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Desde temprana edad, James tuvo que trabajar para poder ayudar a su madre, que era viuda.
Siendo todavía muy joven, encontró trabajo en la finca de un próspero granjero, el Sr. Taylor.
Sucedió que durante su estadía en la finca, James se enamoró de la hija del Sr. Taylor.
—Estoy enamorado de su hija —dijo James— y quisiera tener su permiso para visitarla. Voy a
trabajar duro para poder casarme con ella.
—¿Qué puedes ofrecerle tú a mi hija? —replicó el Sr. Taylor—. No posees dinero, ni reputación ni
futuro. Tengo mejores planes para ella.
Transcurrieron los años. Un día el Sr. Taylor decidió derribar el viejo galpón donde James había
dormido mientras trabajaba para él. Su sorpresa fue grande cuando vio que en una de las vigas
estaba escrito el nombre «james A. Garfieldn. «james A. Garfield?», se preguntó el Sr. Taylor,
mudo de asombro. James A. Garfield era en ese momento el presidente de los Estados Unidos!
¡Pensar que su hija habría podido llegar a ser la primera dama del país!
¿En qué se equivocó el Sr. Taylor? Bueno, no se equivocó al decir que James era un pobretón en
aquel momento. Pero se equivocó al pensar que siempre lo sería.
De manera que, si has caído, levántate. El suelo no es para ti. Que nadie se equivoque contigo.
Dios te creó para triunfar.