Está en la página 1de 6

¿Es América Latina parte de

Occidente?

Tª de las Civilizaciones
María Alférez Sánchez
Alejandro Enríquez Poza
1º RRII+FPE
En las últimas décadas se ha propagado la idea o tendencia a diferenciarse lo máximo
posible del más cercano o parecido, tratando de justificar con su nuevo estatus diferenciado,
ciertas acciones -mayoritariamente políticas-. Esta moda, como todas, ya se dió hace tiempo
atrás, cuando con el neoimperialismo los países trataron de demostrar sus diferencias y
superioridad respecto a los países colonizados con el fin de justificar sus acciones. Hoy en
día, esta corriente de desvinculación se está dando principalmente en América, donde el Sur
trata de desvincularse del Norte y por ende de Occidente, y el Norte trata de justificar sus
actuaciones antimigratorias desvinculandose del Sur. De este dilema y de otras
particularidades nos habla Don Emilio Lamo de Espinosa en su trabajo: ¿Es América Latina
parte de Occidente? Este será el escrito que tomaré como referencia a la hora de elaborar este
trabajo.

No se puede empezar a tratar esta cuestión sin antes dejar claro que entendemos por
Occidente. En este contexto, habrá de referirse a Occidente como civilización no como esa
entidad política abstracta de la que se habló en la Guerra Fría y de la cual habríamos de
olvidarnos, en palabras de Alain de Benoist. Occidente, como civilización, recoge una serie
de regiones que presentan unos rasgos comunes. Estos rasgos son tanto para Huntington,
como para el autor del texto y para mí los siguientes: “el legado de los clásicos, la pluralidad
de lenguas, la separación entre autoridad espiritual y temporal, el Estado de Derecho, el
pluralismo social, el individualismo, la representación política y el cristianismo occidental
(protestantismo y catolicismo)” (Lamo de Espinosa, 2018). Por lo que, las regiones que
compartan estas características, siendo mayormente importantes el lenguaje y la religión,
serán regiones occidentales. Con ello, entendemos que Occidente está formado por: Europa,
América, Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica. Entonces, ¿por qué Latinoamérica se quiere
hacer ver como algo diferente a Occidente?

La respuesta a dicha pregunta la encontramos en la historia. Es igualmente sabido que


a la vez que los europeos descubrieron América, ya había población allí. Existían -y existen-
numerosas tribus indígenas, cada una con su particularidad propias. Estas tribus nativas eran
ciertamente pequeñas, aunque encontramos ejemplos de otras más grandes que llegaron a
desarrollar una cultura -Incas, Mayas, Aztecas, etc-. Con todo esto, América cuando fue
descubierta fue percibida por los europeos como un mosaico de poblaciones diferentes e
inconexas. En línea con Huntington, América y los americanos no se percibían así mismos
como una unidad; no comprendían más allá de su núcleo y no eran capaces de entenderse
como un conjunto de semejantes, pues casi nada tenían que ver unos con otros. Tras esto, se
entiende que América ,como conjunto, no ha sido una civilización histórica en ningún
momento, aunque sí ha presentado diferentes culturas y civilizaciones que ha integrado y que
la enriquecen y en cierta medida la diferencian del resto.

Tras lo leído en el anterior párrafo, referido principalmente a Sudamérica, nos


deberíamos preguntar por qué en Estados Unidos se da el caso totalmente opuesto. Mientras
el Sur del continente americano clama por su pasado, el Norte se erige como líder de
Occidente, y no hemos de olvidar que el continente entero fue colonizado casi a la vez.
El caso de Norteamérica se puede entender desde la coloquial afirmación: “Estados
Unidos se ha creado su propia historia e identidad y tiene poco más de 200 años”. Todos
conocemos las historias de indios y vaqueros y en cierta medida la historia de los Estados
Unidos. Por ello sabemos que a su llegada, el territorio que ocuparon estaba habitado por
numerosas tribus indias, como en el Sur, pero aún así ni canadienses ni estadounidenses han
desarrollado un arraigo a su pasado como los latinos. Puede ser que este desarraigo se diera
porque los indios no desarrollaron una cultura tan fuerte como hicieron los incas o mayas.
Aunque a mi parecer ,y coincidiendo con el Señor Lamo de Espinosa, creo que la principal
causa es la obsesión de los anglosajones de crear algo totalmente nuevo a su llegada, sin tener
en consideración el pasado histórico del territorio que ocuparon. En esta línea, los
colonizadores norteamericanos (tratando de justificarse mediante la idea de frontera
presentada por Turner de la frontera) al llegar a la región hicieron como si no hubiera nada ni
nadie en el otro lado de su frontera. Y es por ello, que no tengo reparo en afirmar que aún por
mucho que se critique la colonización española de América, la actuación estadounidense fue
peor pues no considero en ninguno de sus aspectos al indígena, acabando casi por
exterminarlo. Esta “falta de compasión” se puede observar también en el mestizaje, pues
mientras portugueses y españoles no dudaron en vincularse con el indígena y engendrar una
gran cantidad de familias mestizas, los estadounidenses presentaron unos valores de mestizaje
muy reducidos.
Por esta idea de crear y mantener una identidad nueva e independiente a casi cualquier
rasgo, es que se están dando esas políticas enormemente antimigratorias y es por lo que se
fomenta el nacionalismo estadounidense. La llegada de los latinos a norteamérica alteraría de
forma sustancial su identidad, algo a lo que estos no están dispuestos.

Como vemos, la colonización de estas tierras en el pasado es lo que ha marcado una


concepción diferente de sí mismas en el presente. Ya hemos explicado en cierta medida el
proceso de colonización de norteamérica por parte de los anglosajones, es momento ahora de
explicar el caso de Sudamérica. Esta fue colonizada por España, mayoritariamente, y
Portugal.
El caso de España es un caso particular, tanto en la colonización como en su
concepción dentro de Occidente. Hay varios estudiosos que ven en España una civilización
diferente a la occidental por su tendencia a orientalizarse, por nunca haber llegado a
civilizarse, por su carente aportación a Europa o por su historia tan convulsa. Pero todas estas
opiniones sobre el papel de España en Occidente me parecen incorrectas o al menos mal
enfocadas. España es diferente, eso está claro, es diferente como el resto de países
occidentales, pero no por ello no es parte de Occidente. España encuentra en sí misma todos
esos aspectos característicos de la civilización occidental y es más, ha sido ,y es, por historia
la máxima defensora y exponente de sus valores. España defendió su religión, su lengua, su
política, su cultura… de musulmanes, judíos, etc. Y además, divulgó sus valores -los de
Occidente- por otros territorios (América, África, etc.) gracias al carácter universal de estos.
Y todo eso que exportó a sus territorios conquistados lo sigue manteniendo hoy en día, y le ha
añadido aquello que importó y trajo de sus conquistas, novedades que enriquecieron a
Occidente como civilización. Por todo ello, podemos afirmar que España es parte de
Occidente al mantener sus características básicas, aún haber hecho aportaciones innovadoras
aportaciones a dicha civilización a lo largo de la historia. El problema que encontramos desde
hace tiempo, es que la degeneración política y el populismo han llevado a una crítica
desmesurada contra la historia de nuestro país. Con esto no quiero decir que todo lo que se
hizo tiempo atrás fue correcto pero sí quiero decir que todo ello fue y es clave para nuestra
concepción actual del país, de Europa y de Occidente.

Enfocándonos ahora, en ese momento tan emborronado que fue el descubrimiento y la


conquista de América, sin olvidar la pregunta que titula este trabajo, debemos afirmar en
primera instancia, que la conquista de América supuso la romanización de esta. No tuvo lugar
una “castellanización” o “portuguelización” por así decirlo, sino que América fue latinizada o
romanizada. “España y Portugal hicieron en América Latina exactamente lo mismo que
Roma había hecho con ellos 1.500 años antes” (Lamo de Espinosa, 2018), es decir, América
sufrió el mismo proceso que estos países habían sufrido con la conquista del Imperio
Romano; incluso, “los mismos elementos culturales que unificaron a España y Portugal
fueron para unificar América Latina” (Lamo de Espinosa, 2018). En este sentido,
entendiendo que la base más pura y principal (lengua y religión) de Occidente venía dada por
Roma, al ser incorporada en la civilización indígena esta se hizo igual de Occidental que el
resto de países occidentales; es por ello que no cabe hablar de una América Latina fuera de
Occidente. Lo que sí hemos de hacer, es destacar que al mantener sus culturas autóctonas al
mismo tiempo que incorporaba elementos occidentales hizo de sí misma algo más rico si
cabe.Podemos concluir que sin Occidente, Sudamérica no sería lo que es hoy en día, pero que
sin conservar su pasado, tampoco sería Latinoamérica.

Con todo lo explicado anteriormente podemos responder a la pregunta principal pero


también al resto de preguntas que plantea el autor del texto en el que nos hemos basado.
América Latina es parte, e importante, de Occidente pues encuentra en sus rasgos
característicos los mismos que el resto de Occidente y ha sufrido el mismo proceso de
romanización. De la misma manera, España no puede ser entendida, ni por exceso ni por
defecto, fuera de Occidente pues es el máximo estandarte histórico de su esencia. Lo que
debe de hacer y entender Occidente como conjunto, es la diversidad de culturas que alberga
dentro de sí y aceptar esa pluralidad tan enriquecedora para su población, alejándose de
quienes por intereses propios tratan de diferenciar y excluir. Por ello, considero muy
necesaria la creación de instituciones culturales ,no políticas, que recojan y divulguen la
diversidad, historia e importancia de Occidente, fomentando la tolerancia y la convivencia y
haciendo de estas el nuevo y adicional rasgo característico de esta nuestra civilización.

Además, siguiendo la línea del autor, es importante observar la evolución y el devenir


de América. Como se ha explicado, en América se da una sola civilización pero que ha
llegado por dos vías distintas: la anglosajona y la hispana; lo que supone una diferenciación
en su entendimiento. Por ello, hemos visto cómo convergen y se mezclan ambas ramas ,pues
están destinadas a hacerlo, con el fin de comprender el devenir de Occidente como
civilización pero en cierta medida, también en su matiz político. Además, también la posición
actual de “las dos Américas” debe ser vigilada y reconducida por el resto de países
occidentales hacia la conciliación, pues la oposición cultural y política que están
protagonizando está causando graves consecuencias en la población de ambas.
¿Y cómo se encuentra Occidente hoy en día? Es lo que se pregunta Emilio Lamo de
Espinosa para finalizar. Con razón, y cómo ya había mencionado Luís Díaz del Corral en su
obra El rapto De Europa: Una interpretación histórica de nuestro tiempo, Europa ha dejado
de ser la protagonista de la historia, al haber potenciado con su esencia universal al resto de
potencias y a la vez, haber ido decayendo por sí misma. Por ello, los occidentales y sobre
todo los europeos, debemos comprender y aceptar nuestra situación actual, y apoyar y
asegurar la permanencia de los rasgos originarios de nuestra civilización.
En lo que difiero con el autor, es en su interpretación de la nueva situación de
“equilibrio inestable de poderes” en relación con Europa y Occidente. Pues la OTAN, esa
alianza occidental a la que se refiere, no está nada obsoleta hoy en día, cumple su misión de
mantener a Occidente unido ,en torno a su nueva potencia hegemónica, los Estados Unidos-.
Además, aunque parezca posible un acercamiento de Europa hacia el Este, no se hará efectivo
nunca pues la relación práctica que hay entre los E.E. U.U. y Europa lo impediría. Como ya
estableció correctamente Kissinger, en el caso de que Europa girara hacia Oriente, América
perdería todo su valor y acabaría siendo una simple isla subordinada a Eurasia; dejando así la
civilización Occidental reducida a América y, con suerte, a Nueva Zelanda y Australia. Por lo
que, si Estados Unidos continúa siendo un “jugador internacional”, Europa no se tornará
hacia Oriente y la civilización occidental permanecerá intacta.
Ante esto, me reafirmo en la necesidad de acabar con la división de América en dos,
pues esta tensión lo único que genera es la “debilidad” de ambas y en consecuencia de
Occidente en su conjunto. Además, al igual que el autor, considero que “Latinoamérica debe
reclamarse como lo que es, una parte esencial de la civilización occidental” (Lamo de
Espinosa, 2018) y tener una participación más activa en el “tablero mundial”. América
Latina, debe orientarse hacia una actuación activa en el plano internacional para favorecerse a
sí misma y ayudar en la perpetuación de Occidente.

Para finalizar, quisiera hablar brevemente de la politización del pensamiento pues,


como se puede leer en mi trabajo y en el del catedrático, el uso de la razón y de la historia
como un arma política se lleva dando desde hace tiempo atrás y más que reducirse parece
aumentar. Hemos podido ver cómo algunos líderes justificaban acciones deleznables
mediante el pensamiento tergiversado de pensadores y estudiosos o como estos se sometían a
la política y usando su “autoridad moral e intelectual” creaban ideas que justificaran futuras
acciones políticas. El uso excesivamente interpretativo al que se está sometiendo a la Historia
y los intentos por reescribirla me parece que está afectando negativamente al devenir de la
política mundial. Por ende, considero sumamente necesario la enseñanza desde el
pensamiento crítico, que permita a todo el mundo aprovechar los numerosos medios
presentes para ser capaz de ver todos los matices que pintan nuestras acciones pasadas,
presentes y futuras y así liberarnos de la demagogia y del uso interesado que nos dan los
políticos y los diferentes agentes.
Bibliografía:

Lamo de Espinosa, E. (2018). ¿Es América Latina parte de Occidente? [Documento de

trabajo].

También podría gustarte