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Además de una mayor coordinación entre las políticas sobre los bosques, la agricultura, la
alimentación, el uso de la tierra y el desarrollo rural, podemos poner en marcha
programas de educación forestal para crear conciencia en los pobladores del lugar para
aprender a cuidar un recurso natural que siendo bien manejado tiene mucho potencial
económico y social.
El ordenamiento del territorio proporciona un marco estratégico para equilibrar los usos
de la tierra a escala nacional, subnacional y territorial. Con esto, se garantiza la legitimidad
de los planes relativos al uso de la tierra y se obtiene la aceptación de los seres humanos
para edificar y construir en forma sustentable.
A su vez, es importante disponer de marcos jurídicos trasparente que rijan el cambio del
uso de la tierra. En particular, sistemas seguros de tenencia de la tierra que reconozcan los
derechos consuetudinarios tradicionales para hacer uso de la tierra y de los productos
forestales.
En las zonas donde la agricultura comercial a gran escala constituye el principal factor del
cambio del uso de la tierra, es necesaria una regulación eficaz para este cambio, con
salvaguardias sociales y medioambientales apropiadas.
Las iniciativas como los sistemas de certificación voluntarios y los compromisos para la
eliminación total de la deforestación, también tienen un efecto positivo sobre los bosques.
Muchos de los incendios son intencionales y la gran mayoría son provocados por el
hombre, por descuido o negligencia. Saber cómo evitar incendios es fundamental para
disfrutar la naturaleza y para que otras personas también puedan disfrutarla.
Otro tipo de ecosistemas forestales es posible, potenciados por una nueva política forestal
y rural en donde haya una propiedad comunal en la que la población se beneficie de los
bosques y de la misma manera se encargue de su cuidado, preservación y crecimiento.
Para evitar que se generen estos grandes incendios es importante tener personal
capacitado dentro de la misma comunidad para el control de las actividades en los
bosques, y es imprescindible que los beneficios que generan los ecosistemas forestales
recaigan sobre los habitantes de estas comunidades de forma directa.
Creando masas autóctonas más estables y diversas no solo se favorece la expansión de los
bosques sino el ciclo del agua. Estas masas se pueden potenciar con robles y encinas,
creando mosaicos y aumentando la madurez de los bosques. Al introducirlos se les puede
ir mezclando con pinos y eucaliptos con la idea de ir sustituyéndolos.
Por último, se deben planificar espacios protegidos o de mayor valor ecológico, de una
forma diferencial. Es decir, asignar como áreas resguardadas aquellos lugares con
especies, y ecosistemas que la sociedad ha considerado importante conservar.