Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
siente cargado, y se hace imposible escuchar la melodía del viento con el bullicio de
la música, la gente conversando, gritando, riendo u cualquiera otra cosa que se
pueda escuchar en un mercado.
Suena a una escena escandalosa pero si estuviesen ahí, creanme que se hubiesen
quedado contemplando aquel panorama igual que yo lo hice, era algo que veía
todos los días, algo que siempre estaba a mi alcance, pero a pesar de ser algo tan
accesible era algo que jamás me cansaría de admirar, ese paisaje me enamoraba
todos los días, nunca lo terminaba de conocer.
Pero ya era suficiente "palabrería", como dice mi padre.
-Adamo, qué te he dicho de estar vagando hasta tarde por los mercados de la
ciudad?
-Señor pero solo me he retrasado unos minutos.
-Sabes bien que me gusta la puntualidad.
-Solo voy a pasar la tarde a la plaza, no veo lo malo en eso.
-Solo entra a la casa y no refutes otra vez.
Entré a casa y saludé a mi madre, se veía más cansada de lo normal, sentía pena
por ella, ya no era tan joven pero trabajaba mucho en casa, y algunas veces
también en la calle salía a vender telas.
-Buenas noches madre.
-Hola hijo. -Me dijo con una sonrisa sincera en su rostro.
Sirvió la cena y todos comimos en silencio.
Me despedí de ellos
Los vi alejarse, y me di cuenta de que nunca volvería a verlos, me sentía triste, pero
me di cuenta de que era mi oportunidad de empezar de nuevo, de encontrar mi
propio camino.
Continué tratando de hallar una ocupación, y al cabo de unos días iba a rendirme.
Una tarde le hice a Simone una pregunta un tanto personal, a pesar de que no
solíamos conversar mucho, me sentí con derecho, él era mi maestro y además de
las lecciones sobre los océanos y las cordilleras, también necesitaba lecciones
sobre la vida.
-Simone, si te apasiona tanto la tierra porque no has ido a explorarla, en vez de
estudiar ese montón de mapas, superficies y todo lo demás?
-Adamo, yo ya soy viejo, y he completado mi misión de enseñarte lo que sé, yo
estudio la tierra para que gente como tu vaya y la explore.
No le respondí nada, solamente asentí con la cabeza.
Esa noche la pasé muy bien, me sentí en casa, con alguien que consideraba mi
padre, Simone.
Simone tenía una casa enorme, y muy pintoresca, pero era demasiado para dos
personas, y sé que él se deprimía antes de que yo llegara a trabajar con él, esa era
una de las razones por las que no quería dejarlo.
Dos semanas más tarde, durante la cena, le comenté a Simone lo que había
decidido.
-¿Entonces?
-Voy a ser marinero, voy a recorrer el mundo en barco.
Simone me miró sonriente, y luego asintió con la cabeza.
-Sé que serás feliz, hijo.
Durante los primeros días, me sentía muy solo, pero luego me acostumbré a la vida
en el barco, y me di cuenta de que era lo que quería. Estaba contento de haber
tomado la decisión de ser marinero, y sabía que Simone estaría orgulloso de mí.
Capítulo tres
Apenas pisé tierra en Huelva, supe que era el lugar en el que quería vivir. Me
enamoré de sus paisajes, de su gente, de su forma de vida… Todo era perfecto para
mí. Así que, después de mucho pensarlo, decidí quedarme a vivir allí. Compré una
pequeña casa en el centro de la ciudad, y me sentí como en casa desde el primer
día.
Estaba feliz de finalmente haber “encontrado mi lugar”. Todos los meses solía
escribirle una carta a Simone, le contaba lo que hacía, dónde estaba, cómo me
sentía, le contaba todo.
“Espero que reciba todas mis cartas. Espero que las lea y sienta felicidad y orgullo
de mi” -Pensaba.
Ya había pasado muchos veranos ahí en Huelva. Pero llegó un verano, en el que en
uno de esos días soleados y calurosos, de repente sentí el deseo de estar en
Verona otra vez, de volver a sentarme por las tardes a contemplar el gran mercado
de la ciudad….
Me dije: ¿Por qué no pasar el verano allí?
Me dispuse a preparar mis maletas para pasar el verano en mi querida Italia.
Así, un jueves por la tarde, partí hacía Italia.
“Tengo suerte de tener un barco y saber navegar”. -Pensé
“Todo esto es gracias a Simone”
Pasar el tiempo con Malena me hacía olvidar que pronto tenía que volver a Huelva,
y eso era un problema porque me estaba acostumbrando a ella.
Unos días más tarde, la quise llevar a la playa, era de noche y estábamos
acostados en la arena mirando las estrellas, esa noche le dije a Malena que pronto
iba a marcharme.
-Ya lo sabía, era un poco obvio no?
-Cómo?
-La poca ropa que tenías, la forma en que querías visitar cada rincón de Verona con
tanto apuro….
Sonreí penosamente.
-No te preocupes Adamo, podrás volver otro verano para verme y hacer esto de
nuevo.
Me quedé en silencio, Malena sacó una caja de cigarrillos y encendió uno.
-¿Quieres uno?
-Está bien.
Había fumado muy pocas veces pero no quería quedar en vergüenza frente a
Malena. El humo salía de mi boca y nariz lentamente, y lo exhalaba con cuidado.
-Elige una estrella para nosotros.
-Esa de ahí, y se va a llamar Malena, como tú.
-No sabes cuánto te voy a echar de menos. -Dijo Malena.
-Yo también.
-Eres muy especial Adamo, nunca había conocido a nadie como tú.
-Eres muy especial tú, Malena.
Ella sonrió.
-¿Qué vas a hacer cuando vuelvas a Huelva?
-No lo sé, supongo que tratar de olvidarme de ti.
-Eso será muy difícil.
-Sí, pero trataré.
-Aún así, te seguiré echando de menos.
Me quedé en silencio, no quería decirle lo mismo porque no quería darle
esperanzas, pero era la verdad.
-Ojalá te hubiese conocido cuando era un mozo.
-Las cosas pasaron así por algo.
Tomé a Malena de la mano y la lleve a caminar por la playa, le hablé de mis más
profundos pensamientos, de mis proyectos, de todo lo que a nadie más le había
hablado.
-Malena vete conmigo a Huelva.
-No Adamo, yo pertenezco aquí, y aquí te voy a esperar hasta el próximo verano.
-Con lágrimas en los ojos la abracé por un largo rato.
-¿Malena?
-Adamo… -Dijo ella con una sonrisa.
-¿Qué haces aquí?
-Me mudé aquí después de que te marchaste.
-¿De verdad?
-Claro, ¿cómo podría olvidarte?