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Cromwell: el verdugo de la monarquía inglesa


En la Inglaterra del siglo XVII, una revolución política depuso a Carlos I. El rey fue condenado a muerte, y Oliver
Cromwell instauró una dictadura marcada por el puritanismo.

Oliver Cromwell instauró en Inglaterra una dictadura de inspiración puritana. La dictadura de Oliver Cromwell

JOSEP TOMÁS CABOT


28/05/2019 07:15 Actualizado a 12/09/2019 16:15

Con la muerte de Isabel I, la Reina Virgen, terminó la dinastía Tudor, tan


respetada y querida por la mayoría de los ingleses. A partir de entonces,
estos tuvieron que soportar la inex­periencia y la tendencia al despotismo
de los dos primeros re­yes de una dinastía extranjera, la de los Estuardo,
procedente de la veci­na Escocia.
El primero de ellos, Jacobo I, úni­co pariente vivo aunque lejano de Isabel
I, fue aceptado y mantenido en el trono sin protestas ni dificultades
insuperables. Pero el segundo, Carlos I, mal orientado por sus consejeros,
implantó lo que se conocería como la “larga tiranía”.

Quiso convertirse en un rey absoluto prescindiendo de la tradición y la


voluntad de sus súbditos ingleses. Estos ya conta­ban con una ley
fundamental, la Common Law, y un Parlamento legíti­mo con dos
cámaras, Lores y Comu­nes, que no renunciarían a la defensa de los
derechos y libertades del pueblo que represen­taban.

Después de una cruenta guerra civil, el


Parlamento inglés juzgó y ajustició al monarca
absoluto Carlos I.

Carlos I clausuró el Parlamento en 1629. Quería reforzar el poder político


de la monarquía por encima de cualquier otra institu­ción. Al mismo
tiempo, impuso el anglicanismo en Escocia e Irlanda, de mayoría presbi­‐
teriana y católica respectivamente. Ello acarreó una vio­lenta reacción,
especialmente de los escoceses, que decidieron invadir Inglaterra.

Para financiar su ejército, el rey recurrió al Parlamento, que reabrió en


1640. La tensión entre el monarca y la institución se hizo en última ins­‐
tancia intolerable. Se produjo una ruptura abierta que desembocó en un
largo enfrentamiento militar.
La intervención de Cromwell en la batalla de Marston Moor fue decisiva. TERCEROS

La caída del monarca

Carlos I, rodeado de enemigos en Londres, se retiró con toda su corte a


Oxford, y la capital quedó entonces a mer­ced del Parlamento, en cuyas
tropas destacaban por su valor unos soldados conocidos como Ironsides
(costillas de hierro). Estos, que no bebían alcohol, no jugaban ni
blasfemaban, aparecían agrupa­dos en torno a un hombre singular, valiente
y puritano hasta el fanatismo: Oliver Cromwell.

Este personaje, capaz de con­vencer a gran­des masas de población, y espe­‐


cialmente eficaz como jefe militar, había nacido en el seno de una fa­milia
de la clase media en Hun­tingdon. Al frente de sus Ironsides y al ser­vicio
del Parlamento, la inter­vención de Cromwell fue decisiva en las batallas
de Marston Moor y de Na­seby contra los realistas. Estas accio­nes militares
debilitaron la fuerza y los ánimos de los defensores de la monarquía
absoluta.
El Parlamento juzgó a Carlos I por traición y lo condenó a muerte. TERCEROS

El mismo rey, que había rechazado un acuerdo razonable con


Cromwell, se encontró al final prisionero, desasistido e impotente frente al
Parlamento. Algunas voces reclamaban la instauración de una república,
pero todavía no tenían demasiado apoyo. Sin embargo, el intento del rey de
aliarse con los escoceses y franceses para salvar su trono a costa de la
libertad del pueblo inglés fue pronto descu­bierto, y desacreditó de un
modo de­finitivo a todos los monárquicos.

La dictadura de Cromwell, inspirada en el


puritanismo religioso, prohibió muchos
placeres a los ingleses: el teatro, las carreras de
caballos, las cantinas...

El Parlamento abrió en ene­ro de 1649 un proceso al rey, respon­sable de


la guerra civil y por tanto “culpable de todas las traiciones, muertes y
rapiñas cometidas durante la misma”. En él se resolvió su conde­na a
muerte. Carlos I de Inglaterra fue ajusti­ciado en la horca levantada
junto al palacio de Whitehall, en Londres, el 30 de enero de 1649.

La dictadura de Cromwell

La victoria de Cromwell planteó serios problemas a todos los ciudadanos


ingleses. Ha­bían eliminado a su rey absoluto, pero no tenían la menor
experiencia republicana ni habían conocido una dictadura militar.
Inventaron un sis­tema que bautizaron con el nom­bre de Commonwealth
(término que entonces no aludía, ni mu­cho menos, a lo que significa hoy).
Y dejaron que Cromwell, convertido en lord Protector y asesorado por
un grupo de partida­rios, conocidos como los “san­tos”, asumiese la
responsabilidad del gobierno.

La ejecución de Carlos I por traición llevó al poder a Cromwell. TERCEROS

La sociedad cambió rápidamen­te. El puritanismo, hasta entonces un


movimiento minoritario, al ser defendido en aquel momento por el poder
militar y por el civil, pudo aplicarse –de buen grado o por la fuerza– en la
vida cotidiana, econó­mica, social y política de todo el te­rritorio británico.

Como según Calvino, maestro de todos ellos, la Biblia era la ley de Dios,
debía vivirse literalmente de acuerdo con ella. Se prohibieron los pla­ceres
favoritos de los ingleses: el teatro, las carreras de caballos, las riñas de
gallos... Para respetar el descanso del domingo, el Parla­mento impidió que
en ese día se vendiesen mercancías, se viajase, se tocasen campanas, se
abriesen cantinas, se practicasen bailes y juegos... Los puritanos o
“santos” presi­dían entonces la vida inglesa. Pero no todos los
ciudadanos estaban de acuerdo con aquella rígida tute­la moral.

Guerras útiles

El gobierno de Cromwell fue discutido. Pero él, que era mejor jefe
militar que go­bernante, supo crear las gue­rras necesarias para aumentar
su prestigio. Venció a los católicos irlandeses en 1649 tras una matanza
en la que murieron más de cuaren­ta mil personas, a los monárquicos
escoceses entre 1650 y 1651 y se enfrentó con éxito, en el conti­nente, a los
holandeses, los espa­ñoles y los franceses. Las victorias militares en el
exterior hacían per­donar sus acciones más dudosas en política interior.

A la muerte de Oliver Cromwell, los partidarios


de la monarquía no tardaron en restaurar a
Carlos II, primogénito del difunto Carlos I, en
el trono inglés.
Al mismo tiempo, el lord Pro­tector se mostró como un eficaz impulsor del
crecimiento econó­mico. El Acta de Navegación dictada en 1651, que
reservaba a las naves británicas la entrada en exclusiva a los puertos del
país, estaba destinada a convertir In­glaterra en una gran potencia co­lonial y
en la dominadora del co­mercio marítimo mundial.

Carlos II, primogénito de Carlos I, fue restaurado en el trono tras la muerte de


Cromwell. TERCEROS

Cromwell fue siempre secunda­do por sus partidarios puritanos y


especialmente por su familia, numerosa, discreta y leal, formada en la
doctrina calvinista. Su yerno, Henry Ireton, fue durante muchos años el
mejor colaborador de Cromwell, tanto en la guerra co­mo en la paz.

Cuando murió Oliver Cromwell, enfermo de fiebres palúdicas y


precozmente envejecido, su tercer hijo, Richard, ocupó su puesto en el
gobierno, con un respeto absoluto a los de­seos paternos, aunque con escasa
fortuna. Apenas dos años después del fallecimiento del lord Protector, no
les resultó difícil a los partidarios de Carlos II, primogénito del
ajusticiado Carlos I, traerle a In­glaterra y ayudarle a consolidar la
monarquía restaurada. Empezaban los treinta años de gobierno de los dos
últimos Estuardo (Carlos II y Jacobo II).

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