Está en la página 1de 18

Bizancio, la olvidada de Occidente

por Sony Grau Carbonell

Bizancio

Cuando estudié parte de la obra de Julián Marías Historia de la filosofía, me extrañó mucho
el silencio del autor sobre la franja histórica, de casi un milenio, de la filosofía bizantina y
sus filósofos. Creo que con una marginación injusta. Por ello, dada mi fuerte vinculación
familiar con Grecia, tomo este trabajo como un homenaje reivindicativo de Bizancio, la joya
usurpada de la Hélade.

Bizancio logró reconstruir, durante casi mil años, el helenismo. Eso sí, con un concepto
diferente del hombre en la existencia. Para ellos, era una theocracía cristiana.
Konstantinópolis, la ciudad de Constantino (polis=ciudad), se convirtió en la urbe más
importante culturalmente y también en una potencia comercial de la época. Poderosa y
abierta hacia el Próximo Oriente, unió tres grandes influencias con Egipto y Siria, que
formaron, según el profesor Luis S. Fernández, la llamada macrocefalia.

Es tarea difícil compendiar tan gran etapa histórica en unas páginas. Pero intentaré acercar al
lector a varias y destacadas características del Imperio bizantino, esperando con ello acuciar
la curiosidad de saber más sobre el tema. Para ello, empezaré por el principio, que es el mejor
modo de empezar.

Fundación de Bizancio

El 11 de mayo del año 330 d. C. es cuando se puede considerar la fundación, por el emperador
Flavio Valerio Aurelio Constantino, del territorio griego como sede del Imperio romano de
Oriente, trasladado desde Roma y cuya capital fue llamada Constantinopla, aunque
anteriormente se la llamaba Bizancio («antigua ciudad»), nombre que pasó a denominar al
Imperio. Esta antigua ciudad fue fundada por los griegos procedentes de Megara, situada en
Tracia, en el estrecho del Bósforo. Durante varios años se sucedieron dos emperadores
posteriores a Constantino: Joviano, durante solo un año y Valentiniano durante quince años.
Ambos monarcas fueron emperadores de Occidente. Posteriormente, el emperador Teodosio
I el Grande (347-395) fue responsable de prohibir oficialmente el paganismo y proclamar el
cristianismo como religión del Estado en todo el Imperio (edicto de Tesalónica), hecho
determinante después de que Constantino permitiera la libertad de culto a los cristianos.
Teodosio concedió a sus dos hijos el Imperio: la parte oriental para Arcadio y la occidental
para Honorio.

Flavio Arcadio (377-408), hijo mayor, nacido circunstancialmente en Hispania durante el


exilio paterno, antes de subir al trono imperial fue nombrado augusto a los seis años, y al
morir su padre, le sucedió como emperador de Oriente con solo dieciocho años. Muy
diferente a su progenitor, el joven era de carácter débil y se dejó manipular y dirigir por
Rufino, el anterior prefecto pretorio del padre, el cual cometió grandes abusos, por lo que
posteriormente fue asesinado por orden imperial. Eudoxia, la joven esposa de Arcadio, llegó

1
a ser nombrada augusta y fue madre del futuro Teodosio II (408-450) que, este sí, gobernó
con su esposa con acierto y prosperidad.

Con Marciano (450-457), finalizó la dinastía teodosiana y la época fundacional.

Los casi mil años del Imperio bizantino son de prolijos acontecimientos históricos, difíciles
de compendiar en este artículo. Mi intención no va más allá de hacerle un pequeño homenaje
y reconocimiento por el olvido de que ha sido víctima por parte de la otra mitad, la occidental,
una civilización común que ramifica su influencia a través de los milenios y deben
reconocerse mutuamente unidas.

Filosofía bizantina

En cuanto a filósofos bizantinos, hay que reconocer la importancia de las principales escuelas
filosóficas griegas, que, pese a su clausura, dejaron un sedimento en los filósofos bizantinos.
Un ejemplo es Focio, del siglo IX, que solucionó y actualizó con suma inteligencia el llamado
«dilema de los universales» que propusiera Porfirio en el s. III; de este modo, se adelantó
trescientos años a las teorías y disquisiciones medievales de Occidente. Destacado fue
también Aretas de Cesarea (ss. IX-X); Miguel Pselo, muy célebre en Constantinopla, donde
fue denominado cónsul de los filósofos y erudito en Platón; Juan Italo (s. XI), que reconoce
el realismo de los estoicos y se opone a la teoría del realismo de Platón postulado por
Arístides de Atenas. Y muchos otros, aunque, no todos, tuvieron que defender los saberes
filosóficos de la Grecia clásica, pese a ser cristianos bizantinos.

Mujeres bizantinas

Desde siempre, la mujer ha vivido adaptada, voluntariamente o forzada, al sometimiento


varonil de padres y esposos. Pero, también, esta circunstancia ha despertado la agudeza
femenina para captar mejoras en su vida cotidiana e incluso cotas de poder. Así ocurría en la
sociedad bizantina. Desde la humilde sierva, la humillada cortesana, la doncella virtuosa y la
madre de familia, que era muy respetada y valorada como regidora de su casa, todas ellas
tuvieron que intentar beneficiarse de un imperio rico y poderoso como era Bizancio, pero que
aún relegaba a la mujer al gineceo y a la autoridad del esposo, que disponía de su vida en
caso de adulterio. Esto cambió gracias a una mujer, Teodora, esposa del emperador
Justiniano, el artífice del código que lleva su nombre y que promulgó leyes amplias y
liberales para su época. En estas nuevas leyes, se suavizaba la pena en caso de adulterio
femenino permitiendo una previa investigación. En general, la mujer bizantina de familia
ilustre tuvo una actividad en la política, la cultura y la religión, muy singular y destacada para
la época con respecto a otros lugares, llegando a ostentar cargos importantes.

Hubo otras mujeres que tuvieron poder, bien como emperatrices, o bien como consortes,
como Helena, de origen humilde, esposa de Constantino Cloro y madre de Constantino, que
la elevó al rango de augusta y dio nombre a la ciudad de Helenópolis cuando Constantino fue
emperador. También cabe destacar a las emperatrices Pulkeria (399-453), Irene (797-802),
Prosopia (811-13), Zoe (1042), Teodora (1054-56) o Eudoxia (1204).

Bizantinos en el Renacimiento

2
Su gran papel en el humanismo renacentista fue iniciado por Bernardo Massari y Leoncio
Pilato, procedentes de Calabria, que pertenecía entonces a la cultura de Bizancio. Su empeño
didáctico fue enseñar lengua griega, para así poder acceder y divulgar los textos clásicos.
Con posterioridad, destacaron muchos otros, de los que hay que resaltar al griego Demetrio
Calcocondilas, profesor de filosofía griega y platónica y Juan Argilópulo, renacentista sabio
griego que potenció la filosofía griega en Italia. Todos ellos entre numerosos eruditos de
múltiples facultades: gramáticos, poetas, músicos, astrónomos, arquitectos, artistas,
científicos, teólogos y políticos. La migración de sabios bizantinos tuvo un impacto en la
eclosión del Renacimiento, que llevó a la Europa occidental una gran parte de la cultura
griega olvidada en el Medievo oscuro y recuperada gracias a estas migraciones de eruditos,
a raíz del saqueo de los cruzados en 1204 y también, definitivamente, ante la caída de
Bizancio en1453. Hasta el propio J. Marías reconoce, en su obra Historia de la filosofía, que
«los humanistas, los pensadores de la Academia platónica de Florencia, fundada en 1440;
todos los empapados del caudal clásico procedente sobre todo del Imperio bizantino en
ruinas, desde Lorenzo Valla a Luis Vives, se proponen, en primer término, desechar la
escolástica y renovar la filosofía de los antiguos. Sin embargo, olvidan que la escolástica
estaba fundada, en buen parte, en los escritos platónicos y neoplatónicos».

Existe cierta teoría de que parte de Europa occidental conoció la cultura clásica gracias a
eruditos árabes, aunque realmente eran sirios y persas de centenaria cultura, ya decadente,
poco que ver con la raza árabe y sus costumbres primitivas del desierto. No hay que olvidar
que Bizancio agrupó tres grandes influencias culturales, como ya hemos visto, y que los
Omeyas de al-Ándalus procedían de Persia. Pero, como políticamente habían sido
conquistados por el islam, pasaron a ser musulmanes arábigos para el mundo occidental, pero
no cultural.

Caída de Bizancio

El 29 de mayo del año 1453, después de inútiles esfuerzos por levantar un cuerpo, ya cadáver,
que agonizaba tiempo atrás, los bizantinos fueron derrotados y expulsados de su milenaria
Hélade por las huestes otomanas, enemigos poderosos en fuerza, coraje y avaricia ante el
botín riquísimo de Constantinopla. Pero los enemigos habían sido gestados en casa. Desde
antiguo, los que debían defenderles o aliarse fueron fuego amigo que propició su destrucción.
Desde la invasión musulmana en el 633 como guerra santa contra los infieles persas y
bizantinos, se debilitó al ya debilitado Bizancio y el emperador Heraclio perdió sus dominios
en Asia. Más de dos siglos después (867), gracias a un joven macedonio de origen humilde
y gran temperamento y habilidad llamado Basilio, logró resurgir el bienestar del imperio,
siendo coronado como fundador de la dinastía macedonia, que duró hasta 1057. Él logró
poner fin al cisma, levantado para lograr la relación positiva con Occidente; pero tras su
muerte volvieron a enfrentarse.

Las causas de este enfrentamiento entre Oriente y Occidente son, según el profesor J. A.
Molero, de tres tipos: étnica, religiosa y política. La primera, por la animadversión natural
entre orientales y occidentales. La segunda, por el enfrentamiento del poder eclesial entre
Roma y Constantinopla, cuyos representantes alegaban que el romano solamente podía ser
primus inter pares, y fue agudizado por tesis enfrentadas sobre el calendario litúrgico y un

3
sinfín de dogmas evangélicos distintos. Esto terminó con la excomunión mutua que
presentaron ambas partes; en Roma, el 24 de julio de 1054, en nombre del papa León IX,
recién fallecido y a cargo del cardenal Huberto de Silva, y el 25 de julio del mismo año por
el patriarca Miguel I Cerulario, que excomulgó al cardenal. Desde entonces, ambas se
denominan Iglesia católica de Oriente e Iglesia católica de Occidente. La tercera fue política,
sencillamente cuestión de poder económico y primacía oriental del Imperio romano frente a
los nuevos aires carolingios de los francos en Occidente. Décadas después, la entrada en
Constantinopla de los componentes de la IV Cruzada (1204), instigados por los intereses
económicos de Venecia, recibidos como salvadores y sufridos como conquistadores, propició
el abuso de poder de estos, el pillaje y el saqueo, que tuvieron que sufrir los bizantinos durante
tres días. El historiador de los cruzados Villehardouin escribió: «Nunca se pudo tomar botín
tan enorme»; y Nicolás Mesarite, historiador bizantino: «Los musulmanes fueron más
benévolos que estos hombres con la cruz en la espalda». Ambos fueron testigos de la
situación.

Las intrigas cortesanas, las luchas internas por alcanzar el poder, la relajación moral, la
irreflexión de la política, así como las absurdas e intelectuales disquisiciones filosófico-
religiosas, tan bizantinas… o sea, la decadencia, llevó a ser considerado Bizancio una presa
fácil para depredar. Como en el poema de Kavafis, lamentablemente: «pero los bárbaros
(savia nueva), no han llegado… ya no quedan bárbaros…» (…)

«Qué es lo que esperamos, / reunidos en la plaza pública? / Los bárbaro llegan hoy. / ¿Por
qué tal inacción en el Senado? ¿Por qué están sentados los senadores sin pasar leyes?/ Porque
los bárbaros llegarán hoy. / ¿Qué nuevas leyes podrían los senadores pasar? / Cuando los
bárbaros lleguen, ellos harán la leyes. / ¿Por qué se levantó nuestro emperador tan temprano,
y está sentado en la puerta principal de la ciudad, sobre el trono, agitado, llevando su corona?
/ Porque los bárbaros llegarán hoy. / Y el emperador los espera para recibir a su jefe. / De
hecho, se ha preparado para entregarle un pergamino. / En él están escritos muchos títulos y
nombres de honor. / ¿Por qué han salido los cónsules y los pretores llevando hoy sus rojas
togas bordadas?; / ¿por qué llevan brazaletes salpicados de amatistas, y anillos de brillantes
esmeraldas que refulgen? / ¿Por qué portan costosos bastones tallados magníficamente en
plata y oro? / Porque los bárbaros llegarán hoy, y esas cosas deslumbran a los bárbaros. /
¿Por qué no vienen los dignos oradores como de costumbre para hacer sus discursos, decir
lo suyo? / Porque los bárbaros llegarán hoy; y ellos se aburren con la elocuencia y las
disertaciones. / ¿Por qué esta súbita inquietud y confusión? / (Cuán solemnes se han vuelto
sus caras.) / ¿Por qué se vacían rápidamente las calles y plazas, / y vuelven todos a sus casas,
tan pensativos? Porque la noche está aquí pero los bárbaros no han llegado. / Algunas
personas llegaron desde las fronteras, y dijeron que ya no quedan bárbaros».

«¿Y qué será de nosotros ahora sin los bárbaros? / Esa gente era una posible solución».

Información recuperada de:


https://www.revistaesfinge.com/2020/08/bizancio-la-olvidada-de-occidente/

4
Bizancio y la cultura griega
Introducción

Ningún filósofo o estudioso de la filosofía desconoce actualmente la enorme aportación que


el pensamiento griego representa para la filosofía de Occidente. Sin embargo, como ha
señalado P. O. Kristeller, desde los comienzos de la Edad Media hasta mediados del siglo
XI, el pensamiento occidental se alejó considerablemente de la cultura griega y de su lengua,
bebiendo casi exclusivamente sus conocimientos de las fuentes literarias, filosóficas y
científicas de la cultura latina, las cuales, si bien se habían alimentado en gran medida de los
conceptos, ideas y prácticas del pensamiento griego, eran distintas de éstas, dadas la
diferentes exigencias y circunstancias en las que se desarrolló el genio romano. De hecho,
parece que la Edad Media latina conoció únicamente un reducido número de traducciones
latinas de textos griegos, tales como la Biblia, los escritos de los padres de la Iglesia, parte
del Timeo de Platón, el De interpretatione de Aristóteles y algunas otras obras de carácter
medico y matemático.

Esta actitud dio como consecuencia que muchos de los escritos clásicos en lengua griega se
perdieran durante los primeros siglos de la Edad Media, como es el caso de la obra filosófica
de los estoicos o la de Epicuro. Sin embargo, cuando el griego pasó a ser la lengua oficial del
Imperio Bizantino por decreto del emperador Heraclio en el siglo VII, los estudiosos de
Bizancio se dieron a la tarea de coleccionar, copiar y guardar en sus bibliotecas gran cantidad
de manuscritos griegos clásicos que, luego de ser leídos y estudiados en la escuelas
bizantinas, fueron objeto de numerosos escolios y comentarios. Así sucedió con las obras de
Platón, Aristóteles, Homero, Píndaro y Sófocles, entre muchos otros escritos clásicos griegos
que llegaron hasta nosotros gracias a la ingente labor que realizaron los eruditos bizantinos.

De esta forma, a lo largo del periodo que va del siglo VIII a los siglos XIV y XV, los estudios
clásicos de las obras griegas tuvieron un desarrollo más o menos constante en el Imperio
Bizantino, ya que nunca se los dejó de lado. Curiosamente, durante los últimos siglos del
Imperio Bizantino hasta su caída a manos de los turcos en el siglo XV, dichos estudios
gozaron de una especie de renacimiento, razón por lo que a este período debemos a los
mejores eruditos bizantinos.

Junto con este período paradójico de decadencia política y florecimiento cultural del Imperio
Bizantino, coincidió el florecimiento de los estudios griegos en Occidente, ya que, por causa
de la desintegración del Imperio, muchos de los eruditos bizantinos emigraron a tierras
occidentales, en especial a Italia, llevando consigo el interés por la lengua griega, así como
la erudición y los textos. Fue por esta razón que Boccaccio pudo recibir en su casa al erudito
Leoncio Pilato para que enseñara griego en Florencia; que el bizantino Manuel Crisoloras,
sugiriera a Uberto Decembrio, un erudito italiano, la primera traducción de la República de
Platón; o, finalmente, la importante influencia que Gemisto Plethón ejerció sobre pensadores
como Marsilio Ficino, el filósofo italiano al que le debemos la traducción de numerosas obras
del griego, así como los cimientos del neoplatonismo que resurgió en Occidente durante el
Renacimiento. Por lo dicho, no queda duda de que el contacto de Occidente con Bizancio fue
uno de los factores, entre muchos otros, que dieron vida al posterior florecimiento de los

5
estudios del pensamiento griego que se gestara en Italia durante el Renacimiento, el cual es
hoy en día tan caro a Occidente.

Información recuperada de:


https://www.revista.unam.mx/vol.9/num12/art98/int98.htm

6
Filosofía Bizantina
La filosofía que se desarrolla en el oriente cristiano, en Bizancio, durante el mismo período
de tiempo en que transcurre la Escolástica medieval latina: desde la caída del imperio romano
(s. IV), que supone su separación del occidente, hasta la conquista de Constantinopla por los
turcos (1453). Le es peculiar el conjunto de temas y de problemas que resultan del encuentro
del pensamiento cristiano con la filosofía griega, o a la inversa, que en principio se consideran
«externos» una al otro.

Pueden distinguirse dos períodos:

1) Del s. IV al s. XI, época durante la cual se va gestando la mezcla de teología (cristiana) y


filosofía (griega), de misticismo y razón, característica del pensamiento bizantino;

2) del s. XI al XV, época en que surge y se desarrolla un pensamiento filosófico propio, que
coincide con el cisma de Miguel Cerulario (1054) y la separación de la Iglesia oriental y la
occidental, impulsado sobre todo por Miguel Psellos.

En su origen, la filosofía bizantina cristiana -cuyos autores son contemporáneos de los


últimos filósofos paganos griegos-, tras el cierre de las escuelas de Atenas por Justiniano
(529), se instala primero en Persia y luego en regiones fronterizas y tiene un cierto aire de
disidencia contra la teología y la filosofía de la Iglesia de Constantinopla, cuyo patriarca
había sido proclamado «primado» -obispo principal- de Alejandría, Antioquía y Jerusalén.
Los primeros filósofos bizantinos son nestorianos y monofisitas (la herejía vehicula el deseo
de independencia respecto de Constantinopla): partidarios respectivamente de Nestorio, que
separaba excesivamente las dos naturalezas, divina y humana, de Cristo, asignándoles dos
«personas», y de Eutiques, quien sostenía que en Cristo sólo había una naturaleza, la divina;
unos y otros se enfrentan en discusiones teológicas arropadas con argumentaciones
filosóficas sobre la ortodoxia. En esta primera época, las personalidades filosóficas más
relevantes son Pablo de Nísibe, o Pablo de Basra (¿? 571), y Teodoro de Marw (¿? 536),
nestorianos ambos, y Sergio de Reschaina (¿? 536), monofisita, a los que debe añadirse Juan
Filopón, «el gramático», de la escuela filosófica cristiana de Alejandría, que por esta época
escribía contra Proclo. Las figuras del Pseudo-Dionisio Areopagita (s. VI) y de Juan
Damasceno (s. VIII) dialogan con la filosofía griega, tal como habían hecho los grandes
padres Capadocios. Al final de este período, el patriarca Focio (ca. 820-891) emprende un
cierto renacimiento intelectual tras las luchas internas entre los iconoclastas (enemigos de las
imágenes) y los iconófilos (partidarios de las imágenes), que dividen al país entero; sus obras,
como Biblioteca, o Amphilokhia, son de carácter enciclopédico.

El s. XI señala el inicio propiamente dicho de la filosofía bizantina autónoma de la teología,


por obra sobre todo de Miguel Psellos (1018-1078), platónico, renovador del interés por
Platón y Aristóteles; el platonismo aristotélico o el aristotelismo platónico -mezcla que
supone a veces confusión, a veces oposición y enfrentamiento- será ahora el distintivo propio
de la filosofía bizantina. Así sucede, por ejemplo, en los autores de esta época, como Juan
Ítalos (ca. 1055) y Eustrato de Nicea (ca.1050-1120), ambos aristotélicos neoplatónicos,
Miguel de Éfeso (ca. 1110) aristotélico, e Isaac Commeno el Sebastokrátor (ca. 1140),

7
platónico. Esta corriente racionalista, favorecedora de una filosofía autónoma e
independiente de la teología, y que se enseñaba exclusivamente en las universidades o en los
colegios de filosofía, fundados por los emperadores, y que persiste hasta el s. XV, se enfrenta
a una corriente paralela y opuesta de teología mística, la de los hesicastas (quietistas), cuyos
representantes más conocidos son Simeón el Nuevo, teólogo, Gregorio Palamas (1296-1359)
y Nicolás Cabasilas, y cuyo centro de mayor irradiación llegará a ser el monasterio del monte
Athos.

En el s. XIV destaca la controversia hesicasta: representa ésta el rechazo de la filosofía por


el movimiento «místico», protagonizado en este caso por las doctrinas de Gregorio Palamas;
a él se opone duramente Barlaam de Seminara, quien lidera el movimiento «racionalista». La
contienda dialéctica termina con la derrota del racionalismo y la canonización, en 1368, de
Gregorio Palamas. Barlaam, condenadas sus doctrinas por un sínodo, marchó a occidente, se
hizo católico y enseñó griego a los humanistas, entre ellos a Petrarca. Simultáneamente a esta
controversia, la figura de Tomás de Aquino atrae partidarios y crea adversarios, también en
oriente. Demetrio Kydones (ca. 1324-1398) es el tomista más importante de esta época y a
él se debe una traducción de la Suma contra Gentiles. El antitomista más destacado es Calixto
Angelikoudes (ca.1340-1420), que escribe Contra Tomás de Aquino.

En el s. XV la filosofía bizantina discute de nuevo la opción de decidirse por Aristóteles o


por Platón. Lo hace fructíferamente, de modo que estos esfuerzos pasan a los renacentistas,
que distinguirán cuidadosamente entre estos dos autores. Gemistos Phleton (ca. 1355- 1452),
el mayor de los filósofos orientales medievales, representa la defensa decidida de Platón en
contra de Aristóteles; escribe Diferencias entre Platón y Aristóteles y critica tesis metafísicas
y éticas de este último. Jorge Scholarios Gennadio (1405-ca. 1472) toma la defensa de
Aristóteles contra Phleton, y escribe Contra las dificultades de Phleton a propósito de
Aristóteles. Basilio Bessarion (1395-1472), es otro platónico que escribe contra Jorge de
Trebisonda, o Trapezuncio (1395-1486), autor de una Comparación entre los filósofos
Aristóteles y Platón.

Los filósofos bizantinos, que ayudaron a occidente a conocer a Aristóteles, cuyas obras son
el motor del apogeo de la filosofía de la Escolástica, entrado el s. XV, tras la caída de
Constantinopla y los contactos que se inician para favorecer la unión de las Iglesias, ayudan
de nuevo a occidente a conocer ahora las obras de Platón, uno de los fermentos del
humanismo del Renacimiento.

Información recuperada de:


https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Filosof%C3%ADa_bizantina

8
Filosofía Bizantina
La filosofía bizantina se refiere a las ideas filosóficas distintivas de los filósofos y eruditos
del Imperio bizantino, especialmente entre los siglos VIII y XV. Se caracterizó por una
cosmovisión cristiana, pero que podía extraer ideas directamente de los textos griegos de
Platón, Aristóteles y los neoplatónicos.

Historia

La ciencia y la literatura griegas permanecieron vivas en el mundo bizantino, y la filosofía


bizantina se basó en gran medida en Platón , Aristóteles y los neoplatónicos , incluso si ahora
tenía un tono cristiano . En el siglo VII, Juan de Damasco produjo una enciclopedia de tres
partes que contenía en su tercera parte una exposición sistemática de la teología cristiana. En
el siglo IX, Focio, el patriarca de Constantinopla , recopiló muchas obras de escritores
antiguos y estudió la lógica aristotélica, y su alumno Arethas comentó las obras de Platón y
Aristóteles. En los siglos XI y XII hubo un interés creciente en la enseñanza de la filosofía,
y figuras como Michael Psellos, Eustratius de Nicea y Michael de Ephesus escribieron
comentarios sobre Aristóteles. En los siglos XIII y XIV tenemos importantes filósofos como
Nicephorus Blemmydes y Theodore Metochites. Una figura importante fue Gregorio
Palamas, quien desarrolló un movimiento místico conocido como hesicasmo, que implicó el
uso de la oración noética de Jesús para lograr una visión de la Luz increada, también llamada
Iluminación o Visión de Dios. Fue el movimiento hesicasta el que provocó una ruptura en el
Oriente cristiano que llevó a muchas personas de mentalidad filosófica a ir al Oeste. Esta
migración jugó un papel fundamental en la manifestación del Renacimiento en Occidente.
Especialmente el papel que desempeñó Barlaam de Calabria , que se opuso al hesicasmo, en
la formación de la teología católica romana en Occidente. El último gran filósofo de Bizancio
fue Gemistus Pletho, quien sintió que un platonismo restaurado podría revertir la decadencia
del Imperio. Fue una figura importante en la transmisión de la filosofía antigua a Occidente.

Universidad de Constantinopla

La sociedad bizantina estaba bien educada según los estándares de su época, con altos niveles
de alfabetización en comparación con el resto del mundo. Significativamente poseía un
sistema de educación secular que era una continuación de las academias de la antigüedad
clásica. La educación primaria estaba ampliamente disponible, incluso a nivel de aldea.
Excepcionalmente en esa sociedad la educación estaba disponible para ambos sexos. En este
contexto puede entenderse la Universidad secular de Constantinopla. Aún más, la educación
secular era común, hasta cierto punto, en el imperio. Como durante muchos siglos, antes de
la conquista musulmana, instituciones similares funcionaban en importantes capitales
provinciales como Antioquía y Alejandría.

La escuela original fue fundada en 425 por el emperador Teodosio II con 31 cátedras de
Derecho, Filosofía, Medicina, Aritmética, Geometría, Astronomía, Música, Retórica y otras
materias, 15 de latín y 16 de griego. La universidad existió hasta el siglo XV.

9
El contenido principal de la educación superior para la mayoría de los estudiantes era la
retórica, la filosofía y el derecho. Con el objetivo de producir personal competente y erudito
para ocupar los puestos burocráticos del estado y la iglesia. En este sentido, la Universidad
era el equivalente secular de las Escuelas Teológicas. La universidad mantuvo una tradición
filosófica activa basada en el platonismo y el aristotelismo , siendo la primera la escuela
platónica ininterrumpida más larga, con una duración de casi dos milenios hasta el siglo XV.

La Escuela de Magnaura se fundó en el siglo IX y en el siglo XI se establecieron nuevas


escuelas de filosofía y derecho en la Escuela Capitol. El período de decadencia comenzó con
la conquista latina de 1204, aunque la Universidad sobrevivió como una institución no
secular bajo la dirección de la Iglesia hasta la caída de Constantinopla .

Problemas e ideas

Las principales características de la filosofía bizantina son:

Las hipóstasis personales de Dios como principio no sólo de la sustancia sino también del ser
(Ontología, Metafísica). La persona como ontológica más que como sustancia o esencia.
La creación del mundo por Dios y la escala de tiempo limitada del universo.
El proceso continuo de creación y el propósito detrás de él.
El mundo sensible como realización en el tiempo de lo sensible a la mente, teniendo su
hipóstasis eterna en el intelecto divino (nous)
El mundo y la humanidad están sujetos a la providencia divina, pero los filósofos bizantinos
afirmaron la necesidad del libre albedrío y la autodeterminación. El alma como inmortal es
increada en sus energías pero creada en sí misma. Alma es cuerpo más espíritu, y se conecta
directamente con el intelecto para posibilitar el logro de la felicidad por medio de la libertad
de decisión. La relación entre Dios y el hombre se basa en el amor , lo que explica el lugar
central del hombre en la creación.

Neoplatonismo

La relación entre la comprensión mística, religiosa de Dios y la filosófica tiene varias etapas
de desarrollo en la historia del Oriente romano. Al nous como mente en la filosofía bizantina
se le da el papel central de comprensión solo cuando se coloca o se reconcilia con el corazón
o el alma de la persona. Siendo el alma la unidad total del hombre, la mente como racional y
noética siendo una parte integral del alma del hombre. Las versiones anteriores del
sincretismo filosófico cristiano y griego se conocen en los tiempos modernos como
neoplatónicos. Un ejemplo de esto se puede ver en las obras de Orígenes.y su enseñanza
sobre el nous en cuanto a Orígenes, todas las almas preexistían con su Creador en un estado
espiritual (no material) perfecto como "mentes" o nous, pero luego se desvanecieron para
buscar una existencia independiente de Dios. Dado que todas las almas fueron creadas
absolutamente libres, Dios no podía simplemente obligarlas a regresar a Él (esto se debía,
según Orígenes, al amor y respeto ilimitados de Dios por Sus criaturas). En cambio, Dios
creó el cosmos material e inició la historia, con el propósito de guiar a las almas descarriadas
de regreso a la contemplación de Su mente infinita, que es, según Orígenes, el estado
perfecto.

10
Apokatastasis: en la filosofía estoica precristiana y platónica media, este término se refería a
la restauración universal del cosmos al estado en el que fue constituido por primera vez por
la mente divina o el primer principio. El gran teólogo cristiano Orígenes de Alejandría usó
este término para denotar la restauración final de todas las almas a Dios. Según Orígenes,
todas las almas preexistían con su Creador en un estado espiritual (no material) perfecto como
"mentes", pero luego se desvanecieron para buscar una existencia independiente de Dios.
Dado que todas las almas fueron creadas absolutamente libres, Dios no podía simplemente
obligarlas a regresar a Él (esto se debía, según Orígenes, al amor y respeto ilimitados de Dios
por Sus criaturas). En cambio, Dios creó el cosmos material e inició la historia, con el
propósito de guiar a las almas descarriadas de regreso a la contemplación de Su mente
infinita, que es, según Orígenes, el estado perfecto. Esto obviamente excluye cualquier
concepto de condenación eterna o infierno."Glosario de teología - Theandros - una revista en
línea de teología y filosofía cristiana ortodoxa" . Archivado desde el original el 2006-06-20
. Consultado el 13 de marzo de 2009 .

Información recuperada de:


https://en.wikipedia.org/wiki/Byzantine_philosophy

11
Autores Constantinopolitanos
Michael Psellos y su obra

Michael Psellos fue tal vez el pensador más influyente del Imperio Bizantino. Su vida
transcurrió durante el siglo XI. Desde que entrara en la corte de Bizancio en el año 1014
como secretario, se mantuvo en los primeros puestos del gobierno durante treinta y seis años
y bajo siete emperadores de tres dinastías distintas. Utilizó la intriga en la corte, era de
pensamiento maquiavélico, sin escrúpulos, temible e implacable, de carácter vanidoso,
altanero y adulador, pero al mismo tiempo fue un hombre de inmensa erudición, dedicado a
la enseñanza, magnánimo, excelente humanista y, en la vida privada, tierno, sensible y hasta
«femenino», según el mismo se expresa.3 El propio Psellos señala en una carta: "Reconozco
ser un hombre, animal cambiante e inestable, alma racional que sirve de un cuerpo, singular
mezcla de tendencias discordantes".4

Psellos intentó conciliar el cristianismo con la sabiduría griega, para lo cual tomó como guías
a Platón, Aristóteles y a Proclo, a quien consideraba un gran sabio.5Además, conoció el
neoplatonismo como nadie en el Imperio Bizantino, ya que también estudió y explicó la
filosofía de Plotino y de Jámblico, dejó un comentario y una versión de los Oráculos Caldeos,
y parece que la versión en griego llegada hasta nosotros del Corpus hermeticum es una
edición o antología que hizo el propio Psellos.6

La obra de Michael Psellos es bastante extensa y variada; está constituida por obras de
carácter filosófico (como las Opiniones sobre el alma o Sobre la psicogonía de Platón), obras
médicas (Sobre la dieta), sobre gramática y retórica (Sinopsis de Retórica), sobre lapidaria
(Sobre las virtudes de las piedras), o comentarios a obras literarias griegas como las
Comedias de Menandro o la Ilíada de Homero; pero sus obras más importantes fueron la
Cronografía y Sobre la actividad de los demonios. En la primera, narra la vida de los
Emperadores de Bizancio, desde la muerte de Juan Tzimisces en 976 hasta el reinado de
Miguel VI en 1070, ésto, a través de una descripción biográfica del carácter de los
emperadores y no tanto política, en donde se puede observar en buena medida el pensamiento
filosófico y la psicología del pensador bizantino. Por su parte, Sobre la actividad de los
demonios (Perì energeías daimónôn) es tal vez la obra de Psellos con más influencia hasta el
siglo presente. Tal influencia, ejercida por el tratado demonológico de Psellos, se debe en
gran medida a su invectiva por llevar a cabo una caracterización y clasificación de los
demonios en un pequeño opúsculo que sirvió en épocas posteriores como un breve y conciso
manual de la materia; en efecto, hasta entonces, Occidente contaba, sobre todo, con alusiones
a la actividad demoníaca dispersas en diversos tratados de autores cristianos cuya temática
principal no era la de la actividad de los demonios. Como ejemplos de ello podemos citar la
descripción que hizo San Atanasio en su Vida de San Antonio a mediados del siglo IV, en
donde afirma que Satanás sugería a Antonio "el recuerdo de sus propiedades, el cuidado de
su hermana, el afecto por sus parientes, el amor al dinero, el amor a la gloria, el placer de un
alimento variado y todos los demás encantos de esta vida",7 más adelante –cuenta Atanasio–
Satanás recurre a la carne para tentar a Antonio, de forma que tomando el aspecto de una
mujer para seducirlo le sugiere "pensamientos obscenos" y "las dulzuras del placer".8

12
Por su parte, a comienzos del siglo V, San Agustín escribió un tratado Sobre la adivinación
de los demonios, en el cual, más que tratar sobre la naturaleza de los demonios, Agustín
intenta condenar la adivinación de los cultos paganos, no sin dejar de señalar el modo en que
los demonios se insinúan a los hombres: "Persuaden por sorprendentes e invisibles modos,
penetrando los cuerpos de los hombres sin que sientan gracias a la sutilidad de sus cuerpos y
mezclándose a través de ciertas representaciones imaginarias con los pensamientos de los
que están despiertos o duermen".9 En la misma época, San Jerónimo afirmaba que "los
demonios eran capaces de adoptar formas grotescas y ser vistos, oídos y sentidos por los seres
humanos".10 Finalmente, podemos considerar el que, casi al mismo tiempo que Psellos,
durante el periodo que cruza el siglo XI y XII, Pedro Abelardo señalaba que los demonios
eran capaces de tentar a los hombres a cometer pecado a causa de que tenían conocimiento y
experiencia en torno a las "fuerzas naturales", de tal manera que sabían "por qué lado puede
la naturaleza humana deslizarse hacia la sensualidad y demás pasiones".11 En efecto, nos
dice Abelardo, los demonios se valen de su conocimiento de artes desconocidas por los
hombres mediante las cuales manipulan y ordenan la naturaleza en general, así como las
almas de los hombres en específico, agitando y fijando estas últimas "sea en el gusto por la
comida, sea en los placeres de la cama. O bien las centran de una u otra manera en algún
objeto interior o exterior a nosotros".12

Así pues, el opúsculo demonológico de Psellos responde a una inquietud del todo cristiana
en torno a la actuación de los demonios que fue esbozada ya antes que el autor bizantino por
distintos autores cristianos de la cultura latina de Occidente; sin embargo, a Psellos le
corresponde el mérito de haber elaborado una pequeña obra que pretendiera describir el orden
y actividad de los demonios sin constituir un apartado o especulación dentro de una obra más
extensa cuyo fin último no fuere la caracterización demonológica, razón por la que, quizá, la
obra tratada tuvo tanto éxito en Occidente siglos después, cuando Europa renovó su interés
y producción de la literatura demonológica entre los siglos XV y XVIII: primero a través de
la traducción que efectuara Marsilio Ficino en pleno Renacimiento italiano, que produjo un
interés inmediato en torno a la concepción de los demonios por parte de pensadores y literatos
tales como Cornelio Agrippa, Giordano Bruno, Gerolamo Cardano, John Milton o Robert
Burton; así como más adelante, a causa de la persecución a manos de la Inquisición de
aquellos a los que se acusó de tener trato con los demonios.

En lo que sigue daré cuenta de la concepción de los demonios que encontramos en esta breve
obra, así como de una reflexión que podría dar luz en torno a una posible reinterpretación.

Información recuperad de:


https://www.revista.unam.mx/vol.9/num12/art98/int98-1.htm

13
Eruditos bizantinos en el Renacimiento

Demetrio Calcocondilas (hermano de Laónico Calcocondilas) (1424–1511) fue un erudito


renacentista griego, humanista y profesor de filosofía griega y platónica.

Juan Argirópulo (1415–1487) fue un erudito renacentista griego que tuvo un papel
prominente en el resurgimiento de la filosofía griega en Italia.

Numerosos eruditos consideran que la migración de sabios bizantinos tras el saqueo de


Constantinopla por los cruzados (1204) y la caída del Imperio bizantino ante los otomanos
(1453), es una de las claves del resurgimiento de los estudios griegos y romanos que
condujeron al surgimiento del humanismo renacentista y la ciencia. Estos emigrados eran
gramáticos, humanistas, poetas, escritores, impresores, conferencistas, músicos, astrónomos,
arquitectos, académicos, artistas, escribientes, filósofos, científicos, políticos y teólogos,5
que aportaron a Europa occidental el remanente de conocimiento de cultura griega clásica
que habían acumulado y preservado relativamente bien, y que en Occidente casi no había
logrado sobrevivir a los años oscuros.

Su principal papel en el humanismo renacentista fue enseñarles griego a sus homólogos


occidentales tanto en las universidades como en privado, así como difundir los textos
antiguos. Sus precursores fueron Barlaam de Calabria (Bernardo Massari) y Leoncio Pilato,
ambos provenientes de la Calabria culturalmente bizantina del sur de Italia. El impacto de
estos dos eruditos en los primeros humanistas del Renacimiento es indiscutible.

El Colegio Pontificio Griego fue una fundación de Gregorio XIII, que estableció una
universidad en Roma para recibir a los jóvenes griegos de todos los países donde se usara el
rito griego, y por consiguiente para los refugiados griegos en Italia así como para los rutenos
y los melquitas de Egipto y Siria. Estos jóvenes debían estudiar teología a fin de difundir

14
posteriormente conocimientos tanto sagrados como profanos entre sus compatriotas, y
facilitar la reunificación con las iglesias cismáticas. De una sola vez se comenzó la
construcción del colegio y de la iglesia de san Atanasio, unidos por un puente sobre la Via
dei Greci. Los primeros estudiantes llegaron ese mismo año (1577) y hasta que se hubo
ultimado la construcción del colegio se hospedaron en otra parte.

Además de los italianos septentrionales que habitaban territorios de la península y de Sicilia


antes bizantinos y aún muy vinculados con la cultura de Bizancio -en muchas zonas incluso
seguían hablando griego-, hacia 1500 había una comunidad de unos 5.000 hablantes de griego
en Venecia. Los venecianos también gobernaban Creta, Dalmacia, e islas y ciudades
portuarias dispersas por los territorios del antiguo imperio, cuya población había aumentado
con los refugiados de otras provincias bizantinas, que preferían un gobierno veneciano antes
que uno otomano. Creta era especialmente notable por su escuela de iconografía, que después
de 1453 se convirtió en la más importante del mundo griego.

Contribución de los eruditos griegos al renacimiento italiano

Si bien ciertas ideas desarrolladas en la antigua Roma ya gozaban de popularidad entre los
eruditos del siglo XIV, y su importancia para el renacimiento es innegable, las lecciones
sobre cultura griega por parte de los intelectuales bizantinos cambió el curso del humanismo
y del propio renacimiento. La cultura griega influenció todos los aspectos de los studia
humanitatis, y en particular la historia y la filosofía se vieron profundamente afectadas por
los textos e ideas provenientes de Bizancio. La historia cambió gracias al redescubrimiento
y la difusión de los escritos de los historiadores griegos, y el conocimiento de los tratados
historiográficos griegos contribuyó a que el objetivo de la historia pasara a ser el de guiar
hacia una vida virtuosa a base del estudio de los acontecimientos y personajes del pasado.
Los efectos de este renovado conocimiento de la historia griega se pueden ver en los escritos
de los humanistas sobre la virtud, que fue un tema popular, y que se muestran específicamente
en los ejemplos provistos por la antigüedad griega que exhiben tanto las virtudes como los
vicios. Tanto la filosofía aristotélica como la platónica afectaron al renacimiento provocando
debates sobre el lugar del hombre en el universo, la inmortalidad del alma y la habilidad de
perfeccionarse mediante la virtud. El florecimiento de los escritos filosóficos en el siglo XV
revelan el impacto de la filosofía y la ciencia griegas en el renacimiento. La resonancia de
estos cambios perduró siglos después del renacimiento, no solo en los escritos de los
humanistas, sino también hasta el presente en la educación y los valores de Europa y de la
sociedad occidental.

Deno Geanakopoulos, en su obra sobre la contribución de los eruditos bizantinos al


renacimiento, ha resumido su aportación en tres cambios principales sobre el pensamiento
renacentista: 1) A principios del siglo XIV, en Florencia, el énfasis inicial en la retórica por
el énfasis en la filosofía metafísica mediante la introducción y reinterpretación de los textos
platónicos, 2) En Venecia y Padua mitigando el predominio del Aristóteles averroísta en la
ciencia y la filosofía suplementándolo, aunque no reemplazándolo por completo, con las
tradiciones bizantinas basadas en los comentadores antiguos y bizantinos de Aristóteles, 3) y
a mediados del siglo XV en Roma, mediante el énfasis, no en ninguna escuela filosófica, sino
en la producción de versiones más auténticas y confiables de textos griegos relevantes para
todos los campos del humanismo y la ciencia, así como de los padres griegos de la iglesia.

15
No menos importante fue su influencia directa o indirecta en la exégesis del propio Nuevo
Testamento mediante las correcciones bíblicas a la vulgata latina hechas por Lorenzo Valla
a la luz de los textos griegos bajo la inspiración de Besarión.

Eruditos
León Alacio, Roma, bibliotecario de la biblioteca del Vaticano
Jorge Amiroutzés, Florencia, aristotélico
Enrique Aristipo
Miguel Apostolio, Roma
Aristóbulo Apostolio
Arsenio Apostolio
Juan Argirópulo, Universidades del Florencia, Roma
Simón Atumano, obispo de Gerace, Calabria
Basilio Besarión
Barlaam de Seminara, que enseñó a Petrarca algunos rudimentos del idioma griego
Zacarías Calierges, Roma
Laónico Calcocondilas, historiador griego que habría ido a Venecia con su hermano
Demetrio Calcocondilas
Demetrio Calcocondilas, escritor y gramático griego, hiza las primeras ediciones en Italiano
de las obras de Homero e Isócrates.
Teófilo Calcocondilas, Florencia
Manuel Crisoloras, Florencia, Pavía, Roma, Venecia, Milán
Juan Crisoloras, erudito y diplomático: pariente de Manuel Crisoloras, mecenas de Francisco
Filelfo
Andrónico Contoblacas, Basilea, maestro de Johann Reuchlin
Juan Craston, Módena, diccionario grecolatino
Andrónico Calisto, Roma
Demetrio Cidonio
Mateo Devaris, Roma
Demetrio Ducas
Elías del Medigo, Venecia
Antonio Eparco, Venecia, erudito y poeta
Antonio de Ferraris, académico, doctor y humanista
Teodoro Gaza, primer decano de la universidad del Ferrara, Nápoles y Roma
Jorge Gemisto Pletón, maestro de Besarión
Jorge de Trebizonda, Venecia, Florencia, Roma
Jorge Hermónimo, Universidad de París, maestro de Erasmo, Reuchlin, Guillermo Budeo
and Jacques Lefèvre d'Étaples
Jorge Calafates (ca. 1652 – ca. 1720), profesor griego de medicina teórica y práctica
Andrés Musalo (ca. 1665/6 – ca. 1721), Greek professor of mathematics, philosopher and
architectural theorist
Nicolás Caliaquio (1645–1707) erudito y filósofo griego que floereció en Italy.
Mateo Camariotes
Isidoro de Kiev
Juan Cigalas (ca. 1622 – 1687), erudito y profesor de filosofía y lógica16
Juan Cotunio, Padua
Constantino Calocrato

16
Constantino Láscaris, Universidad de Mesina
Andrés Juan Láscaris o Rindaceno, Roma
Leonardo de Quíos, prelado católico de origen griego
Nicolás Lucanes, Venecia
Máximo el Griego, estudió en Italia antes de irse a Rusia
Máximo Margunio, Venecia
Marcos Musuro, Universidad de Padua
Miguel Marulo Tarcaniota, Ancona y Florencia, amigo y pupilo de Joviano Pontano
Leonardo Filarás (1595–1673), uno de los primeros defensores de la independencia griega17
Leoncio Pilato, enseñó algunos rudimentos del idioma griego a Boccacio
Máximo Planudes, Roma, Venecia
Francisco Porto, Venecia, Ferrara, Génova
Juan Servópulo, erudito, profesor, Oxford
Nicolás Sofiano, Roma, Venecia: erudito y geógrafo, creador de la Totius Graeciae
Descriptio
Nicolás Leónico Tomeo, Venice, Padua
Jacobo Triboles, Venecia
Gregorio Tifernate, París, maestro de Jacques Lefèvre d'Étaples y de Roberto Gaguin
Gerásimo Blaco, Venecia
Francisco Maurolico, matemático y astrónomo de Sicilia

Información recuperada de:


https://es.wikipedia.org/wiki/Eruditos_bizantinos_en_el_Renacimiento

17
18

También podría gustarte