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Luis A.

Fallas López

Del individuo al sujeto y viceversa


(Presentación y comentario de las primeras secciones del texto de Alain Renaut,
La era del individuo. Contribución a una historia de la subjetividad'¡

Abstract. Renaut presents a revtston of también nosotros mismos. Casi como profesión
Leibniz's thought and the deveLopment of moder- de fe podríamos decir que tal ocaso quizás está
nity, to respond to Heidegger's interpretation, en algunos muy determinados proyectos, pero
which justifies one of the major contemporary por múltiples sitios parecen resucitar Lázaros
absurdities: the concept of "individual". In this filosóficos, quizás todavía con los perfumes y
paper we summarize the French author's theses, aceites que habían ornamentado sus cadáveres.
and we propose, against them, to rescue the va- El texto de Renaut, uno entre muchos, revuelve
lue of the singular in the human being; we think tierra de muertos, para desde allí reconstruir su
that the individual 's evil does not seem to be on- historia y cual Pedro Páramo camino a Comala,
tological, but moral and politicaL. volver al pueblo donde ya no hay nada y está
todo. Por eso, haciéndonos recordar la famosa
Resumen. Renaut presenta una revisión deL tesis de Aubenque/ y tantos otros sobre la filo-
pensamiento de Leibni: y eLdesarrollo de Lamo- sofía metida a hacer historia, siente que hay
dernidad para responder a La interpretación hei- una obligación respecto a los antecesores en fi-
deggeriana, La cuaL termina fundamentando uno losofía, no por un recobrar las verdades históri-
de los grandes absurdos contemporáneos: el cas, como gustan tantos filólogos fundamenta-
concepto de individuo. En este artículo, a más de les +O fundamentalistas- en nuestra moderni-
resumir las tesis del autor francés, se propone dad y posmodernidad, sino por poner a funcio-
frente a éste rescatar el valor de lo singular en el nar ese pasado en nuestro presente. A fin de
ser humano, teniendo sobre todo en cuenta que cuentas no hay verdad absoluta, como dice
la maldad del individuo no parece ser ontolági- nuestra enaltecida hermenéutica, y menos aún
ca, sino moral y política. objetividad plena.
Pero en este reescribir la historia del pensa-
miento -Ia aparente primer meta a que aspira Re-
La filosofía en los tiempos posteriores a su naut- no se puede hacer resucitar todo; aún más,
fallecimiento, diagnosticado ya hace décadas por de manera tendenciosa y quizá malévola, no nos
Heidegger, puede propiciar aún sinsabores o qui- tiene por qué interesar cada fenómeno aconteci-
zás ficciones agradables a quienes nos sentimos do. Sin temor a exagerar, ¿a quién se le puede
aún llamados a entenderla. Todavía no encontra- ocurrir hoy establecer un nuevo gran sistema fi-
mos razones suficientes para sentir que esto que losófico, al mejor estilo hegeliano? Tal vez una
disfrutamos tanto no tenga más historia, y que fórmula adecuada sea optar por algunas perspec-
con ella se haya muerto no solo lo divino, que ha- tivas, en una búsqueda provisional de responder
ce mucho lo había decapitado Nietzsche, sino a los desafíos que creemos ver.

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XL (100), 45-52, 2002


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En todo esto es muy difícil confiar en una ción del ser plenamente de suyo, por la que éra-
superación plena del escepticismo, el nihilismo o mos capaces de matar.
el relativismo. La posmodernidad sigue aún lla- Si el inconsciente es un pilar indispensable
mando la atención. Nosotros no nos animamos a para nuestra subjetividad, con mucha mayor ra-
descartarla de una manera tan radical como Apel, zón lo es el gran legado heideggeriano de la fini-
desde su famosa "no-autocontradicción perfor- tud de nuestro ser, no la que nos toca en cuanto
mativa", Más comprensibles nos parecen los pa- "criaturas de Dios", sino en cuanto al azaroso, o
sos que Renaut nos hace dar en este texto. Aun- mejor aún "desdichado", devenir de nuestra tem-
que todavía pretendemos desde allí augurar algún poralidad. Este ser solo se puede decir desde el
camino que posiblemente a él no le llegaría a tiempo, y por ende desde nuestra perentoriedad.
gustar, pero que nos atrae y determina. Tal finitud, que es sobre todo una comprensión
En las siguientes páginas se representan las anti-metafísica, es insuperable, es una muestra de
propuestas interpretativas de Renaut incluso si- nuestro aparencial poder de frente a 10 real.
guiendo el orden de sus apartados. La última sec- Con todo, en la conformación de nuestro
ción, no obstante, corresponde a un intento de nuevo sujeto encontramos que estas materias de
respuesta a la crítica del individualismo por par- que está hecho impiden la resurrección del huma-
te nuestra. nismo, ese anciano mal comprendido que ha car-
gado sobre sus espaldas nuestros conceptos de
voluntad, conciencia, autonomía y demás. Los
Un sujeto para discernir resultados que habíamos visto de su vida no eran
para enloquecer de alegría; nuestra trágica histo-
Hemos conocido en las perspectivas con- ria totalitaria contemporánea es muestra evidente
temporáneas una lectura del sujeto no unifor- de ello: una racionalidad que en lugar de libertar-
me, más bien con una diversidad digna de mé- nos, como lo planteaban los ideales ilustrados del
rito. Asimilar a Nietzsche, Heidegger y los her- pasado, ha clausurado nuestras esperanzas tiñen-
meneutas es, más que un esfuerzo titánico, una do nuestra imagen con polvo y sangre.
osadía casi hija del desvarío. Pero leyendo aquí Aunque más en nuestro presente, idealizado,
y allá, se encuentran líneas que suscitan posi- podríamos decir que nuestra democracia nos re-
bilidades que no parecen tan sobreexplotadas. sulta la respuesta más inteligente desde esta em-
En la apertura que significa la indefinición que pobrecida racionalidad. Aquí finitud e incons-
vivimos, el intento de una sublimación del fun- ciencia parecen tener cabida, pero como todo lo
damento no resulta tan necesario ni posible, demás; lo cual no es de mucho mérito según los
pero quizás podamos hacer valer algunos pro- parámetros de la eficacia, bien, belleza y verdad
yectos, específicamente en el ámbito de la gra- que todavía nos animamos a impulsar.
vosa subjetividad. En medio de tal falta de certidumbre urge
El sujeto, no obstante, tiene muchos peros. una respuesta de nuevo subjetivista, pero ahora
El desdichado desarrollo de un humanismo cruel, reconsiderando esos extremos a que hemos llega-
que cree poder hacer del hombre un ser tan libre do: la esclavitud totalitaria y un ser humano cosi-
y absoluto que es capaz de establecer su propio ficado. Si hemos de aprender de nuestra historia,
destino, de ser plenamente consciente de sí, es podemos volver al sujeto, uno quizás posmoder-
una valla difícil de saltar. Aunque no podemos no, pero no mutilado sino con un verdadero sen-
dejar de lado algunos planteamientos, hijos de tido de sí.
nuestra misma modernidad, que parecen contun- Mas en todo esto los prejuicios matan. Fá-
dentes y que de algún modo nos hacen sentir se- cilmente podemos sentir que la muerte del yo,
guridad. Sin ir más allá, la polémica sobre la con- ejemplificada tan radicalmente en la del autor en
ciencia es insoslayable, específicamente el papel el primer Foucault, exija un acabamiento de to-
que ha jugado la noción de inconsciente que to- do proyecto de humanidad, en cuanto que nues-
dos conocemos, que sin duda desbarata la tradi- tro mayor logro, la técnica, el control divino que
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soñaban los mecanicistas cartesianos, no ha he- que una nueva cara de lo mismo. Esta humanidad
cho otra cosa que promover nuestra propia extin- se ha despojado de los dioses, cuya defunción
ción. Renaut cree que queda todavía por decir y implica a su vez un desencantamiento del mundo
que lo primero está en nuestra misma lectura de y un erigirse del hombre en divinidad, un hombre
la subjetividad, cuya hermenéutica sigue media- que es omnisciente y omnipotente. Ciencia y téc-
da por Heidegger. nica son sus signos.
La historia del ser heideggeriana, esa que ha La metafísica constituida, que es revelada
culminado de manera absoluta en la subjetividad por la filosofía y no provocada por ella, signa ca-
sublimada, representa una perspectiva de lectura da momento de esta historia, un proceso de lo
demasiado homogenizante, aunque terriblemente mismo en una otredad que no es más que aparen-
atractiva, al punto de que sigue determinándonos te. El ejemplo más interesante de esta lectura es
hoy. Renaut empieza por allí: tratando de corroer, el singular aporte de Leibniz, que no se detecta
aunque sea un poco, la portentosidad de ese su- sino hasta que han pasado todas las faces, o sea
puesto monolito que ha leído Heidegger en el su- hasta que Heidegger es capaz de verlo.
jeto moderno. Este Leibniz establece la figura prototípica
del sujeto moderno, al que pone el lugar que real-
mente aspiraba. El carácter fundacional que al-
El reino del sujeto heídeggeríano'' canza su pensamiento nos abre una novedosa faz
del cogito, la monadidad, que se instaura como
En la perspectiva de una lectura filosófica de nueva esencia de la realidad. Junto a ello logra
la historia de la misma filosofía conocemos perso- dar el empuje radical a la razón, concebida como
najes de un impresionante bagaje y de una capaci- principio, y la Modernidad alcanza así su tonali-
dad de síntesis tal que nos deja anonadados. En el dad y su propio telos. La fuerza, la sustancia de
siglo XX posiblemente un ejemplo mayúsculo es la mónada, se suma, con tal racionalidad, a la ne-
Heidegger; precisamente el primer gran distancia- cesidad del "sistema", que luego tendrá su deve-
miento con respecto de su maestro Husserl está lamiento radical en la "voluntad de poder"
quizás en ese confrontación constante del pasado nietzscheana.
eidético: el extraordinario creador de la fenomeno- Leibniz llega a explicitar la dimensión de la
logía contemporánea no pareció poder dedicar el actividad de la mónada con dos claves que resul-
tiempo suficiente a esa tradición que a tantísimos tarán, según el mismo Heidegger, ineludibles, a
de nosotros nos determina. El hecho fundacional, saber appetitus y perceptio (representación). Allí
por parte de Heidegger, de la hermenéutica -sin reside su fuerza (vis), y lo real queda bajo el do-
duda prevista y anunciada por Nietzsche- es un minio y posesión de la mónada. Los capítulos de
paso ineludible, que prácticamente va a determi- la subjetividad de Kant (actividad de síntesis),
nar todo el siglo filosófico. Pero en su interpreta- Fichte (egoicidad como espontaneidad) y Nietzs-
ción, a duras penas aceptada por algunos de los es- che (voluntad de poder), no resultarán sino meras
pecialistas en autores, se ve caer un manto horno- prolongaciones de esta fundación.
genizante que resulta excesivo y quizás hasta mo- Todavía más, Leibniz transfiere a toda la rea-
lesto. Renaut da cuenta precisamente del que ve lidad lo estructural humano. El fundamento -el
impuesto sobre modernidad, a la que mira Heideg- sujeto- piensa y erige la realidad en su represen-
ger con una lógica de lo fundacional que nos obli- tabilidad. Todo se vuelve hacia el sujeto, es para y
ga nada más a ir señalando capítulos de una mis- por él. En esta perceptio se revela, por eso, su ca-
ma novela, entrelazados casi de manera tan radical rácter de ser (un momento culminante de esta his-
que casi parece un Hegel redivivo. toria que después el mismo Heidegger concebirá
El hombre moderno, en términos fundacio- como la historia del olvido del ser). Pero esta mó-
nales heideggerianos, es uno y el mismo, es el nada es primordialmente actividad -más que
sub-jectum, ese piso homogéneo que hace que ciencia es técnica-, es fuerza, voluntad y eficacia;
cada estructura que sobre él se erija no sea más allí entendemos su representar en sí.
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Los herederos de la esta fundación son múl- Todavía más, si nos volvemos a la conside-
tiples, pero entre los destacables Hegel es clave ración del pensamiento kantiano, encontramos
por su proclamación de este mismo sujeto, deno- que la crítica está claramente referida a las pers-
minado ahora Espíritu, como lo verdadero, la to- pectivas que se fundan en la finitud. La "repre-
talidad que se historiza dialécticamente. Y cómo sentación", concepto primordial, solo puede dar-
no citar a Nietzsche en su postulación del Ser co- se en seres finitos y desde ahí se intenta constituir
mo Vida, su única representación, y la Vida como estructuras que solventen el tentador escepticis-
Voluntad de Poder -a la que, por supuesto, como mo. Ciertamente Heidegger mismo había recono-
la mónada leibniziana, todo ente representa-o cido, en Kant y el problema de la metafísica, que
Heidegger lee incluso en Leibniz la reduc- el olvido de la finitud por parte del gran filósofo
ción hegeliana de lo real a lo racional, precisa- de Konisberg era posterior, cuando su obra es
mente en su postulación del "mejor de los mun- realmente significativa. Y es que Kant es precisa-
dos posibles", cuya racionalidad es exigida, así mente quien con toda claridad postula la funda-
como lo es el "horizonte del sistema", faz culmi- mentación desde el sujeto, haciéndose capítulo
nante del idealismo alemán. La totalidad, ese indispensable de esta subjetividad sublimada ya
conjunto que constituye el ente, se erige como un predicha por Leibniz. Por supuesto, Kant puede
sistema en el que cada mónada tiene la fuerza de dar mucho más en la perspectiva de la finitud, co-
producción de todo lo que le ha de sobrevenir. mo lo ha mostrado Foucault en diversos lugares,
Por allí mismo está la llave que abre al pers- pero en general su labor es más una conducción
pectivismo del conocimiento que Nietzsche reve- radical al triunfo del sujeto metafísico.
la, exactamente en el concepto leibniziano de Más allá de Heidegger, señala Renaut, aun-
"punto de vista", una puesta en perspectiva del que no tanto como para olvidarle, hoy podemos
universo por la representación. En efecto, la mul- leer el cogito en su heterogeneidad, a la vista de
tiplicidad monádica implica una multiplicación una pluralidad de subjetividades que se manifies-
de perspectivas, un innumerable juego de inter- tan más bien en una historia discontinua y pro-
pretaciones -ya no hablamos más de hechos-o Y blemática.
así, el cogito es elevado al rango supremo.
Renaut considera que esta lectura tan cuida-
dosamente entramada por parte de Heidegger es Subjetividad y/o individualismo
casi una telaraña que no permite escapatoria. Su
atractivo está en especial en esa homogeneidad, Renaut, en consideración de lo anterior, nos
en esa falta de fisuras, que es toda una tentación. llama ahora a una relectura de Leibniz, curiosa-
Aunque curiosamente por aquí empiezan, según mente retornando la idea heideggeriana de que la
él, las debilidades de la hermenéutica del gran mónada modifica sustancial mente nuestra mo-
pensador alemán. dernidad, aunque no para bien por cierto.
Leibniz abre una perspectiva que irrumpe
contra la subjetividad tradicional, la que todavía
Contra Heidegger leemos en los griegos, abriendo una historia de la
individualidad." En efecto, la mónada tiene ca-
Una lectura unidimensional del humanis- racterísticas que reproducen la idea de un átomo,
mo moderno, insiste el francés, es muy proble- aunque de orden inmaterial, con su indivisibili-
mática, y, por supuesto, no lo es menos la hei- dad, singularidad, simplicidad e irreductibilidad.
deggeriana, en especial cuando recuperamos el Esta idea es una prefiguración de la declara-
papel del cogito empirista, cuya perspectiva ha- ción de muerte para la idea de hombre, así como
cia las impresiones resulta un lugar primordial la de cualquier otra especie. En la naturaleza no
a discutir. El empirismo, bien lo sabemos, no podrá haber dos cosas semejantes (hay razón su-
presenta esos rasgos absolutos en la subjetivi- ficiente en cada una para sí misma), y el primer
dad o la racionalidad. impedimento -que está en el orden fenoménico-
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está en la imposibilidad de ocupar el mismo es- se podría contraponer a la versión de la libertad en


pacio y tiempo. la Antigüedad, donde los parámetros éticos y po-
Las mónadas, consecuentemente, no se mo- líticos se planteaban por encima de cualquier par-
difican desde lo exterior -recordemos que no tie- ticular. Un griego no era mónada, más bien se
nen ventanas-o Su simplicidad y singularidad, veía como parte de un gran organismo, o al me-
que no les impide las relaciones, no se pueden nos se sentía obligado por un designio que iba
ver afectadas de ninguna manera; si hablamos de más allá de su singular vivencia.' El moderno, co-
mutabilidad, esta solo es al interior. Allí está su mo estimaba B. Constant en su famoso discurso
fuerza y no en representaciones o apetitos que le de 1819, Sobre la libertad de los antiguos compa-
alienen su ser. rada con la de los modernos, no cree en límites
Por supuesto, ante semejante postulación el para sí, el yo es el valor fundante y solo se puede
primer problema que se nos viene a la cabeza es preocupar por sí mismo. Así, una conciencia de la
el caos que puede reinar en lo dado. Mas Leibniz necesidad de la libertad y la voluntad de imponer-
recurre a la armonía preestablecida en el mejor se criterios que vengan de fuera no tiene cabida.
de los mundos posibles, en el que las mónadas
despliegan su ser coherentemente tanto hacia
adentro, como en relación con todas las otras. Sin La era del individuo
duda, el pensador está recurriendo a la "astucia
de la razón", siendo este el momento fundamen- Como ya se podía prever, según Renaut el
tal de la metafísica del sujeto: los proyectos indi- humanismo moderno no es más que una lectura
viduales se ven reinstalados en una sistema que- individualista de la subjetividad. Por eso consi-
rido pero no buscado, siendo ellos mismos la ley dera él que la Modernidad es una era del indivi-
última de lo real. duo. Mirando la genealogía de ella, Cassirer nos
Aquí empezamos a ver con claridad el pro- abrió los ojos sobre el significado del pensamien-
blema más importante a que Renaut quería llegar: to italiano renacentista, donde la polaridad entre
en la racionalidad de la modernidad el peso más sujeto y objeto quedaban ya bien determinadas.
significativo no lo lleva un sujeto absoluto, sino El hombre allí se elevaba a la categoría de de-
un individuo. El cargamos sobre el primero es co- miurgo, y así la antigua concepción del cosmos,
mo caer sobre las aguas de un espejismo, uno que que curiosamente estaba siendo redescubierta
desgraciadamente no estaba para ser corroído. -recuérdense los trabajos de Ficino al respecto-
En el agotamiento del proyecto racionalista, cae por su propio peso. El sujeto empezaba a ser
que vivimos de múltiples modos, pareciera que la de suyo, de su ser, de su valor.
vuelta a un humanismo, entendido como el resur- Como dice Renaut, "simplemente, en el
gimiento filosófico de la subjetividad, puede re- marco definido por esta irrupción de los valores
sultar censurable, pero tal vez si reconsideramos nuevos de la subjetividad y de la autonomía, po-
nuestra interpretación, podamos todavía creer dría ser que la lógica de la modernidad, si es una,
que algo se puede hacer. sea designada como la de la sustitución progresi-
El concepto de autonomía que ha regido va y diferenciada de la individualidad por la sub-
nuestro sentido de sujeto, que lo hace la fuente de jetividad, teniendo por corolario el desplaza-
la representación y de los actos, tendría que rede- miento de una ética de la autonomía hacia una
finirse, en primer lugar cuestionando el proble- ética de la independencia." (pág. 67) En esta gran
mático criterio que lo ha determinado: la inde- realización de nuestra libertad encontramos
pendencia, ideal que se subordina al individualis- nuestra propia agonía.
mo. Por supuesto, así las cosas, los parámetros li- Heidegger y sus legionarios no habrían mi-
bertarios se podrían ver constreñidos, en la medi- rado este hecho contundente: la muerte de la tal
da en que cada moderno ha sentido que debe vez añeja normatividad griega que regía a todos
ejercer una soberanía absoluta, que su vida priva- los individuos, y con ello la de una autonomía
da es completamente independiente. Esta postura que permita ver una humanidad constituida y
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reconocida en la intersubjetividad. De esta mane- indispensable reconstruir nuestro sentido de ob-


ra, la idea de una universalidad queda supeditada jetividad, posibilitando el verdadero acceso a la
a una suerte de imposición de unas mónadas so- intersubjetividad, por supuesto pasando luego a
bre las otras, amarrada al problema del poder. la constitución de lo ético y lo estético. Así los
Estos nuevos parámetros nos permiten mirar problemas clásicos de la verdad, el bien y la be-
de manera un poco más consecuente y completa lleza se tienen que volver a situar.
la historia de nuestra modernidad, en especial Para esto Renaut se siente tentado a tomar la
después del empuje clarificador de Leibniz. Así vía del criticismo, pero reconoce que en sentido
vemos tres nuevas etapas primordiales: el empi- literal es imposible. Muy cerca de la hermenéuti-
rismo de Berkeley y Hume, donde las impresio- ca crítica apeliana, cree que se deben establecer
nas no son sino individuos llamados a correlacio- las condiciones para encontrar un consenso. El
narse, pero con proyectos quizás insuficientes proyecto kantiano, pese a todas objeciones filosó-
(sean el ocasionalismo o el naturalismo o el que ficas e históricas que se le han de hacer, sigue de
se quiera). Luego, el historicismo hegeliano, que alguna manera por allí, en especial en esa trascen-
recupera no solo la idea de la armonía leibnizia- dencia inmanente que se vislumbra resolutoria.
na, sino también la "mano invisible", que no es En todo caso, considera el francés, es mejor
otra que la astucia de la Razón. Por último, el Kant que esas dos grandes perspectivas que no
perspectivismo nietzscheano que eliminando la parecen querer morir: el hegelianismo como
lógica inmanente al devenir, profiere un indivi- cumbre de la metafísica y el irracionalismo hei-
dualismo sin sujeto. De esta manera ve Renaut el deggeriano como crítica a la metafísica. Tal vez
panorama de esta historia completado. Ahora sí él permita que el sujeto pueda resurgir.
vemos todos sus modos perversos, pero en espe- Por supuesto, el programa filosófico posible
cial el de la impugnable racionalidad, cuyas con- tendría que replantear la historicidad de los resul-
secuencias son patentes; qué más decir que la tados, así como los problemas que se han consi-
atomización de lo social y la destrucción del es- derado de la "astucia de la razón" -muy en espe-
pacio público. Pero, como resulta evidente, el cial 10 inconsciente-o Evidentemente sin perder
enemigo no es un sujeto en sentido general, sino la perspectiva de la responsabilidad y la autono-
aquel que ha definido su realidad: el individuo. mía de los actores sociales.
Este nuevo sendero, que debe posibilitar la
superación de esa trágica idea de la muerte del
Más allá de la posmodernidad sujeto y del fin del hombre no lo tenemos por qué
hacer solos. Las ciencias sociales tienen mucho
En los tiempos deteriorados de la Moderni- que decimos al respecto. Ellas tal vez nos ense-
dad ve nuestro autor una finalización hiperindivi- ñen a volvemos más eficientes, o quizás mejores
dualista de la subjetividad. Esto llega a exigir el estrategas."
establecimiento de algunas limitaciones de esta
atomización, para ello hay que pensar en una
trascendencia en el interior de la inmanencia (que De vuelta al individuo'
nos es obligante después de Heidegger). Eviden-
temente para esto no podemos con simpleza vol- Con el atrevimiento de quienes no tienen
ver a los antiguos como si nada hubiese pasado, compromisos con ningún bando, creemos que Re-
como si la solución estuviese de nuevo en 10 re- naut ciertamente nos plantea la posibilidad de re-
ligioso o 10 teológico. Lo oportuno es redefinir pensamos, pero su lectura nos parece demasiado
nuestro concepto de humanismo, meta más pro- cercana a esa supuesta perspectiva "aniquiladora"
minente del texto que presentamos. heideggeriana, al menos en 10 que respecta a la in-
Se trata de reelaborar una metafísica centra- dividualidad. Sin querer parecer posmodemos, si-
da sobre el sujeto, pero a la vista de la superación no al contrario, más bien aficionados al pensa-
de la era de las monadologías. Para ello se hace miento más antiguo, nos queda la impresión de
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que la suma de males que ve Renaut en el indivi- denominar singular, que sin duda remite al indi-
duo no proceden del concepto mismo de este, si- viduo absolutamente particularizado, aún más al
no de una práctica de apropiación excesiva de desconocido del todo. Como somos muy idealis-
parte de los sujetos que se dicen individuos o una tas creemos poder encontrar un camino para ha-
impugnación o ruptura de sus límites connatura- blar de él. Quizás en el fondo, este nuestro volver
les o conceptuales. El egolatrismo de las móna- a estos albores es una excusa para repensar nues-
das o la violencia con que vienen a tratarse las tras posibilidades. Renaut ha dado un paso sus-
unas para con las otras no puede nacer más que tancial, el que estamos intentando nosotros pre-
en el olvido de su condición y no en la sublima- tende ser más hacia atrás. El camino hacia delan-
ción de sí mismas. te se siente muy blando y tememos a esas arenas
El individuos tiene la imposibilidad de cono- movedizas que necesitan ser secadas, nuestra
cer a los otros tal y como son en sí. En palabras mayor empresa está en ofrecer algún tipo de ca-
de Levinas -a quien luego Renaut dedicará mu- lor que complemente a los otros que trabajan in-
chas páginas-, el otro es infinito. Pero no como gentemente en esta labor tan compleja.
un Rostro que me signe, pues me sería tan irre-
ductible que incluso una imposición sobre él no
sería más que ilusoria. Si fuese realmente tan Notas
otro que no hubiese ventanas para asumir su ser,
nuestra pretensión omnisciente u omnipotente 1. Edición española, 1993, Barcelona. Primera edi-
ción francesa, 1989. Nos dedicaremos exclusiva-
-características que sí parecen signar mejor la
mente al estudio del prólogo y el largo capítulo
Modernidad-, sería realmente un contrasentido.
inicial del texto, donde se plantean las tesis rela-
Así, el primer paso que tendría que darse sería el tivas al pensamiento de Heidegger.
de una ruptura de la propia individuación, lo cual 2. Cf. Nuestros griegos y sus modernos. Estrategias
todavía no nos parece comprensible. contemporáneas de apropiación de la Antigüe-
La idea de que la singularidad sea la culpa- dad. Textos reunidos por Barbara Cassin. Buenos
ble de la sublimación de nuestra racionalidad pa- Aires: Ed. Manantial, 1994.
rece exagerada, y tendría que estar acompañada 3. Por supuesto Heidegger no aceptaría este subtítu-
de muchos otros calificativos, como efectiva- lo, pues él se erige más allá de esta perspectiva de
mente ha ocurrido en la Modernidad. Así, por modernidad, pero dado que Renaut intenta mos-
ejemplo, es innegable que el carácter divino que trar que su homogeneidad más se debe a la propia
lectura del pensador alemán que a la que en reali-
atribuimos a nuestro ser no corresponde con lo
dad se puede encontrar en los interpretados, in-
monádico, otra cosa muy distinta es creer que por
tencionalmente lo hemos cualificado así.
racionalizar sea yo capaz de captar el sentido que 4. No podemos callar nuestro juicio sobre una afir-
todas las otras entidades tienen de suyo. mación como esta. Evidentemente hay muchos
Evidentemente defender la comprensión de más antecedentes del individualismo, y para no ir
la mónada leibniziana es un poco difícil en la me- muy lejos en la figura de Hobbes encontramos
dida en que ese apetito y esa percepción que atri- muchas razones para pensar en un ser humano
buye a sus substancias señalan una fuerza hacia por naturaleza egoísta, individualista de suyo. El
fuera que parece contradictoria para con el 'citado pensador inglés que tiene un nominalismo que re-
concepto de mónada. Pero de todos modos, el cuerda al atomismo, no obstante, no maneja pre-
enemigo parece, de nuevo, estar en otra parte. supuestos claramente rnonádicos, lo cual hace
que veamos una mayor radicalidad en Leibniz.
Mas ¿cuál sería nuestra propuesta, en vista
5. Este juicio es evidentemente de carácter general,
de que plantearíamos una vuelta a los indivi-
pues conocemos en las múltiples facetas del pen-
duos? ¿Tiene salida el hiperindividualismo glo- samiento griego pensadores que podrían postular
balizado? Responder es idealizar, pero algo tene- un libertad al estilo moderno, específicamente re-
mos que hacer. Por nuestra parte hemos plantea- cordamos la figura de Calicles, expuesta magis-
do la posibilidad de volvemos atrás, a Grecia. tralmente en Gorgias, aunque los ejemplos se pue-
Allí indagamos lo que con los latinos podríamos den multiplicar si miramos con mayor cuidado.
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6. El texto de Renaut sigue con el estudio de la Mo- dirse a menos que se destruya su condición ac-
dernidad por parte de Luis Dumont. Para esta pre- tual, es decir, un átomos en su sentido etimológi-
sentación hemos decidido quedamos hasta aquí co. Pero entendemos 'individuo' especialmente
precisamente. como un singular, la mónada en cuanto unidad
7. Este breve comentario está en perspectiva a nues- plena, autosuficiente y sobre todo sin un univer-
tra actual investigación sobre la gnoseología de lo sal que lo determine. Mas singular por lo común
singular en el pensamiento antiguo. destaca la particularidad de un caso, único en su
8. En este momento nos parece oportuno hacer algu- género, algo raro o excepcional, no obstante esta
na determinación nominal. El individuo diría de gama semántica no viene tan al caso como el sen-
lo indiviso, de lo que no tiene posibilidad de divi- tido anterior.

Luis Alberto Fallas López


Escuela de Filosofía
Universidad de Costa Rica

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