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La lección divina Escuela nuevos de nuevos ministerios

https://es.catholic.net/op/articulos/17011/cat/658/invitacion-a-orar-con-la-lectio-
divina.html#modal

Cómo orar con la Palabra de Dios

La lectura orante de la Palabra, más que una reflexión, es una experiencia de


encuentro personal e íntimo con Dios, que te ama y sale a tu encuentro. Estos
pasos te van llevando al mismo interior de la Palabra.

1. Invoca… al Espíritu Santo. Pídele que te ilumine y te abra a la comprensión de


la Palabra y que te anime a la respuesta con tu vida.

2. Lee… muy despacio el texto bíblico. Vuelve a leerlo. Lee también algún
comentario que te ayude a conocer mejor el sentido del texto. Dale tiempo al
Señor y escucha el mensaje que Él quiere darte en esta Palabra.

3. Medita… qué te dice la Palabra que has leído lentamente. Una vez que hayas
captado el sentido del texto, entonces puedes hacerte esta pregunta: qué me dice
esta Palabra.

4. Ora… respóndele al Señor que te ha dado su mensaje en la Palabra meditada.


Tu actitud sea la de la Virgen María: Hágase en mí según tu Palabra.

5. Contempla… quédate impresionado, fascinado, en silencio, en calma. Déjate


animar por el ardor de la Palabra, como quien recibe el calor del sol.

6. Actúa…. Haciendo un compromiso que brote de este encuentro con el Señor.


Es el salto a la vida. Animado e invadido por la Palabra, regresa a la vida con otra
actitud.

Si eres fiel a la oración con y desde la Palabra de Dios, tu vida irá cambiando. La
Palabra te hará confrontar tus criterios, valores, sentimientos, actitudes y conducta
con lo que ella misma te vaya inspirando. Ama la Palabra, estúdiala, déjala que
moldee tu personalidad. Te lo deseo vivamente.
https://www.ucsc.cl/blogs-academicos/lectio-divina-un-metodo-de-oracion-con-la-palabra-que-
genera-el-encuentro-personal-y-comunitario-con-cristo/

el proceso de la lectio divina son cuatro actitudes básicas del creyente que desea
seguir a Cristo conociendo su Palabra (Lectura), aprendiendo a vivir como Él vivió
(Meditación), suplicando fuerza y luz para sus pasos (Oración) y trabajando por el
advenimiento del Reino (Contemplación).

Primer paso, Lectio (lectura): comprender la Palabra (su sentido literal),


respondiendo a la pregunta ¿qué dice el texto? Es importante contextualizar por
medio de un acercamiento literario (análisis de las palabras), uno histórico
(situación socio-cultural, económica, política y religiosa) y otro teológico (qué dice
Dios).

Segundo paso, Meditatio (meditación): acoger la Palabra, ¿qué me dice el texto?


Entramos en diálogo íntimo con Dios a través de una serie de preguntas que
interpelen nuestra realidad, y ayuden a descubrir un mensaje para la vida.

Tercero, Oratio (oración): responder a la Palabra, ¿qué me hace decirle a Dios el


texto?, respondemos en oración movidos por el Espíritu Santo.

Y el cuarto paso, Contemplatio (contemplación/acción): inspirar la vida en la


Palabra, ¿a qué conversión y acción nos invita el Señor? Se acoge lo descubierto
en el diálogo con Dios, y la buena noticia que nos envía al encuentro con los
demás. Es importante que hoy en día podamos difundir en nuestras comunidades
la práctica de la lectio divina, pues resulta ser una fuente de renovación espiritual
(personal y comunitaria) y un vivo compromiso eclesial.

https://www.diocesismalaga.es/prioridades-pastorales/2013100106/pasos-para-hacer-la-lectio-
divina/

1. Prepararnos a la Palabra (Statio) Hacer silencio exterior e interior. Estar en la


presencia del Señor, contemplando. Hacer una oración de petición: Humildemente
te pedimos a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz,
que, meditando fielmente tu palabra, vivamos siempre en tu claridad. Te lo
pedimos a ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
2. Lectura creyente (Lectio) Proclamar el texto saboreando la Palabra y
descubriendo el mensaje de fe que guarda el texto bíblico. ¿Qué dice el
texto? Fijarse en todos los detalles: personas, circunstancias, actitudes, lugares,
expresiones, cantos...
3. Meditar la Palabra (Meditatio) Hacer una breve reflexión sobre el Evangelio
leído. La lectura hecha, ¿qué me dice a mí, personalmente? ¿Qué me
sugiere? Mirar la escena y nuestra propia vida. ¿Cómo lo estamos viviendo en
nuestra familia, grupo, parroquia…?
4. Orar con la Palabra (Oratio) Desde el texto leído y meditado, Palabra de Dios,
¿qué le decimos ahora al Señor? Oramos, dialogamos y entramos
en conversación personal con el Señor. Compartir lo orado, con la comunidad.
5. Contemplar al que es la Palabra (Contemplatio) ¡Quiero identificarme
contigo, Señor! Contemplo a Jesús: en el trasfondo de esta escena, en su vida…
6. Vivir la Palabra, compromiso (Actio) ¿Qué debo hacer yo? ¿Qué quieres,
Señor de mí? ¿A qué me compromete el mensaje de fe que hemos visto en este
relato? Quienes se han encontrado con Jesús no pueden callar la noticia…
Oración de Acción de Gracias
Gracias, Padre, por tu presencia y cercanía en este rato de oración, y por la luz y
la fuerza que nos has dado.
Ayúdanos a vivir según tu voluntad, sirviendo siempre a nuestros hermanos.
Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
Canto final

https://www.santuariodivinamisericordia.pe/discipulos-de-emaus/

Meditación sobre los discípulos de Emaús

https://sanjuandelacruzparroquia.wordpress.com/2020/04/25/las-ensenanzas-de-jesus-el-
metodo-de-emaus-una-ensenanza-en-cinco-pasos/

Las enseñanzas de Jesús: El método de Emaús, una


enseñanza en cinco pasos.

https://es.catholic.net/op/articulos/14709/los-discpulos-de-emas.html#modal

Los discípulos de Emaús


https://www.youtube.com/watch?v=fUmshv6XWtw

Lectio Divina sobre el pasaje de los discípulos de Emaus - Pbro. David Pérez
Pazo

https://www.youtube.com/watch?v=ov1jrGDbYgQ

Lectio Divina - Pasos para la oración

https://www.youtube.com/watch?v=IJRjvkLBZr0

¿Cómo hacer la Lectio Divina? – Pregúntale al Padre

https://www.youtube.com/watch?v=anTq_QryMQk

Emaús. Lectio de Lucas 24,13-35


http://es.catholic.net/op/articulos/16999/www.messt.org#modal

Lectio Divina. 3º Domingo de Pascua

1. INVOCA

 El Señor te va a decir su Palabra. Es una nueva manifestación del Padre en


Jesús, que hoy se te va a otorgar en la oración.
 Prepara tu conciencia para recibir el mensaje que te llega gratuitamente de parte
de Dios. Ábrete a la acción del Espíritu: iluminación para comprender y animación
para vivir.
 Invocamos al Espíritu: Veni, Sancte Spiritus.

Ven, Espíritu Santo,


te abro la puerta,
entra en la celda pequeña
de mi propio corazón,
llena de luz y de fuego mis entrañas,
como un rayo láser opérame
de cataratas,
quema la escoria de mis ojos
que no me deja ver tu luz.

Ven. Jesús prometió


que no nos dejaría huérfanos.
No me dejes solo en esta aventura,
por este sendero.
Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
Te necesito en mi noche
como una gran tea luminosa y ardiente
que me ayude a escudriñar las Escrituras.

Tú que eres viento,


sopla el rescoldo y enciende el fuego.
Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
Tengo las respuestas rutinarias,
mecánicas, aprendidas.
Tú que eres viento,
enciende la llama que engendra la luz.
Tú que eres viento, empuja mi barquilla
en esta aventura apasionante
de leer tu Palabra,
de encontrar a Dios en la Palabra,
de encontrarme a mí mismo
en la lectura.

Oxigena mi sangre
al ritmo de la Palabra
para que no me muera de aburrimiento.
Sopla fuerte, limpia el polvo,
llévate lejos todas las hojas secas
y todas las flores marchitas
de mi propio corazón.

Ven, Espíritu Santo,


acompáñame en esta aventura
y que se renueve la cara de mi vida
ante el espejo de tu Palabra.
Agua, fuego, viento, luz.
Ven, Espíritu Santo. Amén. (A. Somoza)

2. LEE LA PALABRA DE DIOS (Lc 24, 13-35) (Qué dice la Palabra de Dios)

Contexto

 Los relatos de Pascua que describen los evangelistas, hay que entenderlos, más
que nada, como descripciones de experiencias de fe en el Resucitado. Son
catequesis para describir y descubrir quién es Jesús, qué propone a los discípulos,
y cuál debe ser el itinerario que éstos han de seguir para realizar su misión de
apóstoles o evangelizadores.
 Este relato de Emaús es una bellísima enseñanza en torno a dos puntos:
 dónde se presenta el Resucitado y
 cómo encontrarlo en la realidad de la vida.

Texto

1. El Desconocido se manifiesta

 El Resucitado se presenta ante los discípulos en un recorrido de fe y de búsqueda,


que va desde la situación dolorosa de éstos hasta la salida de Emaús para
comunicar a sus compañeros el gozo del encuentro con Jesús Resucitado.
Podemos señalar estos pasos:
a) Jesús se presenta en la historia humana, llena de sufrimientos con
frecuencia. Los dos de Emaús caminaban de espaldas a Jerusalén (donde había
sucedido el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús), de espaldas a
la comunidad de discípulos, con los ojos cegados y entristecidos, sin ilusión,
desesperanzados. Nosotros esperábamos (v. 21).
b) Jesús se manifiesta en su Palabra. El Desconocido catequiza a los dos de
Emaús. Repasa la historia de la salvación, para hacerles comprender el misterio
de la cruz: que el Mesías tenía que padecer para entrar en la gloria (v. 26). Les
explicó lo que decían de él las Escrituras (v. 27). Al fin, por la luz y el fuego de la
Palabra, comentan: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino
y nos explicaba las Escrituras? (v. 32).
c) Jesús se revela al partir el pan. Ante la súplica de los dos discípulos Quédate
con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo (v.29), el Resucitado, sentado
a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a ellos (v. 30). Es el
momento luminoso cuando los discípulos reconocen totalmente al Resucitado.
Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron (v. 31).
d) Jesús está en la comunidad. Se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén
(v. 33). Con la fe y la esperanza recuperadas, los dos de Emaús regresan a la
comunidad que habían abandonado. Y estos dos, junto con los otros discípulos, a
coro y con gran alegría, proclaman su experiencia del encuentro con el
Resucitado.

2. La Misa, encuentro con el Resucitado

 También el Resucitado se presenta vivo y glorioso en la celebración de la


Eucaristía.
a) Venimos al templo desde la realidad, con nuestra vida a cuestas y con nuestra
carga de pecados. Tal vez, buscando consuelo y fortaleza en el Señor. Nos
sentimos pecadores, imploramos el perdón: Yo confieso...
b) La Liturgia proclama la Palabra de Dios. En ella, el Señor se manifiesta, vivo y
Resucitado. Él es la Palabra total y definitiva. Sobre todo, nos ilumina a la
comprensión del misterio de nuestra misma existencia a la luz del misterio pascual
cuál es el sentido de mi vida, por qué sufro y gozo, camino y trabajo, por qué los
acontecimientos de la historia.
c) La Liturgia celebra y actualiza el misterio pascual: muerte y resurrección de
Jesucristo. Él está ahí, vivo, glorioso, poderoso, entregándose de nuevo para
nuestra salvación y felicidad.
d) Comulgamos con el Señor, hecho Palabra y hecho Pan. ¿Para qué? Para ir a la
comunidad y comulgar con los hermanos. Y ser testigos de la resurrección,
misioneros de la vida, de la alegría y esperanza. El sacerdote nos envía como
Jesús: Vayan en paz...

3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)

 La presencia de Dios en mi vida la tengo que descubrir desde la fe. Aun en los
momentos de sufrimiento, me han de mantener la fe y la confianza en el
Resucitado, pues Él camina conmigo, aunque no le vea, aunque no le descubra.
 ¿Con qué mirada veo y leo los acontecimientos de cada día, sobre todo aquellos
que me hacen sufrir más y que me hacen nublar mi fe? ¿Cómo leo la historia
personal, familiar, social, eclesial? ¿Con esperanza o desilusión?
 ¿Trato de hacer oración con la Palabra de Dios? Cuando celebro la Eucaristía
¿me doy cuenta que el Señor Resucitado se hace Palabra y Pan para que
comulgue con toda su Persona?
 Al regresar a la casa, terminada la Misa, ¿pienso que soy enviado a proclamar,
con mi conducta, que Jesús vive con nosotros y nos envía a ser testigos de su
resurrección?

4. ORA (Qué le respondo al Señor)

 Quédate con nosotros, Señor. Porque sin Ti nuestro camino quedaría sumergido
en la noche. Quédate con nosotros, Señor Jesús, para llevarnos por los caminos
de la esperanza que no muere, para alimentarnos con el Pan de los fuertes, que
es tu Palabra.
 Quédate con nosotros hasta la última noche, cuando, cerrados nuestros ojos,
volvamos a abrirlos ante tu rostro transfigurado por la gloria y nos encontremos
entre los brazos del Padre en el Reino del divino resplandor.

5. CONTEMPLA

 A los dos de Emaús. Cómo cambian de rostro y de actitud. Cómo pasan de la


tristeza a la curiosidad y al gozo, de la ceguera a la iluminación, de la
desesperanza a la confianza y al reconocimiento de Jesús presente. ¡Qué cambio,
cuando se dejan impresionar por el Resucitado!
 A Jesús, que se hace el ignorante y el desconocido. Que con gran paciencia
catequiza a los dos discípulos. Que para ellos repite la entrega en la mesa de la
Eucaristía. Que confía en los dos recuperados y transformados y los envía a vivir
el gozo de su presencia pascual junto con los de su comunidad.
 A ti mismo, que caminas vacilante y con dudas, hasta que te encuentras con el
Resucitado.

6. ACTÚA

 Cuando te sientas desfallecer y desconfiar, repítele a Jesús Resucitado: Quédate


con nosotros, Señor.

http://www.homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0182.htm
Pistas para la Lectio Divina...

Lucas 24, 13-35: Encuentro con el Resucitado (III): Emaús, un itinerario de vida y
esperanza. “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos
hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”

El relato de los discípulos de Emaús nos enseña a reconocer en los caminos de la


vida la presencia del Resucitado, a repetir sus gestos reveladores y a formar
desde allí una verdadera comunidad pascual. A todos nosotros nos conviene
recorrer este itinerario.

(1) Dos discípulos se alejan de Jerusalén (24,13-24)

El camino de Emaús es un camino de alejamiento de Jerusalén. Los dos


discípulos, Cleofás y su compañero, se alejan poco a poco del lugar donde
experimentaron el gran dolor de la pasión.

Cuando se dice que son dos “de ellos” se muestra que se trata del alejamiento
discreto de la comunidad de Jesús, una comunidad que –sin el Maestro- ya no
significa nada para ellos.

Jesús se acerca y camina junto con los discípulos, pero éstos no lo reconocen.
“Sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran” (24,16). Es su modo
de ver la Pasión lo que les impide reconocer a Jesús resucitado.

Valga decir en este punto que a veces a nosotros nos pasa lo mismo: en nuestra
vida hay situaciones duras, contradictorias, incluso muy dolorosas; si nos
encerramos en nuestro dolor, en nuestra decepción y no vemos sino el lado
negativo de las cosas, nunca vamos a poder darnos cuenta de la presencia de
Jesús que está ahí caminando a nuestro lado, dispuesto a darle sentido y
esperanza a nuestras penas. Cierro paréntesis.

Jesús comienza a educar a los dos peregrinos. Primero los hace hablar con
él: “¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?” (24,17ª). La
primera reacción de los discípulos no es muy amable (224,18). Entonces cuentan
lo que pasó: una esperanza frustrada, no ven el sentido positivo de la Pasión.
En sus palabras se nota el desgano. Todos los sueños se vinieron abajo, todo
acabó.

Jesús se sitúa al mismo nivel en el que están ellos y luego los va conduciendo
gradualmente hasta el nivel de comprensión que Él tiene. Jesús desciende hasta
el escándalo de la cruz que los discípulos tienen aún vivo: “se pararon con aire
entristecido” (24,17b). Jesús los comienza a atraer hacia su experiencia de
resurrección dejando que ellos expongan los acontecimientos pascuales de esa
misma mañana, no importa que concluyan que “no lo vieron”.

(2) Jesús les explica las Escrituras (24,25-27)

La luz de la Palabra de Dios es la primera en comenzar a encender la esperanza


en la oscuridad del corazón de los discípulos. Jesús los guía en una lectura del
sentido de la Pasión en la Escritura. Allí entienden que “era necesario que el
Mesías padeciera para entrar en su gloria” (24,26). El sufrimiento puede
convertirse en un camino de gloria.

A lo mejor los discípulos conocían esos textos de la Biblia, pero les pasaba comos
pasa a nosotros muchas veces. Sucede con frecuencia que hemos recibido toda
una formación, que sabemos las enseñanzas de la Biblia y de la Iglesia, pero
cuando llega el momento, no sabemos ponerlas en práctica. A veces le ofrecemos
todo al Señor, los sufrimientos incluidos, pero cuando nos vemos en situaciones
penosas nos enredamos en nuestros sentimientos negativos, nos ofuscamos,
protestamos, no vemos cómo encaja eso en la experiencia de Dios.

(3) Jesús acepta el hospedaje que le ofrecen los dos discípulos y se les da a
conocer (24,28-31)

Jesús no sólo comparte la casa de ellos sino también su mesa. Allí les renueva el
gesto de la última cena. Los discípulos lo reconocen en la fracción del pan, o sea,
en el gesto del don que revela el sentido positivo de la pasión: la generosidad de
Jesús hacia nosotros, su amor que llegó hasta el extremo de dar la vida y que ha
transformado su sentido (la muerte como donación de sí mismo). Y fue ahí, en el
sentido positivo de su pasión, donde lo reconocieron.

(4) Los discípulos regresan a Jerusalén (24,32-35)

Con el corazón ardiente, con el rostro de Jesús impregnado en sus retinas, con
una nueva visión de la cruz, con una nueva fuerza –después de que primero
andaban tristes- los discípulos transformados recorren el camino inverso: regresan
a Jerusalén, al mismo lugar de la Pasión, que tanta frustración les trajo. Este es
también el lugar de la comunidad a la que le habían perdido el gusto, y allí
reemprendieron su camino de fe.

Es la comunión en la fe pascual la que nos lleva a la comunión de amor en una


vida sabrosamente fraterna.

(5) Todos los días se repite este camino


Todos los días vivimos en la Eucaristía estos dos momentos: la liturgia de la
Palabra y la Liturgia de la Eucaristía. Las dos van unidas, porque el pan
eucarístico es un pan para la fe, para el amor. Por eso tiene una relación estrecha
con la Palabra de Dios. Todas las palabras de la Biblia tienen su sentido definitivo
en el misterio eucarístico: al mismo tiempo que explicitan su misterio, nos dejan
ver la riqueza de sus distintos aspectos. La Eucaristía es presencia de Cristo
resucitado, pan vivo y vivificante, pan que revela el sentido de la Pasión y la
realidad de la Resurrección.

Para cultivar la semilla de la Palabra en el corazón:


1. ¿Por qué y cómo se alejan los dos peregrinos de Emaús de Jerusalén?
2. ¿Qué pasos da Jesús en su pedagogía con ellos para hacerlos volver?
3. ¿Cómo se repite hoy este evangelio?

La resurrección de Cristo es “un hecho que implica a toda la humanidad,


que se extiende en el mundo y tiene una importancia cósmica.
Del valor universal de la resurrección de Cristo
se deriva el significado del drama humano,
la solución del problema del mal,
la génesis de una nueva forma de vida que se llama ‘cristianismo””
(Pablo VI, homilía de Pascua, 1964)

https://www.diocesisdetexcoco.org/diocesisdetexcoco/index.php/recursos/lectio-divina/1499-
lectio-divina-del-30-de-abril-de-2017
LECTIO DIVINA

COMISIÓN DIOCESANA DE ANIMACIÓN BÍBLICA

III DOMINGO DE PASCUA

30 de abril de 2017

¨En la Diócesis de Texcoco, nos reconocemos, valoramos y aceptamos


como personas para ser casa y escuela de comunión"

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Jesús Resucitado, Tú acompañaste a los discípulos de Emaús, en su tristeza, y


que los fuiste instruyendo y devolviéndoles la paz, te pedimos que nos envíes tu
Espíritu para entender las Escrituras, y comprender que era necesario que tu
padecieras para la salvación del mundo. Amén.
I. LECTURA DEL TEXTO BÍBLICO (Jn 24, 13-35)

¿Qué dice el texto?

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo


llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo
lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y
comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados
y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos
de tristeza?" Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único
forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?". Él les
preguntó: "¿Qué cosa?". Ellos le respondieron: "Lo de Jesús, el nazareno, que era
un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo
los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a
muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él sería el libertador de
Israel, y, sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron.

Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues
fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando
que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo.
Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían
dicho las mujeres, pero a Él no lo vieron".

Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón
para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el
Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?". Y comenzando por
Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la
Escritura que se referían a Él. Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo
como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros,
porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos.
Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo
dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se les
desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía,
mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!" Se levantaron
inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once
con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado el Señor y se
le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el
camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Palabra del Señor. Palabra
del Señor.

Pistas de reflexión

Contexto bíblico
El Evangelio de san Lucas fue escrito hacia finales del primer siglo I. En ese
tiempo, la mayoría de la Iglesia se componía de cristianos que no habían conocido
a Cristo en carne y hueso. Pero este relato se parece a la historia de la aparición
de los ángeles a Abrahán y a Sara en Mamre (Gen 18:1-15). En ambas historias,
los anfitriones fallan en reconocer el significado de sus huéspedes, pero aun así
les ofrecen su hospitalidad. En ambas historias, la hospitalidad los dirige a la
revelación y a la bendición.

El Evangelio de san Lucas organiza su relato de la resurrección en tres partes: la


tumba vacía, los que van camino de Emaús, y los discípulos reunidos. La primera
historia establece Jerusalén como un lugar incredulidad. La historia de Emaús,
entonces separándose de Jerusalén (24,17) establece una palabra que, de
nuevo, se trae a Jerusalén (24, 33, 35). La tan esperada redención de Jerusalén
(2, 38). Viene, sorprendentemente, de fuera de Jerusalén, al venir Jesús mismo de
fuera de Jerusalén y lo más sorprendente, la rapidez con que los discípulos
comunican el mensaje.

Esta historia incorpora un alto nivel de lenguaje litúrgico “Tomo el pan lo bendijo, y
partió, y les dio” (v. 30); “Ha resucitado el Señor verdaderamente” (v. 34); y “al
partir el pan” (v. 35). El Cristo Resucitado se revela al contar la historia, al
interpretar la Escritura, y al partir el pan.

Texto bíblico

A) Los dos discípulos de Emaús

“El mismo día de la resurrección iban dos de los discípulos hacia a un pueblo
llamado Emaús situado a unos once kilómetros de Jerusalén (v. 13). Emaús
(Griego koiné: Ἐμμαούς, en latín: Emmaus, en hebreo: ‫ חמת‬Hammat, significa
"primavera templada", en árabe: ‫ ِع مواس‬Imwas) fue el lugar donde más tarde se
situó la localidad de 'Imuas', a 11 km al noroeste de la actual ciudad de Jerusalén.
Jesús comienza a acompañarlos a caminar con ellos. Que un hombre puede
compartir con otro hombre, cualquiera que éste sea, es hacer un camino que,
según la fe cristiana, tiene que desembocar en la fraternidad. Jesús caminaba
junto a dos hombres que sólo iban a Emaús. Jesús les enseña el camino del
hombre, y de todo hombre hacia el Reino de Dios. Dos que regresaban con una
desesperanza, pero Jesús comienza a caminar con ellos. Acompañarlos en su
dolor.

Él les preguntó ¿De qué cosas vienen hablando tan llenos de tristeza? (v 17) “Y
respondió uno de ellos que se llamaba Cleofás, le dijo. Tú eres el único forastero
que no sabe lo que ha pasado en Jerusalén.” (v. 18). Tú vienes acompañarnos y
no sabes la gran tragedia. Pero Cleofás resume en finas palabras el Evangelio en
estos versículos diciendo que: Jesús era “un profeta, poderoso en obra y en
palabra delante de Dios y del pueblo” Ahora Cleofás describe a Jesús como
“varón profeta, poderoso en obra y en palabra” (v. 19). Pero dice: Los “Los
príncipes de los sacerdotes lo han condenado a muerte, y lo crucificado” (v. 20).
Así Lucas mantiene que los líderes judíos son los responsables por la muerte de
Jesús. “Más nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel” (v.
21). “Esperábamos.” Éstas son palabras tristes esperando en el tiempo pasado
esperanza convertida en desesperanza. Cleofás dice “Hoy es el tercer día que
esto ha acontecido” (v. 21). El que pensábamos ya no existe ya se murió. Y sigue
diciendo: algunas mujeres de los nuestros nos han espantado al decir que “habían
visto visión de ángeles, los cuales dijeron que él vive” (v. 23). El relato de las
mujeres les produjo sorpresa no fe. Y se les acaba la esperanza, ya no tienen
más alternativa que todo se terminó.

B) Les explicaba las Escrituras

"¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo
anunciado por los profetas!” (v. 25). Jesús regaña a los dos discípulos por no creer
a los profetas (v. 25). “¿No era necesario que el Mesías padeciera todo esto, y así
entrara en su gloria?” (v. 26). Jesús implica que Dios mandó el sufrimiento al
Mesías antes de que entrara en su gloria. Mientras que esto no era evidente para
los primeros discípulos, los discípulos de Emaús han identificado a Jesús como un
profeta, recordándonos que los profetas eran perseguidos (6:23-26) y matados
(11:47-49; 13:34) las propias palabras de Jesús. Y comenzó a explicarles: “Y
comenzando por Moisés, y siguiendo con todos los profetas, les explico todos los
pasajes de la Escritura que se referían a él” (v. 27). Es verdad que los profetas
sirvieron de modelo para la crucifixión y para el servicio humilde y de sacrificio
que Dios espera de nosotros. Y Jesús les fue enseñando el camino poderoso para
llegar a Él son las La Escrituras. Los cristianos debiéramos ser guiados y
fortalecidos por las Escrituras.

C) Lo reconocieron al partir el pan

“Ya cerca del pueblo a donde se dirigían” (v. 28). Esto suena como si los
discípulos de Emaús han llegado a su casa. Jesús se adelanta para dejarles.
Costumbre requiere que ellos le inviten a Jesús a cenar, y costumbre requiere que
Jesús se niegue a no ser que ellos insistan. Pero Jesús acepta. “Cuando estaba
en la mesa, tomo un pan, pronuncio la bendición, lo partió y se lo dio” (v. 30).
Éstas son casi las mismas palabras que Lucas usó para describir las acciones de
Jesús durante la Última Cena (22:19). Normalmente, el anfitrión cumpliría estas
acciones en una casa y el celebrante las cumpliría en un servicio de veneración.
Jesús, el huésped, se convierte en ambos, el anfitrión y el celebrante en esta
mesa. “Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron” (v. 31).

“¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras él nos hablaba por el camino y nos
explicaba las Escrituras!” (v. 32). En ese momento, estos dos discípulos no
comprendieron lo que estaba pasando, pero Jesús les estaba preparando para la
revelación que vendría con el partir del pan. “Se levantaron inmediatamente y
regresaron a Jerusalén (v. 33). Los discípulos de Emaús se apresuran para
compartir su historia con los discípulos en Jerusalén. Eran siete millas de camino
para regresar a Jerusalén y era tarde, pero no importaba no podían quedarse sin
compartir las buenas noticias. Y ustedes saben las ansias que tenían de
comunicar esta gran noticia.

“De varas ha resucitado el Señor, y se le ha aparecido a Simón” (v. 34). Una vez
que los discípulos llegan a Jerusalén, encuentran a los once apóstoles y a sus
compañeros discutiendo la aparición de Jesús a Pedro. Y los discípulos
legitimándolo como autentica cabeza de la comunidad de testigos (cf. 22:31-34).
“Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y como lo habían
reconocido al partir el pan” (v. 35). Los discípulos de Emaús comparten su
testimonio solo con otros discípulos. Y principalmente con los discípulos cercanos
al Señor, que constatan y renuevan su fe en el Maestro.

Preguntas para la lectura:

 ¿Dónde iban dos de los discípulos?


 ¿Quién se les acercó y qué les dijo?
 ¿Qué le dijo Cleofás a Jesús?
 ¿Qué les dijo?
 ¿Qué hicieron los discípulos porque ya era noche?
 ¿Qué hicieron los discípulos cuando lo reconocieron?

II. MEDITACIÓN (Qué me dice la Palabra de Dios)

Para el encuentro con Jesucristo el Evangelio nos ofrece cuatro espacios en la


que podemos descubrirlo: el camino de nuestra vida, sobre todo en los momentos
de dudas, incertidumbres, desánimos; la Escritura en la que descubrimos
permanentemente a Jesucristo que nos ilumina nuestro caminar; el hermano
principalmente, que necesita nuestra ayuda; y por último el recuerdo vivo de los
motivos y razones por las que entrego su vida y que se expresa especialmente en
la Eucaristía. La presencia de Dios en mi vida la tengo que descubrir desde la fe,
en Jesucristo vivo.

 ¿Con qué mirada veo y leo los acontecimientos de cada día, sobre todo
aquellos que me hacen sufrir más y que me hacen nublar mi fe?
 ¿Trato de hacer oración con la Palabra de Dios?
 Cuando celebro la Eucaristía o participo en ella, ¿me doy cuenta que el Señor
Resucitado se hace Palabra y Pan para que comulgue con toda su Persona?

III. ORACIÓN: ¿Qué le respondo al Señor? ¿Qué le decimos?


Señor, te damos gracias porque vives en medio de nosotros, porque nos
acompañas en nuestro camino, aunque algunas veces con dificultades. Pero te
damos gracias porque nunca nos dejas solos y nos das los medios necesarios
para comprender las Escrituras que nos hacen reconocer tu huella en nuestras
vidas. Por eso te damos gracias Señor. Gracias Señor, gracias Señor.

Te pedimos perdón por las veces que no hemos sabido acompañar a nuestros
hermanos en el camino de la vida, por las veces que no te hemos reconocido
como el pan vivo y verdadero que nos alimenta, y por las ocasiones que no hemos
sido fieles a tus enseñanzas, por eso te pedimos perdón. Perdón Señor, perdón
Señor.

IV. CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo el mensaje? ¿Cómo interiorizamos el


mensaje?

 A los dos discípulos de Emaús. Cómo cambian de rostro y de actitud. Cómo


pasan de la tristeza a la curiosidad y al gozo, de la ceguera a la iluminación, de
la desesperanza a la confianza y al reconocimiento de Jesús presente. ¡Qué
cambio, cuando se dejan impresionar por el Resucitado! Contémplalos en su
momento de ser los mensajeros del Resucitado.

 A ti mismo, que caminas vacilante y con dudas, hasta que te encuentras con el
Resucitado.

 A las personas que han encontrado a Jesucristo resucitado y son felices


compartiendo el amor y la vida junto a sus seres queridos.

V. ACCIÓN: ¿A qué me comprometo? ¿A qué nos comprometemos?

La intención general del apostolado de la oración del Papa para el mes mayo es:

Por la evangelización: Cristianos de África, testigos de la paz.

Por los cristianos de África, para que den un testimonio profético de reconciliación,
de justicia y paz, imitando a Jesús Misericordioso.

Personal: Que en mi relación con los demás dé un testimonio claro y veraz de que
el Señor vive y me invita a ser y a compartir su amor y su Palabra en mí alrededor.

Comunitario: Por medio del testimonio de vida y fe que de Cristo resucitado, ir


acompañando a los miembros de mi pequeña comunidad a caminar unidos en la
fe y en el amor, y apoyarlos en los momentos de desaliento.
https://www.iglesiaenaragon.com/lectio-divina-4-de-abril-de-2018

Lectio Divina: 4 de abril de 2018


ENCUENTRO CON LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS

1.-Oración introductoria.

Señor, en esta oración quiero que me enseñes una cosa: la diferencia de una
comunidad que todavía no se ha encontrado con el Resucitado y la comunidad
que ha tenido la suerte de encontrase con El. Te pido que esta experiencia de
Jesús con los de Emaús sea modelo de mi experiencia personal contigo hoy.

2.- Lectura reposada del evangelio.

Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35

Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba
sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había
pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se
acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le
conocieran. Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?»
Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió:
«¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días
han pasado en ella?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el
Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de
todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a
muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a
Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El
caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron
de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta
habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también
algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían
dicho, pero a él no le vieron». Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón
para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo
padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y
continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las
Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir
adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque
atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que,
cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió
y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él
desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro
corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las
Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron
reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El
Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo
que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión. En este episodio del encuentro de Jesús con los discípulos


de Emaús, me llama poderosamente la atención lo humano, lo sencillo, lo cercano
que aparece Jesús después de la Resurrección.

1. A) Sale al encuentro de dos discípulos que huyen de Jerusalén porque la ciudad


Santa ya sólo ofrece muerte.
2. B) Van defraudados, desengañados, desesperanzados. «Nosotros
esperábamos» que la causa de Jesús iba a terminar de otra manera.
3. C) en estas circunstancias la misma Biblia se les cae de las manos y su lectura
les deja fríos.
4. D) El mismo credo que recitan se ha convertido en un rito vacío de
contenido.

«Lo de Jesús, un hombre poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo


el pueblo». Esta es la lamentable situación. Con el encuentro con el Resucitado
todo cambia. Convierte la huida en encuentro; la desesperación en gozosa
esperanza; la palabra de Dios en fuego; el credo en acontecimiento; y el encuentro
con la comunidad de Jerusalén en alegría indescriptible. Y todo esto con un gran
humor. Cuando los discípulos le dicen si no conoce lo que ha ocurrido en
Jerusalén, no hace gestos de extrañeza sino que les dice ¿qué? ¿Qué ha
pasado? Bromea con ellos como si no supiera nada. Jesús Resucitado no solo
tiene alegría sino buen humor.

Palabra del Papa.

El encuentro con Dios en la oración, mediante la lectura de la Biblia y en la vida


fraterna les ayudará a conocer mejor al Señor y a ustedes mismos. Como les
sucedió a los discípulos de Emaús, la voz de Jesús hará arder su corazón y les
abrirá los ojos para reconocer su presencia en la historia personal de cada uno de
ustedes, descubriendo así el proyecto de amor que tiene para sus vidas. Algunos
de ustedes sienten o sentirán la llamada del Señor al matrimonio, a formar una
familia. Hoy muchos piensan que esta vocación está «pasada de moda», pero no
es verdad. Precisamente por eso, toda la Comunidad eclesial está viviendo un
período especial de reflexión sobre la vocación y la misión de la familia en la
Iglesia y en el mundo contemporáneo. Además, les invito a considerar la llamada a
la vida consagrada y al sacerdocio. Qué maravilla ver jóvenes que abrazan la
vocación de entregarse plenamente a Cristo y al servicio de su Iglesia. Háganse la
pregunta con corazón limpio y no tengan miedo a lo que Dios les pida. A partir de
su «sí» a la llamada del Señor se convertirán en nuevas semillas de esperanza en
la Iglesia y en la sociedad. No lo olviden: La voluntad de Dios es nuestra
felicidad (S.S. Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

5.- Propósito: Que en este día se note que estamos en Pascua: sonreír y poner
buena cara

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le


respondo con mi oración.

Señor, te doy gracias por este rato de oración contigo. Te diré que eres fantástico.
Me encanta esa manera tan humana de presentarte a los amigos que dejaste tan
tristes y desconcertados con tu reciente muerte. Ahora estás lleno de vida, de
ilusión, de alegría. Y también de buen humor. !Gracias Señor!

http://noviciadomar.blogspot.com/2017/04/lectio-divina-iii-domingo-de-pascua.html

Lectio Divina III Domingo de Pascua, CICLO A - Lucas 24,13-35


<<Quédate con nosotros, Señor>>

CONTEXTO

Los relatos de Pascua que describen los evangelistas, hay que entenderlos,
más que nada, como descripciones de experiencias de fe en el Resucitado.
Son catequesis para describir y descubrir quién es Jesús, qué propone a los
discípulos, y cuál debe ser el itinerario que éstos han de seguir para realizar su
misión de apóstoles o evangelizadores.[1]

Este relato de Emaús es una bellísima enseñanza en torno a dos puntos:

 ¿dónde se presenta el Resucitado?

 ¿cómo encontrarlo en la realidad de la vida?

Lucas escribe hacia el año 85 para la comunidad de Grecia y del Asia Menor
que vivían en una difícil situación, tanto interna como externa.

Dentro existían tendencias divergentes que hacían difícil la convivencia: por los
fariseos que querían imponer la ley de Moisés, grupos estrechamente vinculados a
Juan el Bautista que no habían oído hablar del Espíritu Santo, judíos que se
servían del nombre de Jesús para expulsar demonios, existían los que se
llamaban discípulos de Pedro, otros que eran de Pablo, otros de Apolo, otros de
Cristo (1Cor 1,12).
Lucas escribe para estas comunidades, para que reciban una orientación
segura en medio de las dificultades y para que encuentren la fuerza y la luz en lo
vivido desde la fe en Jesús. Uno de los objetivos específicos es el de mostrar,
mediante la historia tan bella de Jesús con los dos discípulos de Emaús, cómo la
comunidad debe leer e interpretar la Biblia. [2]

En realidad, los que caminaban por el camino de Emaús eran las


comunidades (y somos todos nosotros). Cada uno de nosotros y todos juntos,
somos el compañero o la compañera de Cleofás (Lc 24,18). Junto a él,
caminamos por los caminos de la vida, buscando una palabra de apoyo y
orientación en la Palabra de Dios.
https://drive.google.com/file/d/0B2r4CBMsGircVVdMODZvdUN0anc/view?
usp=sharing

TEXTO

Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista
sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había
pasado. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y
caminó a su lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. Él
les dijo: «¿De qué discutís por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido.
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en
Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?» Él les dijo:
«¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta
poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros
sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron.
Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas
estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas
mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al
sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una
aparición de ángeles que decían que él vivía. Fueron también algunos de los
nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no
le vieron.»

Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que
dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así
en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les
explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.

Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.


Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y
el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. Sentado a la mesa con
ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se
les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Se dijeron
uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos
hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al
momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que
estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha
aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el
camino y cómo le habían conocido al partir el pan.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

El Resucitado se presenta ante los discípulos en un recorrido de fe y de


búsqueda, que va desde la situación dolorosa de éstos hasta la salida de Emaús
para comunicar a sus compañeros el gozo del encuentro con Jesús Resucitado.
Podemos señalar estos pasos:
a) Jesús se presenta en la historia humana, llena de sufrimientos con
frecuencia. Los dos de Emaús caminaban de espaldas a Jerusalén (donde había
sucedido el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús), de espaldas a
la comunidad de discípulos, con los ojos cegados y entristecidos, sin ilusión,
desesperanzados. Nosotros esperábamos (v. 21).

b) Jesús se manifiesta en su Palabra. El Desconocido catequiza a los dos de


Emaús. Repasa la historia de la salvación para hacerles comprender el misterio de
la cruz: que el Mesías tenía que padecer para entrar en la gloria (v. 26). Les
explicó lo que decían de él las Escrituras (v. 27). Al fin, por la luz y el fuego de la
Palabra, comentan: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino
y nos explicaba las Escrituras? (v. 32).
c) Jesús se revela al partir el pan. Ante la súplica de los dos discípulos: Quédate
con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo (v.29), el Resucitado, sentado
a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a ellos (v. 30). Es el
momento luminoso cuando los discípulos reconocen totalmente al Resucitado.
Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron (v. 31).

d) Jesús está en la comunidad. Se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén


(v. 33). Con la fe y la esperanza recuperadas, los dos de Emaús regresan a la
comunidad que habían abandonado. Y estos dos, junto con los otros discípulos, a
coro y con gran alegría, proclaman su experiencia del encuentro con el
Resucitado.[3]

¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?

Al leer hoy tu evangelio, Señor, puedo mirar tu gran bondad con aquellos
que amas, con aquellos en quienes confías.

Sin duda esta palabra de hoy me invita a confiar en ti, a reconocerte en la


fracción del pan y en la comunidad.

Me invitas a no ser necia y de corazón duro ante las dificultades y


contrariedades propias de la vida, hoy me dices que te busque y que te pida
momento a momento que te quedes conmigo, con mis alegrías y tristezas, con mis
caídas y levantadas, pues sólo eres tu quien puede saciar mi alma y mi hambre y
sed de ti.

¿QUÉ LE DIGO YO A DIOS?


Me fijo en los personajes:

Estos discípulos iban ensimismados en lo que había pasado, tenían sus


ojos vendados porque no creían en tu resurrección, hasta el punto de perder la
esperanza al decir: “esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel”,
tuvieron que presenciar que tu partías el pan para poder asimilar tu presencia real.

Y ahora es donde me pregunto:

¿Cuántas veces he ido caminando ensimismada en mi misma y en aquello que no


entiendo o que no me parece tangible?

¿Cuántas veces he dudado de que tu resucitaste y que por lo tanto habitas en mí,
que estás en mi corazón y en mis hermanos que comparten conmigo en la
cotidianidad?

Ayúdame Señor a mirarte, a contemplarte en la eucaristía, allí estás en el


misterio más sagrado que nos has dejado: tu cuerpo y sangre.
Ahora me fijo en ti, mi Jesús: tu nunca invadiste ni impusiste nada a estos
discípulos que caminaban a Emaús, dejaste que te explicaran lo que ellos estaban
viviendo, los confrontaste diciéndoles “¡qué necios y torpes de corazón son para
creer lo que anunciaron los profetas!”

Quisiste seguir tu camino pero aceptaste su invitación, te quedaste con


ellos y les partiste el pan, los alimentaste no solo corporalmente sino también
espiritualmente, fue allí donde pudieron abrir sus ojos y reconocerte.

Qué hermoso es Señor, que te quedes con nosotros, que podamos


proclamar de corazón: ¡VERDADERAMENTE ESTÁS VIVO en mí, en todos.

Ayúdanos, Señor, a no esperar manifestaciones grandes de tu presencia,


sino que en la cotidianidad podamos hallarte y de esta manera TOMARTE,
PARTIRTE y REPARTIRTE a quien te necesite.

https://www.iglesiaenaragon.com/lectio-divina-7-de-abril-de-2021

Lectio Divina: 7 de abril de 2021

“ENCUENTRO CON LOS DISCIPULOS DE EMAÚS”


1.-Oración introductoria.

Señor, en esta oración quiero que me enseñes a constatar la diferencia de una


comunidad que todavía no se ha encontrado con el Resucitado y la comunidad
que ha tenido la suerte de encontrase contigo. Te pido que este encuentro tuyo
con los discípulos de Emaús sea modelo de mi experiencia personal contigo
hoy. Y de todas las experiencias de vida comunitaria a lo largo de los siglos.

2.- Lectura reposada del evangelio.

Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35

Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba
sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había
pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se
acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le
conocieran. Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?»
Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió:
«¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días
han pasado en ella?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el
Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de
todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a
muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a
Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El
caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron
de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta
habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también
algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían
dicho, pero a él no le vieron». Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón
para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo
padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y
continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las
Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir
adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque
atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que,
cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió
y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él
desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro
corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las
Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron
reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El
Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo
que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-Reflexión

San Lucas, en una espléndida catequesis, nos hace ver la situación de una
comunidad que no se ha encontrado vitalmente con Jesucristo y otra que ha
experimentado la fuerza y el poder del Señor Resucitado. Y nos habla de cuatro
presencias del Resucitado.

1.– En el diálogo. Aquellos discípulos iban caminando y, como dice el texto


original, “iban buscando juntos”. Si de corazón buscamos la verdad y no “mi
verdad”; si acepto que la Verdad Absoluta sólo la tiene Dios y nosotros estamos
sembrados de verdades fragmentarias; si estamos dispuestos a aceptar la verdad
del otro hasta el punto de decir: Perdón, yo estaba equivocado; si acepto
democráticamente la opinión de la mayoría, en ese diálogo sincero está presente
el Señor.

2.– En la Palabra de Dios. Una palabra que está en la Biblia y a través de la


oración pedimos que el Espíritu Santo nos ayude a profundizar en ella y abrirnos a
su profundo significado. Si nos dejamos interpelar por ella, sentiremos, como los
discípulos de Emaús, que “nuestro corazón arde por dentro”. Y en ese fuego
interior descubriremos que está presente el Señor.

3.– En la “fracción del pan”. Si acudimos a la Eucaristía, no a recitar de rutina


credos ya sabidos, sino a hacer presente el gesto de Jesús de “partir el pan” y
nos comprometemos a darnos, a entregarnos, a vivir desviviéndonos por nuestros
hermanos, especialmente por los más débiles y necesitados, podemos estar
seguros que está presente el Señor.

4.– En la Comunidad. Con la muerte de Cristo viene la dispersión del grupo y los
discípulos de Emaús van huyendo del grupo de Jerusalén porque allí sólo se habla
de muerte y de fracasos. Si somos capaces de desandar el camino de
desesperación y decepción, por una experiencia de encuentro gozoso con el
Señor, es claro que en esa comunidad alegre, hermanada, con ganas de salir a
contar lo que hemos vivido, está presente el Señor.

Palabra del Papa.


“El encuentro con Dios en la oración, mediante la lectura de la Biblia y en la vida
fraterna les ayudará a conocer mejor al Señor y a ustedes mismos. Como les
sucedió a los discípulos de Emaús, la voz de Jesús hará arder su corazón y les
abrirá los ojos para reconocer su presencia en la historia personal de cada uno de
ustedes, descubriendo así el proyecto de amor que tiene para sus vidas. Algunos
de ustedes sienten o sentirán la llamada del Señor al matrimonio, a formar una
familia. Hoy muchos piensan que esta vocación está «pasada de moda», pero no
es verdad. Precisamente por eso, toda la Comunidad eclesial está viviendo un
período especial de reflexión sobre la vocación y la misión de la familia en la
Iglesia y en el mundo contemporáneo. Además, les invito a considerar la llamada a
la vida consagrada y al sacerdocio. Qué maravilla ver jóvenes que abrazan la
vocación de entregarse plenamente a Cristo y al servicio de su Iglesia. Háganse la
pregunta con corazón limpio y no tengan miedo a lo que Dios les pida. A partir de
su «sí» a la llamada del Señor se convertirán en nuevas semillas de esperanza en
la Iglesia y en la sociedad. No lo olviden: La voluntad de Dios es nuestra
felicidad (S.S. Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

5.- Propósito: Que en este día se note que estamos en Pascua: procuraré sonreír
y poner buena cara

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le


respondo con mi oración.

Señor, te doy gracias por este tiempo de oración contigo. Te diré que eres
fantástico. Me encanta esa manera tan humana de presentarte a unos amigos a
quienes tanto desconcertó tu muerte. Te presentaste de una manera arrolladora
con tu cuerpo resucitado: con capacidad de diálogo, de sorpresa, de novedad.
Fuiste capaz de llenar de entusiasmo y ardor unos corazones fríos y
desesperanzados. ¡Qué grande eres, Señor!

ORACIÓN MIENTRAS DURE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del
hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas
dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes
cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente
encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un
pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del
coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos
fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

https://padreseudistas.com/domingo-3-ciclo-a-el-camino-de-los-discipulos-de-emaus/

DOMINGO 3° CICLO A EL CAMINO DE LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS


TIEMPO PASCUAL

Ambientación

Entramos en la 3ª semana de Pascua y seguimos celebrando «el Día que hizo el


Señor», el día de la Resurrección, el Domingo. El Evangelio de este tercer
domingo de Pascua nos invita a entrar, por la experiencia de Emaús, en
el encuentro con Jesús vivo, en la instrucción que Él da como Maestro a sus
discípulos y en la misión que les encomienda de darlo a conocer hasta los
confines de la tierra.

Continúa la Pascua. Sigue el Cirio encendido y las flores y los cantos y los
aleluyas. Y, sobre todo, el pueblo cristiano se siente «renovado y rejuvenecido en
el espíritu«, con la «alegría de haber recobrado la adopción filial» (oración
colecta), «renovado con estos sacramentos de vida eterna» (Oración después de
la comunión), «exultante de gozo porque en la resurrección de tu Hijo nos diste
motivo para tanta alegría» (oración sobre las ofrendas).

1. PREPARACIÓN: Invocación al ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo,

a disponer nuestra mente y nuestro corazón para que nos acerquemos a la


Palabra, dispuestos a descubrir en ella

la presencia del Señor Jesús,

que nos va a explicar las Escrituras y a partir el Pan.

Ábrenos los ojos para reconocerlo y el corazón para aceptarlo

y luego llevar su testimonio a nuestros hermanos.

Amén.

2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto?

Hch. 2, 14. 22-33: «No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio»

No hay duda que algunos cristianos de hoy padecen un cierto «complejo de


inferioridad» respecto a otros grupos o ideologías que parecen más eficaces y
llamativas. Al Apóstol Pedro, como a los demás, le sucedió igual. Vivió el miedo de
ser reconocido como cristiano. Pero cuando conoció la resurrección de Jesús y
recibió la fuerza del Espíritu, sintió la alegría de haber sido llamado por Jesús y
experimentó la fuerza de ser testigo del Señor y proclamar la Buena Nueva
recibida de Jesús resucitado.
El desánimo y la desorientación ante la muerte de Jesús, se convierten
en valentía y exaltación con la venida del Espíritu Santo, hasta el punto de
denunciar la participación del Pueblo en la muerte del Señor. Pero la misión de los
Apóstoles no es de mera denuncia. Por eso, proclaman con entereza que Jesús
ha resucitado y en él se dan cumplimiento las Escrituras porque Jesús es el
Mesías anunciado.

La muerte de Jesús no ha cerrado su presencia en el mundo. La resurrección y la


acción del Espíritu Santo hacen presente el mensaje de salvación proclamado por
Jesús y al cual es necesario convertirse.

Sal. 16(15): «No dejarás a tu fiel conocer a corrupción»

El salmo 16(15) es uno de los más bellos del Salterio. Y podríamos definirlo así:

«Historia de un hombre contento y feliz con su Dios». El salmista se ha mantenido


al margen de toda idolatría y canta la dicha que supone el permanecer
siempre fiel al Señor. Este salmo ha sido escogido por la cita que de él hace
Pedro en su discurso de Pentecostés para aplicar sus afirmaciones a la
Resurrección de Jesús: «se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas y mi
carne descansa segura… porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel
conocer la corrupción» (vv. 9-10).

El salmista nos hace esta bella profesión de fe: yo sólo me he refugiado en Dios.
No me he refugiado ni en las instituciones, ni en los amigos. Sólo en Dios. ¡Y me
ha ido muy bien!…

1Pe. 1, 17-21: «Los rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin


defecto»

San Pedro nos hace una lectura del Antiguo Testamento al estilo de Cristo en el
camino de Emaús. Lo acontecido obedece a un plan de Dios ya conocido en el
texto antiguo (Salmo 16) que san Pedro lee legítimamente, no como concerniente
al autor del salmo, que para él es el rey David, quien murió y permanece muerto
según lo confirma su sepulcro, sino como referido ya desde antiguo a Jesucristo.
Sin saberlo, el autor del salmo, sea David o quien sea, estaba hablando no de sí
mismo y su esperanza, sino del misterio de la Pascua de Jesús. Más allá de la
caducidad y fragilidad del hombre está la permanente fidelidad de Dios. Mil años
separan a David de Cristo y esa palabra adquiere plena y total vigencia siglos
después en el Cristo que vive resucitado.

Evangelio de Lucas

Lc. 24, 13-35: «Lo reconocieron al partir el pan»


13
Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista
sesenta estadios de Jerusalén, 14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había
pasado.
15
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó
a su lado; 16 pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. 17 Él les
dijo:
18
«¿De qué discuten por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno
de

ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que


no sabe las cosas que han pasado allí estos días?» 19 Él les dijo: «¿Qué cosas?»
Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y
palabras delante de Dios y de todo el pueblo; 20 cómo nuestros sumos sacerdotes
y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron.
21
Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas
estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. 22 El caso es que algunas
mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al
sepulcro 23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una
aparición de ángeles que decían que él vivía. 24 Fueron también algunos de los
nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no
le vieron». 25 Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo
lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para
entrar así en su gloria?»
27
Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo
que había sobre él en todas las Escrituras.
28
Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. 29 Pero
ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el
día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos.
30
Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y
se lo iba dando. 31 Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él
desapareció de su vista. 32 Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro
corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las
Escrituras?»
33
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos
a los Once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha
resucitado y se ha aparecido a Simón!» 35 Ellos, por su parte, contaron lo que
había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan.

Palabra del Señor

R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Releamos el texto para interiorizarlo

1. Contexto: Lc. 24, 1-53: Resurrección y manifestaciones


El presente pasaje ocupa un lugar central en los relatos lucanos de Resurrección.
Todo comienza con el relato del sepulcro vacío y el anuncio de los ángeles a las
mujeres (24,1-

11) y la visita de Pedro al sepulcro (24,12), que dan pie al pasaje de Emaús: 24,
13-35:

«Aquel día»: v. 13).

Después de nuestro relato, el evangelio cuenta la manifestación de Jesús al


grupo de discípulos (24,36-43) y las últimas instrucciones de Jesús y su
ascensión al cielo (24,44-53). Así llega el final del tercer evangelio.

b) Texto

Después de la resurrección de Cristo la Iglesia primera debió enfrentarse a una


situación nueva. Su dependencia del Señor era fundamental. ¿Pero cómo hacerlo
ahora cuando el Maestro ya no caminaba y compartía con sus discípulos como
antes de su muerte?

El bellísimo relato de los peregrinos de Emaús nos da una respuesta. La primera


etapa es la de la incertidumbre, el desconcierto, la frustración. Tantas esperanzas
fallidas. Una voz dice, sin embargo: ¿Por qué buscan entre los muertos al que
está vivo? (Lucas 24, 6). Una luz de esperanza alumbra esa oscuridad.

Del material propio de Lucas podemos destacar el evangelio de la infancia (1-2),


la autopresentacion en la sinagoga de Nazaret (4,16-22), la parábola del hijo
prodigo (15,11- 32), y este relato del camino de Emaús (24, 13-35).

Descubrimos en él un esquema de protoliturgia (como la de Moisés y Jetro en Ex


18,6- 12), compuesta de palabra y banquete. También se ha señalado
la semejanza estructural de este relato con el del eunuco (Hch. 8,26-40): en el
camino, lectura y explicación de la Escritura (Hch. 8, 30-35 = cfr. Lc. 24, 25-27);
y, al llegar, sacramento del Bautismo (Hch. 8, 36-39a = cfr. Lc. 24, 30-31).

El texto está muy bien construido en dos grandes partes («Y sucedió
que»: vv. 15 y 30), precedidas ambas por sendas introducciones.

 13-27: La primera sección comienza con una pequeña


introducción narrativa (vv. 13-14)) que da paso a la acción que transcurre por
el camino, y que consiste en la conversación de Jesús con los dos discípulos
(vv. 15-27).

Esta primera parte, en camino, es una lección de exegesis pascual, o sea,


explicación de la Escritura (AT) a la luz de la Resurrección, hecha por Jesús en
persona. Los versículos finales de esta parte suponen un auténtico clímax de esta
sección: una afirmación admirada (v. 25), una pregunta con gran fuerza retórica
(v. 26) y la acción de respuesta de Jesús, interpretando para los discípulos las
Escrituras (v. 27).

 28-35: Parecería que llegamos al final del relato. Pero, de inmediato sigue otra
introducción (vv. 28-29) que conduce a la segunda sección, la estancia en la
posada, donde se produce la fracción del pan, y la vuelta de los dos
discípulos a Jerusalén (vv. 30-35).

Esta segunda parte, llegada, es el descubrimiento y comprensión del misterio


al compartir de manos de Jesús su Pan de Vida. La liturgia los convierte a esos
dos discípulos en mensajeros.

El gran tema es el paso de no reconocer a Jesús a reconocerlo. Y los


instrumentos para ello: las Escrituras y la Fracción del pan. De fondo, la
cuestión central de la fe en la resurrección. Los discípulos no habían creído a las
mujeres (cf. 24,11) ni a los profetas (cf. 24,25) pero, gracias a la Palabra
explicativa de Jesús y al acontecimiento eucarístico, llegan a la fe.

Luego el relato pone en escena esa situación. Este maravilloso relato de los
discípulos de Emaús, es una pedagogía de la fe en Cristo resucitado.

c) Comentario:

Comparar con Hch. 8, 26–40: las dudas e indecisiones iniciales quedan resueltas
por la instrucción. Los dos relatos concluyen con una acción sacramental.

vv. 13-14:

Dos discípulos se alejan de la ciudad. Equivale a alejarse de la comunidad, de los


hermanos. Es romper con la esperanza, hundirse en la oscuridad cuando está
apuntando el día de la victoria de Dios. «Sesenta estadios» equivalen a poco más
de once kilómetros. El estadio equivale a 185 m.

Dos discípulos desconocidos, abrumados por los hechos ocurridos en Jerusalén,


se sienten fracasados, sin esperanza, con miedo y en angustia: tal vez, como nos
sentimos nosotros, en este momento, sin saber qué hacer, con miedo y con
angustia por la pandemia del coronavirus y, sobre todo, por las secuelas que ha
de dejar, en todos los niveles… Esos discípulos, en su desesperanza, que han
perdido la fe en Jesús y están desconcertados por el hecho de su muerte en la
cruz.

Salir de Jerusalén, en la mente del evangelista, parece significar una huida: los
discípulos huyen de lo sucedido ahí; huyen de una fe que no comprendían.
vv. 15-24:

En este pasaje, Lucas quiere presentar una catequesis sobre el encuentro de


Jesús con los discípulos. Es Jesús quien toma la iniciativa y va al encuentro de
ellos, tal como Dios salió al encuentro de Abraham, Moisés y los Profetas.

Un personaje se une a ellos, los escucha y entra en sus vidas y en sus


inquietudes. La falta de fe es la razón de la desesperanza de Cleofás y del otro
discípulo que leen los acontecimientos pasados en clave de fracaso, con un
«realismo» escéptico. Reconocen a Jesús solo como profeta, aunque poderoso.
Están decepcionados («esperábamos… pero…»: vv. 21-24).

La fe no cambia la realidad de lo que ocurre, pero «obliga» a leer esa realidad con
otras claves. ¿Cómo es tu lectura de la realidad? ¿Demasiado «realista»? ¿Qué
papel juega tu fe a la hora de analizar y valorar las cosas que ocurren, como
esta pandemia del coronavirus y sus consecuencias?

vv. 25-27:

Primero oye, luego con profundidad y calor muestra tener una lectura nueva del
plan salvador de Dios. Recorre la Palabra de Dios, la interpreta desde un punto
luminoso, el de la verdadera misión del Mesías y comunica con ardor su lectura.
Jesús les explica las Escrituras.

Este texto nos revela igualmente un lenguaje alternativo de la resurrección. En 24,


6. 23 nos dice simplemente que Jesús «ha resucitado», que «Él vive». En 24, 26
leemos:

«¿No era que el Mesías padeciera esto para entrar en la gloria?» Superada la
muerte, se abre el espacio de la vida en Dios que la Biblia llama la «gloria». En
24, 6 encontramos el término propio del lenguaje empleado para hablar de la
resurrección: ἠγέρθη (eguerte = del verbo ἐγείρω (egueiro) = «Despertar-
levantarse»). Es dejar el estado de muerte para asumir el compromiso de la
vida.

vv. 28-29:

Al fin de la jornada finge seguir su caminar de peregrino, pero se ha hecho


necesario en el corazón de sus compañeros. No se ha dado a conocer con un
nombre que sea familiar, pero es al mismo tiempo un interrogante. Los dos
viajeros apremian a Jesús a que se quede con ellos en la posada. Y Jesús se
queda con ellos. Jesús es el «Emmanuel», el Dios-con-nosotros (Mt. 1,23), el
Dios que cumple su promesa: «Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del
mundo» (Mt. 28,20). Los discípulos sienten un gran deseo de estar con Jesús:
¿Sientes tú esa misma necesidad de estar con Él? ¿En qué se concreta? Piensa
en tus espacios, tiempos y modos de oración.
vv. 30-32:

Viene el compartir de la mesa. Y es allí donde empieza a hacerse la plena luz.


Identifican sus palabras, sus rasgos inconfundibles, al partir el pan. La
expresión «fracción del pan», v. 30; 22, 19, que Lc. emplea también en Hch 2,
42; 4, 6; 20, 7; 24, 35, se refiere, sin duda, a la Eucaristía. El sustantivo κλάσις
= clasis, es la «acción de partir» (del verbo κλάw, que significa «partir»), y en el
Nuevo Testamento se usa solamente para significar la

«fracción del pan».

Los discípulos lo reconocen presente y resucitado cuando hace el gesto de la


última cena: la fracción del pan. La Palabra, incluso la Palabra de Dios,
es insuficiente sin el sacramento, sin el acontecimiento, sin la praxis. ¿Cómo
vives el momento de la Eucaristía? ¿Es ella el principal alimento de tu vida
creyente?

Este signo, con el que identifican a Jesús, no podía ser más sencillo. No había
casa en todo Israel en que no se hiciera algo parecido, pero es en algo tan
ordinario que lo reconocen: al ponerse a la mesa con ellos, tomar el pan,
bendecirlo, partirlo y darlo. Tuvo que haber algo más en ese signo que provocó en
ellos que «se les abrieran los ojos», tal como lo dice el v. 31. Signo que les
refrescaba la memoria de lo que había dicho y hecho Jesús, y por lo que había
entregado su vida, para sentarse como hermanos, compartir, superar barreras que
les ayudara a comprender su vida comunitaria presente.

Los discípulos sienten que arde su corazón mientras lo escuchan, cuando les
explica las Escrituras (cfr. v. 32). ¿Lees a menudo la Biblia, en especial los
Evangelios? ¿Oras con ellos? ¿Has experimentado alguna vez que la Palabra de
Dios te ha infundido una fuerza y esperanza que no tenías?

Esa experiencia produjo en los discípulos la superación del escándalo de la cruz


gracias a las Escrituras, es decir, a la comprensión de la Ley de la salvación por
la prueba, por el sufrimiento. En esa experiencia de los discípulos de Emaús
aprenden todos los miembros de la Iglesia que en todos los tiempos
pueden encontrar a su Maestro Resucitado, en su Palabra y en la Fracción del
Pan.

Jesús desaparece, pero se ha quedado en su casa, en su corazón, en la plenitud


de sus vidas.

vv. 33-35:

Los dos discípulos, que habían huido de Jerusalén, después de reconocer al


Señor, regresan a Jerusalén, seguramente porque obtuvieron un entendimiento
nuevo de la fe en el Crucificado: su Muerte en la Cruz va unida a
su Resurrección.
Jesús murió como muchos otros, pero no por la misma razón: Él entregó su vida
para indicar el camino indispensable hacia la verdadera gloria, y, de esta
manera, dio un significado a la muerte y el estilo de vida de aquel que quiera
seguirlo

Los discípulos viven, en el proceso del relato, una gran transformación: antes
abatidos y desalentados: al final, «levantándose» (v. 33: ἀναστάντες = del
verbo ἀνίστημι, que significa «levantarse, ponerse en pie», pero también significa
«resucitar»), ellos entran en un camino nuevo, realmente «resucitan», porque
dejan atrás un mundo de tristeza, angustia y desesperación y entran en un
«mundo nuevo» de una experiencia gozosa que debe ser compartida.

Todo esto significa que el proceso del encuentro con la Palabra (vv. 25-27) y
con la Eucaristía (vv. 30-32) transforma, levanta, alienta, moviliza sus pasos,
hace sentir la necesidad de contar a Jesús, anunciar lo que han visto y
oído (cfr. v. 35): esto es «evangelizar». ¿Te sucede a ti lo mismo cada vez que
participas en el encuentro orante de la Palabra o en la Eucaristía?

En cuanto a «los Once», reunidos en Jerusalén (v. 34), Lucas los reconoce
como testigos de un suceso propio y diferente a la manifestación que refieren los
recién llegados de Emaús. «¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a
Simón!» (v. 34), es la confesión de su fe y la confianza de que eso es verdad.

Esta jornada intensa de experiencia de Dios y de su Hijo Jesús termina donde


debía acabar. Regresan a la ciudad, a buscar la Comunidad de hermanos que en
ningún momento hubieran debido abandonar. Al final, los
discípulos vuelven (regresan de Emaús

= eso es «conversión») al lugar donde estaba la Comunidad reunida.

La Palabra y la Eucaristía crean comunión y comunidad.

3. MEDITACIÓN: ¿QUÉ NOS DICE el texto?

Nueva forma de presencia

Es una noche luminosa. Toda la comunidad ha hecho un descubrimiento en


el camino de la fe para los discípulos de todos los tiempos.

¿Cuál es ese descubrimiento? Ante todo, que Jesús de Nazaret no es un difunto


más de la historia sino una persona que vive hoy como ayer y por siempre (Hbr.
13, 8). Su manera nueva de estar hoy presente y actuante en su Iglesia, y en cada
discípulo, es a través de su Palabra. Leída desde la fe, con corazón ardiente, con
un punto central que es Jesucristo. Saberlo descubrir en cada tema, en los
personajes de la historia de la salvación, en los acontecimientos salvadores
anteriores a él. Su presencia palpita en cada página de la Biblia.
Está presente a través de los Sacramentos. Ellos son acciones suyas,
experimentadas hoy en nosotros, a través de signos y por el ejercicio de sus
ministros. Pero «es Cristo el que bautiza cuando alguien bautiza» (San Agustín).
En particular la Eucaristía, momento diario y culminante de su presencia.
Estamos invitados como los peregrinos de Emaús a reconocerlo en la Fracción
del pan. Reconocer es volver a conocer, pero de forma nueva.

Finalmente se hace presente en la Comunidad-Iglesia. Donde está ella reunida,


él está en medio de los suyos (Mt. 18, 20). Ella es su cuerpo vivo, uno y múltiple,
activo y operante en el mundo. En estos signos de su presencia debemos
escucharlo, acogerlo, compartir con él misteriosamente la vida. No lo busquemos
en vías extraordinarias o espectaculares. Busquémoslo y encontrémoslo en estos
signos de su presencia que él mismo nos ha dejado y nos ha dado a conocer.

Aún más: el confinamiento a que nos ha sometido la pandemia del Covid19, que
no nos permite (hasta nueva orden) reunirnos en el templo para la celebración del
culto, nos urge a saber descubrir la presencia de Dios de otra manera, en otras
partes, en la familia, en lo cotidiano, en el hermano enfermo, en quien sufre, es
decir, en el prójimo, que, ahora más que nunca, se convierte en sacramento de
Dios para los demás.

Somos peregrinos de Emaús

La Iglesia, nosotros que la constituimos, vivimos en permanente camino como los


discípulos de Emaús. Nos interrogamos como ellos sobre el sentido de la venida
de Dios al mundo en la persona de Jesús de Nazaret. Quisiéramos escuchar
esa Palabra que les hacía arder el corazón mientras les hablaba por el camino
y le explicaba las Escrituras. Como ellos le decimos a diario «quédate con
nosotros porque atardece y el día va de caída». Sin Él la vida no tiene su pleno
sentido. Pero como ellos debemos hacer la experiencia de encontrarlo en todos
aquellos lenguajes que nos hablan de él, y a través de los cuales él mismo nos
habla. Ciertamente su Palabra, pero también la voz angustiada de los que sufren
pobreza, abandono, falta de posibilidades para una vida digna y libre.

Es la situación del mundo en que vivimos marcado por la pobreza, la violencia, la


falta de una esperanza firme y positiva, y, en este tiempo de pandemia,
incertidumbre, angustia, miedo… Los acontecimientos de la historia, el mundo de
la posmodernidad que quiere acallar su voz y olvidar su paso por nuestra tierra
nos reclaman su presencia,

«presencia de Dios en rostro de hombre».

Emaús en la cuarentena

¿Será posible que, como les sucedió a los dos discípulos de Emaús, no nos
percatemos de su presencia junto a nosotros durante todo el camino en esta
cuarentena del confinamiento producido por la pandemia del coronavirus?
Durante todo este tiempo, por muchos medios y de muchas maneras (aunque, por
la emergencia sanitaria, no podamos celebrar públicamente la Eucaristía), el
Señor Jesús se acerca y se mete en nuestro camino, hace suyo nuestro problema,
nos da la oportunidad de desahogarnos cuando nos pregunta qué nos pasa, y
también «nos explica las escrituras» y «parte para nosotros el Pan» ¡en Casa!

Pero, caminamos tan embotados de la mente que no nos damos cuenta de su


rostro y sus manos al hablarnos. Es tan extraño a nuestros ojos que no vemos su
mirada, ni escuchamos su voz. Sólo han retumbado en nuestras mentes sus
palabras. ¿Cuántas veces nos habrá mirado, quizá con asombro, y nosotros ni nos
percatamos de ello?

Mientras mirábamos el suelo, el horizonte y el cielo, Él nos miraba a nosotros.


Mientras buscábamos por todos lados las causas del coronavirus, mirando
siempre hacia atrás para buscar culpables y «lavarnos las manos», Él está
siempre de nuestro lado y a nuestro lado para tocar nuestra puerta (la de cada
uno, la de todos) para que nos dignemos invitarlo a que se quede con nosotros,
porque Él, aunque es el Señor, es muy educado, respeta nuestra libertad y nunca
entra sin tocar.

4. ORACIÓN: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Jesús, Señor resucitado,

tú saliste al paso a los discípulos que caminaban ciegos

y faltos de toda esperanza:

háblanos como a ellos en el caminar de nuestra vida, ábrenos los ojos y el


corazón

para reconocerte en tu Palabra y en las Escrituras,

llénanos de asombro y gozo

cada vez que nos permites reconocerte junto a nosotros,

cuando nos reunimos

para celebrar tu memoria en la Eucaristía.

Quédate con nosotros, Señor, porque atardece; que el camino es arduo, y fuerte el
cansancio.

Quédate para decirnos tus palabras vivas que serenan la mente y remueven el
alma.

Aviva el rescoldo de nuestro pobre corazón, disipa las dudas y quita el miedo.
Quédate y purifica rostro y entrañas; abrasa nuestra tristeza;

sana a nuestros enfermos,

danos esperanza a todos en el mundo.

Pártenos el pan de tu compañía; ábrenos los ojos de la fe adormecida.

Quédate y renueva valores y sueños; danos otra vez tu paz.

Condúcenos siempre por el mundo, en la vida, para ver tu rostro

en las personas enfermas, en los servidores de la salud,

en los voluntarios de todo servicio civil

Quédate con nosotros, Señor, que el día ya decae, que el camino es arduo, y
fuerte el cansancio.

Amén.

5. CONTEMPLACIÓN – ACCIÓN: ¿A QUÉ NOS COMPROMETE la PALABRA?

La experiencia de los discípulos de Emaús seguramente la ha vivido una infinidad


de discípulos a lo largo de los siglos, quizás tú, incluso yo mismo. Y es la
experiencia de una esperanza fallida: «Nosotros esperábamos» (v. 21),
nosotros creímos. Estas palabras están llenas de todo el peso de la vida
cotidiana, llenas de esperanza y de experiencias humanas. Así como esos dos
discípulos tenían planes (la liberación de Israel), así nosotros hacemos planes
todos los días. Y así como ellos ven clavada en la cruz su esperanza y se vuelven
a casa, así nosotros sufrimos la desesperanza, cuando nuestros proyectos
parroquiales no funcionan como quisiéramos, o cuando encontramos muchos
obstáculos y resistencias para entregarnos plenamente a Jesús y a su obra
redentora; cuando un hijo nos da la espalda, o el cónyuge no nos escucha, ni nos
comprende, o simplemente cuando, con la aparición del coronavirus, nuestros
planes personales se ven frustrados y miramos al cielo y preguntamos, ¿por qué?

Los dos discípulos conocían bien a Jesús, porque habían hablado y comido con
él y resumen perfectamente su vida (hay que ver los términos en los que resumen
la vida del Maestro que son muy parecidas a los discursos de Pedro en los
Hechos de los Apóstoles (compárese Lc. 24,19 con Hch. 2, 22; 3, 22; 10, 38 y Lc.
24, 20 con Hch. 3, 13-14; 4, 10; 5, 30)… De la misma manera, nosotros, muchas
veces, pensamos que «sabemos» mucho de Él.

Y así como los dos discípulos no lo reconocen, pues su conocimiento de Jesús es,
sobre todo, intelectual, del mismo modo, nosotros no lo vemos ni encontramos
porque tenemos un conocimiento demasiado racional que no basta para
encontrarlo. Cualquier manera de comprender a Jesucristo a nuestro antojo impide
un auténtico encuentro con Él. Precisamente para el encuentro con Jesucristo no
sea incompleto, el texto que meditamos nos ofrece cuatro lugares donde
podemos descubrirlo:

En el camino de nuestra vida, sobre todo en los momentos de dudas,


incertidumbres, desesperanzas y desánimos; en la Escritura, en la que
redescubrimos permanentemente a Jesucristo e iluminamos nuestro caminar;
en la hospitalidad y acogida que le demos al hermano; en la Eucaristía, lugar
privilegiado del encuentro con Jesús, donde rememoramos los motivos y las
razones por las que entregó su vida.

Los dos discípulos tenían sus planes, pero eran los suyos, los que ellos se habían
hecho y que los bloqueaban, cegándolos e impidiéndoles reconocerlo; estos
planes se habían cumplido, aunque de manera diferente a como ellos se lo
imaginaban, en este «extranjero» que en ese momento caminaba con ellos.
Hablaban a Jesús, pero tal y como ellos se lo imaginaban, y por ello no lo
reconocen.

Pidamos a Dios que nunca olvidemos las causas por las que entregó su vida.
Pidamos perdón a Jesús por hacer de su resurrección un evento a nuestra
conveniencia sin comprometernos con lo que Él dijo e hizo. Por ello,
preguntémonos:

Algunas preguntas para meditar durante la semana:

1. ¿Qué causas impiden que tengamos un encuentro vivo de Jesús resucitado?


2. ¿Qué obstáculos encontramos para responden como discípulos al llamado del
Señor?
3. ¿En qué nos anima y a qué nos compromete que el Señor vaya a nuestro lado
siempre, especialmente en los que tenemos más desalientos y confusiones,
desesperanzas y desesperaciones?
4. ¿Nuestro proyecto personal y comunitario coincide con el proyecto del Reino de
Jesucristo y su mandato misionero?
5. ¿Te sientes integrado y unido a la Iglesia diocesana, a tu comunidad
parroquial?
6. ¿Has regresado de tu Emaús personal a la Jerusalén comunitaria?

http://lectiodivinacamo.blogspot.com/2014/04/lectio-divina-domingo-4-de-mayo-2014.html

Lectio Divina
UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL

«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá
una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada
Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a
través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le
responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que
la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Lectio Divina:
En el camino de Emaús

Encontrar la llave que abre el significado de la Escritura


1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la
luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que
parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y
resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura,
en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que
sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos
de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los
otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de
justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al
Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Una clave de lectura: Leamos el texto en el que Lucas nos presenta a Jesús
que interpreta las Escrituras. Durante la lectura tratemos de descubrir cuáles son
los diversos pasos del proceso de interpretación seguido por Jesús, desde el
encuentro con sus discípulos en el camino hacia Emaús, hasta el reencuentro de
los discípulos con la comunidad de Jerusalén.

b) Una división del texto para ayudar a la lectura:Lc 24,13-24: Jesús trata de
averiguar la realidad que hace sufrir a los discípulos
Lc 24,25-27: Jesús ilumina la realidad de los dos discípulos con la luz de la
Escritura
Lc 24,28-32: Jesús comparte el pan y celebra con los discípulos
Lc 24,33-35: Los dos discípulos regresan a Jerusalén y comparten su experiencia
de la resurrección con la comunidad.

c) El texto: Evangelio según San Lucas 24,13-35. :

13-24: Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista
sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había
pasado. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y
caminó a su lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. Él
les dijo: «¿De qué discutís por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido.
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en
Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?» Él les dijo:
«¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta
poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros
sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron.
Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas
estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas
mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al
sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una
aparición de ángeles que decían que él vivía. Fueron también algunos de los
nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no
le vieron.»
25-27: Él les dijo: «¡Oh
insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era
necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?» Y,
empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que
había sobre él en todas las Escrituras.
28-32: Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.
Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y
el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. Sentado a la mesa con
ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se
les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Se dijeron
uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos
hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
33-35: Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron
reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El
Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo
que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan.

Palabra del Señor


3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es el punto que te ha gustado más y porqué?


b) ¿Cuáles son los pasos de interpretación de la Escritura seguida por Jesús,
desde el encuentro con los dos amigos por el camino, hasta el regreso de los
discípulos a la comunidad de Jerusalén?
c) ¿Cuál es la situación en la que Jesús encuentra a los discípulos?
d) ¿Cuáles son las semejanzas y cuáles las diferencias entre la situación de los
dos discípulos y nuestra situación actual? ¿Cuáles son hoy los factores que ponen
en crisis nuestra fe y nos causan tristeza?
e) ¿Cuál fue el resultado en la vida de los dos discípulos de la lectura de la Biblia
hecha por Jesús?
f) ¿En qué puntos la interpretación hecha por Jesús critica nuestra manera de leer
la Biblia y en qué puntos la confirma?

5. Una clave de lectura

para aquellos que quieran profundizar más en el tema.


a) El contexto en el que escribe Lucas:

* Lucas escribe hacia el año 85 para la comunidad de Grecia y del Asia


Menor que vivían en una difícil situación, tanto interna como externa. Dentro
existían tendencias divergentes que hacían difícil la convivencia: por los fariseos
que querían imponer la ley de Moisés (Act 15,1); grupos estrechamente vinculados
a Juan el Bautista que no habían oído hablar del Espíritu Santo (Act 19,1-6); judíos
que se servían del nombre de Jesús para expulsar demonios (Act 19,13); existía
los que se llamaban discípulos de Pedro, otros que eran de Pablo, otros de Apolo,
otros de Cristo (1Cor 1,12). Fuera aumentaba siempre y cada vez más la
persecución por parte del Imperio romano (Ap 1,9-10; 2,3.10.13; 6,9-10,12-16) y la
infiltración engañosa de la ideología dominante del Imperio y de la religión oficial,
como hoy el consumismo se infiltra en todos los sectores de nuestra vida (Ap
2,14.20; 13,14-16).

* Lucas escribe para estas comunidades, para que reciban una orientación
segura en medio de las dificultades y para que encuentren la fuerza y la luz
en lo vivido desde la fe en Jesús. Lucas escribe una única obra en dos
volúmenes: el Evangelio y las Actas con el mismo objetivo general: "poder verificar
la solidez de las enseñanzas recibidas" (Lc 1,4). Uno de los objetivos específicos
es el de mostrar, mediante la historia tan bella de Jesús con los dos discípulos de
Emaús, cómo la comunidad debe leer e interpretar la Biblia. En realidad, los que
caminaban por el camino de Emaús eran las comunidades (y somos todos
nosotros). Cada uno de nosotros y todos juntos, somos el compañero o la
compañera de Cleofás (Lc 24,18). Junto a él, caminamos por los caminos de la
vida, buscando una palabra de apoyo y orientación en la Palabra de Dios.

* El modo cómo Lucas narra el encuentro de Jesús con los discípulos de


Emaús nos indica la forma cómo las comunidades del tiempo de Lucas
usaban la Biblia y hacían lo que hoy llamamos Lectio Divina o Lectura
Orante de la Biblia. Tres son los aspectos o los pasos que caracterizaban su
manera de interpretar lo referente a la Biblia.

b) Los diversos pasos o aspectos del proceso de interpretación de la


Escritura:

1º Paso: Partir de la realidad (Lc 24,13-24).


Jesús encuentra a los dos amigos en una situación de miedo y dispersión, de
desconfianza y de turbación. Estaban huyendo. Las fuerzas de la muerte, la cruz,
habían matado en ellos la esperanza. Jesús se acerca y camina con ellos,
escucha la conversación y pregunta: "¿De qué estáis hablando?" La ideología
dominante les impide entender y el tener una conciencia crítica: "Nosotros
espérabamos que el fuese el liberador, pero…" (Lc 24,21). ¿Cuál es hoy la
conversación del pueblo que sufre? ¿Cuáles son hoy los hechos que ponen en
crisis nuestra fe?
El primer paso es éste: acercarte a las personas, escuchar la realidad, los
problemas, ser capaces de hacer preguntas que ayuden a mirar la realidad con
una mirada más crítica.

2º Paso: Servirse del texto de la Biblia (Lc 24, 25-27)


Jesús se sirve de la Biblia no para dar una lección sobre la Biblia, sino para
iluminar el problema que hacía sufrir a sus dos amigos y luego clarificar la
situación que estaban viviendo. Con la ayuda de la Biblia, Jesús coloca a los dos
discípulos en el proyecto de Dios y les indica que la historia no se escapa de la
mano de Dios. Jesús no usa la Biblia como un doctor que ya lo sabe todo, sino
como un compañero que quiere ayudar a sus amigos a recordar lo que ellos
habían olvidado: Moisés y los Profetas. Jesús no causa en ellos un complejo de
ignorancia, sino que trata de ponerlos en condiciones de recordar, despierta por
tanto su memoria.
El segundo paso es éste: con la ayuda de la Biblia, iluminar la situación y
transformar la cruz, señal de muerte, en señal de vida y esperanza. Así lo que
impide ver, se convierte en luz y fuerza a lo largo del camino.

3º Paso: Celebrar y compartir en comunidad (Lc 24,28-32)

La Biblia, por sí sola, no abre los ojos, pero ¡hace arder el corazón! (Lc 24,32). Lo
que abre los ojos y hace descubrir a los amigos la presencia de Jesús es el
compartir el pan, el gesto comunitario. En el momento en que es reconocido,
Jesús desaparece. Y ellos mismos experimentan la resurrección, renacen y
caminan solos. Jesús no se apropia del camino de sus amigos. No es paternalista.
Resucitados, los discípulos son capaces de caminar por sus pies.
El tercer paso es éste: saber crear un ambiente orante de fe y fraternidad, donde
el Espíritu pueda obrar. Es el Espíritu el que hace descubrir y experimentar la
palabra de Dios en la vida y nos lleva a entender el sentido de las palabras que
Jesús dice (Jn 14,26; 16,13). Y es sobre todo en este punto de la celebración, en
el que la práctica de las comunidades eclesiales de base, sostenidas por las
esparcidas por el mundo, nos ayudan a nosotros religiosos y religiosas a encontrar
de nuevo el antiguo pozo de la Tradición para beber su agua.

El objetivo: Resucitar y regresar de nuevo a Jerusalén (Lc 24,33-35).


Todo ha cambiado en los dos discípulos. Ellos mismo resucitan, se animan y
regresan a Jerusalén, donde continúan estando activas las fuerzas de muerte que
mataron a Jesús, pero en donde se manifiesta también las fuerzas de la vida en el
compartir la experiencia de la resurrección. Valor en lugar de miedo. Fe en vez de
ausencia. Esperanza en vez de desesperación. Conciencia crítica, en vez de
fatalismo ante el poder. Libertad en vez de opresión. En una palabra: ¡vida en vez
de muerte! Y en vez de la noticia de la muerte de Jesús, ¡la Buena Noticia de la
Resurrección!
El objetivo de la lectura de la Biblia es éste: experimentar la presencia viva de
Jesús y de su Espíritu, presentes en medio de nosotros. Es el Espíritu el que abre
los ojos sobre la Biblia y sobre la Realidad y nos lleva a compartir la experiencia
de la Resurrección, como sucede también hoy en los encuentros comunitarios.
c) El nuevo modo de Jesús: hacer una lectura Orante de la Biblia:

* A veces, no es posible entender si el uso que los evangelios hacen del


Antiguo Testamento viene de Jesús o se trata de una explicitación de los
primeros cristianos, que de esta forma trataban de expresar su fe en
Jesús. Pero lo que es innegable es el uso constante y frecuente que Jesús hace
de la Biblia . Una simple lectura de los evangelios nos muestra que Jesús se
orientaba en la Escritura para realizar su misión y para instruir a los discípulos y a
la gente.

*A la raíz de la lectura que Jesús hace de la Biblia está la experiencia de Dios


como Padre. La intimidad con el Padre da a Jesús un criterio nuevo que le pone
en contacto directo con el autor de la Biblia. Jesús busca el significado en la
fuente. No de la letra a la raíz, sino más bien de la raíz a la letra. La siguiente
comparación nos ayuda a esclarecer este punto. La comparación de la fotografía,
descrita en la Lectio Divina del Domingo de Pascua, nos ayuda a esclarecer este
asunto. Como por un milagro, aquella fotografía de rostro severo se iluminó y
adquirió trazos de gran ternura. Las palabras, nacidas de la experiencia vivida del
hijo, cambiaron todo, sin cambiar nada (Véase Lectio Divina de Pascua).

* Y así, hojeando las fotografías del Antiguo Testamento, la gente del tiempo
de Jesús, se hace la idea de un Dios muy distante, severo, de difícil acceso,
cuyo nombre no puede ser pronunciado. Pero las palabras y los gestos de
Jesús, nacidos de la experiencia de Hijo, sin siquiera cambiar una letra (Mt 5,18-
19), cambiaron todo el sentido del Antiguo Testamento. El Dios que parecía tan
distante y severo, adquiere los rasgos de un Padre lleno de ternura, siempre
presente, pronto a acoger y ¡a liberar! Esta Buena Noticia de Dios, comunicada
por Jesús, es la nueva clave para releer todo el Antiguo Testamento. El Nuevo
Testamento es una relectura del Antiguo Testamento, hecha a la luz de la nueva
experiencia de Dios, revelada en Jesús. Este modo diverso de iluminar la vida con
la luz de la palabra de Dios, le causa muchos conflictos, porque vuelve críticos a
los pequeños y por consiguiente, incomoda a los grandes.

* Al interpretar la Biblia para el pueblo, Jesús muestra los rasgos del rostro
de Dios, la experiencia que Él mismo tenía de Dios como Padre. Revelar a
Dios como Padre era la fuente y el objetivo de la Nueva Noticia de Jesús. En su
actitud Jesús manifiesta el amor de Dios hacia los discípulos, tanto hombres como
mujeres. Revela al Padre ¡lo encarna en el amor! Jesús podía decir: "Quien me ve,
ve al Padre" (Jn 14,9). Por esto, el Espíritu del Padre estaba también con Jesús
(Lc 4,18) y en todo le acompañaba, desde la encarnación (Lc 1,35), al comienzo
de su misión (Lc 4,14), hasta el final, en la muerte y resurrección (Ac 1,8).

* Jesús intérprete, educador y maestro, era una persona significativa para


sus discípulos. Y por siempre ha marcado sus vidas. Interpretar la Biblia, no es
solo enseñar la verdad que el otro debe vivir. El contenido que Jesús debía dar no
se hallaba sólo en las palabras, sino que estaba presente en los gestos y en su
modo de relacionarse con la gente. El contenido no está nunca separado de la
persona que lo comunica. La bondad y el amor que afloran en sus palabras hacen
parte del contenido. Son su temperamento. Un buen contenido sin la bondad es
como leche derramada.

6. Salmo 23 (22)

Dios es nuestra herencia por siempre

Yahvé es mi pastor, nada me falta. En verdes pastos me hace reposar.


Me conduce a fuentes tranquilas, allí reparo mis fuerzas. Me guía por cañadas
seguras haciendo honor a su nombre. Aunque fuese por valle tenebroso,
ningún mal temería, pues tú vienes conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas ante mí una mesa, a la vista de mis enemigos; perfumas mi cabeza,
mi copa rebosa. Bondad y amor me acompañarán todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa de Yahvé un sinfín de días.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la
voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos
comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que
nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner
en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu
Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

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