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CON EL SUELO TAN PAREJO…

Como parte de un curso sobre “Los doce pasos para la atención de adicciones,
por medios espirituales”, me tocó atender a una chica que había intentado suicidarse por
segunda vez en el año. No sabiendo en verdad que hacer, se me ocurrió llevarle al
pabellón de VIH (SIDA) del Hospital Civil de Guadalajara.

Es un lugar triste, en donde están encamados solo los casos terminales, en su fase final;
Es un lugar en donde nadie sabe que hacer, ni los médicos, ni los enfermos y mucho
menos los visitantes; Lo único práctico es llevarles nieve, pastel o alguna fruta picada y
darles en la boca lo que ellos apetezcan.
Con las precauciones del caso: asepsia, guantes, etc., se les dan ligeros masajes en la
espalda, unas suaves caricias, pues su piel está muy delicada y sangra fácilmente, a ellos
les gusta platicar y que les platiquen y hay interesantes historias en cada uno de los
pacientes.

Mi invitada soportó solo unos minutos y entró en crisis, me jaló hacia el exterior para
decirme nerviosamente: -¡esto es muy peligroso, nos podemos infectar! ¿No tiene usted
miedo?
-No. Le dije, hay muchos voluntarios y a nadie le ha pasado nada.
-Pero a una persona como tú que quiere morir, no debe darle temor.
-¡Pero no así…!
-Mira muchacha, tu ya has intentado morir dos veces y lo has hecho mal; esto es seguro,
nadie sobrevive a esta enfermedad y es una buena oportunidad de que hagas algo bueno,
que dignifique tu muerte.
-Pero morir así me da miedo, es horrible.
-Sin embargo ellos no quieren morir, están aquí con la esperanza de que algo les
prolongue la vida, están en espera de un milagro.
-Si me di cuenta, están esperando algo, que extraño…

No se con certeza que efecto tuvo en esta chica esta experiencia, pero volvió a
inscribirse en la carrera y parece que dejó de ser dependiente de la sustancia a la que era
adictiva.

Agustín Hernández Vidal.


3 de diciembre del 2006

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