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Regalías mineras

LA COLUMNA DE PPK
Por: Kuczynski Pedro Pablo
Publicado el: domingo, 30 de mayo de 2004

En las últimas semanas el Congreso ha venido discutiendo propuestas para


establecer regalías sobre la producción minera. De esta manera, un porcentaje del
valor de la producción minera sería pagado en forma de un cargo o impuesto -según
la definición- al Estado.

La idea de regalías tiene una larga historia desde la Colonia. Como el Estado es el
propietario del recurso natural –minero en esas épocas–, el operador hace un pago al
Estado por tener el usufructo del recurso. En diversos estados de los Estados Unidos
existe un concepto similar para los hidrocarburos, el llamado “severance tax”.

¿Entonces cuál es el problema al establecer regalías para la minería? Ya existen para


los hidrocarburos, por ejemplo. Varias regiones y provincias del Perú, tradicionalmente
abandonadas, ven en las regalías una tabla de salvación económica. Para opinar
sobre el tema, veamos algunos hechos y mitos.

Primero, hay una percepción que la minería no paga su justa parte de impuestos. Se
dice que los contratos de estabilidad tributaria de los grandes proyectos mineros
hacen que las empresas no paguen impuestos. Esto no es cierto: la mayoría de los
contratos de estabilidad, como su nombre lo indica, congelan los impuestos y tasas en
el nivel del momento en que se firman los contratos, generalmente por 10 años.

La minería en el 2004 pagará unos mil millones de soles en Impuesto a la Renta,


aproximadamente un tercio del total pagado por todas las empresas del país. Lo cierto
es que los pagos por impuestos fueron bastante menores desde el 2000 al 2002, años
en que los precios de los minerales estuvieron mucho más bajos y la mayoría de las
empresas de la mediana minería, casi todas ellas peruanas, arrojaron grandes
pérdidas que hicieron peligrar su supervivencia.

Segundo, el proceso minero es mucho más industrializado que el de la extracción de


hidrocarburos. El gas que sale del pozo en Camisea ya tiene de por sí un valor
comercial. Por otro lado, la roca minera en la boca de mina sólo tiene un valor
potencial: se necesita todo un proceso industrial, desde el chancado y molienda hasta
la lixiviación o concentración, solamente para llegar a un mineral concentrado. Luego
ese mineral debe ir a una fundición y ser refinado. Por consiguiente la capacidad
económica y tributaria de un producto en la boca de mina es mucho menor que la de
los hidrocarburos en la boca de un pozo.

Tercero, las transferencias por canon minero a los municipios en las regiones que
tienen actividades mineras han aumentado fuertemente, yendo de S/.55 millones el
2000 y S/.18 millones en el 2001 a S/.286 millones el 2003 y un estimado de S/.450
millones en el 2004, siguiendo la trayectoria ascendente de las utilidades.

Las propuestas de regalías en el Congreso darían entre S/.140 y S/.230 millones de


recursos adicionales, probablemente para las regiones, un aumento no despreciable,
pero tampoco radical en comparación con el producto del canon minero. Entonces
debemos mirar cuidadosamente si esta medida tiene costos adversos comparados
con los beneficios fiscales para las regiones.
La respuesta es que la regalía sería pagada por una minoría de empresas, ya que la
mayoría de los grandes proyectos mineros (aunque no todos) están estabilizados,
tanto en impuestos como en cargos.

Por consiguiente, la regalía no le haría daño a estos proyectos ya existentes. Pero sí


daría un mensaje negativo para los nuevos proyectos; el mensaje sería: “El que viaja
por estas tierras lo hace a su propio riesgo, pues en cualquier momento se cambian
las reglas de estos viajes”. No es un buen mensaje y no está hecho, como hubiera
dicho Voltaire, “pour encourager les autres” (para alentar a los demás). Es un viejo
mensaje populista latinoamericano. Este mensaje, además, le haría gran daño a la
mediana minería, la cual emplea a decenas de miles de peruanos en zonas remotas
del país.

El Ministerio de Economía y Finanzas y el de Energía y Minas buscan alguna solución


práctica a estos problemas. Pero la solución no pasa por imponer tributos que podrían
ser relativamente altos en un momento de bonanza. Lo lamentaríamos mucho cuando
lleguen, inevitablemente, las épocas de las vacas flacas.

Algunas voces poco informadas pretenden que mi voz es la de las multinacionales. Mi


voz es la de un observador objetivo. Conozco algo del sector minero: en la década de
los años setenta construí en Africa Occidental la mina de bauxita más grande del
mundo. Luego fui ministro de Energía y Minas de Fernando Belaunde Terry en una
época en que se perforaban 415 pozos petroleros en el país, contra 20 ahora.

Debemos crear prosperidad: para hacer eso debemos tener un sabio equilibrio entre
un apetito fiscal razonable y un ambiente atractivo y predecible para la inversión. Sin
inversión no hay ni trabajo ni prosperidad.

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