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SEGÚN INVESTIGADORES DE CAMBRIDGE
¿Quieres mejorar la educación de tus hijos? La clave es fijarse en la prehistoria
La historia evolutiva de nuestra especie, reflejada aún en el modo de vida de sociedades
cazadoras-recolectoras, tiene mucho que enseñarnos, según los antropólogos
Foto: Niños jugando. (A. F.)
Niños jugando. (A. F.)
Por
José Pichel
22/03/2023 – 05:00
Los modelos de crianza, cuidados y educación están a debate, quizás ahora más que nunca. Al
mismo tiempo, los problemas de salud mental emergen como un problema gravísimo, no solo
entre los adultos, desbordados en su intento de conciliar la atención a sus hijos con el resto de
las exigencias de la vida, sino también entre los propios menores, que llegan incluso a
protagonizar casos de suicidio que nos resultan muy difíciles de asimilar. Urge entender qué
está pasando, pero quizá no estamos mirando en la dirección adecuada.

La revista científica Journal of Child Psychology and Psychiatry publicó hace días un editorial
firmado por Nikhil Chaudhary, antropólogo evolutivo de la Universidad de Cambridge, y Annie
Swanepoel, psiquiatra infantil, en el que reclaman nuevas investigaciones que indaguen en la
salud mental de los niños en las sociedades de cazadores-recolectores. Estos expertos
argumentan que el 95% de nuestra historia evolutiva como Homo sapiens hemos tenido un
comportamiento muy distinto al que impera en los países desarrollados actuales y que
probablemente podamos aprender algo útil para aplicarlo en hogares, guarderías y colegios.
¿Es la personalidad psicopática un beneficio conseguido con la evolución?
ACyV
Chaudhary ha trabajado en la República del Congo observando al pueblo bayaka. El artículo
cita también estudios de otros habitantes de África, como los ¡kung de Botsuana y los efé, de la
República Democrática del Congo. Los autores advierten de que estos cazadores-recolectores
actuales no deben estudiarse como “fósiles vivientes”, ya que son poblaciones modernas que
tienen una historia cultural y demográfica propia. Sin embargo, sus formas de vida sí pueden
ofrecer algunas pistas sobre lo que fue nuestra prehistoria y, por lo tanto, nuestros rasgos
evolutivos. Aunque reconocen que los entornos y las circunstancias de los países desarrollados
son muy distintos, destacan algunas características que, según creen, podrían resultarnos de
utilidad.
Contacto físico y atención
El contacto físico es una de las grandes diferencias entre las sociedades de cazadores-
recolectores y las occidentales. Los niños de pocas semanas de los ¡kung lo mantienen con
alguien el 90% de las horas del día, según un estudio, y cuando lloran siempre son atendidos,
consolados o amamantados. Desde nuestro punto de vista suena agotador, teniendo en cuenta
que vivimos en pequeños núcleos familiares. Sin embargo, los bebés de los efé cuentan, de
media, con 14 personas pendientes de ellos. En general, en este tipo de culturas, pasan casi la
mitad del tiempo con cuidadores no parentales o aloparentales.
Arte rupestre, símbolo de la prehistoria. (EFE)
La paleoantropóloga María Martinón Torres, directora del Centro Nacional de Investigación
sobre la Evolución Humana (Cenieh) de Burgos, coincide con los autores en que “existe un
desajuste entre los modelos de crianza y enseñanza actuales y aquellos en los que se desarrolló
nuestra especie”, comenta en declaraciones a Teknautas. Con respecto al contacto físico, destaca
su importancia “para el desarrollo adecuado del sistema cognitivo, particularmente en etapas
tempranas del crecimiento”. Sin embargo, “cada vez se restringe más y se reduce a lo mínimo
imprescindible”. De hecho, es precisamente en países como el Reino Unido donde los sistemas
de crianza y educación contrarios a nuestra experiencia evolutiva llegan a su máxima expresión.
Dejar llorar a los niños hasta la extenuación es “una barbaridad”, opina, que ella misma observó
en las islas británicas y que en realidad busca “ajustarse a las necesidades de los padres”. Según
Chaudhary, “la disponibilidad de otros cuidadores puede reducir los impactos negativos del
estrés dentro de la familia y el riesgo de depresión materna, que tiene efectos colaterales para el
bienestar y el desarrollo cognitivo de los niños”. Probablemente, en nuestra historia evolutiva lo
normal haya sido contar con mucho apoyo, una idea que contradice corrientes actuales que
abogan por una “maternidad intensiva” (crianza del apego) que lleva al agotamiento y puede
“tener consecuencias peligrosas”, advierte el antropólogo evolutivo.
Niños jugando en Perú. (EFE)
Además, este punto de vista aloparental, en el que un bebé o un niño puede ser atendido por
hasta una decena de personas, no solo contrasta con nuestras reducidas familias, sino también
con las guarderías de los países desarrollados. Si la proporción se reduce mucho, “debemos
considerar la posibilidad de que esto pueda tener un impacto en el bienestar de los niños”,
comenta el investigador de la Universidad de Cambridge.
Niños cuidando niños
Sin embargo, el hecho de que haya mucha gente pendiente de los más pequeños no quiere decir
que todos ellos sean adultos. Los autores también destacan que en las sociedades de cazadores-
recolectores los niños asumen el rol de cuidador sobre otros de menor edad. De hecho, a partir
de los cuatro años ya son capaces de hacerlo. “En los países desarrollados, están ocupados en la
escuela”, reconoce Chaudhary, pero al menos “deberíamos explorar la posibilidad de que los
hermanos mayores puedan desempeñar un papel más importante en el apoyo a sus padres”.
Desarrollar esa competencia podría ser parte de la educación y mejorar su propio desarrollo
social.
Juegos infantiles. (EFE)
Los antropólogos han observado que el aprendizaje en estas sociedades africanas tiene que ver
con la observación y la imitación. Es decir, que aprenden unos de otros en “grupos de juego” de
edades mixtas que van desde los dos años a los 16, sin la supervisión de un adulto, adquiriendo
habilidades y conocimientos de forma colaborativa. “Los sistemas de enseñanza actual se han
convertido en muchos casos en un adoctrinamiento unidireccional”, reflexiona la directora del
Cenieh, “en un llenado pasivo del cerebro de contenido, donde prima aprender el qué frente al
cómo, memorizar datos frente a la utilización de la lógica o el razonamiento”. En nuestra
especie, el desarrollo es muy prolongado y, desde el punto de vista evolutivo, la niñez, la
infancia y la adolescencia son etapas para “aprender, explorar y entrenar las habilidades
necesarias para desenvolvernos como adultos autónomos”. ¿Esto quiere decir que nos estamos
perdiendo algo? Si a las familias nucleares muy pequeñas le añadimos que las escuelas dividen
por edades, nos quedamos sin el ambiente natural “en el que había que aprender a través de la
interacción compleja con personas”.
María Martinón Torres, directora del Cenieh.
En su libro Homo imperfectus: ¿por qué seguimos enfermando a pesar de la evolución?,
Martinón Torres alude a estudios que destacan cómo la presencia de niños en los grupos reduce
los comportamientos agresivos de los jóvenes. Ser corresponsables en el cuidado promovía
“comportamientos más prosociales y compasivos” en los adolescentes en comparación con otros
chicos y chicas de su edad que no asumían tareas de ese tipo.
Necesitamos otras habilidades
Todas estas reflexiones no quieren decir que tengamos que cambiar nuestros modelos de
convivencia de la noche a la mañana. “Las habilidades de recolección son muy diferentes a las
requeridas para ganarse la vida en las economías de mercado y la enseñanza en el aula es
necesaria para aprender estas últimas”, concede el antropólogo de la Universidad de Cambridge.
Además, los niños de las sociedades cazadoras-recolectoras “enfrentan muchas dificultades que
no se experimentan en los países desarrollados”, así que “estas infancias no deben idealizarse”.
Sin embargo, los autores del editorial de la revista Journal of Child Psychology and Psychiatry
creen que todas estas ideas pueden aprovecharse para mejorar aspectos psicológicos y de
aprendizaje que podrían influir en la motivación, el rendimiento o la reducción del estrés. Por
ejemplo, destacan que las intervenciones relacionadas con la actividad física ayudan al
rendimiento de los estudiantes diagnosticados de trastornos por déficit de atención e
hiperactividad (TDAH). Explorar estos “desajustes evolutivos hipotéticos” podría ser útil para
mejorar ese tipo de intervenciones y nuestra comprensión de las condiciones que necesitan los
niños para prosperar.
Para la paleoantropóloga española, todo este análisis desde la perspectiva evolutiva también
puede ser útil para entender hacia dónde vamos y la raíz de algunos problemas que podemos
estar sufriendo en la sociedad actual. “Ahora que las redes sociales han reemplazado el contacto
físico, nos daremos cuenta de que se ha desnaturalizado todavía mucho más el ambiente original
en el que la infancia, la niñez y la adolescencia desplegaban todo su valor adaptativo,
aprendiendo a través del ejemplo y la cooperación, frente a la competición y la agresividad”,
resume.
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