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La Academia de Anales de Gestión,2013


vol. 7, N° 1, 557–605, http://dx.doi.org/10.1080/19416520.2013.783668

Contabilidad, organización y economía:


Conexión de la investigación contable y la teoría de la organización

PETER MILLER∗
Departamento de Contabilidad, Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres

MICHAEL PODER
Departamento de Contabilidad, Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres

Abstracto

Este artículo anima a los estudiosos de la gestión a prestar atención a la naturaleza


mutuamente constitutiva de la contabilidad, la organización y la economía. Esto significa
ver la contabilidad como mucho más que una actividad instrumental y puramente
técnica. Identificamos cuatro roles clave de la contabilidad: primero,territorializando,la
construcción recursiva de los espacios calculables que habitan los actores dentro de las
organizaciones y la sociedad; segundo,mediando,que gran parte de lo que hacen los
instrumentos e ideas contables es vincular distintos actores, aspiraciones y ámbitos;
tercero,adjudicar,que la contabilidad juega un papel decisivo en la evaluación del
desempeño de personas y organizaciones, y también en la determinación de fallos y
fracasos; y cuarto, que la contabilidad es unasubjetivizando práctica por excelencia, que
somete a los individuos al control o regulación de otro, al tiempo que implica la
presunción de que un individuo es libre de elegir.

∗Autor correspondiente. Correo electrónico: pbmiller@lse.ac.uk

# 2013 Academia de Gestión

557
558†La Academia de Anales de Gestión

Sugerimos que el entrelazamiento de estos cuatro roles es lo que le da al “complejo


contable” su fuerza productiva, de modo que tal vez sea el sistema de representación
más poderoso para la vida social y económica hoy en muchos entornos nacionales.
Examinamos estas cuestiones a través de una revisión selectiva de la literatura contable
basada en la construcción de dos historias intelectuales. Uno trata del crecimiento del
interés académico en las organizaciones que crearon las condiciones para unagiro
conductualen la investigación contable y la incorporación de la contabilidad a los
estudios de gestión. La otra historia esquemática trata del surgimiento de la pedagogía y
la teoría de la contabilidad normativa a partir de la práctica. Esto fue desafiado por una
“revolución” empírica basada en los métodos de la economía analítica que estaba
ampliamente basada en el mercado, de espaldas a la gestión. Abogamos por un tercer
cuerpo de trabajo que reaccione al reduccionismo de ambos y que se centre en los
procesos mediante los cuales la contabilidadrepresentacionesy las métricas son
simultáneamente poderosasintervencionesque dan forma a las personas, las prácticas y
las organizaciones. Sugerimos que la contabilidad es un mecanismo mediante el cual el
economizaciónde la vida organizacional se elabora e institucionaliza.

Introducción
A principios de la década de 1980, los académicos en contabilidad comenzaron a abordar
los vínculos entre las prácticas contables, los modos de organización y los procesos
sociales más generales de economización. Esto transformó la disciplina de la
contabilidad. Sugerimos que este trabajo tiene implicaciones importantes para los
estudiosos de las organizaciones y la gestión, ya que significó ver las prácticas contables
como mucho más que instrumentos técnicos neutrales. La contabilidad y la organización
se analizaron como fundamentalmente interdependientes, y esta interdependencia
facilitó y fue facilitada por procesos sociales más amplios de economización. Estos
primeros trabajos se basaron en ideas sociológicas del siglo XX sobre el papel de la
contabilidad en los procesos de racionalización (Meyer, 1986a). También se basó en
ideas de académicos organizacionales sobre las consecuencias conductuales de la
contabilidad dentro de las organizaciones. Y, estimulado por los desarrollos de la teoría
neoinstitucional, los fusionó para mostrar cómo la contabilidad proporciona cada vez
más la narrativa dominante de la racionalidad del mercado dentro de las organizaciones,
entre organizaciones y a nivel social.1Esto ha dado lugar a lo que podríamos llamar un
análisis del comportamiento organizacional a nivel macro de las funciones de la
contabilidad en las organizaciones y la sociedad. Estos desarrollos en los estudios
contables son paralelos e interconectados con los desarrollos en la teoría institucional y
el resurgimiento del interés en la sociología económica, al tiempo que son anteriores a
los argumentos sobre el papel performativo de la economía (Carruthers, 1995;
Hopwood, 1983; Hopwood & Miller, 1994). Si hoy en día es cada vez más impensable
organizar sin contabilidad, la contabilidad también hace que la organización sea
pensable y viable de una manera particular. Por ejemplo, mientras
Contabilidad, organización y economía†559

Aunque la dirección o los reguladores puedan estar preocupados por cuestiones de


eficiencia o rentabilidad, son las prácticas contables las que permiten poner en práctica y
hacer realidad esas ideas. Al hacer visibles y calculables los objetos y actividades que
están en el corazón de la gestión, la contabilidad crea una facticidad que parece objetiva
e incuestionable, más allá de la lucha de la política o la mera opinión.
Esta revisión aborda la formación de esta agenda intelectual, sus múltiples
componentes y su contribución actual y potencial a la literatura sobre gestión. Invitamos
a los estudiosos de la gestión a ver la contabilidad como mucho más que una actividad
instrumental y puramente técnica. Consideramos la contabilidad de manera muy amplia
como “. . . todas aquellas prácticas de cálculo que varían espacial e históricamente, que
van desde la elaboración de presupuestos hasta la contabilidad del valor razonable, que
permiten a los contadores y otros describir y actuar sobre entidades, procesos y
personas” (Chapman, Cooper y Miller, 2009, p. 1). A pesar del evidente tamaño y poder
de las grandes empresas de servicios profesionales (Greenwood & Suddaby, 2006;
Suddaby, Cooper, & Greenwood, 2007), y su importante papel en la dinámica de la
formación de la identidad profesional (Covaleski, Dirsmith, Heian, & Samuel, 1998),
nuestro enfoque en esta revisión está en la contabilidad, más que en los contadores y la
organización de una industria contable. Aceptamos que este enfoque deja de lado
muchas cuestiones de gran interés, y que el poder de la contabilidad es una función
conjunta de una tecnología que parece revelar y representar la realidad económica, por
un lado, y un cuerpo de expertos organizados que prescriben y difunden normas. de
mejores prácticas, por el otro. Sin embargo, sugerimos que el poder latente y
estructurante de la contabilidad, tal como se analiza en este ensayo, es al menos una
condición necesaria, si no suficiente, del poder más manifiesto de las grandes empresas.
Además, estas grandes empresas hacen mucho más que contabilidad, y el alcance de la
contabilidad es mucho más amplio que sus actividades, impregnando como lo hace hoy
no sólo los niveles superiores del cuadro directivo, sino también las prácticas diarias de
profesionales tan diversos como médicos, docentes y trabajadores sociales.

La historia que contamos en esta revisión es la de una reacción crítica a dos


líneas de desarrollo amplias pero distintas en la historia intelectual de los estudios
contables, que se ocupan respectivamente del control de gestión, por un lado, y de
la contabilidad en los mercados de capital, por el otro. La primera línea de
desarrollo comienza con la sociología weberiana, y continúa con el estudio de las
organizaciones y grupos. Este trabajo proporciona las condiciones intelectuales de
posibilidad para un “giro” conductual y luego institucional en la investigación
contable, uno que interactúe en varios puntos con desarrollos en la literatura sobre
gestión y organización. La segunda línea comienza con la práctica misma, la
mecánica de la contabilidad, el surgimiento de clasificaciones contables y el
desarrollo de informes externos. Esta línea de desarrollo, que ha estado menos
estrechamente relacionada con los avances en el análisis y la gestión
organizacional, culmina en un paradigma de investigación empírica centrado en las
relaciones entre las cifras contables y los mercados de capital.
560†La Academia de Anales de Gestión

Nuestra propuesta más básica es que estas dos corrientes muy diferentes de
estudios contables, ambas con un fuerte enfoque angloamericano, llevaron a una serie
de reacciones críticas y a una agenda de investigación que se centra en la naturaleza
mutuamente constitutiva del tríptico decontabilidad, organización y economía.Por
economizar nos referimos a los procesos y prácticas a través de los cuales los individuos,
las actividades y las organizaciones se constituyen como actores y entidades
económicas, más que al sentido popular de reducir costos o ahorrar. Por ejemplo, un
museo debe convertirse en una entidad económica, y sus administradores deben
constituirse en agentes económicos, antes de que sus costos puedan revelarse, actuarse
en consecuencia y, eventualmente, tal vez, reducirse (Oakes, Townley y Cooper, 1998). El
caso de la asistencia sanitaria es similar. En lugar del vocabulario médico de curación, o
además de él, si un hospital va a ser evaluado como una entidad económica o financiera,
primero necesitamos un vocabulario que nos permita pensar en él como tal (Arnold &
Oakes, 1995; Chua , 1995; Kurunmäki, 1999; Oakes, Considine y Gould, 1994).
Necesitamos también una forma de configurar el hospital en centros de ganancias,
centros de costos, líneas de productos o servicios, etc., para poder actuar en
consecuencia; y necesitamos formas de exigir o inspirar a los profesionales médicos a
comenzar a pensar en términos del costo de la infinidad de decisiones que toman
diariamente, e incluso pensar en la rentabilidad potencial de un tratamiento en relación
con otro, o de una especialidad o tipo de intervención en relación con otros. a otro.
Es aquí donde el papel de la contabilidad (y de los contables) es decisivo. En lugar de
permanecer en el nivel abstracto, como una característica instrumental de los mercados y sus
participantes, la contabilidad tiene una capacidad transformadora o constitutiva tanto con
respecto a los individuos como a las organizaciones, lo cual es fundamental para sus
capacidades economizadoras (Miller, 1994, p. 2). Así como la economía nacional tuvo que ser
conceptualizada como un dominio específicamente económico con sus propias leyes y
procesos que eran susceptibles de conocimiento y cálculo racionales (Morgan, 2012; Suzuki,
2003), también una variedad de organizaciones en las últimas décadas han llegado a ser vistos
cada vez más como entidades económicas (Burchell, Clubb y Hopwood, 1985; Hines, 1988;
Hirschman, 1977; Miller y Rose, 1990; Tribe, 1978). Asimismo, con los individuos o actores que
habitan las organizaciones. Aquí, las contribuciones de los escritores institucionales se cruzan
con las de aquellos que trabajan en la tradición de la “gubernamentalidad”, incluso si utilizan
diferentes etiquetas para abordar una preocupación común. Como han demostrado los
estudiosos institucionales, los “actores” de la sociedad moderna, con todas sus opciones,
limitaciones e incentivos, son parte integrante de un proceso histórico más general de co-
construcción de mercados, actores del mercado y experiencia en el mercado (Basu, Dirsmith y
Gupta, 1999; Bromley y Powell, 2012; Fligstein, 1990; Meyer, 1986b; Meyer y Jepperson, 2000;
Padgett y Powell, 2012). Y, como han demostrado los escritores sobre gubernamentalidad,
“gobernar el alma” es, en parte importante, una cuestión de vincular la subjetividad y la
calculabilidad (Hoskin y Macve, 1986; Miller, 1992; Rose, 1990). Dicho de otra manera,
economizar es un proceso intensamente personal, una cuestión de asegurar que los actores
lleguen a pensar en sí mismos y en los demás como seres.
Contabilidad, organización y economía†561

dotado de opciones y decisiones que pueden volverse calculables y gobernables,


aunque a distancia. Aquí, la construcción de mercados y la construcción de
participantes en el mercado están estrechamente vinculadas con la construcción
paralela de la gestión como disciplina y cuerpo de conocimientos centrados en las
“decisiones” del gerente y la dinámica de las “relaciones humanas” que conforman
las organizaciones. .
Desde este punto de vista, los roles que desempeña la contabilidad dentro de las organizaciones
coemergen con las relaciones sociales economizadas que a su vez proporcionan sus fundamentos y
dan forma a la organización como entidad contable (Hopwood, 1986). Dicho de otra manera, si
nuestras explicaciones del mundo encajan perfectamente con el mundo que vemos, esto se debe
menos a que finalmente hayamos descubierto cómo es el mundo que a que hemos adaptado cada
uno para que se ajuste al otro (Hacking, 1992). Actividades tan diversas como la manufactura, la
atención médica y la educación se estructuran cada vez más en torno a estimaciones de rendimientos
financieros, evaluaciones de riesgo y desempeño, y una multitud de otras formas de representación
financiera. Ya sea que se trate del sector privado o de organizaciones sin fines de lucro, sugerimos que
la contabilidad facilita una economización más general de todo el campo social, un proceso que está
en curso y, en todo caso, está ganando cada vez más impulso en la actualidad.

Estos avances no han escapado a la atención de los estudiosos de la gestión y la


organización (Fligstein, 1990; Meyer y Rowan, 1977). Dicho esto, sugerimos que se
justifica una atención más sistemática a los vínculos entre contabilidad, organización y
economía. Esto se debe en parte a la enorme escala y alcance de la infraestructura de
cálculo de la contabilidad contemporánea, que hoy se extiende mucho más allá de las
actividades de los expertos contables formalmente acreditados. Pero también se debe a
los importantes papeles que desempeña en la configuración del mundo en el que
vivimos, las instituciones que componen este mundo, las formas en que entendemos y
actuamos sobre las opciones abiertas a los individuos y las organizaciones, y las formas
en que administramos. la vida de los demás y la nuestra. Si la gestión sin contabilidad se
ha vuelto impensable, la contabilidad también hace que la gestión sea pensable y viable
de maneras específicas.
Si bien la contabilidad es profundamente técnica, su papel en los patrones de
economía significa que también es profundamente institucional, en el sentido de exhibir
estilos y patrones de pensamiento sobre las organizaciones y la gestión que pueden ser
bastante estables y que están respaldados por rutinas y hábitos habituales. prácticas de
trabajo que realicen y refuercen esos estilos. Nos parece útil resaltar cuatro aspectos
particulares de las funciones de la contabilidad en la organización y la economía. En
primer lugar, la contabilidad es inherentementeterritorializando actividad. Con esto
queremos decir que los instrumentos de cálculo de la contabilidad presuponen y
construyen recursivamente los espacios calculables que los actores habitan dentro de las
organizaciones y la sociedad. Puede tratarse de delimitar espacios físicos particulares,
como el piso de una fábrica o una subárea de la misma, una oficina, una sala de hospital
o cualquier otra unidad contable. O puede tratarse de definir un espacio concebido de
manera más abstracta, como un departamento, una división, un costo particular.
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centro y un grupo de usuarios o clientes. Los espacios abstractos del cálculo contable
pueden ser muy amplios, como un servicio público completo o un conjunto de dichos
servicios, un grupo de empresas, o incluso un campo de empresas, como los bancos
sistémicamente significativos que deben gestionarse con prudencia. Cualquiera que sea
el nivel y la escala de la entidad designada por la contabilidad, es algo para lo cual se
pueden definir y calcular costos, ingresos y sus riesgos, algo alrededor de lo cual se
puede trazar un “sobre” y sobre lo cual se pueden hacer cálculos financieros. .

En segundo lugar, y estrechamente relacionada con este papel territorializador, la


contabilidad es unmediandoactividad. Aquí es importante señalar que la contabilidad es
mucho más que los cálculos y las métricas que dan lugar a objetos como el costo del
producto, el rendimiento de la inversión, los valores actuales netos, los ratios financieros
o los valores razonables. Por supuesto, tales instrumentos son decisivos en el
funcionamiento general de la contabilidad como práctica social, dando lugar típicamente
a una cifra única que permite hacer comparable lo incomparable y permite reclamar
neutralidad para la experiencia contable. Pero la contabilidad es también un conjunto de
ideas. Por ejemplo, la auditoría es tanto una idea como una práctica concreta, y es este
carácter ideacional lo que ha permitido que se difunda tan fácilmente en una amplia
variedad de dominios (Power, 1997b). Dicho de otra manera, las prácticas contables se
movilizan y articulan a través de fundamentos o mecanismos discursivos que se
ensamblan en varios niveles colectivos y se articulan en y a través de diversos lugares.
Por ejemplo, los cálculos técnicos de costos están intrínsecamente vinculados y
movilizados por lenguajes gerenciales y sociales más amplios de costo y eficiencia
(Hopwood, 1987). Y, una vez incorporados en las prácticas organizacionales y en las
evaluaciones externas, el lenguaje de los costos y los cálculos de costos actúan juntos
como multiplicadores, cada uno de los cuales inspira nuevas demandas de aún más
cálculos y aún más objetos que deben hacerse calculables. Del mismo modo, el
desarrollo de métricas de valoración específicas para activos y pasivos está motivado por
ideas abstractas sobre el valor de mercado y cómo se supone que los mercados utilizan
la información contable.
En tercer lugar, la contabilidad desempeña un papel fundamentaladjudicandopapel
en los procesos organizativos y de gestión. Con esto queremos decir que existe una gran
cantidad de prácticas contables para pronunciarse y evaluar el desempeño de individuos
y organizaciones. En muchos casos, este papel de juzgar el desempeño ha adquirido tal
legitimidad que ahora es más o menos vinculante tanto para las organizaciones como
para las sociedades si se las considera apropiadas y modernas. Esta institucionalización
de mitos racionalizados ha sido documentada durante mucho tiempo por estudiosos de
la organización (Meyer y Rowan, 1977), y la intensificación del papel adjudicador de la
contabilidad, a través de auditorías y regímenes de medición del desempeño, parece
estar vagamente vinculada a resultados organizacionales y sociales reales (Bromley). y
Powell, 2012). Desde este punto de vista, la contabilidad es fundamentalmente una
práctica responsabilizadora, incluso cuando se duda de su funcionalidad para lograr los
resultados deseados.
Contabilidad, organización y economía†563

Cuarto, la contabilidad es lo que llamamossubjetivizandoo individualizar la práctica


en sus efectos, tanto dentro de las organizaciones como en términos más generales.
Como enfatizaron Meyer y otros hace más de dos décadas, el individualismo es una
doctrina social construida históricamente, que está creciendo y que impone obligaciones
al individuo para “desempeñarse” (Meyer, 1986b). Es una de las “presunciones” centrales
de la cultura moderna (Meyer y Jepperson, 2000). De manera similar, como lo expresó el
filósofo Hacking, inventar personas cambia el espacio y las posibilidades de la
personalidad (Hacking, 1986). La contabilidad está en el corazón mismo de esta empresa
de subjetivizar y responsabilizar. Subjetivizar aquí tiene dos vertientes: se refiere a la
posibilidad de estar sujeto a regulación o control por parte de otro; pero también incluye
la presunción fundamental de que un individuo es libre de elegir y, de hecho, está
obligado a elegir, aunque a menudo en referencia a normas o estándares financieros. Si
se desea imponer o asumir la responsabilidad y la capacidad de tomar decisiones,
primero hay que hacer que los individuos sean hasta cierto punto comparables y
calculables (Miller, 1992). Desde este punto de vista, la contabilidad es importante a la
hora de moldear las preferencias de los mismos actores a quienes proporciona
“información” (marzo, 1987).
Estos cuatro temas de territorialización, mediación, adjudicación y subjetivización
están claramente interrelacionados, y no deseamos sugerir que agoten las funciones de
la contabilidad en la organización y la economía. Pero sí sostenemos que son
características centrales de la vasta infraestructura calculadora y la narrativa asociada
que comprende la contabilidad y que han alcanzado un papel tan dominante en las
sociedades contemporáneas. Y es su entrelazamiento lo que da tanta fuerza productiva
al “complejo contable” que describimos a continuación. Porque es a través de tal
complejo que la contabilidad se ha convertido quizás en el sistema de representación de
la vida social y económica más poderoso que existe hoy.
Pasamos ahora a examinar esquemática y selectivamente cómo este conjunto de
cuestiones ha llegado a ser analizado por una serie de académicos dentro de la contabilidad,
en la interfaz entre contabilidad y gestión, y dentro de las ciencias sociales en general. Al
hacerlo, no pretendemos ser exhaustivos y, de hecho, nuestra selección de estudios es
inevitablemente algo idiosincrásica.2En la siguiente sección, comenzamos revisando la atención
curiosamente intermitente prestada por los científicos sociales a la contabilidad a lo largo del
siglo XX, en particular el paso de una explicación a nivel social de las funciones de la
contabilidad en la racionalización a un examen conductual a nivel micro de la Funciones de la
contabilidad dentro de las organizaciones y en relación con la dinámica de grupo. En la sección
siguiente, rastreamos el surgimiento de la erudición en contabilidad normativa desde la
práctica, su creciente entrelazamiento con la economía y el desarrollo de una tradición de
investigación contable basada en el mercado (MBAR, por sus siglas en inglés) menos
explícitamente enfocada en las organizaciones. Luego volvemos con más detalle a los temas de
territorialización, mediación, adjudicación y subjetivización tal como se manifiestan en los
estudios contables. Estos estudios pueden posicionarse como reacciones y extensiones de los
“giros” tanto conductuales como de mercado descritos en secciones anteriores. Luego
sugerimos la idea.
564†La Academia de Anales de Gestión

delcomplejo contablecomo un conjunto de elementos diversos que están cambiando


constantemente la naturaleza de la territorialización, la mediación, la adjudicación y la
subjetivización.3Finalmente, ilustramos la idea de este complejo con algunas
especulaciones sobre la relación entre contabilidad y mercados.

De la contabilidad como racionalización a la contabilidad conductual

En las dos primeras décadas del siglo XX, el sociólogo Weber argumentó que la
contabilidad estaba en el centro de la racionalización de la sociedad bajo el
capitalismo.4Weber cuestionó la idea de que el capitalismo fuera una cuestión de
codicia o codicia. En cambio, argumentó que el capitalismo debería entenderse
como la búsqueda continua de ganancias mediante empresas capitalistas
racionales (Weber, 1930, p. 17). Según Weber, la acción económica es capitalista en
la medida en que depende de la expectativa de ganancia mediante la utilización de
oportunidades de intercambio. Esta búsqueda “racional” de ganancias requería,
como contrapartida, cálculos en términos de capital. Weber sostenía que la
organización moderna y racional de la empresa capitalista no habría sido posible
sin la práctica calculadora de la contabilidad.
La noción de racionalización proporcionó la base general.leitmotivpara el proyecto
sociológico de Weber. A Weber le preocupaban las condiciones que dieron origen y
permitieron la difusión de la “actitud calculadora específicamente moderna” (Weber,
1956, p. 86). La contabilidad fue fundamental para su análisis de las condiciones
sociológicas de la actividad económica. Sugirió que el cálculo en términos de dinero era
el mecanismo mediante el cual se podía llevar a cabo la provisión económica racional, y
la contabilidad del capital era la forma de contabilidad monetaria peculiar de la
obtención racional de beneficios económicos.
Weber definió una empresa económica como “una acción autónoma capaz de
orientarse hacia la contabilidad del capital” (Weber, 1956, p. 91), y afirmó que esta
orientación se produce mediante el cálculo. De este modo, situó la preocupación por el
cálculo en el centro de un análisis sociológico de la actividad económica, situada a medio
camino entre las empresas racionales que generan beneficios y las oportunidades
disponibles para ellas. Y la contabilidad por partida doble, argumentaba Weber, era la
forma más desarrollada de contabilidad, en la medida en que permite comprobar la
rentabilidad de cada paso o medida individual.
Werner Sombart presentó un argumento aún más fuerte sobre la relación entre
la contabilidad por partida doble y el capitalismo. Sostuvo no sólo que el cálculo
racional era importante para la empresa capitalista, sino que también llegó a
especular que la contabilidad por partida doble había dado origen al capitalismo.
Independientemente de la plausibilidad de esta proposición, presagió argumentos
contemporáneos sobre los roles constitutivos o performativos de las prácticas
calculativas y sus retóricas asociadas (Carruthers y Espeland, 1991). Junto con los
argumentos de Weber, Sombart contribuyó a establecer la contabilidad como un
objeto de estudio propio para el análisis científico social.
Contabilidad, organización y economía†565

Siguiendo los escritos de Weber y Sombart, hubo poca o ninguna interacción entre la
contabilidad y las ciencias sociales hasta la década de 1950. Como sugerimos en la siguiente
sección, la contabilidad había desarrollado su propia pedagogía pragmática y líneas de
investigación asociadas (por ejemplo,Betriebswirtschaftslehreen Alemania). Esta trayectoria
intelectual ascendente fue completamente independiente del análisis macrosociológico.
Cuando en la década de 1950 resurgió una preocupación sociológica por la contabilidad, el
enfoque se había desplazado de una preocupación de nivel macro por los procesos de
racionalización y acumulación a una preocupación de nivel más micro por los grupos, la
dinámica de grupo y el papel de la contabilidad en ellos (Platt, 1996). ). Se puede marcar el
cambio con referencia al influyente artículo de Argyris (1952) sobre el impacto de los
presupuestos en las personas, encargado por la Controllership Foundation. Argyris examinó lo
que la “gente que hace presupuestos” piensa de los presupuestos y cómo los supervisores de
fábrica piensan de manera diferente sobre los presupuestos. Combinó un estudio de las
prácticas contables con una preocupación sociológica por los grupos. En lugar de dar por
sentados y evidentes los grupos, describió la interacción entre las personas y los presupuestos
como una cuestión de creación de grupos. Si la dirección ejerce una mayor presión sobre los
individuos, argumentó, es probable que se formen grupos. Estos grupos, a su vez, pueden
ayudar a absorber las crecientes presiones que la dirección ejerce sobre los individuos. Una vez
formados, estos grupos pueden persistir incluso después de que haya desaparecido la presión
inicial para producirlos.
Al proponer que la interacción entre las personas y las prácticas contables se
entendiera de esta manera, Argyris se basaba en dos décadas de investigación en
sociología que habían reorientado sustancialmente la disciplina desde finales del siglo
XIX y principios del XX. En las tres primeras décadas del siglo XX, cuando los científicos
sociales observaban a la gente en una fábrica, sólo veían a los individuos de la teoría de
la gestión taylorista. Después de 1930, al observar el mismo grupo de personas, vieron
grupos. A partir de 1930, los grupos y sus dinámicas se convirtieron en una
preocupación importante para los científicos sociales. Los límites entre la psicología
social y la sociología se volvieron borrosos y los científicos sociales encontraron grupos
por todas partes.
El personaje de Elton Mayo es central en este cambio en las formas de analizar
la vida relacional de la empresa. Los estudios realizados bajo su supervisión en
Hawthorne Works de la Western Electric Company en Chicago entre 1927 y 1932
ilustran la transformación. Estos estudios tenían una conclusión clara: la dinámica
de los grupos explica los cambios en la producción industrial con más éxito que los
cambios en el entorno físico. La empresa puede verse como un sistema social, y las
relaciones interpersonales y la dinámica de grupo son el núcleo de este sistema
social. Otros, como el teórico administrativo Barnard, observaron de manera
similar: “la concepción más habitual de una organización es la de unagrupode
personas. . .” (Barnard, 1938, pág. 68). Sostuvo que el “sistema de interacciones” es
la base del grupo, y que la organización formal debe considerarse como “un
sistema de actividades o fuerzas conscientemente coordinadas de dos o más
personas” (Barnard, 1938, p. 73).
566†La Academia de Anales de Gestión

La Segunda Guerra Mundial y su período inmediatamente posterior proporcionaron un “laboratorio”


en el que dichas relaciones de grupo podían estudiarse en profundidad y detalle (Miller, 1986).
En las décadas de 1950 y 1960, el concepto de grupo se convirtió en una
preocupación central para la disciplina de la sociología en rápida expansión. El
sociólogo Homans (1951) fue el primero en intentar una síntesis teórica basada en
el concepto de grupo. Una gama de influencias tan diversas como la teoría
freudiana, la psicología social de Kurt Lewin y la sociometría de Moreno
alimentaron el creciente interés por el estudio del grupo pequeño. La contribución
de Homans fue intentar unir estas diversas corrientes y trabajar hacia una teoría
sociológica general que haría del grupo el punto de partida para el estudio de las
relaciones sociales.
Además de la síntesis teórica que intentaba Homans, los sociólogos estaban
ocupados examinando cuestiones organizativas sustanciales como el ausentismo, la
rotación de personal, la moral, la productividad y los conflictos industriales como
síntomas o problemas de las relaciones de grupo. Gouldner (1954) analizó una “huelga
salvaje” en términos de una “teoría general de las tensiones grupales”. La pintura de
juguetes en una situación de cadena de montaje se entendía en términos de dinámica de
grupo y relaciones intergrupales (Strauss, 1955). El periódicoCiencia Administrativa
Trimestralfue fundada en 1956 como una plataforma amplia para explorar la sociología
de la administración. Dalton (1959) propuso que las camarillas, pequeños grupos de
personas con un interés común, podrían ser los mecanismos indispensables para
promover, estabilizar y resistir el cambio. Bion (1946) acuñó la idea del “grupo sin líder”
como una forma de analizar la ubicación del individuo dentro de un complejo de
relaciones interpersonales, mientras que Jaques (1951) describió los conflictos
industriales entre gerentes y trabajadores como manifestaciones de problemas
subyacentes de las relaciones grupales. .
“Contabilidad conductual” es la etiqueta utilizada para describir la ola de estudios que
apareció a partir de finales de la década de 1950 y que se basó en estos desarrollos en el
análisis intraorganizacional y sociopsicológico de los grupos. Ubicada en la intersección
de la contabilidad, las ciencias administrativas y la sociología, la contabilidad conductual
examinó de diferentes maneras las interrelaciones entre la contabilidad y las relaciones
grupales. En un primer artículo dirigido más a sociólogos que a contadores, Dalton
(1959) mostró cómo la presión para cumplir objetivos de costos, cuando se combina con
esquemas de recompensa basados en el éxito en el cumplimiento de dichos objetivos,
puede resultar en la distorsión de los registros. En un estudio temprano e innovador,
Ridgway (1956) analizó una variedad de sistemas de medición del desempeño,
señalando que medidas únicas basadas en contabilidad pueden tener efectos
indeseables en el desempeño. Basándose en las teorías de la toma de decisiones (March
y Simon, 1958) y en las ideas de autores de “relaciones humanas” como McGregor (1960),
Likert (1961) y Herzberg (1968), la contabilidad conductual consolidó el enfoque en las
relaciones de grupo dentro de organizaciones. Si bien muchos de estos avances
involucraron a académicos ajenos a los departamentos de contabilidad o incluso a la
disciplina de la contabilidad, proporcionaron un estímulo importante para
Contabilidad, organización y economía†567

el desarrollo de la contabilidad conductual. En resumen, el giro conductual en la


investigación contable lo conectó con cuestiones centrales en el estudio de la gestión.
Los aspectos organizativos y conductuales de la elaboración de presupuestos, junto
con las preocupaciones relacionadas con las interrelaciones entre la contabilidad y el
diseño de la organización, se convirtieron en una preocupación central de los
investigadores durante los años sesenta y principios de los setenta. Impulsados en
parte por los avances en la teoría del comportamiento de la empresa (Cyert y March,
1963; Gavetti, Greve, Levinthal y Ocasio, 2012), los investigadores contables ampliaron su
estudio de las funciones de las rutinas y los procedimientos operativos en los procesos
de asignación de recursos dentro de las organizaciones. . Becker y Green (1962)
utilizaron entornos de laboratorio para ampliar las preocupaciones de Argyris con la
dinámica de grupo de los procesos presupuestarios. Examinaron las interrelaciones
entre la cohesión del grupo de trabajo y la aceptación de las metas presupuestarias, y el
impacto de esto en los resultados. Shillinglaw (1964) examinó los vínculos entre la
contabilidad de responsabilidad, los informes de desempeño interno y el diseño
organizacional. Hofstede (1968) describió el proceso presupuestario como un juego que
la gente juega por sí mismo, cuyo ingrediente clave, argumentó, era el “espíritu de
juego” con el que los administradores entraron en el “juego presupuestario”. Y esta línea
de razonamiento fue ampliada significativamente por Hopwood (1974), quien
problematizó el vínculo entre participación y presupuestación y reenfocó el debate
identificando tres formas distintas de utilizar la información presupuestaria. Hopwood
identificó un estilo de “presupuesto limitado”, un estilo “consciente de las ganancias” y
un estilo “no contable”. Sólo el estilo “consciente de las ganancias” logró producir una
preocupación por los costos, pero sin la manipulación de los informes contables y el
deterioro general en las relaciones entre los gerentes y aquellos a quienes reportaban,
que a menudo se asociaba con el estilo “presupuestario restringido”.
En términos más generales, la teoría del comportamiento de la empresa y la noción
de racionalidad limitada se convirtieron en un componente central de la infraestructura
teórica de gran parte de la investigación contable desde mediados de los años setenta
en adelante.5Esto tal vez no sea sorprendente, dado que ya en 1954, en una época en la
que la investigación en gestión y contabilidad estaba menos claramente diferenciada,
Simon era el autor principal de un estudio encargado por la influyente US Controllership
Foundation (Simon, Guetzkow, Kozmetsky y Tyndall, 1954). Se pidió a un grupo de
teóricos de la gestión de la Universidad Carnegie Mellon que estudiaran la ubicación
organizacional de los controladores. Basaron su análisis en las teorías entonces
emergentes sobre la racionalidad limitada de la toma de decisiones organizacionales y la
importancia de la política intraorganizacional en organizaciones grandes y dispersas. El
estudio identificó diferentes propósitos de la contabilidad y los roles potencialmente
múltiples de la contabilidad en la toma de decisiones organizacionales. Esto, junto con el
formidable corpus de escritos posteriores, que van desde Cyert y March,Teoría del
comportamiento de la empresaa los escritos de March sobre los procesos del “cubo de
basura” y las ambigüedades o inconsistencias que caracterizan la toma de decisiones
organizacional, transformaron el tipo de preguntas que
568†La Academia de Anales de Gestión

Se podría preguntar sobre las funciones de la contabilidad dentro de las organizaciones


(ver, por ejemplo, Cyert y March, 1963; March, 1987, 1988; March y Olsen, 1976; March y
Simon, 1958). A partir de entonces se abriría la caja negra de la empresa, lo que requería
un estudio realista de cómo se desarrollaba la racionalidad limitada en las
“organizaciones de carne y hueso” (Gavetti et al., 2012, p. 4). Esta agenda de
investigación fue fundamental para inspirar gran parte de los escritos de Anthony
Hopwood, aunque mezclada juiciosamente con mezclas de teoría neoinstitucional y las
ideas de Karl Weick. Otros, incluidos Berry et al. (1985), Cooper (1981, 1983) y Dent (1991)
también se basaron sustancialmente en tales nociones, ampliando sustancialmente
nuestra comprensión de la interdependencia de los sistemas contables y los procesos de
diseño y toma de decisiones de las organizaciones.
Otra parte de esta transformación de la investigación contable en los años 1970
y 1980 fue el encuentro con la ciencia política. Aquí, los escritos de Wildavsky (1964,
1976)6fueron muy influyentes, al igual que los de Lindblom (1959). Juntos,
mostraron la retórica superficial racionalista de dar cuenta de lo que era, incluso si
dicha retórica continuó (y todavía tiene) teniendo una fuerza persuasiva
considerable. En cambio, la contabilidad fue descrita en gran parte como una
“ciencia de salir del paso”, una concepción que influyó fuertemente en los estudios
escandinavos sobre la contabilidad en entornos organizacionales.7También se
consideró necesario analizarlo no sólo a través de las herramientas del politólogo
sino también a través de las del antropólogo, lo que significaba estudiar cómo las
personas en diversas sociedades llegan a creer en lo que creen y la forma en que lo
creen (Wildavsky , 1976, pág.123).
Con estos diversos elementos básicos en su lugar, y dejando de lado la
negación deliberada de parte del considerable conjunto de evidencia que sugiere
que la contabilidad es mucho más que un proceso puramente técnico, la
investigación contable se acercó mucho a la ciencia administrativa y al análisis
organizacional. Pero, y a pesar del estímulo brindado por aquellos como Meyer,
March, Wildavsky y muchos otros, para mirar más allá de la organización, la
investigación contable hasta 1980 todavía operaba con una visión un tanto
restringida de las funciones de la contabilidad, que se limitaba al estudio de la
contabilidad. sólo dentro de las organizaciones, y en el nivel micro de grupos y
dinámicas de grupo. Sin embargo, esto iba a cambiar pronto, de acuerdo con
nuevos desarrollos en las ciencias sociales y organizacionales.
Otra línea de investigación exploró las formas en que la contabilidad estaba
implicada en procesos organizacionales más amplios y cómo se veía afectada por una
amplia gama de contingencias. Varios escritores, entre ellos Lawrence y Lorsch y Perrow
en Estados Unidos, Crozier en Francia y Woodward, Burns y Stalker y el “Aston Group” en
el Reino Unido, se basaron en el pensamiento sistémico y en la noción de que los
entornos dentro de los cuales operan las organizaciones puede impactar el
funcionamiento organizacional (Thompson, 1967). Estos escritores examinaron las
formas en que contingencias como la tecnología y el cambio ambiental pueden afectar el
diseño óptimo de las organizaciones.
Contabilidad, organización y economía†569

“Teoría de la contingencia” es la etiqueta que se le dio a este conjunto de estudios que


demostraron que no existe una forma universalmente válida de diseñar organizaciones.
Galbraith (1973) demostró el valor de explorar cómo una variedad de factores (como la
tecnología, el tamaño, la estrategia y el entorno organizacional) pueden afectar el diseño de la
organización. Una vez más, esto colocó a la contabilidad en una posición fundamental dentro
de las organizaciones, mientras que la noción de incertidumbre actuó como un término
general para una variedad de factores en el entorno de las organizaciones. La capacidad de
una organización para gestionar la incertidumbre se presentó en función de su capacidad para
manejar información, siendo la contabilidad un elemento central de esta ecuación.

Los investigadores contables que buscaban comprender y prescribir sistemas


contables adoptaron con entusiasmo el enfoque de contingencia. Los primeros
estudios empíricos como Khandwalla (1972), Bruns y Waterhouse (1975) y Hayes
(1977) demostraron que las prescripciones universales para el diseño de sistemas
contables probablemente no fueran válidas. Esto desvió la atención de los
investigadores contables de la búsqueda del método más deseable de generar
datos financieros para promover una toma de decisiones eficaz. Un importante
ensayo de Gordon y Miller (1976) sostenía que se debería dedicar mucha mayor
atención a los atributos del entorno, la organización y los estilos de toma de
decisiones. Por ejemplo, los entornos pueden variar en términos de su dinamismo,
su heterogeneidad y su hostilidad. Las organizaciones pueden variar en términos
del grado de descentralización, diferenciación, integración, burocratización y
recursos. Y los estilos de toma de decisiones pueden variar según muchas
dimensiones, incluida la cantidad de análisis dedicado a las decisiones
prospectivas, los horizontes temporales considerados, la variedad de factores
considerados, etc. El punto, sin embargo, no era identificar un número casi infinito
de variables, sino analizar cómo los rasgos ambientales, organizacionales y de
estilo de decisión se agrupan para formar conjuntos o configuraciones más o
menos comunes, que Miller y Gordon denominaron "adaptativos". “correr a ciegas”
y “burocracia estancada” (Gordon y Miller, 1976, p. 65 y siguientes).
Esto marcó un paso importante para el análisis y diseño de sistemas contables, incluso si el
punto general de estos primeros estudios puede parecer más o menos evidente hoy en día.
Desde mediados de la década de 1970 en adelante, se aceptó cada vez más que los sistemas de
contabilidad interna (ya fueran costos, responsabilidad, presupuestación o evaluación del
desempeño) debían adaptarse al diseño general de la organización. Además, y lo que es más
importante, la atención se centró aquí en la interacción entre la información contable y la
organización en su conjunto, más que en los individuos. En 1980, Otley (1980, p. 413) podía
hablar de la “reciente moda” de la investigación de contingencias en contabilidad, y llegó
incluso a decir que en el espacio de cinco años había llegado a dominar los trabajos publicados
sobre las variables conductuales y Aspectos organizativos de la contabilidad de gestión. Pero
Otley fue cauteloso a la hora de exagerar lo que la investigación de contingencias en
contabilidad había logrado hasta entonces, sugiriendo que requería una mayor claridad
conceptual y el uso de
570†La Academia de Anales de Gestión

metodologías de investigación diferentes a las utilizadas habitualmente hasta entonces, dada la


estructura altamente interconectada de los dispositivos de control, de los cuales la contabilidad es
sólo uno. En la medida en que la teoría de la contingencia en contabilidad sugiere la importancia de
hacer coincidir aspectos específicos de un sistema contable con circunstancias definidas, Otley
argumentó que los estudios empíricos hasta la fecha habían sido vagos en cuanto a tales vínculos.

La investigación posterior implicó tanto críticas a la investigación de


contingencias por lo que se consideraba su naturaleza inherentemente
conservadora (Cooper, 1981, p. 188), como extensiones notables que establecían
visiones cada vez más complejas de las relaciones contingentes entre los sistemas
contables y el diseño organizacional ( Chenhall y Morris, 1986; Comerciante, 1981).
Por ejemplo, Chenhall y Morris (1986) investigaron el efecto de la descentralización
estructural, la incertidumbre ambiental percibida y la interdependencia
organizacional en el diseño de sistemas de contabilidad de gestión. Además de
examinar los efectos de dichas variables contextuales, el estudio también buscó
comprender cómo interactuaban las variables independientes.
Simons (1987) amplió la literatura aún más, y en una nueva dirección importante para los
investigadores de la gestión, al conectar la investigación de contingencias en contabilidad con
la investigación de estrategias en la gestión. Utilizando la tipología estratégica de Miles y Snow
(1978), Simons intentó investigar el uso diferencial de procedimientos contables particulares
para empresas “defensoras” y “prospectoras”. Sus conclusiones fueron que las empresas
Prospector de alto rendimiento parecían otorgar considerable importancia a los datos de
pronóstico, estableciendo objetivos presupuestarios estrictos y monitoreando cuidadosamente
los resultados, al tiempo que reducían el énfasis en el control de costos. Los defensores
parecieron utilizar sus sistemas de control contable con menos intensidad, incluso notando
relaciones negativas entre el desempeño y atributos tales como metas presupuestarias
estrictas y monitoreo de resultados. Con base en investigaciones adicionales, Simons
desarrolló su marco de palancas de control (Simons, 1995). Trabajos posteriores en una línea
similar cuestionaron los méritos de las oposiciones más bien estilizadas (de organizaciones
mecanicistas y orgánicas, por ejemplo) que habían caracterizado los primeros enfoques de
contingencia de la contabilidad, y exigieron una mayor investigación de las complejas
funciones de los sistemas contables y sus múltiples interacciones con variables tanto
organizativas como ambientales (Ahrens & Chapman, 2004; Chapman, 1997; Chenhall & Morris,
1995).
Dos décadas de investigación angloamericana sobre los aspectos conductuales de los
costos, la presupuestación y los mecanismos de evaluación relacionados transformaron la
disciplina de la contabilidad, de modo que a mediados de la década de 1970 se establecieron
firmemente las comprensiones sociopsicológicas de las interrelaciones entre la contabilidad y
la dinámica organizacional. A partir de entonces, y durante un período de tiempo similar, los
investigadores contables comenzaron a recurrir cada vez más a conceptos extraídos de la
sociología y las ciencias políticas para analizar las funciones de la contabilidad dentro de las
organizaciones (Covaleski, Evans, Luft y Shields, 2003). Por ejemplo, la elaboración de
presupuestos no debía entenderse como una serie de rutinas técnicas, sino que era
Contabilidad, organización y economía†571

más bien un proceso profundamente político e interesado (Wildavsky, 1964). Dicho esto, a
mediados de la década de 1970 los investigadores contables todavía trabajaban con una visión
algo limitada de las influencias sobre las organizaciones. Al concentrarse en gran medida en lo
que sucedió dentro de las organizaciones, mucho quedó fuera. La necesidad de modificar esto
fue planteada en términos característicamente contundentes a finales de los años 1970 por
Hopwood (1978), quien argumentó que los investigadores contables debían prestar mucha
más atención a las formas en que el entorno social y económico más amplio impactaba en la
contabilidad. Sostuvo que existía una necesidad urgente de que la investigación contable
examinara la contabilidad como un fenómeno tanto organizacional como social (Hopwood,
1976). Sugirió que los estudios sobre poder, influencia y control deberían complementar los
estudios sobre los aspectos conductuales de la contabilidad dentro de las organizaciones.

El trabajo de Hopwood de finales de los años 1970 y principios de los años 1980
(Burchell, Clubb, Hopwood, Hughes y Nahapiet, 1980) creó las condiciones para un
mayor giro sociológico y socio-teórico en la investigación contable, adoptando y
fomentando conexiones con ideas emergentes desde el ámbito institucional. teoría
(Covaleski y Dirsmith, 1981, 1983, 1988), economía política (Bryer, 1999; Puxty, Willmott,
Cooper y Lowe, 1987) y los escritos de teóricos sociales específicos con el fin de iluminar
los roles de la contabilidad en las organizaciones y sociedad. Las organizaciones ya no
eran entidades autónomas dentro de las cuales se desarrollarían comportamientos
relacionados con la contabilidad, sino sitios porosos y elementos de campos
esencialmente abiertos a ideas, valores y fuerzas sociales más amplios (Miller, 1990).

De la contabilidad a la investigación contable basada en el mercado

Se dice que los primeros ejemplos de escritura fueron registros


“contables” (Edwards, 1989, págs. 23-26). Los métodos para realizar un seguimiento
del dinero adeudado y adeudado se remontan al antiguo Egipto (Ezzamel, 2012), y
fueron codificados en el método de partida doble por Luca Pacioli en 1494. Bajo
este sistema, cada transacción puede entenderse como un flujo de valor con un
carácter “dual”, como había notado Marx. Si un capitalista pone dinero en una
empresa, entonces, según la lógica de la partida doble, hay un aumento del capital
en el negocio y un aumento igual del recurso en efectivo para su uso en el negocio.
El capital es la representación del interés del capitalista. Si parte de ese efectivo se
gasta en un edificio, el efectivo disminuirá y habrá un aumento en un activo: el
edificio real. El interés del capital seguirá siendo el mismo. Este sistema
transaccional continuará, pero siempre hay dos componentes de “débito” y
“crédito”, que deben ser iguales. Esto es cierto incluso para el flujo de
transacciones más extenso y complejo.
La contabilidad por partida doble es una base poderosa y duradera para la
contabilidad debido a su disciplina numérica y racionalidad (Carruthers y Espeland,
1991). Ésta es una de las razones por las que Sombart exagera su papel constitutivo en el
capitalismo, como se señaló anteriormente. Surgió de siglos de actividad mercantil.
572†La Academia de Anales de Gestión

práctica en el control de los activos empresariales, el cálculo de las cantidades


adeudadas y adeudadas y, fundamentalmente, en la determinación del excedente para
su distribución. Esta lógica también permitió un desarrollo y una mayor elaboración, y la
contabilidad se convirtió en mucho más que un sustituto de la memoria humana. Las
clasificaciones contables se multiplicaron con el tiempo. Por ejemplo, se llegó a hacer
una distinción entre activos con un uso continuo y a largo plazo en un negocio y aquellos
cuyo beneficio se realizó y gastó casi de inmediato. Las cuentas de capital pasaron a
dividirse en estados de pérdidas y ganancias y se establecieron convenciones de
periodicidad para informar sobre los excedentes. Con el crecimiento de estas
convenciones y sus clasificaciones asociadas, la contabilidad también pasó a estar
impregnada de juicio. La presentación de informes sobre los activos netos o las
ganancias operativas ya no podía ser una cuestión de puro cálculo: eran esenciales las
suposiciones sobre cosas como la vida útil de los activos, el período en el que se llevó a
cabo una transacción e incluso la medición del valor en sí.
Desde este punto de vista, la forma de contabilidad se volvió cada vez más
institucionalizada y jurisdiccionalmente específica. Las convenciones de la contabilidad
surgieron inicialmente desde abajo, de las regularidades de la práctica misma y no de
principios de orden superior. Se incorporaron a los regímenes de tributación empresarial
y se desarrollaron de manera pragmática. A pesar de la existencia de comentarios
ocasionales de profesionales reflexivos, el desarrollo de la contabilidad fue en gran
medida un reflejo de cambios en la economía en general y en la naturaleza de la
empresa, impulsado también por aspiraciones analíticas crecientes de mejorar el
desempeño de las empresas.comparableycommensurable.Durante el siglo XIX, los
requisitos contables básicos se incorporaron en una nueva ley para las sociedades
anónimas, lo que abrió la puerta al surgimiento de una profesión contable en Gran
Bretaña (Edwards, 1989, p. 262). A medida que la economía corporativa crecía en la
primera mitad del siglo XX, la contabilidad enfrentó el problema de la creciente distancia
entre los proveedores de capital (accionistas) y los administradores. Este “problema de
agencia” creó nuevas presiones institucionales sobre la contabilidad a nivel empresarial.
Lejos de ser un asunto privado del propietario-gerente, un subcampo de la contabilidad
(que ahora llamamos contabilidad e informes financieros) estaba encaminado a
convertirse en un mecanismo mediante el cual los gerentes profesionales serían
responsables ante los proveedores de capital, un mecanismo consagrado en la ley.
Hasta los primeros años del siglo XX, la contabilidad se entendía predominantemente de
manera pragmática: “la contabilidad es lo que hacen los contadores” (Young, 2006). La
contabilidad tenía su propia lógica interna de producción y pedagogía práctica producida por
empresas contables emergentes, pero en general no se la consideraba un campo digno de una
reflexión académica amplia. Las reflexiones de Weber sobre la importancia de la contabilidad
mencionadas anteriormente estaban completamente desvinculadas de su desarrollo práctico.
Los estándares de práctica se codificaron y distribuyeron en textos profesionales, pero
emergieron en gran medida.ad hocLa moda a menudo se centraba en cuestiones sectoriales
específicas, como los costos y la depreciación en industrias intensivas en capital como los
ferrocarriles.
Contabilidad, organización y economía†573

La historia de esta tradición pragmática de desarrollo del conocimiento contable no


fue fluida y evolucionó a través de una serie de shocks y escándalos. Por ejemplo, el
colapso del Banco de la ciudad de Glasgow en 1878 y el caso del Royal Mail de 1931
fueron dos acontecimientos importantes en Gran Bretaña que condujeron a cambios
contables y dieron origen a un marco legal para la contabilidad que se exportó a muchas
otras jurisdicciones y es reconocible. hoy. Además, las experiencias de depresión en
Estados Unidos y Alemania moldearon la contabilidad financiera para restringir las
distribuciones y proteger a los acreedores. Sin embargo, el aislamiento intelectual del
pensamiento contable persistió en gran medida a pesar de estos shocks y había poca
distancia entre las preocupaciones de la práctica y las de sus académicos. La contabilidad
estaba codificada predominantemente como un mecanismo de rendición de cuentas y
parecía tener poco que ver con el funcionamiento de una empresa y su estrategia,
aparte de ser un elemento higiénico de apoyo, aunque también se estaban llevando a
cabo avances paralelos para mejorar la contabilidad de costos internos como disciplina
gerencial central. (Loft, 1986). En resumen, la contabilidad era un subsistema propio, en
gran medida desconectado de las academias prestigiosas. El surgimiento de las escuelas
de negocios en Estados Unidos a finales del siglo XIX proporcionó las condiciones de
posibilidad para que la práctica contable desarrollara concepciones abstractas de su
propósito, aunque la autonomía del campo contable sólo comenzó a ser cuestionada de
diversas maneras a medida que avanzaba el siglo XX. siglo progresó (Zambon, 1996).

En dos aspectos específicos, la contabilidad pasó a ser considerada cada vez más
problemática, poniendo en marcha procesos de reflexión tanto profesionales como
académicos especializados que siguen siendo pertinentes en la actualidad. De hecho, se
podría decir que estas dos cuestiones son las fallas esenciales de la contabilidad
financiera que continuamente desafían su codificación como práctica autónoma. Se
refieren a cuestiones fundamentales: el propósito de las cuentas y la base de medición
para representar la posición y el desempeño económicos.
En primer lugar, el propósito mismo de la contabilidad podría describirse como
esquizofrénico y con “lógicas” tanto legales como económicas. La codificación legal de la
contabilidad es quizás la más antigua y en su núcleo se encuentra el principio de
protección de los acreedores. La legislación contable se diseñó originalmente y
posteriormente se perfeccionó con el objetivo de garantizar que no se pudieran realizar
pagos que pondrían en riesgo la deuda de los acreedores. Desde este punto de vista
legal, el propósito de las cuentas financieras era asegurar laadministraciónde los
recursos confiados a los directivos. Los organismos profesionales continuaron
elaborando principios contables, pero también surgió un interés entre un pequeño
grupo de economistas británicos por los conceptos de ingreso, costo y su medición
(Hicks, 1939; Parker y Harcourt, 1969). Aunque la idea misma de ingreso podría ser
relativa a las preferencias y no era una cuestión absolutaa prioriComo concepto, la teoría
del ingreso contribuyó a una concepción de los estudios contables y sus objetos que era
distinta de otros campos de la gestión. Hoy en día esto se conoce con cierta desdén
como teoría contable “normativa” (Watts y Zimmerman, 1986, p. 4).
574†La Academia de Anales de Gestión

Si bien la práctica contable y la teoría del ingreso tuvieron muy poco que ver entre sí
hasta finales del siglo XX, los académicos contables de varios países desarrollaron
variantes de la teoría del ingreso que definieron una “zona comercial” entre la academia
y la práctica (von Colbe, 1996). ; Lindenfeld, 1990; Zambon, 1996). El Reino Unido es un
caso atípico en este sentido (Napier, 1996), con una división más institucional entre las
universidades y la práctica, y una relación más incómoda como resultado de una agenda
de investigación autónoma (von Colbe, 1992; Hopwood, 1988; Power, 1997a, 1997b;
Schipper, 1994). Esta división proporciona las condiciones de posibilidad para un
posterior “giro sociológico” en los estudios contables en el Reino Unido que no se replicó
en la misma medida en otros lugares y que continúa conviviendo incómodamente con el
análisis económico de los fenómenos contables. La Universidad de Cambridge alguna
vez argumentó que la contabilidad era un arte práctico y no una disciplina científica y,
por lo tanto, no merecía el estatus de profesor (Puxty, Sikka y Willmott, 1994, p. 153).
Posteriormente cedió y ubicó la contabilidad como parte de la economía aplicada. Esta
estrecha relación entre contabilidad y economía está hoy establecida globalmente y
muchos la consideran una condición obvia para que la contabilidad en las universidades
sea considerada una ciencia social. Sin embargo, la ausencia de una tradición mediadora
de economía empresarial en el Reino Unido y América del Norte, y el surgimiento de la
economía financiera en su lugar (Whitley, 1986), pueden explicar por qué las críticas y la
consternación de los profesionales ante la impracticabilidad de gran parte de esta
investigación basada en la economía es más pronunciado en estos países.

El posicionamiento del estudio de la contabilidad como un subcampo de la economía


representó un estilo de análisis anticonductista que eventualmente desafió la
codificación rectora de la contabilidad a partir de la década de 1930 y ganó impulso,
particularmente en América del Norte, después de la Segunda Guerra Mundial. Los
avances en las ciencias de la decisión, junto con la expansión de los mercados de capital,
proporcionaron el catalizador para una nueva concepción de la contabilidad financiera.
El nuevo enfoque era proporcionarinformacion relevantelo cual sería útil para los
inversores actuales y potenciales en su calidad de tomadores de decisiones (Whitley,
1986; Young, 2006). Este cambio también marcó el comienzo de los esfuerzos por
integrar la contabilidad dentro de una concepción teórica de la gestión y la inversión.
Aunque la lógica de la relevancia de las decisiones nunca ha sido consagrada en la
ley en ninguna jurisdicción, esta visión del propósito de la contabilidad rápidamente
ganó vigencia en las altas esferas de la práctica, reforzada por una expansión del interés
académico en estudiar la contabilidad a través del lente de la información. ciencias
económicas. Esta “revolución” en el pensamiento contable (Beaver, 1981) en la academia
fue tanto conceptual como empírica. Conceptualmente, iba a influir en la articulación de
un marco para la contabilidad financiera: la relevancia de las decisiones se convirtió en
un ideal organizativo fundamental de la contabilidad. Empíricamente, puso en marcha
un nuevo programa de investigación para explorar las consecuencias de las cifras
contables para la valoración del mercado, que analizamos más adelante. La contabilidad
ya no se limitaba a lo que hacían los contadores dentro de los límites legales.
Contabilidad, organización y economía†575

prescripción; se requería que fuera útil dentro de los mercados de capitales. Este sentido
de uso construido fue el catalizador para la expansión de una industria de investigación
contable, a saber, MBAR (Young, 2006). A su vez, esta agenda basada en los mercados de
capitales también generó una serie de críticas opositoras (Bryer, 1999; Cooper & Hopper,
1990) que afirman que el propósito mismo de la contabilidad es plural y cuestionado, no
sólo en términos de información y objetivos de administración, sino también también en
relación con un conjunto más amplio de valores asociados con la idea de
responsabilidad social corporativa (Gray, 1992).
La segunda cuestión fundamental, y quizás la más importante, es la de la
contabilidad.medición.Una vez más, podemos entender la cuestión en términos de dos
códigos o lógicas de contabilidad bastante diferentes, que conducen a convenciones de
medición diferentes. Durante muchos años, el costo histórico fue la convención de
medición dominante. A efectos puramente de gestión, se podría argumentar que la
medición importaba menos que una pista de auditoría clara para las transacciones y
usos legítimos de los recursos. De hecho, para los profesionales de base, un registro de
transacciones en términos del costo histórico o de entrada era en gran medida aceptable
por razones pragmáticas, siempre que el estado de resultados pudiera aproximarse a la
realización en efectivo de las ganancias. Desde este punto de vista, el balance no
pretendía ser una declaración de valor sino un efecto residual del método de partida
doble.
Sin embargo, este consenso pragmático en materia de medición (y enfoque en el
estado de resultados) se vio sometido a una presión cada vez mayor. Fue claramente
inadecuado durante la inflación de los años 1970. Además, a medida que la diferencia
entre los valores de los activos netos contables declarados y los valores de mercado
observados creció a partir de la década de 1980, la visión pragmática de la medición
contable se volvió más difícil de sostener y la capacidad de la contabilidad para permitir
comparaciones del desempeño entre empresas se vio socavada. Si bien hubo fuertes
defensas académicas de las virtudes de la contabilidad de costos históricos (Penman,
2007), también hubo un fuerte lobby en favor de convenciones de medición que
pudieran representar mejor la economía subyacente. Si bien algunos pensadores vieron
una oportunidad de reconectar la contabilidad con su base gerencial, invocando
convenciones de medición variable dependiendo deintención de gestión,otros buscaron
una convención de medición basada en el mercado: la llamada contabilidad del “valor
razonable”, que analizamos más adelante. Además, ha habido una presión acumulativa
para recodificar la contabilidad centrándose en las cuestiones del balance y la valoración,
alineándola así con algunos de los preceptos de la teoría del ingreso desarrollada en la
primera mitad del siglo XX. Por lo tanto, la cuestión aparentemente técnica de una
convención de medición contable es de hecho un espacio político en el que la relación
entre la gestión, la contabilidad y los mercados ha sido, y sigue siendo, cuestionada
(Power, 2010).
Estas dos cuestiones de propósito y medición representan vectores de presión
continua en la contabilidad financiera y le dan su contestabilidad esencial (Power,
2012). En el nivel de la práctica, la profesión participa en un proyecto para
576†La Academia de Anales de Gestión

reconstruir racionalmente los fundamentos de la contabilidad basándose en ideas


teóricas de decisiones. Los esfuerzos por pensar conceptualmente la contabilidad en la
primera parte del siglo XX adquirieron impulso institucional después de la Segunda
Guerra Mundial en la forma de un proyecto de marco conceptual en los Estados Unidos a
partir de los años sesenta. El proyecto fue dirigido por el Consejo de Normas de
Contabilidad Financiera (FASB) y la intención era crear una base racional para la
producción de reglas de información financiera. Sin embargo, lejos de resolver las
tensiones fundamentales dentro de la contabilidad descritas anteriormente, y lejos de
respaldar la autonomía académica de la contabilidad como un campo distintivo de lo que
podríamos llamar “jurisprudencia económica”, el proyecto del marco conceptual sólo
hizo que estas cuestiones fueran más evidentes. Además, la idea misma de un marco
único parecía convivir incómodamente con la evidente pluralidad de propósitos posibles
para la contabilidad (Macve, 1997).
Paralelamente a esta búsqueda de un marco conceptual para la contabilidad, la
investigación en las principales universidades comenzó a tomar un giro científico social,
y los principales académicos se alinearon con tradiciones de investigación de la
economía, la psicología y otras disciplinas. Esto fue en efecto tanto ungiro positivistaen
términos metodológicos, sino también un cambio de enfoque hacia el uso de números
contables como fuentes de información en los mercados de capitales y alejándolos del
desordenado e idiosincrásico mundo interno del control gerencial y la elaboración de
presupuestos. También hubo menos interés en estudiar explícitamente qué es la
contabilidad. deberíaser, y centrarse más en sus efectos y consecuencias. La contabilidad
como campo académico se estaba transformando de una disciplina basada
inductivamente en la práctica a un objeto de las ciencias sociales, más específicamente
en su creciente alineación con los métodos y supuestos de la economía financiera.
Cuando Ball y Brown (1968) publicaron su artículo fundamental en el que
investigaban el papel de las cifras contables en la formación de los precios de los valores,
iniciaron un programa completo de investigación basándose en los métodos de la
economía analítica y empírica. La teoría de la contabilidad normativa y los discursos de
los profesionales habían afirmado, y siguen afirmando, la relevancia de las cifras
contables para los inversores. Ball y Brown (1968) y sus seguidores cuestionaron este
supuesto convirtiéndolo en una pregunta empírica. De este modo, la investigación
contable se trasladó al terreno de la economía, aprovechando los avances de la
economía financiera, entre ellos la teoría de carteras y el desarrollo del modelo de
fijación de precios de activos de capital (CAPM) (Lev y Ohlson, 1982).
Este MBAR, como se le conoce, utiliza modelos de valoración para investigar si las
prácticas contables (nuevas normas técnicas, métodos de depreciación, devengos, etc.)
dan lugar a una reacción en los precios de las acciones. Estos estudios de “eventos”
contables son simultáneamente pruebas tanto de los modelos de valoración como de las
reacciones reales del mercado, y muchos de los avances en los métodos econométricos
se han centrado en abordar esta cuestión de la cohesión (Sunder, 1997). En términos
generales, las cifras contables se tratan como variables independientes en un entorno de
mercado de capitales y como una fuente de información entre muchas que
Contabilidad, organización y economía†577

alimentar el proceso de formación de precios. Una parte importante de la investigación


de MBAR se ha utilizado para probar ideas sobre eficiencia del mercado y ha habido un
interés considerable en hasta qué punto los mercados de capitales “ven a través” de las
prácticas de gestión de ganancias o contabilidad creativa. En los últimos años, el
reconocimiento del papel de los intérpretes intermediarios de la información contable
(los analistas financieros) ha llevado a investigaciones sobre cómo reaccionan ante las
cifras contables y, de hecho, cómo se pueden producir cifras contables para que estén
en línea con las “previsiones” de los analistas ( Kothari, 2001). Este trabajo sugiere que la
producción de cifras contables puede estar impulsada por percepciones de las
expectativas de los actores del mercado, así como por piezas de información que dan
lugar a reacciones de dichos actores. Además, MBAR ha adoptado su propio giro
institucional (Leuz, Nanda y Wysocki, 2003), permitiendo estudios comparativos de los
efectos de la contabilidad en relación con los regímenes de gobierno corporativo en los
que se sitúan.
Este conjunto de trabajos condujo naturalmente a un interés en el papel de la
divulgación contable como información (Healy y Palepu, 2001) y específicamente en las
divulgaciones discrecionales o denominadas voluntarias que las empresas hacen al
mercado, que podrían incluir información no financiera. Otros avances en el campo han
explorado el papel de los números contables en los contratos, formales e informales, y la
política de producción de normas contables. En su artículo clásico, Watts y Zimmerman
(1979) sitúan la teoría contable como un conjunto de “excusas” utilizadas por los actores
para justificar políticas contables y resultados que favorecen sus intereses. Desde este
punto de vista, las cifras y políticas contables no tienen ningún significado inherente más
que el de proporcionar una restricción disciplinaria a la gestión. Simplemente afectan los
flujos de efectivo esperados de las organizaciones, que son importantes para los
modelos de valoración, en virtud de que están incluidos en contratos tanto formales
(convenios de deuda) como informales. Dado este papel contractual, las investigaciones
sugieren que actores importantes, como las grandes corporaciones, buscarán promover
sus propios intereses económicos mediante el cabildeo para lograr los resultados
deseados en materia de políticas contables.
Aunque existe una considerable diversidad interna en este cuerpo de trabajo, también hay
algunas similitudes debido a lo que llamamos un trabajo compartido.reduccionismo
metodológico.En primer lugar, los agentes se conceptualizan como maximizadores de utilidad
independientemente de la contabilidad. Esto se debe en parte a la naturaleza a gran escala de
los estudios MBAR y en parte a que algo como la teoría del ingreso se considera sólo una
“excusa” en el mercado para la elección de políticas contables. Este supuesto sobre los agentes
independientes contrasta con el papel “subjetivizador” de la contabilidad que se analiza más
adelante. En segundo lugar, el proceso de reacción y formación de precios se trata más o
menos como una caja negra, aunque existen estudios analíticos sobre la formación de precios
(Sunder, 1997). En este sentido, MBAR y sus variantes son intencionalmente “conductualmente
delgados”. En tercer lugar, los resultados empíricos a menudo muestran evidencia débil o
ruidosa de la reactividad de los precios de mercado, lo que lleva a los comentaristas más
críticos a sugerir que esta tradición de investigación se centra principalmente en
578†La Academia de Anales de Gestión

mostrando agudeza metodológica (Hopwood, 2009b). Somos agnósticos ante esta crítica y
aceptamos las compensaciones en diferentes tradiciones de investigación. Sin embargo, es
indudable que MBAR ha contribuido a la percepción de un abismo entre los discursos de
política e investigación. Los resultados de los estudios empíricos tienen, en el mejor de los
casos, una relación muy vaga con las deliberaciones sobre política contable, en parte porque
los primeros tienden a no producir resultados claros y en parte porque los segundos no
tienden a basarse en evidencia. Sin embargo, algunos de los principales exponentes de la
escuela MBAR han terminado desempeñando papeles clave en los procesos políticos
(Katherine Schipper, Mary Barth), y se argumenta que esta tradición de investigación es un
recurso importante para los responsables de las políticas contables.
En esta sección, hemos proporcionado una visión general de los vectores clave de
cambio en la formación temprana del campo de la erudición contable en una línea de
desarrollo desde la contabilidad práctica hasta la sofisticada tradición de investigación
de MBAR. Nuestra lectura es necesariamente selectiva, pero sugerimos que las ideas
sociológicas sobre la contabilidad desarrolladas por Weber se desvincularon
efectivamente de los desarrollos en el campo de la contabilidad a medida que adquirió
un mayor estatus académico. Estas ideas permanecieron en un nivel macro abstracto
hasta que fueron redescubiertas en la década de 1980. Al mismo tiempo, la práctica de la
contabilidad financiera se volvió cada vez más reflexiva sobre su papel y función, y
desarrolló su propia pedagogía. Hemos sugerido cómo ciertas anomalías y problemas
de la práctica, entre ellos una preocupación por el propósito de la contabilidad en los
mercados de capitales, desafiaron las tradiciones normativas del pensamiento contable,
lo que a su vez abrió un nuevo espíritu de empirismo en la investigación contable.
También hemos sugerido cómo los estudios contables, al orientarse hacia las ciencias
sociales, abrazaron la economía y llegaron a posicionarse como una región de un nuevo
subcampo: la economía financiera. Finalmente, hemos argumentado que esta segunda
corriente histórica de desarrollo en contabilidad representa un vector antigerencial y
antiorganizacional, algo que puede explicar observaciones anecdóticas sobre las
tensiones entre los departamentos de contabilidad y finanzas y otros campos dentro de
las escuelas de negocios (Hopwood, 2009b). ).

Contabilidad y organizaciones: cuatro temas


En las secciones anteriores, hemos esbozado dos trayectorias de investigación contable:
un giro conductual que culmina en un enfoque teórico de contingencia de la relación
entre contabilidad y organizaciones, y un giro basado en el mercado que culmina en un
enfoque similar de la relación entre contabilidad y seguridad. precios. Esto sugiere que
no existe una única estrategia global.lógica de la contabilidad.Mientras que el primero
posiciona los sistemas contables como funcionalmente moldeados por características
contingentes de los entornos organizacionales, el segundo explora el impacto
contingente de las cifras contables en las prácticas de valoración de mercado. Por lo
tanto, cada uno difiere en su orientación primaria hacia la gestión. El giro conductual en
la contabilidad es también un girohaciael
Contabilidad, organización y economía†579

contexto gerencial. Por el contrario, el giro basado en el mercado en los puntos


contables lejosdesde la gestión y hacia la relación entre la contabilidad y los
mercados de capitales. Los principales supuestos de dependencia contable son
diferentes en cada trabajo, pero son estructuralmente similares. En lo que resta de
esta revisión, buscamos posicionar otro cuerpo de estudios contables que, de
diversas maneras, se caracteriza por una serie de reacciones críticas tanto a las
tradiciones conductuales como a las basadas en el mercado.
En parte, estas reacciones implican un cambio de óptica y un mayor apetito por
la textura organizacional. En lugar de ver a las organizaciones como entidades
contingentes y como puntos de datos contables en los mercados de capital, vemos
un enfoque en las interrelaciones entre organizaciones y dentro del campo
institucional en el que opera la contabilidad y al que da forma. Esto, a su vez,
requiere mayor atención a los roles de la contabilidad como marco de significado
para actores y conjuntos de actores, capaz de moldear su cognición y sus acciones,
en lugar de ser puramente externo a ella (March, 1987). Esto requiere un enfoque
“más denso” y endógeno de la relación entre la contabilidad y las instituciones
(Bozanic, Dirsmith y Huddart, 2012), y llama la atención sobre los fundamentos,
como la eficiencia, la sostenibilidad y la rendición de cuentas, que motivan la
producción de contabilidad. números. Por lo general, estos fundamentos no son
específicos de la organización; tienen un carácter institucional y pueden surgir y
circular en entornos institucionales, volverse operativos y movilizarse en alineación
con las técnicas de contabilidad. Estas técnicas de contabilidad no simplemente
informan la toma de decisiones económicas, sino que en muchos casos constituyen
el dominio de la actividad económica en sí, un proceso al que nos referimos como
economización.A continuación, reconstruimos selectivamente la literatura
relevante en términos de cómo contribuye a cuatro grupos temáticos
superpuestos: territorialización, mediación, adjudicación y subjetivación.

Territorializando

La contabilidad no es simplementeaplicadoa las actividades organizacionales. Está


profundamente involucrado en la constitución de los espacios en los que actúa (Miller, 1992,
1994). A esto lo llamamos territorialización.8La contabilidad puede centrarse en el desempeño
de un espacio físico real –digamos, un área particular de una fábrica (Miller y O'Leary, 1994a,
1994b)– o el espacio puede ser abstracto en la forma de una línea de productos particular, un
departamento , una entidad jurídica o un conjunto de dichas entidades. La constitución de
estos territorios de la contabilidad permite que ellos y sus respectivos desempeños sean
revisados, evaluados y comparados con otros espacios similares por altos directivos, miembros
de juntas directivas, reguladores o incluso en algunos casos (como los servicios públicos) por el
público en general. Esto significa que la territorialización no se limita a los estados y la
estadidad. La territorialización se logra vinculando las ideas del mercado con los instrumentos
de contabilidad, de modo que permitan
580†La Academia de Anales de Gestión

hogares, hospitales, escuelas, jubilados, o cualesquiera que se constituyan como


sujetos contables obligados a calcular o ser calculados.
Las prácticas calculativas de la contabilidad juegan aquí un papel crucial, haciendo
calculable y visible de una manera específica lo que antes era incalculable.
Fundamentalmente, la función territorializadora de la contabilidad puede replantear un
dominio de tal manera que se vuelva susceptible a narrativas de racionalidad económica
y de mercado. Hopwood (1987) proporciona un ejemplo fundamental del papel de la
contabilidad en la constitución de los ámbitos de acción económica a través del ejemplo
de Josiah Wedgwood, que era un productor de artículos de porcelana de alta calidad en
el siglo XVIII. En condiciones difíciles, Wedgwood necesitaba conocer su “costo” de
producción, pero el costo era una categoría económica conceptual y carecía de una base
operativa material para él. Según Hopwood, el costo aún no era un hecho organizativo
para Wedgewood; era necesario crearlo y ponerlo en funcionamiento. Sólo entonces
Wedgwood pudo ver su empresa como una entidad plenamente económica y someterla
a un análisis económico más detallado. Según Hopwood, Wedgwood intentaba revelar
algo que suponemos ya existía: el coste de los bienes a vender. Pero en el proceso de
utilizar la contabilidad para revelar costos, fue necesario crear una nueva economía
organizacional interna (Hopwood, 1987).

De manera similar, Hopwood (1992) analiza las primeras fases de reforma en el contexto
médico del Reino Unido a finales del siglo XX y sostiene que: “Los costos de los pacientes, de los
tratamientos de diagnóstico y de las categorías de enfermedades seguían siendo las
posibilidades conceptuales más vagas. Ciertamente no eran hechos” (Hopwood, 1992, p. 139).
Las presiones para hacer que los hospitales sean más eficientes y conscientes de los costos
exigieron procesos y sistemas contables nuevos y más detallados. De hecho, para hacer
realidad las ideas abstractas de la disciplina emergente de la economía de la salud, la reforma
contable jugó un papel decisivo en la constitución de los hospitales como entidades
económicas. Según Hopwood, la economía existe en el nivel ideacional y requiere contabilidad
para alcanzar sus objetivos, pero al hacerlo impone una narrativa o lógica económica a la
práctica contable: “la economía no revela lo que ya existe. Más bien proporciona una base para
la atribución de nuevos significados y funciones a la contabilidad. . .” (Hopwood, 1992, pág.
141).
La naturaleza territorial de la contabilidad se revela en esta relación recursiva,
mutuamente constitutiva o performativa entre la práctica contable y las ideas
económicas. Para Hopwood, las ideas económicas, como la relevancia de las decisiones o
la eficiencia, son parte del entorno institucionalizado que moviliza el oficio de la
contabilidad y lo ayuda a expandirse y efectuar cambios organizacionales. Esto, a su vez,
hace que tanto las organizaciones como los mercados reales se constituyan a imagen de
las ideas económicas (Hopwood, 1992, p. 136). El análisis puede generalizarse para
sugerir cómo la contabilidad juega un papel en la producción de hechos
organizacionales, lo que lleva a demandas de más contabilidad. Problemas como el coste
hospitalario (Chua, 1995), la gestión de activos intangibles (Bukh, Larsen y Mouritsen,
2001, Mouritsen, Larsen y Bukh, 2001),
Contabilidad, organización y economía†581

El desarrollo económico (Neu, Ocampo Gomez, Graham y Heincke, 2006; Neu, Siraz
Rahaman, Everett y Akindayomi, 2010) y la reducción de las emisiones de carbono
(Mackenzie, 2009) muestran cómo la contabilización de nuevos objetos surge y
define las políticas gerenciales y políticas. interés. Esto, a su vez, conduce a
esfuerzos para crear nuevos datos contables y de desempeño y sus
infraestructuras técnicas asociadas.
La distinción que hacen Rose y Miller (1992) entre programas y tecnologías que se
realizan mutuamente es útil para caracterizar este surgimiento de la práctica contable.
Los programas son esencialmente ideas de desempeño aspiracionales, mientras que las
tecnologías son la base para su realización. La territorialización ocurre cuando los
programas movilizan tecnologías, que a su vez dan forma a esos programas. Este papel
territorializador no debe malinterpretarse como si supusiera la eficacia de la contabilidad
para lograr los resultados económicos o de otro tipo a los que se aspira. Más bien, es
más probable que los programas de reforma y las tecnologías contables tengan una
relación débil; los medios contables no siempre logran el fin económico (Bromley &
Powell, 2012). La idea de territorializar llama la atención sobre las formas en que la
contabilidad se elabora en nombre de las ideas económicas y constituye unidades
organizativas como entidades económicas cuyo desempeño puede luego considerarse
exitoso, fallido o riesgoso en forma aislada de los problemas del sistema o de la sociedad
( Kurunmäki, 1999; Poder, 2009). En definitiva, la contabilidad constituye entidades y
espacios a su propia imagen.

Mediando

De la sección anterior se desprende claramente que la contabilidad no es una práctica de


cálculo que simplemente revela la naturaleza económica preexistente de las organizaciones. La
contabilidad también es unamediandopráctica, lo que significa que vincula a diferentes actores
con una narrativa común y puede constituir una red de relaciones dentro y más allá de los
límites de la empresa. Burchell et al. (1985) llaman la atención sobre este papel mediador en su
artículo clásico sobre el ascenso y la caída de una innovación en la presentación de informes
contables, a saber, el experimento de la contabilidad de “valor agregado” en el Reino Unido en
los años setenta. Muestran cómo la iniciativa de crear un nuevo modelo de presentación de
informes fue un producto contingente de la convergencia de tres ámbitos institucionales
específicos y sus respectivos intereses. El primer ámbito fue un debate dentro de la
contabilidad sobre la calidad de las normas contables. En 1975, las autoridades contables del
Reino Unido publicaronEl Informe Corporativoque proponía una declaración de valor agregado
para mostrar cómo se comparte el excedente productivo entre el trabajo, el capital y el Estado.
Al mismo tiempo, hubo un debate a nivel político sobre la gestión macroeconómica y la
necesidad de aumentar la productividad laboral. En tercer lugar, se discutió mucho sobre la
democracia industrial y éste fue el punto culminante del poder sindical. Durante el período se
produjeron una serie de experimentos no estandarizados a nivel organizacional con
declaraciones de valor agregado para reflejar estas nuevas “responsabilidades” plurales.
582†La Academia de Anales de Gestión

No se trataba simplemente de una innovación técnica o de cálculo. De hecho, las


técnicas de contabilidad del valor añadido resultaron operativamente problemáticas.
Más bien, a diferencia de una cuenta de pérdidas y ganancias y un balance convencional,
la contabilidad de valor agregado era más significativa para simbolizar a las
organizaciones como producto del esfuerzo cooperativo. Y este papel simbólico fue
poderoso para mediar y vincular los diferentes intereses en juego en los tres ámbitos, al
menos temporalmente, y les permitió a todos tener una realización material contable
común. De hecho, Burchell et al. (1985, p. 390) sostienen que, lejos de estar
técnicamente estandarizadas, las declaraciones de valor agregado eran muy ambiguas
en su significado y alcance. Sin embargo, si bien esta ambigüedad fomentó el
desacoplamiento entre medios y fines, fue funcional por su atractivo trans-arena: “la
misma ambigüedad del valor agregado podría, en otras palabras, estar implicada en su
surgimiento y funcionamiento”.
Este primer artículo influyó en las formas de análisis institucional en la investigación
contable, y los académicos buscaron identificar las fuentes externas, los ámbitos y las
redes que influyen en la contabilidad pero que también están mediados por ella. El
cambio y la innovación contables se posicionaron como un “evento” endógeno dentro de
un campo institucional cambiante poblado por lógicas diversas (Lounsbury, 2008). Los
análisis de los esfuerzos por crear nuevas contabilidades para la sostenibilidad, o para el
riesgo empresarial, revelan el potencial vinculante de la contabilidad, un potencial que
puede expandir su territorio organizacional y que, sin duda, está mediado por las
consultorías y las grandes empresas (O'Dwyer, Owen y Unerman , 2011). Esto es
consistente con los desarrollos tanto en filosofía como en sociología en las últimas
décadas, donde la conjunción de representar e intervenir (Hacking, 1983) y las
interdependencias entre programas y tecnologías (Miller & Rose, 2008; Rose & Miller,
1992) han sido tanta atención. Como muestra el estudio de valor agregado, la
contabilidad es de tal interés porque esambosagente y resultado,ambosidea y práctica,
en su papel mediador, un papel en el que diversos ámbitos y niveles pueden vincularse
(temporalmente) a través de la contabilidad y expandirse mutuamente.

De manera relacionada, los sociólogos de la ciencia han demostrado cómo una máquina
que opera en un contexto social contiene dentro de sí misma tanto un conjunto de ideas que
explican su funcionamiento físico como un conjunto de ideas que explican su función social.
Esta incorporación de ideas físicas y sociales requiere un proceso activo de adaptación mutua
de un conjunto al otro. Dicho de otra manera, las categorías de una comunidad científica local
pueden llegar a interdefinirse con categorías políticas y económicas. Del mismo modo, una
formulación como la “Ley de Moore” puede vincular la ciencia y la economía, al incorporar en sí
misma tanto una función de costos como una trayectoria tecnológica (Miller y O'Leary, 2007). Y,
en el ámbito de la atención sanitaria, las nuevas prácticas de control de gestión pueden llegar a
enmarcarse y ponerse en práctica en términos de ideas políticas más amplias, como la
iniciativa de “Gobierno Modernizador”, así como en términos de preocupaciones localizadas
para la prestación de servicios. En un contexto muy diferente, las normas internacionales de
auditoría se articularon en la economía postsoviética.
Contabilidad, organización y economía†583

reformas de tal manera que conecten las prácticas de auditoría locales con programas más amplios de
transición orientada al mercado (Mennicken, 2008).
El papel mediador y conector de la contabilidad no implica que la contabilidad esté
necesariamente o siempre estrechamente ligada a los ideales económicos o a los resultados
previstos. Por ejemplo, como se analizó anteriormente, las teorías de la toma de decisiones y la
economía de la información han llegado a aplicarse a la contabilidad, pero esta concepción
económica de la contabilidad puede estar en desacuerdo con la forma en que se utiliza
realmente la contabilidad en las organizaciones (March, 1987), por ejemplo, en evaluación de
inversiones (Miller, 1991). Hopwood expresa este desacoplamiento entre medios y fines de la
siguiente manera:

Por tanto, la relación entre contabilidad y economía es compleja e


incierta. Uno no es un simple reflejo del otro. La práctica actual del
oficio contable no puede deducirse de sus concepciones
económicas ni de las ideas económicas para su cambio y reforma,
aunque a menudo están articuladas, les resulta difícil enredarse en
un oficio que parece tener independencia de lo que se consideran
sus funciones esenciales. . (Hopwood, 1992, pág. 130)

Finalmente, el papel mediador de la contabilidad no supone que los vínculos sean


permanentes. El estudio de valor agregado cuenta como una forma de emergencia
fallida o temporal (Padget & Powell, 2012). Las prácticas contables son conjuntos de
componentes, a menudo con ontologías muy diferentes, como ideas y rutinas. Los
esfuerzos programáticos para hacer que las organizaciones y las naciones sean más
eficientes, más sostenibles, más socialmente responsables y más conscientes del riesgo
a menudo involucran a diversos actores que buscan traducir estos ideales en
desempeños operativos y visibles. Sin embargo, el fracaso es la norma, un fracaso que
pone en marcha nuevas reformas y nuevos esfuerzos para rendir cuentas. El valor
añadido no logró estabilizarse como forma institucionalizada de contabilidad porque los
electores de los que obtenía su apoyo y a los que podía proporcionar representación
cambiaron. Por lo tanto, el papel mediador de la contabilidad es más un proceso
permanente que un resultado estable.

Adjudicar
Quizás la función contemporánea más intuitiva de la contabilidad sea la de medir el
desempeño como base para la evaluación y la rendición de cuentas. La constitución de
territorios o entidades para la contabilidad y la mediación de ideas y técnicas, la
vinculación de diferentes actores, es indisociable de la asignación de responsabilidades.
En este sentido, sostenemos que la contabilidad juega un papel decisivo en las
organizaciones modernas, y el complejo de la contabilidad se ha multiplicado tanto en
respuesta a las demandas institucionales de conocer y medir el desempeño como de
evaluar a los agentes. Esta función de adjudicación puede consistir simplemente en
hacer posible comparar el desempeño de una organización.
584†La Academia de Anales de Gestión

con otro. O puede ser un fenómeno más general, como la avalancha de mecanismos
para tratar de lograr la rendición de cuentas y la transparencia que tan acertadamente
se ha denominado una “explosión de auditoría” (Power, 1997a, 1997b). Si alguna vez la
rendición de cuentas se basó en una variedad de prácticas diferentes, hacer que las
organizaciones rindan cuentas hoy en día normalmente significa hacerlas “auditables”, lo
que a su vez significa apelar a la infraestructura calculadora de la contabilidad para
medir y comparar el desempeño (Espeland y Sauder, 2007; Power, 1997a). , 1997b;
Strathern, 2000). Desde mediados de la década de 1990, esta proliferación de decisiones
se ha renovado para abrazar la noción de riesgo. Nuevamente, se trata de una cuestión
tanto de dinámicas y procedimientos organizacionales internos como de procesos
externos para evaluar los riesgos y el riesgo de organizaciones individuales o conjuntos
de organizaciones. En menos de una década, el “riesgo” se ha vuelto más o menos
omnipresente, y hoy parece imprudente emprender casi cualquier actividad sin haber
evaluado primero su riesgo (Hood, Rothstein y Baldwin, 2001; Miller, Kurunmäki y
O'Leary, 2008; Power, 2007). Y, como nos enseña Douglas (1992), donde hay riesgo, la
culpa nunca se queda atrás.
La literatura sobre la mecánica y la eficacia de los regímenes de medición del
desempeño, para individuos, unidades, organizaciones e incluso estados, es extensa. Sin
embargo, no entendemos este papel en términos de poder soberano o de agente que
juzga. Por supuesto, esto sucede; los órganos parlamentarios utilizan las cuentas para
exigir responsabilidades a los ministros y otras personas; los auditores emiten juicios
sobre la calidad de los estados financieros; Los analistas juzgan si vale la pena invertir en
una empresa. Más bien, nos centramos en las cualidades adjudicativas de la contabilidad
como tal que hacen posibles estas actividades. Estas cualidades son las formas en que la
contabilidad clasifica, cuenta, enumera, resume y compara. Por ejemplo, el papel
decisivo de la contabilidad en este sentido es particularmente interesante cuando las
organizaciones están bajo presión. En última instancia, la contabilidad puede convertirse
en una cuestión de pronunciarse sobre los fallos o incluso el fallo final de una entidad. A
lo largo del siglo XX, y de manera nada lineal, se ha formado una infraestructura de
cálculo para pronunciarse sobre la salud financiera que ha adquirido una legitimidad
social generalizada, de modo que ahora se considera necesaria no sólo para las
corporaciones sino también para las empresas. servicios públicos (Kurunmäki & Miller,
2011, 2013; Miller & Power, 1995). Reconocemos que hay algunos agentes beneficiarios
obvios de este desarrollo: los grupos profesionales y las grandes firmas consultoras que
son agentes de los procesos de reforma neoliberal y de gobierno corporativo. Sin
embargo, aunque estas empresas han moldeado y promovido el conocimiento contable
de manera propietaria, el alcance de la contabilidad no es sólo una función de su poder,
sino que tiene más que ver con un estilo de pensamiento que está ampliamente
difundido.
Por ejemplo, el balance, un componente fundamental de la contabilidad, es una
de las instituciones más poderosas de nuestro tiempo, un complejo híbrido legal-
económico que enmarca la salud organizacional y se ha arraigado profundamente
en la práctica regulatoria y gerencial. El balance es el cálculo.
Contabilidad, organización y economía†585

base para muchos de los índices contables que rodean a la empresa moderna y la
definen tanto para fines de gestión interna como de análisis financiero. Hoy damos
por sentadas las medidas de “rendimiento del capital”, “apalancamiento”,
“solvencia” y “liquidez”. Si bien se derivan de los estados financieros, estos índices
tienen una larga historia y hoy han adquirido vida institucional propia (Kurunmäki
& Miller, 2013). Circulan como medidas abreviadas del desempeño económico y la
salud en muchas organizaciones diferentes y son utilizadas por analistas
financieros, organizaciones de calificación crediticia, organismos reguladores y
otros. Sugerimos que tales ratios son dispositivos poderosos que no representan
tanto la salud organizacional como definen el éxito y el fracaso de las
organizaciones. Y, a medida que las organizaciones sienten la presión de ser
comparadas entre sí, de ser conmensurables en términos de estas proporciones
(Espeland y Stevens, 1998; Samiolo, 2012), orientan cada vez más la acción
organizacional hacia ellas.
De manera un tanto irónica, las interrelaciones entre contabilidad, organización y
economía adquieren especial fuerza en el momento del fracaso o la salida del juego del
mercado. Los hospitales, escuelas y muchas otras organizaciones deben convertirse en
entidades de cierto tipo para que puedan considerarse insolventes. Sin embargo, en contraste,
los problemas de solvencia de los bancos en 2009 sirvieron para resaltar la falta de autonomía
de estas entidades y su arraigo en sociedades que se convirtieron en última instancia en
responsables de su viabilidad. En el primer caso, se promueve la contabilidad para constituir la
autonomía económica de los hospitales; en el último caso se considera que la contabilidad ha
tergiversado la autonomía de los bancos, específicamente el riesgo de interconectividad
(Power, 2009). Cada banco individual podría ser juzgado en términos contables como una
empresa separada que gestiona sus riesgos de una manera altamente institucionalizada y
legítima, pero el predominio de este concepto de entidad contable fue posiblemente
equivocado, ya que centró la atención en la estructura de control interno de las organizaciones
en lugar de en la estructura de control interno de las organizaciones. vacíos desconocidos y
vínculos que los unían. Ambos casos muestran que las elecciones de entidades están
estrechamente vinculadas con los regímenes para adjudicar el desempeño. Ambos sugieren
que las sociedades continúan invirtiendo fuertemente en la elaboración y racionalización de la
contabilidad independientemente de su funcionalidad, debido al imperativo cultural de juzgar
a nivel de entidad.
La función adjudicadora de la contabilidad no se limita a sus objetos. No existe un límite
esencial a las cosas o actuaciones que pueden formar parte de los regímenes contables. Los
experimentos en “contabilidad verde” (Gray, 1992), “contabilidad de activos
patrimoniales” (Barton, 2000), “contabilidad del carbono” (Hopwood, 2009a) abundan y
demuestran la variedad de esfuerzos para definir e institucionalizar nuevos aparatos de
adjudicación en nombre de valores diferentes. Del mismo modo, la forma de contabilidad en
su función adjudicadora no se limita a las prácticas tradicionales de contabilidad y cálculo de
costos. Los sistemas de clasificación, los análisis de costos y beneficios y los registros de
riesgos pueden considerarse cuentas de desempeño. De hecho, las organizaciones
contemporáneas están rodeadas y permeadas por formas de contabilidad adjudicativa.
586†La Academia de Anales de Gestión

y evaluación: algunas de ellas autoproducidas y otras producidas por actores en sus entornos
institucionales. En resumen, la contabilidad puede ser utilizada por diferentes grupos para
diferentes propósitos, pero sólo adquiere esta utilidad debido a su naturaleza inherentemente
adjudicativa, su normatividad latente. Esto no es simplemente una función del poder visible de
las grandes empresas consultoras o del Estado, sino que se convierte en parte de la
autorreproducción de una población mucho más amplia de agentes organizacionales. Es a esto
a lo que nos referiremos ahora.

Subjetivizar
La contabilidad es una práctica subjetivizadora por excelencia. Entendido en este
sentido, los académicos están menos preocupados por pronunciarse sobre la efectividad
de los sistemas contables o su lugar en el apoyo al cálculo teórico de las decisiones. Más
bien, el énfasis está en cómo la contabilidad presupone y, sin embargo, también genera
un cierto tipo de yo.9Paralelamente a la economización de las organizaciones como
entidades contables, los actores dentro de dichas entidades se proyectan como agentes
que toman decisiones y elecciones que son calculables y comparables. La contabilidad ha
jugado un papel decisivo aquí, insertando tecnologías de cálculo en el corazón de los
dominios más privados –el individuo y sus elecciones o decisiones–, confiriéndoles nueva
visibilidad y permitiendo comparaciones con otros y con normas financieras. Un siglo o
más de intentos de evaluar el desempeño individual y de alentar a los individuos a
evaluar su propio desempeño ha dado como resultado el yo calculador contemporáneo.
En términos más generales, la contabilidad se ha convertido en una profesión que se
define en gran parte por su esfuerzo por exigir responsabilidad a individuos que se
vuelven calculables y comparables (Cooper y Robson, 2006). Si bien la economía ha
fomentado la generalización de la noción de elección y la mercantilización de las
relaciones sociales, es la contabilidad la que ha producido una plétora de formas de
calcular realmente los rendimientos financieros asociados a las decisiones individuales,
con el fin de tratar de remediar los déficits de racionalidad y responsabilidad. por parte
de los sujetos que se enfrentan a una gama de opciones posibles.
Miller y O'Leary (1987) sentaron las bases para este tipo de análisis con un estudio
del desarrollo de prácticas de costeo estándar a finales del siglo XIX y principios del siglo
XX. Este es el período en el que el empleado de la organización comienza a quedar
atrapado en una red de normas, tanto de conducta laboral como personal. A nivel
programático o ideacional, los discursos gerenciales se pronunciaron sobre la necesidad
de reducir el desperdicio y aumentar la eficiencia. Este era un asunto tanto para los
individuos como para las naciones. La gestión científica y la psicología industrial como
vehículos de estos ideales proporcionaron las condiciones en las que se reconstruyeron
las prácticas de contabilidad de costes existentes. Desde este punto de vista, las técnicas
de costeo estándar también proyectaron la normatividad de los ideales de eficiencia
profundamente en las organizaciones y se convirtieron en una base para juzgar el
desempeño individual en el control de costos mediante el seguimiento de la desviación
de los estándares impuestos. De nuevo, cierto tipo de
Contabilidad, organización y economía†587

El espacio-actor económico está presupuesto por la contabilidad, que se vuelve


progresivamente real.
El papel subjetivizador de la contabilidad no sugiere en modo alguno que los agentes
organizacionales sean engañados. El yo calculador no es un actor encerrado en una jaula de
hierro y despojado de su capacidad de acción; todo lo contrario. Los espacios y territorios de la
contabilidad son los espacios para el ejercicio de un cierto tipo de libertad económica. Este es
también un espacio en el que múltiples lógicas pueden competir por la prioridad (Lounsbury,
2008) y los agentes ocuparán diferentes roles (Friedland y Alford, 1991). Y, sin embargo, el yo
calculable, en términos de asignación de atención, cognición y recursos económicos, es
también un fenómeno empírico en la medida que los agentes reaccionan a los esfuerzos por
explicarlos y evaluarlos (Espeland y Sauder, 2007). Por ejemplo, la sociedad de auditoría se
caracteriza no principalmente por una expansión de auditores o incluso por auditorías
entendidas en términos generales como que incluyen diferentes formas de evaluación y
seguimiento. Es esencialmente una sociedad deauditados,agentes organizacionales cuya
atención y prácticas de trabajo están moldeadas por la posibilidad de auditoría y la necesidad
de crear rastros de evidencia de un desempeño adecuado. De hecho, esto es tan cierto para los
auditores y los miembros del comité de auditoría como para aquellos a quienes auditan
(Bedard & Gendron, 2006; Pentland, 1993) y está asociado con desafíos de identidad
fundamentales en el campo de los servicios profesionales (Covaleski et al. , 1998).

El complejo contable
La sección anterior ha revisado algunos de los puntos de referencia clave en un gran y
creciente conjunto de trabajos que postulan la contabilidad no como una variable
dependiente, un mero reflejo del entorno organizacional con efectos conductuales no
deseados, ni como un estímulo informativo independiente para la toma de decisiones
dentro de las organizaciones. y mercados de capitales. Más bien, la contabilidad se
entiende como una fuerza productiva, quizás el sistema más poderoso de
representación de la vida social y económica que existe hoy en día, cuyos
procedimientos técnicos y formas de cálculo están necesariamente entrelazados con
aspiraciones institucionales de realizar una amplia variedad de ideales y objetivos
económicos. (Chapman et al., 2009; Hopwood y Miller, 1994). Este entrelazamiento
significa que las prácticas contables constituyen recursiva y repetidamente espacios y
entidades económicas, median ideas e instrumentos, vinculan diferentes escenarios y
actores, proporcionan las narrativas dominantes de la evaluación del desempeño y
constituyen los yoes económicos que gastan energía en atender y orientarse. por, su
práctica.
Este cuerpo de trabajo también sugiere una comprensión más abierta y pluralista de
la contabilidad como una familia de prácticas históricamente contingente que se
relaciona con la práctica de la gestión de muchas maneras diferentes. Incluso las
definiciones de contabilidad son endógenas en este sentido. ElDiccionario de ingles
Oxford define la contabilidad como el “proceso o arte de llevar y verificar
588†La Academia de Anales de Gestión

cuentas”, una definición evidentemente circular. El Instituto Americano de Contadores


Públicos Certificados (AICPA) define la contabilidad como “el arte de registrar, clasificar y
resumir de manera significativa y en términos de dinero, transacciones y eventos que
son, al menos en parte, de carácter financiero, e interpretar los resultados del
mismo” (AICPA, 1953). Estos y otros esfuerzos de definición reflejan proyectos de
diferentes grupos para codificar y recodificar su naturaleza esencial, pero es una
naturaleza que desafía y desborda tales esfuerzos. Dentro de la academia, un código
institucionalizado significativo es la distinción entregerencialy fifinancierocontabilidad,
respectivamente, entreinterno preocupaciones con la elaboración de presupuestos, el
análisis de costos y la evaluación de inversiones, y la producción de estados financieros
auditados paraexternoconsumo por parte de los mercados de capitales. De hecho, esta
distinción ha surgido de las dos historias intelectuales contables esquemáticas
expuestas anteriormente. Sin embargo, debemos recordar que la segmentación
pedagógica y profesional reflejada en esta codificación está en sí misma culturalmente
arraigada en las tradiciones angloamericanas y no es globalmente uniforme. En
contraste, las tradiciones de economía empresarial de Europa continental han operado
con una concepción más integrada del oficio contable (Zambon, 1996).
Además, los académicos han llamado la atención sobre los límites borrosos y la
interacción entre las cuentas internas y externas. Por un lado, Johnson y Kaplan (1987)
sostuvieron que la contabilidad gerencial “perdió” su relevancia precisamente porque
estaba esclavizada por formas y categorías contables externas. Por otro lado, en
respuesta a la crisis bancaria, existe una presión regulatoria cada vez mayor para una
mayor alineación entre las formas de contabilidad interna y externa, y para una mayor
divulgación pública de las métricas contables internas relevantes para los modelos y
estrategias de negocios. La incapacidad de representar el riesgo adecuadamente
constituye la última de una larga serie de crisis de representación contable, lo que
sugiere que el poder latente de la contabilidad es indisociable de su fracaso endémico y
de una dinámica de reforma constante.
Por lo tanto, la idea misma de contabilidad es fluida, históricamente contingente y en
constante cambio. Actualmente abarca costos, presupuestación, planificación, auditoría,
gestión financiera e informes financieros. En los últimos años, ha ampliado sus límites
para abarcar cuestiones de gestión de riesgos, informes de control interno y
responsabilidad social corporativa (Mikes, 2011). Y siempre hay presiones para que se
realicen nuevas contabilizaciones de nuevos objetos de valor; Sin duda, el supuesto de
empresa en funcionamiento para la contabilidad financiera se convertirá en un futuro
próximo en un conducto para las preocupaciones sobre la sostenibilidad energética y el
cambio climático. Comprender cómo y por qué las prácticas contables cambian en
respuesta a shocks y presiones institucionales, y cómo estas a su vez dan forma a los
resultados institucionales, requiere un cambio en la conceptualización de la contabilidad
como un oficio autónomo y profesionalizado.
Nos basamos en esta revisión en la noción de Foucault dedispositivo,que traducimos
libremente como "complejo",10sugerir que la práctica contable es un conjunto de
elementos muy diferentes: ideas, leyes, instrumentos burocráticos, hojas de cálculo,
Contabilidad, organización y economía†589

informes, normas y registros, sin mencionar a los contadores y otros agentes


humanos. La idea de complejo es similar a la de red: es esencialmente relacional.
Sin embargo, los elementos atomísticos de las redes que están relacionados entre
sí tienden a ser el mismo tipo de cosas, mientras que un complejo contiene tipos
de cosas muy diferentes. Hacking sugiere un tipo similar de variación ontológica
cuando propone una taxonomía tripartita para comprender las ciencias de
laboratorio: ideas, cosas y marcas (Hacking, 1992). Además, los componentes del
complejo se construyen conjuntamente en lugar de darse o tomarse como
preexistentes en el entorno organizacional.
Una aplicación de la idea de un complejo contable es su potencial para repensar la
relación entre las cifras contables y los mercados de capitales en términos de un
inventario de elementos que interactúan: actores como los analistas, los comités de
divulgación de las empresas, los comerciantes, los emisores de normas contables y los
organismos financieros. reguladores, pero también ideas, como la de eficiencia del
mercado, y artefactos, como las normas contables. Naturalmente, se deben incluir las
prácticas contables, pero también otras formas de datos no financieros y fuentes de
información que los actores puedan utilizar. La contabilidad financiera puede, como
sugirieron originalmente Ball y Brown (1968), ser sólo una pieza de información para los
mercados entre otras. Otro elemento importante podría ser un modelo de valoración,
como el CAPM, junto con ideas de apoyo, como la decisión o la relevancia del usuario
(Young, 2006). El propio MBAR, como tradición dominante de investigación, es parte de
este complejo de elementos y sus principales exponentes han influido en los emisores
de normas contables.
La noción de “complejo” sin duda plantea cuestiones metodológicas de endogeneidad y
codependencia, cuestiones que hacen que los enfoques metodológicos más reductivos para el
cambio sean atractivos en primer lugar (Padgett y Powell, 2012). Los límites de un complejo
también son necesariamente polémicos, por lo que puede considerarse una unidad de análisis
problemática. Qué relaciones son importantes en un complejo; ¿Qué es central y qué es
marginal? Sin embargo, la imagen de la posición mutuamente contingente de la contabilidad
en las organizaciones y los mercados de capitales, entendida como un espacio de actores e
ideas, puede ser fructífera. Por ejemplo, desde esta visión amplia no sorprende que exista una
estrecha coincidencia entre las cifras contables divulgadas y las previsiones de los analistas, ya
que la relación se ha institucionalizado con el tiempo y los directores financieros se han vuelto
más orientados al mercado. Esperaríamos que las direcciones de causalidad fueran múltiples y
reversibles en relaciones altamente institucionalizadas en las que los actores alinean
repetidamente sus prácticas de manera que se apoyen mutuamente. Empíricamente, es
probable que esto no sea ni completamente estricto ni débilmente acoplado.

El debate sobre el “valor razonable” en contabilidad, al que la crisis financiera dio mayor
importancia, proporciona una ilustración más de la noción de complejo y de cómo ayuda a
comprender el papel de la contabilidad en la economización de la vida organizacional. Los
valores razonables son esencialmente precios de salida de activos y han desempeñado un
papel en la contabilidad financiera durante muchos años. Oficialmente
590†La Academia de Anales de Gestión

definido como “el precio que se recibiría por vender un activo o se pagaría por transferir un
pasivo en untransacción ordenadaentreparticipantes del mercadoen la fecha de
medición” (IASB, 2009), los estudios MBAR sugieren que los valores razonables tienen una
mayor “relevancia de mercado” para los inversores en términos de influir en la formación de
los precios de las acciones (Barth y Landsman, 1995). Los defensores del valor razonable a nivel
de organizaciones que fijan normas como el Consejo de Normas Internacionales de
Contabilidad (IASB) se sintieron atraídos por la posibilidad de hacer que la contabilidad
financiera se basara más en valores de mercado “objetivos” que en estimaciones “subjetivas”
de los administradores. Esta defensa dependía implícitamente de un consenso de fondo sobre
los supuestos centrales de la economía financiera que habían pasado a primer plano en los
esfuerzos por redactar reglas contables para instrumentos financieros derivados (FASB, 1998;
IASB, 2004). También dependía de ciertos agentes clave en los debates sobre políticas
contables que podían vincular ideas del ámbito de la economía financiera con cuestiones
contables y también tomar decisiones.
En un sentido funcional, es razonable contabilizar dichos instrumentos de manera alineada
con su diseño financiero. Pero el debate sobre la contabilidad del valor razonable no fue sólo
un debate sobre un método de medición. Se trataba de la promoción de una nuevasistema de
pensamientopara la contabilidad, uno que aceleraría la transformación institucional del
balance, codificándolo como un instrumento económico más que legal, como algo que debería
reflejar más estrechamente el valor de mercado (Power, 2010). Sin embargo, esto fue muy
controvertido (Laux y Leuz, 2009; Plantin, Sapra y Shin, 2004). Los críticos argumentaron que el
valor razonable es una construcción de la imaginación que depende fundamentalmente de los
supuestos de la economía financiera (Bromwich, 2007; Ronen, 2008). Ajustar los valores de los
activos al mercado sólo tiene sentido claro en mercados líquidos y creíbles para negociar
activos. Los valores modelados en los que los activos son muy específicos y/o ilíquidos son en sí
mismos valores “subjetivos”, a pesar de los esfuerzos por vincularlos a puntos de referencia.
Además, la generalización del enfoque del valor razonable no estaba en consonancia con los
modelos de negocios de gestión para gestionar el riesgo (cobertura) en las instituciones
financieras, entre otras cosas porque no había un equivalente del CAPM para el lado del pasivo
del balance. En este sentido, se podría decir que la contabilidad del valor razonable incorpora
unaantigerenciallógica.

La contabilidad siempre será parte del entorno en el que se forman los precios de los
valores, ya que será parte de lo que afecta la formación de creencias por parte de
actores clave como analistas y comerciantes. Sin embargo, como sostiene Sunder: “El
proceso de formación de creencias y expectativas es, quizás, la parte peor comprendida
de la economía” (1997, p. 102). Sugerimos tentativamente una relación cualitativa entre
las convenciones contables, la valoración y la liquidez del mercado basándonos en la
experiencia de la contabilidad de marcas en el Reino Unido a principios de los años 1990
(Napier y Power, 1992; Power, 1992). En esencia, un método de valoración de marcas
adquirió credibilidad institucionalporquese utilizó para capitalizar un activo en el
balance. La capitalización, a su vez, reforzó el “mercado” al influir en las expectativas de
valor de la marca y el mercado se volvió más líquido. que el mercado
Contabilidad, organización y economía†591

fue de corta duración no daña el argumento general. Como en el caso de la contabilidad de


valor agregado discutido anteriormente, el evento dependió de las condiciones económicas y
del papel de los actores clave en la vinculación de los campos del marketing y la contabilidad.

El episodio de la contabilidad de marca sugiere cómo podríamos leer la controversia


del valor razonable, ubicando los estados contables estandarizados y regulados en una
sociología de la valoración en la que las metodologías de valoración, tal como se creen,
se utilizan y generan efectos de red, constituyen y realizan valor. En un nivel, un activo
con un mercado completamente congelado o inexistente podría valorarse racionalmente
en cero. Y, sin embargo, la aplicación de un modelo de valoración basado en la economía
financiera y su representación como un activo en el proceso formal de presentación de
informes puede ser constitutiva o performativa, es decir, puede “impulsar” expectativas
que se expanden, difunden y generan liquidez transaccional. En resumen, el complejo
contable es también una red a través de la cual circulan creencias sobre el valor. La
contabilidad es capaz de economizar, de realizar organizaciones como entidades
económicas, precisamente porque existe una confianza institucionalizada en el tipo de
objetividad que produce (Porter, 1992), y esto alimenta la formación de creencias y la
cognición institucional (Carruthers, 2010) hasta que está sujeta al próximo desafío o
shock. En esencia, el valor contable es un concepto de red, pero la red es invisible
cuando el valor se toma como “natural”.
La autoridad cultural de fondo de la economía financiera jugó un papel crucial en el
debate sobre la contabilidad del valor razonable. Pero tuvo que estar vinculado a foros
de decisión contable por parte de agentes específicos (Morley, 2013). En efecto, la
contabilidad financiera quedó sujeta a la lógica de la economía financiera, lo que llevó a
un cambio en su principal punto de referencia de la gestión de los costos internos y la
eficiencia a la disciplina del mercado de capitales. Esto explica por qué el debate sobre el
valor razonable pareció generar tanto calor. Como se señaló anteriormente, el propósito
de la contabilidad financiera ha sido y sigue siendo controvertido. A medida que los
emisores de normas contables se desvincularon de los institutos profesionales y se
volvieron más autónomos y profesionales por derecho propio, se preocuparon más por
su relevancia y por la relación aparentemente débil entre prácticas contables específicas
y mercados (Perry y Nölke, 2006). De hecho, es probable que la evidencia proporcionada
por muchos estudios MBAR haya aumentado esa inseguridad, con excepción de aquellos
que respaldan la relevancia percibida de los valores justos. Por lo tanto, la contabilidad
del valor razonable era atractiva como base para rediseñar el papel y el propósito de la
contabilidad como una especie de “espejo del mercado”. El mercado, tal como se accede
y se revela mediante la aplicación de elementos de la economía financiera, sería la base
de la contabilidad.
Es imposible caracterizar el debate sobre el valor razonable únicamentedentroel
paradigma de investigación MBAR que investiga la relevancia de decisión/valor de los valores
razonables. Esto es especialmente cierto, ya que ese paradigma refleja en sí mismo el entorno
institucional en el que se desarrollan las presiones para el cambio contable. El aumento de la
medición del valor razonable dentro de la contabilidad es en sí mismo un
592†La Academia de Anales de Gestión

epifenómeno del auge de la economía financiera como un cuerpo de práctica y teoría


con un papel profundamente constitutivo para los mercados y las organizaciones (Davis,
2009; Espeland & Hirsch, 1990; Mackenzie & Millo, 2003; Vollmer, Mennicken, & Preda,
2009; Whitley , 1986). En resumen, el fluido complejo contable de los actores del
mercado de capitales, las organizaciones y las ideas sobre la contabilidad del valor
razonable descrito anteriormente representa una fase en la economización de las
organizaciones a la que algunos se refieren en términos generales como fi.
nancialización,y que ha sido analizada amplia y críticamente por los sociólogos
económicos (Lounsbury & Hirsch, 2010). Desde este punto de vista, la contabilidad no
debe caracterizarse por una lógica singular; no es simple o evidentemente la realización
estrechamente vinculada de la financiarización, entendida como la priorización de la
economía financiera como una forma de conocer la empresa y su posición en los
mercados. Más bien, tuvo que someterse a un proceso de financiarización de su base de
medición. El debate sobre el valor razonable muestra que no existe una lógica contable
como tal, no existe una esencia contable. Más bien, en esta revisión hemos sugerido que
la contabilidad es una variableportadorde lógicas institucionales potenciales,
proporcionando el mecanismo para su realización y expresión a nivel organizacional.
En resumen, el poder del complejo contable consiste precisamente en la capacidad
de sus representaciones de estabilizarse como “hechos”, de convertirse en parte de la
forma en que las organizaciones miran e intervienen en sí mismas para sostener su
identidad y sus relaciones externas como actores del mercado. Mientras escribimos esta
reseña, la misión o fundamento de la contabilidad parece estar cambiando una vez más,
a favor de mejorar la capacidad de la contabilidad para representar los modelos de
negocio y el riesgo. Sin embargo, sugerimos que ésta es simplemente otra etapa en la
vida del complejo contable y su eterna dialéctica de fracaso y reforma.

Conclusiones

La proposición central de este ensayo es simple: sugerimos que para comprender los
procesos interrelacionados de organización y economía se requiere atención a las
prácticas e ideas contables. Como la economización de la economía, y del campo social
en general, se basa cada vez más en más formas de cálculo y en un uso cada vez más
intenso del cálculo, y como diferentes formas de contabilidad están cada vez más
difundidas en toda la sociedad, los estudiosos de las organizaciones y la gestión
necesitan considerar las prácticas contables como centrales para su disciplina y no como
una actividad meramente técnica y periférica.
Para abordar estas cuestiones, hemos establecido en este artículo un marco muy
esquemático para comprender cómo la contabilidad ha llegado a desempeñar un papel tan
fundamental en la organización y la economía. Primero, hemos sugerido que la contabilidad es
inherentementeterritorializando,que construye recursivamente y presupone los espacios
calculables que habitan los actores dentro de las organizaciones y la sociedad, ya sean espacios
abstractos o espacios físicos. En segundo lugar, hemos argumentado que la contabilidad es
fundamentalmentemediandoactividad, gran parte de lo que hace es
Contabilidad, organización y economía†593

vincular distintos actores, aspiraciones y ámbitos. Ya sea la vinculación de la ciencia y la


economía a través de la Ley de Moore, la conexión de la atención médica y los ideales
políticos a través de nuevos sistemas de costos y mecanismos de reembolso, la conexión
de los mercados y la evaluación del desempeño de cada empresa a través de métricas de
valoración particulares para activos y pasivos, o simplemente la vinculación de lo micro y
lo macro, el papel mediador de la contabilidad es fundamental para sus funciones en las
organizaciones y la sociedad. En tercer lugar, hemos propuesto que la contabilidad
desempeña un papeladjudicandopapel en los procesos organizativos, de gestión y
regulatorios. Porque la contabilidad no sólo se pronuncia y evalúa el desempeño de
individuos y organizaciones, sino que también es fundamental para determinar los casos
de fracaso y fracaso (Kurunmäki & Miller, 2013). Cuarto, hemos sugerido que la
contabilidad es unasubjetivizandoo práctica individualizadora por excelencia. Subjetivizar
aquí tiene una naturaleza dual: implica la posibilidad de someter a un individuo al
control o regulación por parte de otro, pero también implica la presunción de que un
individuo es libre de elegir, incluso obligado a elegir, aunque dentro de parámetros
fijados por diversos cálculos financieros. y normas. Vista de esta manera, la contabilidad
no sólo es una práctica central en una de las “presunciones” centrales de la cultura
moderna (Meyer y Jepperson, 2000), sino que también es importante para moldear las
preferencias de los actores a quienes proporciona “información”. (Marzo de 1987).

Sugerimos que los estudiosos de la organización y la gestión podrían ser útiles para
prestar mayor atención no sólo a las prácticas contables, sino también a estos cuatro
temas como base para abordar una serie de preocupaciones científicas sociales de larga
data. Por ejemplo, la distinción entre macro y micro ha frustrado durante mucho tiempo
a los investigadores, ya que muchas investigaciones abordan uno u otro y muchas
preocupaciones sobre la direccionalidad. Al enfatizar el papel mediador de la
contabilidad en los procesos de organización y economía, centramos la atención en las
formas en que los actores, las aspiraciones y los escenarios pueden conectarse lateral u
horizontalmente a través de las prácticas contables. Destacamos también que las
“actividades cotidianas” de quienes, como directivos, trabajadores sociales, médicos,
profesores o quienes sean, están intrínsecamente vinculadas a procesos sociales mucho
más amplios de economización de las relaciones sociales. El desordenado mundo de la
vida cotidiana, ya sea en la oficina, en la fábrica, en la escuela, en el hospital o en los
mercados financieros, está fundamentalmente ligado a las alianzas de aspiraciones y
asociaciones que se desarrollan a nivel agregado, ya sea a través de la legislación o
mediante apelaciones más difusas a nociones como auditoría, evaluación del
desempeño, eficiencia, competitividad o lo que sea.
Si bien observamos que otros pueden estar más preocupados por la direccionalidad y al menos
por la causalidad implícita, sugerimos que este enfoque en las funciones mediadoras de la
contabilidad puede mejorar nuestra comprensión del “cómo” de organizar y economizar. De la misma
manera, sugerimos que esto puede ayudarnos a apreciar la multiplicidad de componentes que
componen la vida organizacional. No sólo estructuras formales, por supuesto, como los estudiosos de
la gestión se han dado cuenta desde hace mucho tiempo. No solo
594†La Academia de Anales de Gestión

instrumentos o dispositivos, como podrían implicar algunos de los trabajos recientes en


sociología de las finanzas. Pero, como hemos argumentado anteriormente, se trata de un
complejo o conjunto de elementos muy diferentes: ideas, leyes, instrumentos burocráticos,
hojas de cálculo, informes, estándares, clasificaciones y registros, por no hablar de los
contadores y otros agentes humanos. Si bien este énfasis en la multiplicidad tiene similitud con
la noción de red, el punto importante en nuestra noción de complejo es que los componentes
que están conectados son tipos de cosas muy diferentes y, a menudo, están co-construidos en
lugar de existir en una relación. de exterioridad entre sí. De manera similar, nuestro enfoque
aquí en la territorialización, la construcción recursiva de los espacios calculables que habitan
los actores dentro de las organizaciones y la sociedad, nos alienta a explorar cómo y en qué
medida viajan las prácticas contables. Sugerimos que algunos viajan “ligeros” y, por lo tanto,
pueden difundirse con bastante facilidad, mientras que otros son demasiado voluminosos o
pesados para viajar fácilmente.11En conjunto, sugerimos que una mayor atención a las
funciones del complejo contable en la territorialización, mediación, adjudicación y
subjetivización puede ampliar fructíferamente el dominio de la gestión y el análisis
organizacional.
Hemos examinado estas cuestiones en este artículo revisando dos corrientes
distintas de literatura contable, aunque de manera selectiva y orientada a comprender el
poder omnipresente y latente de la contabilidad, en lugar de centrarnos en agentes
específicos como la profesión o las grandes empresas de servicios. Para ello,
construimos dos historias intelectuales de la contabilidad que, sugerimos, nos ayudan a
comprender cómo y por qué la contabilidad.representacionesy las métricas son
simultáneamenteintervencionesque dan forma a las personas, los procesos y las
organizaciones. En particular, hemos revisado los estudios que sugieren que la
contabilidad no es sólo una cuestión de cálculo técnico y provisión de información para
la toma de decisiones, sino también un vehículo para la realización de ideas económicas
y la economización de la empresa.
Nuestras dos historias intelectuales convergentes son idiosincrásicas, pero no
demasiado. Uno trata del crecimiento del interés académico en las organizaciones que
dio lugar a un giro conductual en la investigación contable. El otro trata del surgimiento
de la llamada teorización contable normativa desde raíces prácticas, y cómo ésta fue
“revolucionada” mediante un giro empírico que utilizó los métodos de la economía
analítica. Ambas historias intelectuales comienzan con las observaciones del sociólogo
Weber sobre la importancia de dar cuenta de la sociedad, pero esto se va perdiendo de
vista progresivamente. Esta revisión puede leerse como un intento de reconectar sus
ideas originales con los estudios contables y de llamar la atención sobre un conjunto de
trabajos donde esto es evidente.
De manera más general, hemos argumentado que la supuesta funcionalidad de la
contabilidad nunca debe tomarse al pie de la letra. De hecho, las funciones oficialmente
declaradas y los resultados a los que se aspira en la contabilidad se entienden mejor como
ideas que movilizan la contabilidad y tienen en sí mismas una compleja historia de formación.
Liberados de presunciones de funcionalidad, los estudiosos de la organización y la gestión
pueden prestar atención al complejo cambiante de elementos relacionados en los que
Contabilidad, organización y economía†595

se fundamenta la práctica contable y a través del cual opera. Siguiendo sus


consecuencias y los complejos dentro de los cuales se pone en práctica, podemos
comprender las funciones reales, más que las supuestas, de la contabilidad.

Agradecimientos
Debo agradecer a Andrea Mennicken y Royston Greenwood por sus
comentarios sobre un borrador anterior, y a Michael Lounsbury por su aliento
y paciencia.

Notas finales

1. Este es particularmente el caso desde el colapso de la Unión Soviética. Además, vale


la pena señalar que antes de la comercialización y economización actual y
conjunta de gran parte de la vida social, hubo intentos de “economizar” las
organizaciones sin apelar a la noción de mercados y, de hecho, en directa
oposición a ellos (Mennicken, 2008).
2. Es importante señalar que esta revisión no se extiende a una consideración de la
tradición italiana deEconomía Aziendale,la tradición alemana de
Betriebswirtschaftslehre,la tradición sueca deFöretagsekonomi,o la tradición
japonesa de las “cuentas”. Cada una de ellas merece consideración por derecho
propio y, de hecho, existe un creciente conjunto de trabajos que consideran los
contornos y el surgimiento de estas diferentes tradiciones. Véase, por ejemplo:
Alexander y Servali (2011); Jönsson (1996); Julve (1998); Napier (1996); Suzuki
(2007a, 2007b); Viganó (1998); von Colbe (1996); Zambon (1996); Zan (1994).
3. Utilizamos aquí el término “complejo”, ya que consideramos que describe acertadamente el
fenómeno que describimos, sin llevar consigo un exceso de equipaje hermenéutico
(Rose, 1985). Lo utilizamos para describir el conjunto de elementos heterogéneos y sus
interrelaciones que abordamos, que ha sido denominado de diversas maneras como
una “constelación” (Burchell et al., 1985), un “conjunto” (Miller y O'Leary, 1994a), un
“conjunto” (Miller y O'Leary, 1994b) y por supuesto una “red” según muchos estudiosos
de la gestión. Véase Mennicken y Miller (2012).
para una discusión más amplia de estas categorías.
4. Véase Chapman, Cooper y Miller (2009) para una discusión relacionada con estos temas.
Vale la pena señalar aquí algunos detalles bibliográficos. Weber,La ética protestante y el
espíritu del capitalismo, fiPublicado por primera vez en alemán como un artículo de dos
partes en 1904-5, fue traducido al inglés y publicado en 1930.La teoría de la organización
social y económica,una traducción de la Parte I deWirtschaft und Gesellschaft,fue
publicado en 1947. También es interesante observar que el libro de Karl Polanyi La Gran
Transformación,En 1944 se publicó un libro que insinúa fuertemente la necesidad de
una sociología del mercado y de las finanzas.
5. Gavetti et al. (2012) proporcionan un “mapa” muy útil de distintas corrientes o desarrollos
dentro de la investigación en gestión y estrategia, algo que es menos fácil de hacer para
la investigación contable dada su influencia bastante más difusa.
596†La Academia de Anales de Gestión

6. Es interesante observar que Wildavsky era miembro del consejo editorial de


Contabilidad, Organizaciones y Sociedadal principio, y que contribuyó con un
importante ensayo de revisión del número inaugural.
7. Véase, por ejemplo, Brunsson (1985, 1989); Djelic y Sahlin-Andersson (2006);
Sahlin y Wedlin (2008).
8. Véase Elden (2007) para un análisis relacionado de la noción de territorialización. Además,
para una forma más sólida y algo diferente de abordar el proceso de economía, véase
Mulkay, Pinch y Ashmore (1987) y Pinch, Mulkay y Ashmore (1989).
9. Aquí existen vínculos importantes entre las transformaciones en la contabilidad y las concepciones
cambiantes sobre la identidad y el papel de los administradores. Por ejemplo, Barnard (1938)
ayudó a fusionar la noción de toma de decisiones y el concepto de ejecutivo, algo que la
pedagogía contable y los libros de texto asimilaron en los años cincuenta y sesenta.
10. Ver Nota 3.
11. Sobre este punto, véanse, por ejemplo, Kurunmäki y Miller (2006); Mennicken (2008);
y Miller y Rose (2010).

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