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¿Qué son las revoluciones?

Una revolución es un cambio violento, repentino y permanente en las condiciones de


un sistema de cualquier tipo, es decir, a un reordenamiento súbito del estado de las cosas. Este
término proviene del latín revolutio (“dar una vuelta”) y se aplica especialmente al orden político y
social de las sociedades, al paradigma científico-tecnológico y a otros ámbitos específicos.

Existen diversos criterios para clasificar las revoluciones, dependiendo del área de estudios
que se emplee para ello. Pero a grandes rasgos hablaremos de las mas comunes.

Revoluciones políticas. Cuando se habla de una revolución política se refiere siempre


a cambios radicales en el modo de ejercer y detentar el poder. En ese sentido, las revoluciones
políticas suelen involucrar a las instituciones del Estado y ser ejercidas por quienes detentan el
poder social y económico. Por eso es frecuente que sirvan de palanca para el cambio de las
estructuras políticas, aunque este cambio puede dar pie al surgimiento de fuerzas inesperadas. En
ese sentido, las revoluciones políticas suelen ser relativamente poco sangrientas, excepto en los
casos en que derivan en revoluciones sociales o en conflictos bélicos.

Un perfecto ejemplo de una revolución política fue la Revolución Cubana, en la que las
milicias de Fidel Castro tomaron el control político de Cuba en enero de 1959 y derrocaron
la dictadura de Fulgencio Batista.

Revoluciones sociales. Una revolución social suele generarse cuando una revolución
política involucra, además, cambios profundos en la repartición de las riquezas, en el acceso a los
bienes o en el control de los medios de producción. No constituye una simple restructuración
violenta de los poderes políticos sino que además genera una restructuración violenta del tejido de
la sociedad. En ese sentido, pueden ser mucho más sangrientas y acarrear mucho más dolor
social que las revoluciones políticas.

Revolución Industrial. Se conoce con este nombre al período de cambios profundos en la


estructura laboral, productiva y económica de Occidente, especialmente de Europa, a partir de la
irrupción de la automatización y de las máquinas de vapor en los siglos XVIII y XIX. El tren, los
botes a vapor, las máquinas en las fábricas fueron algunos de los adelantos que cambiaron para
siempre a la Europa rural y la convirtieron en un orden de países industrializados. Se convirtió así
el campesinado en clase obrera y se consolidó el capitalismo como modelo económico imperante.

La Revolución Industrial suele dividirse en dos etapas: una Primera Revolución Industrial,
que inicia alrededor de 1760 con la aplicación del modelo de fábricas textiles en una Gran Bretaña
gobernada por la monarquía liberal no absolutista; y una Segunda Revolución Industrial,
caracterizada por una aceleración de los cambios producidos por la nueva tecnología en la
sociedad europea, que inicia alrededor de 1850 y culmina con el comienzo de la Primera Guerra
Mundial en 1914.

Las consecuencias de la Revolución Industrial fueron tremendas e irreversibles en la


historia de la humanidad. Entre ellas podemos enumerar las siguientes:
Cambio radical del modelo de vida. Aparición de nuevos empleos y la generación de
riquezas en la masa. Esto incidió en el aumento de la natalidad y de la esperanza de vida
(explosión demográfica), además de un notorio éxodo rural hacia las urbes.
Nuevos transportes. La tecnología a vapor, inicialmente, y luego el motor de combustión y
la electricidad, permitieron nuevos métodos de transporte que redujeron significativamente los
tiempos de espera por la mercancía y permitieron la movilidad humana a velocidades jamás
sospechadas.

Surgimiento de las ideologías de izquierda. La predominancia de la burguesía como dueña


de los medios de producción, y su explotación de la mano de obra de los obreros industriales y
campesinos empobrecidos, marcó el surgimiento del sindicalismo, el socialismo, el anarquismo y
el comunismo.

Algunos de los más importantes inventos que tuvieron lugar durante la Revolución Industrial fueron:

La máquina a vapor. Construida por primera vez en 1768 por James Watt, esta máquina
capaz de convertir el calor de una caldera alimentada por carbón en fuerza de movimiento dio
origen a los trenes, los barcos a vapor y otros mecanismos de producción mucho más potentes y
veloces.

Los trenes. Figura emblemática y fundamental de la Revolución Industrial, el tren acortó los
tiempos de traslado de personal y mercancía, unificó pueblos lejanos y cambió para siempre el
modo en que pensamos la distancia.

El bombillo. Ideado a principios del siglo XIX, fue quizás la aplicación práctica de la
electricidad que mayor impacto tuvo en los hogares europeos. Hasta entonces la iluminación se
producía mediante la quema de gas o de combustible, y la bombilla eléctrica supuso la posibilidad
de alumbrar las noches y extender los períodos útiles del trabajo y de la vida.

La máquina de hilar. Este aparato revolucionó la producción de textiles, que hasta entonces
se daba manualmente y de manera artesanal, permitiendo que varias hilanderas pudieran trabajar
al mismo tiempo, maximizando la producción textil. Poco después se dieron los primeros pasos en
la relativa automatización del proceso.

Segunda Revolución Industrial


La Segunda Revolución Industrial ocurrió entre 1850 y 1914, y supuso el desarrollo de
grandes y revolucionarios inventos en materia de transporte (motores a combustión, aviones) y
telecomunicaciones (telégrafo, teléfono, radio). Su impacto fue aún mayor que el de la Primera
Revolución Industrial y cambió para siempre los modelos de trabajo, educación y convivencia
ciudadana.

Revoluciones económicas. Los modos de producción y distribución de los bienes


y servicios de una sociedad se alteran drásticamente y son replanteados, ya sea gracias al
descubrimiento de nuevos modos de producción o por un cambio en el modelo de administración
de lo económico.

La revolución social, en cambio, es una transformación del conjunto de las relaciones e


interacciones sociales cotidianas dentro de un espacio territorial liberado, ya sea una ciudad o un
país. De esta forma, las revoluciones sociales sí alteran las relaciones de propiedad y trascienden
la política, como la Revolución Francesa de 1789 y la Revolución Soviética de 1917.

Se conoce como la Revolución Francesa a un movimiento de corte político y social que ocurrió en
el entonces Reino de Francia en el año 1789, que sacudió las bases de la monarquía absolutista
de Luis XVI y condujo a la instauración de un gobierno republicano y liberal en su lugar.
La Revolución Francesa inició cuando las masas ciudadanas, empobrecidas y sometidas, se
opusieron al poder feudal, desobedecieron la autoridad de la monarquía y encendieron la mecha
del cambio histórico.

Tantos eventos, desde luego, no se dieron sin un margen importante de violencia, tanto por parte
de las tropas de la corona, que dispararon al pueblo insurrecto, como por filas revolucionarias que
guillotinaron a los reyes y sus edecanes, junto con aquellos ciudadanos leales a la monarquía o a
quienes luego hallaron culpables de ser contrarrevolucionarios, durante un período conocido como
“El terror” (1792-1794).
La Revolución Francesa tuvo su fin con la toma del poder por parte de Napoleón Bonaparte, un
general revolucionario que dio un golpe de Estado para devolver el orden a la convulsa República
Francesa, proclamando poco después su propio Imperio y lanzándose a la conquista de Europa.

La revolución económica es el cambio drástico de las condiciones de producción, distribución y


consumo de los bienes y servicios.
El término generalmente se aplica con los cambios tecnológicos, como lo acontecido con la
llamada Revolución Industrial (donde comenzó una época diferente gracias al uso de nuevas
técnicas, fuentes de energía, invención de maquinarias y nuevos medios de transporte, entre otras
cuestiones)

Revoluciones científicas. Se da un cambio radical y profundo del paradigma científico en una o


varias áreas del saber humano, alterando permanentemente lo considerado hasta entonces verdad
científica y lo que no.

Revoluciones tecnológicas. Se incorporan a la vida cotidiana nuevas tecnologías o nuevos


artefactos que generan un impacto irreversible y considerable en la sociedad como un todo,
permitiendo nuevas relaciones y alterando el mundo humano de modo significativo.
La democracia es un modelo de gobierno en el que la soberanía reside en el pueblo, o sea, en el
que el conjunto de los individuos gobernados posee la potestad de elegir, de un modo u otro, a
quienes ellos consideren idóneos para detentar el poder.

Aunque no era igual al actual, este tipo de gobierno nació en la Grecia Antigua, en el seno de
la sociedad ateniense

Democracia directa o Participativa

La democracia directa es aquella en la que el mayor rango posible de decisiones le es consultado


al pueblo, mediante referendos, asambleas y otros tipos de mecanismo consultivo, de modo que
sea el colectivo quien tome las decisiones directamente.

En ellas es frecuente la conformación de asambleas de participación popular, de las que emergen


delegados o voceros encargados de hacer ascender a las instancias de poder las peticiones y
resoluciones tomadas localmente.

Democracia indirecta (representativa)

En esta forma de democracia, la soberanía de la nación reside en los representantes populares,


electos mediante el sufragio, ya sea de tipo directo (las personas eligen a sus representantes) o de
tipo indirecto (las personas eligen delegados que, a su vez, eligen a los representantes).

Este sistema democrático funciona en base a la consideración de que no todo puede someterse a
una consulta popular, al menos no si se desea tener un Estado operativo y encargado de más
asuntos que la constante consulta de la voluntad popular.

Democracia semidirecta

Para algunos autores, existe una tercera forma de democracia que combina algunos elementos de
la directa y la indirecta, constituyendo así una democracia “semidirecta”.
En este caso, el poder político es controlado por gobernantes electos mediante el sufragio popular,
pero la mayoría de sus decisiones deben ser respaldadas por el pueblo, a través de referendos,
consultas o plebiscitos.

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