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La guerra civil Inca. Nuestra historia comienza en el año 1525.

Por aquel entonces el Sapa Inca


del Tahuantinsuyo era Huayna Cápac, considerado oficialmente como el decimosegundo
hincapié recordado principalmente por llevar al imperio Incaico a su máximo esplendor,
logrando expandir sus fronteras desde el sur de la actual Colombia hasta el centro del actual
Chile y del Océano Pacífico. Hasta la Cuenca del Amazonas. Huayna Cápac había dedicado los
últimos años de su reinado a pacificar el borde norte del imperio cuando cayó repentinamente
enfermo de viruela, una enfermedad que había sido introducida de Europa desde la llegada de
los primeros exploradores de los viajes de Cristóbal Colón. Desde aquel entonces, plagas como
la viruela y el sarampión, el cólera, la malaria. Y la fiebre amarilla habían avanzado sin cuartel
por el continente americano, cobrándose la vida de una innumerable cantidad de nativos
quienes no contaban con las defensas inmunológicas para poder hacer frente a estos males. En
su lecho de muerte Huayna Cápac nombró heredero del imperio a su hijo, Ninan Cuyuchi.
Seguramente en este punto te estarás preguntando. Quién fue este Nina en Cuyuchi y por qué
no aparecía en tu lámina Huascarán, de los 14 incas del Imperio Incaico, bueno, no te sientas
mal. Resulta que el reinado de Nina Kyoshi se caracterizó por ser tan breve que cuando buena
capa lo nombró heredero, este ya había muerto también a causa de viruela. Como Nina
Cuyuchi nunca llegó a ceñir la mascapaycha real y en su frente no se le considera oficialmente
como un sapa Inca. Muertos el Inca y su hijo mayor el imperio se enfrentó a una crisis sucesoria
que amenazaba la paz y la estabilidad que tanto trabajo había costado alcanzar. Verán, al igual
que con las monarquías europeas en el incanato el poder era pasado del padre al hijo. Sin
embargo, si el Inca resultaba tener múltiples hijos con diferentes esposas, las costumbres
incaicas. No reconocían los derechos del hijo mayor, en cambio, en el imperio Incaico se
esperaba que ante un conflicto de sucesión fuera el hijo más listo, valiente y hábil quien
terminará imponiéndose sea por la fuerza OA través del favor y el reconocimiento de la élite
cusqueña. Incluso si el Inca llegaba a designar un heredero, no había garantías de una
transición pacífica. Luego de la muerte de Huayna Cápac, su hijo Huáscar fue coronado en el
Cuzco como sapa Inca, con el apoyo casi unánime de los señores de las principales palancas
cuzqueñas, su otro hijo, Atahualpa, permanecía en Quito que hasta ese momento había servido
como capital interina del imperio durante la duración de la campaña militar que había
emprendido su padre. Atahualpa y Huáscar eran medios hermanos que provenían de
diferentes familias reales y, según relata las fuentes, eran de personalidades completamente
opuestas, mientras que Atahualpa exhibía un ávido interés por los asuntos militares y se
mostraba extremadamente severo. Huáscar no tenía mayor interés por la conquista militar y
aunque sería recordado por cometer actos igual de crueles a los de su hermano. Al parecer, lo
suyo eran los excesos. Atahualpa no asistió a los ritos funerarios de Huayna Cápac ni a la
coronación de Huáscar en el Cuzco. Seguramente consciente de que podría terminar
haciéndole compañía a su padre en el otro mundo. Y aunque al parecer en un inicio Atahualpa
intentó congraciarse con su hermano, el que no fuera el Cuzco despertó las sospechas
inmediatas de Huáscar, quien enfurecido por la ofensa decidió iniciar una campaña militar
contra su hermano. Para consolidar su autoridad sobre el imperio de una vez por todas. Es así
como iniciaría la guerra civil Inca. Sin embargo, los números no estaban precisamente a favor
del legítimo Inca, pues Atahualpa tenía consigo a las tropas de su padre, un Ejército veterano
que había pasado los últimos años en constantes enfrentamientos, dirigido además por los 3
generales más experimentados del imperio Calcuchimac, Quisquis y Rumiñahui. Huáscar no
tenía nada similar. Por lo que tuvo que recurrir a la legua de nativos para poder hacerse con un
Ejército. Ahora sí, Huáscar tomó la iniciativa y envió a sus tropas hacia el norte del imperio, al
mando de su general. A toco el zorro quien se abatiría en combate contra las fuerzas de
Atahualpa, al sur de Quito, a pesar de algunas victorias iniciales menores, las fuerzas
huascaristas Serían finalmente derrotadas y Atoc acabaría siendo capturado, torturado y su
cráneo, sirviendo como Copa para Atahualpa. Aprovechando el momento, lo general es de
Atahualpa Kikuchi Mac comenzarían a empujar lentamente a la fuerza de Huáscar hasta llegar a
las afueras mismas del Cuzco. El incontenible avance de los ejércitos de Atahualpa y los
constantes reveses militares sufridos por los generales de Huáscar hicieron que el Inca tomará
finalmente la decisión de liderar personalmente a sus tropas. Reunidas de todos los extremos
del TAHUANTINSUYO la batalla decisiva se libraría al sur del Cuzco, en Huánuco Pampa ubicada
en la actual Apurímac. Allí, la fuerza huasca listas lograrían una importante y rotunda victoria
contra el Ejército de Atahualpa. Sin embargo, haciendo muestra de su poca experiencia militar
Huáscar decidiría no perseguir a las fuerzas de Quisquis y Calcuchimac, prefiriendo acampar en
Guanaco Pampa para celebrar su triunfo. Esta decisión terminaría costándole muy caro a
Huáscar, pues les permitiría a los generales de Atahualpa reagrupar sus tropas y tender una
emboscada. Al día siguiente de la batalla, Huáscar dividió sus fuerzas en 3 Grupos y lideró
personalmente la persecución de lo que él pensaba, era un Ejército derrotado. Grande sería su
sorpresa al descubrir que su grupo de vanguardia había sido atacado y aniquilado por calcina.
Aprovechando el terreno agreste y angosto, mientras que las huestes de Quisquis le habían
bloqueado el camino de regreso. Impidiendo cualquier posibilidad de una retirada ordenada,
sintiéndose perdido, Huáscar intentaría huir, pero sería finalmente capturado. Por su parte,
Calcochimac, que llegó de nuevo a Hunacopampa pero esta vez disfrazado de Huáscar, el tercer
Ejército de Huáscar que se había quedado estacionado en el campamento como reserva, salió
a recibirlo alegremente y completamente desarmado. Situación de sería aprovechada por el
ingenioso general para masacrarlos en problemas, con lo que las tropas santiaguistas lograrían
en triunfo definitivo. Huáscar fue despojado de su túnica, armas e insignias reales, la que
serían enviadas a Atahualpa en señal de victoria, mientras que el propio Huáscar también
emprendería su lento camino a pie hacia el norte, donde afrontaría la ira de su hermano,
quienes no correrían igual suerte serían sus mujeres e hijos, quienes serían congregados y
asesinados a las afueras del Cuzco. Eliminando así su linaje real. Habían pasado 4 años desde el
inicio de la guerra civil Inca y anticipando su victoria, Atahualpa viajó de Quito a Cajamarca
para esperar las noticias del ataque decisivo de sus tropas sobre la capital. Al mismo tiempo,
sus chasquis le llevaban los primeros reportes de un suceso que despertaría su curiosidad.
Según sus mensajeros, extraño forasteros de rostro barbudo habían llegado a la costa norte del
imperio en inmensas casas flotantes. Estos personajes iban montados en grandes bestias nunca
vistas, y usaban varas con el poder de generar truenos y nubes de humo. Según sus informes,
los forasteros que habían llegado a tumbes se abrían paso, saqueando, torturando y matando a
los jefes locales. Sin embargo, lejos de obstruirles el paso Atahualpa les permitió avanzar,
probablemente consumido por la curiosidad y el deseo de conocer la procedencia de estos
personajes y muy seguro de la aplastante superioridad numérica de sus tropas, sin saber que
esa decisión terminaría por sellar su destino y el de todo su pueblo.

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