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Dualidad onda corpúsculo

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Imagen ilustrativa de la dualidad


onda-partícula, en la cual se puede ver cómo un mismo fenómeno puede
tener dos percepciones distintas.
La dualidad onda-corpúsculo, también llamada dualidad onda-partícula es
un fenómeno cuántico, bien comprobado empíricamente, por el cual
muchas partículas pueden exhibir comportamientos típicos de ondas en unos
experimentos mientras aparecen como partículas compactas y localizadas en
otros experimentos. Dado ese comportamiento dual, es típico de los
objetos mecanocúanticos, donde algunas partículas pueden presentar
interacciones muy localizadas y como ondas exhiben el fenómeno de
la interferencia.
De acuerdo con la física clásica existen diferencias claras
entre onda y partícula. Una partícula tiene una posición definida en el espacio y
tiene masa mientras que una onda se extiende en el espacio caracterizándose
por tener una velocidad definida y masa nula.
Actualmente se considera que la dualidad onda-partícula es un “concepto de la
mecánica cuántica según el cual no hay diferencias fundamentales entre
partículas y ondas: las partículas pueden comportarse como ondas y
viceversa”. (Stephen Hawking, 2001)
Este es un hecho comprobado experimentalmente en múltiples ocasiones. Fue
introducido por Louis-Victor de Broglie, físico francés de principios del siglo XX.
En 1924 en su tesis doctoral, inspirada en experimentos sobre la difracción de
electrones, propuso la existencia de ondas de materia, es decir que toda
materia tenía una onda asociada a ella. Esta idea revolucionaria, fundada en la
analogía con que la radiación tenía una partícula asociada, propiedad ya
demostrada entonces, no despertó gran interés, pese a lo acertado de sus
planteamientos, ya que no tenía evidencias de producirse. Sin
embargo, Einstein reconoció su importancia y cinco años después, en 1929, De
Broglie recibió el Nobel en Física por su trabajo.
Su trabajo decía que la longitud de onda de la onda asociada a la materia era:
donde es la constante de Planck y es el momento lineal de la partícula de
materia.
En general siendo la velocidad de la partícula, su masa y el factor de Lorentz
Si la velocidad de la partícula es despreciable respecto de la velocidad de la
luz, el factor de Lorentz es prácticamente la unidad y el momento lineal se
puede calcular mediante la aproximación clásica no relativista

Historia[editar]
Huygens y Newton[editar]

La luz, onda y corpúsculo. Dos


teorías diferentes convergen gracias a la física cuántica.
Las primeras teorías comprensibles de la luz fueron expuestas por Christiaan
Huygens, quien propuso una teoría ondulatoria de la misma, y en particular,
demostrando que cada punto de un frente de onda que avanza es de hecho el
centro de una nueva perturbación y la fuente de un nuevo tren de ondas. Sin
embargo, su teoría tenía puntos débiles en otros aspectos y fue pronto
ensombrecida por la Teoría Corpuscular de Isaac Newton.
Aunque previamente Sir Isaac Newton, había discutido este problema
con Pierre Fermat, otro reconocido físico de la óptica del siglo XVII, el
significado de la difracción de la luz no se hizo patente hasta el trabajo
realizado por Newton durante su estadía en la campiña
de Woolsthorpe durante la gran epidemia de Peste de 1665.
Apoyado en las premisas de sus contemporáneos, Newton propone que la luz
es formada por pequeñas partículas, con las cuales se explica fácilmente el
fenómeno de la reflexión. Con un poco más de dificultad y de un modo menos
satisfactorio al no invocar la naturaleza ondulatoria, pudo explicar también
la refracción a través de lentes y la separación de la luz solar en colores
mediante un prisma.
Debido a la enorme estatura intelectual de Newton, su teoría fue la dominante
por un periodo de un siglo aproximadamente, mientras que la teoría de
Huygens fue olvidada. Con el descubrimiento de la difracción en el siglo XIX, sin
embargo, la teoría ondulatoria fue recuperada y durante el siglo XX el debate
entre ambas sobrevivió durante un largo tiempo. Al finalizar el siglo XIX, gracias
a la teoría atómica, se sabía que toda materia estaba formada por partículas
elementales llamadas átomos. La electricidad se pensó primero como un fluido,
pero Joseph John Thomson demostró que consistía en un flujo de partículas
llamadas electrones, en sus experimentos con rayos catódicos. Todos estos
descubrimientos llevaron a la idea de que una gran parte de la Naturaleza
estaba compuesta por partículas. Al mismo tiempo, las ondas eran bien
entendidas, junto con sus fenómenos, como la difracción y la interferencia. Se
creía, pues, que la luz era una onda, tal y como demostró el Experimento de
Young y efectos tales como la difracción de Fraunhofer.
Cuando se alcanzó el siglo XX, no obstante, aparecieron problemas con este
punto de vista. El efecto fotoeléctrico, tal como fue analizado por Albert
Einstein en 1905, demostró que la luz también poseía propiedades de
partículas. Más adelante, la difracción de electrones fue predicha y demostrada
experimentalmente, con lo cual, los electrones poseían propiedades que
habían sido atribuidas tanto a partículas como a ondas.
Esta confusión que enfrentaban, aparentemente, las propiedades de partículas
y de ondas fue resuelta por el establecimiento de la mecánica cuántica, en la
primera mitad del siglo XX. La mecánica cuántica nos sirve como marco de
trabajo unificado para comprender que toda materia puede tener propiedades
de onda y propiedades de partícula. Toda partícula de la naturaleza, sea
un protón, un electrón, átomo o cual fuese, se describe mediante una ecuación
diferencial, generalmente, la Ecuación de Schrödinger. Las soluciones a estas
ecuaciones se conocen como funciones de onda, dado que son
inherentemente ondulatorias en su forma. Pueden difractarse e interferirse,
llevándonos a los efectos ondulatorios ya observados. Además, las funciones
de onda se interpretan como descriptores de la probabilidad de encontrar una
partícula en un punto del espacio dado. Quiere decirse esto que si se busca
una partícula, se encontrará una con una probabilidad dada por el cuadrado del
módulo de la función de onda.
En el mundo macroscópico no se observan las propiedades ondulatorias de los
objetos dado que dichas longitudes de onda, como en las personas, son
demasiado pequeñas. La longitud de onda se da, en esencia, como la inversa
del tamaño del objeto multiplicada por la constante de Planck h, un número
extremadamente pequeño.

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