Está en la página 1de 2

Me levanto en mi pequeña cama después de volver a tener ese sueño tan magnífico.

Desde
que era pequeña he tenido el mismo sueño al menos una vez al mes: me veo a mi misma
viviendo un estilo de vida que nunca he deseado tener, pero que he crecido viendo. En mis
sueños estoy yo; reinando San Novi, con una persona al lado que nunca he logrado identificar.

- ¡Mierda! – exclamo al mirar la hora. Por alguna extraña razón, no ha sonado la alarma por lo
que llego tarde al trabajo. Salto de la cama como he hecho más de una vez en estos últimos
años de mi vida. Me pongo el vestido que utilizo como uniforme y me recojo el pelo en un
moño. Salgo corriendo en busca de mi madre, que ha desaparecido de su habitación; aunque
tengo una idea de donde puede estar. Me precipito hacia la puerta y la abro con toda la fuerza
que me queda en el cuerpo, correteo por los pasillos para no llegar tan tarde, pero todos mis
esfuerzos son en vano ya que la reunión diaria de las doncellas se ha terminado.

- ¡Madre! – grito desesperadamente. - ¿Llego muy tarde?

- Tu que crees. – me mira como si estuviese decepcionada; es la primera vez que me mira así. –
Ya hablaremos después, ahora hay que preparar la habitación para la princesa número 32.

- ¿De qué estás hablando, mamá? - Te he dicho más de una vez que fuera de la habitación no
soy tu madre, soy tu compañera. Además, sabrías de que estoy hablando si hubieses acudido a
la reunión.

Andamos en silencio hasta nuestro destino final: una de las muchas habitaciones de invitados,
en concreto la número 32. Madre saca una llave del bolsillo de su uniforme y abre la puerta;
nunca había estado en una habitación de invitados, por lo que me sorprendo. Mi madre me da
un ligero golpe en la espalda, esa es la señal para empezar a trabajar.

Colocamos las sabanas nuevas y limpias en la cama, además de limpiar minuciosamente cada
rincón de esta habitación. Llevamos limpiando por varios minutos cuando alguien llama a la
puerta. Como es tradición, la persona que está detrás de la puerta espera a que el ocupante de
la habitación le abra la puerta, cuando abro la puerta me encuentro a una muchacha de piel
blanca, como si se tratase de una vampiresa. Tiene el pelo considerablemente largo y un color
demasiado rubio para ser de la zona; pero lo más llamativo de esta misteriosa chica son sus
ojos de color avellana, con el toque justo de verde para no ser un simple color de ojos.

-Salve – dijo con una sonrisa algo inapropiada para la situación. Normalmente cuando las
personas con un rango copiosamente alto se saludan no sonríen y recitan las palabras de
forma un tanto repetitiva, llegando a ser incluso robótica. Además, nos saludó en latín, como
todos los miembros importantes hacen, ellos hacen esto para poder diferenciarse de nosotros:
los de clases más bajas y menos importantes – Me han dicho que ya podía ir a instalarme a mi
cuarto, pero si todavía no está terminada puedo esperar.

Empiezo a contestarla de mala manera, pero mi madre se me adelanta. – No, todavía no está
finalizada, pero no nos queda mucho. Cuando acabemos te iremos a buscar. ¿Eres la señorita
Jazzmine Lowell?

-Efectivamente, pero prefiero que me llamen Jazz si no es tanta molestia.- Lo dice como si
estuviésemos obligadas a saberlo. Nada más decir esto se gira y se marcha de la sala, mi madre
vuelve al trabajo pero yo me niego.
-Mamá quiero que me expliques porque narices está chica se ha presentado aquí como si
fuese una princesa. Y no me vengas que lo hubiese sabido si hubiese ido a esa estúpida
reunión.

Mi madre me ignora completamente. La toco un hombro para que me conteste pero ella sigue
sin darme una respuesta; hago todo lo que puedo para llamar su atención, pero ella es muy
buena ignorando a las personas. Finalmente, me rindo y me siento en el suelo. Me pierdo otra
vez en mis pensamientos: ¿Por qué ha venido esa chica al castillo? ¿Y por qué hay 31
muchachas más?

-Levantate del suelo y haz algo, como, por ejemplo, vete a avisar a la señorita Lowell.

Hago lo que me pide y salgo de la habitación en busca de Jazzmine. Supongo que estará en la
Exedra, allí están todos los invitados que vienen de visita. Mientras recorro el largo pasillo de la
tercera planta, me encuentro muchas adolescentes que no he visto en mi vida. Me entran unas
ganas increíbles de gritar para que me contesten a la pregunta que mi madre no quiso
responderme. Algunas chicas se dan cuenta de mi presencia y susurran cosas que estoy segura
no querer saber. Avanzo hasta el final del camino intentando huir de todas las miradas que
estaba recibiendo, cuando veo a Jazzmine subiendo por las escaleras con otra chica, de la cual
desconozco su identidad.

-Señorita Lowell- digo mientras agacho la cabeza en señal de reverencia.- Su habitación ya está
lista, puede ir a instalarse.

-Porfavor, llamame Jazz- aclara con una sonrisa que no ha desaparecido desde que la vi por
primera vez. Sinceramente, es completamente imposible que una persona sonría tanto.

Ignorando su aclaración me giro sobre mí misma y vuelvo a la que ahora es la habitación de


Jazzmine. La miro de reojo para comprobar que me está siguiendo y sonrio con superioridad al
ver lo asombrada que está con el castillo donde va a pasar una gran temporada. Aunque este
palacio no sea de mi propiedad me siento orgullosa de lo magestuoso que es. Mientras
caminamos caigo en mis pensamientos y recuerdo que ignoro la razón por la que Jazz está aquí.
-¿Puedo preguntarte algo? - digo mientras paro para poder hablar tranquilamente. Ella asiente-
¿Qué haces aquí?
Mi pregunta la toma por sorpresa y por unos segundos puedo apreciar una cara de confusión que
rapidamente cambia por una de sus famosas sonrisas.
-

También podría gustarte