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CORRIENTE

PERSISTENTE
(Perseverancia)
“Y también nos gozamos de las
aflicciones, porque nos enseñan
a tener paciencia; y la paciencia
nos ayuda a superar las pruebas,
y así nuestra esperanza se
fortalece”.
Romanos 5:3-4

Desde lo alto de una montaña, un


arroyo se iba formando. Gotitas y más
gotitas de agua se iban juntando y
cada vez crecían más hasta formar un
incipiente arroyo. Era tan pequeño
el arroyo que la mayoría de sus go-
tas se dispersaban por todo lado. Pero
el destino de este arroyo era volverse
un manantial, después un riachuelo y
luego un gran río. Al menos eso era lo
que aspiraba a ser el pequeño arroyo
naciente.
Bajando por la montaña, el arroyo tra-
taba de tomar fuerza. Juntó más y
más agua, y poco a poco iba tomando
forma. Hasta que en la mitad del ca-
mino se encontró con una roca enor-
me. Tan grande era que parecía una
casa plantada en la mitad del camino
y no dejaba pasar el agua ni por un
lado ni por el otro, y las pequeñas go-
titas de agua se perdían en la tierra.
“Voy a tener que hacerlo con más
fuerza si es que quiero pasar al otro
lado”, pensó el arroyito. Pero no era
fácil el camino, la roca era demasiado
grande.
La mañana siguiente decidió intentar-
lo de nuevo. Un intento, y otro más.
Y allí se iban agotando las fuerzas del
arroyo. Y cuando estaba a punto de
rendirse, escuchó la voz más gruesa y
tenebrosa que había escuchado jamás.
—¡Jo, jo, jo! —rio la roca—, ¿intentas
pasar sobre mi? Eres un arroyuelo in-
significante. Jamás podrás hacerlo.
—No intento pasar sobre usted, señora
roca —respondió el arroyuelo—, sola-
mente intento pasar hasta el otro lado
porque mientras más avance en el ca-
mino, más pronto me convertiré en un
gran río. Por eso, señora roca, le pido
de favor, ¿podrá usted apartarse un
poco del camino? Así no la molestaré
y usted no tendrá que sufrir por mí.
—¡Jo, jo, jo! ¡Ja, ja, ja! —pegó una
ronca y lenta risotada la roca sober-
bia—, no me moveré solo para darte el
gusto de pasar. Tendrás que llevarme
con la corriente, ¡ja, ja, ja!
El arroyito no pudo hacer más nada
por ese día. Y en verdad estuvo a pun-
to de rendirse y dejar que la roca se
saliera con la suya. Cuando estaba a
punto de dejar que sus aguas se dis-
persen, escuchó hablar a la montaña.
—Hoy eres un arroyo pequeño —re-
tumbó solemnemente la montaña—,
pero mañana serás un gran río. Esa
roca es grande ahora, pero nunca cre-
cerá más de lo que ya ha crecido.
Eso le dio nuevas fuerzas al arroyue-
lo para intentarlo de nuevo. Lo hizo
al día siguiente, y una vez más al si-
guiente día, y otra vez más. Y la roca
se burlaba cada vez que el arroyuelo
lo intentaba. Se reía y se burlaba, ase-
gurando que jamás podría moverla.
Pero con el paso de los días, el arro-
yuelo fue tomando experiencia. Ya no
era el pequeño arroyo que nació con
un poco de agua. Se había ya conver-
tido en un riachuelo joven y cada vez
estaba más fuerte. Solo necesitó un
día de lluvia y entonces todo cambió.
Las aguas se juntaron y el joven ria-
chuelo empezó a bajar desde la mon-
taña, cada vez con mayor fuerza. Y
cuando llegó al lugar donde la roca le
impedía el paso, aumentó la velocidad
y la fuerza hasta que: ¡PUM!, chocó
irremediablemente con la gran roca
que parecía adherida al camino como
si la hubieran clavado allí.
Por un momento la roca se asustó de
la fuerza con la que había llegado el
riachuelo, pero viendo que no pudo
moverla, se echó a reír más fuerte que
nunca.
—¡JO, JO, JO! ¡JO, JO, JO! ¿No te ha-
bía dicho que te rindieras? Caramba
que eres un arroyo terco.
—Entiendo que eres una gran roca —
respondió el riachuelo—, pero estás en
la mitad del camino. Bien podrías mo-
verte, pero no has querido hacerlo, y
yo tengo que pasar por aquí, así que
no me rendiré.
—Haz como quieras —respondió—pero
de aquí no me moveré.
Y en pocos segundos, la fuerza que
había tomado el riachuelo era tal
que poco a poco empezó a despren-
der a la roca del lugar donde se había
asentado. Primero un lado, y luego el
otro.
¡Chash!, ¡croach!, ¡crinch!
Hasta que al fin la corriente hizo que
la roca salga disparada de su lugar y
fue a parar fuera del camino. El ria-
chuelo ya se había convertido en un
joven y fuerte río que iba directo ha-
cia el mar.
—Eres una gran roca —dijo el río
mientras pasaba—, pero como dice la
montaña, no podrás ser más grande
de lo que ya eres.
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grande que has tenido que
vencer?
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sibles de hacer?
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