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Un maestro joven solicitó la plaza.

Se le dijo que cada maestro había fracasado rotundamente,


pero decidió aceptar el riesgo. El primer día de escuela el maestro pidió a los muchachos que
establecieran sus propias reglas y el castigo por quebrantarlas. La clase fijó diez reglas que se
escribieron en la pizarra y luego el maestro preguntó: “¿Qué haremos con aquel que quebrante
las reglas?“.
“Quitarle el abrigo y darle diez azotes en la espalda“, fue la respuesta.
Uno o dos días después, Tom, un alumno alto y fuerte, descubrió que le habían robado el
almuerzo. “Encontraron al ladrón, un hambriento muchachito de unos diez años“.
Cuando Jim se acercó para recibir su castigo suplicó que no le quitaran el abrigo. “Quítate el
abrigo“, dijo el maestro. “¡Tú colaboraste en la creación de las reglas!“.
El muchacho se quitó el abrigo. No tenía camisa y su flaco torso quedó al descubierto. El maestro
vaciló con la vara y Tom se puso en pie y se ofreció de voluntario para recibir el castigo del
muchacho.
“Muy bien, existe cierta ley mediante la cual uno puede tomar el lugar del otro. ¿Están todos de
acuerdo?“, preguntó el maestro.
Después de cinco azotes en la espalda de Tom, la vara se rompió. La clase estaba llorando. “El
pequeño Jim se había puesto en pie y echado sus brazos alrededor del cuello de Tom. ’Tom,
siento haberte robado el almuerzo, pero tenía mucha hambre. ¡Tom, te amaré hasta que muera
por haber recibido los azotes que eran para mí! ¡Sí, siempre te amaré!’“8.

Con respecto a nuestros actos en esta vida y a la Expiación, el presidente J. Reuben Clark, hijo,
contribuyó esta valiosa reflexión cuando dijo: “Considero que [el Salvador] nos dará el menor de
los castigos que justifique nuestra transgresión. Creo que, como parte de Su justicia, ofrecerá
todo Su infinito amor, bendiciones, misericordia, amabilidad y comprensión… Y, por otro lado,
creo que cuando nos recompense por nuestra buena conducta, nos dará lo máximo que pueda,
teniendo presente la ofensa que hayamos cometido“30.

Tal y como escribiera Isaías, si nos volvemos al Señor, “[él]… será amplio en perdonar“31.

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