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En una pequeña ciudad donde el ritmo de la vida seguía el compás constante de las rutinas
diarias, existía un anciano relojero llamado Don Octavio. Su tienda, llena de relojes de todas las
formas y tamaños, era conocida por ser el lugar donde el tiempo se detenía, al menos por un
momento.
Un día, un joven aventurero llamado Marco entró en la tienda de Don Octavio buscando un
regalo especial para su abuela, quien cumplía cien años. Don Octavio, con ojos brillantes llenos
de sabiduría, le mostró un reloj antiguo y único: el Reloj del Tiempo.
"Don Octavio", preguntó Marco curioso, "¿por qué este reloj es tan especial?"
El anciano relojero sonrió y comenzó a contar la historia del Reloj del Tiempo. Se decía que este
reloj tenía el poder de retroceder en el tiempo por un breve instante cuando alguien lo miraba
con el deseo sincero de revivir un momento especial de su pasado.
La abuela, con lágrimas de gratitud en sus ojos, decidió retroceder al día de su boda, cuando su
difunto esposo aún estaba a su lado. Al mirar el reloj, se vio rodeada por la magia del pasado,
bailando con su amor en el salón de baile donde comenzó su historia.
Con el tiempo, la noticia del Reloj del Tiempo se difundió por la ciudad, y la gente comenzó a
visitar la tienda de Don Octavio en busca de la oportunidad de revivir momentos perdidos. Sin
embargo, Don Octavio siempre les recordaba que el reloj solo otorgaba un breve instante, ya
que el verdadero tesoro estaba en apreciar el presente y crear nuevos momentos memorables.