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GUIÓN:

Debido a que nuestro tema vincula distintas temáticas de esta última parte de la materia,
nos pareció importante hacer un recorrido por estos ejes, para poder abordar de manera
más completa el análisis interseccional sobre las violencias sufridas por mujeres detenidas
en la dictadura. Para esto, usaremos de guía el texto titulado “Mala época para ser mujer”.

En la segunda mitad del siglo XX se da una renovación en el campo de la Historia, cuando


ingresan en ella nuevas temáticas y nuevos sujetos. La vida de la gente común (barrancos)
despertó un interés en los historiadores, y se dejó atrás la noción de que la historia debía
ocuparse de los grandes acontecimientos, principalmente referidos a lo político, y a las
grandes figuras que hacían historia. Esta renovación permite la aparición y el desarrollo
de la Historia de las Mujeres.
En la última dictadura militar, si bien la figura de las mujeres ha tenido gran importancia: la
figura de las madres y abuelas de plaza de mayo, las experiencias específicas del género
femenino detenidas, torturadas y asesinadas como parte del plan de represión y exterminio
de las FFAA no ha sido estudiado sino hasta recién el año 2010, y coincide con la primera
condena a un genocida a causa de delitos sexuales cometidos en un Centro Clandestino de
Detención (CCD), se trata de la Causa Molina en Mar del Plata y la posterior consideración
de estos crímenes como delitos de lesa humanidad.
Esto fue acompañado por diversos avances en materia de políticas públicas referidas al
género y por distintas luchas y logros encabezados a cargo del colectivo feminista y
movimeintos sociales relacionados.
Un eje importante para este tópico es el de la desigualdad, que puede ser de diversos
órdenes, como la clase, la religión, la racialización, la etnia, la edad, la maternidad, entre
otros, pero fundamentalmente nos interesa el eje de la desigualdad por motivos de género.
Este eje nos ayuda a entender mejor por qué las experiencias de los hombres y las mujeres
durante este período fueron distintas, y también nos permite comprender mejor la violencia
por motivos de género y la violencia sexual que vivieron estas mujeres detenidas.
Entendemos que en los CCD se vio una continuidad de los modelos de género patriarcales
que imperan en el ámbito de lo social, lo cual se acentúa más teniendo en cuenta el
carácter patriarcal de la institución castrense.
Es importante hacer una mención acerca del concepto de género, el cual sirve como
herramienta para este análisis. La diferencia entre sexo y género se la debemos al
feminismo teórico que surge hacia el 60 y 70, como consecuencia de la llamada segunda
ola del feminismo. Por años, primó una noción de sumisión de orden natural de las mujeres
con respecto a los hombres, lo cual explicaba la jerarquía que se podía observar en todas
las sociedades, justificando así su desigualdad → determinismo biológico. Pero las
historiadoras feministas se alejan del determinismo biológico para explicar las relaciones
sociales entre hombres y mujeres y lo sitúan en el campo de la producción cultural y social.
Así se postulaba que las diferencias y desigualdades sociales entre los varones y las
mujeres eran el fruto de una construcción cultural y no de la anatomía de los cuerpos.
Hacia 1980 Scott cristalizó una definición teórica del género y expuso su importancia para el
análisis histórico.
Así, define al concepto en base a dos grandes preposiciones. La primera es que el género
es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que
distinguen los sexos. La segunda es que el género es una forma primaria de relaciones
significantes de poder. Como elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en
las diferencias biológico-sexuales, el género comprende a su vez cuatro elementos: los
símbolos culturalmente disponibles, los conceptos normativos, las nociones políticas y las
instituciones y organizaciones sociales, y por último la identidad subjetiva.
Retomando la labor de la Historia de las Mujeres, no sólo vale destacar la aparición de
nuevos sujetos, sino además un trato distinto hacia las fuentes. Como sabemos, el
historicismo había limitado sus fuentes a los documentos oficiales, estatales y públicos, lo
que suponía un problema al encontrarse este ámbito dominado por varones. Así, estas
historiadoras entienden que el límite no estaba en los documentos y archivos disponibles,
sino en las preguntas con las que se los abordaba, preguntas referidas a dónde estaban las
mujeres, qué habían hecho y cómo se las había considerado socialmente brindaban nuevos
enfoques sobre estos documentos, a la vez que se consultaba nuevas fuentes, como diarios
personales, periódicos, y la que más nos importa aquí, la memoria.
El artículo de Di Meglio utiliza como fuente el libro Putas y guerrilleras de Miriam Lewin y
Olga Woenat de 2014, el cual cuenta con el testimonio de diferentes mujeres de diversos
lugares del país.

En el centro de ese sistema de representaciones se instala una figura nueva, la del testigo,
el sobreviviente, encarnación del pasado del cual es preciso mantener el recuerdo. En este
sentido, la figura del testigo es una que apela a la confianza de quienes lo oyen para
decirles “creéme, yo estuve ahí”. Esta será una figura central para la construcción de la
memoria colectiva acerca de la última dictadura. Así, el período de la reapertura
democrática fue efectivamente el telón de fondo del surgimiento de los primeros relatos que
intentaban narrar y explicar la historia oculta de la dictadura militar iniciada en 1976. En
estos discursos el eje articulador fue la necesidad de dar lugar al testimonio como forma
privilegiada de abordaje a ese pasado reciente.
Sin embargo, los testimonios de las mujeres y las violencias específicas que éstas vivieron,
no encontraron marcos de escucha adecuados, por lo que se trató de crímenes
invisibilizados. Además de esto, aquellas mujeres que sobrevivieron a las violaciones
sufridas durante su detención, se enfrentaron una vez concluida la dictadura con el peso de
un doble estigma: eran vistas para diversos actores sociales como putas y traidoras. Se
suponía y se afirmaba que habían sobrevivido a costa de colaborar con sus captores, epro
además de haber mantendio relaciones sexuales con sus victimarios, lo que les otorgó
privilegios. Así, de alguna forma, se reemplazaba el “algo habrán hecho para que se los
lleven” por el “algo habrán hecho para sobrevivir”
Como dijimos anteriormente, sus testimonios fueron retomados recién hacia el 2010,
cuando desde el campo del derecho y las ciencias sociales se comienza a poner atención a
sus experiencias.

Por otro lado, nos pareció importante remarcar que en el trabajo de Di Meglio se reconoce
la identidad como militantes políticas de las mujeres que fueron víctimas de la
dictadura, que en los años posteriores al fin de la dictadura, se mantuvo una idea de
victimas “inocentes” donde no tenían ninguna asociación con militancias políticas o
guerrilleras. Con esta forma de caracterizar a las víctimas se ignoraba el carácter universal
de los derechos humanos, y a la hora de realizar las denuncias se recalca su ajenidad de
la guerrilla y la militancia política.
La interseccionalidad se deriva de las perspectivas feministas relacionadas con la
ubicación de las desigualdades de género en un marco más amplio. Se utiliza para hablar
de los múltiples niveles de injusticia social que se superponen. El término combate
distintas formas de discriminación. A través de las lentes de la interseccionalidad los casos
judiciales, por ejemplo, pueden afrontarse de manera más justa y apropiada.
Kimberle Crenshaw, abogada y feminista negra, lo definió por primera vez en 1989 y
señalaba que toda conceptualización basada en un solo eje borra a las mujeres negras de
la identificación, limitando el análisis a las experiencias de miembros privilegiados de
cada grupo.
La interseccionalidad como tal, alude al hecho de que el género, la etnia y la clase operan
de manera simultánea en el proceso de generar y manifestar las desigualdades. Entonces,
cualquier análisis de las desigualdades será incompleto si no se tienen en cuenta las
múltiples dimensiones del fenómeno.
Ochy Curiel dice que para lograr una transformación social debemos tener una propuesta
política articuladora que permita concebir sistemas de opresión, exclusión y marginación
como sistemas de dominación articulados. Se comprende, entonces, que los sistemas de
opresión racial, sexual y de clase se encuentran solapados a tal punto que no son
escindibles.

- Aproximación a un análisis interseccional de la violencia sexual en los centros


clandestinos de detención durante la última dictadura -Estefania Luján Di Meglio

Tomamos el texto de Estefania Di Meglio que propone la herramienta de análisis


interseccional para visibilizar las particularidades en las opresiones sufridas por las mujeres
durante la última dictadura en Argentina (1976-1983).
Dice que las mujeres militantes fueron particularmente castigadas por su género puesto
que para el sistema genocida eran doblemente transgresoras: por su militancia política y
por haber abandonado los roles tradicionalmente asignados a ellas (madres, esposas, amas
de casa, etc.)
El trabajo tiene un enfoque interseccional con el objetivo de mostrar el modo por el cual las
mujeres fueron oprimidas de manera diferencial no solo por su género, sino también por
otras variables en intersección, como la de raza y clase pero también profesión, religión,
condición de exilio, embarazo, discapacidad, estado de salud, cánones estéticos, ideología.
Entonces, para ella, analizar el pasado reciente desde una perspectiva de género en clave
interseccional permite entender la complejidad de la experiencia en base a diferentes ejes
de desigualdad en mutua constitución con el género.
“La inseparabilidad es un factor clave en la interseccionalidad”. Los sucesos y las
circunstancias de la vida social y política y la persona raramente se pueden entender como
determinadas por un solo factor. En general están configuradas por muchos factores que se
influyen mutuamente.

Todo régimen dictatorial y autoritario es de carácter eminentemente patriarcal, haciendo de


ello un valor y un ideal a alcanzar.
De igual manera, los contextos atravesados por múltiples formas de violencia, entre
ellas, la política, intensifican el ejercicio general de la opresión como mecanismo
legitimado y naturalizado: los contextos de violencia estructurales propician
fenómenos de violencia más particulares, como la de género.
Esto significa que ser mujer durante la dictadura implicaba ya una intensificación de la
opresión, reforzada por una proliferación de discursos patriarcales.
En esta dirección, las mujeres militantes durante la dictadura fueron perseguidas por un
doble motivo, por una doble transgresión: haber abandonado los roles que por costumbres
o por tradición correspondían a ellas, y por ser militantes políticas de oposición en una
época en la que partidos políticos e ideologías contrarias al régimen estaban proscritos.
Cabe aclarar, entonces, que las mujeres durante la dictadura no fueron perseguidas y
secuestradas particularmente por ser mujeres, sino por ser militantes; pero sí fueron
particularmente castigadas y disciplinadas por ser mujeres.

- el testigo es cada vez más identificado con la figura de la víctima


- es una construcción y está siempre interpelada por conocimientos y reflexiones
adquiridos posteriormente. Se construye la memoria desde el presente, a partir de
las reflexiones colectivas.
- la memoria es eminentemente subjetiva, por ello jamás está fijada, es una cantera
abierta, en transformación constante
- La memoria social visibilizó esos pasados que no pasan, que resisten y reaparecen
una y otra vez y que generan fuertes enfrentamientos políticos, sociales y culturales.

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