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La insostenibilidad ambiental del modelo urbanístico

Viernes 20 de Enero de 2006

Fuente: La Verdad

La sostenibilidad del crecimiento tiene varios componentes que deben cumplirse


simultáneamente: el ambiental, el social, el económico y el institucional. Centrémonos en el
primero. La clave ambiental señala que hay que aumentar la actividad económica
disminuyendo el uso y la explotación de los recursos naturales. En el caso murciano la
respuesta es inequívoca: el crecimiento económico por el cual se apuesta, al basarse en el
sobreconsumo del territorio, un recurso que es limitado, supondrá un grave impacto en una
parte sustancial de los recursos naturales y la biodiversidad murciana. Veamos algunos
ejemplos:

I) El consumo de agua, algo obvio. Este consumo es dependiente del tipo de urbanizaciones
por las que se opte y corresponde al modelo difuso de baja densidad con campos de golf, el
máximo de este gasto por vivienda. Es el límite al crecimiento más evidente para la ciudadanía,
sobre todo si no se quiere recurrir a los costes de oportunidad con respecto al sector agrícola,
es decir desarrollar urbanizaciones a costa de disminuir la agricultura.

II) El paisaje. La banalización del paisaje es problema grave y no sólo por la masificación urbana
y la arquitectura trivial. No nos engañemos, los campos de golf, por ejemplo, son para el
paisaje lo que para la alimentación es el azúcar, estamos preadaptados a que nos guste, pero
el abuso es sinónimo de enfermedad grave y una muestra de cierta incultura.

III) La biodiversidad. La profusión de espacios urbanizados lleva consigo tres procesos


degradativos: una pérdida de la biodiversidad al urbanizar terrenos ricos en la misma (espacios
protegidos desclasificados por el gobierno regional: mas de 15.000 hectáreas, algo insólito en
toda Europa) o terrenos importantes en su ciclo vital (zonas de alimentación o cría situadas en
las periferias de los espacios). Otro proceso degradativo es el aislamiento de los espacios
protegidos, producido por las autovías y, especialmente, las urbanizaciones que bordean el
perímetro de los principales espacios naturales como Carrascoy o Sierra Espuña. Y un tercer
proceso vendrá del aumento de riesgos ambientales, principalmente incendios forestales por
una mayor irrupción humana y más tendidos eléctricos. También habrá una degradación de
base por impactos de difusión (vertidos, ruidos y contaminación lumínica, etc.). El Mar Menor
será el primer espacio que se saturará y degradará globalmente, una laguna litoral que
constituye uno de los bienes ecológicos más importantes que tenemos los murcianos y que
nos empeñamos estúpidamente en malgastar.

IV) El cambio climático. El transporte y el consumo doméstico suponen más del 50% de la
producción de gases invernadero. La hiperactividad económica y el modelo de urbanización
masiva y dispersa llevan asociados unas exigencias en gasto energético en transporte y
producción de insumos que dificultará gravemente el cumplimiento de nuestra parte alícuota
en los compromisos de Kyoto. Los murcianos seremos más corresponsables del cambio
climático global. Nuestra huella ecológica se disparará.

Europa tiene su carta de Ordenación del Territorio, en la que se habla de democracia,


globalidad, funcionalidad y prospectiva, todo de lo que adolece nuestro modelo. Por mucho
que busquemos en esa carta no encontraremos que lo relevante sea quién está detrás de los

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proyectos urbanísticos, como ocurre aquí. Los poderes públicos murcianos han transformado
la Carta Europea de la Ordenación del Territorio en una Ordenación del Territorio a la Carta,
con convenios urbanísticos con nombres y apellidos. La plutocracia murciana, la confusión
entre el poder político y el económico, está servida, como ya se ha denunciado desde muchas
esferas y en otras materias. Precisamos de una mayor racionalidad ambiental para lo que
hemos de reducir la oferta de urbanizables en un orden de magnitud (crecer sí pero menos y
mas sosteniblemente), abandonar la estrategia de debilitamiento de la conservación de la
naturaleza auspiciada por la administración regional, mejorar la financiación municipal desde
los presupuestos del Estado, aprobar una nueva legislación básica sobre el suelo, cambiar el
tratamiento fiscal de las segundas residencias y de los terrenos protegidos y realizar una
apuesta decidida por la persecución penal de todos los actores de la corrupción urbanística. La
Murcia en la que hemos crecido nos la están matando con ladrillos chapados en algo de oro y
mucha purpurina; con ella todos moriremos un poco, como le ocurrirá a nuestra calidad de
vida. Yo, como tantos otros, no me resigno: los paisajes murcianos no son un solar. Murcia no
se vende.

Miguel Ángel Esteve es profesor de Ecología de la Universidad de Murcia.

Incendios forestales y la promoción de la expansión agrícola son dos temas que preocupan en
Bolivia.

La minería impulsada por las cooperativas, así como la presión en áreas naturales protegidas
también están en la agenda del 2021.

La agenda ambiental de Bolivia para el 2021 tiene como uno de sus principales desafíos
enfrentar los incendios forestales que en los últimos dos años destruyeron alrededor de 10
millones de hectáreas de bosques en el país. El reto es mayor si se tiene en cuenta que, según
los investigadores, las sequías serán cada año más graves. Otro tema que preocupa a expertos
consultados por Mongabay Latam es la expansión agrícola y ganadera asociada con estos
incendios, pues el avance de estas industrias se está dando, principalmente, sobre áreas
arrasadas por estos desastres. La minería y las obras de infraestructura que afectan áreas
protegidas serán parte también del debate público.

Incendios forestales y la protección de los bosques.

Un promedio de 4 millones de hectáreas al año se ha quemado en Bolivia entre el 2001 y el


2019, según un análisis realizado por la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN). El año 2010
casi se llegó a los 10 millones de hectáreas arrasadas, mientras que en el 2019 se superaron los
6 millones de hectáreas. Las cifras demuestran que los incendios forestales se han convertido
en uno de

“El gobierno necesita implementar leyes para frenar los incendios y las actividades ilegales,
dice Marlene Quintanilla, directora de investigación y gestión del conocimiento de FAN, quien
considera que la raíz de estos problemas radica en la legislación, es decir, en las cuestionadas
normas que impulsan la agroindustria.

“No son casuales los incendios. Dentro del plan de desarrollo nacional está el crecimiento de
10 millones de hectáreas”, agrega Jenny Gruenberger, asesora estratégica de la Liga de
Defensa del Medio Ambiente (Lidema), una red nacional que agrupa a 19 instituciones que
impulsan la construcción de una agenda ambiental con nueve puntos prioritarios para la
década 2020-2030. Recientemente, Lidema presentó esta agenda ante el Congreso de la

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República y, hasta el momento, ha sumado a su proyecto más de 140 instituciones de la
sociedad civil, medios de comunicación, colegios de profesionales e instituciones académicas.

Gruenberger precisa que Bolivia tiene leyes que favorecen la conservación de los bosques, sin
embargo, es el país con el mayor índice de emisión de gases de efecto invernadero per cápita,
debido a lo que está sucediendo en los bosques. “La quema de bosques está afectando los ojos
de agua y también vivimos una sequía muy fuerte que ocasiona fenómenos climáticos locales”.

La asesora de Lidema precisa que Bolivia es visto como un país agrícola y se considera los
bosques como un estorbo. “Se deben buscar alternativas basadas en mantener los bosques en
pie. Bolivia es el país más amazónico de la región pues nuestra Amazonía es grande en relación
con el tamaño de nuestro territorio”.

María Teresa Vargas, directora ejecutiva de la Fundación Natura Bolivia, comenta que hay más
de nueve normas que facilitan el cambio de uso de suelo y que los incendios son una respuesta
a estas políticas. “Desde los perdonazos, que son leyes que perdonan la deforestación en lugar
de cobrar las multas hasta las leyes que facilitan el cambio de uso de suelo. Si Bolivia quiere
acceder a los fondos verdes debe tener un compromiso serio con sus bosques”, agrega Vargas,
cuya institución actualmente lidera una propuesta para recuperar el bosque seco Chiquitano.

Durante los incendios forestales de 2019, la Chiquitanía fue el ecosistema más afectado en
Bolivia con 5.7 millones de hectáreas devastadas. En el 2020 perdió también más de 2.3
millones de hectáreas. El desastre afectó además la vida de las familias que viven cerca de
estos lugares. “Es un primer experimento de recuperación temprana vinculando a
comunidades y la protección del acceso al agua. La comunidad se compromete a proteger un
número determinado de hectáreas de bosque”, explica Vargas sobre el proyecto que lidera
Natura en cuatro comunidades de la Chiquitanía, con apoyo del Programa De Las Naciones
Unidas Para El Desarrollo (PNUD) y la agencia coreana de cooperación.

La protección de los bosques se realiza a cambio de incentivos productivos amigables con el


ambiente o proyectos del fortalecimiento de sus medios de vida. La protección de estas tierras
también significa la conservación de las fuentes de agua, explica Vargas.

 Bolivia tiene una agenda ambiental muy difícil para el 2023. La deforestación avanza a
pasos rápidos dejando bosques sin árboles.
 Existen quejas por el uso del mercurio en la explotación de oro y los pueblos indígenas
de la Amazonía boliviana intentan frenar el daño dentro de sus territorios.
 Las sequías golpearon duramente a muchos municipios de Bolivia en el 2022, mientras
el Gobierno ha anunciado un plan para atacar el problema este año.

Detener la deforestación sigue siendo el mayor reto ambiental de Bolivia. En 2021 y 2022, la
pérdida de bosque por año estuvo por encima de las 250 mil hectáreas, según Marlene
Quintanilla, experta de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) de Bolivia. Las causas
principales son las mismas de siempre: el avance de la frontera agrícola y la ganadería, dos

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actividades señaladas como las responsables de que los árboles sigan cayendo como piezas de
dominó. A ello se suma ahora la urgencia de detener las invasiones o avasallamientos en áreas
protegidas nacionales, regionales y privadas, lo que para algunos expertos es una meta muy
difícil de cumplir.

Los retos ambientales de Bolivia son muchos y son más complicados de resolverlos cada año
que pasa. A la agenda ambiental de este año hay que añadir la falta de estrategias para reducir
la minería aluvial y evitar la contaminación de ríos amazónicos. La búsqueda de oro en
reservas naturales está afectando a los pueblos indígenas que habitan en la Amazonía
boliviana, pero también genera la presencia de otros delitos en varias zonas, como el
narcotráfico y la trata de personas.

En el departamento de Santa Cruz, las


colonias menonitas y la incursión ganadera hace avanzar los procesos de deforestación. Foto:
Edwin Caballero.

Pero no solo la minería representa un problema para las reservas, también lo son los proyectos
de exploración de hidrocarburos impulsados por el gobierno. Por ello, los expertos plantean
como un desafío el mejorar el plan de manejo de las áreas protegidas bolivianas. Estas han
sido duramente golpeadas por las actividades extractivas pero también por los incendios y
sequías que aparecen al final de cada año, y hasta hoy no hay una respuesta adecuada a estos
desastres que afectan a diversos ecosistemas y territorios indígenas.

Estos son los desafíos ambientales de Bolivia para el 2023.

La pérdida de bosques: un problema por solucionar

La deforestación de los bosques bolivianos empeora cada año que pasa. En 2021, la pérdida
alcanzó las 268 mil hectáreas a nivel nacional. Esa cifra está lejos de los registros históricos
que, en promedio, oscilaban entre 170 mil a 200 mil hectáreas, hasta el 2015. El registro del
año pasado está más cerca a la media anual reciente que ronda las 300 mil hectáreas, según
un estudio de la Fundación Tierra, una organización que tiene como tema central el desarrollo
rural sostenible y que presta especial atención a la población indígena, originaria y campesina.

Los altos niveles de deforestación anual han tenido correspondencia directa con la expansión
de la agricultura mecanizada que avanza sobre los bosques tropicales de Bolivia,
particularmente en el departamento de Santa Cruz. El boom mundial de la soya fue
determinante para la consolidación de la llamada Zona Agroindustrial de Santa Cruz: un área
triangular de cerca de 2,7 millones de hectáreas.

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“En algo más de tres décadas, esta zona fue desmontada, puesta en producción para cultivos
comerciales y actualmente el 85 % está deforestada. Es decir, además de concentrar la mayor
parte de la deforestación histórica de Bolivia, esta zona se constituye en el corazón de las
actuales brechas de expansión de nuevos desmontes (deforestación)”, detalló Gonzalo Colque,
investigador de la Fundación Tierra.

En el municipio de Cuatro Cañadas,


en Santa Cruz, la comunidad San Miguelito se vio afectada por la pérdida de bosque debido a
la mano menonita. Foto: Edwin Caballero.

Esa misma percepción la tiene Óscar Campanini, director del Centro de Documentación e
Información Bolivia (Cedib), para quien el cultivo de soya y maíz asociado a la crianza de
ganado son responsables de la acelerada expansión de la frontera agrícola y ganadera.

“En 2021 y 2022, Bolivia se ha mantenido como uno de los principales países con altos niveles
de deforestación. La ausencia de medidas de parte del Gobierno ratifica su apoyo al modelo
del agronegocio. Cabe además destacar que la legalización de eventos transgénicos sigue
siendo y, de forma cada vez más persistente, una demanda del sector agroindustrial al cual
progresivamente cede el Gobierno”, recalcó Campanini en una entrevista con Mongabay
Latam.

Todo apunta a que la deforestación seguirá aumentando. En una investigación reciente de la


Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) se indica que, entre 1986 y 2019, la pérdida de
cobertura boscosa en Bolivia alcanzó la cifra de 6 922 000 hectáreas de bosque, extensión que
coincide con la expansión del territorio destinado a cultivos y pastizales. En el mismo periodo,
la actividad agroindustrial —especialmente soya— y ganadera se incrementó en un 229 % en
el país, pasando de ocupar 2 120 430 hectáreas a 6 974 510 en todo Bolivia.

El Chaco boliviano también sufre por la pérdida de


su bosque. Los menonitas derriban árboles para instalar sus negocios. Foto: Iván Paredes.

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Por ello, Rosa Leny Cuéllar, directora técnica de la Fundación para la Conservación del Bosque
Chiquitano (FCBC), menciona que “el principal reto que tiene Bolivia es reducir la masiva tasa
de deforestación por la expansión descontrolada de la agroindustria y la ganadería. Bolivia
durante 2021 tuvo el tercer lugar global de deforestación absoluta y el primer lugar de tasa de
deforestación per cápita”, expresó Cuéllar a este medio. La experta señaló, además, que detrás
de la tala de bosques hay intereses económicos que favorecen a unos pocos y afectan a
millones de bolivianos.

Mongabay Latam solicitó una entrevista al viceministro de Medio Ambiente, Magin Herrera,
sobre los retos que tiene Bolivia para 2023, pero sobre el tema de la deforestación, la
autoridad solo respondió que existen estrategias para evitar la tala de árboles sobre todo en la
Amazonía.

Los últimos años la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT),
entidad encargada de sancionar la deforestación ilegal, ha emitido miles de infracciones por
faltas ambientales y forestales. De hecho, en los últimos seis años 6463 procesos
administrativos fueron iniciados a nivel nacional, de los cuales el 62 % (4003) corresponden a
infracciones por desmontes ilegales y quemas ilegales.

La multa boliviana por tala ilegal no es efectiva porque es la más baja a nivel sudamericano y
—lo que ha sido cuestionado— las infracciones históricas desde 1996 en adelante fueron
condonadas. Actualmente las multas se calculan sobre la base de 0.20 centavos de dólar
estadounidense por hectárea deforestada.

Un solo árbol quedó de pie en el paso


de maquinaria en la colonia menonita Cuarirenda, en el Chaco boliviano. Foto: Iván Paredes.

Contaminación de ríos y riesgos para los pueblos indígenas

Tres de cada diez pobladores indígenas que viven en zonas de influencia de proyectos mineros
auríferos en el norte del departamento de La Paz tienen en promedio niveles de
contaminación por mercurio que triplican el límite máximo permitido, según un estudio de la
Central de Pueblos Indígenas de La Paz. El uso de mercurio en las puertas de la Amazonía no
tiene piedad. Los ríos están contaminados y de a pocos la actividad minera ingresa a áreas
protegidas.

Las organizaciones indígenas se reunieron en la Amazonía boliviana y convocaron al Gobierno,


a comienzos de diciembre del 2022, a poner un alto a la contaminación de los ríos producto de
la actividad minera, en muchos casos realizada de manera ilegal. Según la investigación de la

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Central de Pueblos Indígenas de La Paz, 27 comunidades indígenas están afectadas por la
contaminación por el mercurio: los esse ejja, los mosetenes, los uchupiamonas, los tacanas y
los lecos son los pueblos indígenas más impactados por la búsqueda desesperada de oro.

“Las empresas y las cooperativas están destruyendo nuestro territorio. Nuestros niños están
afectados por la contaminación por mercurio y no tenemos una respuesta del Gobierno.
Queremos hacer conocer al mundo que estamos en la lucha por los territorios, la Amazonía y
los pueblos indígenas. Ya no queremos más los ríos contaminados con mercurio, no queremos
más pescado con mercurio, no queremos más atropello a los derechos de los pueblos
indígenas”, reclamó Miriam Pariamo, vicepresidenta de la Confederación Nacional de Mujeres
Indígenas de Bolivia (Cnamib).

Las dragas operan en el norte de La Paz extrayendo


oro y contaminando los ríos que desembocan en la Amazonia. Foto: Iván Paredes.

La extracción de oro en Bolivia está controlada en su mayoría por los cooperativistas mineros,
por la minería aluvial de oro y con alta predominancia en el norte del departamento La Paz.
Esta minería está generando una alta presión sobre áreas protegidas en esta región con altos
impactos sobre el medio ambiente y la salud. Estos ríos desembocan en la Amazonía y esas
aguas cargadas de mercurio afectan las comunidades indígenas.

“El lidiar con esta presión del sector cooperativista, con la alta relevancia que está teniendo el
oro en las exportaciones y con los impactos y preocupación que generan en la población será
el primer reto que tiene Bolivia para 2023”, alertó Campanini.

La senadora Cecilia Requena, de Comunidad Ciudadana (CC), quien es también una activista
ambientalista, calificó como un “descontrol” lo que sucede con la actividad minera en la puerta
del parque nacional Madidi. La autoridad sugirió como un reto para 2023 implementar nuevas
leyes que controlen la exploración de oro en zonas protegidas.

Las comunidades indígenas de la Amazonia


boliviana están afectadas por la incursión minera. El extractivismo afecta sus ríos. Foto: Iván
Paredes.

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“Hay un descontrol de las actividades extractivas mineras, especialmente, pero no únicamente
la del oro en la cuenca amazónica. Estas actividades implican contaminación de ríos con
mercurio y otros metales pesados, deforestación, desaparición de vida silvestre, etnocidio,
trata y tráfico, articulación con otras economías ilegales, como la del narcotráfico, destrucción
de las áreas protegidas —incluyendo las zonas más frágiles—, construcción de caminos y
comunidades en zonas de protección estricta. La rezonificación se ha vuelto un arma para
facilitar la violación ampliada de derechos de poblaciones locales y de la población en general”,
afirmó Requena a Mongabay Latam.

Ruth Alipaz Cuqui, lideresa indígena uchupiamona, explicó que para los pueblos indígenas los
retos en materia ambiental tienen que ver con la preservación de su existencia y territorios.
Ahí incluye la actividad extractiva con severos impactos de despojo y contaminación de sus
medios de vida como el agua y los suelos.

“Hay [una] consecuente destrucción de territorios indígenas, áreas protegidas, ríos, suelos,
aire y alimentos. Lo que pasa en mi pueblo, con la mortal actividad minera, es una muestra de
que no hay control estatal”, denunció Alipaz Cuqui.

La urgencia de salvaguardar las áreas protegidas

Bolivia tiene 22 áreas protegidas de interés nacional, que en conjunto suman unas 17 millones
de hectáreas. A estas se añaden otras 25 áreas protegidas departamentales, con 5 millones de
hectáreas, y 83 áreas protegidas municipales, con 2 millones de hectáreas. En total, las 130
áreas protegidas representan el 25 % del territorio boliviano.

La Constitución Política del Estado de Bolivia, aprobada en 2009, en su artículo 385 establece
como área protegida un bien común que forma parte del patrimonio natural y cultural del país,
y que cumple funciones ambientales, culturales, sociales y económicas para el desarrollo
sustentable. La normativa exige un cuidado extremo en estas zonas. Eso no sucede y es un
problema que Bolivia viene arrastrando hace años.

Las áreas protegidas fueron penetradas por actividades ilegales y algunas incluso con
proyectos de hidrocarburos con el permiso del Estado. Cuéllar alertó que se debe mejorar
significativamente la gestión de las áreas protegidas con el fin de evitar la exploración y
explotación minera e hidrocarburífera, los avasallamientos o invasiones y las actividades ilícitas
como el narcotráfico, la cacería ilegal y la extracción de maderas.

“Se tiene que mejorar el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP). Existe exploración y
explotación tanto minera como hidrocarburífera y eso se debe evitar. Las áreas protegidas en
Bolivia están muy desprotegidas, ya que ingresan a cometer delitos y dañan esas reservas”,
lamentó Cuéllar.

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Los incendios no paran a finales de cada año. El
Gobierno se refuerza con la adquisición de helicópteros cisternas para contener el fuego. Foto:
Ministerio de Defensa de Bolivia.

Tariquía es el último ejemplo del ingreso de empresas petroleras a áreas protegidas para
explorar hidrocarburos. Esta área protegida está al sur de Bolivia, en el departamento de
Tarija, y ahí las comunidades indígenas y campesinas llevan años tratando de que su territorio
no se vea afectado por la actividad petrolera. Por ahora esa batalla la va ganando el Gobierno.
La maquinaria ya ingresó a la reserva para abrir caminos. Además, existe una ley que permite
la exploración en áreas protegidas.

“No sabemos cómo vamos a detenerlos para que no entren. Usted sabe que el Gobierno tiene
tanto poder y no hace caso a las organizaciones sociales, no respeta las decisiones de las bases.
No respeta lo que piden las comunidades, los pueblos indígenas. Tariquía está en riesgo”,
lamentó Paola Gareca, ejecutiva de la Subcentral de Tariquía.

Son tres las zonas establecidas dentro de la reserva de Tariquía que son parte del proyecto
de hidrocarburos: Astillero, Churumas y San Telmo. Campanini aseguró que en la zona de
Astillero los trabajos de exploración hidrocarburífera ya se iniciaron. “Es una zona de muy
difícil acceso, donde no hay muchas comunidades y la conexión es muy limitada, entonces han
ingresado por ahí”, dijo.

Alex Villca, vocero de la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios


Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap), pone como reto importante el freno a actividades
extractivas en las áreas protegidas. Cita ejemplos de Tariquía, el Territorio Indígena Parque
Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) y el parque nacional Madidi, donde existe la intención de
reactivar el proyecto hidroeléctrico Chepete-El Bala.

Los bomberos voluntarios luchan para acabar


con los incendios en el oriente boliviano. Estos expertos no tienen muchas herramientas para
combatir el fuego. Foto: Ministerio de Defensa de Bolivia.

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“Se debe frenar o detener el avance de la política hidrocarburífera sobre territorios indígenas y
áreas protegidas. Ahí está el caso de Tariquia, el parque Aguaragüe, Madidi, Pilón Lajas. Estas
son áreas protegidas donde el Gobierno aceptó que haya política extractiva afectando a
nuestros territorios, a nuestras familias”, cuestionó Villca.

Los guardaparques son quienes cuidan las áreas protegidas. No tienen las mejores condiciones
para trabajar, pero aun así hacen lo posible, señalaron algunos de los expertos entrevistados
para este artículo. Hace 15 años se les quitó el seguro de vida y no hay voluntad en reponer el
beneficio.

“Todo el sistema nacional de áreas protegidas viene enfrentando una situación absolutamente
crítica, y los guardaparques estamos al medio de ese conflicto, de esa crisis. Son amenazas
externas, son amenazas que están relacionadas al propio debilitamiento institucional del
Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) por la escasez de recursos para realizar los
operativos y las necesidades que se afrontan en cada área protegida”, afirmó Marcos
Uzquiano, jefe de Protección de la Reserva de la Biósfera Estación del Beni.

El director del Sernap, Teodoro Mamani, se excusó de hablar con este medio sobre la gestión
y los retos que tiene para 2023.

La fiebre del oro terminó con algunos ríos


del norte de La Paz. Las corrientes fueron obligadas a desviarse por la incursión minera. Foto:
Iván Paredes.

Sequías, ¿una solución a la vista?

Bolivia registra intensas olas de calor —sobre todo en el oriente y Chaco— y sequías que
suponen una amenaza para la agricultura, el ambiente y la salud de las personas. La falta de
lluvias provoca pérdidas de cultivos en siete departamentos del país. Los expertos ponen en la
mesa este reto: proteger y recuperar acuíferos en zonas afectadas.

“Se debe afrontar la situación crítica de sequía y reducción significativa de las fuentes de agua
tanto del altiplano como en las tierras bajas del Chaco y la Chiquitanía. Esto se debe hacer
mediante iniciativas de protección y recuperación de acuíferos”, destacó Cuéllar, de la FBCB.

El viceministro de Medio Ambiente, Magín Herrera López, informó que el Gobierno, a la fecha,
registró 80 municipios que son afectados por la sequía. “En dos semanas se elevó de una
manera muy alarmante, estábamos como 30 municipios que demandaban ayuda.
Posteriormente eran 55 municipios y ahora tenemos 80 municipios que han registrado sequías

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y eso tiene que pasar a la categoría de sequía agrícola y pecuaria”, relató la autoridad el
pasado 9 de diciembre.

Para este punto, el Gobierno ha diseñado una estrategia para combatir las sequías en 2023.
Herrera explicó que desde finales del 2022 y hacia el futuro se ejecutará el Plan Plurinacional
de Respuesta Inmediata a la Sequía para combatir los embates de este fenómeno. La primera
etapa del plan se implementó hasta el 31 de diciembre del año pasado, con la provisión de
agua para consumo humano, para riego y ganadería, y para consumo animal con una inversión
inmediata de Bs 27 217 988, que es un aproximado de 3 942 000 dólares americanos.

El río Kaka, en el norte de La Paz, es


uno de los más afectados por la búsqueda de oro. Empresas chinas instalan sus dragas. Foto:
Iván Paredes.

Luego, se ejecutarán otras etapas en 2023 y tienen la idea de mitigar la sequía en varias zonas.
En este proyecto se incorpora la entrega de semillas y fertilizantes para que los productores
afectados puedan reactivar sus cultivos, pero también existe un plan de transporte de agua en
cisternas y búsqueda de ojos de agua. En total se ejecutaron 17 672 millones de dólares.

En los cerros del altiplano boliviano los comuneros se reúnen para rezar de rodillas. Piden
mirando al cielo lluvias. Su ganado, sus cultivos y sus familias están afectadas. Lo mismo
sucede en el oriente boliviano. Los suelos están rajados y es posible ver animales en el suelo
sin vida. El Chaco boliviano tiene el mismo problema.

“Las semanas pasadas han probado que la alta variabilidad climática y su asociación a los
efectos del Niño o la Niña tienen cada vez más intensos impactos sobre Bolivia. Este año
[2022] se ha observado la demora en las lluvias y hasta la fecha una baja precipitación pluvial,
otras formas de manifestación de estas variaciones pueden ser eventos climáticos extremos
con altos impactos (inundaciones, sequías, granizadas heladas, etc.). La falta de acciones o la
falta de eficacia de parte de Gobierno para enfrentar estos cambios convertirán seguramente
este también en un gran reto del 2023”, destacó Campanini.

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Las dragas de empresas chinas están
instaladas en la mayoría de los ríos amazónicos de Bolivia. Foto: Iván Paredes.

Asentamientos y violencia por tráfico de tierras

Uno de los desafíos del Gobierno de Luis Arce es lograr que la tierra sea usada de manera
sostenible, que se preserven los bosques y que permita una producción eficiente. Este reto
estaba trazado al inicio de su gestión, en noviembre de 2020, pero todavía está lejos de ser
una realidad, ya que se requiere la actualización de normativas para evitar los avasallamientos.
Las leyes existen, pero, para los expertos, deberían ser más severas para castigar a quienes
invaden áreas protegidas y tierras fiscales. En este último tiempo se dieron casos de invasores
que se asentaron en áreas protegidas o tierras privadas o fiscales y agredieron a policías y
periodistas.

El caso más complicado sucedió en la provincia Guarayos, en el departamento de Santa Cruz,


donde un grupo de avasalladores tomaron predios privados. Los comuneros denunciaron que
estos invasores están armados e identificaron al menos 30 grupos que están tras las invasiones
a tierras privadas.

“No se podía llegar a las propiedades, la carretera, que es la manera más fácil de llegar, estaba
trancada. Uno podía esperar que con la presencia policial disminuyan los asentamientos, pero,
al contrario, estaban más agresivos (los avasalladores) y llevaron adelante medidas de
presión”, relató Ruddy Trep, uno de los propietarios de una finca en Guarayos.

En este caso hubo operativos para que los grupos de invasores desalojen las áreas y se arrestó
al menos a 30 personas, quienes ahora están con detención preventiva en cárceles de Santa
Cruz. Situaciones similares ocurren en otras zonas, incluso llegando a invadir áreas protegidas
como la del Bajo Paraguá, en Santa Cruz.

Una draga china quedó como chatarra en el río Kaka,


en el norte de La Paz. Esta embarcación contamina el afluente. Foto: Iván Paredes.

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“Un reto importante es frenar o detener los distintos avasallamientos que están perpetrados
por grupos afines al Gobierno, que son los llamados interculturales”, denunció Villca.

En la misma línea, Gonzalo Colque, de la Fundación Tierra, explicó que existen grupos de
campesinos afines al partido de Gobierno que exigen la titulación de sus tierras y que entre
ellos hay dirigentes dedicados al tráfico de tierras, quienes inicialmente crearon comunidades
compuestas por “palos blancos” para después vender esas tierras a particulares.

“Lo que quiero decir es que de por medio hay gente que ha traficado y trafica la tierra y está
peleando por la legalización de estas propiedades”, explicó el investigador.

Según Colque, desde que empezó la etapa de autorización de asentamientos humanos en el


oriente de Bolivia, durante el Gobierno de Evo Morales, las personas dedicadas al tráfico de
tierras acceden a información técnica del INRA, por tanto, en función a esos datos, conocen
con precisión las tierras fiscales disponibles adonde acuden para asentarse formando
comunidades.

Imagen principal: Frenar la deforestación en Bolivia es uno de los retos principales para este
2023. La ampliación de frontera agrícola obliga al derribo de árboles. Foto: Edwin Caballero.

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