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ANTIGÜEDAD CLASICA
La estética personal en la Antigua Roma tuvo un papel tan destacado como en nuestros días.
Las mujeres romanas dedicaban bastante tiempo a prepararse antes de salir a la calle, el teatro o
a cualquier otro evento. El cuidado de la piel fue una auténtica obsesión para las de clase alta y,
en torno a él, se desarrolló un arte del maquillaje no menos sofisticado que el de nuestra
época. Utilizaban productos fáciles de aplicar y extender y resistentes al agua, como los aceites
esenciales y el aceite de oliva.
EDAD MEDIA
San Basilio asumió el concepto dualista griego de la belleza: por una parte, ésta es la
proporción del conjunto; por otro, siguiendo a Plotino, es la propiedad de las cosas simples,
presente en cualidades como la luz y el brillo. Afirmó que hay dos clases de belleza, una
humana y otra divina, siendo la primera superficial y subjetiva y la segunda primordial y
objetiva. Defendió el concepto de pankalía, según el cual el mundo es bello, ya que al ser
creación de Dios refleja la belleza divina.( Tatarkiewicz, 1989, pp. 18-20.)
San Agustín manifestó que la belleza física es símbolo de la belleza divina, y exaltó la
belleza moral sobre la sensible. Frente a la estética subjetiva de Plotino propuso una belleza
racional, material. En Sobre la belleza y la conveniencia (De pulcro et apto), reflejó una estética
sensualista de carácter estoico. Agustín se sentía continuamente atraído por las formas de las
cosas que le rodeaban, veía en el mundo una belleza continua en las formas, que era deseable,
atrayente y que, tras su conversión, tendría una función significativa.( Beardsley y Hospers, 1990,
pp. 37-38.)
EDAD MODERNA
Con el manierismo se podría decir que comienza el arte moderno: las cosas ya no se
representan tal como son, sino tal como las ve el artista. La belleza se relativiza, se pasa de la
belleza única renacentista, basada en la ciencia, a las múltiples bellezas del manierismo,
derivadas de la naturaleza. Para los manieristas, la belleza clásica era vacía, sin alma,
contraponiendo una belleza espiritual, onírica, subjetiva, no reglamentada. (Eco, 2004, p. 214.)