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Después de la Segunda Guerra Mundial, los juicios de Nuremberg juzgaron a los principales criminales nazis por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Doce nazis prominentes fueron sentenciados a muerte, aunque muchos otros criminales escaparon de la justicia. Los juicios establecieron un precedente importante al juzgar a individuos por crímenes contra la humanidad.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los juicios de Nuremberg juzgaron a los principales criminales nazis por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Doce nazis prominentes fueron sentenciados a muerte, aunque muchos otros criminales escaparon de la justicia. Los juicios establecieron un precedente importante al juzgar a individuos por crímenes contra la humanidad.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los juicios de Nuremberg juzgaron a los principales criminales nazis por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Doce nazis prominentes fueron sentenciados a muerte, aunque muchos otros criminales escaparon de la justicia. Los juicios establecieron un precedente importante al juzgar a individuos por crímenes contra la humanidad.
Nuremberg juicio al tercer Reich (Segunda guerra mundial)
Después de la guerra, algunos de
quienes eran responsables por los crímenes cometidos durante el Holocausto fueron llevados a juicio. Para realizar los juicios que tuvieron lugar en 1945 y 1946, se eligió Nuremberg en Alemania. Los jueces de las potencias aliadas (Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética y Estados Unidos) presidieron las audiencias de veintidós principales criminales nazis. Doce prominentes nazis fueron sentenciados a muerte. La mayoría de los acusados admitieron haber cometido los crímenes de los que se les acusaba, aunque la mayoría declaró que sencillamente seguían órdenes de una autoridad superior. Quienes estuvieron involucrados directamente en los asesinatos recibieron las sentencias más severas. Otras personas que desempeñaron papeles clave en el Holocausto, incluidos funcionarios gubernamentales de alto rango y ejecutivos empresariales que utilizaron a los prisioneros de los campos de concentración para realizar trabajos forzados, recibieron sentencias cortas o ningún tipo de castigo. La autoridad más alta de los nazis, la persona con mayor culpabilidad por el Holocausto, no estaba en los juicios. Adolf Hitler se había suicidado durante los últimos días de la guerra, al igual que lo hicieron varios de sus asistentes más cercanos. Muchos otros criminales nunca fueron a juicio. Algunos huyeron de Alemania al extranjero y varios cientos llegaron a Estados Unidos. Para poder capturar a los jerarcas del Tercer Reich y sentarlos en el banquillo, el ejército estadounidense había puesto en marcha una operación cuyo nombre en clave fue Operación Mondorf. Una de las trabas más importantes para que los juicios pudieran llevarse a cabo con plenas garantías fue que los acusados debían ser juzgados según las leyes de los países en los cuales habían perpetrado los hechos delictivos. A tal fin, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética finalmente se erigieron como jueces y moderadores en representación del resto de países perjudicados. A las 14 horas y 50 minutos del 1 de octubre de 1946 comenzó la última sesión en los Juicios de Núremberg, un proceso que dirimiría la culpabilidad o la inocencia de los altos cargos de la Alemania nazi difamados por los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando el tribunal entró en la sala, las luces se atenuaron para que la prensa no pudiera fotografiar a los acusados a la hora de oír la sentencia. Éstos, a pesar de que sabían que el tribunal había aceptado por completo los argumentos de la fiscalía, albergaban la esperanza de una condena asumible. Situados uno junto al otro, y con los auriculares obligatoriamente colocados, los acusados fueron oyendo el veredicto, cuya lectura duró cuatro minutos. Tras conocer cuál había sido su suerte, los condenados volvieron a ser conducidos a su celda, a excepción de los que habían sido absueltos, que se quedaron en la sala. Los juicios a los nazis continuaron en Alemania y en otros países. Simón Wiesenthal, un cazador de nazis, ubicó a Adolf Eichmann en Argentina. Eichmann, que había ayudado en la planificación y la realización de las deportaciones de millones de judíos, fue llevado a juicio a Israel. El testimonio de los cientos de testigos, muchos de ellos sobrevivientes, fue seguido en todo el mundo. Eichmann fue hallado culpable y fue ejecutado en 1962.