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CAMBIA TODO CAMBIA

Cambia lo superficial. Cambia también lo profundo. Cambia el modo de pensar. Cambia todo
en este mundo…Cambia, todo cambia…” breve extracto de una canción latinoamericana muy
famosa de la canta autora Mercedes Sosa.

Y así es, nada permanece para siempre en este mundo. Cambian las estaciones del año.
Cambian las personas. Cambian nuestros vínculos.

Cambian nuestras situaciones económicas y nuestros entornos laborales. Los hijos cambian, los
amigos cambian y los poderes políticos no dejan de cambiar año tras año, ciclo tras ciclo.

Respondemos a estos cambios con mayor o menor adaptación, pero siempre teniendo
conciencia de lo vulnerables que estamos frente a la realidad de la vida.

Lo que al comenzar este año era de cierta manera, quizá doce meses después, al terminarlo, ha
cambiado. Cosas que estaban ya no están, o las que no teníamos las alcanzamos.

Planes frustrados o metas logradas. Saltos hacia nuevos logros o caídas abruptas que no
esperamos tener. Pero en medio de este mundo en movimiento, Dios dice de sí mismo que
“Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con
el cual no hay cambio ni sombra de variación” y más allá de nuestros cambios y de nuestras
infidelidades “Él sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo”.

Ni siquiera nuestras fallas cambian su esencia. Ni nuestras rebeldías tuercen su misericordia y


su amor porque ÉL FUE, ES Y SEGUIRÁ SIENDO eternamente fiel ya que esa es su esencia.

No puede negarse a sí mismo. Esta seguridad nos motiva a ser inteligentes y espirituales para
elegir en dónde o mejor dicho en QUIÉN depositar toda nuestra confianza.

Transcurrimos todo un año variando opciones en las cuales confiar; pero Dios te invita a que
antes que todas las otras cosas posibles, sitúes absolutamente tu confianza en el Dios eterno por
los siglos de los siglos y en Quien no hay ni siquiera una sombra de variación.
En Él está nuestra seguridad y nuestra firmeza. Todo puede pasar, pero Él no pasa. Es fiel y te
invita a depositar el cheque de tu vida en el banco de Su Cielo.

PENSAMIENTO DEL DÍA:


Estos cielos y esta tierra pasarán; pero ni Dios ni Su Palabra tienen fecha de vencimiento.

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ENTRE TÚ Y DIOS
Nuestra más profunda soledad procede del hecho de que estamos sin Dios en este mundo.
Desde que las puertas del Paraíso se cerraron detrás de nosotros, hemos recorrido nuestros
caminos solos. Estamos solos en esta vida, y desde luego solos en la muerte.

En nuestras más profundas aflicciones no disponemos de refugio; no podemos ni siquiera


ayudarnos mutuamente cuando nos golpea el gran enemigo, la muerte. Pero por gracia, hay
también otra clase de soledad, la soledad del aposento, donde el hijo de Dios experimenta la
comunión secreta con Dios en oración. Esta soledad es preferible a toda la amistad del mundo.

Aún si en el aposento experimentamos cuán miserables somos a los ojos de Dios, sigue siendo,
con todo, el mejor lugar que el hombre puede encontrar.

En los días en que Cristo anduvo sobre la tierra, había mucho desconocimiento sobre la
oración secreta. Desde luego, la gente oraba; los fariseos aún oraban en pie en las esquinas de
las calles. Pero esto era solo una exhibición que apuntaba a aquellos que los contemplaban. Sin
duda alguna, aquellos que veían orar a los fariseos pensaban bien de sus oraciones.

Pero los fariseos no comprendían que la oración es un asunto entre Dios y el alma a solas. La
verdadera oración consiste en una relación entre dos: Dios y el pecador.
«Mas tú —dijo Cristo— entra en tu aposento» (Mateo 6:6).

Esta es una lección que es preciso que aprendamos en nuestro tiempo. ¿De qué nos
aprovechará tener grandes dones de oración pública si no tenemos conocimiento de una
relación íntima con Dios?… Lo cierto es que, se trate de quien se trate, si no hemos aprendido
personalmente lo que es orar, tras la muerte nos encontraremos con un

Dios desconocido.
PENSAMIENTO DEL DÍA:
La verdadera oración consiste en una relación entre dos: Dios y el pecador.
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MÁS ALLÁ DE TUS FUERZAS

Muchas personas viven sus vidas intentando superarse más allá de sus
fuerzas, aspirando impactar a los demás, sobrepasando las demandas y las
exigencias que los demás propongan. De esta manera se autodisciplinan y
se exigen a sí mismos. Se entregan en una competencia con sus propias
pretensiones más allá de sus fuerzas. Están, por ejemplo, quienes quieren
ser las mejores madres o los mejores padres, quienes quieren tener la casa
más limpia, quienes pretenden que sus hijos sean los más exitosos y que
obtengan el mejor puntaje. Hasta en el plano ministerial se da el mismo
caso, al punto de servir a mis propias pretensiones dentro de la obra de
Dios que servir en verdad al Dios de la obra. Tal vez a ti esto te suene
loable, positivo, digno de imitar, pero en verdad lleva enmascarado un
grave peligro.

La Biblia es clara al decir que ninguno tenga más alto concepto de sí que el
que debe tener, sino que piense de sí con cordura. También invita a hacer
todo lo que esté al alcance de tu mano, pero según tus fuerzas. La
comparación, la competitividad que caracteriza a este siglo, el orgullo, la
vanidad y el egoísmo de querer mostrarse, muchas veces es la verdadera
motivación de cada uno de estos emprendimientos. Dios no te pide que
seas el mejor, tampoco que el conformismo y la mediocridad sea tu estilo
de vida. Dios pide tu corazón, pide que seas consciente de la medida de fe
que Dios repartió a cada uno, y que vivas de acuerdo a eso aceptando el
diseño de Dios para tu vida. Quizás hay cosas que no podrás hacer, pero sí
hay muchas que otros no puedan hacer y tú sí. Vive feliz con las
capacidades y los recursos que Dios te dio y disfruta de la vida.

Pensamiento del día: ¿Sirvo, en verdad, al Dios de la obra, o sirvo a mis


propias pretensiones dentro de la obra de Dios?

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EL FABRICANTE SABE

Es increíble el alcance al que puede llegar un conflicto internacional.


Basta mirar una breve reseña de lo que fue Europa desde el año 1914
hasta el 1945 para espantarnos. Dos guerras mundiales en un período
aproximado de treinta años. Todo el resultado fue destrucción, muerte y
genocidios.

Cuenta la historia que en el sótano de un edifico en Rusia, vivía una


familia de refugiados. Allí, en medio del desorden y el caos, reposaban los
restos de un arpa hermosa que nadie había logrado reparar. Una noche de
invierno, un vagabundo víctima de los despojos ocasionados por la guerra,
pidió asilo en dicho refugio. Fue hospedado como muchos otros en su
situación. Una de esas frías veladas los habitantes del edificio escucharon
un sonido armónico de cuerdas que venía desde el sótano. Grande fue la
sorpresa cuando encontraron a ese vagabundo tocando ese viejo arpa.
“Pero ¿cómo has podido arreglarla? ¡estaba destruida!” le dijeron los otros.
El vagabundo con una sonrisa respondió: “es mi arpa, yo la fabriqué hace
años, y cuando uno fabrica algo sabe cómo repararlo”.

Todo este mundo que habitamos sufre las roturas de una creación que
está cautiva desde la caída. Lo que podría haber sido se destruyó y
seguimos destruyéndolo aún más. La naturaleza pide a gritos ser
respetada, y las condiciones de vida de los seres humanos están afectadas
por innumerables desordenes. Como esos objetos rotos que ha dejado una
guerra, nosotros también hemos destruido con nuestras elecciones
nuestras familias, nuestros sentimientos y pensamientos, alejándonos del
modelo original que Dios tenía desde el principio. Pero Él es el Creador y
“sabe” cómo repararlo. No hay vida tan destruida, que su toque de gracia y
amor no pueda reparar. Sólo es necesario dejarnos intervenir por la fe en
Él. Hay esperanza para tus zonas rotas. Hay sanidad para tus heridas y hay
nuevos comienzos para tus finales.

Dios no se agota y no baja los brazos. Es eterno y fiel a su promesa.


Dale a Jesús la oportunidad y Él te mostrará que valió la pena.
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EN EL PARAÍSO
Las pantallas de noticias en Latinoamérica caen continuamente en el descubrimiento de nuevos
paraísos fiscales en donde ricos y famosos aseguran sus fortunas. Se les llama así porque
justamente son territorios que se caracterizan por aplicar un régimen de tributos o impuestos
muy favorables para aquellas empresas o personas que no son de dicho país. Típicamente, estas
ventajas consisten en una exención total o una reducción muy significativa en el pago de los
principales impuestos, así como el secreto bancario. De más está decir que es un acto al que
considero inmoral, ya que por más controversial que fuera se trata de ocultar las verdaderas
cantidades de dinero que se poseen y evadir las responsabilidades político económicas y, sobre
todas las cosas, las sociales que implican tener tanta riqueza. ¡Y lo paradójico es que dichos
lugares se los llama “paraíso”!

¡Qué distinto el significado de ese paraíso prometido por Jesús a un villano y despreciado
ladrón antes de morir! Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso. Toda la escena era
contraria a estas palabras: torturas, burlas, violencia salvaje, abuso de poder por parte del
imperio romano y todo un espectáculo desgarrador para quienes amaban a Jesús y aun para los
familiares de estos delincuentes. Pero Jesús prometía un Reino que no era de este mundo ni
coincidía con reinos capturados por la injusticia como los terrenales. Su promesa abría la puerta
de esperanza en medio de la muerte. Sus palabras inspiraban otra oportunidad cuando ese
ladrón colgado de una cruz ya daba todo por perdido. La promesa del Señor no correspondía a
banalidades fiscales ni paraísos temporales, sino que su provisión de vida trasciende los finitos
límites de este mundo y abre el camino a una esperanza ahora y en la eternidad. ¿Quieres tener
un paraíso? Abre tu corazón por fe a este Jesús que no cuelga en una cruz indiferente a los
fracasos humanos, sino que siempre y para todos ofrece la entrada.
De poco sirve la riqueza en el bolsillo cuando hay pobreza en el corazón.

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EL BUSCADOR SALIÓ A BUSCAR


Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es
alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para
quien su vida es una búsqueda. Así comienza el cuento de Jorge Bucay que justamente se
llama “El Buscador”. En el capítulo 3 del evangelio de Juan aparece un buscador de la verdad,
su nombre era Nicodemo. Se trataba de un prestigioso magistrado de la elite judía, una de esas
personas vip de la sociedad de aquellos tiempos. Lo notable es que una noche fue el escenario
de su más profunda búsqueda y del encuentro con la verdad. Evidentemente la penumbra lo
cubría de su ignorancia y de la vergüenza que le significaba acercarse a este tal Jesús que venía
de Nazaret, que era hijo de un carpintero pero que estaba revolucionando las calles de Galilea.
¿Qué buscaba Nicodemo al encontrarse con Él? Una evidencia de quién realmente era. Pero
para su sorpresa, la respuesta que recibe lo confunde más aún: Debes nacer de nuevo. Nada en
la teología y en la religión judía explicaba la posibilidad de un nuevo nacimiento para conocer a
Dios. Su fe era cumplir leyes, rituales y sacrificios religiosos, pero nada de eso tenía que ver
con el verdadero evangelio de Jesús. Por eso, en una empática actitud de comprensión, el
Maestro lo invita a volver a nacer. No desde lo físico, sino desde el corazón y con el Espíritu.
Quizá también tú seas un buscador. Puede que tímidamente o lleno de dudas intentes encontrar
verdades que den respuesta a tus necesidades espirituales. Esa búsqueda es buena. De noche, de
día, en tus mejores épocas o en las peores, siempre encontrarás a un Jesús dispuesto a darte lo
“nuevo” que tiene para ti. Nacer de nuevo no es mejorar tu vida sino es permitir que, por la fe
en Él, la vida de Dios fluya por su Espíritu en ti. Nacer de nuevo nos identifica con Jesús y nos
une por fe al Padre.
La vida cristiana comienza cuando desechamos nuestros privilegios y posiciones para
identificarnos por fe con lo nuevo de Jesús.

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FUNDIDOS EN UN MISMO SER


Si hay una verdad que marca la diferencia fundamental entre ser una creación de Dios y pasar a
ser un hijo de Dios, es poseer la conciencia y la convicción de que ese Dios creador, ‒que ahora
pasó a ser mi Dios personal, Redentor y Salvador por la obra de Cristo en la cruz‒, vive en mí.

Muchas personas aseguran caminar al lado de Dios o que Dios camina a su lado, y dicen creer
en Él. Pero no pueden confesar con sus labios que Él vive dentro de ellos, que su Espíritu mora
en ellos y que por la influencia de ese Espíritu se esté reflejando el carácter de Cristo en sus
vidas. Cuando la experiencia renovadora de poner mi fe en la cruz de Cristo es una realidad en
la vida, debo levantarme cada mañana consciente de que soy morada del Espíritu del eterno
Dios. Mis oraciones, mi vida devocional, mi servicio, mi carácter, mi tiempo con la Palabra de
Dios, todo eso y mucho más debe ser regulado por esa verdad eterna de que Él y yo somos una
sola cosa, como un pámpano y la vid.

Jesús nos repitió hasta el cansancio que nunca nos abandonaría. Se fue, sí, pero nos amó tanto
que decidió quedarse a vivir en nosotros y fundir su personalidad en la nuestra. Una de las
verdades más contundentes de la Palabra de Dios es que Él vive en mí. Sin embargo, nos hemos
vuelto tan irreflexivos en nuestra vida de oración que nuestra comunión con el Espíritu es débil
y repetitiva. La falta de conciencia que hay respecto a que Dios vive en mí, de que el Espíritu
mora y me acompaña, es una realidad lamentable en la mayoría de la experiencia devocional de
la vida cristiana. Nuestras oraciones, más que cualquier otra cosa, reflejan nuestro
conocimiento de la Biblia y nuestra madurez espiritual. Entonces debo preguntarme ¿oro
conforme a la voluntad de Dios, a su Palabra y al Espíritu que mora en mí?… ¿Pienso lo que
estoy diciendo cuando le pido que esté conmigo, que me acompañe en este o aquel proyecto,
que esté a mi lado siempre?…

Pensamiento del día: Su Espíritu me habita y le habla a mi conciencia, es el nexo comunicante


entre mi ser mortal con el Dios Todopoderoso.
DAME DE BEBER
En Bujama, a unos 90 Km al sur de Lima, un cartel publicitario provee de agua potable
generada por la humedad atmosférica. La zona y las viviendas lindantes son precarias y sus
habitantes padecen la mala calidad del agua, que recogen haciendo un pozo en la tierra.

Gobernantes insensibles, falta de recursos y abandono estatal dejan como víctimas a muchas de
sus poblaciones como en tantas otras partes del mundo. Sin embargo, un grupo de ingenieros
comunitarios ha pensado en este problema y a través de un sistema que convierte la humedad
del ambiente en agua potable, todos pueden servirse. Se generan 100 litros diarios y así se
calma la sed, aunque sea en esta reducida parte de nuestro universo. La ciencia puesta al
servicio de la comunidad puede alcanzar dimensiones transformadoras. Similar a este escenario
fue el de la ciudad de Samaria en los tiempos de Jesús. Faltaba el agua y Jesús tenía sed. Así
como lo lees: ¡Jesús tenía sed! Y aunque hubiera podido crear de la nada un manantial, no lo
hizo. Prefirió sujetar su deidad y empatizar con lo más auténtico de un ser humano: la sed y el
cansancio. Ahora bien, él era judío y entre judíos y samaritanos había rivalidades étnicas y
religiosas establecidas desde la época de los reyes antiguos. Tan así era que ni siquiera se
hablaban entre sí. No muy diferente de lo que pasa hoy en día entre otros grupos. Sin embargo,
una vez más Jesús rompe la barrera de los prejuicios y le pide agua a una mujer samaritana.

Triple desventaja: mujer, samaritana y con varios intentos fallidos de matrimonio. No era
justamente la más respetada en su ciudad. Pero es ella la elegida desde el cielo para recibir la
lección más amorosa de la historia: que el agua que Jesús da es la satisfacción eterna para la
vida. Ni moralidad ni religión, sino vida para cambiar su vida.

Hemos aprendido a volar como pájaros, a nadar como peces; pero no hemos aprendido el
sencillo arte de vivir como hermanos.
DIOS A DISTANCIA
Lo que menos busca Dios de sus criaturas es mantenerlas a distancia. Tristemente su pueblo
escogido en la antigüedad, Israel, nunca comprendió este hecho. Fue entonces que, cuando ellos
escribían los libros sagrados y tenían que referirse a su Dios, a Jehová, no se atrevían a ponerle
un nombre. Por eso inventaron un nombre hecho de consonantes que, antes de escribirlo, se
detenían, lavaban sus manos, cambiaban de pluma y luego seguían escribiendo. ¡Ni siquiera se
atrevían a pronunciarlo con sus labios! Era un respeto exagerado, un distanciamiento de Dios
que Él nunca demandó. Dios tuvo que hacerse hombre y venir a su pueblo y venir a nosotros
para decirnos que Él, desde siempre, quiso estar cerca. Y lo hizo en la persona de Cristo. Por tal
motivo, cuando Jesús se refería a Dios como “mi Padre”, para los judíos era una blasfemia.
Nunca nadie se había atrevido a referirse así.

Hoy también queremos cometer el mismo error que ellos concibiendo un Dios lejano, envuelto
en su santidad inaccesible, místico y enigmático. Cuando en realidad lo que Él quiere es
caminar a nuestro lado, ser nuestro amigo, nuestro consejero y acortar distancias. Lo triste es
que nosotros lo alejemos con rituales, con legalismo o con nuestro pecado e indiferencia.

Búscalo a cada paso, lo encontrarás. Háblale a cada minuto, te escuchará. Escúchalo cada
noche y Él te hablará. La medida o la magnitud de mi ser espiritual está dada por la cercanía al
Espíritu de Dios. Se exige temor, sí, pero esa clase de temor reverente y no de terror
paralizante. La distancia más grande, desde el cielo a la tierra, ya la cubrió Él. Queda la otra, la
pequeña. La que va desde mi corta vida terrenal hasta su amor, y ese es el tramo que te
corresponde a ti. No te pierdas la enorme bendición de su presencia. Todo tu ser será renovado
en una experiencia vitalizante y nueva de la cual ya no querrás retroceder.

Pensamiento del día: La magnitud de mi ser espiritual está dada por la cercanía al Espíritu de
Dios.
SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS
Tal vez te sorprendas si te digo que en ningún texto sagrado del Nuevo Testamento de la Biblia
se nos exija pedir perdón por nuestros pecados como requisito para ser salvos. (También yo
tuve la misma sensación cuando me lo dijeron, no te asustes). La palabra que el apóstol Juan
emplea en su carta magna es “confesar”, que es radicalmente diferente a pedir perdón.
Confesar da la idea de revelar, declarar, descubrir. Al ocultar ingenuamente mi transgresión
hacia las leyes divinas, el primer perjudicado soy yo mismo, pues Dios es “el Viviente que todo
lo ve”. Es en ese contexto que el mismo Juan advierte: “si digo que no tengo pecado me
engaño a mí mismo y lo tengo a Dios por mentiroso cuando señala mi pecado”. Si lees
atentamente todo el contexto del pasaje arriba citado podrás ver claramente que el tema que el
Espíritu Santo está exponiendo no es la remoción del pecado sino la restauración de la
comunión. Es que cuando niego, oculto, minimizo, le cambio el nombre a mi pecado,
consciente o inconscientemente me alejo del Padre y la comunión con Él se interrumpe.
El asunto del perdón de mis pecados y los tuyos ‒pasados, presentes y futuros‒ fue un asunto
tratado y consumado en un monte con apariencia de calavera, el Gólgota, y su cruz hace ya más
de dos mil años. Allí, en un trato privado entre el Dios ofendido en su santidad y el Hijo
sustituto y voluntario, absolutamente todos tus pecados fueron perdonados. Dios los cargó
sobre su Hijo y le cobró a Él tu deuda. Rogarle a Dios que se compadezca y te perdone cada
vez que pecas es una total afrenta a lo que Él mismo declara en su Palabra. Es dudar de su amor
y de la obra de Cristo en la cruz a tu favor. Tus pecados y los míos ya fueron perdonados. Al
confesarlos, me apropio de esa verdad y experimento el poder liberador de ese perdón.

Cuéntale arrepentido a Él cuando hayas pecado, sí, pero sabiendo que ese pecado ya fue
perdonado en Cristo, y que ese amor te impulse a no volver a pecar.
ARRANCARLO DE RAÍZ

La amargura que encontró sustrato en lo más íntimo de nuestras almas le otorga un lugar de
preeminencia al enemigo mismo de nuestras almas: El Diablo.

Poco a poco este adversario ejerce influencia sobre la nosotros y nos conduce a cometer errores
graves. Expresiones humillantes y despreciativas, actitudes de enojo, de inconformidad,
acciones equivocadas y hasta la misma fe del individuo se va deteriorando.

El salmista lo explica de una forma clara y directa en la Palabra de Dios: “Se llenó de amargura
mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; era como una
bestia delante de ti”. (Salmo 73:21, 22). Es que la amargura llega a cegar el entendimiento de
las personas. No reflexionan, ni dan lugar a una palabra de orientación que les permita conocer
los planes de Dios.

Cuando las personas son temperamentales y explosivas, no sólo se daña el portador de la


amargura sino que daña a otros dentro de la familia, en el trabajo y donde se estacione el
amargado, donde hable, camine y se desenvuelva. El mal de la amargura avanza como una raíz
cada vez más profunda y se extiende en forma subterránea llegando lejos y brotando en otros
sitios.

Reconozcamos que la amargura es pecado, y nos conducirá a la muerte. Será mejor confesarlo
y apartarnos de él para alcanzar la misericordia de Dios. En la vida, descubrimos que las
relaciones humanas se quiebran con facilidad. Se rompen y quedan los pedazos como pruebas
de falta de perdón y amor sincero.

Arranca de raíz tu amargura y restaura tu relación con los demás para que puedas disfrutar
plenamente las bendiciones de tu Dios.

La amargura procede de un resentimiento que puede permanecer mucho tiempo dañando la


vida de quien lo alberga. Por más que disimule estorbará las bendiciones del cielo.

Lo mejor es confesar el pecado y apartarnos de él. No olvides que guardar rencor en tu corazón
es como golpearte la cabeza contra la pared y esperar que le duela al otro. O tomar veneno y
esperar que sea el otro quien se intoxique.
No. El primer y principal perjudicado siempre serás tú mismo.

PENSAMIENTO DEL DÍA:


Un rencor oculto acaba siendo una tragedia manifiesta.

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EJÉRCITO SIN ARMAS


Había un hijo que comenzó a sufrir pobreza. Pero podía acudir a su padre cada día por
alimento.

Cierto día le pidió a su padre si no podría darle provisión para una semana de una vez. Esto
sería mucho más fácil y no tendría que venir cada día. Pero su padre le dijo: “No: me gusta
verte cada día”. Mucho más Dios, el Padre, gusta de ver a su hijo acudiendo a diario ante el
trono de la gracia.

El pueblo del Señor no recibe un depósito de provisiones. Es lo mismo que en el caso de la


viuda de Sarepta: cuando Elías le dijo que Dios la mantendría viva, no le fueron enviadas
provisiones de bolsas de harina y jarras de aceite.

Cada día tenía que vivir de un puñado de harina y un poco de aceite. Eran tan pobres en
Sarepta como antes. Pero su pobreza fue vuelta en riqueza.

Eran pobres, pero ricos; sin tener nada, mas poseyéndolo todo. ¿Dónde se aprende esto? en
secreto, en el aposento.

La pobreza a menudo estimula dependencia de Dios, mientras que las riquezas tienden a
alimentar un espíritu independiente.

Si la Iglesia de Dios dedicase más tiempo en lugares secretos, ¡cuánta más ternura, humildad,
amor, instrucción, fuerza y luz se experimentarían! ¡Cuánto más poder irradiaría de la Iglesia!

Cuando Moisés había estado con el Señor, su rostro resplandecía debido a la gloria de Dios.
Moisés fue favorecido con una gracia especial. Pero cuando aún el menor de los hijos de Dios
ha estado con Él, otros se darán cuenta de ello.
¡Qué felices estos tiempos de soledad, de estar a solas con Dios! Allí se recibe algo que el
mundo no puede dar. Un hombre dijo en su lecho de muerte que no iría a encontrarse con un
Dios extraño, desconocido.

¿Dónde había conocido a Dios? Había aprendido a conocer a este Dios en secreto. La oración
es el poder de la vida.

PENSAMIENTO DEL DÍA:


¿Qué es una iglesia sin oración? No más que un ejército sin armas.

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GIMNASIA PARA EL ALMA


La vida es un constante entrenamiento. Igual que un gimnasio. Si asististe alguna vez a uno de
ellos sabrás que hay implementos y accesorios que nunca deben faltar. Comparemos. En primer
lugar: las pesas. Las hay por toda la habitación y de diferentes kilajes, de acuerdo con la
exigencia del entrenamiento y la etapa de desarrollo muscular en la que te encuentres. Peso,
más peso, mucho peso, peso controlado, peso exagerado… El entrenador sabe bien cuánto
aumentar. También Dios. No te preocupes que Él nunca te sobrecargará, aunque sientas caer
bajo la presión.
Espejos. Sí. En todo gimnasio los hay y cubren cada una de sus paredes. Tienen la función de
exhibir tus nuevos músculos desarrollados para ver cómo luces. La Biblia debe ser tu único
espejo ante el cual hagas un autoexamen regular y evalúes tu progreso.
También hay fotos gigantes de atletas súper musculosos que pasaron antes, ¿verdad?… Así
como en el gimnasio, en la vida existen héroes que imitar. La Biblia está repleta de ellos que
engalanan la galería de la fe. (Puedes leer Hebreos capítulo 11, como para ver algunos.)
No falta la música motivadora, especialmente escogida para la ocasión. Es que se debe entrenar
acompañado por el ritmo. Es mucho mejor. Te pregunto, ¿a qué ritmo marcha el paso de tu
vida?… ¿Quién o qué marca tus pasos? Si no lo sabes, una vida de oración disciplinada es
aconsejable.
¿Y el reloj?… Los hay en cada pared. Es que el entrenador los usa: “Diez minutos de tal
máquina. Luego tres minutos de elongar músculos, y después cinco minutos de cardio”. Y tú
vas observando y te animas, al saber que cada vez falta menos. ¿Sabías que tenemos relojes
proféticos en la Palabra de Dios que nos indican que cada vez falta menos?… ¡Y debemos
observarlos!
Como ves, apreciado amigo, la vida es un gimnasio y Dios debe ser tu entrenador. Hay
desafíos cada día, metas que alcanzar, nuevos horizontes para conquistar. No te quedes
escondido en tu pereza viendo atrofiarse los músculos de tu fe. ¡Crece!

Pensamiento del día: Nos espera un mundo cada día más hostil. Solo los entrenados
sobrevivirán.

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GRACIA SOBRE LA DESGRACIA


Una de las grandes palabras inclusivas de la Biblia es la palabra “gracia”. En su sentido
etimológico proviene del vocablo griego charis, del cual derivan nuestras palabras castellana
“caridad”, “caritativo” y “carisma”. Básicamente denota la idea de algo o alguien con empatía,
con misericordia, alguien que no se puede quedar pasivo ante la desgracia ajena. Cuando esa
palabra se aplica a Dios y a su Hijo Jesús en su obra redentora a favor nuestro, toma un calibre
mucho más valioso aún. La gracia apareció cuando Cristo nació. Se manifestó cuando Cristo
salió a hacer el bien. Se mostró cuando Cristo se hizo pobre. Se da a conocer cuando se ofrece
la salvación. Se concede cuando alguien cree el evangelio. Se comunica cuando el Espíritu
Santo pasa a residir en cada creyente. Se hace patente cuando un pecador se salva. Se aplica
cuando se nos justifica. Se nota cuando confesamos que somos débiles. Es nuestro alimento
cuando crecemos. Se administra cuando nos humillamos. Nos llegamos a ella cuando nos
acercamos al trono de Dios. La empleamos cuando servimos a Dios. Se disfruta cuando
hablamos como Cristo habló. Se nos ministra cuando escuchamos la Palabra de Dios. Se
apropia cuando entendemos más de nuestro Salvador. ES UNA CITA? FALTA REFERENCIA
Como para entender un poco más este concepto te invito a considerarlo desde su lado negativo.
Porque existen, hoy en día, personas carentes de gracia y por ende carentes de mostrar gracia en
sus acciones ya que no se puede dar lo que no se tiene. Entonces aparece el desgaste en las
relaciones interpersonales, respuestas ácidas que corroen matrimonios, abuso sicológico,
maltrato verbal, palabras que golpean en lugar de construir y que hieren en lugar de sanar…
Ése es nuestro mundo, el tuyo y el mío. Andamos despacio, como en un campo minado, por
miedo a salir lastimados en la próxima explosión. Es que salimos a la calle cada nuevo día
cargando dinamita en nuestras mochilas. Así estamos porque así somos.

Si dejáramos, si permitiéramos que el Dios de toda gracia nos llene de su amor, seríamos
personas bendecidas y de bendición, y lo más interesante es que los primeros beneficiados
seremos nosotros mismos. ¡Haz la prueba!

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PODER Y ENTUSIASMO
Cuando de entusiasmo se trata podemos encontrarnos con dos grandes universos de personas (y
en el medio de estos extremos, muchas otras posibilidades): aquellas que son incapaces de
terminar cualquier proyecto porque se desaniman ante el primer obstáculo, y las que no se
detendrán por nada del mundo hasta ver culminado sea lo que fuere que se hayan propuesto.
Las primeras, quedan entrampadas en una compleja red de significados negativos hacia sí y
caen en frustraciones permanentemente. Quieren pero no pueden, aspiran sueños pero
frágilmente van hacia ellos. Luchan, pero no hasta el cansancio. Las segundas, por el contrario,
persisten, arremeten con fuerza para conseguir lo que quieren y vuelven a empezar todas las
veces que sea necesario hasta encontrar lo que buscaban. Seguramente este fue el caso de
Thomas Alva Edison, aquel científico inventor de las bombillas de luz eléctrica que nos
permiten iluminar nuestros ambientes oscuros desde hace años. La historia del desarrollo de la
lamparilla es famosa porque Alva Edison contó a quien quisiera escucharlo que intentó nada
menos que mil veces antes de tener éxito. “No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de
mil pasos”, dijo Edison para explicar dicho proceso.
No sé bien de qué lado estas estas tú; pero entiendo que no es sencillo sostener el entusiasmo.
Seguramente eres un hombre o una mujer con sueños, proyectos y aspiraciones. Todos nosotros
dibujamos un camino con meta de llegada para nosotros mismos, para nuestras familias,
nuestros países y nuestra sociedad. Intentamos ir hacia ello en la medida que podemos; pero no
siempre resulta fácil y muchas de esas veces no necesariamente es por culpa nuestra. Sin
embargo, Jesús nos ha dejado un recurso para enfrentar con determinación esas circunstancias.
Él dijo: “Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder.” No es un poder
alienante ni irreal, sino un poder transformador y capaz de entusiasmarnos más allá de los
fracasos y de las contradicciones
No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos.

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