Está en la página 1de 91

GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 1

HISTORIAS DE CARNE Y

HUESO

RELATOS SUACHUNOS DE
TERROR

POR

Raúl Eduardo Garzón Ortiz

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 2

A los amantes del terror,


a los que gustan de lo desconocido,
a los que creen en la vida después de la muerte,
a todos ellos, gracias.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 3

[CAPÍTULO 1]

¡MAMI, NO TE VAYAS!

Érase una vez, en un día aparentemente normal, una joven


mujer llamada Sofía. La ocasión era su mudanza a una
nueva morada, y mientras su esposo se encontraba en el
trabajo, ella se dedicaba a organizar todas sus
pertenencias meticulosamente. La jornada apenas
comenzaba y no había prisa alguna, así que Sofía se
sumergía en la tarea de ordenar cada objeto con calma.

La luz del sol se filtraba por las ventanas, iluminando las


habitaciones casi vacías de la antigua casa. Su pequeña
hija, de apenas año y medio, jugueteaba entre cajas y
pasillos, ajena a cualquier preocupación. Parecía ser solo

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 4

otro día en la vida cotidiana de una familia tradicional


Suachuna.

Sin embargo, a medida que avanzaba la mañana y la casa


se iba vaciando poco a poco, algo comenzó a cambiar en
el ambiente. Los sonidos que resonaban en el lugar
adquirieron una extraña cualidad. El eco amplificaba cada
ruido, creando una atmósfera inquietante que envolvía los
espacios vacíos.

Sofía no podía evitar sentir un escalofrío recorriendo su


espalda mientras continuaba con sus quehaceres. Los
pasos de los vecinos ya no eran los únicos sonidos
presentes. Voces susurrantes parecían surgir de las
paredes, mezclándose con los juegos inocentes de su
pequeña hija. Un frío inexplicable llenó el ambiente,
como si alguien o algo estuviera observándolos desde las
sombras.

La joven mujer intentó mantener la calma y atribuir esos


extraños sonidos a meras coincidencias. Sin embargo, a
medida que pasaba el tiempo, la sensación de intriga y
miedo se intensificaba. La casa parecía tener una vida
propia, susurros incomprensibles se deslizaban por los
pasillos desiertos y sombras danzaban en las esquinas.

Sofía comenzó a cuestionar su cordura mientras


continuaba empacando. ¿Eran solo trucos de su mente
agotada por el estrés de la mudanza? ¿O había algo más
siniestro acechando en aquel lugar? Los minutos se
volvieron eternos y cada ruido, cada sombra, alimentaba
el creciente terror psicológico que se apoderaba de ella.

La joven madre decidió buscar refugio en la habitación de


la casa en que habitualmente se sentía más segura, su
habitación nupcial, tratando de alejar los pensamientos
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 5

oscuros que invadían su mente. Pero incluso allí, la


presencia ominosa persistía. Los susurros se volvieron
más audibles, casi como si quisieran comunicarse con
ella. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando una voz
susurrante pronunció su nombre en lo profundo de la
oscuridad.

El misterio se había vuelto insoportable. Sofía no podía


ignorar más la inquietante realidad que la rodeaba. Sabía
que debía encontrar respuestas y descubrir qué secretos
ocultaba aquella casa antes de que fuera demasiado tarde.
Pero mientras tanto, el terror continuaba arremetiendo
contra su cordura y amenazando con consumirla por
completo en un abismo de incertidumbre y pesadillas.

Mientras Sofía se esfuerza por continuar con su tarea,


empaquetando meticulosamente sus perfumes, esmaltes y
objetos de valor sentimental, una inquietante sensación de
intriga se apodera de ella. En medio de la penumbra de la
habitación, sus sentidos se agudizan y percibe cómo su
pequeña hija se desplaza de un lado a otro del comedor,
en una danza enigmática. La curiosidad inicial se
transforma en un escalofriante temor que recorre su espina
dorsal, como si algo oscuro y siniestro acechara en las
sombras. Cada vez que la niña se acerca, una perturbadora
presencia parece manifestarse, envolviendo el ambiente
con una aura de misterio y terror psicológico. Sofía no
puede evitar sentir que algo más está sucediendo, algo que
escapa a su comprensión racional y las acecha
amenazante.

Sofía, con una creciente ansiedad que le oprimía el pecho,


no pudo ignorar la inquietante mirada de su pequeña hija
clavada en el comedor de aquella vieja casa. Parecía como
si la niña quisiera transmitirle a través de sus ojos algo
oscuro y aterrador que acechaba desde aquel lugar.
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 6

Aunque las palabras no salían de su boca infantil, su


apretón firme en las piernas de su madre hablaba por sí
solo, mientras sus ojos permanecían fijos en dirección al
comedor. La atmósfera de calidez y tranquilidad que
había reinado durante la mañana se había desvanecido por
completo, dejando paso a un escalofrío inquietante.

Sofía, desde la habitación en la que se encontraba, se


sentía impotente al no poder tener una visión completa de
lo que ocurría en el comedor. Esa limitación visual
generaba una sensación de vulnerabilidad y alimentaba
sus nervios. Estaban solas, madre e hija, enfrentándose a
un peligro desconocido que parecía acechar desde las
sombras. Ante esa incertidumbre, Sofía tomó la decisión
de resguardarse dentro de la habitación, manteniéndose
alerta y cerca de la puerta para cerrarla rápidamente en
caso de identificar algún riesgo inminente. La tensión en
el ambiente era palpable, como si cada susurro del viento
fuera un eco siniestro que amenazaba con revelar secretos
oscuros y perturbadores.

La mente de Sofía se llenó de preguntas sin respuesta


mientras trataba de encontrar una explicación racional a la
situación. ¿Qué estaba sucediendo en el comedor? ¿Qué
acechaba en las sombras de aquella casa antigua? El
misterio y el terror psicológico se adueñaban de su mente,
creando una espiral de pensamientos angustiantes. La
sensación de desprotección la atenazaba, pero su instinto
maternal la impulsaba a mantenerse fuerte y vigilante,
dispuesta a proteger a su hija a cualquier costo.

El tiempo parecía detenerse mientras Sofía se sumergía en


un mar de incertidumbre y temor. Cada pequeño ruido
resonaba en sus oídos como un eco amenazador, haciendo
que su corazón latiera con fuerza desbocada. La oscuridad

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 7

de la habitación parecía envolverla, intensificando la


sensación de que algo maligno acechaba en cada rincón.

A pesar del miedo que la embargaba, Sofía sabía que


debía mantener la calma y actuar con cautela. Cada paso
que daba dentro de la habitación estaba impregnado de
tensión y precaución. No podía permitirse bajar la guardia
ni un segundo, pues sabía que el peligro podía estar al
acecho, esperando el momento oportuno para revelarse.

Mientras el tiempo avanzaba y las sombras se alargaban,


Sofía se aferraba a la esperanza de encontrar respuestas y
proteger a su hija. Pero en lo más profundo de su ser,
sentía que había algo más en juego, algo más oscuro y
retorcido que escapaba a su comprensión. La atmósfera de
misterio y terror se intensificaba, sumergiéndola en una
pesadilla de la cual no podía escapar.

Sin embargo, Sofía no estaba dispuesta a rendirse. Con


valentía y determinación, se preparó para enfrentar lo
desconocido, dispuesta a desvelar los secretos que
acechaban en aquella vieja casa y proteger a su hija de
cualquier mal que pudiera amenazar su existencia.

Los sonidos que Sofia percibió inicialmente, los cuales


atribuyó inocentemente a sus vecinos, se hicieron más
intensos en su radar auditivo. Se dio cuenta de que los
pasos no provenían de las casas contiguas ni de los
objetos que escuchaba moverse, lo que la llevó a creer que
estaban fuera de la vieja casa.

Al percatarse de esto, el corazón de Sofia comenzó a


acelerarse de manera desbocada. El sonido de su propio
pulso resonaba en sus oídos, dificultando su capacidad
para identificar claramente la procedencia de todo lo que
estaba escuchando.
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 8

De repente, Sofía escuchó unos pasos que le parecieron


familiares. ¿Podría ser su esposo? Quizás había logrado
permiso en el trabajo para salir temprano y ayudar con la
mudanza. Estas esperanzadoras ideas surgieron en medio
de su angustia, aunque distaban mucho de la realidad.

Siguió el rastro auditivo del ascenso por la escalera de


entrada, convencida de que era su esposo quien se
acercaba lentamente. Sin embargo, justo antes de llegar a
un punto donde pudieran verlo e identificarlo, el dueño de
las pisadas detuvo su andar abruptamente. El
misterio persistía.

Sofía esperó ansiosamente a que el dueño de los pasos se


revelara. Para ella, la espera de unos segundos se
convirtió en una eternidad. Percibió que nadie asomaba, y
con la voz entrecortada pronunció el nombre de su
esposo:

- Luis, ¿Eres tú?

Preguntó Sofía con la esperanza de obtener una respuesta


reconfortante, preferiblemente en la voz de Luis
confirmando su llegada. Anhelaba sentirse segura y en
total tranquilidad.

Sin embargo, tras su pregunta, solo recibió más silencio.


Un silencio incómodo que aumentó su angustia y avivó en
ella los más grandes y terribles temores. Aparecieron en
su mente historias macabras sobre asesinos y ladrones,
cada una más aterradora que la anterior. Estas historias
socavaron su seguridad y tranquilidad matutina, dejándola
vulnerable.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 9

La imaginación de Sofía comenzó a tejer una película de


horror en la que se veía sola con su hija, enfrentando
situaciones peligrosas y desconocidas. Los encabezados
de noticias macabras del pasado se entrelazaban con sus
pensamientos, recordando también historias personales de
familiares o conocidos que habían vivido experiencias
trágicas similares a estas noticias.

En momentos como este, cualquier persona puede ser


presa de los peores pensamientos. El miedo se apoderó de
Sofía mientras visualizaba posibles escenarios crueles y
angustiantes en los que ella y su hija podrían ser
protagonistas involuntarias.

La incertidumbre y el temor se convirtieron en


compañeros indeseables, mientras Sofía anhelaba
desesperadamente que todo esto fuera solo su imaginación
y que Luis apareciera pronto para disipar sus miedos.

La vida de Sofía se desvaneció en cuestión de segundos,


con todos estos pensamientos macabros en los que su
mañana se resumió: La posible intromisión de algún
delincuente que habría decidido irrumpir en sus vidas.

Sin embargo, esto no pudo estar más lejos de la realidad


para Sofía. Estaría a punto de descubrirlo de una manera
que lejos de darle una respuesta lógica a su presente
situación, la dejaría con una sensación de muerte y más
preguntas que respuestas en su lugar.
La mujer, haciendo de tripas corazón y con la voz aún
entrecortada, pregunta de nuevo intentando resolver el
misterio que la consume en ese momento, pero
nuevamente sin obtener respuesta se atenúan sus angustias
y sin poder decidirse a cerrar la puerta para resguardarse
con su hija, continúa expectante a la espera de poder ver
una figura conocida, encontrando a su esposo o quizá
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 10

algún rostro ajeno, pero al final poder ver algo que le


diera la respuesta que buscaba y le permitiera salir de la
incertidumbre.

¿Estaban frente a una amenaza real?


¿Estaban ante una broma de muy mal gusto jugada por la
impertinencia de su esposo?

Lo que sea que estuviera pasando, pero saberlo a ciencia


cierta le permitiría tomar una decisión, ya fuera para
intentar salvaguardar la vida de su hija, aún por encima de
su seguridad y al punto de sacrificar la suya propia; o, la
descarga de una ira incontenible contra su esposo por
haberse atrevido a involucrarla en un juego de tan mal
gusto.

Todo esto paso velozmente por la cabeza de Sofía en un


solo instante, tiempo en el cual, su mente le mostro
imágenes muy distantes al peligro que realmente
enfrentaba.

Se encontraban allí las dos, Sofía y su hija, en la


habitación principal de la casa sin poderse mover. La
pequeña que también era consumida por un temor que no
podía comprender y a la vez le transmitía a su madre,
quien en un gesto de entrañable valentía se mantuvo bajo
control tratando de evitar, con sus nervios, hacerle daño a
la pequeña.

Decidida a todo, sabía que enfrentarse a un vándalo en la


soledad e indefensión en la que se encontraban era una
sentencia de muerte, así que preguntó por última vez,
descartando la idea de que la persona escondida entre el
pasillo y el comedor fuera su esposo.

- ¿Quién está ahí?


Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 11

. Sofía, nunca imaginó que como respuesta escucharía una


voz infantil, que a manera de petición le dejaba ver una
sensación de tristeza y angustia mientras le decía:

- ¡Mami, no te vayas!

Esto fue lo que Sofía escucho, de esta manera ya podía


afirmar a lo que se enfrentaba, viendo a su hija junto a
ella, escuchando la voz que le respondió desde fuera de la
habitación y que sin dejarse ver le exclamo una petición
de manera tan clara que no cabía duda de lo que acababa
de escuchar.

En ese instante Sofía supo que nunca estuvieron solos en


aquella casa, que todo el tiempo hubo alguien con ellos
aún que no lo pudieran percibir con anterioridad, y que no
era alguien que perteneciera al mundo de los vivos.
Ya consciente de lo que sucedía y sin pensarlo por más
tiempo cierra la puerta casi de inmediato, con la absurda
esperanza en que la puerta, un objeto fijo y macizo la
pudiera separar a manera de protección de aquello que
quizá fuere un ser incorpóreo, y que no se regiría por las
leyes mortales de la física.

La incertidumbre se apoderaba de Sofía mientras buscaba


respuestas a su situación. ¿Amenaza real o broma cruel?
Su mente se llenaba de imágenes distantes al peligro
inminente. En la habitación principal, Sofía y su hija
temblaban juntas, tratando de mantener la calma. ¿Quién
estaba ahí? La respuesta fue aterradora: una voz infantil
suplicando a Sofía que no se vaya. Ahora sabía que no
estaban solas, alguien más estaba en la casa, alguien del
más allá. Cerrada la puerta y esperanzada de manera
absurda, que esta la protegiese de un ser incorpóreo.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 12

Sofía y su hija, angustiadas, quedaron atrapadas en la


habitación, esperando ansiosamente la llegada de su
esposo. Las horas pasaron lentamente hasta que
finalmente él regresó a casa, pero algo estaba
terriblemente mal. La escena que presenció era
completamente atípica para un día de mudanza, dejándolo
perplejo y lleno de inquietud. ¿Qué les había sucedido en
su ausencia? Las preguntas se multiplicaron en su mente
mientras contemplaba el sombrío panorama. Aquel día
marcó un antes y un después en sus vidas, una historia
tétrica que los perseguiría en el futuro, cargada de
misterio y oscuridad.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 13

[CAPÍTULO 2]

DECIA MAMITA1 QUE…

¡PORTARSE MAL DURANTE LA NOCHE HACE


QUE EL DIABLO SE TE APARESCA!

1
Mamita: Expresión popular tradicional con que se hace mención o
refieren a las abuelas.
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 14

En esta oportunidad escalofriante, adentrémonos


en los rincones más íntimos de una joven pareja de recién
casados. Entre los muros de su amor apasionado, se
deslizan sombras siniestras de malentendidos y
desacuerdos, como si la misma oscuridad anidara en los
espacios de su unión. La cotidianidad se mezcla con
tensiones inquietantes, y las riñas que emergen en la
rutina matrimonial se convierten en hebras retorcidas que
tejían una narrativa que no prometía ser feliz.

Nuestros protagonistas, Eduardo y Estefany, una


vez unidos por lazos de amistad que evolucionaron hacia
un noviazgo embriagador, están ahora atados por un lazo
nupcial que lleva menos de un año de existencia. Su
historia, en apariencia común, oculta secretos ancestrales
que acechan en las sombras, tradiciones imperecederas
que exigen su tributo en el tejido mismo de su relación.

En una noche opaca, un episodio tenebroso


comenzó a desplegarse en la vida de la joven pareja. Los
momentos compartidos previos a dormir, repletos de risas
y juegos, transcurrían con aparente normalidad. Sin
embargo, un error cometido por Eduardo abrió una grieta
en esa fachada de felicidad, una grieta que Estefany
consideró un abismo entre ellos. Lo que para él era una
trivialidad, para ella se convirtió en un cataclismo, un
motivo suficiente para apagar la diversión y envolverse en
un mutismo cargado de ira. La noche se tornó fría y
oscura, como si el viento aullante que recorría los pasillos
llevara consigo la presagiosa advertencia de un cambio
inminente.

En el lecho conyugal, ambos se sumieron en


silencio, un silencio que se hizo eco de las palabras no
dichas, un silencio que pesaba como la losa de un
sepulcro. La tensión se fundía con las sombras, y el
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 15

espacio entre ellos, antes un puente de unión, se convirtió


en un abismo que reflejaba la disonancia entre sus almas.
La noche, impregnada de un aura ominosa, parecía
prolongarse eternamente, como si el tiempo mismo se
hubiera rendido ante el duelo silencioso que se libraba en
esa alcoba.

Entonces, como una semilla oscura de


descontento, el plan siniestro de Estefany comenzó a
germinar. La venganza, tejida en los hilos del engaño,
tomó forma en su mente. Una trama maestra que
involucraba el frío de la noche y un resfriado ficticio, una
artimaña en la que ella sería tanto ejecutora como víctima.
La enfermiza idea era clara: Eduardo sería llevado a su
límite para demostrar su amor, una confusa mezcla de
deseo y manipulación que echaba raíces en la
malevolencia misma.

Eduardo, por su parte, experimentaba un tormento


interno. La imagen de su esposa, una vez llena de risas y
complicidad, estaba ahora ensombrecida por la discordia.
Cómo había llegado su amor a este oscuro abismo era un
enigma que le carcomía el corazón. Se hallaba atrapado
entre el deseo de reconciliación y la resistencia ante la
creciente malevolencia que emanaba de Estefany.

La noche fría y silente se convertía en un cómplice


mudo de las trampas del destino. Estefany, en su intento
por ejecutar su plan tenebroso, arrojó sus cobijas como
una ofrenda sacrificial al frío implacable. En su ceguera,
no percibió que los ojos de Eduardo la observaban desde
la penumbra, los ojos de un hombre agobiado por la
confusión y la tristeza. Las sombras parecían tomar vida,
como si el ambiente mismo conspirara para oscurecer aún
más sus pensamientos.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 16

Eduardo, testigo de la intriga en desarrollo, esperó


con un nudo en el estómago, preguntándose si Estefany se
levantaría para rehacer el tejido de su lecho desordenado.
Pero sus movimientos furtivos no pasaron desapercibidos
ante sus ojos perspicaces. La tensión creció, como hilos
que se estiraban hasta su límite, y finalmente, el destello
de una decisión resonó en la oscuridad. Sin vacilar,
Eduardo extendió su protección sobre su esposa, como un
manto de oscuridad que ocultaba su intención.

La noche fría y silente se convertía en un cómplice


mudo de las trampas del destino. Estefany, en su intento
por ejecutar su plan tenebroso, arrojó sus cobijas como
una ofrenda sacrificial al frío implacable. En su ceguera,
no percibió que los ojos de Eduardo la observaban desde
la penumbra, los ojos de un hombre agobiado por la
confusión y la tristeza. Las sombras parecían tomar vida,
como si el ambiente mismo conspirara para oscurecer aún
más sus pensamientos.

Eduardo, testigo de la intriga en desarrollo, esperó


con un nudo en el estómago, preguntándose si Estefany se
levantaría para rehacer el tejido de su lecho desordenado.
Pero sus movimientos furtivos no pasaron desapercibidos
ante sus ojos perspicaces. La tensión creció, como hilos
que se estiraban hasta su límite, y finalmente, el destello
de una decisión resonó en la oscuridad. Sin vacilar,
Eduardo extendió su protección sobre su esposa, como un
manto de oscuridad que ocultaba su intención.

La noche, testigo mudo de la batalla psicológica,


continuó su marcha con pasos silenciosos. Eduardo y
Estefany, en su propia encrucijada, se encontraron a sí
mismos en una danza de sombras y secretos, donde los
límites entre el amor y la manipulación se desvanecían en
la penumbra. El futuro de su relación estaba suspendido
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 17

en el equilibrio precario, como un péndulo que oscilaba


entre la esperanza y la oscuridad insondable.

Así emergió un juego inquietante, nacido en las


sombras de un conflicto rutinario de pareja, donde dos
almas enredadas en los hilos del amor luchaban por no ser
las primeras en ceder, en mostrar vulnerabilidad, en
romper la máscara del desacuerdo y sumirse en un abrazo
genuino. En esta danza de voluntades contrapuestas, el
ofrecimiento insistente de Eduardo, en forma de cobijas
protectoras, se encontraba con la férrea negativa de su
esposa, Estefany, quien prefería las garras frías de la
noche a la tregua de su compañero.

Fue en ese instante, en la penumbra cargada de


tensión, cuando la sabiduría ancestral de la abuela de
Eduardo emergió de las profundidades de la memoria. Las
palabras de advertencia resonaron como ecos ominosos:

- "Continúa por ese camino, y el diablo mismo te


visitará en la oscuridad de la noche".

Movido por un destello de travesura, Eduardo se


dejó llevar por la provocación. Sin embargo, no pudo
concebir las implicaciones de invocar un conjuro tan
antiguo y siniestro. En el silencio de la habitación, el
juego tomó un giro hacia lo desconocido.

Por su parte, Estefany, escéptica ante la magia que


su esposo pretendía evocar, continuaba su búsqueda en la
oscuridad. El frío, una presencia insistente, la instigó a
encontrar su suéter olvidado. Con determinación y una
pizca de orgullo femenino, sus manos exploraron el vacío
en busca de su prenda.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 18

En tanto, los sentidos de Eduardo estaban en alerta


máxima, como un animal al acecho. Aunque la tensión
persistía entre ellos, su instinto protector no se disipaba.
Pero ninguno de los dos estaba preparado para el instante
en que el universo mismo pareció responder al juego
perverso que había comenzado. Un estruendo retumbó en
el aire, como un rugido distante de una entidad
desconocida. Algo se precipitó desde las alturas,
estrellándose cerca de Estefany con un impacto que
resonó en los confines de la habitación.

El silencio, ahora interrumpido por la violencia del


ruido, se apoderó del ambiente. Eduardo y Estefany
compartieron una mirada cargada de desconcierto, pero
las palabras no encontraron voz. La sombra del suceso se
extendía como un velo inquietante.

Estefany, consumida por el temor, se deslizó bajo


las sábanas, su cuerpo temblando ante la incomprensible
amenaza que había surgido de la oscuridad. Su voz,
quebrada por sollozos y urgencia, pronunció una y otra
vez el nombre de su esposo, buscando refugio en su
cercanía. La realidad había sido torcida por el miedo, y lo
desconocido se había infiltrado en su mundo. Eduardo,
observando el torbellino de emociones en los ojos de
Estefany, decidió romper el silencio.

Una risa escapó de los labios de Eduardo, una risa


enigmática que resuena como un eco de locura. No era
una risa de regocijo, sino una risa nacida de la
incomprensión y la ansiedad. Una risa que desafía la
lógica y la razón, una risa que corta a través del velo entre
lo real y lo sobrenatural. Estefany, en el abrazo de la
locura, se enfrenta a una respuesta que la empuja más allá
de los límites de su comprensión.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 19

La noche continuó su marcha, pero ahora estaba


tejida con hilos de terror psicológico. Eduardo y Estefany,
atrapados en la telaraña de una realidad distorsionada,
luchaban por aferrarse a la cordura. El juego que habían
iniciado había cobrado vida, y el diablo, en todas sus
formas insidiosas, se había alzado desde las
profundidades de la mente y la oscuridad. En un mundo
donde las fronteras entre lo real y lo imaginario se
desvanecen, Eduardo y Estefany quedaron atrapados en
una danza siniestra, donde la risa y el miedo eran los hilos
que los mantenían unidos en un abrazo gélido, en una
realidad distorsionada por el terror.

En las sombras de la noche, Eduardo y su mujer,


Estefany, se hallaban envueltos en una atmósfera cargada
de inquietud. La oscuridad abrazaba la habitación,
susurros tenebrosos flotaban en el aire. Eduardo, con una
risa nerviosa, interrogaba a Estefany con voz tensa,
buscando respuestas en las sombras de su rostro pálido.
La confesión de la abuela, palabras antiguas tejidas con
misterio y advertencias, había dado vida a sombras
sobrenaturales en su mente.

Un eco de sollozos y abrazos era todo lo que


Estefany podía ofrecer en respuesta. Se acurrucaba en sí
misma, como si pudiera enroscarse en una defensa contra
lo desconocido. En su intento de hacerse diminuta, evitaba
el alcance de cualquier presencia que pudiera acecharlos
en la penumbra. El terror había tejido su tela en la mente
de Estefany, envolviéndola en susurros helados.

La calma regresó con vacilantes pasos mientras


Eduardo, en su obsesión por descifrar los secretos del
umbral entre lo visible y lo oculto, rogó a Estefany que
permitiera la entrada de la luz. Sin embargo, sus dedos
temblaban en el interruptor, incapaces de vencer la
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 20

sombría danza de su imaginación. Los latidos acelerados


de sus corazones resonaban en la quietud de la noche,
como un tambor siniestro marcando un ritmo de temor
compartido.

El resplandor súbito de la luz reveló un santuario


de silencio. No había nada más que ellos dos, pero el
alivio era efímero, eclipsado por las memorias de sombras
palpables. Los ojos de Estefany se encontraron con los de
Eduardo, y en ese contacto compartido, la verdad fue
liberada.

Sus palabras, como hilos de una trama siniestra,


tejieron una narrativa inquietante. "Bajé en busca de
abrigo, mi suéter mi único aliado. Y entonces, un susurro
en la oscuridad, un susurro como el aliento de la
oscuridad misma. Manos invisibles trazaban senderos
gélidos en mi piel, y el aliento, un vaho espeso de lo
desconocido, se aferraba a mi rostro."

Eduardo escuchó, su mente se abrió como un


abismo ante las palabras. No era solo el relato de su
esposa, sino la confirmación de lo innombrable, lo que las
leyendas prohibían. El diablo, oscuro y voraz, se había
posado sobre el rostro de Estefany, como una mariposa
nocturna de pesadilla. Eduardo no pudo negar la verdad
que se desenrollaba como un pergamino maldito.

Así, en el resplandor reconfortante de la luz, la


certeza creció como hiedra en el corazón de Eduardo. La
abuela tenía razón, y la oscuridad había cobrado vida ante
sus pecados y caprichos. Estefany, abrazada a su esposo,
anclaba su seguridad en la calidez de su cercanía, tratando
de ahogar el eco del aliento siniestro en su piel.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 21

La noche avanzó, tejiendo su velo de secretos y


sombras sobre la habitación. Eduardo y Estefany, unidos
en su terror, encontraron consuelo en la certeza
compartida. La oscuridad podría haber cedido, pero su eco
persistiría, recordándoles que en los recovecos más
profundos, acechaba lo desconocido y lo sobrenatural,
esperando el momento propicio para deslizarse una vez
más desde las sombras y envolverlos en su abrazo helado.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 22

[CAPITULO 3]

ERASE UNA VEZ EN EL COLEGIO

En los rincones sombríos de las memorias de


aquellos que alguna vez compartieron pasillos escolares,
las palabras flotan como ecos siniestros de una realidad
inquietante. ¿Quién no ha sido testigo de historias
susurradas en la oscuridad, cuentos de fenómenos
inexplicables que se deslizan por los pasillos de la
imaginación? La escuela, un refugio de juventud, se
convierte en el telón de fondo de los relatos de lo
sobrenatural, como si el conocimiento y la inocencia
pudieran ser terrenos fértiles para lo desconocido.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 23

Es un eco común, un susurro que se escapa de los


labios de compañeros de clase, de aquellos conocidos,
familiares o extraños. Una leyenda urbana, tejida en
palabras y transmitida de generación en generación. Los
rincones sombríos de los colegios guardan secretos que
desafían la razón, historias de pasillos embrujados y baños
que son puertas al otro lado. Los estudiantes cuentan con
desdén sobre apariciones que se desvanecen en la luz del
día y sombras que acechan en las esquinas de la
conciencia. Estas narraciones, aunque tejidas en la tela de
lo sobrenatural, se convierten en uno de los relatos más
comunes entre los pasillos escolares.

Pero en este rincón del oscuro tejido, lo que yace


ante tus ojos no es el eco de adolescentes buscando
reconocimiento, ni las sombras de niños asustados
temerosos de lo que acecha tras las puertas cerradas. No,
lo que se desvelará aquí es un capítulo oscuro, una
colección de relatos que no emanan de bocas infantiles.
Esta historia emerge de la tinta envejecida de docentes
que saben más de lo que están dispuestos a admitir, de
directivos que enfrentan lo inexplicable con temor en sus
corazones, y de personal de planta que carga el peso de
secretos que los vinculan al abismo entre los mundos.

En la cabecera municipal, en un colegio que


alberga esperanza y conocimiento, la penumbra ha dejado
su huella. La luz del día no siempre es suficiente para
desterrar las sombras que se ciernen sobre los muros.
Estos educadores, en sus horas de silencio, han sido
testigos de acontecimientos que desafían la lógica y
erosionan la certeza.

Las voces de los niños y niñas ya no resuenan


solamente con risas y preguntas inocentes. Detrás de las
puertas cerradas de las aulas, en los momentos donde el
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 24

silencio es más intenso, susurros inquietantes se filtran


como el viento gélido. Las pizarras se convierten en
tableros para mensajes invisibles, y las sillas vacías
parecen ocupadas por presencias que no pueden ser vistas,
pero que se sienten con una claridad perturbadora.

Los pasillos, una vez llenos de pasos


despreocupados, ahora son caminos que conducen a la
incertidumbre. Sombras que se deslizan en el rabillo del
ojo, una risa infantil que se desvanece en el aire, huellas
que se forman en el suelo aunque ningún ser las haya
creado. Los relatos que salen de las bocas de estos
educadores no buscan el aplauso de la audiencia, sino el
alivio de compartir la carga de lo inexplicable.

Aquí, en el tejido de esta historia, los docentes se


convierten en narradores de lo inexplicable, los directivos
en guardianes de secretos oscuros y el personal de planta
en testigos que han cruzado el umbral entre lo que se
entiende y lo que desafía la comprensión humana. La
escuela, en su aparente normalidad, se convierte en el
terreno de la verdad oculta, donde los límites entre lo
tangible y lo sobrenatural se desvanecen, y el misterio
encuentra su morada en las sombras que acechan en cada
rincón.
EL CANDADO

La siguiente crónica arroja luces sobre un episodio


tenebroso que se desplegó en el corazón de una institución
educativa, en el instante en que los pasillos estaban vacíos
de docentes y estudiantes, y el crepúsculo carcomía las
sombras del anochecer. Solamente una figura permanecía,
una protagonista solitaria en su deber: Laura, la secretaria.
En el cumplimiento de sus labores rutinarias, se convirtió
en testigo de un suceso inexplicable, una manifestación
que desafiaría cualquier explicación lógica.
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 25

Este colegio, una estructura educativa cuyos ciclos


narraban historias y pasajes, estaba anclado en el Barrio
Lincoln, un rincón de la cabecera municipal en Suacha.
En sus calles, empedradas con los ecos de generaciones
pasadas, y en sus casonas majestuosas que albergaban
misterios arraigados, este colegio se alzaba, un
monumento a la historia en sus tres pisos.

El cambio de dueños, un capítulo reciente en la


historia del colegio, llevó a un ingeniero entusiasta, un
forastero de Bogotá, a asumir la administración. Llegó
con un aura de progreso y causa social, ajeno a los
secretos que yacían en estas paredes, ajenos a la herencia
inmemorial de la casona. Ingresó con determinación a su
nuevo papel en el colegio, desentendido por completo de
las energías que pululaban en los pasillos y habitaciones.

Laura, la secretaria en ese entonces, cumplía sus


tareas en horas posteriores a la jornada, sumida en la
rutina que se había vuelto su refugio. Aquella tarde,
similar a muchas otras, se desdibujaba en el desfile de
papeles y registros. Su espacio, la recepción, adquiría una
frialdad que retumbaba en la soledad de la oficina de
rectoría. Con el colegio en silencio, se permitía
permanecer más allá del ocaso, entregada a sus tareas
mientras el mundo exterior se sumergía en la penumbra.

El acceso a la oficina de rectoría era resguardado


por un candado imponente, que colgaba de la antigua
puerta de madera en tono café. Laura, como custodia de la
llave, era la única capaz de abrirlo. En un impulso,
decidió penetrar en el espacio, dejando la puerta
entreabierta para tener una línea de visión con la
recepción. Se ancló allí, arrastrada por sus deberes,
sumida en la ilusión de la normalidad. Las horas
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 26

continuaron, la rutina inmutable, hasta que el candado


osciló en movimiento.

El inicio de esta danza macabra no resonó como


una alarma. Los ojos de Laura captaron el balanceo del
candado, un ritmo pendular que desafió cualquier
explicación lógica. En un primer instante, su mente
racional atribuyó el movimiento a la mano invisible del
viento que ingresaba desde la recepción, un argumento
que buscaba calmar su intranquilidad.

Los minutos, implacables, no lograron extinguir la


extraña danza del candado. La fuerza del viento no podía
dar cuenta del vaivén vigoroso que ahora sometía al
enorme objeto. La mente de Laura, una isla de lógica en
un océano de incertidumbre, comenzó a atar los hilos de
interrogantes en su interior. El viento, una excusa
temblorosa, no podía sostenerse ante la consistencia del
espectáculo que tenía ante sus ojos.

La angustia, un escalofrío que serpenteaba por su


columna, se entrelazó con la incredulidad. Laura se vio
envuelta en la vorágine de emociones que la sumergieron
en un abismo. La mujer de resolución fuerte, la
empoderada, quedó expuesta en su vulnerabilidad. La
corriente de aire que quizá podría arrastrar papeles, no
tenía poder para mover el peso del candado. En ese
momento, las puertas de lo sobrenatural se abrieron ante
ella, un umbral que se sumergía en las leyendas de
fantasmas y apariciones que solían atemorizar a los niños.

En un instante, el horror halló su morada en el


corazón de Laura. La certeza que había guiado su vida
colapsó ante la irrupción de lo inexplicable. La
racionalidad quedó en la sombra, dando paso a la
sospecha de que las narraciones de antaño pudieran ser
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 27

más que simples cuentos. La esencia misma de la


normalidad había sido sacudida por lo sobrenatural, y el
temor, como un yugo oscuro, tomó posesión de su mente.

Inmóvil en el epicentro de una realidad


fragmentada, Laura contempló la danza del candado como
una siniestra coreografía. Cada movimiento, un latido del
misterio, un mensaje silente que desafía la lógica y exige
ser descifrado. El tiempo, distorsionado por el terror,
continuó su marcha en un ritmo acelerado.

Las historias infantiles de espectros y entidades se


apoderaron de su pensamiento. Las advertencias
ancestrales sobre la coexistencia con lo inexplicable
tomaron vida. Laura quedó inmovilizada, su raciocinio
anulado por el asedio de lo sobrenatural. La necesidad
imperiosa de huir, de abandonar aquel rincón encantado,
cobró forma en su mente.

Sin pensar, en un gesto reflejo, sus dedos se


aferraron a las llaves de su carro. Sin perder un segundo,
corrió fuera de la oficina y del colegio, dejando atrás sus
labores inconclusas y una sensación de inquietud que la
acompañaría mucho tiempo después.

Ya resguarda dentro de su automóvil, Laura marcó


el número de su jefe. Con voz temblorosa, compartió el
relato del suceso, una confesión en busca de claridad. La
respuesta del otro lado, teñida de incredulidad, desató una
risa incrédula. El ingeniero, ajeno a los terrores nocturnos,
recibió el relato con escepticismo.

Su llegada al colegio, la reunión de lo racional y lo


sobrenatural, desencadenó una imagen que produjo más
risa que compasión. La secretaria, agitada y pálida,
temblaba bajo el yugo del terror. La historia quedó como
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 28

una marcar en la memoria del colegio, un capítulo que


fusionaba el miedo con la incredulidad.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 29

ESE NIÑO QUE ESTA AHÍ NO ME GUSTA

La siguiente narración, oculta en las sombras de lo


cotidiano, emana de los recuerdos del profesorado. Un
atisbo en la vida de uno de los docentes, que se inmiscuyó
en los bordes de lo inexplicable, tuvo lugar en una tarde
llena de preparativos para un acontecimiento cultural que
aguardaba en el horizonte. En este contexto, cuando la
jornada escolar se esfumaba en el crepúsculo, y el edificio
resonaba con el eco de pasos que se alejaban, el profesor
Carlos, consumido por la tarea de dirigir a su grupo en la
próxima jornada cultural, encabezó un ensayo en las
instalaciones.

Los vestigios del día se disipaban en sombras y


susurros de secretos, mientras el colegio se preparaba para
la celebración del cierre de periodo. El profesor Carlos, un
alma apasionada por el arte y la cultura, se embarcaba en
la organización de un acto que encarnaría el espíritu de su
ciclo. Una estudiante se unía a él en este empeño,
fusionando talento y entusiasmo. Mientras la multitud de
estudiantes se despedía del plantel con la caída del sol, un
grupo selecto permanecía, entregándose a la danza en los
rincones del colegio.

Otros profesores, inmersos en sus propias


creaciones culturales, compartían el mismo compromiso.
En la oscuridad, la colaboración y la creatividad formaban
un tejido que daba vida a las manifestaciones artísticas. Y
entre las sombras, el ingeniero, figura comprometida con
la institución, vagaba como un guardián de la noche,
velando por el desenvolvimiento armonioso de las
actividades.

El ingeniero, ocasionalmente, traía consigo a su


hijo pequeño durante estos periodos prolongados en la
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 30

escuela. El niño, atrapado en el abrazo del aburrimiento y


la soledad, exploraba los pasillos en busca de
entretenimiento. Un eco infantil rebotaba en los muros,
una risa solitaria que acompañaba sus pasos errantes.

El profesor Carlos, en su constante compromiso


con el arte, se hallaba inmerso en la enseñanza de la
coreografía. Con los ojos fijos en la danza que nacía en el
salón, los días se sucedían, devorando el tiempo de
ensayo. Una semana se fundía en la otra, y el pulso de la
preparación vibraba en cada rincón.

En el centro de la vorágine de preparativos,


emergía la figura del hijo del ingeniero, un niño atrapado
en el universo de su imaginación. Como una sombra
juguetona, cruzaba los pasillos y paseaba por las aulas,
explorando en la quietud de la tarde. En más de una
ocasión, su presencia se filtró en el espacio donde el
ensayo se desplegaba, un recordatorio de la frescura
infantil en medio de los afanes adultos.

Sin embargo, en un momento fugaz, una corriente


de inquietud sacudió el tejido de lo que se consideraba
normal. En la penúltima jornada de ensayos, el niño
desató una cadena de eventos que se retorcerían en los
recuerdos del profesor Carlos. Como un viento helado que
arrastra los pensamientos hacia el abismo, el niño, en su
ronda de exploración, comenzó a revelar un patrón
perturbador.

En la penumbra, las figuras de los ensayantes se


movían en armonía con la música, enfrascadas en la
perfección de sus movimientos. Pero un detalle capturó la
atención de Carlos. El niño, con una dinámica que
desafiaba lo normal, repitió un ciclo que pronto se
transformó en un acto recurrente. Sus pequeños pies lo
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 31

llevaron de aula en aula, sin rumbo aparente. Y en ese


vaivén, el enigma se desveló en el umbral de lo siniestro.

En la última jornada, cuando el sol era solo un


recuerdo, la revelación se consumó. La danza de sombras
que recorría el colegio adquirió un matiz oscuro, una
coreografía de lo desconocido. Los ensayos se
desarrollaban en un salón contiguo al que el niño visitaba
una y otra vez. Una sensación inquietante tomó forma en
la mente del profesor Carlos, una conciencia de que el
niño estaba entrelazando su danza de pasos solitarios con
la presencia del aula vecina.

El terror, un visitante indeseado, se apoderó de la


mente del profesor. Un escalofrío recorrió su espalda
cuando las piezas del rompecabezas comenzaron a
encajar. El aula vecina, antes un espacio vacío, se
convirtió en un foco de temor. El niño, a su manera
infantil, parecía atraído por algo que permanecía
inalcanzable para los ojos humanos.

La última tarde de ensayo dejó una impronta en el


profesor Carlos. La coreografía, una celebración de la
vida, se vio teñida por una sombra que escapaba de la
comprensión. El último paso, el último movimiento,
resonó con una melodía discordante en medio de la
armonía. El niño, en su danza enigmática, había inscrito
un mensaje en la historia de aquel lugar.

El colegio, un refugio de conocimiento y


aprendizaje, se convirtió en el teatro de lo inexplicable. Y
el profesor Carlos, atrapado en la red de sucesos
desconcertantes, se convirtió en un narrador de lo
insondable. La tarde se desvaneció, llevándose consigo las
respuestas que el tiempo jamás revelaría.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 32

La normalidad impregnaba el entorno, ocultando bajo su


manto el presagio de lo insólito. Pero el destino,
caprichoso en su juego, desencadenó una serie de sucesos
que arrojaron la realidad en una dimensión desconocida.
En el corazón de la cotidianidad escolar, el profesor
Carlos y su grupo de estudiantes se hallaban absortos en
la creación de su presentación para la jornada cultural.

El colegio, envuelto en la expectativa de la clausura del


periodo, latía con un aire de anticipación. Sin embargo, el
velo de lo desconocido se cernía sobre los pasillos y las
aulas, susurrando secretos que se resistían a ser
desentrañados. Fue en esta atmosfera de inminencia que el
profesor Carlos, junto a sus estudiantes, se sumió en la
tarea de pulir su actuación.

En la penumbra de la tarde, el hijo del ingeniero vagaba


como un espectro infantil por los pasillos desiertos. Aquel
niño solitario, ajeno a la multitud que se desvanecía,
recorría los espacios con una inocencia que contrastaba
con el halo de inquietud que comenzaba a tejerse en el
aire. Hasta entonces, sus apariciones habían sido meras
notas al margen del ensayo, una presencia que se
deslizaba sin perturbar la concentración del profesor y su
estudiante.

Pero una tarde, los límites entre lo tangible y lo


inexplicable se desdibujaron. El niño, cuyos pasos eran
como ecos en las sombras, comenzó a romper las barreras
que separaban su mundo del de los adultos. Ya no se
contentaba con meramente observar, sino que se aventuró
a entablar comunicación. Sus palabras, en un idioma
infantil y desconocido para los oyentes, resonaron como
susurros de otro plano.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 33

Las voces de los adultos, cargadas de indiferencia, se


enfrentaban a las del niño con un eco sordo. Las
respuestas vacías, las palabras dichas sin entender, se
convirtieron en un muro infranqueable entre dos
realidades. El niño, como un faro en medio de la
oscuridad, buscaba comprensión. Pero su voz quedaba
atrapada en el laberinto de lo inconexo.

A medida que el ensayo avanzaba, el niño persistía en su


intento de hacerse entender. Repetía sus palabras con una
determinación infantil, buscando abrir una grieta en la
muralla del desentendimiento. Los gestos de los adultos,
cargados de indiferencia y concentración en la tarea, se
convertían en una ceguera ante las señales del niño. Hasta
que, exhaustos y al borde de la frustración, el niño logró
que sus palabras se volvieran visibles para los oídos
atentos.

Con la insistencia de un infante que no entiende de


barreras, el niño se acercó al profesor Carlos. Sus
palabras, pronunciadas con una seguridad que parecía
surgir de una certeza profunda, dejaron al profesor en una
encrucijada entre la incredulidad y el terror. El niño, cuya
voz infantil vibraba con una verdad que desafiaba lo
lógico, pronunció la sentencia que haría tambalear los
cimientos de la realidad.

"El niño de ahí no me gusta, me da miedo", las palabras


resonaron en la penumbra como un eco macabro. El
corazón del profesor, desbordado por la adrenalina, latía
al ritmo de lo inexplicable. La estudiante, atrapada en el
abrazo del asombro y el pánico, buscó refugio en la
mirada del profesor, buscando confirmación en sus ojos.

El niño, insistente en su deseo de ser comprendido, señaló


hacia el aula vecina. La oscuridad que había encapsulado
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 34

el espacio parecía vibrar con una energía siniestra. Sus


ojos infantiles, aún puros y sin las sombras del
escepticismo, señalaban una esquina donde la nada y lo
desconocido se entrelazaban en una danza silenciosa.

El escalofrío del horror se deslizó por la columna


vertebral del profesor Carlos. El niño, ajeno a la pesadez
del temor adulto, parecía ser el único en reconocer la
presencia de un ser invisible. Un niño, cuyas palabras
parecían ser un eco de lo que los demás no podían ver ni
oír. La realidad se torcía en una espiral de misterio que
amenazaba con trastornar la lógica del mundo conocido.

La pregunta de la estudiante, un reflejo de la búsqueda de


certeza, recibió una respuesta que resonó como un eco de
lo sobrenatural. "Ese niño que está ahí no me gusta, me da
miedo", el niño persistía en su declaración, inquebrantable
en su percepción de lo invisible. La verdad de sus
palabras arañó las fronteras de lo normal, desafiando la
mente de aquellos que se creían inmunes a lo inexplicable.

El profesor Carlos, en un intento por desentrañar el


enigma, se aventuró al aula vecina. Pero su entrada en el
espacio oscuro no reveló nada tangible. El niño,
acompañando al profesor, señalaba con su pequeña mano
la esquina donde yacía la presencia invisible. Para él, no
había barreras entre lo visible y lo oculto, su percepción
infantil trascendía las fronteras de lo tangible.

La certeza de lo invisible, la convicción de un niño que


aún no ha perdido la capacidad de ver lo que los adultos
han olvidado, dejó una marca en el profesor Carlos. La
tarde, cargada de misterio y terror, se convirtió en un
recuerdo imborrable. La sombra del niño invisible se
mantuvo en el aula, un testigo de una realidad que se
negaba a ser completamente revelada.
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 35

La experiencia, tejida con hilos de lo inexplicable, se


convirtió en una pieza del rompecabezas de lo
desconocido. La certeza del niño, su voz que resonaba
entre las paredes silenciosas del colegio, dejó una
pregunta que flotaría en el aire durante mucho tiempo.
¿Qué secreto aguardaba en la esquina invisible del aula
vecina? El niño, un vínculo entre mundos, se dispuso a
volver con su padre, llevándose consigo el enigma que
había compartido con aquellos dispuestos a escuchar.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 36

CIERRE DE PERIODO

La escena se despliega en la oscuridad insondable


del colegio, después del bullicio de la jornada cultural.
Una marea de estudiantes, profesores y padres de familia
había inundado las instalaciones, impregnando cada
rincón con su entusiasmo. El cierre de periodo prometía
ser memorable, una sinfonía de voces y aplausos
enmarcada en los pasillos y las aulas.

La profesora de danza, destacada en su posición de


protagonista en esta crónica de lo sobrenatural, relata con
asombro y temor los sucesos que sacudieron su
percepción de la realidad. El bullicio había cedido, las
luces se habían desvanecido y la oscuridad había devuelto
al colegio su atmósfera misteriosa, sus pasillos se
volvieron pasadizos hacia el desconocido.

El eco de las risas y los aplausos se desvanecía en


la noche, dejando a la profesora envuelta en una sensación
inquietante. La calma, como un velo delgadamente tejido,
oscurecía cada recoveco de la casona. Ya no había padres,
estudiantes o profesores que compartieran la penumbra,
solo las sombras permanecían como testigos silenciosos.

El final de la jornada cultural, aunque exhaustivo,


había sido un éxito. La satisfacción pintaba sonrisas en los
rostros y el colegio, que durante el día había sido un
torbellino de actividad, yacía en un silencio cargado de un
ambiente nuevo, desconocido. Era como si las paredes
mismas contuvieran historias, secretos ancestrales que
emergían en la oscuridad.

La profesora, sumergida en su mundo de


coreografías y melodías, había perdido la noción del
tiempo. Sus pertenencias esperaban en la sala de
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 37

profesores, un recinto que, en la quietud de la noche,


adquiría una cualidad ominosa. Las luces escaseaban, y la
penumbra parecía atrapar las paredes en un abrazo etéreo.

Como un reflejo de sus miedos, la profesora


reconocía en los pasillos del colegio un eco del pasado. La
antigüedad de la casona evocaba imágenes de fantasmas y
apariciones que trascendían la lógica. Pero, a pesar de su
temor, no había marcha atrás. Con determinación forjada
en valentía y aprensión, se adentró en la oscuridad.

La sala de profesores, un oasis de serenidad en


medio de la incertidumbre, aguardaba con la promesa de
descanso. Sin embargo, esa noche, la promesa se trastornó
en algo más. La profesora organizaba sus pertenencias, en
una mezcla de urgencia y ansiedad mientras el reloj se
apresuraba. El cierre del colegio estaba a punto de sellar
el fin de la jornada.

El casillero se cerró con un chasquido que resonó


en la penumbra, pero la oscuridad no se dejó intimidar.
Con la chaqueta abrazando su figura y el bolso colgando
de su hombro, la profesora se preparaba para salir. Sin
embargo, en el umbral de la puerta, en la frontera de la
realidad tangible y lo desconocido, algo se alzaba.

La visión de lo translúcido, un espectro que


desafía la lógica, paralizó el latido del corazón de la
profesora. El tiempo, de repente fragmentado y
suspendido, dejó espacio para el asombro y la inquietud.
Los pensamientos, como destellos fugaces en la noche, se
precipitaron a través de su mente.

El niño, de una edad imprecisa y una presencia


etérea, la miraba desde el umbral de la sala de profesores.
La esencia infantil en su figura flotante añadía a su
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 38

presencia un aura de vulnerabilidad. Sin embargo, sus


ojos, fijos en la profesora, destilaban una intención que
trascendía su apariencia.

En una fracción de segundo, la mente de la


profesora hiló teorías y dudas. ¿Era el hijo del rector, a
quien habían dejado atrás por accidente? ¿O era algo más,
una entidad ajena a la comprensión humana? El pulso
acelerado y la mente turbada, se enfrentó a la imagen
etérea que desafió la oscuridad.

El niño, a pesar de su etérea forma, no era un


simple reflejo de lo cotidiano. Su presencia tenía un matiz
inquietante, una carga que trascendía el espacio entre
mundos. Los ojos de la profesora, fijos en el espectro,
buscaban respuestas en las profundidades de su ser. ¿Qué
era ese niño? ¿Qué quería?

La figura inmaterial yace entre el umbral y la sala,


una brecha entre dos realidades. La profesora, un testigo
atónito de la conexión entre lo conocido y lo inexplicable,
siente cómo el miedo y la curiosidad se entrelazan en su
interior. Una lucha silenciosa, una danza entre lo racional
y lo irracional, se libra en los rincones de su mente.

Los segundos parecen extenderse, convertidos en


una eternidad que cuestiona la percepción misma del
tiempo. El niño traslúcido, un enigma en medio de la
penumbra, emana una presencia que se desafía a sí
misma. La profesora, sus sentidos agudizados por la
tensión, busca encontrar una respuesta a través de las
sombras.

La comunicación, una sinfonía de palabras y


significados, parece desvanecerse en la presencia del niño
etéreo. Pero, en un momento inesperado, las palabras
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 39

emergen de sus labios. El niño, una presencia que no


puede ser negada, habla con la voz del silencio. Sus
palabras, como ecos de otro mundo, alcanzan los oídos de
la profesora.

La profunda incertidumbre se enreda con el


misterio de lo sobrenatural. Las palabras del niño, un
lamento o un mensaje cifrado en una lengua que solo él
comprende, reverberan en el aire cargado. La profesora,
luchando entre el asombro y el temor, intenta discernir el
significado detrás de las palabras incomprensibles.

La respuesta del niño, como una revelación


envuelta en enigmas, agita las aguas de la comprensión.
Su voz, a pesar de su juventud y su origen inmaterial,
parece una ventana a un mundo desconocido, una
dimensión entrelazada con la nuestra pero separada por un
velo del tiempo y la percepción.

La profesora, en un acto de valentía y temor


entrelazados, se inclina hacia adelante. Las palabras
escapan de sus labios, la incertidumbre y el misterio
tejidos en sus preguntas. La interacción entre el mundo
tangible y lo etéreo se convierte en un baile delicado, una
coreografía de comunicación que cruza las fronteras de lo
desconocido.

El niño, su figura etérea suspendida en el umbral,


parece responder con una presencia que trasciende las
palabras. Sus ojos, fijos en la profesora, destilan
emociones y secretos que pertenecen a un reino que la
mente humana apenas puede entrever. La conexión entre
los dos mundos se intensifica, una conversación sin
palabras que reverbera en las profundidades del alma.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 40

En ese momento de confrontación con lo


inexplicable, la profesora descubre la verdad oculta en los
ojos del niño etéreo. Las emociones se despliegan en un
abanico de matices, desde la vulnerabilidad hasta la
inquietud. La presencia del niño no es una casualidad,
sino una revelación de lo que yace más allá de nuestra
comprensión.

La sala de profesores, en medio de la oscuridad y


el misterio, se convierte en un escenario de encuentro
entre dos mundos. La profesora, atrapada en el umbral
entre lo conocido y lo sobrenatural, enfrenta la realidad de
que la comprensión humana es solo una parte de la
vastedad del universo.

La figura del niño etéreo, como un reflejo


distorsionado de la realidad, se desvanece en la penumbra.
La profesora, sumergida en el asombro y el terror, se
queda de pie en la entrada de la sala de profesores. La
oscuridad, imperturbable y llena de secretos, la envuelve
mientras la noche abraza el colegio en su regazo de
misterio.

En un parpadeo de tiempo que parecía contener


toda una eternidad de incertidumbre, la profesora se me
encontró cara a cara con el enigma que desafiaba su
comprensión. La figura del niño, que emanaba una
presencia etérea, parecía un rompecabezas cuyas piezas
no encajaban en la realidad que conocía. Sus
pensamientos giraban en una danza frenética, como hojas
arrastradas por el viento, en busca de una explicación
lógica a lo que sus ojos se negaban a aceptar.

La primera respuesta que emergió en su mente fue


un intento de negar lo que estaba viendo. Quizás era un
juego de sombras, una ilusión creada por la fatiga después
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 41

de una jornada agotadora. Pero, a medida que sus ojos se


aferraban a la figura translúcida, su forma y su esencia
parecían desafiar cualquier intento de racionalización. Era
un niño, de eso no cabía duda, pero su presencia estaba
impregnada de una cualidad sobrenatural que desafiaba
las leyes de la realidad.

En un susurro interno, se repitió a sí misma que


aquel niño no se parecía en nada al hijo del rector. La
contradicción entre la imagen frente a sí y la expectativa
que había construido en su mente se acentuaba con cada
latido acelerado del corazón. Una corriente de miedo y
asombro se entrelazaba en su interior, tejiendo una red de
emociones que amenazaban con sumirle en la oscuridad
del pánico.

La posibilidad de que aquel niño fuera un


acompañante, un familiar de algún estudiante o profesor
que había permanecido en la recepción, parpadeó como
una vela frágil en su mente. Sin embargo, esta esperanza
se desvaneció como humo en el viento. Su mente escrutó
la memoria de los que habían permanecido, pero esta
búsqueda desesperada no dio frutos. La realidad, con sus
matices de inquietud y misterio, insistía en desafiar
cualquier explicación lógica.

Las fases de su pensamiento giraron en un


torbellino, como pájaros inquietos en busca de un refugio.
Cada posibilidad era explorada, cada respuesta imaginada,
pero ninguna parecía encajar perfectamente en el
rompecabezas que tenía ante sí. La confusión, como una
neblina espesa, amenazaba con nublar su juicio y dejarla a
merced de lo desconocido.

La figura del niño se volvió, como si sintiera la


mirada de sus ojos inquisitivos sobre él. Una sensación
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 42

escalofriante, como el roce de una brisa gélida, recorrió su


columna vertebral. En un gesto que parecía más una danza
automática que una decisión consciente, sus labios
pronunciaron las palabras que buscaban comprender lo
incomprensible:

- ¿Eres el hermano de algún estudiante que está


aquí?

Su voz, temblorosa y débil, apenas rompió el


silencio que envolvía la sala. Pero la respuesta que
esperaba nunca llegó. El niño, en una secuencia que
parecía más bien un destello fugaz de realidad, giró y
comenzó a alejarse. Sin embargo, sus pasos no resonaron
en el suelo, su figura no se desvaneció en la distancia. En
cambio, algo más extraño sucedió.

La figura del niño comenzó a desvanecerse, pero


no como un proceso gradual y continuo. Fue más bien
como si la esencia del niño fuera absorbida por la
penumbra, como si se desvaneciera en partículas de humo
que se difuminaban en el aire. Su mente luchó por
comprender lo que estaba sucediendo, pero sus sentidos le
confirmaron que no era una ilusión. El niño, como una
ilusión en reversa, se desmaterializaba ante sus ojos
atónitos.

El suspenso en el aire se hizo palpable, como una


electricidad que cargaba la atmósfera. Su corazón latía en
un ritmo frenético, como los tambores de un ritual
ancestral. Una emoción intensa, una mezcla de terror y
fascinación, envolvía sus sentidos mientras observaba
cómo la figura del niño se evaporaba en el aire oscuro.

Y entonces, como un eco silente pero profundo, un


grito escapó de sus labios. Un grito que se liberó de las
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 43

cadenas del asombro y la inquietud, un grito que llevaba


consigo la esencia de lo inexplicable. Su voz, como un
eco desesperado, atravesó los confines de la sala de
profesores y resonó en los pasillos y los rincones del
colegio.

El grito fue como un llamado, una alarma que


rompió la tranquilidad que había reinado en el colegio.
Los sonidos de pasos apresurados y voces preocupadas se
acercaban, rompiendo la barrera de la soledad que le
habían envuelto. El rector, los estudiantes y los
profesores, arrastrados por la urgencia del momento,
corrieron hacia la sala de profesores.

Su presencia inundó la habitación, una mezcla de


preocupación y sorpresa en sus rostros. Preguntas
inundaron el aire, y su mente, aún tambaleante por el
impacto del encuentro sobrenatural, luchó por encontrar
palabras para expresar lo que había sucedido. Su boca
temblorosa tartamudeó respuestas mientras intentaba
hacer sentido de su experiencia.

Sin embargo, sus palabras cayeron en oídos


escépticos. La incredulidad, como una sombra
inamovible, cubría las miradas de aquellos que la
rodeaban. El rector, con una sonrisa apaciguadora y una
expresión que mezclaba condescendencia y simpatía,
intentó calmar sus temores. La risa, un coro de negación,
se extendió entre los presentes como una cortina que
cerraba la puerta a lo inexplicable.

Ella sabía lo que había visto. El encuentro con lo


sobrenatural, la figura del niño fantasma que se
desvaneció en el aire, permanecía como un recuerdo
indeleble en su mente. Pero en medio del escepticismo de
aquellos que la rodeaban, se sintió atrapada entre lo
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 44

inexplicable y la necesidad de encajar en la realidad que


conocían.

La sala de profesores, un refugio que alguna vez


había sido tranquilo, se había convertido en el escenario
de algo macabro, de un puente entre nuestro mundo y el
sobrenatural.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 45

UN INTRUSO

En el último relato de este capítulo, nos


adentraremos en la historia del profesor encargado de los
fines de semana. Una jornada en la que, por lo general, la
afluencia de estudiantes en el colegio era escasa. De
hecho, los sábados solían transcurrir con una notable
ausencia de jóvenes en las aulas, transformando la
institución en un lugar sumido en el silencio y la soledad.

En medio de esta tranquila desolación, solo un


grupo mixto de estudiantes deambulaba por los pasillos.
Eran pocos, tan pocos que podían contarse con los dedos
de una mano. A estos escasos alumnos se les brindaban
clases generales, siendo un solo docente el encargado de
guiarlos en cada ciclo. Así, el profesor de nuestra historia
se encontraba ante una situación inusual y misteriosa que
pronto revelaría su naturaleza más intrigante.

El profesor, cuyo nombre aún permanece en la


sombra, compartió su experiencia de manera cautivadora.
En sus palabras, se deslizaba un tono de inquietud, como
si las paredes mismas de la institución guardaran secretos
que solo se atrevían a revelar los sábados. Mientras los
minutos se desvanecían con lentitud, el aula parecía vibrar
con una energía desconocida, y las miradas de los
estudiantes reflejaban una mezcla de curiosidad y
nerviosismo.

A medida que el relato del profesor avanzaba, las


atmósferas de misterio y suspenso se entretejían con sus
palabras. Las descripciones de los pasillos oscuros y los
ecos de risas infantiles que parecían susurrar en los
rincones más ocultos del edificio, creaban una sensación

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 46

de inminente inquietud. ¿Qué sucedía realmente los


sábados en ese colegio aparentemente tranquilo?

Las palabras del profesor se deslizan como un río


oscuro, arrastrándonos hacia lo desconocido. Sus relatos
de puertas que se cerraban solas, sombras que parecían
moverse en las periferias de la visión y susurros apenas
audibles que rozaban los oídos de los estudiantes,
pintaban un cuadro aterrador que agitaba la imaginación.
A medida que profundizamos en su historia, la línea entre
la realidad y la fantasía se desdibuja, dejándonos
cuestionando lo que es posible en un mundo donde lo
inexplicable se convierte en nuestra más profunda
pesadilla.

Así, mientras el relato del profesor avanza, nos


encontramos al borde de un abismo de terror
inmensurable, donde la percepción se retuerce y la mente
juega sus propios trucos. En esta jornada de los sábados,
los muros del colegio parecen cobrar vida propia, y la
experiencia del profesor se convierte en un escalofriante
viaje a lo desconocido, donde la realidad y la oscuridad se
entrelazan en una danza macabra que amenaza con
arrastrarnos hacia lo más profundo de nuestras pesadillas
más ocultas.

“Yo era el coordinador de los fines de semana, y


esto implicaba pasar una mañana entera solo en la
recepción, enfrentando el frío y el aburrimiento. Después
de transcurrir la jornada regular de entre semana, la
jornada del sábado comenzó como cualquier otra.
Llegaba temprano, y mi labor empezaba esperando la
llegada del docente asignado y de cada uno de los
estudiantes.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 47

Todo transcurría con normalidad. Ese día,


algunos estudiantes que habían estado durante la semana
decidieron quedarse para la charla. Esto me resultó
agradable, ya que la compañía de los chicos y sus
ocurrencias harían que el tiempo pasara más rápido.
Incluso, les pedí que fueran por algunos paquetes de
comida, pan y gaseosas para hacer de la mañana algo
memorable. Así que allí estábamos, charlando y riendo,
compartiendo momentos mientras bromeábamos sobre
cada pequeño error que cometían en ese instante.

Dado que era solo un grupo reducido de


estudiantes, los acomodé en una de las aulas del primer
piso. Con el resto del colegio vacío, no me quedaba más
opción que permanecer en la recepción, pero al menos
tenía la agradable compañía de esos chicos. Sabíamos
todos que estábamos solos en las instalaciones, aparte de
nosotros en la recepción y los chicos que estaban en
clase.

De repente, algo extraño interrumpió la


tranquilidad. Desde una de las aulas del segundo piso, se
escuchó el sonido de una puerta que se abría y cerraba de
golpe, seguido de pasos rápidos que se dirigían hacia la
sala de sistemas, ubicada al final del pasillo. La puerta se
abrió con violencia y se cerró con la misma fuerza. Todo
sucedió en un abrir y cerrar de ojos, pero me sentí
aliviado de tener compañía en ese momento. Así, no me
convertiría en el protagonista de una historia
extravagante de un profesor volviéndose loco los fines de
semana.

No fui el único que escuchó esos sonidos. Mis


compañeros de esa mañana también los oyeron. El golpe
en la puerta, los pasos de alguien corriendo
enérgicamente de un extremo a otro del pasillo y luego,
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 48

de repente, un silencio absurdo tras todo ese alboroto.


Nos quedamos perplejos, nuestra animada conversación
se evaporó ante el inusual evento. Mientras los chicos me
miraban con asombro, uno de ellos rompió el silencio:

- ¿Habrá alguien en el segundo piso?

Mi respuesta fue un rotundo "no", y mientras


hablaba, me levanté de un salto. Me dirigí rápidamente
hacia la escalera y subí a toda prisa para investigar lo
que habíamos presenciado. Mi sorpresa fue inmensa
cuando no encontré absolutamente nada en el lugar del
incidente. El pasillo estaba desolado, las aulas del
segundo y tercer piso estaban vacías por completo. No
había señales de ninguna intrusión por parte de un
extraño o de algún estudiante juguetón que pretendiera
hacer una broma esa mañana. Total y absoluta soledad
en esos dos niveles.

Como mencioné al principio, agradezco


profundamente no haber estado solo en ese instante. De
lo contrario, la historia que les he relatado podría haber
sido simplemente el cuento de un hombre mayor
volviéndose loco o divagando bajo los efectos de alguna
sustancia. La incertidumbre de lo que aconteció en aquel
pasillo desolado permanece como una sombra en mi
mente, recordándome que, en ocasiones, la realidad
puede tornarse en un desafío psicológico aterrador y
desconcertante.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 49

[CAPITULO 4]

LA SOMBRA EN EL BAÑO

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 50

El siguiente relato pertenece a una joven arraigada


en una familia católica de raíces profundas en el
municipio. Ella comparte esta historia con la esperanza de
tal vez hallar respuestas a lo que sucedió en aquella tarde
de domingo, cuando fue testigo de algo que hasta el día de
hoy no ha podido explicar. Este incidente ocurrió mientras
se encontraba sola en su hogar, justo en el momento en
que su familia asistía a la habitual eucaristía. Esto la
convierte en la única testigo de lo que aconteció en
aquella tarde misteriosa.

"Era un domingo como cualquier otro, y como


siempre, mi familia y yo nos alistábamos para acudir a la
misa. Siguiendo la rutina, nos levantamos temprano y
después de desayunar, comenzamos a prepararnos. Aún
no habíamos decidido a qué parroquia ir, y como solía
ocurrir, mi madre tomaría esa decisión en el último
instante.

Aunque en realidad, la elección no era relevante,


ya que asistiríamos a la misa sin importar la ubicación,
sin embargo, en ese día en particular, me sentía exhausta
y preferiría una parroquia cercana, de preferencia la del
barrio. Pero como mencioné, todo estaba en manos de mi
madre y su elección. Justo cuando menos lo esperaba,
reveló antes de salir cuál sería nuestro destino: la
Parroquia de San Bernardino, en Suacha centro. Esto
implicaría no solo un largo trayecto, sino también salir
de casa temprano por la mañana y regresar por la tarde,
casi rozando la noche, ya que después de la eucaristía
solíamos salir a comer algo."

La elección de la Parroquia de San Bernardino,


situada en Suacha centro, marcó el inicio de una serie de
sucesos inusuales. A medida que avanzaba el día, la
sensación de agotamiento de la protagonista se
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 51

profundizaba, envolviéndola en una especie de letargo que


parecía opacar el entorno. La tensión en el aire era
palpable, una presencia invisible parecía acechar cada
rincón de la casa, como si estuviera esperando el
momento oportuno para manifestarse.

La ausencia de la familia generó un silencio denso


y perturbador que acentuaba cada pequeño ruido que se
filtraba desde el exterior. Los pasos lentos y regulares de
un reloj parecían resonar como un eco ominoso, marcando
el tiempo de manera inquietante. La casa, que
normalmente era un refugio de familiaridad y seguridad,
adquirió una cualidad extraña y desconocida en esa
jornada atípica.

Mientras la protagonista permanecía sola en esa


casa que ahora parecía cambiar ante sus ojos, sintió una
presencia intangible que la observaba desde las sombras.
Una sensación de ser vigilada la invadió, desencadenando
un escalofrío que recorrió su columna vertebral. Cada
rincón parecía esconder sus propios secretos, y los objetos
cotidianos tomaban formas amenazantes en la penumbra.

La tardanza de la familia, que normalmente


regresaba al hogar después de la eucaristía, prolongó la
soledad de la protagonista. A medida que el sol se ponía y
las sombras crecían, la sensación de inquietud se
intensificaba. Cada pequeño crujido y susurro en las
paredes la mantenían en un estado constante de alerta,
mientras su mente luchaba por encontrar explicaciones
racionales para lo que estaba experimentando.

Finalmente, cuando la familia regresó a casa, la


atmósfera de tensión pareció disiparse, pero la
protagonista sabía que algo había cambiado esa tarde. Lo
inexplicable y lo desconocido habían dejado una huella en
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 52

su mente, un recordatorio de que la realidad puede tejerse


con hilos de misterio y temor, incluso en los lugares más
familiares.

La historia de esta joven, llena de elementos


sobrenaturales y una atmósfera de inquietud, nos recuerda
que hay fuerzas en el mundo que escapan a nuestra
comprensión, que acechan en las sombras y nos desafían a
cuestionar la realidad que creemos conocer. En esas horas
de soledad y oscuridad, la protagonista enfrentó una
experiencia que trascendió lo cotidiano y la sumergió en
un mundo donde lo inexplicable se convierte en una
pesadilla palpable.

“Como mencioné antes, me sentía sumamente


agotada. No tenía deseos de caminar largas distancias ni
de pasar tanto tiempo fuera de casa. Era un domingo y
anhelaba descansar todo lo posible. Así que decidí hacer
todo lo que estuviera a mi alcance para demorarme en el
proceso de alistarme para salir. Si alguna vez en mi vida
me tomé un tiempo excesivo para prepararme, fue
precisamente ese domingo. Me alargué tanto en cada
paso que incluso me asusté de lo lenta que me movía esa
mañana.

Todos los demás estaban listos desde temprano,


como era de esperar. Mi madre, al notar que yo no lo
estaba, empezó a apurarme para que me diera prisa. Sin
embargo, eso era justamente parte de mi plan. Antes de
que se enfadara, le sugerí que salieran sin mí y que nos
encontraríamos en la iglesia. Alegué que aún me faltaba
tiempo para estar lista y salir. Mi madre, apresurada por
no llegar tarde, aceptó a regañadientes mi propuesta, sin
darle demasiada importancia. Dejándome sola en casa,
se dirigieron a la parroquia.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 53

La demora necesaria para que ellos se dirigieran


a la parroquia allanó el camino para que yo realmente
empezara a apresurar el paso. Pero mi destino no sería el
mismo que el suyo. Planeaba asistir a la parroquia del
barrio, que quedaba mucho más cerca. Así, llegaría
temprano a casa y mientras ellos regresaban de su largo
recorrido, tendría tiempo de preparar la comida, que en
este caso se convertiría en la cena para los demás, dado
que ellos solían almorzar fuera. Prefería la tranquilidad
de la cocina a tener que caminar tanto ese día.

El plan se desarrolló según lo previsto. Ellos se


dirigieron a la eucaristía en San Bernardino, mientras yo
acudía a la parroquia del barrio. Efectivamente, llegué
con mucha ventaja respecto a mi familia. Llena de
alegría, me dispuse a disfrutar de mi soledad en casa.
Puse música a todo volumen, cambié mi ropa por algo
más cómodo y dejé los tacones de lado en favor de unas
chancletas. Me entregué al placer de estar en "modo
hogareño" y dejé atrás mi "modo pasarela" durante toda
una tarde.

Mi felicidad se vio interrumpida cuando, mientras


iba y venía por la casa, sentí la necesidad de usar el
baño. Salí de la cocina en dirección al baño, y es en ese
momento cuando todo cambió. Al intentar abrir la puerta
del baño, fui empujada hacia atrás por una fuerza
invisible que me impedía entrar. En un principio, pensé
que tal vez uno de mis hermanos había regresado antes y
se había adelantado, así que no sentí miedo en ese
instante.

El miedo llegó después. Después de forcejear con


la puerta en tres ocasiones seguidas, decidí reunir todas
mis fuerzas para casi derribarla. Funcionó, logré abrir la
puerta. Sin embargo, lo que encontré dentro del baño no
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 54

fue a mi hermano, ni a nadie conocido. En lugar de eso,


vi una sombra completamente negra que parecía estar
sentada en el inodoro. Cuando abrí la puerta, esta
sombra comenzó a elevarse, como si se pusiera de pie,
llegando a medir unos tres metros de altura.

En ese momento, lo único que pude hacer fue


gritar, gritar con todas mis fuerzas y correr hacia mi
habitación. Me encerré, tratando de esconderme de esa
cosa. Permanecí allí hasta que finalmente mi familia llegó
a casa, casi al anochecer, como había pronosticado
anteriormente.

El pánico me consumió por completo. Nunca imaginé que


mi deseo de descansar tendría un precio tan alto. Aunque
estuve encerrada en mi habitación todo ese tiempo hasta
que llegó mi familia, no pude descansar. El temor y la
incertidumbre después de ese impactante encuentro con
esa sombra aún me persiguen, y sigo preguntándome qué
podría haber sido aquello. La experiencia me dejó
marcada, recordándome que hay aspectos oscuros y
aterradores en la realidad que no comprendemos del
todo, que acechan en las sombras y desafían nuestra
comprensión más profunda.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 55

CAPITULO 5

FANTASMA VIEJO EN CASA NUEVA

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 56

La siguiente historia cuenta con el testimonio vivo de


todos los integrantes de una sola familia. Habitualmente,
las historias relacionadas con lo paranormal se basan en la
experiencia de una sola persona, lo que a menudo genera
escepticismo y desconfianza, ya que carecen de testigos
que puedan verificar la veracidad de lo narrado. No
obstante, en esta ocasión, todos los miembros de una
familia se convierten en protagonistas de una experiencia
que desafía las fronteras de lo comprensible.

El municipio de Suacha, por su parte, ha sido


históricamente un asentamiento para miles de familias
que, año tras año, se establecen en los diversos barrios de
sus comunas. Provenientes de diferentes rincones del país,
estas familias llegan buscando esperanza y una vida de
mejor calidad en este territorio.

Así, la familia en nuestra historia arribó desde Bogotá


para establecerse en el barrio El Provenir, ubicado en la
comuna seis del municipio. Sus integrantes, como muchos
otros, son personas humildes y sencillas. Forman un
grupo familiar típico, conformado por una pareja de
esposos y sus cuatro hijos, dos de los cuales se encuentran
en plena adolescencia, mientras que los dos más pequeños
están en la primera infancia.

El traslado se dio desde la localidad de Bosa, motivado


por la distancia y las difíciles condiciones en las que se
encontraba este lugar en aquel entonces. Sin embargo, el
cambio de residencia no mejoró sustancialmente las
condiciones de vida de esta familia. Llegaron al barrio El
Provenir en pleno proceso de invasión, un sector que aún
no estaba legalizado por la administración municipal.
Calles de tierra y servicios escasos o inexistentes
configuraban el nuevo panorama en el que esta familia se
insertaría.
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 57

A pesar de las adversidades, los miembros de esta familia


intentaron adaptarse a su nueva realidad. Con esperanzas
de una vida mejor, se esforzaron por establecerse y
construir un hogar en este entorno desafiante. Pero pronto,
se dieron cuenta de que su casa nueva guardaba secretos
que trascendían la comprensión humana.

Las primeras señales de que algo estaba fuera de lo común


se manifestaron de manera sutil. Ruidos inexplicables en
medio de la noche, sombras fugaces que parecían moverse
en la periferia de la visión y cambios inexplicables en la
temperatura del ambiente, generaron una atmosfera de
intriga y preocupación. Sin embargo, la familia intentó
atribuir estos fenómenos a causas lógicas y racionales,
buscando mantener la calma y la cohesión familiar.

No obstante, la presencia desconcertante que habitaba en


la casa se hizo más evidente con el tiempo. Murmullos
que resonaban en los rincones más oscuros, objetos que
parecían moverse por sí solos y la sensación persistente de
ser observados en cada rincón de la casa, comenzaron a
socavar la tranquilidad de la familia. En especial, los
niños más pequeños parecían percibir y reaccionar ante
algo que los adultos no podían ver.

A medida que los días se convertían en semanas y las


semanas en meses, el ambiente en la casa se volvía cada
vez más opresivo. La familia experimentaba insomnio,
cambios de humor inexplicables y un creciente
sentimiento de desasosiego. Intentaron buscar ayuda y
respuestas, pero las explicaciones convencionales
parecían insuficientes para abordar lo que estaban
viviendo.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 58

Finalmente, después de una serie de sucesos intensos y


perturbadores, la familia decidió contactar con el párroco
local en busca de orientación. El sacerdote visitó la casa y
llevó a cabo una serie de investigaciones y análisis.
Aunque las conclusiones no eran definitivas, sugirió que
la casa podía estar siendo afectada por una presencia
espiritual antigua, posiblemente relacionada con la
historia de la tierra en la que se asentaba.

A medida que la familia intentaba comprender y lidiar con


la situación, los eventos paranormales parecieron
disminuir gradualmente. Aunque nunca llegaron a
entender completamente lo que habían experimentado, el
tiempo y el esfuerzo permitieron que recuperaran una
sensación de normalidad en su hogar. Sin embargo, el
recuerdo de esa época sombría perduraría en sus mentes,
recordándoles que existen aspectos del mundo que
escapan a nuestra comprensión y desafían nuestra
percepción de la realidad.

EL TESTIMONIO DE LO INEXPLICABLE: UN
HOGAR ASEDIADO POR LO DESCONOCIDO

La familia del barrio El Provenir se convirtió en un


testimonio vivo de lo inexplicable, llevando consigo una
historia que desafía las fronteras entre lo conocido y lo
desconocido, lo tangible y lo intangible. Sus vivencias
dejaron una marca indeleble en sus vidas, recordándoles
que hay fuerzas en el universo que, a pesar de nuestros
intentos por racionalizarlas, siguen siendo un misterio.
Nos recuerdan que lo extraordinario y lo terrorífico
pueden anidar en lo más cotidiano.

Era solo una noche más en la nueva casa, todo aún entre
cajas y las camas sin armar. Acordaron desplegar

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 59

colchones en el suelo de la sala para descansar y recobrar


fuerzas para continuar instalándose al día siguiente.

Intentando dormirse, apagaron las luces y se dispusieron a


descansar con total normalidad. La noche avanzaba
tranquilamente cuando, de repente, sin previo aviso,
escucharon el sonido de una piedra cayendo cerca de
ellos.

En medio de la oscuridad y aún somnolientos,


comenzaron a escuchar como caían piedras que eran
lanzadas desde todas las direcciones. Llenos de angustia,
se refugiaron bajo las cobijas, tratando de protegerse y
evitando algún daño irreparable.

Los interrogantes que rondaban las mentes de los


miembros de la familia eran comprensibles:

- ¿De dónde venían estas piedras?


- ¿Por qué caían dentro de la casa en lugar de golpear el
tejado o romper las ventanas?

Cada miembro de la familia estaba asustado y sin


respuestas ante las preguntas que esta situación planteaba
como escenario de bienvenida en su nuevo hogar.

De repente, del mismo modo en que comenzó la lluvia de


rocas, cesó. Aterrorizados y convencidos de que los
nuevos vecinos los habían atacado, decidieron no
levantarse para inspeccionar el supuesto desastre que les
esperaba afuera y enfrentar a aquellos que consideraban
sus agresores.

La noche llegó a su fin y la mañana trajo una sorpresa que


desconcertó a todos. Contrariamente a lo que todos
esperaban ver cuando la luz del sol inundara la casa,
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 60

encontraron su hogar exactamente como lo habían dejado,


sin nada fuera de lugar y, mucho menos, sin rastro de
piedras en ninguna parte.

Relatos como este nos sumergen en las profundidades de


lo paranormal, presentándonos dos posibles situaciones.
La primera nos lleva al mundo de los "seres
desconocidos", lo que en el ámbito de la fe se conocería
como "demonios". En este caso, sugiere que la casa nueva
ya estaba infestada por estas entidades.

La segunda posibilidad nos adentra en la idea de que la


familia habitaba en una casa ya poseída por una entidad
similar. El cambio de residencia, un suceso importante y
traumático, habría desencadenado esta manifestación. Es
ampliamente reconocido que cuando una víctima de
hostigamiento espiritual abandona el lugar donde ha
experimentado los fenómenos paranormales, el espectro
opresor puede tomar represalias contra esa persona,
marcándola con su presencia.

Esta historia, con sus misteriosas piedras cayendo del


cielo y las manifestaciones inexplicables en una casa
nueva, nos recuerda que los límites entre nuestro mundo y
el desconocido son frágiles. Los hechos paranormales
pueden envolvernos en un aura de terror, enfrentándonos
a lo inexplicable, haciéndonos cuestionar nuestras
percepciones y desafiando nuestra comprensión de la
realidad. En la casa del barrio El Provenir, la lucha entre
lo conocido y lo sobrenatural dejó su huella indeleble en
una familia que se vio atrapada en los misterios que
acechan en las sombras.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 61

CAPITULO 6

TE MATERE
¡MALDITA!

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 62

Nuestra última historia se desarrolla en uno de los


apartamentos de Parque Campestre, cabecera municipal.
Nuestros protagonistas, en esta oportunidad, son Carlos y
Paula, un matrimonio con once años de feliz unión.
Tiempo más que suficiente para haber enfrentado una
gran cantidad de dificultades, obstáculos e inconvenientes
propios de la vida conyugal. Sin embargo, lo que a
continuación nos comparten ellos es, sin duda, algo que
ninguna pareja casada, por más años de matrimonio que
tenga encima, llegaría a experimentar.

Lo que a continuación Carlos y Paula nos comparten


rompe por completo cualquier idea que se tenga referente
a una dificultad de pareja o incluso a cualquier cosa que
se le pueda llamar inconvenientes típicos del matrimonio.
Por el contrario, la situación que Carlos y Paula nos
comparten es más digna de entrar en el salón de la fama
de lo terrorífico y espeluznante, llevando a nuestros
protagonistas a emprender una batalla sin cuartel contra
fuerzas incomprensibles que, a diferencia de nosotros y de
cualquier mortal, parecieran no agotarse. Fuerzas carentes
de un cuerpo físico al cual poder someter o herir en un
acto propio de defensa personal.

Ataviados por el hostigamiento que estas entidades


incorpóreas infringían en la joven pareja, en lugar de huir,
abandonar o incluso separarse, la joven pareja permanecía
más unida que nunca. Debatíase entre la incredulidad y la
fe, atendiendo las distintas situaciones con las que
aquellas entidades los ponían a prueba de manera
constante, en una lucha sin cuartel.

Carlos y Paula aseguran que, aun cuando no era todo el


tiempo, siempre era notorio el momento en que estas
entidades entraban en acción. Al principio, era
prácticamente imperceptible, pero con el pasar de los años
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 63

en el matrimonio de esta joven pareja, comenzaron a


evidenciarse sucesos que ya era imposible pasar por alto,
haciendo como si no pasara nada.

Por esta razón, Carlo y Paula al principio se mostraban


escépticos. Al no concebir la idea de ser acechados por
algo que no perteneciera a este mundo, la sola noción de
que algo así les estuviera sucediendo resultaba irrisoria,
como si proviniera de un guión retorcido de película de
terror.

Sin embargo, su escepticismo encontraría un abrupto final


con el transcurso del tiempo. La fuerza y frecuencia de los
ataques a los que se vieron sometidos los empujarían de
manera irrevocable hacia la aceptación de que algo
maligno los acechaba desde las sombras.

Habiendo asumido que debían tomar cartas en el asunto,


comenzaron a surgir más preguntas que respuestas en el
proceso. Preguntas sin respuestas que los atrapaban en un
espiral sin fin de enfrentamientos intensos, poniendo a
prueba de manera extrema el amor que una vez se habían
jurado ante el altar.

Todas las situaciones turbias y siniestras que los llevaron


a decirse cosas sin pensar antes de hablar, a herirse sin
siquiera tocarse, a lastimarse con armas tan letales como
cualquier objeto corto punzante, afilado por la ley del
hielo y forjado por el abandono parcial del lecho nupcial,
al mismo tiempo que fue empapado por la indiferencia al
dolor ajeno.

Estas circunstancias los condujeron a refugiarse en la fe,


buscando ayuda incluso en comunidades religiosas afines
a su credo. Sin embargo, lo que sucedió como resultado

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 64

de buscar ayuda fue algo que jamás habrían imaginado


que podría acontecer.

EL ORIGEN DE TODOS LOS MALES


INFESTACIÓN, LA MANIFESTACIÓN DE LO
OCULTO.

Carlos y Paula, aceptando la ayuda de su comunidad de


fe, se sometieron a rutinas de oración y estudios bíblicos
que les proporcionaban, por un lado, una mayor fuerza
para no rendirse en su amor como pareja, y por otro lado,
revelaban las siniestras realidades a las que se
enfrentaban.

En esta ocasión, Carlos, quien siempre se caracterizó por


ser una persona tranquila y dueña de sus emociones,
estalló en un ataque de ira, dejando entrever años de
frustración y malestar que había acumulado en silencio
sobre su pecho.

La manzana de la discordia que desencadenó tal conducta


por parte de Carlos no fue otra cosa que el ingreso de
dinero del cual no informó a Paula.

La relación entre Carlos y Paula se caracterizaba por la


manera en que compartían las finanzas del hogar. Este
compromiso entre ambos llegaba a tal punto que no
importaba la fuente de ingresos. Tanto el dinero obtenido
por Paula como por Carlos iba al mismo bolsillo, sin
discriminación, y todo era administrado por ambos para
cubrir exclusivamente las necesidades del hogar.

La omisión de Carlos de compartir este ingreso fue


suficiente para desencadenar una discusión tan intensa
que llevó a Carlos a expresar palabras de las que aún hoy
se arrepiente, y se culpa constantemente debido al dolor
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 65

que logró plasmar en el rostro de Paula. El resentimiento


y la tensión se acumularon como una tormenta
amenazante, oscureciendo aún más el ya sombrío
horizonte de su relación.

Tras esa acalorada discusión, Carlos no dudó en ponerse


totalmente a disposición y servicio de Paula, en un intento
desesperado por reparar los sentimientos de la mujer que
amaba.

En busca de recuperar el corazón de la mujer que amaba,


Carlos aceptó sin titubear y con total disposición un retiro
espiritual de la comunidad. No permitiría que su
matrimonio se desmoronara, mucho menos por algo tan
trivial.

Su experiencia en el retiro fue intensa, absorbiendo


enseñanzas y encontrando un camino para rescatar su
matrimonio, sin importar los sombríos augurios y las
adversidades en su contra.

En este punto, Carlos estaba dispuesto a enfrentar


cualquier cosa que estuviera afectando su matrimonio.
Contaba con el apoyo de su comunidad, el amor
inquebrantable de su esposa y el cariño de los hijos que
habían concebido juntos. No había marcha atrás, ni razón
para abandonar la lucha, concluyó Carlos en su interior.

Tras su regreso del retiro, Carlos reunió a su esposa e


hijos. Con sinceridad y compromiso hacia sus seres
queridos, pidió perdón por su comportamiento y
estableció normas que fortalecerían a la familia,
preparándolos para enfrentar cualquier desafío futuro, sin
importar cuán oscuro.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 66

Sin previo aviso, un día Carlos y Paula comenzaron a


notar la presencia de ratones en su hogar, algo extraño
para un apartamento independiente en un tercer piso.

Perplejos por esta inusual plaga, se lanzaron a la tarea de


exterminar a estos indeseables intrusos.

La plaga de ratones era inexplicable para Carlos y Paula.


Paula siempre había sido obsesiva con la limpieza, y
además, vivían en un piso elevado, lo cual hacía
improbable que la plaga entrara por la puerta que
conectaba con el exterior.

A partir de ese momento, inició una implacable guerra


contra los roedores que dejaban una estela de destrucción.
Todos los alimentos eran saboteados por estos repulsivos
seres.

Carlos, por su parte, desarrolló habilidades casi felinas.


No había noche en la que no se levantara mientras todos
dormían, para dar caza a los roedores que merodeaban
entre sus pertenencias.

Esta lucha continuó durante quince o veinte días, relató


Carlos sin precisar el tiempo exacto de esta incómoda
travesía.

Sin bajar la guardia, Carlos y Paula empezaron a notar


otros fenómenos en su hogar. Apareció la inexplicable
presencia de moscones, sin una entrada aparente ni un
lugar donde anidar, señalando su proliferación en el
apartamento. El ambiente se tornaba cada vez más
asfixiante y opresivo, como si fuerzas desconocidas se
hubieran aferrado a su hogar, tejiendo una red de miedo y
desesperación que amenazaba con consumirlos por
completo.
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 67

Las moscas, repugnantes en sí mismas, adquirieron


proporciones grotescas. Eran enormes, de colores verde,
azul y naranja brillante, metálico. Sus cuerpos estaban
cubiertos de pelos que se vislumbraban a simple vista,
como si fueran proyectados a través del lente de un
microscopio distorsionado.

Luego, comenzó el deterioro de los aparatos electrónicos


y de cocina, todo de manera similar. Carlos y Paula se
sintieron asediados, como si estuvieran siendo víctimas de
ataques perfectamente coordinados.

En este punto, exhausto y determinado por el asco, Carlos


se sintió impulsado por la frustración de no poder resolver
el problema antes de que otro asunto demandara su
atención inmediata. Decidió acabar con la situación de
una vez por todas.

Recordando lo aprendido durante el retiro, Carlos dijo con


disgusto: "Esta situación ya no es normal". Impulsado a
poner fin al problema, Carlos optó por iniciar una oración
de purificación espiritual. No la había realizado
anteriormente debido a la advertencia de Paula, quien
insistía en que tales oraciones no debían hacerse de
manera superficial en cualquier lugar. Temía que algún
mal escondido pudiera manifestarse y volverse
contraproducente.

Carlos siempre había respetado la advertencia de Paula


por lo que había aprendido en su comunidad y en el retiro.
Sin embargo, agotado por la invasión de plagas y el daño
a sus pertenencias y equipo, ese día decidió ignorar las
advertencias de su esposa, sin darse cuenta de las
consecuencias que desencadenaría.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 68

Sin más preámbulo, Carlos comenzó la preparación con


los signos propios de su fe, santiguándose y recitando el
credo con un tono de ferocidad. Dejó en claro a Paula su
intención.

Desde lejos, Paula le instó a detenerse, rogándole que se


abstuviera por temor a que algo terrible pudiera ocurrir,
especialmente con sus pequeños hijos en casa y sin la
presencia de un sacerdote.

Carlos, insensible a los llamados desesperados de Paula,


siguió adelante. No percibió que Paula se encontraba al
borde del pánico, un miedo de proporciones funestas.

De esta manera, Carlos avanzó y comenzó las oraciones a


San Miguel Arcángel, a quien invocó con determinación
para que lo ayudara a deshacerse de las plagas y lo que
quiera que las estuviera provocando.

Sin siquiera terminar la primera oración, con solo haber


invocado a San Miguel Arcángel, Paula se aproximó a él
con un semblante de terror que parecía emanar de la
muerte misma. Sus ojos rojos estaban inundados de
lágrimas y su rostro expresaba un miedo insondable,
como si las fauces del averno se hubieran abierto ante
ella, revelándole los horrores del infierno.

Paula se acercó a Carlos a toda prisa, su rostro


desfigurado, sus ojos transmitiendo un terror abismal.
Suplicó que se detuviera, su súplica sonaba como el
clamor de alguien que implora clemencia al verdugo,
aferrándose a la vida.

Carlos, sin comprender la magnitud de la situación,


continuó. Ignoró la súplica de muerte que Paula le lanzaba
desde lo más profundo de su ser, una súplica que resonaba
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 69

con desesperación y una oscuridad aterradora. El aire se


volvió pesado y viciado, como si los suspiros de las
sombras hubieran empezado a rodearlos, anticipando un
desenlace aterrador e inminente.

Paula, al notar que Carlos no detenía sus oraciones, cayó


en una especie de trance. Su grito de terror agudo resonó
en el aire, erizando la piel de todos los presentes, mientras
un frío intenso recorría la columna vertebral de Carlos al
escuchar tal grito.

Es entonces cuando Paula, inmersa en su trance, perdió


por completo la orientación. Sus ojos desorientados
buscaban en vano reconocer su entorno. Parecía estar en
otro lugar, como si hubiera sido arrancada de su
apartamento y llevada a algún rincón oscuro de la mente.
A pesar de estar físicamente en su hogar, Paula miraba en
todas direcciones sin lograr reconocer nada a su alrededor.

Más que encontrarse en un lugar desconocido, era como si


estuviera atrapada en una dimensión distante. Sus ojos,
los únicos testigos de este paisaje horripilante y macabro
que la rodeaba, mostraban su terror.

En ese instante, Carlos detuvo su oración y, alarmado,


siguió a Paula mientras ella corría sin rumbo aparente
hacia el patio del apartamento, que tenía una ventana al
exterior. Paula, impulsada por un terror apocalíptico, llegó
a la ventana y, en su desesperación, intentó lanzarse al
vacío.

Con fuerza sobrehumana, Carlos la sujetó por la cintura y


frenó su caída mortal, su rodilla chocando contra la pared
fue e freno que evito que los dos cayeran al vacio. La
ventana se convirtió en el umbral entre su vida y una
muerte segura.
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 70

Abrazándola con firmeza, Carlos la llamó por su nombre


repetidamente, buscando calmarla. Paula se desmoronaba
entre sus brazos, una amalgama de nervios, lágrimas y
sollozos.

Sorprendido por la violenta reacción de Paula, Carlos


luchó por mantener la calma mientras intentaba devolver
la lucidez a su esposa.

No pasó mucho tiempo hasta que Paula finalmente


regresó en sí, pero sus nervios seguían enredados. Yació
en el suelo entre los brazos de Carlos, quien la mantenía
sujeta con determinación mientras repetía su nombre en
un intento por conectarla de nuevo con la realidad.

Paula, finalmente consciente de su entorno, dueña de sus


emociones, se aferró a Carlos, dejándole saber que había
regresado a sí misma, que ya no había razón para
preocuparse.

Después de semejante torrente de emociones desatado en


un instante, donde las oraciones de Carlos parecieron ser
el detonante, decidieron contactar a William, su apoyo en
la comunidad.

Al contarle los eventos, William no dudó en citarlos al día


siguiente para iniciar un proceso con Paula, quien parecía
estar siendo directamente afectada por alguna entidad
sobrenatural.

La siguiente jornada, Carlos y Paula se dirigieron al


consultorio de optometría, donde William ejercía. Era el
inicio de un proceso que intentaría arrojar luz sobre los
sucesos inexplicables. Con detalles minuciosos, la joven
pareja relató lo ocurrido, mientras William escuchaba
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 71

atentamente, trazando preguntas ocasionales que


complementaran el relato sin interrumpirlo. La
incertidumbre y el misterio crecían, engullendo cada
palabra y acción en una espiral de terror que amenazaba
con devorarlos a todos por completo.

Una vez concluyeron su relato, William invitó a la joven


pareja a prepararse para una sencilla oración. Carlos y
Paula aceptaron sin oponer resistencia, dejándose llevar
por la sensación de que quizás en la presencia de William
encontrarían una forma de ahuyentar la oscuridad que los
había acosado.

En un silencio lleno de significado, todos se persignaron.


William comenzó su plegaria con una nota de gratitud en
sus palabras, mientras Carlos y Paula se sumían en una
actitud reflexiva. Escucharon cada palabra con atención,
como si las sílabas mismas fueran un hechizo que pudiera
liberarlos de las garras del mal.

La oración avanzó sin sobresaltos, a diferencia de las


horas aterradoras que habían vivido en el apartamento de
Carlos y Paula. Al finalizar, William despidió a la pareja
con un par de instrucciones destinadas a protegerlos.

Con el paso de los días, las plagas comenzaron a menguar


gradualmente. Carlos y Paula notaron el declive en las
invasiones de una manera constante, en marcado contraste
con la forma abrupta en que habían aparecido en su hogar.

Así, los días se convirtieron en semanas y estas en meses.


Lo que una vez había sido un evento traumático comenzó
a transformarse en una historia que compartían con
familiares y amigos en encuentros casuales. Creyeron que
tenían controlado el problema, y poco a poco comenzaron
a olvidar lo ocurrido. La guardia de la oración y la
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 72

disciplina espiritual bajó, convencidos de que nunca más


enfrentarían una amenaza tan grave como la de aquel día
fatídico.

Sin embargo, lo que no sabían era que la oscuridad que


los había asediado estaba lejos de haber sido
completamente vencida. En las sombras, en el rincón más
oscuro de su existencia, algo aguardaba pacientemente.
Una presencia inquietante acechaba, agazapada en la
penumbra, a la espera del momento adecuado para
regresar con más fuerza y un hambre insaciable por
desatar el terror nuevamente. La falsa sensación de
seguridad que habían construido era solo una ilusión, una
fina capa que ocultaba la verdadera naturaleza del horror
que aún estaba por venir.

POSESIÓN

EXCLAMA UNA VOZ DESDE LO MÁS PROFUNDO


DEL A VERNO:

“TE VOY A MATAR MALDITA”

Transcurrió el tiempo con cotidianidad en la vida de


Carlos y Paula. Sin tanto aspaviento, ya que fueron
olvidando lo sucedido y retomaron sus actividades sin
sospechar que, entre las sombras, lo que ese día se había
manifestado estaba acechando cual león a su presa,
esperando el momento apropiado para atacar en una
emboscada tan certera y letal que traería consigo el toque
gélido de la mismísima muerte.

Paula, sin notarlo ni prestarle mucha atención, empezó a


decaer en salud, adelgazando de manera constante, a un
ritmo anormalmente exagerado. Bromeando con
comentarios entre Carlos y familiares, Paula aseguraba
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 73

haber alcanzado el sueño de toda mujer: adelgazar sin


dejar de comer, sin dieta ni ejercicio.

Su desgaste físico, al principio, no despertó ninguna


preocupación. Solo cuando ya excedió los límites de lo
normal y saludable, los comentarios que anteriormente se
hacían con risa y jocosidad empezaron a tornarse de un
tinte de preocupación y angustia.

Aun cuando Paula seguía manteniendo los hábitos


alimenticios, que no reflejaban ninguna dinámica que la
llevara a bajar de peso, sus pómulos se hacían cada vez
más prominentes. Sus ojos pasaron de un brillo vivaz a
oscurecerse entre ojeras y cuencas profundas, y sus
mejillas dejaron de teñirse de un rozagante y tierno color
rojizo para convertirse en un mero recuerdo, ciñéndose
ahora a las encías, asemejando su tez a la de una calavera.

Los exámenes rutinarios y controles médicos no


develaban nada extraordinario en la condición de Paula,
dejando a la pareja y su familia con silencios en vez de
respuestas.

Avanzado el tiempo, Paula decaía más y más. Ahora no


solo con bajo peso, sino también con la debilidad que le
impedía realizar cualquier tarea; los mareos la mantenían
postrada en cama la mayor parte del tiempo.

De pronto, un día Paula empieza a manifestar un nuevo


síntoma. La fiebre, que empezó una tarde a las seis, se
sumó a la lista de males que ya la aquejaban. Sin más ni
síntomas de gripe, infección o enfermedad de algún tipo
que fuera fácilmente reconocible, solamente cae en cama
con fiebre, la cual Carlos logra controlar el primer día.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 74

El misterio se arremolina en torno a Paula y su deterioro


inexplicable. ¿Qué oscuro ente se esconde tras su
deteriorada salud? ¿Hasta dónde llevará este terrorífico
declive? Las respuestas yacen en las sombras, esperando
emerger y desvelar el horror que acecha en lo profundo de
la psique humana.

Por si fuera poco, sucesos extraños comenzaron a tener


lugar en la casa, afectando ahora a los pequeños hijos de
Paula y Carlos. Hasta el momento, todo se había
concentrado únicamente en Paula, pero ahora Samuel, el
hijo varón de la pareja, empezó a despertarse en plena
madrugada, más precisamente a las 3 de la mañana. Esta
hora, según los ocultistas, es el momento en que los
espíritus inmundos emergen de entre las sombras, llenos
de un poder tal que pueden sembrar el terror en quien
deseen.

Samuel, quien hasta entonces dormía plácidamente en su


habitación, la cual compartía con su hermana mayor,
Laura, empezó a levantarse como si estuviera despierto,
pero desconociendo por completo el lugar en el que se
encontraba.

Esta señal ya la había observado Carlos antes, el día en


que Paula intentó saltar al vacío. Ahora estaba presente en
Samuel, quien yace de pie, en medio de la madrugada,
comenzaba a dar gritos de auxilio, pidiendo a su padre
que lo rescatara, que fuera por él.

En varias ocasiones, Carlos pudo notar un


comportamiento extraño en los episodios de terror
nocturno de Samuel. El niño, de pie en la habitación,
miraba hacia todas partes como si desconociera el paisaje
familiar de su cuarto. Más bien parecía que sus ojos, al
igual que los de su madre, no estuvieran viendo
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 75

físicamente el lugar donde se encontraban. Más bien,


parecía todo lo contrario: como si pudieran ver más allá
de lo evidente, transportándose a otro sitio, uno
desconocido para la familia. Un lugar que evocaba
terrores insondables para quien osara entrar en él.

La angustia empezó a colarse en cada rincón de la casa.


Cada noche, el reloj marcaba las 3 de la mañana y Samuel
se levantaba, víctima de algún llamado sobrenatural.
Carlos, impotente y temeroso por el bienestar de su hijo,
se encontraba en una encrucijada. ¿Cómo podría proteger
a Samuel de este oscuro influjo que parecía haberse
apoderado de su inocencia?

Una noche, mientras observaba a Samuel en medio de uno


de estos episodios, Carlos notó algo diferente. Los ojos de
su hijo brillaban con una extraña intensidad. Parecían
reflejar una realidad oculta, una dimensión que trascendía
lo visible. No eran los ojos de un niño asustado, sino
portales hacia un universo impensable.

La casa misma parecía cambiar cuando Samuel era


arrastrado por esta fuerza invisible. Sombras danzaban en
las paredes, susurros ininteligibles llenaban el aire y un
frío glacial penetraba hasta los huesos. Carlos sabía que
algo maligno se había enraizado en su hogar, algo que
desafiaba toda lógica y que amenazaba con consumir a su
familia.

La historia siniestra que envolvía a Paula tomaba un


nuevo giro mientras el tormento se extendía a Samuel.
Padre e hijo, unidos por un vínculo de amor, se veían
atrapados en una red de oscuridad que desafiaba cualquier
explicación racional. La búsqueda de respuestas llevaría a
Carlos por senderos insospechados, donde se enfrentaría a

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 76

sus propios miedos y a la verdad oculta detrás de los


eventos sobrenaturales.

En su afán por proteger a su familia, Carlos se sumergiría


en un abismo de secretos antiguos y conocimientos
prohibidos. A medida que desentrañaba la verdad,
descubriría que la realidad que conocía era solo la
superficie, y que debajo yacía un abismo de horrores
indescriptibles.

La casa, antes un refugio, se transformó en una prisión de


pesadillas. Cada sombra, cada rincón oscuro se convirtió
en un recordatorio constante de la presencia que los
acechaba. La mente de Carlos se volvió un campo de
batalla entre la razón y lo incomprensible, mientras
luchaba por desentrañar la maldición que amenazaba con
destruir a su familia.

El tiempo corría sin piedad, arrastrando a todos hacia un


desenlace inevitable. Carlos estaba dispuesto a todo con
tal de liberar a su familia de esta pesadilla. Sin embargo,
en su búsqueda desesperada, descubriría que el precio de
la redención podría ser mucho más alto de lo que jamás
imaginó.

La oscuridad se cernía sobre la casa, sobre la familia y


sobre la cordura de Carlos. El horror sobrenatural se
entrelazaba en una danza macabra, tejiendo una trama de
suspenso y terror que culminaría en un clímax aterrador.

La línea entre la realidad y la fantasía se desdibujaba cada


vez más, arrastrando a todos hacia un abismo de locura y
desesperación. ¿Lograría Carlos desentrañar el enigma
antes de que fuera demasiado tarde? ¿Podría liberar a su
familia de las garras de la entidad que los acechaba desde
las sombras?
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 77

Carlos se encontraba frente al niño, buscando conectar sus


miradas. No obstante, Samuel parecía incapaz de ver a
Carlos; más que invisible, Carlos resultaba insustancial
ante los ojos de su hijo. A menudo, Samuel entraba en
estos trances nocturnos, y recuperarlo requería un
considerable esfuerzo por parte de Carlos. Debía llamarlo
con insistencia, invocando su nombre repetidamente hasta
que lograba rescatarlo de su desconexión.

No obstante, esta secuencia se tornó monótona en el


comportamiento de los niños. Laura y Samuel ya no
hallaban paz en su propia habitación.

Aunque los días transcurrían con normalidad, al caer el


sol, cuando las sombras de la noche se expandían sobre
todo, llegaba la hora de los terrores. Esta hora ominosa
estaba marcada por el colapso de Paula en su cama.

Cerca de las seis, Paula comenzaba a sufrir un mareo


incontrolable en algunas ocasiones, mientras que en otras
experimentaba un frío extremo que la envolvía, sin razón
aparente. Este frío conllevaba una sensación de asfixia
que, de manera similar, la forzaba a retirarse a la cama.

Estos episodios se volvieron aplastantemente frecuentes,


llegando al punto en que Carlos nunca conseguía
verdadero descanso. Estaba constantemente alerta ante los
problemas de Paula y los terrores nocturnos de Samuel, lo
cual solo intensificaba la ansiedad de Laura, quien
también se vio incapaz de compartir la habitación con su
hermano debido a sus miedos.

La situación alcanzó su punto límite cuando los niños


terminaron quedándose bajo el cuidado de la abuela,
madre de Paula. Ella, movida por el deseo de brindar

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 78

apoyo y cuidado a su hija, decidió llevarse a los niños


consigo al final del día.

Esta nueva dinámica proporcionó cierto alivio a Carlos,


aunque su tranquilidad fue efímera. La entidad que
acechaba entre las sombras no se detuvo ante ninguna
posible solución que Carlos ideara. Por el contrario,
redobló su embate contra la pareja.

En una noche posterior, Paula volvió a caer en cama con


fiebre. Carlos, por supuesto, se mantuvo a su lado,
atendiéndola y ofreciendo los cuidados que su
desconocimiento le permitía.

La noche transcurrió sin mayores incidentes, dejando a


Paula afectada por la fiebre, casi como si fuera una simple
gripe, y a Carlos, exhausto como era su costumbre, pero
firme en su atención a las necesidades de su esposa.

La mañana siguiente, pese a la fiebre de la noche anterior,


Paula se levantó con ánimo. Aunque débil, parecía haber
dejado atrás las altas temperaturas que la habían aquejado
durante la noche. Sin embargo, esta aparente mejoría
estaba lejos de la realidad. Inocentemente, pensaron que
este sería el fin de sus problemas.

Pero, al caer la noche de ese mismo día, Paula volvió a


caer en cama con fiebre. Carlos, agotado, se mantuvo
firme a su lado, aguantando hasta donde sus fuerzas le
permitieron durante la noche.

Todo transcurría normalmente, en la medida en que la


vida de esta pareja podía ser considerada normal hasta ese
punto. Sin embargo, en esta ocasión, sería Carlos quien,
en medio del sueño, el agotamiento y la opresión de las

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 79

jornadas extenuantes, manifestaría las mismas señales que


Paula y Samuel ya habían mostrado.

Mientras luchaba contra la fiebre, Paula observó cómo


Carlos se levantaba de la cama de manera abrupta. Al
principio, pensó que quizás él se dirigía al baño.

Carlos se puso de pie en medio de la habitación, como si


desconociera por completo su entorno familiar. Luego,
con determinación y sin aparentes restricciones, se dirigió
hacia la ventana. Por suerte para él, chocó primero contra
el marco de la ventana, un muro que apenas medía
cuarenta centímetros.

El golpe fue tan fuerte que su estruendo logró hacer que


Paula momentáneamente olvidara su malestar y clavara su
mirada en Carlos. Llamándolo insistentemente por su
nombre y sin obtener respuesta, Paula se puso de pie.
Antes de que lograra alcanzarlo, Carlos emprendió
nuevamente su embestida contra el muro, esta vez un
poco más cerca del ventanal.

Paula persistía en llamarlo por su nombre, pero Carlos


seguía sin responder, como si estuviera completamente
ajeno a sus llamados. En un último intento, Carlos avanzó
con determinación en la misma dirección, pero esta vez
corrigió su trayectoria hacia el ventanal. Paula,
percatándose de esto, logró agarrarlo por el brazo y
detuvo su avance justo antes de que impactara contra el
vidrio.

Carlos, aún sin recobrar el sentido, no escuchó las


palabras de Paula y mucho menos logró comprender lo
que había ocurrido. Permitió que la mano de su esposa lo
condujera de nuevo hacia la cama.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 80

Al día siguiente, como era de costumbre, Paula mostró


mejoría y ya no tenía fiebre. Junto a Carlos, retomó las
actividades de la mañana y le preguntó si había tenido
algún sueño extraño durante la noche.

Carlos, quien en ese momento sufría de un dolor de


cabeza debido al cansancio, respondió que no. Explicó
que su agotamiento era tan extremo que, desde el
momento en que tocó la almohada, perdió completamente
la conciencia.

Paula siguió insistiendo en sus preguntas, pero Carlos se


mantuvo firme en su negativa. A pesar de ello, la
insistencia de Paula despertó su curiosidad y él terminó
por devolverle la pregunta, interesado en saber por qué
ella se mostraba tan intrigada.

Entre risas, Paula confesó lo que había experimentado


durante la noche. Carlos, atónito por lo que su esposa le
relató, se agarró la cabeza con ambas manos y exclamó,
encontrando así la causa de su dolor de cabeza.

Llegó nuevamente la noche y, por tercera vez consecutiva,


Paula cayó en cama con fiebre ardiente. Mientras Carlos
continuaba cuidándola, ambos se preguntaban por qué
cada día, a la misma hora, le daba fiebre.

Aunque creían que sería solo otra mala noche, decidieron


acostarse en un intento por descansar en medio de la
fiebre y la incertidumbre acerca de lo que les esperaba esa
noche.

A medida que avanzaba la noche, Carlos y Paula


intentaban descansar. De repente, Carlos notó un cambio
drástico en Paula. Esta vez, ella sería la protagonista y de
una manera que él no podía anticipar.
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 81

Mientras estaban abrazados en la cama y Carlos intentaba


aliviar el escalofrío de Paula debido a la fiebre, notó
cómo, de manera repentina, después de balbucear dos o
tres palabras, Paula se desvanecía entre sus brazos.

De pronto, Paula comenzó a encogerse en posición fetal y


a retorcer sus manos. Esto capturó la atención de Carlos,
quien estaba completamente enfocado en cada
movimiento suyo.

Así se encontraban, acostados en su lecho, rodeados por la


fiebre y los escalofríos. En un instante, Paula, entre
retorcijones, empezó a soltar una risa, una risa que estaba
muy lejos de lo normal y que rayaba en lo macabro.

Y luego, sin previo aviso, de la boca de Paula emergieron


las siguientes palabras: “Te voy a matar, maldita”. En ese
momento, Carlos finalmente comprendió que todo lo que
había ocurrido hasta ese momento no estaba relacionado
con un virus, una descompensación física o una
enfermedad desconocida. Las piezas de este siniestro
rompecabezas comenzaban a encajar en una forma que
desafiaba toda lógica y razón.

Carlos comprendió que en esa noche, en ese preciso


momento, mientras estaba en la cama con su esposa, en el
mismo lecho donde alguna vez unieron sus vidas para
sellar su pacto marital, mientras sentía que Paula se
desvanecía, en ese exacto instante, quedó en compañía de
alguien más.

El cuerpo que lo abrazaba y al que él abrazaba seguía


siendo el de su esposa, pero algo más empezó a habitar en
ella en ese momento. Algo ajeno a ellos, algo maligno y

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 82

macabro. Una presencia oscura y retorcida había


penetrado su lecho y había ocupado el lugar de su esposa.

En ese instante, Carlos, tratando de recobrar a Paula, la


llamó por su nombre mientras se ponía de pie lentamente.
Sin embargo, la respuesta que recibió fue una interacción
directa con la entidad maligna que mantenía bajo su
control a su esposa.

Esta entidad, al ver a Carlos ponerse de pie, le preguntó a


dónde iba. Su respuesta fue pronta pero serena,
insinuando que no se demoraría.

Carlos recordó en ese momento haber dejado un pequeño


frasco de aceite consagrado en la habitación de los niños.
Durante los episodios de terrores nocturnos de Samuel,
Carlos había optado por ungirlos cada noche con ese
aceite durante la bendición que les daba como padre antes
de dormir.

Aunque los niños ya no se quedaban en esa habitación, el


frasco de aceite había quedado olvidado allí. Sin embargo,
en ese momento, Carlos lo visualizó en su mente, como si
lo tuviera a solo centímetros de distancia.

Se encaminó hacia la habitación de los niños mientras


escuchaba la voz de su esposa desde la cama, suplicándole
que no se fuera, que se quedara a su lado. Sin embargo,
Carlos, sin pruebas concretas pero con una convicción
inquebrantable de que la voz que lo llamaba desde la
cama no era realmente la de su esposa, continuó sin
detenerse.

Al llegar a la habitación de los niños, sin responder a los


llamados de la figura en su lecho, Carlos se percató de la

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 83

presencia del frasco de aceite consagrado que había


dejado allí.

Sosteniendo el frasco en su mano, se dirigió nuevamente


hacia donde la entidad persistía en llamarlo
insistentemente para que permaneciera a su lado en la
cama.

Con calma y sin apuro, Carlos se sentó junto a ella en la


cama. Destapando el frasco de aceite consagrado, mojó
sus dedos, preparado para iniciar las oraciones de súplica
que la situación requería. En ese momento, una atmósfera
de tensión y oscuridad envolvía la habitación, mientras la
batalla entre la presencia maligna y la determinación de
Carlos se intensificaba, prometiendo un desenlace
inquietante e impredecible.

Ella, o eso que había tomado el control de Paula, seguía


los pasos de Carlos desde el lecho, sin perderlos de vista.
Al verlo llegar con el aceite, le preguntó qué se disponía a
hacer.

Carlos ignoró la pregunta y continuó firme en su tarea. Él


comprendía que esa noche libraría una batalla por la vida
de su esposa.

Sereno y en silencio, como un soldado preparándose para


la guerra, se fue alistando a través de meditaciones y
oraciones de súplica por la vida, la sanación y la
liberación de su esposa.

El cuarto, que por naturaleza debía estar en silencio a esa


hora de la noche, ahora estaba lleno de esa inquietante
calma previa a la tormenta.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 84

Sin previo aviso y con gran determinación, Carlos


comenzó su súplica. Usando el aceite, trazó la señal de la
cruz en el cuerpo de su esposa. Comenzó en la frente,
luego ungió sus ojos, oídos, nariz y boca, sin detenerse.

Hasta ese momento, todo parecía seguir una rutina, pero


todo cambió cuando Carlos se dispuso a ungir el cuello de
Paula con la señal de la cruz. Fue entonces cuando la
entidad maligna que oprimía a la familia y estaba robando
la vitalidad y salud de Paula se hizo manifiesta.

Con un gesto violento, la entidad clavó su mirada en


Carlos, fijando sus ojos en los suyos. Con un movimiento
rápido y supremamente veloz, quitó la mano de Carlos,
que estaba llena de aceite consagrado. Le impidió ungir el
cuello de Paula al mismo tiempo que le dijo que no.

Sin embargo, Carlos no se amedrentó en lo más mínimo.


Recuperó el control de la situación y, devolviéndole la
misma mirada fija, le respondió afirmativamente. Con un
gesto de su mano, retomó la unción en el cuello de Paula e
inició las jaculatorias de los setenta san Migueles.

En ese momento, aquello que acechaba a la familia


entendió que se había descubierto ante Carlos, que este no
se detendría y que lo que había comenzado no quedaría
inconcluso.

Fue entonces cuando la criatura que había tomado el


control de Paula empezó a emplear artimañas para distraer
a Carlos de su tarea.

Lo primero que dijo, y lo que más quedó grabado en la


mente de Carlos, fue una risa burlona seguida de estas
palabras llenas de menosprecio: “Usted no cree”.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 85

A pesar de ello, Carlos mantuvo su determinación, la miró


a los ojos y respondió con evidente y marcado sarcasmo:

- "Si no creyera, no estaría hablando con usted".

Firme en su tarea y con una convicción inquebrantable,


Carlos continuó con las jaculatorias. Mientras tanto, la
entidad hacía que Paula se retorciera en la cama y
profiriera blasfemias de todo tipo contra la trinidad y la
llena de gracia.

Llegó un punto en el que incluso intentó seducir a Carlos


para distraerlo de su objetivo. No obstante, Carlos no era
un neófito al que se pudiera someter con triquiñuelas
infantiles de ese nivel tan empobrecido. Su determinación,
su experiencia y su fe en la lucha contra lo oscuro le
otorgaron una fortaleza inquebrantable en medio de esta
batalla sobrenatural por la vida y el alma de su esposa.

Carlos continuó con sus plegarias de súplica, en un acto


de fe ciega rogando por la sanación y liberación de su
esposa. Incluso invocó el poder del sacramento que los
unía, logrando que la criatura se desestabilizara al punto
de intentar arrancar el anillo de matrimonio de la mano de
Paula.

Sin embargo, dicho intento fue frustrado por la rápida


acción de Carlos, quien sostuvo firmemente las manos de
su esposa. La lucha continuó avanzando hasta entrada la
madrugada. Entre súplicas y blasfemias, la criatura fue
cediendo poco a poco el control que había ganado sobre
Paula.

En un momento en que Carlos creyó haber ganado la


batalla, la criatura le pidió agua, como si fuera Paula
sedienta después de esa extenuante jornada.
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 86

Ante la petición de su esposa, Carlos no pudo resistirse.


Casi de inmediato, fue a la cocina, agarró un vaso con
agua y se lo entregó en la mano, sin considerar que tal vez
no era su esposa quien lo recibía.

Se dio cuenta de su error cuando, después de beber un


sorbo, ella le escupió un chorro de agua en la cara
mientras reía perversamente al verlo empapado.

Aun así, Carlos continuó con su súplica hasta que


finalmente logró traer de vuelta a Paula rallando sobre el
amanecer. Exhaustos y maltrechos, intentaron conciliar el
sueño alrededor de las cinco de la mañana.

Al día siguiente, Carlos y Paula, esta última ya recuperada


y sin señales de enfermedad como era habitual, le
relataron lo ocurrido durante la noche a William.

Sin dudarlo, William organizó una cita con el párroco que


dirigía su comunidad, detallándole todo lo que Carlos y
Paula habían experimentado.

El párroco, que ya conocía a la pareja y sentía un afecto


especial por ellos, los citó de inmediato.

Para Carlos y Paula, llegar hasta el sacerdote fue toda una


odisea. Era como si todavía estuvieran sumidos en la
noche, mientras Carlos continuaba en sus oraciones de
súplica por su esposa.

Curiosamente, cuando Paula se enteró de que se dirigían


hacia donde estaba el sacerdote, su actitud cambió
drásticamente. Se volvió agresiva, rayando en la
violencia, como si la estuvieran forzando a ir.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 87

De repente, comenzó a renegar y a quejarse por todo, y


también empezó a manifestar dolencias que normalmente
aparecían solo después de las seis de la tarde.

Cuando salieron de la casa para tomar el transporte


público hacia donde estaba el sacerdote, incluso el
transporte actuó de manera maligna. Experimentaron
retrasos como si hubiera un embotellamiento, cuando en
realidad no lo había.

Finalmente, Carlos y Paula lograron llegar al lugar donde


el sacerdote los esperaba. Él los atendió y escuchó sus
relatos, ya que William le había informado previamente lo
que había ocurrido con ellos durante la noche.

Luego, el sacerdote les pidió que lo acompañaran. Bajaron


juntos a la capilla de adoración perpetua, donde el
Santísimo estaba expuesto las veinticuatro horas del día.

Una vez allí, el sacerdote comenzó sus oraciones,


entregando ese momento a Dios. Tras un Padre Nuestro y
un Ave María, Paula entró nuevamente en trance. Se
retorcía y gritaba.

El sacerdote, siendo un experto en la materia, comenzó a


recitar oraciones de súplica mientras Paula intentaba
liberarse de las manos de su esposo para huir, sin éxito.

Después de un rato de intensa oración, en la que se pedía


la liberación y sanación de Paula, el sacerdote le preguntó
a la criatura su nombre. La entidad respondió con un
grito:

- "¡Amanda!"

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 88

El sacerdote miró a Carlos y le preguntó quién era


Amanda. Carlos encogió los hombros, completamente
desconcertado, y respondió que no tenía idea.

La oración continuó, y Paula comenzó a recobrar la


conciencia. Manifestó dolores en varias partes de su
cuerpo, lo cual el sacerdote identificó como una señal.
Comenzó a dar instrucciones a Carlos para que, con
aceite, ungiera las áreas doloridas del cuerpo de Paula,
mientras repetía otras oraciones. Estas estaban dirigidas a
romper trabajos de brujería, hechicería, vudú, maleficios y
encantamientos, creados con la intención de quitar la vida
de las personas.

Mientras el sacerdote repetía sus oraciones, Carlos ungió


las partes adoloridas del cuerpo de Paula.
Simultáneamente, realizó un gesto de fe como si estuviera
removiendo alfileres, alambres, varillas y pedazos de
hierro oxidado del cuerpo de ella.

Paula se retorcía de dolor, como si físicamente le


estuvieran arrancando todos esos objetos del cuerpo.
Parecía como si todos estos elementos, que habían sido
usados en algún tipo de muñeco vudú creado y encantado
para dañar a Paula, se estuvieran materializando en su ser.

Finalmente, agotados después de esta intensa lucha, y con


Paula completamente exhausta y embadurnada de aceite
consagrado, la colocaron en una silla para que descansara.

El sacerdote detuvo la oración y, con una bendición final,


agradeció a Dios por la sanación y liberación
experimentadas en ese día. Luego, envió a Carlos y Paula
de regreso a casa.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 89

En un acto casi milagroso, la mujer que había entrado a la


parroquia maltrecha y casi incapaz de moverse, salió poco
a poco de allí, levantándose paso a paso. Literalmente, su
fuerza, lucidez y vitalidad regresaban a ella, tras meses de
haber sido arrebatadas.

Ya en casa, después de una jornada tan sombría y


extenuante, a pesar de la intensidad del sol en esa tarde,
Carlos y Paula cayeron rendidos en su cama hasta
avanzada la noche.

Llegadas las seis de la tarde de ese día, Paula finalmente


no decaería en su salud. Pudo terminar el día con plena
vitalidad.

Llenos de alegría, dieron por concluida esa jornada y se


dispusieron a dormir, esperando recibir el amanecer con
un semblante más sereno.

Mientras ambos descansaban, a las tres de la mañana,


Paula se despertó con fuertes dolores en el vientre. Sintió
punzadas como si fueran agujas.

Entre quejidos y sollozos por el dolor, llamó a Carlos para


que la ayudara. Carlos se despertó, encontrando a su
esposa retorciéndose de dolores incomprensibles en el
vientre. Paula le dijo: "Amor, esto es algo nuevo, siento
que están haciendo algo nuevo".

Carlos, armado únicamente con su fe, tomó un librito de


oraciones a San José y más aceite consagrado.

Repetía cada oración con una fe ciega mientras ungía el


vientre de su amada, sin perder la concentración hasta el
final.

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 90

Finalizadas las oraciones, Paula le pidió que la


acompañara al baño. Cuidadosamente, la tomó del brazo y
la llevó al baño. Después de dejarla allí, regresó a su
habitación cuando, de repente, resonó un estruendo
ensordecedor.

El sonido parecía provenir del choque de cerámica contra


el suelo. El estruendo fue tan intenso que Carlos llegó a
pensar que Paula podría haber caído en el baño.

En un abrir y cerrar de ojos, Carlos imaginó a Paula


tendida en el suelo, envuelta en sangre y rodeada de
fragmentos de la cerámica del lavamanos.

Sin embargo, la sorpresa de Carlos fue inmensa al llegar


al baño y encontrarse con Paula ilesa y sin ningún
rasguño. Este contraste de emociones sumergió a Carlos
en un torbellino de sentimientos opuestos, donde la
tranquilidad competía con la angustia y la alegría se
mezclaba con la desesperación.

Mientras Paula, atónita, se preguntaba por qué Carlos


había entrado al baño de esa manera cuando ella aún
estaba allí, formuló una pregunta que para ella era
secundaria pero no por eso menos significativa:

- "Amor, ¿qué fue ese ruido?"

Carlos, sintiéndose aliviado pero aún sin comprender lo


sucedido, salió del baño para buscar el origen de aquel
estruendo. Para su sorpresa, encontró un plato hecho
añicos junto a la puerta.

Este evento inusual hizo que Carlos y Paula


comprendieran que habían ganado la última batalla.
Aquello que los había acechado durante meses ya, que
Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021
Todos los derechos reservados
GARZÓN ORTIZ - HISTORIAS DE CARNE Y HUESO : 91

había luchado con ellos desde la madrugada, estaba


librando su último intento por arrebatarle la vida a Paula.

Experimentaron una sensación de tranquilidad y felicidad


al darse cuenta de que habían logrado desestabilizar a
aquella entidad macabra que había intentado quitarle la
vida a Paula y que al no poderlo conseguir, su frustración
la descargo con aquel plato, que termino reducido a
pedazos, muy lejos de donde realmente se encontraba.

FIN

Raúl Eduardo Garzón Ortiz © 2021


Todos los derechos reservados

También podría gustarte