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DORIAN, N. (1998) "Western Language Ideologies and Small-Language Prospects". En:


Grenoble, L. y L. Whaley (eds.) Endangered Languages. Cambridge: Cambridge University
Press, pp. 3-21. [Adaptación y traducción de Carolina Ayala para la Cátedra de
Etnolingüística, Dpto. de Letras, FFyL, UBA]

Ideologías lingüísticas occidentales y perspectivas de las lenguas


minoritarias 1
Nancy Dorian
Departamentos de Alemán y Antropología, Universidad de Bryn Mawr

Puede decirse, con cierta licencia metafórica, que las lenguas rara vez son admiradas a
muerte pero frecuentemente son despreciadas hasta la muerte. Es decir, es raro que [ante] una
lengua vinculada fuertemente a personas y a comportamientos prestigiosos la gente común
sienta temor de usarla, o que se vea impedida de hacerlo por parte de los custodios de la
lengua. Por el contrario, es muy común que una lengua se asocie tanto al bajo prestigio de la
gente que la habla y a sus identidades desfavorecidas socialmente que sus propios hablantes
potenciales prefieran distanciarse ellos mismos de ella y adoptar alguna otra lengua en su
lugar. En esas circunstancias los padres tomarán una decisión, conciente o inconsciente, de
no transmitir la lengua ancestral a sus hijos, y así se perderá otra lengua. Evidentemente, el
poder de las fuerzas sociales involucradas es considerable, dado que, bajo mejores
circunstancias, el apego a una lengua materna ancestral usualmente es fuerte. El fenómeno de
abandono de una lengua ancestral es un fenómeno al que vale la pena prestarle atención,
precisamente porque un buen número de personas, especialmente aquellas que hablan lenguas
‘no amenazadas’, suelen tener problemas para imaginar que ellos podrían alguna vez ser
llevados al punto de tener que abandonar su propia lengua ancestral y [tener que] alentar a
sus hijos a usar alguna otra lengua en reemplazo.
A menos que se tornen fosilizadas, de modo que persistan en usos especializados, sin
tener hablantes cotidianos, como a veces sucede en relación con prácticas religiosas (latín,
sánscrito, egipcio cóptico, Ge’ez, etc), las lenguas tienen el estatus que tienen sus hablantes.
Si las personas que hablan una lengua tienen poder y prestigio, la lengua que hablan también
va a disfrutar de ese prestigio. Si las personas que hablan una lengua tienen poco poder y
prestigio, es poco probable que se tenga un buen concepto de ella. Debido a que el estatus de
una lengua está ligado tan íntimamente al de sus hablantes, pueden producirse enormes
cambios en el prestigio de una lengua en un período muy corto de tiempo. La llegada de los

1
Traducido de Carolina Ayala para uso exclusivo de la Cátedra de Etnolingüística (FFyL-UBA). Versión
original: Dorian, N. 1998: "Western language ideologies and small-language prospects". En Grenoble, L. y L.
Whaley (eds.): Endangered Languages. Cambridge: Cambridge University Press (3-21).
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españoles produjo cambios precipitados de este tipo en la fortuna de dos de las mayores
lenguas del Nuevo Mundo: la del imperio Azteca en Norteamérica, y la del imperio Inca en
Sudamérica. Ambas habían alcanzado gran predominio, expandiéndose a expensas de las
lenguas vecinas durante varios siglos, a medida que los aztecas y los incas conquistaban
nuevos territorios y ponían cada vez a más gente bajo sus reglas (Heath 1972; Heath y
Laprade 1982). Ambos imperios sucumbieron en un [período de] tiempo sorprendentemente
corto, a raíz de su encuentro con los españoles, quienes -mejor armados- representaban y
expandían el poder del Viejo Mundo. Ninguno de los lenguajes imperiales desapareció, pero
cada uno sobrevivió con un standard social severamente reducido. Hoy el nahuatl y el
quechua son formas de habla de bajo prestigio dentro de las regiones en donde son hablados,
y cada uno está bajo algún tipo de amenaza por parte del español que sigue aún
expandiéndose. Existen casos en que un poder conquistador abandonó su propia lengua y
adoptó la lengua de la gente a la que conquistó; los vikingos parecen haber sido
particularmente susceptibles a esto, pasando a formas de habla romance en Normadía y
Sicilia, y a un habla eslava en Rusia. Sin embargo, esto no es exclusivo de ellos: los francos
del norte y los búlgaros siguieron un patrón similar, y lo mismo hicieron los normandos en
Inglaterra, repitiendo el patrón de sus ancestros vikingos en Normandía. En esos casos, el
grupo conquistador usualmente es pequeño numéricamente comparado con el tamaño de la
población conquistada, y debe casarse con la aristocracia indígena (por falta de mujeres de su
propio grupo, para poder legitimar el tamaño de su propiedad y su poder local, o por ambas
cosas). La distancia respecto de la tierra de origen probablemente juegue un rol en tales
casos, como en el [caso de] los reinos vikingos, todos establecidos lejos de Escandinavia. La
pérdida militar de territorios patrios [home land territories] puede tener el mismo efecto
distanciador. La anglicización de los normandos en Inglaterra podría haber sido demorada o
incluso prevenida si hubiesen podido retener el control de Normandía; pero perdieron sus
tierras normandas menos de un siglo y medio después de haber conquistado Inglaterra, y
desde ese tiempo en adelante su foco estuvo puesto en sus territorios ingleses.
De todos modos, estos son casos inusuales y no la norma. En la mayoría de los casos,
el grupo que ejerce el poder militar o político sobre otros establecerá su propia lengua como la
lengua de gobierno en sus contactos con aquellos otros [a quienes gobiernan]. Y cuando una
forma de habla disfruta de una posición favorecida como la lengua de aquellos que controlan
posiciones de poder (como administradores, gobernadores, oficiales judiciales, militares,
religiosos, grandes terratenientes y cosas por el estilo), sólo se precisa sentido común para ver
que es útil adquirir algún tipo de conocimiento de esa lengua. Si los miembros de una
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población subordinada tienen la oportunidad de aprender la lengua del grupo dominante,


generalmente algunos de ellos, sino todos, van a hacerlo. Sin embargo, no necesariamente van
a abandonar su lengua ancestral. Parece ser que no ha sido tanto la tendencia a aprender la
lengua del grupo dominante lo que ha crecido en los tiempos modernos como la oportunidad
de hacerlo, y, concomitantemente -y más importante para la diversidad lingüística-, la
tendencia a abandonar por completo su propia lengua ancestral durante el proceso. Para
entender este último fenómeno, es necesario considerar lo que en los dos últimos siglos ha
sido característico de las actitudes occidentales (ej: derivadas de las europeas) hacia las
formas de habla no estandarizadas, a partir del hecho de que las tendencias hacia el completo
abandono de la lengua ancestral parecen ser muy fuerte en todas las áreas de asentamiento
europeo.
Los poderes gobernantes no siempre han esperado que sus subordinados abandonen
sus lenguas ancestrales, ni los han conminado a adoptar la lengua del grupo dominante. El
Imperio Otomano incluyó una extraordinaria variedad de grupos étnicos subordinados, pero
les permitió conservar bastante de su identidad étnica, incluyendo prácticas lingüísticas y
religiosas nativas, en los varios milleter (“naciones”) dentro de sus dominios. Incluso los
estados europeos fueron moderadamente permisivos con las lenguas étnicas hasta tiempos
relativamente recientes. El nacimiento del nacionalismo en Europa occidental al comienzo de
la era industrial coincide con una considerable expansión de actitudes menos tolerantes hacia
las lenguas subordinadas. Hoy en día, por ejemplo, Francia ha mostrado una inusual
intolerancia hacia la hacia las particularidades étnicas, inclusive para un país de Europa
occidental, rechazando certificados de nacimiento y cartas de identificación a los chicos con
nombres bretones, por ejemplo, hasta hace tan poco como la década de 1970 [New York
Times 1975]) De todos modos, la diversidad cultural y lingüística no fue un hecho
problemático en la vida de Francia hasta 1790, cuando luego de la Revolución Francesa la
necesidad de unificación de una identidad nacional, expresada en parte por una sola lengua
nacional, fue rápidamente percibida (Grillo 1989:22-42; Kuter 1989:76)
El hecho de que alrededor del tiempo de la revolución emergieran en Francia fuertes
presiones para una unidad lingüística y cultural no es, desde la perspectiva de algunos
estudiosos del nacionalismo, accidental. Por el contrario, en ese tiempo surgieron presiones,
debido al particular estado de desarrollo que el país estaba alcanzando y a los cambios que se
iban dando en tal estado. Ernest Gellner identifica una población agraria analfabeta [agro
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illiterate polity]2 en la que el estrato más alto (ej: nobleza, clero, comerciantes) se dividía
horizontalmente en capas claramente demarcadas unas de otras, estando la organización
política como un todo atravesada por esta estructura de capas, mientras que dentro de la
entidad política y por debajo del estrato superior coexistía una variedad de pequeñas
comunidades diferentes. En sociedades con este tipo de organización social, Gellner
(1983:10) describe al Estado como “interesado en extraer impuestos, mantener la paz, no
mucho más, y... sin ningún interés en promover comunicación entre las comunidades bajo su
dominio.” En sociedades industriales, por el contrario, las condiciones son bastante
diferentes. Los medios de producción industriales requieren alfabetización universal y
habilidades numéricas de modo tal que los individuos puedan comunicarse inmediata y
efectivamente con gente previamente desconocida por ellos. Entonces, las formas de
comunicación deben estar estandarizadas y disponibles para “operar” al margen del contexto
local o personal. Esto otorga gran importancia a las instituciones educativas, las cuales deben
producir individuos con ciertas capacidades generales que permitan adaptarse y re-adaptarse a
una variedad de roles económicos. El estado es el único nivel de organización en el cual
puede montarse una infraestructura educacional del tamaño y costo necesarios (Gellner
1983:35-38).
Francia ofrece un ejemplo particularmente bueno (y particularmente bien estudiado)
del crecimiento del predominio de una lengua estándar en los albores de la era industrial. En
el tiempo de la revolución, Francia estaba dejando atrás el estadio de desarrollo agrario
analfabeto para pasar hacia un estadio preindustrial, y, con un nuevo foco en la polity como
una totalidad, el hecho de que un número considerable de subcomunidades como los bretones,
los vascos, alsacianos y occitanos fuesen incapaces de hablar y entender el francés se tornó
inaceptable. En 1794, el Abad Gregorio, sacerdote y revolucionario, presentó un reporte a la
Convención Nacional en el que detallaba esa situación lamentable y clamó por la
universalización de la lengua francesa. Del modo en que los revolucionarios los veían, bajo la
monarquía, la heterogeneidad lingüística había sido útil a la corona como medio para evitar
que los muchos distritos feudales hicieran causa común unos con otros (Grillo 1989:35). En
el Estado revolucionario francés no podía haber lugar para semejantes políticas. Como parte
de la transformación social e ideológica en la que estaban comprometidos, los ciudadanos
iban a ser unificados a través del uso común de una sola lengua, más precisamente, la lengua
francesa.

2
En el original se habla de la “polity”: una sociedad organizada (una nación, ciudad o iglesia), nucleada, que
tiene un gobierno y una administración; en inglés tiene un uso formal (N.T.)
5

Un sentimiento que puede llamarse nacionalista había crecido en Francia desde


mediados del siglo quince en adelante, al tiempo que la corona francesa acrecentaba su
dominio geográfico y su fortaleza política (Joseph 1987:133). A pesar de que Francia no tenía
una verdadera política de unificación lingüística antes de la Revolución, francés habías sido
prestigioso, de un modo único. El rey y su corte hablaban francés, y desde el ultimo milieu de
poder y estatus, el francés ganó un brillo inigualable (Grillo 1989:29). El triunfo del francés
después de la Revolución fue perfecto en el hecho de mantener la ligazón usual entre gente de
alto prestigio y una forma de habla favorecida, a pesar de que la revolución terminó de forma
abrupta con la monarquía francesa. Así se estableció esa relación desfavorable hacia las
formas de habla habladas por las personas de prestigio relativamente bajo del país. Las
formas de hablar de la gente de clases “vulgares” eran contagiadas con el estatus de sus
hablantes: ellas también eran “vulgares”. Ya en 1790, cuando el Abad Gregorio dirigió una
encuesta que incluía preguntas sobre la influencia del patois (lo que para él eran los dialectos
vernáculos, uno francés y el otro no, el Basco y el Bretón), y sobre las consecuencias de su
destrucción en las varias regiones de Francia. Las cartas que recibió en respuesta a sus
preguntas indicaban opiniones muy negativas sobre las variadas formas de habla regionales,
que eran etiquetadas como rudas, toscas, torpes y estúpidas y consideraban que mantenían a la
gente en la superstición y la ignorancia (Grillo 1989:31, 174)
Éstas eran, de hecho, actitudes corrientes en las políticas europeas.3 Grillo
(1989:1973-74) tajantemente establece– y pienso que de modo acertado- que “un rasgo
integral de la estratificación del sistema lingüístico en Europa es [la existencia de] una
ideología de menosprecio: las lenguas subordinada son lenguas despreciadas”. Esto ha sido
verdad tanto en lugares en donde están involucrados dialectos regionales como en donde hay
etnicidades subordinadas. En su estudio sobre el nacimiento de lenguas estándar y estándar
de lenguas, Joseph (1987:31) sugiere que la lengua es particularmente susceptible a lo que él
llama “transferencia de prestigio”:
Debido que el valor intrínseco de los dialectos y de sus elementos y procesos componentes es casi
imposible de determinar, el lenguaje es altamente susceptible a la transferencia de prestigio. Las
personas que son prestigiosas por razones cuantificables física o materialmente son, por este hecho,
emuladas por el resto de la comunidad. Estos otros no pueden obtener los recursos físicos o
materiales que confieren prestigio de modo directo (al menos no pueden obtenerlos fácilmente, o
directamente no hay ningún prestigio asociado con ellos). Pero el prestigio es transferido hacia

3
En ese sentido, tampoco eran inusuales en contextos no europeos. Los aztecas usaban una variedad de términos
displicentes para las lenguas de las poblaciones subordinadas, algunos de los cuales se cristalizaron y se
transformaron en el nombre por el cual aún se las conoce, al menos por quienes no son de allí. Los nombres
peyorativos derivados de etiquetas aztecas incluyen Chontal ‘extranjero’, Popoloca ‘ininteligible’, y Totonac
‘rústico’ (Heath 1972:3).
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otros atributos de las personas prestigiosas, al margen de aquellos en los cuales su prestigio está
fundado, y esos atributos prestigiosos por transferencia incluyen cosas que otros [miembros] de la
comunidad pueden adquirir e imitar fácilmente, si es que eligen hacerlo. La lengua es una de ellas.

Él considera, además, que “el poder que los dialectos prestigiosos mantienen sobre hablantes
no prestigiosos va más allá de lo que la lógica o la racionalidad pueden predecir o dar cuenta
de”, y que el segmento de población que sostiene el prestigio puede usar los mecanismos de
estandarización de las lenguas prestigiosas para mantener e incrementar diferencias
lingüísticas entre ellos mismos y hablantes de formas de habla menos prestigiosas (ibid). La
historia de muchas de las lenguas nacionales de Europa, principalmente las del francés y el
inglés (Grillo 1989), son historias del monopolio creciente de legitimación y prestigio por
parte de una sola forma de habla dominante, con el relegamiento de todas las otras a un
estatus inferior. La lengua estándar es típicamente considerada un instrumento rico, preciso,
organizado racionalmente y organizador racional; por el contrario, los dialectos y las lenguas
de las minorías étnicas son consideradas como empobrecidas y simples, rudas, poco
sofisticadas, mayormente inadecuadas para organizar el propio mundo y ciertamente
inadecuadas para organizar otros mundos.4 Estados europeos, como Francia y Gran Bretaña,
fueron inusuales principalmente en la adjudicación de legitimidad y prestigio únicos que
dieron a una sola variedad lingüística supra-local, cuidadosamente cultivada, como lengua
oficial de la nación. En lo que no fueron inusuales fue en adjudicarle un prestigio alto a una
variedad de habla originalmente usada por un grupo más favorecido materialmente, o en el
hecho de asumir la superioridad de sus propias lenguas maternas. El satuts social, cualquiera
sea su base, generalmente parece pegarse al lenguaje, tal como indica Joseph, de modo tal que
la posesión de riqueza, en cualquier modo en que la riqueza sea calculada, aumentará no sólo
la posición social de la gente rica sino también la posición social de la lengua que ellos

4
Un resultado de esta tendencia es que hablantes de otras lenguas en contacto con hablantes de lenguas estándar
consideren que cualquier rasgo en el que su propia lengua difiera marcadamente de la lengua estándar debe
indicar alguna deficiencia de su propia lengua. En gaélico escocés, el adjetivo normalmente va después del
nombre (sustantivo). Desafortunadamente para los hablantes del gaélico, la lengua standard dominante con la
que comparan la suya es el inglés y no el francés. En Sutherland Este los hablantes de gaélico frecuentemente
remarcan que el gaélico “pone el carro antes que el caballo”, indicando con esto [la existencia de] un fallo por
parte del gaélico (debido a que los carros no deben estar antes que los caballos). Esto es, ellos asumen que el
inglés, con el que fueron enseñados en la escuela, representa las cosas como deben ser. Debido a que la lengua
ancestral es medida en relación con las normas de la lengua dominante, es difícil que los hablantes que no tienen
un entrenamiento especial –y que frecuentemente no han sido escolarizados para nada en la lengua ancestral-
puedan ver de modo positivo algún rasgo único o altamente desarrollado de su propia lengua. El gaélico, por
ejemplo, tiene un sistema muy rico de sufijos enfáticos que pueden unirse a nombres, adjetivos, muchos
pronombres, y a unas pocas formas verbales. A pesar de que los sufijos enfáticos le dan al gaélico un sabor
distintivo y constituyen un rico dispositivo discursivo, nunca he escuchado a un hablante común de gaélico
mencionar siquiera los sufijos enfáticos, apreciándolos solamente por sus sutiles efectos que hacen posible la
creación del tono discursivo y la expresión del punto de vista y la distancia social.
7

hablen. En África del Este, en donde prevalece el complejo bovino [cattle complex], y la
riqueza es medida según el tamaño del rebaño, las lenguas de los pastores que tienen rebaños
han generalmente han desplazado a las lenguas de los cazadores recolectores que no poseen
ningún rebaño (Dimmendaal 1989:14-24).
Los europeos que venían de políticas con una historia de estandarización y promoción
de sólo una forma de habla prestigiosa trajeron con ellos su “ideología de desprecio” hacia
lenguas subordinadas cuando conquistaron territorios muy lejanos, en detrimento de las
lenguas indígenas. Y, sumado a una ideología lingüística que favorece una sola lengua
normatizada, derivada de la historia de la estandarización de la lengua nacional en sus tierras
de origen, los europeos se adhirieron a otras ideologías que exacerbaron su desprecio hacia
cualquier lengua vernácula no estandarizada con la que se encontraran. 5 Lamentablemente,
confundieron, por ejemplo, desarrollo tecnológico y lingüístico. Dado que no podían concebir
que una persona que carezca de riqueza material pudiese poseer una lengua rica, compleja y
bien desarrollada, erróneamente asumieron que [la posesión de] medios tecnológicos
primitivos implicaba medios lingüísticos primitivos.6 Esta concepción errónea condenó a la
mayoría de los europeos a una total exclusión de los diversos mundos conceptuales y de las
ricas literaturas orales de muchos de los pueblos con los que se encontraron; pero, aún peor,
llevó a muchos europeos a dudar de la mismísima humanidad de las personas cuyas lenguas
ellos erróneamente toman como primitivas y subdesarrolladas.
Otras dos creencias europeas sobre la lengua también han tenido un impacto
desfavorable en la supervivencia de lenguas indígenas en porciones considerables del globo,
en donde una lengua europea estandarizada se transformó en la lengua del estrato social
dominante (incluyendo regiones del propio país de origen conquistadas o anexadas
previamente). La creencia más expandida y mejor establecida es la creencia de una
supervivencia lingüística del más fuerte, un darwinismo social del lenguaje. Esta creencia
lleva a la gente de origen europeo a asumir una correlación entre capacidad adaptativa y
expresiva de una lengua, y que las lenguas sobreviven y se expanden. Esta es una creencia
autoalimentado debido a que sus propias lenguas son prominentes entre aquellas que han
sobrevivido y se han expandido. Por razones obvias, es una creencia más difundida entre los

5
Las ideologías lingüísticas son definidas por Silverstein (1979:173) como “conjuntos de creencias sobre una
lengua articulados por los usuarios como una racionalización o justificación del modo en que se percibe su
estructura y uso” y por Rumsey (1990:346) como “cuerpos compartidos de nociones de sentido común sobre la
naturaleza de la lengua en el mundo” (citado en Kroskrity 1993 y Woolard 1992 respectivamente).
6
Desafortunadamente no hay evidencia de que se haya hecho mucho progreso en este sentido. Aún hoy sólo los
especialistas parecen pensar de otra manera, y cuando los lingüistas y los antropólogos lingüistas discuten el
daño para las lenguas con no especialistas, casi siempre es necesario dejar en claro desde el principio que las
8

hablantes de inglés, francés y español que entre checos o islandeses, pero también entre
hablantes de lenguas menores europeas que están estandarizadas y que son promovidas por el
Estado yace la noción de que las lenguas de tipo indo-europeo están excepcionalmente bien
dotadas para el pensamiento claro y para la precisión [y la claridad] en la expresión.7 Así
como frecuentemente es difícil convencer a los no especialistas de que todas las lenguas
naturales tienen una gramática completa y un desarrollo expresivo, puede ser aún más difícil
(sin dar una disertación sobre las propiedades estructurales de las lenguas del mundo,
asumiendo una audiencia deseosa de prestar atención a una disertación semejante)
persuadirlos de los rasgos extremadamente útiles de las estructuras de muchas lenguas no
indo-europeas como, por ejemplo, marcadores evidenciales obligatorios en el sistema verbal
(los evidenciales son discutidos en detalle en el capítulo de Mithun en este volumen)
Las nociones sobre la habilidad “natural” de ciertas lenguas para triunfar y la
inhabilidad “natural” de otras para hacerlo sólo pueden ser tomadas en serio por personas que
no están al tanto de los súbitos cambios que han ocurrido en la suerte de las lenguas cuando
sus políticas han caído en tiempos difíciles. El súmero y el acadio, dos lenguas
mesopotámicas muy exitosas en su tiempo (aproximadamente durante los primeros dos
tercios y el último terco del tercer milenio AC, respectivamente), no sólo se debilitaron luego
de la caída de [los imperios] súmero y acadio sino que finalmente se extinguieron por
completo. El griego, si es que cayó menos drásticamente, hoy es aprendida más
frecuentemente por no-griegos en una forma que no ha sido hablada por dos mil años que en
su forma contemporánea -como la lengua viva de un país europeo pequeño y no
especialmente próspero-.8 El quechua y el nahuatl, las lenguas de orgullo de los alguna vez
triunfantes imperios del Nuevo Mundo, si bien aún tienen una fuerte representación en gran
número de hablantes, ambas tienen un status social pobre. El quechua tiene estatus de lengua
oficial en Bolivia y, apenas desde 1975, en Perú, pero no en Ecuador o Chile. El nahuatl no
tiene estatus oficial y está seriamente amenazado en ciertas regiones mexicanas donde pocos
niños–por no decir ninguno- la están adquiriendo. La existencia de un sistema de escritura e
incluso la existencia de una notable literatura no necesariamente aseguran que una lengua

lenguas en peligro de extinción son elementos plenamente desarrollados capaces de gran precisión y rica
elaboración en términos cognitivos.
7
No hay una conciencia general sobre problemas como la pobre coincidencia entre la lengua hablada y la
ortografía que hace al inglés y al francés lenguas tan innecesariamente difíciles con las cuales alfabetizar, y
tampoco hay una conciencia general de las dificultades con elementos fonológicos que no tienen elementos
morfológicos únicos (eg: los mismos sufijos sibilantes para expresar tanto posesivo y plural en la mayoría de los
nombres (sustantivos) en inglés, la misma vocal final para el infinitivo, la segunda persona plural y el participio
pasado en muchos verbos franceses).
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vaya a sobrevivir como una forma de habla viva, mucho menos [como una forma] exitosa. El
hitita nos ha dejados copiosos materiales escritos y aún así se extinguió. El irlandés fue una
de las primeras lenguas del norte de Europa en tener escritura y la literatura y el aprendizaje
de ese irlandés antiguo es bastante distinguido; pero como lengua materna adquirida
naturalmente declinó al estatus de lengua campesina antes de que el nacionalismo de finales
del siglo diecinueve incentivara nuevamente su cultivo en formas literarias y expositivas.
La segunda de las creencias desfavorables hacia las lenguas indígenas en regiones
dominadas por hablantes de lenguas europeas puede que sea más característica de los
anglófonos que de los hablantes de otras lenguas europeas. Los anglófonos, sin embargo,
están densamente distribuidos en regiones que alguna vez tuvieron un gran número de lenguas
indígenas, de modo tal que el inglés solo amenaza a un número desproporcionado de otras
lenguas. La creencia en cuestión es que el bilingüismo (y por extensión el multilingüismo) es
costoso, aún en el nivel individual. Esta creencia está tan extendida que, de hecho, puede ser
detectada aún entre los lingüistas. Hace no mucho tiempo, revisando una colección de papers
lingüísticos sobre la retracción de la primera lengua, me sorprendí al encontrar que los
editores veían al bilingüismo sobre todo como “una ubicación natural para la incompletud de
las habilidades de la lengua nativa” (Seliger & Vago 1991:1) El modelo de bilingüismo que
subyacía en el volumen era sustractivo: se decía que las dos lenguas del bilingüe estaban en
competencia –“metafóricamente”, decían los editores- “por una cantidad finita de memoria y
de espacio de procesamiento”. La posibilidad del desarrollo de un bilingüismo rico y
completo era reconocida sólo mediante una única referencia al “así llamado bilingüismo
balanceado” (p.2) No había enunciados acerca del potencial enriquecedor del bilingüismo, así
como tampoco se distinguía al fenómeno de retracción lingüística de la primera lengua -el
tema oficial del libro- del fenómeno de convergencia. La retracción en situación de contacto
lingüístico implica pérdida e incompletud [de una de las lenguas en contacto], mientras que
convergencia implica influencia mutua. La última puede ser razonablemente considerada una
manifestación normal de bilingüismo, tanto en el nivel individual como en el social, pero de
ninguna manera constituye, al menos para mí, una “incompletud”. Frecuentemente representa
a la norma regional, que se desvía sólo cuando se la compara con la lengua estándar, y
puramente en esa abstracción (dado que el incluso el desempeño real de aquellos que claman
ser hablantes de la lengua estándar usualmente diverge respecto del libro y las normas del
aula)

8
Una lengua dada tiene un valor de mercado distintivo que puede ser calculado por varias medidas objetivas.
Véase el capítulo sobre “El valor de una lengua: factores de un perfil económico de las lenguas”, en Coulmas
1992.
10

El efecto acumulativo de la “ideología de desprecio”, de la ignorancia sobre la


complejidad y expresividad de las lenguas indígenas, de la creencia en el darwinismo
lingüístico y social, y de la creencia de que el bi o multilingüismo es costoso, convergen para
echar abajo a la mayoría de las lenguas habladas por poblaciones que no tienen riqueza o
poder. Éstas son cosas pesadas para las poblaciones pequeñas como para que puedan
quitárselas de encima, y pocas han sido capaces de hacerlo.
En términos generales, una población lingüísticamente distintiva que terminó teniendo
un estándar pobre necesita descubrir o desarrollar alguna base para incrementar su
autonconfianza de modo que pueda soportar las presiones hacia el abandono de la lengua
ancestral y el cambio hacia la lengua de un grupo dominante. Pueden identificarse varias
posibles fuentes de tal autoconfianza, al menos tentativamente: una creciente prosperidad,
como indicador de un crecimiento económico exitoso, puede ser un efectivo contrapunto a la
desfavorabilidad social que típicamente acompaña a una economía de subsistencia. Cuando
ésta aparece súbitamente en una población sin experiencia previa en ello9 puede alentar la
autoconfianza social y al mismo tiempo puede proveer los recursos para un mantenimiento
institucional de la lengua, que de otro modo sería muy costoso. Los Valles Ayas, en la región
autónoma del Valle Aosta, en la república de Italia, pasó en décadas recientes de una
economía basada en la agricultura y la cría de ganado a una economía basada en el turismo.
La prosperidad resultante de la región conlleva un programa preescolar trilingüe para chicos
de 3 a 5 años. A pesar de la poca cantidad de población a la que llega, cinco escuelas brindan
un programa cuidadosamente diseñado y ejecutado que provee un soporte tanto para el
franco-provenzal así como para el italiano y el francés estándar (Decime 1994) Una
transición económica similar ha cambiado la perspectiva para el pequeño Ladino, hablado en
tres distritos pequeños y discontinuos en el sur de la región del Tirol, en Italia (Markey 1988)
El rápido desarrollo de una industria turística y el hecho de que los turistas no representen una
sola lengua dominante, sumado al aislamiento del distrito en otras épocas del año, quizá opere
para resguardar la base de la lengua ancestral, que se ha ido fortaleciendo en décadas
recientes.
Donde la prosperidad crece menos súbita e inesperadamente, puede que su utilidad
descanse sobre todo en una clase media pujante con la auto-confianza social [suficiente]
como para insistir en [la importancia que tienen] la herencia y la identidad tradicional. Los
hablantes de Catalán, en una región con una base económica fuerte y una tradición arraigada,
emergieron de la severa supresión [que sufrieron] en los años de Franco, y rápidamente fueron
11

hábiles para empezar, una vez más, a atraer nuevos hablantes de su lengua en una España
predominantemente castellana (Woolard & Gahng 1990)10
Gales es bastante menos próspero que Cataluña, los Valles Ayas o los distritos ladinos
en el Tirol del sur. De todos modos, junto con la posición de una clase media establecida, la
autoconfianza social puede emerger aún con una debilidad económica si el desarrollo de la
educación permite una movilidad social importante. En el siglo diecinueve, la inmigración de
grandes números de trabajadores ingleses de la industria del carbón que se dio en Gales
originalmente constituyó una severa amenaza para la supervivencia del galés, pero con el
tiempo la industria del carbón ayudó a producir una clase media que en el siglo veinte
proveyó mucho ímpetu para su revitalización. Khleif, al estudiar el exitoso crecimiento de la
educación en lengua galesa, identificó la “nueva clase media” en Gales como el factor
principal en el cambio (1980:77-78):
Los actuales líderes de la opinión galesa son principalmente hijos e hijas de mineros del carbón,
de trabajadores agrícolas, de trabajadores del acero, de tenderos, y servidores civiles menores, pero
especialmente de mineros del carbón... Ellos son hablantes de galés y, en un país tan pequeño como
Gales, se conocen muy bien entre sí. Su “ser galés”11 los separa12, ya que hablar galés
en casa, una generación atrás significaba que la persona, por definición, era de clase trabajadora.
Ellos están muy orgullosos de su “ser galés”, de su habilidad para hablar galés, de su habilidad para
“vivir una vida totalmente galesa”. Consideran su conocimiento de galés como un signo de adelanto,
porque los diferencia tanto de otras personas de clase media como de la gente de clase trabajadora que
es monolingües en inglés... Muchos informantes remarcaron que los hijos e hijas de la nueva clase
media hablante de galés son más seguros. Las escuelas en lengua galesa brindan más autoconfianza a
la nueva generación.

Por supuesto, los hablantes de ladino, catalán y galés son europeos, y como tales
deben haber estado, al menos conceptualmente, menos lejanos de comenzar a imaginar su
propio éxito lingüístico (y menos lejanos, lo que no es menos significativo, de la inversión de
capital externo y cosas por el estilo). Desafortunadamente, la mayoría de las comunidades
[que hablan] lenguas minoritarias no pueden mirar de modo realista hacia una rápida
prosperidad que les permita reforzar su posición.

9
La historia de la tribu (de) Osage luego de una súbita riqueza de petróleo ilustra algunos de los problemas
asociados con [la adquisición de] una abrupta e inesperada riqueza.
10
El catalán puede ser considerad una lengua “pequeña” en el contexto de España, debido a que es hablada por
un número mucho menor de gente que el español y [porque] se encuentra principalmente en una sola región del
país. De todos modos, en comparación con lenguas minoritarias en muchos otros lugares, está
extremadamente/muy bien representada. Los números de ese tipo forman, por supuesto, (o ‘por supuesto
forman’) una medida incierta de la seguridad lingüística
11
“Welshness” en el original (Nota de la Traductora)
12
En el sentido de que ‘los distingue’ (N.T.)
12

El progreso hacia la autonomía política puede, ocasionalmente, ser un factor más


accesible desde lo social, y psicológicamente vigorizante, precedido o acompañado del
crecimiento de una clase media y de una ‘intelligentsia’ nativa. En Groenlandia, por ejemplo,
luego de un período de intensa danicización que acompañó un giro hacia la modernización,
surgió una reacción que presionó por mayor autonomía, lo que resultó en la Regla de
ciudadanía para Groenlandia en 1979. Antes de ese año el groenlandés había sido
considerada una lengua amenazada, lo cual estaba considerablemente justificado en vista del
crecimiento numérico de los monolingües daneses durante el cuarto de siglo precedente.
Desde ese año el groenlandés ha sido apoyado y promovido en grado creciente, y los
groenlandeses bilingües han ido reemplazando crecientemente a los monolingües en danés en
la cima de las posiciones institucionales y organizativas (Langgaard 1992)
Sería difícil, por no decir imposible, identificar una secuencia causa-efecto precisa en
los casos mencionados hasta ahora, debido a que frecuentemente los factores involucrados
están entremezclados: una creciente prosperidad y una clase media emergente frecuentemente
coinciden; una intelligentsia nativa suele aparecer en conjunción con una clase media
emergente, y cualquiera de estos factores puede tanto preceder como acompañar el
movimiento hacia una mayor autonomía política.
Mientras estos factores aparentemente aumentan las chances para el mantenimiento de
una lengua ancestral, su ausencia no necesariamente implica la rápida e inevitable
desaparición de una lengua minoritaria. El caso del Tewa de Arizona, que aún posee su lengua
ancestral a pesar del largo asentamiento entre el Hopi, sugiere un tipo de contrapunto distinto
a los efectos negativos de los derivados de las ideologías lingüísticas europeas. Sobre la base
de un trabajo de mucho tiempo con el Tewa de Arizona, Kroskrity propone que, en las
sociedades teocráticas de Pueblo, en donde las autoridades política y religiosa están
fusionadas, el discurso ceremonial tiene una posición análoga a la de la lengua estándar en un
Estado-Nación. La variedad ceremonial altamente respetada, llamada te’e hi:li (‘habla kiva’)
tiene una importancia crítica en el Tewa de Arizona, y los rigurosos estándares que se aplican
a su mantenimiento tienen efecto en las actitudes hacia el Tewa de Arizona de modo general
(Krostiky 1993:37-39):
Su preocupación está en mantener y delimitar una variedad lingüística distintiva y apropiada, o
vocabulario, para la expresión religiosa... Las fuertes sanciones contra las expresiones extranjeras en el
discurso ceremonial –violaciones que son castigadas físicamente- son motivadas no por una expresión
lingüística de xenofobia o un etnocentrismo extremo sino por la necesidad de consistencia estilística en
un discurso litúrgico altamente convencionalizado. De modo similar, la evaluación negativa de la
mezcla de códigos en el discurso diario por parte de los miembros de la comunidad de habla del Tewa
13

de Arizona no refleja actitudes [negativas] hacia esas otras lenguas sino más bien el funcionamiento del
discurso ceremonial como un modelo local de prestigio lingüístico... Así como los practicantes de las
ceremonias no pueden mezclar códigos lingüísticos ni usarlos fuera de sus circunscriptos contextos, la
gente de Tewa debe conservar una compartimentalización comparable de las varias lenguas y niveles
lingüísticos en su habla cotidiana.

El Tewa de Arizona ha mantenido su lengua ancestral por 300 años, a pesar del
asentamiento en el entorno Hopi, de una cantidad considerable de matrimonios con gente
Hopi, y a pesar de [tener] una pequeña población de base. Es posible que haya una variedad
de elementos [que determinen] su éxito: ellos se enorgullecen de su habilidad con las lenguas,
por ejemplo, y consideran que su bilingüismo en Hopi, mientras el Hopi no controle al Tewa,
es una forma de victoria cultural (Kroskrity 1993:23, 218)13 Sin embargo, la centralidad de la
ceremonia religiosa en algunos otros casos ha sido el factor de un inesperado y sostenido
mantenimiento de la lengua en circunstancias aparentemente adversas (cf. Hohenthal & Mc
Corke 1955; Barber 1973), y una base religiosa fuerte ciertamente no puede subestimarse
como fuente de la confianza psicosocial necesaria para el mantenimiento de la lengua frente a
una importante presión social hacia el cambio.
A pesar del hecho de que las personas que hablan una variedad de pequeñas lenguas
locales han seguido patrones similares de decrecimiento de cantidad de hablantes y de un
eventual cambio de lengua, ese patrón no es ni inevitable ni perfectamente predecible.
Incluso la perspectiva de un bienestar material, por ejemplo, asociado seductoramente a la
occidentalización durante el largo período en el cual el poder europeo (y más recientemente el
americano) se ha expandido, no necesariamente aleja a una población de su lengua y cultura
tradicionales. Los nativos de la isla de Pulap en las Islas del Este del grupo de las Carolinas
(Micronesia) han mostrado, durante el medio siglo de dominación de los Estados Unidos en
su región desde la Segunda Guerra Mundial, una resistencia inusual al individualismo y a los
valores materiales (norte)americanos, que consideran egoístas y codiciosos. Mientras las
modernas oportunidades de trabajo para ganarse un salario fuera de la isla de origen han
producido bienvenidas recompensas materiales para algunos habitantes de Pulap, los valores
indígenas han llevado a compartir esas recompensas entre los amplios grupos de parientes.
Muchas prácticas tradicionales que reflejan valores tradicionales persistentes aún prevalecen
entre los habitantes de Pulap, no sólo en la Isla de Pulap sino también en Moen, la capital del

13
Compárese con los Emenyo de Nueva Guinea, quienes también consideran al bilingüismo como un logro y se
sienten superiores a sus vecinos hablantes de dene, frecuentemente no bilingües, en cuya lengua ellos por lo
general son bilingües (Salisbury 1962:4). Esta es la antítesis a la extendida noción anglófona de que el
bilingüismo es dañino para el bilingües porque las dos lenguas inevitablemente compiten por un espacio
cognitivo limitado.
14

Estado de Chuuk, donde la compra de tierras por parte de los isleños de Pulap en la década de
1950 ha servido como una extensión más urbanizada y centralmente localizada de la isla de
Pulap:
El arte [tradicional] de la navegación, producción e intercambio de alimentos locales, la conducta de
respeto hacia la familia, y la vestimenta tradicional son los rasgos principales que los
[habitantes de Pulap] invocan para conceptualizar su cultura, y este proceso aparece en su forma más
pronunciada en Moen. [Ellos] presentan estas características culturales como evidencia de su valor en
un contexto en el que otros están abandonando la tradición. (Flinn 1990:123)

La navegación con medios tradicionales es más difícil que la navegación usando


técnicas modernas, y la preparación de la comida tradicional es relativamente lenta y
trabajosa. La vestimenta tradicional permite a las partes del cuerpo, ahora normalmente
cubiertas en todas partes de la región, ir descubiertas, y el comportamiento de respeto
requiere, entre otras cosas, que las mujeres se inclinen en presencia de sus hermanos [varones]
mayores. El conservadurismo cultural de los habitantes de Pulap es abierto y obvio, y es
recogido por otros isleños. Y como es de esperarse, dados los otros comportamientos
conservadores de los habitantes de Pulap, los isleños de Pulap [que están] en Moen, aún los
alumnos de la escuela secundaria cuya educación en Moen es enteramente en inglés,
mantienen el uso del dialecto Pulap en su hogar (Flinn 1992:156).
La existencia de grupos de resistencia como el Tewa de arizona y los habitantes de
Pulap (y también otros, como los [habitantes de] la montaña Kwaio de las Islas Salomón
[Keesing 1992]) indica que una de nuestras necesidades más acuciantes es un estudio más
profundo de la persistencia lingüística y cultural en comunidades pequeñas. Excepto en casos
de gran aislamiento geográfico o social, el mantenimiento a largo plazo de una lengua
pequeña implica no sólo la persistencia de una lengua sino la coexistencia perdurable de dos o
más [lenguas]. Actualmente comprendemos los factores que motivan el cambio lingüístico
mucho más de lo que entendemos los soportes psicosociales de un mantenimiento de lengua
sostenido largamente. Necesitamos entender no sólo el poder de permanencia del Tewa de
Arizona (iluminado por Yava 1978 y por Kroskrity 1993) sino también la tolerancia de los
Hopi, que han permitido un bilingüismo Tewa-Hopi por mucho tiempo en su interior mientras
[ellos] permanecen, en su mayoría, sin conocimiento del Tewa. De un modo similar, los
nativos de Moen aparentemente no ejercen presión en los isleños de Pulap [que están] en
Moen para que abandonen sus comportamientos de algún modo arcaicos o para que
abandonen la variedad de habla de su lugar de origen. Otro caso de coexistencia
aparentemente aproblemática se encuentra en los Circasianos que escaparon hacia el Este
15

Medio en el siglo diecinueve, con 120 años de persistencia en lo que es ahora Israel, y la
aceptación de ellos por parte de los israelíes. Se ha reportado que cultivan el bi y el
trilingüismo como una cuestión de hecho y que no muestran signos de una incipiente
sustitución de lenguas (Stern 1990).14
Irónicamente, los excesos mismos del nacionalismo pueden haber empezado a efectuar
un cambio de pensamiento que, si se tomase en cuenta, concebiblemente podría conducir
hacia una mejor actitud hacia las comunidades de lenguas minoritarias sumergidas en, o bajo
el control de, naciones estado contemporáneos. Los recientes primeros ministros de Irlanda y
del Reino Unido, reconociendo que las aspiraciones nacionalistas irreconciliables nunca van a
ofrecer una base para soluciones pacíficas a los problemas del norte de Irlanda, avanzaron con
la propuesta de que sea reconocido lo que ellos denominan “alianzas múltiples”. El primer
ministro irlandés, en una charla ante el Club Nacional de Prensa en Washington DC (Bruton
1995), señaló que la posesión de tierra ya no es la base de la riqueza real en las economías
modernas, de modo tal que la asignación discreta de toda la tierra a naciones mutuamente
excluyentes no tiene la urgencia que una vez tuvo. Así como no hay banderas puestas en el
polo (es decir, así como ciertos emblemas tradicionales de alianzas puramente políticas son
evitados), los individuos con diferentes tipos de alianzas múltiples deberían ser hábiles para
coexistir en una región. Él está tan persuadido del poder de este concepto que lo recomienda
como una solución potencial en otras regiones de Europa étnica y lingüísticamente complejas
como Latvia y Cataluña.
En este sentido, las alianzas múltiples podrían ser vistas como una extensión, dentro
de la esfera de la organización política, de los status sociológicos, la totalidad de todos los
status que uno ocupa (no siempre de modo enteramente congruente) en su vida social. En la
esfera política esta sugerencia es, en algún sentido, “post-nacionalista” y, en ese sentido, una
vía de escape a las demandas de nacionalismos mutuamente excluyentes.15 El hecho de que el
reconocimiento de alianzas múltiples esté siendo recomendada como la solución para los
conflictos nacionalistas de otro modo irresolubles, precisamente en Europa podrían ser
especialmente útiles, dado que es el concepto de Estado-nación junto con su lengua estándar
oficial, desarrollado en la Europa moderna y extendido hacia los muchos territorios de los
estados europeos que alguna vez fueron colonias, el que en los tiempos modernos se ha

14
Hay otros casos de potencial interés. Se dice que el inglés es la lengua de todas las recompensas monetarias
para los Koasati de Texas, que son menos de 200. Los chicos asisten a escuelas en lengua inglesa, y aún así la
lengua ancestral es transmitida exitosamente, con “hablantes monolingües del koasati de Alabama” (Saville-
Trike 1989:215).
16

postulado como la mejor amenaza para las identidades y las lenguas de comunidades
pequeñas. Fuera de la esfera de interés de la Europa moderna el problema de la insistencia
del dominio de una sola lengua acompañado de hostilidad hacia las lenguas minorizadas no
necesariamente ha aparecido.16 El imperio Otomano estuvo libre de ello durante la mayoría
de su larga historia, y los trescientos años de coexistencia del Tewa de Arizona con la Primera
Mesa Hopi indica que la persistencia étnica y lingüística son posibles a través de largos
períodos de tiempo sin [que haya] una hostilidad étnica fatal de ninguno de los dos lados. Se
dice que Tailandia, con una estructura social jerárquica estable hasta muy recientemente, ha
tenido mínimo conflicto etnolingüístico durante los seis siglos y medio de su monarquía a
pesar de la presencia de una variedad de etnicidades dentro de las fronteras nacionales
(Smalley 1994).
En otro desarrollo aún más irónico, recientemente ha habido un aumento de conciencia
bastante grande dentro de la Comunidad Europea en relación con lenguas pequeñas y lenguas
minoritarias. Los miembros de la CE no han querido ceder ante presiones económicas ni
[han permitido] el uso de una o dos lenguas como las lenguas de trabajo oficiales de la
Comunidad (con el inglés y el francés como los principales candidatos); en vez de eso, han
insistido en el principio de la lengua nacional y han aceptado los enormes costos [que
conlleva montar] servicios de interpretación y de traducción de documentos para cada una de
las lenguas nacionales. Esta resistencia a adherirse a la ideología de la lengua nacional ha
dado lugar a un apoyo europeo sin precedentes hacia el multilingüismo, y a un exceso de
entusiasmo protector hacia las lenguas pequeñas- aún las lenguas minoritarias dentro de los
países de la CE han obtenido un cierto reconocimiento creciente y por lo menos unos
pequeños beneficios económicos (Coulmas 1992:116-117). Este reciente descubrimiento
muestra una ideología lingüística que previamente había trabajado en contra de las lenguas
pequeñas que ahora comienza, en cambio, a trabajar por ellas: si todas las naciones, no
importa cuán pequeñas, tienen derecho a usar su propia lengua, entonces, por extensión, otras
poblaciones con lenguas pequeñas, con o sin estado nación que le pertenezca pueden también,
con toda justicia, reclamar el derecho a usar sus propias lenguas. Con el tiempo, algo de este
cambio de actitud podría generalizarse hacia amplias esferas de influencia europeas.

15
“Lo que estamos tratando de hacer en Irlanda es redefinir el concepto de nacionalidad, de modo tal que revista
las realidades del siglo [veintiuno], y no está contemplado en los conceptos que fueron la causa de tanta guerra
en Europa en los siglos diecinueve y veinte” (Bruton 1995:6).
16
Esto no quiere sugerir que el uso forzado de la lengua de un grupo dominante y la intolerancia hacia las
lenguas subordinadas fuesen desconocidos fuera de Europa, dado que claramente no es el caso. Heath y Laprade
describieron políticas Inca diseñadas para borrar las historias y las lenguas de las tribus conquistadas, incluyendo
“un programa para expandir su lengua, el quechua, y para prohibir el uso de las lenguas de las tribus
subyugadas” (1982:123).
17

La opinión popular en los Estados unidos y otras partes del mundo en las que hay
asentamiento europeo desafortunadamente aún está infectada con ideologías lingüísticas del
tipo de las discutidas más arriba, todas desfavorables hacia la supervivencia de pequeñas
lenguas indígenas. El surgimiento de iniciativas gubernamentales para contrarrestar algunos
de los aspectos negativos del nacionalismo (en la forma de la nueva discusión sobre las
“alianzas múltiples”), los efectos de una nueva legitimación para las lenguas pequeñas, y
quizá también el creciente reconocimiento en décadas recientes (al menos en los Estados
Unidos) del valor para la salud del individuo y el planeta de las formas religiosas o del punto
de vista espiritual de al menos algunas pequeñas sociedades no occidentales, ofrece una
pequeña ventana para hacer lugar al deseo de preservar la diversidad lingüística y cultural.
Aún así, las recientes preocupaciones sobre pérdida de diversidad lingüística y
cultural, junto con el nuevo reconocimiento de posibilidades de múltiples alianzas
sociopolíticas y de la legitimación de lenguas étnicas y del multilingüismo, han llegado muy
tarde para la mayoría de las lenguas pequeñas. El bienestar material ha estado íntimamente
ligado a la adopción de lenguas dominantes por mucho tiempo, y la realidad de esa ligazón es
innegable. Se requiere una enorme autoconfianza social y psicológica para que cualquier
grupo pequeño pueda insistir en la importancia que tiene el retener una lengua ancestral
(considérese, por ejemplo, el caso de los hablantes monolingües en inglés que pueden
reclamar etnicidad Tinglit (como discuten Dauenhauer y Dauenhauer en este volumen). Es
precisamente ese tipo de autoconfianza el que es difícil de conseguir en comunidades que han
sufrido las penalidades de una ideología de menosprecio durante un largo período.
Además, pueden surgir problemas especiales si el cambio de lengua [language shift]
ya está bastante encaminado. Aún en lugares en donde quedan hablantes fluentes de la lengua
ancestral, éstos pueden sentir que su cultura está profundamente ligada a su lenguaje (y
seguramente es pertinente para la durabilidad del Tewa de Arizona que sus hablantes
frecuentemente establezcan que “Nuestra lengua es nuestra historia” [Kroskrity 1993:44)], se
torna imposible insistir en esa ligazón si una gran parte del grupo social que se identifica a sí
mismo con la etiqueta de la lengua ancestral ya no habla esa lengua. En esos casos, definir la
identidad en términos de la lengua dejaría fuera a la mayoría de la gente joven cuya retención
es vital para continuar existiendo como grupo. Y aquellos [que no poseen] la lengua resistirán
la ligazón, si mi experiencia en las Tierras Altas de Escocia indica algo. Descubrí eso cuando
les pregunté a hablantes del gaélico escocés si era necesario un conocimiento del gaélico para
ser un “verdadero habitante de las Tierras Altas”, y ellos respondieron que sí; pero cuando le
pregunté lo mismo a gente ancestral nacida allí que no hablaba gaélico, ellos dijeron que no lo
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era. Esto no es una sorprendente división de opiniones, pero sí complica mucho la situación
para las pequeñas comunidades en donde la pérdida de la lengua ancestral está bastante
avanzada. La pregunta por una ligazón entre una lengua y la cultura a la que está asociada se
torna un asunto tan delicado que casi es más fácil insistir sobre la importancia de una lengua
para el patrimonio y la identidad en lugares donde la lengua ancestral está perdida por
completo que en lugares en donde es retenida por un número relativamente pequeño [de
hablantes]. Entre el Cherokee Echota de Alabama, por ejemplo, un fuerte sentimiento
atraviesa a varios grupos de edades atrayéndolos hacia la langua cherokee y una gran
nostalgia por una herencia perdida es expresada en conexión con la posibilidad de introducirla
en selectas escuelas de Alabama (Sabino 1994:5); pero esta fervorosa efusión se da por una
lengua desaparecida que ninguno de los echota habla actualmente.
Joshua Fishman señala que una lengua “siempre existe en una matriz cultural” y que
es en la matriz antes que el lenguaje el punto en el que se necesita más apoyo (1989:399). Él
llama la atención sobre el poder de “las tendencias del espíritu de época que pueden contribuir
a la expansión lingüística tanto o aún más que la política lingüística per se”, y sobre un
impulso generado por “aspiraciones de movilidad” y “la aparente elegancia de buscar la
modernidad en sí misma” (1989:390). Reconoce (1989:399) que la resistencia de las lenguas
en peligro “debe enlazarse íntimamente a cientos de procesos íntimos o a redes de pequeña
escala, procesos muy gratificantes a los cuales someterse aún si no apuntan a la consecución
de los mayores alcances de poder y modernidad”. Semejantes recompensas no pueden ser
suministradas por el exterior. Ellas deben ser obtenidas desde adentro de la red social de la
comunidad misma, o no obtendrán en absoluto. Por este motivo es extraordinariamente
difícil, aún para los forasteros más compasivos, proveer apoyo útil para las pequeñas lenguas
en peligro, especialmente para las lenguas pequeñas no europeas dentro de una esfera de
influencia euroamericana. Tanto el apoyo moral como la pericia técnica, incluyendo la pericia
lingüística, pueden y deben ser por supuesto ofrecidos, pero la aceptación o el rechazo
necesariamente descansarán en cada una de las comunidades. Aún cuando se produzca
aceptación, el liderazgo efectivo sólo puede venir desde adentro de la comunidad.
Un rol que extranjeros entendidos han desempeñado exitosamente es el de ser
diseminadores de información y generadores de conciencia, ayudando a crear una amplia
conciencia pública sobre las amenazas [que pesan sobre] la supervivencia de una lengua local.
Sin embargo, este proceso apenas recientemente ha comenzado [a darse] en una escala más
apropiada al tamaño del problema, y el tiempo ha sido desesperadamente corto para muchas
lenguas locales. Se ha esperado demasiado tiempo antes de comenzar a proveer un apoyo
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más fuerte a las lenguas amenazadas, por lo que puede suceder que nos encontremos a
nosotros mismos elogiando lenguas extintas cuya unicidad viva hubiésemos, sin embargo,
deseado celebrar.

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