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LICENCIATURA EN DERECHO

Filosofía
del Derecho

Licenciatura en Derecho
NORBERT BRIESKORN

FILOSOFÍA DEL D ERECHO

BARCELONA
.EDITORIAL HERDER
1993
CURSO FUNDAMENTAL DE FILOSOFÍA

14

:FILOSOFÍA DEL DERECHO


Por NO}{Bt:RT BRlESKORN

BARCELON1\
EDITORIAL HERDER
1993
posibillca a unos órganos estatales mostrarse generosos, Sln te-
.nc1· que rechazar eventuales confesiones de culpabilidad en el
proceso judicial. Es una solución elegante, aunque en ocasiones
puede resuhar injusta.

1J1 9. La aplicación de la pena

la c:jecución debe tender a que el condenado perciba de


manera apremiame la condena de la sociedad. H ay que explicar-
le que¿¡ pertenece a esa sociedad y que cominuará pertenecien-
d0 a la m i~ma.
Cieno que el asesina ro del ti rano se permite en decermirradas
cundiciune$. Pero el castigo tiene que aportar unos espacios de
libcnad, y no ~ign i fi car su liquidación. En tanto que aplicación
del de recho debe estabilizar y abrir· un futuro . La ejecución
ÍJ1humana de la pena de muerte así como la posíbilidad de un
error «fatal» de justicia n·o tienen justificación posible.
En rodas las formas de ejecución hay que tener en cuenta la
«digniJa<l» Jel ;1cusado y de los ejecutores. El deber incumbe
ante rodo a l conden3ldo . Es él quien debe guardar su .propia
<ligniJ ad freme al apremio de la culpa, al deseo de o lvidar y
frencc a rodas las ncg.ligcncias y pasividad. Y asimismo por su
propia condición humana tampoco debe «Ínscrumentalizar» a
los ejecutores.
Hay que hacer posible La reparación . Las ayudas tienen que
servir al pro pio proyecto de futuro del condenado y no al pro-
vc:cho acrnal de la socied.ad.

Bibltvr,m/{:t. Hoorster 1987, 2H-283; Kaufmann 1961; L.ed ig 1935.

180
VI
EL D ERECHO A LA RESISTENCIA 132

Por resistencia se entie nde una acción a islada o un conjunto


de acciones, con las que se resiste o se rechaza a o tra persona o a
L1na institución. En canco q ue acción, entendida como «un cam-
bio o evitación de un cambio, que se opera voluntariamente
persiguiendo un propósito de fondo» (cf. Wright 1977, 83}, se
ve ya amenazada de múltiples modos como acto de resistencia:
la información deformada, la manipulación de la co nciencia, las
tentativas de componenda o de intimidació n perjudican el co-
nocimiento y la voluntad. Si la acción q uiere justificarse ética-
me nte, tiene que sintonizar con el obrar de otros y abrir un
futuro a espacios· de libercad . De ahí que a una acción, que se
caracceriz.a primordialmente por «ir en concra», con dificultad
se le otorga comprensión.

1. Formas de resistencia

El «golpe de estado» es una s ublevación, que arranca de las


filas de los corregentes, un cambio en las personas que dirigían y
dirigen el Estado, pero no necesariamente un cambio en el pro-
grama. La «revolución» se da, cuando algunas personas aceleran
el proceso de cambio histórico-social, cambian violemamcnce
las minorías dirigentes y cambian la forma de Estado . En ese
senrido no se da ninguna revolución pacífica. La «revuelta» de-
signa la sublevación de unas pocas personas como protesta con-
tra una política o contra una persona {cf. números 13Ss).

181
133 2. ¿Quién está jHstificado para llevai· a cabo la resistencia<

Por lo que hace al empleo de la resistencia entran en consi-


deración una persona individual, un grupo de personas y una
institución como ral insritución. Pero el peso de la decisión
carga s iempre sobre la$ personas.
En las doctrinas sobre la Tesistencia la búsqueda del lugar
que la justifica empieza en el centro de la injusticia y se prolonga
hasta los márgenes de la sociedad: es un camino que conduce de
.d enrro a fuera. Quien de una mane ra ilegítima e injusta ha al-
canzado el poder político y quien abusa de .é l está permanen-
temente obligado a poner fin a la usurpación, a·cesar en el .abuso
oficial y a colaborar en la aclaración de sus delitos.
Si el tal no cambia por sí mismo su política injusta, el deber
de resistencia incumbe ante todo a las personas o instituciones,
que han contribuido a la formación del poder político-, como el
magistrado, la justicia o los militares. Cuando en ese entorno no
logra cµajar una resistencia, pueden y deben saberse llamadas a
la misma las personas o las instirncio nes que se encuentran en
un círculo más _a mplio -y .alejado del poder. La pasividad de ese
«círculo» acaba extendiendo la competencia a t0dos los habitan-
tes de la comunidad políticamente constituid.a. A ellos se tras-
lada de hecho el poder legítimo.

3. ¿Contra quién hay qHe dírigir la resistencia?

H ace, pues, al caso tanto una persona particular como una


instirnción, en la cual y detrás de la c ual se ocultan unas perso-
nas. Mas para ello no sólo es necesaria la existencia de ·un an-
ti partido, sino también su condición de reconocible y nomina-
ble. Exige la capacidad de delimitar lo que ha de conocerse. Mas
¿cómo, cuando la injusi:icia se ha filtrado por doquier?, ¿cuando
se sirve de múltiples enmascaramientos y acaba dificultando o
haciendo imposible la n ominación de los responsables?, ¿cuan-
do la injusticia se ma nifiesta no tan solo en el exceso llamativo
de un usurpador sino en el trato normal y quizá hasta aparece
como algo rutinario en el procedimiento legal?
¿Contra quién ha de dirigirse la resistencia, cuando no es
posible calificar a nadie como enemigo y rodo el mundo puede
disculparse (cf. Foucault 1976; Negt y Kluge 1981, 125)? O se

182
declara responsable al pueblo y, en definiliva, a todo el mundo o
la responsabilidad se desplaza a unos poderes supraindividuales .
Cuando la injusticia se ha infil trado en lo más profundo de
las estrucwras y de las formas sociales, a la mayor parte
de quienes se mueven en estas estructuras l:t resistencia se l e~
aparece no como una liberación si 110 como una ;Hncna-¿a radical
a su sociedad. El rechazo victorioso de la rcsisccncia se presenra
como la defensa de la socie<lad. Así que con la destrucción de la
resistencia se afianza la injusticia y el sistema. A un régimen c.ie
esas características le recomienda Maquiavclo en su Príncipe la
financiación de grupos de resistencia (cap. 20: 1965, 121 ).

4. Los títulos de la resisienáa 134

N o cualquier obstrucción ni cualquier labo r de enfren-


tamicnco se justifican por el mero hecho de que vnyan d irigidos
contrn una «vio lencia» más podcros;:i y fuerte; la relació n Je
desigualdad no es injusta simplemente porque represenrn nn
peso desigual. En efecco, el deseo de equiparación emre las dis-
tintas personas sólo puede hacerse realidad sobre la base de la
libre determinación de crear una instancia que mantenga al. in-
dividuo en igualdad con los demás (números 20 y 81).
Si la ncgariva, l;:i recusación, la protesta y la oposición se
cuentan entre las formas básicas de la existencia humana, esto
no quiere deci r que la resistencia se justifique~ por el puro hecho
de que parece contri buir al autodesarrollo del oposÍ Lor. Aunque
el hombre no pueda equipararse con el sistema p91ítico, gue es
creación suya, la resistencia todavfa no se justifica desde las
limitaciones existentes en cada sistema político, porque esa re-
d ucción no tiene alternativa. Cualquier «sistema» instituido tras
el triunfo de la resistencia evidenciaría también deficiencias de
ese tipo general.
La acción resistente se justifica y legitima, cuando el ordena-
miento en vigor impide las condiciones indispensables para la
libre convivencia y el desarrollo que se construye sobre la mis-
ma, chocando por lógica contra la dignidad de la persona y de
las personas, convirtiendo al hombre en instrumento de injusti-
cia respecto de otros hombres y subordinando los bienes públi -
cos a los jncerescs particulares de forma les iva para el bienestar
común. Obliga, en definitiva , a que por motivos de «mera»

18}
humanidad haya que inte-rveníi- en favor de la dignidad de las
personas y a oponerse a la indignidad de la tiranía y a la humilla-
ción de qujenes sufren bajo ella.
Pues, en razón de la dignidad no se permite una retirada
discrecional e ilimitada: no discrecional, porque el hombre no
pt.iede disponer en modo alguno libremente de la dignidad hu-
mana, que es bien <;Orr¡Ún de los hombres, y porque las densas a
la dignidad humana son también injurias que el ofensor se iniie-
re a sí mismo. Ni puede ser ilimitada la retirada en cuestión,
porque no existe ningún espacio interior en que el hombre
pueda seguir viviendo, toda vez q ue no puede dividirse su re-
lación dentro -fuera (número 15) .
la Ubenad tiene que. percihi rse con los semidos; es decir,
tiene que estar representada institucionalmente. La huida y el
exilio pueden imponérsele al individuo. Ambos están justifica-
dos, cuando la relación entre espacios virales y espacios de liber-
tad está en grave peligro. Poner la unidad de una comunidad
jurídica sobre los hombros de los expulsados o elimi nar la p ro-
testa política mediante la extirpación de quienes protestan daña
gravísimamente la credibilidad del instrumental, que es relatio
ad alios y que ha de hacer posible y ha de a.~egurarse así la vida
como la libertad en las relaciones sociales.
Así pues, la resistencia deriva y se convierte en un obrar
responsab1e sólo cuando las posibilidades de una configuración
compartida de la sociedad, la búsqueda común .de soluciones a
las deficiencias y el aguante responsable y consciente de las
violencias alcanzan el límite fromerizo del que ya no se puede
volver. Todas las vías e instancias, instituidas mediante actos
jurídicos de la comunidad política tienen que estar agotadas o ha
de constar de antemano que la reclamación a las mismas carece
de sentido y no es más que una pérdida de tiempo.
No hay que exagerar la exigencia de un pronóstico favorable
a la liberación . A causa de la dignidad del hombre la resistencia
está justificada incluso en una situación desesperada a codas
luces. Sin embargo, la práctica y realización de la resistencia no
debe significar la conversión directa de las demás personas en
víctimas forzosas (número 17) .

184
S. La doctrina del tiranicidio y de la desobediencia civil

a) La doctrina clásica de la resistencia 135

!) Establece la distinción de dos tipos de tiranos: tipo A es


el usu rpador, que se adueña del cargo por la violencia; el tipo B
designa al gobernante que ha llegado al puesi;,_o por la vía legal,
pero que abusa sin medida de su cargo en propio provecho y
desprecia los valo res básicos de la convivencia.
2) Nunca está perrnítida la resistencia hasta el asesinato del
tirano, tanto del tipo A como del tipo 8, priva ta au.ctoritate, es
decir , con un título usurpado. En un peligro actual existe un
derecho de defensa legítima contra el tirano, pero el amenazado
debería esqujvarlo en lo posible .
3) Quien lleva a cabo la resistencia debe procurarse el encar-
go de la sociedad. También vienen a cuento la conformidad y el
asentimiento presun tos de la sociedad. La resistencia, justificada
publica auctoritate, puede llegar al asesinato de los gobernantes,
sus ayudantes y cómplices.
4) La captación o imervención de potencias extranjeras o de
cualesquiera otra~ ayudas está justificada , cuando la violación
de la dignidad humana es masiva y no basta Ja propia ay uda. En
la edad media pretendía el papado poder otorgar la amorizaci.6n
para la resistencia. Hoy hay que pensar en la ONU. En la viola-
ción masiva de las aspiraciones del individuo y del pueblo csr.á
legitimada la ayuda de todas las personas justo eñ su cond ición
de seres humanos. El principío de la no imervención no es vá-
li do en este caso . La no intervención protegería unos derechos
estatales d e s.oberanía que, sin d isponer de un poder de dispo-
sición sobre la dignidad humana, tienen que mostrarse respe-
tuosos con ella.

b) La deso bed iencia civi l 136

La «desobedi'encia civil» es un concepto del pensamien[o


político .anglosajón y frances que ha entrado en el pensa-
miento alemán. La «desobediencia civil» no se opone a la «des-
obediencia militar», sino que significa más bien la «desobedien-
cia civil» ilustrada y crítica y el «valor cívico».
La civil disobedience es una acción púb lica y no violen rn

185
contra una ley, una o rdenanza o un act0 administrativo, reali-
zada de una manera consciente. La acción se ejecuta tras un
maduro examen de conciencia y tiené como meta un cambio de
ciertas leyes o de la política gu bernamental. Quien emprende
rales acciones quiere siempre dirigirse a la opinión pública y
ganarse la comprensión del paso que da así como un nuevo
enjuii:iamie.nto. de las leyes o de la política. J. Rawls agrega que
la desobediencia civil puede y debe darse en una sociedad cuyo
ordenamiemo .es just0 en su mayor parte, pero que se ha permi-
tido vioh1r o atemar gravemente contra las bases de la conviven-
cia <le personas libres e iguales ( 1975, 402).
Por ello la desobediencia civil no es un medio adecuado,
cuando se rechaza o combate un $ÍStema político en su totalidad
o en el .caso <le que el. pro pio sistema político se haya v uclt0 en
gran parte injusto . Asimismo, una acción sólo puede clasificarse
como «desobediencia civil», cuando el agente no se reclama a
sus prop ios intereses o a unas concepciones sociales de tipo
panicular , sino a las ideas comunes de justicia que subyacen en
d ordenamiento polítirn. Y como tal es una forma de resistencia
justificada desde el planteamiento presente.

Bibliosrt<Ji«.: .Kaur"inann 1972; 1<\ar.c usc 1984, 194-199; Murhard l9S 2; Raw!s
1979. 399-405; Wolzendod 1916,

186
VI!

LOS DERECHOS HUMANOS

Antes de que los «derechos humanos» encontrasen su for·


mu lación explícita, los hombres ya sabían de las aspiraciones
que les asisten y alientan como hombres, que no ptieden enaje-
narse, que no se deben a la acción u omisió n de otros hombres
ni se logran a costa de los mismos y que se mantienen como una
pauta a lo largo de la vida humana. Sé estableció una distinción
encrc la amenaza derivada de la naturaleza y la que procede del
hombre.

1. Lugares históricos de las declaraciones de los derechos hu- 137


manos

a) La experiencia de la inalienabilidad

En el proceso de comercialización, posibilidad de intercam-


bio y venalidad de todos los bienes, y dentro del desarrollo
europeo que se inicia en el siglo XIII, fue cuajando la idea de la
inalienabilidad y carácter irrenunciable de las últimas aspi-
raciones del hombre, como experiencia op uesta. La lucha por
lbs derechos humanos quiso trazar una fro mera al principio de
cambio y comercio (número 108). Las exige ncias fundamentales
del hombre ni pueden ni necesitan multiplicarse. Lo que sí ne-
cesitan desde luego es su rcconocimíento.

187
b) La aportación del absolutismo

El empeoramiento de la seguridad política del tndividuo


dentro del Estado a comienzos de la edad moderna contribuyó
al desarrollo de la idea de derecbo humano. E l grado de forta -
lecimiento y de centralización del poder estatal que se percibía
de hecho como una amenaza para el individuo, para los grupos
sociales y las clases polfricas, dependía de muchos componentes.
La monopolizaciól"! del poder estatal - un proceso que se
inició con el siglo XJ y que se aceleró aproximadamente desde el
1500- estuvo a la vez acompañado de una nueva segmentación
de la sociedad según la divisa Divide et impera . Todo poder se
encendió únicamente desde el poder estatal: como prestado o
como concedido. En .contra cristalizó la idea de que a cada
hombre había que valorarlo como lugar originario de unos de-
rechós ni otorgados ni otorgables. Ese proceso se benefició de la
creciente monopolización de muchos poderes en manos del Es-
tado. En los catálogos de derechos naturales se les reconocieron
a los ind ividuos unos derechos humanos, después que a esos
mismos individuos se les había prohibido imponer por la fuerza
sus derechos - todos, y no sólo los de rechos hu manos - . La
formación del monopolio del poder y las declaraciones de los
derechos humanos están en conexión.
Admitir diferentes «fuemes de derecho», que ya no pueden
reducirse unas a otras , y aceptarlas en la o rganización política
resu ltó tanto más fáci l cuanto que la fuerza de impo$ición, mo-
nopolizada y centralizada, estaba almacenada en el Estado. Los
«derechos humanos» brindaron al Esrado nuevos campos de
actuación y posibilidades nuevas para mostrarse como un poder
indispensable.
La sureté de 1789, uno de los derechos humanos, requirió de
inmediata el monopolio del poder por parte del Estado.

e) La idea de igualdad

Pero sólo mando la idea de la igualdad jurídica se impuso,


sonó la hora de los «derechos humanos». El hecho de que en el
sigfo XVIII y hasta mediados del XX «hombre» se idemificase
con «ciud adano» como representante del tercer estado (cf. He-
gel, Grundlínien §§ 188- 190; Marx, Zur judenfrage 1843/1844:

188
MEW 1,362-370) deformó la idea de derecho humano, mas no
pudo impedir a la larga la apertura a t0dos los homb res. Llegó a
hacer comprensible que desposeer a la parte contraria de t~tes
«derechos» perjudicaba la propia situación jurídica (número
134). Porque ahora el reconocimiento de la igualdad de todos
los hombres forzaba a ese vulnerador de las aspiraciones funda-
menrnles a la aucoconfesión de haber.se perjudicado a sí mismo
-en tanto que homhre-.
De cara a su reconocimiento, los derechos humanos son
indivisibles: quien los exige, los reclama para todos los hom-
bres; mientras q~1e quien niega a una persona el reconocimiento
de su~ derechos realmente se lo niega a codos los demás .
Se señala con ello una triple problemática sobre la compren-
sión del derecho humano. E l rechazo de la validez universal del
prirn;:ip;o de cambío encubre el proceso de cosificación, al que
los hombres continúan sometidos. Cierto que el énfasis puesto
en los «derechos humanos» empuja ciertamente al hombre hacia
el cemro, mas no rompe la vinculación al Esrado _ni la depen-
dencia de él. El carácter abstracto del «homb re.» hace que no
aparezca fácilmente la sospech?- de unos tintes ideológicos o de
un empobrecimiento que recorta la. imagen de hombre .

2. El "hombre» en. las declaraciones de los derechos hHman os 13X

Los derechos humanos .tienen por objeto tan solo un sector


de las múltiples relaciones humanas. Bajo el aspecto de los dere-
chos se realiza una amplia selección y del im.iración . La génesi·s
en el ámbito cultural de Occidente hizo surgi r corno «imagen de
hombre» el esbozo de un hombre que, dotado de espontaneidad
y autodeterminación, proyectó como individuo su murnlo y,
como ser anterior al Estado, entró en el Estado sólo en el curso
de la historia. La imagen de «hombre» no hace justicia a la
vinculación y la necesidad sociales del individuo humano .
En segund(• lugar, los hombres tienen que conocerse y acep-
tarse en sus diferencias, para que así puedan surgir i;:ntre ellos
unas vinculaciones nacidas del conocimiento de ~u respectivo
carácter insustirnihle. Ahora bien, los «derechos humanos»
niegan precifamence las ·diferencias, equiparan a los hombres y
no los relacionan a unos con otros. En las decla raciones de los
derec110s h.umar.os es innecesarip el otro en tanta que otro hom-

189
bre. De lo único que se habla es de la igualdad en la dignidad; el
Individuo con sus peculiaridades carece de importancia. Su ca·
rácter coocrero se sacrifica al concepto. Y exisre el peligro de
que eso ocurra también en la acción política. Se busca al <10trO»,
sobre eJ que han de asentarse los «derechos humanos» en tanto
que Úts y, po r consiguiente, conto relatio ad alterum; y así nos
encontramos co n el Estado.

3. El «den:cho1> de los derechos ht1manos

Los ,,derechos humanos» han de entenderse, de acuerdo con


la deiinición aquí propuesta, como exigencias y no como «dere-
chos», ya que les falta su posición por personas de una comuni-
dad política y la capacidad organizada para imponerse. Son
exigencias, que por lo que hace a su contenido , como p uede ser
el derecho a la. libre exp resión, tienden a mant.enerse de una
manera segura mediante la comunidad políticamente organ1-
zada. Podrán catalogarse como «de rechos» , cuando tales exi-
gencias se h,1yan coliVertido en una convicción adq uirida por la
comun idad y en lln ordenamient0 eón fuerza obligatoria (nú.·
mero 29) .

U9 4. Sohre su conj/gim•ción e inte1prétacz.ón

1) Los derechos humanos se presentan como derechos de


defensa, de rendimiento y de cogesrión. El Estado aparece como
algo que esrá enfrente al que hay q ue conte¡1er dentro de unos
!ímirés; el Esrndo del que sabemos ser dependientes, y el Est:ado
corno organización de los sujeros de los derechos humanos. Son
h1s rres facetas de mM instirui.:ión y de una persona. El derecho a
la libt'rtad de reuni()n sólo tiene sentido, cuando está asegura·
J:i la libenad de expresión. Y esa libertad de expresión reclama
lJ libenad de información, la protección de la correspondencia
y de la viviend,1.
La imporranci<l de los derechos de rendimienco se ecba de
ver cuando el Esrndo ha de asegurar contra los ataques al ejer·
cicio de los derechos humanos, protegiendo por ejemplo la
emisión de periódicos conrra los ataq ues de la mafia; y ello
pvrq u<' el ejercicio Je lo que constituye el contenido de los

190
derechos humanos no sólo está amenazado por parte del Es-
tado.
En la lógica interna del derecho de defensa entra el derecho a
participar en la configuración política de la sociedad. Só.lo así se
obtiene una protección fiable contra intervenciones ajenas. Y, a
su vez, los derechos de participación reclaman la formación del
derecho de rendimiento, pues la igualdad formal de derechos
empuja hacia la igualdad material, o al merios hacia una igualdad
de oportunidades.
2) Su p ropósito exjge la interpretación a partir del conjunto
de los textos, por lo general de un catálogo, y no contraponién-
dolo ni bajo la eliminación de un derecho humano por otro.
Prolongar aú n más la abstracción equivaldría a introducir con
los derechos la ilegalidad. Los derechos forman un todo. Aun-
que sin duda hay que distinguir ·entre derechos fundamemales y
derechos derivados .

S. Tentativas de fundamentación de los derechos humano~ 140 \

1) Ciertas ideas de la filosofía estoica fortalecieron y ase-


guraron la lucha de los hombres por las exigencias fundamen-
tales de vida, libertad,. equiparación y comacros sociales. Los
escritos judíos y cristianos aportaron a Europa la idea funda-
mental de q.tie todos los hombres son y han de ser reconocidos
como imágenes de Dios, a los que se Les había otorgado la reden-
ción. En esa imagen y semejanza de Dios y en su promesa de
salvación universal halla su fundamento la dignidad de los hom-
bres .
Una naturaleza y una razón, comunes a todos los hom-
bres, sirvieron de base a los derechos humanos de acuerdo con
las ideas del siglo xvm. Las relaciones de dominio de unos
hombres sobre otros no son relaciones primordiales y origi-
narias, sino producros de una hist0ria humana. El dominio no
derivó de la naturaleza, sino que se formó simplememe a partir
de una convivencia cada vez más densa.
Pero esa convivencia podía continuar configurándose; más
aún, era \!Il deber continuarla. Sólo que el futu ro no había de
proyectarse según un plan cualquiera, sino más bien - y eso es
lo que confiere a la lucha por los derechos humanos un enorme
empuje - como el restablecimiento de un estado pre~érit0, co-

191
mo una restauraúo 1urzs, como la recuperación de un bien ex-
poliado .
2) Estando al p lanteamiento aq uí expuesto, los derec hos
humanos -como cualesquiera otros derechos- se fundan en el
sí reconocido del hombre a sí mis mo en tanto que hombre, y
por ta m o, en el reconocimiento otorgado a todos los hombres.
Tal n:conocimiento no crea los bienes de la libertad y de la
disposición a la racionabilidad y sociabilidad, pero traslada su
cankter de exigencia al propio ordennmiemo Jcl deber y al
mundo social. No hay ninguna alternativa equivalente a dicho
n:..:onocimi1.:nto (números 10-12). Incluso quien niega tal re-
conocimie m o aspira a o hrar de un modo libre y re~ponsable y a
que todos los otros se lo recon()zcan como tal.

¡.¡ l 6. l<emmen

,i) L.1 imponancia de los pror.:edimiéntos

L.1~ declaraciones de derechos humanos hacen hincapié en la


importanci.1 dd procedimiento formal y de las cuestiones de
procedimie nto. Los plazos de legislació n previstos e n las di-
fercnces constituciones, los ordenam ientos procesales y los pro-
cedimicncos impuestos a la administración ponen frenos al
apetito de poder a la vez q ue permiten un control y u na parti-
cipación . Es peligroso subestimar las formas en aras de los con-
tenidos, acender preferentemente a la eficacia y los resultados y
no v1.:r d valor de un:i elaboració n común, incluso cuando se
reiard:i y prolonga.
l:.n la sencencia medieval .,Jo que afecta a todos deben todos
cswdiarlo y d.:cidirlo, o al menos aprobarlo» subyace el conoci-
miento cc:nl-!ro <le qu ~ la estab ilidad de la v¡Ja política requiere
la participación de los afectados, pues sólo por esa vía se expresa
y hace realidad la obligación personal de: respeto a las relaciones
básicas de la vida humana p reviame nte establecidas .
El procedimienro judicial y la precedente investigación po-
licial, los mécodós de interrogatorio y hasta la prisión y la ejecu-
ción del castigo han de ordenarse y regularse desde el p unto de
vista <le la dignidad humana.

192
b) La necesidad de los movimientos pro de.rechos humanos

La protección de los derechos humanos ni puede ni debe


encomendarse únicamente a los Estados. Mientras que las insti-
cuciones estatales se someten a la «razón de Estado», la deman-
da de protección de los- derechos humanos retrocede a un se-
gundo plano y aún más bajo. Mas la institución creada por
hom bres no debe anteponerse al propio hombre.
Los rep.resentames de los Estados tie1Jden , además , pot una
conciencia de equilibrio a compensar las violaciones de los dere-
chos humanos dentro de los mismos con las que se cometen en
otros Estados. Ahora bit:!n, la lucha en defensa de los derechos
humanos puede dejarse para otros, no puede delegarse en los
Estados y mucho menos las violaciones cometidas personal-
meme contra los derechos humanos eximen de la protesta con-
tra tales violaciones. La protesta la justifica el mero hecho de ser
persona, no la irrocencia. \
Los movimientos en favor de los derechos humanos certi-
fican en ramo que movimieows el carácter indelegable e indivi-
sible de los derechos humanos.
Los movimientos necesitan, a su vez, de una «caja de re-
sonancia» en amplios círculos de. la población. Y así como la
protección de los mentados derechos no puede delegarse en el
E.srndo, tampoco hay que delegarla en tales grupos. Cuando no
se logra ganar círculos de población cada vez más amplios para
el proyecto de protección de los derechos, tanto de los propios
como de los de quienes necesitan una protección, el movimiento
puede perder la orientación en esa su situación de aislamien-
to o puede servir al Estádo como hoja de parra.

e) Los derechos humanos frente a la ciencia, la récnica y los


grupos sociales

La acción de las ciencias y de la técnica (técnica gen.ética,


fertilización in vicro) sobre el hombr.e plantea la cuestión de la
protección de los derechos humanos al igual q ue la amenaza del
entorno y la .a menaza de la paz. mundial. Habrá que averiguar
además hasta qué punto puede reconocerse a escala mundi~I uo
derecho humano a la negativa al servicio militar, a una auto-
determinación lnforma.tiva o a conocer su origen.

193
El fundamenralismo rechaza los derechos humanos, como el
derecho a la libre elección de cónyuge, el divorcio y el cambio
de religión. Todavía está por llegar un consenso sobre las reglas
básicas de una convivencia planetaria . Y, sin emhargo, es algo
irrenunciable. Y habrá de tener en cuenta las tradiciones, el
origen y la meta de cada una de las culturas. Las «declaraciones
de los derechos humanos» son producto de una cultura, aunque
multiforme en sí. Esos «derechos humanos» no pueden im-
ponerse por la fuerza.

Bibliografía: Rrandr !982; Brieskorn 1988, !91-22!; Cranston 1973; Kühnhardt


!987, ScÍinur 1974; Schwardander !981.

194

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