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¿Qué consecuencias tuvieron las discusiones entre el método francés y el método

alemán en Argentina?

Quizás sea muy optimista hablar de discusiones respecto de los acuerdos establecidos en el 2°
Congreso Internacional de Maestros de Sordomudos (conocido como Congreso de Milán,
realizado en 1880), sobre todo si tenemos en cuenta los datos que recalca Alejandro Oviedo:
más del 70% de la audiencia eran declarados y convencidos oralistas, sin mencionar que el
comité estaba organizado por maestros oyentes en su totalidad y sin mencionar que los
maestros sordos no estaban invitados y no tenían poder de voto. La negativa al voto es
ciertamente irónica si consideremos el discurso pronunciado enérgicamente por el argentino
José Antonio Terry en el I Congreso Pedagógico (1882): “habrán sordos pero no mudos”,
aunque para votar en Milán debieron quedarse callados.

Lo cierto es que de allí salieron ocho resoluciones que me atreveré a resumir en tres acuerdos
importantes: 1) la superioridad del método oral puro sobre el llamado método mimético, 2) la
“sencillez y claridad” en la enseñanza de la lengua y 3) la recomendación de que los gobiernos
garanticen la educación de los sordomudos. Todas las resoluciones fueron leídas por el mismo
José Antonio Terry en el ya citado Congreso Pedagógico de la Argentina (antecedente de la
Ley de Educación Nacional 1420) y fueron muy celebradas por la audiencia. El único que
intervino con una disidencia fue el doctor Telémaco Susini, pero su manifestación no iba en
contra del método oral puro, sino de una cuestión más bien política, en cuyos detalles no
entraré. Pero sí me parece importante mencionar que Susini deja claro que ya había un
antecedente en Argentina de educación para sordomudos: la escuela llamada Regeneración
(1857) y el Instituto de Sordomudos de la Capital, dirigido por el doctor José Facio.

Tal como señala Viviana Burad, no tenemos aún certezas o pruebas suficientes para demostrar
cuál era el método empleado por el doctor Facio, pero se sospecha (por concordancia de
época y por algunas críticas que recibió) que se trataba del método francés, el método gestual.
Pero haya sido gestualista o no, lo cierto es que este método quedó destituido por completo.

El método oral puro se impuso arrolladoramente y trajo consigo una larga serie de
consecuencias, de las que mencionaré:

-La primacía del método oral (que no es más que la imposición de una segunda legua en
desprecio de una lengua natural) se llevó tantos esfuerzos, que la educación se enfocó
primordialmente en la labialización y en la transmisión de conocimientos “sencillos”, que
arrojaron por resultado un alto índice de analfabetismo.

- Dejó una matriz fuertemente médica que se impuso como modelo para la Educación Especial
y que, como señala la doctora Virginia Buscaglia, es hondamente biologista, ahistórica,
asimétrica y autoritaria, en la cual se trata al sordo como un paciente, como un enfermo,
haciendo énfasis en la “falta” y desatendiendo la evidencia empírica: el sordo sí puede ver y sí
puede comunicarse mediante la vista.

- Ejerció una coerción desde el discurso de la mayoría sobre una minoría (sorda), que según
explicaciones de Paddy Ladd puede entenderse como un discurso hegemónico (gramsciano),
colonialista (siguiendo a Fanon) o normalizador (Foucault): el que no aprende el oralismo se
considera fracasado (el sujeto, no el método).

-Por último, la más paradójica –y afortunada- de todas las consecuencias: es a causa del
colonialismo oralista que surgieron las formas más vivas de resistencia: asociaciones,
organizaciones y federaciones de la comunidad sorda para reclamar por sus derechos, hacer
valer su postura, poner sobre la mesa la opción del bilingüismo, fortalecer sus vínculos, vivir
vidas más plenas.

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