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LIMITES EN LAS PSICOSIS

S i el titulo general de las charlas era “Form as de estabilización en


las psicosis” , Ja de hoy esLará centrada sobre los lím ites en las psi­
cosis.
H o y qu isiera señalar, en prim er térm ino, cóm o al final de los
años '60 se agota el tratamiento del tenia de las psicosis en el m o ­
vim iento psicoanalitico, tom ando com o lecha tope 1966 y com o re­
ferencia el trabajo de Ros en fe Id. Recordaba en la reunión anterior
que en ese mismo momento surge el lem a del borderline en el psi­
coanálisis norteam ericano.
El prim er libro que presenta una doctrina sistem atizada sobre el
borderline aparece en el año 1967. su autor es Otto Kernberg: Bor-
deriine Personalüy Orgcmization. Cuatro años después, en 1971.
aparece publicado el libro de Kohut, The Analysis o j tlie SelJ,\ cuyo
tema es el mismo.
En Francia tam bién se difunde el tema y en 1970 aparece Les
états linñts y, al final de la década, en 1977, se publica la recopila­
ción de una serie de estudios realizados por varios psiquiatras. Es-
le libro, que es la referencia m ás usada actualm ente, es Borderline
Psrsonality Disor ders con contribuciones de Kernberg, Greenaker,
Donald Klein, M argaret Mahler, donde estos au tores hacen una
presentación acerca de la importancia, en lo atinente a los bordcrli-
n os, de la delim itación en las fronteras.
I^a década del ’80 es la década de su presentación sistem ática en
muchos países, tanto en los Estados Unidos com o en Francia. Por
rfem plo Widlocher, que fue tam bién en una época lector de Lacan,
profesor de psiquiatría y miembro de la 1PA, publica Les concepts
rf't’Uiis límits. Se publican de este m odo textos que tratan ele prc
sentar algo que parece estar de moda. Por ejemplo, una pu blica­
ción del ario 1982 tiene com o Ululo Los borderiines, diagnóstico de
moda. Este es pues el enfoque que recibe este teína.
Todo estos datos nos dan idea de que, en el m ovim iento analítico
en general o en su conexión con la psiquiatría, el tema de los bor-
derlínes, el lem a de los límites entre las psicosis y algu na otra c o ­
sa. asum ió el lugar ocupado anteriorm ente por el examen de las
psicosis como tales. Por lo tanto, puede considerarse este tema co ­
m o una nueva alianza entre psiquiatría y psicoanálisis.
Lo peculiar es que el enfoque sobre los lim ites de las psicosis
surgió dentro de la clinica analítica, 110 desde un pu n ió de vista
teórico, sino como un diagnóstico que em ergió en cuanto tal de las
dificultades relacionadas con la transferencia en la práctica. Se tra ­
ta entonces de un diagnóstico surgido de los análisis, de las diíicul.
tades encontradas en la transferencia misma.
Un autor francés subraya que se observa con esta am pliación
del tema del borderline una nueva clinica definida a partir de la si­
tuación analítica, que no toma como, punto d e referencia lo *.tip os
de.síntoma.sirvo los tipos de transferencia» tratando de cortar.justa-
m ente el lazo que hay entre transferencia y síntom a, apoyándose
entonces tan sólo en los tipos de transferencia.
El em ergente últim o de esa tentativa es una publicación realiza­
d a el año pasado, en 1986, en los Estados Unidos. Cuarenta y dos
vidas er\ frotamiento, que fue la conclusión de treinta años de es
fuerzos, durante los cuales cuarenta y dos personas fueron en tre­
vistadas y fichadas en la M enninger Clinic. Se disponía, por lo tan ­
to, de inform ación com pleta y detallada acerca de esas cuarenta y
dos personas a lo largo de un período de treinta años. Este libro
califica este tipo de estudio como único en la historia del análisis,
dado que los costos que im plicaT unidos a la dispersión im perante
en el m ovim iento psicoanalílíco, hacen hoy im posible la realización
de una em presa de esta envergadura.
Por lo tanto, hay que considerar este trabajo com o un ápax en
la historia del m ovim iento analítico. Es decir que estas dos d éca ­
das de publicaciones sobre los borderlines tienen com o punto de
partida el esfuerzo de la M enninger Clinic, que representa una de
las corrientes principales en la psiquiatría y la psicología n ortea­
m ericana. en la m edida en que se trata de una intersección entre
psicoanálisis, psicología y psiquiatría. El libro de Kcrnbcrg, pu bli­
cado en 1967. es un prim er síntom a de esta nueva intersección; es
el prim er resu lta d o del trabajo de este proyecto realizado en la
M crm inger Clinic, que se inició en 1952, siendo K ernberg su d irec­
tor.
La esperanza del proyeelo era llegar a. obtener criterios científi­
cos para definir la eficacia ríe la psicoterapia analítica en esos cua­
renta V dos casos, que no se podían definir como neuróticos a par­
tir de sus síntom as.
Su resultado es precisam ente este concepto de borderlinc. que
se presenta, entonces, hacia lines de los años '70. no como una
bolsa de gatos, sino com o una entidad clinica verdadera, que se
puede definir por exclusión, ésta es su peculiaridad: no es ni nor­
m alidad ni neurosis ni perversión ni psicosis. Es un diagnóstico de
Sgjructura m arcado por una detención del desarrollo de la función
d £ L c g a La am bición de este proyecto consiste ju stam ente en la d e ­
finición de un nuevo encuadre, de un nuevo diagnóstico a partir de
las funciones del ego. En este sentido realiza el proyecto iniciado
por Ann a Freud en los años ’30: lograr una sistem atización a partir
de las fu n don es y del desarrollo del ego tan precisa como la que
puede lograrse a partir de los síntomas.
1.a im portancia de O tío Kernberg reside en que es la única per­
sona de ese medio dedicada a pensar la intersección entre psiqu ia­
tría y psicoanálisis en los Estados Unidos. La Universidad de Co-
lumbia es el único centro en el que trata de elaborarse y difundirse
una doctrina precisa al respecto. Cuando se produjo el escándalo
en torno de la difusión del DSM III como m aquinación antipsicoa-
nalítica, las negociaciones con la Asociación A m ericana de Psiqu ia­
tría fueron dirigidas por gen le del grupo de Colum bia y del New
York State Hospital, que responden a la orientación de Kernberg.
Así debe tenerse en cuenta estas proposiciones que surgen de un
lugar en el cual el pensam iento y el poder se reúnen, y tom ar en
consideración toda su importancia.
El propósito explícito de OUo Kernberg en su libro es proponer
una organización del yo continua en sus diferentes m ecanism os de
defensa, en este sentido realiza por lo tanto el proyecto de Anna
Irreud. Pero Kernberg piensa que el error de Ann a Freud fue pensar
que la continuidad de los m ecanism os de defensa era histórica. No
coincide con esa posición y opone por lo tanto a esa continuidad
cronológica un continuo de organizaciones estructurales.
Lo que le perm ite a Kernberg organizar este continuo es pensar
que todo lo que am enaza la consistencia del yo y su organización,
lodo factor negativo o de negatividad, debe ser pensado como positi­
vidad. Entonces, lo que se presenta de este m odo negativo stritipn-
debe ser positivizado. Esta posición siempre halaga al empirismo.
Positivizando esta amenaza de destrucción produce su nueva cate­
goría que le permite com pletar la serie de form as de personalidad
que amenazan la coherencia del yo. Un yo que pudiera funcionar
sin ningún delecto seria un yo sin personalidad. Las otras persona­
lidades histéricas, esquizoides, paranoides, obsesivas, siem pre se
presentan como un factor que amenaza este funcionamiento ideal.
Finalmente, tenem os algo que se presenta como siendo una per­
sonalidad que no es ni neurótica ni psicótica ni perversa sino una
organización limite, bautizada en forma precisa de esa manera: "or­
ganización lím ite1 '. Mediante esta operación lógica se tiene entonces
una serie, que se presenta como continuidad y que se apoya sobre
un punto: lardes confianza en el síntom a. En la obra de Kernberg de
1975. esto está dicho claram ente: "El paciente se presenta con lo
que en la superficie parecen ser síntomas neuróticos típicos, pero
el diagnóstico final depende de la patología del yo que le es caracte­
rística y no de los síntom as descriptivos". D ina que, en el fondo, to­
da la cuestión de los casos limites es consecuencia de una doctrina
de desconfianza en el síntom a, el paciente presenta algo que pare­
cen sintonías pero tanto el diagnóstico final como la orientación de­
cisiva de la cu ra dependen de la organización del yo..
Podem os p re g u n ta m o s entonces qué es exactam en te aqu ello
que K ernberg llam a "síntom as neuróticos típicos". A K ernberg le
parecen sín tom as n eu róticos típicos las obsesion es por ejem plo
-a u n cuando no enfatiza la división subjetiva que im plica- siendo
para él lo típico de la obsesión el hecho que la m isma surge im po­
niéndosele al sujeto. No enfatiza precisam ente lo que Freud siem ­
pre destacó en la neurosis obsesiva como la lucha perm anente que
la caracteriza, lucha y división que Freud ya enfatiza en su histo­
rial sobre el Hom bre de las ratas. Tam bién considera de este m odo
a las fobias, pero las fobias a las que se refiere 110 se organizan en
torno a un significante que las cristaliza y organiza, sino más bien
a fobias m últiples que indican sencillam ente la presencia de a n ­
gustia. Cuando pasa a referirse a los síntomas histéricos no exam i­
na las conversiones, los síntomas conversivos propiam ente dichos,
sino los rasgos de lo que podríam os llam ar la vida am orosa erotiza-
da de la histeria.
Si tom am os los síntom as con estos criterios y razonam os de
acuerdo a ellos, es perfectam ente posible ser psicólico y tener una
vida am orosa com plicada o bien experim entar m andam ientos y ser
psicótico o sentir angustias difusas y ser psicótico.
AI definir de este modo el síntoma, basándose de manera primor­
dial en el comportamiento, no en lo que el paciente dice -estilo que
se adecúa muy bien a la in lcrfase psiquiatría-psicoanálisis-, hace
posible la introducción de la desconfianza ante el síntoma. La con­
traparte que introduce es la confianza en la supuesta personalidad,
él mismo lo dice así: MMe preguntan si es posible o no realizar un
dígnóstico diferencial entre todos estos grupos de personalidades y
si no existe el riesgo de una peligrosa rigidez al intentar íljar la pato­
logía de la personalidad a lo largo de un continuum". Su respuesta
es: MUn diagnóstico diferencial y descriptivo es efectivam ente posible,
se puede ubicar experimenl.almcnte al paciente a lo largo de un con-
tútuum según la gravedad de la patología de la personalidad'*.
De este modo, estos dos planteos de Kcrnberg. la desconfianza
en e) síntom a por un lado y la confianza en la personalidad por el
otro, inLrodueen una nueva y exitosa clinica en la intersección en­
tre psiquiatría y psicoanálisis, clínica que logra cierto tipo de éxito.
¿Por que?
Es exitosa porque es verdad que lo que cam bia en la experiencia
analítica es el síntom a. El síntom a se desplaza V ésta es una de las
razones que perm itió sostener, en el ám bito analítico, cierta des­
confianza hacia el síntoma. Cuando leem os por ejem plo a Mclanie
Klein en Relato del psicoanálisis de un nifio, vem os que no hay allí
dem asiados datos acerca del síntoma, lo que surge como esencial
es acentuar aquello que no cam bia dem asiado en el análisis, es de­
cir, el fantasm a y la posición del analista, definida a partir de la
transferencia, como objeto en el fantasma del paciente.
Si uno organiza la clinica psicoanaJítiea alrededor de este punto,
desaparece el sini orna como punto de apoyo. Por lo tanto, la intro
ducción de esta desconfianza encuentra cierto eco en el m ovim ien­
to psicoanalitico, no solamente del lado de la psicología del yo. sino
de otras corrientes que acentuaban la im portancia del fantasma.
Del otro lado de la interfase. en la psiquiatría, hay también una
doctrina de desconfianza hacia el síntoma. Esta doctrina nueva se
debe a un tactor objetivo que es el éxito de las terapias químicas.
Cuando se dispone de una m edicación como la clorprom azm a. que
puede servir para tratar desde los estados de angustia y la depre­
sión hasta el delirio, o cuando los an ti depresivos pueden ser usa-
tíos para los casos de angustia aguda, surgen nuevos interrogantes
r\\ Ja clínica, por los cuales el síntom a sólo parece tener interés en
In medida en que se lo define como lo que responde a delermIñudo
medicamento.
Se produjo así una doctrina oficial de desconfianza al síntom a, o
sea la doctrina del síndrom e con ítem s y exclusiones, que es la
doctrina actualm ente difundida por la O rganización de la A socia­
ción Am ericana de Psiquiatría con el DSM III y IV.
Tenem os aquí Jas dos vertientes de la nueva alianza, la aJianza
que se configura entre un m ovim iento analítico que desconfía del
sintonía y un m ovim iento psiquiátrico que también desconfía del
sin Loma. De es ia manera, la negociación p o r ejem plo entre las ver­
siones del DSM III y el IV, su versión revisada, giran alrededor de la
introducción de un eje de personalidad entre lo s diagnósticos posi­
bles.
Esta doctrina de desconfianza en el síntom a confirm a el m o vi­
m iento que Lacan preveia en su texto sobre la "D irección de la cu­
ra...” y las criticas que él hacía, en los años 60 a las nuevas form as
de con ceptu alización qu e aparecían en el m ovim iento analítico,
tan Lo del lado de la psicología del yo com o del lado de los que acen­
tuaban tipos de transferencia y contra-transferencia. Lacan, por el
contrario, acentuó el síntoma; la doctrina de Lacan es por un lado
una doctrina de la consistencia del síntom a y, por otro, una doctri­
na de la inconsistencia de las form as im aginarias del yo.
Desde este punto de vista podem os retom ar entonces, creo» este
m ovim iento y la pregunta acerca de los lím ites en las psicosis.
Lacan siem pre m antuvo su interés por lo que llam aba la envol­
tura form al del síntoma. Esto se puede verificar en sus presenta­
ciones de casos, tanto los publicados en su Sem inario III, Las Psi­
cosis y en los Escritos, como en su presentación de los años '70,
publicada en el Artaíítícón, "U na psicosis lacaniana” . En ella se ve
cóm o Lacan bu sca en una psicosis la envoltura form al del síntoma.
Busca el m om ento en el cual surge un fenóm eno elem ental y lo que
le interesa en el delirio es ese m om ento en el cual, más allá de la
organización del delirio, este fenóm eno elem ental surge. A este fe­
nóm eno elem ental le opone las organizaciones siem pre parciales
que se llaman delirios. Es decir que Lacan no cree en el delirio ge
neralizado, el delirio según él es una tentativa siem pre parcial.
Debemos recordar que el “siem pre parcial” tiene una cuantifica-
cíón en l^acan, es del orden del no todo; no todo en una psicosis es
el delirio. El delirio parece presen tarse, precisam ente, com o un
universo. Hay. sin em bargo, una lógica esencial del n o todo del
universo del discurso; siem pre parcial porque siem pre hay un ele­
m ento que está fuera del universo del discurso. D ecir que el delirio
es una construcción siem pre parcial y decir que el psieótico está
fuera del discurso es equivalente, porque siem pre hay producción
de esa función en lo real llam ada objeto u.
O bjeto a que es un o b jeto inm undo, es un objeto que nunca
puede inscribirse en algo que seria una descripción de un universo.
Siem pre en un delirio se produce este punto de inmundicia.
Entonces hasta ios años '70 Lacan acentúa una primera versión
del síntom a a partir de la im portancia de los fenóm enos elem enta­
les.
Pero, a partir de los años '70 surge otra versión del síntom a»
precisam ente la que nos interesa a todos, la nueva definición que
después, en 1976, será nom brada por el "sinthom a" con una nueva
ortografía que define un nuevo concepto. Este nuevo concepto -c o ­
m o lo desarrolla J.-A. M iller- es definición del síntom a en tanto que
es real. El sintonía no es definido ya solam ente del lado de lo sirn •
bolleo. El síntom a en tanto que real es una función real, que per­
m ite pasar de lo sim bólico a lo real. Vem os en lo que se refiere al
síntom a el mismo desplazam iento que ta ca n realizó con el fantas­
ma, desde el fantasm a como im aginario al fantasm a como real.
Lo peculiar de esta doble vertiente, de este retorno al síntom a y
a su definición en la enseñanza de Lacan, es que los fenóm enos
elem entales -qu e parecían en su definición sintom ática servir m ás
bien de guia hacia el desencadenam iento de las psicosis, aunque,
por ejem plo, las circunstancias del desencadenam iento no estén
dadas muchas veccs por su estructu ra- nos guían hacia el núcleo
central de las psicosis. Las alucinaciones nos inform an m ucho más
que la tem ática delirante, nos dan las circunstancias, el punto en
el cual el sujeto se eternizó.
La segunda vertiente del síntom a en Joyce-ei-sm fhom a es com ­
pletam ente distinta, precisam ente es la vertien te de las estabiliza­
ciones la que nos perm ite pen sar cuál fue la razón que le perm itió
u Joycc no delirar. A u nqu e parece que en estas epifanías se pro
(kijeron fenóm enos m uy cercanos al fenóm eno elem ental, algo de
lo real parecía im ponerse, p ero precisam ente lo que su rgió fue
una construcción que Lacan planteaba com o la de un sujeto Joy-
i c desab on ado del in con sciente. Lacan eligió esta m etáfora del
ubonado al teléfono porque con esta m etáfora pu ede verse que si
uno está abonado al teléfono entonces algo puede contestarle. Si
uno. por ejem plo, se abonara a una revista, podría recibirla, pero
k | no está abonado, los m ensajes no circulan ni en el teléfon o ni
en la revista.
Este aislam ien to del sujeto, esta separación, para tom ar o lio
concepto de Lacan, entre inconsciente y sujeto, fue el resultado de
la nueva definición del síntoma. El abono de Joyce al sinthom a lo
corta del inconsciente. En este sentido la vía elegida por Joyce es la
de no pasar por un análisis, por el recorrido del inconsciente, sino
por la literatura.
Pero recordem os que es la via elegida por el sujeto, por Jam es
Joyce, quien tuvo éxito en este recorrido. Porque si pensáram os la
producción literaria como forma de evitar la psicosis, tendríamos
innumerables casos donde se dem uestra lo contrario. Por ejemplo,
Lowry es un escritor y es un escritor genial; pero Lowry no evitó la
psicosis de la m isma manera que Joyce. Su Under ihe Volcano es
una obra en la cual se pueden leer las tentativas de obtener el m is­
mo éxito que Joyce obtuvo con su obra, pero algo falló. Jacqucs
Aubcrt está haciendo un trabajo com parado entre la obra de am ­
bos autores que, creo, nos resultará muy útil.
El éxito obtenido por Joyce se debe a que él creó de m anera in é­
dita un nuevo tipo de literatura. Creó algo que no es del orden de la
sublim ación o más bien que nos perm ite reconsiderar la sublim a­
ción a la luz de su esfuerzo, a la luz de este esfuerzo para croar
una nueva literatura en la cual el lenguaje o la lengua se eleva a la
posición de un sem blante de lenguaje.
Estas dos vertientes que se dibujan entre los fenóm enos elem en ­
tales y el síntoma, nos introducen a lo que fue ayer el titulo de mi
primera conferencia: MLas tres exigencias que se pueden deducir de
la enseñanza de Lacan sobre las psicosis".
Hay pues posibilidades que se deducen de la enseñanza de La­
can. pero tam bién ten em os exigencias pava con nuestra clínica,
que consisten en este retorn o a una confianza en el sinlom a. La
prim era exigencia, entonces, es confiar en el síntom a, buscando
su organización, siem pre que se pueda, en sus dos vertientes, tan­
to del lado de los fenóm enos elem entales com o del lado del sin to ­
ma.
Por el lado de los fenóm enos elem entales tenem os, en la obra de
Lacan y en sus presentaciones de casos, la perm anente búsqueda
de estos fenóm enos, sea o no evidente la psicosis. Buscar este tipo
de fenómenos es m uy útil para los analistas, sobre todo en las en­
trevistas prelim inares. Cuando se enfrentan con un sujeto que ''pa­
rece" presentar síntom as neuróticos a típicos, es muy útil buscar el
fenómeno elem ental, de lo contrario el analista puede tener sorpre­
sas. Lacan, en su sem inario de 1956, hace un señalam iento sobre
las sorpresas, dice: “ No hay que tomar en análisis a los pre-psicóti-
eos porque sino rápidam ente, en una sesión un poco movida, se
transform an en verdaderos ps te óticos".
Actualm ente en el seno del m ovim iento psieoanalítico, con la g e ­
neralización de las enseñanzas de Lacan, la tendencia se modificó,
vem os que hay cada v e z m ás analistas que. m unidos de una nueva
doctrina para el m anejo de la transferencia, tom an en análisis a
sujetos psicóticos.
Los ana lis Las saben ahora, están alertados acerca de qué puede
ocurrir cuando se dcciden a tomar a alguien que está al borde del
brote. La nueva forma de sorpresa se produce cuando un brote psi'
cótico surge en un paciente después de ocho o nueve años de análi­
sis. sin que el analista pudiera dudar o pensar que eso pudiera pro­
ducirse. No se trata de la misma sorpresa que aquella de la que L a ­
can habla en 1956. Se trata de un desplazam iento de la práctica.
H ace ya diez años que estoy trabajando en el Hospital Sante-Anne.
Durante estos años hem os visto una serie bastante grande de per­
sonas que tenían brotes psicóticos perfectam ente auténticos, des­
pués de ocho o nueve años de análisis, para total sorpresa del ana­
lista. Es interesante ver también a los analistas y apreciar si habían
encontrado o no en las entrevistas preliminares o en momentos del
análisis fenómenos de este tipo.
Tom an do las cosas desde este ángulo siem pre se encuentra que
hubo fenóm enos elem entales que fueron desconocidos por el a n a ­
lista. Fueron desconocidos porque el analista no confiaba en ellos,
sino más bien en un estilo de personalidad, en un funcionam iento
fantasm áüco, en una descripción de la articulación que funcionaba
en esta época entre el sujeto y el O tro en el fantasm a. Ocho o n ue­
ve años después, también debido a los desplazam ientos sufridos
por el análisis, en un encuentro peculiar, en u na tyché necesaria,
se desencadena el brote psícótieo que perm ite pensar que en ese
momento en el sujeto algo de los tres registros -lo real, lo sim bólico
y lo im aginario- se separó.
Estas reflexiones sobre la confianza en el síntom a se apoyan a si­
m ismo. puede decirse, en dificultades de la práctica que m e pare­
cen nuevas en la medida en que son contem poráneas del aumento
y la difusión de los contactos entre analistas y pacientes psicóticos,
que surgen durante análisis cuya duración puede ser muy larga,
lis ia es entonces la prim era exigencia.
La segunda es describir, para nosotros mismos, de la manera
más precisa posible las form as en las que un síntom a se produce
on el análisis de un sujeto psicótico. Vale decir, cóm o algo llejía a
estabilizarse en un nuevo síntoma, cómo una relación con lalengua
produ ce ese pasaje entre lo sim bólico y lo real que calina sin el
apoyo de la función paterna.
Por ejem plo, en el caso que se discutió h oy por la m añana la
función desem peñada por el Evangelio casi parecía un fenóm eno
de estructura que debía subrayarse. Las páginas intercaladas en el
Evangelio al igual que cJ apoyo esencial de esta paciente en una
form a m aterializada del Otro, que se presenta como el libro -m a te­
rial pues se presenta de m odo m aterial y fin ito- en el cual lo esen ­
cial es que siem pre se le puedan añadir páginas. El problema es
cóm o se hace ver ese S] que se articula y que no puede no cesar de
escribir nuevos Sj, las nuevas páginas que se le añaden.
El problem a es que no hay un operador del tipo del Nom bre-del-
Padre, operador que perm ita introducir paréntesis que definirán un
conju nto ordenado. No hay un conjunto ordenado con un ley de
com posición interna pasible de ser establecida, un térm ino tal no
puede surgir.
El problem a pues es cómo, al mismo tiempo, intercalar páginas
y obtener un efecto de paso de la respuesta a lo real, no un efecto
de significación. Esto puede articularse, pero no pensarse sin su
definición de un m undo nuevo en el que ella está definida del lado
de Jesús. T a l com o lo decía Lacan, los servidores de Dios finalm en­
te acaban pensando que ellos m ism os son Dios. En este caso no
puede 110 pensarse como Dios, en este caso ahí rio se puede pen ­
sar, y es éste el lu gar del delirio, siem pre parcial, cuya lógica de
funcionam iento es la del no-todo que se articula en una sucesión
siem pre aislada y repetitiva, que perm ite que siem pre se intercalen
nuevas páginas. Pero conlleva una exclusión que la fundamenta, el
nuevo Evangelio que ella está escribiendo, dado que se coloca en la
posición del escritor del Evangelio que le falta a los otros Evange­
lios que ordenan la vida humana. Este nuevo Evangelio crea asi
una nueva posición. Esta posición oscila con la posición en la que
es un objeto que cae. Vacila entre ambas posiciones, las cuales le
perm iten sostenerse fuera de discurso, logrando una articulación
sintom ática con el mismo. Estas páginas no se pueden interpretar,
siendo éste el punto que su escritura tiene en com ún con Joyce.
Pensar que un psicótico se cura escribiendo es insuficiente. Los
hospitales psiquiátricos están llenos de escritos de psícótieos, pero
la función del analista no es interpretar esos escritos sino perm itir
al sujeto mantenerse en el orden de la palabra, apoyándose para
ello en dicha escritura, la cual es siem pre del orden del un S i que
se repite. Nuestra tentativa, por ende, no es la de m antenernos en
el orden de la letra sino en el del significante.
Segunda exigencia, decíam os entonces, la de describir de la m a­
nera más precisa posible las form as de estabilización de esta lógica
de exclusión del universo del discurso. En este sentido, se debe su ­
brayar y generalizar lo que en el texto de 1956 aparece de m odo
marginal, el em puje-a-la m ujer [pousse-á-la fenune],
El em puje-a-la m ujer es una estructura lógica, pero este em puje
se relaciona con la pulsión. La pulsión tiene algo del orden del e m ­
puje y es cierto que este em puje-a-la mujer es la nueva form a de la
pulsión que se desprende del íuncionam iento de las psicosis, a rti­
culada con una estructura lógica que es precisam ente la de La m u­
je r que les falta a todos los hom bres. Vemos siem pre en las psicosis
esta form ación de "el todo", un todo siem pre parcial, en el que algo
falta.
Recuerdo eJ ejem plo de un sujeto psicótico que vi, de sexo fem e­
nino, cuya primera alucinación apareció cuando salía de la em pre­
sa m ultinacional en la que trabajaba, llam ém osla ABM. Al salir de
la empresa escucha la prim era alucinación: “Miss ABM ” . La estruc­
tura de esta primera alucinación constituía el universo de lo todo,
lo todo era A BM com o figuración imaginaria de la mu ti nación al, y
la paciente se definía como La m ujer que faltaba en ese universo,
"M iss A BM ” era lo que en tanto todo le faltaba a ABM . La estructu­
ra del fenónem o elem ental es, en este caso* la que introduce el de­
sarrollo de su psicosis, que era una esquizofrenia paranoide.
Si tratamos de ver cómo se construye, cómo se estabiliza esta ló ­
gica, disponem os hoy de instrum entos más precisos que lo que La­
can llam aba en una época la m etáfora delirante. ¿C uál es la dlfieul'
Lad de ta metáfora delirante? Precisam ente, la ausencia de la teori­
zación del objeto a. La m etáfora paterna perm itía introducir una
función que se aplicaba a este conjunto ordenado produciendo una
significación y un significante, el falo y una significación del goce.
IS1 problema consistía en cómo hacer funcionar lo que Lacan llamó
en esa época metáfora delirante sin la función del paréntesis que
Introduce la m etáfora paterna. El padre no operaba en su función y
cI desencadenam iento se produce cuando la función que está v a ­
cia, y debe estarlo, es ocupada por Un padre. El vacío de la función
por ende es ocupado. En la escritura lógica de Frege una función
« c define siem pre com o un argum ento vacio, como un lugar que
permite m antener vacío el predicado. La ocupación de dicha fu n ­
ción produce no una función sino su ruptura y una oposición. Por
lo tanto, no hay term ino que ordene el conjunto, sino más bien un
goce que se opondrá al funcionam iento significante y que producirá
un lugar externo. Lugar que más adelante será tcmat.izado con el
objeto (x.
La m etáfora delirante se puede pensar de manera más precisa
con esta lógica del em puje-a-La mujer, del no-todo, en la que el su­
jeto se produce como el objeto que falla en el universo del discurso.
T rata pues de hacerse representar en este universo m ediante la in­
vención del n uevo significante de La m ujer que trata de instalar
frente a la repetición de ese significante solo, que se repite sin a rti­
culación. Trata de producir el significante pero pasando siem pre
por esa vi a im posible, la de producir un significante a partir del go
ce. un goce nuevo que siem pre surge. Cada vez que hay desencade­
nam iento de la psicosis podemos constatar la introducción del su ­
je to a un goce nuevo, goce que constituye en si el desencadena­
miento de la psicosis. Entonces, esta segunda exigencia pasa por el
establecim iento de la serie de estabilizaciones.
La tercera, vigente en todos estos casos de. psicosis, es ubicar la
posición del analista en la transferencia. Si nos apoyam os en la e s ­
critura del discurso del analista; _a_ %
vS2 // Si
Sabem os que la dificultad de las psicosis reside en que el an ali­
zante se pone del lado del objeto a, es decir del lado en que habi-
tualm entc se coloca el analista y ocupando ese lugar del objeto u
produce la división subjetiva. Precisamente, a la inversa, el sujeto
psicótico es quien se coloca en la posición de el que sabe, nunca es
el O lro el que sabe para el psicótico. es él quien puede enunciar un
saber desconocido para el Otro. Este saber desconocido por el Otro
es del mismo orden que el que Freud le señala al H om bre de las ra­
tas, el goce desconocido del sujeto. Lo desconocido para el neuróti­
co. el goce en su conexión con el saber, en el psicótico, en cambio,
es conocido. En este p u n ió un psicótico es el envés exacto del
I Iom bre de las ratas, porque el horror que produce ese saber en c o ­
nexión con el gocc es que el Otro goza de él, del sujeto.
Que el psicótico ocupe este lugar produce la división del analis­
ta, quien vira entonces en su posición. Podem os así dibu jar las dos
tentaciones que experim enta el analista: la primera es la de la con­
tratransferencia. es dccir, su propia división causada por el an ali­
zante, quedando hipnotizado por el sujeto que ocupa ese lugar de
objeto» objeto de torm ento, siem pre torturado por el Otro: la segun­
da. en cambio, consiste en ubicarse como amo, tentación de la cual
hay que m antenerse a distancia. Alrededor de estas dos tentacio­
n es se podrían elaborar una serie de proposiciones analíticas.
En 1o que se refiere al saber, si el sujeto psicótico es el que pu e­
de enunciar “yo sé", "se qué soy", "la m arrana del universo” por
ejem plo o también "soy Jesús en e! universo del Evangelio” , ése es
un saber que implica una lógica que forcluyc al sujeto, el cuaJ es
producido como rechazo por este orden del saber. La posición del
analista está de este m odo det< rm inada por la peculiar estructura
del saber en las psicosis.
En to m o a estas dificultades, en nuestro ámbito de trabajo, su r­
gieron cierto núm ero de propuestas que se basan en ciertas cons­
tataciones. En prim er lugar, cor. statam os que el psicótico trata de
sostener u n nuevo orden de discurso. Lo hace poniéndose él m ism o
en la posición de poder garantizar este nuevo orden. En segundo
lugar, se observa también que el sujeto psicótico impone al analista
esta posición de testimonio, desde la cual am bos garantizarían un
nuevo orden del universo fuera de discurso. La exigencia psicótica
se apoya en la inexistencia del discurso como tal, en la inexistencia
de una inscripción en el discurso, pero se sostiene insertándose en
la oposición entre el funcionamiento de lalengua y el funcionam ien­
to de un lenguaje.

Tenem os entonces la vigencia de las tres exigencias que se pu e­


den deducir de la enseñanza de Lacan en lo que se refiere a las psi­
cosis, Primero, un marcado interés en un m odo de guiar el diálogo
con el sujeto para deLectar el núcleo de aquello de lo que habla, no
de la temática de la que habla. El núcleo puede entenderse a partir
del circuito del sujeto que se inscribe en el grafo del deseo. Si en su
paso por e! Otro (A) se produce un fenómeno de retroacción que in ­
troduce al sujeto a la significación que viene del Otro s( A ), lugar
donde Lacan identificó al síntom a como respuesta del Otro, debe
recordarse que era una respuesta que pasaba por lo sim bólico. El
núcleo se basa también en una metáfora utilizada para describir
los térm inos del grafo como átom os de com unicación, del mismo
modo en que LÁvi-Strauss podia hablar del átom o de parentesco.
Se hace referencia así a una serie limitada de térm inos cuya es­
tructura es la de la retroacción. En el caso de las psicosis la es­
tructura de la retroacción está com pletam ente modificada. Arriba,
ji la izquierda del grafo tenemos escrito el térm ino de gocc y a la
derecha el térm ino de voz. En las psicosis lo que se conecta son la
v o z y el goce. Existe pues en este grafo el m ism o tipo de transfor­
mación que la que existe entre el esquem a R y el esquem a I, a u n ­
que n o esté efectuada. J.-A. Miller ejem plificó hace poco las trans­
form aciones posibles de este grato.
La célula elem ental del grafo, el átom o norm al de com unicación,
asum e la forma del núcleo de com unicación psicótica. O sea que
cuando el sujeto psicótteo se dirige al Otro, en lugar de encontrar
un enigma, en lu gar de tener que pasar por la respuesta del Otro
para saber qué dijo él mismo, por el contrario encuentra ahí algo
que se pronuncia, una significación previa en el Otro. Esta signifi­
cación es significación de goce, y podernos asi atenernos a la indi­
cación de Lacan según la cual el psicótico ssólo se ubica en el pri­
m er piso del grafo y no en el grafo com pletam ente desplegado.
La conexión entre voz y goce está por fuera del grafo. Si el grafo
se llama grafo del deseo, su revés podría denom inarse el grafo del
goce. Puede decirse que es el grafo que Lacan tardó años en desple­
gar hasta encontrar el nudo borrom eo, y en ‘L a tercera1' diferencia
así el goce y los goces en su diversidad: el goce del Otro, el gocc se­
xual, el goce fálico. que se inscriben en el nudo borrom eo. J.-A. M i­
ller ha señalado cóm o el grafo del deseo excluye de su red precisa­
mente a los térm inos del goce.
Cuando hablo del núcleo psicótico me refiero precisam ente a la
ruptura de ese funcionam iento y al surgim iento de un funciona­
m iento diferente de la comunicación donde la respuesta es primera,
reem plazándose asi 1a estructura de la retroacción propia del sínto­
ma neurótico por una estructura en avanL-coup, en anticipación. El
núcleo psicótico sería esta modificación de la estructura del átomo
de comunicación, aunque pueda discutirse esta metáfora.
La segunda exigencia es hacerse una idea de que es la produc­
ción de este síntom a, por un lado inanalizable y, por otro, estabili­
zador del paciente. Para ello es esencial u bicar correctam ente el
síntom a al final de un análisis. La relación que establecem os con el
síntom a no es una doctrina de la licuefacción del síntom a como
efecto m ilagroso de la liquidación de la transferencia. En lo que h a ­
ce a la relación del sujeto cori el síntom a l^acan lo teorizó introdu­
ciendo, por un lado, la identificación con el síntom a y, por otro, c o ­
mo relación incurable. Se puede atravesar el fantasm a pero queda
esta relación de im posibilidad de curación y todo el recorrido de un
análisis es alcanzar esc punto de imposibilidad. Eri caso contrario
perm anecem os en una relación de posibilidad, m ientras que lo que
debe alcanzarse es el punto de imposibilidad.
La terrera exigencia, por último, es la de definir esa nueva posi­
ción del analista en la transferencia, es decir, la erotom ania, y tam ­
bién definir esa posición a partir de la íorclusión del saber de la es­
tructura de las psicosis.

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