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EL ARCA DE LA ALIANZA Y EL TEMPLO DE SALOMON

El Arca de la Alianza: el objeto más misterioso y poderoso del cual nos quieren hacer
creer era objeto de las estadías de los Templarios y sus búsquedas en Jerusalén. ¿Qué
sabemos realmente acerca del Arca?

Para siquiera poder hacernos una idea de la naturaleza del Arca, es obvio que
tenemos que realizar un cuidadoso examen de la estructura religiosa dentro de la cual
aparece inserta: el Judaísmo. Cuando me inicié en el estudio de los asuntos que más
me interesaban (cuestiones religiosas, problemas filosóficos, y temas relacionados)
realmente no tenía la menor idea de que iba a descubrir algo tan horrendo, de tan
profundas implicaciones, como lo que descubrí acerca de las religiones en general y el
monoteísmo en particular. Ruego no se me malinterprete o se piense que estoy
promoviendo el paganismo o cualquier otra forma de adoración de “dioses” o imágenes
de los mismos. Estoy plenamente convencida de que la fuente de todas las cosas es la
conciencia, y que en su aspecto fundamental, esta conciencia es lo que solemos llamar
Dios, o bien la Mente Divina. Pero el asunto que estamos considerando aquí es la
imposición del monoteísmo como la doctrina de un grupo que declara que su versión
de quién o qué es dios es la única correcta. Como resultado de eso tenemos la
preeminencia del monoteísmo judeo-cristiano, con su retorcida concepción linear del
tiempo tomada en préstamo del Zoroastrismo.

La gente ha estado leyendo la Biblia durante siglos. A ningún otro texto dentro de
nuestra cultura se le ha conferido similar estatus. Existen más copias de la Biblia que
de cualquier otro libro sobre la faz de la Tierra. Se le cita más a menudo que cualquier
otro texto y existen más traducciones de la misma que de cualquier otro libro. A lo
largo de la historia escrita, el número de personas que la han leído, estudiado,
enseñado, admirado, utilizado como modelo de vida, muerto a causa suya y asesinado
a causa suya, supera con creces al de su más cercano seguidor. Es el documento que
se encuentra en el corazón mismo del Judaísmo y el Cristianismo, y no obstante todo
lo anterior, el hombre común rara vez se pregunta quién, en realidad, fue el que la
escribió. La respuesta, de todas maneras, se cree conocer de antemano: es obra de
revelación, dictado, o bien inspiración divina.
A pesar de lo que pueda el hombre común creer acerca de ella, muchos
investigadores –en su gran mayoría teólogos– han estado trabajando en estas
cuestiones por cerca de mil años ya (ello, claro está, cuando no se les ha enviado a
quemar en la hoguera por la mera osadía de hacerse tales preguntas). Lo que resulta
irónico es el hecho de que, en su intento por aproximarse lo más cercanamente posible
al texto original (el que suponen más cercano a la primera revelación de la mano de
Dios) la mayoría de ellos solo pretendía una más estrecha comunión con Dios.
Cuando uno estudia literatura dentro del marco de una clase académica, es
importante estudiar la vida del autor, aunque solo sea a través de las claves
proporcionadas por los mismos trabajos literarios que se están examinando. Ello le
permite a uno ver las conexiones significativas entre la vida del autor y el texto que
este ha producido. En términos de la Biblia, estas conexiones son cruciales. No
obstante, el hecho es que cuando hablamos de cosas tan nebulosas como la religión y
la historia, de inmediato nos vemos enfrentados a un problema.
Cuando escriben acerca de la historia, los historiadores no solamente discuten acerca
de los hechos teóricos que se proponen como elementos a lo largo de una línea de
tiempo, sino también acerca de los métodos utilizados para dilucidar la naturaleza de
cada uno de esos elementos. Generalmente extraen sus conclusiones acerca de la
historia a través de la lectura de las “fuentes” o de los registros más antiguos del
asunto en cuestión. En algunos casos estos registros podrían ser los relatos de los
mismos testigos presenciales, mientras que en otros se trata de relatos transmitidos
por intermediación de algún escriba.
Los historiadores suelen hacer una distinción entre fuentes “primarias” y
“secundarias”. Una fuente primaria no necesariamente es un testigo presencial –si bien
la existencia de uno de estos siempre resulta conveniente–, sino que más bien se
define como aquella que no puede ser conectada a ninguna otra fuente anterior, por lo
que no parece depender del relato de otro persona. Las fuentes secundarias son
esencialmente copias o re-elaboraciones de las fuentes primarias. A menudo consisten
en un conglomerado de materiales recopilados de varias fuentes a los que se les
incluye algunos comentarios o datos adicionales. Esto obviamente podría representar
un problema si la fuente primaria es completamente falsificada.
El requerir interpretaciones y evaluaciones de las fuentes primarias es cosa del todo
legítima; ese es justamente el papel de toda buena fuente secundaria, siempre y
cuando se haga clara distinción entre fuente e interpretación. De hecho, las fuentes
secundarias –los análisis– resultan vitales para el lector promedio que no tiene el
suficiente conocimiento de los antecedentes lingüísticos, históricos y culturales como
para evaluar las fuentes primarias. Pero sucede con mucha frecuencia que los
historiadores tratan a sus fuentes exactamente de la misma manera que describe J. K.
Huysmans:
Para un hombre de talento los eventos no son más que un trampolín de ideas y
de estilos, puesto que todos ellos resultan mitigados o agravados de acuerdo a
las necesidades que se tengan de una causa o de acuerdo al temperamento del
escritor que los manipula.
En lo que concierne a los documentos que los apoyan la cosa es peor aún, puesto
que ninguno de ellos es irreducible y todos son rectificables. Si no resultan ser
apócrifos, otros documentos no menos confiables pueden ser descubiertos en
fecha posterior que los contradigan, mismos que a su vez deberán esperar su
turno de ser devaluados por el descubrimiento de otros archivos no menos
ciertos. [Huysmans, 1891, Cap. II].
En los primeros años del siglo 20, M. M. Mangasarian, antiguo Congregacionista y
Ministro Presbiteriano que estudió en el Seminario Teológico de Princeton y que ya
muy temprano en su vida había renunciado a su filiación cristiana para seguir una
brillante carrera como proponente del Libre Pensamiento, escribió:
La Biblia es un Libro Extraordinario: cualquier libro que declare completa
infalibilidad, que aspire a la absoluta autoridad sobre mente y cuerpo, que
exija rendición incondicional a todas sus pretensiones so pena de eterna
condenación, necesariamente es un libro extraordinario, y uno que, por tanto,
debe ser sometido a evaluaciones extraordinarias.
Pero no lo es.
Ni los sacerdotes cristianos ni los rabinos judíos aprueban el someter la Biblia a
las mismas evaluaciones a las que deben someterse otros libros.
¿Porqué?
¿Porque esto podría ayudar a la Biblia? Esa no puede ser la razón.
¿Porque podría dañarla? No se nos ocurre ninguna otra explicación.
La Verdad es que la Biblia es: una Colección de Escritos de Fecha y Autoría
Desconocidas y Revertidos al Idioma Inglés a partir de Supuestas Copias de
Supuestos Originales desafortunadamente Perdidos. [i]
Recientemente, Richard Dawkins, autor de Blind Watchmaker, sugirió que la religión
era un virus:
Dawkins argumentó que la extendida presencia de la religión –a pesar de la
ausencia de cualquier beneficio evidente– sugiere que ello no se debe a una
adaptación evolutiva. [...] La sociedad representa un apto caldo de cultivo para
el “virus” de la religión al etiquetar de manera automática a los niños con la
religión de sus padres. Los niños a su vez absorben estas creencias porque están
condicionados para hacerlo así.
A pesar de ser universal, según ha dicho Dawkins, la religión no es generalmente
beneficiosa. Rechazando las teorías de muchos de sus contemporáneos, Dawkins
argumenta que la religión no ha ayudado a la gente a adaptarse o a sobrevivir.
Más allá de ser una fuente de consuelo, la religión no suministra protección
alguna contra las enfermedades o las amenazas físicas.
“Si una persona se ve enfrentada con un león no se apaciguará si se le dice que
solo se trata de un conejo”, dice Dawkins. La religión, desde el punto de vista de
Dawkins, no solamente suministra un falso sentido de seguridad, sino que
además es activamente divisiva y dañina. Designados como cristianos o como
musulmanes por sus padres, los niños además heredan la susceptibilidad a las
discriminaciones asociadas con estas etiquetas. Dawkins ha señalado el ejemplo
de los fundamentalistas protestantes en Belfast que se solazan en escupir a las
niñas católicas por la única razón de que sus padres las han etiquetado como
católicas. [ii]
En muchos aspectos Dawkins está en lo cierto. Si bien no comparto sus ideas de que
la existencia es consecuencia exclusiva de la “mecanicidad accidental del universo”,
debo decir que ha sabido enfocarse en un elemento crucial de la religión o de los
cultos, como se conocen hoy en día: que se tratan de un virus, y más aún, uno de
naturaleza letal. Entre todas las opiniones expresadas por Dawkins, una que
ciertamente no comparto es: “Si una persona se ve enfrentada con un león no se
apaciguará si se le dice que solo se trata de un conejo”. Lo cierto es que este es
justamente el problema que enfrentamos cuando contemplamos nuestra realidad.
Muchas personas sí terminan por apaciguarse cuando se les dice que el león es solo un
conejo. No es algo que les ayude a sobrevivir, o a solucionar los problemas de la
existencia, pero distrae su atención y evita que formulen preguntas incómodas acerca
de nuestra realidad que el Poder Reinante no desea que formulen. En cuanto a porqué
la gente cree con tanta facilidad en las mentiras de los Cultos Monoteístas, Dawkins
señala de manera sucinta que la religión es una norma social que se vale de las
tendencias psicológicas de los niños. “Es su particular obediencia la que los torna
vulnerables a los virus y los gusanos [informáticos]”, ha dicho Dawkins.
Su particular obediencia. La religión es una forma coercitiva de asegurar la
obediencia a la Maquiavelo.
Como quizás lo sepa el lector [iii] , pasé cierto número de años trabajando de
hipnoterapeuta como parte de mi búsqueda de repuestas a los asuntos que atañen al
“plano de la mente”. Ese trabajo me capacitó para tener una perspectiva única de casi
todas las otras ramas de estudio en las que me he ocupado desde entonces. Lo más
importante que aprendí de él es que la mayoría, cuando no TODAS, las opiniones
humanas acerca de las cosas tienen su raíz en el pensamiento emocional. Las
emociones tienen la curiosa tendencia de “colorear” todo lo que vemos,
experimentamos y recordamos, de forma tal que lo que pensamos resulta ser, muy a
menudo, el resultado de una “anhelación compulsiva”.
El problema con el asunto de la Biblia y de la Historia es que hay una gran cantidad
de campos que pueden contribuir valiosa información –arqueología, paleontología,
geología, lingüística, etc.– pero esa información es descartada en favor de aquello que
la mente concibe como resultado de su “anhelación compulsiva”. En el otro extremo
tenemos a la mitología y a la historia. Desafortunadamente ellas son muy similares
porque, como bien sabemos, “la historia la escriben los ganadores”. Y la gente es
propensa a cometer actos altamente censurables en situaciones difíciles, que
posteriormente procurarán encubrir con la intención de proyectar a la posteridad una
imagen de sí mismos que sea lo más favorable posible.
Los más antiguos textos en hebreo que se conservan del Antiguo Testamento, son los
que se encontraron en Qumran, que apenas se remontan a dos o tres siglos antes de
Cristo. Previo a su aparición, la más antigua versión descubierta era una traducción al
griego que data aproximadamente del mismo período. Y el texto completo en lengua
hebraica que presenta mayor antigüedad, tan solo data del siglo décimo DC, así que
hay algo que no está bien con este estado de cosas.
Se tiene la creencia general, como resultado del análisis textual, de que una
pequeña parte del Antiguo Testamento se escribió alrededor del año 1000 AC y que el
resto data de aproximadamente el 600 AC. La Biblia, tal y como la conocemos, es el
resultado de numerosos cambios a lo largo de los siglos, y hay tal número de
contradicciones dentro de ella que no tenemos espacio suficiente para listarlas. Existen
bibliotecas enteras dedicadas a este asunto, y le recomiendo al lector revisar el
material con el fin de tener un fundamento sobre el cual poder juzgar las cosas que
voy a decir.

Los estudiosos de la Biblia generalmente sitúan a Abraham entre los años 1800 y
1700 AC. Los mismos estudiosos sitúan a Moisés entre el 1300 y el 1250 AC. Sin
embargo, cuando rastreamos las generaciones tal y como aparecen listadas en la
Biblia, ¡solamente encontramos siete generaciones entre ambas figuras patriarcales!
Cuatrocientos años es demasiado para tan solo siete generaciones. Considerando entre
35 y 40 años para cada generación, eso colocaría a Abraham alrededor del 1550 AC y
a Moisés alrededor del 1300 AC. Esto obviamente significa que hay varios cientos de
años de los que no se da cuenta alguna dentro del texto. Remontándonos hasta la
figura de Noé, y utilizando la misma lista de generaciones suministrada por la Biblia,
llegamos a una fecha entre el 2000 y el 1900 AC: la época aproximada del arribo de
los Indoeuropeos al Cercano Oriente. Los registros geológicos y arqueológicos no dan
cuenta de ningún cataclismo en esa época, pero en cambio sí hay evidencias de lo que
se podría denominar como una discontinuidad global de orden cataclísmica hace
alrededor de 12,000. Así que tenemos en este caso un faltante de alrededor de 8000
años, días más o menos.
En un sentido más general, el utilizar la Biblia como una fuente histórica de
información presenta una serie de problemas insuperables, en particular cuando se
considera el factor “mitificación”. Hay muchas contradicciones en el texto que no es
posible reconciliar por ninguna suerte de contorsionismo teológico o mental. En ciertos
lugares se describe la ocurrencia de eventos en cierto orden, mientras que en otros se
indica que ocurrieron en un orden diferente. En un lugar la Biblia dice que había dos de
algo, y más adelante dice que eran 14. En una página la Biblia dice que los Moabitas
hicieron algo, y unas cuantas páginas más adelante dice que los Midianitas hicieron
exactamente lo mismo. Hay incluso una instancia en la se describe a Moisés visitando
el Tabernáculo, ¡antes de que este hubiera sido construido! (y a menos de que Moisés
pudiera viajar en el tiempo, no se concibe cómo podría suceder tal cosa).
Hay otros detalles en el Pentateuco que suponen problemas adicionales: se indican
ciertas cosas que es imposible que Moisés haya podido saber si hubiera vivido cuando
se dice que lo hizo. Hay un caso particular en el que Moisés dice algo que no pudo
haber dicho: el texto relata su misma muerte, y esto es altamente improbable que
haya podido ser relatado por Moisés. ¡El texto también afirma que Moisés era el
hombre más humilde sobre la faz de la Tierra!
La Inquisición se hizo cargo de lidiar con todos estos problemas durante buena parte
de los últimos dos mil años, y de una manera similar también se encargó de los
Cátaros y de cualquier otro grupo de individuos que no aceptara la versión oficial de
las cosas promulgada por el establecimiento judeo-cristiano.
Para los judíos, las contradicciones no eran tales, sino solamente “aparentes
contradicciones”, ¡y todas susceptibles de ser explicadas por vía de la “interpretación”!
(Yo podría añadir que estas interpretaciones eran usualmente más fantásticas que los
mismos problemas). Moisés era capaz de “saber cosas que no debería haber sabido”
porque él era un profeta. Los comentaristas bíblicos medievales, tales como Rashi y
Nacmánides, eran sumamente duchos en reconciliar lo irreconciliable.

En el siglo 11 Isaac ibn Yashush, un médico de la corte morisca española y auténtico


revoltoso por naturaleza, mencionó el hecho embarazoso de que la lista de reyes
edomitas que aparece en Génesis 36 incluye algunos reyes que vivieron mucho tiempo
después de que Moisés había muerto. Ibn Yashush sugirió lo obvio, que la lista debía
haber sido compilada por alguien que vivió en fecha posterior a Moisés. Desde
entonces se le conoció como “Isaac el Desatinado”.
El tipo que inmortalizó al listo de Isaac con tal apelativo fue Abraham ibn Ezra, un
rabino de la España del siglo 12. Pero Ibn Ezra nos enfrenta con una paradoja, porque
él también escribió acerca de los problemas que existen con el texto de la Torah. Alude
a numerosos pasajes que no parecen ser obra de la mano de Moisés puesto que se
refieren a este en tercera persona, emplean términos que Moisés no podía conocer,
describen lugares en los que Moisés nunca estuvo, y utilizan un lenguaje que
pertenecen a una época y un ambiente totalmente ajenos a los de Moisés. De manera
bastante misteriosa, escribió: “Aquel que entiende reconocerá la verdad. Aquel que
entiende guardará silencio”.

Así que, ¿porqué llamó a Ibn Yashush el “desatinado”? Obviamente porque este tenía
que abrir su bocota y revelar el secreto de que la Torah no era lo que se suponía, y
una vez que se supiera la verdad, muchos seguidores del negocio del misticismo judío
perderían interés en el mismo. Y el mantener el interés de los estudiantes y
buscadores de poderes era un gran negocio en aquella época. Más aún, quisiéramos
señalar que todo el mito del Cristianismo dependía de la validez del judaísmo puesto
que se trataba de su “Nueva Alianza”, y aun si había un aparente conflicto entre judíos
y cristianos, los cristianos desesperadamente necesitaban validar al judaísmo y a su
argumento de que se trataba de la revelación del Dios Único al “pueblo escogido” .
Después de todo, era sobre esta base que se afirmaba que Jesús era el hijo de Dios.
En resumidas cuentas, se podría decir que el cristianismo creó al judaísmo, en el
sentido de que este último se habría desvanecido en el olvido de no haber recibido un
infusión de energía que lo validó durante la época del Oscurantismo.
En el Damasco del siglo 14, un estudioso de nombre Bonfils escribió una obra en la
cual decía: “Y ello constituye evidencia de que este verso de la Torah fue escrito en
época posterior, y ciertamente no por mano de Moisés”. Ni siquiera estaba negando el
carácter de “revelación” de la Torah, sino meramente haciendo un comentario
razonable. Trescientos años más tarde se reimprimió su obra pero en esta ocasión
eliminando dicho comentario.
En el siglo 15, Tostatus, Obispo de Ávila, también afirmó que Moisés no pudo haber
escrito los pasajes que se refieren a la muerte de Moisés, pero en un intento por
suavizar el golpe se apresuró a añadir que había una “antigua tradición” que afirmaba
que Josué, el sucesor de Moisés, era el autor de esa parte del relato. Cien años
después, Luther Castaldt comentaba que tal cosa resultaba difícil de creer, habida
cuenta de que el relato de la muerte de Moisés estaba escrito en un estilo idéntico al
del texto que le precedía.
Bueno, por supuesto que todas estas cosas comenzaron a ser examinadas de una
manera más crítica con el advenimiento del Protestantismo a la escena religiosa y con
la creciente demanda de una mayor disponibilidad del texto mismo. La Inquisición y
otras “majestades católicas” intentaron sin éxito mantener el asunto bajo control. Pero
los efectos de las creencias son muy curiosos. En este caso, con el incremento del
alfabetismo y la disponibilidad de nuevas y mejores traducciones del texto, el “examen
crítico” llevó a la decisión de que el problema era solucionable afirmando que
efectivamente Moisés escribió la Torah, pero que sucesivos editores posteriores habían
agregado una que otra frase de su propia cosecha.
¡Uf! ¡Esa había estado cerca!, pero al final salieron bien parados.
Un detalle en extremo curioso es que la Iglesia incluyó en su lista negra a uno de los
proponentes de la idea de las inserciones editoriales, mismo que solamente intentaba
preservar el carácter de textus receptus de la Biblia. ¡Sus obras se colocaron en la lista
de “libros prohibidos”! Tal parece que algunas personas no pueden evitar dispararse
contra su propio pie.
Bueno, finalmente, y después de cientos de años de darle enormes rodeos al asunto,
algunos estudiosos se armaron de valor y abiertamente sostuvieron que Moisés no
escribió la mayor parte del Pentateuco. El primero en afirmar tal cosa fue Thomas
Hobbes. Señaló que el texto algunas veces asegura que tal o cual cosa ha perdurado
tal como se afirma y hasta nuestros días. El problema con ello es que ningún escritor
que estuviera describiendo una situación contemporánea la describiría como algo que
ha perdurado por mucho tiempo y “hasta nuestros días”.
Isaac de la Peyrère, un calvinista francés, anotaba que el primer verso del
Deuteronomio dice: “Estas son las palabras que Moisés habló a los hijos de Israel al
otro lado del Jordán...”. El problema es que estas palabras se refieren a alguien que se
encontraba en el otro lado del Jordán con respecto al escritor mismo, o lo que es lo
mismo, a alguien que está al OESTE del Jordán al momento de escribirse, y describen
lo que ha dicho Moisés a los hijos de Israel al ESTE del Jordán. Y el asunto se agrava
aún más por cuanto se supone que, durante su vida, ¡Moisés mismo nunca estuvo en
Israel!
El libro de de la Peyrère fue prohibido y quemado. Él fue arrestado y se le dijo que
las condiciones para su liberación eran la conversión al catolicismo y la retractación de
todo cuanto había escrito. Aparentemente decidió que la discreción era la mejor aliada
del valor. Considerando la frecuencia con que ocurrían estas cosas, uno no puede
menos que preguntarse acerca de la “santidad” de un texto que debe ser preservado
bajo amenaza de tortura y derramamiento de sangre.

No mucho tiempo después de esto, el famoso filósofo Baruch Spinoza publicó lo que
se convertiría en un análisis crítico altamente controversial. Declaraba que los pasajes
problemáticos de la Biblia no eran casos aislados que podían ser justificados echando
mano a la explicación de las “inserciones editoriales”, sino que constituían evidencia
bastante extendida de un relato en tercera persona. Señaló además que el texto en
Deuteronomio 34 dice: “No volvió a haber en Israel un profeta de la talla de Moisés...”
Spinoza sugirió, con bastante razón, que estas eran las palabras de alguien que había
vivido mucho tiempo después de Moisés y había tenido la oportunidad de hacer
amplias comparaciones. Otro comentarista dice que esas ciertamente no suenan como
las palabras del “hombre más humilde sobre la faz de la Tierra”. [iv]
Spinoza no parece haber tenido demasiada aversión hacia la idea de arriesgar su
cuello, porque escribió: “Está más claro que el sol de mediodía que el Pentateuco no
fue escrito por Moisés sino por alguien que vivió mucho tiempo después que
él.” [v] Spinoza ya había sido excomulgado del judaísmo y ahora se encontraba en
ascuas con católicos y protestantes. Como es natural, su libro fue rápidamente
colocado en la lista de “libros prohibidos”, y fue objeto de una verdadera avalancha de
edictos en su contra. Más interesante aún es el hecho de que incluso se le trató de
asesinar. Ciertas personas llegarían a cualquier extremo con tal de preservar su
derecho de creer en mentiras.

Richard Simon, antiguo protestante y convertido en sacerdote católico, se dio a la


tarea de refutar las aseveraciones de Spinoza y escribió un libro en el que afirma que
Moisés escribió toda la parte medular del Pentateuco, a la que luego se le insertaron
“algunas adiciones”. No obstante, estas adiciones fueron claramente realizadas por
parte de escribanos queestaban bajo la guía de Dios o del Espíritu Santo, así que está
bien que hayan recopilado, arreglado y expandido el texto original ya que Dios siempre
estuvo a cargo del asunto.
Y uno pensaría que la Iglesia estaría satisfecha de salir relativamente bien parada de
un embrollo, ¡pero no! Simon fue objeto de ataques y terminó expulsado de su orden
por injerencia de sus propios correligionarios. Los protestantes, por su parte,
escribieron cuarenta refutaciones de su obra, y solo seis copias de su libro
consiguieron escapar a la hoguera. John Hampden tradujo una de estas, solo para
meterse también en serios problemas, pero “en 1688 terminó por retractarse de las
opiniones que había compartido con Simon [...], de seguro justo antes de ser liberado
de la Torre” [vi]
En el siglo 18, tres académicos no relacionados estaban estudiando el asunto de los
“duplicados”, o historias que se recuentan en la Biblia en más de una ocasión. Hay dos
diferentes historias acerca de la creación del mundo; dos historias acerca del pacto
entre Dios y Abraham; dos historias de acerca de la designación del nombre de Isaac,
hijo de Abraham; dos historias de la declaración de Abraham, en presencia de un rey
extranjero, de que su esposa era su hermana; dos historias del viaje a Mesopotamia
de Jacob, hijo de Isaac; dos historias de la revelación de Jacob en Beth-El; dos
historias de cómo Dios cambió el nombre de Jacob a Israel; dos historias de cómo
Moisés obtuvo agua de una roca en Meribah, etc., etc.
Aquellos que sencillamente no podían renunciar a su creencia a priori en el postulado
de que Moisés escribió el Pentateuco, intentaron justificar los “duplicados” diciendo que
siempre eran complementarios, no repetitivos ni contradictorios. En algunas ocasiones
trataron de estirar aún más esta idea afirmando que los “duplicados” estaban allí para
“enseñarnos” algo a través de unas contradicciones que en realidad no eran tales.
Esta explicación, no obstante, no conseguía salir bien parada a la luz de otro hecho:
que en la mayoría de los casos, una de las versiones de un duplicado se referían a la
deidad mediante su nombre divino, Yahveh, mientras que la otra se refería a la deidad
simplemente como “Dios” o como “El”. Lo que esto significa es que había dos grupos
paralelos de versiones de las mismas historias, y que cada grupo casi siempre era
consistente en cuanto al nombre de la deidad que utilizaba. No solo eso, sino que
además había una serie de términos y características que aparecían en forma regular
en uno u otro grupo de versiones, y lo que se demostraba con ello era que alguien
había tomado dos antiguas fuentes documentales y había realizado un trabajo de corte
y pegado para formar una narrativa “continua”.
Como es obvio, al principio se pensó que una de las dos fuentes había sido utilizada
por Moisés para la historia de la creación mientras que el resto venía de puño y letra
del propio Moisés (!). Pero se terminó por concluir que ambas fuentes correspondían a
escritores que habían vivido DESPUÉS de Moisés. Así que sucesivamente y por etapas,
la autoría del Pentateuco atribuida a Moisés estaba siendo casi por completo
descalificada.

La idea de Simon de que los escribas habían recopilado, arreglado y expandido


un textus receptus era la que, a fin de cuentas, iba en la dirección correcta.
Quisiera señalar que todo esto sucedía no porque a alguien se le hubiese ocurrido
desprestigiar a la Biblia, sino porque los problemas señalados eran evidentes y
notorios, y cada uno de los investigadores que ha trabajado en este asunto a lo largo
de los siglos lo ha hecho procurando, con absoluta determinación, preservar el estatus
de textus receptus de la Biblia. La única excepción en toda esta cadena de eventos es
el caso de Abraham ibn Ezra, aquel tipo bastante particular que en el siglo 12 SABÍA
de los problemas con el texto de la Torah y requirió de los demás guardar absoluto
silencio al respecto. ¿Recuerdan lo que dijo? “Aquel que entiende reconocerá la
verdad. Aquel que entiende guardará silencio”. ¿Y qué es lo que hemos visto como
consecuencia de este silencio? Cerca de ochocientos años de Cruzadas, Inquisición,
represión general y, en nuestra época presente, guerras entre israelíes y palestinos a
raíz del alegato de que Israel es la “Tierra Prometida” y que como tal, pertenece a los
judíos, lo cual nos trae a otra información desconcertante.
El gran académico judío Rashi de Troyes (1040-1105), hizo la sorprendentemente
franca declaración de que la narrativa del Génesis, remontándose a la creación misma
del mundo, fue escrita para justificar lo que hoy en día llamaríamos un genocidio. El
Dios de Israel, que diera a su pueblo la “Tierra Prometida”, debía tener una
supremacía inequívoca para que ni los desposeídos cananitas ni ningún otro grupo
pudiera apelar sus decretos. [vii] Las palabras exactas de Rashi fueron que Dios
enunció la historia de la creación y la incluyó en la Torah “para decir a su pueblo lo que
podían responder a todos aquellos que declarasen que los judíos robaron la tierra de
manos de sus habitantes originales. La respuesta debía ser: Dios la hizo y se la dio a
ellos, pero luego se las arrebató y la entregó a nosotros. Puesto que él la creó y es de
su propiedad, él puede darla a quien le plazca.”
El hecho es que los judíos todavía dicen eso mismo, con el apoyo de muchos
Cristianos Fundamentalistas cuyas creencias son abiertamente esposadas por George
Bush y allegados, todos de supuesta filiación cristiana, pero con motivos imperialistas
y económicos propios.
Esto nos lleva a otro punto interesante: el establecimiento de un “dios único” y con
indiscutible superioridad sobre cualquier otro, es un acto de violencia, cualquiera que
sea el punto de vista desde el cual se le mire. En La Maldición de Caín Regina Schwartz
escribe acerca de la relación existente entre el Monoteísmo y la Violencia,
argumentando que el monoteísmo es la raíz misma de la violencia:
La Identidad Colectiva, que es el resultado del pacto del Monoteísmo, se describe
de manera explícita en la Biblia como una invención, como una radical ruptura
con la Naturaleza. Un dios trascendente irrumpe en la historia exigiendo del
pueblo que él mismo ha constituido, obediencia a la ley que él mismo ha
instituido; y primero y más importante entre todos los postulados de esa ley,
obviamente, está el de jurar fidelidad a él y solo a él, bajo el pretexto de que
esto es lo que los constituye en un pueblo unificado y diferente de cualquier otro,
creando de esa forma la idea de “el otro”, que incluye a todos los demás, y
desencadenando la violencia. En el Antiguo Testamento, un vasto número de
“otros” pueblos resultan aniquilados, mientras que en el Nuevo Testamento otros
tantos resultan colonizados y convertidos en nombre de dicho pacto. [viii]
Schwartz también escribe acerca del carácter “provisional” del pacto: este es
condicional. “Creed en mí y obedecedme, o yo os aniquilaré”. No parece dejar otra
opción, ¿verdad? Nos encontramos cara a cara con una pura y simple Teofanía Nazi.
En el siglo 19, varios estudiosos bíblicos se percataron de que no solo había dos
fuentes en el Pentateuco, sino de hecho cuatro. Ellos cayeron en la cuenta de que en
los primeros cuatro libros no solamente había “duplicados”, sino inclusive “triplicados”,
que convergían en cuanto a una serie de características y contradicciones que
condujeron a la identificación de otra fuente más. Luego se vio que el Deuteronomio
correspondía por completo a otra fuente. Entonces no solamente se estaba lidiando
con el problema de cuáles eran los documentos de la fuente original, sino también con
el problema de la injerencia del “misterioso editor”.
Así pues, luego de años de sufrimiento, derramamiento de sangre y numerosas
muertes a causa del asunto, resultó evidente que alguien había creado lo que los
occidentales conocen como el Antiguo Testamento a partir de cuatro fuentes
documentales diferentes, en un intento por crear una historia “continua” designada en
diversas épocas como la Torah, a la que posteriormente se le agregó una serie de
documentos “editados”. Luego de mucho análisis posterior se concluyó que la mayoría
de las leyes y gran parte de la narrativa del Pentateuco ni siquiera proceden de la
época de Moisés, lo cual significaba que del todo no podían haber sido escritas por
Moisés. Más aún, la escritura de las diferentes fuentes ni siquiera correspondía a la
obra de individuos que hubieran vivido en los días de los reyes y los profetas, sino que
evidentemente eran obra de escritores que vivieron hacia el final del período bíblico.
Muchos académicos sencillamente no pudieron soportar los resultados de sus propias
investigaciones. Un erudito alemán que identificó la fuente del Deuteronomio exclamó
que esa nueva visión de las cosas “asentaba los comienzos de la historia hebrea no ya
sobre las grandes creaciones de Moisés, sino sobre una nube de inconsistencias”. Otros
estudiosos se dieron cuenta de que lo que ello significaba era que la imagen de la
Israel bíblica gobernada por leyes basadas en los pactos de Abraham y Moisés, era
completamente falsa. No tengo duda de que tal estado de cosas debe haber
contribuido a más de un suicidio, y lo cierto es que llevó a un buen número de
individuos a abandonar el campo de la Teología y a desistir de toda labor de criticismo
textual.
Otra manera de poner todas esas conclusiones es que la Biblia ha estado
proclamando una historia de los primeros 600 años de Israel que probablemente nunca
existió: todo ha sido una mentira. [ix]
Bueno, esto difícilmente se podía tolerar. Luego de tantos años de acondicionamiento
de la gente para creer en el “Fin del Mundo” y de presentar a Jehová o a Cristo en el
papel de salvadores de los escogidos durante este terrible evento, la mera sugerencia
de que bien podría no haber ningún “salvador” y el terror de la condición humana que
todo ello evocaría, sencillamente eran demasiado. Entonces apareció la caballería al
rescate en la persona de Julius Wellhausen (1844-1918).
Wellhausen sintetizó todos los descubrimientos con la intención de preservar los
sistemas de creencias de los académicos de orientación religiosa. Hizo una amalgama
entre la visión de que la religión de Israel se había desarrollado en tres etapas y la
visión de que los documentos también habían sido escritos en tres etapas, y luego
procedió a definir estas “etapas” con base en el contenido de cada una. Rastreó las
características de cada etapa, examinando la forma en que los diferentes documentos
presentaban la religión, el clero, los sacrificios y los lugares de adoración, así como las
diferentes festividades religiosas. Consideró las secciones narrativas y legales, así
como los otros libros de la Biblia, y al final suministró un “marco plausible” para el
desarrollo de la religión e historia judías. La primera etapa era el período
“naturaleza/fertilidad”; la segunda era el período “espiritual/ético”, y la última era el
período “sacerdotal/legal”. Como apunta Friedman: “Hasta la fecha, si uno está en
desacuerdo, está en desacuerdo con Wellhausen. Si uno quiere proponer un nuevo
modelo, debe comparar sus méritos con los del modelo de Wellhausen.” [x]
En este punto también quisiera hacer notar que a pesar de que Wellhausen estaba
tratando de salvar el pellejo tanto del judaísmo como del cristianismo, durante su
época ese esfuerzo no fue apreciado. William Robertson Smith, profesor del Antiguo
Testamento que enseñó en el Colegio de la Iglesia Libre de Escocia en Aberdeen, y que
fuera el editor de laEnciclopedia Británica, fue llevado a juicio por la Iglesia bajo cargo
de herejía por promover el trabajo de Wellhausen. Resultó absuelto, pero la etiqueta
de “el malvado obispo” le quedó prendida por el resto de sus días.
No obstante, el análisis de la Biblia continuó. Tradicionalmente se consideró que el
libro de Isaías fue escrito por el profeta Isaías en el siglo octavo AC, y la mayor parte
de la primera mitad del libro ciertamente calza con ese modelo, pero los capítulos 44
hasta el 66 aparentemente fueron escritos por otra persona diferente que debe haber
vivido unos 200 años más tarde. Esto significa que su valor profético es cuestionable,
ya que fue escrito después de los hechos mismos.
Nuevas herramientas y métodos de la época moderna han posibilitado la realización
de un trabajo realmente admirable en las áreas del análisis lingüístico y la cronología
del material. Adicionalmente, ha habido una febril actividad arqueológica desde la
época de Wellhausen, que ha producido enorme cantidad de información acerca de
Egipto, Mesopotamia, y otras regiones aledañas a Israel. Esta información proviene de
tabletas de arcilla, inscripciones en las paredes de las tumbas, templos y habitaciones,
e incluso papiros. Aquí nos topamos con otro problema: en ninguna de las fuentes
recopiladas, sean estas egipcias o del Asia Occidental, existe referencia alguna a
Israel, su “famoso pueblo”, sus fundadores, sus conexiones bíblicas, ni cosa
similar, con anterioridad al siglo 12 AC. Y el hecho es que incluso por 400 años
después, no es posible deducir más de media docena de alusiones, que además
resultan cuestionables en su contexto. Aun así, los judíos ortodoxos fundamentalistas
se aferran a este puñado de referencias como quien está a punto de ahogarse y lucha
por asir briznas de paja. Curiosamente, los Cristianos Fundamentalistas vuelven
deliberadamente la vista lejos del asunto como si se vieran conminados por el virtual
undécimo mandamiento de “No harás preguntas”.
El problema de la falta de validación externa para la existencia de Israel como nación
soberana en al área de Palestina tiene una correspondencia dentro de la Biblia misma.
La Biblia no acusa conocimiento alguno de la existencia de Egipto o del Levante
durante el segundo milenio AC. Tampoco dice nada acerca de la expansión del imperio
egipcio sobre la totalidad del Mediterráneo oriental (como de hecho sucedió); no hay
mención de la marcha de los grandes ejércitos egipcios ni de las oleadas de Hititas que
se movían para enfrentarse a los egipcios; de manera especial, hay ausencia de
cualquier mención a los reyezuelos egipcianizados que gobernaban las ciudades
cananitas, todos los cuales constituyen hechos históricos indiscutibles.
La gran y desastrosa invasión de los Pueblos Marinos durante el segundo milenio
tampoco tiene mención alguna dentro de la Biblia. De hecho el Génesis describió a los
filisteos como un pueblo ya establecido en la tierra de Canaán durante la época de
Abraham (!).
Los nombres de los grandes reyes egipcios están por completo ausentes de la Biblia.
En cambio sí encontramos figuras históricas que no tuvieron ningún carácter heroico,
transformadas dentro de la Biblia en grandes héroes, como es el caso del hicso Sheshy
(Num. 13:22). En otro caso se le da erróneamente el sobrenombre de Rameses II a un
general cananita. El rey egipcio que se supone asistió a Oseas en Reyes 2 (17:4)
“sufrió la indignidad” de recibir como nombre propio más bien el de su ciudad. ¡El
Faraón Shabtaka aparece en el Cuadro de Naciones de Génesis 10:7 como una tribu
nubia!
Los errores relativos a hechos históricos y a detalles arqueológicos confirmados van
formando una pila cada vez más grande conforme uno estudia un poco acerca de la
época y los lugares históricos, de tal manera que la idea que se viene a la mente es
que los escritores de la Biblia deben haber vivido durante los siglos 7 y 6 AC, o
inclusive después, y no sabían prácticamente nada de los eventos que habían tenido
lugar unas cuantas generaciones atrás. Donald B. Redford, profesor de Estudios del
Cercano Oriente en la Universidad de Toronto, tiene extensas publicaciones acerca de
arqueología y egiptología. En cuanto al uso de la Biblia como fuente de información
histórica, escribe:
El enfoque académico estándar de la historia de Israel durante el Reino
Unificado, no representa a otra cosa más que a un serio ataque de anhelación
compulsiva de tipo académico. Tenemos todas esas gloriosas narraciones en los
libros de Samuel y Reyes 1, magníficamente escritas y ostensiblemente ciertas.
Es una lástima que un riguroso examen histórico nos obligue a descartarlas y
prescindir totalmente de ellas. Aun así, echemos mano de ellas –porque, ¿qué
otra cosa nos queda?– y dejemos a otros la tarea de probar su grado de
veracidad. […]
Si bien no sería cauto imputar aquí motivos cripto-fundamentalistas, la actual
moda de tomar estas fuentes literalmente y como si fueran documentos en
buena parte escritos en la corte de Salomón, proviene de un mal orientado
deseo de rehabilitar la fe y sustentarla sobre cualquier argumento, sin importar
qué tan falaz sea. […]
Tal ignorancia es desconcertante cuando uno se ha dejado impresionar por las
proclamas acerca de la infalibilidad de la Biblia hechas por los sectores
conservadores de la Cristiandad. Y es un hecho que el Pentateuco y otros libros
históricos presentan, con sobrada audacia, una cronología precisa que hace
discurrir la narrativa bíblica a través del período mismo en el que la ignorancia y
las discrepancias prueban ser aun más embarazosas. […]
Tal manipulación de la evidencia huele a prestidigitación y numerología, no
obstante lo cual ha producido los endebles cimientos sobre los que se ha escrito
un número lamentable de “historias” de Israel. La mayoría se caracteriza por una
ingenua aceptación literal de las fuentes, acompañada por una incapacidad para
evaluar el grado de confiabilidad y el origen de las evidencias. El resultado es la
reducción de toda la información a un nivel común donde se convierte en grano
para una amplia variedad de molinos.
Los académicos han invertido una cantidad sustancial de esfuerzos en preguntas
cuya validez ni siquiera se han molestado en probar. ¿Bajo cuál dinastía fue que
José ascendió al poder? ¿Quién era el faraón durante la época de la Opresión?
¿Durante el Éxodo? ¿Podemos identificar a la princesa que sacó a Moisés de las
aguas del río? ¿Por qué parte de Egipto huyeron los israelitas: por el Wady
Tumilat o por algún punto más hacia el norte?
Se puede ver la futilidad de tales cuestiones cuando se hacen preguntas
similares acerca de las historias Arturianas sin antes haber sometido el texto a
una evaluación crítica. ¿Quiénes eran los cónsules de Roma cuando Arturo sacó
la espada de la piedra? ¿Adónde nació Merlín?
¿Podemos realmente imaginar a un historiador clásico preguntándose acerca de
si Iarbas fue el responsable del suicidio de Dido o si por el contrario fue Eneas, o
por qué lugar exacto fue que Remo saltó el muro, o qué fue lo que le pasó a
Rómulo durante la tormenta, o cosas similares?
En ninguno de estos casos imaginarios se ha comenzado por evaluar el grado de
historicidad del material que dio pie a las preguntas. Todo académico que exima
a cualquiera de sus fuentes de ser sometida a una evaluación crítica, corre el
riesgo de invalidar algunas o todas sus conclusiones. […]
A menudo sucede que, dentro de este contexto, el término “bíblico” tiene el
efecto limitante sobre la rigurosidad del trabajo académico de implicar la validez
del estudio de la cultura e historia hebreas como cosas aisladas, cuando lo que
se requiere es una visión del antiguo Israel que esté enmarcada dentro de su
verdadero contexto del Cercano Oriente, una que ni exagere ni denigre el
verdadero lugar de Israel dentro de ese entorno. [xi]
Ruego prestar especial atención al comentario de Redford: “Todo académico que
exima a cualquiera de sus fuentes de ser sometida a una evaluación crítica, corre el
riesgo de invalidar algunas o todas sus conclusiones”. La seriedad de esta afirmación
no puede ser sobre-enfatizada. Es bien sabido que la gente ha muerto por millones a
causa de este libro llamado La Biblia y por las creencias de todos aquellos que lo
estudian. Y también en el presente continúa la gente muriendo en cantidades
alarmantes por las mismas razones.
Después de todo, si aquellos que leen o analizan este libro y esposan creencias
particulares basadas en su contenido, resultan estar equivocados, y luego tratan de
imponer estas creencias sobre millones de otras personas que a su vez se ven
influenciadas por ello para crear una cultura y una realidad basadas en una falsa
creencia, cabe preguntarse: “En nombre de Dios, ¿qué es lo que está pasando?”
El problema de utilizar la Biblia como texto de historia es la ausencia de fuentes
secundarias. Hay un enorme volumen de material anterior al siglo 10 AD en varias
bibliotecas antiguas, “grano para el molino del historiador”, pero estas fuentes parecen
quedarse casi por completo mudas al llegar al término de la 20ava dinastía egipcia. Así
que la Biblia, como prácticamente la única fuente que declara cubrir este período en
particular, se vuelve muy seductora: no importa que los descubrimientos de la
arqueología no “calcen” con sus declaraciones, o que solo puedan hacerse calzar con la
ayuda de una buena dosis de infundadas presuposiciones, o mediante el cierre
deliberado de la mente a cualquier otra posibilidad.
Pero, ¿podría haber una RAZÓN para explicar este silencio de las otras fuentes? Esa
es una buena pregunta acerca de la realidad de las cosas.
Toda persona que utilice la Biblia como historia se verá forzada, una vez se saque
toda emoción fuera de la ecuación, a admitir que no tiene medios para verificar la
veracidad histórica de los textos bíblicos. Como anotara Donald Redford más arriba,
incluso los académicos que admiten, cuando se ven presionados a hacerlo, que un
riguroso examen histórico los fuerza a descartar las narrativas bíblicas, de todas
maneras las utilizan diciendo “¿qué otra cosa nos queda?”
De nuevo pregunto: ¿Porqué?
Sabemos que en épocas antiguas los muchos libros que presentaban a la Biblia como
rigurosamente histórica fueron inspirados por la motivación fundamentalista de
confirmar la “preeminencia moral” de la Civilización Occidental. En el presente este
factor pesa menos en los Estudios Bíblicos, y sin embargo existe todavía la tendencia a
considerar tales fuentes de manera literal por parte de individuos que se pensaría son
capaces de un mayor discernimiento.
Podría ahondar todavía más en este asunto, pero creo que el lector ya tiene una idea
de lo que estoy hablando, aun si pudiera no estar de acuerdo. Pero el punto es, de
nuevo, “¿Quién escribió la Biblia y PORQUÉ?”
Retornemos por un momento a la curiosa afirmación de Rashi de que la narrativa del
Génesis fue escrita para justificar lo que hoy en día llamaríamos un genocidio. Si
aunamos a esto la implicación del libro de Umberto Eco, La Búsqueda del Lenguaje
Perfecto, de que la validación de la Biblia hebrea fue apoyada por los primeros
académicos cristianos como una manera de legitimar al judaísmo, cosa que era
indispensable con vistas a legitimar al cristianismo como la “única y verdadera
religión”, entonces comenzamos a tener la incómoda sensación de que se nos “ha
tomado el pelo”. Lo que esto implica es que los cristianos existen para que los
“derechos” de los judíos, aquellos inapelables decretos de Jehová/Yahvé, puedan ser
heredados por la Iglesia Cristiana, ¡según fuera instituida por Constantino por razones
evidentemente políticas! No obstante, por el acto mismo de legitimar el judaísmo y
“crear” el cristianismo como una versión actualizada de la religión egipcia, el mundo
occidental, en su inmensa codicia de poder, podría haber tomado a un tigre por la
cola.
Durante el mismo período en el cual aparece el Nuevo Testamento (resultado de la
incorporación de algunos textos antiguos extensamente editados y, en su mayoría,
insertados a través de múltiples instancias de “corte y pegado”), encontramos al
mundo occidental sumido en una edad oscurantista de la cual son pocas las fuentes
secundarias que sobrevivieron.
¿No es eso un tanto extraño? El Antiguo Testamento está escrito acerca de una Edad
Oscurantista, solo que unos cuantos centenares de años después, y el Nuevo
Testamento está escrito acerca de una Edad Oscurantista, también unos cuantos
centenares de años después. Ambos incorporan algunas historias probablemente
válidas pero extensamente editadas, cortadas y pegadas, revestidas de una gruesa
pátina idiosincrática y con numerosas interpolaciones concebidas desde la perspectiva
de una clara y definitiva agenda “política”.
¿Acaso vemos un patrón detrás de todo esto? ¿Podría haber una razón?
A fin de cuentas lo que observamos es la imposición, sobre la mayor parte del
planeta, de un sistema monoteísta draconiano. Es la fuente de la cual se han extraído
casi todos los aspectos de nuestra presente sociedad. Ha sido la justificación de los
baños de sangre más cruentos de que da cuenta la historia “escrita”. ¿Podría haber
una razón detrás de todo esto? Con esas consideraciones en mente, uno podría pensar
que el conocimiento de la certeza de quién escribió la Biblia y cuándo se escribió,
debería ser considerado crucial para cualquiera que aspire a estar mejor equipado para
la toma de decisiones relativas a asuntos de fe y de creencias de las cuales podría
depender cada aspecto de su vida.
Como ya hemos descubierto, lo que comenzó como una búsqueda de respuestas
acerca de los contradictorios y desconcertantes pasajes del Pentateuco llevó a la idea
de que Moisés no fue su autor. Esto a su vez llevó al descubrimiento de que muchas y
divergentes fuentes fueron combinadas en una sola, y que esto se ha hecho en épocas
diferentes y de maneras diferentes. Cada una de las fuentes resulta claramente
identificable por las características del lenguaje y del contenido. Nuevos avances en la
arqueología y en nuestro nivel de comprensión del mundo social y político de la época
nos han ayudado enormemente a tener un mejor entendimiento del medio ambiente
en el que los documentos fueron creados. Y es que a fin de cuentas, la historia de la
Biblia es la historia de los judíos.
El Antiguo Testamento es el resultado de la combinación de varias fuentes,
tradicionalmente identificadas por las letras capitales J(Yahvé), E(lohim),
D(euteronomio), S(acerdotal) [esta última en inglés “P”, de “priestly”, o
sacerdotal / N. del T.], sumadas a la obra del editor final que combinó todas estas y
agregó sus propios toques personales. Con base en cierta evidencia se ha planteado
que la versión E fue escrita por un sacerdote levita que favorecía a la línea Mosaica de
sacerdotes de Shiloh, y que la J fue escrita por uno que favorecía a la línea Aarónica de
sacerdotes de la casa real Davídica de Jerusalén. La conclusión es que ambas fueron
escritas a partir de fuentes orales de mitos y leyendas, mezcladas con algo de
historia, después de la supuesta separación de los dos reinos, y más tarde
recombinadas después de la conquista Siria durante el reinado de Ezequías. Sin
embargo, también resulta enteramente factible que nunca existiera un reino unificado
de Israel en Palestina, y que más bien estas historias de un gran reino fueran
recuerdos tribales de algo completamente diferente. Se estima que el autor de J vivió
entre el 848 y el 722 AC, y el autor de E entre el 922 y el 722 AC. Así que es probable
que E sea el documento más antiguo y que J represente, o una perspectiva diferente, o
bien una serie de cambios introducidos posteriormente.

La historia de la unificación de las tribus de Israel bajo David, seguida del gran
reinado de Salomón y este a su vez seguido por el cisma en el reinado de Rehoboam,
hijo de Salomón, es el tema central de la Biblia. La “esperanza de Israel” se basa en la
idea de la reunificación de Judea e Israel bajo la égida de un rey davídico. Por
supuesto, y para comenzar, todo ello se basa en el otorgamiento de la tierra a los
Hijos de Israel luego de que fueran “conducidos fuera de Egipto” durante el Éxodo por
la mano de Dios. Moisés representa al líder divinamente inspirado que reveló el dios de
los patriarcas a su nación en la forma de una “Deidad Universal”. ¿Acaso el testimonio
de la pala del arqueólogo confirma la existencia del Éxodo en cualquiera de los dos
lados de la historia?
La historia del Éxodo describe la forma en que una nación esclavizada se vuelve
grande en el exilio y cómo, con la ayuda del Dios Universal, declara su independencia
de la que fuera la más grande de las naciones de la Tierra: Egipto.
Imágenes poderosas, no hay duda. Tan importante es la historia de la liberación que
un total de cuatro quintas partes de las escrituras principales de Israel están dedicadas
a ella.

Pero el hecho es que ni doscientos años de intensas excavaciones y estudios de los


restos del antiguo Egipto y Palestina han conseguido dar apoyo alguno a la historia del
Éxodo en el contexto dentro del cual este es presentado. [xii]

Desde épocas tempranas Israel se componía de un número variable de “estados-


ciudades” (más parecidos a pueblos tribales), vagamente distinguibles, y cuya
población consistía de una mezcla de elementos de todas las áreas del Mediterráneo.
La ubicación específica de lo que propiamente se llamaba Israel era una zona rural más
o menos atrasada que servía como una especie de parachoques entre los civilizados
sirios y los nómadas de Arabia. La “cultura” de esta región era una mezcla de las
avanzadas culturas que le rodeaban: la egipcia, la asiria y la babilonia. Estos “estados-
ciudades” se levantaron y cayeron sucesivamente como resultado de constantes luchas
internas. Un vistazo retrospectivo sugiere que la adquisición de cualquier botín de
guerra era visto como algo más productivo que la agricultura misma. En otro sentido,
esta sucesión de pequeñas guerras era vista como el conflicto entre los dioses de una
tribu contra los dioses de otra. Como vamos a descubrir, este concepto podría no estar
alejado de la realidad.
¿Y qué hay acerca del Reino de David y de Salomón?

Los libros de Samuel nos dicen que la unción de David, hijo de Jesé, como rey de todas las
tribus de Israel, fue la culminación de las promesas que habían comenzado con el pacto entre
Abraham y “Dios”. Solo que la primera opción para el puesto había sido el flamante y heroico
Saúl de la tribu de los Benjamín, no obstante lo cual fue David el que se convirtió en el “héroe
popular” de la más antigua historia israelita.

La Biblia declara que los interminables relatos de alabanzas al Rey David eran tan
extendidos que no se entiende cómo, en caso de ser reales, no fueran conocidos en el
“mundo exterior” de Egipto, Grecia, Asiria y Babilonia. Pero, como vamos a descubrir,
quizás sí eran reales, solo que con un protagonista y un título diferentes. La pregunta
es: ¿cuáles versiones son las más exactas? ¿Se apropiaron los hebreos de esas
historias para asimilarlas a su propia “historia”, o fue más bien algo de su historia lo
que fue tomado prestado por las otras fuentes? Y en cualquier caso, ¿cuál es el
verdadero entorno histórico de esas historias? ¿Fueron acaso el resultado de la
superposición de un mito sobre una serie de eventos históricos reales? ¿O acaso se
fabricó una serie de eventos históricos tomando como base el mito?
De cualquier manera, así como Perseo dio muerte a la Gorgona y cortó su cabeza,
David también dio muerte y cortó la cabeza del gigante Goliat. Ambos portaban
“morrales”, y las “piedras” también jugaron un papel importante en ambas historias.
David fue “adoptado” por la corte real porque era un famoso arpista y cantante a la
manera de Orfeo. Como Hércules y otros héroes griegos, David era un rebelde y un
saqueador, y así como Paris robó a Helena, él también robó a la mujer de otro:
Betsabé. También conquistó la gran ciudadela de Jerusalén y el vasto imperio que
yacía más allá.
Las historias de Salomón, hijo de David y Betsabé y heredero del reino, nos dicen
que era el más sabio entre los reyes. También era el más grande entre los
constructores. Ellas hablan de lo brillante que era y de como sus decisiones se tienen
como un ejemplo a imitar a lo largo de las épocas. Su riqueza sobrepasaba toda
descripción, y en particular, sobresale su construcción del Templo en Jerusalén.
Por milenios, los lectores de la Biblia han discutido acerca de los días de David y
Salomón en Israel como si las cosas hubieran ocurrido tal y como se describen. Aún la
gente que no profesa la fe cristiana acepta que el Templo de Salomón existió, y el
diseño de su construcción ha sido objeto de interminables discusiones por parte de
esoteristas de todas las épocas: montañas de libros, leyendas y doctrinas secretas han
tenido como base el fabuloso Templo de Salomón. Peregrinos, cruzados, visionarios, e
incluso muchos libros de la época moderna acerca de los orígenes del hombre o de los
orígenes del Cristianismo, se han dedicado a propagar fabulosas historias acerca de la
magnificencia de la ciudad de David, el Templo de Salomón, y los supuestos tesoros
que contenía. La totalidad de nuestra cultura occidental tiene un particular interés en
validar todas esas historias. ¿Qué cosa haríamos con este enorme cúmulo de material
literario, incluyendo todas las enseñanzas masónicas y del campo de la Magia, si
resultara ser que el “Templo de Salomón” nunca existió?
Y es que ese parece ser el caso. Cuando menos, no hubo ningún Templo de Salomón
en los términos en que la Biblia lo describe.
Una de las primeras búsquedas arqueológicas en Palestina fue la de los restos del
Templo de Salomón y del gran imperio de David. Sería tedioso hacer una reseña de las
muchas empresas de excavación, los resultados concretos, las suposiciones a que
dieron pie, y las descabelladas declaraciones del tipo “¡He encontrado la prueba su
existencia!”, que luego fueron seguidas por sobrias demostraciones científicas de que
ese no era el caso. El lector que esté interesado en adquirir un conocimiento más
profundo de estos detalles es conminado a leer el material que apoya ambas lados del
argumento, para luego considerar la evidencia científica existente y posiblemente
llegar a las mismas conclusiones a las que hemos llegado nosotros: El Reino de David
y el Templo de Salomón, tal y como aparecen descritos en la Biblia, nunca existieron.
A pesar de que se encontraron restos de una especie de “reino” en Megiddo, Gezer y
Hazor, posteriormente se determinó que este “imperio” correspondía a algo
completamente diferente de lo que inicialmente se supuso, como veremos
enseguida. [i] Lo importante, sin embargo, es que el área de Judea, específicamente
designada como “hogar” de David y Salomón, estaba “conspicuamente
subdesarrollada” durante la época del supuesto imperio de Salomón. Los hechos
demuestran que la cultura de esta región era extremadamente simple. Con base en la
evidencia desenterrada a punta de azadón, la tierra era de carácter rural, y no hay
rastros de documentos escritos, inscripciones, o señal alguna de la extendida
alfabetización que sería necesaria para el funcionamiento de una monarquía. Más aun,
el área en cuestión ni siquiera era homogénea. No existe evidencia de una cultura
unificada, ni tampoco de forma alguna de administración central. El área que se
extiende desde Jerusalén hacia el norte estaba densamente poblada, pero el área hacia
el sur de Jerusalén, la tierra en cuestión, estaba escasamente poblada durante la
época en que se supone vivieron David y Salomón. Es un hecho que Jerusalén misma
era poco más que una villa típica de las tierras altas. Arqueológicamente no hay nada
que se pueda decir acerca de David y Salomón, no obstante lo cual la leyenda ha
perdurado. ¿Porqué?
Hay algo importante que se debe tener en mente y es el hecho de que la evidencia
solamente apoya la gradual emergencia de un grupo distintivo en el área de Canaán a
fines del siglo decimotercero AC, no el súbito arribo de un basto número de colonos
israelitas. Y tal y como se ha apuntado, las gentes que ya se encontraban presentes en
la tierra que se ha designado como asiento del gran reino de David y Salomón no
estaban demasiado organizadas o “civilizadas”.

AHAB Y JEZABEL: ¿SALOMÓN Y SABA?


Los historiadores y arqueólogos bíblicos por largo tiempo han intentado tomar al pie
de la letra los relatos bíblicos acerca del ascenso y la caída de una monarquía
unificada. Han asumido la existencia de una unidad étnica original y de un carácter
distintivo del pueblo hebreo que se remonta a un pasado remoto. Han dado por
sentado que la monarquía de David y Salomón, así como su trágico colapso,
eran hechos específicos de la historia de Israel susceptibles de ser enmarcados dentro
del contexto de una época y una región: la de Palestina. Se ha asumido además que
los dos reinos de Judea e Israel originalmente habían sido uno solo, y que una vez
separados, habían ambos heredado las instituciones de la iglesia y el estado
completamente formadas. Se ha creído que a partir de ese momento se habían visto
envueltos en una competencia en condiciones de paridad.
Sin embargo un intenso trabajo arqueológico en el montañoso país de Israel durante
la década de los 80s puso en tela de duda todas esas ideas. De manera curiosa, lo que
los arqueólogos encontraron fue evidencia de tres oleadas de actividad colonizadora.
La primera fue entre el 3500 y el 2200 AC. La segunda entre el 2000 y el 1550 AC, y la
tercera entre el 1150 y el 900 AC. Reconocemos estas ventanas por su previamente
mencionada relación con posibles cataclismos. [ii]
De cualquier manera, durante estos períodos de actividad colonizadora durante los
cuales arribaron pueblos nuevos que dejaron evidencia de una distintiva norma
cultural, los “reinos” del norte y del sur siempre parecieron estar separados. El sistema
de asentamientos del norte fue siempre denso y presenta evidencia de una compleja
jerarquía compuesta por sitios de población distinguibles por su tamaño en grandes,
medianos y pequeños, todos estrechamente dependientes de la agricultura.
Por otra parte, el “reino” del sur, escasamente poblado, solamente presentaba sitios
pequeños, con evidencia únicamente de poblaciones migratorias y pastorales.
Entonces, justo desde el principio tenemos la división entre un grupo agricultor y otro
pastoral.
Durante las primeras etapas de colonización, estas regiones norteñas y sureñas
estaban cada una dominadas por un centro que probablemente era el foco de las
actividades políticas, económicas, y con toda seguridad, también de las actividades de
culto. En el norte se trata del área más tarde ocupada por la ciudad que la Biblia llama
Tirzah. Esta se convirtió en la primera capital del reino del norte. En el sur, el centro
principal era Ai, localizado al noreste de Jerusalén.
En la Edad de Bronce Intermedia tuvo lugar la segunda oleada de colonización y de
nuevo observamos que el norte era denso y agrícola mientras que el sur estaba
escasamente poblado, con pequeños asentamientos y abundante evidencia de grupos
pastorales nómadas. Pero a esa altura Jerusalén ya era el principal centro de culto y de
actividades económicas, una ciudad severamente fortificada y con evidencias de ser
parte del Imperio Hicso. Esto coincide con el relato de Maneto acerca de la salida de
los hicsos de Egipto para construir una ciudad y un templo en Jerusalén. El único
problema es que la fecha de dicha construcción no sería la correcta: tendría que
ser posterior a la salida de los hicsos de Egipto, así que la mayoría de los arqueólogos
asume que existió una presencia hicsa en Canaán contemporáneamente a la presencia
en Egipto. Cerca de allí se encontraba Hebrón, también extensamente fortificada.
Hacia el norte, el centro de actividad se había trasladado a Shechem. Aparentemente
Shechem poseía considerables fortificaciones, así como un templo de gran tamaño.
En relación a este período particular de la historia, también existe evidencia externa
procedente de Egipto acerca de quién era quién. Está incluida en los llamados “Textos
de la Execración”, la versión egipcio del vudú. Los egipcios solían escribir maldiciones
en figurillas de arcilla en la forma de sus enemigos que luego rompían en pedazos y
procedían a enterrar de manera ceremonial. La idea era, por supuesto, la
destrucción simbólica del objeto de sus maldiciones. Lo que es importante en cuanto a
los Textos de la Execración es que nos dan una clave de quienes consideraban los
egipcios que constituía su mayor amenaza. Los Textos de la Execración hacen mención
de gran cantidad de ciudades costeras de Canaán, pero solamente de dos centros de
las tierras altas: Shechem y Jerusalén. Teniendo en mente la probable relación que
existía entre los hicsos de Egipto y los cananitas de Palestina, podríamos imaginar una
razón para que los egipcios se sintieran tan hostiles hacia Shechem y Jerusalén. Pero
el punto importante es que los textos, que supuestamente se remontan cuando menos
hasta el 1630 AC, mencionan a Jerusalén, Shechem y Hazor, pero ninguno de ellos
menciona a Israel.
Otra inscripción egipcia que registra las aventuras de un general llamado Khu-Sebek
que supuestamente, cuando corría el siglo 19 AC, lideró la expedición hacia las tierras
altas cananitas, hace referencia a la “tierra de Shechem” y la compara con Retenu, que
es uno de los nombres que los egipcios le daban a la totalidad de Canaán. Como
detalle interesante, los egipcios también se referían a los hicsos con el apelativo de
“príncipes de Retenu”. Esto nos indica que ya en el 1800 AC existía una entidad
territorial en el norte de Canaán, y que uno de los centros más importantes de este
territorio era Shechem; indica además que en determinado momento este centro de
población ciertamente tuvo una estrecha relación con los hicsos de Avaris, pero que no
se trataba de Israel.
Las cartas de Tell el-Amarna confirman que hacia el final de este mismo período
había un territorio sureño que revestía cierta importancia para Egipto, y que dicho
territorio tenía como importante centro de población a Jerusalén. Una cierta cantidad
entre esas cartas se refieren a los gobernantes de estas dos ciudades: un rey llamado
Abdi-Heba que reinaba sobre Jerusalén, y un rey llamado Labayu que reinaba sobre
Shechem. Cada uno de ellos controlaba un territorio de alrededor de 2500 kilómetros
cuadrados. Esta era el área de mayor tamaño a manos de un solo gobernante desde
que el resto de Canaán fuera dividido en pequeños estados-ciudades. Notemos la
curiosa similitud entre los nombres de estos gobernantes y “Abraham” y “Labán”.

El problema, como señala Redford, es que “cuando uno se acerca a este período de
la historia, tiene la ominosa sensación de que hace falta una importante página de la
historia”. Y el hecho es que así es.
En resumidas cuentas: la evidencia arqueológica sugiere que a pesar de las
declaraciones bíblicas acerca de su enorme riqueza y gloria, Jerusalén era poco más
que una villa en la época que se le asigna a David y Salomón. En el ínterin, durante
este período de la “página perdida de la historia”, la antigua ciudad fortificada ya hacía
tiempo que desapareció. En otras palabras, el reino del norte que se supone se había
“separado” del gobierno de Jerusalén, estaba en camino de convertirse en un estado
de importancia, mientras que Judea había retornado a la condición de una mera
estación de paso.
Al tiempo que las tierras altas del norte superaban el ritmo de crecimiento de las del
sur durante las tres oleadas de colonización, las ciudades costeras dejaban a ambas
rezagadas. Eran bulliciosas, prósperas, cosmopolitas y ricas. Los arqueólogos creen
que lo que posibilitó la independencia inicial de las tierras altas fue el hecho de que el
sistema de estados-ciudades de Canaán sufrió una serie de eventos catastróficos muy
destructivos hacia el final de la Tardía Edad de Bronce. No hay consenso en cuanto a la
causa de este “cataclismo”, sugiriéndose que posiblemente fue el resultado de la
invasión de los Pueblos Marítimos, u otro factor similar. Ya hemos expuesto nuestra
idea de que probablemente fue mucho más que eso.
Lo que parece haber sucedido es que los estados-ciudades costeros, recuperados del
efecto de los “cataclismos”, habían sido reconstruidos y prosperaban rápidamente
cuando, de súbito y en un período realmente corto, resultaron destruidos por segunda
vez, esta vez, supuestamente por efecto de ataques militares e incendios. Cualquiera
que fuera la causa, la destrucción fue tan extendida que las ciudades cananitas de las
planicies y las costas nunca pudieron recuperarse. Concretamente se cree que el
origen de toda esta destrucción fue la campaña de Shishak, fundador de la duodécima
Dinastía. Esta invasión aparece mencionada en la Biblia donde se dice que “En el
quinto año de Rehoboam, Shishak, rey de Egipto marchó hacia Jerusalén; se apropió
de los tesoros de la casa del Señor, así como de los tesoros de la casa del rey,
llevándose todo consigo. También se apropió de los escudos de oro que Salomón había
hecho.”
Shishak/Sheshonq comisionó la colocación de una inscripción triunfal en las paredes
del templo de Karnak para conmemorar el evento. Esta inscripción lista los cerca de
ciento cincuenta pueblos y villas que arrasó en su “marcha hacia el mar”. Entre los
objetivos de los egipcios se contaban las ciudades cananitas de Rehov, Beth-Shean,
Taanach y Megiddo. En esta última se encontró el fragmento de una estela victoriosa
que muestra el nombre de Shishak. [iii]Gruesas capas de ceniza y la evidencia del
colapso de los edificios son mudo testimonio de la ira del Faraón que llevó a la súbita
muerte del territorio cananita en la parte final del siglo décimo AC. Existe poca
evidencia de esta asalto a la región montañosa del país, siendo las ciudades del valle
de Jezreel el objetivo de la campaña principal. En caso de haber habido un “Templo”
saqueado por Shishak, este no esaba en Jerusalén.
No obstante, se ha sugerido que este ataque de Shishak creó la oportunidad para
que los pueblos de las tierras altas se expandieran hacia las tierras bajas al comienzo
del siglo noveno. Mientras tanto, los registros arqueológicos muestran que, lejos en el
sur, Jerusalén continuó su existencia en forma de un régimen de aldeas dispersas y de
poblaciones pastorales.

Esto es lo que muestra la evidencia del azadón en el tiempo del supuesto fin de la
monarquía unificada, alrededor del 900 AC.
A principios del siglo noveno se levantaron centros de administración regional en el
reino del norte. Estaban profusamente fortificados y presentaban lujosos y elaborados
palacios. Estas ciudades incluían Megiddo, Jezreel y Samaria. Solo hasta el sétimo
siglo es que aparecen construcciones similares en el territorio del sur. Pero aún cuando
los métodos de construcción se trasladaron hacia el sur, los edificios eran de menor
tamaño y la calidad de la construcción era inferior.
En términos concisos, se podría decir que el reino del norte de Israel, que se supone
haber sido una especie de oveja negra que se separó del reino unificado de David y
Salomón en el sur, en realidad era ya un estado completamente desarrollado, mientras
Judea no pasaba de ser su pariente rural.
Pero, entre otros muchos dioses, Yahvé estaba presente en ambos reinos, y es casi
seguro que la gente de ambos reinos compartía historias similares acerca de sus
orígenes, si bien con versiones diferentes; es seguro también que en ambos se
hablaba un lenguaje similar. A la altura del siglo octavo AC ambos también escribían
con los mismos caracteres. El punto a resaltar, no obstante, es que ambos reinos
tenían una experiencia diferente del mundo que les rodeaba. Sus características
demográficas eran diferentes. Su cultura era diferente. La manera en que ambos se
relacionaban con sus vecinos era diferente. El hecho es que en realidad ambas
historias y culturas eran diferentes.
La pregunta que quisiéramos formular es: ¿cuál es la razón de que la Biblia cuente
una historia de cisma y secesión entre Israel y Judea cuando está claro que ni la
arqueología ni los registros históricos de las fuentes externas dan fe de que semejante
evento haya tenido lugar? ¿Porqué es que de manera sistemática se retrata a ambos
reinos como si fueran los hijos gemelos de un gran imperio que tenía su centro en
Jerusalén? A no dudarlo, había una razón para esta afirmación, como veremos muy
pronto.
El hecho es que el primer gran rey de Israel fue Omri. La Biblia presenta una historia
bastante esquemática y confusa del primer período del Reino del Norte luego de su
supuesta defección del previo régimen unificado. El sórdido relato de violencia y
traición culmina con el suicidio del usurpador Zimri en las llamas del palacio real de
Tirzah. Omri, comandante del ejército, es conminado por el pueblo a asumir el papel
de rey, y como es natural, él accede. No solamente fue una buena escogencia, sino
que además la historia guarda una curiosa similitud con la de selección de David, otro
comandante militar, en preferencia sobre los herederos de Saúl.
Omri construye para sí mismo una nueva capital en Samaria y planta los cimientos
de una dinastía. Luego de transcurridos doce años, su hijo Ahab asciende al trono. Este
arregla un ventajoso matrimonio con la hija del rey fenicio Ethbaal, gobernante de
Tiro, con lo que tenemos de nuevo una curiosa similitud con la historia bíblica de
Salomón y su amistad con “Hiram, rey de Tiro”. ¿Acaso este Ethbaal fue el verdadero
“Hiram”? De cualquier forma, Ahab construyó magníficas ciudades y estableció uno de
los ejércitos más poderosos de la región. Conquistó los enormes territorios de
Transjordania en el norte, e Israel disfrutó de enorme riqueza y de importantes
conexiones comerciales. Finalmente, el reino de Israel hacía notar su presencia. Sin
embargo el carácter de este reino era marcadamente diferente al del pequeño reino de
Judea.
Ahab se cuenta entre los individuos más odiados en la totalidad de los textos bíblicos.
De acuerdo con el editor de la Biblia, lo que hizo para merecer semejante
animadversión fue cometer el más inicuo entre todos los pecados bíblicos: introducir
dioses extranjeros en Israel, y causar la muerte de los sacerdotes y profetas de Yahvé.
Como si fuera poco, lo hizo a instancias de la malvada princesa fenicia con quien casó:
Jezabel.
De manera bastante gráfica, la Biblia se explaya en los pecados de esta famosa
pareja. Sin embargo, es preciso anotar que los mismos pecados le fueron atribuidos a
Salomón, quien, no obstante, fue transformado en el monarca del reino del sur y por
tanto excusado de todas sus faltas, si bien Yahvé parecía resuelto a castigar a toda su
familia. Uno se queda con la desconcertante sensación de que, en esencia, las historias
de Omri y Ahab, y David y Salomón, son las mismas. Jezabel fue objeto de particular
odio por su especial severidad con los profetas y sacerdotes de Yahvé. También se ha
registrado la forma en que el mismo Salomón expulsó a los sacerdotes de Shiloh, con
lo que de nuevo tenemos una conexión cruzada.
En la Biblia, los héroes de la historia de Omri y Ahab son Elías y Elisha, con toda
seguridad sacerdotes de Shiloh (hecho bastante significativo al que retornaremos en
breve), puesto que este es el sitio que se menciona como hogar del profeta Ahijah en
Reyes 1, 14:2. Se dice que en su confrontación con Ahab, Elías produjo una gran
demostración del poder de Yahvé, como resultado de la cual la gente se abalanzó en
contra de los sacerdotes del dios extranjero Baal y les dio muerte en el arroyo de
Kishon.
Como era natural, Jezabel montó en cólera, y Elías pensó que era tiempo de “tocar
retirada”. Se dirigió a las colinas, y en medio de la espesura del monte Horeb habló
con Dios, de la misma manera que Moisés también se supone que lo hiciera. Yahvé
pronunció una terrible profecía en contra de Ahab, pero curiosamente le dio unas
cuantas oportunidades más para redimirse, como se desprende de sus subsiguientes
victorias en contra de Ben-Hadad, rey de Aram-Damasco. Al parecer, Yahvé estaría
dispuesto a apaciguar su ira con tal de que Ahab diera muerte a Ben-Hadad, pero en
su lugar Ahab decidió pactar la paz, y para ese efecto se redactó un tratado. Y así
discurre la narrativa, con no pocos vilipendios dirigidos hacia Ahab y Jezabel. Después
de la muerte de Ahab, Elisha ungió como rey a otro general del ejército, Jehu. Según
parece, este tipo era mucho más del agrado de Yahvé, y este último se aseguró de que
Jezabel sufriera una terrible muerte, lanzada desde una ventana y devorada por los
perros. Entonces Jehu mandó apresar a todos los hijos de Ahab (según las cuentas, 70
en total), concebidos por varias esposas y concubinas, y los hizo pasar por la espada:
todas sus cabezas fueron apiladas en un solo montículo justo a la entrada de la ciudad
para inspirar terror y confianza en el nuevo rey, así como en su patrocinador, Yahvé.
La Biblia dice que Jehu provocó la caída de los Omritas, pero existe evidencia de que
probablemente ese no fue el caso.
En 1993 se encontró una inscripción que se piensa fue producida por Hazael, rey de
Aram-Damasco. Ella indica que alrededor del 835 AC Hazael capturó la ciudad de Dan,
haciendo referencia a la “Casa de David”. Está claro que la invasión de Hazael fue la
que minó el poder del reino del norte. El texto de la inscripción de Dan relaciona la
muerte de Jehoran, hijo de Ahab y Jezabel, con la victoria aramea. Hazael se jacta:
[Yo di muerte a Jeho]ram, hijo de [Ahab], rey de Israel, así como a [Ahaz]iazu,
hijo de [Jehoram, rey] de la Casa de David. Y también torné [sus pueblos en
ruinas] y traje la [desolación] a sus tierras.
Así es que hay mucha mayor probabilidad de que la violenta destrucción de los
palacios “Salomónicos”, de la cual por tanto tiempo se responsabilizó a la invasión
egipcia comandada por el Faraón Shishak a finales del siglo 10 AC, más bien haya
tenido lugar alrededor del 835, teniendo no a Jehu como protagonista, sino a Hazael. Y
así fue como tocó a su fin la dinastía Omrita.
Permítaseme enfatizar que Hazael se refiere a la dinastía Omrita como la “Casa de
David”. ¿Porqué? ¿Fue Omri, de hecho, el “Amado” de Yahvé? ¿O fue originalmente la
Casa del Amado objeto de los favores de otro “dios”?
De cualquier manera, podemos ver que la profecía de Elías resultó cumplida, solo que
a través de la alteración de los hechos a posteriori. Por supuesto que, tal y como
podremos constatarlo, un buen número de otras profecías de Yahvé solo resultaron
“cumplidas” a posteriori, durante la redacción de los textos bíblicos. La invasión de
Ben-Hadad, a quien Ahab se supone debería de haber matado (pero que salió librado
ante la decisión de este último de mostrarse magnánimo con él, cosa que exacerbó la
ira de Yahvé), realmente tuvo lugar mucho más tarde dentro de la historia del reino
del norte.
Así que una y otra vez encontramos, cuando quiera que nos molestamos en eliminar
los anacronismos y las inexactitudes históricas, que lo que nos queda de la Biblia no es
más que un tedioso relato de las amenazas de Yahvé, y el cumplimiento de estas como
parte de un diseño para establecer su estatus de Dios Universal. Y se supone que uno
deba de hacerse de la vista gorda ante la constatación de que este proceso incluye la
alteración y distorsión de los hechos al punto que terminan por perder su fisonomía
original. Lo que nos muestra acerca de los Omritas la evidencia del azadón, es que
presidieron un gran reino durante lo que debió haber sido una época de prosperidad
general. Nos suministra, de hecho, un modelo para el reino davídico y salomónico de
Israel en todos los detalles excepto en lo tocante a la adoración de Yahvé. Esa es la
razón por la que fueron condenados por los escritores de la Biblia y presentados bajo
una luz totalmente desfavorable en la “nueva versión” de los hechos que promovía a
Yahvé como el dios que hiciera grande a Israel, y cuyos favores, una vez retirados,
habían forzado a esta a postrarse en completa humillación.
Los hechos demuestran todo lo contrario. Israel nunca consiguió nada mientras fuera
presidida por los sacerdotes de Yahvé, excepto constante sufrimiento y exilio, todo a
causa de gobernantes que no podían evitar que el tiro les saliera por la culata, que
practicaban una política de doble cara, y que favorecían una postura de aislacionismo
religioso y cultural. Los Omritas fueron una familia de gobernantes militarmente
poderosos que presidieron uno de los estados más fuertes del Cercano Oriente en
aquella época. No fue sino hasta entonces cuando el resto del mundo se vio obligado a
tomar a Israel en serio. Una estela que data de esta época dice que “Omri fue el rey de
Israel que subyugó a Moab” (Moab era un estado vasallo de Israel). La estela continúa
relatando como Mesha, rey de Moab y responsable de la producción de dicha estela,
expandió su territorio en franca rebeldía contra Israel. Por Mesha nos enteramos de
que el reino de Israel consiguió extenderse mucho más hacia el este y sur de su
antiguo dominio circunscrito a la zona montañosa central.

Una y otra vez la Biblia resalta todos los desaciertos militares de los Omritas, pero
parece que fueron lo suficientemente competentes como para reunir una fuerza militar
que impresionó al gran rey asirio Shalmaneser III y lograr enviarlo de vuelta a casa en
rápida huida. Como es natural, Shalmaneser alardeó de su victoria en lo que se llama
la inscripción Monolítica, pero esta se encontró en Nimrud, no en Israel, lo cual nos da
testimonio de quién fue realmente el que venció. La Biblia también menciona el sitio de
Samaria a manos del “ejército arameo”; está claro que se trataba del ejército asirio, y
en esa ocasión Israel se las agenció para resistir.
Los múltiples hallazgos arqueológicos en tierra palestina y que inicialmente fueron
proclamados a voz en cuello como evidencia de los reinos de David y Salomón,
posteriormente resultaron ser los proyectos de construcción de Omri y Ahab. Así es
que en caso de haber habido un David y un Salomón en Israel, el crédito de haber
establecido la primera monarquía completamente desarrollada en Israel más bien
corresponde a Omri y Ahab. Es evidente que los proyectos de construcción de Omri
requirieron de sofisticadas operaciones de movimiento de tierra capaces de convertir
un pequeño asentamiento a lo alto de un colina en una fortaleza significativa. ¿De
adónde provenían el poder y la riqueza? ¿Qué fue lo que le permitió al reino del norte
convertirse en el estado Omrita? Con los limitados recursos del país montañoso,
apenas suficientes como para mantener pueblos y aldeas relativamente pequeños,
¿qué fue lo que permitió nutrir esas posibilidades de expansión?
Bueno, como ya lo hemos apuntado, a fines del siglo 10 AC hubo una ola de
destrucción de las ciudades localizadas en las tierras bajas, previo a la destrucción de
los “palacios salomónicos”, y ahora se piensa que ello creó la oportunidad para que un
hombre fuerte con cerebro y ambición tomara las riendas y creara un imperio. Ese
hombre, aparentemente, fue Omri. Él no fue responsable de la destrucción de los
“filisteos”, acción que la Biblia le acredita a David, pero ciertamente fue el hombre del
momento que sabía cuando la fortuna le iba a sonreír. Dio ímpetu a la expansión del
pequeño país montañoso original hacia el corazón del antiguo territorio cananita, que
abarcó Megiddo, Hazor y Gezer. Se extendió hasta los territorios de Siria y
Transjordania y estableció un vasto y diverso estado territorial que controlaba ricos
terrenos dedicados a la agricultura y gobernaba una ruta comercial internacional de
gran tráfico. Aún más significativo es que su territorio consistía en una sociedad multi-
étnica, y esta es otra de las razones por las cuales los autores de la Biblia lo
vilipendiaron.
Cuando el reino norteño de Israel anexó las tierras altas de Samaria a los valles del
norte, ello significó la incorporación de diversos ecosistemas que incluían una población
heterogénea. Es muy probable que los habitantes del territorio central,
correspondiente a las tierras altas, se hayan identificado a sí mismos como israelitas,
pero la gente de las tierras bajas, los valles, era la población cananita indígena. Más
hacia el norte se encontraban aquellos de la etnia aramea. Hacia la costa Omri
gobernaba pueblos que eran de origen fenicio. La arqueología muestra que las raíces
culturales de cada grupo eran muy consistentes durante todo ese período, lo que
indica que Omri aparentemente respetó la diversidad cultural. La evidencia muestra
una gran estabilidad en los patrones de vida de los asentamientos, así que es seguro
que Omri no trató de forzar pautas nuevas sobre nadie; ni siquiera creencias
religiosas. Él realmente “unificó las tribus de Palestina”, aún cuando no se tratara,
como declara la Biblia, de los “hijos de Jacob” unificados bajo la guía divina de Yahvé;
lo cierto es que se trataba de una mezcla diversa y única. Y es muy probable que esta
unificación de diferentes grupos étnicos fuera el verdadero evento histórico que más
tarde fuera falsificado mediante el mito de las 12 tribus o supuestas familias
descendientes de los hijos de Abraham. Parece que esta diversidad misma fue el factor
más importante que contribuyó al crecimiento y expansión de la dinastía Omrita.
Según los estimados, Israel podría haber llegado a ser el estado más densamente
poblado de todo el Levante. Su único rival habría sido Aram-Damasco en el sur de
Siria.
El ascenso al poder de Omri coincide con el renacimiento general del comercio en al
área del Mediterráneo oriental. Las ciudades portuarias de Grecia, Chipre y Fenicia,
estaban intensamente involucradas en comercio e intercambios de todo tipo, y gracias
a Omri Israel tomó parte en todo ello. Había una fuerte influencia artística fenicia en la
cultura de Israel, evidencia de lo cual son los muchos jarrones de estilo ciprio-fenicio
que aparecen en los estratos arqueológicos. Esto no debería de parecer inusual
considerando el hecho de que Ahab casó con una princesa fenicia. Desde el punto de
vista conceptual y funcional, las ciudadelas Omritas se parecen a las de los grandes
estados-ciudades cananitas de la Tardía Edad de Bronce. Es posible observar una
continuidad cultural similar en lugares como Taanach, donde un altar del siglo noveno
AC presenta elaborados motivos alusivos a las tradiciones cananitas de la época. Todo
esto es muy interesante, pero nos crea un problema. Desde la perspectiva
arqueológica, no hay nada particularmente israelita en cuanto al reino del norte. De
hecho es únicamente en base al testimonio de la Biblia que nos enteramos de la
existencia de un reino de Israel escindido del imperio salomónico. El verdadero
carácter de la dinastía Omrita es el del poderío militar, los logros arquitectónicos, la
sofisticación gubernamental y la tolerancia cosmopolita. Pero todo lo que aprendemos
de la Biblia es lo mucho que Omri y Ahab eran odiados.
Obviamente, el autor bíblico se vio forzado a contar las “verdaderas” historias de
Omri, si bien estas ya había sido “mitificadas”, pero se esmeró en distorsionar y viciar
cada palabra de las mismas. Minimizó el poderío militar con el ridículo y la recitación
de los fracasos. Omitió las muchas victorias y éxitos que necesariamente debieron
haber tenido lugar, o de lo contrario la dinastía no habría conseguido expandirse de la
manera en que lo hizo. El autor bíblico también ligó la opulencia de la dinastía a cosas
como la idolatría y la injusticia social; le imputó a la princesa fenicia los cargos de
inclinación por prácticas malvadas y adoración de falsos dioses. También historificó lo
que ya había sido mitificado, pero insertando sus propias alusiones negativas. En
resumidas cuentas, se esforzó en proyectar una imagen de la historia del Reino del
Norte que estaba plagada de pecado y degradación.
Pero la evidencia del azadón apunta en otra dirección.
Luego relata, el autor bíblico, los cuentos de la “Casa de David”, como si se trataran
de la posesión exclusiva del Reino del Sur, y ya hemos comenzado a entender cual es
la razón de esto: justificar el estatus de Yahvé como Dios Único, como el dios de
Israel.
LAS DIEZ TRIBUS PÉRDIDAS
Es un hecho que el reino que Omri construyó experimentó su caída en razón de lo
exitoso que era. Como reino independiente situado a la sombra del poderoso imperio
asirio, el norte de Israel parecía un tentador tesoro en espera de ser saqueado.
En los reinados de los muchos reyes que siguieron a Ahab, Yahvé demuestra ser
altamente hipócrita en sus juicios, pero más bien deberíamos decir que la pluma lo ha
insertado dentro de la historia en el protagónico papel de causa última de los éxitos o
fracasos de los reyes. Si alguna de sus empresas tenía éxito mientras se mostraban
idólatras, era porque Yahvé había tenido misericordia de la gente. Si aún siendo fieles
a Yahvé resultaban ser un fracaso político y causaban enorme sufrimiento al pueblo,
era a causa de algún pecado atribuido a sus antepasados. Las bendiciones divinas
tenían un carácter singularmente arbitrario. Con todo, aparentemente nunca le pasó
por la mente a los sacerdotes de Yahvé que, después de todo, quizás este no fuera la
mejor opción para un dios nacional.
De cualquier manera, luego de una racha de desaciertos reales o fallas de Yahvé a la
hora de cumplir sus promesas, un rey verdaderamente idiota asciende al trono:
Hosea.
Paralelamente, en ese mismo momento del siglo 8avo. AC, Shalmaneser V asciende
al trono de Asiria. Hosea se comprometió a ser el vasallo de Shalmaneser, pero a
espaldas suyas forma una alianza con Egipto. Su visión política debe haber estado
seriamente afectada de estrabismo, a la vez que pareciera no haber estado restringido
por un alto sentido de la ética, puesto que primero hace una promesa y después
reniega de ella. Recordemos que se suponía que Egipto debía ser objeto de un odio
enconado a causa del estado de esclavitud al que sometió a los judíos, pero lo que
observamos en forma repetida es que este factor no parece haber entrado nunca en al
mente de los judíos durante ese período. Hosea apostaba a ganar el apoyo de Egipto
en contra de una revolución en contra de Asiria. Cuando Shalmaneser se enteró de
esto, tomó prisionero a Hosea, invadió lo que quedaba de Israel, sitió Samaria por
espacio de tres años, y una vez la hubo capturado, “se llevó consigo a los israelitas
hacia Asiria”, cuando menos a todos aquellos que no pudieron comprar su libertad.
Después de causar el exilio de los israelitas, Asiria trajo gente desde Babilonia,
Cuthah, Avva, Hamath y Sepharvaim para establecerse en las ciudades de Samaria y
remplazar a los habitantes de Israel. No se ha registrado retorno alguno de los
habitantes originales, y a partir de este evento es que se crea la leyenda de las Diez
Tribus Perdidas de Israel.
Se ha declarado que estas tribus perdidas fueron a parar a lugares tan distantes
como la Gran Zimbabwe en África, México, Norte América, Persia, Asia Central, China
(los Chiang-Min de Sichuan), y Japón [iv] . El Libro del Mormóndiscute extensamente
sobre la presencia de las tribus perdidas en Norte América. El problema es, por
supuesto, comenzar asumiendo que alguna vez existieron estas 12 tribus reales tal y
como las describe la Biblia; es decir, originadas en los hijos de un mismo padre, Jacob.
Creo que a estas alturas el lector ya debe haber caído en la cuenta de que no es
posible que hayan existido estas diez tribus porque, para comenzar, no hubo “tribus”
como tales, cuando menos no en los términos en que la Biblia las presenta.
La historia de José en Egipto (Génesis 37 al 50) es tan diferente en cuanto a estilo y
nivel de excelencia, que los académicos creen que se trata de una composición literaria
y no de un registro histórico. Comparte muchos aspectos con otras tantas historias del
mismo género originarias de Egipto y del Cercano Oriente. El cambio de estilo que se
observa al pasar de las breves e inconexas secciones que tratan de la historia de
Abraham, Isaac y Jacob, es bastante inusual en otros sentidos también. La historia de
José no demuestra interés alguno en el pacto, las promesas, y los precedentes de los
derechos de Israel o cualquiera de los otros asuntos que tanto preocupan a los otros
autores de las historias anteriores. No hay encuentros con Yahvé/Jehová, ni ángeles, ni
ciudades voladas en pedazos; en pocas palabras, ninguno de los aspectos
distintivamente judíos.
De acuerdo al Génesis 45:11, el viaje de Jacob y su familia hacia Egipto fue una
medida de emergencia para sobrevivir a la hambruna. Otra versión sugiere que la clara
intención fue establecerse permanentemente en Egipto. Esto nos sugiere que el relato
ha sido tomada en préstamo de la literatura del Medio Oriente para insertarlo dentro
de la narrativa de la Biblia como hecho histórico y, muy especialmente, como soporte
genealógico. Se ha presentado a la popular y ampliamente conocida historia de José
como explicación del origen de las diversas tribus que más tarde fueron asimiladas en
“un solo pueblo”. La historia de José trae a todos los “hijos de Jacob” hasta Egipto
donde viven todas sus vidas. Esto contradice de manera directa y enfática las
tradiciones de las tribus individuales. Por ejemplo, en Génesis 38, Judá se casa, se
establece y cría a su familia en Canaán; en Génesis 46:21 Simeón casa con una
cananita; en 1 Crónicas 6:20 Efraín muere en Palestina; en 1 Crónicas 7:14 Manasseh
casa con una aramea, y su hijo Machir se dice estar en su hogar en Gilead tanto en
Números 32:40 como en 1 Crónicas 2:21-22.
Otro elemento discordante en la historia de José es que los nombres egipcios que
menciona, Saphnathpane’ah , Asenath, Potiphar , y Potipherah, son todos nombres que
pertenecen a la vigésima primera dinastía egipcia y eran comunes entre los siglos 9 y
7 AC, durante el llamado período Kushita-Saite. Además en Génesis 42:34 aparece el
título arameo saris, procedente del akadio sa resi, y que es propio de la administración
persa de Egipto. Es decir, que hay suficientes evidencias como para declarar un origen
de la historia que se remonta a los siglos 7 o 6, y los paralelos existentes con la
historia de Daniel en el exilio en Babilonia son muy numerosos.
Así que, una vez más, parece que la referencia a “los doce hijos de Jacob” como
progenitores de las doce tribus de Israel, es cuestionable, siendo lo más apropiado
pensar en estas últimas como en un grupo vagamente relacionado de tribus sin
conexión familiar específica, siendo la historia de Jacob en su papel de padre un
desarrollo a posteriori para servir de soporte o hilo conector desde el punto de vista
genealógico.

En la época de la caída del Reino del Norte en el 722 AC, muchos de los refugiados
de Israel (que podrían ser considerados como miembros de las otras “diez tribus”, si
uno quiere mirar las cosas desde ese punto de vista), huyeron hacia el sur, hacia las
tierras montañosas del país de Judea, predominantemente rural. Entre ellos
aparentemente se contaban los sacerdotes-profetas de Shiloh –los enemigos de
Jezabel que pensaban que su rey había sido corrompido por una mujer– que traían
consigo el llamado documento E. Fue en este momento cuando el documento E se
fusionó con el J, probablemente por obra de algún miembro del sacerdocio aarónico en
Jerusalén, y como parte del programa del rey Ezequías para consolidar su poder.
Tratando de sacar ventaja de la situación que se le presentaba –la destrucción de
Israel y la asimilación de parte de su población y de sus sacerdotes– Ezequías decidió
que le convenía unificar la población y centralizar todo. Él iba a ser el nuevo “David”
que unificaría al pueblo, y parte de su plan incluía la unificación psicológica a través de
la religión. Obviamente, Ezequías desaprovechó el ejemplo de Omri de tolerancia hacia
los diferentes grupos y creencias, sea por negligencia propia o por haber estado
fuertemente controlado por el sacerdocio.

Este es el momento importante en que se crea el documento P y se establece la


división jerárquica entre los grupos sacerdotales, con los sacerdotes aarónicos
asumiendo la posición de mayor altura, y los de Shiloh –los supuestos descendientes
de Moisés– reducidos a un estado servil, cosa que obviamente no fue de su agrado. El
documento P fue la pátina editorial aplicada por el sacerdocio aarónico sobre el
documento combinado J/E. A pesar de que no pudieron deshacerse de las historias de
J y E (patrimonio comunitario del pueblo), que reflejaban una visión hostil de Yahvé,
de la historia en general, y de Aarón en particular, las utilizaron en forma astuta para
establecer los cimientos de lo que posteriormente sería la imposición final de los
controles de Yahvé. El documento P buscaba glorificar a Yahvé por sobre todos los
demás dioses que formaban parte integral de las historias originales, y obviamente
habría eliminado cualquier mención favorable de ellos, si bien, como ya se ha indicado,
no fue posible eliminar las historias mismas.
El autor de P era alguien que conocía bien los textos de J y E. El texto P no
solamente era similar a aquellos dos e incluía una buena cantidad de “duplicados” de
historias originalmente aparecidas en J y E, sino que además fue escrito con base en J
y E con vistas a erigirse como una versión propia e independiente de aquellas historias.
Claramente se puede ver que fue escrito para ser presentado en lugar de J y E, y es
muy probable que en la época en que P fuera introducido, J y E hayan
sido suprimidos.
P no solo iniciaba con las historias de la creación y del diluvio, al igual que J y E, sino
que también proseguía con los asuntos capitales del pacto de Abraham, el éxodo de
Egipto, y el pacto del Sinaí. Hace referencia a toda clase de asuntos específicos que
aparecen en el texto de J/E y contiene más de veinticinco casos de relatos
paralelos que obviamente no se pretendía combinar con los de J y E, como terminó por
hacer un posterior redactor. Aun más, a pesar de que las similitudes son flagrantes,
las diferencias resultan todavía más delatoras. La pregunta que debemos hacer es:
¿porqué consideró el autor de P que era necesario escribir una nueva versión cuando
tenía a mano la de J y E?
Primero que todo, necesitamos considerar aquellas cosas que se dicen en J y E que
resultan significativamente diferentes en P. Hacía largo tiempo que los pueblos del
reino del norte atesoraban la tradición de haber descendido de Moisés mismo. Sus
documentos arrojan una luz muy desfavorable sobre la figura de Aarón, presentándolo
como el sacerdote del Becerro de Oro cuya hermana, Miriam, fue azotada por la
enfermedad por haber criticado a la esposa de Moisés. Aparentemente, el reino del
norte no adoraba a un dios que demandara sacrificios, y sus creencias enfatizaban la
importancia de la escogencia directa de los profetas por parte de los dioses mismos,
antes que la de cualquier linaje sacerdotal.
En el sentido más puro, la creación de esta parte del texto tenía motivaciones
primordialmente políticas, de la misma manera que la creación de la teología cristiana
fue un asunto primordialmente político. Ambas fueron creadas para dar énfasis a todas
aquellas cosas que harían a los súbditos del reino más susceptibles al control y a la
dominación.
Ezequías se dio a la tarea de eliminar toda forma de práctica religiosa que no fuera la
forma de adoración sancionada dentro del templo de Jerusalén. Se instituyeron rígidos
controles religiosos que obligaban a la destrucción de los lugares de adoración de
cualquier dios que estuvieran situados fuera del Templo. Estos lugares de adoración se
llamaban “santuarios” y fueron eliminados, al tiempo que la forma centralizada de
religión bajo el control de los Levitas en Jerusalén se convirtió, en términos seculares,
en la ley. De hecho, la ley de Yahvé se convirtió en la ley de la nación. Como
anotáramos, los levitas que estaban a cargo en esa época, eran los levitas aarónicos.

Con vistas a entender las implicaciones de todo esto, uno debe entender qué cosa
tenía lugar en los mencionados “santuarios” y porqué. En el Oriente Medio, el sacrificio
era más que la muerte sin sentido de algún animal; principalmente era la muerte ritual
de un animal para ser consumido como alimento, antes de ofrecer parte del mismo a
diversos dioses. El punto era que si el hombre deseaba comer carne, debía de
entender las implicaciones del acto de tomar una vida, y entender además que este
era un acto sagrado que debía ser realizado de una manera prescrita y por una
persona especialmente designada –un sacerdote–, que también recibía una porción de
la misma.
Así que el efecto de esta ley fue que si la gente deseaba tener un cordero para la
cena, ya no podía realizar el sacrificio en el “santuario” local o en su hogar: se veían
obligados a cargar a cuestas su cordero hasta Jerusalén, donde tenía lugar el cónclave
de los levitas. Esto obviamente equivalía a poner en manos de unos pocos un enorme
control y poder económico. Al mismo tiempo los levitas aarónicos que estaban
redactando el texto de esta nueva Torah, se aseguraron de estipular la necesidad de
agregar ciertos sacrificios específicos en honor de Yahvé y por encima de la mera
muerte ritual cuya intención era llenar el plato de la cena. Así aseguraron el
enriquecimiento del sacerdocio a expensas del pueblo.
No obstante, la sola intención de centralizar la religión en ese preciso momento de la
historia, aunada a la redacción del documento P, nos lleva a una de las claves más
importantes acerca de la supuesta existencia del Templo de Salomón en Jerusalén.
Verán, una de las principales controversias de la Biblia en términos de análisis de la
evidencia interna con vistas a determinar quién escribió qué y cuándo, la constituye el
período en que se origina el documento P. Por largo tiempo se ha aceptado que J y E
provenían de un período anterior, el de los dos reinos de Judea e Israel (siglos 8avo. y
9no. AC), como veremos un poco más adelante. Pero tratar de dilucidar quién escribió
el documento P ha sido una tarea sumamente difícil. Y el hecho es que P es la más
voluminosa de todas las fuentes, con un tamaño similar al de las otras tres juntas.
El documento P incluye la historia de la creación del primer capítulo del Génesis.
Incluye también la versión cósmica de la historia del diluvio en la que las puertas del
cielo y las fuentes del abismo se abren para inundar el mundo. Tiene las historias de
Abraham, Jacob, el Éxodo, y el viaje a través del erial, la mayoría de las cuales son
duplicados de historias que aparecen en J y E. También contiene un enorme cuerpo de
leyes, que cubre cerca de treinta capítulos del Éxodo y Números, así como TODOS los
libros del Levítico. Así que esta es una pregunta altamente pertinente que no debemos
tomar a la ligera.
En 1883 Edward Reuss dio una conferencia a sus estudiantes en Estrasburgo. En ella
afirmó que los profetas bíblicos no se refieren a la ley sacerdotal, no citan el material
contenido en el documento P, ni tampoco dan siquiera la impresión de estar
familiarizados con él. A partir de esta observación Reuss concluyó que la ley es
posterior a los profetas. [i] Reuss, por supuesto, tenía miedo de decir esto en público,
así que hubo de esperar cuarenta y seis años para publicar una monografía acerca del
asunto en 1879. En esa época uno de sus estudiantes más intrépidos ya había llevado
la idea más lejos, publicando su propia monografía del tema.
Este estudiante era Karl Graf. Habiendo sido convencido por Reuss de que la ley era
posterior a los profetas, comenzó su propio análisis del texto en busca de claves. Ya se
daba por un hecho que D había sido escrito posteriormente a J y E, durante el tiempo
de Josiah, así que Graf asumió a priori que P debía haber sido escrito luego de eso,
durante el período del Segundo Templo. Eso formaba parte del punto de vista
posteriormente sintetizado por Wellhausen, y que sostenía que el elaborado sistema
legal y ritual, así como la centralización del sacerdocio, fueron desarrollos posteriores
dentro de la vida de los israelitas, hacia el final del período bíblico.
Había un serio problema con la idea de que P había sido escrito por un miembro del
sacerdocio de la época post-exilio: no se menciona ningún Templo en todo el
documento P. En P Yahvé nunca le ordena a Moisés decir al pueblo que debían
construir un templo. No existe una sola ley dentro de P que requiera de la presencia de
un Templo, y más aún, a pesar de que P habla del Arca de la Alianza, de un altar, de
querubines, de Urim y Thunimm, y de otros accesorios sagrados propios de la actividad
de la adoración, no existe una sola referencia a un Templo. [ii]
La solución de Graf al problema del “Templo perdido” fue que el Templo sí se
menciona en repetidas ocasiones, pero bajo el término de Tabernáculo. El Tabernáculo
era la tienda de las asambleas que Moisés erigió en el desierto para guardar el Arca de
la Alianza. En el documento E solo se menciona tres veces y en J y D del todo no se
menciona. Por otro lado, ¡P lo menciona cerca de doscientas veces! Además P
suministra elaborados detalles acerca de sus materiales, su construcción y las leyes
que se le relacionan. Es un aspecto bastante común dentro de las historias de P; todas
las reuniones del pueblo tienen lugar en el Tabernáculo. En pocas palabras, el
Tabernáculo era esencial para P.
Así que la solución de Graf era que el Tabernáculo nunca había existido, que era una
ficción creada durante el período del Segundo Templo porque el escritor deseaba
establecer un código de leyes que representara los intereses de los sacerdotes del
Templo y necesitaba la antigüedad y autoridad de Moisés para validar la idea de que el
Templo era el reemplazo del Tabernáculo.
Así es que Graf decidió que el Tabernáculo debía haber sido falsa y deliberadamente
creado para transferir la autoridad que representaba hacia el Templo, y las leyes que
habían requerido de la presencia del Tabernáculo ahora requerían de la presencia del
Templo. De esa manera propuso que el Tabernáculo Sacerdotal había sido una ficción
literaria y legal creada en la época post-exilio por el autor de P para dar soporte a la
idea de la reconstrucción del templo durante el período del Segundo Templo.
Y entonces aparece de nuevo Wellhausen. Una vez hubo aceptado la teoría de Reuss
de que la ley fue posterior a los profetas, y la teoría de Graf de que el Tabernáculo no
era otra cosa más que un símbolo del Templo, sugirió que en el documento P la
centralización de la religión no era algo que se requiriera, como sí lo era durante el
período del documento D, sino que más bien era algo ya existente. Aseveró que las
leyes y las historias de P toman la centralización como un hecho.
En la lista de los diferentes tipos de sacrificios incluidos en P hay uno que se llama
“ofrenda por el pecado”, y otro que se llama “ofrenda por la culpa”. Tales sacrificios no
se mencionan en J, E o D. Wellhausen dedujo que era lógico pensar que estas ofrendas
fueran establecidas después del exilio, cuando la gente se sentía culpable y creía que
el exilio era un castigo por sus pecados.
En la lista P de días festivos hay uno que se conoce como el Año Nuevo de la Caída, o
Festividad de los Tabernáculos, seguida diez días después por el Día de la
Expiación. Ninguna de estas festividades se menciona en J, E o D. Y puesto que estas
festividades involucran la expiación de los pecados, Wellhausen concluyó que ello
probaba que formaban parte del período del Segundo Templo cuando Israel estaba
agobiada por el sentimiento de culpa de que su falta de fe en Yahvé había provocado la
destrucción del reino y el exilio en Babilonia.
Otra “prueba” que fue aceptaba por Wellhausen como demostración de que P había
sido escrito luego del exilio, fue el “asunto de Ezequiel”. Ezequiel fue un sacerdote
aarónico exilado en Babilonia, lugar donde escribió el libro que lleva su nombre. El
Libro de Ezequiel está escrito en un lenguaje y estilo marcadamente similares a los del
documento P. Hay pasajes completos en Ezequiel que corresponden, palabra por
palabra, a extractos de P. En Ezequiel el autor declara que en el futuro solo ciertos
levitas podrían llegar a ser sacerdotes, mientras que todos los demás quedarían
descalificados a causa de sus pecados pasados. Los únicos levitas que podrían fungir
como sacerdotes serían aquellos que fueran descendientes de Zadok, el sacerdote
aarónico de David. Así es que, de acuerdo a Ezequiel, solo los sacerdotes aarónicos
zadokianos serían legítimos, mientras que todos los demás quedarían excluidos.
También queda bastante claro que, cualquiera que sea el contexto, para el
documento P solamente los aarónicos son sacerdotes. P sencillamente no le da ningún
grado de legitimidad a los descendientes de Moisés (los sacerdotes de Shiloh). Así que
Wellhausen decidió que P debía haber sido escrito durante los días del Segundo Templo
cuando los sacerdotes aarónicos ascendieron al poder, tomando la profecía de Ezequiel
como inspiración. En ese momento de la historia terminó la competencia entre las
familias sacerdotales. Los aarónicos habían ganado y uno de ellos escribió una “Torah
de Moisés” que reflejaba esta victoria.
Era un buen argumento, pero como dice Friedman: “era lógico, coherente,
persuasivo... y erróneo” [iii]
Reuss estaba equivocado desde el principio de la discusión porque está claro que los
profetas sí citan a P, principalmente Jeremías. Es un hecho que Jeremías parece
solazarse en jugar con el documento P e invertir su lenguaje en formas bastante
ingeniosas. También es posible ver cómo Jeremías rechaza el Arca de la Alianza en uno
de los giros que da al lenguaje del documento P. Ezequiel también parece conocer
bastante bien el documento P, y el lector quizás quiera referirse a Friedman para ver
una lista de las comparaciones.
En 1982 Avi Hurvitz, de la Universidad Hebrea de Jerusalén demostró que el
documento P estaba escrito en una forma más antigua de hebreo que el trabajo de
Ezequiel, así que la idea de Wellhausen de que había sido escrito después de la época
de Ezequiel recibió un duro golpe. En años recientes otros cinco académicos han
descubierto evidencia lingüística adicional de que la mayor parte de P está escrito en
una forma de hebreo bíblico que es anterior a los días del exilio en Babilonia.
La conclusión es: Reuss estaba equivocado, Graf estaba equivocado y Wellhausen
estaba equivocado. Pero en su error había conseguido resaltar un trozo crucial de
evidencia que apuntaba hacia algo completamente diferente: el asunto del
Tabernáculo. Este Tabernáculo nos pone cara a cara con la pregunta de cuándo fue
que se construyó (si es que del todo se construyó) el famoso “primer templo” de
Salomón en Jerusalén.
Jerusalén ha sido excavada una y otra vez, habiendo sido objeto de un período
particularmente intenso de investigación de los restos de la Edades de Bronce y
de Hierro durante las décadas de 1970 y 1980, bajo la dirección de Yigal Shilo,
de la Universidad Hebrea, concretamente en el área de la ciudad de David, el
corazón urbano de la ciudad. De manera sorprendente, como señalara el
arqueólogo David Ussishkin de la Universidad de Tel Aviv, el trabajo de campo
allí y en otras partes de la Jerusalén bíblica no arrojó ninguna evidencia
significativa de ocupación durante el siglo décimo. No solo había ausencia de
vestigios de arquitectura monumental, sino inclusive de cualquier fragmento de
cerámica. Algunos estudiosos han argumentado que los posteriores trabajos
masivos de construcción en Jerusalén habían destruido toda evidencia de la
temprana ciudad, pero el caso es que las excavaciones en la ciudad de David
revelaron impresionantes restos que datan no solo del siglo décimo AC, sino
inclusive de la Mediana Edad de Bronce y de los siglos tardíos de la Edad de
Hierro. El dictamen más optimista acerca de esta ausencia de evidencia es que la
Jerusalén del siglo décimo tenía una extensión bastante limitada,quizás similar a
la de cualquier aldea típica del país montañoso. Esto... coincide con el... patrón
que presenta el resto de Judea durante ese mismo período, que se componía
de una veintena de pequeñas aldeas y unos cuantos miles de
habitantes, muchos de los cuales eran pastores nómadas. [iv]
Para el siglo 7 AC, Jerusalén finalmente se había convertido en una ciudad
relativamente grande, dominada por el Templo al Dios de Israel que servía como único
santuario nacional. Pero este era el Segundo Templo, construido como resultado de la
visión de los “cautivos” que habían retornado de su exilio en Babilonia.
El sacerdocio que retornó de Babilonia desarrolló la Biblia com si fuera un estricto
documento histórico con vistas a amalgamar a un pueblo disperso y cansado por las
guerras, y probar que habían experimentado una historia estremecedora bajo la
directa intervención de Dios. La épica gloriosa de la monarquía unificada era, al igual
que todas las historias de los patriarcas, de las conquistas y del Éxodo, una brillante
composición que amalgamaba todos los cuentos y leyendas heroicas de la antigüedad
en una sola profecía del pueblo de Israel que data del 7mo. siglo AC y era a la vez
coherente y persuasiva.
Toda una elaborada teología se ha desarrollado con la idea de validar la conexión
entre los herederos de la línea davídica y el destino del pueblo de Israel. De acuerdo a
esta historia fabricada, David fue el primero en erradicar la abominable influencia de
los “otros dioses”. A David, fiel y devoto servidor de Yahvé, le fue encomendad la tarea
de completar el trabajo inconcluso de Josué, a saber, conquistar el resto de la Tierra
Prometida y establecer un glorioso imperio sobre todos los territorios que le habían
sido prometidos a Abraham. Esto de hecho reflejaba las ambiciones políticas de los
sacerdotes que detentaban el poder, y no la historia tal y cual en realidad había tenido
lugar. Así que el glorioso relato de David y Salomón y su maravillosa Arca fue creado
para inspirar a las masas. Creemos, por supuesto, que estas historias estaban basadas
en modelos más antiguos, pero lo que resulta claro es que el Gran Rey Salomón –
quien quiera que este haya sido originalmente– no fue ni rey de Israel ni adorador de
Yahvé.
De toda esta búsqueda por cuando menos una evidencia clara de la existencia de un
gran Templo en Jerusalén durante el período en cuestión, me temo que he salido con
las manos vacías. Inclusive Finkelstein, citado más atrás, en cierta manera elude el
asunto. Dice que en el siglo 7 AC Jerusalén era “una ciudad relativamente grande
dominada por el Templo a Yahvé”. Si ese fuera el caso, el documento P no se habría
enfocado tan asiduamente en el Tabernáculo. El poner palabras en boca de Moisés de
manera retroactiva, parece cosa harto sencilla; hasta ahora ello nunca fue obstáculo
alguno para los sacerdotes, así que ¿porqué tanta algarabía en relación con el
Tabernáculo? Ellos podrían haber eludido del todo este problema haciendo exclamar a
Moisés: “cuando lleguen allí, guarden el Tabernáculo y construyan un Templo”. Pero
por alguna razón esa nunca pareció ser una opción. Claramente, esta “Tienda de las
Asambleas” era algo que el documento P había tratado de establecer como elemento
de gran significado para el pueblo. Por alguna razón, su importancia debía ser
enfatizada, y su estatus histórico como único y legítimo Tabernáculo por encima de
toda otra tienda similar, debía quedar clara. Encontramos varios elementos nuevos
dentro del documento P que obviamente eran resultado de manipulación de cosas que
eran sabidas y aceptadas por la gente y que requerían de “retoques” específicos para
servir a los propósitos de los sacerdotes.
Primero que nada tenemos una nueva Festividad de la Caída, que antiguamente se
conocía como la Festividad de los Tabernáculos. Luego tenemos la presencia de un
Tabernáculo específico. Finalmente tenemos la razón de que este tabernáculo sea
designado como el único y legítimo: ¡guarda un objeto en su interior, un objeto
llamado el Arca de la Alianza!
Todas las referencias al Tabernáculo dentro del documento P sugieren que era un
objeto con tremendo valor histórico puesto que fue ensamblado bajo la dirección del
propio Moisés. El documento P lo describe como el santuario que guardaba el Arca de
la Alianza, el Urim y Thummim, y los querubines. El documento P nos dice que el
Tabernáculo mismo fue construido con maderas preciosas, oro, bronce, lana
entretejida con hilos dorados, escarlata y púrpura, y con una cubierta de cuero rojo.
A pesar de que se supone que el Tabernáculo, con todo y Arca en su interior, residía
en Shiloh (según el documento P), el documento E por su parte, propio del reino del
norte, dominio de los sacerdotes de Shiloh, ¡nunca menciona Arca. alguna! De acuerdo
al texto de E, la “Tienda de Asambleas” era el signo más importante de la presencia de
Dios. Dios estaba dentro de la tienda, no dentro del Arca. Y está claro que
había muchas “Tiendas de Asamblea”.

Por otro lado, el documento J menciona que el Arca fue de suma importancia para los
hijos de Israel durante su viaje hacia la Tierra Prometida. En el libro de Números se
dice que mientras viajaban el Arca era portada delante de todos. Otro texto dentro del
documento J enfatiza la función del Arca como “arma” de carácter militar, indicando
que sin la presencia de ella, el éxito de cualquier empresa militar resultaba imposible.
Y luego, por supuesto, encontramos en las referencias dentro de J al Templo de
Salomón, que el Arca era el objeto más importante que contenía. ¡No debería
sorprendernos que dentro del documento J no haya mención alguna a la Tienda de las
Asambleas!
Esto, claro está, supone un pequeño problema. Si el reino de Omri fue el
mitificado/historizado Reino Judío de Salomón, y aún así no se tenía conocimiento de
ningúna “arca”, y además hay evidencia clara de que con anterioridad a Ezequías,
nunca hubo un Templo de Salomón en el reino de Judea que pudiera haber contenido
dicha arca, entonces ¿de dónde proviene la idea de esta arca? ¿Qué cosa era en
realidad el Templo de Salomón? Bueno, ya retornaremos a este asunto. Por ahora es
preciso que entendamos que, sea pro mitificación de la historia o por historización del
mito, ha habido aquí una seria labor de prestidigitación. Tiendas que anteriormente
eran usadas con un propósito particular ahora son eliminadas, a la vez que se ha
echado a andar un proceso de centralización variando el enfoque hacia una única
tienda. La legitimación de esa tienda se basa en su función como “albergue del arca”, y
se han insertado dentro del documento P todos los “antecedentes históricos”
necesarios para justificar el uso de dicha tienda.
Cualquiera que haya sido el uso para el que se destinara la Tienda de Asambleas en
épocas antiguas, es interesante notar que el carácter general de todo el documento J –
el documento de pueblo del arca– es mucho más balanceado en su actitud hacia la
mujer. El documento E –proveniente de los sacerdotes del reino del Norte, el pueblo de
la tienda– era de una perspectiva muy homocéntrica, concentrándose en los
personajes masculinos y con ausencia de heroínas tales como la Tamar del Génesis 38.
¡No extraña que Jezabel haya expulsado a sus autores en la forma en que lo hizo!
Hablando de Jezabel, la penúltima mención del arca en toda la Biblia aparece en 2
Crónicas, 8:11 [v] , mención que hace referencia a Salomón y su esposa, la hija del
faraón.
Salomón trasladó a la hija del faraón de la ciudad de David al palacio que había
edificado para ella, porque pensó que su esposa no debía vivir en la casa de
David, rey de Israel, ya que los lugares donde había estado el arca del Señor
eran sagrados.

La antepenúltima mención del arca también ocurre en 2 Crónicas, 35:3:


Además, a los levitas, que eran los maestros de todo Israel y que estaban
consagrados al Señor, les dio las siguientes instrucciones: “Colocad el arca
sagrada en el Templo que construyó Salomón, hijo de David, y rey de toda
Israel. Ya no tendréis que llevarla en hombros. Ahora dedicaos a servir al Señor
vuestro Dios y a Su pueblo Israel.”
En breve discutiremos sobre la autoría del libro de Reyes, pero en este punto
digamos que la autoría de Crónicas refleja el lenguaje y los intereses de los sacerdotes
aarónicos. Exaltan de manera muy especial a Ezequías, lo cual nos podría indicar que
este fue el momento histórico en que se produjo el documento P.
La última mención del arca en la Biblia viene de boca de Jeremías en forma de un
comentario despectivo del tipo “¡Se los dije!”:
Y acaecerá que en aquellos días cuando os halláis multiplicado sobre la tierra, el
Señor ha dicho que ya no volveréis a referiros al arca de la alianza. Nunca más
volverá a vuestra mente, ni la recordaréis, extrañaréis o visitaréis, ni tampoco
pensaréis en repararla o fabricarla de nuevo.
¡Curioso destino para el artículo más importante en toda la historia judía! (cuando
menos de acuerdo a la Biblia). Pronto veremos la razón de esta actitud de Jeremías
hacia el arca. El punto es que él habla del arca como si se hubiera estropeado o
requiriese ser remplazada. Casi con todo seguridad, esto sugiere que los babilonios
destruyeron el arca que existía en la época del reino de Judea junto a casi todo lo
demás. Lo que resulta extraño es la implicación de que ya no tendría suficiente valor
para ellos como para haberla montado en los carros del botín, o habría sido incluida en
la lista de objetos que se mencionan como hurtados del templo. Y para aquellos que se
sientan inclinados a pensar que la ausencia de esta mención apuntaría a la existencia
de algún gran secreto o conspiración, permítanme señalar que las muchas
confabulaciones que existen en la Biblia tienen un solo objetivo: inflar la importancia
de Yahvé. Los autores consiguen ello echando mano de cualquier cosa que les sirva
como lección para mantener el pueblo de Yahvé en raya. Si la pérdida del arca de
alguna manera pudiera haber sido utilizada para inducir un sentimiento de culpa, no
dudo de que así lo hubieran hecho. Lo que parece cierto es que, a partir de cierto
momento de la historia, lo que existió en Judea no era más que un arca substituta. Así
es que en la época del exilio, su pérdida no habría tenido mayor importancia.
Parecería que cuando ya no se requería del arca para legitimar la existencia de un
único Tabernáculo, esta dejó de ser importante. La idea de que fue llevada por los
judíos durante su huída hacia Egipto y luego hacia Etiopía, no es más que otra pista
falsa. Hay muchas Arcas que pretenden ser la legítima y original. Una de ellas se
encuentra en Axxum, Etiopía. Este objeto ha sido venerado por siglos, albergado
dentro de una capilla especial y custodiado por un sacerdote cuya vida entera se
dedica a mantener la capilla y sus terrenos. Es obvio que si el Arca de Axxum fuera la
verdadera, las autoridades de Israel no se habrían detenido hasta haberla recuperado.
A pesar de los rumores, eso nunca ha ocurrido.
Nuevamente recordemos que aún si el arca que existía durante la época de la
destrucción a manos de los babilonios no fuera más que un objeto “representativo”,
habría estado basada en un objeto real que existió en determinado momento y lugar,
cuya historia había sido mitificada para luego ser re-historizada. No obstante, esto
asesta un nuevo golpe a todos los buscadores del Arca de la Alianza bajo el Templo de
Salomón en Jerusalén.

Retornando al Primer Templo, observamos que Finkelstein menciona que la evidencia


de la total destrucción de Jerusalén se encuentra claramente presente en los estratos
arqueológicos, y que definitivamente revela la violencia y la metodicidad con que la
ciudad fue borrada del mapa; pero no hace mención a Templo alguno. Eso no significa
que en determinado momento no se hubiera construido uno en Jerusalén, solo que no
fue Salomón el que lo construyó, ni tampoco se construyó en el siglo 10 AC. Y el
asunto de si existió o no un Templo de Yahvé en la época específica de Ezequías,
cuando se producía el texto del documento P, es problemático.
Lo cierto es que parece que un templo existió en la época de la destrucción del reino
del norte. Una clave que apunta hacia ello es la referencia a la labor de “reparación”
del Templo emprendida por Ezequías como parte de sus reformas. Pero en lugar de
haber reparado el Templo de Yahvé, bien podría haber reparado y remodelado el
templo de algún otro dios en Jerusalén declarando que se trataba del “Templo de
Salomón” cuando en realidad no lo era. Así pues, habría tenido mucho sentido
legitimar el Tabernáculo como hogar temporal del arca, para luego transferir ese hogar
a un Templo “purificado”.
El autor del documento P habla acerca del “Templo de Salomón” y los objetos que
contenía, pero ninguno de ellos estaba presente en el Segundo Templo, y tampoco
eran estos considerados como importantes. Este es otro de los puntos que viene en
apoyo de la idea de que el documento P se escribió antes del período del segundo
Templo. ¿Por qué iba el autor a hablar de objetos que ya no existían como si todavía
existieran, aun cuando seamos de la idea de que su declarada existencia no era más
que la deliberada sustitución de una idea por otra? Además, ya hemos hecho
referencia al sorprendente silencio de la Biblia en cuanto al destino del Arca, con la
sola excepción del breve y sugerente comentario en Jeremías.
El Arca tenía una reputación letal. Se supone que el solo tocarla tenía consecuencias
fatales. Luego de una batalla, 50,000 soldados filisteos abruptamente levantaron un
campamento con el arca abierta de par en par y todos ellos fallecieron mientras
dormían. Su rey se apresuró a ordenar que fuera sellada y enviada de nuevo a manos
de los israelitas. Uno de los portadores del arca tropezó y la tocó, y resultó muerto al
instante. Dos de los hombres de Moisés echaron un vistazo a su interior y no vivieron
para contarlo. Moisés se aseguró de que ambos fueran enterrados en pleno desierto y
lejos del campamento. Algunas personas han argumentado que esto indica que se
trataba de un objeto radiactivo o cuando menos de un aparato tecnológico de algún
tipo. Es seguro que de haber sido un objeto tan poderoso desde el punto de vista
militar, se habría mencionado su uso en contra de los babilonios. Y de seguro también
se habría mencionado el hecho de que a pesar de toda su fama, nada pudo hacer en
contra del poderío de Nabucodonosor, o de que un terrible destino cayó sobre aquellos
que se la llevaron consigo, en caso de que alguno de estos dos eventos hubiera tenido
lugar. Pero no fue así, y esa podría ser la razón del subsiguiente silencio. A fin de
cuentas, las únicas historias que tenemos acerca de la presencia o uso concreto de un
arca son los mitos historizados (o historia mitificada) que nos llevan de vuelta a una
época muy anterior al exilio impuesto por los asirios en Babilonia. Uno no puede
menos que preguntarse también acerca de la destrucción del Reino del Norte por
Hazael. Si el arca hubiera estado presente allí, habría tornado a los omritas en una
fuerza militarmente invencible. Por otro lado, en caso de que Hazael se hubiera
apropiado del arca, en alguna parte se habría hecho mención de ello. Así que el arca
estaba precedida de una enorme fama, no obstante lo cual sobrevino la destrucción.
¿Cuál sería, entonces, la explicación de los sacerdotes? No funcionó, y era mejor
olvidar todo el asunto antes que tener que enfrentar las preguntas de la gente.
En este punto los autores de la Biblia sencillamente no pudieron salirse con la suya,
así que ni siquiera lo intentaron. Además resulta claro que en la época del segundo
Templo ya no tenían más necesidad del arca, así que sencillamente se dejó desvanecer
su recuerdo en el olvido como si fuera otra historia más del glorioso pasado de los
ancestros. De nuevo, sugiero que todo esto estaba basado en una semilla de verdad
proveniente del remoto pasado, pero averiguar concretamente a qué cosa estaba
relacionada no va a ser tan sencillo como pretenden los muchos cazadores del Arca
contemporáneos. Una cosa parece segura: no hubo ningún Templo de Salomón en
Jerusalén, ni Arca de la Alianza dentro de cualquiera templo que haya existido allí. Así
que podemos descartar las historias del Arca de Axxum o del rescate del Arca de
debajo del Templo por parte de los Templarios o del Emperador Romano Tito.
Sin embargo, la persona que escribió el documento P presentó un Tabernáculo
específico, la Tienda de Asambleas, que contenía la personificación misma de Yahvé en
el arca, como centro de la vida religiosa de Israel desde la época misma de Moisés y
por todas las épocas subsiguientes, lo cual nos lleva a la conclusión de que P debió
haber sido escrito antes que D, puesto que en el texto de todas las leyes descritas en P
se dice claramente que los sacrificios y otras ceremonias deben tener lugar a la
entrada del Tabernáculo y en ningún otro sitio excepto este, y que esta será la ley “por
siempre”. También demuestra que el Tabernáculo era el centro de culto en Jerusalén
hasta el momento en que un templo de cierto tipo fue construido, o bien “purificado”,
para tal propósito, y eso probablemente tuvo lugar en la época de Ezequías.
Friedman sugiere que el Tabernáculo fue posteriormente colocado en
el sanctasanctórum de un Templo en Jerusalén, bajo las alas extendidas de los
“querubines”. Pero como ya hemos visto, no existe ninguna evidencia arqueológica de
la existencia en Jerusalén de un templo de las dimensiones del Templo de Salomón, así
que no nos queda más opción que pensar que se utilizó un templo de menor tamaño, o
bien que hasta la época del Segundo Templo todo lo que existía era la tienda del
Tabernáculo.
En las historias de ese rey específicamente judío, Salomón, que ahora tenemos la
sospecha de que se trata de Ahab asimilado dentro de un arquetipo todavía más
antiguo, se dice:
Y trajeron el arca de Yahvé y la Tienda de las Asambleas y todos los otros
implementos sagrados que se encontraban dentro de la tienda. [vi]
Josefo, el historiador judío, también escribió que el Tabernáculo fue traído al Templo,
pero ya se ha señalado anteriormente que él obtuvo su “interpretación mística” del
Tabernáculo de Filo de Alejandría. De cualquier manera, todo esto nos lleva a
preguntarnos: ¿qué tipo de actividades se realizaban dentro de la Tienda de Asambleas
antes de que fuera deliberadamente designada como albergue del arca? ¿Porqué
habría una tienda de llevarse al interior de un templo, excepto con el fin de modificar
su función?
En cuanto a la destrucción del “Templo” en Jerusalén, en Salmos 74:7 leemos:
Lanzaron tu santuario a la hoguera; profanaron tu Tabernáculo y lo
derrumbaron
Sin embargo, mediante un análisis textual [vii] ya se ha sugerido que el Salmo 50 y los
Salmos 73 al 83 fueron compuestos entre los años 730 y 720 AC para la adoración
festiva en el santuario norte de Bethel, y posteriormente aceptados en Jerusalén con
correcciones marginales. Así que, o esta referencia a la quema y profanación del
Tabernáculo tiene que ver con un evento anterior, previo a la caída del reino del norte,
o bien fue añadida al himno conmemorativo luego de la Caída de Jerusalén. Ello
sugeriría que el Tabernáculo que fue establecido como único Tabernáculo en Jerusalén
fue tan solo una creación de esa misma época, o –de nuevo lo decimos– que nunca
existió un Templo anterior al período del Segundo Templo.

LA TRIBU DE DAN
El análisis de las genealogías de la Biblia es sumamente esclarecedor. De acuerdo al libro de
Crónicas no existe una genealogía para la tribu de Dan. Numerosos académicos han hecho la
observación de que los muchos nombres que aparecen en las genealogías mismas son
evidentemente geográficos, o bien, que están relacionados a nombres de lugares, mientras que
otros son definitivamente nombres personales. [i] Pero el caso de la tribu de Dan es especial, y
encierra una clave para ayudarnos a dilucidar los asuntos del Templo, el Tabernáculo, y el Arca
de la Alianza. En II Crónicas 2:11-14, el historiador del documento D escribe:
Entonces Hiram, rey de Tiro, respondió por escrito a Salomón diciéndole: “Porque
tanto amó el Señor a su pueblo que os ha hecho su rey”. Dijo además Hiram: “Bendito
sea el Señor Dios de Israel que hizo el cielo y la tierra, que le dio al rey David un hijo
sabio dotado de enorme prudencia y entendimiento, y que habrá de construir una casa
para el Señor, un palacio digno de su reino. Yo os he enviado a mi fiel
consejero Huram-abi, hombre ducho e inteligente, hijo de una de las hijas de DAN; su
padre era un hombre de Tiro. Él es experto en el trabajo del oro, la plata, el bronce, la
piedra y la madera; en colores como el púrpura, el azul y el carmesí, y en la
fabricación de finos linos, y además es hábil tallador, capaz de ejecutar cualquier
diseño que le sea comisionado, y es mi deseo que trabaje con vuestros hábiles
hombres y con los hábiles hombres de mi señor David, vuestro padre.

La anterior se supone que es una carta enviada por Hiram, rey de Tiro, a Salomón,
en la que discute acerca de los atributos de un hombre en particular, fiel consejero del
gran Hiram, que es enviado para ayudar al hijo de David como un favor especial. Este
hombre es presentado como un gran diseñador y arquitecto. Su nombre es
mencionado, y se indica que su madre pertenece a la tribu de Dan. Él será el
arquitecto del Templo de Salomón. En otras palabras, es el modelo del arquetípico
“gran arquitecto” Hiram Abiff, de gran importancia dentro de la masonería.
Así, ¿cuál es el problema?
Echemos un vistazo al siguiente extracto de Éxodo 31:1-7:
Y el SEÑOR habló a Moisés diciéndole: “Mirad, que he dado por nombre Bezalel al
hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del espíritu de Dios
para que sean grandes su sabiduría, entendimiento y conocimiento, y no pocas
sus habilidades de artífice, para ejecutar expertos trabajos en oro, plata y
bronce, para la cortadura de piedras de mampostería, para la talla de la madera,
y para el trabajo en toda suerte de oficios. Y mirad, que junto a él he designado
a Aholiab, hijo de Ahisamach, de la tribu de DAN; y a todos aquellos hombres
juiciosos les he dado la sabiduría y habilidad necesarias para llevar a cabo todas
las cosas que os he comandado: la tienda de las asambleas, el arca del
testimonio, y el asiento misericordioso que se encuentra sobre esta, así como
todos los muebles de la tienda...”
La anterior descripción de la orden para la construcción de la Tienda de las
Asambleas y el Arca suena casi idéntica a la supuesta carta de Hiram a Salomón,
incluyendo una enorme similitud en los nombres dados al artífice principal: Huram-abi,
de la tribu de Dan, se ha convertido en Hur, de la tribu de Judá:
Y Bezalel hijo de Uri, de la tribu de Judá, hizo todo cuanto el SEÑOR le había
ordenado a Moisés. Y con él estaba Aholiab, hijo de Ahisamach, de la tribu de
Dan, habilidoso tallador y artífice, y bordador de finos linos en azul, púrpura y
escarlata.
El siguiente problema lo encontramos en I Reyes, capítulo 7:13-21, donde se da esta
confusa información acerca de Hiram:
Y el rey Salomón mandó traer desde Tiro a Hiram, que era hijo de una viuda de
la tribu de Neftalí, y cuyo padre era un nativo de Tiro experto en trabajar el
bronce. Hiram era muy hábil e inteligente y conocía la técnica para hacer
cualquier trabajo en bronce, así que se presentó ante el rey Salomón e hizo
todos sus trabajos. Fundió dos pilares de bronce que medían ocho metros de alto
y cinco metros y medio de circunferencia. Hizo también dos capiteles de bronce
para colocarlos en la parte superior de los pilares: la altura de cada uno de los
capiteles era de dos metros con veinticinco centímetros. Además hizo una rejilla
y una guirnalda en forma de cadena para cada uno de los capiteles. Rodeando
las rejillas colocó decorados en forma de granadas, un total de doscientas de
estas a todo el rededor de los capiteles. Y colocó los pilares en el vestíbulo del
templo: al pilar derecho le puso por nombre Jaquín, mientras que la izquierdo le
llamó Boaz.
No resulta demasiado difícil ver que estos pasajes fueron tomados de la misma
fuente, a pesar de que uno de ellos se refiere a la construcción de un templo y el otro
se refiere a la construcción de una tienda y un arca. Por supuesto, uno de los
problemas es que, según la Biblia, ambos eventos están separados por un largo
período. También notamos la curiosa similitud entre los nombres de Huram-abi en el
pasaje de II Crónicas, y Hur, el padre de Bezalel, relacionado con Aholiab, de la tribu
de Dan. Igualmente curioso es el nombre de Bezalel, muy similar a Jezabel, quien
hemos identificado tentativamente como la princesa fenicia, hija de Ethbaal, rey de
Tiro. Aún más curiosa resulta la declaración contenida en la inscripción “Dan” de que
con la destrucción de la Ciudad de Dan, resultó destruida. la Casa de David. ¿Cuál era
la conexión entre la Tribu de Dan y la Casa del Amado? ¿Podríamos decir, como se
infiere a partir de estas claves, que se tratan de la misma cosa?

En el pasaje del Éxodo encontramos que se da una interesante sustitución: la tribu


de Judá aparece relacionada con la de Dan, incluso teniendo precedencia sobre esta. El
arquitecto enviado por Hiram cuya madre pertenecía a la tribu de Dan y cuyo padre
era nativo de Tiro, queda ahora relegado a una posición subalterna con respecto a
Bezalel, de la tribu de Judá, quien ahora aparece como el “hijo de Hur”. Es importante
hacer notar que un miembro de la tribu de Dan fue el constructor del Arca, con lo que
no estaría fuera de lugar preguntarse si la tribu de Dan no sería la verdadera “casa del
amado”, o línea davídica. De ser así, ¿quiénes son ellos?
Cuando investigamos el origen de esta tribu encontramos muchos detalles
interesantes, al igual que muchos otros que resultan conspicuos por su ausencia. En
Génesis 30:1-6 descubrimos que Dan fue el hijo de Bilhah, la doncella de Raquel:
Cuando vio Raquel que no podía darle hijos a Jacob, sintió envidia de su
hermana y le dijo a su esposo: “Dame hijos, porque de lo contrario moriré”. Pero
la ira de Jacob se encendió en contra de Raquel, y le dijo: “¿Acaso me pones en
el lugar de Dios, que es quien le ha impedido a tu vientre dar el fruto que
deseas?” Entonces ella le dijo: “He ahí a mi doncella Bilhah; ve con ella, que
cuando conciba será como si yo mismo lo hubiera hecho.” Así que Jacob se unió
a Bilhah y esta le dio un hijo. Y dijo Raquel: “Dios me ha juzgado, pero también
ha escuchado mi voz y me ha dado un hijo, así que le pondré por nombre Dan”.
Esta historia es notablemente similar a la de Sarai y Hagar en Génesis 16:1-5:
Sarai, la esposa de Abraham, no podía darle hijos a este, pero tenía una esclava
egipcia que se llamaba Hagar. Entonces le dijo a Abraham: “El Señor me ha
impedido dar fruto, así que te pido que te unas con mi doncella, y será como su
yo misma hubiera concebido.” Abraham aceptó lo que decía Sarai, y cuando
hacía ya diez años de que vivían en Canaán, Sarai le dio a Abraham su doncella
para que ambos se unieran. Y cuando Hagar hubo concebido comenzó a mirar a
su señora con desprecio, así que Sarai le dijo a Abraham: “que recaiga mi culpa
sobre ti: te he dado a mi doncella, y cuando ella ha concebido, solo he obtenido
desprecio. Que el Señor juzgue entre tú y yo.”
Las últimas líneas de cada uno de los pasajes, cuyo motivo principal es el “juicio” de
Dios, indican que en efecto se tratan de la misma historia.
Otra relación interesante surge cuando consideramos la identificación de Hiram como
miembro de la tribu de Neftalí en el mismo pasaje que describe la creación de los
pilares Jaquín y Boaz. En I Crónicas, capítulo 7:13, tenemos:
Los hijos de Neftalí, concebidos por Bilhah, fueron Jahziel, Guni, Jezer y Shalum.
Tengamos en mente el nombre “Shalum” porque lo vamos a encontrar más adelante
en el mismo capítulo.
En seguida nos encontramos otra clave: en Génesis 49, el patriarca Jacob ha llamado
a sus hijos a reunirse alrededor de su lecho de muerte para predecir el destino de cada
uno. Cuando es el turno de Dan, en los versos 16-18 leemos:
Dan juzgará a su pueblo como a una de las tribus de Israel; él será como una
serpiente a la orilla del camino que muerde los talones del caballo que pasa para
que su jinete caiga de espaldas. Oh Señor, espero tu salvación”
Casi se podría pensar que la acción de Dan que resulta tan negativa para Israel, es la
propia salvación. En Deuteronomio 33:22 Moisés bendice a la tribu de Dan diciendo:
“Dan es el cachorro del león que salta desde Bashan”. Pero en la bendición de Jacob,
que aparece en Génesis 49:8-9, el atributo del león se le confiere a Judá:
Judá, tu eres a quien alabarán tus hermanos. To mano se cerrará sobre el cuello
de tus enemigos, y hasta los hijos de tu padre te harán reverencias. Judá, eres
un cachorro de león. Con tu presa te irás a lo alto de la montaña, y cuando te
hayas agazapado como un león, ¿quién se atreverá a molestarte?
Comparemos lo anterior con dos elementos más: el destino prescrito por Dios
cuando se le aparece a Hagar en el manantial donde la encuentra luego de que esta
huyera del escarnio de Sarai, y la bendición que da Isaac a su hijo Esaú luego de que
Jacob engañara a su padre con la complicidad de su madre Rebeca. Encontraremos
una gran resonancia con las declaraciones dirigidas a Judá. El primer evento aparece
relatado en Génesis 16:9-12, y el segundo en Génesis 27:39-40:

Y el ángel del Señor le dijo: al hijo que concebirás le darás por nombre Ismael, o
el Señor escucha, porque el Señor ha prestado atención a tu aflicción. Él será
como un potro salvaje; luchará contra todos y todos contra él y vivirá en el este,
lejos de sus congéneres.
Su padre Isaac le respondió [a Esaú]: “Lejos estarás de la tierra fértil y del rocío
que viene del cielo. Con tu espada tendrás que defenderte, y serás el siervo de
tu hermano, pero vendrá el día cuando te liberarás de ese yugo.”
Cuando investigamos este asunto más profundamente, uno de los detalles más
interesantes que encontramos es que Sansón pertenecía a la tribu de Dan. Robert
Graves apunta:
Hércules hace su primera aparición en la leyenda como un sagrado rey pastoral,
quizás porque los pastores siempre miran con beneplácito todo nacimiento de
corderos gemelos, y porque él mismo es un gemelo. Sus características e historia
pueden ser deducidas a partir de una masa de leyendas, costumbres folclóricas y
monumentos megalíticos. Él es el hacedor de lluvia de su tribu y se puede decir
que es una especie de tormenta humana. Las leyendas lo relacionan con Libia y
los Montes Atlas: él bien podría haber tenido su origen en esa área durante la
época paleolítica. Los sacerdotes de la Tebas egipcia que le llaman con el nombre
de “Shu”, remontan sus orígenes a 17,000 años antes del reinado del Rey
Amasis. Sus símbolos son la bellota; la paloma de los riscos, que anida tanto en
los robles como en las hendiduras de las rocas; el muérdago, y la serpiente.
Todos estos son emblemas de carácter sexual. La paloma era sagrada para la
diosa del Amor de Grecia y de Siria, y la serpiente es la más antigua entre todas
las bestias totémicas fálicas; la bellota en forma de copa representaba el glande
del pene tanto en griego como en latín; el muérdago era la planta curadora de
todos los males y sus nombres viscus eixias están relacionados
con vis e ischus (fortaleza), probablemente a causa de la viscosidad espermática
de sus frutas, y porque el esperma es el vehículo de la vida. […]
Los detalles de su muerte pueden ser reconstruidos a partir de una serie de
leyendas, costumbres folclóricas y otros vestigios religiosos. En el solsticio de
verano, justo al final de un reinado de medio año, Hércules es inducido a la
embriaguez por aguamiel y llevado al centro de un círculo de doce piedras
colocadas alrededor de un roble enfrente del cual se alza un altar de piedra; el
roble ha sido cortado hasta adoptar la forma de una “T”. Hércules es atado a
este con correas de sauce según el “amarre de cinco puntos”, que sujeta las
muñecas, cuello y tobillos juntos. Entonces es golpeado por sus camaradas hasta
perder el conocimiento, luego desollado, cegado, castrado y empalado con una
estaca de muérdago, para finalmente ser cortado en pedazos en el altar de
piedra. [ii] Su sangre es recogida en una vasija y utilizada para rociar a todos los
miembros de la tribu y volverlos vigorosos y fértiles. Los pedazos de su cuerpo
son asados en hogueras gemelas hechas con ramas de roble y encendidas con
fuego preservado de roble fulminado por un rayo, o bien producido girando una
estaca de madera de aliso o de cornejo sobre un tronco de roble. […]
Los doce festejantes ejecutan una danza en figura de ocho alrededor de las
hogueras, cantando en forma extática y tironeando pedazos de carne con sus
dientes. Los restos sanguinolentos son quemados en las llamas, con excepción
de la cabeza y los genitales. Estos son colocados en un bote de madera de aliso
que se deja flotar sobre un río hasta llegar a una isleta, si bien en ocasiones se
curte la cabeza con humo y se guarda para fines oraculares. […]
Es a este tipo de Hércules que pertenecen personajes tan diversos como
Hércules de Oeta, Orión el Cazador de Creta, el Cíclope Polifemo, Sansón el
Danita, el héroe solar irlandés Cuchulain de Muirthemne, Isión de Lapth –a quien
siempre se representa sujeto mediante un “amarre de cinco puntos” alrededor de
la rueda del Sol– Agag el amalequita, Rómulo de Roma, Zeus, Janus, Anquises,
los Dagda y Hermes. […]
En el mito clásico que valida su soberanía, él es el niño milagroso que nace de
una lluvia de oro y estrangula a una serpiente en su cuna en forma de barco; es
también quien hizo manar la leche que formó la Vía Láctea; como joven,
Hércules es el matador de monstruos por excelencia; mata y descuartiza a un
jabalí monstruoso; […] su otro yo ... le sucede por la segunda parte del año,
habiendo adquirido su estatus real a través del casamiento con la reina, la
representante de la Diosa Blanca, y en virtud del poder que le confiere el haber
comido alguna parte real del cuerpo muerto: el corazón, el hombro o la carne del
muslo. [iii]
En la cita anterior podemos ver los elementos del mito de Jesús, teniendo además
presente que se ha dicho que Jesús pertenecía a la línea davídica, es decir, a la casa
de Judá: la tribu de Dan.
Para terminar con esta parte de nuestra discusión, mencionaremos otro curioso
comentario acerca de la tribu de Dan que aparece en Jueces 5:17:
Gilead se quedó para habitar en la otra orilla del Jordán, pero ¿porqué
permaneció Dan en sus barcos?
Curiosa acotación: ¿quizás alusión a una raza de marinos? El profeta Amós parece
estar convencido de que esta tribu de Dan representa una seria amenaza para Yahvé.
En 8:14-15 escribe:
Quienes juran por el pecado de Samaria, y dicen “Oh Dan, vuestro dios vive”, o
“las costumbres de Beerseba viven”, caerán todos, y nunca más se levantarán.

Amós parece estar sugiriendo que el “pecado de Samaria” de alguna manera se


encuentra directamente relacionado con la tribu de Dan. Y ya nos hemos hecho una
idea de que este “pecado de Samaria” fue también el pecado de Ahab y Jezabel, de la
Casa del Amado. Lo cual nos trae de vuelta a la cuestión de qué cosa era realmente la
tribu de Dan, y porqué fue transformada en la tribu de Judá. Si la tribu de Judá es
realmente la tribu de Dan, eso significa que la Casa de David es la tribu de Dan. Y
siguiendo las pistas encontramos que este linaje proviene de Ismael y Esaú, no de
Isaac y Jacob. También descubrimos que es el linaje del “arquitecto del Templo de
Salomón”, el diseñador y constructor del Arca de la Alianza, la mano derecha del
legendario Rey Hirám de Tiro.

EL FESTIVAL DE LOS TABERNÁCULOS


El asunto del Tabernáculo nos lleva a algunas especulaciones adicionales sumamente
interesantes. Muchos estudiosos creen que los salmos eran composiciones literarias
creadas para la principal festividad de los cananitas: el “Festival de los Tabernáculos” o
“quioscos”. El Festival de los Tabernáculos es el festival de la cosecha de otoño que se
extiende por toda una semana. Se le conoce como la Festividad de la Asamblea, la
Festividad de los Quioscos, Sukkoth, Succoth o Sukkot (todas estas variaciones en la
pronunciación se dan porque estas palabras son transliteraciones de un vocablo hebreo
que se pronuncia “su-cout”). Los dos días que siguen a la conclusión del festival
también son días festivos independientes, Shemini Atzeret y Shimkhat Torah, pero es
común que se consideren como parte de la misma festividad de los Tabernáculos.
En Génesis 33 encontramos una de las más interesantes referencias a lo que podría
haber sido una temprana forma de celebración del Festival de los Tabernáculos. Los
exegetas han determinado que los versos 1 al 17 provienen de la fuente E del reino del
norte. El incidente en cuestión ocurre después de un peculiar evento que se menciona
en al capítulo anterior y en el que Jacob manda lejos a toda su familia mientras
permanece solo para luchar durante toda una noche con cierto “hombre”. Más adelante
se identifica a este “hombre” como un ángel de Dios, y este ángel “hiere” a Jacob en el
muslo.
¿Qué significado tiene el que Jacob sea herido en el muslo? En la opinión de algunos
comentaristas, él aparentemente sufrió una herida que es común entre los luchadores,
la dislocación de la cadera producida al separar de manera excesiva las piernas. La
víctima de esta lesión sufre de una flexión y abducción de la pierna, misma que
aparece como externamente rotada. Solo puede caminar apoyándose sobre los dedos
y con un paso tironeado. La longitud de la pierna afectada resulta extendida, lo cual a
su vez causa un estiramiento de los tendones del muslo y hace que los músculos
eventualmente sufran un espasmo.
Puesto que la historia de Jacob nos llega desde una época en la cual eran las mujeres
las que transferían el derecho de gobernar, y puesto que Jacob no pudo haber
obtenido su nombre secreto y su herencia a menos que estos le hubieran sido
conferidos en esa misma ocasión por una mujer, parece haber algo erróneo con este
relato. El elemento que resulta conspicuo es el de la transición de un hieros gamos a
un combate ritual, con ciertas connotaciones sexuales residuales.
En el mito del combate entre Set y Horus, Set trata de unirse sexualmente con
Horus. Esto usualmente se interpreta como un insulto, pero aquí hay algo todavía más
profundo.
Uno de los principios formales del mito y la literatura griegas sostiene que el amor y
la muerte son aspectos del mismo poder. En Homero uno encuentra tantas maneras de
matar como de amar, sino más aún. El lenguaje y las imágenes son
perturbadoramente intercambiables.

El verbo damazō (al igual que su equivalente damnēmi) tiene una amplia gama
de significados que van desde avasallamiento hasta seducción, pasando por dar
muerte y violar, y la combinación de significados sugerida pormeignymi podría
ser aplicable tanto a amantes como a combatientes.
Ambos tipos de pareja se sujetan y agarran experimentando una intimidad
intensa que tiene pocos paralelos dentro de la gama de las experiencias
humanas. Además, tanto el acto del amor como el acto de la muerte están
acompañados de una “conversación trivial” y precedidos por una especie de
juego preliminar, un enfrentamiento aún no violento pero que pronto sube a un
tono más intenso para ser finalmente decidido o consumando en otro plano. [iv]
En La Poética, Aristóteles rastreó el origen de la poesía hasta el placer que los seres
humanos derivan de la mimesis, esa representación de cosas que resultan placenteras
o perturbadoras. Nos dice que en épocas tempranas la poesía se dividía en dos
corrientes: la poesía de alabanza, y la poesía de ataque.
En la guerra griega por excelencia y su correspondiente Cantar de los Cantares,
la Ilíada, la violación de la ciudad de Troya y de sus mujeres pasó a ser, en la mente
de los pensadores de la Edad de Bronce, una sola y misma cosa. La metáfora se
encuentra lingüísticamente contenida dentro de la palabra krēdemna que significa
tanto muralla de ciudad como velo de mujer. En el relato de la guerra troyana el
supremo objeto del deseo no era el oro, ni los caballos, ni las joyas, ni el poder mismo:
era una mujer, Helena.
Fuera de la tradición griega, en el entorno cultural del Mediterráneo Oriental de la
Edad de Bronce, existía la misma convergencia de eros y eris. El tema de la violencia o
de la amenaza de violencia proveniente de la rivalidad provocada por una hermosa
mujer y que estaba ausente de la más antigua literatura del Cercano Oriente, resulta
evidente en la historia de Abram, esposo de una mujer notablemente hermosa.
Temiendo que su belleza y su carácter de objeto deseable pudieran representar un
riesgo para él mismo, Abram se hace pasar por hermano de ella. Al final, el Faraón que
la llevó a su cama se manifiesta deseoso de que ella se marche, ya que su presencia
no ha hecho más que acarrear plagas y desastres sobre sí mismo y sobre su casa.
Cuando auscultamos más profundamente esta conexión entre eros y eris, amor
erótico y conflicto mortal, encontramos una capa de significado todavía más profunda
preservada en la tradición poética y representada en rituales tales como el de Jacob y
el Ángel. En las ciudades antiguas, era el rey en su capacidad sacerdotal o divina
quien, junto a su consorte del templo, recreaban el hieros gamos, la sagrada unión
entre el Cielo y la Tierra.
La historia de Helena de Troya –de su gran belleza que fuera causa de tanto
sufrimiento– es la clave dentro del cambio en la percepción que se tenía de la mujer en
el mundo antiguo, Hesíodo explica este cambio en su historia de la primera mujer,
Pandora.
Hesíodo supuestamente compuso su Teogonía y su Obras y Días alrededor del siglo
8vo. o principios del 7mo. AC. Se piensa que las obras de Hesíodo, al igual que las de
Homero, representan la recopilación de una vasta tradición oral de voces anónimas de
origen y antigüedad inciertas.
La Teogonía es el relato de los orígenes de aquellos seres divinos que crearon y
gobiernan el cosmos. Es una Historia Divina que relata los pormenores de la sucesión
de regímenes que culminaron con el reinado del Zeus olímpico. Es indudable que las
narrativas tienen sus raíces en un conjunto de mitos de sucesión que circularon a los
largo del Cercano Oriente en épocas remotas, mismos que eran muy familiares para
los primeros judíos, debido al carácter cosmopolita del reino omrita. Y es aquí donde el
asunto se pone en extremo interesante. Es muy probable que la principal influencia
sobre el relato de Hesíodo corresponda a las versiones hititas de los mitos Hurrian
Kumarbi y Ullikummi, así como alEnuma Elish babilónico. Se ha sugerido que tales
materiales orientales llegaron a Hesíodo a través de Creta y Delfos.
Al igual que la Biblia, la Teogonía no es una obra de metafísica, sino sencillamente,
una herramienta política. En ella se celebra al régimen de Zeus y al reinado de la
justicia olímpica como el máximo logro alcanzado al final de varias eras, de forma
similar a como la Torah celebra el advenimiento de Yahvé. En la Teogonía, Hesíodo
recuenta una nueva versión de los orígenes de la Creación, asegurándose de hacer
constante proselitismo en favor de Zeus, quien es “tan justo como terrible”. Muchos
pasajes de la Teogonía se pueden comparar con los himnos de alabanza a Yahvé
supuestamente compuestos por David, o con los cantos en honor del rey guerrero
Marduk en el Enuma Elish. En cada caso encontramos una fusión entre fuerza militar y
autoridad absoluta, así como gloria y promesas de justicia para los exiliados y los
esclavizados. Resulta claro que en cada caso hay una subordinación de la mujer al
hombre, cosa que se presenta como un logro filosófico, una evolución desde el antiguo
y salvaje orden de cosas hacia el nuevo y glorioso mundo del teomorfismo masculino.
En la Teogonía, la primera mujer es “kalon kakon”. Kalon significa “hermosa”
y kakon “maldad”. En otras palabras, la primera mujer es un oxímoron viviente. Claro
que este término podría significar tanto “hermosa maldad” como “maligna belleza”,
con lo que surge la pregunta de si la mujer es esencialmente hermosa y
calificativamente maligna, o esencialmente maligna y calificativamente hermosa, o a la
vez esencialmente maligna y hermosa.
Hesíodo no nos deja en suspenso, ya que clarifica este punto diciéndo que lo que
define la sustancia o esencia de la mujer es kakon. La mujer se revela como clara y
definitivamente maligna. “El Zeus Tronante hizo a la mujer para ser una kakon para el
hombre mortal [...] él creó esta kakon para el hombre como una forma de hacerle
pagar por el robo del fuego”.
Prometeo fue impelido por la decisión de Zeus de mantener el fuego fuera del
alcance del hombre en venganza por un previo robo de las mejores porciones de carne
sacramental a manos del propio Prometeo. Pero este último demostró ser más astuto
que el propio rey de todos los dioses. En primera instancia envolvió la carne y las
porciones grasosas del buey sacrificado en el cuero y estómago no comestibles, y
luego cubrió los huesos descarnados con una capa de brillosa grasa, sabiendo que
Zeus insistiría en escoger esto último como prerrogativa suya. En segunda instancia,
Prometeo escondió varios brasas al rojo vivo dentro del tallo hueco de un cáñamo, lo
que le permitió burlar el embargo impuesto por Zeus y retornar el fuego a la
humanidad.
El tema central es el de la “habilidad” o “maña” que se utiliza con fines de “engaño”
o dolon. Las palabras techne, dolie, y dolon aparecen en forma repetida en el relato de
Hesíodo acerca de las ofensas de Prometeo que provocan la venganza de Zeus.
Y es la palabra dolon la que se usa para describir a la mujer: una vez ceñida con sus
vestidos, velada y coronada, recibe el nombre de dolon, es decir, engaño o carnada. La
mujer, moldeada y vestida por los dioses, es la respuesta de los dioses al truco de los
huesos descarnados envueltos en suculenta grasa con el cual Prometeo engañó a
Zeus.
Según Hesíodo, la diferencia entre la belleza de la mujer y su maldad es la misma
que existe entre las apariencias superficiales y la realidad subyacente. Engalanada con
flores y oro, la mujer es thauma, un “deleite para los ojos”, capaz de capturar la
atención de hombres y dioses por igual. Sin embargo, solo los hombres se encuentran
a sí mismos indefensos ante sus encantos. La mujer es la “carnada” que los hombres
no pueden “resistir”, y ello es así por diseño expreso de los dioses. Ningún hombre
puede resistir a esa novia cautivadora que se ha ganado el sitial de honor en su hogar
mediante sus encantos superficiales, pero cuando el hombre se cansa de estos se
encuentra embargado de una enorme desolación y obligado a derramar sus bienes
ganados, sus esfuerzos y su misma fuerza vital, como si fuera, dentro de un foso sin
fondo.
Y así es como el momento de la creación de la mujer es el momento de la
destrucción del hombre. En otras palabras, ese sacrificio a los dioses que tuvo un
desafortunado desenlace –un momento de insubordinación– da pie a la interminable
miseria de la humanidad.
Sin embargo, lo que en un principio no se alcanza a vislumbrar es que el asunto
medular es el de la soberanía. En nombre de la humanidad entera, Prometeo ha
presentado dos formidables retos a la supremacía y el ingenio de Zeus. Y el hecho es
que los cuatro hijos de Iapetus [v] y Clymene –Atlas, Menoetius, Prometeo y Epimeteo–
desde el principio supusieron un gran problema para Zeus, ya que representaban una
línea de descendencia rival originada en Urano y Gaia que, de aliarse con la indócil
humanidad, ¡podían poner en peligro la supremacía de los dioses! El más revoltoso de
los cuatro era Prometeo. Su nombre significa “previsión”, y su conocimiento de las
cosas que habrían de ocurrir es lo que le impele a ayudar a la humanidad. Era el
rebelde por antonomasia y campeón de la humanidad, resuelto como diera lugar a
elevar el estatus de la humanidad dotándola de imaginación creativa, ingenio
desafiante, y fuego divino; es decir, todo cuanto se requería para convertir a los
hombres en dioses.
La historia nos sugiere una “competencia” entre la humanidad y los dioses que se
decidiría con el acto del sacrificio animal. [vi] La humillación de Zeus le llevó a tomar la
medida extrema de mantener el fuego fuera del alcance de los hombres,
condenándolos a convertirse en poco más que animales. Humillado por segunda vez,
Zeus concibió una Solución Final a su problema: la Mujer.
En Obras y Días, Hesíodo menciona las cuatro Eras de la humanidad que se han
sucedido, cada una peor que la anterior. La discordia es característica de toda relación,
y la virtud (al igual que todo lo demás) es recompensada con miseria. Hesíodo cuenta
con enorme nostalgia como el hombre vivió alguna vez sin penurias y sin dolores.
¿Cuál la causa de tanto dolor y sufrimiento? El relato de la Caída de la humanidad por
boca de Hesíodo contesta esa pregunta con dos palabras: la Mujer.
En Obras y Días Pandora, la “primera mujer”, es una carnada enviada por los dioses
para atrapar a los hombres. A ella se le ha dado la apariencia de una diosa pero el
carácter de una hiena y el corazón y mente de un chacal. Adornada por los dioses ella
trae a los hombres todo aquello que es repugnante y que terminará por consumirlos.
La mujer, que toma todo lo diáfano y hermoso que tiene el hombre y no devuelve más
que oscuridad e inmundicia. Su nombre, Pandora, significa “La que todo lo da” o la de
los “dones infinitos”. Hesíodo nos dice que se le llama Pandora porque “todos los que
moraban en el Olimpo le dieron un don, una pena para los hombres que luchan y se
afanan en sus tareas”. Ella solo tiene una razón para existir: traer la miseria a la
humanidad.
Los dones que Pandora recibe de los dioses –contenidos todos en el Jarrón de
Pandora”– tienen cada uno de ellos la intención de ser la causa de interminables
tormentos para el hombre. No fue sino hasta siglos posteriores cuando se sustituyó el
“jarrón” por una “caja”. Este cambio de imaginería se le atribuye a Erasmo, el monje
del siglo dieciséis que tradujo equivocadamente el vocablo griego pithos por el
latín pyxis. Pithos es una vasija que tiene la forma de un útero y que es un símbolo de
la tierra, la madre de todo.
Las implicaciones de este significado original en la historia de Pandora son obvias: es
su propio vientre el que produce todos sus dones. Su pecado no solamente reside en
su curiosidad, sino en su misma existencia. Ella es embustera y letal por naturaleza
porque atrae a los hombres hacia su pithos y siempre está produciendo más hombres
para una vida de continua miseria. Además perpetúa esta miseria de los hombres
trayendo bebés mujeres al mundo.
La imagen de la Mujer como pithos es sumamente antigua. En muchos sitios
funerarios del Hélade griego se utilizaba un pithos a manera de ataúd. El cuerpo era
colocado adentro en posición fetal, cubierto con miel y enterrado con la esperanza en
la regeneración de una nueva vida. Hesíodo registra para la posteridad un idea que
aparentemente estaba esparciéndose durante su época como fuego en un pajar: la de
la abismal separación de una mitad de la humanidad con respecto a la otra; de más
está decir que nos gustaría saber porqué.
En esta nueva forma que asumen muchos mitos antiguos a través de la pluma de
Hesíodo, el hombre ha venido al mundo sin haber nacido de mujer alguna, y
contrariamente a muchas de las representaciones más antiguas, es la mujer la que
viene posteriormente. Ciertamente la explicación del advenimiento del primer ser
humano siempre presentará un reto para la mente racional; la existencia de la mujer
antes que la del hombre es difícil de justificar, pero la existencia del hombre antes que
la mujer es absurda.
Hesíodo presenta la visión de que la mujer es una ruptura con la naturaleza. A causa
de la mujer, el hombre ya no puede aparecer y desaparecer a su antojo. A causa de
ella también, el hombre debe nacer en medio de sufrimiento y morir en medio de
sufrimiento. Lo que Hesíodo parece perder de vista es que si en aquella época los
hombres sufrían, las mujeres también lo hacían, y probablemente más aún que estos.
Así que el relato de Hesíodo no puede verse más que como una negación consciente
y una deliberada propaganda de índole misógina. Es fácil ver esa posición de Hesíodo
reflejada en el relato de la creación contenido en el Documento J. En el Génesis el
hombre es creado para vivir una existencia libre de la muerte y similar a la de los
dioses, mientras que la mujer es la “segunda” creación, el producto de un designio
ulterior. Pronto se encarga de traer la muerte y la destrucción a la humanidad al
“comer el fruto del árbol del bien y del mal”.
En ese relato podemos percibir como hilo central de la trama la idea común de que la
mujer es esa especie de “intrusa” dentro del esquema original de las cosas que trae
consigo el sexo, la discordia, la miseria y la muerte. Hesíodo se basa en la antigua
imagen de la madre dispensadora de todos los bienes pero la desfigura hasta que ella
solamente refleja la vergüenza y degradación de la creadora de la vida. La mujer,
según Hesíodo creada de la arcilla, no solamente no es semi-divina como el hombre,
sino que es algo menos que humana.
Con el oportuno consejo de Urano y Gaia, Zeus se apropia de los poderes de su
esposa. Se casa con Metis y luego se la traga, lo cual le da la capacidad de dar a luz a
su hija Atenea. Al tragarse a Metis, invierte la primacía de la fecundidad femenina y se
arroga a sí mismo la soberanía absoluta. La insistencia de Hesíodo en que Zeus obra
con el consentimiento de Urano y Gaia suena como esa charada ritual que pretende
que los animales a punto de ser sacrificados han dado su consentimiento para ello. El
supuesto consentimiento de los dioses más viejos está diseñado para darle a esa
radical inversión una pátina de legitimidad y continuidad con el pasado. Con el
nacimiento partenogenético de Atenea a partir de la cabeza de Zeus, comienza una
nueva historia en la que la mujer no tiene ningún papel que interpretar.
Todo el tema de la Teogonía es –según las intenciones de Hesíodo– el ascenso
triunfal desde el vientre femenino de Gaia hasta el vientre masculino de Zeus, desde la
naturaleza salvaje hasta la civilización presidida por el Olimpo. Estas eran las ideas que
circulaban en el Mediterráneo Oriental durante la época en que fue escrita la Biblia. Es
difícil sugerir una posible fuente. Yahvé, al igual que Marduk y Zeus, barre a todos sus
rivales fuera de la palestra, arrogándose un poder incuestionable. Lo cual nos trae de
vuelta a la Teofanía de Jacob en su lucha con el Ángel, el incidente en el que
aparentemente sufre una lesión común a los luchadores, la dislocación de la cadera
producida al separar de manera excesiva las piernas.
El sueño de una paternidad puramente hereditaria nunca dejó de encender la
imaginación griega. La poesía griega resuena con las voces de hombres que
añoran un mundo exorcizado de la presencia de las mujeres, uno en el que los
hombres mismos son capaces de traer a la vida a sus hijos. […]
Aquí es posible ver a la Misoginia conspirando junto al amor del hombre por el
hombre; porque cuando los hombres hacen el amor entre ellos, su semilla a
menudo encuentra un camino hacia la cabeza y los muslos, esos vientres
potenciales de Zeus. [vii]
El hecho es que a finales de la Edad de Bronce la sodomía organizada campeaba en
muchos templos donde los devotos buscaban “convertirse en mujeres”. Podemos notar
que la circuncisión es una especie de castración simbólica, y muchos de los devotos
buscaban la forma de convertirse en mujeres para poder recibir directamente la
semilla del dios.

Inmediatamente después de su encuentro de lucha, el “ángel” cambió el nombre de


Jacob, que significa “impostor, intrigante, engañador y estafador, por el de Israel. Esto
parece ser un reflejo de la descripción que da Hesíodo de la mujer en términos de
engañadora e intrigante. El hecho es que a Jacob se le describe como “femenino” y
completamente diferente de su hermano, el rudo y aprestado Esaú, tanto así, que su
propio padre lo desprecia.

El incidente del cambio de nombre luego del encuentro con un “ser divino” nos
recuerda el incidente del cambio de nombre de Abraham que siguió a la aparición de
Yahvé y al sello del famoso “pacto” que de inmediato fue seguido por la circuncisión
tanto de Abraham como de Ismael [viii] , cosa que nos trae a otro más de entre esos
extraños “duplicados” de eventos esenciales con Moisés como protagonista.
Inmediatamente después del incidente de la “zarza ardiente” en el cual Dios le dice a
Moisés que debe regresar a Egipto para liberar a su pueblo, tiene lugar lo que sigue:
4:24 Sucedió de camino a la posada donde Moisés y su familia iban a pernoctar,
que el SEÑOR se le apareció y trató de matarle.
4:25 Entonces Séfora tomó una piedra afilada y con ella cortó el prepucio de su
hijo, y arrojándolo a los pies de Moisés le dijo: “En verdad eres para mí un
esposo sangriento”.
4:26 Entonces el Señor dejó ir a Moisés, y Séfora le dijo a este que ciertamente
era un esposo sangriento a causa de la circuncisión.
Este incidente es el eslabón que conecta la historia de Abraham y el pacto de la
circuncisión, la historia de Jacob en lucha contra el Ángel, y la historia de Moisés.
Comenzamos a albergar la sospecha de que en la raíz misma de todas estas historias
que aparecen en la Biblia se encuentra una única historia que fue mitificada por los
diferentes grupos tribales en varias versiones diferentes que posteriormente fueron
reunidas e “historificadas”. Dentro de cada una de las tribus, los nombres fueron
cambiados para asimilar el de los propios ancestros dentro de la historia principal, con
lo que fue necesario insertar las genealogías que harían que las variaciones de la
misma historia se vieran como diferentes puntos dentro del discurrir “vertical” del
tiempo, cuando en realidad coexistían horizontalmente en el mismo punto temporal.
Retornando a la historia de Jacob, este suplantó a su hermano gemelo Esaú mientras
ambos se encontraban todavía en el vientre agarrándolo por el talón y robándole su
primogenitura y su derecho real. El vocablo griego pternizein utilizado dentro de este
contexto por el Septuaginta, significa “hacer una zancadilla”, y esto a su vez nos lleva
de vuelta al tema de Dan. Recordemos que Dan fue el hijo de Bilhah, la doncella de
Raquel:
Así que Jacob se unió a Bilhah y esta le dio un hijo. Y dijo Raquel: “Dios me ha
juzgado, pero también ha escuchado mi voz y me ha dado un hijo, así que le
pondré por nombre Dan”.

… que era muy similar a la historia de Sarai y Hagar en Génesis 16:1-5:


Y cuando Hagar hubo concebido comenzó a mirar a su señora con desprecio, así
que Sarai le dijo a Abraham: “que recaiga mi culpa sobre ti: te he dado a mi
doncella, y cuando ella hubo concebido, solo he obtenido desprecio. Que el Señor
juzgue entre tú y yo.”
… y que debemos considerar también en el contexto del relato de Génesis 49 donde
el patriarca Jacob ha reunido a sus hijos alrededor de su lecho de moribundo para
pronunciar el destino de cada uno de ellos. Cuando le llega el turno a Dan, en los
versos 16-18 dice:
Dan juzgará a su pueblo como a una de las tribus de Israel; será como una
serpiente a la orilla del camino que muerde los talones del caballo que pasa para
que su jinete caiga de espaldas. Oh Señor, espero tu salvación”
...así como dentro del contexto de la historia de Deuteronomio 33:22, donde Moisés
bendice a la tribu de Dan diciendo “Dan es el cachorro de león que salta desde
Bashan”. Pero en la bendición de Jacob, que aparece en Génesis 49:8-9, el atributo de
león se le confiere a Judá:
Judá, tu eres a quien alabarán tus hermanos. To mano se cerrará sobre el cuello
de tus enemigos, y hasta los hijos de tu padre te harán reverencias. Judá, eres
un cachorro de león.
…y el destino prescrito por Dios cuando se le aparece a Hagar en el manantial donde
la encuentra luego de que huyera del escarnio de Sarai, y la bendición que da Isaac a
su hijo Esaú luego de que Jacob engañara a su padre con la complicidad de su madre
Rebeca. Encontraremos una gran resonancia con las declaraciones dirigidas a Judá. El
primer evento aparece relatado en Génesis 16:9-12, y el segundo en Génesis 27:39-
40:
Y el ángel del Señor le dijo: al hijo que concebirás le darás por nombre Ismael, o
el Señor escucha, porque el Señor ha prestado atención a tu aflicción. Él será
como un potro salvaje; luchará contra todos y todos contra él y vivirá en el este,
lejos de sus congéneres.
Su padre Isaac le respondió [a Esaú]: “Lejos estarás de la tierra fértil y del rocío
que viene del cielo. Con tu espada tendrás que defenderte, y serás el siervo de
tu hermano, pero vendrá el día cuando te liberarás de ese yugo.”
Para echar un vistazo más profundo a este asunto miremos la historia del nacimiento
de Jacob en el Génesis:
25:21 Viendo Isaac que su esposa era estéril, rogó al SEÑOR por ella. Y el
SEÑOR escuchó su súplica, así que Rebeca quedó encinta.
25:22 Pero como los niños se peleaban dentro de su vientre, ella pensó: “si así
son las cosas, ¿para qué he quedado encinta?” Y fue a consultarle al SEÑOR.
25:23 Y el SEÑOR le respondió: “En tu vientre hay dos naciones; dos pueblos
serán separados de tus entrañas; uno será más fuerte que el otro, y el mayor
será subyugado por el menor.”
25:24 Y cuando se llegó el día en que debía dar a luz, ella tuvo mellizos.
25:25 Y el primero era rojo, con el cuerpo todo cubierto de vello; le dieron por
nombre Esaú.
25:26 Luego nació su hermano, que de inmediato sujetó el talón de Esaú; él
recibió el nombre de Jacob. Isaac tenía ya sesenta años cuando su mujer los
parió.
De nuevo tenemos una esposa estéril, solo que en este caso en lugar de hacer que
una doncella concibiera al “otro hermano”, Rebeca misma concibe y da a luz mellizos:
uno de ellos es “rojo” La historia que conecta esto con Judá y con Dan es la de Tamar.
38:6 Judá casó a Er, su hijo mayor, con una mujer llamada Tamar.
38:7 Pero el primogénito Er era malvado ante los ojos del SEÑOR, así que este le
dio muerte.
38:8 Entonces Judá le dijo a Onán: “Cásate con la viuda de tu hermano para que
su semilla pueda crecer a través de ti.”
38:9 Pero Onán sabía que la semilla no sería suya, así que cuando fue donde la
viuda de su hermano, derramó la semilla sobre el suelo, con tal de no dársela a
su hermano.
38:10 Y habiendo obrado de esa manera provocó la ira del SEÑOR, así que este
también le dio muerte.
38:11 Entonces Judá le dijo a su nuera Tamar: “Permanece viuda dentro de la
casa de tu padre hasta que mi hijo Shelah haya crecido, no sea que para mala
fortuna él también perezca como sus hermanos.” Así que Tamar se fue a vivir a
la casa de su padre.
38:12 Y acaeció con el paso del tiempo que la hija de Shuah y esposa de Judá
falleció. Y cuando Judá dejó de guardar luto fue al pueblo de Timnath en
compañía de su amigo Hirah el adulamita, pues allí moraban los trasquiladores
de sus ovejas.
38:13 Y llegó a oídos de Tamar que su suegro había ido a Timnath para
trasquilar sus ovejas.
38:14 Entonces Tamar, viendo que a pesar de que Shelah ya estaba crecido no
había sido enviado a casar con ella, se quitó su vestido de luto, se cubrió la cara
con un velo, se envolvió toda en un chal y se fue a sentar en un lugar abierto
que estaba en el camino hacia Timnath.
38:15 Cuando Judá la vio pensó que era una ramera, cubierta como tenía la
cara.
38:16 Y no sabiendo que se trataba de su nuera, Judá se acercó a ella y le
dijo: “Déjame acostarme contigo”. A lo cual ella replicó: “¿Y qué me darás si
consiento?”
38:17 Y él le dijo: “Haré que te envíen un cabrito de mi rebaño”. Entonces ella
contestó: “Pero hasta que lo envíes deberás dejarme algo en prenda”.
38:18 “¿Qué prenda quieres que te deje?”, preguntó Judá. “Tu sello, tus
brazaletes, y el bastón que llevas en la mano”. Judá accedió, y luego de que
yacieron juntos, ella quedó encinta.
38:19 Después Tamar fue y se quitó el vestido que llevaba puesto para ceñirse
de nuevo su ropa de viuda.
38:20 Y Judá le envió el cabrito por medio de su amigo el adulamita, con
instrucción de tomar de vuelta todos los objetos que había dejado en prenda,
pero este no pudo encontrarla.
38:21 Así que preguntó a los hombres del lugar: “¿Dónde se encuentra esa
prostituta, la que solía sentarse a la vera del camino?” Y ellos dijeron: nunca ha
habido una prostituta en ese lugar.
38:22 Entonces regresó con Judá y le dijo que no había podido hallarla y que los
hombres del lugar le dijeron que allí nunca había habido un prostituta.
38:23 A lo que Judá contestó: “Pues que se quede con todo, para que no seamos
víctimas del escarnio. Ya lo has visto, te he enviado con el cabrito que le
prometí, pero tu no has podido hallarla”.
38:24 Cerca de tres meses después vinieron a decirle a Judá que había sido
Tamar, su nuera, la que había fingido ser una ramera para concebir de manera
pecaminosa. “¡Tráiganla para que sea quemada!”, exclamó Judá.
38:25 Y cuando la hubieron traído, dijo ella: “El dueño de estas cosas ha sido
quien me dejó encinta, porque si no, ¿a quién pertenecen este sello, estos
brazaletes y este bastón?
38:26 Y Judá hubo de reconocer que esas cosas le pertenecían: “La falta ha sido
mía porque no le he dado a mi hijo Shelah como marido.” Y nunca más se acercó
a ella.
38:27 Y cuando se llegó el día de dar a luz, había mellizos en su vientre.
38:28 Acaeció entonces que al estar dando a luz, uno de ellos sacó su mano, y la
partera ató un hilo rojo alrededor de ella diciendo: “Este es el primero en salir.”
38:29 Pero en ese momento él metió de nuevo la mano y fue su hermano el que
salió primero, a lo que la partera exclamó: “¿Cómo ha sido que te abriste paso?”.
Así que le pusieron por nombre Farez.
38:30 Luego salió su hermano, que tenía el hilo rojo atado alrededor de su
muñeca, y a él le dieron por nombre Zarah.
Nótese que la historia del nacimiento se cuenta en términos idénticos exceptuando
que en un caso tenemos un hombre “rojo” y en el otro un “hilo rojo”. El detalle
importante es que Farez es el supuesto ancestro del Rey David. De Hezron, hijo de
Farez, se dice lo siguiente:

2:18 Y Caleb, el hijo de Hezron […] se unió con Efrath, quien le dio por hijo a
Hur.
2:20 Y Hur fue el padre de Uri, y Uri el padre de Bezaleel.
¿Recuerdan a Uri y a Bezaleel, que se supone fueron contemporáneos de Moisés?
Encontramos un indicio muy descriptivo de ellos en la historia acerca del arquitecto
enviado por Hiram de Tiro. En I Reyes leemos:
4:7 Y Salomón tenía doce intendentes desplegados por todo Israel, cuya
obligación era proveer de vituallas al rey y su familia: cada hombre proveía todas
lo requerido durante un mes del año.
4:8 Y los nombres de estos eran: el hijo de Hur, en el monte Efraín...
Este Hur era un individuo bastante misterioso. Primero aparece al lado de Moisés:
17:10 Así que Josué hizo como le indicara Moisés y se fue a pelear con Amalek,
en tanto que Moisés, Aarón y Hur subieron a lo alto del monte.
17:11 Y acaeció que cuando Moisés levantaba su mano, Israel tomaba ventaja
en la batalla, mientras que cuando la conservaba abajo, era Amalek el que
tomaba ventaja.
17:12 Pero a Moisés se le cansaban los brazos, así que tomaron una piedra y se
la acercaron para que le sirviera de asiento. Luego Aarón y Hur le sostuvieron los
brazos en alto, uno cada uno, y de esta manera los brazos de Moisés se
mantuvieron firmes hasta la caída del sol.

Todo se vuelve aun más misterioso cuando observamos los nombres de los otros
hijos de Terah: Nahor y Haran, que son fonéticamente similares a Aarón y Hur...
Pero retornando a Jacob, luego de su encuentro de lucha se convierte en el rey
sagrado de una manera muy novedosa: en lugar de casar con la representante de la
diosa, usurpa el papel de esta convirtiéndose él mismo en una especie de mujer. En I
Reyes, 18:26, los sacerdotes de Baal danzan en el altar y gritan “¡Baal, escúchanos!”
mientras, según la Versión Autorizada, “saltan” repetidamente. El vocablo hebreo
original se forma a partir de la raíz psch, que significa “danzar con cojera”, y del cual
se deriva Pesach, la festividad de la Pascua hebrea.
La Pascua parece haber sido originalmente el festival cananita de la Primavera que
los creadores de la Biblia adaptaron para utilizar en conmemoración del Éxodo desde
Egipto. En Carmel, la danza coja podría haber sido una forma de magia imitativa que
propiciaba la aparición del Dios con una pata de toro que, al igual que Dionisio, venía
armado con una antorcha. El escritor de la Biblia se abstiene de mencionar su
verdadero nombre, pero como los sacerdotes de Baal (y Baal sencillamente significa
“Señor”) eran israelitas, es muy probable que este haya sido “Jah Aceb”, o “Jacob”, el
Dios Talón. Parece que Jah Aceb también fue adorado en Beth-Hoglah, el Santuario del
Cojo, al sur de Gilgal, entre Jericó y el Jordán. Este lugar ha sido identificado como el
patio de trillado de granos de Atad, donde José lloró la muerte de Jacob.
Luego del incidente de la “lesión de muslo”, Jacob emprende un viaje para reunirse
con su hermano por tanto tiempo ausente, Esaú, y a quién muchos años atrás él había
engañado, y temeroso de la ira de Esaú, hace que sus esposas e hijos marchen por
delante con la esperanza de que ablanden el corazón de Esaú y este no se sienta
demasiado deseoso de matarle en venganza por aquella afrenta. [ix]
Pero Esaú ya no albergaba rencores, así que abrazó a Jacob y aceptó los presentes
que este le ofreció en forma de ganado, y posiblemente esclavos también. Y aquí la
historia da un giro bastante extraño. Aparentemente Esaú pensó que Jacob/Israel
viajaría con él hasta Seir, pero Jacob se anduvo un poco por las ramas hasta que
finalmente le dijo a Esaú que se adelantara. Cuando este así lo hizo, Jacob tomó por
otra dirección, hasta un sitio donde se dice que “construyó una casa para sí y levantó
tiendas para su ganado; así que este lugar recibió el nombre de Succoth.” (v. 17)
Cuando investigamos esta palabra encontramos que su significado arcaico era el de
pequeño cubículo levantado por las “prostitutas del templo” a la vera del camino, como
en la historia de Judá y Tamar que proviene del documento J, Génesis 38:14 (!)
Y esto nos trae de vuelta a la pregunta de qué era exactamente el Festival cananita
de los Tabernáculos.
La antigua civilización griega dedicó una de sus festividades de la cosecha a
Deméter, la diosa de la tierra y de los granos. Dicha fiesta, conocida como
la Thesmosphoria, se celebraba por espacio de tres días e incluía la construcción de
refugios par parte de las mujeres casadas, el ayuno, y la presentación de ofrendas a
Deméter. La relación entre el festival y las mujeres casadas quizás apunte a la
creencia en una conexión entre una buena cosecha y el acto de dar a luz. La
palabra Mete está por supuesto relacionada con madre, mientras que De es delta, es
decir el triángulo o signo genital femenino. En los antiguos alfabetos esta letra
originalmente representaba la Puerta del nacimiento, la muerte, o el paraíso sexual. Es
así que el “quiosco” o Tabernáculo no era más que una estructura que se levantaba
para manifestar la forma de una “puerta de entrada”. Las puertas, en general, eran
consideradas como sagradas para la Diosa, y en Sumeria se solían pintar de color rojo
para representar la “sangre de la vida” femenina. En Egipto se acostumbraba hacer
marcas con sangre real sobre las puertas como parte de los ritos religiosos de la diosa.
¿Adónde hemos visto eso anteriormente?
El culto a Deméter que celebraba los ritos Eleusinos ya estaba bien establecido en
Micenas durante el siglo 13 AC, y es muy probable que la fiesta de los Tabernáculos de
Canaán fuera un derivado de esa actividad. Nuestras fuentes de información relativas a
los Misterios Eleusinos incluyen las ruinas del santuario en Eleusis, numerosas
estatuas, bajos relieves y cerámica. También tenemos los reportes de antiguos
escritores tales como Esquilo, Sófocles, Aristófanes, Plutarco y Pausanias –todos los
cuales eran iniciados– así como los relatos de comentaristas cristianos tales como
Clemente de Alejandría, Hipólito, Tertuliano y Astorias, que eran más bien críticos, y
no iniciados. Aún así, y con toda esta evidencia, la verdadera naturaleza de los
Misterios permanece cubierta por un velo de incertidumbre porque los participantes se
mostraban extremadamente respetuosos de su promesa de no revelar lo que tenía
lugar en el Telesterio, o santuario interior del Templo de Deméter. Violar el juramento
de secretismo era considerado una ofensa capital. [x]Por estas razones es que los
estudiosos de hoy en día se ven obligados a utilizar evidencia circunstancial e
inferencias, con el resultado de que aún no hay un consenso acerca de lo que tenía o
no tenía lugar allí.
Foucart y sus seguidores concluyeron que los Misterios de Eleusis deben haber
procedido originalmente de Egipto. El hecho es que la ruinas del santuario de Eleusis
tienen una mayor antigüedad que el Himno a Deméter egipcio recitado por Homero y
que a menudo se cita como prueba del origen egipcio de los Misterios. Además, las
excavaciones no han conseguido desenterrar ningún artefacto egipcio que se remonte
a ese período.
Muchos académicos modernos favorecen el punto de vista de que el culto a Deméter
posiblemente se originó en Tesalia o Tracia. En parte basan esta conclusión en las
referencias de Homero y otros autores de la antigüedad relativas a la existencia de
templos a Deméter evidentemente pre-dóricos y ubicados en los pueblos tesálicos de
Termópila, Pyrasos y Ferai; en parte, también, en las relaciones etimológicas que
conectan palabras propias de los ritos de Deméter con ciertos dialectos pre-helénicos
provenientes del norte. Otros académicos señalan que Deméter debe haber sido
idéntica a la diosa “Daméter”, que se menciona brevemente en las tabletas “Lineales
B” encontradas en Pylos y que datan de aproximadamente el año 1200 AC. Esta
evidencia sugiere que, después de todo, el culto de Deméter podría haberse originado
en el sur del Peloponeso.
En cualquier caso, y sea que el culto específico a Deméter que se practicaba en
Eleusis se haya originado en el norte o en el sur de Grecia, los paralelos innegables con
la adoración a las diosas de la cosecha en otras partes de la región oriental del
Mediterráneo sugieren un frecuente contacto e intercambio de ideas religiosas. Y si
bien pensamos que la fiesta cananita de los Tabernáculos era una versión corrupta de
una forma más antigua, también somos de la opinión de que hay algo sumamente
misterioso detrás de la deliberada designación del Tabernáculo como el lugar donde se
debían guardar las leyes de Yahvé, como si ello fuera una manera de suplantar la
función original que pudiera haber tenido.
El hecho es que el término “Thesmosphoria” se deriva de thesmoi, que significa
“leyes”, y phoria, que significa “portar”, como una referencia a la diosa en su calidad
de “portadora de las leyes”. Pero el simbolismo del arca de la alianza que presenta a
Yahvé como el “portador de la ley” dentro de la “tienda de las asambleas” (o “Madre-
Delta”, la “puerta hacia los reinos superiores”), reemplazó al significado original y al
papel predominante de la mujer dentro del proceso.
Se han escrito libros enteros henchidos de especulaciones acerca de los ritos
Eleusinos. Algún día yo misma podría escribir uno, pero permítanme ir directo al
grano: lo más cerca que podemos llegar a entender la finalidad última de estos ritos es
sugerir que tenían que ver con el “ascenso” o “descenso” a otros planos de la realidad,
con la idea de realizar el acto arquetípico de la creación del Nuevo Año.
Ya tenemos cierta idea de lo que estos ritos y celebraciones representaban puesto
que muestran paralelos con los conceptos griálicos que hemos examinado de manera
somera en anteriores capítulos de este libro. Los festivales de Año Nuevo que
celebraban los antiguos, incluían ritos que simbolizaban la naturaleza cíclica del
tiempo, el agotamiento de los recursos cósmicos que resultaban en el caos, y el
subsiguiente hieros gamos, o matrimonio sagrado. Esto último efectivamente
representa el acto de “plantar la semilla” en el nuevo universo, o bien el “pasaje” a
través de las aguas del diluvio, sobre un arca, hacia el nuevo mundo. Podría también
representar, en su forma más original, la utilización del conocimiento de los Bucles de
Tiempo: la Máquina del Tiempo.
En ese sentido, resulta bastante razonable sugerir que el ascenso o descenso podría
haber sido la función o meta del hieros gamos mismo, y que quizás ese matrimonio
sagrado que simbolizaba la unión con la Diosa, también indicaba la unión entre el
hombre y la divinidad, a través de la cual se recibían las “leyes” o “destinos” colectivos
que regían para el año venidero. Llevando esta imaginería un poco más lejos en el
pasado, hacia nuestra hipotética ciencia antigua, podría ser que este hieros gamos
fuera también un símbolo de la “disolución del tiempo” que tiene lugar mediante el uso
de una Máquina del Tiempo.
Era durante el hieros gamos que las luces se extinguían, así que la hierogamia tenía
lugar bajo la dirección del hierofante, dentro de una tienda que se había levantado
para mayor privacidad, y cuando las luces se volvían a encender, ello era tomado
como señal de que el año viejo había muerto y la semilla había sido plantada para el
nacimiento del nuevo año. Se ha escrito que “el último misterio quedaba finalmente
revelado en Eleusis con las palabras ‘una mazorca cosechada en silencio’, un fetiche
sagrado que los judíos llamaban shibboleth”. [xi]
Este asunto del “shibboleth” nos presenta una clave interesante. La palabra misma se
deriva de una raíz hebrea en desuso, shebel, que significa “fluir”, como en el caso de la
cola de un vestido de dama, o cualquier cosa que esarrastrada por una dama o que
fluye de ella. Así pues, la “mazorca” debe verse como algo que surge a partir de la
mujer, o como el grano que fluye a partir de ella, siendo que el grano es una regalo de
la diosa. Aquí tenemos una imagen exacta del tipo de energía bio-electrónica que se
habría requerido para transducir las energías cósmicas que habrían podido manifestar
los carruajes rebosantes de canastas de frutas que se describen en el Rg Veda:
Los adorados Maruts, armados de sus resplandecientes lanzas y petos dorados,
gozan de vigorosa existencia; que los carruajes de los veloces Maruts, para
nuestro bien, arriben pronto... Dispensadores de la lluvia y la fertilidad, dadores
del agua y de abundante alimento... vuestras vacas lecheras nunca están
secas...Invocamos a loscarruajes rebosantes de alimento de los Maruts. [xii]
La palabra “shibboleth” solamente aparece una vez en toda la Biblia, en una historia
verdaderamente trágica que se encuentra en el libro de Jueces, capítulos 11 y 12.
Parece que había un hombre llamado Jeftah que era el hijo de una prostituta. Él fue
expulsado de la casa de su familia por los hijos legítimos de su padre, Gilead, por lo
que hubo de irse lejos para convertirse en una especie de líder de otras personas
igualmente desposeídas. Hasta aquí se parece a la historia de Robin Hood, pero
también recuerda a David durante su época de forajido.
Luego sucedió que sus hermanos, los mismos que le habían expulsado, los “hijos de
Gilead”, se vieron sometidos a un ataque por parte de los “hijos de Ammon”.
Necesitaban ayuda en forma desesperada y sabían que Jeftah tenía reputación de ser
un feroz guerrero al frente de su banda de bien entrenados y “joviales forajidos”. Así
que fueron donde Jefath para solicitarle su ayuda.
Jeftah primero les dijo que eran unos sinvergüenzas por pedirle de esa manera que
peleara batallas que no le incumbían, pero luego lograron persuadirlo diciéndole “si nos
ayudas ahora, te haremos cabeza de la familia”. Eso era más de lo que Jeftah podía
resistir, así que aceptó. No solo eso, sino que hizo un juramento público a Yahvé
prometiendo dar en ofrenda a las llamas “cualquier cosa que salga por las puertas de
mi casa a recibirme cuando retorne”. De seguro que el lector ya puede intuir lo que se
avecina. A no dudarlo, Jeftah resultó victorioso en la batalla.
Cuando Jeftah retornó a su casa en Mizpeh, su hija salió a su encuentro
danzando y tocando la pandereta; ella era su única hija, y aparte de ella no tenía
otros hijos.
Y cuando la vio, se rasgó las vestiduras y exclamó: “¡Ay, hija mía, qué gran dolor
me causas, porque le he hecho una promesa al SEÑOR y no puedo dar marcha
atrás!”
Y ella le dijo: “Padre, has conmigo lo que le has prometido al Señor, porque él ha
cumplido su parte al darte la victoria sobre tus enemigos los amonitas”.
Concédeme solamente que pueda tener dos meses en compañía de mis amigas
para vagar por las montañas y llorar por tener que morir sin haberme casado”.
Jeftah le concedió lo que pedía, y por espacio de dos meses ella vagó con sus
amigas llorando su virginidad sobre las montañas”.
Al cabo de los dos meses ella regresó donde su padre, y él cumplió la promesa
que le había hecho al Señor, por lo que ella murió sin haber tenido intimidad con
hombre alguno. Por eso es costumbre entre las jóvenes israelitas llorar la muerte
de la hija de Jeftah, el gileadita, por espacio de cuatro días cada año.
Bueno, aparte del hecho de que si tomamos la Biblia en forma literal aquí tenemos
una indicación de que Yahvé era el tipo de Dios que podría haber requerido de
sacrificios humanos, cuando menos no cabe duda de que sí los aceptaba en ocasiones.
Pero en otro sentido, esta no sería más que otra versión de la historia en la cual
Abraham casi consuma el sacrificio de su propio hijo Isaac, que además resulta casi
idéntica a la historia Védica de Manu. Estos actos se basaban en lo que se
llamaba sraddha, que es un término relacionado con las palabras fides, credo, fe,
creencia, etc. [xiii]
La palabra sraddha fue, según Dumezil y Levi, traducida en forma precipitada como
“fe” en el sentido cristiano. Entendida de la manera correcta más bien tiene un
significado similar a la confianza que tiene un artesano en sus herramientas y en las
técnicas aprendidas, como si se tratara de elementos de magia. Por lo tanto esto
forma parte de un “pacto” en el que el sacrificador conoce la manera correcta de
realizar un sacrificio prescrito, y además sabe que si ejecuta ese sacrificio de la
manera correcta, este deberá producir el efecto esperado.
Para resumir, se trata de un acto diseñado para ganar control sobre las fuerzas de la
vida que residen en el dios con el cual se ha hecho el pacto. Y se debe aclarar que
tales dioses que hacen pactos no son “ornamentos literarios” o abstracciones
intelectuales. Son socios activos dotados de inteligencia, fuerza, pasión, y la tendencia
a salirse fuera de control en caso de que el sacrificio no se haga de la manera
prescrita. En ese sentido, el sacrificio es, sencillamente, un acto de magia.
En otro sentido, el asceta o auto-sacrificador es aquella persona que busca la
liberación de las ataduras y del orden de la naturaleza a través de la auto-mortificación
y la sumisión de la carne; somete a prueba la fuerza de su voluntad y la
incrementa con el propósito de alcanzar poderes tiránicos mientras todavía está en el
mundo. Busca el dominio sobre sí mismo, sobre otros individuos, e incluso sobre los
mismos dioses.
En las historias de Manu provenientes de la India, encontramos que este tiene una
manía por los sacrificios de la misma forma que los ascetas y los santos tienen una
manía por el auto-sacrificio. La más famosa de estas historias nos presenta a Manu,
esclavizado a su sraddha, renunciando a todas las cosas que tienen valor en su vida y
concediéndolas a los demonios “Asura brahmans, Trsta y Varutri”. Para sacarle
cualquier cosa a Manu, todo lo que ellos tienen que hacer es decir “Manu, eres un
sacrificador y tu dios es sraddha”. Así que una tras otra le son demandadas gran
cantidad de cosas, incluyendo, al final, hasta su mujer misma, Manavi. Pero el mismo
Indra interviene en este punto para salvar a Manavi, así que se le aparece a Manu y
utiliza las mismas palabras: “Manu, eres un sacrificador y tu dios es sraddha”. Para
acabar con el plan de los demoníacos brahmin que han producido en Manu el estado de
sraddha, o la creencia en la necesidad del sacrificio, ¡Indra demanda el sacrificio de los
dos demonios Brahmin! Entonces Manu, como devoto del sraddha que es, no tiene más
remedio que entregarlos a Indra, y este procede a decapitarlos.
Los actos de sacrificio son, en efecto, actividades comerciales: la ejecución de un
contrato de intercambio entre el hombre y la divinidad. “Te doy esto para que a
cambio tu me des lo otro”. En la Biblia, la historia en la cual fue rechazado el sacrificio
de grano de Caín nos dice que dios evalúa la menor o mayor valía de una ofrenda
propuesta.
Al ver como su víctima le era arrebatada por la misericordiosa intervención de Indra,
Manu no se toma demasiado bien lo que considera una violación de sus “derechos”.
“¡Acaba con mi sacrificio!”, le dice a Indra, ante lo cual Indra le hace una promesa: “El
deseo que has albergado al tomar a tu esposa por víctima te será concedido; pero deja
que viva esta mujer”. [xiv]
En la historia del sacrificio de Isaac, el hijo de Abraham, y la aparición del carnero en
el arbusto, encontramos una interesante variación sobre este mismo tema. A Agni se
le equipara con Vasishtha, “el nacido del loto” o “de la diosa”.
En cuanto a la historia de la hija de Jeftah, vemos que el editor de los textos bíblicos
sintió que no le iba a ser posible eliminarla, pero sí podía disfrazar la verdadera
naturaleza del sacrificio. El asunto se torna más claro con lo siguiente:
A Llew Llaw Gyffes (el León de la Mano Firme), una especie de Dionisio o
Hércules Celestial al que se adoraba en la Gran Bretaña de la antigüedad,
generalmente se le identifica con Lugh, el dios solar goidélico... “¡Ojalá y no
hubiese otro astro más que el Sol! Es el rostro radiante de Lugh, el de largos
dedos, a quien nadie podía contemplar sin quedar embelesado.”
Su muerte el primer domingo de Agosto, llamada Lugh nasadh y posteriormente
alterada a Lugh.mass o Lammas, fue celebrada en Irlanda hasta época muy
reciente con el luto típico del Viernes Santo, y conservada como la fiesta de los
familiares fallecidos, con una procesión de luto encabezada siempre por un joven
que portaba una corona de guirnaldas. Esta festividad de Lammas también solía
celebrarse como una fiesta de los lamentos en la mayor parte de la Inglaterra de
la época medieval...
En algunas partes de Gales todavía se hacen ferias en el día de Lammas. Sir
John Rhys dejó constancia de que en la década de 1850 todavía era posible ver
una gran cantidad de dolientes llorando la muerte de Llew Llaw sobre las colinas
de Fan Fach y South Barrule, en Carmarthershire, cada primer domingo de
Agosto, con la expresa justificación de que “iban colina arriba a llorar la muerte
de la hija de Jeftah”. Curiosamente, esta era la misma excusa que daban las
jóvenes judías de la época posterior al exilio (luego de las reformas
Deuteronómicas) para disfrazar su luto por Tammuz, la contraparte palestina de
Llew Llaw. [xv]
El sacrificio de la hija de Jeftah es, por tanto, otra instancia más en la cual vemos la
nueva visión del papel de la mujer explicada por Hesíodo y sus contrapartes, los
autores de la Biblia, y que se estaba imponiendo en toda el mundo del Mediterráneo
Oriental. Resulta interesante pensar en el “pithoi” de Pandora, de donde surgieron
todos los problemas de la humanidad, a la par de la clave del shibboleth que
encontramos dentro de la historia de Jeftah:
12:4 Entonces Jeftah reunió a todos los hombres de Gilead y fue a pelear contra
los de Efraín: y los hombres de Gilead derrotaron a los de Efraín porque estos
últimos habían dicho de ellos que eran fugitivos entre los efraimitas y entre los
manasitas.
12:5 Y los gileaditas arrebataron los vados del Jordán de manos de los
efraimitas, y cuando alguno de los efraimitas que había escapado les pedía
permiso para cruzar, los hombres de Gilead preguntaban: “¿Eres un efraimita?”,
y si aquel decía que no,
12:6 le pedían que dijera “Shibboleth”, pero como los eframitas solo podían decir
“Sibboleth” ya que les resultaba imposible pronunciarlo de otra manera, lo
agarraban y lo mataban allí mismo, junto a los vados del Jordán: tantos como
cuarenta y dos mil eframitas murieron de esa manera.
Otra clave que nos revela la verdadera naturaleza de los ritos eleusinos es que se
dice que eran celebrados a lo largo de toda Grecia durante el mes
de Pyanepsion (finales de Octubre), únicamente por mujeres. Su principal
característica era la del sacrificio del cerdo, ofrenda usual para las deidades
ctónicas [xvi] .
Los griegos atribuían a los cerdos poderes especiales en virtud de su fertilidad y la
potencia y abundancia de su sangre, y quizás también por su extraña habilidad para
desenterrar tubérculos. Los expertos sugieren que se tenía la creencia de que el
mezclar la sangre del cerdo con las semillas de los granos incrementaba la abundancia
de la cosecha del siguiente año. Los académicos también nos dicen que las ceremonias
incluían ayuno y purificación, el descenso ritual al inframundo, y el uso de la magia
imitativa para recuperar el poder de renovar la vida de las fauces de la muerte.
Vemos entonces porqué los participantes de la Themosphoria reverenciaban al cerdo,
y los rituales incluían el lavado y sacrificio de jóvenes cerdos sagrados para Deméter
(si bien esto no tenía lugar en Eleusis sino en las playas de Pireas, cerca de Atenas).
Notamos además que esta más bien corresponde a una práctica cananita que ahora
vemos yuxtapuesta, de manera sumamente extraña, a una religión conocida por su
prohibición de la carne de cerdo; ¿sería quizás porque el animal sagrado de la religión
rival era el cerdo, o porque en el corazón mismo del judaísmo existía una similar
reverencia por el cerdo que llevó a la prohibición del consumo de su carne como una
forma de protegerlo? Y de ser así, ¿cuál podría ser la explicación de esto? ¿Sería quizás
que el cerdo era la personificación de un dios? Bueno, consideremos esta posibilidad
por un momento. En Génesis 12:6-7 encontramos a Abraham sellando un pacto con
Dios.
Y Abram atravesó toda la región hasta llegar al lugar llamado Siquem, sobre la
planicie de Moreh. Por esa época los cananitas vivían allí, y el Señor se le
apareció a Abram y le dijo: “Toda esta tierra se la daré a tu descendencia”.
Entonces Abram construyó un altar para el Señor, porque allí se le había
aparecido.
Luego tenemos a Dios, en Génesis 22:2-3, diciéndole a Abraham:
“Toma a Isaac, tu único hijo, al que tanto amas, y vete a la tierra de Moriah. Una
vez allí ofrécelo en holocausto sobre el monte que yo te señalaré”. Y al día
siguiente Abraham se levantó muy temprano y ensilló su asno; cortó la leña para
el sacrificio, y llevándose consigo a Isaac y a dos jóvenes sirvientes, se fue al
lugar que Dios le había señalado.
Y en II Crónicas 3:1 leemos:
Entonces Salomón comenzó la construcción de la casa del Señor sobre el monte
Moriah, donde el Señor se le había aparecido a David, su padre, en el sitio que
David había preparado para ello y que fuera utilizado por Ornán, el jebuseo,
como patio para trillado del trigo.
Otro de los nombres del monte Moriah es Monte Sión. Isaías nos dice que el monte
Sión era el Trono de las Huestes del Señor, quien “dispersa, distribuye y trilla bajo sus
pies”. El “templo” fue construido sobre le “patio de trillado” de Ornán (Araunah en otra
versión), simbólico de Tammuz, dios de la cosecha, que siempre demandaba los
“primeros frutos”.
Pero el caso es que Jehová no estaba muy interesado en granos de ningún tipo: él
quería sangre:

Éxodo 34:19 Todo primogénito será para mí, así como toda primera cría de
vuestro ganado que sea macho, ya sea que venga del vientre de la vaca o la
oveja. 34:20 Pero la primera cría de una asna deberá ser redimida con un
cordero en su lugar, porque de no hacerlo así deberéis romperle el cuello.
También deberéis redimir a cada uno de los primogénitos de vuestros hijos con
una ofrenda, y ninguno deberá venir en presencia mía con las manos vacías.
34:21 Seis días debéis trabajar, pero al sétimo descansaréis, y así será, igual en
tiempo de siembra que de cosecha.
Cuando Jehová se adjudica el sétimo como un día sagrado en su honor, se identifica
con Cronos o Saturno. Se dice quecuando agonizaba como consecuencia de una herida
que recibió del jabalí que envió Zeus para darle muerte, el Adonis frigio fue
metamorfoseado en un abeto por su amante, la Diosa Cibeles.
Osiris resultó muerto por Set, el dios solar egipcio disfrazado de jabalí, mientras que
el dios solar griego Apolo,también disfrazado de jabalí, dio muerte a Adonis o Tammuz,
el Sirio, amante de la Diosa Afrodita. Finn Mac Cool, por su parte, disfrazado de jabalí,
dio muerte a Diarmuid, el amante de la Diosa irlandesa Grainne, mientras que un dios
desconocido, disfrazado de jabalí, fue el que dio muerte a Anceus, el rey de Arcadia y
devoto de Artemisa, mientras este se encontraba en su viñedo de Tegea, y según el
nestoriano Grannat Busame, el Zeus cretense también resultó muerto en forma
similar. La temporada de caza del jabalí era en Octubre, y esta también era la
temporada de festejos de los basáridos, que solían celebrar tocados con guirnaldas de
hiedra. El jabalí es la bestia de la muerte, y la “caída” del año comenzaba en el mes
del jabalí.
En Egipto el año constaba de 360 días dividido en tres estaciones de 120 días, cada
una de las cuales constaba a su vez de de cinco períodos de 24 días, con cinco días
adicionales. Lo egipcios decían que estos cinco eran los días que el Dios Thoth
(Hermes) le había ganado a Isis, la Diosa de la Luna, a causa de las sequías, y que se
componían de la septuagésima segunda parte de cada día del año. Los natalicios de
Osiris, Horus, Set, Isis y Neftis se celebraban durante esos días en ese preciso orden.
Parece que, basados en el mito, todo cambio de religión requería de un cambio en el
calendario. El antiguo año de 364 días mas uno adicional, fue reemplazado por el año
de 360 días más cinco adicionales. Bajo la posterior influencia de los asirios, las tres
estaciones se dividieron en cuatro períodos de treinta días cada uno en lugar de los
cinco períodos de 24 días. La estación de 72 días aparece en el mito egipcio-biblio en
el cual la Diosa Isis escondió a su hijo Horus, o Harpócrates, para protegerlo de la ira
del dios del Sol Set (el de las orejas de asno) durante los 72 días más calientes del
año, es decir, durante ese tercio de las cinco estaciones regentado por Sirio, la estrella
del Perro, y por los dos Asnos.
La leyenda griega de que el Dios Dionisio colocó a los asnos en el Signo de Cáncer
nos sugiere que el Dionisio que visitó Egipto y fue huésped de Proteo, Rey de Faros,
fue Osiris, hermano del dios hicso Tifón, también conocido como Set.
Según la leyenda homérica del Rey Proteo, los más antiguos pobladores del Delta
utilizaban la isla del faro, frente a las costas de lo que más tarde fue conocida como
Alejandría, como su sagrada isla oracular. Proteo, rey de Faros, que tenía el poder de
cambiar de apariencia, vivía en una caverna a la cual Menelao solía ir a visitarle para
hacerle consultas. Apuleyo relaciona el sistro de Osiris, utilizado para alejar al dios Set,
con Faros, lo cual nos sugiere que Proteo y Osiris eran vistos allí como la misma
persona. Existe otro Proteo en Arcadia, llamado Proetus.
El amplio muelle a la entrada del puerto de Faros consistía de ásperos bloques de
piedra que presentaban profundos grabados en forma de pentágonos. Puesto que los
pentágonos son figuras inconvenientes para semejantes construcciones, algunos
investigadores han pensado que el número cinco debió haber tenido algún importante
significado religioso. Robert Graves pregunta: “¿Acaso fue Faros el centro de un
sistema de calendario basado en cinco estaciones?”

Pero la isla también tiene otras extrañas relaciones con los números cinco y setenta y
dos que se remontan al comienzo de la era cristiana. Los judíos de Alejandría solían
visitarla para celebrar un festival anual cuya justificación era que los Cinco Libros de
Moisés habían sido allí milagrosamente traducidos al griego por setenta y dos doctores
de la Ley que habían trabajado setenta y dos días cada uno.
¿Qué es lo que hay detrás de esta historia?
En épocas antiguas los festivales solían conmemorar una especie de tratado o acto
de unificación. ¿Qué es lo había tenido lugar allí?
Esquilo llama al Nilo con el nombre de Ogygia, y Eustatio, el gramático bizantino,
decía que el nombre original de Egipto era Ogygia. Cuando los biblios trajeron a su
Dios Sirio de la Tempestad a Egipto (aquel que, disfrazado como jabalí, todos los
años daba muerte a su hermano Adonis, el dios que siempre nacía bajo un abeto) ellos
lo identificaron con Set, el antiguo dios egipcio del desierto que tenía como bestia
sagrada al asno salvaje, y que anualmente destruía a su hermano Osiris, el dios de la
vegetación del Nilo. Sanctoniato el fenicio, citado por Filo, dice que “los misterios de
Fenicia fueron llevados a Egipto”. Dice además que los dos primeros inventores de la
raza humana, Upsourianos y su hermano Ousous, consagraron dos pilares, uno al
fuego y otro al viento. Esta es la forma más antigua de lo que posteriormente serían
los pilares Jaquín y Boaz, uno de los cuales representa a Adonis, dios del año que
comienza y del sol recién nacido, mientras que el otro representa a Tifón, dios del año
que acaba y de los vientos destructores. En forma similar, los reyes hicsos, bajo
influencia de los biblios, convirtieron a su dios de la Tempestad en Set.
Es posible que en épocas pre-dinásticas Set haya sido el jefe de todos los dioses de
Egipto, puesto que el signo de la realeza que portaban todos los dioses dinásticos era
el cetro de junco con orejas de asno de Set. Los egipcios también identificaban a Set
con la constelación de las largas orejas, Orión, el “Señor de los Salones del Sur”, y el
“aliento de Set” era el viento proveniente de los desiertos del sur que tanto entonces
como ahora, cada vez que sopla, desata una ola de violencia criminal en Egipto, Libia y
el sur de Europa. El asno aparece en muchas de las anécdotas del Génesis, así como
en los más antiguos libros históricos de la Biblia.
Los textos y registros pictográficos egipcios son notorios por su tendencia a la
supresión o distorsión de los hechos. Parece que ya desde el año 2800 AC, los
sacerdotes aristocráticos que formaban el “establecimiento eclesiástico egipcio” habían
comenzado a meter mano en las historias populares. Por ejemplo: en el Libro de los
Muertos, Duodécima Hora de la Oscuridad, cuando el bote solar de Osiris se acerca a la
última puerta del Otro mundo justo antes de su reemergencia hacia la luz del día, se
representa a Osiris doblado hacia atrás en forma de un aro, con las manos levantadas
y los dedos de los pies tocando la parte posterior de la cabeza. Esta posición se explica
mediante el título de “Osiris, cuyo circuito es el otro mundo”. Se supone que sugiere
que adoptando esta absurda postura acrobática, Osiris está definiendo el otro mundo
como una región circular, estableciendo una analogía entre las Doce Horas y los Doce
signos del Zodíaco. Está claro que la mano sacerdotal ha introducido una corrupción en
lo que era un conocimiento mucho más arcaico. Esta postura representa a Osiris
cuando ha sido capturado por Set y atado, al igual que Ixión o Cuchulain, con el
“amarre de cinco” puntos que sujetaba muñecas, cuello y tobillos juntos. En otras
palabras, al representar a Osiris en esta posición se describe los efectos que sobre él
han tenido las actividades del dios del inframundo, la serpiente Set, quien también
aparece como el Jabalí y el Asno.
Ahora tenemos muchas más claves acerca de la temprana etapa de formación de la
religión de Yahvé, incluyendo la descripción de la construcción de los pilares Jaquín y
Boaz y otras instancias de historización de mitos que aparecen en la Biblia y que se
atribuyen a Salomón. También nos es posible ver una conexión con la rebelión de
Peribsen, que fue seguida por la emergencia de la civilización cretense, así como la
posterior relación de esta última con el judaísmo.
En la actualidad los judíos celebran su Año Nuevo en setiembre, coincidiendo con la
época de la cosecha. Luego viene la Fiesta de los Tabernáculos, que se supone
conmemora el hecho de que los hijos de Israel construyeron “refugios temporales”
mientras viajaban por el desierto, el dominio de Set. Se dice que “fue en la tienda
donde por primera vez Dios intimó con el hombre” durante el Éxodo. El Tabernáculo
era el lugar de reunión entre Dios y el hombre. Las comparaciones son tan obvias que
no necesito señalarlas.
De regreso a nuestra peculiar historia de lucha entre Jacob y el “hombre”, luego de la
cual se marchó hacia el sur para escenificar su episodio del tabernáculo, está claro que
hablamos de la historización de un antiguo drama ritual.
Ciertos mitos antiguos nos hablan de la batalla entre dos hermanos, o bien entre
padre e hijo. Esta batalla termina cuando el rey mayor es “herido en el muslo”, o
resulta ritualmente castrado para simbolizar su pérdida de la potencia. El reino,
representado por la figura de la reina, pasa entonces a manos del hermano vencedor,
o bien pasa de padre a hijo porque la reina es simbólica de la tierra. Es interesante
notar cómo este drama fue recreado por Jacob, con el “ángel de Yahvé” representando
el papel de Set. De esta manera la gente podía entender cómo el derecho real había
sido pasado personalmente a manos de Yahvé porque este había “intimado con Jacob”,
que había asumido el papel de la diosa. Yahvé, el dios Jabalí.
Es preciso que entendamos que estos combates rituales, dramas de reyes que
mueren, y actos de canibalismo o sacrificio, son solamente una forma extrema de
corrupción de una idea original central que está relacionada con la antigua tecnología.
Es un hecho que el aspecto tecnológico emerge de tanto en tanto, pero a menudo se
encuentra tan disfrazado que es difícil percatarse de los muchos giros e inversiones
que han tenido lugar a lo largo del hilo de transmisión. Entre las más arcaicas
representaciones de estas ideas –si bien es posible que ya contengan un grado de
corrupción del verdadero conocimiento antiguo– se encuentran los ritos de los
Chamanes del Asia central.

Cuando nos enfocamos en las funciones del chamán encontramos que estas incluyen
el descenso al inframundo para salvar al hombre, y el ascenso a los cielos para
interceder en nombre de su pueblo ante los dioses. Es, en efecto, el “caballero”
escogido en forma divina que cuenta con las dotes requeridas para realizar ese viaje.
El simbolismo de la escalera por la cual el chamán asciende o desciende, es uno
típicamente chamánico. El “Árbol de la Vida”, símbolo de la diosa de la vida, también
es simbólico del ascenso chamánico hacia las esferas celestiales para recibir la
comunicación de parte del dios acerca del destino de la tribu. En ese sentido, y en
términos de simbolismo, el eje cósmico y el libro celestial se han mezclado. Uno puede
ver claramente todos estos elementos en la historia de la escalera de Jacob y en su
lucha contra el “ángel”. Desafortunadamente, Jacob perdió esa lucha.
Al estudiar los aspectos del chamanismo encontramos algo sumamente fascinante:
una misteriosa “enfermedad femenina” que a menudo sufrían los chamanes varones.
Uno de los variables síntomas que se han reportado acerca del proceso de convertirse
en un chamán es que el individuo comienza a vestir como una mujer, actuar como una
mujer, y en general, a sufrir el proceso de feminización. Vemos un indicio de esto en el
viaje de Jacob hacia el sur para “levantar un pequeño cubículo”: ¡actividad
estrictamente femenina!
La feminización del chamán nos lleva a considerar el hecho de que, muy
probablemente, la original función chamánica/griálica era desempeñada
exclusivamente por mujeres, y que en determinado momento hubo un intento de parte
del hombre por hacer a un lado a la mujer y adquirir sus atributos y sus naturales
capacidades chamánicas. Parece ser que en ese mismo momento, el lugar de la mujer
dentro de los ritos como la “encarnación” de la diosa en el sagrado matrimonio, fue
reemplazado por otros elementos como la escalera, el árbol celestial, o inclusive el
caballo. La característica rítmica de la relación ritual, que no era sino una corrupción
del acto de “disolución” en el continuo espacio-temporal, fue reemplazada por el
rítmico batir del tambor y por otros métodos para inducir el estado de trance.
Las claves que explican esta transición están escondidas en las palabras
mismas: knight (caballero) y mare (corcel).Knight se deriva de la misma raíz que yogui
o juga, que significa “unir”o “atar”, mientras que mare proviene de mercuyas dos
acepciones son “mar” y “madre”. Para acercarnos un poco más a comprender cómo
tuvo lugar esta transición veamos los comentarios de Eliade acerca del papel
chamánico en los ritos funerarios, ritos que se han considerado como muy similares a
los “ritos secretos” o funciones que han sido guardadas por votos de secretismo.
Heródoto nos ha dejado una buena descripción de las costumbres funerarias de
los escitas. El funeral era seguido de purificaciones. Se solía echar hachís sobre
piedras calientes para que todos inhalaran el humo resultante; “los escitas
aullaban de gozo cuando tomaban este baño de vapor.” […] Los aullidos eran
parte de un conjunto de elementos religiosos cuyo propósito no podía ser otro
más que el éxtasis. En relación con esto Meuli cita una sesión altáica descrita por
Radlov en la cual el chamán guiaba hacia el inframundo el alma de una mujer
que había estado muerta por cuarenta días. La figura del chamán no aparece en
la descripción de Heródoto: él habla solamente de las purificaciones que siguen
al funeral. Pero entre algunos pueblos turco-tártaros, tales purificaciones
coinciden con la función del chamán de escoltar al fallecido hacia su nuevo
hogar, los mundos inferiores. […]
También se reporta el uso del cáñamo o hachís con propósitos extáticos entre los
iranianos, y es justamente el vocablo iraniano que significa hachís el que se
emplea en el centro y norte de Asia para designar a la intoxicación mística.
Se sabe que los pueblos caucásicos, en especial los osetas, han conservado un
número de tradiciones mitológicas y religiosas de los escitas.
Ahora bien, las concepciones de la vida después de la muerte que sostienen
ciertos pueblos caucásicos son muy cercanas a las de los iranianos,
particularmente en lo que se refiere a la idea de que el fallecido debe cruzar un
puente tan delgado como el grueso de un cabello, el mito del Árbol Cósmico cuyo
extremo superior toca el cielo y en cuyas raíces hay una fuente milagrosa, y
otras por el estilo. También encontramos que los adivinos, videntes y
nigromantes, tienen un papel entre las tribus montañeses de Georgia. Los más
importantes entre estos hechiceros son los messulethe: entre estos, la mayoría
son mujeres y jovencitas. Su función principal es la de escoltar a los muertos al
otro mundo, pero también pueden encarnar a estos. […] Para realizar sus
labores, los messuletheprimero deben caer en un trance. [xvii]
En este punto permítaseme intercalar el comentario de que podemos ver un curioso
paralelismo con el hecho de que la Thesmosphoria era celebrada “exclusivamente por
mujeres”. En otras palabras, es muy probable que se tratara de una costumbre arcaica
que posteriormente fuera descrita como “prostitución sagrada”, solo que esta última
claramente se derivaba de lo que hemos designado como la disjecta membra de una
antigua tecnología que era capaz de producir el efecto de modificar el ADN. A través de
milenios de transmisión, la terminología que describe el factor ADN resultó corrompida
hasta adquirir connotaciones puramente sexuales. Más adelante veremos como a lo
que una vez fue una idea “espiritual” se le dio un significado literal y fisiológico. El
papel de la mujer es ciertamente muy importante, pero no en el sentido en el que ha
sido interpretado por parte de los ocultistas.
Lo que está claro es que la antigua idea de la mujer en su rol de sacerdotisa, o
“prostituta del templo”, como se le ha llamado, se derivó de su función natural como
verdadera chamán. Cuando se extirpó a la mujer de su papel natural como guía en la
tierra de los muertos para todos los miembros de la tribu, fue preciso inventar un buen
número de otros elementos que tomaran su lugar: árboles, puentes (cuyo vocablo en
inglés, bridges, es muy similar a bride, novia, y abridle, brida, esta última usada para
conducir un caballo), escaleras, tambores, cánticos, danzas, etc., pero muy
especialmente, el combate ritual en lugar de la unificación.
Hemos observado una notoria similitud en cuanto a las ideas relativas al otro
mundo de los caucásicos y de los iranianos. Por ejemplo, el puente Cinvat tiene
un papel esencial en la mitología funeraria de los iranianos; el acto de cruzarlo
en gran parte determina el destino del alma, y este cruce es una prueba difícil,
equivalente en estructura a las pruebas iniciáticas. […]
El puente Cinvat se encuentra en el “Centro”, en la “mitad del mundo”, y tiene la
altura de “cien hombres”. […] Este puente conecta la tierra y el cielo por el
“Centro”, y debajo de él se encuentra el foso del infierno.
Aquí encontramos el clásico esquema cosmológico de las tres regiones cósmicas
conectadas por un eje central (pilar, árbol, puente, etc.) Los chamanes viajan
libremente entre estas tres zonas: en su viaje hacia el otro lado, los muertos
deben cruzar el puente. […] El aspecto importante de la tradición iraniana
(cuando menos en la forma en que sobrevivió a la reforma de Zaratustra) es
que, en el momento de cruzar el puente, hay una especie de lucha entre los
demonios que tratan de precipitar el alma hacia el infierno, y los espíritus
tutelares que resisten este esfuerzo.
En los Gathas [xviii] hay tres referencias a este cruce del puente Cinvat. Según la
interpretación de H. S. Nyberg, Zaratustra se refiere a sí mismo como un guía
hacia la tierra del más allá. Aquellos que se han unido a él en éxtasis podrán
cruzar el puente con facilidad. [xix] […]
El puente, por lo tanto, no solamente es la ruta de los muertos, es también la
ruta de los extáticos. […] El términomaga empleado en los Gathas es prueba de
que Zaratustra y sus discípulos solían inducir una experiencia extática mediante
el uso de cánticos rituales entonados en coro dentro de un espacio cerrado y
consagrado para tal propósito. Dentro de ese espacio (maga) la comunicación
entre la tierra y el cielo era posible. […] Ese espacio sagrado, entonces, se
convertía en un “Centro”. […]
El éxtasis chamánico inducido mediante la inhalación del humo del hachís, era
conocido en el antiguo Irán. […] En el Videvdat el hachís es condenado
como algo demoníaco. Podemos tomar esto como prueba de la completa
hostilidad que llegó a existir hacia la intoxicación chamánica. […] La imaginería
de los chamanes del Asia central parece haber sufrido la influencia de ideas del
Oriente, pero también, y principalmente, de ideas iranianas. Esto no significa que
el descenso chamánico hacia el inframundo se derive de alguna influencia
exótica. La contribución oriental solamente amplificó y agregó color a los
dramáticos escenarios de castigos; fueron las narrativas de los viajes extáticos
hacia el inframundo las que resultaron enriquecidas a través de las influencias
orientales, pero el éxtasis mismo las precedía por mucho. […]
Hemos encontrado la técnica del éxtasis en culturas arcaicas en las que debemos
descartar cualquier influencia del antiguo oriente. […]
El valor mágico-religioso de la intoxicación como una forma de alcanzar el éxtasis
es de origen iraniano. […]
En cuanto al origen de la experiencia chamánica... los narcóticos no eran más
que un sustituto vulgar del trance “puro”.
El uso de intoxicantes es una innovación reciente y sugiere una decadencia en la
técnica chamánica. Se echa mano de la intoxicación narcótica para que esta
suministre una imitación de ese estado que el chamán ya no es capaz de
alcanzar de otra manera. La decadencia o vulgarización de la técnica mística –
tanto en la India antigua como en la moderna, y de hecho a todo lo largo de todo
el mundo oriental– trae como resultado el que constantemente encontremos esa
extraña mezcla entre las “vías difíciles” y las “vías sencillas” de conseguir el
éxtasis místico o alguna otra experiencia decisiva. [xx]
Con este pequeño conjunto de claves podemos deducir que el sueño de Jacob acerca
de la escalera y de su combate ritual con ese “hombre” que era más bien un ángel de
Yahvé, no son más que recomposiciones posteriores para disimular las verdaderas
actividades chamánicas en las que estaba involucrado Jacob. Si existió o no un Jacob
histórico es algo que no podemos decir con certeza. Lo que sí parece innegable es que
en ese momento alguien hizo determinadas cosas que ameritaron su asimilación
dentro del mito del “Dios Talón”. De nuevo se nos vienen a la mente los encuentros
entre Abraham y Dios y entre Moisés y Dios, que tuvieron como desenlace el acto de la
circuncisión. De cualquier manera, es muy probable que los tres eventos –la lucha con
el ángel, el cambio de nombre y la circuncisión de Abraham y del hijo de Moisés–
fueran originalmente uno solo, posteriormente separado en tiempo y contexto por el
redactor de la Biblia, a quien pronto vamos a encontrar.
Jacob, sin embargo, perdió la batalla, fracasando en su función chamánica, y al
siguiente día cuando se encuentra con su hermano, sabiendo que había sido
“mortalmente herido”, le transfiere a este la “bendición” o derecho real. Ante esto yo
me pregunto: ¿acaso este encuentro registra también la transferencia a Esaú de algún
objeto vital, como resultado el fracaso chamánico de Jacob?
Aquí, por supuesto, tenemos un elemento clave estupendamente esclarecedor y que
vale la pena explicar. Resulta ser que hay una muy significativa historia en la Biblia
que se declara como estrictamente “histórica” y para la cual SÍ existe una verificación
externa en los registros egipcios. Esta es la historia de Abram y Sarai en Egipto. De
hecho, esta forma uno de los más problemáticos “triplicados”. En Génesis 12:10 a 13:2
leemos:
Por aquel entonces hubo una gran hambruna en la tierra, y Abram se fue a vivir
a Egipto durante algún tiempo, pues no había qué comer. Y sucedió que cuando
ya estaba cerca de Egipto le dijo a su esposa Sarai: “Mira, yo se que tu eres una
mujer hermosa y que cuando los egipcios te vean dirán ‘esta mujer es la esposa
de ese hombre’. Entonces me matarán, pero a ti te dejarán con vida., así que te
ruego digas que eres mi hermana, para que por causa tuya no haya yo de perder
la vida”.
Sucedió entonces que cuando llegaron a Egipto, los egipcios vieron que Sarai era
muy hermosa. También la vieron los herederos del Faraón y la recomendaron a
este, así que Sarai fue llevada a la casa del rey de Egipto.
Por causa de Sarai el Faraón trató bien a Abram, dándole ovejas, bueyes, asnos,
esclavos, esclavas, asnas y camellos. Pero también a causa de Sarai, el SEÑOR
hizo descender grandes plagas sobre la casa del Faraón. Por eso el Faraón
mandó llamar a Abram y le dijo: “¿Porqué me has hecho esto? ¿Porqué no me
has dicho que esta mujer era tu esposa? ¿Porqué has dicho que era tu hermana
para que yo pudiera tomarla como esposa? Anda, ¡toma a tu esposa y
márchate!”
Y el Faraón ordenó a sus hombres que hicieran salir de Egipto a Abram, Sarai y
todo cuanto poseían. Por lo que Abram debió salir de Egipto, y en compañía de
Sarai, de todo cuanto poseían, y de Lot, enrumbó hacia el sur. Entonces Abram
era un hombre muy rico, dueño de muchas cabezas de ganado y de grandes
cantidades de plata y oro.

MOISÉS Y ARÓN

Regresando al asunto de la cronología bíblica y su drástica imposición, hasta nuestros


días, sobre el mundo entero, es preciso que consideremos algunos puntos. El redactor
y editor de la Biblia seleccionó el orden de las historias para su nueva “historia” con el
fin de que cumpliera su función de unificación tribal con vistas a establecer un control
político y religioso. Esto ha supuesto una buena cantidad de problemas para todo el
que se ha empeñado en separar lo que es verdadera historia del resto del texto
bíblico.
Ya hemos anotado que la fuente Sacerdotal que amalgamó las historias de los
inconexos grupos tribales dispersos por el Canaán de la Edad de Hierro se vio
constreñida por la necesidad de incluir varias versiones de la misma historia. Su
auditorio habría rechazado cualquier “historia” que no incluyera las tradiciones orales
que realmente poseían. Además, la evidencia sugiere que agrupó las historias en un
cierto orden con la intención de crear la ilusión de que se trataba de la larga historia de
un pueblo escogido. Es de eso mismo de lo cual Isaac Newton acusaba a otros autores
de la antigüedad, si bien nunca consideró la posibilidad de que algo similar había
ocurrido con la Biblia.

De cualquier manera, fue Newton el que esbozó para nosotros el proceso que se
empleó. Los editores de la Biblia crearon su historia mediante la inserción de
segmentos del Libro de las Generaciones, con lo cual, de súbito, la repetición de
historias que habían ocurrido en un determinado momento parecían más bien haber
tenido lugar a lo largo de cientos o miles de años. En otras palabras, el arreglo
“horizontal” de las historias en el tiempo, se convirtió en un arreglo “vertical” . Lo que
le había sucedido a varios pueblos diferentes de repente le sucedió al pueblo
“escogido” y, lo que es más, las historias que giraban alrededor de un solo individuo y
que habían sido pasadas de grupo en grupo, a menudo resultaron adaptadas a la
personalidad de cada grupo específico según el proceso de mitificación que ya hemos
discutido.
La mejor forma de analizar este asunto es considerar primero los hechos tal y como
seamos capaces de develarlos, para luego ver si alguna de las historias de la Biblia
calza con esos hechos, y proceder del todo haciendo a un lado las genealogías
manufacturadas y la “cronología histórica” bíblica.
Se supone que la Biblia es la historia de una larga serie de epónimos fundadores. Las
diferentes versiones de las historias recolectadas de las variadas tribus fueron
ensambladas en una cronología vertical que se extiende por siglos y está apoyada por
la inserción de genealogías, la mayoría de las cuales resultaban inciertas y repetitivas,
cuando no claramente inventadas para el propósito entre manos. Aún así, he sugerido
que hay una serie particular de historias situadas dentro de un período de referencia
que SÍ aparecen registradas tanto en la historia egipcia como en la Biblia, y de manera
tan coincidente, que ambos lados del relato calzan como anillo al dedo. Además, como
también lo he sugerido, el entender claramente este evento histórico real que se
reporta tanto en la Biblia como en los registros egipcios, es la clave para desentrañar
el misterio del Arca de la Alianza.
Regresando al asunto de las reformas de Ezequías luego de la caída del reino del
norte, cabe preguntarse qué cosa haría un descendiente de Aarón en el reino del sur
ante la llegada de todos los refugiados provenientes del norte con sus propias
historias, relatos y genealogías. ¿Cómo encara uno su propio papel de sacerdote de la
línea aarónica denigrado por estas historias, así como su función de árbitro de las leyes
de Yahvé, cuando su privilegio de representante del único grupo autorizado para
realizar el sacrificio se ve en peligro de ser revocado?
La respuesta es, por supuesto, escribir otra Torah. El documento “S” fue escrito
como alternativa de J y E. En S se introduce a Aarón como la autoridad por excelencia.
En JE, los milagros tienen lugar en Egipto por intermedio del báculo de Moisés, pero el
autor del documento S lo transformó en el báculo de Aarón. En el JE se presenta a
Aarón como el “hermano Levita” de Moisés, lo cual solamente puede significar que son
miembros de la misma tribu y no necesariamente hermanos de sangre, pero el autor
del documento S afirma categóricamente que Moisés y Aarón eran hermanos en el
sentido literal de la palabra, hijos del mismo padre y madre. Aún más, ¡S afirma que
Aarón fue el primogénito!
En S no hay sacrificios sino hasta que tiene lugar el sacrificio en ocasión de la
consagración de Aarón como Alto Sacerdote. El autor de S deliberadamente omitió los
sacrificios ofrecidos por Caín, Abel, Noé, Abraham, Isaac y Jacob. Cuando no le fue
posible omitir el sacrificio de la historia, omitió la historia por completo.
Por ejemplo: en la versión de la historia del diluvio que aparece en J, Noé tomó
varias parejas de todos los animales que resultaban apropiados para el sacrificio; en S
se indica que solamente fue una pareja de cada uno. En J, al final de la historia, Noé
ofrece un sacrificio, así que necesitaba de los animales adicionales para asegurarse de
no extinguir la especie, pero en S no hay tal sacrificio.
Para el autor de S, el asunto del linaje de los sacerdotes que fungen como únicos
intermediarios entre dios y el hombre es de capital importancia. Allí no hay ángeles, ni
animales que hablan, ni sueños proféticos, y está claro que cualquiera que osara
cruzar los límites establecidos sería sentenciado a muerte. En S Yahvé aparece como el
dios universal y abstracto que creó “los cielos y la tierra” y que inflingió un castigo a la
humanidad entera en forma del diluvio a causa de una crisis cósmica. En los
documentos J y E, el dios que creó la tierra y los cielos –en ese orden– es un dios
personal que habla con el hombre en términos íntimos. La historia del diluvio lo
presenta como un evento cíclico, no como un desastre cósmico que tiene que ver con
la culpa y la venganza.
Así es que a través de la fuente S leemos acerca de un dios cósmico de orden y
control con el cual el hombre se puede comunicar solamente a través de los oficios de
un sacerdote acreditado, descendiente de un linaje sacerdotal, y que haga uso de los
rituales específicos ordenados por el mismo Yahvé. Una y otra vez S reitera que el
sacerdote aarónico erguido frente al altar es el único acceso a dios. Estos sacerdotes
se han convertido en los guías espirituales, los feminizados participantes de un extraño
hieros gamos con una deidad masculina en el cual su papel queda simbolizado por una
castración ritual: la circuncisión.
En Las Consultas Conviviales de Plutarco, uno de los huéspedes declara ser capaz de
probar que el dios de los judíos es realmente Dionisio Sabazius, el dios de la Cebada
de Tracia y Frigia; de manera similar, Tácito también consigna en su Historia (v. 5)
que “algunos sostienen que los ritos de los judíos fueron fundados en honor de
Dionisio”. En el año 139 AC, el historiador Valerius Maximus dice que C. Cornelius
Hispallus, pretor de los Extranjeros, expulsó de Roma a ciertos judíos que “intentaban
corromper la moral de los romanos a través de un pretendido culto al Júpiter
Sabaziano”. La inferencia es que el pretor no los expulsó por una legítima adoración de
dicho dios, sino más bien porque pretendían imponer un extraño rito nuevo dentro de
la religión traciana: ¡la circuncisión! Resulta curioso que los posteriores seguidores de
esta perversión pronto comenzaran a recurrir a la castración completa como una forma
de adoración de su dios, aún después de que ese dios había sido transformado de
Jehová a Jesús. San Agustín fue uno de ellos, y se conjetura que San Pablo también
era un eunuco auto-mutilado, aunque yo discrepo de esto. En época posterior esta
práctica fue transformada en la idea del celibato y el monasticismo que oscureció y
distorsionó aún más el asunto del “Fuego de Prometeo”.
En el texto S no existe una sola referencia a dios en términos de un ser
misericordioso. Las palabras misericordia, gracia, fidelidad y arrepentimiento no
aparecen ni una sola vez. El escritor intenta que el lector entienda que no se puede
obtener perdón tan solo porque uno se arrepienta o haya aprendido la lección. El
perdón solo se puede obtener, de manera exclusiva, mediante el sacrificio oficiado por
un sacerdote autorizado quien, en vista de su incapacidad para realizar el legítimo
ascenso extático, en su lugar hace un sacrificio de sangre en honor de su dios.
La persona que escribió el documento S no se limitó a cambiar algunas de las
historias: desarrolló un nuevo concepto de dios, y su motivación era una de carácter
teológico y político, así como la institución de un control de índole económico. También
intentó establecer a un grupo específico como legítima autoridad sobre la tierra: el de
los Levita Aarónicos. El autor de S no pudo establecer su autoridad meramente
defendiendo a Aarón o arrojando una luz más favorable sobre este. También sintió que
era necesario lidiar con Moisés y sus descendientes de una manera muy cuidadosa, lo
cual nos sugiere que se encontraba en una posición muy precaria.
Con el arribo de los refugiados procedentes del reino del norte, incluyendo a los
sacerdotes de Shiloh que descendían de Moisés, el autor no podía simplemente
desprestigiar a Moisés de manera directa: Moisés era el héroe nacional del reino del
norte, el reino de la dinastía omrita, aún cuando estos sacerdotes ya habían sido
desplazados por Jezabel y sus dioses. Moisés, de hecho, era el fundador mismo del
reino del norte.
Así entonces, el autor de S no podía simplemente divulgar unas cuantas mentiras
acerca de él, pero sí podía darle a las historias un giro particular. De ser necesario
podía incluir ciertos detalles a guisa de información proveniente de “fuentes internas”,
“conocimiento privilegiado”, o “revelación divina”, para dar un espaldarazo a su
declaraciones y a su posición.

Preocupado como lo estaba de que la gente pudiera rechazar una nueva Torah, el
autor del documento S debía considerar lo que la gente ya tenía por sabido y
aceptado. Con no poca maña debía producir un relato del pasado que fuera aceptado
por el auditorio. Así pues, en general aceptó el lugar de Moisés dentro de la tradición,
pero minimizó su importancia e incluso distorsionó por completo algunas de las
historias para presentarlo bajo una luz desfavorable. [i]
El autor de S también nos cuenta su propia versión de la revelación sobre el monte
Sinaí. Hacia el final de la historia, S agrega un detalle que la diferencia del original:
que cuando Moisés bajó de la montaña, algo bastante inusual había ocurrido con su
rostro. Cuando la gente lo miró sintió temor de acercársele, y él se vio obligado a usar
un velo. Según S, cuando quiera que pensamos en Moisés durante los últimos 40 años
de su vida, se supone que debemos imaginarlo usando un velo.
Y, ¿qué era lo que había pasado con el rostro de Moisés? El significado del término
hebreo es incierto, y por mucho tiempo la gente pensó que se refería al hecho de
Moisés había adquirido cuernos. Esto llevó a múltiples representaciones dentro del arte
medieval en las cuales Moisés aparecía con cuernos. Otra interpretación es que algo le
había sucedido a la piel de Moisés: que expedía una luminosidad. Así que muchas
traducciones e interpretaciones propagan esta idea y se refieren a que era tan grande
la “gloria” que irradiaba de la cara de Moisés que hería los ojos de todo el que la
contemplaba. Yo misma fui inculcada con esta idea.
En épocas más recientes el académico bíblico William Popp reunió un basto cuerpo de
evidencias que sugieren que lo que el autor del documento S quería comunicar a su
auditorio es que Moisés había quedado desfigurado a tal extremo que la gente no
podía soportar mirarlo directamente. El texto efectivamente nos dice que la “gloria de
Yahvé” es como un “fuego abrasador”, lo cual sugiere que la carne de Moisés había
sido consumida y este se había convertido en una especie de espectro salido de la peor
pesadilla. Si esto era un coloquialismo aceptado durante la época, entonces representa
un toque maestro de la manipulación por parte del autor de S: no ha denigrado a
Moisés, pero ha creado una imagen de horror que nadie desearía contemplar.
Yo sin embargo creo que la alusión tiene una razón diferente. Retornando al asunto
del dios Sol encontramos que uno de los más tempranos intentos por satanizar a la
diosa corresponde al antiguo dios babilónico Huwawa (Humbaba). Huwawa aparece en
las historias de Gilgamesh en forma de guardián del Bosque de Cedros al servicio de
Enlil, y tenemos la idea de que la madera de cedro era muy importante para el dios de
Moisés tal y como se indica en el texto S. También sabemos de la importancia del
abeto para el nacimiento de la diosa, así que dentro de este Huwawa también se
asimilaron las prerrogativas de la diosa. Además notamos algo interesante en cuanto a
su curioso nombre: Huwawa suena muy parecido a Yahvé.
El empleo del cedro en los sacrificios, y el mismo requerimiento de que se utilizara
madera de cedro para la construcción del templo, establece curiosas conexiones con
este dios Huwawa. En segunda de Samuel, capítulo 7:7, se dice que Yahvé, por
intermedio de su profeta Natán, le dijo a David:
Durante todo este tiempo que acompañé a los israelitas en su periplo, jamás dije a
ninguno de los caudillos a quienes ordené gobernar sobre Mi pueblo Israel que me
construyeran un casa con madera de cedro.
Por otro lado, en el verso 13 Yahvé le dice a David que su hijo será el que le
construirá dicha casa. “Él construirá un templo para Mi nombre, y yo haré que el trono
de su reino perdure por siempre.” En 1 Reyes, 5:6, se dice que Salomón requirió del
envío de cedros de Líbano para la construcción del Templo. Curiosamente, en la
historia de la Biblia Salomón estableció el impuesto del trabajo forzado para la corta de
los árboles y la construcción del templo, en forma similar a las condiciones que existían
durante la esclavitud en Egipto. Los cimientos del templo consistían de “enormes
piedras de primera” del tipo que, por supuesto, nunca antes se había visto en
Jerusalén.

¿Acaso llegó la gente a percibir esta relación entre el terrible rostro de Moisés y el
terrible rostro de Huwawa, el guardián del bosque de cedro? A Huwawa se le describe
como un gigante protegido por siete capas de un terrible resplandor. Resultó muerto a
manos de Gilgamesh y Enkidu en una historia que es harto similar a la de la muerte de
Goliath a manos de David, o a la de la muerte de Medusa a manos de Perseo. En todas
estas historias, el héroe Osiriano resulta victorioso sobre la serpiente de Set.
Melam y ni son dos palabras sumerias que a menudo están relacionadas.
Estrictamente hablando, ni parece referirse al efecto que tiene sobre los seres
humanos el poder divino melam. Los babilonios utilizaban varias palabras para
expresar la idea de ni, incluyendo puluhtu, “miedo”. El significado exacto de melam es
difícil de entender. Se refiere al resplandor intenso que normalmente se asocia con la
presencia de los dioses, héroes, y en algunas ocasiones reyes, pero que también se
asocia con templos de gran santidad. Si bien de alguna manera se trata de un
fenómeno relacionado con la luz, melam es a la vez algo terrorífico y
atemorizante. Ni puede ser experimentado como una sensación física de escalofrío. Se
dice que algunas veces los dioses “portan” su melam a la manera de un traje o una
corona, y de la misma forma que un traje o una corona, también se lo pueden “quitar”.
No obstante estar siempre relacionado con lo sobrenatural, melam no tiene
connotaciones morales ya que los demonios y los terribles gigantes también lo pueden
exhibir. [ii]
Entonces es bastante probable que esa fuera la idea que tenía en mente el autor del
documento S en su descripción de Moisés: se le estaba comparando a
Huwawa/Humbaba, el horrible guardián del bosque de cedros, una variación del dios
solar cuyo rostro es tan brillante que debe ser cubierto por un “velo”; acto seguido
encontramos a Huwawa/Yahvé exigiendo que sus sacrificios se hagan con cedro y que
su casa sea de igual manera construida con madera de cedro.
El autor del documento S no solamente eliminó detalles que de manera específica
rechaza por razones teológicas o políticas, sino que además eliminó los largos relatos
contenidos en los textos J y E. No era su intención volver a contar las maravillosas
historias de la gente; su intención era la de establecer la supremacía de Yahvé y sus
agentes, el sacerdocio aarónico. No hace concesión alguna a los intereses específicos
del pueblo, aludiendo a estos solo por encima y en párrafos en los que se tachan de
tonterías paganas. En todo el texto de S solo es posible encontrar tres historias de
extensión considerable que sean similares a las de JE: la creación, el diluvio y el pacto
con Noé (excluyendo el sacrificio después del diluvio), y el pacto con Abraham
(excluyendo también el cuasi sacrificio de Isaac). Además añadió una historia que no
está presente en los documentos más antiguos: la de la muerte de Nadab y Abihu, los
hijos de Aarón, que se presenta con la intención de inculcar en la gente la idea de que
el sacrificio solo debe realizarse según la estricta indicación de dios, aun si es
consumado por Levitas del linaje sacerdotal: ¡se aseguró de cubrir todas las bases! El
reiterado énfasis que se pone sobre este asunto en particular nos dice que estaba
tratando de cambiar una situación que había existido por largo tiempo: que cualquiera
podía entrar en la Tienda de la Asamblea. Ahora en cambio, con una falsa arca de la
alianza en su interior, solo los sacerdotes podían ingresar. De esa manera solo ellos
podían ver que lo que había era un arca substituta: Bastante ingenioso, ¿no es así? El
autor del texto S parece extraordinariamente preocupado con el Sinaí y la entrega de
las leyes, ya que casi la mitad de Éxodo y Números, así como la casi totalidad del
Levítico, se ocupan en presentar la Ley Levítica.
Hay otra historia más que presenta el autor de S y que no tiene paralelo alguno en
los textos más antiguos, y se piensa que se trata de una invención: la historia de la
cueva de Machpelah. Ella nos presenta una extensa descripción de las negociaciones
entre Abraham y un hitita en relación a una porción de terreno que contenía una cueva
y que Abraham compra como sitio funerario para su familia. ¿Porqué habría la fuente
S, que por otro lado excluye gran cantidad de hechos curiosos e historias entretenidas,
de desviar la atención hacia este mundano asunto de negocios? Friedman piensa que
es para establecer un derecho legal de reclamo sobre la propiedad de Hebrón, una
ciudad del sacerdocio aarónico, pero si ese fuera el caso, podría haberlo hecho de
muchas otras maneras diferentes. Mi impresión es que quizás no se trata de una
invención. Puesto que se trataba de una ciudad aarónica, quizás había alguna tradición
relacionada con ella que solo ahora se deseaba incorporar a la “historia”. Y quizás la
tradición de Abraham presentado como un “Gran Príncipe” de los Hititas no era una
cortina de humo puesto que está claro que, de manera indirecta, ella apunta en la
dirección de Huwawa. Pero lo que considero aún más importante es el hecho de que
desvía la atención lejos de algo que el autor del texto S no desea que nos detengamos
a considerar.
De cualquier manera, ahora tenemos una buena idea de lo que estaba sucediendo en
el reino del sur de Judea en la época de las reformas de Ezequías, luego de la caída del
reino del norte. No sabemos si Ezequías apoyaba este plan a causa de alguna promesa
de que él también se beneficiaría de los privilegios del sacerdocio, o si sencillamente
estaba convencido de que contribuía a la consolidación de su poder y de sus ansias
expansionistas. Cualesquiera que hayan sido las fuerzas motivadoras, vemos que
Ezequías se estaba proyectando en el papel de una nuevo Omri-David con sus planes
de rebelión en contra del imperio Asirio. Él levantó a las ciudades fenicias y filisteas en
contra de Asiria, y consiguió asegurarse la alianza de Egipto.
El asirio Sennacherib lanzó una masiva respuesta militar y capturó la fortaleza
Lachish en Judea, en lo que pareció prefigurar el episodio de la captura romana de
Masada ochocientos años después. Las excavaciones en Lachish nos cuentan parte de
la historia, mientras que el resto de la misma aparece relatada en el palacio de
Niniveh, la capital del imperio asirio. Allí, plasmada sobre los muros, encontramos una
de las pocas representaciones que se conocen de la apariencia que tenían los judíos en
la época bíblica. Estos paneles ahora se encuentran en el Museo Británico, mientras
que en el Museo de Israel hay moldes hechos a manera de copia a partir de los
originales.
La historia relata que los asirios no pudieron someter a Judea. Cuando Sennacherib
apareció en el horizonte, se dejó escuchar un llamado para que “los reyes de Egipto,
arqueros, carruajes y caballería del rey Kush, un ejército incontable”, acudieran todos
a luchar contra el ejército asirio. Bajo el mando de Shabaka Egipto tenía un enorme
ejército posicionado en el Delta, aparentemente solo en espera de la señal de marchar.
Al final tenemos evidencia contemporánea de esta campaña tanto en los registros
asirios como en los relieves egipcios. Estos últimos son bastante generales, haciendo
uso de la acostumbrada escena de “vapuleo de cabezas” acompañada por algún texto.
No hay duda de que esta batalla significó un serio revés para Sennacherib, ya a
partir de entonces se retiró permanentemente del Levante. Sin embargo, la Biblia nos
dice: “Y sucedió esa noche que un ángel de Yahweh liquidó a ciento ochenta mil
soldados que se encontraban en el campamento de los asirios, y a la mañana siguiente
los sobrevivientes solo encontraron cadáveres. Así Sennacherib se marchó de regreso
a Niniveh”. El ejército egipcio, entonces, fue metamorfoseado en un “ángel de Yahvé”.
De cualquier manera, este fue el momento clave en la historia de Judea. A pesar de
que Sennacherib había asolado todos los distritos periféricos, Jerusalén no había caído,
y así fue como comenzó a convertirse en la “Ciudad Santa”. La población se
incrementó debido a que, como es obvio, resultaba más conveniente estar cerca del
lugar donde se preparaba la carne. Y el poder de los Levitas creció aún más.

EL PECADO DE MANASES: EXILIO EN BABILONIA


Luego de la muerte de Ezequías su hijo Manases ascendió al trono. Durante su
reinado los asirios regresaron, y él no debe haber estado en muy buenos términos con
ellos ya que fue exilado a Babilonia, donde gobernaba el hermano del rey asirio. No se
sabe si a causa de que el pueblo lo exigió o porque los asirios lo presionaron, pero lo
cierto es que el exilio de Manases terminó luego de que su hijo reinstituyera los cultos
paganos, incluyendo la colocación de estatuas paganas en el templo, y el
reestablecimiento de los lugares de sacrificio fuera de Jerusalén. Manases fue sucedido
por su hijo Amon, que fue asesinado tan solo dos años después, para ser sucedido por
su hijo Josías de apenas ocho años (al menos según una versión).
Josías contaba solo ocho años de edad cuando inició su reinado: reinó en Jerusalén por un
total de treinta y un años, e hizo todo cuanto era correcto a los ojos del SEÑOR: siguió los
pasos de David, su ancestro, y no se inclinó ni hacia la derecha ni hacia la izquierda.
Porque en el octavo año de su reinado, mientras aún era muy joven, comenzó a buscar al
Dios de su ancestro David, y en el doceavo año comenzó a purgar a Judea y Jerusalén de
toda imagen tallada o vaciada en moldes, desde los santuarios de adoración hasta los
huertos mismos. [...]
En el decimoctavo año de su reinado, cuando ya había purgado todo el reino, incluyendo
el templo, envió a Shafán, hijo de Azalia, a Masías, gobernador de la ciudad, y a Joah, hijo
de Joahaz el archivador, a reparar la casa del SEÑOR su Dios. [...] cuando sacaban el
dinero que había sido llevado al templo del SEÑOR, el sumo sacerdote Hilcías encontró el
libro de la ley que el Señor le había dado a Moisés. Entonces Hilcías le dijo a Shafán, el
escriba: “he encontrado el libro de la ley en la casa del SEÑOR”, y se lo entregó.
Shafán le llevó el libro al rey, y le dijo: “Los servidores de Su Majestad están haciendo
todo cuanto se les ha encomendado. Han reunido el dinero que se encontró en la casa del
SEÑOR, y lo han entregado a manos de los encargados de la obra y de los trabajadores”.
Luego Shafán, el escriba, le contó al rey que el sacerdote Hilcías le había entregado un
libro, y comenzó a leer de este enfrente del rey. Cuando el rey hubo escuchado las
palabras de la ley, se rasgó las vestiduras. [...]
Hilcías, y aquellos que el rey designara, fueron todos a ver a Huldá la profetisa, esposa de
Shalum, el hijo de Tikvath y nieto de Hasrah, encargado del guardarropa del templo.
Huldá vivía en el segundo barrio de Jerusalén, y cuando le hablaron, ella contestó: “Esta
es la respuesta del Señor, Dios de Israel: ‘Decid al hombre que os ha enviado, que esto
ha dicho el Señor: Acarrearé el infortunio sobre este lugar, y sobre todos los habitantes
del mismo, conforme a todas las maldiciones que están escritas en el libro que habéis
leído en presencia del rey de Judea’. [...]
Y Josías suprimió las abominables prácticas que había en todos los territorios de los
israelitas, e hizo que todos los que se encontraban en Israel rindieran culto al SEÑOR su
Dios. Y mientras él vivió, ya no se apartaron más del SEÑOR, el Dios de sus padres. [iii]
Alguien había creado un documento llamado El Código de la Ley que era diferente de
las leyes que aparecían en la fuente S, y súbitamente ese código había sido
“descubierto” y oficialmente designado como la Torah. Acto seguido, sería incorporado
a una nueva versión de la historia oficial.

Como se desprende del relato anterior, en el decimoctavo año de su reinado, es decir


en el 622 AC, Josías recibió mensaje de su escriba Shafán de que el
sacerdote Hilcías había encontrado “un pergamino de la torah” en el Templo de Yahvé.
Cuando Shafán leyó el texto de ese libro que Hilcías había encontrado en presencia del
rey, éste último se rasgó las vestiduras (señal de angustia), y consultó a la
profetiza acerca de su significado. Luego de la consulta, el rey realizó una gran
ceremonia nacional de renovación del pacto entre Dios y su pueblo. El libro que el
sacerdote Hilcías decía haber encontrado en el Templo en 622 AC, es el
Deuteronomio.
Así es como Josías instituye una nueva “purga de Judea” y refuerza la centralización
de la religión siguiendo los pasos de Ezequías y anulando las prácticas más tolerantes
de su padre y abuelo. Además de la destrucción de los ídolos, la purga del Templo y la
destrucción de los otros lugares de adoración, Josías extendió su esfera de influencia
hasta el antiguo reino de Israel en las tierras altas. Una vez más se requería de todo el
mundo traer sus sacrificios hasta Jerusalén, y a los sacerdotes de las otras regiones se
les asignó tareas menores en el Templo.
El hecho de que el imperio asirio se debilitaba y que durante esa época había
tensiones entre este y Babilonia, probablemente le permitió a Josías salirse con la
suya. El hecho es que Egipto se había cambiado de bando y ahora se encontraba en
términos amistosos con Asiria: ambos tenían sus planes con respecto a Babilonia. Al
igual que Ezequías, Josías tenía una posición decididamente adversa a Asiria, y por
algún tiempo había sido su meta la de sacudirse de encima el yugo asirio.
Anteriormente, cuando Egipto había pretendido conquistar Asiria, Judea se había aliado
con Egipto, pero ahora Egipto estaba del lado de Asiria, y Babilonia estaba en contra
de Asiria, por lo que Josías se tornó en un adversario de los egipcios que
anteriormente habían ayudado a Ezequías, y fue a luchar en contra de ellos justo a los
babilonios. Se enfrentó el ejército egipcio en Megiddo, y en forma no del todo
inesperada, resultó muerto.
La temprana muerte de Josías significó el fin de la independencia política y de las
reformas religiosas. Los santuarios de adoración fueron reconstruidos una vez más (!)
y tres de sus hijos y un nieto le sucedieron para gobernar por un total de veintidós
años. O cuando menos eso se cree. Si el lector pensó que la historia de la Biblia era un
poco confusa en la época de Omri-Ahab, ahora está a punto de presenciar el más
terrible embrollo en los anales de la crónica histórica como resultado de las múltiples
artimañas y manipulaciones de la información perpetradas.

Según la cronología aceptada, el primero de los hijos de Josías en ascender al trono


fue Jehoahaz, quien gobernó por solo tres meses hasta que el rey egipcio lo destronó y
lo exilió en Egipto, colocando en su lugar a su hermano Johoiakim. Este gobernó como
vasallo de Egipto y se las arregló para conservar su puesto por once años. En el
ínterin, los babilonios habían finalmente subyugado a los asirios, y ahora ponían su
mira en Egipto. Judea, en cierta manera, representaba un obstáculo, así que Johoiakim
resultó muerto en batalla contra los babilonios.
El hijo de Johoiakim, Jehoiachin (sí, ya lo se, tanto “Jehoia” está volviendo el asunto
muy tedioso, pero ruego aguantarme un poquito más), gobernó por tres meses hasta
que fue capturado por los babilonios. Nabucodonosor lo exilió en Babilonia junto con
miles de otros habitantes de Judea. En compañía suya Nabucodonosor envió a todos
los que tenían alguna educación o profesión, o que se pensara que podrían causar
problemas en Judea, o que podían resultar útiles en Babilonia.
Entonces Nabucodonosor puso en el trono a otro más de los hijos de Josías:
Zedequías.

Zedequías se las agenció para fungir según lo esperado por espacio de once años
antes de ser presa de ideas descabelladas y rebelarse en contra de Nabucodonosor. Y
esa fue la gota que derramó el vaso: Nabucodonosor y el ejército babilónico retornaron
con saña, destruyendo Jerusalén y exiliando al resto de la población. De manera brutal
Nabucodonosor dio muerte a los hijos de Zedequías delante de sus propios ojos, y
luego lo cegó. O cuando menos así reza la historia. Y así terminó el gobierno del linaje
“davídico”. [iv]
Nabucodonosor se había cansado de tanto juego, así que nombró un gobernador
judío, Gedalías, hijo de Ahikam, hijo de Shafán, el escriba que había reportado el
hallazgo del papiro del Deuteronomio.
Ahora bien, como hemos señalado, Josías había sido pro-babilónico, al igual que la
familia de Shafán. El mismo profeta Jeremías era pro-babilónico. Sin embargo, el tener
como superior a un gobernador pro-babilónico proveniente de una familia de escribas,
supuestamente enfureció de tal manera a la casa de David que dos meses después un
miembro de dicha familia asesinó a Gedalías.
Aquello no fue una buena idea. El pueblo de Judea ya sabía que el mal carácter de
“Nabu” era notorio, así que se dice que casi la totalidad de la población huyó hacia
Egipto, si bien ese no fue exactamente el caso. Probablemente solo se trató de la
familia y allegados del asesino.

Pero antes de ser testigos de la destrucción de Jerusalén, examinemos más


cuidadosamente esta nueva “torah” que fue presentada en el reinado de Josías.
El libro del Deuteronomio, el artículo en cuestión, se presenta como el discurso de
despedida de Moisés antes de su muerte. Tiene como escenario de fondo las planicies
de Moab. [v] Existe una relación especial entre la persona que escribió este texto y los
siguientes seis libros de la Biblia. [vi] Se puede demostrar que esta serie de libros
corresponde a un trabajo concienzudamente elaborado para contar una historia
continua: la historia del pueblo y de su tierra. No fue el producto de un solo autor
porque es evidente que contenía relatos escritos por otra mano (la historia de la corte
de David y las historias de Samuel), pero está claro que el producto final fue obra de
un solo editor.
Lo que sale a relucir a partir de un análisis textual es que el escritor hizo una
selección de entre un grupo de historias que tenía a mano recortándolas o
alargándolas según fuera necesario, así como agregando ocasionales comentarios de
su propia cosecha. Todo ello resulta evidente a partir del análisis lingüístico, y el
resultado es tan claro como lo sería un proceso de identificación de huellas dactilares:
en este caso, y en forma algo irónica, nos referimos a dicho proceso como la
identificación de las “huellas de Dios”. En efecto, este escritor creó la historia de
Israel desde Moisés hasta la destrucción del reino de Judea a manos de los babilonios.
Y está claro que tenía una agenda particular.
Para este hombre, el Deuteronomio era el libro por excelencia: la torah. Diseñó cada
porción para servir de apoyo a esa idea. El Deuteronomio constituía el cimiento de toda
la historia. Gracias a este autor, el libro de Josué retoma el hilo allí donde
Deuteronomio termina. Josué desarrolla los temas del Deuteronomio e inclusive hace
referencia a este. Muchos de los pasajes claves en Josué, Jueces, Samuel y Reyes,
hacen uso de las mismas expresiones lingüísticas que están presentes en el
Deuteronomio. Para los académicos resultó evidente que el autor del Deuteronomio
fue el productor de los siguientes seis libros de la Biblia: la historia Deuteronímica.

Pero aquí encontramos una pequeña dificultad: el autor ocasionalmente se refiere a


cosas como si existieran “hasta el momento presente”, cuando tales cosas en realidad
solo existieron mientras duró el reino. Esto nos hace preguntar: ¿porqué alguien que
escribía una crónica histórica en, digamos, el 560 AC, habría de referirse a algo como
aún existiendo “hasta el momento presente” cuando el asunto en cuestión había
dejado de existir en el 587?
En Reyes 8:8 hay una referencia a los postes que se utilizaban para levantar y
acarrear el arca. Se declara que tales postes fueron colocados en el interior del Templo
de Salomón el día de su dedicación y que “allí han estado hasta el momento presente”.
¡Porqué habría alguien de escribir estas palabras después de que el Templo fuera
incendiado? Esto nos sugiere que se trata del mismo autor que creó la historia de que
el Templo de Salomón se encontraba en Jerusalén y la aplicó a un templo que, casi con
seguridad, fue construido durante el reinado de Ezequías, o incluso a un templo que
había sido construido para otro dios pero del cual Ezequías se apropió para su labor de
“reparación y purga” del templo. Aún más, ¿porqué habría de hablar el autor acerca de
un Templo y contenidos del mismo como si existieran “hasta el momento presente”,
cuando todo ello ya había sido destruido?
La solución obvia es que había dos ediciones de la historia Deuteronómica. La original
fue obra de alguien que viviódurante el reinado del Rey Josías, y se trataba de un
relato positivo y optimista de la historia del pueblo. Enfatizaba la importancia del pacto
Davídico y se aseguraba de que todo el mundo pensara en el Templo como si fuera el
Templo de Salomón. Este autor creía que el reino prosperaría bajo el gobierno de
Josías y perduraría después de él. Pero luego de la muerte de Josías, de los
desastrosos reinados de sus hijos, y de la caída del reino, esta versión original de la
historia nacional no solamente estaba desactualizada sino que correspondía a una
visión que, a la luz de los posteriores eventos trágicos, había demostrado ser
tontamente romántica. Así que se había escrito una nueva versión de la historia
después de la destrucción del 587.
Esta segunda edición era similar a la primera en cerca de un 95%. La principal
diferencia consistía en la adición de los últimos capítulos de la historia –los dos últimos
capítulos de 2 Reyes– que daban cuenta del reinado de los últimos cuatro reyes de
Judea. La historia actualizada terminaba con la caída de Judea.
En la primera edición de la historia el editor se refiere a cosas que habían existido
“hasta el momento presente” porque en la época de Josías realmente aún existían. El
editor de la segunda edición no se molestó en eliminar estas referencias porque esa no
era su principal preocupación. No estaba re-escribiendo la totalidad de la historia o
buscando eliminar contradicciones: sencillamente estaba agregando el final de la
historia, con un pequeño prefacio al comienzo de la misma.
Hay otro detalle interesante que nos sugiere que el autor del Deuteronomio vivió
durante el reinado de Josías. Se ha señalado que la longitud del texto que tiene que
ver con Josías no guarda proporción alguna ni con su importancia ni con sus logros.
Otros reyes vivieron más y supuestamente tuvieron mayores logros. La reforma de
Josías fue efímera. Además, los libros de Jeremías, Ezequiel, 2 Reyes y 2 Crónicas,
sugieren todos que las innovaciones de Josías fueron descartadas después de su
muerte. Entonces, ¿porqué tanto énfasis en un rey menor y relativamente poco
exitoso?
Tenemos ejemplos de textos similares en otras épocas y lugares: es obvio que
Josías era el rey cuando la historia fue escrita, así que el autor se afana en adularlo y
presentarlo como la culminación de un gran proceso, ya sea para ganarse su favor o
con el fin de establecer un control.
Hay otra nota curiosa al respecto de todo esto. El libro de 1 Reyes, capítulo 13,
cuenta la historia del rey Jeroboam. Él levantó los becerros de oro en Dan y Beth-El
para celebrar un festival. Cuando se acercó al altar para quemar incienso, algo muy
extraño tuvo lugar:
Cuando Jeroboam estaba quemando incienso sobre el altar, llegó a Beth-El un profeta del
Señor enviado por Yahvé. Y por orden del Señor, se dirigió al altar diciendo: “Altar, altar,
el Señor ha dicho: ‘De la casa de David nacerá un niño que tendrá por nombre Josías, y
sobre ti sacrificará a los sacerdotes de los santuarios paganos que aquí queman incienso.
Él quemará huesos humanos sobre ti’.”
El punto es que se supone que esta historia acerca de Jeroboam, tiene lugar
trescientos años antes del nacimiento de Josías. Y el hecho es que en todo el resto de
las narrativas bíblicas no existe otro caso de explícita predicción de eventos con tanta
antelación y con mención directa de nombres. Además, un poco más adelante en el
texto, el autor de los libros Deuteronómicos de Reyes y Crónicas hace referencia
específica a esta historia. Él creó el cumplimiento de la profecía escribiendo un relato
acerca de cómo Josías fue a Beth-El para destruir el santuario que se encontraba allí
“desde los días de Jeroboam”. Para asegurarse de que el lector resultara lo
suficientemente impresionado describe la forma en que Josías, encontrándose ya en
Beth-El, observa la presencia de unas tumbas en la cercanía y de ellas extrae algunos
huesos que luego quema sobre el altar para profanarlo, obrando “según las palabras
de Yahvé”. Si ya a estas alturas no estamos suficientemente convencidos de los
extraordinarios poderes de predicción de los profetas de Yahvé, el autor introduce un
efecto dramático al describir cómo Josías luego divisa la tumba del profeta mismo que,
supuestamente trescientos años antes, predijo cada una de estos actos específicos. Al
descubrir la identidad del ocupante de la tumba, claro está, Josías advierte a todos que
nunca osen perturbar el descanso de tan ilustre personaje.
En realidad no solo se trata de que tenemos la predicción del nacimiento de Josías al
principio del relato y el cumplimiento de dicha profecía más adelante, sino que el autor
además califica a cada uno de los reyes que gobernaron en el ínterin, tanto sobre
Israel como sobre Judea, como inferior a Josías en cuanto a santidad y toda otra virtud
digna de alabanza. Josías era, sencillamente, ¡el más pintado entre todos! A la mayoría
de los reyes se les tacha de “malos”, y aun aquellos que reciben mejor trato siguen sin
poder compararse con Josías. Hasta el gran y heroico Rey David es criticado por su
adulterio con Betsabé. En otras palabras, el autor de la historia Deuteronómica
entroniza a Josías, y solamente Josías, como el modelo sin par de toda virtud
monárquica. No obstante esto, la historia demuestra que Josías hizo poca cosa más
que tomar decisiones políticas bastante desacertadas y que, a fin de cuentas, le
acarrearon la muerte. Quienquiera que escribió esta historia lo hizo en el comienzo de
lo que se esperaba sería una gloriosa dinastía puntualizada por una religión
centralizada e inaugurada por Josías, y es obvio que el autor vio su propio lugar dentro
de esa dinastía como altamente significativo.
Y es así como arribamos a la idea de que la persona responsable por la autoría de
siete de los libros de la Biblia debió estar estrechamente ligada al reinado de Josías.
Este individuo diseñó su historia de los judíos de forma tal que culminara con Josías,
quien efectivamente fue comparado con el mismo Moisés. A lo lago de todo el texto de
la Biblia solo se aplica la expresión “no hubo ningún otro que se le comparara” a dos
personajes: Moisés y Josías. Las palabras finales del Deuteronomio son “nunca más
hubo en Israel otro profeta como Moisés”, mientras que el comentario final acerca de
Josías fue “y no hubo ningún otro que se le comparara”.
He aquí otro hecho curioso: solamente se menciona el libro de la torah en el
Deuteronomio y en Josué, y en ninguna otra parte de la Biblia hebrea excepto en una
historia: la de Josías. Se supone que Moisés la escribe y la entrega a los sacerdotes
para que estos la coloquen junto al arca, y a partir de allí deja de tener protagonismo
alguno hasta que el sacerdote Hilcías la descubre.
El autor de la historia Deuteronómica describe a Josías como la culminación de
Moisés: todo cuanto hizo estuvo inspirado en el patrón establecido por Moisés; el pacto
de Moisés habría de ser llevado a cabo con Josías. Y luego: una abrupta parada, como
anotara Friedman. La historia retoma el hilo luego de la muerte de Josías y con un
punto de vista radicalmente diferente. [vii]
También podemos notar que el punto más importante de la agenda del autor es la
centralización de la religión. Todos los reyes que son tildados de “malos” son aquellos
que restauraron los “santuarios de adoración” en los cuales se podían realizar
sacrificios localmente. El criterio que consistentemente se aplica para la evaluación de
cada uno de los reyes es su posición con relación a la centralización de la religión. Pero
luego de Josías, este criterio no aparece más, lo cual nos sugiere que en la época de
Josías la religión ya no estaba centralizada, pero que durante el exilio en Babilonia (o
hacia el final del mismo), cuando se hizo la compilación de la Biblia, el asunto ya no
tenía más importancia porque se trataba de un fait accompli; consumado, debiera yo
agregar, por obra de los persas.
El Rey David también figura de manera prominente en los libros Deuteronómicos. La
mitad del libro de 1 Samuel, la totalidad de 2 Samuel y los primeros capítulos de 1
Reyes, versan sobre la vida de este. El escritor afirma de manera explícita que, gracias
a los méritos de David, ni siquiera un mal rey de Judea puede perder el trono siempre
que sea un descendiente suyo. Además compara a Josías con David. El nombre de
David aparece cerca de quinientas veces en toda la historia Deuteronómica, pero
luego, súbitamente deja de mencionarse. El texto deja de referirse al pacto Davídico, y
ya nadie vuelve a ser comparado con David, ni tampoco se explica como fue que ni
siquiera dicho pacto pudiera evitar la caída del trono. Además, ya hemos visto que la
“Casa de David” era la dinastía omrita, y esta resultó por completo destruida por los
asirios cuando masacraron a los hijos de Ahab. Entonces, ¿qué es lo que transpira todo
esto?
Alguien creó el libro del Deuteronomio y los siguientes seis libros de la Biblia como
una obra continua. La edición original contaba la historia desde Moisés hasta Josías.
Uno de los aspectos fundamentales de la obra lo constituía el “código de la ley”. Este
código abarca la mitad del Deuteronomio, desde el capítulo 12 hasta el 26. Y la
primera ley es la de la centralización del culto. La segunda ley es la que indica que el
rey debe ser escogido por Yahvé, lo que por supuesto significa que un rey solo podrá
reinar en virtud de la aprobación de parte de los sacerdotes. Las siguientes leyes
incluyen prohibiciones en contra de las religiones paganas y los falsos profetas, las
reglas que gobiernan la caridad, la justicia, la familia, los asuntos comunitarios, los
días festivos, la dieta alimenticia, la guerra, el manejo de los esclavos, la agricultura y
la magia. De manera muy especial hay repetida referencia a mantener el bienestar de
los levitas: todos los levitas, y no solo los de la familia aarónica.
Así que resulta claro que el autor de esta serie de libros no era meramente un
escriba, o algún miembro de la corte que buscaba ganarse el favor de Josías. Era
alguien que estaba proscribiendo el poder de los reyes y lo estaba entregando, de
manera firme y sin ambages, a manos de los levitas: incluyendo el poder de llamar a
las tribus a la batalla.
El hecho de que el autor del Deuteronomio favorece a los levitas en general, sin
hacer mención específica a Aarón, indica que era alguien que pertenecía al linaje del
sacerdocio de Shiloh del Reino del Norte que había sido indoctrinado en la religión de
Yahvé. Tampoco hay dentro del Deuteronomio mención alguna al arca, a los
querubines, o a cualquier otro implemento religioso guardado en el Templo de
Jerusalén. De igual manera, no hay referencia alguna al oficio del Alto Sacerdote, que
era un oficio del sacerdocio aarónico.
El código de la ley no refleja los puntos de vista de los sacerdotes de Beth-El durante
los doscientos años que transcurrieron entre Jeroboam y la caída de Israel en el 722.
Dichos sacerdotes no eran levitas, y el Deuteronomio solamente favorece a los levitas:
estos eran los únicos sacerdotes legítimos.
La conclusión es que el autor de la historia Deuteronómica es una persona que
deseaba centralizar la religión, pero sin que ella estuviera ligada al arca o al sacerdocio
de Jerusalén. Sí, se favorecía los levitas en general, pero se enfatizaba la importancia
de un grupo central muy específico: el de los levitas que descendían de Moisés. El
escritor aceptaba la necesidad del rey, pero busca asegurarse de que este sea
controlado por el grupo central de los levitas Mushitas. Y por sobre todo, este individuo
deseaba establecer y mantener un control sobre todas las acciones militares: deseaba
el poder de hacer la guerra.
Bien, como hemos apuntado, todo comenzó con Moisés y su “escritura de la torah”,
seguido de la triunfal recuperación del manuscrito, descubierto por el sacerdote Hilcías,
quien luego lee a Josías, y este (probablemente creyéndose hasta la última palabra) es
quien se encarga de implementar todo el asunto.
¿Porqué piensan los expertos que se trata de un sacerdote de Shiloh? Porque todo el
texto minimiza la importancia de los sacerdotes aarónicos, haciendo mención de Aarón
únicamente en dos ocasiones: una para señalar que había muerto, y otra para afirmar
que Dios estaba tan enojado con él a causa del episodio del becerro de oro que estaba
resuelto a destruirlo.
Por otro lado, la historia presenta la figura de Salomón bajo una luz bastante
desfavorable, endosándole toda suerte de malos hábitos y haciendo hincapié en su mal
final. Luego tenemos a Josías que, por supuesto, destruye todas las pecaminosas obras
de Salomón, especialmente los santuarios de adoración. Incluso especifica que todo
esto que Josías se afanaba en destruir había sido construido por Salomón. Los
sacerdotes de Shiloh tenían una cuenta que saldar porque tres siglos atrás, según reza
la tradición, Salomón –o un facsímile suyo lo suficientemente aproximado– los había
dejado sin poder ni autoridad para luego instituir el sacerdocio aarónico. Eso, cuando
menos, es lo que se afirma, pero ya sabemos quienes fueron los que realmente
pusieron a los Sacerdotes de Shiloh en la calle: Ahab y Jezabel.
Ahora bien, recordemos que Hilcías fue el sacerdote que descubrió los pergaminos
que Shafán, el escriba, que luego fue a entregar al Rey Josías. Pues sucede que más
adelante luego de la caída de Jerusalén y el exilio hacia Babilonia, cuando Jeremías
escribió una carta a los exiliados, fueron Gemariah, hijo de Hilcías, y Elasah, hijo de
Shafán, quienes se encargaron personalmente de entregarla en su nombre. [viii]
¡Válgame el cielo!; esta trama se vuelve cada vez más intrincada. Pero no se muevan
de sus asientos, que aún se pone mejor.
Jeremías estaba estrechamente relacionado con los consejeros de Josías que estaban
involucrados en el asunto del “libro de la torah”. Gemariah y Ahikam, hijos de Shafán,
siempre estuvieron hombro a hombro con Jeremías en momentos muy críticos; en una
ocasión incluso lo salvaron de ser lapidado. Es Gedalías, hijo de Ahikam, quien fue
designado como gobernador de Judea por Nabucodonosor, así que se podría decir que
Jeremías estaba asociado con el partido pro-babilónico y quizás él mismo fue quien
mal aconsejó a Josías para que se aliara con Babilonia en contra de Egipto y Asiria: un
clavo más en la tapa del ataúd de la inspiración divina y superior conocimiento de los
sacerdotes de Yahvé. Parece ser que cada vez que se atendía a sus consejos, todo ello
resulta en muerte y destrucción para Israel. ¿Cómo es que nadie notó un patrón…?
Además de esto, Jeremías es el único profeta en la Biblia que se refiere a Shiloh
utilizando la expresión “el lugar que Yo (Dios) he convertido en morada para mi
nombre”. Se trataba, en esencia, del centro de toda adoración.
Como ya hemos mencionado anteriormente, Salomón-Ahab no simpatizaba
demasiado con los sacerdotes de Shiloh. Abiathar, el líder de estos, había sido uno de
los dos sacerdotes principales de Omri-David. Ellos fueron expulsados de Jerusalén por
Salomón y desterrados a su propiedad familiar en el pueblo de Anatoth. Este era un
pueblo de sacerdotes aarónicos y ahí se suponía que Abiathar podía ser mantenido en
arresto domiciliario.
Entonces, ¿cómo unimos los hilos de la trama? Los primeros versos del libro de
Jeremías dicen: “Las palabras de Jeremías, hijo de Hilcías, que formaba parte de los
sacerdotes que provenían de Anatoth”. Ahora sabemos, además, cómo fue
“descubierta” esta “torah” de manera tan conveniente y justo en el momento
adecuado. Sencillamente fue creada para ese propósito, y sabemos también quién fue
su autor.
Jeremías era un sacerdote que nunca realizaba sacrificios, lo cual es consistente con
la posición de los sacerdotes de Shiloh. También es el único sacerdote que alude a la
historia de la serpiente de bronce de Moisés. [ix] Esta historia proviene de la fuente E, la
fuente de Shiloh. El Rey Ezequías había roto dicha serpiente en pedazos, y la sola
destrucción de una antigua reliquia asociada con Moisés ya de por sí resulta
sorprendente, pero el hecho es que estaba poderosamente ligada a los sacerdotes de
Shiloh. Ellos eran quienes contaban la historia de la serpiente, y quienes tenían a
Moisés en más alta estima que nadie más. Es muy probable, además, que ellos
mismos fueran descendientes de Moisés, quienquiera que este haya sido en realidad.
El vocablo hebreo para referirse a la serpiente de bronce era “Nehushtan”. Josías dio a
su hijo en matrimonio a una mujer llamada Nehushta [x] .
En este momento es preciso que preguntemos: si el documento en cuestión fue
escrito por los sacerdotes del Reino del Norte, ¿cómo es que terminó en el Templo de
Judea, cuando sabemos que los sacerdotes aarónicos tenían allí las cosas bajo en
férreo control? ¿Cómo es que se convertiría en la ley del país?
Aquí encontramos un detalle bastante extraño, al cual ya he hecho referencia
anteriormente en términos de las confusas genealogías con las que estamos lidiando.
En 1 Crónicas 3:15,16 leemos:

Los hijos de Josías fueron Johanan, el primogénito, Jehoiakim el segundo, Zedequías el


tercero, y Shalum el cuarto. Y los hijos de Jehoiakim fueron Jeconías y Zedequías.
Esto significa que había dos Zedequías. Sea como sea, no perdamos de vista al
cuarto hijo de Josías, “Shalum”.

En 2 Reyes 23 se relata la muerte de Josías. Los versos 30 y 31 dicen:


Sus sirvientes pusieron su cadáver en un carruaje y lo llevaron desde Megiddo hasta
Jerusalén, donde lo enterraron en su sepulcro. La gente del pueblo tomó entonces a
Jehoahaz, el hijo de Josías, y lo ungió como rey para que ocupara el lugar de su padre.
Jehoahaz contaba con veintitrés años de edad cuando inició su reinado, y reinó en
Jerusalén por tres meses. El nombre de su madre era Hamutal, hija de Jeremías de
Libnah.
En este punto el único problema es que en el pasaje de 1 Crónicas que citamos más
arriba se listan los hijos de Josías y ninguno de ellos se llama Jehoahaz. Pero notamos
que se menciona que la madre del nuevo rey es hija de alguien llamado Jeremías que
es originario del pueblo de Libnah. Esto significa que el nuevo rey era nieto de ese
Jeremías, y que el fallecido Josías era su yerno. En otras palabras, Hamutal era la
esposa de Josías.
Seguidamente, en el libro de Jeremías capítulo 1:3 leemos lo siguiente:
También la escuchó [la palabra de Dios] en los días de Jehoiakim, el hijo de Josías, rey de
Judea, hacia el final del onceavo año de Zedequías, también hijo de Josías, durante el
quinto mes de aquel año cuando los habitantes de Jerusalén fueron llevados al destierro.
Está claro entonces que Zedequías, el hijo de Josías y Hamutal, es el tipo que es
llevado cautivo hacia Babilonia. En el capítulo 52, versículo 1, se nos dice:
Zedequías tenía tan solo veintitrés años cuando comenzó su reinado, y reinó en Jerusalén
por espacio de once años. El nombre de su madre era Hamutal, la hija de Jeremías de
Libnah.
Recordemos cómo se supone que discurría esta cronología: Jehoahaz, el primer hijo
de Josías tenía veintitrés años cuando ascendió al trono y gobernó por tres meses
hasta que el rey egipcio lo depuso, enviándolo hacia Egipto y colocando a su hermano
en su lugar. Este hermano era Jehoiakim, que gobernó como vasallo egipcio por once
años hasta que murió en batalla contra los babilonios.

El hijo de Jehoiakim, Jehoiachin, gobernó por tres meses pero fue capturado por los
babilonios y exiliado junto con todo aquel que tenía alguna posición de importancia. En
2 Crónicas la Biblia dice:

Jehoiachin tenía ocho años de edad cuando comenzó su reinado, y gobernó en Jerusalén
por tres meses y diez días: hizo cosas que resultaron malas a los ojos del Señor.
Me resulta difícil imaginar qué cosas tan malas pudo haber hecho un niño de tan solo
ocho años en el corto espacio de tres meses, pero todo esto queda directamente
contradicho en 2 Reyes, donde leemos:
Jehoiachin tenía dieciocho años de edad cuando comenzó su reinado, y reinó en Jerusalén
por espacio de tres meses. El nombre de su madre era Nehushta, la hija de Elnathan de
Jerusalén. Y sus actos fueron malos a los ojos del Señor, al igual que lo habían sido los de
su padre [...] Entonces Jehoiachin, rey de Judea, se rindió ante el rey de Babilonia junto
con su madre, sus sirvientes, sus príncipes y sus oficiales; y el rey de Babilonia los hizo
prisioneros. Todo esto sucedió en el octavo año de su reinado. [xi]
En este punto es cuando el misterioso Zedequías asciende al trono. Es el hijo de
veintiún años de Josías que reinó por once años antes de ser depuesto por los
babilonios.
Aparte del hecho por demás interesante de que tenemos aquí una especie de
duplicado en términos de las longitudes de los reinados, también está el hecho
completamente extraño de que en ambos juegos de relatos el reinado de tres meses
termina cuando el rey es llevado como rehén: Johoahaz hacia Egipto, y Jehoiachin
hacia Babilonia. No solo eso, sino que además el reinado de once años de Jehoiakim
termina cuando muere en una batalla contra los babilonios y, por otro lado, los hijos
de Zedequías son asesinados mientras que a él le sacan los ojos y lo llevan
encadenado a Babilonia.
Todo esto ya es lo suficientemente confuso, pero además notamos que después de
que Jehoahaz es llevado a Egipto, el Faraón Necao supuestamente pone a su hermano
en el trono. Aquí tenemos de nuevo un duplicado de relatos, solo que este tiene un
giro diferente. En el segundo libro de Reyes, capítulo 24, versículo 17, se dice:
Y el rey de Babilonia nombró a Matanías, tío de Jehoiachin, como rey en lugar de este
último, y cambió su nombre a Zedequías.
Pero el segundo libro de Crónicas nos dice en capítulo 36, versículo 10:
En la primavera de aquel año, el Rey Nabucodonosor mandó que lo llevaran a Babilonia (a
Jehoachin), junto con las preciosas vasijas de la casa del Señor, y nombró a un hermano,
Zedequías, rey de Judea y Jerusalén.
Esto significa que ya hemos usado a tres de los cuatro hijos de Josías, y si la Biblia
puede ser tan específica como para nombrar a un tío en una instancia y a un hermano
en otra, no creo que el argumento de que en este caso “un hermano” podría significar
tan solo “un pariente” tenga validez. Además solo uno de los nombres de estos
hermanos es el mismo que se ha dado en la genealogía, donde aparecen Johanan,
Jehoiakim, Zedequías y Shalum, en contraposición con Jehoahaz, Jehoiakim y
Matanías. También sabemos que Jehoiachin es el único entre este pequeño grupo de
reyes de la época cuya existencia ha sido confirmada por evidencia externa. Dentro del
cuerpo de documentos administrativos encontrados en las excavaciones de Babilonia
hay algunos que datan del reinado de Nabucodonosor. Un documento incompleto
menciona el suministro de raciones a Jehoiachin, específicamente referido como rey de
Judea, y a sus hijos. Este mismo documento babilónico también menciona ciertas
provisiones para Ashkelon, rey filisteo, al igual que para otros reyes más. Un segundo
documento, también incompleto, menciona cómo los reyes de Gaza y Ashdod
realizaron ciertas diligencias para Nabucodonosor.
Entonces, ¿quién demonios es Shalum?
Bueno, primero que todo debemos recordar que más atrás en este mismo capítulo
presentamos la historia del hallazgo del libro de Deuteronomio en el templo por pare
del sacerdote Hicías, en apariencia el padre de Jeremías. El libro fue entregado a
Shafán, el escriba real, y a quien después el rey le ordenó enviar a Hilcías donde una
profetisa (!)
Hilcías, y aquellos más que el rey designó, fueron todos a ver a Huldá la profetisa, esposa
de Shalum el hijo de Tikvath y nieto de Hasrah, encargado del guardarropa del templo.
Huldá vivía en el segundo barrio de Jerusalén [...]
Así que aquí encontramos una posible y curiosa conexión, aún si la genealogía que se
da del individuo es diferente de la del Shalum que nos ocupa en este momento.
En Jeremías, capítulo 32, el Rey Zedequías, último de los hijos de Josías en reinar y
supuesto hermano de Shalum, ha encerrado a Jeremías en prisión porque este había
dicho que los babilonios iban a tomar Judea y hacer prisionero al rey. Jeremías no deja
de hablar de esa calamitosa situación y nos cuenta acerca de una transacción de
negocios que recibió instrucciones de realizar.
El Señor me habló y me dijo: “Has de saber que tu primo Hanameel, el hijo de tu tío
Shalum, va a venir a proponerte que le compres una propiedad suya en Anatoth, pues
tuyo es el derecho de adquirirla.” Y tal y como me dijo el Señor, Hanameel, el hijo de mi
tío, vino a verme en el patio de la guardia diciendo: “Te ruego que compres mi propiedad
de Anatoth, en territorio de la tribu de Benjamín, porque el derecho de adquirirla es tuyo”.
Entonces, como tales habían sido las palabras del Señor, compré el terreno de Anatoth
que pertenecía al hijo de mi tío Hanameel...
Esto nos sugiere que el Shalum en cuestión ha muerto, su hijo ha heredado, y
Jeremías es el pariente más cercano de éste, lo cual le da derecho de prioridad para la
adquisición del terreno que el hijo de Shalum está interesado en vender. Por supuesto
que si Zedequías fuera en verdad el hijo de Josías y hermano del Shalum en cuestión,
él es quien tendría la primera opción de compra. Es obvio entonces que, o bien
tenemos dos Shalum, o solamente uno.
De nuevo hay que preguntar ¿quién es este Shalum que se lista como “hijo de
Josías? ¿Se trata del mismo Shalum que se indica es tío de Jeremías? Y ¿quién es el
Jeremías que es el padre de la esposa de Josías, y por tanto abuelo de Zedequías?
Bueno, no podemos estar seguros, pero mi opinión personal es que la genealogía ha
sido duplicada en más de una ocasión y es probable que se haya insertado a algunas
personas que bien podrían no haber existido del todo durante ese momento particular.
Pienso que solamente había un Shalum, y que su nombre fue agregado a la lista de los
hijos de Josías con la intención de justificar un reclamo o establecer una conexión que
en realidad no existía.
Entonces, aun si no hay manera de determinar las relaciones específicas o incluso las
épocas históricas precisas, o la manera en que todos estos nombres fueron
manipulados e insertados dentro de una cronología que, o bien es completamente
falsa, o deliberadamente se ha tornado tan confusa como para hacer que todo intento
por desenmarañarla sea inútil, siempre nos quedamos con la fuerte impresión de que
Jeremías, autor de cuando menos siete de los libros de la Biblia, tenía una agenda muy
específica que cumplir a través de toda su prestidigitación de la supuesta “historia de
Israel”: él debió haber pertenecido a la linaje davídico, cualquiera que sea el
significado de ello, y de alguna manera también debió haber estado estrechamente
conectado con el linaje de los sacerdotes aarónicos. No nos es posible determinar con
certeza cuál puede haber sido su parentesco específico, pero podría haber sido un
primo del rey Zedequías, o quizás el suegro de Josías. De cualquier manera, ello habría
explicado su presencia dentro del entorno de la familia real.
Retornando al contenido mismo del Deuteronomio, el resultado final del análisis de
los documentos nos dice que las fuentes D y E son complementarias una de la otra.
Ambas se refieren a la montaña de Moisés como el Horeb, mientras que J y S la llaman
el Sinaí. Las tradiciones que D y E representan tienen a Moisés como una luminaria sin
parangón, como un hito en la historia. Su vida y obras se detallan de manera tan
cuidadosa que no existe nada comparable en las fuentes J y S. Los libros
deuteronómicos también hacen sobrado énfasis en los profetas. La palabra “profeta”
solamente aparece una vez en S y ni una sola en J. El historiador deuteronómico
también demuestra gran estima hacia los Levitas. En J, sin embargo, los Levitas son
dispersados por haber masacrado al pueblo de Shechem. En S hay una clara
separación entre Levitas y sacerdotes aarónicos, con los primeros en posición inferior
respecto de los segundos. Y finalmente, tanto D como E ven en Aarón a un tipo
malvado, y no escatiman repetidas referencias al episodio del becerro de oro y a la
afección leprosa de Miriam, cosas que no aparecen mencionadas en J o S.

Si echamos un vistazo más a fondo a esta historia, encontraremos algo curioso: los
pasajes que mencionan el pacto davídico se dividen en dos categorías: la condicional y
la incondicional. En el primer caso, la presencia de un representante del linaje davídico
en el trono está condicionada a la obediencia del pueblo. En caso de destrucción de
Israel, el pacto Davídico tan solo hace mención a “mantener el trono”. ¿Porqué será?
Obviamente porque el escritor tenía que reeditar su trabajo. Él había contado la
historia de cómo la casa de David había comenzado a gobernar el reino unificado de
Israel terminando por perder todo excepto su propia tribu de Judea, que les
pertenecería por siempre. Luego se vio obligado a lidiar con la muerte de Zedequías y
el exilio en Babilonia.
Algunos han llamado a esto un “fraude piadoso”; otros en cambio han sugerido que
él inventó todo el asunto del pacto Davídico. En realidad parece ser que el escritor
estaba escribiendo acerca de lo que la gente de esta tribu creía. La tradición del pacto
Davídico aparece en algunos de los salmos que fueron compuestos antes de que el
Deuteronomista escribiera su historia. Así que no estaba del todo inventando la
historia, ya que de haber sido así, ¿quién le hubiera creído? Nadie. Él debió echar
mano de las “historias” aceptadas por la gente que tenía a su alrededor, y ésta era una
de ellas. Así que meramente tomó la historia que conocía y que provenía del reino del
norte y la transfirió al escenario del reino del sur, haciendo como si perteneciera a
aquellos a los que no les pertenecía. De esta manera podía escribir en la primera parte
del libro la profecía que convertiría a Josías en una especie de Mesías, y luego solo
debía trabajar con Josías para asegurarse de que todo se volviera realidad.
El historiador deuteronómico basó tanto su interpretación de las tradiciones como las
adiciones introducidas a su trabajo, en cuatro cosas: la fe en Yahvé, el pacto Davídico,
la centralización de la religión en el Templo de Jerusalén, y la torah, que asumió la
forma del Deuteronomio. Su interpretación de lo que pasó fue sencillamente que el
reino se dividió porque Salomón había abandonado a Yahvé y a la torah. Los
descendientes de David retuvieron Jerusalén porque tenían un pacto incondicional. El
reino del norte cayó porque ni la gente ni sus reyes siguieron los mandatos de la torah.
Y ahora, en el momento de la escritura del documento, todo iba a caminar bien porque
la torah había sido redescubierta y Josías, el descendiente de David, ¡iba a enderezar
todo lo que estaba torcido!
Pero Josías se atravesó en el camino de una flecha egipcia y el juego se acabó.
Entonces, veintidós años después de escrita la historia, todo parecía triste y sin
sentido. El gran “reino eterno” había acabado de manera ignominiosa. La familia que
nunca sería “separada del trono” no solamente había sido separada, sino que además
había virtualmente dejado de existir. El gran lugar que Yahvé había “convertido en
morada para su nombre” se encontraba en cenizas, y todas las cosas que se había
afirmado existían “hasta el momento presente”, ya no existían.
Entonces alguien debía revisar cada detalle del trabajo para introducir todos los
cambios que explicaran el embrollo en el que todo había desembocado. No podía
sencillamente agregar unas cuantas líneas que describieran los eventos posteriores:
tenía que salvar el trasero de Yahvé y ofrecer una explicación de porqué el sueño de
los seguidores de este había fracasado (cosa que además hacía de Yahvé una especie
de tonto). Y la evidencia demuestra que eso es justamente lo que se hizo: muestra
rupturas gramaticales que se manifiestan, por ejemplo, en cambios de singular a
plural, o en la introducción de términos y temas especiales, o cambios en la sintaxis y
la estructura literaria, todo con la finalidad de explicar todo cuanto había sucedido en
términos de una ruptura del pacto. De esa manera Yahvé, por sobre todo, siempre
aparecería como el único y poderoso dios. Y si todo el planeamiento previo que se
atribuía al mismo Yahvé se había desplomado como un castillo de naipes, pues ni
modo, ahora el asunto era salvar la reputación de Yahvé. Era un trabajo sucio, pero
alguien tenía que hacerlo.
Una de las cosas más sorprendentes fue la manera en que Jeremías lidió con el
asunto de la muerte del “escogido”, Josías, a manos de los egipcios. Lo que insertó
dentro del texto fue una “profecía” de Yahvé expresada por boca del rey egipcio e
ignorada por Josías, cosa que a la postre le acarreó la muerte.
Pero Necao [el Faraón] envió embajadores [a Josías] a decirle: “¿Acaso tengo alguna
disputa contigo, rey de Judea? No es en contra tuya que he venido, sino en contra de otra
nación con la cual estoy en guerra; y Dios me ha ordenado que me de prisa. Deja de
oponerte a los designios de Dios, que está de mi lado, o de lo contrario Él te destruirá.”
Pero Josías no retrocedió y más bien se disfrazó para poder luchar contra Necao. Desoyó
las palabras de este, que provenían de la boca de Dios, y se le enfrentó en el valle del
Megiddo. [xii]
Aparte del hecho de que la historia del rey que se disfraza para ir a la batalla
pertenece a Ahab, como se relata en el capítulo 18 de 2 Crónicas, parece ser que el
autor no rescribió toda la historia sino que se limitó a intercalar algunos párrafos a la
edición “posterior a la muerte de Josías”. Por ejemplo, agregó los pasajes que predicen
el exilio, y resulta bastante notoria la manera en que las “profecías” crean una ruptura
en el contexto y evidencian un cambio en la gramática.
Por último, y para dar el toque final al asunto, el escritor añadió la razón del exilio: la
gente había vuelto sus ojos hacia otros dioses. En este punto solamente tenía que
enfatizar lo que ya estaba escrito en el Deuteronomio, que el primer mandamiento era
la adoración de Yahvé y solo Yahvé, con exclusión de cualquiera otro. Así que el
exiliado autor de esta nueva edición agregó diez referencia más al mandato en contra
de la apostasía y ligó cada una de ellas a sendas referencias al exilio que sobrevendría
en caso de que no se obedeciera dicho mandato.

Luego agregó cierto detalle a la última profecía de Dios que Moisés iba a escuchar.
Dios le dice a Moisés:
“Ya pronto vas a morir y este pueblo se va a corromper con los dioses extranjeros de la
tierra a la que será llevado, y me abandonarán rompiendo el pacto que sellé con ellos. Y
ese día mi ira se encenderá en contra de ellos: yo los abandonaré y esconderé mi rostro
fuera de su vista; ellos serán devorados, y muchos serán los males y las tribulaciones que
les agobiarán...”[xiii]
El deuteronomista tenía que encontrar un asidero plausible para el sentimiento de
culpa, y al análisis textual también revela la forma en que se ocupó de esto. Era obvio
que no podía culpar a Josías, después de todas las alabanzas que había apilado sobre
su cabeza y a pesar del hecho de que, a la luz de los eventos de su vida, Josías no
resultaba ser, ni con mucho, un héroe demasiado convincente. Así que relató los
pormenores de esta vida tontamente malgastada de forma tal que no contradijeran su
posición de héroe. Era preciso encontrar una razón que explicara la muerte, la
destrucción y el exilio, sin que Josías perdiera la posición exaltada que se le había
dado, y la única manera de hacerlo era convertir toda su vida en un intento grandioso
y noble –pero a fin de cuentas inútil– por enderezar el más terrible de todos los males.
Pero a pesar de lo grandioso que pudiera haber sido el esfuerzo de Josías, no alcanzó
para contrarrestar el ímprobo mal de... Manases.
En efecto, hablamos del mismo abuelo de Josías. De acuerdo a la primera versión de
la historia deuteronómica, Manases había abolido todas las reformas religiosas de su
padre Ezequías. Había levantado una estatua de la diosa Asherah y había construido
altares para los dioses paganos en los atrios del templo. Esto había preparado el
escenario para el advenimiento de Josías y de sus grandes reformas, que habrían de
ser todavía más venerables y completas que las de Ezequías.
Pero la versión corregida del documento D es más prolija en cuanto a detalles de los
crímenes de Manases y agrega las consecuencias de tales crímenes. Una vez más, esto
es algo que se vuelve evidente a partir del análisis textual. He aquí lo que se añadió:
Manases los instigó a actuar con más perversidad que las naciones que el Señor había
aniquilado ante los israelitas. Por tanto el Señor habló por boca de sus siervos los
profetas, y dijo: “Puesto que el Rey Manases de Judea cometió todas estas cosas
execrables... él ha sido la causa de los pecados de Judea al hacerla caer en la idolatría.
Por ello acarrearé tal desastre sobre Jerusalén y Judea que todo aquel que escuche lo que
les sobrevendrá sentirá un escozor en los oídos... Voy a limpiar a Jerusalén de la misma
manera que se limpia un plato y después se voltea boca abajo. En cuanto a lo que quede
de mi pueblo, lo abandonaré y entregaré a manos de sus enemigos para que sea
saqueado y despojado por ellos, porque sus actos han sido malos a mis ojos y me han
estado irritando desde el día en que sus antepasados salieron de Egipto y hasta el
presente. [xiv]
¡Vaya forma de provocar un ataque de culpa! Manases es tan malo, y el pueblo tan
pérfido por acatar sus designios, que ahora se profetisa la caída del reino. Luego el
escritor salta hasta el final del papiro y allí donde dice “no hubo ningún otro rey como
Josías”, añade “Y Yahvé no se retractó de sus palabras, haciendo que su furia se
encendiera contra Judea a causa de todas las cosas que Manases había hecho en su
contra.” [xv]
Sin embargo surge una duda, ya que cuando leemos el texto nos quedamos con la
sensación de que el guante no calza. Por ejemplo, en 2 Crónicas, comenzando en el
capítulo 32, versículo 33, leemos la siguiente historia:
Y Ezequías fue a reunirse con sus antepasados, siendo enterrado en el más alto de los
sepulcros destinados a los hijos de David: y todo Judea y los habitantes de Jerusalén le
rindieron honores; y su hijo Manases reinó en su lugar.
Manases tenía doce años de edad cuando comenzó su reinado, y reinó en Jerusalén
cincuenta y cinco años, pero sus actos fueron malos a los ojos del Señor, como las
infamias de los paganos que el Señor había arrojado de la presencia de los israelitas.
Y el Señor le habló a Manases y a su pueblo, pero ninguno le prestó atención, por eso el
Señor levantó contra ellos a los capitanes de las huestes del rey de Asiria, que terminaron
por tomar a Manases como prisionero en medio de un campo de espinos; lo sujetaron con
grilletes y lo llevaron a Babilonia.
Y cuando se halló en gran aflicción, invocó al Señor su Dios, y se humilló delante del Dios
de sus antepasados. Y cuando oró, Dios atendió su súplica y lo trajo de vuelta a Jerusalén
a hacerse cargo de su reino. Entonces comprendió Manases que el Señor es Dios.
Después de esto Manases construyó una muralla alrededor de la ciudad de David, al oeste
de Gijón, a lo largo del valle, llegando incluso hasta la puerta de los Peces y rodeando
Ofel. La levantó hasta gran altura, y también puso comandantes de guerra en todas las
ciudades fortificadas de Judea. Además quitó de la casa del Señor a todos los dioses
extranjeros y al ídolo que había levantado, así como todos los altares que había
construido en el monte del templo y en Jerusalén, y los arrojó fuera de la ciudad.
Reparó el altar del Señor, y sobre él realizó sacrificios en ofrendas de paz y de
agradecimiento, y ordenó a toda Judea servir al señor Dios de Israel.
Pero la gente continuó sacrificando en los santuarios, si bien en honor del Señor su Dios.
El resto de la historia de Manases, incluidas sus oraciones a Dios y las palabras de los
videntes que le hablaron en nombre del Señor Dios de Israel, se encuentra en el libro de
los Reyes de Israel.
Su oración también, y la respuesta que recibió de Dios, y todo lo relativo a sus pecados y
transgresiones, y el detalle de los lugares donde hizo construir santuarios de adoración y
colocó imágenes talladas, antes de humillarse ante el Señor, todo ello se encuentra
escrito entre las palabras de los videntes.
Cuando murió Manases lo enterraron en su propia casa, y su hijo Amón reinó en su lugar.
Amón tenía veintidós años de edad cuando comenzó su reinado, y reinó en Jerusalén por
espacio de dos años.
Pero sus actos fueron malos a los ojos del Señor, al igual que los de su padre Manases,
porque realizó sacrificios en honor de todas las imágenes talladas que había hecho su
padre y les rindió culto. Y no se humilló ante el Señor, como sí lo había hecho su padre
Manases; por el contrario, Amón acumuló cada vez más transgresiones.
Sus sirvientes conspiraron en contra suya y terminaron por darle muerte dentro del
mismo palacio. Pero la gente del pueblo dio muerte a todos los que habían conspirado en
su contra, colocando a su hijo Josías como rey en su lugar.
Primero que todo, algo muy sospechoso está pasando aquí. De nuevo tenemos a otro
tipo más que es llevado como prisionero a Babilonia a manos de los asirios, solo que
este es retornado de manera milagrosa sin que nadie haga preguntas al respecto.
Cometió algunos actos viles, fue castigado, dijo una especie de maravillosa oración que
no se encuentra en ninguna parte de la Biblia, a pesar de que se afirma que está en el
libro de Reyes y en otro libro con “las palabras de los videntes”. ¿Cuáles son estas
“palabras de los videntes”? No las encontramos por ninguna parte. Lo que sí
encontramos es lo siguiente:
Manases tenía solo doce años cuando comenzó su reinado, y reinó en Jerusalén por
espacio de cincuenta y cinco años. El nombre de su madre era Hepzibah. Pero sus actos
fueron malos a los ojos del Señor, pues abrazó las mismas prácticas abominables de los
paganos que el Señor había arrojado fuera de la presencia de los israelitas. De nuevo
levantó los mismos santuarios de adoración que su padre Ezequías había destruido,
incluyendo altares para Baal, así como un huerto, tal y como había hecho Ahab, rey de
Israel; además rindió culto a todas las huestes del cielo, siendo su servidor.
Construyó altares en la casa del Señor, de la cual el mismo Señor había dicho que sería la
morada de su nombre en Jerusalén; hizo levantar altares para todas las huestes del
cielo en los dos atrios del templo. A su hijo le hizo pasar por el fuego, y cumplió con los
ritos periódicos, y usó encantamientos, y tuvo tratos con espíritus familiares y con
hechiceros, y tan malos fueron sus actos a los ojos del Señor que terminó por encender la
ira de este.
Y colocó imágenes talladas en el templo, del cual el Señor había dicho a David y a su hijo
Salomón: “en esta casa de Jerusalén, hogar de la tribu que he escogido de entre todas las
tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre. No haré que los israelitas sean
despojados de la tierra que le he dado a sus antepasados siempre y cuando actúen de
acuerdo a lo que les he ordenado ,y de acuerdo a los preceptos de la ley que mi sirviente
Moisés les enseñó”.
Pero no hicieron caso de tales palabras, y Manases los indujo a hacer todavía mayores
iniquidades que las que hicieran las naciones que el Señor había destruido ante los ojos
de los israelitas. Así que el Señor habló a través de sus sirvientes, los profetas, diciendo:
“Puesto que Manases, rey de Judea, ha cometido todos estos actos abominables y su
maldad ha sido incluso mayor que la de los amoritas de otros tiempos, y ha hecho que
Judea caiga en el pecado de la adoración de ídolos paganos, Yo, el Señor y Dios de Israel,
acarrearé tal desastre sobre Jerusalén y Judea que todo aquel que escuche lo que
sobrevendrá sentirá un escozor en los oídos. Haré que las fronteras de Samaria se
extiendan y abarquen Jerusalén y todas las posesiones de la casa de Ahab. Voy a limpiar
a Jerusalén de la misma manera que se limpia un plato y después se voltea boca abajo.
En cuanto a lo que quede de mi pueblo, lo abandonaré y entregaré a manos de sus
enemigos para que sea saqueado y despojado por ellos, porque sus actos han sido malos
a mis ojos y me han estado irritando desde el día en que sus antepasados salieron de
Egipto y hasta el presente.
Manases hizo derramar tal cantidad de sangre inocente que esta manchó el suelo de
Jerusalén de un extremo al otro.
El resto de los actos de Manases, así como el detalle de todos los pecados que cometió,
¿acaso no se encuentra todo esto relatado en las crónicas de los reyes de Judea? Y
Manases fue a reunirse con sus antepasados, siendo enterrado en el jardín de su propia
casa, en el jardín de Uzza; y su hijo Amón ascendió al trono en su lugar. [xvi]
¿Podría el verdadero Manases ponerse de pié, por favor? ¡Parece como si se tratara
de dos personas completamente diferentes! No solo eso, sino que además aquí no
aparece por ningún lado el relato del cautiverio de Manases en Babilonia, lo mismo que
su arrepentimiento y toda mención a sus reparaciones del Templo que sí aparecen en
Crónicas. ¿Qué es lo que está pasando aquí?
Hablando de las reparaciones del templo, fue de hecho en el transcurso de tales
reparaciones que fue descubierto el supuesto pergamino de la Torah de los Levitas
durante el reinado de su padre Ezequías. De nuevo se queda uno con la sensación de
que algo no está bien, como si una página hubiera sido arrancada. ¿Es posible que
Ezequías y Manases fueran la misma persona? De hecho encontramos una curiosa
similitud entre el episodio de la postración en actitud de humildad por parte de
Manases y otro episodio que, si bien menos prolijo en cuanto a detalles, también
menciona una postración similar protagonizada por Ezequías:
En aquellos días se encontraba Ezequías con la salud quebrantada y al borde de la
muerte, así que oró al Señor, y este atendió a su súplica y le envió una señal. Pero pronto
se olvidó de estar agradecido por el beneficio que había recibido ya que su corazón de
nuevo se encontraba boyante. Entonces el Señor se sintió airado en contra suya y toda
Judea. No obstante, al darse cuenta del orgullo que henchía su corazón, Ezequías se
postró en humildad, e igual hicieron los habitantes de Jerusalén, por lo que la ira del
Señor no descendió sobre ellos en los días de Ezequías. [xvii]
De alguna manera suena como si Ezequías no fuera ese tipo tan estupendo que se ha
querido retratar y, por otro lado, como si Manases tampoco fuera tan malvado como se
le describe. No solo eso, sino que además resulta cada vez más evidente que hay aquí
una especie de encubrimiento en acción. ¿Porqué? Quizás nunca lleguemos a saberlo
con certeza, pero tales preguntas deben formularse, y la evidencia del análisis de los
textos debe ser considerada a la hora de decidir si uno cree o no que la Biblia
representa la palabra de Dios divinamente inspirada. En mi opinión, las historias de
Ezequías y Manases son solo otro duplicado de las historias de Omri y Ahab. Uno se
comienza a preguntar si el exilio de los judíos realmente comenzó con la caída del
Reino del Norte y si todo cuanto se añadió posteriormente, la historia completa del
Reino del Sur, la obra y vida de sus reyes, etc., no sería sino una creación literaria
realizada durante el exilio por mano de los sacerdotes.
Otro problema con el que tuvo que lidiar el autor de esta historia fue la promesa de
Yahvé de que el Templo del rey Salomón duraría por siempre. Ya anteriormente había
escrito, obviamente bajo algún tipo de “guía” [xviii] , que Dios dijo:
“He santificado este templo que me has construido para que en él more por siempre mi
nombre, y mis ojos y mi corazón estarán allí por todos los días del mundo.” [xix]
Bueno, ¡eso fue bastante claro y definido! Pero ahora el escritor debía encarar el
hecho de que todo se había convertido en cenizas. ¿Qué hacer entonces? Obviamente
no podía renunciar a la idea de que esa había sido una promesa que se le había hecho
a Israel, así que aplicó a esta promesa el carácter provisional del pacto mosaico.
Agregó cuatro frases con las que Dios advierte al pueblo que de no mantener y
respetar los mandamientos que les ha dado, él los exiliará y rechazará el Templo.
Luego hizo algo más: agregó una larga lista de maldiciones al texto del Deuteronomio.
Esta lista incluía enfermedades, locura, ceguera, derrotas militares, destrucción de
cosechas y ganado, hambruna, canibalismo, y al final, la declaración que sella todo el
asunto: la última maldición del Deuteronomio, “Y Yahvé los enviará de vuelta a
Egipto”.
La última frase de 2 Reyes es: “Y entonces toda la gente se levantó y se fue a Egipto,
lo mismo grandes y pequeños que oficiales del ejército, por miedo a los babilonios.”
Así es que hasta el retorno de los exilios, los textos bíblicos fueron blandidos por los
sacerdotes como armas en una feroz batalla por el control de las mentes de la gente.
Fue el último editor en Babilonia el encargado de amalgamar todo en un solo conjunto,
mezclando y combinando los cuatro documentos, cortando y pegando, añadiendo y
eliminando, barnizando y mejorando todo de tal manera que la mayoría de la gente
que lee el texto se queda con la impresión de que se trata de una sola y continua
historia. Solo ocasionalmente comete un desliz tan evidente que incluso el ojo no
adiestrado del lego se percata de que algo no está del todo bien. Pero para el ojo
experto, para el buscador de las verdades más profundas escondidas dentro de la
Biblia, el enrevesado deambular del texto, ora en una dirección, ora en la otra, se
torna evidente, hasta que el todo finalmente se revela como un laberinto que esconde
algo en el centro que algunos piensan es Dios. Y quizás lo sea, pero la pregunta es:
¿cuál Dios?
Otra pregunta que debemos formular a estas alturas de la discusión es: si no existió
Arca de la Alianza ni templo de Salomón, a diferencia de lo que afirma la Biblia,
entonces ¿cómo debería de interpretarse la ahora famosa historia de los Templarios y
sus supuestas excavaciones en el Templo? ¿Y qué hay acerca de las muchas
sociedades ocultas y secretas que afirman ser depositarias de “secretos egipcios”
transmitidos al judaísmo a través de Moisés? ¿Hay alguna posibilidad de que todas
estas historias hayan sido fabricados a posteriori, tal y como ha sugerido Fulcanelli? Si
ese fuera el caso, ¿quiénes eran en realidad los Templarios, qué era en realidad lo que
hacían y adónde?

Todo esto nos trae de vuelta a nuestro problema acerca de Abraham y Sarai en
Egipto. La historia completa requeriría de un volumen adicional para poder explicarla
de manera adecuada, pero por ahora permítaseme proponer aquí que Sarai y Nefertiti
eran una sola persona; que Abraham y Moisés eran la misma persona, y que es muy
probable que hayan tenido posesión de cierto “objeto de valor cultual”, sino de hecho
una auténtica maravilla tecnológica antigua, misma que se llevaron en su huida de
Egipto durante la erupción de Thera, provocando la ira de un faraón loco, Akhenaten, y
lanzándolo en furiosa persecución suya. Si la verdadera motivación de todo fue
“entrégame de vuelta a mi esposa”, y no “deja libre a mi pueblo”, y todo el drama tuvo
como escenario la catástrofe geológica y atmosférica que llevó al colapso de la Edad de
Bronce, entonces tenemos aquí un muy útil pivote central alrededor del cual todo se
articula y que nos sirve para evaluar el resto de la cronología. Y si de hecho
paralelamente existieron dinastías hicsas y tebanas, también tenemos un marco dentro
del cual podemos entender el proceso de mitificación que tuvo lugar.
Reuniendo los pedazos fragmentados a partir de la historia original y que asumieron
la forma de las historias de los diferentes personajes (Abraham, Ismael, Jacob, Esaú,
Moisés y Aarón, e incluso el mismo rey David) tenemos entonces alguna esperanza de
acercarnos un poco más al entendimiento de lo que en realidad tuvo lugar, así como a
la dilucidación final de quién es quién. Como ya lo he mencionado, mi plan es dedicar
otro volumen a la comparación y análisis de todos estos individuos, pero por el
momento, creo que todo pensador creativo puede acudir a los textos originales,
extraer los elementos de esta historias, acomodarlos en columnas y ver por sí mismo
que existen tantas correspondencias que resulta extremadamente probable que todo
se refiera a un número relativamente pequeño de individuos que vivieron en un
período específico de la historia marcado por la erupción del volcán Thera.
Una de las cosas que me parecen particularmente importantes es: si Abraham y
Moisés fueron la misma persona, y si Sarai y Nefertiti también fueron la misma
persona (“una hermosa mujer ha arribado”), es preciso parar mientes en el hecho de
que lo que todos estos hombres, incluyendo Akhenaten, tenían en común, era el
Monoteísmo, y esto podría tener mucho más que ver con la mujer que compartieron
que lo que cualquiera pudiera imaginarse.
Y esto nos trae de vuelta al extraño evento que aparece registrado en Génesis 33:11,
donde algo se transfiere de Jacob a Esaú.
¿Quizás se trató del Arca de la Alianza, descrita como una “Bendición”?
Y si ese fuera el caso, y fue llevada hacia el ESTE, idea que resulta sumamente
intrigante a la luz de las historias griálicas y ciertos comentarios de Fulcanelli relativos
a que debemos tener fe en la historia de Platón en la cual, entre otras cosas, se nos
dice que los griegos fueron instruidos por los árabes, entonces debemos preguntarnos
quiénes fueron en realidad esos “árabes” originales, y todo parece indicar que se trató
de la llamada Tribu de Dan. Y claro está, notamos la similitud con el nombre de Danae,
la madre de Perseo, el mismo que por supuesto es el poseedor de la cabeza de la
gorgona (tan similar en función al Arca de la Alianza), según se relata en un cuerpo de
historias que a fin de cuentas proviene de los escitas.

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