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1. C. K. Odgen e I. A. Richards. Hay traducción en castellano. El signi,licado del significado, Buenos Aires, Paidós, 1954.
2. J. W. D. Dougherty y J&mes W. Fernández, «lotroductiom>, en «Symbolism and cognition», American Ehnologist, vol. 8,
n.º 3, agosto 1981, p. 413.
3. Carlos Reynoso es uno de los más críticos y alude a siete enfoques o paradigmas de lo simbólico (cognitivo, expresivo,
posicional, semiótico, hermenéutico, sociológico y holístico) en su libro Paradigmas y estrategias de la antropo/og{a simb6/ica
(1987, Buenos Aires: Ediciones Búsqueda).
188 ENSAYOS DE AN1ROPOLOGÍA CULTURAL
En estas líneas intentaré mostrar brevemente el desarrollo de Ja teoría del símbolo desde
la antropología, aludiendo a otras perspectivas. que han contribuido a su comprensión. Creo
que esta revisión puede ayudar a poner de manifiesto distintos énfasis (que subrayo) y que
proporcionan una amplia visión del concepto. El estudio de los símbolos de un modo explícito
es un desarrollo reciente en antropología aunque de un modo implícito se manejan símbolos
ya en los autores evolucionistas. El movimiento romántico con su gran símbolo de lá vuelta a
la naturaleza y el estudio de la mitología clásica marcan momentos de especial interés que
atraen la atención de teólogos, críticos literarios, historiadores y otros especialistas. El enfoque
antropológico estudia comparativamente los símbolos en diferentes culturas y a menudo los
trata como «supervivencias». Estos primeros autores ni definen el símbolo ni se plantean la
relación entre símbolo y significado.
ºNo fue éste el caso en los primeros representantes de la lingüística estructural y tampoco
lo es desde la semiótica o teoría de los signos. El concepto clásico del tema proviene de Peirce, 4
quien define el signo de esta laxa manera: «algo que está para alguien en lugar de algo en algún
respecto o capacidad» y lo clasifica en: a) iconos (por una relación de semejanza); b) índices
(por una relación de efecto a causa) y c) símbolos (por carecer de relación con ·el objeto
significado). Peirce destaca, pues, de los símbolos su carácter convencional, puesto que al no
haber ningún vínculo material con el objeto depende totalmente del hecho de su utilización en
tal sentido; los signos lingüísticos serían una subclase de símbolos. Las ideas de Peirce tienen
una gran influencia en Morris, 5 quien distingue dos categorías de signos: señales y símbolos.
Estos últimos serian «un signo que produce el intérprete para que actúe como sustituto de algún
otro signo del cual es sinónimo», mientras que la señal es todo signo que no es símbolo. Otro
autor mas reciente Schaff6 considera que los símbolos (signos artificiales sustitutivos que
representan nociones abstractas) no incluyen las palabras puesto que los símbolos son no
verbales frente a los signos lingüísticos que son signos artificiales verbales. En este punto
Schaffsigue la tradición de De Saussure quien separa el símbolo del signo lingüístico; 7 en el
primero hay una débil relación entre significante y significado mientras que el último es
puramente arbitrario. Así pues, Pierce y Morris desde la semiótica y filosofía analítica tienen
en común el considerar a los símbolos una subclase de signos, mientras que al margen de estas
corrientes (De Saussure, por ejemplo), los símbolos constituyen una clase diferente a la de los
signos. Las señales por su parte o bien son una variedad de signo o una tercera clase o se
identifican a los signos. Ello es probablemente debido a la necesidad desde la semiótica de
destacar y definir claramente el signo, su objeto de estudio.
La aportación filosófica al simbolismo es interesante porque los filósofos nos llaman la
atención sobre la naturaleza de la realidad, es decir, si la realidad es una sola y se puede
demostrar empíricamente o si no hay una realidad sino realidades y cada tipo de realidad
necesita de pruebas sui generis. El trabajo de los filósofos ha servido también para plantear el
problema de la definición de símbolos, es decir, el criterio para reconocer un símbolo y la
relación de éste con las ideas.
Cassirer, por ejemplo 8 desde una posición neokantiana, ha demostrado que el símbolo
es una categoría cultural, no natural, aunque usemos criterios del mundo natural para selec-
4. Según J. Hierro, Principios de Filosofía del Lenguaje, 1980, Alianza, p. 25 y ss. al que en parte sigo en la revisión de
las teorías del signo desde la semiótica. Véase además V. Eco, Signo, 1976, Labor.
5. Signos, lenguaje y conducta, Losada, 1962.
6. Inrroducci6n a la semántica, FCE, 1962..
7. Curso de Lingüística General, Buenos Aires, Losada, 1945.
8. E. Cassin:r, Antropologíafilos6fica, FCE. Véase también Whitebead, Symbolísm.
r
! LA ANTROPOLOGÍA COMO CIENCIA DE LA SOCIEDAD Y LA CULTURA
cionar símbolos. La realidad no existe como ente absoluto sino que está muy diversificada:
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cada especie tiene su propia realidad. El símbolo es la diferencia fundamental entre el hombre
y los animales; mientras éstos se adaptan directa y automáticamente al medio· fisico, los
humanos tienen entre sí mismos y el medio que les rodea un universo simbólico, cuyas redes
están formadas por el lenguaje, el mito, el arte y la religión. El símbolo es parte del mundo
humano del sentido (es decir, de la cultura), mientras que la señal seria parte del mundo fisico
del ser (la naturaleza). El hombre es pues un «animal simbólico», frente a la clásica definición
ética de «animal racional». Esto no implica que considere al hombre irracional; la racionalidad
es un rasgo inherente a todas las actividades humanas, pero la razón, por sí sola, no explica al
ser humano en toda su complejidad y riqueza. Entre las características del símbolo, Cassirer
destaca su aplicabilidad universal (cada cosa tiene un nombre), su variabilidad (varios
símbolos pueden expresar la misma idea) y su dependencia del pensamiento racional (el
símbolo es el resultado de aislar relaciones en sentido abstracto).
Freud y Durkheim proporcionan el ímpetu inicial del simbolismo, desde el psicoanálisis
y la sociología del conocimiento respectivamente, con sus obras: La interpretación de los
sueños y Las formas elementales de la vida religiosa. Las teorías de ambos autores se han
considerado 9 como oposiciones complementarias: Durkheim está interesado en el simbolismo
de grupo, mientras Freud, en el simbolismo individual; para el primero hay un interés teórico
(un ejercicio abstracto de interpretación) y en el segundo un interés práctico (la solución de
problemas clínicos). Así, sus resultados divergen: para Durkheim los símbolos expresan
consonancia del individuo con su sociedad mientras que en Freud los simbolos expresan di-
sonancia, falta de armonía con su sociedad (es decir, la familia concretamente). En un caso la
función del símbolo es ayudar a aceptar una realidad satisfactoria, mientras que en el otro caso
es la manera de escapar de una realidad dolorosa.
La relación que plantean ambos autores entre realidades colectivas y realidades perso-
nales y símbolos públicos/privados ha continuado hasta hoy mismo con la misma validez de
antaño. Para algunos autores (Daugherty y Fernández, 1981:413), precisamente la tensión
constante entre la experiencia individual y los medios colectivos para expresar e interpretar
tal experiencia es la relación dinámica por la que la cultura se crea y por la que cambia
constantemente.
La obra de Durkheim es la culminación de la dimensión social del simbolismo que tienen
como antecedentes a Fuste! de Coulanges (sus análisis de comensalidad en La Ciudad
Antigua), Mauss (su orientación simbólica del Ensayo sobre el don) y Robertson-Smith (en
su trabajo sobre el sacrificio, símbolo intermediario entre la sociedad y la divinidad en The
Religion of the Semites). Durkheim, a través del estudio del simbolismo totémico, relaciona
los símbolos con factores sociales mostrando la interrelación de símbolo, sentimiento religioso
y sociedad. En su análisis maneja conjuntos de creencias y comportamientos complejos frente
a la mera comparación de símbolos aislados fuera de contexto típica de su época y de sus
predecesores. La relación entre las cosas sagradas y su significado es simbólica, no intrínseca
como se había pensado antes. Pero además muestra la importancia de los símbolos; la religión
es un sistema simbólico que hizo posible la vida al expresar y mantener los sentimientos y
valores de una sociedad. Sin los símbolos los sentimientos sociales y la propia vida social no
serían posibles. Durkheim indica que los símbolos son modos de expresión, una especie de
lenguaje, producen emoción e incitan a la acción. La dimt::r:sión social del simbolismo y el
9. Firth, R. Symbols: Public & Privare, Allen y Unwin, p. 130, 1975. De este autor he tomado algunos datos en su revisión
de la teorización sobre el símbolo. .
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1O. Y más adelante su posición teórica del simbolismo (en Estructura y funci6n en la sociedad primitiva y concretamente
en su artículo sobre el 1abú).
11. Jung, C. G., Psyche and Symbol, Doubleday, 1958, p. 152 (es mi traducción). Véase del mismo autor, El hombre y sus
símbolos.
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pone menos énfasis que Freud en las formulaciones lógicas y más en los aspectos poéticos del
símbolo. Para Freud los símbolos son productos individuales negativos (porque proceden de
la represión de la que intenta librar a sus pacientes). Para Jung son positivos y universales
puesto que forman el contenido del inconsciente colectivo que aparece en la mitología y la
religión.
La teoría de Sapir, dentro de la tradición antropológica, recibió la influencia de la
lingüística y la teoría freudiana. En su pequeño pero modélico artículo «Symbolism» 12 resume
su pensamiento sobre el símbolo destacando que éste es siempre sustituto de algún tipo de
conducta intermedia (su significado no puede ser derivado directamente de la experiencia) y
además su capacidad de condensación de energía (por ser una forma muy condensada de
conducta que permite una liberación inmediata de la tensión emocional de manera consciente
e inconsciente). Esta noción de símbolos de condensación con su cualidad emocional, su
potencia e incluso peligro, ha sido retomada por investigadores más modernos como Tumer y
Douglas. Sapir además rechaza el excesivo pragmatismo del funcionalismo de su tiempo
(concretamente Malinowski en su estudio sobre el mito) al afirmar que algunas formas de
conducta son menos funcionales de lo que parecen pues incluyen elementos simbólicos (como
por ejemplo algunas teorías científicas que condensan necesidades desconocidas para su
propio autor; los científicos no siempre luchan por sus teorías porque crean que son válidas
sino porque quieren que lo sean). Pese a su brevedad, este trabajo, escrito con una gran
sensibilidad, plantea la importancia del simbolismo personal usado en patrones culturales -un
campo un poco olvidado en Antropología-. Distingue por último entre símbolos de referencia
y condensación: los primeros carecen de la cualidad emocional de los segundos, siendo formas
económicas conscientes para propósitos referenciales (habla, escritura, código telegráfico,
etcétera); según otros autores estas formas referenciales no serían símbolos sino signos. El
propio Sapir indica que el término simbolismo cubre una gran variedad de conducta depen-
diendo del uso y contexto.
El neoevolucionista L. White, con presupuestos teóricos muy distintos a los de Sapir,
concede igual importancia al simbolismo que éste. White, 13 muy influenciado por Cassirer,
parte de la misma distinción que éste entre naturaleza/cultura (señal y símbolo respectivamen-
te), distinguiendo radicalmente la distinta naturaleza de la comunicación humana y animal.
Para White, el símbolo es la unidad básica de la conducta humana. Frente a las teorías
darwinianas de una diferencia relativa de grado, entre el hombre y el animal, White cree que
esa diferencia es fundamental y de clase: el hombre usa símbolos. Los símbolos lo son por la
imposición arbitraria de significados por parte de quienes los usan y, a pesar de que tengan
forma fisica para poder entrar en nuestra experiencia, su significado sólo se puede descubrir
por medios simbólicos y no por medios sensoriales como la señal. La forma simbólica de
expresión más importante es el lenguaje; éste hace posible la comunicación de ideas, la
tradición, la acumulación de información y, en definitiva, el progreso y la civilización. White,
incluso define la cultura a través de la simbolización: («La clase de cosas y acontecimientos
que dependen del simbolizar en cuanto son consideradas en un contexto extrasomático» ),
denominando «simbolados» a la clase de fenómenos que consisten o dependen de la simboli-
12. 1934, Encyclopedia ofthe Social Sciencies. También en Selected Wririmgs of Edward Sapir, D.G. Mandelbaum (ed.;,
Berkeley, University of California Press, pp. 564-568.
13. Principalmente en La ciencia de la cultura, Paidós y especialmente los artículos «Sobre el uso de instrumentos por
primates» y «El símbolo: el origen y bases de la conducta humana>>. También véase «El concepto de cultura» de 1959 (publicado en
J. S. Kahn (ed.) y El concepto de cultura: Textosfundamentales, 1975, Anagrama, pp. 129-155) para su definición de cultura Y
«simbolados».
192 ENSAYOS DE ANTROPOLOGÍA CULTURAL
zación, la cual puede ser aplicada prácticamente a toda la cultura (ideas y actitudes, acciones
y objetos materiales).
Frente a esta inclusiva teoría otros autores plantean las dificultades del análisis de
símbolos e incluso su imposibilidad, entre ellos S. F. Nadel y M. Wilson. Veamos brevemente
qué son los símbolos «incomprendidos». Nadel se interesó especialmente en los aspectos
utilitarios y sociales del símbolo. Los símbolos son «elementos diacríticos de la cultura» 14 o
medios de demostrar la oposición diferencial de los individuos y sus roles sociales. Según
Nadel, hay dos tipos de símbolos: a) Los signos o símbolos naturales, cuando hay una
correspondencia natural y visible entre el símbolo y el significado, y b) los artificiales o
símbolos reales, cuando son arbitrarios y puramente convencionales. Según Nadel, aquellos
símbolos artificiales que no pueden explicar los propios actores por ser sutiles e inconscientes
no deben ser objeto de investigación social. Si los símbolos tienen efectos sociales gracias a
su capacidad de comunicación, si no comunican nada ¿para qué estudiarlos? Por el contrario
hay un tipo de simbolismo estricto y comprensible -aquellos símbolos que expresan explí-
citamente el soporte de principios de estructura social e ideales sociales que el antropólogo
interpreta.
Esta teoría --de corte durkheimiano-- tiene la originalidad de plantear la necesidad de
ser cautos al interpretar un simbolismo diferente. M. Wilson destaca el mismo punto en su
trabajo sobre los Nyakyusa, 15 demostrando que la interpretación de los símbolos supone un
sistema intelectual propio de cada cultura. Este sistema debe ser aprendido por el antropólogo
si no quiere especular irresponsablemente sobre un simbolismo ajeno; cualquier análisis que
no se base en la traducción de los símbolos nativos es poco fiable. Pero aun en el caso de
interpretaciones individuales del simbolismo, al menos funciona el subconsciente nativo y la
interpretación se hace en términos de su cultura. Su análisis es impresionante porque presenta
el panorama simbólico de los Nyakyusa como un sistema real -no irreal-, con sus incon-
sistencias y áreas negras y porque cuida su evidencia de un modo extremado citando a sus
informantes y especificando claramente sus preguntas. Demuestra que hay diferencias en el
conocimiento simbólico (entre hombres y mujeres, especialistas y gente común) y también
distintas clases o grados de consenso en el simbolismo (el del ritual, obligatorio, frente al de
la medicina, individual y libre).
La influencia del trabajo de Mónica Wilson, en antropólogos posteriores ha sido muy
notable; sus críticas han producido un mayor refinamiento de la teoría simbólica y por
consiguiente definiciones y sistematizaciones del símbolo, como se puede apreciar en Douglas
y Turnerytambién en C. Geertzy James W. Fernández. Estos cuatro autores junto con Sperber
y Schneider son claves en el enfoque moderno del simbolismo.
A Victor Turner debemos una formulación explícita del simbolismo dentro del proceso
ritual. 16 Aunque la mayor parte de su teoría sobre los símbolos aparece en autores anteriores
(Sapir, White, Cassirer, Jung ... ) reúne ideas dispersas y plantea un método sistemático de
estudio del simbolismo basado en la antropología cultural, el método estructuralista y la
dinámica social. El símbolo tiene una serie de características o propiedades (condensación,
unificación de significados dispares y polarización de significado) y su inferencia se realiza
a través de tres clases de material: su forma externa y observable, las interpretaciones de los
nativos y los contextos significativos con los que trabaja el antropólogo. Frente a los «símbolos
14. S. F. Nade!, Fündamentos de Awopología Social, 1978, FCE, pp. 55-56 y 80-81. TambiénNupe Religion, Londres,
Routledge.
15. 1957, Rituals ofKinship among the Nyakyu.ra, Oxford, 1959, Communal Rituals ofthe Nya/cyu.ra, Oxford.
16. El bosque de los símbolos, 1980, Siglo XXI, especialmente capítulo l.
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LA ANTROPOLOGÍA COMO CIENCIA DE LA SOCIEDAD Y LA CULTURA
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incomprendidos» de N adel y Wilson, Tumer tiene una postura crítica: si hay discrepancia entre
los significados que dan los informantes y la interpretación del antropólogo, éste está en
mejores condiciones estructurales de interpretar el simbolismo que los propios actores. Su
análisis de la relación del símbolo y los conflictos de la sociedad demuestra este punto. Tumer
viene a decir que la mayor parte de las formas simbólicas están basadas en el conflicto o la
contradicción; el ritual ayuda a esconder los elementos de hostilidad o les da expresión
catártica. La obra de este autor, por último está dentro de una tradición estética muy interesante
en antropología; El bosque de los símbolos, título de uno de sus libros, es la imagen de un
poema de Baudelaire.
M. Douglas y V. Tumer comparten algunas hipótesis básicas, como la de que los roles
sociales contradictorios dan forma al pensamiento simbólico, tesis del libro de Douglas,
Pureza y Peligro 17 en donde estudia los conceptos de polución y tabú como reglas que protegen
al hombre de la ambigüedad. En Símbolos naturales desarrolla el modelo del simbolismo del
cuerpo humano como manera de expresar diferentes experiencias sociales.
El artículo sobre el consenso simbólico de James W. Femández, 18 tiene como anteceden-
tes la preocupación de Wilson por la evidencia del material etnográfico y plantea un tema
crucial: hasta qué punto se logra consenso sobre los significados de un símbolo. Este autor
destaca la ambigüedad de los términos consenso y símbolo a través del análisis de un ritual
religioso de un culto reformativo entre los Fang. Femández muestra que mientras para algunas
personas -los líderes del culto-- ciertos objetos simbólicos funcionan como símbolos claves
en la vida del culto (son elaborados, expresivos, indican conceptos básicos de su cosmovisión)
para otras -los fieles- las mismas formas simbólicas son señales referenciales que invitan
a la acción. En el culto entonces, mientras todos hacen lo mismo, esto es, participan en el ritual,
la interpretación de éste y de sus símbolos varía considerablemente. Esto hace reconsiderar la
teoría tyloriana de cultura como «actividad repetida e ideas compartidas»; puede haber una
_actividad común que se valora de un modo muy diferente o en otras palabras conseguir el
(consenso social a costa del consenso cultural. Esta tensión entre ambos consensos le lleva a
definir: a) señales sociales (de contexto fijo, estimula la acción motora), b) signos (entre señal
y símbolo con contenidos afectivos y de contexto más libre que la señal), y e) símbolos
culturales (intelectuales, con significados cognitivos).
Probablemente debido a la vaguedad del símbolo y su dificultad de definición, a partir
de este trabajo Femández deja el tema para ocuparse de la metáfora, 19 por estimar que los
procesos de asociación en la conducta simbólica se comprenden mejor a través del estudio de
esta última. La metáfora es un signo-imagen con asociaciones más directas y concretas que
las de los símbolos. El estudio de la metáfora y la metonimia es tan antiguo como el del símbolo
-puesto que ya la distingue Tylor y especialmente Frazer en su discusión de la magia imitativa
y contagiosa-. El concepto recibe un fuerte impulso a través del estudio del totemismo que
realiza Lévi-Strauss, 20 si bien el propio pensamiento de Lévi-Strauss guarda deudas intelec-
tuales hacia Boas, Evans-Pritchard y Jakcobson y también Burke desde la tradición literaria.
Femández sugiere que la metáfora puede ser un principio organizativo para la descripción
21. R. Rosaldo, 1982, «Review of"Geertz and Culture" by K. A. Rice», American Ethnologist, 9:197-198.
22. L. E. A. Howe, 1984, «Comment on "The Thick and the Thin"», en P. Shankman, Current Anthropology, 25 (3 ):274-275.
23. L. Connor. 1984, «Comment on "Tbe Thick and the Thin"», en P. Shankman, Curr;mt Anthropology, 25 (3):271.
24. D.M. Sclmeider, 1968,Americankinship: a cultural account, Englewood C!iffs, Prentice Hall. También véase 1976,
«Notes toward a theory of culture», en K. Basso y H. Selby, The Meaning of Meaning, Albuquerque, University of New
Mexico Press.
LA ANTROPOLOGÍA COMO CIENCIA DE LA SOCIEDAD Y LA CULTURA 195
ciones de los informantes. Este autor considera la diferencia entre cultura y normas sociales;
la primera tiene que ver con el escenario y la lista de roles, la segunda con las guías de acción.
La esencia de la cultura es un sistema de símbolos y significados, las básicas premisas de Ja
vid~ formando especie de galaxias cruzadas por conjuntos interrelacionados de normas
formando instituciones. La cultura y las normas se deben estudiar juntas, como dos caras de
una misma moneda.
Termino esta revisión de teorías sobre el símbolo con la inevitable referencia al estruc-
turalismo y su exponente principal en antropología, C. Lévi-Strauss. El método parte del
concepto de que la conducta humana es simbólica (en el sentido de que todas las acciones
humanas en contextos sociales están diseñadas para comunicar significados a los demás).
Léviitrauss ha indicado que lo que origina el pensamiento simbólico es el lenguaje hablado;
sus ideas de cómo los seres humanos son capaces de comunicar a través de símbolos se
desarrolla a partir de argumentos de la lingüística estructural. El pensamiento simbólico
expresaría relaciones entre categorías y su significación se derivaría de su posición en la
estructura.
Sperber25 lleva este enfoque posicional a su extremo al negar al símbolo su dimensión
semántica; la interpretación no alude a una significación sino que pone de manifiesto un
dispositivo mental, un sistema cognitivo, una «estrategia de aprendizaje» activa en la cons-
trucción del conocimiento y la memoria. Pero esta teoría ya entronca con la siguiente sección.
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