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Escuela Primeros Pasos

Manuel Alejandro García Echavarría

Salmos 119: 36
“Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia”

Este versículo del Salmo 119 habla a mi vida y me enseña o más bien me recuerda
que en mis oraciones debo pedir por encima de todo, la presencia de Dios. Que su
voluntad siempre sea hecha en mi vida, que las cosas materiales que quiero tener
deben pasar a un segundo plano y que lo más importante que debo pedir a mi
padre celestial es que su presencia nunca se aparte de mi lado.
De que me sirve tener una casa propia, o millones en una cuenta, darme el lujo de
poder viajar a donde yo quiera y cuando quiera, si Dios no va a estar conmigo.
Sería el hombre más pobre del mundo.
La casa, el dinero, los viajes llegarán en su momento como añadidura si primero
tengo a Dios en mi corazón.
Si tengo a Dios, la avaricia de tener cada día más no tiene cabida en mi corazón,
pues ya Dios llenó ese espacio con su amor y bondad eterna.

Salmos 119:59
“Tu presencia supliqué de todo corazón; ten misericordia de mi según tu
palabra”

Hace dos años cuando vi mi matrimonio destruido por culpa de mis errores,
busqué de nuevo de Dios porque sabía que Él era el único que podía restaurar mi
matrimonio y sanar mi corazón.
Cada noche me arrodillaba ante Él pidiendo y suplicando por un milagro que
restaurara mi matrimonio, pero a la vez pedía que estuviera a mi lado
consolándome, pedía que me abrazara en esas largas noches solo en mi cuarto
cuando el llanto se apoderaba de mi al recordar que ya no tenía a mi lado a mi
esposa.
No entendía su silencio, no entendía porque no escuchaba su voz. Pero al llegar a
S.O.S entendí que, para poder escuchar la voz de Dios, debo tener una comunión
constante con Él, y no solo en las noches cuando estaba solo con mi dolor.
Mi matrimonio fue restaurado gradualmente, y a medida que voy caminando en
este camino de la mano de Jesús, mi mayor deseo es escuchar su voz, sentir su
presencia todos los días, pues hay en mi aún un vacío que se que solo Dios puede
llenar. Por eso no me apartaré nunca más de Él, pues lo necesito para vivir y ya
entendí que en este mundo nada soy si no lo tengo en mi vida.
Así que mi oración siempre será para que su presencia esté siempre conmigo.

Salmos 119:75
“Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad
me afligiste”

La ruptura de mi matrimonio ha sido sin duda alguna el momento más doloroso


de mi vida, y su restauración el mayor milagro que Dios ha hecho en mí.
En su momento llegué a culpar a Dios por permitir que eso pasara, pues no
entendía cuáles eran sus planes.
Aún así, a mi manera lo buscaba y le pedía por mi corazón y el de mi esposa.
Hoy agradezco que me halla hecho pasar por todo ese dolor, porque gracias a esa
gran aflicción es que hoy estoy aquí caminando de su mano, recorriendo el
camino del evangelio, con un matrimonio restaurado, libre de ataduras del
pasado, buscando ser un siervo fiel del señor.
Hoy agradezco porque reconozco que tuvo que quebrantarme de esa manera
para entender que sin Él no soy nada, y que con Él todo es mejor.
Hoy doy gracias por todo ese dolor, porque sin él, hoy no estaría rendido a sus
pies, buscándole cada día; y estaría perdido en el mundo.
Gracias Dios por permitirme esa aflicción, ya que tenias un gran propósito con
eso para mi vida.

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