos no tienen nada que ver.

T: Claro, pero fue una experiencia para ellos, que seguramente


debían pasar por ello también en su proceso de aprendizaje.
¿Quieres decirle algo a ella ahora que te está escuchando?

P: Sí, que me perdone. Yo no entendía. Ahora entiendo que por algo


mío estaba causándoles un daño a ellos. Por favor perdóname.
En ese momento le digo a Jaqueline si quiere decirle algo antes que
se vaya a la Luz esta entidad que en un momento fue su hijo.

P: Quiero que me perdones por haberte abortado, pero no estaba en


condiciones de traerte al mundo. Y ahora entiendo que el
compromiso que teníamos ya se había cumplido con el hecho de
haberte permitido venir un período solamente. A lo mejor en otra vida
nos encontraremos, y espero que las cosas sean diferentes .

Le agradecí a Jaqueline sus palabras, que eran muy sinceras, pero


que reflejaban que en ella no había un lazo afectivo con esta guagua.
Así, continué con el trabajo.

T: Bueno, ¿estás listo para irte?

P: Sí, ya estoy listo.

T: ¿Se perdonaron con Jaqueline?, ¿quedó todo aclarado?

P: Sí, todo aclarado.

T: Muy bien, entonces ahora irás a la Luz a descansar, a recuperar tu


energía, y a prepararte para otra experiencia.

A los pocos minutos el trabajo estaba terminado, y esta alma había


pasado a la Luz, y comenzaba su merecido descanso.
Conversamos con Jaqueline una vez finalizada la sesión. Ella
comprendió todo lo que le pasó, y con mucha calma analizó lo que la
llevó a abortar y todo lo que pasó en ese tiempo. Nunca tuvo algún
reparo especial por someterse al aborto, ni tampoco Mario, por lo
que fue una intervención solamente a nivel físico, sin comprometer
sus otros campos, emocional, mental o del Alma. Sin embargo, ahora
comenzaba a tener otra comprensión del asunto, y me dijo que iba a
tener que analizar muy bien todo lo que había vivido.

Pasado un tiempo volvió a la consulta. Los episodios de tristeza y


melancolía habían desaparecido por completo desde el primer día, y
había prontamente comenzado a reparar la relación con Mario, y
habían vuelto a ser una pareja en el completo sentido de la palabra.
Su relación con los hijos estaba siendo también muy buena y a ellos
les estaba yendo muy bien en los estudios y en sus actividades. Sin
embargo, había comenzado a hacerse preguntas en relación a la
vida, al comienzo de ella, a lo que somos los seres humanos, y el
sentido de la misma. Eran las consecuencias de haber pasado por la
regresión anterior. Me pidió que le recomendara literatura para
introducirse en el tema. A partir de ahí comenzó a venir
periódicamente a conversar, y también a hacer alguna regresión para
ir aclarando sus vivencias. Hace dos años se mudó al exterior con su
marido y sus hijos y mantiene un matrimonio feliz y sus hijos crecen
muy bien.

El espacio entre vidas

El espacio entre vidas antes de nacer es aquel período que pasamos


justo antes de venir a tener la experiencia de vida. En él hacemos,
por lo general junto a nuestros guías y maestro o maestros, un
análisis de los principales puntos de nuestra futura existencia,
especialmente de lo que será la misión que habremos de realizar, es
decir, lo que será el propósito de nuestra vida. A no dudar, ni por un
instante, que las experiencias futuras y los detalles de la vida estarán
relacionados con ese proyecto: nada es casual en nuestra existencia
y todo tiene un propósito claro y definido, aunque no lo podamos ver
de buenas a primeras, y ese fin es solamente el aprendizaje. Cada
vida lleva consigo una misión que cumplir, para completar, paso a
paso lo que debamos aprender para volver completos algún día a
Dios, a la Unidad, a la Luz, y en ese momento ya no tendremos
necesidad de volver a vivir en un cuerpo. Como bien dijo el Dr.
Edward Bach, cada vida es como un día de colegio: «tenemos que
darnos cuenta de que nuestro breve paso por la tierra, que
conocemos como vida, no es más que un momento en el curso de
nuestra evolución, como un día en el colegio lo es para toda una
vida, y aunque por el momento solo entendamos y veamos ese único
día, nuestra intuición nos dice que nuestro nacimiento estaba
infinitamente lejos de nuestro principio y que nuestra muerte está
infinitamente lejos de nuestro final. Nuestras almas, que son nuestro
auténtico ser, son inmortales, y los cuerpos de que tenemos
conciencia son temporales, meramente como caballos que nos
llevaran en un viaje o instrumentos que utilizáramos para hacer un
trabajo dado».

En el espacio entre vidas acordamos asuntos propios como el sexo,


la nacionalidad, condiciones físicas, quienes serán nuestros padres,
nuestras relaciones amorosas, nuestro oficio o profesión, y todos los
detalles que conforman la existencia. Ojo que no estoy hablando de
que con esto esté escrito lo que va a pasar y que entonces no
tendríamos ninguna alternativa ni escape, no, no es así, ya que
tenemos el libre albedrío. El mismo con el cual hacemos los
acuerdos, es el que actúa para mantenernos en ellos y respetarlos, o
no. Lo que sí es claro es que los acuerdos del espacio entre vidas se
han hecho para cumplir una misión, que es lo importante, y hacia allá
apunta el accionar. Me detengo en la elección de los padres, ya que
en la comprensión de este pequeño gran detalle del espacio entre
vidas se plasma nuestra responsabilidad por venir a vivir la vida:
nadie viene de casualidad ni inocentemente, todos venimos porque
así lo hemos elegido. Y esa comprensión nos dice que mientras
respiremos algo tenemos que hacer en este planeta.

Mi profesor y maestro, José Luis Cabouli, dice que la concepción es


una cita para tres. Lo ha definido especialmente bien para
comprender el asunto. Sin embargo, como buen alumno, quiero
agregar algo: la concepción es un acuerdo entre tres.

Muchas veces, durante mi infancia, adolescencia y juventud, en


ocasiones en que tenía mucho dolor y sentía pena pensaba: «yo no
pedí que me trajeran», «yo no pedí que me tuvieran», o el famoso
«ellos querían tener un hijo, pero yo no pedí venir». Duros días de
incertidumbre, oscuridad, rabias, penas, soledad y desamparo. Sin
consuelo. Y sin rumbo. Aparente al menos.

Sin embargo, con el correr del tiempo me he encontrado que la


verdad es otra, muy diferente, y que si la hubiera sabido -o alguien
me la hubiera dicho, o hubiera estado preparado para escucharlo, o
hubiese sido la hora de saberlo- habría sido diferente mi camino.
Claro que si hubiera sido distinto a lo mejor no estaría escribiendo
esto. En fin, la verdad es otra, y es que sí elegimos venir a vivir la
vida.

Muchos pacientes en la exploración de la vida pasada -o vidas


pasadas- han podido experimentar nuevamente el momento en que
diagraman la actual existencia -sí, esta, en que estás leyendo estas
líneas-, y acuerdan con quienes serán sus padres su condición de
hijo o hija. Es una experiencia mística, de descubrimiento y de
profunda sanación. Nadie viene a la vida sin haberlo acordado, por
un asunto bien simple: el libre albedrío. Es este derecho divino el que
nos conduce por la senda de lo que somos, y siempre podemos
ejercerlo. Cuando acordamos con nuestros padres venir a la vida
como su hijo o hija lo hacemos ejerciendo el libre albedrío, y cada
uno de ellos tiene además el libre albedrío de aceptarlo a su vez, por
lo que cuando ya se ha hecho el acuerdo entre los tres, se puede
producir la cita entonces.

Muchas personas me han relatado cómo es este acuerdo y su


belleza intrínseca. Hace pocos días fui parte de una experiencia muy
hermosa y gráfica, cuando una paciente, en búsqueda de aquellos
acontecimientos que marcan su vida actual y para la cual busca
sanación, llega a ese momento en que encuentra a sus padres y
acuerda con ellos que lo sean. El encuentro se produce, y al
momento de acordarlo sus energías se entrelazan, como en un
círculo -si pudiéramos graficarlo en la dimensión física humana como
si se tomaran por los hombros-, y sus energías se funden y recorren,
hasta quedar unidos los tres.

Este descubrimiento de la asociación es de una alegría y felicidad


impresionantes, y las personas nunca vuelven a ser las mismas
después de ello. Comienzan a comprender su responsabilidad por
ser parte de este acuerdo. Quiero hacer notar que a nivel de almas
no existe el tiempo, por lo cual las tres son de la misma categoría e
importancia, no habiendo jerarquías como se dará en la vida humana
que harán juntos. La responsabilidad pasa porque la vida que esa
alma que viene como hijo o hija tiene una misión de aprendizaje, y
los padres elegidos o acordados van a ser profesores principales en
el cumplimiento de él, y siempre también, el hijo o hija será un
maestro para cada uno de los progenitores. En suma, todos
aprenderán de la experiencia de ser sus padres o su hijo o hija. No
hay por lo tanto inocencia en ningún nacimiento. Observen que no
solamente los padres y el hijo o hija aprenderán, sino que además lo
harán las familias materna y paterna, la sociedad y el mundo entero.
No hay ningún embarazo no deseado a nivel espiritual. Puede que a
nivel físico existan los embarazos no deseados, especialmente por
convenciones sociales, religiosas, culturales o económico-materiales,
pero a nivel espiritual eso no existe. A nivel espiritual no hay
embarazos erróneos, o equivocaciones de ningún método o fallas de
los sistemas anticonceptivos. No, los padres están acordados con el
hijo para venir a la vida, y el hijo vendrá, cuando llegue el tiempo
acordado para venir.

El poder acceder a este conocimiento aumenta el nivel de conciencia


y se puede comprender entonces que la elección de los padres tiene
un objetivo muy claro y preciso, que no es otro que tener la
experiencia para aprender con ellos y poder cumplir la misión de la
vida. No existe entonces ninguna persona que sea víctima del
destino, ni tampoco la suerte o las coincidencias. No, el asunto es
aprender, todo está puesto para ello. Puede que a nivel consciente
no nos guste el aprendizaje, que lo consideremos muy difícil, que las
condiciones sean precarias, o sean poco halagüeñas por cualquier
razón, como por ejemplo de impedimentos físicos, condiciones
personales, niveles de inteligencia o desarrollo y manifestación de
talentos, o por deficientes condiciones materiales o económicamente
de miseria y pobreza, pero a nivel inconsciente, a nivel del alma todo
está perfecto.

Sin duda alguna el asunto da para pensar, y cada caso es diferente


del anterior. No podrá alguien poner una regla y medir el asunto,
porque cada persona es diferente, y cada uno debe vivir lo que nos
corresponde como seres únicos, individuales e irrepetibles que
somos; no podrá alguien poner una balanza y pesar la experiencia
de cada cual. No, eso constituiría un juicio, y el juicio nos separa de
lo que somos, hijos de Dios, que vivimos las experiencias terrenales
para conocernos, y con ello conocerlo a Él, y poder volver a Él algún
día.
La comprensión de que la concepción es un acuerdo entre tres, que
lleva a la cita del trío, es un asunto de superior importancia, que trae
sanación, paz, tranquilidad y permite sentir, vivir, expresar y
manifestar amor. Nada es casual, nada es azar, y todo tiene una
finalidad, y venimos a la vida con los padres que tenemos, usando el
libre albedrío. Y comprender este asunto hace que tomemos el poder
de nuestras vidas en nuestras manos y abandonemos el papel de
víctima.

Una cosa antes de terminar: a veces, el alma del hijo o hija que debe
venir a tener su experiencia acordada a nivel espiritual con los
padres influye en los acontecimientos terrenales, para propiciar el
que los padres se junten. Por ello, suceden muchas veces
encuentros llamados fortuitos o del azar, o desenlaces de situaciones
alambicadas en que finalmente los padres se pueden conocer y
juntar. Con eso se cumple el acuerdo que se suscribió en el plano
espiritual, en uso del sagrado derecho del libre albedrío.

«Tu familia te encontrará en la otra vida»

Tomas Arana como Quintus, general romano, «El Gladiador»

Desposesión a distancia

Los comienzos
En el año 2006 llegó a mi consulta una señora, que llamaré Octavia,
a quien conocía porque era hermana de una amiga, y había venido
anteriormente para hacer algunas regresiones. Esta persona me
explicó que había sido paciente del Dr. Ronald Schulz en muchas
oportunidades, y me reveló una forma de trabajar que había hecho
con él, diferente a todo lo que yo conocía hasta ese tiempo, y que
era hacer limpiezas a distancia, o sea desposesión a distancia. Me
explicó la forma de hacerlo, y que era bastante simple: ella enviaba
un trozo de su conciencia a algún lugar y él dirigía el trabajo y ella lo
iba ejecutando. Me pidió que hiciéramos lo mismo. Al principio me
negué a hacerlo, fundamentalmente por pudor, ya que nunca había
sabido de esa forma de trabajar y ni siquiera había leído de ello. Ella
insistió, argumentando que era yo un hombre serio y que sabía lo
que hacía. Me volví a negar en varias ocasiones. Sin embargo, ella
insistió. Y accedí al fin. Este es el relato de esa primera experiencia.

En el centro de Santiago había una oficina de abogados, que


atravesaba por serias dificultades financieras. Se acercaba fin de
mes y el dueño, el socio principal, le confidenció a su mujer que no
tenía dinero para pagar sueldos. La situación era caótica, porque no
había clientes nuevos, y los casos que llevaban estaban detenidos
por diferentes razones o, lisa y llanamente, estaban perdidos. Esta
mujer era muy amiga de Octavia, y le pidió ayuda al respecto.
Octavia vino a mi consulta una vez más a pedirme que hiciéramos la
prueba para poder ayudar al marido de su amiga. Accedí, y aprendí
rápido.

Le pedí a Octavia que enviara un trozo de su conciencia a la


dirección de la oficina, la que, además habíamos visto en fotografías
antes de comenzar la sesión. Ella nunca había estado allí. Yo
ubicaba ese edificio, pero tampoco nunca había estado ahí. Pronto
ella estaba parada en la puerta de la oficina. Y comencé a percibir lo
que ella percibía del lugar. Muy pronto descubrió el alma de una
persona que estaba en las oficinas, y la emoción que esa alma nos
transmitía era de mucha rabia. Utilizando entonces a Octavia como
sustituta, le pedí a esa entidad que se comunicara conmigo, usando
su voz y su garganta. A los pocos segundos estábamos ya en
comunicación.

Era el alma de una mujer joven, que llevaba muchos años anclada
en el lugar. La llamaré Elisa. Elisa era una estudiante universitaria, y
había muerto a fines de los años 70, como consecuencia de una
sobredosis de drogas que había consumido en una bacanal con
oficiales del ejército, quienes en plena dictadura militar tenían ese
departamento como lugar de fiestas clandestinas, en que los
excesos en el consumo de alcohol y de drogas, y las mujeres
jóvenes y guapas eran la constante para divertirse. A ese lugar,
contó Elisa, acudían oficiales de alta graduación. Elisa agregó que se
les había pasado la mano con la cantidad de droga que consumió en
la fiesta, y su organismo no resistió y murió. Vio su cuerpo sin vida, y
desesperada no quiso ir a ninguna parte. Posteriormente, sacaron el
cuerpo del lugar, y ella no supo más de él. Y permaneció en el lugar,
con mucha pena y rabia. Un alma en pena.

Al cabo de unos años, esa oficina fue traspasada a otros


propietarios, y se convirtió en oficina de contabilidad. Y uno de los
clientes principales de esta oficina era un reconocido hampón, ladrón
desde su más tierna infancia, devenido en traficante de drogas. En
un cierto momento, el Servicio de Impuestos Internos pidió a la
justicia la incautación de los papeles contables de esta persona y se
preveía que prontamente se iría preso por sus delitos. Alguien de la
policía alertó al hombre de la inminente acción en su contra.
Entonces, para evitar la incautación incendiaron la oficina y
quemaron toda la documentación. Con ello, no había forma de
probar sus actos ilícitos y no iría a la cárcel. Elisa contó que con el
incendio sufrió mucho, y que las llamas le causaron mucho daño.
Decía que por las llamas ella «chirriaba». Esa era su expresión de
dolor por el calor del fuego. Y su rabia aumentó mucho.
Contó que estaba cansada y con ira, y que esa oficina era de ella y
nada que se instalara ahí podría tener éxito, porque todos los que
estuvieron ahí le causaron mucho dolor. Al preguntarle que qué hacía
para que nada tuviera éxito decía que ella sacaba papeles, escondía
documentos, o simplemente hacía desaparecer en la basura, que
desconectaba los teléfonos, o simplemente impedía que llegar algún
cliente a la oficina, usando diferentes trucos. El asunto es que nada
debía andar. Y ahora estaba contenta porque la oficina de abogados
estaba a punto de caer en bancarrota. Eso la alegraba.

Después de un largo rato que gasté argumentando que su lugar no


era esa oficina sino aquel hermoso llamado la Luz, accedió a irse. Y
concluí así el primer trabajo a distancia.

A los pocos días vino Octavia a mi consulta, a contarme que las


cosas marchaban viento en popa en la oficina de abogados según lo
que le había dicho su amiga, y que habían llegado cuatro clientes en
un par de días, con casos muy interesantes para su trabajo, los que
habían pagado generosos anticipos, con lo cual se terminaron
definitivamente los problemas financieros.

Para mi gran sorpresa, ese fue mi primer trabajo de desposesión a


distancia. Con mucho éxito.

Con Octavia seguimos elaborando la técnica y trabajamos durante


un tiempo más, con muy buenos resultados en lo que se nos
encargaba. Al cabo de un tiempo ella tomó otros caminos
terapéuticos y no volvimos a trabajar juntos.

La técnica
Este comienzo alentador me permitió comenzar a explorar la
desposesión con los pacientes. El proceso es muy simple y cualquier
paciente puede hacerlo. No hay que ser ni vidente ni tener algún don
especial, es solamente cosa de ponerse a trabajar.

Esta técnica es especial para ayudar a niños, porque utilizando a


alguno de sus padres, o abuelos como sustitutos se puede limpiar el
campo vibratorio de ellos, sin someterlos a la presión de la sesión.
Los resultados obtenidos son muy buenos.

¿En qué consiste fundamentalmente?

El asunto es hacer que el ayudante o sustituto envíe un trozo de su


conciencia al lugar que se necesita limpiar, o donde la persona que
necesita liberación de entidades.

Esto también se hace en forma solitaria. Propio del chamanismo,


esto consiste en ir donde el paciente acompañado de un tambor o
una maraca, que va induciendo el estado expandido de conciencia,
para hacer el trabajo que hay que hacer. Las culturas ancestrales
tienen esto como expresión de su forma de sanar.

Mi trabajo utilizando alguien como sustituto parte invocando al


Arcángel Miguel, para pedirle protección y sello del lugar en que
estoy, y del que vamos a ver, de ese modo me aseguro que ninguna
entidad extraña pueda venir a interrumpir la sesión. Y además le pido
que nos acompañe en el proceso. Trabajamos codo a codo. Para
limpiar lugares es necesario contar con un croquis de planta del
lugar, para ir siguiendo un orden. Las fotografías ayudan mucho en
esto. Y se van recorriendo las habitaciones y pasillos, uno a uno,
meticulosamente. Cuando se encuentra una entidad puede
trabajarse utilizando la voz de la persona ayudante, para conocer
detalles de cómo llegó ahí, qué le pasó, y otros datos. Pero también
puede pedirse al Arcángel Miguel que haga el trabajo de llevarse
amorosa, pero firmemente, a la Luz a la entidad, o lo que se
encuentre. Pueden encontrarse también formas de pensamiento
propias de los habitantes de la casa o de gente ajena, o puede
encontrarse también alguna entidad esclavizada con oscuros
propósitos, asunto que es la especialidad de Miguel Arcángel.
Cuando son personas las que hay que liberar el asunto pasa por
obtener antes que nada el permiso para explorar el campo vibratorio
del paciente lejano. Para ello se invoca al Ser Superior y se le
pregunta si quiere ser explorado a distancia por la persona ayudante.
Antes se ha pedido el permiso del Ser Superior del ayudante para
explorar al paciente. Normalmente ambas autorizaciones se dan
instantáneamente. A veces sucede que el paciente no la otorga, o es
muy difícil ver al paciente y su campo vibratorio está envuelto en
oscuridad. En ese caso la sospecha es inmediata: el paciente es
objeto de una brujería o es presa de seres oscuros, que le impiden
toda libertad. Entonces, usando la autoridad del Arcángel Miguel se
procede a liberar al paciente para poder completar el trabajo. Una
vez que ya está obtenida la autorización se procede a trabajar.

El siguiente paso es lograr que el ayudante vea el campo vibratorio


del paciente distante. Así se identifican las entidades en él, para ir
una por una. Aquí puede hacerse el trabajo de conversar con las
entidades y lograr después que pasen a la Luz según la forma
tradicional, o bien pedirle al Arcángel Miguel que haga el trabajo de
llevarlos, así sean almas esclavizadas o almas perdidas. Esta
segunda forma reduce el tiempo de trabajo considerablemente, pero
priva de obtener información biográfica del paciente.
Una vez que las entidades se fueron a la Luz, hay que llenar de Luz
el campo vibratorio del paciente remoto. Para ello se puede pedir a
Miguel Arcángel que disponga a algunos de sus ayudantes que lo
hagan, o invocar a los ángeles sanadores de la Luz, que es lo que yo
hago. Una vez hecho esto el trabajo está concluido.

Un caso con variaciones

Ángela, me envía una foto de un hombre adulto, Ramiro, diciéndome


que le han pedido que lo revisemos a distancia, porque es de una
ciudad distante 500 km de Santiago, y no puede por ahora venir
personalmente. Quedamos entonces para trabajar en dos días y
hacer la desposesión a distancia. La historia del hombre es bastante
simple: pasa por un estado depresivo fuerte por una reciente ruptura
amorosa. Su polola de los últimos ocho años terminó hace algunas
semanas con su relación, y él se enteró hace pocos días que ella
tiene un nuevo novio, con lo cual su tristeza se agudizó.
Comenzamos el trabajo, y a los pocos minutos ya estoy en
comunicación con una entidad.

T: ¿Tienes nombre?

P: Me llamo Gustavo.

T: ¿Y estás hace tiempo con Ramiro?

P: Desde que era niñito, bien chico.

T: ¿Y qué le pasaba a Ramiro que te dejó entrar?, ¿te dejó entrar?

P: No, yo entré no más.


T: ¿Y llegaste sólo o te mandaron?

P: Llegué sólo, cuando él lloraba. Estaba llorando porque su mamá le


pegaba. Le pegaban mucho los papás. Y lo encontré llorando y me
metí a acompañarlo.

T: ¿Y de dio cuenta y te dio permiso?

P: No, no se dio cuenta, me metí no más.

T: O sea llevas muchos años con él.

P: Sí, y lo acompaño.

T: Ah, que bien, y en qué influyes tú en su vida.

P: Algunas cosas.

T: Ya, pero cuéntame, en qué sería lo principal.

P: Yo hago que no tenga interés en las mujeres.

T: ¿Influiste en la relación con la polola?

P: Sí, yo hacía que no tuviera interés en ella.

T: ¿Cómo así?

P: Sí, hacía que no estuviera con ella.

T: ¿Influiste en que no tuvieran actividad sexual?

P: Sí. En eso. No me gustaba ella. Era fea, sucia, pecadora.

T: ¿A ti no te gustan las mujeres?

P: No.

T: Ah, bueno. ¿Y cuando tenías tu propio cuerpo a qué te dedicabas?


P: Era cura.

T: ¿Y recuerdas cuando tu cuerpo murió?

P: Sí, murió de enfermo, así como tuberculosis, sólo en una cama.


Con pena. Pura pena.

T: ¿Qué te había pasado?

P: Nada, me enfermé y morí. Tenía pena. Mi compañero se había ido


y nunca más supe de él.

T: ¿Tu compañero?

P: Sí, estaba enamorado de un compañero, otro cura. Éramos


amantes, nos queríamos mucho. Era lindo él, y bueno. Andábamos
siempre juntos.

T: ¿Y se tomaban de las manos, o algo?

P: Noooo, nos podían pillar. Pero siempre paseábamos,


conversábamos, y nos reíamos. Siempre andábamos juntos. Y en la
noche él se venía a mi celda. Y después se iba a la suya, antes del
amanecer.

T: Ya, ¿y qué pasó con él?

P: Un día desapareció, se fue, y no me dijo nada. Nadie me dijo


nada. Nadie me dio ninguna explicación.

T: Pero, ¿tuviste contacto con él después?

P: Sí, le escribía siempre adonde estaba, y me contestaba algunas


cartas, pero el trato empezó a ser distante. Después no me contestó
nunca más. Nunca supe dónde se fue o dónde lo mandaron. No
recibí más noticias de él. Eso me dio mucha pena. Y me morí de
pena, con mis pulmones malos.
T: Mira Gustavo, voy a contar hasta tres e irá el momento de la
muerte en ese cuerpo como cura... uno... dos... tres... ¿viste la Luz
en ese momento?

P: Sí, pero no quise ir. No puedo ir.

T: Pero ¿cómo no puedes ir?

P: No, porque soy un pecador. Me van a enjuiciar y me van a mandar


al infierno, porque soy un pecador. Un homosexual, con amores con
otro hombre. Yo pequé, yo pequé, y no tengo perdón. Y no me quiero
ir al infierno.

T: Mira Gustavo, te voy a contar algo, que veo que no sabes. Cuando
los cuerpos mueren, nosotros, lo que somos de verdad, nos vamos a
la Luz, a seguir nuestro camino espiritual. Ahí no hay juicios, nadie
enjuicia, y somos recibidos por muchos ángeles y seres de luz con
amor y compasión. Regeneramos nuestra energía, restañamos las
heridas, y gozamos de la paz de ese espacio.

P: No es cierto eso. Todos sabemos que no es cierto eso. Cuando


morimos hay un juicio, y depende lo que hayas hecho o te vas al
cielo o al infierno. Y los pecadores deben irse al infierno. Por eso no
quiero ver la Luz, ni nada. Además, aquí estoy bien. Tranquilo.

T: Gustavo, mira, ahí a tu lado está el Arcángel Miguel, ¿lo viste?

P: Sí, ahí está, mirándome.

T: Bueno, ahora el propio Arcángel Miguel te va a explicar que no


hay juicio, que eso es una mentira creada por la iglesia, para asustar
a la gente, para mantenerla cautiva. Ahora, te dejo unos instantes
con él para que te cuente la verdad.

Pasado un par de minutos retomamos la conversación. Pero, ahora


en un tono de voz del paciente completamente diferente.
T: ¿Ya te explicó?

P: Sí. Me explicó.

T: ¿Y?

P: Me dijo que en la Luz no hay nada más que amor y compasión,


pura paz, y que lo del juicio es una mentira, una mentira. Eso es
grave. Debe saberse. Es muy grave.

T: ¿Qué es grave?

P: Que mientan tanto. Todos tienen que saber que no hay juicio, que
es una mentira. Tienen que saber. Esto deben saberlo todos, deben
saberlo. Es muy importante.

T: Bueno, pero hay muchos como yo que lo sabemos. Y cada día


somos más.

P: Sí, pero todos tienen que saberlo, todos.

T: Ya, pero de a poco se va sabiendo que es una mentira.

P: Sí, pero todos deben saberlo, todos, todo el mundo.

T: Bueno, pero ya viste que no hay problema para ir a la Luz, y sería


bueno que fueras allá, a descansar de una buena vez.

P: Sí.

T: Perfecto, pero antes, vas a despedirte de Ramiro, y le vas a pedir


perdón por lo que le causaste.

P: Ramiro, perdóname, es que yo no sabía, y no quería ir al infierno,


no sabía que era mentira. Perdóname por haberte hecho hacer lo
que hice, por el daño que te causé. Discúlpame. Y ahora te voy a
dejar solito, para que hagas lo que tengas que hacer, y seas tú. Yo
me voy a ir a la Luz, a descansar. Por favor perdóname por lo que te
hice, es que no sabía que no se hacía, y tenía miedo. Perdóname.

T: Está bien Gustavo, mira, ahora sentirás el perdón de Ramiro. ¿Lo


sentiste?

P: Sí, me perdona. Le hice mucho mal.

T: Gustavo, entonces qué te parece ir a la Luz ahora. Le puedo decir


al Arcángel Miguel que te lleve, que te tome y te lleve.

P: Bueno. Gracias.

A los pocos segundos Miguel Arcángel lo llevaba y pasaba la puerta


hacia la Luz con él, iba lleno de felicidad y paz. Pero el asunto no
había terminado, ya que habíamos visto tres entidades en el campo
energético de Ramiro, y esta había sido la primera. Faltaban dos
más, una que estaba ubicada en el pecho, y otra en la cabeza.

A los pocos instantes ya estaba en contacto con la segunda. Y


resultó ser una sorpresa. Ya habíamos visto que correspondía a una
energía de característica femenina y su emoción principal era la
pena.

T: Hola, eres bienvenida a conversar conmigo. Ya sabes que yo


estoy aquí para ayudar, no para condenar ni enjuiciar a nadie.
¿Tienes nombre?

P: Isabel.

T: Bien Isabel, eres bienvenida. ¿Hace cuánto tiempo estás con


Ramiro?
P: Hace poco tiempo. Llegué cuando terminó con su polola. Estaba
triste, y lo encontré y entré. Para acompañarlo. Yo también estoy
triste. Muy triste.

T: ¿Qué te pasó?

P: A mí también me dejó mi pololo. Estoy triste.

T: Isabel, pero tu entiendes que este no es tu cuerpo. Tu tenías el


tuyo propio antes de estar con Ramiro, ¿qué le pasó a tu cuerpo?

P: Murió. Me maté.

T: ¿Cómo te mataste?

P: Sí. me ahorqué, con una cuerda.

T: Isabel, ¿y qué le haces hacer tu a Ramiro?

P: Que tenga pena, que no levante cabeza. Y que le duela el pecho.

T: ¿Cómo el pecho?

P: Sí, porque a mí me dolía mucho, me faltaba el aire y me dolía.


(Muestra con las manos empezando el recorrido en la garganta,
hacia al centro del pecho).

T: Isabel, cuando cuente tres vas a volver al momento de la muerte


en ese cuerpo, y me vas a contar qué pasó... uno... dos... tre ... ¿qué
sucedió que tomaste la decisión de colgarte?

P: Alguien me indujo a hacerlo.

T: ¿Cómo alguien te indujo, tenías un alma de un suicida contigo?

P: Sí, una entidad. Era un hombre que se había suicidado por penas
de amor, y me encontró y se metió dentro de mi aura. Y después
empezó a molestar hasta que logró que me suicidara.
T: Y tú has querido que Ramiro se suicide.

P: ¡No!, nunca. No le serviría de nada. No solucionaría nada.

T: Pero tú lo haces andar triste todo el día, ¿no?

P: Sí, con pena. Por la polola que se fue. Y que ahora tiene otro.

T: Isabel, ¿y tú sabes porque estamos juntos hoy?

P: Sí, para que me vaya.

T: Claro, pero no es que te vayas a cualquier parte, sino que vayas a


la Luz.

P: Sí, como el otro.

T: Sí. así.

P: Bueno.

T: Despídete de Ramiro y pídele perdón por haber hecho lo que


hiciste. Dile todo lo que tengas que decirle.

P: Bueno.

A los pocos minutos se iba a la Luz acompañada de su madre, que la


estaba esperando, después de haberse despedido sentidamente de
Ramiro y haberle pedido perdón por todo lo que le causó. Pero, ahí
no terminaba aún la sesión, porque faltaba una última entidad, que
vimos estaba a la altura de la cabeza.

T: ¿Estás bien ahí?

P: Sí.
T: ¿Y qué le haces hacer a Ramiro?

P: Que piense, que tome todo el día caldo de cabeza. Y piense y


piense y piense. Y que no haga nada, puro pensar no más. Que no
se levante, que solamente piense, que le de vueltas a todo, y las
piense una y otra vez. Y no decida nada, que se pase películas. Y
que no duerma de tanto pensar.

T: Ah, mira. ¿Y cuál es tu nombre?

P: Esteban.

T: Muy bien Esteban, ¿y desde cuándo andas con Ramiro?

P: Desde que era chico. Le pegaban mucho, y en una de esas entré


yo. A acompañarlo. Estaba sólo.

T: ¿Y te ha gustado estar con él?

P: A veces. A veces no. Es aburrido estar acá.

T: ¿Y te gustaba la polola?

P: No, no me gustaba. No quería que estuviera con ella.

T: Muy bien, ¿y tú sabes para qué estamos juntos hoy?

P: Sí, para que me vaya. Me quiero ir.

T: ¿Te quieres ir ya?

P: Sí.

T: Entonces hagámosla cortita, ¿bueno?

P: Bueno.

T: Pero antes cuéntame, ¿cómo murió tu cuerpo?


P: En un accidente de tránsito. Salí disparado y ahí se acabó todo.
Ya me quiero ir.

T: Bueno, entonces te voy a ayudar a ir a la Luz, ¿bueno?

P: Ya, bueno.

Sin demora Esteban completó el proceso y pasó a la Luz, con mucha


alegría. Inmediatamente, pedí a Miguel Arcángel que ordenara a los
ángeles sanadores de la Luz que llenaran los espacios que dejaron
estos trozos de alma de Esteban, Isabel y Gustavo en el campo
vibratorio de Ramiro. Una vez hecho esto el campo energético de
éste brillaba y vibraba bien. Fue un trabajo largo, pero gratificante.

Al otro día Ángela me cuenta que le dio el reporte al paciente y éste


le contó detalles de su vida, que hasta ahora no había revelado.

Era efectivo que fue un niño maltratado, castigado repetidamente por


sus padres, y que era muy triste, y que después de la ruptura estaba
muy depresivo. Y también contó que era efectivo que le daba vueltas
a todo en la cabeza, pensándolas una y mil veces, sin decidirse a
hacer algo, y que a veces no dormía pensando en qué hacer, pero no
hacía nada. Pero, un detalle importante fue que confidenció que
desde mucho antes de la ruptura con la polola no sentía ningún
deseo sexual con ella, y esta lo buscaba frecuentemente y él la
evitaba. Se dormía temprano o alegaba estar cansado para no tener
relaciones sexuales. Incluso confesó que muchas veces sentía un
abierto rechazo al contacto físico con ella. Al final, ello lo abandonó.
Y no era como decía el cura posesor ni fea ni sucia, sino una mujer
bien parecida, tal como se veía en las fotos que él paciente envió.
Ángela le dio la novena del Sagrado Corazón del Padre Pío para que
rezara por el paso a la Luz de las almas que lo acompañaron por
largo tiempo, como término de esta sesión a distancia.

Ángela es una terapeuta, alumna, con dotes de videncia, y con


mucha habilidad para trabajar en desposesión. Y es también muy
valiente, porque no se arredra ante nada que aparezca en los
trabajos de limpieza a distancia, técnica que llevamos algunos años
desarrollando. Llega a mi casa para cumplir con un encargo de
limpiar a un paciente que no puede venir a Santiago, y me cuenta
que durante la semana estuvo en su pueblo, desde donde debía
viajar a ciudades cercanas para atender a algunos pacientes que le
habían estado pidiendo hora, pero, el lunes comenzó con un dolor de
estómago bastante fuerte, que pronto se convirtió en cólico y luego
en indigestión, para luego convertirse en diarrea. El martes le
comunicaron que algunos de los pacientes que habían reservado un
turno habían desistido, por diferentes y muy atendibles razones para
asistir a las citas, por lo cual además ya no había motivo para viajar.

Comenzamos la sesión de limpieza a distancia, pero antes de ver al


paciente motivo de la sesión tomé la decisión de revisar a Ángela. A
los pocos instantes ya estoy en contacto con una entidad.

T: ¿Tienes nombre?

P: Me llamo Roberto.

T: ¿Desde cuando estás con ella?

P: Desde el lunes.

T: ¿Y por qué estás con Ángela?


P: Porque tengo que molestarla, impedirle que haga lo que hace.
Eso.

T: ¿Pero ¿cómo es eso, impedirle que haga qué?

P Lo que ella hace.

T: Oye Roberto, cuéntame algo, ¿llegaste sólo o te mandaron?

P: Me mandaron. Me dijeron que tenía que impedir que ella hiciera lo


que iba a hacer.

T: Pero, ¿por qué?

P: Porque ella interfiere en cosas, no debe meterse.

Estas cosas a las que se refiere esta entidad son justamente debido
a su actividad como terapeuta, con extrema facilidad para
liberaciones o desposesiones, tanto presencialmente como a
distancia, en las cuales es muy efectiva.

T: Ah, entiendo, ¿y qué le provocas?

P: Que le duela el estómago. Que sufra mucho.

T: Pero ¿cómo lo haces?

P: Bueno, yo estoy ahí, en las tripas, y le aprieto muy fuerte y le


retuerzo (y hace el gesto con las manos).

Antes de la sesión, mientras conversábamos de los síntomas. Ángela


me contaba que los dolores que sentía eran muy fuertes, y que la
paralizaban. Del dolor no se podía mover, y que lograba calmarlo
tomando agüitas caseras que le prepara su madre, entre ellas una de
cáscara de granada, con lo cual mitigaba el cólico, y podía seguir, a
media máquina, pero sin dolores.

Estuvo así tres días seguidos. Recién el viernes pudo comer algo
más sólido.

T: Y cuéntame Roberto, ¿qué le pasaba a Ángela que entraste?

P: Estaba con pena.

T: Cuéntame

P: No, eso no más, estaba sóla, echaba de menos a su marido, y


había algunas situaciones en la familia, no en su casa, y se llenó de
pena. Y ahí entré.

T: ¿Y ella se dio cuenta?

P: No, no se dio cuenta.

La entidad había sido enviada a causar este problema a Ángela, para


que no pudiera viajar a las ciudades donde había quedado
comprometida para ir desde hacía ya un par de semanas, y no
pudiera hacer su trabajo. Entonces, la entidad esperó pacientemente
que ella debilitara su campo energético, hasta que entró.

T: Roberto, tienes claro que este no es tu cuerpo, ¿verdad?

P: Sí.

T: Bueno, y cuéntame, cómo murió tu cuerpo.


P: Me pegaron un balazo en el pecho. Un hombre.

T: ¿Y por qué te disparó?

P: Porque me pilló en su casa robando.

T: Te pilló justo.

P: Sí, y me disparó.

T: ¿Y qué pasó cuando te disparó?

P: Nada, salí no más. El cuerpo quedó ahí botado, lleno de sangre,


botado.

T: ¿Y trataste de volver al cuerpo?

P: No, estaba muerto. Salí arrancando para que no me pillaran.

T: Pero cómo arrancando, si el cuerpo ya estaba muerto.

P: Salí arrancando de ahí. Corriendo muy rápido para que no me


pillaran.

T: ¿Y no viste la luz cuando pasó todo eso?

P: No, no vi nada, salí arrancando no más.

T: Ah bien, pero fíjate, ¿qué te pasó cuando arrancaste?

P: No veía nada, solamente oscuridad, tinieblas. Estaba confundido,


y ahí me llamaron.

T: ¿Quién te llamó?

P: Una mujer, y me dijo que tenía que acompañarla. Y me empezó a


amenazar con un palo. Me decía mira, este eres tú, y así te voy a
pegar si no haces lo que te digo. Y me amenazaba con castigarme.

T: Y qué te dijo de la Luz, ¿qué te iba a pasar si te tocaba?


P: Me iba a quemar, y me iba a morir.

T: Ya, pero podrías haberte ido a la Luz cuando te disparó el


hombre.

P: No, porque no me habrían dejado entrar, porque yo soy malo, soy


ladrón.

Esta afirmación es una tan grave que puebla el plano paralelo de


almas perdidas que se hacen el juicio ellas mismas antes de ir a la
Luz. El tan temido juicio recurrido por la religión para someter a los
ignorantes y crédulos que somos los humanos, dándole el poder a
quienes dicen ser los portadores del poder de Dios, a los que dicen
que han heredado el poder infinito de Todopoderoso. En esta larga
carrera me he encontrado con cientos de almas perdidas que lo son
porque decidieron no enfrentar el supuesto juicio en que estaban
ciertos que los iban a desterrar a las calderas del infierno para toda
la eternidad, sin posibilidad de redimirse.

Una vez que le expliqué a la entidad que no existía el juicio me


detuve algunos minutos para explicarle las características del mundo
polar, en que para que haya un robado debe haber un ladrón, en que
para que haya un traicionado debe haber un traidor, y que cada uno
cumple un rol, un papel en el teatro de la vida de los seres humanos,
para aprender solamente, y que además esos papeles los elegimos o
aceptamos como parte de nuestro camino de aprendizaje, y que su
papel era ser ladrón, para que otros tuvieran oportunidad de
aprender lo propio. ¿Cómo puede alguien equilibrar lo que hizo a
otros despojándolo de sus bienes, si no viene otro y le provoca una
situación con la cual equilibra además el karma? Es un misterio
enorme, porque escapa a la comprensión humana y el computador
que llevamos instalado en nuestro interior no es capaz de procesar
tantas causas, tantos porqués de lo que acontece, porque además
estamos conectados con tantos otros, y esos tantos otros son
también alumnos y profesores de tantos otros. Y entonces, sin juicio,
y sabiendo que interpretaba un rol, podía seguir adelante en el
cometido de liberar a Ángela.

T: Bueno, ahora vas a ver que a tu lado está el Arcángel Miguel.


Mira, cuando cuente tres lo vas a ver... uno... dos... tres... ahí está.
¿Lo viste?

P: Sí, (encogiéndose de temor).

T: Mira, ahora le voy a decir que envíe un rayo de luz a tu cuerpo. (Le
pido a Miguel que lo haga). ¿Lo sentiste?

P: Sí.

T: ¿Te moriste?

P: No, sigo vivo.

T: ¿Te quemó?

P: No.

T: Entonces parece que lo que te dijeron de la Luz era mentira.

P: Sí, parece que me mintieron, no me pasó nada. Me mintieron.

T: Muy bien, y ahora, dime algo, ¿te gustaría ir a la Luz?

P: Sí.

T: Entonces despídete de Ángela, y pídele disculpas por haberte


metido en su campo energético.

P: Ya, me voy a ir a la Luz, perdóname por haberlo hecho, no sabía


que no se hacía, me habían amenazado con castigarme, yo no sabía
...
En unos instantes se fue a la luz. El cuerpo de Ángela se relajó, su
estómago se aflojó, y disminuyó su hinchazón. La indigestión
desapareció completamente. Su cara cambió.

Al otro día me confirmó que estaba completamente recuperada y no


tenía ni un malestar. Y algunos pacientes los cuales no pudo atender
en la oportunidad, le confirmaron que iban a viajar a Santiago a verla
en fecha próxima.

Las entidades siempre saben lo que hacemos.

Una mujer muy infeliz

Ángela me llama a comienzos de febrero de 2018 y me dice


«tenemos trabajo, urgente». Me explica que la llamó una colega de
profesión de la cual se hizo amiga en la última parte donde
trabajaron juntas, y que se comunicó con ella pidiéndole ayuda. Esta
amiga, a quien llamaré Bernardita, la despidieron del colegio donde
trabajaba como profesora a fines del 2017. Su búsqueda de nuevo
empleo no ha tenido éxito, aun cuando ha postulado a docenas, de
los cuales solamente la han llamado a entrevista dos veces, y en
ambas no fue seleccionada. Su situación económica es precaria, y
para bajar sus gastos corrientes ha decidido irse por un tiempo
donde sus padres, a una parcela rural en los alrededores de
Santiago. Le explica a Ángela que desde que se fue para allá nada le
ha andado bien. El primer día le destruyó un neumático al auto de su
padre. Al segundo fue el turno de otro neumático, pero en el auto de
su madre. Debió ser auxiliada por el servicio de la autopista. Otro día
derramó café en el teclado del computador, inutilizándolo. El
siguiente conduciendo cometió una infracción de tránsito, y le
pasaron una multa. Después, en un descuido se le cayó su celular al
suelo, y se le quebró la pantalla. Un teléfono de alta gama, con el
repuesto bastante costoso. Nada, nada le salía bien. Para culminar,
escuchó conversar a su abuela con la empleada de la casa, cuando
le decía que su nieta no se cuidaba ni se preocupaba de mejorar su
presentación personal, que era un desastre, y que se veía fea, y que
así nada le iba a resultar. Ahí, decidió pedir ayuda. Al día siguiente
entonces, Ángela se viene a mi casa, para hacer una sesión a
distancia con Bernardita.

Es una mujer de 35 años, soltera, sin hijos, de profesión profesora.


Poco atractiva, poco cuidada en su apariencia, presenta un evidente
sobrepeso, y parece ser bastante tímida y retraída. Había sido
paciente en las prácticas de las alumnas del último curso, y había
trabajado el origen de su tristeza, la que se remontaba a su niñez,
cuando su hermana tuvo un accidente que la tuvo en cama y en
rehabilitación física durante un tiempo prolongado, lo cual provocó
que sintiera el abandono de sus padres por dedicarse ellos a la
hermana.

Comenzamos la sesión de desposesión a distancia, por lo


sospechoso de los acontecimientos de la última semana, y también
por los detalles de su vida. A los pocos minutos ya estábamos en
contacto con Bernardita, quien accedió a ser explorada a distancia
por Ángela. Al ver su campo vibratorio aparecieron nítidamente cinco
entidades, y una de ellas se movía con sigilo como queriendo
esconderse. En ese momento pido al Arcángel Miguel que la tome y
la inmovilice, para después trabajar con ella, ya que aparecían otras
como más importantes e influyentes en la personalidad de la
paciente a distancia. Una entidad estaba ubicada en la zona del
sistema genital, otra en el estómago, una tercera en el pecho
superior, y una cuarta sobre la cabeza. La quinta, la inmovilizada,
estaba sobre el brazo derecho. Comenzamos con la que parecía ser
la más importante, la ubicada en la zona sexual. A los pocos
instantes ya estaba en comunicación con ella. Deparaba sorpresas
importantes.

T: ¿Tienes nombre?

P: Sí, me llamo María Agustina.

T: ¿Estás hace tiempo con ella?

P: Sí, entré cuando la hermana tuvo el accidente.

T: ¿Y qué le sucedió a tu cuerpo?

P: Me asesinaron. Me morí en las torturas. Los milicos me torturaron,


y no resistí.

T: ¿Cómo fue eso?

P: Torturada. Me pegaron, me violaron, me metían ratones, me


metían cosas por todos lados, palos. Mi cuerpo no resistió.

T: Ahora vas a ver el momento en que tu cuerpo muere. Uno... dos...


tres... ¿qué le paso a tu cuerpo?

P: Ahí está, muerto. Yo me voy, no quiero estar más ahí.

T: Pero, ¿qué le pasa a tu cuerpo?

P: Lo entierran, con otros cuerpos. Hay otros más que entierran.


Somos varios. Sin cruces, nada. Nos desaparecieron, es una fosa
común.

T: ¿Fuiste detenida desaparecida?

P: Sí. Me convierto en detenida desaparecida.

T: ¿Sabes dónde lo entierran?


P: No sé. No sé dónde es. Pero hay más cuerpos.

T: ¿Y qué haces?

P: Me voy, no quiero estar más ahí. Tengo que irme.

T: ¿Y dónde encontraste a Bernardita?

P: En el colegio, estaba triste. Y entré. Era chica. Tenía doce años.

T: ¿Se dio cuenta?

P: No. Nada.

T: ¿Y estás contenta de estar con ella?

P: Sí, me gusta.

T: Bueno, y cuéntame, ¿en qué influyes tú en ella?

P: Yo la hago que se ponga fea, que no se arregle. Que no se


preocupe de ella. Que ande fea.

T: ¿Pero para qué tiene que andar fea?

P: Para que los hombres no la miren. La pueden violar, pueden


abusar de ella. Entonces no tiene que llamar la atención, tiene que
andar fea. Así nadie la mira, y no la violan, no la violan como a mí.
Así se salva.

T: Ah, para que no te pase lo que te pasó a ti.

P: Exactamente, para que no la violen como me violaron a mí.

T: Sí, pero a ti te violaron no por bonita ni por estar arreglada, sino


como un método de tortura.

P: No importa, ella no tiene que llamar la atención, nadie se tiene que


fijar en ella, porque la pueden violar.
T: ¿Y si se le acerca un hombre?

P: No, ninguno se le acerca. Yo no dejo.

T: ¿Cómo no dejas?

P: No, no dejo que se acerquen. Hago que ella no sea atractiva, que
no atraiga a ningún hombre. Entonces, ni tratan de acercarse, se
van, se corren rápidamente. Y sigue sóla.

T: Pero ella lo pasa mal con eso, ningún hombre se ha podido


acercar a ella.

P: Sí, pero así no tiene problemas, nadie puede hacerle daño, nadie
puede abusar de ella.

Esta entidad de esta mujer torturada y muerta en la dictadura militar,


no recordaba detalles de dónde estuvo ni qué pasó con la ubicación
de su cuerpo. Era tan fuertes las reacciones físicas, emocionales y
mentales en el momento de la muerte, que solamente se quedó con
aquello de no atraer para no ser violada. Pronto se fue a la Luz,
después de despedirse y pedir perdón a Bernardita.
Afortunadamente pudo hacerlo, después de un proceso cuidadoso.

Antes de irse, le pedí a esta entidad que hiciera el servicio de llamar


por todos los universos a todas las almas que quisieran pasar a la
Luz, almas de todas las características y condiciones, incluso las
esclavizadas. Llamó y llamó y logró que muchas pasaran la puerta.
Luego se fue tranquilamente. Entonces, empezamos a trabajar a la
segunda entidad que parecía más importante, la del estómago.

T: ¿Cómo estás ahí?


P: Bien.

T: ¿Tienes nombre?

P: Emilio.

T: ¿Y qué la haces hacer?

P: Yo hago que coma, que siempre esté comiendo. Que coma


dulces. A mí me gusta comer, entonces hago que ella coma, que
siempre coma. Que ande pensando en comida. Y hago que se sienta
fea. Ella se operó. Y no me fui con la operación. Me quedé por el
lado mientras la operaban y no me fui.

T: ¿Cómo lo hiciste?

P: Así no más pues, me puse a un lado mientras le cortaban la tripa.


Y no me fui. Pensaban que con eso no iba a comer más. Pero la
hacía comer igual. Y se sentía mal. Y no le resultó la operación. Y no
me fui. Y aquí estoy.

Esta entidad se burlaba de ella, abiertamente. Se mostraba incluso


comiendo un caramelo. Se mofó de la operación, y se ufanaba que
no había salido. Esta entidad había entrado en la juventud de
Bernardita, en sus días de colegiala, cuando algunas compañeras la
trataron de fea y se burlaron de ella.

Dio un poco de trabajo enviarla a la Luz, pero al final se despidió


sentidamente de Bernardita, y se fue tranquilamente. Luego, fue el
turno de la tercera entidad, la que se ubicaba en el pecho. Y aquí
vendría otra sorpresa más.

T: ¿Estás bien ahí?


P: Sí, y no me quiero ir.

T: ¿Tienes nombre?

P: Sí, me llamo Sergio, y soy el abuelo de ella. Y no me quiero ir. Si


me voy, ¿quién la va a cuidar?

T: Bueno Sergio, eres bienvenido a conversar.

P: Gracias, pero no me voy a ir.

T: Está bien Sergio. Quiero que me digas, ¿en qué influyes tú en


ella?

P: La hago que tenga angustia, que viva con angustia. Con el pecho
apretado. Ahí me gusta estar a mí.

T: ¿Y cuándo entraste donde ella?

P: Cuando ella tenía pena, porque estaba sola. A ella le dio mucha
pena. Tenía pena.

T: ¿Y se dio cuenta que entraste?

P: No, nada.

T: ¿Y cómo murió tu cuerpo?

P: Ahogado. Por eso el dolor en el pecho. Morí mucho antes de


nacer ella. No me conoció. Morí ahogado salvando a mis hijos. Salvé
a los dos, pero yo no pude salvarme. Y me quedé en la casa. Ella me
veía cuando era chica. Siempre decía que me veía, y no le creían. Y
me quedé con ella cuando se sentía sola, abandonada y parecía que
no existía, cuando atropellaron a la hermana. Todas las atenciones
fueron para la hermana. Y yo me quedé con ella y la acompaño.

T: ¿Y no viste la Luz cuando moriste?

P: No, no quise ver nada. No había nada. Nada.


T: Sergio, ¿y tú sabes por qué estamos juntos hoy día?

P: Si, supongo, pero no me voy a ir. Yo tengo que cuidarla.

T: Sí, claro, pero ella ya es grande, y no requiere que la andes


cuidando. Es más, ella necesita ser libre para poder hacer lo que
quiera hacer, sin nadie que la cuide, como dices tú.

P: Sí, pero ella es mi nieta, y tengo que cuidarla.

T: Claro, pero es que ya no estás en este plano físico. Tu cuerpo


murió, y es necesario que sigas tu camino, el camino que deben
seguir todas las almas...

P: ¿Pero ¿cómo voy a saber que va a estar bien?

T: Bueno, ella va a estar bien. ¿Quieres que le preguntemos a ella si


quiere que te marches?

P: Podría ser...

T: Pregúntale, ella te va a decir.

P: Ya...

Al cabo de unos instantes comunica que ella le dice que quiere que
se vaya. Le pide perdón, y se despide de ella, y pronto pasa a la Luz.
Y procedimos entonces a trabajar con la cuarta entidad, la que
veíamos ubicada sobre la cabeza.

T: ¿Tienes nombre?

P: Gustavo.

T: ¿Y estás bien ahí con ella?


P: Más o menos. Estoy aburrido. Como que ya no quiero estar aquí.
Pero lo paso bien.

T: ¿Cómo lo pasas bien?

P: Sí, lo paso bien.

T: ¿Y por qué lo pasas tan bien?

P: Porque yo hago que tome malas decisiones. Que tome decisiones


equivocadas. O que no haga nada. Hago que tenga excusas para
todo. Por ejemplo, si tiene que postular a un colegio que no le queda
cerca de la casa entonces ella no postula. Y eso me gusta. No hace
nada, y queda donde está. Inmovilizada.

T: ¿Y te gusta hacer esto?

P: Sí, me entretiene. Pero ya estoy medio aburrido aquí. Ella no


avanza en nada. Y entonces no hago nada más.

T: Tú sabes que este no es tu cuerpo, ¿no?

P: Parece. Ahora me estoy fijando.

T: Claro, lo que pasa es que tú tenías un cuerpo antes, y ese cuerpo


se murió. Y este no es tu cuerpo, es el cuerpo de Bernardita, ¿te das
cuenta?

P: Parece.

T: Oye, y una cosa, ¿cómo murió tu cuerpo?

P: Me suicidé. Me pegué un balazo en la cabeza. Me volé la cabeza,


así, ¡pum! (muestra cómo se pone el arma en la boca y se dispara).

T: Ah, ¿y se solucionó todo?

P: No, no se solucionó nada. No me morí.


T: No pues, es que no morimos nunca. Lo que muere son los
cuerpos que tenemos en las diferentes vidas, pero nosotros no
morimos nunca. Eso es lo lindo, ¿te fijas?

P: Sí, me doy cuenta.

T: Oye Gustavo, ¿y cuándo entraste donde ella?

P: Cuando estaba en el hospital. Cuando la operaban. Ahí la


encontré y me metí.

T: ¿Y te gustaría irte a la Luz?

P: ¿Cómo se fueron los otros?

T: Claro, como se fueron los otros.

P: Se fueron contentos.

T: Sí, se fueron contentos. Es que en la Luz todos encontramos


felicidad y paz.

P: Entonces me voy.

Se despidió, y pasó el portal a la Luz. Y entonces era el turno de la


última entidad, la esquiva, la que quería esconderse y el Arcángel
Miguel inmovilizó.

T: ¿Llegaste hace tiempo?

P: Hace una semana, cuando ella llegó a la casa.

T: ¿Y qué le pasaba a ella cuando entraste?

P: Fue fácil. Estaba triste porque no encuentra trabajo y sin plata. Y


entonces entré.
T: ¿Y dónde estabas?

P: Ahí, en el campo. Yo vivo ahí. Siempre estoy ahí.

T: ¿Y entonces, para qué entraste?

P: Me mandaron. Me dijeron que tenía que hacerle la vida imposible,


sino me iban a castigar. Me dijeron que me iban a pegar.

T: ¿Y que te podías morir?

P: Sí, que podía morir.

T: Ah, ¿pero no sabes que tu cuerpo murió?

P: ¿Cómo voy a estar muerto? Yo estoy aquí, y no estoy muerto.

T: Bueno, y ¿cuál es tu nombre?

P: Ramón.

T: Mira, el cuerpo en que estás no es tuyo.

En ese momento le explico que su cuerpo murió, y que él no muere


nunca. Lo llevo a ver el momento de su muerte, y cambia su
expresión y tono de voz.

T: ¿Cómo murió tu cuerpo?

P: Un ataque al corazón parece, parece.

T: ¿Y qué hiciste entonces?

P: Nada, me quedé por acá. Yo vivía acá, en el campo. Me gusta


estar acá, mucho campo, animales, caballos, de todo. Lo paso bien.
No molesto a nadie.
T: Bueno, pero ahora están con ella. No puedes hacer lo que quieres.

P: No.

T: ¿Y quién te mandó?

P: Una mujer.

T: ¿Una mujer?

P: Sí, una mujer. Una que trabajaba con ella en el colegio. Ella.
Parece que no le gusta y quiere que le vaya mal. No entiendo
mucho, a mí solamente me dijeron lo que tengo que hacer, y si no lo
hago me van a castigar fuerte.

T: ¿Y te gusta lo que has hecho con ella estos días?

P: No, lo ha pasado mal. Pero tengo que hacerlo.

T: ¿Y te gustaría irte a descansar? Ya viste como se fueron los otros,


contentos y tranquilos.

P: Sí. Me gustaría. ¿Pero podré?

T: Sí. podrás. Le pediremos ayuda al Arcángel Miguel para que te


lleve a la Luz, él te va a cuidar. Tu sabes que nada ni nadie puede
con él. Él te protegerá.

P: Bueno.

T: Entonces despídete de Bernardita, y dile que te perdone, pero que


te mandaron. Explícale.

Y Ramón se fue en brazos de Miguel a la Luz, muy tranquilo y


contento.
Cuando Ángela le dio el reporte a su amiga Bernardita fue todo un
acontecimiento. Se dio cuenta de lo que le había pasado, pero no
podía salir del asombro con todo lo que habíamos hecho y sabido.
No podía explicarse que supiéramos el nombre de su abuelo muerto
hace años y al que ella no conoció, del que nunca antes había
hablado. Y de la forma como había muerto, y los síntomas que
provocaba en ella. También contó que el problema con la comida es
que sufría enormemente por el deseo casi compulsivo de comer,
especialmente cosas dulces. Y dijo que «siento mucho placer
comiendo». Contó también que ella sentía que le decían que pusiera
problemas para moverse o para hacer algo en su beneficio, dándole
las excusas perfectas. Así no se movía. Y comprendió sus problemas
con la manifestación amorosa y sexual por la presencia de María
Agustina que no le permitió nunca tener una relación amorosa.

La mayor sorpresa fue la última entidad, Ramón. Esta Alma perdida


de este campesino, al convertirse en posesión fue por un acto de
brujería que llevó a cabo otra mujer, una profesora de la escuela
donde eran colegas. Esta profesora le tenía una especial
animadversión, al igual que a varias otras, a las cuales acosaba
laboralmente, y criticaba sus capacidades de conducir las clases y el
trato con los alumnos. Con Ángela tenía una postura de respeto,
porque le reconocía ciertas capacidades perceptivas, lo que la hacía
ser cuidadosa en el trato. En una ocasión solamente tuvieron
problemas, pero Ángela le puso las cosas claras entre ellas y no le
permitió ninguna interacción más.

Bernardita tiene mucho trabajo que hacer para sanar profundamente.


Su vida ha estado llena de otros asuntos traumáticos que espero
sanen en el tiempo. Esto recién comienza.

«La historia de todos los hombres está escrita en sus frentes,

pero en un idioma que sólo sabe leer quien ha recibido una


revelación»
Khalil Gibrán

Síndrome de abducción extraterrestre

Cuando comencé el curso de formación con el Dr. Cabouli, no me


imaginaba, ni remotamente, lo que sería siquiera ese nombre, ni lo
que escondería, ni los alcances que tendría en mi vida futura.
Cuando llegó la fecha que comenzamos el estudio del fenómeno
estaba muy tranquilo y expectante de lo que José Luis nos iba a
enseñar.

Recuerdo que nos llevó a una salita donde nos acomodamos todos
sus atentos estudiantes, cerró la puerta, bajó las luces, y utilizando
una serie de diapositivas comenzó a explicarnos en detalle los
síntomas y efectos de la abducción extraterrestre en los seres
humanos. Cuando acabó la exposición estaba demudado, anclado a
la silla. Atónito, estupefacto. Miles de cosas pasaban por mi cabeza,
a la velocidad del rayo, y comenzaba a tomar conciencia de muchas
cosas que habían sucedido en mi vida, y que la habían alterado
grandemente.

Vamos por partes, recordando lo que nos expuso José Luis esa tarde
en Las Verbenas, la hostería en la sierra de San Luis donde dictaba
el curso.

De partida, un síndrome es un conjunto de síntomas, que constituyen


una condición de salud. Veamos entonces cuáles son los síntomas
del síndrome de abducción extraterrestre.
Los abducidos -secuestrados- desarrollan variados síntomas y
algunos presentan varios de ellos copulativamente, a saber: fobias,
disfunciones sexuales, ansiedad, amnesia, obesidad, depresión
crónica, pesadillas, insomnio -por estar siempre pendiente de todo,
por controlarlo todo-, miedos, crisis de pánico, bloqueos. Los miedos
más recurrentes son a las agujas, a los doctores, a las inyecciones, a
los hospitales, a las salas de espera, a la oscuridad, a la soledad, a
ser secuestrado, a volar en avión, y a lugares específicos. Otros
síntomas son las cefaleas crónicas, trastornos gastrointestinales,
problemas de falta de energía, confusiones mentales, conflictos de
pareja y disfunciones sexuales varias. Hay algunos otros síntomas
físicos que son importantes. Uno de los más significativos es la
sangre de narices en la infancia principalmente. El otro es la llamada
«parálisis del sueño» en que se despierta como estar paralizado y
con sensaciones de terror. A veces se presentan marcas
inexplicables en el cuerpo, como de pequeñas incisiones, o cicatrices
de operación, perfectamente cicatrizadas. Y también pueden
presentarse lapsos faltantes, es decir, no acordarse qué pasó en un
espacio de tiempo dado, que puede tener variada duración. La
sensación de estar siempre siendo controlado es también común, así
como el sentirse observado, incluso en situaciones íntimas, como
cuando se va al baño o se está en la ducha. En mi experiencia, el
sangramiento de narices es una de las más claras muestras de
haber sido abducido.

En ese momento, hundido en la silla en que estaba atentamente


escuchando a mi profesor, comprendí mis propios síntomas, tan
personales, y que nadie nunca reparó ni pudo unir.

En el año 1962, siendo un niño de nueve años apenas, sufrí


episodios de epistaxis, es decir, sangrado de narices. Estaba
resfriado, y me salía mucha sangre, muchas veces al día. Estaba tan
acostumbrado que antes que comenzara a salir la olía, y corría al
baño antes que brotara, donde veía irse mi vida por el desagüe del
lavamanos. Esto se hizo habitual ese otoño. Vivía pendiente del
sangrado. Un día, desperté en el hospital. Una mañana, la empleada
de la casa, al no escucharme, se asomó al baño, donde descubrió
que estaba en el suelo, desmayado, sangrando. De emergencia me
llevaron al hospital de la ciudad, distante pocas cuadras, donde en
base a compresas de algodón detuvieron la hemorragia. Volví en mí
varias horas después acostado en una sala del hospital. Según
recuerdo, el recuento de glóbulos rojos ese día era la mitad de lo que
normalmente un niño de esa contextura debía tener. Era un
muchacho normal para la talla, atlético, porque todo el día practicaba
deportes, jugaba y andaba siempre corriendo, como un muchacho de
esa edad. No tenía un gramo de más, ni de menos. El médico
laboratorista me dijo que estuve muy cerca de morir, debido a la
anemia aguda. El tratamiento para recuperarme resultó lento. Me
ordenaron permanecer en la cama, por tres meses, sin salir de casa,
acostado, con sobrealimentación. Al cabo, cuando me autorizaron a
retomar mi vida estaba más alto, pero era una bola de grasa. Estaba
evidentemente sobrealimentado. A partir de ahí siempre he vuelto a
tener problemas de peso. Siempre. Los problemas de sangrado de
nariz continuaron, no con tanta virulencia, pero continuaron. Mi vida
no fue nunca más normal. Me salía sangre siempre, aún en reposo.
Mi madre andaba conmigo de médico en médico, de ciudad en
ciudad. Me hicieron un tratamiento de cauterización con alguna
sustancia, -un tratamiento desagradable y doloroso- que atenuó en
algo el problema. A los pocos años, y en vista de mi sobrepeso, que
no cedía, y mi baja estatura y desarrollo sexual tardío, fui sometido a
un tratamiento hormonal. Con ello normalicé los aspectos
nombrados, pero no fue suficiente para controlar el peso. Hube de
seguir con dietas. El problema de la sangre de narices me convirtió
en un joven bastante cobarde. Así, comencé a evitar deportes de
contacto físico, a pesar que me gustaban mucho y me forzaba a
participar, con empeño. Así jugaba fútbol y básquetbol en mi colegio,
y tennis con mi familia fuera del colegio. Recuerdo un episodio muy
desagradable, de una pelea después de clases, perdí porque mi
contrincante me acertó un puñete en la nariz, y sangré profusamente.
Después de eso me acobardé para las peleas.

Luego de la clase, José Luis nos instruyó continuar con nuestra


práctica de regresiones entre nosotros, sus alumnos, como es
habitual en el desarrollo del proceso de aprendizaje. Le pedí a una
de mis compañeras que trabajáramos juntos. Ya sabía lo que debía
trabajar. Como vivimos en regresión, estaba claro dónde debía ir a
buscar respuestas.

Como forma de contextualizar, debo decir que en la ciudad donde


vivía a los nueve años, era normal que los niños jugáramos en la
calle. No había televisión, ni computadores, ni celulares, y éramos
bastante niños, es decir, sin juicios que nos hiciera diferenciarnos. Lo
que nos interesaba era jugar. En mi cuadra habíamos alrededor de
veinte o veinticinco chicos y chicas de la misma edad. Las niñas
jugaban por su cuenta y los hombres jugábamos siempre a la pelota.
Se nos unían algunos de la vecindad, de la vuelta de la esquina, y
hacíamos partidos memorables. En ocasiones jugábamos niños y
niñas a correr y pillarse y otros juegos, que hacían una delicia los
días sin clases, y las largas tardes de la primavera. Bastaba que
salieran un par a la calle para que pronto se llenara de chiquillos
jugando. En esos años pasaba un auto de vez en cuando, porque no
había gran cantidad, y las velocidades eran moderadas, y sabíamos
jugar. Nunca hubo un accidente.

El relato de lo que fue la regresión es el siguiente: Un buen día, salí a


la calle desde mi casa, y no andaba nadie. Era verano, hacía calor, y
las calles estaban vacías. De pronto, un niño, de la misma edad que
yo, pero completamente desconocido, apareció de la nada, ahí,
frente a mí, y me preguntó «¿quieres jugar conmigo?». Preguntar
jugar a qué y aceptar fue casi inmediato. En ese momento fui
transportado a una nave, donde comenzó mi calvario.

Los extraterrestres usan esta artimaña para lograr el consentimiento


para secuestrar. Creo que saben que la ley universal es la ley del
libre albedrío, y esa ley no debe nunca ser violada. Entonces, utilizan
ese engaño para proceder. Y uno de los ejes del trabajo en las
abducciones es quitar el consentimiento, igual como se trabajan los
pactos, las promesas o los acuerdos.

Además, pude ver la artimaña para que no anduviera nadie en la


calle. Ellos crearon un campo magnético hacia ambos lados de la
calle, para que nadie ingresara. Lo vi perfectamente.

José Luis nos explicó en esa clase que lo que hacen estos seres es
experimentar con nosotros. Somos sometidos a toda serie de
procedimientos médico quirúrgicos. Nos estudian. Y eso hicieron
conmigo.

En la nave fui sometido a experimentos. Me tomaron muestras de


tejidos, de sangre, de piel, pelo, fluidos corporales. Me pusieron
ciertos elementos en las glándulas al medio del cerebro, pineal y
pituitaria, las que alcanzaron introduciendo ciertos elementos como
varillas, o filamentos por las fosas nasales. Alcanzar esas glándulas
con esos elementos me produjeron en mi nariz heridas que tardaron
años en cicatrizar. Además de dejar estos elementos, dejaron en mi
entrecejo otro elemento de forma triangular, y en mi glándula tiroides
otro de forma cilíndrica. El primero de ellos era un elemento que
servía para transmitir información hacia el lugar donde ellos operan,
la nave, y también para captar mi energía, elemento también vital
para ellos. El de la glándula tiroides es para monitorear todo el
comportamiento hormonal de mi cuerpo. La tiroides es la
responsable del funcionamiento hormonal en el cuerpo humano.

El Dr. Rüdiger Dahlke nos dice lo siguiente: «La misión de la glándula


tiroides es producir la hormona metabólica que se presenta en dos
formas: L-tiroxina y la aún más eficaz triyodotiroxina. Ambas están
compuestas especialmente por yodo y su función consiste en regular
el metabolismo; aumentan la vitalidad más tiempo y de manera más
eficaz que la adrenalina y la noradrenalina, que son hormonas de
efecto rápido segregadas por las cápsulas suprarrenales. Además de
estimular la circulación con la tensión sanguínea y la frecuencia
cardíaca, también estimulan la función de los pulmones y los
intestinos. Elevan la temperatura y el metabolismo basal, el
rendimiento nervioso y aumentan la excitabilidad de los músculos, al
tiempo que la velocidad de reacción es mayor. Asimismo, se está
más despierto y aumenta la velocidad de pensamiento. La glándula
tiroides desempeña un papel fundamental en los procesos de
crecimiento. Franz Alexander señala que fue esta glándula la que
permitió dar el paso del agua a la tierra firme; a partir de los anfibios
los seres vivos empezaron a poseer glándula tiroides. En
experimentos con un tipo de salamandra mejicana llamada axolotl,
consistentes en suministrarle tiroxina, la respiración branquial se
transformó en respiración pulmonar, de modo que de ser animales
acuáticos estas salamandras pasan a ser terrestres. W. L. Brown
calificó la glándula tiroides como «la glándula de la creación». En la
actualidad la glándula tiroides sigue manteniendo su relación con el
mar a través del yodo, un elemento especialmente presente en el
mar y a partir del cual es capaz de producir sus hormonas. Cuando
las personas se alejan demasiado del mar, por ejemplo, para
instalarse en altas montañas, pueden surgir fácilmente problemas
con la glándula tiroides. La importancia de la hormona de la tiroides
en la maduración humana queda demostrado por el hecho de que su
falta provoca el cretinismo y el mixedema, dos enfermedades que se
caracterizan por un retraso en el desarrollo físico y psíquico. Por
ejemplo, las junturas de crecimiento de los largos huesos de las
extremidades se cierran tardíamente y se obstaculiza el desarrollo de
la inteligencia. En la fase de desarrollo la tiroxina tiene efectos
similares a la hormona de crecimiento de la hipófisis.»

Los seres extraterrestres son de varios tipos, y en este caso eran


grises, altos, largos, de piel fría, con cuatro dedos largos, de ojos
almendrados con la punta hacia arriba y a los costados de la cabeza.
Se comunican telepáticamente, y, su característica principal es que
no tienen cuerpo emocional. Las emociones las desconocen. Este
simple hecho, de no tener emociones, los hace desconectarse
completamente de lo que están haciendo, del daño que producen en
los abducidos. De hecho, no tienen conciencia del dolor ni el daño
que provocan. Por eso, cuando se les dificulta el paso por las fosas
nasales no tienen ningún reparo en dañar los tejidos para llevar a
cabo su cometido y alcanzar la pituitaria y la pineal.

Pero eso no fue todo. Observaron el crecimiento de mis genitales, y


tomaron muestras de fluidos. A esa edad era un niño impúber, sin
desarrollo sexual. Dejaron además ciertos elementos, que llamaré
implantes de ahora en adelante, para monitorear mi desarrollo, el
que podía serles informado al instante. Introdujeron sondas por el
ano, con la finalidad de observar y tomar muestras. Mientras esto
sucedía yo estaba inmóvil, desnudo, sobre una superficie metálica y
fría. No podía moverme. Una vez terminada la exploración me
regresaron adonde me habían ido a buscar.

El período de tiempo de todo ello es un misterio. Y tampoco pude


recordar que pasara algo. Este hecho, se explica porque estos seres
utilizan instrucciones post hipnóticas en los secuestrados. Estas
instrucciones van desde la simple «no recordarás nada de lo que
pasó», hasta algunas más, como por ejemplo «si alguien habla de
nosotros tú debes decir que posiblemente somos buenos», o «que
venimos a ayudar», o «que venimos a salvar al planeta de la
destrucción inminente que está el hombre provocando».

La experiencia no terminó ahí, porque después de un tiempo


volvieron a hacer lo mismo, lo que siguieron repitiendo con cierta
regularidad. Cuando ya alcancé desarrollo sexual comenzaron a
extraer semen, por los espermios.

A través del tiempo he observado que la gran mayoría de las


personas que secuestran son mujeres. Y ello tiene una explicación
sencilla, buscan sus óvulos. Y como la mujer produce un óvulo al
mes deben llevarse muchas. En los hombres basta una muestra para
obtener millones de espermatozoides.

¿Qué es lo que buscan? En mi experiencia, tienen dos objetivos


principales. Uno es obtener energía nuestra para su provecho. De
hecho, nos están robando energía constantemente. El otro, más
siniestro, es que buscan hacer experimentos de procreación,
hibridándose con nosotros.

El asunto de cómo lo hacen para llevarnos es bastante difícil de


comprender, o imaginar siquiera: me parece que es correcto afirmar
que llevan uno de nuestros cuerpos sutiles, conocidos como astral, o
etérico. Este cuerpo sutil es exactamente nuestro cuerpo, con toda
su conformación y funciones, y conciencia, es decir, con alma. Sobre
él intervienen. Por ello, cuando se llevan a una persona que está
durmiendo con su pareja, ésta no nota nada raro, porque el cuerpo
físico que percibe con sus cinco sentidos normales sigue ahí, a su
lado. También, y es muy común, que el secuestro sea completo, es
decir, físico. Secuestran el cuerpo completo.
Cuando digo que llevan el cuerpo sutil que tiene alma lo hago porque
normalmente cuando la persona abducida se da cuenta que está
inmóvil en una camilla o sillón tipo dentista en la nave, y comienzan
los procedimientos invasivos sobre él, el alma se fragmenta, y un
trozo de ella se escapa. Por eso, cuando a mis pacientes les invito a
ver si han perdido un trozo de ella, la encuentran siempre en la nave,
y aterrorizados, no se atreven a ir a buscarla.

La sanación de la abducción es bastante sencilla, y al final se


transforma en un protocolo, con algunas pocas variantes en
ocasiones. Por lo general a los pacientes les cuesta un poco llegar a
aceptar que se están dando cuenta que les sucedió algo traumático,
y en esta vida, y eso frena mucho el proceso de regresión. Algunos
pacientes hacen esfuerzos por no llevar su conciencia a ese punto, y
muchos lo logran. Las más de las veces la dificultad estriba en las
instrucciones post hipnóticas que los extraterrestres implantaron en
él en su oportunidad. Estas instrucciones suelen ser muy
amenazadoras, muy parecidas a las que hacen los abusadores
sexuales a los niños que abusan, especialmente las amenazas de
tomar a familiares y hacerles lo mismo. Sin embargo, cuando el
paciente llega al punto de la abducción el proceso se desata.

Lo primero que hay que hacer es lograr que el paciente desarrolle la


experiencia de la abducción, que se ubique espacialmente dónde
está, quiénes lo han secuestrado y le intervienen, y que internalice
qué le están poniendo en su cuerpo. que describa con pelos y
señales los procedimientos a los cuáles está siendo sometido. Una
vez que el paciente ha tomado conciencia de todo lo que ha pasado
es necesario trabajar las emociones presentes en el momento más
traumático de la abducción, que es donde su conciencia está
atrapada. Luego, y lo más importante es que se de cuenta del
engaño al que ha sido sometido, porque no es lo que le hacen lo que
le prometieron que le darían o harían. Cuando el paciente se da
cuenta de esto ya es más fácil el trabajo. Luego, después que el
paciente ha logrado lo que hago es llevar al paciente a la primera vez
que lo secuestraron, y determinar si fue en esta o en otra vida. Una
vez ahí establecer qué fue lo que llevó a que tomaran contacto con el
paciente, qué le ofrecieron a cambio de qué. Esa información es
primordial, porque permite al paciente establecer el engaño que
sufrió. Este punto es principal.

Desde que me involucré con la terapia del síndrome de abducción


extraterrestre me asiste el convencimiento que lo que sucede es
similar a lo que la cultura popular llama vender el alma al diablo, ya
que la primera vez que llevan a la persona le ofrecen el oro y el moro
para que acepte. Y, a lo largo de los años, he visto que muchas
veces lo que han ofrecido se ha cumplido, en la primera vida que
sucedió la abducción. Mujeres, hombres, poder, dinero, propiedades,
cargos dignatarios, son por lo general lo que piden y lo que logran.
Luego, a partir de las vidas siguientes el asunto se complica, ya que
los extraterrestres persisten en su iniciativa de secuestro, pero el
paciente ya es otra persona, en otro cuerpo, y muchas veces la
acción continúa vida tras vida, hasta la presente, sin que el paciente
se dé cuenta o pueda hacer algo al respecto.

La paciente, Andrea, llega a mi consulta muy dubitativa. Los médicos


le han dicho que tiene una cicatriz en el útero, que es similar a la de
haber tenido un hijo, pero me dice angustiada «¡Yo nunca he estado
embarazada!». Mientras conversamos sobre la situación me relata
que ella sospecha que le ha sucedido algo «extraño» y que no es
capaz de contar a nadie por temor a las burlas y al rechazo. Siente
que siempre es observada, y que tiene temor a desnudarse delante
de su pareja y que muchas veces es incapaz de consumar el acto
sexual, sin lograr determinar qué es lo que le pasa. Ha asistido a
algunas sesiones de terapias con profesionales y no logra mejorar su
realidad, lo que la acongoja. Dice que le perturba sobremanera que
su novio le toque sus genitales, y hace esfuerzos para poder
sobrellevar la situación y lograr tener una relación sexual
satisfactoria. Le molesta el contacto íntimo, y raras veces logra
vencer el rechazo que este le produce. La confusión en la que está
es completa, porque no encuentra explicación alguna acerca de ello.
Es una joven ingeniera, ejecutiva de un banco, soltera, y que no ha
tenido en el pasado buenas relaciones amorosas. Ahora, desde hace
unos meses está de novia con un joven que conoció en casa de una
amiga en común, y está muy ilusionada en poder seguir adelante en
la relación con él. Sin embargo, este descubrimiento de su médico en
un control de rutina la sacó de su centro, y llegó a mi consulta por
recomendación de otra paciente de su ciudad. Conversamos un rato
antes de comenzar la sesión, y cuando me dice la frase citada ya
estaba claro qué tenía que buscar. Sin duda alguna que las señales
indican claramente que ha sido abducida, pero prefiero ir lentamente,
desde el síntoma, para de ahí progresar en el trabajo:

T: Cuéntame Andrea, y cuando estás en esta situación íntima y se


produce lo que relatas, ¿qué sientes?

P: Miedo, mucho miedo.

T: ¿Y dónde lo sientes?

P: Aquí, (y señala con la mano el vientre)

T: ¿Y cuándo fue la última vez que lo sentiste?

P: Hace como una semana

T: Y cuando lo sentiste, ¿cómo lo sentiste?

P: Como que tenía algo ahí, y no me podía mover, estaba paralizada,


¡no podía hacer nada!

T: Eso, siente eso de nuevo, permítete sentirlo nuevamente, como si


estuviera pasando ahora.
P: ¡No quiero, no quiero que me toquen más!

T: ¿Quién te está tocando?

P: Ellos, son varios. Siempre hacen lo mismo.

T: Muy bien, cuéntame, ¿qué está pasando?

P: Me están observando, y me tocan, y no me puedo mover. Estoy


como amarrada a una especie de camilla, o algo así, muy fría. No
puedo mover los pies tampoco. ¡Y me están haciendo algo adentro!

T: ¿Qué te están haciendo?

P: Me están sacando algo en el útero. Es como un embrión. Es un


embrión.

T: ¿Cómo un embrión?

P: Sí, es un embrión. Ellos lo pusieron ahí, Lo anidaron, y ahora me


lo sacan. Pero no es mío. Bueno, no sé si es mío. A lo mejor es
mío... sí es mío, pero no sé quién es el padre. ¡Oh!, qué malos son
estos.

T: ¿Quiénes son, ¿cómo son?

P: Son grises, tienen la piel gris, y son muy altos y flacos. Y los ojos
grandes y negros, y alargados hacia arriba, y como que no tienen
nariz.

T: Siente su piel, ¿cómo es su temperatura?

P: Parece que son fríos... sí, son fríos.

T: Muy bien, y cuéntame, ¿qué siguen haciendo?

P: Me sacan mi guagua 3 , y se la llevan. Y algo hacen en mi útero,


me dejan como una cicatriz, ¡y por eso me dijo el médico que yo
había estado embarazada!, ¡no puede ser, no, no! Qué desgraciados
son. ¡Eso no se hace!

Esta situación de la abducción se repetía continuamente.

T: Andrea, ¿esta situación de abducción pasa con frecuencia?

P: Sí, me llevan muy seguido. Me monitorean y vienen cuando


duermo. Por eso no me gusta dormirme temprano. Siempre vienen y
me llevan.

Andrea ya había relatado el problema que tenía, y había podido


dilucidar lo de la cicatriz en el útero. Sin embargo, esto es solamente
una parte del trabajo del tratamiento de la abducción. Había que
llegar al punto de partida de todo esto.

T: Andrea, cuéntame, ¿cómo comienza la relación con estos seres?

P: Soy chica, muy chica, y estoy sola jugando en el patio de la casa.


Hay mucho sol y calor, y juego con mis muñecas debajo de los
árboles. Me falta alguien con quien jugar, porque no tengo hermanos,
ni ninguna vecina ha venido hoy tampoco a jugar. De pronto, aparece
una niña delante de mí, muy bonita, y me pregunta si quiero jugar
con ella, y no le digo nada. No la conozco. Ella me dice que si
jugamos me va a mostrar muchos juguetes muy bonitos, algunos
luminosos, y que se mueven solos, y muñecas que hablan. Me
vuelve a preguntar si quiero jugar y entusiasmada le digo que sí. En
ese momento me llevan. Me toman y me llevan. Hay como un
zumbido y una gran luz, y aparezco en un lugar muy iluminado. La
niña no vino conmigo.

T ¿Y qué sucede ahí?


P: Estoy como acostada y no me puedo mover. Y me rodean tres
seres, de esos grises. Son los mismos, ¡los mismos!, y comienzan a
mirarme con esos ojos, y a tocarme.

T: ¿Qué más te hacen?

P: Sacan muestras de sangre, de orina, de pelo, de piel, ¡de todo, me


sacan de todo! Uno de ellos le dice a otro que está atrás que no
estoy madura. Puedo escuchar lo que hablan, pero no hablan, pero
los oigo. Es como pensamientos. Es muy joven, dicen. De todas
maneras me meten algunas cosas por el ano, por la vulva, por la
vagina, y me dejan algo adentro. También me dejan algo en la mitad
de la cabeza, y en la frente, y en la garganta. Me meten algo por la
nariz para adentro, y duele, duele mucho. Pero no les importa nada,
¡nada!, ¡y no me puedo mover!

T: ¿Y te gusta lo que están haciendo?

P: ¡No!, no me gusta.

T: ¿Pero tú les diste permiso?

P: ¡No!, yo solamente le dije que sí quería jugar.

T: ¿Entonces?

P: Entonces ¿qué?

T: ¿Qué te hicieron entonces?

P: Me engañaron, sí me engañaron.

T: ¿Y qué hacen contigo?

P: Experimentan. Experimentan conmigo, pero yo no les di permiso


para esto.
Esta es una parte fundamental del trabajo del tratamiento de la
abducción: tomar conciencia que fue engañada. Ahí está el meollo
del trabajo. A partir de ahí todo de hace más fácil y expedito.

T: Muy bien Andrea, ¿qué te parece si le quitas el consentimiento


que les diste?

P: No les di ningún consentimiento.

T: Bueno, es que ellos tomaron el «sí» que les diste para jugar como
consentimiento. Eso es parte del engaño.

P: Bueno, ¿cómo puedo hacerlo?

T: Vas a repetir conmigo, mientras los miras y les señalas con tu


dedo índice. ¿Los estás viendo?

P: Sí, ahí están, Y están enojados.

T: No te preocupes, siempre se enojan. Eso no importa. Ahora repite


conmigo: «Yo, Andrea ...... ......, por el poder de mi voluntad, rompo y
anulo el consentimiento que les di para que experimentaran
conmigo»

Esta oración se repite tres veces, y la tercera se concluye con un


«definitivamente y para siempre». Normalmente les pido a los
pacientes que les pregunten a estos extraterrestres, que están
pendientes del trabajo, si han entendido bien, y siempre responden
afirmativamente, aun cuando están contrariados.

Siempre me dirijo a ellos y les hago ver que yo no soy investigador


de ovnis ni de nada que tenga que ver con su realidad o sus mundos
o sus condiciones, y que no me meto con ellos, y que solamente soy
un terapeuta que presto servicio a las personas que me lo solicitan, y
les digo además que están rompiendo la gran Ley Universal del Libre
Albedrío, porque están haciendo sus experiencias basados en un
engaño, que es la forma de hacer el consentimiento. Mucho me temo
que a estos seres eso no les importa mucho. Pero lo hago siempre.

Una vez logrado romper el consentimiento hay que quitar los


implantes -o chips- que dejan en el cuerpo. Ello es simple y fácil de
hacer y normalmente lo hace el propio paciente, quien es capaz de
verlos y sacarlos.

Una parte importante del trabajo, fundamental, es recuperar el


fragmento del Alma que con seguridad se desprendió en la
abducción, y que quedó en algún lugar por ahí, abandonado, porque
la abducción es un trauma mayor, de proporciones. Se es raptado,
llevado a un lugar desconocido, donde se inmoviliza, y no hay nadie
que pueda ayudar. El terror es tal que siempre, siempre hay un trozo
del Alma que se sale, y siempre, además, se queda en la nave.

T: Andrea, observa bien, ¿hay algún trozo de tu Alma que se


desprendió, que se salió?

P: Sí, se salió un pedazo,

T: Observa bien, ¿grande o pequeño?

P: Grande.

T: ¿Y dónde está?

P: Ahí, en la nave. Ahí está.

T: ¿Y cómo está?
P: Ahí, abandonado.

T: Pregúntale si quiere volver.

P: Sí, si quiere.

T: Bueno, ¿te atreves a ir a buscarlo o necesitas ayuda?

P: Necesito ayuda.

Por lo general pido la asistencia de Miguel Arcángel para esta labor.


Lo llamo, y le pido que acompañe a mi paciente a hacer la tarea. Los
extraterrestres no pueden ante el poder de Miguel, y se retiran hacia
atrás, siempre. Lo observan de lejos. Puro respeto temeroso.

T: ¿Estás en la nave?

P: Sí.

T: Pregúntale a tu alma si quiere volver.

P: Dice que sí.

T: Entonces tómala y tráela a ti. Eso, incorpórala a ti. ¿Ya?

P: Sí.

T: Entonces ahora vas a mostrarle lentamente todo lo que ha sido de


tu vida, desde el momento ese cuando eras niña, para que vea que
has vivido, que estás bien. Eso muéstrale todo, para que se
incorpore completamente.

P: Ya.

T: ¿Cómo estás ahora?

P: Completa, ahora estoy completa. Sentía que me faltaba algo, y


ahora lo recuperé.
La asistencia de Miguel Arcángel le da al paciente la seguridad que
necesita. No importa si no cree en los ángeles, siempre funciona.
Siempre. Los ángeles y arcángeles están en la conciencia mítica, de
tiempos inmemoriales.

Al recuperar el trozo de alma fragmentada la persona recupera


claramente su poder personal. Ese es un gran secreto en la
sanación. Si estamos con nuestra alma completa tenemos todo el
poder personal, y eso permite vivir a cabalidad la vida, con fuerza,
dignidad, valentía, integridad y llena de dones. Todo es energía, y
perder un trozo de alma es perderla.

Sin embargo, el trabajo terapéutico no concluye ahí. Es necesario ir


al principio de todo, a la primera experiencia.

T: Muy bien Andrea, ahora cuando cuente tres irás al principio de la


relación con estos seres. Uno, dos, tres, ¿cómo comienza todo esto?

P: Estoy sólo, es como un campo. Soy bastante joven, y pobre,


Trabajo la tierra, igual que mi familia, Siempre hemos hecho lo
mismo. Y no quiero ser pobre.

T: ¿Y qué sucede?

P: Estoy sólo, descansando, hace mucho calor. De pronto llegan


estos seres. Los mismos de ahora. Los mismos. Me preguntan si
quiero tener poder, ser acaudalado, influir en la gente, ser
importante. Les digo que sí, que no quiero ser pobre. Y entonces me
ofrecen un trueque, dicen que ellos pueden hacer que tenga todo lo
que quiero, y deje de ser pobre, pero a cambio ellos me piden que
les deje tomar unas muestras de mi cuerpo. Dicen que no me va a
doler, que no voy a sentir nada, que ellos saben cómo hacerlo. Les
digo que bueno y me llevan a la nave. La misma nave. Y me sacan
cosas y me ponen cosas.

T: ¿O sea?

P: Me engañaron. Siempre me han engañado.

T: ¿Pero te dieron lo que pediste?

P: Sí, me convertí en una persona poderosa. Algo así como


consejero principal del rey, del faraón parece que es. Y logré ser
influyente y tener de todo. Muchos bienes, mujeres, poder sobre
otros, sirvientes, de todo.

T: Bueno, ¿es necesario romper el consentimiento que les diste?

P: No, ya lo hicimos. Ya está hecho.

Gran parte del trabajo ya está hecho a esta altura. Solamente falta
averiguar por qué nunca pudo lidiar con esta realidad, por qué nunca
pudo hacerse consciente.

T: Andrea, cuéntame algo, ¿qué te decían ellos antes de dejarte


cada vez que te abducían?

P: Me decían que no contara nada, y que si alguna persona decía


por ahí que ellos existían yo debía decir que no era cierto. Y si
alguien insistía yo debía decir que si existían ellos deben ser buenos,
y que vienen a ayudar a la gente.

T: ¿Y por qué no podías hablar de ellos?

P: Porque si decía que existían ellos iban a abducir a toda mi familia.


A todos. O que iban a hacerle algo a mi mamá o a mi papá.
Estas son las instrucciones post hipnóticas. Basadas en el miedo, en
el terror de que le harán algo a los parientes cercanos. Son de la
misma factura de las amenazas que hacen los abusadores sexuales
de los niños: «si dices algo voy a hacerle daño a tu mamá».

Andrea volvió a su ciudad, y al cabo de un tiempo vino a la consulta


nuevamente. Se mostró agradecida por lo que habíamos logrado
hacer. Su vida estaba más tranquila y sus relaciones sexuales eran
normales y satisfactorias. Estaba más delgada y también ahora no
sentía temor de dormirse.

Reflexión

Las abducciones por extraterrestres son muy frecuentes. Es muy


difícil tratar el tema, por lo complejo que se hace comprender el
fenómeno del secuestro, el cómo se produce, qué cuerpos sutiles
son afectados, cuáles son las consecuencias en el cuerpo físico y los
desórdenes de comportamiento. Esto no es mental, no está en el
cerebro, no es un invento. Es real, aunque puede resultar difícil
comprenderlo. Muchas veces las personas que sufren la experiencia
tienen trastornos místicos. Muchos se las dan de sanadores, y
algunos forman sectas, con nombres raros, y también con rituales
iniciáticos en que no están ajenos los abusos sexuales. Cualquier
organización que fuerce a las personas a realizar actos
quebrantando la ley del libre albedrío no es sana, pero en las que
están involucrados los efectos de estos seres son, por lo general,
muy llamativas y ejercen sobre la gente una profunda subyugación y
pueden resultar fascinantes para sus miembros.
3. [Guagua es una palabra de los pueblos ancestrales que significa bebé, y se usa
regularmente en Chile]↩

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33. «La respuesta está en el alma», Dr. Juan José López Martínez,
2005. Ediciones Índigo, Barcelona, España, 2006
34. «La rueda de la vida», Dra. Elisabeth Kübler-Ross, (The Wheel
of life, 1997). Ediciones B, Barcelona, España, 2000.
35. «La vida antes de nacer», Dr. José Luis Cabouli, 2000,
Ediciones Continente, Buenos Aires, Argentina, 2003.
36. «Las cuatro sendas del chamán», Ángeles Arrien, 1993. Gaia
Ediciones, Madrid, España, 2008.
37. «Las cuatro revelaciones», Dr. Alberto Villoldo (The fourth
insights, 2006). Editorial Sirio, Barcelona, España, 2007.
38. «Lazos de amor», Dr. Brian Weiss, (Only love is real, 1996),
Ediciones B, Barcelona, España, 1999
39. «Los Mensajes de los sabios», Dr. Brian Weiss, (Messages from
the masters, 2000), Ediciones B, Barcelona, España, 2003.
40. «Los que volvieron del más allá», Patrice Van Earsel, (La source
noire, 1986), Editorial Atlántida, Buenos Aires, Argentina, 1987
41. «Memorias de un viajero en el tiempo», Patrick Drouot,
(Mémories d’un voyageur du temps, 1994), Grupo Editorial
Océano, Luciérnaga, Barcelona, España, 1998
42. «Memorias del alma», Michael Newton, (Memories of the after
live: live between lives. Stories of personal transformation, 2009),
Arkano Books, Madrid, España, 2011
43. «Mis antepasados me duelen», Patrice van Eersel y Catherine
Maillard (J’ai mal à mes ancêtres, 2002). Ediciones Obelisco,
Buenos Aires, Argentina, 2007
44. «Mitos incas», Oscar Espinar La Torre, Editorial Piki, Cusco,
Perú, 2009
45. «Mitos y leyendas, guía ilustrada de su origen y significado»,
Philip Wilkinson. Cosar Editores S.A., Santiago, Chile, 2009
46. «Muchas vidas, muchos maestros», Brian Weiss, (Many lives,
many masters, 1988), Ediciones B, Barcelona, España, 2006
47. «Muchos cuerpos, una misma alma», Brian Weiss, (Same soul,
many bodies, 2004) Ediciones B, Bolsillo Zeta, Barcelona,
España, 2006
48. «Muerte y espacio entre vidas», Dr. José Luis Cabouli, Ediciones
Continente, Buenos Aires, Argentina, 1996
49. «Niños que recuerdan vidas pasadas», Ana María del Río,
Edición privada de autora, 2016
50. «Passport to the cosmos», John E. Mack, M.D., 1999. Künati,
USA, 2008
51. «Recupera tu pasado, sana tu futuro», Sylvia Browne, Lindsay
Harrison, (Past lives, future healing, 2001). Ediciones Urano
S.A., Barcelona, España, 2002
52. «Reencarnación y Karma», Rudolf Steiner, (Wiederverkörperung
und karma und ihre Bedeutung für die Kultur der Gegenwart,
1959). Edición Antroposófica, Buenos Aires, Argentina, 1988
53. «Reencarnación», Carlos Martin-Parker, OcéanoAmbar, Editorial
Océano, Barcelona, 2004
54. «Reencarnación», David Christie-Murray (Reincarnation, 1990).
Editorial América Ibérica S.A., Madrid, España, 1994
55. «Reencarnación», Genevieve Lewis Paulson y Stephen J.
Paulson, Ediciones Continente, Buenos Aires, Argentina, 1998
56. «Reflexiones sobre vida después de la vida», Raymond A.
Moody, (Reflections on live after live, 1977), Editorial Edaf,
Madrid 1977
57. «Regresiones: Terapia del alma», Dra. Viviana Zenteno
Cereceda, Edición privada de autora, USA, 2016
58. «Regresiones», Juan Antonio López Benedí, Ediciones
Obelisco, Barcelona, España, 2008
59. «Regresiones», Raymond A. Moody, (Coming back, 1990),
Editorial Edaf, Madrid, España, 2002
60. «Spirit releasement therapy», William J, Baldwin, D.D.S., Ph.D.,
1991. Headline Books, Terra Alta, WV, USA, 2009.
61. «Terapia de la posesión espiritual», Dr. José Luis Cabouli,
Ediciones Índigo, Barcelona, España, 2006
62. «Terapia de Vidas Pasadas», Dr, José Luis Cabouli, Ediciones
Continente, Buenos Aires, 2001
63. «The custodians», Dolores Cannon, 1999, Ozark Mountain
Publishers, Huntville, Ar, USA, 2009
64. «The thread», David M. Jacobs, Ph.D., 1998. Fireside, Simon &
Shuster, New York, USA, 1999
65. «Viajando a las vidas pasadas», Liliana Hollman, Editorial Kier,
Buenos Aires, Argentina, 2009
66. «Vida después de la vida», Raymond A. Moody, (Life after live,
1975), Editorial Edaf Mexicana S. A., 1982.
67. «You have been here before», Dra. Edith Fiore, ASC, 2005

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