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del Derecho
Licenciatura en Derecho
NORBERT BRIESKORN
BARCELONA
.EDITORIAL HERDER
1993
CURSO FUNDAMENTAL DE FILOSOFÍA
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BARCELON1\
EDITORIAL HERDER
1993
posibillca a unos órganos estatales mostrarse generosos, Sln te-
.nc1· que rechazar eventuales confesiones de culpabilidad en el
proceso judicial. Es una solución elegante, aunque en ocasiones
puede resuhar injusta.
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VI
EL D ERECHO A LA RESISTENCIA 132
1. Formas de resistencia
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133 2. ¿Quién está jHstificado para llevai· a cabo la resistencia<
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declara responsable al pueblo y, en definiliva, a todo el mundo o
la responsabilidad se desplaza a unos poderes supraindividuales .
Cuando la injusticia se ha infil trado en lo más profundo de
las estrucwras y de las formas sociales, a la mayor parte
de quienes se mueven en estas estructuras l:t resistencia se l e~
aparece no como una liberación si 110 como una ;Hncna-¿a radical
a su sociedad. El rechazo victorioso de la rcsisccncia se presenra
como la defensa de la socie<lad. Así que con la destrucción de la
resistencia se afianza la injusticia y el sistema. A un régimen c.ie
esas características le recomienda Maquiavclo en su Príncipe la
financiación de grupos de resistencia (cap. 20: 1965, 121 ).
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humanidad haya que inte-rveníi- en favor de la dignidad de las
personas y a oponerse a la indignidad de la tiranía y a la humilla-
ción de qujenes sufren bajo ella.
Pues, en razón de la dignidad no se permite una retirada
discrecional e ilimitada: no discrecional, porque el hombre no
pt.iede disponer en modo alguno libremente de la dignidad hu-
mana, que es bien <;Orr¡Ún de los hombres, y porque las densas a
la dignidad humana son también injurias que el ofensor se iniie-
re a sí mismo. Ni puede ser ilimitada la retirada en cuestión,
porque no existe ningún espacio interior en que el hombre
pueda seguir viviendo, toda vez q ue no puede dividirse su re-
lación dentro -fuera (número 15) .
la Ubenad tiene que. percihi rse con los semidos; es decir,
tiene que estar representada institucionalmente. La huida y el
exilio pueden imponérsele al individuo. Ambos están justifica-
dos, cuando la relación entre espacios virales y espacios de liber-
tad está en grave peligro. Poner la unidad de una comunidad
jurídica sobre los hombros de los expulsados o elimi nar la p ro-
testa política mediante la extirpación de quienes protestan daña
gravísimamente la credibilidad del instrumental, que es relatio
ad alios y que ha de hacer posible y ha de a.~egurarse así la vida
como la libertad en las relaciones sociales.
Así pues, la resistencia deriva y se convierte en un obrar
responsab1e sólo cuando las posibilidades de una configuración
compartida de la sociedad, la búsqueda común .de soluciones a
las deficiencias y el aguante responsable y consciente de las
violencias alcanzan el límite fromerizo del que ya no se puede
volver. Todas las vías e instancias, instituidas mediante actos
jurídicos de la comunidad política tienen que estar agotadas o ha
de constar de antemano que la reclamación a las mismas carece
de sentido y no es más que una pérdida de tiempo.
No hay que exagerar la exigencia de un pronóstico favorable
a la liberación . A causa de la dignidad del hombre la resistencia
está justificada incluso en una situación desesperada a codas
luces. Sin embargo, la práctica y realización de la resistencia no
debe significar la conversión directa de las demás personas en
víctimas forzosas (número 17) .
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S. La doctrina del tiranicidio y de la desobediencia civil
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contra una ley, una o rdenanza o un act0 administrativo, reali-
zada de una manera consciente. La acción se ejecuta tras un
maduro examen de conciencia y tiené como meta un cambio de
ciertas leyes o de la política gu bernamental. Quien emprende
rales acciones quiere siempre dirigirse a la opinión pública y
ganarse la comprensión del paso que da así como un nuevo
enjuii:iamie.nto. de las leyes o de la política. J. Rawls agrega que
la desobediencia civil puede y debe darse en una sociedad cuyo
ordenamiemo .es just0 en su mayor parte, pero que se ha permi-
tido vioh1r o atemar gravemente contra las bases de la conviven-
cia <le personas libres e iguales ( 1975, 402).
Por ello la desobediencia civil no es un medio adecuado,
cuando se rechaza o combate un $ÍStema político en su totalidad
o en el .caso <le que el. pro pio sistema político se haya v uclt0 en
gran parte injusto . Asimismo, una acción sólo puede clasificarse
como «desobediencia civil», cuando el agente no se reclama a
sus prop ios intereses o a unas concepciones sociales de tipo
panicular , sino a las ideas comunes de justicia que subyacen en
d ordenamiento polítirn. Y como tal es una forma de resistencia
justificada desde el planteamiento presente.
Bibliosrt<Ji«.: .Kaur"inann 1972; 1<\ar.c usc 1984, 194-199; Murhard l9S 2; Raw!s
1979. 399-405; Wolzendod 1916,
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VI!
a) La experiencia de la inalienabilidad
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b) La aportación del absolutismo
e) La idea de igualdad
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MEW 1,362-370) deformó la idea de derecho humano, mas no
pudo impedir a la larga la apertura a t0dos los homb res. Llegó a
hacer comprensible que desposeer a la parte contraria de t~tes
«derechos» perjudicaba la propia situación jurídica (número
134). Porque ahora el reconocimiento de la igualdad de todos
los hombres forzaba a ese vulnerador de las aspiraciones funda-
menrnles a la aucoconfesión de haber.se perjudicado a sí mismo
-en tanto que homhre-.
De cara a su reconocimiento, los derechos humanos son
indivisibles: quien los exige, los reclama para todos los hom-
bres; mientras q~1e quien niega a una persona el reconocimiento
de su~ derechos realmente se lo niega a codos los demás .
Se señala con ello una triple problemática sobre la compren-
sión del derecho humano. E l rechazo de la validez universal del
prirn;:ip;o de cambío encubre el proceso de cosificación, al que
los hombres continúan sometidos. Cierto que el énfasis puesto
en los «derechos humanos» empuja ciertamente al hombre hacia
el cemro, mas no rompe la vinculación al Esrado _ni la depen-
dencia de él. El carácter abstracto del «homb re.» hace que no
aparezca fácilmente la sospech?- de unos tintes ideológicos o de
un empobrecimiento que recorta la. imagen de hombre .
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bre. De lo único que se habla es de la igualdad en la dignidad; el
Individuo con sus peculiaridades carece de importancia. Su ca·
rácter coocrero se sacrifica al concepto. Y exisre el peligro de
que eso ocurra también en la acción política. Se busca al <10trO»,
sobre eJ que han de asentarse los «derechos humanos» en tanto
que Úts y, po r consiguiente, conto relatio ad alterum; y así nos
encontramos co n el Estado.
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derechos humanos no sólo está amenazado por parte del Es-
tado.
En la lógica interna del derecho de defensa entra el derecho a
participar en la configuración política de la sociedad. Só.lo así se
obtiene una protección fiable contra intervenciones ajenas. Y, a
su vez, los derechos de participación reclaman la formación del
derecho de rendimiento, pues la igualdad formal de derechos
empuja hacia la igualdad material, o al merios hacia una igualdad
de oportunidades.
2) Su p ropósito exjge la interpretación a partir del conjunto
de los textos, por lo general de un catálogo, y no contraponién-
dolo ni bajo la eliminación de un derecho humano por otro.
Prolongar aú n más la abstracción equivaldría a introducir con
los derechos la ilegalidad. Los derechos forman un todo. Aun-
que sin duda hay que distinguir ·entre derechos fundamemales y
derechos derivados .
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mo una restauraúo 1urzs, como la recuperación de un bien ex-
poliado .
2) Estando al p lanteamiento aq uí expuesto, los derec hos
humanos -como cualesquiera otros derechos- se fundan en el
sí reconocido del hombre a sí mis mo en tanto que hombre, y
por ta m o, en el reconocimiento otorgado a todos los hombres.
Tal n:conocimiento no crea los bienes de la libertad y de la
disposición a la racionabilidad y sociabilidad, pero traslada su
cankter de exigencia al propio ordennmiemo Jcl deber y al
mundo social. No hay ninguna alternativa equivalente a dicho
n:..:onocimi1.:nto (números 10-12). Incluso quien niega tal re-
conocimie m o aspira a o hrar de un modo libre y re~ponsable y a
que todos los otros se lo recon()zcan como tal.
¡.¡ l 6. l<emmen
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b) La necesidad de los movimientos pro de.rechos humanos
193
El fundamenralismo rechaza los derechos humanos, como el
derecho a la libre elección de cónyuge, el divorcio y el cambio
de religión. Todavía está por llegar un consenso sobre las reglas
básicas de una convivencia planetaria . Y, sin emhargo, es algo
irrenunciable. Y habrá de tener en cuenta las tradiciones, el
origen y la meta de cada una de las culturas. Las «declaraciones
de los derechos humanos» son producto de una cultura, aunque
multiforme en sí. Esos «derechos humanos» no pueden im-
ponerse por la fuerza.
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