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JOSÉ RIELLO (ED.

«Sacar de la sombra lumbre»


La teoría de La pintura en eL SigLo de oro
(1560-1724)
LECTURAS JOSÉ RIELLO (ED.)
Serie H.ª del Arte y de la Arquitectura
DIRECTORES Juan Miguel HERNÁNDEZ LEÓN y Juan CALATRAVA

«Sacar de la sombra lumbre»


La teoría de La pintura en eL SigLo de oro
(1560-1724 )

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© José Riello (ed.), 2012


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producción Guadalupe Gisbert

isbn (abada) 978-84-15289-xx-x


isbn (el prado) 978-84-8480-246-4

2012
nipo 037-12-036-0
ibic agb
depósito legal m-xxxxx-2012

preimpresión Dalubert Allé


impresión Gráficas Varona, S.A.
P R E S E N TA C I Ó N

Con motivo de la exposición Bibliotheca Artis. Tesoros de la Biblioteca del


Museo del Prado, organizada por la institución entre los meses de octubre de
2010 y enero de 2011, se celebró un congreso que reunió a algunos de los más
destacados especialistas sobre la materia para reflexionar en torno a uno de los
campos de investigación de la historiografía del arte español que más frutos han
dado en las últimas décadas: la teoría de la pintura del Siglo de Oro. Buena parte
de las aportaciones que se hicieron entonces se ha reunido en este libro, que pre-
tende poner al día nuestro conocimiento sobre el debate teórico sobre la pintura
en España entre 1560, fecha en que se piensa que Felipe de Guevara escribió su
Comentario de la pintura y pintores antiguos, y 1724, año de la publicación del
segundo volumen del Museo pictórico y escala óptica de Antonio Palomino.

La pintura de asunto religioso, el ambiguo estatuto de la imagen, las polémicas


que avivaron la confrontación entre pintores y escultores o entre los propios teó-
ricos, el alcance social que entonces tuvo la pintura y la influencia que sobre ella
ejercieron otras disciplinas, así como su repercusión en la literatura de la época
y el papel que desempeñó la primera historiografía en la configuración de una
determinada imagen de la pintura y los pintores hispánicos, son los temas que
se abordan en las siguientes páginas, y por ello este volumen también procura
ser un acicate para nuevas y futuras investigaciones y una contribución que per-
mitirá conocer más profunda y cabalmente la pintura española del Siglo de Oro.

GABriELE FinALdi
Director Adjunto de Conservación e Investigación
del Museo Nacional del Prado
LA TEORÍA DE LA PINTURA EN EL SIGLO DE ORO, 1560-1724.
UN ESTADO DE LA CUESTIÓN

JOSé riELLO
Universidad Autónoma de Madrid

Durante los días 14 y 15 de octubre de 2010 se celebró en el Museo del


Prado el curso monográfico Sacar de la sombra lumbre. La teoría de la pintura en
el Siglo de Oro, 1560-1724, del que este libro es su última y un tanto tar-
día consecuencia. En él se recogen algunas de las ponencias que se
expusieron entonces, cuando una serie de felices casualidades impelió
a celebrar este encuentro en torno a un asunto que tradicionalmente
había sido arrumbado por la historiografía especializada, pero que en
las últimas décadas ha sido objeto de atención de varios análisis nove-
dosos que han matizado y enriquecido nuestra concepción sobre él.
Por una parte, se cumplían treinta años desde la publicación de la
primera edición del libro Teoría de la pintura del Siglo de Oro de Francisco
Calvo Serraller, que, con un prólogo fechado en 1979, apareció defi-
nitivamente en 1981. En la introducción su autor reivindicaba la
necesidad de abordar un estudio pormenorizado de la literatura artís-
tica española de la época, explicaba las razones por las que se había
producido el desencuentro tradicional entre esa literatura artística y la
historiografía, ponía las bases para desarrollar un planteamiento
metodológico distinto que tuviera en cuenta la consistencia ideológica
de los tratados hispánicos y, finalmente, requería abordar nuevas o
inéditas ediciones críticas de esos mismos tratados. Su acertada diag-
nosis, que hundía sus raíces en el dominio erudito de las fuentes lite-
rarias de la época y de la producción historiográfica específica, animó
durante los años siguientes la proliferación exponencial de los estu-
dios sobre la materia que, espoleados por su ejemplo, han ido soca-
6 JOSÉ RIELLO LA TEORÍA DE LA PINTURA EN EL SIGLO DE ORO, 1560-1724 7

vando el descrédito que recayó sobre la literatura artística española De modo que tanto el aniversario de la publicación del libro de
por su supuesta falta de originalidad y su incapacidad sólo aparente Calvo Serraller como la multiplicación de estudios sobre la materia en
para relacionarse con la práctica artística coetánea, y que han proyec- las tres últimas décadas y la celebración de la exposición Bibliotheca Artis
tado unas más amplias y probablemente más ajustadas interpretaciones conformaron el momento oportuno para reflexionar sobre los alcances
y valoraciones de la tratadística hispánica de un período crucial, tanto y las limitaciones no sólo de la teoría de la pintura del Siglo de Oro,
desde el punto de vista teórico como desde el de la práctica pictórica, sino también de la propia producción historiográfica que se había
de la Historia del Arte en España. publicado sobre la cuestión. Como se verá, para ello se parte de una
Por lo demás, acababa de inaugurarse la exposición Bibliotheca Artis premisa expuesta por el propio Calvo Serraller, ya que «sin entender lo
que, comisariada por Javier Docampo, mostraba algunos de los tesoros que dice esa teoría, queda sin explicar una gran parte de la pintura espa-
bibliográficos de la biblioteca del Museo del Prado. La oportunidad ñola del Siglo de Oro»3, y de su diagnóstico, sobre el que se pretende
era doblemente halagüeña puesto que la muestra contaba con algunos profundizar. A la par, también se ahonda en algunos de sus plantea-
de los tratados más importantes del Siglo de Oro y algunas rarezas, mientos sin renunciar –antes bien al contrario– a ampliarlos y a abor-
como los manuscritos de Felipe de Guevara y Jusepe Martínez, que son dar nuevos problemas que no habían sido atendidos hasta ahora pero
propiedad del Prado1; además, se organizó en las salas de exposiciones que están presentes, como se demuestra en las páginas que siguen, en la
temporales del propio museo, donde se conserva y se expone buena producción teórica hispánica del siglo xvii. Los objetivos últimos son
parte de las pinturas que contribuyeron definitivamente a instituir una reivindicar una vez más el alcance teórico y la riqueza de los tratados
cierta idea de la Escuela Española de pintura, la misma que funda- españoles del Siglo de Oro, demostrar de nuevo su intensa relación con
mentó la minusvaloración que la tratadística artística hispánica del el contexto específico en que fueron escritos, publicados, leídos y con-
Siglo de Oro sufrió de forma persistente durante los siglos xix y xx, y testados y, con ello, ensanchar el campo de investigación sugiriendo
según la cual el supuesto realismo que caracterizó siempre a los pinto- nuevas vías que quedan ahora expeditas a futuros estudios y análisis. Para
res hispánicos mal podía casar por varias razones con las propuestas ello ha sido indispensable ampliar un tanto el marco cronológico, que
ideológicas que se exponían en los tratados hispánicos contemporá- abarca desde 1560, fecha en que se piensa que Felipe de Guevara escri-
neos. Ni que decir tiene que, bajo este punto de vista, durante mucho bió su manuscrito Comentario sobre la pintura y los pintores antiguos, hasta 1724,
tiempo se prefirió seguir estudiando y disfrutando de las pinturas de año de la publicación del segundo volumen del Museo pictórico y escala óptica
Velázquez, Ribera, Alonso Cano, Zurbarán o Murillo como frutos del de Antonio Palomino. Por un lado, se hace así hincapié en una cuestión
instinto realista del genio hispánico mientras que los tratados queda- fundamental: que algunos de los asuntos más importantes que se diri-
ban arrumbados como productos «pobres, raquíticos y desmedrados y, mieron en los tratados hispánicos publicados en el siglo xvii tenían su
lo que es peor, en tal palmaria contradicción con lo que el arte de origen, en realidad, en la centuria anterior, demostrando nuevamente
aquellas centurias practicaba»2. el convencionalismo intrínseco de las delimitaciones cronológicas tan
propias de la historiografía; por otro, se subraya una vez más la relevan-
cia del tratado de Palomino, que no sólo es la summa pictorica del Siglo de
1 Madrid, Biblioteca del Museo Nacional del Prado, sign. Ms/8 y Ms/28 respectivamente. Oro sino que, desde mi punto de vista y a distintos niveles –formal, lin-
2 M. Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España. Siglos XVI y XVII, en Edición nacional de las güístico y conceptual, por ejemplo–, no tiene parangón en la tratadís-
obras completas de Menéndez Pelayo. Vol. 2, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientí-
ficas, 1940, p. 387. Sobre la idea de Escuela Española, véase J. Portús, El concepto de Pintura
Española. Historia de un problema, Madrid, Editorial Verbum, 2012. La labor de Calvo Serra-
ller contaba con muy destacados precedentes en los estudios y las propuestas de Antonio
Bonet Correa, en especial en la exposición El libro de Arte en España, XXIII Congreso Inter- imágenes en los tratadistas españoles, Madrid, Alianza, 1993. A ello se añaden las adiciones que
nacional de Historia del Arte, 3-8 de septiembre de 1973, Granada, Universidad, 1973; Bonet Correa hizo a J. Schlosser, La literatura artística. Manual de fuentes de la historia moderna del
en la Bibliografía de Arquitectura, Ingeniería y Urbanismo en España (1498-1880), Madrid-Vaduz, Tur- arte, Madrid, Cátedra, 1976.
ner/Topos Verlag, 1985, 2 vols.; y en sus artículos, recopilados después en Figuras, modelos e 3 F. Calvo Serraller, Teoría de la pintura del Siglo de Oro, Madrid, Cátedra, 1991, p. 11.
8 JOSÉ RIELLO LA TEORÍA DE LA PINTURA EN EL SIGLO DE ORO, 1560-1724 9

tica europea contemporánea a pesar de que todavía no haya sido objeto pintura del Siglo de Oro. Como no podía ser de otro modo, los rela-
del estudio pormenorizado que requiere. A ello se añade una decisión, cionados con la pintura religiosa adquieren un protagonismo especial
creo, de mayor calado: a diferencia de otros libros anteriores, como los y por ello abarcan la primera parte de este libro. Fue durante los años
de Sánchez Cantón, Herrero García, Gaya Nuño, Fernández Arenas o finales del siglo xvi y durante el siglo xvii cuando culminó un proceso
García Melero4 o el del mismo Calvo Serraller, esta propuesta invita a que tiene sus orígenes en el lejano II Concilio de Nicea (787) y que se
hacer una lectura transversal y casi sincrónica de los tratados que, por reavivó entonces por el decreto «sobre la invocación, veneración y
ello, no han sido analizados diacrónica e individualmente5. De este reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes», emitido durante la
modo se podría enriquecer nuestra concepción de la tratadística de la vigesimoquinta y última sesión del Concilio de Trento de los días 3 y 4
época y, además, tal vez esta iniciativa se pondría a salvo de algo que los de diciembre de 15637. Por tal motivo, las reflexiones sobre la imagen
repertorios anteriores lograron probablemente sin proponérselo: la sagrada predominan en los tratados principales y sobre ello se trata en
configuración de un canon de autores y tratados que, si bien puso a este volumen, pero se presta una atención especial a los libros mono-
nuestra disposición los textos más relevantes del Siglo de Oro en mate- gráficos que de ellas derivaron, como De cultu adorationis libri tres (1594) de
ria artística, sin embargo hizo olvidar otros que, por no aparecer en Gabriel Vázquez, la Historia de la adoración y uso de las santas imágenes y de la imagen
esas recopilaciones o al hacerlo de soslayo, fueron considerados secun- de la Fuente de la Salud (1597) de Prades, la Antigüedad, veneración i fruto de las
darios o faltos de interés. En las páginas que siguen se estudian algunas sagradas imágenes i reliquias (1623) de Martín de Roa, o los Discursos de las effi-
de las aportaciones que ciertos autores relegados como Jaime Prades, gies y verdaderos retratos non manufactos del santo rostro y cuerpo de Christo (1637) de
Martín de Roa o Juan Acuña del Adarve, entre otros, hicieron en unas Acuña del Adarve. En general y a pesar de su importancia, habitual-
obras también desechadas en el discurso historiográfico tradicional y mente estas obras han sido citadas de pasada en el mejor de los casos,
que, no obstante, añaden puntos de vista insólitos y en ocasiones más pero como se comprobará su consideración será insoslayable en los
fecundos que los vertidos en los tratados canónicos, ayudando así a estudios futuros sobre el arte de la época, ya que, si bien apenas repa-
ajustar las ideas recibidas sobre la teoría y la práctica artísticas del Siglo ran en el proceso de creación de las imágenes religiosas, ofrecen datos
de Oro. Indudablemente, estudios más detallados sobre estas fuentes muy relevantes sobre el modo en que eran usadas y por tanto percibi-
literarias olvidadas promoverán un conocimiento más preciso o al das y valoradas en su momento.
menos más denso de lo que fueron el discurso teórico y la praxis pictó- Por ello también tanto en estos libros como en los que he llamado
rica de la época6. tratados canónicos, y en particular los de Vicente Carducho (1634) y
Esta estructura apartada del canon ha permitido analizar –como Francisco Pacheco (1649), puede analizarse una determinada teoría
decía, de forma transversal– los asuntos esenciales de la teoría de la de la imagen que va más allá de las consideraciones meramente estéti-
cas, pues en efecto la imagen religiosa se convirtió en un problema
teológico de primer orden. A su vez, en las páginas siguientes se
4 F. J. Sánchez Cantón, Fuentes literarias para la historia del arte español, Madrid, Consejo Superior muestra la ambigüedad con que los teóricos se enfrentaron al pro-
de Investigaciones Científicas, 1933-1941, 5 vols.; M. Á. Herrero García, Contribución de la blema de la imagen religiosa e incluso se revela la incapacidad de Car-
literatura a la historia del arte, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1943;
J. A. Gaya Nuño, Historia de la crítica de arte en España, Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, ducho o de Pacheco para dar una solución satisfactoria a las razones
1975; J. Fernández Arenas (ed.), Renacimiento y Barroco en España, Barcelona, Gustavo Gili, decisivas que atañían a la ortodoxia, independientemente de que
1982; J. E. García Melero, Literatura española sobre artes plásticas. Volumen 1: Bibliografía aparecida recurrieran al argumento sobre la capacidad de los pintores para crear
en España entre los siglos XVI y XVIII. Volumen 2: Bibliografía aparecida en España durante el siglo XIX,
Madrid, Encuentro, 2002. unas imágenes religiosas que, por los asuntos representados en ellas,
5 De un modo análogo a como propuso K. Hellwig, La literatura artística española en el siglo XVII,
Madrid, Visor, 1999.
6 J. Portús, «Las amplias fronteras de la literatura sobre arte en el Siglo de Oro», en J. Do-
campo (ed.), Bibliotheca Artis. Tesoros de la Biblioteca del Museo del Prado, cat. exp., Madrid, Museo 7 Reproducido en C. Cañedo Argüelles, Arte y teoría: la Contrarreforma y España, Oviedo, Publi-
Nacional del Prado, 2010, pp. 22-33. caciones de la Universidad de Oviedo, 1982, pp. 20-23.
10 JOSÉ RIELLO LA TEORÍA DE LA PINTURA EN EL SIGLO DE ORO, 1560-1724 11

alentaran y acentuaran la devoción de los fieles para, a la par, funda- análogo se recupera para el corpus de la literatura artística española
mentar la liberalidad del arte de la pintura, el bajo continuo del dis- una carta que Félix de Lucio Espinosa y Malo envió al pintor napoli-
curso teórico de todo el Siglo de Oro. Desde este punto de vista, pin- tano Domenico Gargiulo, conocido como Mico Spadaro (1612-1679),
tura y religión se manifiestan como dos ámbitos diferentes y a veces llamando la atención de otros textos suyos en que se deslizan cuestio-
enfrentados –como delata también el escaso aprecio que valieron los nes relativas a la historia –mítica o no– de la pintura.
juicios en materia artística de los hombres de religión a Carducho y a La tercera sección del libro se refiere a lo que Enrique Lafuente
Pacheco, como se verá–, pero extraordinariamente solapados, mien- Ferrari llamó, con una atinada expresión, las «borrascas de la pin-
tras teoría del arte y teoría de la imagen muestran sus divergencias tura»8, es decir, aquellas cuestiones más polémicas y enconadas y cuyo
pero también sus ineludibles concomitancias. Por esa misma razón alcance trascendió las diatribas teóricas para influir inevitablemente
este libro reclama la elaboración de una historia de la cultura visual en la vida cotidiana de los pintores. Como decía antes, la apología de
del Siglo de Oro ampliada que reflexione sobre la «vida de la ima- la pintura como arte liberal que se acometió durante el siglo xvii
gen» y los procesos de transformación a los que se vio sometida y que, frente a su enraizada clasificación entre los oficios mecánicos en las
a su vez, la elevó a unas cotas que desbordan el propio estatuto de la centurias anteriores fue una constante que vertebra buena parte del
imagen influyendo en otros ámbitos y advirtiendo, a la par, la rele- discurso teórico del Siglo de Oro y, de hecho, no puede entenderse la
vancia que podrían tener esas reflexiones para la consecución de una, tratadística hispánica del período sin atender a esta aspiración. En este
por llamarla así, historia antropológica del arte hispánico. Indudable- contexto, la complejidad del debate jurídico fue asombrosa y fueron
mente, los tratados canónicos y otros que no lo han sido tanto tienen numerosos los pleitos que los pintores establecieron contra las autori-
mucho que aportar en este sentido. dades competentes en los que recurrieron al argumento de la nobleza
Tras la primera parte dedicada a la pintura religiosa siguen, des- de su arte, pero de una lectura atenta de los documentos y los tratados
pués, las reflexiones sobre aquellos aspectos de la teoría pictórica que de la época se concluye que la mayoría de los litigios tuvieron como
más estrechamente se relacionaron con la llamada pintura de género y finalidad la oposición al pago de algún tributo; dicho de otro modo,
en especial con la pintura de desnudo, concebida por un lado como el el problema de la liberalidad de la pintura fue ante todo un problema
asunto por antonomasia de la creación artística y por otro juzgada, económico… aunque no sólo. Así lo demuestra otra de las grandes
contra lo que pudiera parecer, con una laxitud peculiar por parte de disputas del siglo, la del parangón entre pintura y escultura. Es sabido
las autoridades de la época; en todo caso, con una vaguedad que osci- que pintores y escultores mantuvieron estrechísimas relaciones labo-
laba siempre entre la lascivia y la castidad. A la par, se incluye un tipo rales que venían impuestas por las ordenanzas que regían el trabajo de
de documento visual de gran trascendencia que, sin embargo, no ha los diferentes gremios y, de hecho, la policromía de las esculturas fue
sido considerado en anteriores estudios globales sobre la teoría pictó- una labor esencial en la tarea cotidiana de los pintores y por ello tenía
rica del Siglo de Oro: las cartillas de dibujo mantienen una relación que ser una parte cardinal de su formación. Esos contactos condicio-
intrínseca con la pintura de desnudo y ayudan a comprender el pro- naron el trabajo de unos y otros y su complejidad extralimita la finali-
ceso de aprendizaje del disegno y, por tanto, de la formación del artista, dad devocional que pudieron tener pinturas y esculturas como
y la difusión de determinados prototipos formales que vinculan estre- demuestra la intensidad del propio debate sobre la comparación entre
chamente la creación artística hispánica con la europea contemporá- unas y otras. La polémica venía de lejos y se dio en casi toda Europa
nea, pero además en ellas subyacen discursos teóricos muy interesan- antes o después, pero en España alcanzó su ápice justo en el siglo xvii
tes que no dependen ya de la palabra escrita, sino de la imagen, y que
han de ser asumidos como una parte esencial de la teoría de la pintura
del Siglo de Oro. Además, por vez primera se estudia sistemática-
8 E. Lafuente Ferrari, «Borrascas de la pintura y triunfo de su excelencia. Nuevos datos
mente el contenido de la breve cartilla de Pedro de Villafranca, que para la historia del pleito de la ingenuidad del arte de la pintura», en Archivo Español de Arte,
fue la única publicada en España durante el siglo xvii, y de un modo tomo 62 (1944), pp. 77-103.
12 JOSÉ RIELLO LA TEORÍA DE LA PINTURA EN EL SIGLO DE ORO, 1560-1724 13

y tuvo en Pacheco y en el escultor Juan Martínez Montañés (1568- El primero podía aproximarse así, casi de manera física, al evento cul-
1649) a dos de sus protagonistas más conspicuos a propósito de las minante de la Pasión y reflexionar sobre el misterio y la gracia divina,
competencias y ganancias de cada uno de ellos durante la ejecución pero, a la par, el escultor no se regodeó en el drama sino que alcanzó
del retablo mayor del convento de Santa Clara de Sevilla y, por ello, una perfección formal difícilmente igualable. ¿Hasta qué punto, pues,
de la primacía de una de las artes sobre la otra. Lo más relevante de los el realismo fue una cuestión devocional o una elección simplemente
argumentos que Pacheco esgrimió para defenderse en el raro opús- artística, es decir, un extraordinario alarde formal, y en qué medida el
culo «A los profesores del arte de la pintura», firmado y fechado el parangón entre pintura y escultura se solventó en la capacidad de cada
16 de julio de 1622, es que abundan en los contenidos artísticos y no una de ellas en conseguir tales dotes de realismo en la representación
tanto en los devocionales, y varios de ellos subrayan la capacidad de la pictórica o escultórica?
pintura para remedar lo real9. A ello se debe que cualquier estudio Íntimamente vinculada con esta tercera sección, el libro acaba con
que pretenda abordar con ciertas garantías el análisis de las manifesta- una última parte en la que se reflexiona sobre la contribución de la
ciones artísticas del Siglo de Oro debe tener en cuenta las tensiones literatura española del Siglo de Oro propiamente dicha, y en especial
que se produjeron entre las tradicionales imágenes religiosas y las nue- de las obras de teatro, para entender el modo en que los contemporá-
vas obras de arte y las expectativas del público emergente interesado en neos gozaron de la pintura y el papel que desempeñó en la vida diaria
las cosas artísticas, pero también las ambiciones creativas de los pro- del siglo xvii. Al final se atiende al desarrollo de un género literario
pios artistas e incluso el mismo devenir de la práctica artística. Por muy peculiar, el de las «vidas» de artistas, que tardó en cuajar en
ejemplo, una de las cuestiones que no pueden obviarse durante más España pero que demuestra la perfecta imbricación entre la teoría y la
tiempo es que las imágenes que más éxito tuvieron en el Siglo de Oro práctica artísticas del Siglo de Oro, puesto que en los últimos años cier-
desde un punto de vista devocional fueron las menos pretendidamente tos estudios han revelado que algunas de las noticias que se recopilan
artísticas. En ese sentido, es muy significativo el hecho de que un pro- en esos elencos biográficos no sólo se inspiraron en ejemplos retóricos
tagonista tan destacado como fue san Juan de la Cruz (1542-1591) con- procedentes de la literatura antigua, sino que sobre todo respondían a
siderara imprescindibles las imágenes incluso para la persona más espi- un contexto histórico, social y artístico muy específico. Por si fuera
ritual, pero subrayando que se debía trascender su belleza visual si la poco, las últimas reflexiones sobre el género biográfico o en torno a los
tuvieran y convertirlas en instrumentos para conseguir la unión con la fragmentos sobre la vida de ciertos artistas que se incluyeron en un
divinidad. A la contra, un caso particularmente relevante es el Cristo de contexto más amplio han demostrado la paulatina laicización del dis-
la Clemencia de la catedral de Sevilla del propio Martínez Montañés; su curso teórico que, según avanzaba el siglo, fue dejando de lado la nece-
comitente, el arcediano Mateo Vázquez de Leca, quería que Cristo saria conformación de un horizonte normativo propia de los tratados
estuviera «vivo antes de haber expirado, con la cabeza inclinada sobre de Carducho y Pacheco y también los problemas suscitados por la ima-
el lado derecho mirando a cualquiera persona que estuviere orando al gen religiosa para ir desvelando una conciencia histórica cada vez más
pie de él, como que le está el mismo Cristo hablándole y como queján- intensa. Esa reflexión fue promovida por los propios artistas y, en ese
dose que aquello que padece es por el que está orando, y así ha de tener sentido, es Velázquez quien constituye el caso paradigmático10. Pero, a
los ojos y el rostro con alguna severidad y los ojos del todo abiertos». la par, también fue incitada por tratadistas como Lázaro Díaz del Valle
Martínez Montañés se avino fielmente a esta cláusula del contrato y es
difícil dirimir si el realismo de la obra se debe al deseo del comitente, a
la pericia del escultor o a una milagrosa unión de ambas circunstancias. 10 F. Marías, «Tiziano y Velázquez, tópicos literarios y milagros del arte», en M. Falomir
(ed.), Tiziano, cat. exp., Madrid, Museo Nacional del Prado, 2003, pp. 111-132; J. Portús,
«Velázquez, pintor de historia. Competencia, superación y conciencia creativa», en J. Por-
tús (ed.), Fábulas de Velázquez. Mitología e historia sagrada en el Siglo de Oro, cat. exp., Madrid, Museo
9 Madrid, Biblioteca Nacional de España, sign. Mss 1713, fols. 283-290. Véase F. J. Sán- Nacional del Prado, 2007, pp. 14-71; ibidem, «Historias cruzadas (meninas, hilanderas y
chez Cantón, Fuentes literarias, op. cit., vol. V, pp. 267-274. una fábula musical)», pp. 279-297.
14 JOSÉ RIELLO LA TEORÍA DE LA PINTURA EN EL SIGLO DE ORO, 1560-1724 15

(1656-62) o Jusepe Martínez (hacia 1673) hasta desembocar en el Par- por ejemplo, en el discurso en paralelo que proponen las estampas
naso español pintoresco laureado (1724) de Palomino que, en cierto modo, ha insertas en libros publicados, como los Diálogos de Carducho o el Museo
de considerarse el monumento por antonomasia de la memoria histó- pictórico y escala óptica de Palomino, o en obras que quedaron manuscritas
rica de los artistas hispánicos11. Dicha actitud afloraría definitivamente pero que contenían relevantes imágenes que añaden riqueza concep-
a finales del siglo xviii y en particular en los textos de Gaspar Melchor tual al discurso escrito; me refiero sobre todo a los dibujos añadidos al
de Jovellanos y Juan Agustín Ceán Bermúdez, si bien radica, como Libro de retratos (h. 1587-h. 1639) de Pacheco o al árbol genealógico de
tantas otras cuestiones relevantes, en los argumentos esgrimidos en los las artes que Díaz del Valle incluyó entre las primeras páginas de su
tratados de la segunda mitad del siglo xvii. manuscrito para demostrar la dependencia –teórica– de la pintura
Además de lo expuesto hasta ahora y como se podrá comprobar, al respecto a una de las artes liberales, la geometría13. En definitiva, y
tiempo que procura ampliar el canon de autores y tratados considera- aunque ahora no pueda reparar en ello, la perfecta imbricación de
dos hasta la fecha, este libro se propone también añadir a la teoría de texto e imagen para elaborar un discurso más complejo que caracte-
la pintura del Siglo de Oro otros discursos no puramente pictóricos o rizó a la cultura barroca hispánica influyó indefectiblemente tanto en
estrechamente relacionados con la pintura. En ese sentido, se ha dado la práctica como en la teoría artísticas, y de lo que se trata es de desve-
cabida a los tratados de arquitectura y a los argumentos que los arqui- lar sus continuidades pero también sus desfases, sus problemas o, en
tectos pudieron añadir en sus tratados estrictamente –al menos en definitiva, sus conflictos. Tal vez serían estas estrategias las que nos
apariencia– arquitectónicos, y por ello se analizan algunas de las apor- evitarían, al menos en parte, ser víctimas de una concepción excesiva-
taciones realizadas por Diego de Sagredo, Juan Bautista Villalpando, mente parcial y unívoca de la pintura y de la teoría pictórica del Siglo
fray Juan Andrés Ricci o Juan Caramuel de Lobkowitz. Todos ellos de Oro, para a su vez revelar la insobornable heterogeneidad que
añaden razonamientos a tener en cuenta y abundan en un punto fun- caracterizó tanto a una como a otra y, con ellas, al resto de disciplinas
damental, la integración de las artes, motivada por la dependencia de artísticas.
arquitectura, pintura y escultura respecto del dibujo y resumida lapi- Como podrá intuirse, asimismo este libro trata de contribuir
dariamente por Gutiérrez de los Ríos en su Noticia general con la refe- siquiera modestamente a la revaloración que en la última década en
rencia a los tres círculos tangentes que se atribuyen a Miguel Ángel12. especial se ha producido, a nivel global, de lo que en general podría-
A pesar de que en la época se estimaba como un dogma teórico, en mos seguir llamando con Schlosser «literatura artística», y en parti-
ocasiones no ha sido apreciado como acaso debiera y, de hecho, lo que cular la española, que a su vez se incardina en el contexto actual de
se ha terminado por imponer es el análisis de la arquitectura, la pin- renovación epistemológica y metodológica de la Historia del Arte
tura, la escultura y otras manifestaciones artísticas del Siglo de Oro como disciplina humanística. En efecto, si cada vez se valora más el
como disciplinas autónomas y estancas, cuando en realidad no lo carácter cultural y, a su vez, antropológico de las manifestaciones
eran; por ello esa tendencia tendría que cambiar en el futuro. artísticas –entendidas en un sentido muy vasto–, si se pretende
La teoría de la pintura del Siglo de Oro es abordada en un sentido reconstruir el contexto en que fueron producidas, recibidas, inter-
muy amplio por una razón más. En las páginas que siguen se asume la pretadas y valoradas las obras de arte canónicas y otras tradicional-
densidad semántica de las imágenes añadidas en los tratados y que ya mente consideradas secundarias o menores, los textos sobre teoría
está implícita o explícita en los tratados de la época; así se manifiesta, artística reclaman una atención cada vez mayor por parte de los histo-

11 B. Bassegoda, «Antonio Palomino y la memoria histórica de los artistas en España», en


F. Checa (dir.), Arte barroco e ideal clásico. Aspectos del arte cortesano de la segunda mitad del siglo XVII, 13 M. P. Cacho Casal, Francisco Pacheco y su Libro de retratos, Sevilla-Madrid, Fundación
Madrid, SEACEX, 2004, pp. 89-113. Focus-Abengoa-Marcial Pons Historia, 2011; J. Riello, «‘Geometría (a este Arte se
12 G. Gutiérrez de los Ríos, Noticia general para la estimación de las artes, Madrid, Pedro Madrigal, reduce la pintura y dibujo)’. Lázaro Díaz del Valle y la nobleza del arte de la pintura», en
1600, libro III, p. 113. Anales de Historia del Arte, 15 (2005), pp. 179-195.
16 JOSÉ RIELLO LA TEORÍA DE LA PINTURA EN EL SIGLO DE ORO, 1560-1724 17

riadores, y no tanto, como es natural, por los datos documentales y definitivamente aquellos tratados que sólo lo han sido de forma par-
«positivos» que ofrecen y que tanto interesaran en tiempos pasados, cial, sino que habrá que abordar también la edición de, por enumerar
sino por lo que pueden ayudar a reconstruir el determinado contexto sólo unos cuantos casos, los Discursos apologéticos (1626) de Juan de
histórico y cultural en que las obras fueron creadas y acogidas. Desde Butrón, de la Copia de los pareceres y censuras […] sobre el abuso de las figuras, y
este punto de vista, intentar responder a en qué situación, por qué y pinturas lascivas y deshonestas (1632) o de los Memoriales que se fueron publi-
cómo fueron escritos los tratados sobre pintura del Siglo de Oro cando a lo largo del siglo para defender la nobleza de la pintura. Ten-
arrojaría más luz sobre la propia producción artística del período o, drán que estudiarse también, monográficamente, los libros de Váz-
como escribiera Juan de Jáuregui, contribuiría a «sacar de la sombra quez, Prades, Roa, Acuña del Adarve y otros tantos que se irán
lumbre», verso que resume los afanes de este libro y bajo cuyo sumando al corpus teórico del Siglo de Oro, cuyo análisis debe exten-
amparo se sitúa14. Cuanto mayor sea el conocimiento de esta literatura derse a la influencia que pudieron o no tener en territorio americano
artística mayor será también el conocimiento del contexto y de las y hasta qué punto condicionaron o no las prácticas artísticas en Nueva
obras de arte que entonces se crearon, se recibieron, se disfrutaron y España. Por su parte, los textos de Juan de Jáuregui o Diego de Saave-
se valoraron. Además, el discurso teórico sobre la pintura desarrolla dra Fajardo deben ser recuperados definitivamente por la historiogra-
unas ramificaciones conceptuales que afectan a otros campos de inves- fía histórico-artística como lo han sido ya los de Lope de Vega o Cal-
tigación como el teológico, el jurídico o el sociológico y, en un sen- derón de la Barca. Pero, sin duda, la asignatura pendiente es la
tido pleno, el antropológico. No es casual que algunas contribuciones edición crítica del tratado de Palomino; al fin y al cabo es la culmina-
de las que siguen hayan sido escritas por historiadores del arte, pero ción de la teoría de la pintura española, pues en sus páginas expone el
también por filólogos, por conservadores de museo, por historiadores saber y la experiencia acumulados durante todo el Siglo de Oro con
del arte considerados también historiadores de la arquitectura o por una extensión, una ambición y un rigor casi enciclopédicos.
historiadores del arte duchos en las disposiciones jurídicas del siglo Para terminar, y antes de dar paso a los textos que derivan de las
xvii; es una manifestación más de la interdisciplinaridad a la que ponencias del congreso, me gustaría expresar mi agradecimiento a
estamos abocados y que se muestra también en las ediciones críticas Gabriele Finaldi, por avalar este proyecto desde el comienzo; a Miguel
que se han realizado en los últimos tiempos. Como afirma Calvo Falomir, Juan Luis González y Javier Portús, por discutir conmigo
Serraller, «sin ellas, el estudio de sus fuentes resulta imposible y esa algunos de sus contenidos; a los ponentes, por sus estupendas contri-
imposibilidad condiciona, a su vez, que no se llegue a delimitar, ni tan siquiera, el perfil buciones; y, en especial, a Javier Docampo, por contar conmigo y por
intelectual de nuestra tratadística»15. Por fortuna, la situación que él denun- estar. Tampoco querría olvidarme de los colegas que hicieron que mi
ciaba en su libro ha cambiado enormemente en los últimos años16, estancia en el Museo del Prado fuera muy provechosa. Y extraordina-
pero aún hay una ingente tarea por delante. Mientras esperamos el riamente feliz.
descubrimiento de textos que hoy damos por perdidos, como los de
Hernando de Ávila, Juan de Alfaro o Francisco Solís, en los próximos Madrid, mayo de 2012
años no sólo habrá que revisar lo ya publicado hasta la fecha o editar

Apéndice bibliográfico
14 J. de Jáuregui, Diálogo entre la Naturaleza y las dos artes, Pintura y Escultura, de cuya preeminencia se disputa
y juzga. Dedicado a los prácticos y teóricos en estas artes, en Poesía, edición de J. Matas Caballero,
Madrid, Cátedra, pp. 268-281, v. 29. 1981 – F. Marías y A. Bustamante, Las ideas artísticas de El Greco (comentarios a un
15 F. Calvo Serraller, op. cit., p. 27. El subrayado es mío. texto inédito), Madrid, Cátedra, 1981.
16 Como demuestra una enumeración de lo más destacado entre lo escrito y publicado entre
1981 y 2011, aparte de lo citado anteriormente; véase el Apéndice bibliográfico de esta intro- 1982 – F. Calvo Serraller, «El problema del naturalismo en la crítica
ducción (pp. 17-20). artística del Siglo de Oro», en Cuenta y Razón, vol. 7 (1982), pp. 83-99.
18 JOSÉ RIELLO LA TEORÍA DE LA PINTURA EN EL SIGLO DE ORO, 1560-1724 19

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20 JOSÉ RIELLO

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2008. JAviEr POrtúS
– A. Palomino, Vida de don Diego Velázquez de Silva, edición de Miguel Museo Nacional del Prado
Morán Turina, Madrid, Akal, 2008.
2009 – J. L. González García, Imágenes sagradas y predicación visual en el Siglo de Oro:
pervivencia y cristianización de la oratoria clásica en España a través de los tratados de pin-
tura y retórica (c. 1480-1630), tesis doctoral inédita, Madrid, Universidad
Complutense, 2009.
2010 – D. García López, Arte y pensamiento en el Barroco: Fray Juan Andrés Ricci de
Guevara (1600-1681), Madrid, Fundación Universitaria Española, 2010.
2011 – E. Vázquez Dueñas, Felipe de Guevara (c. 1500-1563). Biografía y análisis
crítico de su «Comentario de la pintura y pintores antiguos», tesis doctoral inédita,
Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2011.
En prensa – J. Roe, J. Andrews y O. Noble Wood (eds.), Sobre Vicente Cardu- En estas páginas quiero simplemente llamar la atención sobre algo que
cho, Diálogos de la pintura (1633). ha caracterizado los acercamientos a la literatura artística española del
Siglo de Oro que se han hecho en época contemporánea: el desfase
A todo ello habría que sumar el trabajo de N. Rodríguez Ortega, Maneras y entre la gran cantidad de literatura que generaron las imágenes sagra-
facultades en los tratados de F. Pacheco y V. Carducho: (tesauro terminológico-conceptual), das durante los siglos xvi y xvii y lo muy poco que se ha estudiado ese
Málaga, Universidad, 2005, y el proyecto de investigación que dirige aspecto, sobre todo en comparación con el interés que han suscitado
para desarrollar un tesauro conceptual de los tratados artísticos hispá- las cuestiones relacionadas con los asuntos que podían encuadrarse en
nicos de la Edad Moderna e informatizar el corpus de textos teóricos de unos parámetros más cercanos a lo que desde la Ilustración se catalogó
la época, del que deriva el libro Teoría y literatura artística en la sociedad digital. como «histórico-artísticos». Se trata de un proceso expresivo del
Construcción y aplicabilidad de colecciones textuales informatizadas: la experiencia del pro- cambio radical que se produjo en el paso de la Edad Moderna a la
yecto ATENEA, Gijón, Trea, 2009. Edad Contemporánea en el estatus de las obras de arte. Y es fruto
también de la tensión que hubo en el propio Siglo de Oro entre arte y
religión, dos conceptos interrelacionados pero que con frecuencia
entraban en conflicto. Sólo en las últimas décadas se ha iniciado un
proceso de recuperación de una parte de esa literatura.
A pesar de que el «tratado de arte» es uno de los medios princi-
pales a través de los cuales se fue propagando un pensamiento artístico
relativamente liberado del corsé religioso y en el que cabían conceptos
como los de creatividad, fama personal, recorrido histórico, etc., en
el caso español la presencia en ellos de los temas religiosos fue muy
alta, y de hecho se ha utilizado con frecuencia para definir por exclu-
sión la teoría española sobre la pintura1. A partir de ese hecho, quiero

1 Véanse F. Calvo Serraller, Teoría de la pintura del Siglo de Oro, Madrid, Cátedra, 1981; K. Hell-
ÍNDICE

La teoría de la pintura en el Siglo de Oro, 1560-1724.


un estado de la cuestión 5
JOSé riELLO

tratados de pintura y tratados de imágenes sagradas


en la España del Siglo de Oro 21
JAviEr POrtúS

«Con aquellos ojos que le quedaron a demócrito


después de haberse sacado los suyos».
Otras teorías y prácticas de la pintura (espiritual)
del Siglo de Oro 33
FErnAndO r. dE LA FLOr

Sombras y cuadros: teorías y culturas de la representación


en la Europa de la reforma católica 69
FELiPE PErEdA

¿«vencen al arte del decir»? Estilo, decoro


y juicio crítico de los pintores-predicadores
de los siglos xvi y xvii 87
JuAn LuiS GOnzáLEz GArCíA
«Con la ocasión de ponerlos desnudos, y castos».
Lascivia y castidad en la pintura del Siglo de Oro 105
EnriquE COrdErO dE CiriA

Aprender a dibujar sin maestro. Las cartillas de dibujo


en la España del siglo xvii: el caso de Pedro de villafranca 135
JOSé MAnuEL MAtiLLA

textos artísticos de Félix de Lucio Espinosa y Malo:


«de la pintura y algunos inventores y preceptos della» 149
ánGEL AtEridO

El fuero y el huevo. La liberalidad de la pintura:


textos y pleitos 173
JOSé MAnuEL Cruz vALdOvinOS

Las ideas pictóricas en los tratados de arquitectura:


de Sagredo a Caramuel 203
FErnAndO MAríAS

El parangón en la España del Siglo de Oro:


un debate entre la teoría y la práctica del arte 223
KArin HELLwiG

rimando cuadros 239


MiGuEL MOrán turinA

Entre el pintor pobre y el pintor perfecto.


«vidas» de pintores en la España del Siglo de Oro 259
JOSé riELLO

Relación de autores 273

índice onomástico 279

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