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P. ¿Qué panorama deja este proceso que aún continua con el saneamiento o que
sigue inconcluso?
G.C.: El proceso se cerró, dejando una puerta abierta para que el trabajo del INRA
continúe con los procesos de saneamiento pendientes en cerca del 15% de tierras
rurales. Se trata de las zonas más conflictivas por los intereses en pugna, son zonas
minifundiarias y algunas son tierras baldías sin valor económico.
En Santa Cruz 5,6 millones de hectáreas fueron tituladas como medianas y grandes
propiedades, sobre todo en el periodo 2012-2018, las pequeñas propiedades
alcanzan a 3 millones de hectáreas. Sobresale 5,3 millones de hectáreas como TCO
y 1,4 millones como propiedades comunitarias. En total son como 15,4 millones de
hectáreas de un total de 36 millones calificadas como tierras rurales.
P. Hasta el año pasado, un total 26.0 millones de hectáreas demandadas por los
indígenas de 'tierras bajas', solo se ha logrado sanear y titular 12,5 millones de
hectáreas. ¿Esto explica que fue un fracaso el saneamiento?
G.C.: El gobierno del MAS canceló por instrucciones políticas todos los planes de
saneamiento de las TCO. Los territorios indígenas se convirtieron en un lastre en la
política gubernamental de apropiarse de los recursos naturales y explotarlos a
cualquier costo. Además, La información parcial que tenemos es de 2016, debido a
que el INRA dejó de publicar informes de avances de saneamiento y tenencia de la
tierra.
P. ¿Cuáles deberían ser los cinco pilares para una política de distribución y
dotación de tierras en el país?
C.G.: La menos, otorgar seguridad jurídica al pequeño productor campesino,
Promover un plan nacional de riego que optimice las condiciones productivas,
Proteger la estructura productiva familiar campesina, Proyectar políticas de
aumento de productividad y competitividad, reactivar la pequeña agricultura y
diseñar un plan estartégico para refundar la agroexportación boliviana.
P. ¿No son retos difíciles de concretarlos?
C.G.: Es difícil políticamente y si no se abre los ojos ante las alternativas. O nos
negamos a buscar alternativas para la agricultura extractiva y depredadora o
comenzamos a plantearnos con seriedad un cambio progresivo en el patrón de
desarrollo del agro y economía boliviana.