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Esperar lo imposible, esperar el perdón

Señor Director,
Nos parece que el debate público no se está haciendo cargo de las heridas provocadas en
dictadura con suficiente responsabilidad. Proliferan las minimizaciones, así como abundan
caracterizaciones hiperbólicas.
Los judíos Hannah Arendt y Jacques Derrida, en tiempos en los cuales estaban vivas las
heridas provocadas por la barbarie nazista, incluso a sus vidas personales, reflexionan de
forma desvinculada de cualquier referencia religiosa sobre el perdón.
Para Arendt el perdón es una conveniente necesidad de la vida en común: sin perdón
estaríamos condenado a repetir «una y otra vez los mismos errores». Frente al mal radical
el perdón, sin embargo, se hace literalmente imposible. Imposible porque se expone a un
mal demasiado radical, imposible porque sólo la víctima puede perdonar a su victimario,
imposible porque se perdona lo que está en el pasado que, justamente por ser pasado no
se puede reescribir.
Es allí donde la radicalidad filosófica de Derrida provoca: «No puedo, pues, perdonar, sino
allí donde hay algo imperdonable. Allí donde no es posible perdonar. Dicho de otra
manera, el perdón, si lo hay, debe perdonar lo que es imperdonable; de otro modo eso no
es un perdón». Esta comprensión del perdón nos sugiere mirar al mal de la dictadura en su
abismo de imperdonabilidad y, a la vez, casi como si fuera una secreta utopía, la
posibilidad de perdonar justamente lo que es imperdonable.
El pensamiento de Derrida, de hecho, nos obliga a medir la categoría de perdón frente al
caso de la historia de Chile. Un perdón que abre radicalmente a un futuro que no censura
el pasado, sino que se hace cargo del dolor provocado por “una herida infinita, y que en la
cicatrización misma permanecerá, deberá seguir siendo herida abierta y no suturable”
De hecho, la lógica de Derrida, seguida hasta sus últimas consecuencias, lleva a afirmar
que el perdón, siendo algo imposible, sólo se puede y debe esperar como una novedad
radical. Y es sabido que en la historia humana suceden novedades. Esperar esta novedad
es, desde esta perspectiva, una responsabilidad inescapable que la razón asigna a cada ser
humano, de cada época histórica, especialmente a los chilenos en ocasión de los cincuenta
años del Golpe de Estado.
Vivir en este tiempo de grandes controversias es una responsabilidad que exalta la razón
humana a utilizar sin resquicios toda la gloriosa potencia que le es propia. Sólo un tiempo
que olvida la razón se vuelve tan irresponsable como para no abrirse al perdón de lo
imperdonable.

Francisco Espinoza, profesor de filosofía UC y estudiante de Magíster en


Pensamiento Contemporáneo UDP
P. Federico Ponzoni, Doctor en Ciencias de la Educación USACH y Académico UC

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