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UNIDAD 2 “LOS MISTERIOS DE LA VIDA OCULTA DE JESUS”

Una muchacha normal.


En el pueblo de Israel, a pesar de los desastres y las injusticias que habían sufrido, seguía habiendo
mucha gente que confiaba en el Dios de la promesa. Y
que esperaba que la salvación no les vendría del dinero
o del pobre, sino del amor bondadoso de Dios.

Una de esas personas buenas y sencillas, que confiaba


plenamente en el Dios de la promesa, era una
muchacha de Nazaret, en Galilea. Se llamaba María.
Poco sabemos de sus orígenes. Había creciendo como
todas las muchachas. Era bonita y trabajadora. Y también discreta y dulce.

Un buen día, como todas las chicas de su edad, también ella se enamoró. Le gustaba un joven
artesano. Era trabajador y bueno. Le caía muy bien. Se llamaba José. Y a el también le gustaba
María.

Sus respectivas familias los prometieron. Y empezaron a preparar su futuro hogar.

La misteriosa visita del ángel.


Pero, de pronto sucedió algo que cambio sus planes. Algo extraordinario e increíble, que ella
nunca hubiera podido imaginar.

El evangelista Lucas nos lo explica en el primer capítulo de su Evangelio, rodeándole poesía y de


misterio.

Una mañana estaba sola en casa, sumergida en sus


pensamientos y en su oración. Sentía la amorosa presencia
de Dios. Estaba bien y a gusto. Cuando de pronto, se le
presento un Ángel. Le dio un vuelco el corazón. No salía de
su asombro y estaba asustada.

“Alégrate, llena de gracias el Señor está contigo”. María


se turbo aún más. ¡Que quería decir el ángel con
aquellas palabras?
Lucas 1 ,28
Entonces el ángel, Gabriel, le comunico el mensaje que la traía de parte de Dios.

“No teman, María; porque has encontrado gracia ante Dios. Mira, concebiste en tu vientre y
darás a luz un hijo y le pondrás el nombre de Jesús. Tu hijo será grande la llamaran Hijo del
Dios Altísimo. El Señor Dios le Dara el trono de David y su reino no se acabará nunca.
Lucas, 1, 30 – 33

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Gabriel le estaba proponiendo que fuera la Madre del Hijo de Dios. ¡Nada menos!

Aquello era demasiado grande. Pero a un ángel que hablaba en nombre de Dios había que creerle.
Dios quería que su Hijo naciera como un hombre y viviera como un hombre. Y ella era la elegida
para dar presencia humana y rostro humano a Dios. Ella, tan sencilla, tan pequeña.

María pensó en José y en su próxima boda, y le dijo al ángel:

¡Cómo será eso, pues todavía no tengo marido?

El ángel entendió lo que le quería decir María y le explico lo que Dios había decidido:

El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con tu sombra: por eso
el que nacerá de ti se llamará Hijo de Dios-
Lucas 1, 35
María comprendió que el misterio de Dios estaba en el origen de aquel futuro nacimiento y
acepto confiadamente la propuesta. Estaba acostumbrada a fiarse de Dios. Y sabía que El
encontraría el modo de llevar a cabo aquella sorprendente promesa, sin que José tuviera que
intervenir en aquel nacimiento.

Para Dios no hay nada imposible. (Lucas 1, 36-38)


El Ángel Gabriel aún traía otra buena noticia. No se refería a María,
sino a su prima Isabel. Las dos primas vivían lejos de Nazaret, en las
montañas de Judea. En un pueblo llamado Aim Karim.

Isabel estaba casada con Zacarías, qué servía en el templo de


Jerusalén, y no podían tener hijos porque ya eran muy mayores.

Añadió el ángel: tu prima Isabel también va a tener un hijo, a pesar de


ser tan mayor. La gente decía que no podía tener hijos, pero para Dios
no hay nada imposible.

María se llenó de alegría y estaba admirada de aquel Dios, en quién tanto creía, porque así a
brotar la vida de un modo tan maravilloso. Por eso se puso decididamente a disposición de Dios, y
así le dijo al ángel: estoy dispuesta a poner toda mi vida al servicio de Dios. Que se cumpla en mí
todo lo que tú has dicho.

Y el Ángel desapareció. María se quedó sola, con su secreto. Sentía el gozo enorme de qué Dios se
hubiera fijado en ella para ser la madre de su hijo. Pero al mismo tiempo se sentía confusa. ¿Cómo
explicar todo aquello a José?

Una vez más puso su confianza en Dios y se tranquilizó. Dios La ayudaría a encontrar el modo de
hacerlo. Una vez más decidió confiar y esperar.

María va a visitar a Isabel - Lucas 1,39-56

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Unos días después no se pudo aguantar más y decidió ir a ver a su prima. Tenían cosas tan
importantes que comentar.

Preparó sus cosas y se puso en camino hacia las montañas de Judea donde vivía su prima. Iba con
prisa por llegar.

Después de unos días de camino, llegó a la casa de Zacarías e


Isabel. Llamo desde la puerta e Isabel salió enseguida, como si
estuviera esperando su visita. Apenas la vio, abrió los brazos y le
dijo llena de alegría:

¡María eres la más bonita de todas las mujeres y es una


bendición el fruto de tu vientre! ¿Pero quién soy yo para que
venga a visitarme la madre de mi señor? Mira, en cuanto tu
voz llegó a mis oídos el hijo que llevo en mi vientre me dio
saltos de alegría. ¡Dichosa tú que has creído, porque lo que
ha dicho el Señor se cumplirá!
Lucas 1,42-45
María se sorprendió de la reacción de su prima, ¿Cómo se había enterado de su secreto? Pero
comprendió que el espíritu de Dios había entrado también en la vida de Isabel. Era el quién le
había abierto los ojos para intuir lo que Dios había hecho en María

Las dos mujeres se miraron en silencio. Las dos estaban pensando que el Dios de los patriarcas
seguía amando a su pueblo. Se había hecho presente, no ya en el arca de la alianza como en el
pasado, sino en el vientre de María. Nunca había estado tan cerca de su pueblo.

Y se había acercado de un modo discreto y sencillo. No como un rey solemne que quiere
recibimientos triunfales. Sino como un niño frágil que crece poco a poco en el vientre de una
mujer. ¡Qué maravillosa manera de acercarse Dios a los hombres!!

Por eso María rompió el silencio y dijo a su prima:


¡Tenemos un Dios maravilloso!
lo reconozco y lo proclamó
Mi corazón estalla de voz o con un Dios así
Mira que fijarse en mí...
Si no soy más que una pobre muchacha con ganas de servirlo.
Realmente lo que ha hecho en mí es muy grande.
Tú me has felicitado por eso.
Y todos los que se enteren me felicitarán. Tenemos un Dios poderoso y santo
que ama los pobres y cuida de ellos.
Ya los ricos y poderosos los libera de su soberbia.
Es bueno con todos y es fiel a las promesas que hizo a nuestro padre Abraham.

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El hijo de Isabel
Lucas 1, 57-78
María se quedó con Isabel unos tres meses. Estuvo apoyando la hasta
poco antes de dar a luz. Después regreso a Nazaret. Al hijo de Isabel le
pusieron el nombre de Juan.

Andando el tiempo, llegó a ser un gran profeta. Vivió austeramente en la


soledad del desierto dedicado a la oración. Con su gran autoridad moral invitó a los hombres a que
cambiarán de vida y a quisieran buenas obras. A los que aceptaban cambiar de vida los bautizaba
en las aguas del río Jordán. Por esta razón a Juan se le llamaba el Bautista.

Así iba preparándole el camino a Jesús. Jesús siempre valoro mucho a Juan el Bautista, hijo de
Zacarías e Isabel.

José, el esposo de María


Mateo 1,18-21
María había compartido su gran secreto y su gozo con su prima Isabel. Pero, ¿y José?

¿Cómo conoció José embarazo de María? No lo sabemos. Quizás al principio no se da cuenta de


nada. Pero pronto tuvo que rendirse a la evidencia: María estaba esperando un hijo. Y él sabía que
no era el padre.

José no sabía qué pensar. Quería a María y se fiaba totalmente de ella. Creía en su inocencia. Pero
no sabía explicarse aquel embarazo. Estaba desconcertado.

María también se daba cuenta de la angustia de José. Pero su secreto era demasiado increíble y
demasiado misterioso. No hubiera sabido cómo explicarlo. Por eso callaba y confiaba en que Dios
los ayudaría de algún modo en aquella situación.

Y la ayuda llegó, también por caminos misteriosos. Un buen día


llegó José a la casa de María con un rostro radiante. María al verlo
entrar tan contento intuyó que Dios algo había comunicado a José.

José habló claramente con María: Mira, hace poco me di cuenta de


que estabas esperando un hijo que no era mío. Me quedé
desconcertado. Te conozco bien y me fío totalmente de ti. Por eso
pensé que te había pasado alguna cosa extraña que yo no podía
entender. Creí que lo mejor era retirarme y dejarte sola.

Pero esta noche todo se me ha aclarado. Mientras dormía he visto


en sueños un ángel del señor que me ha dicho.

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José. Hijo de David, no tengas reparo en llevarte a tu casa a María para hacerla tu mujer,
porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un niño y tú le
pondrás el nombre de Jesús.
Mt 1,20-21.
María no cabía en sí de gozo al ver la cara radiante de José. Respiró tranquila y pensó que Dios
tenía una manera bien original de hacer las cosas. Pensó que era desconcertante, pero genial.

José, que era bueno y sencillo, tenía una confianza total en Dios. Por eso acepto colaborar con
María en la hermosa tarea de criar aquel hijo.

Para él había pasado ya el tiempo de las dudas y empezaba el tiempo de las decisiones. Por eso
expresó solemnemente a María lo que acababa de decir: María, voy a hacer caso al Ángel de mi
sueño, como tú hiciste caso al ángel. Te llevaré a mi casa y te haré definitivamente mi esposa. Le
haré de padre a ese hijo que esperas. Ante los hombres y ante la ley su padre seré yo. Os acojo a
los dos en mi casa.

El tiempo se encargaría de demostrar que José fue un buen esposo y un buen padre. Nadie
sospechó nunca que no fuera el verdadero padre de Jesús. En Nazaret y alrededores todos
llamaban a Jesús el hijo del carpintero.

Por supuesto que, a partir de aquel momento, María y José tuvieron que organizar su vida de un
modo muy diferente a como la había soñado. La presencia de aquel niño inesperado cambiaba sus
planes. Pero aceptaban gustosos colaborar con los misterios planes de Dios.

María y José recordados.


La figura de María de Nazaret siempre ha inspirado una gran simpatía en los cristianos de todos los
tiempos. Siempre han admirado su capacidad de fiarse de Dios y de colaborar con él para hacerlo
presente en el mundo.

Por eso cuando unos cristianos quieren ser fieles se fijan en ella para aprender a fiarse de Dios y
hacerlo presente en los hombres. Todos los cristianos consideran a María de Nazaret como una de
la familia.

También su esposo José es recordado con admiración y agradecimiento por todo lo que hizo por
María y por Jesús.

Nació en Belén de Judea.


Jesús de Nazaret

Una pareja normal.


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La figura de María y José se casaron y fueron a vivir juntos. Nadie sabía lo que Dios había hecho en
sus vidas. Guardaban para si su secreto. Ante los ojos de todos pasaban como una pareja normal.
Los dos eran discretos y de pocas palabras, pero muy afectuosos y serviciales con todos.

Los evangelios no nos dicen la edad que tenían. Pero lo más probable es que se casaron a la edad
que entonces era normal para casarse. Según esto, María debía tener unos 15 años. En aquella
época las niñas maduraban deprisa, y pronto se hacían cargo de las responsabilidades de una casa
y del cuidado de los hijos.

José debía ser un poco más mayor. Tendría quizás 20 o 25 años. Trabajaba de carpintero, pero
hacía también de albañil y de herrero, o de lo que hiciera falta la gente de Nazaret. No era un
trabajo como para hacerse rico, pero sí daba para ir viviendo.

El viaje a Belén
Lucas 2, 1 – 5
En el pueblo la vida era muy tranquila y apenas pasaba nada. Pero, cuando María ya le faltaba
poco para dar a luz hubo una novedad importante.

Salió un decreto del emperador Romano Augusto ordenando hacer un censo de todos los
habitantes del imperio. Quería tenerlos
controlados para cobrar impuestos. Todos tenían
que ir a inscribir su nombre ante los funcionarios.

En Palestina era costumbre que se inscribieran, no


en el lugar donde vivían, sino en el lugar de dónde
provenían su familia.

José provenía de La Familia del rey David, y Belén era el pueblo de David. Por eso José y a su
esposa María les tocaba ir a empadronarse a Belén. Prepararon las cosas y se pusieron en camino.

Entonces viajar era difícil. Iban a pie o montando a ratos en un asno. Los caminos, si existían, eran
malos, y los peligros muchos. Por eso acostumbraban ir en grupos para protegerte y ayudarte en
caso de necesidad.

Además, desde Nazaret hasta las montañas de Judea, dónde está Belén, hay unos 150 km. Así que
el viaje duraría más de una semana. Y teniendo en cuenta que María estaba a punto de dar a luz,
hay que pensar que no podían ir muy rápido.

Cuando llegaron a Belén el niño estaba a punto de nacer. Fueron rápidamente a la posada para ver
si se podrían instalar allí, pero no le gustó el sitio.

Las posadas entonces no se parecían en nada a los hoteles de ahora. Eran un simple patio
cuadrado rodeado por una pared alta. En el centro había una cisterna y junto a la pared unos
cobertizos sin puertas donde se ponía la gente para dormir.

La posada de Belén estaba muy llena. Personas, corderos, camellos, burros: todos allí revueltos.
También ellos hubieran podido encontrar allí un pequeño rincón. Pero había demasiado jaleo, y
prefirieron buscar un sitio más tranquilo.

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Nació en una cueva
Lucas 2, 6-7
A las afueras de Belén encontraron una cueva
donde, a veces, se encerraba ganado. La limpiaron
un poco y se instalaron en ella.

Mientras estaban allí le llevó a María el tiempo del parto y dio a la luz a su hijo.

José había hecho fuego y calentado agua. María lavó al niño, lo envolvió en pañales y lo acostó en
un pesebre con paja que había allí.

En aquella época los niños no nacían en las clínicas, sino en la casa de los padres. Y el nacimiento
de un niño era un gran acontecimiento en los pueblos de Palestina. Todos participaban en la fiesta
y daban la enhorabuena a los padres.

En el caso de Jesús fue diferente. Nació lejos de su casa. Y no encontró ni siquiera una casa
prestada para nacer. Vio la primera luz en una cueva de ganado a las afueras de Belén.

A María ya José les dolió que su hijo no pudiera nacer en su casa. Pero, ¡qué le iban a hacer! El
caso es que el niño había nacido. Todo había ido bien.

Se pasaron horas mirándolo. Les parecía que nunca había existido un niño más bonito que aquel.
Recordaban las palabras del Ángel. Y viendo aquel niño les parecía que Dios no es un ser lejano y
poderoso, cine un niño cercano y frágil que sólo pide cariño y ternura.

La visita de los pastores


Lucas 2, 8-18
De pronto surgieron voces. Era gente que se acercaba hacia la
cueva. Se asustaron un poco. No les dio tiempo de asomarse a
ver quién eras, porque ya estaban todos adentro. Era un grupo
de pastores. Y enseguida se les veía con buenas intenciones.

Saludaron a María y a José, y se quedaron con los ojos muy


abiertos mirando a aquel niño recién nacido.

Comentaron que estaban pasando aquella noche al raso y se turnaban velando los rebaños.
Habían visto luces y movimiento en la cueva y el corazón me había dicho que algo importante
había pasado allí.

Se acercaron con curiosidad y con respeto. No sabían explicarlo muy bien, pero aquel nacimiento
en la cueva les había impresionado.

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Bromearon con José y dijeron: Ya verás cómo este niño será un buen pastor. Vete a saber si no
será el pastor que Israel necesita, porque andamos todos como ovejas sin pastor

Les dejaron allí leche y queso para que se alimentaran durante unos días, y después volvieron con
sus rebaños.

José y María pensaron que, si Jesús hubiera nacido en Nazaret, su casa se hubiese llenado de
vecinos y amigos para celebrar el nacimiento de su hijo.

Pero ahora, lejos de la casa, el nacimiento de su hijo había pasado desapercibido. Se les había
llenado la cueva de buena gente que compartía con ellos su alegría y su esperanza.

Quizá sí, algún día aquel niño sería pastor, un buen pastor para todos.

Los pastores, al día siguiente, comentaron en el pueblo lo que habían visto en la cueva, y aquello
fue una procesión. No paraba de ir gente. Todos querían ver al recién nacido. Y les llevaban
comida y ropa. Era como si aquel niño fuera un poco de todos.

Se llamará Jesús, que quiere decir Salvador.


Lucas 22,2121

La ley mandada que los niños recién nacido fueran


circuncidados a los ochos días. La circuncisión tenía para
los judíos un sentido parecido a lo que el bautismo
significa para los cristianos. Con la circuncisión los niños
entraban oficialmente a formar parte del pueblo de Israel
y se les imponía el nombre.

Cuando, dentro de la ceremonia, le preguntaron a María y a José qué nombre quería para su hijo,
José, como cabeza de familia, respondió enseguida: se llamará Jesús, qué quiere decir Salvador.
Era el nombre que les había dicho el ángel.

Los llevan al templo


Lucas 22,222 2-3838
Unas tres semanas después, José y María cumplieron
con otras ceremonias que también mandaba la ley: el
primer hijo de una madre judía, si era niño, había que
llevarlo al templo de Jerusalén para consagrarlo a Dios.

José y María fueron muy a gusto al templo de Jerusalén


con su niño. ¿Cómo no se lo iban a consagrar a Dios si
aquel Hijo era un regalo que le había hecho Dios?

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A la vez tenían que ofrecer al templo una oblación. Ellos, como eran pobres, bastaba con que
ofrecieran dos Tórtolas o dos pichones. Y así lo hicieron.

En el templo había siempre mucha gente. María, José y el niño no llamaron la atención. Era una
familia más de las muchas que habían ido allí para cumplir lo que mandaba la ley. Pero cuando ya
se iban, hubo dos personas que se fijaron en ellos, o, mejor dicho, se fijaron en el niño.

Una de esas personas se llamaba Simeón. Era un señor mayor, muy


bueno y piadoso. Dios le hizo comprender que aquel niño sería el
Salvador de Israel. Se acercó, cogió al niño en sus brazos, y oró así:
Bendito seas, señor, porque has permitido que mis ojos vean este niño
que será nuestro salvador. El será luz en el camino de los hombres.
Ahora ya puedo morir en paz.

La otra persona que se fijó en el niño se llamaba Ana, y era también


muy anciana. Se les acercó, les dio la enhorabuena y daba gracias a
Dios por aquel niño que tanto bien iba a hacer a los pobres de Israel.

El asombro de sus padres.


Lucas 22, 1919
María y José no salían de su asombro ante las cosas maravillosas que todos decían sobre su hijo.
Primero fueron los pastores, después la gente de Belén y ahora, en Jerusalén, estas personas tan
respetables que eran Ana y Simeón. Ellos conservaban todas estas cosas en su memoria y las iban
meditando en su corazón.

Veían que Dios y los pobres tenían puestas muchas esperanzas en aquel hijo suyo. Y se
estremecían de alegría y de agradecimiento ante aquel tesoro que Dios había puesto en sus
manos.

María José y el niño regresaron a Belén con el corazón


lleno de emociones y esperanzas en el futuro.

La visita de los magos


Mateo 22, 1 - 21-
Y aún les esperaba otra sorpresa. Un buen día llegó a Belén una caravana de extranjeros. Todos los
miraran con curiosidad. Eran unos Magos de Oriente, con todo su séquito. Eran sabios y buenos.

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Habían venido de muy lejos para conocer al niño, pues se habían enterado de su nacimiento a
través de una estrella Misteriosa

En este momento María y José ya no vivían en la cueva. Se habían trasladado a una casita del
pueblo. Allí llegaron los magos con sus acompañantes. Se quedaron mirando a Jesús con mucho
respeto, porque lo veían como un enviado de Dios. Le ofrecieron los regalos que le traían y,
después, regresaron a su país lejano.

Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y


postrándose, lo adoraron y abriendo sus tesoros, le ofrecieron
presentes: oro, inciencio y mirra.
Mateo 2,11
ORO: El oro es el regalo que se da a los reyes, el metal más preciado,
sirve para reconocer la realeza y grandeza de esa persona.

INCIENSO: El incienso en la biblia, así como en la cultura hebrea y judía se


usaba para ofrecérselo a Dios, se quemaba delante de Dios para ofrecer
sacrificios, la Iglesia católica aún hoy lo sigue haciendo. Por tanto, es una
prueba de la divinidad de Cristo, ofrecerle incienso, como a un auténtico Dios.
El evangelista Mateo nos quiere decir que los magos reconocieron la divinidad
del niño recién nacido y por eso le ofrecieron incienso, como sacrificio agradable a Dios:

MIRRA: La mirra la usaban los judíos para embalsamar los cadáveres,


pero también se usó como perfume para las personas y objetos. Es
símbolo entonces de lo humano, de lo material, de lo carnal. Nos viene a
enseñar que Cristo se hizo carne, humano, verdadero hombre, y murió
por nosotros, por eso necesitó ser embalsamado con mirra:

El miedo y la crueldad de Herodes.


Mateo 22,33-1122
De pronto vino el gran susto. El Rey Herodes se había enterado de que aquellos Magos de oriente
andaban buscando un recién nacido que, con el tiempo, llegaría a ser como un rey para los judíos.

Herodes no quería que nadie le hiciera competencia y se sobresaltó ante la posibilidad de que
alguien pudiera arrebatarle su trono. Por eso decidió buscar a aquel niño y matarlo enseguida.

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Pero Dios velaba por Jesús, en sueños, recibió un aviso urgente.

Un ángel le dijo:

Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto, Por qué Herodes Busca al niño
para matarlo. Y quédate en Egipto hasta la muerte de Herodes.
José se levantó en plena noche, despertó a María, tomaron al niño procurando no despertarlo, y
huyeron a Egipto. Era un largo y penoso camino, mucho más que de Nazaret a Belén, Pero tenían
que proteger la vida amenazada de su hijo.

Muchos se habían alegrado por el nacimiento de Jesús. Herodes no se alegró nada. ¿Cómo podía
sentirse amenazado por un niño inofensivo? Pero el caso es que no podía dormir tranquilo
mientras no matara al niño.

Él esperaba que los magos le ayudarían a localizarlo. Pero los magos se fueron a su tierra sin decir
nada. Entonces se encolerizo y dio una orden monstruosa: matar a todos los niños pequeños de
Belén y sus alrededores.

Era sanguinario y cruel. No le importaba el sufrimiento de los inocentes. Sólo buscaba sus
intereses y su poder. Belén y sus alrededores se estremecieron con los llantos de los niños y con
los gritos de las madres.

Unos meses después murió Herodes. Tuvo una muerte terrible, en medio de espantosos
sufrimientos. La gente se alegró mucho de su muerte, porque había hecho mucho daño a todos.

El regreso de Nazaret
Mateo 22, 1199 - 2233
Y, finalmente, después de la muerte de Herodes, María y José con su hijo pudieron regresar a su
tierra. Pero no sé instalaron en Belén, sino que volvieron a Nazaret.

Habían pasado dos años desde el día en que José y María habían salido de Nazaret hacia Belén
para empadronarse. Ahora volvían con su pequeño Jesús que ya
caminaba y empezaba hablar.

Había que recomenzar la vida. Saludaron a sus parientes y


vecinos. Todos se alegraban mucho de verlos de nuevo. Pero,
sobre todo, todos se hacían lenguas de aquella preciosidad de
niño que tenían.

Su pequeña casa se había estropeado un poco en aquellos dos


años en que no habían vivido nadie en ella. Hubo que arreglar un
poco el techo y la puerta. Pero ese era el oficio de José, y
enseguida estuvo como nueva.

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Era una casa como todas las del pueblo. Cuatro paredes de ladrillo y barro, muy blanca, cubiertas
con vigas de madera, y con una terraza en vez de tejado. Tenía sólo planta baja.

Dentro no había ninguna separación. Aun lado había sitio para guardar el asno o las ovejas, y al
otro lado, con el suelo un poco más alto, estaba el lugar donde dormían y comían. Apenas tenían
muebles. Dormían y se sentaban sobre esteras o alfombras.

Completaban la casa el pequeño fogón, algunas ollas de barro para cocinar y unas tinajas donde
guardaban agua, trigo, aceite, higos secos...

En realidad, dentro de la casa estaban sólo para dormir.


Trabajaban en la azotea o delante de la casa. En Galilea hacía
buen tiempo casi todo el año y la vida se hacía mucho al aire
libre. Hasta guisar y preparar el pan solía hacerse siempre en el
patio.

Se convivía mucho con los vecinos y era como si todos fueran


una gran familia. Jesús se pasaba el día jugando. Y todos vivían en un clima religioso de oración y
de observancia de la ley.

Jesús con María y José se integraron en el pueblo como una familia más. No llamaban la atención.
Participaban cada sábado en las reuniones de la sinagoga, y así aprendió Jesús a leer y a conocer
las sagradas escrituras desde pequeño.

Bajo la mirada de José y de María, Jesús iba creciendo; aprendía muchas cosas. Y la gracia de Dios
lo acompañaba.

Jesús se queda en Jerusalén


Lucas 22, 4411-5151 .
En este ambiente de normalidad no pasaba nada que valiera la pena explicar. Por eso los
evangelistas no hablan de esos años de Nazaret. Sólo el evangelista Lucas nos cuenta un hecho
que les pasó.

Los padres de Jesús subían cada año a Jerusalén para las fiestas de la Pascua. Cuando Jesús
cumplió los 12 años se lo llevaron con ellos. Iba con mucha gente de Nazaret y subieron en
caravana a Jerusalén.

Al acabar la fiesta emprendieron todos los caminos de regreso. José iba con los hombres,
hablando de sus cosas. Y María iba con el grupo de las mujeres.

José pensaba que Jesús iba con María. Y María pensaba que iba con José. Cuando se pararon
después de un día de camino para pasar la noche, se dieron cuenta que Jesús no iba en la
caravana. Les dio un vuelco el corazón. Empezaron a preguntar a amigos y parientes pero nadie
había visto a Jesús en todo el día.

Regresaron enseguida a Jerusalén. Estuvieron tres días dando vueltas angustiados.

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Al final lo encontraron en el Templo. Estaba entre los maestros de la ley. Escuchaba con mucha
atención y hacía preguntas para que le explicarán las cosas que no entendía.

María y José dieron un suspiro de alivio cuando lo vieron allí, en aquella docta reunión. Se
acercaron para poder escuchar. Y vieron lo asombrados que se quedaban todos los que
escuchaban a Jesús por el talento que tenía y las respuestas que daba.
A María ya José se les pasó el disgusto que llevaban y se sintieron muy orgullosos de su hijo.

Cuándo acabó la reunión se le acercaron y le dieran un abrazo. María le dijo regañándole:

Hijo, ¿porque nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando
muy preocupados.
Pero él les dijo: ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo tengo que estar
en la casa de mi Padre y ocuparme de sus cosas?
Lucas 2, 48 - 49

En aquel momento ellos no comprendieron lo que Jesús quería decir. La verdad es que Jesús se iba
haciendo mayor y empezaba a pensar con su propia cabeza.

Y le había parecido tan interesante lo que decían aquellos sabios maestros que decidió quedarse
unos días más. Tenía muchas cosas que aprender y que aclarar.

Aquel día María y José comprendieron que aquel hijo que les había sido dado no era sólo para
ellos. Era para todos. Y aprendieron a respetar la personalidad y el camino de Jesús. Sabían que
Dios y los pobres tenían puestas muchas esperanzas en el.

Sencillez y normalidad en los años de Nazaret


Lucas 222, 51 - 52
Después bajaron juntos a Nazaret. La vida siguió con la sencillez y la normalidad de siempre. De
todo el tiempo que va desde los 12 años de Jesús hasta que tuvo 30 no tenemos ninguna noticia
especial.

Sencillamente, Jesús se dedicó a ser una persona normal. Un buen amigo de todos, un fiel
cumplidor de sus deberes religiosos, interesado en aprender cada día un poco más sobre el
misterio de la vida y sobre el misterio de Dios.

Estaba a gusto en Nazaret. Amaba aquel paisaje y a aquellas gentes. Ya que no eran perfectas,
pero en todos veía una semilla de bondad.

Estaba a gusto con la gente sencilla. No se aburría. Le parecía siempre interesante el trato con los
hombres y el trato con Dios en la oración. Le gustaba la vida. Le gustaba ser hombre. Aquellos
años de Nazaret fueron años muy llenos y muy vivos para Jesús.

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