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Contribución

Mujeres peronistas y prácticas de resistencia


durante la proscripción. Claves para su
interpretación desde una perspectiva de
género

Anabella Gorza anabellagorza@yahoo.com.ar


Universidad Nacional de La Plat a, Argent ina

Mujeres peronist as y práct icas de resist encia durant e la proscripción. Claves para su int erpret ación
desde una perspect iva de género
e-l@t ina. Revist a elect rónica de est udios lat inoamericanos, vol. 20, núm. 78, pp. 91-104, 2022
Universidad de Buenos Aires

Est a obra est á bajo una Licencia Creat ive Commons At ribución-NoComercial 4.0 Int ernacional.

Recepción: 03 Julio 2021


Aprobación: 25 Agost o 2021

Resumen:
En este trabajo nos proponemos abordar la participación de las mujeres en la Resistencia peronista entre
1955 y 1966 desde una perspectiva de género. Las declaraciones de los activistas masculinos tienden a
mostrar a las mujeres en un rol de apoyo y en actividades en las que desempeñaron roles de género
tradicionales para evitar la represión. Aquí, intentamos ofrecer un marco diferente. Consideramos las
formas de intervención política de las mujeres tratando de superar los lentes tintados anecdóticos y
románticos de esas historias. Para ello, analizaremos dos tipos de documentos. Por un lado, entrevistas
a activistas sobre sus acciones de resistencia. Por otro, los expedientes judiciales de la justicia ordinaria
durante el gobierno de la Revolución Libertadora y los expedientes de los tribunales militares del Plan
CONINTES.

Palabras clave:
peronismo, mujeres, género, resist encia, part icipación polít ica.

Abstract:
In this paper, we propose to address the participation of women in the Peronist Resistance between
1955 and 1966 from a gender perspective. The statements given by male activists, tend to show women
in a support role and in activities in which they performed traditional gender roles in order to avoid
repression. Here, we try to offer a different framework. We consider women's forms of political
intervention trying to overcome the anecdotal and romantic tinted lenses of those stories. In order to do
this, we will analyze two types of documents. On one hand, interviews with activists about their
resistance actions. On the other, ordinary justice's judicial files during the government of the Revolución
Libertadora and military court files of the CONINTES Plan.

Keywords:
peronism, women, gender, resist ance, polit ical part icipat ion.

Introducción

El derrocamient o del gobierno peronist a en sept iembre de 1955 dio lugar al inicio de la
Resist encia peronist a. Sobre la misma, especialment e en lo que respect a a sus primeros años, se
han generado una mult iplicidad de relat os en t ono anecdót ico, que exalt an el caráct er heroico de un
proceso que cont ó con una ext ensa part icipación de personas de los sect ores populares que
resist ieron polít icas est at ales, la ofensiva pat ronal en los lugares de t rabajo y el ejercicio del poder
por part e de las fuerzas represivas. Si bien la mayoría de los relat os remit en al accionar de
milit ant es varones, las mujeres no est án del t odo ausent es en los mismos. Una de las imágenes más
evocadas se relaciona con los enfrent amient os que t uvieron con los milit ares en los días
post eriores al golpe de Est ado. El relat o que sigue a cont inuación se sit úa en ese cont ext o y
refiere a un grupo de mujeres de un barrio obrero de la ciudad de Rosario:

Muy t emprano, como t odos los días, las mujeres iban caminando junt as a buscar agua para lavar la
ropa sucia del frigorífico, con los hijos más pequeños de las manos y los grandecit os en grupos,
corriéndose y empujándose […] Con el ajet reo, a una de ellas se le desabrochó la blusa y asomaron
sus pechazos blancos, apenas at rancados por el últ imo bot ón de la cint ura. Parece la imagen de la
República Francesa enarbolando como bandera el delant al blanco de su hombre. En eso, giró su
cabeza hacia la ent rada de la villa y, dirigiéndose hacia un enemigo aún invisible, empezó a agit ar al
aire la ropa y a decir con fuerza pero gravement e: ‘¡Vengan! ¡Tiren! ¡No les t enemos miedo! ¡Viva el
General Perón! ¡Viva la compañera Evit a!’ […] Ligadas por un acuerdo mut uo, ancest ral, comenzaron a
bloquear las vías del t ranvía con enormes piedras, levant ándolas con una fuerza descomunal […] La
mujer del pecho desnudo comenzó a golpearse y dejaba surcos rojos en cada gest o salvaje
convert ido en imán para el rest o de las mujeres que empezaron a desabrocharse las blusas y a
sacar sus pezones, únicas armas para defender la supervivencia. ‘¡Villa Manuelit a no se rinde! ¡No hay
[1]
libert ad con hambre! ¡Evit a vive!’ […]

Si bien se t rat a de un relat o escrit o, reproduce el t ono de muchos de los relat os orales sobre la
Resist encia peronist a que han sido recopilados en la bibliografía de divulgación. En él, los
condicionamient os de género est án a la orden del día. En principio, la presencia de niños remit e a la
condición mat ernal de esas mujeres. Luego se evidencia su rol de esposas, puest o que est án
lavando los delant ales de sus hombres; aunque los frigoríficos solían cont ar con una nut rida
presencia de mujeres ent re su fuerza de t rabajo, el relat o elige dest acar un rol y no ot ro.
Finalment e, lo más llamat ivo, es la imagen de la desnudez de sus cuerpos, y sus pezones, que
t ambién remit en a su condición de madres, “únicas armas para defender la supervivencia” -aunque
t ambién usaron piedras-, at ravesada, a su vez, por connot aciones sexuales. Además, el t ext o las
[2]
describe en una acción inst int iva; act uando por un impulso nat ural.

A t ravés de los relat os orales sobre la Resist encia peronist a, algunos reproducidos en t ext os
escrit os, nos han llegado hist orias sobre las mujeres defendiendo los bust os de Eva Perón; en las
cocinas, preparando el pegament o para los afiches o el mat erial para las pint adas; en sus casas,
alojando a los perseguidos polít icos; sost eniendo económicament e el hogar cuando sus maridos
est aban prófugos o det enidos; o act uando como prost it ut as, buenas madres o esposas para
dist raer a las fuerzas de vigilancia. No t odos los relat os suelen ser t an grandilocuent es como el que
cit amos, pero al igual que ést e, muchos de ellos dejan t raslucir est ereot ipos sobre la part icipación
femenina en la Resist encia. En est e t rabajo nos proponemos ofrecer un marco de int eligibilidad para
esas acciones que en los relat os emergen bajo un t int e románt ico y anecdót ico, a part ir de los
aport es de Hélène Eck (2000), quien nos ofrece pregunt as para pensar la part icipación femenina en
los procesos de resist encia. Si bien se t rat a de cont ext os hist óricos diferent es, la Resist encia
peronist a incluyó muchas est rat egias de int ervención que ya habían sido empleadas por las mujeres
en ot ros procesos de resist encia, sobre t odo en lo que se refiere a las práct icas clandest inas.
Ent onces, ¿qué nos dicen esas acciones sobre la part icipación femenina, más allá del t ono
anecdót ico y descript ivo con que se las evoca en los relat os? ¿Puede sost enerse que las mujeres
que part iciparon de la Resist encia peronist a se limit aron a realizar t areas de apoyo y de simulación?
Si cont emplamos la asociación que t radicionalment e se ha hecho de la Resist encia peronist a con el
mundo familiar y barrial, ¿podemos deducir a part ir de ello que las mujeres se limit aron a part icipar
desde sus espacios cot idianos y desde las t areas que t radicionalment e se les han asignado según
su género? ¿O hubo posibilidades de t ransgresión de esos roles? Est as pregunt as nos habilit an a
insert ar la t emát ica de la Resist encia peronist a en un debat e más amplio sobre la part icipación
femenina en los procesos de resist encia, problemat izar el caráct er est ereot ipado que sobre dicha
part icipación se ha const ruido, y a la vez, rest it uirles a las mujeres la hist oria de sus propias
práct icas.

Intervenciones femeninas en la Resistencia peronista

La Resist encia peronist a se desplegó en varios frent es y ent re ot ros objet ivos t uvo el de resist ir
las polít icas desperonizadoras implement adas por el gobierno de la Revolución Libert adora (1955-
1958), que se propusieron hacer desaparecer al peronismo de la escena polít ica nacional y de la
cult ura argent ina, proscribiendo sus est ruct uras part idarias, int erviniendo los sindicat os, prohibiendo
el uso de sus símbolos y emblemas y de palabras alusivas, dest ruyendo bust os, monument os y
t odo t ipo de objet os, e incluso edificios con los que había est ado relacionado. También dieron lugar
a la persecución, inhabilit ación y encarcelamient o de dirigent es y milit ant es, y al exilio forzado de
Juan D. Perón, que se ext endió durant e dieciocho años. Los int ent os de John William Cooke, el
primer delegado de Perón en el exilio, por darle un caráct er organizado, unificado y coordinado a la
Resist encia, bajo una única dirección, no t uvieron éxit o, y ést a implicó una mult iplicidad de
int ervenciones y formas de organización que fueron variando a lo largo del t iempo en función de los
act ores implicados, los objet ivos que se perseguían y la coyunt ura polít ica. Si bien las polít icas
desperonizadoras más int ensas se llevaron a cabo durant e el gobierno de la Revolución Libert adora,
las proscripciones que pesaban sobre el peronismo se mant uvieron con int errupciones a lo largo de
t odo el período 1955-1973, en el que se alt ernaron democracias -débiles y condicionadas por las
presiones de las Fuerzas Armadas- y gobiernos de fact o. A mediados de 1966 el golpe de Est ado
conocido como Revolución Argent ina, encabezado por el general Juan Carlos Onganía, volvió a
prohibir la act ividad polít ico-part idaria y el ejercicio de la polít ica por vía parlament aria. La
resist encia a est e gobierno daría lugar a la gest ación de formas de organización más complejas que
las que habían t enido lugar hast a ent onces, y a un est ado de movilización popular generalizado que
caract erizaría a la década siguient e. Nuest ra pesquisa se cent ra en el período que se ext iende
ent re el golpe de Est ado de 1955 y el de 1966, que ha sido menos abordado por la hist oriografía,
sobre t odo en lo que respect a a la part icipación de las mujeres.

La hist oriadora it aliana Anna Bravo (2003) ha elaborado una t ipología de las act ividades que
suelen desplegar las mujeres cuando se embarcan en movimient os de resist encia: prest ar sus
casas como lugares de reunión, ayudar a los combat ient es prófugos, usar sus espacios cot idianos
de socialización para agit ar polít icament e, el uso de disfraces, camuflajes y est ereot ipos
consolidados -est o es la apelación al derecho al pudor o la aplicación de códigos que normalment e
pert enecen a la esfera personal, como la seducción, el recurso a los sent imient os, la fragilidad y el
descaro calculado-, para burlar el cont rol. Es frent e a ese t ipo de int ervenciones que Eck (2000)
señala:

Es indudable que la Resist encia ut ilizó como cobert ura la feminidad y las presunciones de
inocencia, de fragilidad y de ignorancia que dist inguen a est a del sexo fuert e, cobert ura cuya
eficacia se debe precisament e a que la fuerza de ocupación compart e las mismas
represent aciones cult urales y sociales del comport amient o femenino (p. 278).

Y luego se pregunt a: “¿Hay por ello que concluir que la Resist encia sólo empleó la feminidad
como t apadera y sólo consideró a las mujeres como auxiliares?” (Eck, 2000: 278). La primera
respuest a que ensayamos a est a pregunt a es que la part icipación de las mujeres en la Resist encia
peronist a no se limit ó al desarrollo de t areas auxiliares ni t ampoco a esas int ervenciones que
ut ilizaban la feminidad como t apadera, es decir, a un aprovechamient o de los est ereot ipos
asociados t radicionalment e a lo femenino para burlar a las fuerzas de vigilancia y de esa manera
pasar desapercibidas para realizar alguna act ividad cuyo cont enido polít ico quedaba disimulado.
Tampoco se limit aron al desarrollo de acciones espont áneas y mucho menos, inst int ivas, como se
deja t raslucir en el fragment o de las lavanderas. Las mujeres realizaron act ividades muy diversas,
que requirieron diferent es niveles de organización y conocimient os. El concept o amplio de
resist encia que propone Gene Sharp nos permit e dar cuent a de esa diversidad de int ervenciones. El
aut or define a la resist encia civil como un desafío desplegado por la población cont ra un gobierno,
apelando a t odos los mét odos de los que dispone, desarrollando formas de lucha que van desde
microresist encias, formas ocult as y disimuladas, hast a grandes manifest aciones y huelgas (Sharp,
en López Mart ínez, 2012). Clasifica los mét odos en t res grandes grupos: act os de no cooperación
(por ejemplo: el boicot , el t rabajo a desgano, el paro); acciones de int ervención, como ocupar
lugares prohibidos, y acciones con un alt o poder simbólico que apunt an a llamar la at ención (Sharp,
2011).

En la Resist encia peronist a, además de las acciones de no colaboración que desplegaron las
obreras en sus lugares de t rabajo, t ambién hubo acciones de int ervención, como las t omas de
fábrica, que requerían una planificación muy minuciosa. La ent revist a realizada a Elsa Mura, quien
fuera obrera met alúrgica durant e los años 1950 y 1960, es muy ilust rat iva al respect o. Una t oma
implicaba dist ribuir roles, organizar horarios y la preparación de la comida, examinar el espacio físico
del lugar para saber por qué puert a podrían escapar en caso de un ingreso de la policía, det erminar
[3]
qué iban a hacer con los niños, ent re ot ras cosas.

Ent re las acciones cargadas de simbolismo, los homenajes a Eva Perón en los aniversarios de su
nacimient o y muert e, el 7 de mayo y el 26 de julio, respect ivament e, ocuparon un lugar dest acado.
Est as int ervenciones podían ir desde acciones ocult as hast a grandes manifest aciones en la vía
pública, dependiendo de las posibilidades de part icipación, que fueron variando a lo largo del
período bajo est udio. Eran práct icas de memoria; prender una vela y rezar en el marco de los
hogares, celebrar una misa en una iglesia, realizar recorridos por las calles de ciudades y pueblos
repit iendo los mismos it inerarios que habían sido desplegado durant e los años del gobierno
peronist a para recordar a Eva después de su muert e, colocar ofrendas florales en algún lugar donde
ant eriorment e había est ado emplazado un bust o o monument o dest ruido por el gobierno de la
Revolución Libert adora. Múlt iples organizaciones se conformaron con la doble t area de organizar
los homenajes y a la vez reclamar por su cuerpo, que había sido secuest rado. Algunas est uvieron
presididas por mujeres o conformadas exclusivament e por ellas, como la fundación Misioneras de
Eva Perón que, en la ciudad de Bahía Blanca, combinaba la organización de homenajes con
donaciones de ropa y juguet es, y t uvo ent re sus planes la creación de una inst it ución similar a lo que
había sido la Fundación Eva Perón; uno de los t ant os proyect os ambiciosos e infruct uosos surgidos
en los primeros años de la Resist encia, cuando se creía que el peronismo pront ament e recobraría la
[4]
legalidad y ret ornaría al poder.
Además de est os act os de alt o cont enido simbólico, las mujeres se lanzaron a part icipar en el
desarrollo de la prensa gráfica; a veces como direct oras de los periódicos. Ello se dio en un marco
de semiclandest inidad, que llevó a la confiscación de ejemplares y a la persecución y
encarcelamient o de quienes part icipaban de los proyect os edit oriales (Gorza, 2011). Al mismo
t iempo, part iciparon en la reorganización de su est ruct ura part idaria, la Rama Femenina, a t ravés de
iniciat ivas emprendidas por diferent es grupos de mujeres en forma paralela e independient es unas
de ot ras en diferent es lugares del país. Est a act ividad, que se desarrollaba en los moment os en que
el sist ema polít ico abría posibilidades para la part icipación legal del peronismo, debió at ravesar
muchos obst áculos por las int errupciones en el sist ema democrát ico, la falt a de recursos -que se
acent uaba en el caso de las mujeres, ya que no cont aban con fondos propios, recurriendo en
algunas oport unidades a la organización de rifas y fest ivales para aut ofinanciarse-, la persecución
polít ica, y a veces, la ret icencia de los dirigent es varones a apoyarlas, t ant o part idarios como
sindicales (Gorza, 2017). En el caso de la prensa, y ret omando a Sharp, podemos hablar de una clara
int ervención de las mujeres sobre el espacio público, t raducido aquí, en el espacio discursivo, con
miras a una t oma del poder, puest o que desde los periódicos apoyaron y alent aron det erminadas
post uras en la int erna peronist a, posicionándose en los procesos eleccionarios y respect o de las
est rat egias a seguir para la conquist a del poder. Además, se t rat ó de emprendimient os que, si bien a
raíz de las persecuciones, problemas financieros y disput as polít icas, duraron poco t iempo, fueron
creados con miras a permanecer y requerían conocimient os sobre el t rabajo periodíst ico. La
reorganización part idaria, por su part e, es ot ra de las est rat egias que apunt aba a la recuperación del
poder, implicando una const rucción en el largo plazo; aunque en la práct ica ello no se lograra por las
const ant es int errupciones del funcionamient o del sist ema legal de part idos. Al mismo t iempo,
implicaba un t rabajo minucioso a nivel t errit orial que insumía recursos y largas jornadas de t rabajo.

En un plant eo similar al de Eck, respect o de si las mujeres en los procesos de resist encia se han
limit ado a realizar t areas auxiliares y/o de simulación, Ana Josefina Cent urión (2007) sost iene que el
apelat ivo de “t ías”, empleado comúnment e en los relat os masculinos sobre la Resist encia
peronist a para hacer referencia a las mujeres, las reduce a un lugar secundario en el que son
evocadas como sujet os que no t enían nada que perder al ayudar a unos “sobrinos”, los milit ant es
varones, en t areas planificadas y ejecut adas por ellos. Sin embargo, sost iene la aut ora, en la
práct ica la int ervención femenina no se redujo a ese t ipo de part icipación (Cent urión, 2007). En línea
con los plant eos de Eck y Cent urión, las fuent es nos muest ran que las mujeres en la Resist encia
peronist a desarrollaron act ividades variadas que, en muchos casos, implicaron aut onomía,
organización, planificación y la puest a en práct ica de conocimient os previos. Además, t ampoco se
circunscribieron a act uar desde su rol de madres y esposas, ni t ampoco como acompañant es de los
milit ant es varones, sino que t uvieron proyect os e iniciat ivas propias. Según Eck (2000), es en las
inst ancias en que la resist encia se milit ariza y cuando se vuelve a la guerra t radicional, que las
diferencias de género se hacen más pat ent es. Est as afirmaciones encuent ran sus límit es para ser
aplicadas al cont ext o de la Resist encia peronist a, en que no hubo guerras al est ilo t radicional, pero
es ciert o que la part icipación femenina en acciones milit arizadas o que implicaban el uso de la
violencia, real o pot encial, est uvieron at ravesadas por connot aciones de género que result a
int eresant e examinar.

Las mujeres en acciones armadas

En los comienzos de la Resist encia peronist a no falt aron las conspiraciones cívico-milit ares que
int ent aron la t oma del poder mediant e la est rat egia del golpe de Est ado. Sólo dos llegaron a
ponerse en marcha: el levant amient o del 9 de junio, que t uvo lugar en 1956, encabezado por el
general Juan José Valle, y el levant amient o de Iñíguez o Revolución del ‘60, cuyas denominaciones
hacen referencia a su cabecilla, Miguel Ángel Iñíguez, y al moment o en que ocurrió, noviembre de
1960. Ambos fueron rápida y durament e reprimidos; en especial el primero, donde a las det enciones
se sumaron los fusilamient os de civiles y milit ares. En est e t ipo de int ervenciones part iciparon
miembros de las Fuerzas Armadas, en su mayoría ret irados, y civiles. En la t oma de los cuart eles,
que fue la act ividad cent ral, int ervinieron civiles y milit ares, pero est os últ imos fueron los
principales encargados de la planificación y t oma de decisiones y se reservaron el derecho a la
repart ición de armas ent re los civiles. Muchos civiles se acercaron con las armas que consiguieron
por cuent a propia o direct ament e desarmados. Paralelament e, se planificaron acciones dest inadas
a crear el caos social a t ravés de at ent ados y boicot s en la vía pública (Melon Pirro, 2009;
Raimundo, 1998; Salas, 2006). De los t est imonios se desprende que las mujeres no act uaron
direct ament e en la t oma de los cuart eles, pero desarrollaron t areas de fundament al import ancia:
prest ar sus casas para organizar los operat ivos y esconder a los part icipant es una vez consumados,
[5] [6]
ofrecer servicios de enfermería, part icipar de los act os de sabot aje y ayudar a escapar a los
involucrados direct os, ent re ot ras acciones. Un grupo de mujeres señala que durant e el
levant amient o de Iñíguez no part iciparon direct ament e de la t oma del Regimient o 11 en la ciudad
de Rosario, donde sí lo hicieron miembros varones de sus familias, pero t uvieron un rol muy act ivo
prest ando sus casas. Sabido es que el cabecilla del levant amient o, Miguel Ángel Iñíguez, logró
escapar; menos conocidos son los pormenores de la fuga, que necesit aron de la act uación de una
mujer:

Ent revist adora: ¿Y a ust ed, además de prest ar su casa, le t oco hacer algún ot ro t ipo de act ividad
en la t oma del regimient o?
Nat y: No, en lo de Iñíguez precisament e no. Tenerlo en mi casa para prot egerlo. Después, él salió
a la noche siguient e, salió con mi nena (…) que t endría cuat ro o cinco años. ‘¡Ay, qué linda la nena, qué
linda la nena!’ Y salíamos por la calle [ríe] y había salido la fot o [de Iñíguez] por t odos los diarios y
nosot ros con la nena como acompañando a una familia que iba (…), hast a que pasó un aut o (…) lo
recogió a él, se subió y ahí respiramos, porque yo con mi nena en brazos (…) ‘¡Qué linda la nena!’,
[7]
decía [ríe].

Est e relat o, que hace referencia a lo que Eck menciona como “t apadera”, una simulación de los
roles de género t radicionales, en est e caso el de madre y esposa que sale a pasear con su pequeña
hija, que de verdad lo era, y junt o a su marido, que en realidad se t rat aba de un prófugo a quien había
que ayudar a escapar, evidencia la part icipación de las mujeres en acciones que se nos revelan bajo
la forma de anécdot as, pero que esconden un gran compromiso y un involucramient o en el que
ponían en riesgo, no sólo sus vidas sino t ambién las de sus propios hijos. La prot agonist a de est e
relat o fue víct ima de la requisa policial, salvándose de ser det enida gracias a una vecina que
escondió un arma arrojada por ella a t ravés del t apial que separaba los pat ios de ambas viviendas, y
a la decisión del policía que requisó su casa, de no det enerla. Queda la duda si dicha decisión se
debió a la posible filiación peronist a del agent e policial, como manifiest a la persona ent revist ada, o
a si el mismo se apiadó por su condición de madre; opciones que no son incompat ibles:

Nat y: Por eso, digo que se dieron cuent a. Porque el t ipo en el pat io de mi casa me abrazó
–“Señora cuide a sus chicos, yo sé por qué” –“¿Cómo que no los cuido?”, –“Yo sé por qué se lo digo”
(…) ¡Era peronist a! Claro, –“Cuide a sus chicos. Yo sé por qué se lo digo”. ¡Ah! –“No reciba a nadie que
[8]
no conozca.”- Y se t erminaba de ir Iñíguez de mi casa [ríe].

En los expedient es judiciales encont ramos la referencia a dos mujeres, madre e hija, en cuya casa
se fabricaron explosivos para ser ut ilizados en el levant amient o del 9 de junio de 1956. Aunque ellas
no part iciparon del armado de los mismos, presenciaron las t areas de fabricación y la limpieza de las
armas, con el riesgo que ello implicaba, a la vez que no se salvaron de ser det enidas en la cárcel de
Olmos, en el part ido de La Plat a, por violación al decret o 4161, sancionado en marzo de ese año,
que prohibía el uso de los símbolos peronist as -ya que en la casa se había encont rado propaganda
[9]
afín-, y por conspiración para comet er rebelión.

Est os ejemplos no hacen más que demost rar que, aunque las mujeres no int ervinieron en los
act os cent rales de los int ent os golpist as, que consist ían en la t oma de regimient os, est uvieron
expuest as al mismo riesgo que los milit ant es varones. Como sost iene Eck (2000), si algo
caract eriza a los movimient os de resist encia es que “impone a t odos la misma prudencia y el mismo
valor, independient ement e del rango y la función, porque el enemigo se vale de los int errogat orios
para averiguar” (p. 277), que muchas veces han implicado el uso de diferent es formas de violencia,
incluso de t ort ura, no sólo sobre los involucrados direct os sino t ambién sobre sus familiares. Pero,
además, “El aspect o domést ico de los act os consumados ocult a o hace olvidar el riesgo que se ha
afront ado: a menudo las ‘buenas anfit rionas’ que, en complicidad con sus maridos, dan albergue y
aliment an, piensan que t al cosa ‘era normal’” (Eck, 2000: 277). El compart ir el riesgo y el cast igo,
sost iene la aut ora, no se ha t raducido en una igualdad en el reconocimient o. Es en est e aspect o que
podemos encont rar un paralelismo ent re procesos de resist encia que han t enido lugar en cont ext os
muy diferent es.

Además de la t oma de regimient os milit ares, la Resist encia peronist a implicó la realización de
at ent ados que est uvieron a cargo de células clandest inas, en las que t ambién part iciparon mujeres,
de quienes t enemos conocimient o a t ravés de los expedient es judiciales producidos por el Plan
[10]
CONINTES, dat ados en 1960 y 1961. Uno de los expedient es remit e a at ent ados que ocurrieron
en la provincia de Mendoza en mayo de 1960, en el marco de los fest ejos por el aniversario de la
fecha pat ria, en los cuales se produjo la voladura de un puent e, de un bust o de Just o José de
Urquiza, la explosión de dos bombas -una en la sede de una empresa pet rolífera nort eamericana y la
ot ra en la casa de un milit ar-, el robo de explosivos de una mina y de una ant ena de radio. Se
[11]
const at a la part icipación de una mujer que habría act uado como correo y en el robo a la ant ena.
[12]
El segundo de los expedient es refiere a una mujer encargada de ocult ar los explosivos. El
t ercero, narra el caso de una joven de 23 años, miembro de la Juvent ud Peronist a de Mendoza, que
part icipó de la redacción de un bolet ín llamado El Guerrillero y de un panflet o t it ulado “Ahí van
desfilando los uniformes vacíos de la pat ria”, que est aba previst o ser arrojado el día 25 de mayo
durant e el desfile milit ar en Mendoza como cont inuidad de los at ent ados mencionados. Se la
acusaba por haber propuest o, en una reunión de la CGT, t irar monedas al paso de las t ropas en el
[13]
desfile milit ar. El cuart o informa sobre la colocación de dos bombas en la casa de un milit ar en la
localidad bonaerense de Vicent e López, t ambién en mayo de 1960, donde part iciparon t res mujeres;
una de ellas act uaba como correo y nexo ent re el delegado de Perón en ese moment o, Manuel
Campos, y uno de los miembros de la banda, prest ando su domicilio para hacer reuniones y alojar a
los perpet uadores del at ent ado y cont act ando a ot ras mujeres para sumarlas al operat ivo. Las
ot ras dos mujeres int ervinieron en el t ransport e de los milit ant es que colocaron los explosivos; una
de ellas vinculada a FOETRA, el sindicat o t elefónico; y había una cuart a mujer, relacionada al Part ido
[14]
Just icialist a, que est aba prófuga, de quien desconocemos su forma de involucramient o. El últ imo
de los expedient es CONINTES remit e a un grupo de personas resident es en la provincia de Salt a,
ent re ellas una mujer, que en 1960 habían t rasladado y alojado en sus domicilios a t res guerrilleros
[15]
del área de Tucumán, ent re los cuales t ambién había una mujer.

Los expedient es muest ran un panorama het erogéneo y fragment ario, pero pueden ext raerse
algunas caract eríst icas generales. Las mujeres est uvieron en not oria minoría respect o de los
act ivist as varones y las act ividades que realizaron fueron variadas e implicaron diferent es grados de
compromiso, a la vez que ocuparon dist int as posiciones en la t rama de relaciones. En algunos
casos, brindaron apoyo a t areas ingeniadas por ot ros y t ambién ocuparon lugares int ermedios, como
cuando se desempeñaban generando cont act os para sumar act ivist as a det erminadas operaciones
y t ransmit iendo direct ivas. Muchas veces part iciparon direct ament e en las operaciones y
est uvieron en cont act o direct o con las armas y explosivos. Al igual que lo que sucedía con la
est rat egia del golpe de Est ado, aquí t ambién result a difícil encont rar a las mujeres ocupando
lugares de dirigencia, pero sí las hallamos realizando roles de dirigencia int ermedia, y aunque hubo
ciert a división de t areas en función del género, la exclusión y el confinamient o a act ividades
consideradas periféricas fue menor que en la est rat egia t radicional del golpe de Est ado. Ot ro
aspect o a considerar es el hecho de que varias de est as mujeres t enían filiaciones polít icas y
sindicales por fuera de las células clandest inas; es decir, las acciones armadas sólo ocupaban part e
de su milit ancia, habiendo t ambién un margen para las act ividades en organizaciones de superficie.

Conclusiones

Las mujeres de la Resist encia peronist a, a t ravés de su milit ancia, desbordaron los límit es
impuest os por los est ereot ipos con que comúnment e se las recuerda; un lugar secundario respect o
a los milit ant es varones, un rol de acompañamient o -el lugar de madres, esposas, t ías, prost it ut as
que ayudaron y cobijaron a los prot agonist as de est a hist oria-, y una part icipación ent endida muchas
veces como inst int iva y espont ánea. En t rabajos previos ret omados aquí, hemos demost rado, a
t ravés del análisis de diversos t ipos de fuent es, que muchas de sus int ervenciones est uvieron
at ravesadas por alt os grados de iniciat iva y aut onomía, en especial en lo que refiere a la
reorganización part idaria, los homenajes a Eva Perón y el desarrollo de la prensa gráfica. Asimismo, si
bien esas t areas est uvieron at ravesadas en varios aspect os por la espont aneidad y la improvisación,
product o de las condiciones impuest as por un cont ext o represivo e inest able, lo ciert o es que
implicaron diferent es niveles de organización, planificación y permanencia en el t iempo, o por lo
menos, a eso apunt aban.

Ahora bien, vale señalar una diferencia respect o de las int ervenciones que implicaban el uso de
armas o explosivos o un enfrent amient o direct o con las fuerzas milit ares. En ellas, las mujeres
ocuparon, en su mayoría, posiciones de subordinación respect o de los act ivist as varones. Varios
fact ores pueden cont ribuir a dar una explicación de est as formas de inserción diferenciada. Sharp
sost iene que, si bien la resist encia se despliega apelando a los mét odos que la gent e t iene a su
alcance, en la elección de esos mét odos int ervienen fact ores cult urales y la hist oria de lucha y de
part icipación de cada grupo (Sharp, 2011). Como sost iene Charles Tilly (cit ado en Tarrow, 1997), en
sit uaciones de conflict o, las personas act úan en función de lo que saben hacer y de lo que los ot ros
esperan que hagan. Los repert orios de acción colect iva son hist óricos, se t ransmit en cult uralment e
y est án asociados a det erminados act ores, t iempos y lugares. En relación a nuest ro t ema de
invest igación, algunos aut ores han señalado la t ransmisión de conocimient os desde viejos
milit ant es anarquist as, comunist as, t rot skist as y ex combat ient es republicanos de la Guerra Civil
Española, además de dirigent es peronist as y miembros de la Alianza Libert adora Nacionalist a, hacia
milit ant es de la Resist encia peronist a (Schneider, 2005), y la influencia de milit ares de t endencia
nacionalist a (Melon Pirro, 2009). Además, las fuent es dan cuent a de la part icipación de policías y
milit ares ret irados. Asimismo, es probable que muchos milit ant es varones se valieran de los
conocimient os adquiridos en el servicio milit ar. Si bien no t odos los varones est aban socializados en
ese t ipo de práct icas, lo ciert o es que aprovecharon los conocimient os de quienes sí lo est aban.

Ot ro aspect o que no podemos dejar de considerar es la exist encia de discursos que al mismo
t iempo que avalaban el uso de las armas ent re varones, excluían a las mujeres. Al respect o cabe
recordar que cuando los hombres accedieron a los derechos polít icos en 1912, lo hicieron como
cont rapart e de su deber de servir a la pat ria a t ravés del servicio milit ar obligat orio, y ést e act uó
como una inst it ución a t ravés de la cual el Est ado int ent ó modelar la masculinidad. Las mujeres
quedaron excluidas del acceso a dichos derechos con el argument o de que no prest aban el t ribut o
de sangre (Valobra, 2010). Quienes part iciparon de la Resist encia peronist a fueron mujeres que
habían accedido recient ement e a los derechos de ciudadanía polít ica (1947) y que habían vot ado
por primera vez en 1951. En el acceso a esos derechos, las mujeres quedaron except uadas de una
prest ación milit ar como cont rapart e, y en lugar de ello, los debat es parlament arios previos a la ley
hicieron hincapié en su caráct er pacífico y mat ernal (Palermo, 2007; Valobra, 2010). No es casual
ent onces que el desarrollo de acciones que recurrían al uso de la violencia haya sido más disrupt ivo
ent re las mujeres y que por ello hayan est ado en minoría numérica respect o de los act ivist as
varones y en posiciones subordinadas.

En el caso de los int ent os de golpes de Est ado, esa subordinación fue mayor. El enfrent amient o
direct o con las fuerzas milit ares que implicaba est e t ipo de act ividades y la part icipación en la
dirección de miembros de una inst it ución at ravesada por relaciones de socialización net ament e
masculinizadas, como el Ejércit o, cont ribuyó a reforzar la exclusión femenina del cent ro de las
operaciones, como era la t oma de un regimient o. Si bien hubo exclusiones ent re los varones, porque
los milit ares t endían a ret acear las armas a los civiles y t rat aban de subordinarlos, lo ciert o es que
las mujeres quedaron excluidas de plano por su condición, ya no de civiles, sino de mujeres; es decir,
por un crit erio basado en el género. Ello no impidió la part icipación femenina en acciones que fueron
fundament ales para el desarrollo de los operat ivos y que implicaron asumir el riesgo en igualdad de
condiciones con los varones. En las células clandest inas, abocadas a la realización de at ent ados, las
mujeres alcanzaron, aunque de manera limit ada, un mayor prot agonismo, en un t ipo de act ividades
que, si bien cont ó con la part icipación de milit ares y policías ret irados, se dio de manera menos
corporat iva. Aunque est as acciones no implicaban un enfrent amient o direct o con las Fuerzas
Armadas, no falt aron las acciones disrupt ivas, con un alt o cont enido simbólico, que apunt aban
cont ra la embest idura de dicha inst it ución, como el caso de la joven que proponía arrojar monedas al
paso de los caballos en el desfile milit ar del 25 de mayo.

Finalment e, queda por resolver la pregunt a de Eck acerca de si las mujeres en los procesos de
resist encia se limit aron a una función de “t apadera”, est o es a una simulación de los roles de género
t radicionales, basándose en una supuest a bondad o ingenuidad o en un apolit icismo, considerados
inherent es a la condición femenina, que haría que no se sospechara de ellas. Hemos demost rado
que no se limit aron a esas act ividades, pero que las mismas fueron muy frecuent es. Para Eck
(2000), la apelación a ese t ipo de int ervenciones fue posible porque las fuerzas de ocupación -que
para nuest ro est udio se t raduciría en los gobiernos de t urno y los agent es de la represión-,
compart en las mismas represent aciones sobre el comport amient o femenino. Ahora bien, act uar
conforme a los est ereot ipos t radicionales no es lo mismo que creer en ellos. Las mujeres que se
compromet ieron a act uar de esa manera con fines polít icos evidencian ciert a conciencia de est ar
t ransgrediendo el lugar que los discursos t radicionales y hegemónicos les asignaban; aunque en
muchos ot ros aspect os de sus vidas los hayan reproducido. Si la obt ención de la cart a de
[16]
ciudadanía era recient e y aún est aba en discusión, mucho más disrupt ivo era el hecho de que se
involucraran en act os prohibidos. Mient ras que durant e los años del gobierno peronist a fueron
convocadas a part icipar en las filas del Part ido Peronist a Femenino, en un t ipo de milit ancia que se
t rat ó de encuadrar desde arriba, al t iempo que accedieron a la ciudadanía polít ica bajo discursos
que exalt aban su caráct er mat ernal y pacífico; durant e la et apa de la Resist encia desarrollaron un
t ipo de part icipación en el cual, compelidas por las limit aciones que les imponía el cont ext o
polít ico, sin el peronismo en el gobierno y sin una dirigencia sólida y aglut inadora, hicieron una
reapropiación de la ciudadanía polít ica que se manifest ó en formas diversas de part icipación y
muchas veces het erodoxas.

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Notas

[1] Fragment o ext raído de Garulli, Caravallo, Charlier y Cafiero (2000: 81-83)
[2] Para un est udio sobre las connot aciones de género que at raviesan los relat os lit erarios
producidos por los milit ant es peronist as en el cont ext o de las movilizaciones que se produjeron
en Rosario t ras el golpe de Est ado de 1955 ver Seveso (2010).
[3] Mura, E. (2014, 27 de mayo). [Ent revist a a Elsa Mura realizada por Anabella Gorza]. El Palomar.
[4] Est at ut o de la Fundación “Misioneras de Eva Perón”, 1958, Bahía Blanca. En Archivo John
William Cooke. CeDInCI.
[5] Marino, F. (2014, 3 de abril). [Ent revist a a Francisco Marino realizada por Anabella Gorza]. La
Plat a.
[6] Test imonio de María Luisa F. en Scoufalos, Cat alina (2007).
[7] Ent revist a colect iva (2012, 16 de oct ubre). [Ent revist a realizada por Anabella Gorza]. Rosario.
[8] Ent revist a colect iva (2012, 16 de oct ubre). [Ent revist a realizada por Anabella Gorza]. Rosario.
[9] Dirección General de Archivos del Poder Judicial de la Nación. Lugo, Nerio y ot ros. Rebelión e
infracción Decret o 4161/56. Exp. 195. Leg. 180. Archivo Federal. 1956.
[10] El Plan CONINTES (Conmoción Int erna del Est ado) fue aplicado a part ir de marzo de 1960,
durant e el gobierno de Art uro Frondizi, para det ect ar y juzgar la act ividad insurreccional.
Implicaba el somet imient o de las policías provinciales y de la Capit al Federal a la aut oridad de
las Fuerzas Armadas, la división del país en zonas de defensa cont ra la “subversión” y la creación
de consejos de guerra para juzgar a los acusados (James, 2010).
[11] Archivo General de la Nación. “Asociación ilícit a”. Libro 115. Exp. N° 21. Folio 125. 1960 Bis.
[12] Archivo General de la Nación. “Int imidación”. Libro 117. Tomo 1. Exp. N° 3. Folio 14. 1961.
[13] Archivo General de la Nación. “Conspiración”. Libro 115. Exp. N° 23. Folio 142. 1960 Bis.
[14] Archivo General de la Nación. “Est rago”. Libro 115. Exp. N° 19. Folio 111. 1960 Bis.
[15] Archivo General de la Nación. “Encubrimient o”. Libro 115. Exp. N° 20. Folio 118. 1960 Bis.
[16] Un ejemplo de que el vot o femenino aún no era t omado con nat uralidad por la sociedad lo
encont ramos en un art ículo periodíst ico de 1961 donde se t omaba esa part icipación a modo de
burla (Clarín, “Cuando vot an las mujeres…”, 6 de febrero de 1961). Asimismo, la amplit ud del vot o
femenino fue discut ida en el I Seminario Nacional sobre Part icipación de la Mujer en la Vida
Pública, celebrado en Buenos Aires en 1960 (Valobra, 2013).
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