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CAPÍTULO UNO

Somos una cultura que se apoya más en la tecnología que en la comunidad, una sociedad en la
cual las palabras habladas y escritas son baratas, fáciles de expresar y excesivas. El hombre
sabio se acerca a Dios sin pronunciar palabra y permanece maravillado ante Él.Comencemos
este libro mirando a Dios en silencio.

Es una locura pensar que la mayoría de esas galaxias han sido descubiertas solamente en los
últimos años, gracias al teles- copio Hubble. Han estado en el universo por miles de años sin
que los seres humanos ni siquiera supieran de ellas.Cambie de marcha conmigo por un instante
y piense en la detallada complejidad del otro lado de la creación. ¿Ha pensado alguna vez en lo
diverso y creativo que es Dios? Él no tenía por qué haber hecho cientos de clases distintas de
plátanos, pero lo hizo.

Él no tenía por qué haber puesto 3,000 diferentes especies de árboles en una milla cuadrada en
la jungla del Amazonas, pero lo hizo. Dios no tenía por qué crear tantos tipos distintos de risas. Y
esas mismas plantas, que se tragan el veneno y dan vida, provienen de diminutas semillas que
se plantaron en el suelo. Cualesquiera que sean las razones de Dios para tal diversi-
dad, creatividad y sofisticación en el universo, en la tierra y en nuestros propios cuerpos, el
punto de todo ello es su gloria.

El arte de Dios habla de Él mismo, reflejando quién es Él y cómo es. Los cielos cuentan la gloria
de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Dios ha plantado en los cielos un
pabellón para el sol.

Su arte, la obra de sus manos y su creación resuenan con la verdad de que Él es glorioso. Yo
batallo a veces con cómo responder adecuadamente a la magnitud de Dios en un mundo
inclinado a ignorarlo o a meramente tolerarlo. Pero practicarlo realmente es desafiante. Nos
confunde cuando amar a Dios es difícil.

Cuando amamos a Dios porque sentimos que deberíamos amarlo, en lugar de amar
genuinamente con todo nuestro ser, hemos olvi- dado quién es Dios realmente. En nuestro
mundo,donde cien- tos de cosas nos distraen de Dios,tenemos que acordarnos de Él
intencional y regularmente. Necesitamos el mismo tipo de recordatorios sobre la bondad de
Dios. Esa insatisfacción se transfiere a nuestro modo de pensar sobre Dios.

Debido a que no pensamos con frecuencia en la realidad de quién es Dios, nos olvidamos con
rapidez de que Él es digno de ser adorado y amado. Por esta razón, la pregunta más seria
delante de la Igle- sia es Dios mismo, y el hecho más portentoso sobre cualquier hombre no es
lo que él pueda decir o hacer en un momento dado,sino lo que él concibe en lo profundo de su
corazón en cuanto a cómo es Dios.

Hemos visto que Él es el Creador tanto de la magnitud de las galaxias como de la complejidad
de las orugas. Dios es santo. Muchas personas dicen que cualquier cosa que creamos sobre
Dios está bien, mientras seamos sinceros. La parte absurda de hacer eso con Dios es que Él ya
tiene un nombre, una identidad.
Nosotros no somos quienes decidimos quién es Dios. Decir que Dios es santo es decir que Él
está apartado y es distinto de nosotros. Y debido a que está apartado, no hay modo en que
podamos nunca saber todo con respecto a quién es Él. Para los judíos, decir algo tres veces
demostraba su perfección, así que llamar a Dios "Santo, Santo,Santo" es decir que Él está
perfectamente apartado, con nada ni nadie que se compare a Él.

Eso es lo que significa ser "santo". Muchos escritores llenos del Espíritu han agotado el diccio-
nario a fin de describir a Dios con la gloria que Él merece. Su perfecta santidad, por
definición, nos asegura que nuestras palabras no pueden contenerlo. Dios es eterno.

Todo, excepto Dios. Él siempre ha sido, desde antes de que hubiera una tierra, un universo o
hasta ángeles. Dios existe fuera del tiempo, y ya que nosotros estamos dentro del tiempo, no
hay modo en que podamos entender totalmente ese concepto. No poder entender plenamente
a Dios es frustrante, pero es ridículo que pensemos que tenemos derecho a limitar a Dios a algo
que nosotros somos capaces de comprender.

Si mi mente fuese del tamaño de una lata de refresco y Dios fuera del tamaño de todos los
océanos, sería estúpido que yo dijese que Él es solamente la pequeña cantidad de agua que yo
puedo meter en mi pequeña lata. Dios es mucho más grande, y está muy por encima de
nuestras vidas encerradas en el tiempo y dependientes del aire, el alimento y el sueño. Dios es
omnisciente.Cuando yo me canso de intentar ser fiel a Él y quiero un descanso, eso no le agarra
a Dios por sorpresa.

Da qué pensar comprender que este es el mismo Dios que es santo y eterno, el Creador de
miles de millones de galaxias y de miles de especies de árboles en el bosque. Es el Dios que se
toma tiempo para saber todos los pequeños detalles sobre cada uno de nosotros. Dios es
todopoderoso.

Él tiene más que derecho a preguntar- nos a nosotros por qué tantas personas mueren de
hambre. Por mucho que queramos que Dios se explique ante nosotros, su creación, no estamos
en posición de demandar que Él nos rinda cuentas a nosotros. Ninguno de los pueblos de la
tierra merece ser tomado en cuenta. Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con
los pueblos de la tierra.

No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos.

Dios es justo. Si nosotros tuviéramos que definir lo que verdaderamente


merecemos, terminaríamos con tantas respuestas diferentes como personas que respondan.

CAPÍTULO DOS
Un día promedio en el que usted va por la vida preocupado por su lista de quehaceres, por las
citas pendientes, centrado en la familia, pensando en sus deseos y sus necesidades. En el día
promedio, no pensamos mucho en Dios. En el día promedio, nos olvidamos de que nuestra vida
es verdadera- mente vapor. Por ejemplo, sus riñones.

Las únicas personas que realmente piensan en sus riñones son aquellas cuyos riñones no
funcionan correctamente. La mayoría de nosotros damos por sentado nuestros
riñones, hígado,pulmo~ nes, y otros órganos internos de los que dependemos para seguir
viviendo. Realmente no lo sabemos en el sentido de vivir como si fuera cierto. " Por el
contrario, tendemos a vivir como si nuestras vidas se prolongasen para siempre".

Finalmente, se lo dije a mi esposa. Yo estaba inmerso en estrés y abrumado por él. Pero la
víspera de Navidad, el problema se intensificó tanto que le dije a mi esposa que iría a urgencias
después del servicio en la iglesia. Realmente, no podía evitar pertenecer al grupo de las que se
preocupan.

Dios puede ver que mi intensidad y mi ansiedad están relacio- nadas con el ministerio. Cuando
estoy consumido por mis problemas-estresado por mi vida, por mi familia y por mi trabajo-
,realmente comunico la creencia de que pienso que las circunstancias son más importantes que
el mandamiento de Dios de alegrarme siempre. En otras palabras, que tengo "derecho" a
desobedecer a Dios debido a la magnitud de mis responsabilidades. La preocupación implica
que no confiamos bastante en que Dios es lo suficientemente grande, lo suficientemente
poderoso o lo suficientemente amoroso para ocuparse de lo que sucede en nuestra vida.

El estrés dice que las cosas en que estamos implicados son lo bastante importantes para
merecer nuestra impaciencia, nues- tra falta de gracia hacia otros, o que nos aferremos mucho
al control. Básicamente, esas dos conductas comunican que está bien pecar y no confiar en
Dios porque las cosas que hay en mi vida son de alguna manera excepcionales. Tanto la
preocu- pación como el estrés apestan a arrogancia.Declaran nuestra tendencia a olvidar que
hemos sido perdonados, que nuestras vidas aquí son cortas, que nos dirigimos hacia un lugar
donde no estaremos solos, no tendremos temor y nunca más seremos heridos, y que en el
contexto de la fortaleza de Dios, nuestros problemas son ciertamente pequefios.
Aunque veo una vislumbre de la santidad de Dios,sigo siendo lo bastante necio para olvidar que
la vida se trata de Dios, y no de mí en absoluto.Supongamos que es usted un extra en una
película que se estrenará pronto. Muchos de nosotros pensamos y vivimos como si la película
de la vida se tratase de nosotros. Dios crea el mundo.
Entonces las personas se rebelan contra Dios , y Dios inunda la tierra para librarse de la
confusión que las personas habían creado. Varias generaciones después, Dios aparta a un
hombre de noventa y nueve años de edad llamado Abram y hace de él el padre de una
nación . Más adelante llegan José, Moisés, y muchas otras personas normales, corrientes e
inadecuadas, de las que tampoco trata la película. Dios es quien las escoge, las dirige, y hace
milagros por medio de ellas.
En la siguiente escena, Dios envía jueces y profetas a su nación porque la gente no puede llegar
a darle lo que Él requie- re de ellos . El Hijo de Dios nace entre las personas a quienes Dios
sigue de algún modo amando. Entonces el Hijo de Dios muere y resucita, y regresa de nuevo a
estar con Dios. Y aunque la película aún no ha terminado del todo, sabemos lo que hay en la
última escena.
Ahí, cada ser adora a Dios, quien se sienta en el trono, porque sólo Él es digno de ser
alabado. De principio a final, esta película obviamente trata de Dios. Nuestras escenas en la
película, nuestras breves vidas, encajan en algún lugar entre el periodo en que Jesús asciende
al cielo y cuando todos adoraremos a Dios en su trono en el cielo .No sé de usted, pero yo
quiero que mi milisegundo trate de vivir para Dios.
Quizá la vida sea bastante buena para usted en este momento. Dios le ha dado todas esas
cosas buenas a fin de que pueda usted mostrar al mundo una persona que disfruta de las
bendiciones, pero que sigue estando totalmente obsesionado con Dios. O quizá la vida sea
difícil en este momento, y todo lo sienta como una lucha. Dios ha permitido que sucedan cosas
difíciles en su vida a fin de que usted pueda mostrar al mundo que su Dios es grande y que
conocerlo a Él trae paz y alegría, aun cuando la vida sea difícil.
"En verdad, ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio?... Cuando traté de comprender todo
esto, me resultó una carga insoportable,hasta que entré en el santuario de Dios" . El propósito
de su vida es señalar hacia Él. Dios quiere ser glorificado en cualquier cosa que usted
haga, porque todo esto es de Él.

Por tanto, aunque Dios nos ha dado esta vida-esta breve escena en su película-, seguimos
olvidando que nosotros no tenemos el control. Me hizo recordar la fragilidad de la vida el
nacimiento de mi cuarto hijo, el único varón. Nunca está bajo control. Aun cuando yo estaba
sentado sosteniendo a mi hijo, comprendí que yo no podía controlar si Él amaría a Dios.

Al final, yo tengo muy poco control sobre mi propia vida y lo que me sucederá. Si la vida fuese
estable, yo nunca necesitaría la ayuda de Dios.Estoy agra- decido por las cosas que no conozco
y sobre las que no tengo control, porque eso me hace acudir a Dios.

Como pastor, con frecuencia me llaman cuando la vida "se desvanece como niebla". Uno de los
ejemplos más impactantes que he visto al respecto fue el de Stan Gerlach, un exitoso hombre
de negocios que era muy conocido en la comunidad. Stan estaba dando un elogio en un funeral
cuando decidió compartir el evangelio.Entonces, Stan se sentó, se cayó y murió.

Nunca olvidaré recibir esa llamada telefónica y dirigirme a la casa de los Gerlach. Había
hijos,nietos, vecinos y amigos. " Pero a cualquiera que me desconozca delante de los demás, yo
también lo desconoceré delante de mi Padre que está en el cielo". Les pedí a todos que
imaginaran lo que habría sido para Stan.
Viviré mi vida al mdximo. Emprenderé aventuras y cambiaré el mundo. Ser! valiente y no
cambiaré quién soy realmente.

CAPÍTULO TRES
Si ha pasado algún tiempo en la iglesia, habrá oído expresar, de alguna forma u otra, la idea de que
Dios nos ama. Durante años, yo "tuve" el amor de Dios en mi cabeza, marcaba la respuesta
correcta en el examen sobre "cómo es Dios", pero no lo comprendía plenamente con mi
corazón. No creo que yo sea la única persona que haya malinter- pretado el amor de Dios. A la
mayoría de nosotros, hasta cierto grado, nos resulta difícil entender, creer o aceptar el absoluto
e ilimitado amor de Dios por nosotros.

El concepto de ser querido por un padre era ajeno para mí. Al crecer, no me sentía querido por
mi papá. Nunca mantuve una conversación significativa con mi papá. Mi objetivo en nuestra
relación era no molestar a mi padre.

El impacto de esa relación me afectó durante años, y creo que muchas emociones se
transfirieron a mi relación con Dios. Por ejemplo,yo intentaba con mucha fuerza no fastidiar a
Dios con mi pecado ni molestarle con mis pequeños problemas. No todo era malo en mi papá, y
realmente le doy las gracias a Dios por él, porque me enseñó disciplina, respeto, temor y
obediencia. Afortunadamente, mi relación con Dios dio un impor- tante giro cuando yo mismo
me convertí en padre.
Después de que naciera mi hija mayor, comencé a ver lo equivocado que estaba en mi modo
de pensar sobre Dios. Por primera vez, obtuve una probadita de lo que yo creo que Dios siente
hacia nosotros. Mi propio amor y deseo del amor de mis hijos es tan fuerte que abrió mis ojos a
lo mucho que Dios nos desea y nos ama. La expresión de amor de mi hija por mí y su deseo de
estar conmigo es lo más increíble.

Nada se compara a ser verdadera y exuberantemente querido por los hijos. Por medio de esta
experiencia, llegué a entender que mi deseo por mis hijos es sólo un débil eco del gran amor de
Dios por mí y por cada persona que Él creó. Yo soy sola- mente un padre terrenal y pecador, y
amo tanto a mis hijos que duele.¿Cómo no podría confiar en un Padre celestial y perfecto que
me ama infinitamente más de lo que yo amaré jamás a mis hijos?.

Si pudiera escoger una palabra para describir mis sentimien- tos hacia Dios en aquellos
primeros años de ser cristiano, sería temor. Básicamente,me resultaba fácil identificarme con
cualquier versículo que describiera su abrumadora grandeza o su ira, debido a que tenía temor
a mi propio padre. Él anula a los poderosos, y a nada reduce a los gober- nantes de este
mundo.

Los resultados son una oración íntima y el estudio de su Palabra. Nuestra motivación cambia de
ser culpabilidad a ser amor. Temor ya no es la palabra que utilizo para describir mis
sentimientos hacia Dios. Ahora utilizo palabras como intimi- dad reverente.

Sigo temiendo a Dios, y oro para que siempre sea así. La Biblia hace hincapié en la importancia
de temer a Dios. Como hablamos en el capítulo 1,nuestra cultura carece grave- mente de temor
de Dios, y muchos de nosotros estamos plagados de amnesia. Y por mucho tiempo, yo me
enfoqué estrechamente en el temor de Él excluyendo su gran y abundante amor.

Recientemente, debido a mi deseo de crecer en mi amor por Dios, decidí pasar unos días a
solas con Él en el bosque. Cuanto más estudiaba las Escrituras, más comprendía que la oración
de mi amigo era correcta, y que mi reacción a esa oración indicaba lo mucho que yo seguía
dudando del amor de Dios. Mi creencia en el amor de Dios seguía siendo teórica, y no una
realidad que yo practicaba o experimentaba. Terminé pasando cuatro días en el bosque sin
hablar con ningún otro ser humano.

No creo que fuese una coincidencia que el primer día la abriera en Jeremías l. Hablaba del
íntimo conocimiento que Dios tiene de mí. En otras palabras, Dios me conotía antes de
crearme. Mi siguiente pensamiento, a solas en el bosque, fue que Él decidió lo que Jeremías
haría antes de que él ni siquiera naciera.

Dios sabía a quién estaba creando, y Él me diseñó para una obra específica.

En mi niñez, hacer algo ofensivo daba como resultado un castigo, y no amor. Lo admitamos o
no, cada uno de nosotros ha ofendido a Dios en algún momento. Yo no tengo respuesta para
esa pregunta. Pero lo que sí sé es que si no existiera la misericordia de Dios, no habría
esperanza.

A pesar de lo buenos que intentásemos ser,seríamos castigados debido a nuestros


pecados.Muchas personas miran su vida y sopesan sus pecados según sus buenas
obras. Nuestras buenas obras nunca pueden pesar más que nuestros pecados. Pero
comparado con la perfecta santidad de Dios, así es como se ven nuestras buenas obras.

La misericordia de Dios es un regalo gratuito, pero costoso. La paga del pecado siempre será la
muerte. Jesucristo, en lugar de la muerte mía y suya.

El hecho mismo de que un Dios eterno,omntsctente, todo- poderoso, misericordioso y justo nos
ame a usted y a mí no es nada menos que sorprendente. El mayor conocimiento que podemos
tener nunca es saber que Dios nos atesora. La ironía es que aunque Dios no nos necesita pero
nos sigue queriendo, nosotros necesitamos desesperadamente a Dios pero en realidad no le
queremos la mayor parte del tiempo.

Mientras yo hablaba a algunos alumnos universitarios reciente- mente, surgió un interesante


giro en el contraste entre nuestra falta de respuesta y el gran deseo de Dios por
nosotros. Cuando le pedí al alumno que aclarase lo que quería decir, él respondió que Dios "me
amenaza con el infierno y el castigo si yo no comienzo una relación con Él".

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