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€ Gordon Lumas
ISBN: 84-406-8747-8
—Me parece que quieres ver demasiadas cosas con una sola
mirada, amigo. ‰Alguien puede decirme qu„ podr…a buscar uno de
esos pistoleros aqu…?
El forastero, no.
—‹Det„ngase, bastardo!
Ten…a una voz bronca, pero que reson• tan seca y cortante
como los estampidos del lˆtigo.
—Seguro.
Nadie entr• tras „l, pero allˆ fuera oy• „l zumbido de los
comentarios que se desataban al fin, incr„dulos, estupefactos.
—‰De veras?
—‰El m„dico?
—S…..., m„dico...
El cantinero gruĥ:
—Es la primera vez que me entero que los pieles rojas acuden
a un doctor. Hasta ahora, sus brujos eran suficientes para curarles
sus males.
—‰D•nde vive?
Morton comento
CAPITULO II
—‰Y bien?
—Ninguno.
—Ya veo.
—Bueno.
—T‡ tampoco eres muy expl…cito, viejo.
—‰C•mo lo sabe?
—Matar el tiempo.
—‰Qui„n diablos...?
—‰Qui„n demonios...?
—‹Estˆ chiflado!
—‰De veras?
El otro rezong•:
—Cuando la gente sepa que nos abandon• para atender a una
india pestilente, le echarˆn del pueblo a puntapi„s...
—-Lo s„...
—Vaya, lo siento.
—Debieron tenerla.
—‰Cuˆl, doctor?
—‰Qu„?
—S….
—‰Para qu„?
—Ya veo.
Gir• sobre los talones y abandon• la casa del m„dico sin otro
comentario.
CAPITULO IV
—Yo.
—‰A‡n no llega?
CAPITULO V
Morton gruĥ:
—S….
Hiller dijo:
—Algunas, s….
—Las qu„ se dirigen al Norte, ‰cree que estˆn en condiciones
de absorber nuestras manadas, aunque sea de paso? Ya sabe:
agua, pastos libres...
—‰Al sur?
Morton gruĥ:
—Si yo fuese ganadero, primero matar…a mis reses antes de
permitir que esos sucios politicastros hicieran el gran negocio a
mi costa.
Este no replic•.
Morton gruĥ:
Coleman dijo:
—Ciertamente, seƒorita.
—Y yo se lo agradezco infinitamente.
—Un poco.
—Gracias, linda.
CAPITULO VII
—Ya veo.
Tom• el vaso y fue a sentarse a una mesa apartada del
mostrador. El cantinero le observ• sorprendido de que en esta
ocasi•n Buchanan no quisiera charlar mientras beb…a.
Sigui• esperando.
—‰Qu„?
Morton balbuci•:
—De modo que s•lo vino por eso… para liquidar esa vieja
cuenta.
CAPITULO VIII
—Quizˆ lo haga.
Coleman se impacientaba.
—‰Piensas vender?
—No.
—Entonces...
—Voy a dirigirme al Norte. Contratar„ algunos hombres mˆs,
buenos con las armas y resueltos a pelear, y nos abriremos paso
hacia los pastos cortando los alambres de espino si es preciso.
Vine para proponerle que se una a m…, Coleman. Juntos ser…amos
mˆs fuertes a la hora de pelear.
—Vaya...
—No, Jack.
—‰Qu„?
—Nunca te he mentido.
El cabece•, sonriendo.
El desvi• la mirada.
Cuando el piel roja estuvo mˆs pr•ximo, vieron que era viejo y
que llevaba un vendaje cubri„ndole media cara.
—‰Buchanan?
Emma murmur•:
—Tal vez. Ese indio parec…a muy seguro de que iba a estar
aqu….
—Yo buscar.
—‰A m…?
--S….
—Ven.
Coleman gruĥ:
—O… hablar de lo sucedido entre Buchanan y Scanlon, cuando
„ste azot• a un piel roja. Debe ser ese viejo.
—‰Scanlon lo azot•?
—S….
—‰Por qu„?
—-Estˆ bien.
Buchanan sonri•.
—‰Usted?
Al fin murmur•:
—No, si t‡ no lo quieres.
Este suspir•.
—Lo lamento.
—‰C•mo dice?
—‰Emma?
—‰Con qui„n?
CAPITULO IX
—‰Viste a Coleman?
—No.
—‰Seguro?
—De acuerdo.
—Tal vez...
—‰Y...?
—Es mˆs fˆcil manejar a una chica que a un viejo zorro como
Coleman. Ser…a lo mismo que si tus dos mil reses se convirtieran
en diez mil de la noche a la maƒana.
—Exacto.
—No te comprendo...
—Trato hecho.
—Maldito bastardo...
—Lo harˆ.
La muchacha coment•:
—Es l•gico.
—A veces pienso que serˆ un trago muy amargo para m…
cuando ella se case y yo me quede mˆs solo que la una. A menos
que se case con alguien del equipo, con lo que se quedar…a en
casa.
—Coleman, nadie sabe nunca qu„ harˆ una mujer. Son los
seres mˆs imprevisibles de la tierra, as… que todos los planes que
usted trace para ella no le servirˆn para maldita la cosa llegado el
momento.
El ganadero rio.
—‰Y bien?
—‰Qu„?
—‰Por qu„?
—Eso es absurdo.
—Sea como sea, es quien manda. Fue „l quien nos dijo que
nos quedar…amos en el pasto hasta nueva orden, y que la orden
podr…a tardar uno o dos d…as en llegar.
Hiller asinti•.
—Me parece bien. Ahora debo irme antes que adviertan que
he abandonado mi zona de vigilancia. Pero antes de irme quiero
decirte otra cosa, Jack... Tal vez yo no pueda volver para
indicarte la ruta que vamos a seguir. No me atrevo a arriesgarme
con Buchanan rodando a todas horas por all…. De modo que
habrˆs de colocar a alguien de confianza en un lugar desde el que
pueda vernos partir. As… sabrˆ qu„ direcci•n llevamos y cuˆndo
emprendemos la marcha.
—Yo guiar.
—‰Hasta d•nde?
—-‰Qu„?
—No...
CAPITULO XIII
—No beb… mˆs que agua, patr•n. Le juro que se dirigen a las
montaƒas.
—Escuche...
—-‰Un truco?
De pronto exclam•:
—‰Buchanan?
—El mismo. Y hay otra cosa rara, patr•n. Un piel roja cabalga
detrˆs de la manada.
—‰Viejo?
—Seguro, patr•n.
—‰Y...?
—Yo guiar.
—‰D•nde?
—He visto como se ocultaban en la cresta de ese farall•n, ‰lo
ves? Eran dos por lo menos.
—No.
—No creo que haya visto nada. Estˆ nervioso, y eso es todo lo
que pasa. Los pieles rojas de la reserva no correrˆn el riesgo de
atacarnos.
Šl sonri•.
Buchanan gruĥ:
CAPITULO XIV
—S….
—Buena suerte.
—Hiller, creo.
—‹Condenaci•n!
Scanlon volvi• la cabeza una sola vez. Lo que vio le puso los
pelos de punta y ya s•lo se ocup• de escapar pegado al cuello de
su cabalgadura, con el capataz Baliten sigui„ndole a uƒa de
caballo.
El capataz gruĥ:
—‹Mira, es Hiller!
—‰Qu„?
—‹El ahorcado!
—‹Diablos!
—S….
—‰Y...?
—S…, Rex. Creo que mi padre hubiera querido quedarse en este
nuevo mundo, limpio y hermoso, y f„rtil... con nosotros dos. Š1
siempre tem…a perderme alg‡n d…a.
Y lo .hizo.
FIN