Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
LICENCIATURA EN DERECHO
TESIS
PARA OBTENER EL TITULO DE
LICENCIADO EN DERECHO
PRESENTA:
Tesis
TITULO DE LA ACTIVIDAD:
ALUMNO(A):
ASESOR(A):
ENTIDAD ORGANIZADORA:
LUGAR DE REALIZACION:
1. Capitulo l: Introducción
1.1 Antecedentes.
1.2 Planteamiento del Problema.
1.3 Justificación.
1.4 Objetivos.
1.4.1 Objetivo General.
1.4.2 Objetivo Específico.
1.5 Definición de Variables
1.6 Limitaciones.
2. Capitulo ll: Marco Teórico
Un adulto mayor de 60 años tiene el derecho de exigir, por la vía civil, pensión
alimenticia a sus hijos, hermanos o hasta nietos, ya que la familia está obligada a
velar por el bienestar de ellos cuando estos no puedan.
Así como los menores de edad tienen derecho a recibir una pensión alimenticia en
caso de que sus padres se separen, los adultos mayores en México también
pueden exigir este derecho a sus hijos o nietos.
De acuerdo con el Código Civil Federal de México las personas de la tercera edad
tienen derecho a exigir que sus hijos les brinden este apoyo, pues la obligación de
dar alimentos es recíproca. El que los da tiene a su vez derecho de pedirlos,
según apunta el artículo 301.
El artículo 304 del Código Civil Federal establece que los hijos están obligados a
dar alimentos a los padres. A falta o por imposibilidad de los hijos, lo están los
descendientes más próximos en grado.
En caso de que los hijos no puedan cubrir estos gastos, la responsabilidad recae
en los nietos. Si fueren varios los que deben dar los alimentos y todos tuvieren
posibilidad para hacerlo, el juez repartirá el importe entre ellos.
Ahora bien, si sólo algunos tuvieren posibilidad, entre ellos se repartirá el importe
de los alimentos; y si uno sólo la puede, él cumplirá únicamente la obligación.
De acuerdo con las pirámides poblacionales, en México cada año hay más adultos
mayores; el crecimiento se refleja más en el grupo de mujeres (porque son más
longevas que los varones). Uno de los riesgos más preocupantes del
envejecimiento demográfico está acompañado de otros fenómenos de carácter
social y relativo empobrecimiento. El riesgo, asociado a la reducción de
oportunidades laborales a las personas de edad avanzada Paulatina pérdida de
salud, insuficiente cobertura del sistema de seguridad nacional y mayor
dependencia de sus familiares (Brambila, 2006).
El Adulto Mayor es una persona que se caracteriza porque pertenece al grupo que
tiene más de 65 años de edad; hoy en día juega un papel muy importante en la
sociedad, aunque no se le reconozca su relevancia. Por esta situación, las
acciones pueden estar orientadas a atender una necesidad determinada: curar y
proteger a aquellas personas que necesitan de la atención gubernamental o de
instituciones privadas que complementan el quehacer del estado (Chossudovsky,
2002).
Por esta situación, el principal problema de la persona que no cuenta con una
pensión está en la incapacidad de conseguir mayores beneficios para cubrir sus
necesidades básicas y tener una vida digna. A su vez, estos factores se
manifiestan en un limitado ejercicio de sus derechos sociales, una dependencia
económica, así como una baja autoestima y depresión (Fierro, 1999).
Ahumada (2020) refirió que esto lo establece la Ley de los Derechos de las
Personas Adultas Mayores y en algunos estados a través de sus Códigos Civiles,
tal es el caso de Baja California en su Artículo 299 y subsecuentes. Esta ley
establece en su Artículo 5 los derechos de estas personas, específicamente el
apartado tercero, que habla de protección de la salud, de la alimentación y familia,
es aquí donde habla de que tengan acceso a satisfactores necesarios, ya sea
bienes, alimentos, servicios, condiciones humanas y de capacidad funcional que
les permita desempeñar su rol social.
“La Ley establece que aquellos padres que carecen de los alimentos, los hijos
estarían obligados a dar el alimento. Sin embargo, si por ejemplo, un adulto mayor
tiene tres hijos, pero uno no tiene posibilidades económicas, entonces este se
divide entre los que sí pueden. Y en el caso de que estos tampoco puedan, la
obligación alimentaria se pasa a los hermanos, a los primos, a los tíos, es decir es
una obligación derivada del parentesco consanguíneo hasta el cuarto grado”,
comentó.
Su incumplimiento traería como consecuencias sanciones civiles, similares a las
de la pensión alimenticia para hijos, tales como el embargo de salario. En el peor
de los casos podría tener consecuencias penales, por el delito de incumplimiento
de obligaciones de asistencia familiar.
1.3 JUSTIFICACION
Según Bobadilla (2015) La percepción social hacia las personas mayores juega un
papel de suma importancia en la vida de este sector y en la futura vida de todos.
Una gran parte del grupo de adultos mayores en el Estado de México, así como en
el país, se encuentra en desventajas económicas y sociales, como prueba de ello
destacan las siguientes proyecciones del Consejo Nacional de Población
(CONAPO, 2020), al 1 de julio de 2020 el 11.0% de la población total del estado
eran personas adultas mayores de 60 años o más, lo que equivale a 923 mil 131
habitantes.
Para que los Estados puedan cumplir con su deber de brindar una vida digna a
sus ciudadanos, se utilizan los programas como la herramienta para llevar a cabo
las políticas públicas previstas, y es por medio de estos programas, su contenido y
aplicación, que se deben crear soluciones para las problemáticas que enfrentan
los diferentes sectores vulnerables de la población, entre ellos el de los adultos
mayores.
A pesar de ello, los programas existentes, como lo son “ 65 y más” a nivel federal
y a nivel estatal la “Pensión alimenticia para adultos mayores”, llegan sólo a una
parte de la totalidad de los perfilados a ser beneficiarios, son paliativos y no
responden a un problema desde raíz.
1.4 OBJETIVOS
1.6 LIMITACIONES
Los grupos familiares han existido en todas las culturas a lo largo de la historia del
hombre, y dieron origen a diversos tipos de familias, ello ha permitido que la
familia como institución sea definida de muy diversas formas las cuales reflejan
una gran variedad de situaciones económicas, sociales, políticas, jurídicas, entre
otras, las cuales son mencionadas a detalle más adelante en la presente
investigación.
Morales (2015) nos dice que las normas representan intereses y supremacía de
quien lo ejercita, de igual forma representan a los partidos que están en el poder y
los juegos de poder. La familia es la estructura por excelencia donde se reflejan
estas relaciones inequitativas de poder. De allí la importancia del derecho de
garantizar la protección al núcleo básico denominado Familia, además de ser un
instrumento importante para propiciar equitativas relaciones de género, motivo de
transformación cultural.
Cuando la economía primitiva fue remplazada por otra más compleja, el hombre
comenzó a apoderarse de todas las formas de trabajo remunerado, y sintiéndose
dueño de la situación, se convirtió en el señor de su grupo, plantando firmemente
los cimientos de la familia patriarcal. Esto trajo aparejado el perfeccionamiento de
la herencia por la vía masculina y la correspondiente exigencia de fidelidad
absoluta de parte de la mujer.
La institución de la familia patriarcal relegó a la mujer a la sombra por muchos
siglos, tanto desde el punto de vista personal como legal, y recién las legislaciones
occidentales de este siglo la han colocado en un plan de relativa igualdad dentro
del seno de la familia. Las creencias patriarcales fueron conformando la identidad
masculina para el ejercicio de la autoridad principal, más jerarquizada, y la
identidad femenina, para un tipo de poder sin autoridad.
Morales (2015) nos menciona que el concepto de familia es ante todo sociológico
antes que jurídico. La Sociología concibe a la familia como una estructura social.
Todos los niveles de organización y funcionamiento de la vida familiar son de
interés para el sociólogo; la familia en su relación con: la nación, religión,
comunidad, etc. La familia no es una agrupación inmutable, sino como antes
mencionamos un conjunto de individuos que se han organizado de diferentes
maneras en durante distintas épocas y lugares.
Baqueiros, Buenrostro (2005) no hablan que el primer enfoque nos coloca frente a
un concepto de familia en el que se sostiene que ella se forma por la unión sexual
de la pareja compuesta por un hombre y una mujer y a través de la procreación,
generando lazos de sangre; por lo tanto, deberá entenderse como el grupo
constituido por la pareja primitiva y sus descendientes, sin limitación alguna.
La familia conyugal es la más conocida, ya hemos visto que surge en todas las
culturas de una pareja heterosexual de adultos y con fines de procreación, la
supervivencia de la especie ha requerido su protección, este modelo desde su
perspectiva nuclear, es el que se mantiene en la práctica en la totalidad de los
países. Desde esta perspectiva, familia implica los conceptos de unión sexual y
procreación.
En principio debemos decir que el hombre es un ser sociable por naturaleza, trata
de estar siempre en constante relación con otras personas, de tal forma que como
ser humano vive en comunidad, que va desde la más pequeña que es la familia
hasta la nación, comprendiendo la comunidad internacional. Esta comunidad
pequeña que se identifica como familia, se considera la más antigua de las
instituciones humanas y constituye un elemento clave para la comprensión y
funcionamiento de la sociedad, es por ello que se habla de que la familia es la
base de toda sociedad. A través de ella, la comunidad no sólo se provee de sus
miembros, sino que se encarga de prepararlos para que cumplan
satisfactoriamente el papel social que les corresponde. (Chávez, 2003)
Bradshaw (2006) hace mención que por medio de esta institución, el hombre logra
sus fines ya sean éstos sociales, políticos, económicos, personales o particulares,
que se reflejan ante la sociedad de manera positiva, cuando estos van
encaminados a realizar el bien; pero también si hablamos de una familia que no
está funcionando o cumpliendo el papel que le corresponde dentro de la sociedad,
entonces a través de ésta, se refleja todo lo negativo que la familia inyecta a la
sociedad, inclinándola hacia la destrucción. La familia es la unidad de
supervivencia y crecimiento, que satisface las necesidades emocionales de sus
miembros, logrando un balance entre autonomía y dependencia, entre sociabilidad
y sexualidad. Ésta permite el crecimiento y el desarrollo de todos sus miembros,
en esta institución es donde los individuos obtienen una autoestima sólida. La
sociedad sólo puede perdurar basándose en la familia, pues es en ella
principalmente, donde los individuos aprenden a socializar, se forman el carácter y
los valores morales de los niños.
Rawls (2002) nos dice que esta institución es de suma importancia, ya que forma
parte de la estructura básica de la sociedad, por la razón de que uno de sus
cometidos esenciales es asegurar la producción y reproducción ordenadas de ésta
y de su cultura de una generación a otra.
Almanza (2021) menciona que en las culturas primitivas las personas mayores
eran las que garantizaban la transmisión del saber y difundían las experiencias del
pasado, representando la sabiduría. Esto hacía que les fueran atribuidas
condiciones sobrenaturales o mágicas. En las tribus y los clanes la autoridad
pasaba por el jefe de familia o patriarca y/o matriarca, que era designado o
designada en forma automática, por ser el padre o madre de la familia, por
representar el tronco o la base familiar.
En países como Australia, Japón o China, donde la edad sigue siendo sinónimo de
sabiduría, se valora con especial interés la contribución de los mayores al
desarrollo cultural, intelectual y político. Son este tipo de actitudes y no las que
contribuyen al distanciamiento, los prejuicios y la soledad, las que deberían marcar
el rumbo de un cambio de perspectiva en pro de la recuperación del papel de las
personas mayores en la sociedad.
Rodríguez (2008) menciona que la vida es un proceso cíclico, el cual debe ser
analizado detenidamente, ya que comprender los cambios que van ocurriendo a
través de los años es una tarea de difícil asimilación. En relación con las personas
adultas mayores, es necesario considerar que, al igual que las demás personas,
también necesitan gozar de independencia, autorrealización, participación,
dignidad y cuidados; principios que se establecen para proteger a este segmento
social, muy vulnerable en una sociedad caracterizada por el consumismo y el
materialismo, aspectos que no le permiten al adulto mayor alcanzar.
Con respecto al verdadero rol que debe desempeñar la persona adulta mayor, es
importante que la sociedad actual se plantee algunos propósitos, con los cuales
mejorarían considerablemente su estructura. El envejecimiento debe ser percibido
como parte de un proceso de vida que tiene varias etapas o ciclos vitales. De este
modo, las personas adultas mayores no constituyen individuos desechables, sino
que pueden y deben ser integrados a la sociedad.
Rodríguez (2021) menciona que, en algunas sociedades, como por ejemplo las
orientales, la edad es sinónimo de importancia y veneración. Las personas adultas
mayores son vistas como todo un ejemplo por seguir, son cuidadas y apreciadas
como lo más valioso de la sociedad. Sin embargo, en Occidente, el consumismo y
la modernización han hecho que estas personas sean vistas, en muchas
ocasiones, como un estorbo y, por lo tanto, lo más fácil y cómodo es llevarlas y
entregarlas al olvido en un hogar o centro de atención para esta población.
Así, los adultos mayores pasaron de convertirse en un valor añadido en ser una
carga para la comunidad. Una visión reduccionista y sesgada sobre un grupo de
población que, tanto entonces como ahora, sigue teniendo mucho que ofrecer. La
experiencia acumulada es una riqueza que solo se obtiene con el tiempo.
Rodríguez (2008) nos dice que un aporte para la solución de los problemas
relacionados con el envejecimiento de la población lo constituye ciertamente la
inserción efectiva del adulto mayor en el entramado social, utilizando la aportación
de experiencia, conocimientos y sabiduría que él puede ofrecer. Este grupo social,
en efecto, no debe ser considerado como un peso para la sociedad, sino como un
recurso que puede contribuir a su bienestar.
Palma (2005) comenta que las personas adultas mayores, además, pueden dar
testimonio de que hay aspectos de la vida, como los valores humanos y culturales,
morales y sociales, que no se miden en términos económicos o funcionales, por
ello ofrecen una aportación en el ámbito laboral y en el de la responsabilidad. Se
trata, en fin, no solo de hacer algo por las personas adultas mayores, sino de
aceptarlas como colaboradoras responsables, con modalidades que las posibiliten
como agentes de proyectos compartidos, bien en fase de programación, de
diálogo o de actuación. Es indispensable que la familia brinde el apoyo social,
emocional y económico sin condiciones.
Para hacer efectivos los derechos de las personas adultas mayores se requieren
acciones conjuntas de los sectores público, social, privado y sociedad civil, a
efecto de evitar el olvido en que viven algunas personas al llegar a esa etapa de
vida. Es necesario trabajar conjuntamente para promover el mejoramiento de su
calidad de vida; establecer accesos preferentes a los servicios médicos;
proporcionar orientación respecto a su salud, nutrición, higiene, y en todos
aquellos aspectos que favorezcan su cuidado personal.
En la vida cotidiana a medida que nos relacionamos los seres humanos damos
vida o bien resultamos inmersos en hechos y actos jurídicos reconocidos por el
derecho de familia, lo hacemos de manera consciente o inconsciente y que lo
hagamos de una u otra forma no exime que dichos hechos o actos produzcan
consecuencias jurídicas.
Entre los principales derechos y obligaciones que nacen de la familia son: los
alimentos, la guarda y custodia, entre otros.
La Convención tiene como objeto que los Estados firmantes incorporen y den
prioridad al tema del envejecimiento en las políticas públicas y programas
gubernamentales; destinen y gestionen recursos humanos, materiales y
financieros para lograr una adecuada implementación y evaluación de medidas
especiales en favor de las personas mayores, a través de la inclusión de la
perspectiva de género, y de la prevención del abuso, abandono, negligencia,
maltrato y violencia contra la persona mayor. En ese sentido, es necesario
impulsar que el Estado mexicano firme y ratifique la Convención, e incidir en el
proceso de armonización –aún inacabado– de las legislaciones locales con el
marco que establece la Ley General de los Derechos de las Personas Adultas
Mayores (2002), la cual esta CNDH ha decidido publicar para su difusión,
aplicación y seguimiento.
Esta ley tiene por objeto lograr mejorar su calidad de vida, con la puesta en
práctica de políticas y programas que permitan un tránsito digno de la persona en
el proceso de envejecimiento, orientados a fortalecer su independencia, capacidad
de decisión, participación activa en procesos productivos, en actividades culturales
y deportivas que les haga sentirse incluidas, evitar la discriminación por razones
de edad y proporcionarles las condiciones idóneas para el ejercicio pleno de sus
derechos. Para ello resulta importante que los adultos mayores conozcan sus
derechos y tengan la posibilidad de envejecer con dignidad.
Para coadyuvar con ese objetivo, la CNDH publicó para su divulgación, y con el
objeto de contribuir con la armonización legislativa en la materia, la Ley de los
Derechos de las Personas Adultas Mayores. Su aplicación y seguimiento nos
corresponde a todas y todos —gobierno, sociedad y familia—, así como también la
construcción y proyección de un envejecimiento exitoso, activo y de buen trato.
Según Maslow, hay una jerarquía u orden para las necesidades humanas:
fisiológica, de seguridad, de amor y pertenencia, de estima y de autorrealización.
Cuando un nivel de necesidades se satisface se puede pasar al próximo. Las
necesidades inferiores son déficit y las necesidades superiores se relacionan con
requerimientos del desarrollo, siendo las primeras más potentes y que una vez
satisfechas aparecen las superiores donde la persona, para satisfacer sus
necesidades, debe encontrar los medios apropiados para hacerlo y los
satisfactores adecuados.
La preocupación antes referida no está dada solo por el hecho de que la población
envejece a un ritmo acelerado, sino por los efectos que dicho fenómeno
poblacional tiene para el país y las estrategias que el estado y el gobierno deben
seguir para minimizar los efectos negativos que este proceso podría tener.
Rodríguez et al., (2015) comenta que las personas de la tercera edad no solo
tienen enfermedades, sino que se ven afectados por sus percepciones de estar o
no enfermos, muchas de ellas condicionadas, entre otros, por situaciones de
índole económica, alimentaria, familiar, entorno social y las formas particulares de
cada individuo de afrontar y percibir la salud que hacen que sus necesidades sean
valoradas de formas diferentes.
Un aspecto vital vinculado con el estado de salud de los ancianos son las
condiciones económicas en que viven, y que en ocasiones hace que las
demandas en los servicios de salud se acrecienten. Hay que tener presente que a
esas edades muchos de los que trabajan se jubilan, lo que conlleva a una
disminución considerable en la cantidad de dinero percibido, por lo que las
posibilidades monetarias de estas personas se ven seriamente disminuidas.
El maltrato a las personas de edad es un acto único o repetido que causa daño o
sufrimiento a una persona de edad, o también la falta de medidas apropiadas para
evitar otros daños, que se produce en una relación basada en la confianza. Este
tipo de violencia constituye una violación de los derechos humanos y puede
presentarse en forma de maltrato físico, sexual, psicológico o emocional; violencia
por razones económicas o materiales; abandono; desatención, y menoscabo
grave de la dignidad y falta de respeto.
Palacios (2001) indica que el apoyo familiar hacia la persona adulta mayor es
fundamental para que esta funcione con éxito en todos los campos de acción y su
interacción con el medio. La familia, entonces, es la principal fuente de apoyo.
Álvarez (2005) menciona que con frecuencia estos adultos mayores son enviados
por sus familiares, para que consigan dinero y de esta forma no se conviertan en
una carga para ellos, quiero decir que aporten dinero y asimismo sostengan a los
que en la familia se encuentran desempleados, o cuando conviven con un hijo que
es vicioso, lo obligan a buscar dinero para poder mantener su vicio. De otro lado
estos adultos mayores en ocasiones no soportan la presión, el maltrato, el
abandono a que son sometidos dentro del núcleo familiar por su misma condición
y prefieren huir y refugiarse en la calle. Para ellos estar fuera de su contorno
familiar, les brinda mayor seguridad, tranquilidad, libertad e independencia y por
ello lo hacen.
Rodríguez (2008) cuenta que la sociedad percibe como a los adultos mayores
como personas que ya cumplieron con su labor productiva en la vida y que en esta
etapa de sus vidas deben disfrutar de un verdadero descanso, del cual
probablemente no han gozado a lo largo de sus vidas. Que el rol de producción
debe dejárselo a las personas jóvenes, ya que estas cuentan con el entusiasmo y
la energía que ya el viejo no tiene. Sin embargo, las personas adultas mayores
poseen los mismos derechos y necesidades de realización que cualquier otra
persona, sobre todo porque muchas no han tenido la oportunidad, a lo largo de
sus vidas, de desarrollar sus potencialidades.
Palma (2005) comenta que el ser humano actual está enfrentado a la realidad del
envejecimiento en medio de una sociedad masificada, caracterizada por la alta
competitividad, la necesidad de ser eficientes, la pérdida de valores morales y
espirituales. Es una sociedad acelerada en donde las transformaciones
tecnológicas, sociales, políticas, económicas, culturales han dado paso a la familia
pequeña en donde no hay espacio para que el abuelo sea figura importante y, más
bien, gracias al aumento en la esperanza de vida, se ha convertido en un
problema. Es probable, entonces, que la persona adulta mayor viva la etapa de su
jubilación y retiro como una situación de pérdida y minusvalía, como una especie
de marginación social. Es fácil que se sienta a sí misma como alguien que ya no
cuenta mucho para los demás porque percibe que los demás no cuentan con él, y
en el nivel familiar, que es el lugar donde aún podría sentirse tomado en cuenta, la
nueva realidad de la familia permite que el abuelo vaya poco a poco sintiendo o
percibiendo que tampoco en ese ámbito su presencia sea tan necesaria. No es
raro, por lo tanto, que algunas personas adultas mayores, sufran la experiencia de
vivir un serio menoscabo en su autoestima.
Álvarez (s.f.) explica que a esa edad se comienza otra etapa de la vida muy
importante, se empieza a sentir la soledad, el abandono, se pierden algunas
aptitudes, facultades que de alguna manera hacen sentir útiles e importantes a las
personas. Además, comienzan a salir todos los problemas en salud asociados a la
misma edad. Se deja de trabajar, pero también es cierto que tenemos que
prepararnos para llevarla de la mejor forma posible. Desde este contexto se
considera que los proyectos de vida ya se han consumados durante la etapa
productiva o activa, y comienza otra la de poder transmitir las experiencias,
sabidurías, a los que se encuentran a su alrededor y puedan encontrar en sus
aportes cotidiano una satisfacción personal dentro del núcleo familiar, o dentro de
la sociedad.
Ahora bien, casi siempre dentro del núcleo familiar se encuentra un Adulto Mayor,
persona de más de 62 años, etapa donde se producen los cambios biológicos y
sociales por el envejecimiento, pero también existe más conocimiento, prudencia,
sensatez y experiencia. Generalmente los adultos mayores que se encuentran
dentro del núcleo familiar son mujeres que pueden ser viudas, separadas, en fin,
muy pocas veces son hombres.
Álvarez (s.f.) explica que un gran porcentaje de estos adultos mayores no tienen
acceso a una pensión porque en su vida productiva nunca trabajaron por quedarse
en sus hogares cuidando a sus hijos y por ello no aportan económicamente. Su
estado de salud ya no es el mejor, por la misma condición de la edad deben tener
controles médicos, algunos son abandonados, los someten a malos tratos, son
considerados un estorbo; cuando suceden estas situaciones se genera violencia
intrafamiliar hacia el adulto mayor.
Le ocurre lo contrario a las personas que, si trabajaron, que son los adultos que
aportan económicamente al núcleo familiar, porque obtienen ingresos
provenientes de la pensión contributiva o riqueza propia y en cambio son tratados
de manera especial, aunque hayan perdido alguna de sus capacidades por su
misma condición del envejecimiento. Por ello es común encontrar en las entidades
bancarias a los hijos, nietos, nueras entre otros acompañándolos para que puedan
cobrar su mesada pensional, o son autorizados mediante escrito para retirar el
dinero y de esta manera son quienes lo administran y deciden utilizarlo, dejando
sin una moneda a estos adultos mayores.
Desde estas ópticas se debe mirar que tan importante es la familia para los
adultos mayores, sin tener en cuenta que tanto aportan económicamente o las
condiciones en que se encuentre dentro del núcleo familiar, por ser este el
principal proveedor de cuidado y tener el deber y la obligación de aportar
satisfacción, comprensión, seguridad, bienestar y transmitir aceptación hacia estas
personas para que más tarde no tengan repercusiones graves, que puedan llegar
hasta el abandono. (Álvarez, s.f.)
Una persona es dependiente si tiene limitaciones tanto para realizar las ABVD
como las AIVD. Aunque el número de limitaciones para definir a una persona
como dependiente varía entre los países, existe consenso en que se trata de un
criterio adecuado que tiene como característica la imposibilidad de vivir de manera
independiente y la necesidad de ayuda de otro para llevar a cabo ciertas tareas.
Cuando las personas llegan a la tercera edad, muchas veces se ven alejadas de
la vida productiva no solo por enfrentar su jubilación sino por la existencia de
prejuicios y estereotipos sociales, que los sentencian a una vida pasiva y alejada
de posibilidades de permanecer en el mercado productivo.
Hay que comprender que no se trata de que la persona adulta mayor se jubile y se
aísle, se trata de que cambie de ámbito de acción, que se dedique a otra actividad
en la que se le requiera. Esto la mantiene en forma y activa; como lo menciona
Contreras (2000) “Envejecer en nuestra sociedad significa adquirir un intercambio
de nuevos roles para involucrarse en ella de forma activa”. Es entonces cuando
entra en juego la capacidad que posee la persona adulta mayor para
desempeñarse en cualquier función social o económica que se le asigne, logrando
resultados convincentes, ya que su ventaja se basa en los amplios conocimientos
y capacidades adquiridas en el transcurso de la vida.
Algunas personas han asumido estos estereotipos como propios sin cuestionar
esa estructura social que los condiciona, otras, han sido un poco más rebeldes y
han manifestado que tienen mucho que ofrecer a pesar de ese molde denominado
edad y que siguen produciendo, ofrendando y en muchos casos son más
productivos algunos llamados jóvenes. Sin embargo, el peso socio cultural de este
prejuicio es muy fuerte.
En el caso de las personas que no pueden valerse por sí mismos, debe indagarse
por un grupo de apoyo especializado y entrenado en el cuidado de sus
necesidades básicas. Este tipo de cuidados generalmente no se encuentra en
ningún miembro de la familia, para estos lo mejor es una institución, un hogar de
retiro que cuente con personal profesional.
El adulto mayor necesita ciertas atenciones especiales, ya que a causa del estilo
de vida que ha llevado, su cuerpo va teniendo cierto deterioro, es por ello que se
le debe de atender de una manera específica.
Por otro lado, la visión de este organismo público es ser el órgano rector de la
política pública nacional para el bienestar de las personas mayores, con
perspectiva de derechos, de género, de igualdad y no discriminación, y que
reconoce las valiosas contribuciones actuales y potenciales de la persona mayor
al bienestar común, a la identidad cultural, a la diversidad de sus comunidades, al
desarrollo político, democrático, social y económico de nuestro país.
La crisis, por ejemplo, ha hecho que muchos jubilados hayan tenido que acoger y
mantener en sus casas a la familia de alguno de sus hijos y ello con el único
recurso de la jubilación, muchas veces escasas. También se ocupan del cuidado
de sus nietos mientras los padres de éstos trabajan. O cuidan a familiares
enfermos dependientes. O realizan un trabajo de apoyo social no remunerado,
acompañando a personas que viven solas, atendiendo comedores sociales, o
desarrollando numerosas actividades de este tipo bajo el paraguas de alguna
ONG.
Muchas otras, por ejemplo, las que viven de la agricultura, siguen trabajando hasta
que el cuerpo aguante aun estando jubilados. La edad de jubilación de hecho,
carece de argumentos biológicos que impongan limitaciones a la capacidad de las
personas. Y, por otra parte, el incremento de la esperanza de vida hace que los
mayores tengan una necesidad continua de mantenerse no sólo activos, sino
también productivos. Una inquietud que, dicho sea de paso, muchas veces se
desaprovecha. Ellos sólo necesitan oportunidades y cauces adecuados para
desarrollar todo su potencial y lo hacen generalmente de forma desinteresada o no
remunerada, como se prefiera decir.
Aunado a las instituciones jurídicas a las que hemos hecho referencia en los
párrafos anteriores, el derecho de familia se refiere a la obligación de dar
alimentos y el derecho a pedirlos. Los alimentos comprenden la comida, el vestido,
la habitación y la asistencia en caso de enfermedad.
Este programa surge como una inquietud del Gobierno de la Ciudad de México por
“avanzar en la construcción de los derechos e instituciones de un Estado de
Bienestar que garantice a todos los ciudadanos una vida digna y segura” (GDF,
2001). Este programa otorgaba un apoyo de 600 pesos mensuales y
medicamentos gratuitos, y organizaba actividades grupales de promoción de la
salud y control de padecimientos crónicos.
3.1. Contexto.
La presente investigación se realizara en el Instituto Nacional Para Adultos
Mayores (INAPAM) y en la Secretaria de Bienestar Municipal de Cajeme , ambas
se encuentran localizadas en Ciudad Obregón, ciudad mexicana ubicada en el sur
del estado de Sonora, es cabecera del Municipio de Cajeme y es la
segunda ciudad más poblada de la entidad, por detrás de Hermosillo, la capital
estatal. Según el Censo de Población y Vivienda realizado en 2020 por el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la ciudad cuenta con un total de
329,404 habitantes de los cuales 160,857 son hombres y 168,547 son mujeres.
Con este estudio se quiere saber si existe la necesidad por parte de los adultos mayores en
recibir una pensión alimenticia por parte de los hijos o familiares más próximos en grado
según sus necesidades.
3.4.2. Muestra.
El tipo de muestra seleccionado para esta investigación es el muestreo
probabilístico, ya que en ellos la característica común es que todos los elementos
a estudiar tienen la misma posibilidad de formar parte de la muestra, estando
todos al alcance y siendo seleccionados de manera que cualquier muestra sea
posible. Es considerados los mejores métodos que van a dar una información más
completa y fiable. El tipo de muestreo será aleatorio simple se elige totalmente al
azar entre todos los que forman parte de la población.
3.6. Procedimiento.
El procedimiento para la recopilación de información de esta investigación fue en
un inicio la creación del instrumento, el instrumento fue creado de forma digital e
impreso para poder dejar 50 copias en una dependencia y las otras 50 copias en
la otra dependencia, ya que se han llenado las 100 encuestas se introdujeron los
datos en la plataforma digital donde se creo la encuesta para que de esta forma se
generaran las gráficas con nuestra información.
Toda investigación que incluya sujetos humanos debe ser realizada de acuerdo
con los principios éticos básicos: el respecto a las personas, la beneficencia, la no
maleficencia y la justicia.
El respeto por las personas incorpora al menos otros dos principios éticos
fundamentales, a saber la autonomía, que exige que a las personas que estén en
condiciones de deliberar acerca de sus metas personales se les respete su
capacidad de autodeterminación, y la protección de las personas cuya autonomía
está menoscabada o disminuida, lo que requiere que a quienes sean
dependientes o vulnerables se los proteja contra daños o abuso.
La justicia exige que los casos considerados similares se traten de manera similar,
y que los casos considerados diferentes se traten de tal forma que se reconozca la
diferencia. Cuando se aplica el principio de la justicia a personas dependientes o
vulnerables, su aspecto más importante son las reglas de la justicia distributiva.
Los estudios deben planificarse de modo de obtener conocimientos que beneficien
al grupo de personas del cual sean representativos los participantes: quienes
sobrelleven el peso de la participación deben recibir un beneficio adecuado, y el
grupo que se va a beneficiar debe asumir una proporción equitativa de los riesgos
y del peso del estudio.
ANEXOS
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS